miércoles, 27 de noviembre de 2019

Los años 90 y el «socialismo de mercado» como receta económica; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«Como vimos en el capítulo: «La rehabilitación de corrientes y elementosrevisionistas superados: el castrismo y el tercermundismo». El apoyo directo o indirecto que los líderes del Partido Comunista de España (marxista-leninista) como Raúl Marco, Pablo Mayoral y Manuel Chivite daban a regímenes revisionistas como Cuba desde los 80, ya evidenciaba la degeneración ideológica que manifestaban. Significaba que los líderes supervivientes en la dirección eran oportunistas emboscados que esperaban el momento propicio para reconciliarse con lo que el partido combatía, o que simplemente se habían convertido en renegados, pues conocían sobradamente los lineamientos básicos de política y economía como para saber que estaban rehabilitando; y es que caer en el tercermundismo es ir al revisionismo de cabeza. Por otro lado, significaba que los nuevos cuadros que habían ascendido a la dirección no habían sido instruidos debidamente sobre conceptos básicos como «socialismo», «soberanía económica» o «antiimperialismo», por eso aceptaron de buen grado el bandazo de la dirección al promocionar a estos oportunistas internacionales como Fidel Castro.

Rehabilitar al castrismo, era también rehabilitar una corriente que seguía los lineamientos del mundo económico revisionista de la época como el «socialismo de mercado soviético», el «socialismo de mercado húngaro» o el «socialismo de mercado yugoslavo»… aceptando sus tesis como válidas. ¿Pero qué eran estos modelos en la praxis?:

«Por consiguiente en la Unión Soviética socialimperialista, en China, en Yugoslavia y en otros lugares actúan con fuerza las leyes, las categorías y los fenómenos socio-económicos clásicos de la producción capitalista. En lugar de la planificación centralizada, del trabajo y de la producción a escala de toda la sociedad, el centralismo burocrático de tipo monopolista combinado al liberalismo económico en la base, la descentralización, el desarrollo cíclico, la competencia, el libre juego de precios bajo la ley del valor actúan en estos países. (...) Este «modelo» tiene como trato fundamental la descentralización continua de la economía, la gestión capitalista según los imperativos del mercado y la entera independencia de las empresas, las cuales tienen como objetivo aumentar cueste lo que cueste y por todos los medios los beneficios de la burguesía. Aquí, las empresas son animadas a competir con vistas a asegurarse el máximo provecho, según el mecanismo de la ley de la oferta y la demanda y el libre juego de precios sobre el mercado. (...) Lejos de satisfacer las necesidades de los trabajadores, la ganancia es la única fuerza motriz en la producción de los países revisionistas. La búsqueda del beneficio es omnipotente. Todo funciona, es dirigido y se establece sobre una base comercial. (...) La adopción y aplicación de los conceptos teóricos revisionistas antimarxistas del socialismo de mercado en la Unión Soviética, China, Yugoslavia, Polonia o Hungría, representa actualmente, igual que en otros países capitalistas, un grupo de empresas capitalistas aisladas, cada una con una libertad total de acción. Cada una de ellas decide por sí misma el volumen y la estructura de la producción, tienen derecho de comprar y vender libremente no sólo en el mercado interno, sino también en el mercado internacional capitalista, los medios de producción, materias primas y los productos que necesite y fijan libremente los precios teniendo en cuenta la coyuntura del mercado, de la oferta y la demanda». (Priamo Bollano; Crítica a ciertas teorías burguesas y revisionistas sobre el lugar y el papel de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, 1986)

Como sabemos, el líder cubano llegó a vanagloriarse en su discurso del 10 de octubre de 1991 de haberse anticipado al carácter de las reformas del revisionismo soviético de Gorbachov, reformas conocidas bajo el nombre de Perestroika, mientras reconocía haber copiado mecánicamente las instrucciones de la URSS en años precedentes. Desde entonces los cubanos han intentado presentarse al mundo como los creadores de un modelo alternativo, aunque sigan copiando a los revisionismos añejos. En la actualidad, sabemos de sobra a donde ha llevado a Cuba el modelo heterodoxo del castrismo-guevarismo en economía al alejarse de la ortodoxia del marxismo:

«Es bastante gracioso el conocido cliché que sueltan los procubanos al afirmar con desdén, «Pero la URSS de Stalin y la Albania de Hoxha cayeron a su muerte, hoy en cambio sobrevive Cuba». Pero hay que decirles bien alto: ¿sobrevive el qué en Cuba? ¿Qué modelo socio-económico? Que nosotros sepamos el modelo del turismo de lujo, el aumento del «cuentapropismo», el absentismo laboral, la evidente diferenciación de clases cada vez más abultada, los niveles de deuda astronómicos, los problemas en la balanza comercial y la baja productividad, no es sinónimo de socialismo, antiimperialismo, ni de progreso. ¿Acaso ha existido alguna vez un partido comunista real en Cuba que pueda revertir este proceso? No, desde décadas ha gobernado un partido, mezcla artificial de liberales, jruschovistas, socialdemócratas y ahora allí anidan hasta trotskistas abiertos. ¿Acaso las leyes de producción socialistas han imperado en Cuba alguna vez? No, precisamente se basaron en el modelo económico que recomendaron los sepultureros del legado de Lenin y Stalin que habían llevado a la URSS a la restauración del capitalismo, al socialimperialismo y a la progresiva dependencia del imperialismo, y los líderes cubanos aceptaron su rol en este engranaje. ¿De qué sirve mantener un régimen así para «sobrevivir»? ¿Para mantener una simbología que contente a los sentimentales? No sirve de nada si el país se convierte en el siglo XXI en un paraíso para las multinacionales extranjeras y un infierno para los trabajadores, que no tienen perspectiva de mejora. ¿No ha demostrado la historia ya sobradamente que Cuba nunca ha desarrollado una independencia económica? En efecto, desde su enrolamiento en la división internacional del trabajo –que por tanto la esclaviza al atraso y la dependencia– Cuba ha padecido y padecerá estos defectos incurables, porque así es la lógica de los países capitalistas neocolonizados». (Equipo de Bitácora (M-L); Reflexiones sobre el VIIº Congreso del Partido «Comunista» de Cuba y su línea económica, 2016)

Pero pese a los desastrosos resultados, los revisionistas no han cejado de seguir apoyando al modelo cubano como ejemplo, ni en el caso de los Marco-Chivite se arrepienten de haberlo rehabilitado y cambiar la antigua línea del PCE (m-l).

En  esta cuestión, es clave distinguir las dos visiones, la visión del socialismo de los marxistas, y la de los revisionistas y eclécticos de todo tipo:

«Entre los revisionistas el criterio del socialismo es en los índices tales como: 

1° La base –absoluta o relativa– del número de pobres, sin tener en cuenta ni la existencia de una clase social burguesa, ni la posición internacional del país. 

2° El aumento de la producción en las diferentes ramas de la economía. 

3° La existencia de subvenciones sociales en la educación, sanidad, etc. 

Pero estos índices revelan una concepción idealista y agnóstica del socialismo, ya que no toca directamente los análisis de clase en lo nacional e internacional, ni se recurre a un análisis sobre las relaciones de producción. Estos índices, tomados aisladamente también pueden ser parte de las relaciones de producción burguesas. Entre los revisionistas, sólo describen de manera muy parcelaria y superficial –en el mejor de los casos– una realidad económica y social, mientras que los índices objetivos, ellos, permiten apreciar la realidad económica y social a partir de sus fundamentos objetivos y en su carácter global. Los índices en los que se fijan los revisionistas se focalizan en las apariencias o en los detalles, olvidando lo esencial y reproduciendo las estadísticas burguesas en su forma bruta y sin la menor crítica. ¡La piedra de toque entre la compresión del materialismo dialéctico no está constituida por estos índices ni siquiera en el reconocimiento de la existencia de la lucha de clases, sino por su base material económica!

Esto demuestra su agnosticismo y su idealismo cuanto tratan la cuestión de la construcción del socialismo. Estos diseños conducen a la negación de las leyes universales del marxismo-leninismo y a la sustitución por unos puntos de vista antimaterialistas que durante medio siglo de dominación revisionista internacional, promovieron y reforzaron desde los revisionistas en los ex países socialistas, los revolucionarios democrático-burgueses y hasta los nacionalistas burgueses que procuraron vestirse de ropajes socialistas y marxistas:

«La negación de estas leyes conduce al revisionismo. Especulando con los cambios que se operan en el mundo y con las condiciones nacionales específicas, los revisionistas han sustituido las verdades universales del marxismo-leninismo por sus tesis y conclusiones antimarxistas y contrarrevolucionarias». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)

Es pues con una gran perspicacia que los marxistas-leninistas albaneses observaban el hecho de que:

«El agnosticismo devino en una de las formas fundamentales de las diversas corrientes y subcorrientes de la filosofía burguesa contemporánea. Su fin es crear duda sobre la posibilidad de conocer las leyes de la naturaleza y de la sociedad, de utilizarlas en la práctica con vistas a transformar el mundo». (Kristaq Angjeli y Artan Fuga; La filosofía idealista contemporánea, arma ideológica en manos de la reacción imperialista, 1986)

Los índices objetivos –es decir, basados en la concepción materialista– de una sociedad y una economía socialista son: 

1° La ausencia de clases explotadoras y el poder de dictadura del proletariado que asegura la centralización de la economía alrededor de un plan de desarrollo a largo plazo así como una norma de acumulación elevada. 

2 ° Un comercio exterior del que la estructura excluye la inclusión a la división internacional del trabajo, bajo pena de dar rienda suelta a las leyes de la producción de mercancías sobre el mercado interior 

3 ° El crecimiento prioritario de la industria de producción de los medios de producción con vistas a la reproducción ampliada más rápida del producto social. 

4 ° La parte preponderante de los trabajadores del sector productivo con relación al total de los trabajadores así como la ausencia de paro estructural. 

5 ° La reproducción ampliada de la mano de obra, la participación creciente de las mujeres a la producción, ilustrando el grado de emancipación económica, política y social de los trabajadores.

Esta lista obviamente no es exhaustiva, pero marca de forma indiscutible una diferencia entre los índices propuestos por los revisionistas para evaluar una sociedad y economía socialista». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

La dirección del PCE (m-l) había avalado toda una serie de reformas económicas en la Albania de Ramiz Alia que se llevaron a cabo desde 1986 a 1991. Incluso con la aparición de teorías y prácticas abiertamente revisionistas desde 1990, el PCE (m-l) lejos de rechazarlas, reprodujo sus ideas en «Vanguardia Obrera» como vimos en el capítulo referido a la cuestión albanesa.

Pero cuando Chivite logró alzarse dentro de la dirección del PCE (m-l) en 1991, dio un giro todavía más derechista, apostando ya por una abierta economía de mercado con tintes socialdemócratas:

«Sólo una planificación socioeconómica democrática con las debidas previsiones tecnológicas y de mercado podría evitar pérdida masiva de puestos de trabajo y permitir la readecuación de los trabajadores y creación de nuevas empresas en función de las necesidades de la sociedad y de la demanda de los consumidores». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

Se volteaba la línea económica aquí hacia esquemas keynesianos, típica de los países gobernados por partidos socialdemócratas en Europa.

Actualmente este tipo de planteamientos son defendidos por grupos como Podemos. Véase la obra de Rafael Martínez: «Keynesianismo en el programa económico de Podemos» de 2015.

Hay que entender para empezar, como opera las leyes fundamentales del capitalismo y las leyes fundamentales del socialismo.

En los países capitalistas:

«Lo que más cerca está del concepto ley económica fundamental del capitalismo es la ley de la plusvalía, ley del nacimiento y del incremento del beneficio capitalista. Esa ley predetermina, efectivamente, los rasgos principales de la producción capitalista. Pero la ley de la plusvalía es demasiado general, y no toca los problemas de la norma superior de beneficio cuyo aseguramiento es condición del desarrollo del capitalismo monopolista. Para llenar esta laguna hay que concretar la ley de la plusvalía y desarrollarla de acuerdo con las condiciones del capitalismo monopolista, teniendo en cuenta que el capitalismo monopolista no exige cualquier beneficio, sino el beneficio máximo. Esa, precisamente, será la ley económica fundamental del capitalismo moderno.

Los rasgos principales y las exigencias de la ley económica fundamental del capitalismo moderno podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar el máximo beneficio capitalista, mediante la explotación, la ruina y la depauperación de la mayoría de los habitantes del país dado, mediante el avasallamiento y el saqueo sistemático de los pueblos de otros países, principalmente de los países atrasados, y, por último, mediante las guerras y la militarización de la economía nacional, a las que se recurre para asegurar el máximo de beneficio.

Se dice que el beneficio medio podría considerarse, sin embargo, por completo suficiente para el desarrollo capitalista en las condiciones actuales. Eso no es cierto. El beneficio medio es el nivel inferior de la rentabilidad, por debajo del cual la producción capitalista es imposible. Pero, sería ridículo suponer que los gerifaltes del capitalismo monopolista moderno tratan únicamente, al ocupar las colonias, esclavizar a los pueblos y gestar guerras, de asegurarse meramente el beneficio medio. No, no es el beneficio medio ni son los superbeneficios, que únicamente representan, como regla, cierta superación del beneficio medio, sino el beneficio máximo, concretamente, el motor del capitalismo monopolista. Precisamente la necesidad de obtener beneficios máximos empuja al capitalismo monopolista a dar pasos tan arriesgados como el sojuzgamiento y el saqueo sistemático de las colonias y de otros países atrasados, la conversión de países independientes en países dependientes, la organización de nuevas guerras –que son para los gerifaltes del capitalismo moderno el mejor «business» para obtener beneficios máximos– y, por último, los intentos de conquistar la dominación económica del mundo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)

En los países socialistas en cambio:

«¿Existe una ley económica fundamental del socialismo? Sí, existe. ¿En qué consisten los rasgos esenciales y las exigencias de esta ley? Los rasgos esenciales y las exigencias de la ley económica fundamental del socialismo podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada.

Por consiguiente, en vez de asegurar los beneficios máximos, asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales de la sociedad; en vez de desarrollar la producción con intermitencias del ascenso a la crisis y de la crisis al ascenso, desarrollar ininterrumpidamente la producción; en vez de intermitencias periódicas en el desarrollo de la técnica, acompañadas de la destrucción de las fuerzas productivas de la sociedad, el perfeccionamiento ininterrumpido de la producción sobre la base de la técnica más elevada.

Se dice que la ley económica fundamental del socialismo es la ley del desarrollo armónico, proporcional, de la economía nacional. Eso no es cierto. El desarrollo armónico de la economía nacional y, por tanto, la planificación de la misma, que es un reflejo más o menos fiel de esta ley, de por sí no dan nada, si no se sabe en nombre de qué tarea se desarrolla planificadamente la economía nacional, o si esa tarea no se tiene clara. La ley del desarrollo armónico de la economía sólo puede dar el resultado debido cuando existe una tarea en nombre de la cual se desarrolla planificadamente la economía nacional. Esa tarea no puede ofrecerla la propia ley del desarrollo armónico de la economía nacional. Y menos aún puede hacerlo la planificación de la economía nacional. Esa tarea se encierra en la ley económica fundamental del socialismo, bajo la forma de sus exigencias arriba expuestas. Por eso la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional únicamente puede tener vía libre en el caso de que se apoye en la ley económica fundamental del socialismo.

En cuanto a la planificación de la economía nacional, ésta sólo puede obtener buenos resultados si observa dos condiciones: a) si refleja acertadamente las exigencias de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional; b) si está de acuerdo en todo con las exigencias de la ley económica fundamental del socialismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)

Debido al influjo del revisionismo, también ha habido una confusión sobre la ley del valor y su desenvolvimiento en el socialismo. Sin entender cómo opera la ley del valor en el socialismo, es imposible tener una noción diferente a la de los simples economistas burgueses:

«¿No será la ley del valor la ley económica fundamental del capitalismo? No. La ley del valor es, ante todo, una ley de la producción mercantil. Existió antes del capitalismo y sigue existiendo, lo mismo que la producción mercantil, después del derrocamiento del capitalismo, como ocurre, por ejemplo, en nuestro país, si bien es cierto que con una esfera de acción limitada. Naturalmente, la ley del valor, que tiene una amplia esfera de acción en el capitalismo, desempeña un gran papel en el desarrollo de la producción capitalista pero no sólo no determina la esencia de la producción capitalista ni los fundamentos del beneficio capitalista, sino que ni siquiera plantea esos problemas. Por eso, no puede ser la ley económica fundamental del capitalismo moderno. (…) Se dice que la ley del valor es una ley constante, obligatoria para todos los períodos del desarrollo histórico, y que, si pierde su fuerza como regulador de las relaciones de cambio en el período de la segunda fase de la sociedad comunista, conservará en esa fase de desarrollo su fuerza como regulador de las relaciones entre las distintas ramas de la producción, como regulador de la distribución del trabajo entre las ramas de la producción. Eso es completamente equivocado. El valor, lo mismo que la ley del valor, es una categoría histórica vinculada a la existencia de la producción mercantil. Cuando la producción mercantil desaparezca, desaparecerán también el valor, en todas sus formas, y la ley del valor. En la segunda fase de la sociedad comunista, la cantidad de trabajo invertido en la producción de productos no se medirá indirectamente, a través del valor y de sus formas, como ocurre en la producción mercantil, sino de manera directa e inmediata, por la cantidad de tiempo, por la cantidad de horas invertidas en la producción de los productos. En cuanto a la distribución del trabajo entre las ramas de la producción, no será regulada por la ley del valor, que entonces habrá perdido ya su fuerza, sino por el incremento de las necesidades de la sociedad en productos. Será esta una sociedad en la que las necesidades de la misma regularán la producción y el cálculo de esas necesidades adquirirá una importancia primordial para los organismos encargados de la planificación. Es también completamente errónea la afirmación de que en nuestro sistema económico actual, en la primera fase de desarrollo de la sociedad comunista [la etapa del socialismo], la ley del valor regula las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se desarrolla al máximo la industria ligera, la más rentable, dándole preferencia frente a la industria pesada, que con frecuencia es menos rentable y a veces no lo es en absoluto. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se cierran las empresas de la industria pesada que por el momento no son rentables y en las que el trabajo de los obreros no da el «resultado debido» y no se abren nuevas empresas de la industria ligera, indiscutiblemente rentable, en las que el trabajo de los obreros podría dar «mayor resultado». Si eso fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se pasa a los obreros de las empresas poco rentables, aunque muy necesarias para la economía nacional, a empresas más rentables, como debería hacerse de acuerdo con la ley del valor, a la que se atribuye el papel de regulador de las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las ramas de la producción. Es evidente que, de hacer caso a esos camaradas, tendríamos que renunciar a la primacía de la producción de medios de producción en favor de la producción de medios de consumo. ¿Y qué significa renunciar a la primacía de la producción de medios de producción? Significa suprimir la posibilidad de desarrollar ininterrumpidamente nuestra economía nacional, pues es imposible desarrollarla ininterrumpidamente si no se da preferencia a la producción de medios de producción. Esos camaradas olvidan que la ley del valor sólo puede regular la producción bajo el capitalismo, cuando existen la propiedad privada sobre los medios de producción, la concurrencia, la anarquía de la producción y las crisis de superproducción. Olvidan que la esfera de acción de la ley del valor está limitada en nuestro país por la existencia de la propiedad social sobre los medios de producción, por la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía y, por consiguiente, también por nuestros planes anuales y quinquenales, que son un reflejo aproximado de las exigencias de esta última ley». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)

También por influjo del revisionismo, ha habido flagrantes confusiones respecto al tema de la planificación, y la diferencia entre la pretendida planificación de los países capitalistas y planificación de los países socialistas. Como sabemos la planificación económica bajo el centralismo democrático constituye uno de los pilares de la economía socialista según el marxismo:

«Bajo el capitalismo no es posible continuar la producción a una escala total de la sociedad, allí hay competencia, allí hay propiedad privada. (...) Mientras que en nuestro sistema las empresas están unidas sobre la base de la propiedad socialista. La economía planificada no es algo que queramos, es una obligación, de lo contrario todo se vendría abajo. (...) El capitalista no puede administrar la industria, la agricultura y el transporte de acuerdo con un plan. Bajo el capitalismo, la ciudad debe devorar el campo. La propiedad privada allí es un obstáculo. (...) ¿Cuáles son los principales objetivos de la planificación?

El primer objetivo consiste en planificar de una manera que garantice la independencia de la economía socialista del cerco capitalista. Esto es obligatorio, y es lo más importante. Es una forma de las luchas contra el capitalismo mundial. Debemos asegurarnos de tener metal y máquinas en nuestras manos para no convertirnos en un apéndice del sistema capitalista. Esta es la base de la planificación. Esto fue el Plan GOELRO y los planes posteriores que se elaboraron sobre esta base.

¿Cómo organizar la planificación? En su sistema, el capital se distribuye espontáneamente sobre las ramas de la economía, dependiendo de las ganancias. Si tuviéramos que desarrollar varios sectores de acuerdo con su rentabilidad, tendríamos un sector desarrollado de molienda de harina, producción de juguetes –son caros y dan grandes ganancias–, textiles, pero no habríamos tenido ninguna industria pesada. Exige grandes inversiones y es una pérdida al principio. Abandonar el desarrollo de la industria pesada es el mismo que el propuesto por rykovistas.

Hemos invertido las leyes del desarrollo de la economía capitalista, las hemos puesto sobre sus cabezas o, más precisamente, de pie. Hemos comenzado con el desarrollo de la industria pesada y la construcción de máquinas. Sin una planificación de la economía, nada funcionaría.

¿Cómo suceden las cosas en su sistema? Algunos Estados roban a otros, saquean las colonias y extraen préstamos forzados. Lo contrario, ocurre con nosotros. Lo básico de la planificación es que no nos hemos convertido en un apéndice del sistema capitalista mundial.

El segundo objetivo de la planificación consiste en fortalecimiento de la hegemonía absoluta del sistema económico socialista y cerrar todas las fuentes y cabos sueltos de donde surge el capitalismo. Rykov y Trotsky una vez propusieron cerrar empresas avanzadas y líderes –como la Fábrica Putilov y otras– por no ser rentables. Pasar por esto habría significado «cerrar» el socialismo. Las inversiones se habrían invertido en la molienda de harina y la producción de juguetes porque generarían ganancias. No podríamos haber seguido este camino.

El tercer objetivo de la planificación es evitar las desproporciones. Pero como la economía es enorme, las rupturas siempre pueden tener lugar. Por lo tanto, necesitamos tener grandes reservas. No solo de fondos, sino también de fuerza de trabajo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cinco conversaciones con economistas soviéticos, 1941-1952)

Solo un necio no vería que hay una diferencia fundamental entre la economía socialista planificada y la «planificación» que se pretender realizar en los países capitalistas. Ya en los años 20 Iósif Stalin denunció la pseudoplanificación en los países burgueses:

«A veces se alude a los organismos económicos estadounidenses y alemanes, que según dicen, también dirigen la economía nacional planificadamente. No, camaradas, eso no lo han conseguido aún allí, y no lo conseguirán mientras exista el régimen capitalista. Para dirigir planificadamente, hace falta tener otro sistema de industria, el sistema socialista, y no el capitalista; se precisa, por lo menos una industria nacionalizada, un sistema de crédito nacionalizado, se precisa que la tierra esté nacionalizada, que exista una ligazón socialista con el campo, que exista el poder de la clase obrera, etc.

Cierto, ellos tienen también algo parecido a planes. Pero los suyos son planes-pronósticos, planes conjetura, que no son obligatorios para nadie y sobre cuya base no puede dirigirse la economía del país». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)

Queda claro después de estas breves exposiciones, que el ideario intermedio entre capitalismo y socialismo que pretende la socialdemocracia es una quimera. 

Por tanto:

«Los intentos de disminuir las desigualdades que genera el sistema capitalista, mediante procesos redistributivos que utilizan mecanismos fiscales, son contradictorios a las necesidades de acumulación privada y de expectativas de beneficios, que son los mecanismos esenciales para que maduren las inversiones. La actuación de las empresas públicas y del intervencionismo del Estado en las relaciones industriales no menoscaba las posiciones de preeminencia social [de la burguesía], por lo que cabe dudar de la pretendida neutralidad y arbitraje en las actuaciones estatales. En este sentido, los marxistas contemporáneos no consideran las nacionalizaciones o el «Estado del bienestar» constituyan amenazas graves al sistema de poder vigente». (Ramón Sánchez Tabarés; Introducción a la política económica, 1988)

Una de las corrientes tercermundistas que más ha jugado a la carta demagógica del falso antiimperialismo y la pseudoplanificación ha sido y es el peronismo. Véase nuestro capítulo: «Peronismo, la quintaesencia del populismo, el falso antiimperialismo y del anticomunismo por antonomasia» de 2015.

No sin razón, todos los revisionistas han caído en estos lineamientos del «socialismo de mercado», donde se intenta potenciar en vez de restringir la ley del valor. Este fue uno de los fundamentos del Manuel de Shanghái, que ha sido la estrella que ha guiado la política económica del maoísmo:

«Dicha sentencia hace hincapié en algo que no representa nada más que la conocida «ley del valor», o también llamada «ley del intercambio equivalente». La declaración es explícita: la ley del valor regula el intercambio de trabajo entre los objetos de producción en la sociedad de transición, ya sea entre empresas estatales y propiedad colectiva, o entre las empresas de propiedad estatal. Esta expresión de defensa del «socialismo de mercado» no es una expresión aislada en el manual, sino que sigue su matriz más pura y elemental, y dicho «socialismo de mercado» no es nuevo, el cual ya fue defendido por Dühring y todas las desviaciones revisionistas de derecha después de él. Esta declaración es fundamentalmente premarxista y constituye uno de los pilares más importantes de la interpretación pequeñoburguesa de la economía política de la sociedad de transición». (Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006)

Si el lector desea conocer las consecuencias de este y otras teorías económicas revisionistas. Véase el capítulo: «Seguidismo a las políticas económicas del maoísmo» de 2017.

Se entiende pues, que el «socialismo de mercado» de la URSS de Jruschov, Brezhnev o Gorbachov, no tenía nada que ver con el sistema económico de planificación socialista de la URSS en época de Lenin y Stalin:

«¿Cuál es la diferencia fundamental entre la economía planificada del socialismo marxista y el socialismo de mercado? La producción industrial se lleva a cabo en un complejo de fábricas. Si la producción en las distintas fábricas se determina mediante un plan nacional de producción, y, si la totalidad de complejo de fábricas se asigna directamente entre las diversas demandas en él, entonces el proceso de producción –a pesar de que físicamente se produzca en varias fábricas– no es desde un punto de vista social, un proceso de producción privado. Pero, si las diversas fábricas ellas mismas deciden qué producir, y si los productos totales de todas las fábricas se distribuye debido a las diversas demandas que le imponen –entre las distintas fábricas y sus consumidores individuales– a través del medio de mercado, entonces, desde el punto de vista social, el proceso de producción está fragmentada en productores privados. El carácter privado de la producción, no depende de la escritura formal que se le atribuye a la propiedad de cada fábrica». (Moni Guha; El colapso del socialismo, 1993)

Con última conclusión, es bastante evidente entonces el hecho de que:

«La propiedad pública, estatal o como se quiera llamar, tenga mayor o menor peso en los países capitalistas, no supone que sea una propiedad socialista puesto que la misma está regida por leyes económicas capitalistas, no supone tampoco que sea una propiedad que beneficia a los trabajadores sino que beneficia, mantiene y amplia la dominación económica de la burguesía del país. Aplicase también a los países revisionistas-capitalistas de todo tipo que tengan mayor o menor proporción de «empresas públicas» en su economía». (Equipo de Bitácora (M-L); Algunas cuestiones económicas sobre la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y su carácter socialimperialista, 2016)

Por cuestiones de tiempo y extensión, nos vamos a explicar las variadas diferencias entre los regímenes capitalistas del revisionismo y los socialistas, pero el lector novel o interesado puede consultar en las obras aquí mencionadas». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)

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