miércoles, 24 de junio de 2020

Conclusiones sobre la degeneración del PCE (m-l) y las lecciones a extraer por los revolucionarios; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


«¿Qué conclusiones podemos extraer de la experiencia del Partido Comunista de España (marxista-leninista) y su posterior hecatombe?

En este epílogo no queremos analizar los errores más específicos, para eso están los capítulos anteriores, sino que queremos adjuntar algunas de las cuestiones que para nosotros hicieron imposible que el PCE (m-l) cumpliese sus objetivos y se mantuviese como partido revolucionario.

La alta dependencia de una figura en el liderazgo

Si somos honestos, en las organizaciones políticas que han pasado a lo largo de la historia en España, incluso la de los partidos obreros, ha solido predominar ese seguidismo ciego bien por oportunismo o fanatismo, arrastrándose formas de organización y consciencia más propias de otros tiempos primitivos. Se asemejan a los viejos patrones de clientela de los antiguos íberos, donde por ignorancia o necesidad, el sujeto debía mantener una defensa a ultranza de los diversos jefes como única forma de sobrevivir o ascender en el escalafón de una comunidad dominada a base de figuras carismáticas o autoritarias. 

La diferencia entre un marxista y un revisionista, es que el primero no tiene miedo a la verdad ni a la crítica de sus figuras, mientras el segundo parece haber jurado una especie de «devotio ibérica», por lo que aunque existan evidencias firmes de que ha tomado un camino equivocado, estará dispuesto a seguir a su líder e incluso a inmolar su vida por él, en un acto tan honorable como estúpido.

Y esto no fue un fenómeno latino, ni mucho menos, sino común a todas las culturas:

«Habla usted de su «devoción» hacia mí. Quizás se le haya escapado casualmente esta frase. Quizás, pero si no es una frase casual, le aconsejaría que desechara el «principio» de la devoción a las personas. Ese no es el camino bolchevique. Sed únicamente devotos de la clase obrera, de su partido, de su estado. Esta es una cosa buena y útil. Pero no la confundáis con la devoción a las personas, esa fruslería vana e inútil propia de intelectuales de escasa voluntad». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Carta al camarada Shatunovsky, agosto de 1930)

Stalin mismo explicó la relación entre los líderes y la historia:

«El marxismo no niega en modo alguno el papel de las personalidades eminentes, como tampoco niega que los hombres hacen La historia. En la «Miseria de la filosofía» y en otras obras de Marx puede usted hallar la afirmación de que son precisamente los hombres quienes hacen la historia. Pero, naturalmente, los hombres no hacen la historia obedeciendo a su fantasía, como les viene a la cabeza. Cada nueva generación encuentra condiciones determinadas, ya dadas cuando ella aparece. Y el valor que representan los grandes hombres depende de en qué medida saben comprender correctamente estas condiciones y cómo modificarlas. Si no comprenden estas condiciones y quieren modificarlas según les sugiere su fantasía, caen en la situación del Quijote. Así, pues, y exactamente según Marx, no se debe oponer los hombres a las condiciones. Son precisamente los hombres los que hacen la historia, pero sólo en la medida en que comprenden bien las condiciones dadas con que se encuentren y sólo en la medida en que comprenden cómo debe modificarlas. Así es, por lo menos, como comprendemos a Marx nosotros, los bolcheviques rusos. Y hemos estudiado a Marx durante decenios». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista con el escritor alemán Emilio Ludwig, 13 de diciembre de 1931)

En el caso concreto del PCE (m-l) se acabó dependiendo mucho de una figura clave en el liderazgo:

«Elena Ódena fue el alma y la mente política del partido. Su verdadero nombre era Benita Gamuza Muñoz. Elena era una mujer extraordinaria y con mucho coraje, extremadamente inteligente, dotada de una gran fe, de una voluntad inquebrantable y de una gran capacidad de trabajo. (…) No ha tenido el reconocimiento que se merecía. (…) A la política del partido contribuyeron muchos, algunos más y otros menos, pero Elena la marcó profundamente, y, sobre todo, marcó de forma especial cada una de las frases y de los cambios tácticos. (…) Elena era siempre quién empezaba la discusión, la que elegía los argumentos, la que guiaba, hasta el punto de que llegó a plantear abiertamente como un problema el hecho de que ello gravaba siempre sobre sus espaldas y quería que los demás se hicieran cargo. A partir de un cierto punto así se hizo, pero, tengo que decir que, en todo caso, Elena siguió siendo el alma de la discusión política». (Riccardo Gualino; Frap: una temporada en España, 2010)

Uno de los detractores de Elena Ódena diría de su relación con el partido y en concreto con Raúl Marco, que éste le debía a la primera gran parte de sus informes y discursos:

«Son curiosas anécdotas como la de que en las delegaciones que regularmente visitaban Albania, y cuando iban los dos juntos, siempre él [Marco] las presidia y por él eran leídos los informes que, por el contrario, redactaba ella [Ódena]». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un partido, 1977)

Esto ha sido subrayado varias veces por otros testigos:

«A ver, Elena Ódena y Raúl Marco, formaron un tándem muy bien avenido, pero realmente lo que una decía el otro lo apoyaba sin más. Después de morir ella, él cogió caminos diferentes, yo personalmente creo, que lo que hizo fue acomodarse a aquello que mejor sabía hacer, hacerse un hueco en la sociedad como buen burgués que es, lo que ha sido siempre, además de bastante mediocre intelectualmente». (Comentarios y reflexiones de F. a Bitácora (M-L), 2019)

El propio renegado de Marco, diría de la influencia de Ódena:

«El partido, el Comité Coordinador pro-FRAP, el FRAP, etc., etc. Y en todo ello el alma, el motor principal fue Elena. Los de aquella época no lo dudan, los que no la conocieron, que no lo duden. (…) De vasta formación cultural, se preocupaba más que ninguno de nosotros por impulsar la formación de los camaradas e inculcarnos el hábito del estudio –«hay que aprender a estudiar, no basta con limitarse a leer», decía–, la costumbre de leer, de adquirir continuamente conocimientos, «pero con cuidado», pues, añadía, «el saber sí ocupa lugar». (Introducción de Raúl Marco al Tomo I de Escritos políticos de Elena Ódena, 1986)

Esta extrema dependencia de una figura nos hace darnos cuenta indirectamente de la carencia de cuadros y falta de preparación teórico-práctica dentro del partido. Para muestra un botón: si observamos a Raúl Marco, el considerado como «numero dos» del partido en cuanto a autoridad, siempre es descrito siempre por casi todos los testigos como un seguidista y adulador de ese «número uno» del partido, algo que con el tiempo se acabó confirmando sobradamente. De ahí que se diera el hecho de que cuando la figura de máxima autoridad faltó, el segundo de abordo se vio totalmente desorientado para tomar las riendas del partido, en consecuencia trató de tirar de pragmatismo para intentar resolver la situación, pero el pragmatismo nunca conduce a nada bueno, es «pan para hoy y hambre para mañana». Se aplicaron medidas que iban en contra de los principios marxistas y la historia del partido –con las consecuencias que eso acarreaba a corto y largo plazo– y lejos de sacar al partido del estancamiento, lo acabó de hundir. En medio de esto, el resto de cuadros no eran lo suficientemente válidos o habían abandonado debido a este ambiente insano. 

Habría que ver qué actitud tomaron entonces este tipo de militantes de base, ya que recordemos que el partido no es solo la dirigencia, sino también la base, más los cuadros medios.

Según una conversación que recuerda Dimitrov con Stalin del 7 de noviembre de 1937:

«Stalin: Aún no he terminado mi brindis. Se dicen muchas cosas sobre los grandes líderes, pero una causa nunca puede triunfar a menos que existan las condiciones adecuadas. Y la cuestión principal aquí son los cuadros medios –partidistas, económicos, militares–, ellos son los que eligen al líder, explican nuestras posiciones a las masas y aseguran el triunfo de nuestra causa. (...) Lo que la victoria de la causa requiere son las condiciones correctas. Y después los dirigentes siempre serán encontrados. No es meramente suficiente el mostrar el verdadero camino. El Partido Comunista Inglés, después de todo, tiene lo que consideramos la política correcta, pero no puede llevar a cabo ninguna tarea porque los cuadros medios están de parte de los laboristas. El Partido Comunista Francés está llevando a cabo la política correcta, pero el Partido Socialista Francés es, sin embargo, muy fuerte. Debe de tenerse en cuenta, y nunca debe olvidarse, que, siendo idénticas el resto de condiciones, los cuadros medios deciden el resultado final de nuestra causa». (Universidad de Yale; Diario de Dimitrov, 2000)

Tampoco se puede restar responsabilidad a la propia actividad de Elena Ódena, ya que siendo considerada el líder oficial del partido, no fue capaz de levantar al partido en números ni influencia desde la escisión sufrida en 1976, siendo la escisión de 1981 la puntilla para el partido en términos morales y sobre todo cuantitativos. En el momento de su ausencia, el partido estaba muy lejosde los años de esplendor y popularidad de inicios de los 70.

Otro problema es que precisamente lo que dominó en el PCE (m-l) posterior al fallecimiento de Ódena en 1985, fue el culto a su recuerdo, pero una devoción cada vez más vacía de su contenido ideológico, todo lo contrario a lo que ella deseaba, pues se esperaba que su recuerdo y el de todos los que ya no estaban sirviese para estimular a los militantes para mantener una inquebrantable fidelidad a los principios marxista-leninistas, no una mera idolatría típica de los pusilánimes. Esto ha sido confirmado por las impresiones de otros testigos:

«Yo, por lo poco que la vi, en torno a dos veces, no me parecía que fuese una mujer que le gustase que su persona fuese objeto de culto, ni mucho menos. La personalidad de Elena, no era de ese tipo. Todo lo contrario, la imagen que me transmitía era como muy maternal, una sonrisa agradable, muy cercana. No creo que hubiera permitido el culto hacia su persona». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

«La pluma de Elena era casi siempre acertada. Lo que no podemos hacer los «comunistas», es montar partidos con un gran dirigente formado y el resto seguidistas. Ese ha sido el error de siempre. Sobre Elena se han creado muchos mitos, era una gran camarada y una gran dirigente, pero si ella escuchase ahora ciertas cosas idolatrándola, el cabreo seria monumental». (Comentarios y reflexiones de R. a Bitácora (M-L), 2019)

El alumno siempre debe tratar de superar al maestro con sus acciones, y no aspirar a ser el mejor adulador de su recuerdo.

Como sabemos, uno, dos o tres dirigentes, por muy excelsos que sean en su desempeño, no pueden dirigir un partido comunista cuando adquiere un tamaño medio, precisamente la sobrecarga de trabajo y responsabilidades hace que estos cuadros sufran situaciones de bajo rendimiento, irritabilidad, desmoralización, gran fatiga e incluso enfermedad. 

La falta de cuadros conduce al partido a su liquidación, cuando no puede reponer las piezas clave que por la edad, enfermedad o muerte desaparecen, y si no son remplazados debidamente finalmente desaparece también el partido, tan simple como eso. De ahí la necesidad ininterrumpida de la formación de nuevos dirigentes, de elevar el nivel ideológico general, llevar un control en base a las normas colectivas del partido, ejercitar la crítica y la autocrítica para poner freno a las tendencias regresivas y otras «leyes» del funcionamiento partidista que se conocen pero generalmente no se aplican. Si no se hace esto, que también es responsabilidad de cada militante, no nos podemos quejar que elementos tan increíblemente mediocres como oportunistas de la talla de Jruschov, Alia o Marco acaben liderando tarde o temprano los respectivos partidos comunistas si el resto se lo ponen tan fácil. Siendo justos, si estos partidos se convirtieron en mediocres, cierto era que estaban liderados por hombres mediocres, pero no menos cierto es que debía existir una base pasiva para que ellos se mantuvieran en el poder, pudiéndose permitir el lujo de imponerse impunemente silenciando, expulsando y hasta liquidando a los cuadros críticos con el revisionismo dirigente.

La cuestión de mantener y aplicar el centralismo democrático

La constante falta de formación, claridad sobre la línea y la habilidad de defenderla ante los enemigos internos y externos… dio lugar a toda una serie de disputas internas entre la que se incluyeron tendencias, fracciones, escisiones, expulsiones o abandonos, que pueden ser vistas durante las polémicas más o menos graves de 1965, 1976, 1978, 1981, 1983 1987, etc. Algo que llevó al partido a «desangrarse» poco a poco, perdiendo gran parte del tiempo y de su militancia en estas refriegas:

«Por estas razones, entonces, en algunos pequeños partidos, desde el inicio aparecieron fricciones y se produjeron escisiones, no se tomaron medidas contra los facciosos, porque los miembros y dirigentes del partido no estaban familiarizados correctamente con las formas de organización leninista-stalinista de partido en las peligrosas y complicadas condiciones de sus países. Por otra parte, ellos no previeron que la reacción tendría la actividad del partido y sus miembros bajo permanente vigilancia y que se infiltrarían dudosos elementos, sus agentes, o simpatizantes vacilantes entre sus filas». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

Esto era consecuencia de que no se entendía ni se aplicaba correctamente el centralismo democrático; no existiendo una única y sólida línea monolítica de pensamiento y acción. La dirección tampoco era perspicaz, no veía los problemas y las rebeliones en formación sino hasta que la confrontación era inevitable. Parece ser que sólo se veía obligada a combatir a los desviacionistas cuando ponían en peligro su hegemonía, y aun así, como se ha visto en las discusiones, no siempre se procedía tanto con un trabajo ideológico de refutación y persuasión entre la militancia contra los desviacionistas, sino que muchas veces se perdía en un exceso de verborrea que no ayudaba precisamente a persuadir al militante medio, creándole confusión y dudas:

«Me opongo enérgicamente a la política de expulsión de todos los camaradas disidentes. Y no porque tenga lástima de ellos, sino porque esa política engendra en el partido un régimen de intimidación, un régimen de atemorizamiento, un régimen que mata el espíritu de autocrítica y de iniciativa. Mala cosa es que se tema a los jefes del partido, pero que no se les estime. Los jefes del partido únicamente pueden serlo de veras cuando, no sólo se les teme, sino que se les estima en el seno del partido, cuando se reconoce su autoridad. Formar esos jefes cuesta trabajo, requiere largo tiempo y no tiene nada de fácil, pero es absolutamente necesario, pues sin esa condición el partido no puede calificarse de verdadero partido bolchevique, y su disciplina no puede ser una disciplina consciente. Creo que los camaradas alemanes pecan contra esta verdad evidente. Para desautorizar a Trotski y a sus partidarios, los bolcheviques rusos desplegamos una intensísima campaña de esclarecimiento de principios, en pro de los fundamentos del bolchevismo y contra los fundamentos del trotskismo, aunque, a juzgar por la fuerza y por el peso del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia hubiéramos podido prescindir de ella. ¿Era necesaria esa campaña? Era imprescindible, pues con ella educamos a cientos de miles de nuevos afiliados al partido –y de no afiliados– en el espíritu del bolchevismo. Es en extremo lamentable que nuestros camaradas alemanes no sientan la necesidad de desplegar antes de las represiones contra la oposición, o como complemento a ellas, una vasta campaña de esclarecimiento de principios, pues con ese proceder dificulta a la educación de los miembros y de los cuadros del partido en el espíritu del bolchevismo. Expulsar a Drandler y Thalheimer no es difícil, es bien sencillo. Pero superar el brandlerismo es cosa complicada y seria; con represiones a secas únicamente se puede estropearlo todo: es necesario remover bien hondo el terreno e iluminar a conciencia las cabezas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Carta del Camarada Me-rt, 8 de noviembre de 1925)

Por último, en muchas ocasiones, aunque se llevaban a cabo buenas y necesarias decisiones, estas no se supervisaban con suficiente celo como para que se aplicasen y diesen resultado realmente:

«Es necesario que en el partido se aplique de forma estricta del centralismo democrático, que conlleva los ingredientes de disciplina férrea, dirección colectiva y funcionamiento leninista. No basta con tener una línea justa y los principios claros, pues, como decía Stalin, todo ello puede quedar sobre el papel si fallan la organización y los cuadros y militantes encargados de aplicarlos». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

La prueba de que de estas luchas ideológicas toda la militancia no sacaba las elecciones pertinentes, es que pronto otra fracción surgía y volvía con temas similares que debían estar superados. Y esto, claramente, es responsabilidad de la dirección que no ha hecho bien su trabajo solventando dudas y temores.

La formación ideológica de los cuadros fue claramente insuficiente

La mayoría de los dirigentes de estos partidos carecían del debido nivel ideológico. Parece ser que pese a repetir los eslóganes del necesario estudio, las medidas aplicadas no eran efectivas. Más bien debe decirse que no se tomaron medidas concretas para promover y estimular en cada militante la comprensión de la necesidad de un estudio concienzudo para avanzar en este defecto.

Conectándolo con lo ya comentado sobre la excesiva dependencia de unas cuantas figuras del partido. En el Vº Congreso de 1988 se reconocía que:

«No podemos terminar este punto sin señalar autocríticamente la imposibilidad que hemos tenido de materializar una de las decisiones de nuestro IVº Congreso de 1984: la Escuela del Partido. Todos conocéis las circunstancias que han motivado este incumplimiento. Entre ellas, destaca, de forma especialísima, la muerte de la camarada Elena Ódena, verdadero motor de la Escuela tal como había sido concebida. No obstante, nos proponemos asegurar las condiciones necesarias para que en la primavera-verano de 1989 la Escuela del Partido comience». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Como se ve en sus últimos escritos, Elena Ódena estaba escribiendo toda una serie de análisis históricos y presentes para dar respuesta a las deficiencias ideológicas de los cuadros del partido, lo cual muy seguramente iría acompañada de nuevas metodologías de aprendizaje que alterasen o combinasen las que ya se conocían y que no estaban dando todos los resultados esperados. El fallecimiento del líder nunca puede ser excusa para impedir una medida que era tan necesaria, que incluso debió ser adoptada mucho antes, viendo que los métodos de estudio individuales y colectivos no estaban funcionando. Al igual que una o dos personas no pueden hacerse cargo de un volumen tal como es preparar las formaciones ideológicas del partido.

El PCE (m-l), como han confesado muchos de sus actuales exmilitantes sufría de un activismo sin reflexión:

«Te lanzaban a al activismo sin saber si ideológicamente estabas preparado para aquella actividad que tenias que realizar. A mí me propusieron enviarme a Argel como responsable del FRAP sin que nadie me hubiese entrevistado para saber de mis capacidades, lo que pasa es que yo tuve mucha suerte, pues tenía una relación con un miembro de la máxima dirección y mi formación era bastante más fuerte que un militante de base, pero eso no lo sabía nadie de la dirección». (Comentarios y reflexiones de F. a Bitácora (M-L), 2019)

En el PCE (m-l) había mucha ilusión, mucho trabajo hasta la extenuación, mucha pasión, pero faltaba una certera formación ideológica, los medios a disposición no eran como ahora que existe una gran cantidad de acceso a la información, pero eso no era excusable viendo otras experiencias partidistas donde con menos acceso cultural de las masas consiguieron mayores logros. El PCE (m-l) no parece que dispusiera de planes de estudios colectivos que fuesen serios y efectivos, que garantizasen crear al menos un núcleo sólido sobre el que regenerarse y seguir caminando, y por encima de todo, la falta del hábito individual de estudio como denunció Ódena en varias ocasiones, profundizaba esta carencia. No había un apego consciente a los principios del partido sino sentimental hacia unos símbolos y siglas, no hablemos ya hacia los líderes, puesto que muchos ponían su apoyo no en ideas sino en personas. 

El seguidismo y el sentimentalismo fue la marca y seña de la militancia durante muchos momentos, yendo a la zaga de los acontecimientos, y eso conduce a que cuando las figuras clave van cayendo, el partido sea manejado por elementos volubles, que claudican y cambian de línea política constantemente, traicionando los principios básicos del partido del proletariado.

Todo era un apego más emocional que científico a la doctrina marxista-leninista, combinándose con un gran activismo y entremezclando con un seguidismo a otros partidos más versados donde muchas veces se delegaron el iniciar y conducir el ritmo y el tono de las polémicas como ocurrió con el jruschovismo y luego con el maoísmo. 

De ahí que se sucedieran hechos como no detectar a tiempo los acontecimientos nacionales e internacionales –incluyendo los peligros que suponían para el partido aplicar estas desviaciones antimarxistas–, lo que poco a poco iba minando la credibilidad de la organización y sus líderes anclaba a sus cuadros en el liberalismo, la parsimonia, y el ya mencionado bajo nivel ideológico general:

«De hecho, desde la formación de algunos de estos partidos era bien aparente que entre sus miembros había elementos que no estaban perfectamente templados con las ideas marxistas-leninistas o cuyo dominio de ellas era superficial y más bien por razones sentimentales. Por ejemplo, muchos de ellos no hicieron ningún esfuerzo para obtener un profundo conocimiento sobre el rol principal del partido como el destacamento de vanguardia de la clase obrera y de las principales dificultades que encontrarían en su lucha y trabajo bajo las salvajes condiciones de opresión y explotación del régimen capitalista, un régimen hostil, en primer lugar, para los marxistas-leninistas». (Enver Hoxha; El movimiento marxista-leninista y la crisis mundial del capitalismo, agosto de 1979)

Los marxista-leninistas parecen olvidar constantemente que a diferencia del resto de grupos como pueden ser los fascistas, liberales e incluso los revisionistas, ellos deben cumplir con unos rasgos mucho más exigentes:

«Cualquiera puede ser un fascista y tener una gran afinidad entre sus distintas expresiones y comportamientos, entre ellos rara vez existen enfrentamientos insalvables salvo rivalidades personales, como las que ocurren entre los muchas veces mal llamados comunistas. El problema principal está en el hombre mismo siempre tiende a anteponer su idea, pensando que es la correcta interpretación del marxismo, aunque sea con cero argumentos que lo demuestren. Dejando siempre la puerta abierta al enriquecimiento de la doctrina, que nunca puede ser cerrada, hay que ser «intransigentes» con lo que se ha llamado la ortodoxia marxista, pero para ello hay que estudiar y contrastar las distintas opiniones para poder sacar un análisis sobre lo que es ortodoxia, prescindiendo a priori de verdades absolutas dadas por hecho. El fascista nunca tendrá problema en esto, porque en lo fundamental todo consiste en seguir al jefe y unos «principios» intrínsecos de racismo, nacionalismo vitalismo primitivo, los cuales sí que son verdaderos dogmas de imposición a ultranza sin ninguna base racional para creer en ellos. En cambio, para ser comunista hay que tener un grado cultural mínimo, no ser seguidistas sino tener un criterio propio en base al estudio, aunque sea el más básico. Dudas habrá muchas conforme se avance en ese conocimiento, yo sigo teniendo hoy y seguramente el que me lee también. El mejor medio de estudio para empezar es comenzar leyendo nuestro «Manifiesto Comunista», y a partir de ahí ir tocando todos los palos en donde más flaqueemos. Tenemos que leer, preguntar a los compañeros y volver a leer. Lo tenemos muy difícil, y siento decirlo, pero el revisionismo y sus distintas tendencias estarán siempre a la orden del día, su populismo y fácil asimilación tiene gran parecido a los movimientos fascistas». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Ser marxista-leninista no es sinónimo de formar parte de una casta de elegidos que albergan un conocimiento dificilísimo de adquirir para el resto de los mortales. El problema más bien es que la mayoría de la gente que tiene un nivel ideológico, ya sea bajo, medio o alto, ha adquirido un conocimiento que comprende en lo fundamental pero no llega a ponerlo en práctica por cobardía, sentimentalismo, pragmatismo o la razón que sea. De ahí lo inútil que es acumular montañas de conocimiento ad infinitum sin atreverse a aplicar lo más básico a la hora de la verdad.

La lucha ideológica contra el revisionismo fue superficial e ineficaz

En la lucha ideológica que llevaron a cabo algunos partidos marxista-leninistas contra el revisionismo, es notable el complejo de inferioridad de muchos de ellos que no se atrevían a exponer públicamente las divergencias sobre temas importantes. Muchos esperaban a que otros partidos de mayor autoridad se pronunciasen para plantear la polémica. Claro que existieron personas que desarrollaron análisis propios, pero en la mayoría de casos ni siquiera se llegaba a eso, la mayoría de dirigentes deseaban continuar la actividad de sus respectivos partidos sin ser perturbados por los debates ideológicos. Si los grandes partidos acaban creando un debate donde era ya imposible posicionarse como en la cuestión del jruschovismo o el maoísmo, todoas las organizaciones acaban tomando partido por uno u otro bando, pero solo porque la situación era insostenible para mantenerse al margen. La verdad es que podemos ver como muchos de los partidos marxista-leninistas que se pusieron del lado de las posturas revolucionarias simplemente lo hicieron sin llegar a comprender la transcendencia de esos debates.

En muchos casos la lucha ideológica se reducía a repetir mecánicamente eslóganes que los diferenciaban de los oportunistas, pero no se comprendía ni se profundizaba en estas cuestiones:

«¿En qué consistía esta supuesta lucha ideológica? Consistía en un refrito de referencias generales a la doctrina marxista-leninista como: la condena del concepto del tránsito pacífico, la noción distorsionada de la coexistencia pacífica, el abandono de la dictadura del proletariado y la denuncia de las tácticas electoralistas y las alianzas que implicaban, etc. En consecuencia, el movimiento maoísta declaró que el marxismo-leninismo derrotó al revisionismo moderno en Francia, la «demarcación ideológica» era clara entre los marxista-leninistas y el revisionismo, y que el comunismo salió victorioso de esta batalla feroz. ¿Pero bastaban estos temas generales para denunciar y diseccionar a fondo el revisionismo francés y el revisionismo moderno en general? ¿En qué refutaba todo esto las teorías económicas, las reivindicaciones políticas y sociales, las falsificaciones históricas, los diseños ideológicos del revisionismo francés? ¿En qué todo esto explicaba las causas y la historia de la degeneración revisionista del movimiento comunista francés? ¿Qué resolvía o ponía en evidencia de manera concreta las cuestiones de la revolución en Francia? Cada uno sabe que el lanzar referencias generales la doctrina marxista leninista, otras cuantas alteradas y edulcoradas como hace el maoísmo, no constituye en sí una lucha ideológica verdadera, porque tal refrito es cortado de toda aplicación, tanto teórica como práctica, de los principios marxistas leninistas. (...) La lucha ideológica comunista debe refutar a las doctrinas burguesas y revisionistas y aclarar las ideas comunistas en todos los aspectos de la revolución. No es defender el comunismo alegar a teorías generales, sino mostrando su verdad y su necesidad en el movimiento real. Esta tarea, tal como veremos más adelante, es común a todos los comunistas que ven la revolución como un problema planteado y resuelto, y no como un tema exaltación mítica». (L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)

Incluso, como se vio dentro del PCE (m-l), algunos líderes inexplicablemente sacaban pecho de haber derrotado tal o cual tendencia como el jruschovismo, el castrismo, el guevarismo y el maoísmo, cuando en realidad habían necesitado bastante ayuda externa para salvar la situación. 

A la hora de luchar contra el revisionismo, si no se estudian los casos concretos, si no se hacen analogías con corrientes pasadas, si no se popularizan los análisis y las particularidades de cada revisionismo entre las masas, si no se dan pruebas de cómo afecta a los trabajadores la actividad de los revisionistas a nivel interno y externo, el individuo que milita en un partido así acaba siendo un objetivo fácil de ser contaminado de esa misma plaga o de otra nueva. En los partidos marxista-leninistas este panorama suponía que los militantes a la hora de la verdad no supieran identificar o refutar las tendencias oportunistas, ni siquiera cuando las tenían delante de sus narices. En casos de parálisis ideológica avanzada: se producía el efecto de encontrarse con una línea cada vez más delgada entre la línea ideológica del partido y la línea ideológica de los revisionistas modernos, produciéndose la rehabilitación de algunas figuras y corrientes, lo cual solo era el epílogo lógico de este proceso de degeneración, sellando la traición en un «abrazo de Vergara» con los antiguos enemigos, como si nada hubiera pasado.

Es por ello, que todo aquel que se pretenda revolucionario, esto es, marxista-leninista, no será menos caricaturesco que los maoístas de los años 70, si pretende edificar el socialismo sin conocer la historia pasada y presente del movimiento obrero y comunista:

«El movimiento maoísta tiene cuidado de no tratar explícitamente con la existencia pasada y presente del sistema socialista en el mundo, cuestión inevitablemente encontrada por alguien que afirma, ¡desarrollar un trabajo práctico con miras a establecer el socialismo en nuestro país!». (L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)

O dicho de otro modo, no se podrá avanzar nunca si el movimiento marxista-leninista repite una y otra vez los mismos errores.

Nunca se tomó al materialismo dialéctico e histórico como ciencias

«Reconocemos solamente una ciencia, la ciencia de la historia. La historia, considerada desde dos puntos de vista, puede dividirse en la historia de la naturaleza y la historia de los hombres. Ambos aspectos, con todo, no son separables: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionarán recíprocamente». (Karl Marx y Friedrich Engels; La ideología alemana, 1846)

Combinado con lo anterior, en el PCE (m-l) se daba el fenómeno entre algunos miembros de la cúpula y de la base de no tomar al marxismo-leninismo, es decir, al materialismo dialéctico e histórico, como una doctrina científica, sino como una ideología afín por causa moral o sentimental, lo que muchas veces al entenderse así conducía a no estudiarlo sino a dejarse guiar por lo que dice el instinto, lo que devenía en no acostumbrarse a aplicar sus herramientas y metodología, sino a guiarse por el pragmatismo o el empirismo. Esto conllevaba tarde o temprano, encontrarse con muchos obstáculos y decepciones que no se podían explicar:

«El materialismo es el único método científico que garantiza que la teoría revolucionaria exprese el proceso real, porque requiere que nos centremos en el estudio concreto de los hechos, de todas las formas de lucha de clases e implica que nos involucremos en un trabajo teórico con el único propósito de servir a la causa revolucionaria, de propagar los resultados entre los trabajadores y ayudarlos a su organización. Es el movimiento real, mediante el estudio, mediante el análisis concreto, que descubrimos las propias leyes de su desarrollo revolucionario, fundamento de la estrategia y tácticas del partido proletario; y no a través de fórmulas preparadas, dogmas o sentimientos. Esto significa que los comunistas deben romper definitivamente con el llamado «marxista-leninista» y sus prejuicios, poner fin a la polémica sobre palabras, opiniones a favor o en contra sin fundamento científico, negarse a tomar posiciones sin previo análisis concreto. (…) El objetivo de los comunistas es llevar a cabo la acción revolucionaria hasta el término de su victoria. Para ello se debe adquirir un pensamiento revolucionario que no ocurre milagrosamente sino que debe ser desarrollado científicamente. Este pensamiento no tiene nada que ver con el sentimentalismo pequeño burgués y la cohorte de prejuicios que a él acompañan. Es únicamente asimilando el marxismo-leninismo y aplicándolo científicamente que se puede a llegar a obtener este pensamiento, lo que supone colocarse bajo el punto de vista materialista-dialéctico, en la cosmovisión del proletariado y de su misión histórica, suponiendo considerar al marxismo-leninismo como una ciencia». (L’emancipation; La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo, 1979)

Este defecto, tan común hoy, explica entre otras cosas, que los supuestos marxista-leninistas todavía crean que no existen errores en los viejos procesos socialistas ni en las viejas figuras del movimiento, ven su desarrollo como una línea recta de victorias, y de tal forma se convierten en seres tan nostálgicos como inocuos para el enemigo. 

En otros casos, ante no poder refutar ciertas evidencias negativas de los procesos históricos, simplemente achacan los errores a causas ridículas para librar a sus partidos y figuras de la responsabilidad. 

Otros tantos tratan de minimizar la transcendencia de dichos errores en pro de no emprender un arduo trabajo de investigación para rectificarlos.

De otro lado hay quienes cuando empiezan a conocer los defectos de las viejas experiencias desertan y se convierten en renegados, incluso en abiertos anticomunistas porque les parece muy complejo, muy duro emocionalmente hablando, el tratar de estudiar y comprender de dónde nacieron dichos errores y cómo remediarlos sin perder la compostura. Creen místicamente que el «honor del movimiento está manchado» y ya nada puede remediarlo.

¿Cuál es la actitud cabal ante los errores?:

«Tiresias: Recapacita, pues, hijo, ya que el equivocarse es común para todos los hombres, pero después que ha sucedido, no es hombre irreflexivo ni desdichado aquel que, caído en el mal, pone remedio y no se muestra inflexible. La obstinación, ciertamente, incurre en insensatez». (Sófocles; Antígona, 442 a.C.)

En tiempos modernos, Marx y Engels ya dejaron claro cómo afronta un comunista la derrota:

«Si hemos sido derrotados, no podemos hacer nada más que volver a empezar desde el comienzo. Y, por fortuna, la tregua, probablemente muy breve, que tenemos concedida entre el fin del primer acto y el principio del segundo acto del movimiento, nos brinda el tiempo preciso para realizar una labor de imperiosa necesidad: estudiar las causas que hicieron ineludibles tanto el reciente estallido revolucionario como la derrota de la revolución, causas que no deben buscarse ni en los móviles accidentales, ni en los méritos, ni en las faltas, ni en los errores o traiciones de algunos dirigentes, sino en todo el régimen social y en las condiciones de existencia de cada país afectado por la conmoción. (...) Cuando se indagan las causas de los éxitos de la contrarrevolución, se ve por doquier la respuesta preparada de que fue por la «traición» del señor Fulano de Tal o del ciudadano Mengano de Cual al pueblo. Respuesta que, según las circunstancias, puede estar o no muy en lo cierto, pero en modo alguno explica nada, ni tan siquiera muestra cómo pudo ocurrir que el «pueblo» se dejara traicionar de esa manera. Por lo demás, es muy pobre el porvenir de un partido político pertrechado con el conocimiento del solo hecho de que el ciudadano Fulano de Tal no es merecedor de confianza. El análisis y la exposición de las causas tanto de la conmoción revolucionaria como de la derrota de la revolución revisten, además, una importancia excepcional desde el punto de vista de la historia». (Friedrich Engels; Revolución y contrarrevolución en Alemania, 1852)

No hubo una relación de mutuo control entre la cúpula y la base

La militancia del PCE (m-l) no asimiló que debe de haber un control desde abajo hacia arriba para evitar que los dirigentes se relajaran, para no caer en el liberalismo organizativo e ideológico, para no dejarlos manejar el partido sin supervisión alguna:

«La dirección colectiva y la práctica de la crítica y la autocrítica, son la única garantía de que se compagine el control por arriba con el control por abajo lo que es también uno de los factores importantes en la labor de dirección a todos los niveles. Hay que desechar la idea de que el control sólo es posible desde arriba, cuando los dirigentes controlan a los dirigidos. Si bien es cierto que el control por arriba es necesario, no lo es menos que existe otro tipo de control, desde abajo, cuando los mismos militantes controlan a los dirigentes, señalando errores e indicando el modo de corregirlos La combinación de ambos tipos de control, es una de las formas más eficaces para asegurar la marcha hacia adelante del partido y garantizar el funcionamiento colectivo de la dirección». (Elena Ódena; La dirección colectiva, el control y la crítica: tres armas para superar fallos y evitar estancamientos, 1978)

Esto, como decimos, tiene una directa relación con la lucha contra el liberalismo, en cuanto a concepción de partido, del método y estilo de trabajo en él:

«Por definición, el liberalismo rechaza la lucha ideológica y trata de justificar y cubrir los fallos, errores, modos incorrectos de actuar, buscando siempre justificaciones de carácter secundario o echando la culpa a causas externas, cuando no lejanas. Algunos camaradas responsables se hacen cómplices del liberalismo pensando que si dejan pasar las cosas actúan como personas comprensivas, bien intencionadas y deseosas de que prevalezca la paz y la tranquilidad entre los camaradas. (...) El liberalismo en las filas del partido se suele manifestar, por lo general, en no criticar a un camarada cuando éste no han cumplido con sus tareas o lo ha hecho de manera insatisfactoria, a medias; cuando un camarada responsable acepta cualquier excusa superficial para justificarlo; en desobedecer las orientaciones e instrucciones de los órganos de dirección y colocar las opiniones personales en primer plano; en no indignarse o preocuparse cuando se cumplen mal, o no se cumplen por negligencia, las tareas del partido; en no adoptar las medidas prácticas, concretas, para la ejecución o el control de las tareas planteadas y dejarlo «a ver si salen o no salen», por menospreciar la importancia de los detalles concretos y descuidar la minuciosidad y la mayor exactitud en todos los terrenos de la acción partidaria». (Elena Ódena; Contra el liberalismo, 1974)

En resumen, los militantes de base deben exigir a los líderes y pedir cuentas sobre su actividad, hay que pedirles el cumplimiento de sus deberes, que si violan el programa, los estatutos y los principios básicos de la doctrina, deben rendir cuentas ante el partido:

«Estos momentos de elecciones y rendir cuentas juegan un mayor rol en el temple del partido y cuadros, en fomentar su revolucionarización. Esto es necesario para apartar el formalismo en estas importantes reuniones, que de otro modo rompería el continuar basándonos en las normas y forma de vida que tenemos en el partido. El liderazgo debe rendir cuenta en estas reuniones, debe verificar con hechos que ha cumplido su deber, y no solo presentar observaciones generales y críticas a otros. A la inversa, cada comunista también, debe hacer esto mismo. Las elecciones en el liderazgo deben ser hechas bajo sólidos criterios en conformidad con las reglas establecidas, sin que ningún líder o líderes fuercen la organización básica del partido. Ellos deben nominar a sus propios candidatos, elegir sus propios líderes, y revocarlos de una forma democrática cuando ellos fallen en cumplir con sus obligaciones». (Enver Hoxha; El continuo fortalecimiento del partido y el gobierno; Discursos 1967-1968, 6 de febrero de 1967)

La militancia del PCE (m-l), al no cumplir esto, siendo permisiva con este tema, permitió que el partido se fragmentase en diversas fracciones aunque no fueran oficiales, cada una con su propio cacique que popularizaba entre sus allegados sus propias teorías y propuestas. Ello, como era normal, acabaría minando la capacidad del partido así como su credibilidad, destrozando la moral del militante medio del partido, el cual era consciente que bajo tales condiciones de anarquía en la organización jamás se haría nada relevante. Esto finalmente causaría la autoliquidación de la organización como efectivamente ocurrió en 1992.

Ya lo advertía Ódena:

«El liberalismo es disolvente y si no se le combate, corroe a los mejores camaradas y llega a frenar el conjunto de la actividad de un comité o núcleo de camaradas, dejando el terreno libre para toda clase de desviaciones y a la penetración y desarrollo de corrientes extrañas, que al no combatirse, degeneran en posiciones antipartido y liquidacionistas». (Elena Ódena; El liberalismo, fuente de desviaciones y errores en las filas del partido, 1978)

No se aplicaron las lecciones conocidas sobre la degeneración de otros partidos

Está claro que en general el sendero de degeneración revisionista que tomó el PCE (m-l) fue advertido por figuras marxista-leninistas que intentaron prevenir a los revolucionarios de estos peligros: como era el no estudiar las propias experiencias fallidas en el tiempo y averiguar el porqué de las cosas:

«Una de las razones de que los antiguos partidos comunistas de los países capitalistas se convirtieran en partidos revisionistas es precisamente el haber descuidado por completo el estudio y la asimilación del marxismo-leninismo. La doctrina marxista-leninista sólo era utilizada como lustre, se había convertido en palabras vacías, en eslóganes, no había penetrado profundamente en la conciencia de los miembros del partido, no se había convertido en sangre y carne suya, no se había hecho un arma para la acción. Si se hacía alguna pequeña cosa respecto al estudio del marxismo-leninismo, tendía únicamente a dar a conocer al miembro del partido algunas fórmulas áridas, sólo para que pudiera decir que se llamaba comunista, para que amara el comunismo de manera sentimental, pero de cómo se llegaría hasta ahí, no sabía nada, porque no se lo habían enseñado.

Los dirigentes de aquellos partidos, que tenían solamente palabras y nada en las alforjas, vivían en un ambiente burgués y contaminaban al proletariado de sus países con ideas liberales y reformistas.

De este modo, el viraje de los partidos revisionistas hacia la burguesía es una evolución socialdemócrata, oportunista, preparada desde hace tiempo por sus líderes socialdemócratas, por la aristocracia obrera que dirigía estos partidos llamados comunistas.

Los partidos marxista-leninistas no pueden dejar de tener en cuenta esta experiencia negativa, a fin de sacar de ella enseñanzas para organizar el estudio y la asimilación del marxismo-leninismo sobre bases sólidas, ligando siempre este estudio a la acción revolucionaria». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Muchos de los exmilitantes argumentan que los errores que pudiera cometer el PCE (m-l) tienen que ser explicados por la fuerte presión que se ejerció sobre él. ¿Influyó la represión o la presión ideológica en el debilitamiento del partido? Cierto. ¿Puede un partido ampararse en esa excusa? No. Tenemos los ejemplos de represión que sufrió el partido como vimos en el primer capítulo del presente documento, claro que la represión influye, pero jamás es decisiva, al revés, debe de ser un combustible para defender los principios con más ahínco. ¿Pero acaso estas experiencias les hicieron más consecuentes? Muchos líderes del PCE (m-l) acabaron viviendo de las rentas de un pasado honorable de lucha contra el franquismo y el carrillismo como Raúl Marco, incluso del halo de haber sido blanco de la represión franquista en sus carnes como Manuel Blanco Chivite o Pablo Mayoral. Pese a esto, todos ellos traicionaron los principios del partido pese a que conocían sobradamente los axiomas de la doctrina y habían sido testigos de cómo habían acabado los oportunistas que tomaban tal camino como Kautsky o el propio Carrillo. No hay excusas posibles.

La lucha entre Raúl Marco y Manuel Chivite a finales de los 80, no fue una lucha entre un grupo de revolucionarios y otro de revisionistas, sino entre dos figuras igualmente oportunistas que usaron a sus fieles para imponer su propia línea revisionista, arrastrando a otra gran parte de la militancia a tomar partido a falta de una propuesta mejor.

«En materia de militancia revolucionaria, no ignoramos que el principio de la unidad a todo precio, es uno de los argumentos que por lo general utilizan de manera deshonesta y cínica los revisionistas españoles para así retener bajo su influencia a no pocos honrados militantes que en el fondo están en desacuerdo con ellos. Ocurre además que esos mismos militantes honrados y algunas personas progresistas de tendencias marxistas, no pueden comprender como dirigentes que han tenido en el pasado una justa y revolucionaria actuación, hayan podido degenerar en revisionistas contrarrevolucionarios. Pero esto no tiene nada de extraño si examinamos el problema de manera científica dejando de lado todo subjetivismo y sentimentalismo acerca de las personas y su pasado, por muy prestigioso que sea». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Revolución Española, Nº1, 1966)

¡Qué razón tenía Elena Ódena al proclamar estas afirmaciones y qué actual parece aplicando este texto a los restos de los antiguos dirigentes del histórico PCE (m-l)!

El propio Raúl Marco diría una vez en representación de la delegación del PCE (m-l) sobre los elementos oportunistas en el movimiento obrero:

«Bajo el capitalismo siempre existirán elementos pequeñoburgueses que por su espíritu individualista o grupista, se prestan a ser utilizados por el enemigo. En efecto, esos elementos –tanto si se han introducido en las filas de los partidos marxistas-leninistas como si permanecen al margen de las mismas– no pueden soportar la disciplina revolucionaria y consciente, y el espíritu de trabajo colectivo, serio y sistemático de los partidos marxistas leninistas, y en cambio tienden por naturaleza al espíritu de compadrazgo, al liberalismo y a la «autocultivación» propia de las capillas y grupitos alejados de las masas». (Discurso pronunciado por el responsable de la delegación del PCE (m-l) ante el VIº Congreso del PTA, 1971)

Pues aunque quizás no lo supiese, o quizás sí… ¡el señor Raúl Marco estaba describiendo a su yo del futuro! Puesto que esta descripción se ajusta muy bien al carácter que demostraría en años sucesivos.

Pese a este caso concreto individual, ya hemos dejado claro que la degeneración del PCE (m-l) no se debe a una figura sino a todo un conjunto, tanto a la dirección como a su militancia, cayendo obviamente mayor responsabilidad sobre la primera.

Algunos no aceptan como posible que un personaje veterano y experimentado acabe siendo un traidor, que acabe reconciliándose con los jefes e ideas de las corrientes revisionistas que antaño combatía. Estimulados por el clásico sentimentalismo, creen que estas figuras por tener un gran currículum revolucionario o por haber sufrido la represión de primera mano pueden ser exoneradas de todos los errores que cometieron. Sin duda, sus seguidores más fanáticos les han perdonado y les perdonan todo, pero nosotros no evaluamos a las figuras con ese baremo tan condescendiente. 

No vamos a detenernos a explicar las causas generales y específicas que hacen degenerar a una persona, pues depende tanto del ambiente como de la personalidad del sujeto, solo decir que hay varios casos históricos que confirman que ese proceso de degeneración puede ocurrir perfectamente y tenemos varios casos confirmados como hemos visto. 

De manera que es necesario refutar de una vez por todas aquello de que «no se puede criticar a X dirigente porque es un viejo revolucionario» que lleva luchando desde tiempos «inmemorables» y ha hecho esto y ha hecho lo otro. La existencia de una figura dirigente durante un período más o menos glorioso de un partido, sus habilidades personales puestas a favor de una causa en el pasado no le exime de los errores de entonces ni de las presentes desviaciones políticas que pueda manifestar. 

Si siguiéramos esa máxima tan estúpidamente piadosa, no podríamos criticar a Jruschov por haber militado en el Partido Bolchevique durante los años 30 y por haber criticado al trotskismo y al bujarinismo que luego él mismo recuperaría, ni a Ramiz Alia por haber militado en el PTA de los 70 y haber criticado al titoísmo y el maoísmo que él mismo haría suyo, y así podríamos citar una larga lista de ejemplos que todos sabemos o deberíamos saber. 

Así pues, que un elemento haya sido autor o coautor de artículos, tesis, programas de un partido que estaban dentro de los marcos del marxismo-leninismo no supone nada determinante para analizar cosas posteriores. 

Tampoco es determinante saber si sus posiciones pasadas fueron realizadas por una férrea convicción de aquel entonces o por un oportunismo individual que simplemente se atenía a la línea general de entonces por conveniencia, eso no influye demasiado a la hora de discutir y criticar los errores posteriores que esa figura encabezaría. 

Los grandes servicios prestados siempre deben de ser encuadrados sobre la base del partido existente, y siendo conscientes de que la línea política no es obra de una individualidad buena o mala, sino ante todo de la dirección colectiva, por tanto, habrá figuras que por más que cosechen méritos en algunas posturas correctas del pasado, eso no le hace estar libre en modo alguno de la responsabilidad de haberse desviado políticamente después, mucho menos si ha ejercido altos cargos mientras ha llevado al partido al desfiladero del revisionismo. Al contrario, hay que buscar en los primeros errores del pasado el nexo para entender las desviaciones del futuro como lección que nos impida volver a permitirlas.

¿Acaso es comparable el viejo PCE (m-l) de 1964-1985 y sus errores con el PCE (m-l) de 1985-1992 o el PCE (m-l) refundado en 2006?

Por supuesto que no; en el primer caso hemos visto problemas de seguidismo, cierta pretenciosidad, falta de conocimientos, inexperiencia, y demás defectos, pero se constata una evolución dialéctica honesta para intentar superar las deficiencias, hay un camino de mejora no de empeoramiento progresivo; en el segundo y tercer caso hemos visto errores y cambios de línea ideológica sin justificación alguna para saltarse los axiomas básicos de la doctrina, una insistencia en sostener errores ideológicos que conscientemente conocían sobradamente, por lo que es una abierta renuncia de los principios.

El viejo PCE (m-l) de 1964-1985 pese a todo, elevó una bandera ideológica de lucha contra el revisionismo y el imperialismo mientras tuvo una influencia reseñable entre las masas, mientras que el PCE (m-l) posterior no aportó ni un solo artículo memorable a la lucha ideológica, se reconcilió con todas las corrientes oportunistas habidas y por haber, se convirtió de facto en un partido socialdemócrata y se acabó de aislar de las masas, sin ser tampoco ejemplo en la lucha en la calle. Por tanto está claro qué tipo de PCE (m-l) reivindican los marxista-leninistas de la actualidad.

Podríamos continuar con un largo etcétera de ejemplos que demuestran la falta de principios revolucionarios del actual PCE (m-l), pero no merece más la pena explayarnos ahora con un partido que cuenta por sus errores con tan poca influencia en las masas actualmente. Para eso están disponibles los capítulos sucesivos.

La «necesidad» de bolchevizar a los partidos

Para finalizar, queremos dejar unas anotaciones que hizo Stalin sobre le necesidad de bolchevizar uno de los partidos como el Partido Comunista de Alemania (PCA), el cual había sufrido y habría de sufrir todavía muchos procesos calamitosos muy similares a la organización que aquí estamos analizando:

«Para la bolchevización se necesita crear, por lo menos, algunas condiciones fundamentales, sin las que la bolchevización de los Partidos Comunistas es de todo punto imposible.

1) Es necesario que el partido no se considere un apéndice del mecanismo electoral parlamentario, como en realidad se considera la socialdemocracia, ni un suplemento de los sindicatos, como afirman a veces ciertos elementos anarco-sindicalistas, sino la forma superior de unión de clase del proletariado, llamada a dirigir todas las demás formas de organizaciones proletarias, desde los sindicatos hasta la minoría parlamentaria.

2) Es necesario que el partido, y de manera especial sus cuadros dirigentes, dominen a fondo la teoría revolucionaria del marxismo, ligada con lazos indestructibles a la labor práctica revolucionaria.

3) Es necesario que el partido no adopte las consignas y las directivas sobre la base de fórmulas aprendidas de memoria y de paralelos históricos, sino como resultado de un análisis minucioso de las condiciones concretas, interiores e internacionales, del movimiento revolucionario, teniendo siempre en cuenta la experiencia de las revoluciones de todos los países.

4) Es necesario que el partido contrasté la justeza de estas consignas y directivas en el fuego de la lucha revolucionaria de las masas.

5) Es necesario que toda la labor del partido, particularmente si no se ha desembarazado aún de las tradiciones socialdemócratas, se reconstruya sobre una base nueva, revolucionaria, de modo que cada paso del partido y cada uno de sus actos contribuyan de modo natural a revolucionarizar a las amplias masas, a preparar a las amplias masas de la clase obrera en el espíritu de la de revolución.

6) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor la máxima fidelidad a los principios –¡no confundir eso con el sectarismo!– con la máxima ligazón y el máximo contacto con las masas –¡no confundir eso con el seguidismo!–, sin lo cual al partido le será imposible, no sólo instruir a las masas, sino también aprender de ellas, no sólo guiar a las masas y elevarlas hasta el nivel del partido, sino también prestar oído a la voz de las masas y adivinar sus necesidades apremiantes.

7) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor un espíritu revolucionario intransigente –¡no confundir eso con el aventurerismo revolucionario!– con la máxima flexibilidad y la máxima capacidad de maniobra –¡no confundir eso con el espíritu de adaptación!–, sin lo cual al partido le será imposible dominar todas las formas de lucha y de organización, ligar los intereses cotidianos del proletariado con los intereses básicos de la revolución proletaria y conjugar en su trabajo la lucha legal con la lucha clandestina.

8) Es necesario que el partido no oculte sus errores, que no tema la crítica, que sepa capacitar y educar a sus cuadros analizando sus propios errores.

9) Es necesario que el partido sepa seleccionar para el grupo dirigente fundamental a los mejores combatientes de vanguardia, a hombres lo bastante fieles para ser intérpretes genuinos de las aspiraciones del proletariado revolucionario, y lo bastante expertos para ser los verdaderos jefes de la revolución proletaria, capaces de aplicar la táctica y la estrategia del leninismo.

10) Es necesario que el partido mejore sistemáticamente la composición social de sus organizaciones y se depure de los disgregantes elementos oportunistas, teniendo como objetivo el hacerse lo más monolítico posible.

11) Es necesario que el partido forje una disciplina proletaria de hierro, nacida de la cohesión ideológica, de la claridad de objetivos del movimiento, de la unidad de las acciones prácticas y de la actitud consciente hacia las tareas del partido por parte de las amplias masas del mismo.

12) Es necesario que el partido compruebe sistemáticamente el cumplimiento de sus propias decisiones y directivas, sin lo cual éstas corren el riesgo de convertirse en promesas vacías, capaces únicamente de quebrantar la confianza de las amplias masas proletarias en el partido.

Sin estas condiciones y otras semejantes, la bolchevización suena a hueco». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre las perspectivas del Partido Comunista de Alemania y sobre la bolchevización, 3 de febrero de 1925)

No exageramos si decimos que el PCE (m-l) sufriría desde su fundación en 1964 hasta su desaparición en 1992 todos o casi todos de los defectos aquí denunciados por Stalin en alguno de sus períodos, esto no era una excepción, sino por desgracia la norma entre los nuevos partidos marxista-leninistas de los años 60.

¿Cuáles fueron pues las causas de la no bolchevización del partido? ¿Cuáles fueron las causas de la degeneración progresiva del PCE (m-l) revolucionario hasta convertirlo en una caricatura de lo que pretendía ser?

Notas breves para los marxista-leninistas de la actualidad y sus organizaciones

Ciertamente el movimiento marxista-leninista ha sido derrotado en las cuatro esquinas del globo. Eso es lo primero que hay que reconocer. Lo que hoy existe y se denomina como tal en su mayoría es un chiste. El comunismo, marxismo-leninismo, socialismo científico o como se quiera llamar, se sigue utilizando como pretexto para debates políticos, pero no está presente, no tiene influencia, se ha deformado, se ha vuelto estéril por quienes dicen portarlo, con el tiempo se lo ha convertido en una caricatura. Realmente no asusta al enemigo de clase como antaño sino que produce pena o risa. España no es una excepción en esto. Existen varios partidos que se reclaman comunistas pero ninguno cumple con los axiomas más básicos.

Nosotros no pensamos que el movimiento marxista-leninista haya sido derrotado porque sus teorías se hayan demostrado falsas, sino todo lo contrario. El proletariado demostró tener capacidad para tomar el poder, para edificar el socialismo, para competir e incluso superar a los países capitalistas en muchos campos. No hay que tener complejos porque los hitos están ahí, tampoco vergüenza porque encontremos errores.

El caso es que la historia ha mostrado más que de sobra que cuando los marxista-leninistas han realizado un análisis apegado a la esencia científica, han realizado grandes hazañas que han reconocido hasta sus enemigos, pero en el momento en que se han apartado de los principios de su doctrina, rápidamente sus momentos de gloria pasaron a mejor tiempo.

Respecto a la cuestión de la necesidad de la lucha ideológica tanto para el individuo como colectivo marxista-leninista, existen muchos documentos donde exponemos nuestra visión si el lector desea ampliar sobre dicho tema:


Debido a la progresiva descomposición de los antiguos partidos marxista-leninistas, lo que hoy caracteriza a la gente que se interesa por el comunismo es la desorientación ideológica, el no saber bien dónde elegir entre la sopa de letras de las organizaciones existentes. Una vez empiezan a militar y cosechar decepciones, la sensación es que más allá de diferencias, todos actúan del mismo modo y tienen los mismos defectos insalvables. Algunos aplican la teoría del «mal menor» para contentarse: «Este es mejor que aquél, por tanto, es suficiente, al menos hago algo»… como si las revoluciones se hubieran hecho a base de aportar a la «causa» desde organizaciones oportunistas. La mayoría de militantes están militando no por convencimiento, sino que recuerdan a aquella mujer infeliz que está en su matrimonio a falta de encontrar todavía un hombre mejor, no pierden la esperanza pero tampoco buscan nada, simplemente están en esa situación a falta de algo más estimulante que en realidad desean. Triste pero cierto. 

A otros el problema es que les produce suma pereza o miedo salirse de su organización sin que exista otra más sólida, como si fuera más importante el número que la calidad. Les aterra la idea de tener que partir de cero, de arrimar el hombro en algo que le quite el tiempo que le dedica a sus banalidades. ¡Eso es demasiado engorroso! 

Muchos, nada más salirse del insoportable ambiente que reina en estas organizaciones, creen de forma ingenua que una vez fuera se van a comer el mundo, que la cacareada «reorganización» será «pan comido», pero «Roma no se construyó en un día». No conscientes de esta obviedad, pasan de la euforia a la desmoralización de forma meteórica cuando se empiezan a dar cuenta que las previsiones que habían hecho eran tan sumamente infantiles como subjetivistas, y que en realidad, todo lo querían resolver con el necio voluntarismo. Simplemente, sus cerebros hicieron mal los cálculos sobre lo que suponía recomponer el deplorable estado del movimiento marxista-leninista. 

También existe otra gama de sujetos que se autodenominan comunistas y que militaron en el pasado en organizaciones revisionistas, pero una vez fuera de ellas ni siquiera aportan su pequeño grano de arena para solventar dicho problema del cual ayudaron a crear. La razón de esto es que son individuos que han acabado entregados al hedonismo, otros arrastran un pesimismo o un miedo casi traumático a causa de sus experiencias previas. Los primeros han concluido que la vida es demasiado corta como para contraer cualquier compromiso que les quite tiempo de ocio, aunque a ratos sufren de una insatisfacción vital al darse cuenta que su vida es intranscendente dentro de su quehacer frívolo, en cambio los segundos están tan paralizados por el temor al fracaso con lo que no pasan de estar cruzados de brazos, no mantienen una regularidad sobre absolutamente nada.

Sin despreciar lo difícil que es para estos sujetos pasar por estas etapas por la cual todos hemos pasado en mayor o menor medida, hay que tratar de frenar en seco estas tendencias, hacerles entender que hay que mantener el temple y ser conscientes de la realidad circundante, sin caer en aventurerismos ni hipercritcismos por la izquierda, ni en derrotismos ni inmovilismos hacia la derecha.

Volviendo al caso de las personas que militan hoy en diferentes agrupaciones revisionistas. Algunos militantes de estas organizaciones simpatizan con nosotros y nuestra línea. Algunos dirán que no pueden alegar nada en contra de nuestras críticas hacia sus organizaciones, que la mayoría de nuestras exposiciones son ciertamente irrefutables y que nuestro nivel de clarificación ideológica ciertamente es muy necesario en estos tiempos de suma confusión. 

A continuación, apelando al sentimentalismo tradicional, añadirán el pero de que «También hay gente válida y honesta» en estos sitios. Nos dirán que eso se puede ver si echamos un vistazo a las filas de los actuales partidos revisionistas: como el actual PCE (m-l), PCOE, PCTE, PCE (r), PCE, RC y muchos otros nuevos y viejos, aseguran que lo mismo se puede decir de organizaciones republicanas: como Rps o REM, incluso juran que lo mismo cabe decir de reformistas: como Podemos o IU. Bien, ¿qué responder a esto? Lo que hemos dicho siempre. ¿Que existen militantes honestos y válidos en todos estos sitios? No lo negamos. Seguramente algunos estarán ahora mismo en un proceso interno de fuertes contradicciones ideológicas a resolver, mostrando claras discrepancias con su dirección regional o nacional, y replanteándose ciertas cosas de importancia sobre la línea de estos partidos, la cual no se corresponde con su propia visión de la realidad. ¿Que incluso algunos simpatizan con el comunismo? Tampoco lo dudamos. Esto es posible, como ocurre en muchos partidos, sindicatos y asociaciones que ni siquiera se reivindican como comunistas. Ahora, la «honestidad» de estos militantes, su «comunismo», se demuestra y se demostrará más adelante con su actitud hacia las críticas marxistas, hacia los axiomas de la doctrina y, al final, la coherencia de su pensamiento honesto y comunista se medirá observando si rompen o no con las teorías y prácticas de estas organizaciones, en ver si, finalmente, dan el paso cualitativo de abandonarlas cuando vean que son irrecuperables. Seguramente muchos de ellos ahora mismo saben que, en el fondo, pertenecen a grupos sumamente débiles, no tanto por su número de seguidores, sino por sus planteamientos incoherentes que no conducen más que a una zozobra de desilusiones y fracasos anunciados. Más tarde, su plena consecuencia se comprobará, como la de tantos otros comunistas sin partido o elementos que vienen de otras organizaciones fallidas, en observar si están dispuestos a unirse con otros comunistas desorganizados, en renegar de cualquier resquicio pasado, en aceptar las normas del centralismo democrático y ayudar a crear un partido comunista que sea coherente con sus axiomas hasta las últimas consecuencias.

No podemos considerar comunista a quien, bien sea a título colectivo de organización, bien a título individual, emite un total desprecio por el estudio profundo de la doctrina marxista y, a cambio, cree compensarlo ofreciendo un activismo inconsciente, espontaneísta. No entra dentro del orden de cosas «normales» aquél que se contenta con hacer acto de presencia en diversos actos, pero evita, por miedo a crear antipatías, el mantener un discurso independiente basado en un análisis marxista. Como tampoco se entiende que el sujeto esté cumpliendo con el requisito de llevar a cabo una formación ideológica interna efectiva si solo se pone a ello cuando el resto de compañeros insisten día y noche en que dedique tiempo a elevar su deficiente nivel ideológico. No podemos considerar comunista a quien no ha entendido la importancia de la lucha contra el oportunismo en el movimiento obrero, a quien no estudia la historia presente y pasada del movimiento comunista nacional e internacional, a quien acepta mitos y no investiga por cuenta propia, sino que acepta lo que otros le afirman sin argumentaciones, a quien condena una rama revisionista pero al momento rehabilita otra diferente –sea esta corriente más apegada al reformismo o al anarquismo–. No podemos considerar de los nuestros a quien se niega a asumir sacrificios –según sus posibilidades– en el trabajo práctico para ligarse a las masas y popularizar nuestra visión comunista, a quien hace de la disciplina un chiste. No podemos dejar de mirar con sospecha a quien repite el eslogan de la «crítica y la autocrítica», pero en cuanto las críticas de los compañeros apuntan hacia su persona, hace gala de un orgullo personal mal entendido que lastra su propio desarrollo, así como el de su grupo. Del mismo modo, está lejos de nosotros quien confunde la visión marxista sobre la cuestión de género con el llamado feminismo –aunque se le acompañe de la coletilla «de clase»–, o quien en la cuestión nacional cae en el chovinismo de uno u otro nacionalismo y desea imponer soluciones por la fuerza a los pueblos. Claro es, que no podemos considerar comunista a quien en sus análisis internacionales cae de una forma u otra en tesis tercermundistas, apoyando a un bloque imperialista o considerando «antiimperialista» a regímenes nacionalistas-burgueses vinculados a uno o varios imperialismos. Podríamos seguir recordando hasta el día del juicio final perogrulladas que distinguen a un comunista de su caricatura, y seguir citando situaciones que resultan familiares a nuestros lectores, pero creemos que es más que suficiente para que se haga una idea con los vicios y mitos que debemos barrer de una vez.

Por ello es del todo estúpido teorizar que los comunistas deben absorber automáticamente las escisiones que se dan y se seguirán dando en estas agrupaciones. Todo lo contrario: se debe tener especial cuidado, ya que la mayoría de sujetos que abandonan estas organizaciones lo hacen por cuestiones personales o por cuestiones ideológicas mínimas que no le llevan a una ruptura plena con el lugar de donde proceden. Por consiguiente si esos sujetos son conscientes, o lo acaban siendo pronto, del carácter reaccionario de la dirección de esos partidos y organizaciones, no durarán mucho dentro de ellas, pero esto no quiere decir que puedan estar «libres» de todo resquicio heredado durante largo tiempo allí. Esto significa que, si realmente han roto con ellas por cuestiones de principios ideológicos, tendrán que autocriticarse sin sentimentalismos que valgan y adherirse, finalmente, a la línea comunista sin excusas de ningún tipo. Si no es así, solo podemos decir que no pasarán nunca de ser, a lo sumo, meros simpatizantes y, quizá, de aliados en alguna cuestión determinada de los comunistas, pero nada más. 

En nuestros tiempos, con la inmensa lista de tareas pendientes a realizar, proponer que los marxista-leninistas deben priorizar su trabajo en «establecer puentes con todas las fuerzas» para intentar «ganarse a los elementos descontentos», cuando no existe ni siquiera una estructura seria que actúe bajo el centralismo democrático a la que derivarlos, es ilusorio, es empezar la casa por el tejado. Plantear en abstracto la «búsqueda de la unidad de todas las fuerzas que se digan marxistas» suele ser reflejo de que no se ha comprendido la necesidad del combate ideológico contra el oportunismo, y eso marca la diferencia entre un marxista consecuente y un charlatán. Pues dicho «proceso de unidad», según lo conciben estas mentes, jamás se ha dado en la historia, es más, lo que nos muestra la experiencia pasada ha sido que siempre hay una lucha implacable del marxismo contra el revisionismo; en caso del triunfo del primero sobre el segundo, hemos sido testigos de las mayores epopeyas revolucionarias del proletariado durante el siglo XX... en caso de que el segundo le gane la partida al primero, la automática pérdida del espíritu combativo de las organizaciones proletarias, y lamentablemente es en ese punto donde estamos ahora. Hemos visto una y otra vez como los grupos que defienden tales teorías a lo máximo que suelen llegar es a una unidad forzada con otros grupúsculos del mismo carácter difuso, pero tal fusión no resuelve las tareas generales acuciantes del proletariado, ni tampoco las carencias internas de estos grupos como organización, sino que se añaden problemas nuevos, ya que esta asociación ahonda la mezcolanza ideológica y la lucha de egos entre los jefes, de ahí que pronto veamos como sus caminos se separan o como no han avanzado en absolutamente nada. Creer que la revolución se hará a base de alianzas y uniones formales entre las distintas siglas, como si solo les separasen el nombre, es una idea tan cándida como peligrosa. 

Aunque hoy existiese la deseada organización proletaria con suficientes medios como para desplegar a sus militantes en cada frente de masas, incluso contando con esos «revolucionarios profesionales» que viven y actúan a cuenta del partido, cosa que no abunda o es inexistente en la mayoría de organizaciones, esta idea de centrar el trabajo y los esfuerzos de los marxista-leninistas en el mundillo revisionista y sus focos de actuación es un pensamiento acomplejado, que claramente sobrestima lo que es el revisionismo en cuanto a influencia real, por lo que en muchas situaciones concretas supondría una pérdida de recursos y tiempo. Es más, todo este patrón táctico supone reconocer tácitamente que aún no se comprende que la mayoría de fuerzas que se autodenominan «marxistas» no solo son fuerzas oportunistas que obstaculizan la revolución, sino que no abarcan en su militancia ni en su radio de acción ni siquiera a un tercio de la población trabajadora, en algunos casos, ¡ni siquiera cuentan con los elementos más avanzados ideológicamente hablando, sino con los más retardatarios! 

Todo esto, al fin y al cabo son formas de procesar los problemas y las tareas que provienen de experiencias revisionistas no superadas. Si utilizamos la misma mentalidad y métodos que el revisionismo, conseguiremos los mismos resultados. De ahí que sea totalmente estúpido buscar la «reorganización y revitalización del movimiento marxista-leninista» enfocando las pocas fuerzas y tiempo de los revolucionarios en «tender puentes» hacia unas organizaciones, que hablando con franqueza, llevan décadas estancados, sin hacer nada en ningún campo que se demuestre trascendente, sin representar a nadie salvo a su grupo de amigos. En resumidas cuentas, claro que la organización marxista-leninista tendrá que abrirse paso entre los elementos honestos de las organizaciones revisionistas, pero se tiende a infravalorar al público que no se ha incorporado a la política o lo ha hecho de forma sumamente vaga, el cual supone hoy la amplia mayoría, la cual es muchos casos, está libre de ciertas tendencias y manías malsanas. 

Para que que el marxismo-leninismo pueda resurgir necesita construir lo que se ha venido a denominar el «partido de vanguardia», y para tal fin es menester subrayar la importancia que también tiene en el colectivo marxista-leninista la correcta disposición en la cuestión organizativa, el estilo de trabajo, el cumplimiento de las tareas, la crítica y autocrítica… 

Hay que empezar a comprender y aplicar algunas máximas que se han ido perdiendo con el tiempo o en las que nunca se han llegado a insistir debidamente en las organizaciones revolucionarias.

Sin un regular ejercicio de crítica y autocrítica es imposible el funcionamiento de cualquier organización marxista-leninista bajo las reglas del centralismo democrático, y es imposible que triunfen las tareas de trabajo propuestas. En la crítica hacia otro compañero, debe tratarse de «llegar hasta el final», para ver qué motivaron dichas actuaciones. Pero no por ello uno debe rechazar una crítica de un compañero porque sea incompleta –es decir, no contemple todos los errores o a la esencia fundamental del error del camarada–, del mismo modo, no debe tomarse la crítica como una herramienta que desnuda el honor del criticado, sino como herramienta para que el compañero no siga en un error que compromete el funcionamiento de toda la estructura colectiva. Quien no entiende esto es un simple ególatra.

Un buen diagnóstico es la mitad del trabajo realizado para solventar un problema. Pero el otro es cumplir con la solución acordada. No basta con emitir resoluciones justas sobre las tareas a seguir y los problemas candentes, sino que hay que supervisar que se cumplan, exigir que los camaradas rindan cuenta de cómo va su trabajo, y castigar el incumplimiento de las tareas. Jamás se debe permitir el no cumplir las tareas si no hay una excusa debidamente argumentada –pese a ello se debe advertir en el momento en que se conozca tal impedimento para que otro compañero acabe la tarea y no quede sin realizar–. 

Hay que seleccionar las tareas no en juicio subjetivo de unas cuantas personas, sino en pro de qué es lo que más benefician al grupo y al desarrollo general de la lucha de clases. Los comunistas no cuentan con tiempo o material humano ilimitado para cumplir con sus objetivos, por lo tanto, si no saben seleccionar sabiamente las tareas prioritarias y administrar bien los recursos disponibles, estarán construyendo castillos en el aire.

Por supuesto, es menester evaluar el propio nivel de iniciativa de los compañeros; por ejemplo a la hora de rendir ellos mismos cuentas sobre su trabajo, de realizar autocrítica, y de no necesitar siempre el influjo externo, para que sean operantes, proactivos. De hecho, hay que prestar vigilancia cuando en un compañero hay errores y defectos, cuando en el descubrimiento y crítica de ellos siempre vienen desde el exterior, esto es una evidencia de que el sujeto no ha aprendido a detectar y descubrir sus propios defectos, es un sujeto por tanto dependiente del partido, incapacitado para asumir grandes puestos por el momento.

El comunista que no debate bajo argumentos contrastables no es un comunista, es un charlatán, un sofista. Quien busca que le sigan sin molestarse en aportar razones, no busca militantes, busca borregos. En la posición a tomar en una cuestión ideológica, en un debate sobre algo que concierne al destino de todos, debemos huir del sentimentalismo, y centrarnos en realidades contrastables, no en ilusiones o deseos personales. Esto también incluye las valoraciones sobre el nivel de fuerzas del movimiento, su número, la calidad de sus miembros y sus capacidades de actuación. 

La solidaridad e incluso la amistad entre compañeros políticos, aunque no se podrá lograr nunca en igual grado entre todos sus miembros, será algo que se forjará no obligadamente sino como resultado inevitable de aunar esfuerzos en una causa común y como resultado también de la mayor afinidad entre las distintas personalidades. 

Uno de los mayores peligros que se corre es el llamado «espíritu de círculo», es decir, el tratar exclusivamente con los viejos compañeros de tu lugar de procedencia o con los compañeros con los que además se ha establecido una amistad, cerrándote en banda a prestar atención al resto de compañeros y sus necesidades, creyendo que esto es simplemente un club de amigos. De ahí parten rasgos desastrosos como el compadrazgo, que generalmente ocultan o justifican los errores del compañero y amigo.

En el tema educativo un compañero no debe de tener miedo a aprender de otro compañero –pues mañana puede ser al revés en el mismo campo u otro diferente–. Toda la organización debe de ser una gran escuela colectiva. 

En cuanto a las formaciones ideológicas, como ya hemos subrayado en varias ocasiones, esta no debe de constar de un «plan único general» aplicable a cada nuevo militante –como si todos viniesen del mismo punto y pretendiesen alcanzar el mismo nivel de profundidad en todo, sino que se deberá adecuar el plan de formación a las exigencias del sujeto. Por eso, en vez de recetar al aspirante una lista interminables de «obras clásicas», se deberá evaluar con precisión de cirujano sus conocimientos, para que así se pueda adecuar su formación con el fin de satisfacer las carencias específicas que tenga en campos como la historia, economía, filosofía, arte, organización, etc., así como para explotar los campos donde pretenda especializarse. El feedback aquí es clave, cuanto más sincera y honesta sea la exposición del sujeto, mejor se le podrá asignar un papel acorde a sus carencias y habilidades. En resumen, el marxismo exige una formación holística, pero bajo un razonable equilibrio. Esto es sumamente importante ya que lejos de lo que se propaga a veces, el saber sí ocupa lugar, sin dejarnos el hecho de que la causa exigirá una especialización para atender a las multifacéticas tareas que saldrán al paso.

Hay que acercarse y estimular la ayuda educativa entre compañeros. Desconfiar de quienes nunca tienen dudas sobre absolutamente nada, quien no tiene nunca nada que proponer, quien nunca matiza nada de lo que escucha o lee. Estos elementos, por lo general, con su silencio, demuestran un claro desinterés, un pasotismo, una actitud que no aporta al grupo, que obstaculiza la vida normal en él, que rebaja el nivel general. 

A veces los marxista-leninistas olvidan que los militantes son personas, no robots. Debido a circunstancias personales muy específicas tienen distintas edades, forjan distintas personalidades, tienen diferentes emociones, unos arrastran más o menos carencias ideológicas, otros cargan con pesadas responsabilidades en su vida cotidiana, y eso hace sumamente importante el saber acoplar a cada militante en el grupo y extraer lo mejor de cada uno. De ahí la enorme tarea del partido de adaptar las exigencias del militante a su vida y cualidades.

Eso no implica ser condescendiente con los pusilánimes, y por desgracia, lo que hoy prima en nuestra época son los presuntos «revolucionarios» que albergan un fuerte liberalismo reflejado en conatos de indisciplina a causa de su inestabilidad emocional. Su volubilidad no es tanto el reflejo del «capitalismo y sus consecuencias» como excusan a cada tropiezo, sino más bien el resultado de años de una hegemonía absoluta de la ideología pequeño burguesa entre los «grupos y corrientes revolucionarias» en los cuales ha militado o ha sido afín.

Estos seres sufren una distorsión de lo que supone ser marxista-leninista en el sentido completo de la palabra, rechazando todo concepto de sacrificio y anteponiendo sus problemas personales reales o ficticios al deber colectivo, por eso ante el primer escollo personal o colectivo abandonan el barco. Y normalmente se aventuran fácilmente a subirse a otro barco sin saber qué ideología lleva su timón.

Si damos por hecho que en un grupo marxista-leninista existe un ambiente colectivo correcto para manifestar y aportar libremente, tales actitudes mencionadas anteriormente, una vez conocidas, no deben ser admitidas bajo ningún concepto. Debido a la gran carga de tareas y funciones, no corresponde al colectivo invertir sus energías y su material humano en ponerse a investigar las razones de los comportamientos y actitudes nefastas de un sujeto que se ha mostrado poco productivo en sus deberes, no compete a la organización investigar por él de dónde nacen sus presuntos problemas familiares, laborales o emocionales. El colectivo solo puede tratar de ayudar a dicha persona cuando ella, que es la principal interesada, haya hecho un esfuerzo por averiguar previamente las razones que le hacen ser así y las exponga a sus compañeros con honestidad, en cuyo caso el partido podrá prestar su apoyo debidamente para corregirse, pero es inconcebible que las reuniones del presunto partido marxista-leninista se conviertan en una sala de terapia emocional para personas psicológicamente inestables, los cuales muchas veces utilizan la política para evadirse de su vida personal o simplemente para intentar cumplir con su ansiado deseo de pertenencia a un grupo. De consentir este tipo de perfiles y actitudes, el partido estaría no solo descuidando sus funciones y consintiendo a un indigno militante, sino también seguramente, desatendiendo a los compañeros que realmente necesiten la ayuda del partido en el ámbito económico o emocional. 

El militante marxista-leninista debe mantener una relación sana en ambos campos ya que siempre estarán interconectados. En muchas ocasiones hay sujetos que no logran sobreponerse a sus problemas personales ni siquiera con la ayuda de sus compañeros, su desánimo, desmoralización y apatía acaban o acabarán afectando al colectivo. Si ese elemento no comprende que sus problemas personales están interfiriendo seriamente en sus obligaciones políticas, si no entiende que ha adquirido un compromiso y no puede dejar en la estacada a los compañeros cuando guste, ese sujeto debe de ser delegado a un puesto auxiliar o ser directamente expulsado del grupo si no da muestras de estar dispuesto a cambiar. El propio Marx fue descrito por Mehring como alguien que jamás permitió que sus «miserias privadas» eclipsaran los «deberes problemas de la humanidad».

Por el lado contrario, a la hora de tratar con las dudas y cuestiones, también es fácil encontrarse con sujetos muy activos, incluso con algunos que abusan de la paciencia de los compañeros y no entienden este rol colectivo de autoeducación. Aquí también ha de tenerse en cuenta ciertas directrices. El sujeto que pregunta, por supuesto, siempre debe de hacerlo sin miedo, exponiendo con detalle su conocimiento sobre el tema y las dudas o reticencias que la cuestión le plantea. Algunos acostumbrar a lanzar preguntas generales y abstractas, sin concretizar y sin haber reflexionado previamente ellos mismos en un tema que seguramente podrían haberlo solucionado ellos solos. Con ello esperan obtener una rápida respuesta, una receta para cada tema. Sin duda una actitud muy común pero que demuestra que el sujeto es muy poco operativo y resolutivo, lo que significa caer en el seguidismo. Permitir esto es mal acostumbrar a los compañeros, que seguirán siendo dependientes de terceros. Por tanto, la cronología a seguir, debe ser que uno expone su posición detalladamente, el compañero le da su visión o la completa y/o matiza. A partir de entonces, el sujeto que andaba con dudas debe tomar en cuenta los comentarios del compañero, aceptar su desarrollo demostrando haberlo entendido o «batirse contra él» argumentando en ciertos aspectos. 

Hay que adaptarse a las cualidades de cada uno, aprovecharlas para hacerle crecer como militante y si es posible como dirigente; no desechar a la gente como inútil sin más, ni tampoco otorgar puestos para los que el individuo aún no está preparado, pues repercutiría negativamente tanto para el partido como para quien lo desempeña. Los grupos marxista-leninistas franceses de los 80 criticaban la idea tan impregnada en el maoísmo de que todo militante debe de aprender a hacer de todo. Esto claramente es una idea fantasmagórica, que desperdicia energía y cualidades. Ciertamente aunque es cierto que debemos esforzarnos en cubrir cuantas más facetas mejor, tener unos conocimientos mínimos, pero si se sigue esa máxima hasta sus últimas consecuencias, seremos como dice el refranero: «aprendices de todo y maestros de nada», reflejándose a su vez en una mediocridad a nivel general. Claro que hay que estimular a que el marxista-leninista salga de su zona de confort, pero no podemos pretender que uno sea igual de experto en arte, economía, historia, filosofía, etc. No es lo mismo un escritor que sabe polemizar que un orador que es especialista en exponer pero no a polemizar. No es lo mismo un tesorero o el responsable de distribuir los recursos y materiales del partido, que un organizador y distribuidor de cuadros que debe de tener una especial sensibilidad y habilidades sociales para conocer los pros y contras de las personas a su cargo. 

Este tipo de cuestiones son importantísimas al desarrollarnos en una sociedad donde la burguesía trata por todos los medios de desviarnos en cuanto al plano organizativo e ideológico. No hace falta insistir en las ideas mojigatas de los «antiautoritarios» que ponen en tela de juicio el modelo de partido bolchevique. Los propios bolcheviques confesaron y recordaron una y otra vez a los revolucionarios de todo el mundo que sin dicha unidad monolítica ideológica y de acción no hubieran ni tomado el poder en 1917 ni ganado la Guerra Civil de 1918-1921. Todo lo demás es palabrería.

Por último, ¿qué personalidad debe de tener un comunista? ¿Qué influencia tiene en el grupo comunista?

Sabemos de sobra los condicionantes que pueden llevar a un elemento autodenominado comunista a desviarse de lo que presuntamente dice defender –como la presión ideológica que se irradia desde la superestructura burguesa o el no haberse despegado de las costumbres arraigadas en otras militancias previas–. Pero... ¿qué personalidad se espera de un comunista? Estamos hablando de los rasgos personales que forjan a cada uno como sujeto, y que luego tienen transcendencia en el trabajo de grupo. Entendemos que un comunista debe caracterizarse por su honestidad hacia los camaradas –en sus defectos, en sus pretensiones, en sus tareas realizadas o no realizadas–; por su dedicación a la causa como mejor pueda aportar –demostrando verdadero compromiso y pasión–; por su autocontrol emocional –no dejándose vencer ante el primer escollo de la vida–; por lograr una disciplina en el trabajo y el estudio –siendo puntual, detallista, creativo, curioso–; y su estilo de vida –sano de cuerpo y mente–. Por tanto dentro de la imperfección debe ser ejemplar, o lo más cercano posible. Por tanto, para que estos defectos arriba enumerados no se reproduzcan es menester que el comunista adquiera poco a poco estas cualidades, o insistimos, que en medida de sus posibilidades se acerque a esto. Estamos hablando sin rodeos de los defectos personales, los cuales inciden en el desempeño del trabajo grupal comunista. Ya que alguien pesimista o demasiado optimista nunca va a medir la realidad tal y como es y no puede solucionar ningún problema que le salga al paso; alguien desorganizado nunca va a ordenar como debería las cosas procurando ahorrar tiempo, incluso va a hacer perder tiempo y energías al grupo con sus rutinas y manías; alguien descuidado, que no planifica nada cuando tiene una tarea por delante, está planificando su fracaso y seguramente el nuestro; alguien que deje sus tareas encomendadas por líos sexuales esporádicos, muy seguramente vendería a su madre por un plato de lentejas y no es de confiar; alguien que tiene el ego por las nubes y no asume la autocrítica, pese a sus cualidades positivas, nunca va a mejorar porque cree que reconocer un error suyo es peor que la muerte; alguien que desprecie el estudio va a ser un ignorante y juguete en manos del primer demagogo revisionista, abandonando a la primera ocasión, incluso siendo posible que pronto venga a intentar vendernos su mercancía revisionista; alguien zángano que le de pereza ganarse el pan con su sudor, no puede mantener cualquier otro tipo de disciplina y mucho menos una partidista; alguien que no pretenda tener independencia en su vida personal: económica, psicológica o de valores propios, nunca va a ser autónomo, y va a desarrollar rasgos seguidistas y dependientes hacia los camaradas también en las decisiones políticas; alguien que no es capaz de cuidar su salud, que sabe perfectamente que afecta a sus facultades mentales, refleja que teme el esfuerzo, ¿cómo pedirle entonces la asignación de cualquier tarea de responsabilidad? Y así podríamos seguir.

Muchos de estos rasgos, en caso de ser pronunciados, y sobre todo de sumar varios de ellos y muchos otros que existen, significa que, quiérase o no, no se está listo para asumir un puesto como comunista, y siempre va a reproducir tarde o temprano problemas ideológicos, psicológicos, emocionales, de salud, que van a repercutir en sus aptitudes y actitudes como presunto comunista. Por ello hay que llamar la atención a la solidaridad y comprensión mutua en los rasgos de cada camarada, para explotar sus virtudes y ayudar a superar sus defectos, pero siempre que el sujeto responda con honestidad y compromiso. Sin olvidar tampoco, que esta presión colectiva no puede ser el vehículo principal sino un complemento para su crecimiento, siendo la autodisciplina el factor decisivo.

Si nos llamamos comunistas, tomemos la causa de la emancipación social con la seriedad que la tomaron nuestros referentes.

El comunista que realmente esté convencido de su propósito tanto racional como emocionalmente, sabe que del resultado de su trabajo quizás no llegue a ver recogido todos los frutos que ansía, quizás no llegue nunca a ver la revolución en su tierra, pero al expirar su último aliento debe estar convencido de que ha allanado el camino a las próximas generaciones. Debe finalizar su vida convencido de que ha hecho todo lo posible en medida de sus posibilidades». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2020)


Las secciones anteriores referidas a los problemas fraccionales serían:

El estudio sobre los problemas y desviaciones en la concepción militar serían:



Los evidentes errores en la línea y programa serían:



El miedo del PCE (m-l) a exponer al público las divergencias con otros partidos; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia mitos aún no refutados en el PCE (m-l) [Vietnam]; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


La falta de investigaciones históricas sobre el movimiento obrero nacional e internacional en el PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2019


Conatos en el PCE (m-l) de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad de imprimirle un sello de clase; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

La progresiva degeneración del PCE (m-l):



De la oposición al apoyo del PCE (m-l) a la Comunidad Económica Europea –actual Unión Europea–; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

Los 90 y el enamoramiento con el «socialismo de mercado»; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


El actual PCE (m-l) revisionista:

De nuevo la importancia del concepto de «partido» en el siglo XXI; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


La tendencia a centrar los esfuerzos en la canonizada Asamblea Constituyente como reflejo del legalismo burgués; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y promoción de figuras revisionistas en el ámbito nacional; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y de los intentos de fusionarse con otros revisionistas?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


La antigua lucha sin cuartel contra el revisionismo internacional no tiene nada que ver con el actual PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2020


«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el feminismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


El republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo de nuestra época; Equipo de Bitácora (M-L), 2020

Elena Ódena sobre el falso internacionalismo de los oportunistas alemanes Koch y Eggers; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

Réplicas sobre algunas distorsiones de la historia del PCE (m-l):


Respondiendo a algunos comentarios del renegado Lorenzo Peña sobre Elena Ódena y el PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2020

6 comentarios:

  1. Muchas gracias por el documento, es un análisis certero y enriquecedor.
    Querría preguntarles una cosa. En este análisis hablan de la necesidad de la formación en los cuadros comunistas, estando de acuerdo con ustedes me gustaría saber si tienen algún plan de formación.
    Estoy en una organización comunista y, aunque tenemos un plan de formación central, me gustaría saber si desde Bitácora se ha lanzado alguno similar.
    Gracias de antemano. Enhorabuena, una vez más, por el artículo.

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  2. Creo que lo que preguntas ya estaba explicado con esto:

    "Hay que adaptarse a las cualidades de cada uno, aprovecharlas para hacerle crecer como militante y si es posible como dirigente; no desechar a la gente como inútil sin más, ni tampoco otorgar puestos para los que el individuo aún no está preparado, pues repercutiría negativamente tanto para el partido como para quien lo desempeña. Los grupos marxista-leninistas franceses de los 80 criticaban la idea tan impregnada en el maoísmo de que todo militante debe de aprender a hacer de todo. Esto claramente es una idea fantasmagórica, que desperdicia energía y cualidades. Ciertamente aunque es cierto que debemos esforzarnos en cubrir cuantas más facetas mejor, tener unos conocimientos mínimos, pero si se sigue esa máxima hasta sus últimas consecuencias, seremos como dice el refranero: «aprendices de todo y maestros de nada», reflejándose a su vez en una mediocridad a nivel general. Claro que hay que estimular a que el marxista-leninista salga de su zona de confort, pero no podemos pretender que uno sea igual de experto en arte, economía, historia, filosofía, etc. No es lo mismo un escritor que sabe polemizar que un orador que es especialista en exponer pero no a polemizar. No es lo mismo un tesorero o el responsable de distribuir los recursos y materiales del partido, que un organizador y distribuidor de cuadros que debe de tener una especial sensibilidad y habilidades sociales para conocer los pros y contras de las personas a su cargo."

    Pero hemos añadido al artículo esta parte, ya que lo que preguntas parece causar muchas dudas, y nos lo suelen preguntar mucho:

    "En cuanto a las formaciones ideológicas, como ya hemos subrayado en varias ocasiones, esta no debe de constar de un «plan único general» aplicable a cada nuevo militante –como si todos viniesen del mismo punto y pretendiesen alcanzar el mismo nivel de profundidad en todo–, sino que se deberá adecuar el plan de formación a las exigencias del sujeto. Por eso, en vez de recetar al aspirante una lista interminables de «obras clásicas», se deberá evaluar con precisión de cirujano sus conocimientos, para que así se pueda adecuar su formación con el fin de satisfacer las carencias específicas que tenga en campos como la historia, economía, filosofía, arte, organización, etc., así como para explotar los campos donde pretenda especializarse. El feedback aquí es clave, cuanto más sincera y honesta sea la exposición del sujeto, mejor se le podrá asignar un papel acorde a sus carencias y habilidades. En resumen, el marxismo exige una formación holística, pero bajo un razonable equilibrio. Esto es sumamente importante ya que lejos de lo que se propaga a veces, el saber sí ocupa lugar, sin dejarnos el hecho de que la causa exigirá una especialización para atender a las multifacéticas tareas que saldrán al paso.".

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  3. Sinceramente, yo creo que también aportaría mucho valor una bibliografía básica tanto de obras clásicas como contemporánea en los principales temas que tratáis: historia, economía, filosofía... Si bien es indiscutible que la formación se debe personalizar y que es conveniente abogar por la especialización de los camaradas en un conjunto concreto de materias para hacer un uso más eficiente de nuestros recursos, hay un conjunto de conocimientos esenciales que son imprescindibles para realizar nuestra labor política y que son transversales en todas las ciencias sociales. Entre algunos de esos conocimientos esenciales se me ocurren varios: la diferencia entre la historiografía burguesa y la marxista, la transición del feudalismo al capitalismo en la península ibérica, el desarrollo el capitalismo en España, el origen y el desarrollo las distintas naciones del estado, la historia del movimiento obrero en España, las características del franquismo, las características de la transición, la historia de la URSS, aspectos clave del derecho laboral, los fundamentos de la crítica marxista a la economía política, etc.

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  4. Claro... pero para eso existe la sección Biblioteca de clásicos del M-L así como la Biblioteca del Equipo de Bitácora (M-L), las cuales están en creación y regeneración permanente, ya que no podemos abordar todos los temas que quisiéramos. Pero como hemos dicho varias veces, este medio no es una mera "biblioteca" en el sentido de acumular libros, sino los más apreciados. Hoy cualquier puede acceder a las obras completas de Lenin en menos de 5 minutos. Pero el fin es una selección de documentos que bien por su calidad, por ser inéditos, o por ser un tema en boga, son necesarios traer.

    Saludos.

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  5. Claro que sí, y los que os leemos desde hace un tiempo apreciamos mucho vuestra labor. Sin embargo, creo que ambas propuestas no son excluyentes. Una bibliografía de obras bien seleccionadas (también contemporáneas) según la materia a tratar sería una aportación excelente. Habiendo camaradas inquietos y motivados por emprender este estudio, es una lástima que sólo existan iniciativas por parte de la "izquierda" oportunista y postmoderna.

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  6. Insisto, la selección por temáticas la tienes en este medio, que agrupan obras, capítulos o reflexiones. Listado de obras (que tienes muchos ejemplos de internet), te citaré uno:



    http://marxisme.fr/download/Guide_de_lecture_des_classiques_du_marxisme.pdf



    Pero soltar eso sin más a un sujeto no sirve más que de cara a la galería para decir que se cumple con la formación de ese individuo.



    Créeme cuando digo que no serviría de nada una lista de obras, con títulos que nadie va a leer ni el 50% de ellas (la mayoría de gente tiene una capacidad muy baja para leer, sobre todo si es una lectura individual y libre donde no se controla ni evalúa al lector).



    Cuando las organizaciones revisionistas hacen ese tipo de formaciones con "listas", sus líderes aseguran que por leer la sección A, B y C, ya se tiene el nivel bajo, medio y superior, pero se hace sin una preselección previa adecuada al nivel del lector y sus necesidades (como recalqué), y sin demostraciones prácticas para ver si lo "estudiado" sabe ser aplicado (y en los casos que se hacen tests, son exámenes de broma como te puedo asegurar que nos han contado en varios casos). Esto es una forma de "estudio" ligera y formal que ya surgió en algunas universidades con la irrupción de la imprenta y el acceso a muchas más obras que antes, donde se pasó de una metodología donde las obras eran leídas una y otra vez hasta ser casi memorizadas en su totalidad, a una lectura de "muchas obras" pero de forma superficial. Hoy pasa algo similar en la era digital. Como se explica en el artículo, hay que acabar con ciertas formas de estudio, que además se ha demostrado que no sirven para consolidar cuadros válidos.

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