lunes, 31 de diciembre de 2018

El sabotaje de la revolución, línea general de los revisionistas; Agim Popa y Vangjel Mosiu, 1984


«Otra dirección que siguen los revisionistas modernos para negar la necesidad de la revolución, del derrocamiento revolucionario de la burguesía, de la destrucción de la máquina del estado burgués y de la instauración de la dictadura del proletariado es la prédica de las tesis del XX Congreso del PCUS y de los eurocomunistas sobre el llamado tránsito «pacífico» y «democrático» al socialismo, mediante la vía parlamentaria y reformista, en el marco del legalismo burgués y de las constituciones burguesas. Pero en estas tesis ya conocidas de los revisionistas se halan también nuevos matices.

En sus actuales prédicas ha cobrado una amplia difusión especialmente la idea de que en ningún país, incluyendo los países capitalistas desarrollados, se plantea directamente la tarea de derrocar a la burguesía y pasar al socialismo. Mientras que los revisionistas chinos difunden el punto de vista de que la cuestión de la revolución no se plantea en absoluto en nuestra época, porque, pretendidamente, no existe en el mundo una situación revolucionaria, los revisionistas soviéticos y sus adeptos, y también los eurocomunistas, se han presentado con la tesis de que el camino hacia el socialismo en los países capitalistas desarrollados pasaría por una fase intermedia, la denominada «democracia antimonopolista». 

«La perspectiva de una amplia ofensiva contra el poder del capital [escriben los «teóricos» soviéticos] ha encontrado expresión teórica en el concepto de la democracia antimonopolista, elaborado por el movimiento comunista». ( Problemi mira i socializma, N° 2, 1983, pág. 51) 

Los revisionistas germano occidentales han incluido en su programa la «democracia antimonopolista», entendiendo con ella:

«Un período de transformaciones radicales, cuando la clase obrera y las demás fuerzas democráticas tienen una fuerza política e influencia parlamentaria tan grande como para formar un gobierno de coalición que represente sus intereses comunes». (Ibídem, N° 2, 1983, pág. 53) 

Puntos de vista similares propagan los revisionistas también en Austria, Francia, España, Gran Bretaña, Canadá, Brasil, Grecia y otros países.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Dios es el ser misterioso e incomprensible solamente para el hombre religioso, para el cual la naturaleza es un ente misterioso e incomprensible


«No es que la naturaleza sea sólo el primer y originario objeto de la religión sino que es su principio generador más seguro, su subsuelo permanente aun si no se hace obvio. La creencia de que Dios, presentado como un ser sobrenatural y distinto de la naturaleza, tenga una existencia independiente de la del hombre y de que sea, como dicen los filósofos, un ente objetivo tiene su raíz en el hecho de que originariamente el ente objetivo y que existe aparte del hombre, esto es, el mundo, la naturaleza, es considerado Dios. La existencia de la naturaleza no se basa de ninguna manera –como se engaña el teísmo– en la existencia de Dios, o mejor dicho, la creencia en su existencia tiene su único fundamento en la naturaleza. Tu estas obligado a creer que Dios es un ser existente porque te ves obligado por la naturaleza a reconocer que por encima de tu conciencia y de tu existencia está la suya, y el primero concepto base de Dios no es ningún otro sino este: el de que es un ser cuya existencia precede a la tuya; tu existencia presupone la suya. En otras palabras: cuando hablas de la existencia de Dios como algo ajeno al corazón y al raciocinio del hombre, como algo que existe y está independientemente de que exista o no el hombre, piense o no en Dios, sienta o no anhelos de él, en realidad no estás hablando de otra cosa que de la naturaleza, cuya existencia no se apoya en la del hombre y mucho menos en los racionamientos del ser humano. Los teólogos, especialmente los racionalistas, propugnan que el principal honor de Dios viene dado por el hecho de que tiene una existencia autónoma respecto del pensamiento humano, y además, reflexionando, llegan a al conclusión de que también las divinidades de los ciegos paganos –las estrellas, las piedras, los árboles, los animales– cuenta con una existencia de este tipo; por lo que en este sentido el Dios de los teólogos y el Apis de los egipcios no se diferenciarían: ambos cuentan con y una existencia independiente del pensamiento de sus cultores. (...) Dios es el ser no determinable según dimensiones humanas, es el ser inconmensurable, infinito, o al menos así se le aparece al hombre. La obra alaba a su autor: la gloria del creador tiene su raíz exclusivamente en la magnificencia de la criatura. «¡Qué grande es el sol, pero cuánto más grande es aquel que ha creado el sol!». Dios es el ser supraterrenal, sobrehumano, supremo; pero también este ente supremo, por su origen y principio, no es otro que el entre supremo desde el punto de vista espacial y óptico: el cielo, con todo el esplendor que aparece. Todas las religiones que tienen algo de ímpetu, por poco que sea, sitúan la sede de sus dioses en la región de las nubes, en el éter o en el sol, en la luna y en las estrellas y, finalmente, todos los dioses se pierden en la atmósfera azul del cielo. Y por cierto: el Dios de los cristianos tiene su sede, su base última, arriba, en el cielo.  Dios es el ser misterioso e incomprensible, pero solamente porque para el hombre, y particularmente para el hombre religioso, la naturaleza es un ente misterioso e incomprensible. «¿Sabes tu como se difunden las nubes –le pregunta Dios a Job–? ¿Has llegado hasta el fondo del mar? ¿Has averiguado la anchura de la tierra? ¿Acaso has visto de dónde proviene el granizo?». En fin: Dios es el ser superior al arbitrio humano, no perturbado por las necesidades y las pasiones de los hombres, eternamente igual a sí mismo, que actúa según leyes invariables, que mantiene de manera inalterable a través de todas las épocas. (...) A Dios entendido como el artífice de la naturaleza se le representa como un ente distinto de esta; pero lo que este ente contiene  expresa, el verdadero contenido del mismo, es únicamente la naturaleza». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión, 1845)

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viernes, 28 de diciembre de 2018

Ranadive anticipando las desviaciones del temprano maoísmo


«Primeramente, debemos enfatizar que el Partido Comunista de la India ha aceptado a Marx, Engels, Lenin y Stalin como las fuentes autorizadas del marxismo. No ha descubierto nuevas fuentes del marxismo más allá de ellos. Ni se adhiere a la cuestión de algunos partidos comunistas que se declaran seguidores de la llamada teoría de nueva democracia pronunciada por Mao Zedong y dicen que es un nuevo aporte al marxismo. El Secretario de Andahra debería haber pensado diez veces antes de seguir tal formulación y tomar una posición original sobre la cuestión de las contribuciones. Es impermisible para los comunistas hablar ligeramente acerca de nuevos descubrimientos, enriquecimientos, porque tales reclamaciones han sido probadas de vez en cuando que han sido sacadas de las cloacas del revisionismo –Browder, Tito, etc.–. Se debe admitir que algunas de las formulaciones de Mao Zedong son tales que ningún partido comunista puede aceptarlas; entran en contradicción con lo que entiende el mundo de los partidos comunistas. (...) Los que contrastan el camino chino del ruso tienen varias cosas equivocadas en su mente. Primero, su idea acerca de la Revolución Rusa es equivocada. Ellos piensan que la Revolución Rusa fue lograda de repente el 7 de noviembre de 1917 –en el espectáculo de un día, en una suerte de golpe– y olvidan la obstinada lucha de tres décadas, el persistente esfuerzo para ganarse a la mayoría del pueblo durante la revolución y después. Olvidan la misma Guerra Civil Rusa. Segundo, cuando ellos contraponen el llamado camino chino, ellos buscan rechazar la hegemonía del proletariado en la revolución democrática y sienten que la Revolución China muestra que la hegemonía del proletariado no es necesaria. Aluden que todas las referencias indirectas sobre la huelga general y el levantamiento armado están caducas, la guerra de guerrillas en las áreas rurales, la guerra civil y la lucha prolongada realmente excusan la idea de que el liderazgo del proletariado es necesario. Esta tentativa se hace en el nombre de la revolución antifeudal, la revolución agraria, y demás, en resumen una teoría de liderazgo campesino. Esto expone el carácter antimarxista de esta tendencia». (Bhalchandra Trimbak Ranadive; Lucha por la democracia popular y el socialismo, 1949)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

Ranadive pese a sus acertadas críticas al maoísmo en cambio no tomaba en cuenta la persistencia de restos de feudalismo en la India:

«La primera etapa; la revolución agraria o la reforma agraria, como quieran llamarla. Los países de democracia popular en Europa pasaron por esta etapa en el primer año después de la guerra. China está ahora en esta primera etapa. La India se está acercando a esta etapa. La segunda etapa de la revolución democrática popular como se muestra en la Europa del Este se caracteriza del paso de la revolución agraria a la expropiación de la burguesía nacional. Esto es ya el comienzo de la revolución socialista. En todos los países de democracia popular de Europa las plantas, fábricas y bancos se han nacionalizados y se entregaron al Estado. China se encuentra todavía lejos de esta segunda etapa. De esta etapa también la India también está muy lejos. Aquí se habla de la redacción del periódico de la Kominform en relación con la trayectoria de China de desarrollo de la revolución. Este editorial fue un reto para los artículos y discursos de Ranadive, que consideraba que la India estaba en el camino de la revolución socialista. Nosotros, los comunistas rusos, consideramos que esta es una tesis muy peligrosa y decidimos ir contra esto y señalar que la India está en el camino de China, es decir, la primera etapa de la revolución democrática popular». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Grabación de las Discusiones de Iósif Stalin con los Representantes del Comité Central del Partido Comunista de la India, Camaradas Rao, Dange, Ghosh y Punniaiah, 9 de Febrero de 1951)

La contestación china a Ranadive en la Kominform con el artículo de Liu Shao-chi instigando a los partidos comunistas asiáticos a seguir «el camino de Mao», sumado a los fracasos del Partido Comunista de la India (PCI) en la lucha guerrillera de 1951 y las presiones de las fracciones prochinas finalmente acabaron por relevar a Ranadive del puesto de Secretario General. 

El acierto de los soviéticos fue señalar las desviaciones de Ranadive en materia de las etapas de la revolución y sus alianzas, pero esto iba de la mano a la crítica a otros conceptos maoístas de sustancial importancia, para el futuro del PCI y de todo el movimiento comunista internacional. 

En cambio el error de los marxista-leninistas de entonces fue no apoyar más fuertemente la parte de la crítica acertada de Ranadive sobre el maoísmo. A su caída, tomó el poder en el partido la facción más prochina liderada por Rao, que intentaba implantar el maoísmo como ideología del partido, queriendo seguir su experiencia de forma mecánica. Los marxista-leninistas soviéticos se vieron pues esta vez, en la obligación de combatir estas ideas que se estaban popularizando en Asia como comentó a las delegaciones indias e indonesias. 

Si revisamos los artículos soviéticos de los años 50, observaremos ya una postura desconfiada hacia los dirigentes chinos y sus expresiones de intentar elevar a modelo universal su experiencia de dudosos resultados, en especial en los países de Asia como la India:

«Una vez más E.M. Zhukov se refirió a la cuestión de la importancia de la experiencia de la revolución china, señalando que sería absurdo menospreciar la experiencia china. Su importancia es muy grande, pero no se debe hacer un fetiche de él, considerándola como un «modelo» universal aplicable a los países de Asia. (...) El camarada Balabushevich, después de haber subrayado la enorme importancia de la experiencia china para los partidos comunistas de varios países de Oriente, estuvo de acuerdo con el orador principal de que sería muy arriesgado considerar a la revolución china y a sus formas de desarrollo como un punto de referencia obligado para las revoluciones democráticas populares en otros países de Asia. En el ejemplo concreto de la India, indicó lo erróneo de la extrapolación mecánica de la experiencia de la revolución china, que, por cierto, no se comprende profundamente, sin tener en cuenta las características específicas de la India. El camarada Nasenko también señaló lo erróneo del trasplante mecánico de la «experiencia china» a la India. Los camaradas Dyakov, Balabushevich y Levinson, en sus presentaciones, basadas en los documentos y los programas del Partido Comunista de la India y los países de Asia sudoriental, así como en los hechos concretos del movimiento revolucionario en esos países, hicieron especial énfasis en la lucha de los partidos comunistas y los pueblos de estos países por la democracia popular y por la formación de un amplio frente único antiimperialista y antifeudal». (Izvestiya; Sobre el carácter y las características específicas de la democracia popular en los países de Oriente, 1952) 

Véase también las carta de Stalin al Partido Comunista de la India o al PC de Indonesia criticando las deficiencias de la experiencia militar china, algo que también recomendaba a los camaradas indios en la conversación conjunta con los soviéticos. A esto sumese la crítica a la idea del «socialismo específico chino».

Enn resumen, críticas de Stalin al maoísmo muy similares a las esgrimidas por Ranadive.

Los errores en los próximos años del PCI, solo reflejaban el caos ideológico interno de estos años, y el no haber meditado bien la crítica necesaria que debía hacerse al maoísmo, y que ya adelantó Ranadive.

martes, 25 de diciembre de 2018

En realidad en un Estado democrático-burgués el orden represivo no se aplica solo a los verdaderos comunistas sino contra todo revolucionario o pretendido revolucionario


«En realidad, en un Estado democrático-burgués el orden represivo no se aplica solo a los verdaderos comunistas sino contra todo revolucionario o pretendido revolucionario. 

Se ha de hacer un esfuerzo para comprender que igual que existen autodenominados comunistas que no saben identificar a su enemigo, existen anticomunistas que tampoco saben identificar a sus verdaderos enemigos. Del mismo modo y dicho en términos más amplios: las clases explotadoras y todos sus miembros al estar educados en una filosofía idealista, aceptan que toda persona o grupo autodenominado anticapitalista lo es, y no entienden –o a veces les sale más rentable no molestarse en reflexionar en ello– el hecho de que para que un grupo o individuo sea comunista no basta con que se diga, sino que es algo que debe ser contrastado en la práctica. Pero ha de entenderse que muchos explotadores –demócratas burgueses o fascistas– prefieren barrer con escoba de hierro todo lo que se diga anticapitalista y así guardarse las espaldas, aunque muchos de los que se lleven por delante no sean peligrosos para su régimen e incluso de saberlos manejar les sean hasta de utilidad. He ahí porque los burgueses más inteligentes prefieren valerse de estos elementos e infiltrarse en sus grupos, manejándolos a su gusto para sus fines.

Añadir que se ha demostrado históricamente que el haber sufrido una represión directa, bien sea cierre de locales, retención ilegal, tortura, e incluso asesinato de militantes, no significa que las posiciones políticas del sujeto o grupo sean acertadas. A poco que se piense, el lector reconocerá que muchas de las pugnas entre los grupos burgueses han acabado con representantes de una de las partes en la cárcel o muertos, si se hace un esfuerzo ha de reconocerse que lo mismo puede suceder y sucede en las pugnas con los grupos pequeño burgueses radicalizados o capas de la intelectualidad progresistas cuando se oponen a la burguesía o dejan de ser válidos para sus intereses y la burguesía decide apartarlos, no hablemos ya de los grupos hegemonizados por lumpens, que suelen ser altamente inestables, y lo mismo son los matones de la burguesía, que acaban como cabeza de turco con sus huesos en la cárcel cuando algo sale mal». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

domingo, 23 de diciembre de 2018

El desarrollo de los partidos marxista-leninistas y el internacionalismo proletario; P. Azuaga, 1985


«En la Línea Política aprobada por nuestro IVº Congreso del Partido Comunista de España (marxista-leninista) de 1984 se señala que:

«En la actual situación mundial tiene particular importancia la aplicación del internacionalismo proletario activo. La solidaridad fraternal de la clase obrera de los diversos países es necesaria para que el proletariado en su lucha contra la explotación capitalista en cada país, alcance al victoria en su lucha revolucionaria». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

Y es que, en efecto, para los marxista-leninistas, existe una relación estrecha y dialéctica entre el desarrollo de cada partido comunista marxista-leninista y de sus tareas en su respectivo país, y el desarrollo del Movimiento Comunista Internacional Marxista-Leninista con las tareas que ello plantea, sobre la base de la correcta comprensión y aplicación práctica del internacionalismo proletario, pues no en vano éste es una base fundamental del marxismo-leninismo.

Sin embargo, esto no es comprendido así por algunos, quienes para justificar posiciones injustificables y oportunistas, apelan a las más variopintas teorías ya  las más peregrinas argumentaciones, nada nuevas por cierto, como son la de que cada partido es independiente, que cada uno debe dedicarse a los problemas de su partido y de su país, que cada partido sólo debe basarse en sus propias fuerzas, que cada cual debe apañárselas como pueda sin que los demás tengan derecho a criticar sus opciones, que cada partido tiene su  «propia vía». 

sábado, 22 de diciembre de 2018

Quién es Jomeini y a qué intereses sirve; Partido del Trabajo de Irán, 1985


«Jomeini es una antigua figura religiosa que en 1963 fue deportado a Irak por oponerse a la reforma agraria del Sha. El móvil opositor de Jomeini era su negativa a dar libertad a la mujer, a la reforma agraria y a limitar la autoridad del clero en el Gobierno del país, y creando la organización «Oghaf» (11), etc. La reforma agraria del Sha redujo el poder económico y político del clero que como respuesta provocó la oposición de este sector que tenía profundas raíces en el seno de la sociedad. Durante sus 15 años de exilio en Irak, Jomeini no desarrolló actividad política alguna pero se mantuvo en contacto con la vasta red del clero iraní a través de las tradicionales relaciones de los círculos religiosos de Qom, Mashad y Najaf, que son los centros religiosos chutas. Entre estos grupos se creó una reputación como símbolo de oposición al Sha. Entre 1976-1977, cuando se creó una atmósfera religiosa gracias al teórico neoislámico Dr. Al i Shariati, y gracias también a la relativa libertad para el clero e intelectualidad religiosa y los comerciantes, que habían convertido las mezquitas en bases de su propaganda, Jomeini se hizo famoso ante el resto del pueblo como el símbolo de la oposición al Sha. La juventud, que escuchaba por vez primera el nombre de esta «virtuosa» figura religiosa, encontró en Jomeini y sus discursos y artículos la expresión de oposición al podrido sistema monárquico, al imperialismo y relaciones retrógradas. En un breve período, Jomeini se convirtió en el símbolo de la unidad del pueblo iraní contra el sistema de dependencia y en un símbolo de la libertad. Cuando regresó a Irán, recibió una bienvenida que no tiene paralelismo en la historia de Irán. El pueblo dió la bienvenida a Jomeini no por su carácter religioso ni por el Islam, sino por haber dado los primeros pasos en acometer sus exigencias de independencia, libertad y bienestar social. Recordaban a Jomeini diciendo: «el clero no se interferirá en el Gobierno y sólo tendrá un papel directivo. El pueblo escogerá por sí mismo qué tipo de Gobierno quiere. Habrá mucha más libertad que en occidente».

Pero con su llegada al poder, todas estas promesas resultaron ser falsas. El clero, al igual que cualquier otro Gobierno, utilizó el poder político en interés de la clase dominante. Incluso aunque hoy no sirvan los intereses de una clase concreta como tal, en todos los aspectos continúan con el mismo fanatismo medieval de la época en que surgió el Islam hace 1.400 años y es así como se debe entender su oposición a los imperialistas y socialimperialistas, como símbolos profanos internacionales, prevaleciendo todos los rasgos de oposición al proletariado, el campesinado y las masas trabajadoras. El clero, junto con la burguesía iraní y todo su poder, estuvo en contra el pueblo desde el primer día de la victoria de la revolución, y luchó contra el desarrollo y profundización de la revolución. Pronto fueron suprimidos los movimientos obrero y campesino. La cuestión de las minorías nacionales en un país compuesto por varias nacionalidades, lejos de resolverse alcanzó su culminación con bombas de Napalm y otras armas heredadas del régimen del Sha, el régimen de Jomeini atacó salvajemente a las masas oprimidas de estas nacionalidades. La reaccionaria ley de prensa fue promulgada, preludio de los ataques venideros, y con objeto de llevar a cabo nuevas medidas de terror, se recurrió a una nueva argucia: la ocupación de la Embajada norteamericana». (Partido del Trabajo de Irán; Cómo fue traicionada la revolución; Publicado en Teoría y práctica,  Nº 7, 1985)

jueves, 20 de diciembre de 2018

El programa de los emigrados blanquistas de la comuna; Engels; 1874


«
Después de toda revolución o contrarrevolución abortada, los emigrados que se refugian en el extranjero despliegan una activad febril. Se forman grupos partidarios de diversos matices, cada uno de los cuales reprocha a los otros el haber llevado el carro al tremedal y los acusa de traición y de toda clase de pecados mortales. Mientras tanto conservan estrecho contacto con la patria, organizan, conspiran, publican octavillas y periódicos, juran que va a «recomenzar» dentro de veinticuatro horas, que la victoria es segura, en previsión de lo cual distribuyen desde ya los puestos gubernamentales. Como es lógico, se va de desilusión en desilusión, y como eso no se relaciona con las inevitables condiciones históricas, a las que no se quiere comprender, sino que se atribuye a errores fortuitos de unas u otras personas, las acusaciones recíprocas se acumulan y todo desemboca en una cizaña general. Tal es la historia de todas las emigraciones, desde los emigrados realistas de 1792 hasta nuestros días; y los emigrados que no pierden el sentido común y la razón procuran apartarse lo más posible de las riñas estériles en cuanto se presenta la menor posibilidad de hacerlo con tacto, y se ocupan de algo más útil.

La emigración francesa después de la Comuna tampoco ha evitado esa fatalidad. En virtud de la campaña europea de calumnias que ha afectado por igual a todos, más que nada en Londres, ya que se encuentra aquí el centro común, que la emigración francesa ha hallado en el Consejo General de la Internacional, ha debido contener por cierto tiempo, aunque no sea más que ante el mundo exterior, sus querellas intestinas, pero a lo largo de los dos años últimos ya no ha estado en condiciones de ocultar el proceso acelerado de disgregación. Una franca enemistad ha estallado por doquier. En Suiza, una parte de los emigrados, se adhirió a los bakuninistas particularmente bajo la influencia de Malón, que fue uno de los fundadores de la Alianza secreta. Después, en Londres, los llamados blanquistas se separaron de la Internacional para constituir un grupo autónomo llamado «La comuna revolucionaria». Luego han aparecido multitud de otros grupos que, no obstante, se han visto en estado de incesante transformación y reorganización y no han hecho nada que valga ni siquiera en materia de manifiestos; en cambio, los blanquistas, en su proclama a los «Communeux» [Confederados], han dado a conocer su programa al mundo entero.

No se llaman blanquistas por representar un grupo fundado por Blanqui –de los treinta y tres signatarios del programa, sólo dos o tres, todo lo más, habrán tenido alguna ocasión de hablar con él–, sino porque quieren actuar con arreglo a su espíritu y tradición. Blanqui es esencialmente un revolucionario político; no es socialista más que de sentimiento, por indignarse con los sufrimientos del pueblo, pero no posee teoría socialista ni propuestas prácticas definidas para la reorganización de la sociedad. En su actividad política no es sino un «hombre de acción» convencido de que una pequeña minoría bien organizada, al intentar en un momento oportuno efectuar un golpe de mano revolucionario, puede llevar a las masas del pueblo, tras de alcanzar algunos éxitos iniciales, a realizar una revolución victoriosa. Bajo Luis Felipe pudo organizar semejante núcleo, por supuesto, sólo como sociedad secreta, y ocurrió lo que suele ocurrir en las conspiraciones: los hombres, hartos de contenerse sin cesar y de escuchar promesas de que la cosa no tardaría en comenzar, terminaron por perder la paciencia, se rebelaron, y hubo de elegir una de dos: dejar que se disolviese la conspiración o comenzar la insurrección sin ningún motivo aparente. La insurrección estalló –el 12 de mayo de 1839– y fue aplastada en el acto. Por cierto, esta conspiración de Blanqui fue la única de la que la policía no consiguió hallar las huellas; la insurrección fue para ella como un rayo de un cielo sereno. De la idea blanquista de que toda revolución es obra de una pequeña minoría revolucionaria se desprende automáticamente la necesidad de una dictadura inmediatamente después del éxito de la insurrección, de una dictadura no de toda la clase revolucionaria, del proletariado, como es lógico, sino del contado número de personas que han llevado a cabo el golpe y que, a su vez, se hallan ya de antemano sometidas a la dictadura de una o de varias personas.

martes, 18 de diciembre de 2018

Lo que deben saber los revolucionarios sobre el tema de los presos de su organización


«La cuestión de los presos en un partido jamás puede ser el eje principal de la propaganda y menos para tratar de legitimar la organización entre los trabajadores. Menos aún presentar tal cuestión para intentar reivindicar el puesto de vanguardia como hizo en su momento el PCE (r) y como intentan hacer otras organizaciones con el tema recurrente de «¡Hemos sido reprimidos, ergo nuestra línea es correcta, y, por lo tanto, debes, como revolucionario, militar con nosotros!». Esto es ridículo. Aunque encarcelen, por una injusticia o no, a tus militantes, si ellos son de una organización que no tiene conexión con la gente de a pie, la cuestión antirrepresiva no interesará lo más mínimo, menos aún en la actualidad cuando se ha perdido esa solidaridad antirrepresiva de antaño. 

Seguro que entre los círculos antifascistas y antirrepresivos eres bienvenido –porque las primeras son plataformas sin mucho nivel ideológico ni criticismo, y las segundas, a priori, son organizaciones a las que acudir para tal fin–, pero la amplia mayoría de la clase obrera, sobre todo la idiotizada –o digamos «alienada» para ser correctos– no quiere ni oír hablar de esto. Es de necios creer que una clase obrera que durante los últimos años ha demostrado no estar interesada en movilizarse por sus propios derechos, va a moverse en cambio, como por arte de magia, por una organización que le resulta indiferente o le causa la peor repulsa. 

Una organización como el PCE (r) no puede esperar un amplio movimiento de respuesta y solidaridad cuando previamente no ha hecho nada relevante para que sus militantes luchen codo a codo con las masas en temas básicos para su porvenir, mucho más en casos extremos como el PCE (r) que ha rechazado participar en las organizaciones de masas como los sindicatos reformistas o ejercer una denuncia pública del sistema desde la tribuna parlamentaria, ambos dos requisitos básicos del bolchevismo, dejando a las masas a merced del enemigo de clase. 

Un partido marxista-leninista, que por tanto aspira a organizar la revolución, que es obra de las masas y no de un pequeño grupo conspiratorio, no basa su estrategia en tratar de sacar crédito político de sus mártires para ganarse a las masas, sino que se dedica a denunciar los hechos, seguir el trabajo y tomar estos hechos como consecuencias lógicas de la lucha, pero no se dedica como otras bandas semianarquistas a mirarse el ombligo con victimismo, esperando una respuesta masiva de la población que jamás sucederá, y mucho menos poner en tela de juicio a la clase obrera por su negativa a seguirles, que es el colmo del sectarismo ultraizquierdista. Incluso cuando tu causa es justa, en muchas ocasiones para pedir la solidaridad en contra de la represión y en favor de tus militantes, este llamamiento normalmente solo será efectivo si va acompañado de un trabajo previo de la organización entre las masas, si ellas sienten que el partido defiende sus intereses cotidianos y ulteriores, porque ahí sí sienten que están siendo reprimidos ellos aunque no les toque directamente, porque lo consideran ya «su» movimiento de clase, incluso aunque no militen en él. Obviamente cuando se suceden casos de tortura y asesinato, el círculo de apoyos se puede ampliar con relativa facilidad, la gente por compasión y empatía puede sumar sus apoyos a dicha organización, aunque sea como excepción, pero esto es un espejismo, no implica una influencia sobre las masas como creen algunos, ni que comulguen con la línea de tu organización. 

Si una organización logra movilizar a las masas y presionar a las instancias gubernamentales para mejorar las condiciones de sus presos o incluso llegar a liberarlos gracias al apoyo popular –esto último algo casi imposible para una organización sin influencia entre las masas–, estos serán actos que a la postre no servirán de nada si luego descuida participar de las luchas cotidianas y se dedica a hacer llamamientos para que todos los trabajadores se rindan a su fama como organización que ha sufrido una feroz represión. Si se comete este error se volverá a la casilla de salida, las simpatías obtenidas en un momento se desvanecerán en un abrir y cerrar de ojos, se volverán efímeras. 

No hablemos ya de casos surrealistas de bandas armadas que no han logrado nada reseñable de sus campañas antirrepresivas y todavía hoy no se explican la razón tal fenómeno. Es tan fácil como reflexionar en que plantear la revolución como el juego de los «héroes» y la «muchedumbre» nunca da buenos resultados en ningún campo, mucho menos cuando acometen acciones armadas en nombre de las masas y estas son tratadas de forma paternalista por los conspiradores, hasta el punto de creerse con derecho a atentar contra ellas por «ingratas», ya no solo no acompañan en su empresa aventurera sino que se oponen abiertamente a sus métodos.

Como se el revisionismo no solo ha distorsionado los pilares básicos de la doctrina en los principales temas, sino también en los secundarios o auxiliares». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

viernes, 14 de diciembre de 2018

¿Qué decían los propios bolcheviques rusos de las prácticas de los grupos anarquistas y seminarquistas que se vestían de marxistas?


«Los métodos revolucionarios de lucha, como las huelgas masivas y el levantamiento armado, fueron extensamente utilizados en Rusia, no bajo la influencia y liderazgo de los anarquistas, sino bajo el partido bolchevique. En la insurrección de Moscú de diciembre de 1905 –la más importante en Rusia hasta la revolución de 1917– no hubo una sola escuadra de lucha anarquista, mientras los bolcheviques incluso secciones de obreros mencheviques lucharon en las barricadas. Los métodos favoritos elegidos por los anarquistas en 1906-07 fueron el terror individual y las expropiaciones; pero éstos métodos demostraban su debilidad, y no la fortaleza del movimiento anarquista. Ello degeneró en puro bandidaje, el cual no tiene nada en común con los objetivos de la revolución. (...) Por supuesto, era más fácil atacar a pequeños tenderos, o robar apartamentos privados, que ponerse a organizar la lucha de clases contra la clase terrateniente o capitalista en general; era más fácil atacar a un oficial individual del gobierno zarista que organizar a las masas para derrocar el zarismo. Pero tal actividad no es revolucionaria, ni mucho menos. Esos anarquistas se llamaban así mismo comunistas. (...) Debe anotarse que estos anarquistas no llevaron a cabo sus actividades entre los obreros más organizados y con mayor conciencia de clase, sino entre las ruinas jóvenes de la pequeña burguesía, entre los intelectuales pequeño burgueses, entre el lumpenproletariado, y algunas veces entre verdaderos criminales, para los bandidos eran bastante adecuados en lo que respecta a robos y ataques a casas y tiendas. Para ello no precisaban de principios. (...) Pero las tácticas del terror individual y económico practicadas por los grupos anarquistas y los anarquistas individuales servían a despertar entre una sección de los obreros la falsa esperanza de que los «héroes» anarquistas estaban luchando su batalla, que ellos serían libres de la explotación como resultados de los actos terroristas anarquistas. Estas tácticas relajaron las actividades de las masas, suavizaron su espíritu de masas militante. (...) [En verano de 1906] Los anarquistas asesinaron al director  de los trabajos de ingeniería en esa ciudad, aunque ellos no tomaron parte en la huelga que estaba en progreso. Este acto terrorista, como la mayoría de este tipo, solo produjeron resultados negativos». (E. Yaroslavsky; Historia del anarquismo en Rusia, 1941)

jueves, 13 de diciembre de 2018

Sobre la evaluación de Hegel en la URSS y las calumnias de Kohan-Lukács; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


«Lukács ha sido el clásico autor que habla constantemente impartiendo lecciones sobre la dialéctica, pero la ha comprendido de forma limitada, precisamente como su ídolo Hegel. La diferencia es que mientras su ídolo adolecía limitaciones inherentes a su época y pese a todo realizó aportes significativos, la limitación de Lukács en cambio son fruto de su estupidez en una época en que tenía a su disposición un torrente de conocimientos sumamente superior.

El trotskista argentino Kohan nos dice también sobre Lukács:

«Explicando esa curiosa «espera» de una década, en el prefacio a la edición en castellano de 1963 –precisamente la que el Che lee en Bolivia– Lukács aclara: «La causa principal del retraso en la aparición de esta obra –diez años después de su redacción– fue la «nueva concepción» de la filosofía hegeliana formulada durante la guerra por Zhdánov. Como parte de la propaganda de guerra groseramente simplificadora producida durante el período de Stalin, se decidió por decreto que Hegel había sido un representante de la reacción feudal contra la Revolución Francesa. Esa concepción coincidía además ampliamente con la vulgarización general propia de la tendencia dominante en dicho período. (...) Como  consecuencia de todo ello –y a diferencia de lo que ocurría con Marx, Engels y Lenin– no se admitía ya entre Hegel y Marx más que una contraposición excluyente. Como frecuentemente ocurre en nuestro presente, esa concepción tiene estrechos puntos de contacto con la burguesa y la conservadora. Y ello no es casual. Por motivos diversos, ambas concepciones tienen interés en negar toda conexión metodológica o material entre Hegel y Marx. Los dogmáticos de la escuela de Stalin lo hacen porque vieron el peligro que el descubrimiento de una génesis histórica significaba para la «novedad» absoluta de su «marxismo-leninismo» desfigurado por Stalin». (Néstor Kohan; En la selva. Los estudios desconocidos Che Guevara. A propósito de sus «Cuadernos de lectura de Bolivia» (2011)

Esta opinión es un calco a la del propio Lukács, quién en un capítulo de su obra llamado: «La alternativa pura: el estalinismo o la democracia socialista» comenta:

«Si el marxismo está divorciado de su herencia cultural occidental, si sus presupuestos filosóficos están separados de sus precursores occidentales, entonces se separa de su amplio humanismo y pierde sus propósitos superiores. La prioridad de las tácticas bajo Stalin logró este propósito y condujo a la vulgarización general de la metodología del marxismo. El estalinismo ocultó esta deformación del marxismo a través de la astuta manipulación del lenguaje y dio la impresión de que había preservado e incluso avanzado la esencia del marxismo. Esto se manifestó con gran claridad en la famosa teoría de Zhdanov sobre la esencia de la filosofía hegeliana. Para completar la reificación radical de la dialéctica, el estalinismo consideró necesario descartar la influencia fundamental y generativa de la dialéctica de Hegel sobre el marxismo. Para fundamentar el divorcio entre Hegel y Marx –teóricamente– la filosofía hegeliana fue presentada por Zhdánov como una respuesta reaccionaria a la Revolución Francesa. De una manera puramente teórica, este fue el epítome de la tendencia a la vulgarización: el marxismo debe presentarse como algo nuevo sin ningún precursor en el mundo burgués, sin ninguna relación con los desarrollos históricos mundiales previos». (Georg Lukács;  Democratización hoy y mañana, 1968)

Aquí Kohan y Lukács nos aseguran que los líderes soviéticos como Stalin o Zhdánov se caracterizaban por despreciar completamente toda la obra de Hegel, por crear la teoría de que la doctrina marxista «sale de la nada», por calificar la doctrina de Hegel como «incompatible al marxismo en todas y cada una de las cuestiones».

miércoles, 12 de diciembre de 2018

José Díaz; ¿Qué queremos hacer nosotros de España?


«Vosotros, monárquicos, fascistas, que os decís amantes de España, ¿qué habéis hecho de ella? Recordad los miles y miles de jóvenes que habéis hecho sucumbir en los campos de Marruecos. Eran la flor de España, la juventud que tiene, que tenía que modelar y embellecer a España. La habéis enterrado en Marruecos para conquistar no sé qué, pero esclavizando a otro pueblo; y habéis inmolado para eso a nuestros hermanos. ¿Y eso, para qué? Para enriquecer a algunos hombres, para extender los dominios de la España feudal y de las compañías imperialistas extranjeras. A los que os decís «defensores de la patria», podemos demostraros que en España las empresas más importantes están en manos del capitalismo extranjero. Si vosotros entregáis tan importantes empresas, que son parte integrante de la riqueza de España, al capitalismo extranjero, ¿con qué derecho os llamáis amantes de la patria? ¿Qué hacéis, qué habéis hecho de España? Da miedo pensar en el número tan enorme de analfabetos que hay en España, una España de oscurantismo, dominada por los frailes y los curas, una España en la que a los obreros se les enseña solamente a deletrear y a garrapatear una carta, y en que a los campesinos se les mantiene en pleno analfabetismo.

¿Qué habéis hecho del suelo de España, que por su clima podría ser un vergel? ¿Es que no os dais cuenta del hambre que hay en España, de que nuestra raza famélica está pereciendo, de que las madres, exhaustas por el hambre, dan a sus hijos una leche que no es nutritiva, que no tiene la cantidad necesaria de alimento para que el crío sea hoy un niño robusto y mañana un hombre fuerte? ¿Es que no sabéis, mercaderes del patriotismo, que los trabajadores no comemos? ¿Es que no sabéis que mientras vosotros celebráis grandes orgías en dorados salones, entre plata y oro, chocando las copas del champagne, preparando la guerra y la miseria del gran pueblo, nosotros pagamos vuestros festines, nosotros estamos sufriendo hambre y miseria? ¿No lo sabéis? ¡Pues bien, eso se va a acabar! Toda España, la España del trabajo, a pesar de la represión, a pesar del terror, alza un solo grito: ¡Basta ya de miseria y de hambre! Y las masas, unidas en poderoso Frente Único, en este Bloque Popular que agrupa a la inmensa mayoría de la población, quieren impedir, y lo impedirán, que sus hijos continúen siendo famélicos, y saben que, para que sean robustos, tienen que buscar el bienestar general, y sólo lo pueden conseguir dominando, sometiendo del modo que sea –ellas que representan el noventa por ciento de la población– al diez por ciento restante, que la oprime y la mata de hambre. Esto sólo puede hacerse, camaradas, organizando la lucha, y con la lucha organizada venceremos al enemigo. El camino está bien señalado y todos lo conocéis. Yo solamente puedo aseguraros que de ese diez por ciento de parásitos que ha sembrado el hambre, la miseria y el terror en nuestro país, al que no le dé tiempo a salir de España, se quedará entre nosotros. (Fuertes aplausos)

«¡Votad por España!» «¡Votad por la patria!», dicen los monárquicos y fascistas. ¿Qué patria? ¡Pero si habéis hecho de toda España una cárcel!

Hablan en sus carteles de amnistía para los obreros honrados pero no para los dirigentes. ¿Es que ignoran que todos vosotros sois dirigentes y los que están en la cárcel los mejores de los mejores? (Prolongados aplausos)

¡Treinta mil presos en las cárceles y presidios de España! ¡Y en qué condiciones! En la situación más inhumana que se puede dar a los presos. Nosotros, señores monárquicos, señores fascistas, señores reaccionarios, queremos a nuestros presos, y los vamos a libertar, con o sin vuestra amnistía, porque nos pertenecen, porque no queremos continuar como hasta aquí bajo el dominio de un puñado de hombres, de grandes banqueros, de terratenientes, de gran burguesía. No queremos seguir en esta situación, y el camino está emprendido: organizaremos nuestras fuerzas, y no cejaremos hasta conseguir nuestros objetivos. (Aplausos)

¿Qué España queremos nosotros? Ya he hablado de la España que quieren nuestros enemigos; ahora hablaré de la que nosotros queremos. Ya he dicho que nosotros somos los continuadores de aquellos hombres que dieron su vida por la libertad de España. Todo lo que hay de progresista en la historia de España, lo reivindicamos para nosotros, para el pueblo; todo lo que hay de retrógrado, de criminal, les pertenece a ellos, a Calvo Sotelo, a Gil Robles, el «jefe» que no se equivoca nunca... (Risas) Para esa caterva queda el lastre que arrastra la España feudal desde hace siglos; para nosotros, la verdadera tradición de la España de la libertad y del trabajo. (Una voz: «Y también hablan de los tuberculosos. Hay que preguntarles quién ha traído la tuberculosis»).

Camaradas, recojo la interrupción del compañero, hecha con mucha justeza. Somos uno de los países donde el analfabetismo es más pronunciado, y hoy tenemos, además –eso, en la España que hoy padecemos–, el mayor contingente de tuberculosis. Es la consecuencia de nuestra hambre; es la consecuencia de pasar por delante de las carnicerías llenas de ternera, de toda clase de carne, y no poder comprar ni lo más mínimo para poder alimentarnos; es la consecuencia de que, mirando desde el punto de vista general, mientras en España van millares y millares de obreros en alpargatas, hay millares y millones de cómodos zapatos en los grandes escaparates que no tienen salida. ¡Con eso es con lo que queremos terminar! No queremos que los campesinos sigan comiendo hierba, sino que coman lo que el campo produce y cambien lo que sobra con los obreros de la ciudad, que les darán los productos manufacturados.

Queremos una España culta, queremos una España donde los intelectuales, los médicos, los hombres de ciencia y los artistas estén al servicio del pueblo, no al servicio de unos cuantos explotadores; queremos que se abran las Universidades para el proletariado, para el pueblo, en el que hay grandes capacidades que no se aprovechan; queremos que los hombres se eleven no por recomendaciones de un Cruz Conde, no por recomendaciones de nobles y por recomendaciones de ministros, sino que lleguen al lugar que les corresponde para poner al servicio del pueblo su inteligencia, su ciencia, su talento y su capacidad. Queremos que los médicos traten a los obreros y al pueblo en general como se trata a los enfermos. No queremos que haya dos clases de enfermos: unos, a los que los médicos dedican toda clase de cuidados, sentándose a su cabecera durante meses enteros si es necesario, y otros a los que no se puede asistir porque no disponen de tiempo para ir a una barriada a escuchar las quejas de un proletario al que se le muere un niño, al que se le muere su mujer por falta de alimentos, más que por falta de... (Estruendosos aplausos impiden oír el final del párrafo).

Queremos una España en la que no sean posibles los crímenes y las atrocidades que se han cometido con nuestros hermanos de Asturias, culpables sólo de querer, como nosotros, una España justa, una España en que haya pan, trabajo y libertad.

Diremos, en fin para que lo sepan todos, amigos y enemigos–, lo que queremos hacer de España: limpiarla de nuestros enemigos, limpiarla de una vez de los enemigos del pueblo, de todo aquello que representa la España negra y feudal». (José DíazLa España Revolucionaria; Discurso pronunciado en el Salón Guerrero, de Madrid, el 9 de febrero de 1936)

martes, 11 de diciembre de 2018

La incomprensibilidad de un fenómeno no puede llevar nunca al escepticismo ni a la especulación sobre sobre las causas


«El origen de la vida es inexplicable e incomprensible; así es. Pero esta incomprensibilidad no te da derecho a deducir las consecuencias supersticiosas que la teología saca del conocimiento humano; no te da derecho a fantasear en el campo de las causas naturales, porque solamente puedes decir: «Yo no puedo explicar al vida desde estos fenómenos o causas naturales que me son conocidas o desde el modo como ahora me son conocidas»; y no puedes decir sin pretender haber agotado hasta la última gota de océano de la naturaleza que la vida no sea totalmente explicable por medio de la superposición de seres inventados; no te da derecho a hacerte ilusiones y a engañarte a ti mismo y a los demás con una explicación que nada explica; no te da derecho a convertir en «no saber» de las causas naturales y materiales en un «no saber» de dichas causas, a divinizar tu ignorancia, a personalificarla y objetivizarla en un ser que debería sacarte de encima de tu ignorancia, pero que en realidad no expresa más que la naturaleza de esa ignorancia tuya, que la ausencia de explicaciones positivas y materiales. (...) En lugar de ser lo suficientemente honesto y humilde como para decir: «No sé el motivo, no puedo explicarlo, me faltan datos, los materiales» tú, con ayuda de la fantasía, conviertes estos defectos, estas negaciones, estas definiciones de tu cabeza en seres positivos, en seres que son inmateriales, que no son por tanto materiales o naturales debido a que tú no conoces las causas materiales o naturales. Por lo demás, la ignorancia se conforma con seres inmateriales, incorpóreos, no naturales, pero su inseparable compañera, la exuberante fantasía, que siempre tiene cosas que hacer únicamente con seres altísimos y supremos y máximos, eleva inmediatamente estas pobres producciones de la ignorancia al rango de seres sobremateriales y sobrenaturales». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión, 1845)

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sábado, 8 de diciembre de 2018

La oscilación entre formalismo y antiformalismos en el arte a principios del siglo XX


«El gran movimiento reaccionario del siglo se realiza en el campo del arte rechazando el impresionismo; este cambio constituye en algunos aspectos una cesura en el arte más profunda que todos los cambios de estilo desde el Renacimiento, que dejaron fundamentalmente sin tocar la tradición naturalista. Es verdad que siempre ha habido una oscilación entre formalismo y antiformalismo, pero la obligación de que el arte sea sincero para con la vida y fiel a la naturaleza nunca ha sido puesta en duda fundamentalmente desde la Edad Media. En este aspecto, el impresionismo fue la cumbre y el fin de un desarrollo que ha durado más de cuatrocientos años. El arte posimpresionista es el primero en renunciar por principio a toda ilusión de realidad y en expresar su visión de la vida mediante la deliberada deformación de los objetos naturales. Cubismo, constructivismo, futurismo, expresionismo, dadaísmo y surrealismo se apartan todos con la misma decisión del impresionismo naturalista y afirmador de la realidad. Pero el propio impresionismo prepara las bases de este desarrollo en cuanto que no aspira a una descripción integradora de la realidad, a una confrontación del sujeto con el mundo objetivo en su conjunto, sino más bien marca el comienzo de aquel proceso que ha sido llamado la «anexión» de la realidad por el arte. El arte posimpresionista no puede ya ser llamado, en modo alguno, reproducción de la naturaleza; su relación con la naturaleza es la de violarla. Podemos hablar, a lo sumo, de una especie de naturalismo mágico, de producción de objetos que existen junto a la realidad, pero que no desean ocupar el lugar de ésta. Cuando nos enfrentamos con las obras de Braque, Chagall, Rouault, Picasso, Henri Rousseau, Paul Klee, percibimos siempre que en medio de todas sus diferencias nos hallamos frente a un segundo mundo, un supermundo que, por muchos rasgos de la realidad común que pueda exhibir, representa una forma de existencia que sobrepasa esta realidad y no es compatible con ella. El arte moderno es, sin embargo, antiimpresionista en otro aspecto todavía: es un arte fundamentalmente «feo», que olvida la eufonía, las atractivas formas, los tonos y colores del impresionismo. Destruye los valores pictóricos en pintura, el sentimiento y las imágenes cuidadosas y coherentes en poesía, y la melodía y la tonalidad en música». (Arnold Hauser; Historia social de la literatura y el arte, 1951)

Anotaciones de Bitácora (M-L):


Pese a que el autor no se reconoce como marxista-leninista, sus estudios sobre el arte sirven para evidenciar que, como él mismo confiesa, la lucha entre formalismo y antiformalismo es la tónica en la historia del arte en el capitalismo moderno. 

viernes, 7 de diciembre de 2018

¿Por qué la clase obrera y los comunistas iranies, pese a su gran e importante papel en la revolución no pudieron tomar el poder?; Partido del Trabajo de Irán, 1985


«La historia del movimiento obrero iraní está llena de altibajos, pudiéndose extraer muchas lecciones. La clase obrera estaba todavía en una fase embrionaria cuando sus representantes políticos —influidos por la socialdemocracia en Rusia e inspirados por el Partido bolchevique participaron en la «revolución constitucionalista» de 1906 (5) y jugaron un importante papel en la revolución y el levantamiento de Tabriz. La clase obrera acababa de constituirse y creado sus primeras organizaciones cuando participó en el movimiento «de la Jungla» y la «República de Guilan» (6) e incluso consiguió tomar la dirección de estos movimientos gracias a la inteligencia del destacado comunista iraní Heydar Khan Amu Oghli. La joven clase obrera en los movimientos de 1941-1953 fue una importante fuerza en todos los aspectos de la vida social e incluso a punto estuvo de tomar el poder, pero fue traicionada por algunos de sus representantes y salvajemente reprimido por el régimen sangriento que ocupó el poder tras el golpe de 1953. Más tarde, el imperialismo, que reconocía a esta gran fuerza social como su único enemigo real, desarrolló un ataque tan enorme sobre esta fuerza, que la historia de este período marcó la confrontación entre estas dos fuerzas. Los mercenarios del imperialismo abrieron fuego sobre un gran número de obreros y sus representantes comunistas. Varios oficiales, comunistas revolucionarios y valerosos obreros fueron ejecutados. Pero estas ejecuciones no fueron la causa principal del desastre puesto que cada revolución necesita sacrificios, más bien fue la corrupción en la dirección del movimiento. El revisionismo jruchovista dominó la dirección y causó la división en el Partido Tudeh (Comunista). Una serie de comunistas (7) se levantaron contra el revisionismo pero la situación de dictadura no les permitió crecer y su justa voz no se oyó. Especialmente en unos momentos cuando el sonido de las metralletas de los partidarios de otra línea desviacionista –el castrismo– estaba ocultando a los intelectuales rebeldes y a la juventud revolucionaria la posibilidad de escuchar esta justa voz que entonces alzara la Organización Marxista-Leninista Toufan– su repercusión fue mínima.

El movimiento no se había recuperado todavía de los efectos del revisionismo jruchovista y el «guarismo» cuando fue golpeado por el maoismo y las tesis desviacionistas de la «teoría de los tres mundos». Esta teoría fue, de hecho, una barrera fin la reconstrucción de nuestro Partido.

Engels hablando claro sobre el el republicanismo burgués y el destino que le aguarda cuando el proletario obtenga conciencia de clase


«La forma más elevada del Estado, la república democrática, que en nuestras condiciones sociales modernas se va haciendo una necesidad cada vez más ineludible, y que es la única forma de Estado bajo la cual puede darse la batalla última y definitiva entre el proletariado y la burguesía, no reconoce oficialmente diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro. De una parte, bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, de lo cual es América un modelo clásico, y, de otra parte, bajo la forma de alianza entre el gobierno y la Bolsa. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad, cuanto más crecen las deudas del Estado y más van concentrando en sus manos las sociedades por acciones, no sólo el transporte, sino también la producción misma, haciendo de la Bolsa su centro. Fuera de América, la nueva república francesa es un patente ejemplo de ello, y la buena vieja Suiza también ha hecho su aportación en este terreno. Pero que la república democrática no es imprescindible para esa unión fraternal entre la Bolsa y el gobierno, lo prueba, además de Inglaterra, el nuevo imperio alemán, donde no puede decirse a quién ha elevado más arriba el sufragio universal, si a Bismarck o a Bleichrder. Y, por último, la clase poseedora impera de un modo directo por medio del sufragio universal. Mientras la clase oprimida – en nuestro caso el proletariado– no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el único posible, y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer». (Friedrich Engels; El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado, 1884)