«Lukács ha sido el clásico autor que habla constantemente impartiendo lecciones sobre la dialéctica, pero la ha comprendido de forma limitada, precisamente como su ídolo Hegel. La diferencia es que mientras su ídolo adolecía limitaciones inherentes a su época y pese a todo realizó aportes significativos, la limitación de Lukács en cambio son fruto de su estupidez en una época en que tenía a su disposición un torrente de conocimientos sumamente superior.
El trotskista argentino Kohan nos dice también sobre Lukács:
«Explicando esa curiosa «espera» de una década, en el prefacio a la edición en castellano de 1963 –precisamente la que el Che lee en Bolivia– Lukács aclara: «La causa principal del retraso en la aparición de esta obra –diez años después de su redacción– fue la «nueva concepción» de la filosofía hegeliana formulada durante la guerra por Zhdánov. Como parte de la propaganda de guerra groseramente simplificadora producida durante el período de Stalin, se decidió por decreto que Hegel había sido un representante de la reacción feudal contra la Revolución Francesa. Esa concepción coincidía además ampliamente con la vulgarización general propia de la tendencia dominante en dicho período. (...) Como consecuencia de todo ello –y a diferencia de lo que ocurría con Marx, Engels y Lenin– no se admitía ya entre Hegel y Marx más que una contraposición excluyente. Como frecuentemente ocurre en nuestro presente, esa concepción tiene estrechos puntos de contacto con la burguesa y la conservadora. Y ello no es casual. Por motivos diversos, ambas concepciones tienen interés en negar toda conexión metodológica o material entre Hegel y Marx. Los dogmáticos de la escuela de Stalin lo hacen porque vieron el peligro que el descubrimiento de una génesis histórica significaba para la «novedad» absoluta de su «marxismo-leninismo» desfigurado por Stalin». (Néstor Kohan; En la selva. Los estudios desconocidos Che Guevara. A propósito de sus «Cuadernos de lectura de Bolivia» (2011)
Esta opinión es un calco a la del propio Lukács, quién en un capítulo de su obra llamado: «La alternativa pura: el estalinismo o la democracia socialista» comenta:
«Si el marxismo está divorciado de su herencia cultural occidental, si sus presupuestos filosóficos están separados de sus precursores occidentales, entonces se separa de su amplio humanismo y pierde sus propósitos superiores. La prioridad de las tácticas bajo Stalin logró este propósito y condujo a la vulgarización general de la metodología del marxismo. El estalinismo ocultó esta deformación del marxismo a través de la astuta manipulación del lenguaje y dio la impresión de que había preservado e incluso avanzado la esencia del marxismo. Esto se manifestó con gran claridad en la famosa teoría de Zhdanov sobre la esencia de la filosofía hegeliana. Para completar la reificación radical de la dialéctica, el estalinismo consideró necesario descartar la influencia fundamental y generativa de la dialéctica de Hegel sobre el marxismo. Para fundamentar el divorcio entre Hegel y Marx –teóricamente– la filosofía hegeliana fue presentada por Zhdánov como una respuesta reaccionaria a la Revolución Francesa. De una manera puramente teórica, este fue el epítome de la tendencia a la vulgarización: el marxismo debe presentarse como algo nuevo sin ningún precursor en el mundo burgués, sin ninguna relación con los desarrollos históricos mundiales previos». (Georg Lukács; Democratización hoy y mañana, 1968)
Aquí Kohan y Lukács nos aseguran que los líderes soviéticos como Stalin o Zhdánov se caracterizaban por despreciar completamente toda la obra de Hegel, por crear la teoría de que la doctrina marxista «sale de la nada», por calificar la doctrina de Hegel como «incompatible al marxismo en todas y cada una de las cuestiones».
Esto es del todo incierto y solo hace falta leer las publicaciones soviéticas de aquel entonces para refutarlo. Los filósofos soviéticos se esforzaron por valorar a Hegel en su justa medida, precisamente en la misma estima que los creadores del marxismo habían hecho, ni más ni menos.
¿Cuál fue el trato que los marxistas dieron a Hegel?
1) Ajustaron sus méritos y sus limitaciones acordes a la realidad y no a sus deseos
«Caracterizando su método dialéctico, Marx y Engels se remiten generalmente a Hegel, como al filósofo que formuló los rasgos fundamentales de la dialéctica. Pero esto no quiere decir que la dialéctica de Marx y Engels sea idéntica a la dialéctica hegeliana. En realidad, Marx y Engels sólo tomaron de la dialéctica de Hegel su «médula racional», desechando la corteza idealista hegeliana y desarrollando la dialéctica, para darle una forma científica moderna». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Materialismo histórico y materialismo dialéctico, 1938)
Esto ni Kohan ni Lukács podrían afirmar que es falso, ya que la pluma de Marx no deja lugar a dudas:
«Mi método dialéctico no sólo es en su base distinto del método de Hegel, sino que es directamente su reverso. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo –creador– de lo real, y lo real su simple forma externa. Para mí, por el contrario, lo ideal no es más que lo material traspuesto y traducido en la cabeza del hombre». (Karl Marx; Palabras finales a la segunda edición alemana del t. I de El Capital, 1873)
Es más, hay otro aspecto no desdeñable que diferencia al marxismo del hegelianismo en cuanto a su concepción dialéctica de algo tan importante como la cuestión de cómo se concibe a la naturaleza:
«La concepción antihistórica de la naturaleza era por tanto, inevitable. Esta concepción no se les puede echar en cara a los filósofos del siglo XVIII tanto menos por cuanto aparece también en Hegel. En éste, la naturaleza, como mera «enajenación» de la idea, no es susceptible de desarrollo en el tiempo, pudiendo sólo desplegar su variedad en el espacio, por cuya razón exhibe conjunta y simultáneamente todas las fases del desarrollo que guarda en su seno y se halla condenada a la repetición perpetua de los mismos procesos. Y este contrasentido de una evolución en el espacio, pero al margen del tiempo –factor fundamental de toda evolución–, se lo cuelga Hegel a la naturaleza precisamente en el momento en que se habían formado la Geología, la Embriología, la Fisiología vegetal y animal y la Química orgánica, y cuando por todas partes surgían, sobre la base de estas nuevas ciencias, atisbos geniales –por ejemplo, los de Goethe y Lamarck– de la que más tarde había de ser teoría de la evolución». (Friedrich Engels; Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, 1886)
¿En qué se podía basar por tanto la burguesía de la dialéctica hegeliana? La defensa de la propiedad privada sobre los medios de producción como un derecho natural del hombre:
«La idea del Estado Platónico contiene lo Injusto como principio general acerca de la persona, considerando a ésta incapaz de propiedad privada. La concepción de una fraternidad religiosa o amical y hasta coactiva de los hombres mediante la «comunidad» de bienes y la proscripción del principio de la propiedad privada, se puede presentar fácilmente a la opinión que ignora la naturaleza de la libertad del espíritu y del Derecho, y no la comprende en sus momentos determinantes». (G. W. Friedrich Hegel; Filosofía del derecho, 1821)
El discurso de que efectivamente la historia tiene un desarrollo ascendente, pero que la propiedad privada y el corpus jurídico burgués del siglo XIX es el súmmum del desarrollo humano, la por fin realización de Dios sobre la Tierra:
«El Estado, precisamente, en cuanto libertad universal y objetiva, en la libre autonomía de la voluntad individual; el Estado, que como espíritu real y orgánico, a) de un pueblo, b) a través de las relaciones de los específicos espíritus nacionales, c) se realiza y se manifiesta en la Historia Universal como espíritu universal del mundo. El Derecho del Estado es el supremo». (G. W. Friedrich Hegel; Filosofía del derecho, 1821)
Esto contrasta con la idea de Estado, de la explicación de su surgimiento y funcionamiento que expresan los marxistas. El propio Marx dedicó una obra entera a criticar estas peligrosas concepciones en su obra: «Crítica a la filosofía del derecho de Hegel» de 1843.
Engels resumiría así el error de Hegel:
«Así, pues, el Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad; tampoco es «la realidad de la idea moral», «ni la imagen y la realidad de la razón», como afirma Hegel. Es más bien un producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del «orden». Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado». (Friedrich Engels; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1884)
La burguesía, por lo tanto trataba de utilizar a través de innegables y prestigiosos sabios como Hegel para santificar su modelo de Estado, su modelo de producción, incluso teorizando que era la síntesis divina sobre la tierra, cuando en realidad era un modelo más progresista que los anteriores –el feudalismo– y producto de las condiciones de su época, pero que obviamente no estaba ni está libre de las contradicciones de clase, y por lo tanto no era lo máximo a lo que la humanidad podía aspirar ni por supuesto algo eterno, final. Hoy nos seguimos encontrando con este tipo de idealización burguesa sobre el capitalismo y sus instituciones:
«Hay que decir una cosa importante al respecto: en el ideario democrático-burgués se ha propagado la noción de que no se puede criticar ningún cuerpo del Estado: ni la policía, ni el ejército, guardia civil, legión, etc., incluso que hacerlo es muestra de un espíritu poco democrático. Presentados como los garantes de la libertad de forma eterna, como aquellos que ejercen de forma indiscutible su desempeño, se exige al ciudadano por tanto, que rinda pleitesía a dichos cuerpos, en un ejercicio de idealización y culto ciego a las instituciones y organismos, creyendo en esto so pena de ser multado o algo peor si se emite una fuerte crítica. Esta idea es francamente ridícula, y es desmontable incluso desde un punto de vista no marxista y mínimamente progresista, cualquier autodenominado «demócrata» comprende que esto no tiene lógica. ¿No es posible que los cuerpos e instituciones tengan fallos, queden desfasados? ¿Cómo entonces un demócrata va a pretender cortar toda crítica seria que implique poner en tela de juicio su desempeño en tal o cual actuación a un organismo como el Congreso o la Audiencia Nacional, a una carta magna como la Constitución Española de 1978 o a unos cuerpos como la policía o los jueces? Si como bien ha demostrado el marxismo la sociedad capitalista tiene fallos importantes y le es imposible escapar de ellos, ¿por qué las clases dirigentes si tan «democráticas» son, pretenden blindar ideológicamente y judicialmente a estas instituciones coartando a sus ciudadanos la libertad de crítica cuando algo funciona o puede funcionar mal? Porque estos cuerpos y organismos claramente defienden sus intereses económicos y políticos. Esa es la razón de que intente crear una cultura favorable a ellos basada en estas ideas. Se intenta eso pese a los escándalos que todos los días suceden dentro del sistema, tramas que no solo denuncian los progresistas, sino hasta los medios reaccionarios –no porque deseen defender la imagen del «sistema democrático plural», sino más bien porque se ven obligados ante el clamor popular que levantan esas tramas y por el oportunismo burgués existente que tiene como fin aupar a una u otra facción burguesa en los puestos a dichos organismos de poder del sistema–». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
Es necesario puntualizar que, como dijo Marx, a la burguesía le resultaría excitante y positiva la dialéctica hegeliana en los primeros momentos ya que glorificaba y sintetizaba el nuevo régimen existente como el producto de una evolución donde lo actual era lo más progresista, pero que conforme el proletariado se empezó a consolidar y a plantear sus luchas, la dialéctica –interpretada como algo cambiante y aplicada a la historia así como a las luchas sociopolíticas– empezó a ser algo incomodo:
«En su forma mistificada, la dialéctica se puso de moda en Alemania porque parecía glorificar lo existente. Su aspecto racional es un escándalo y una abominación para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la concepción positiva de lo existente incluye la concepción de su negación, de su aniquilamiento necesario; porque, concibiendo cada forma llegada a ser en el fluir del movimiento, enfoca también su aspecto transitorio; no se deja imponer por nada; es esencialmente crítica y revolucionaria». (Karl Marx; Palabras finales a la segunda edición alemana del t. I de El Capital, 1873)
Esta fue la razón por la que la burguesía más desesperada preferiría más tarde tomar parte por idealistas-metafísicos más radicales como Schopenhauer que negaban prácticamente todo proceso dialéctico de la historia y hablaban de una repetición continua del proceso existente. En este caso, vemos a un Schopenhauer influenciado por las ideas religiosas asiáticas del «continuo retorno» que era aplicado al colectivo nacional –a los germanos–, algo que en general en la filosofía nacionalista alemana y sobre todo la nietzscheana tendría una razón de ser como en todo nacionalismo: «volver a ser lo que éramos, volver a repetir los epítetos más gloriosos de nuestra historia, pues, ese es nuestro destino». Como se ve he aquí todos los ingredientes que el idealismo proporciona tanto a través de la religión como con en el nacionalismo, dando como resultado en la época del capitalismo moderno, a fenómenos como el fascismo.
En el diccionario filosófico soviético de 1939, y en su segunda reedición de 1946, la definición y análisis sobre la figura de Hegel es clara y no deja lugar a dudas:
«Gran filósofo idealista y dialéctico alemán. Según el sistema del idealismo objetivo –o absoluto– de Hegel, el fundamento del mundo es una cierta «Idea absoluta» objetiva que existe antes de la aparición de la Naturaleza y del hombre. La «idea absoluta», por su naturaleza, es un principio activo: sin embargo, su actividad sólo puede ser expresada en el raciocinio, en el autoconocimiento. La naturaleza dialéctica de la idea constituye el impulso hacia su actividad, a su autoconocimiento. La «idea absoluta» es en sí misma contradictoria, se mueve y cambia, se niega y se transforma en su contrario. En el proceso de su autodesarrollo dialéctico, la «idea absoluta» atraviesa tres etapas fundamentales. La primera es la lógica, cuando la «idea absoluta» actúa todavía en su existencia «premundial», de «pre-naturaleza» en el «elemento del raciocinio puro». En esta fase, la «idea absoluta» se manifiesta como un sistema de conceptos-categorías lógicos, como un sistema de lógica. En la segunda etapa, la «idea absoluta» se transforma en Naturaleza, que es el «otro ser de la idea absoluta». La Naturaleza según Hegel, no se desarrolla en el tiempo, sino que sólo varía eternamente en el espacio. El grado superior del autodesarrollo de la idea es el «espíritu absoluto». En esta tercera etapa, la «idea absoluta» niega la Naturaleza y vuelve a sí misma; su desarrollo se efectúa de nuevo en el terreno del raciocinio, pero ya del raciocinio humano. En esta etapa incluye Hegel el grado de la conciencia individual, el de la conciencia social y el grado máximo cuando la idea en forma de religión, de arte y filosofía llega al final de su autoconocimiento. Hegel estima que la filosofía es una «ciencia absoluta» y considera a su propia filosofía como el grado definitivo del autodesarrollo de la idea. Tal es el sistema filosófico idealista de Hegel. Lo valioso en la filosofía idealista hegeliana es el método dialéctico que la impregna; la afirmación de que la idea se desarrolla sobre la base de contradicciones dialécticas, que en el desarrollo se efectúa el tránsito de los cambios cuantitativos a cambios cualitativos, que la verdad es concreta, que el proceso de desarrollo de la sociedad humana se realiza de acuerdo a leyes y no en virtud del arbitrio del individuo. Sin embargo, la dialéctica hegeliana no está separada de su sistema idealista, sino íntimamente ligada con él. De aquí nació en la filosofía hegeliana una profunda contradicción entre el método y el sistema que la desgarraba. Mientras que su método dialéctico afirmaba que el proceso del desarrollo del conocimiento es infinito, su sistema idealista llevó a Hegel a declarar su filosofía como el final de todo desarrollo y como la verdad, definitiva, acabada de una vez para siempre. El método dialéctico afirmaba que todo se desarrolla de manera dialéctica, y el sistema representaba la Naturaleza como la negación de la dialéctica. Hegel fue el ideólogo de la burguesía alemana de principios del siglo XIX, progresista por las tareas que ante ella se habían planteado, pero pusilánime e inconsecuente, buscando el compromiso con el feudalismo. En gran parte debido a eso, no obstante su genial dialéctica, Hegel declaró la monarquía feudal prusiana como la última y superior etapa del desarrollo de la sociedad humana. La dialéctica hegeliana, a consecuencia de su carácter idealista, está por mucho, desfigurada, mutilada, cubierta de una corteza idealista, del «hegelianismo». Marx y Engels, al crear su doctrina filosófica, el materialismo dialéctico, no tomaron la dialéctica hegeliana tal como fue creada por Hegel, sino que la reelaboraron, poniéndola del todo «sobre los pies». Caracterizando su método dialéctico, Marx y Engels se remiten, con frecuencia, a Hegel, como al filósofo que formuló los rasgos fundamentales de la dialéctica. Pero esto no quiere decir que la dialéctica de Marx y Engels sea idéntica a la dialéctica hegeliana. En realidad Marx y Engels sólo tomaron de la dialéctica de Hegel su «médula racional», desechando la corteza idealista hegeliana y desarrollando la dialéctica para darle una forma científica actual». (Mark Rosental y Pavel Yudin; Diccionario filosófico marxista, 1946)
Según los filósofos soviéticos Hegel «fue un gran filósofo idealista», esto significa que, pese a su idealismo reconocían su transcendencia y sus méritos respecto a sus precedentes, en especial por su método dialéctico contraria a la metafísica tan común entre los filósofos idealistas de entonces. Aquí los soviéticos no lo consideran a Hegel como un «reaccionario feudal frente a los ideales de la burguesía revolucionaria» como dice Kohan, sino como «el representante de la burguesía revolucionaria que intenta aliarse con la nobleza para frenar al proletariado», que es muy distinto. De nuevo en torno al tema de la dialéctica, se comenta, como dijo Stalin y como sentenció el propio Marx, que pese a todo, la dialéctica hegeliana no es igual a la marxista, sino distinta, algo lógico de afirmar, ya que pese al desarrollo de su teoría sobre los distintos estadios de la humanidad y sus cambios –todos ellos mediatizados por el espíritu absoluto o Dios–, así Hegel en numerosas ocasiones tira piedras contra su propio tejado en cuanto a que afirma concepciones que van en contra de su propio sistema dialéctico donde todo está en continuo movimiento. Unos ejemplos. El hecho de proponer que en la etapa histórica del auge de la burguesía se puede alcanzar un raciocinio en el conocimiento y por fin un «conocimiento absoluto», reconociendo a su filosofía como la «ciencia absoluta» –cuando el conocimiento es inagotable porque a cada segundo se crean conocimientos nuevos a conocer–, o al plantear la idea de que el Estado prusiano era el súmmum de la armonía estatal y política –negando las contradicciones de clase de la época y la necesidad de superarlas–. Pasar por encima de estas diferencias sería muy nocivo para un pretendido marxista.
Un gran libro altamente recomendable donde se exponen los méritos y defectos de Hegel es el libro soviético llamado: «Historia de la filosofía; de Sócrates a Scheler» de 1942, el cual dedica tres capítulos a analizar el pensamiento de Hegel, la médula racional de la dialéctica, y la descomposición del hegelianismo.
Muy destacables, dígase de paso, fueron también entre los soviéticos las críticas vertidas al neohegelianismo, como una crítica que venía a decir que los nuevos seguidores de la obra de Hegel se basaban en sus aspectos más conservadores, lo que demostraba el estado de desesperación de la filosofía burguesa del momento:
«El neohegelianismo es una corriente filosófica burguesa contemporánea que fundamenta sus teorías empleando los aspectos conservadores de la filosofía hegeliana, criticando a la vez su sistema idealista objetivo desde posiciones del idealismo subjetivo. Convierte la dialéctica hegeliana en una dialéctica subjetiva y mística, desechando su vivo contenido revolucionario. Los neohegelianos son enemigos furibundos del materialismo dialéctico; en política son reaccionarios, proveedores de teorías que encubren y defienden la dictadura descarada de la burguesía imperialista y la explotación de los trabajadores; el nacionalismo burgués y el chovinismo. El neohegelianismo surgió simultáneamente con el imperialismo. Ya a fines del siglo pasado una serie de filósofos promovió en Inglaterra –Carde– sistemas que unen el idealismo hegeliano con el neokantismo. Aproximadamente desde 1910 algunos neokantianos alemanes –Cohen, Natorp, Kroner, Rickert– comienzan a apartarse de Kant y a pasarse al neohegelianismo, el cual alcanzó su florecimiento en los años posteriores a la primera guerra imperialista mundial, cuando desplazó de la filosofía burguesa al neokantismo y al machismo. El neohegelianismo considera la Filosofía de la Naturaleza y la Filosofía del Derecho como obras fundamentales de Hegel, en las que el lado conservador de su filosofía logra su desarrollo más completo. El neohegelianismo dedica una atención especial a la creación de «teorías» que han de demostrar que el hombre se hace más libre cuanto más conoce a dios; que la nación, el Estado, son entidades eternas, en las que el hombre, como parte integrante, está disuelto y totalmente sometido y por las cuales debe sacrificarlo todo; que el contenido fundamental de la historia de la humanidad es la lucha entre las naciones y no entre las clases. Los neohegelianos critican a Hegel por considerarle «demasiado objetivo». La dialéctica, según Kroner, tiene lugar solamente en el espíritu, en el pensamiento. Su «dialéctica» conduce al irracionalismo. El neohegeliano italiano contemporáneo, Gentile, desenvuelve una teoría idealista subjetiva: sólo existe el sujeto activamente operante; todo lo existente se divide en pensante y pensado; la historia es el producto de la libre creación del espíritu; en el mundo no existen leyes objetivamente válidas; el sujeto activo impone las leyes al mundo. La filosofía de Gentile, el «actualismo», es la ideología del reaccionario, del imperialista, que actúa activamente contra la necesidad histórica. Sigfrido Mark une el neohegelianismo con el neokantismo, creando una «dialéctica crítica». Combate la doctrina dialéctica de Hegel sobre el automovimiento como el resultado de la lucha entre las contradicciones. En su obra, especialmente dirigida contra el marxismo, señala que el materialismo no puede asociarse con la dialéctica. Arturo Libert es el fundador de la dialéctica «trágica». La dialéctica, a la luz de su teoría, refleja el carácter indestructible del antagonismo, de la contradicción entre la realidad y el deber –desde el punto de vista de la burguesía–. Libert expresa la ideología decadente de la burguesía actual que no ve la salida de la crisis general. Lo característico del neohegelianismo, como ideología de la burguesía imperialista, es el no haber sabido, no sólo crear un nuevo sistema filosófico, sino ni siquiera comprender el contenido positivo de la filosofía burguesa de la época del desarrollo progresivo del capitalismo. El neohegelianismo expresa la ideología de la burguesía en la última fase de su existencia, la fase del capitalismo putrefacto y agonizante». (Mark Rosental y Pavel Yudin; Diccionario filosófico marxista, 1946)
Como se ve los neohegelianos de derecha se caracterizaban por negar la dialéctica, la superación de las contradicciones, por proponer el subjetivismo a ultranza, el voluntarismo, por abanderar la mística religiosa del pensamiento hegeliano.
Sobra decir que a autores como Kohan y Lukács que ocultan los defectos de Hegel e intentan ponerlo por encima de reputados marxistas, no tienen otra catalogación que el de neohegelianos como los aquí descritos, si se quiere, «neohegelianos de izquierda», ya que intentan posar como «revolucionarios entendidos de la dialéctica», intentando hacer ver que toda la dialéctica hegeliana es similar a la del materialismo dialéctico de Marx y Engels, o que no habría apenas diferencias reseñables.
2) Es más, ¿los «stalinistas» promulgaron de verdad aquello de que «el marxismo sale de la nada» como Kohan y Lukács achacan?
«En este sentido la filosofía marxista aparece como la negación más completa y más categórica de todas las filosofías anteriores. Pero negar, como lo subraya Engels, no significa pura y simplemente decir «no». La negación implica la sucesión, significa la asimilación, el trabajo crítico y la unión en una síntesis superior de todos los pensamientos de vanguardia, de todas las conquistas progresivas de la humanidad en el curso de su historia». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la filosofía, 1947)
En otro documento soviético, se dice:
«El materialismo histórico nació en la década del cuarenta del siglo XIX. Fue creado por Marx y Engels, grandes sabios y pensadores, maestros y guías de la clase obrera. La aparición del materialismo dialéctico e histórico representó la más grandiosa revolución operada en la ciencia. El materialismo histórico, como el marxismo en general, no podía surgir en cualquier momento ni bajo cualesquiera condiciones. Nació con arreglo a leyes, al calor de las necesidades del desarrollo de la vida material de la sociedad y como resultado de toda la trayectoria anterior de la ciencia, incluyendo la filosofía. (...) Para crear el materialismo dialéctico, Marx y Engels se apoyaron en el viejo materialismo, especialmente en el materialismo de los franceses del siglo XVIII y de Feuerbach, manteniendo en pie lo medular de estas doctrinas, o sea la solución materialista del problema de las relaciones entre el espíritu y la naturaleza, entre la conciencia y la materia. Marx y Engels, desarrollando los postulados del viejo materialismo, crearon una nueva teoría filosófica, el materialismo dialéctico, la concepción científica del mundo del partido marxista de la clase obrera. Marx y Engels crearon la dialéctica materialista, directamente opuesta a la dialéctica idealista de Hegel, extrayendo de ella la médula racional que en la dialéctica hegeliana se escondía bajo una envoltura mística. La dialéctica materialista, el método científico del marxismo, es crítica y revolucionaria hasta sus últimas consecuencias». (Academia de Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)
Parece bastante difícil creer las afirmaciones de estos dos trotskistas como Lucaks y Kohan, que disfrazados de marxistas «adalides de la verdad histórica y guardianes de la pureza» llenan de infundios a los marxistas soviéticos. Lo cierto es que no pasan de ser el uno un Don Quijote húngaro que lanza estocadas contra lo que cree que son molinos, y por otro lado un Sancho Panza argentino que se apunta a cualquier aventura siguiendo a su caballero como buen escudero antistalinista. ¡¿Para qué comprobar si lo que afirma Don Quijote es un nuevo delirio?!
3) ¿Fueron complacientes los soviéticos con una evaluación condescendiente sobre Hegel que pasara por alto sus errores? No.
Ya en 1944 el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética criticó el tercer tomo de la obra «Historia de la filosofía» cuyos autores eran Yudin y Mitin, ya que se ignoraba las diferencias entre la dialéctica hegeliana y la dialéctica marxista:
«Como jefe de OGIZ y director del Instituto de Filosofía, Yudin había apresurado el tercer volumen con la esperanza de ganar un Premio Stalin. Mitin como editor jefe de Pod Znamenem marksizma [Bajo la bandera del marxismo] y subdirector del Instituto de Filosofía había protegido el nuevo volumen de la crítica. Inicialmente tuvieron éxito y ganaron el Premio Stalin. Sin embargo, el elogio del tercer volumen se detuvo bruscamente cuando un artículo editorial en la edición de abril de Bolchevique (N° 7-8, 1944) titulado «Sobre deficiencias y errores al describir la historia de la filosofía alemana de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX», atacó el tercer volumen por no exponer el hecho de que Hegel había sido un flagrante racista y nacionalista alemán. El artículo acusaba a los autores de pasar por alto a Hegel las declaraciones de que las guerras jugaban un papel positivo en la unificación y fortalecimiento de los países, así como su idea de que los alemanes eran el pueblo elegido llamado a gobernar a otros pueblos, aparentemente incluyendo a los pueblos eslavos. El artículo en Bolchevique anunció que el Comité del Premio Stalin había reconsiderado su premio anterior y ahora había decidido que el premio se aplicaba solo a los dos primeros volúmenes». (WGHahn; Política soviética de posguerra, la caída de Zhdanov y la derrota de la moderación, 1946-53, 1982)
El Comité Central del Partido Bolchevique condenó este tercer volumen, y forzó la sustitución de ambos autores en sus respectivos lugares. Quizás estas rectificaciones para Kohan-Lucáks eran un «pecado contra el marxismo por parte del stalinismo». Pero efectivamente los rasgos reaccionarios de Hegel que Mitin y Yudin habían olvidado eran no poca cosa, por lo que fueron relevados de los cargos que ocupaban. Como hemos mencionado en otras obras, hay que analizar la deriva de figuras filosóficas como Yudin que luego fueron parte fundamental en la justificación de las teorías revisionistas del jruschovismo y el maoísmo.
He aquí algunas perlas centrales del pensamiento de Hegel que los neohegelianos de la actualidad pretenden ocultar.
¿Recordar el racismo de Hegel y desalojarlo del pensamiento marxista es un acto equivocado o progresista?:
«El negro representa al hombre natural en toda su barbarie y violencia». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
¿Cuál era la presentación marxista de las llamadas razas? Citemos a un prominente marxista de la época presentando la cuestión, cuya obra incluso fue alabada por el propio Engels:
«El materialismo histórico no descuida en absoluto la raza; por el contrario, la convierte en un concepto claro. Así como no existen razas animales permanentes, tampoco existen razas humanas permanentes; la diferencia está en que las razas animales están sujetas a la ley de evolución natural, mientras que las razas humanas están, a la ley de evolución social. A medida que el hombre se desprende de su conexión inmediata con la naturaleza, se funden y se mezclan más y más las razas naturales; a medida que crece el dominio del hombre sobre la naturaleza las razas naturales se transforman de modo cabal en clases sociales. Y allí donde domina el modo de producción capitalista de producción ya se han disuelto las diferencias raciales o se disuelven día a día, cada vez más, en las contradicciones de clases». (Franz Mehring; Sobre el materialismo histórico y otros ensayos filosóficos, 1893)
¿Limar el pensamiento religioso del hegeliano es otro pecado o un acierto del marxista consecuente?:
«En general hemos de decir que en el interior de África la conciencia no ha llegado a la intuición de una objetividad fija. La objetividad fija se llama Dios, lo eterno, lo recto, la naturaleza, las cosas naturales. (…) Entre los negros es, en efecto, un característico hecho de que su conciencia no ha llegado aún a la institución de ninguna objetividad, como, por ejemplo Dios, la ley, en la cual el hombre está en relación con su voluntad y tiene la intuición de su esencia». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
El pensamiento hegeliano celebra las guerras religiosas de conquista por tener un derecho superior o directamente presupone que si no hay un Estado de derecho como tal, la conquista, anexión y asimilación de otros pueblos por la fuerza es permisible, incluso legítima, epítetos que no se diferencian de cualquier de cualquier ministro alemán colonialista de años posteriores:
«Los distintos Estados se suponen unos a otros como individuos independientes; y la independencia del uno no es respetada sino por cuanto se supone la independencia de los demás. Semejantes relaciones pueden establecerse mediante tratados y los principios jurídicos deben decidir entonces. Pero en la historia universal prevalece un derecho superior. Este superior derecho se verifica también en la realidad, cuando se trata de la relación de los pueblos cultos con las hordas bárbaras. También en las guerras religiosas un bando sostiene un principio sagrado, frente al cual los derechos de los otros pueblos son algo subordinado y no tienen el mismo valor. Así fue entre los mahometanos antaño y, en teoría, aún hoy. También los cristianos, cuando hacían la guerra a los pueblos paganos, para convertirlos, sostenían que su religión les daba un derecho superior. En tales circunstancias no prevalece un derecho o una sinrazón abstractos. Estas circunstancias empero solo se dan donde todavía no ha surgido un estado de derecho propiamente tal. Lo que pasa en semejantes circunstancias no es aplicable a una situación de verdadera independencia recíproca de los Estados. Inversamente, lo que rige en el supuesto de un estado de derecho no puede ser aplicado a un estado que todavía no puede llamarse estado de derecho». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
¿Acaso un marxista debía de transigir y olvidarse que Hegel tenía un pensamiento idealista sobre el esclavismo como algo que no es percibido como negativo para los propios esclavos?
«La única conexión especial que los negros han tenido con los europeos, es la de la esclavitud. En esta no ven los negros nada inadecuado. (…) Para el ejercicio de la libertad se necesita cierta madurez. La eliminación progresiva de la esclavitud es, pues, más conveniente que su súbita abolición». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
¿Acaso debemos olvidarnos de la tesis de los «pueblos sin historia» hecha para satisfacer al nuevo nacionalismo alemán emergente?:
«China y la India se hallan todavía, por decirlo así, fuera de la historia universal; son la suposición de los momentos cuya conjunción determina el progreso viviente de la historia universal». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
Pongamos otro ejemplo:
«El que quiera conocer manifestaciones terribles de la naturaleza humana, las hallará en África. Lo mismo nos dicen las noticias más antiguas que poseemos acerca de esta parte del mundo; la cual no tiene en realidad historia. Por eso abandonamos África para no mencionarla ya más. No es una parte del mundo histórica; no presenta un movimiento ni una evolución, y lo que ha acontecido en ella, en su parte septentrional, pertenece al mundo asiático y europeo. (...) Lo que entendemos propiamente por África es algo aislado y sin historia, sumido todavía por completo en el espíritu natural, y que solo puede mencionarse aquí, en el umbral de la historia universal». (G. W. Friedrich Hegel; Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, 1830)
¿Es permisible ignorar por tanto algo tan importante a superar por el marxismo del hegelianismo como la idea supremacista de que existen «pueblos elegidos»? No por casualidad uno de los filósofos más reaccionarios decía:
«Los alemanes somos hegelianos, aunque Hegel no hubiera existido nunca, en la medida en que –en contra de todos los latinos– atribuimos instintivamente al desarrollo y a la evolución un significado más profundo, un valor más rico que a lo que «es» –por eso apenas creemos en la legitimidad de la noción de «ser»–». (Friedrich Nietzsche; La gaya ciencia, 1882)
Cuando algunos pretendidos marxistas querían pasar por alto esto, cuando permitían este «olvido accidental», de ahí precisamente nacieron todas las desviaciones nacionalistas que ha visto el marxismo en nombre de Marx y Engels.
«El nacionalismo tiene su origen en la premisa falsa y reaccionaria de que los pueblos están divididos en razas superiores e inferiores, «perfectas» e «imperfectas», y que las razas «superiores» deben dominar a las otras. Una forma especialmente detestable y odiosa de nacionalismo burgués es el racismo, que divide a los pueblos en gobernantes «natos» y esclavos. (…) Bajo la bandera del nacionalismo, los imperialistas traman conspiraciones contra la libertad y la independencia de los pueblos, organizan guerras de rapiña, inflaman conflictos nacionales entre los trabajadores, y saquean y oprimen a los pueblos coloniales. El nacionalismo es al arma viciada que utiliza la burguesía en su aplicación del viejo principio de los esclavistas «divide y vencerás». (S. Titarenko; Patriotismo e internacionalismo, 1950)
Años después Engels diría por ejemplo a los revolucionarios que tenían esas concepciones hegelianas-mesiánicas sobre el destino de los pueblos:
«No tenemos porqué compartir esta visión con ellos su ilusión. El tiempo de los pueblos elegidos ha pasado para siempre». (Friedrich Engels; Acerca de la cuestión social en Rusia, 1894)
Esta cita de Engels junto a comentarios similares de sus obras tiran por la borda toda la adhesión a la teoría hegeliana de los «pueblos sin historia» con la que el nacionalismo alemán pretendía justificar su expansión y primacía en detrimento de otros pueblos. Esto tiene una importancia cardinal en el marxismo a la hora de diferenciarlo del hegelianismo, ya que recordemos Marx y Engels estuvieron influenciados por tal corriente en su juventud, no por casualidad cualquiera puede consultar los epítetos ridículos de ambos genios opinando sobre los nórdicos, latinos o eslavos cuando estaban influenciados por el hegelianismo, que en esta cuestión no puede decirse que se diferencie nada del nacionalismo más ramplón de la época.
La historia ha demostrado que diversos pueblos igual que han tenido un brillante bagaje en un pasado lejano pueden volver a tenerlo, y otros que nunca lo tuvieron pueden constituir grandes aportes a la humanidad, siendo la teoría hegeliana un fraude, como Marx y Engels finalmente vieron no sin razón. Los propios Marx y Engels se apartaron de estas teorías que habían adquirido en un principio al partir precisamente de la rama del hegelianismo de izquierda. Esto puede verse claramente desde sus primeros artículos hasta los artículos de la década de 60 del siglo XIX: se puede vislumbrar en concreto en el cambio de opiniones en la cuestión nacional en Polonia, Irlanda a la cual ahora lejos de ser reticentes daban un apoyo consciente, en el interés en el estudio de la historia de otros países como España y en la indagación de sus virtudes históricas, en la cuestión de Alsacia-Lorena y Shleswig posicionándose a favor de un referéndum entre la población o en las investigaciones histórico-sociales y la valoración positiva del potencial revolucionario de Rusia, posiciones, todas ellas, que marcarían su propio pensamiento patriota/internacionalista e influenciaría a los siguientes revolucionarios como Lenin.
Todos los pseudomarxistas que por ejemplo en la actualidad pretenden que los rusos son el pueblo elegido para la próxima revolución por el mero hecho de haber escrito una página gloriosa para la humanidad en un momento determinado de la historia, son idealistas, románticos, mecanicistas pero no marxistas. No hablemos ya de aquellos rusófilos que creen que de las ruinas de lo que una vez fue antaño el socialismo en Rusia hoy existe algún atavismo de socialismo en la mafia que es hoy el capitalismo de la Rusia de Putin, esas criaturas no merecen más que nuestra pena.
4) ¿Hubo polémicas sobre el hegelianismo en la URSS? Ciertamente sí, de otro modo mal señal hubiera sido si en la URSS no hubiese habido grandes polémicas filosóficas, esto lastra precisamente las acusaciones de dogmatismo y falta de libertad para expresar una posición no oficial.
En 1946 se publicó «Historia de la Filosofía Europea Occidental», la obra de Aleksándrov, que en principio fue bien recibida por la crítica. En una conferencia de filósofos Zhdánov atacó la obra de Aleksándrov por sus múltiples deficiencias para un pretendido manual de filosofía.
Expliquemos algunas de las críticas trayendo parte de su discurso, para no faltar a la verdad:
a) «El autor [Aleksándrov] imagina la historia de la filosofía y el progreso de las ideas y de los sistemas filosóficos como una evolución regular por la acumulación de cambios cuantitativos. Da la impresión de que el marxismo ha aparecido simplemente como el continuador de las doctrinas progresivas anteriores, entre las cuales se cuentan en primer lugar el materialismo francés, la economía política inglesa, y la escuela idealista de Hegel.
El autor dice en la página 475 que las teorías filosóficas formadas antes de Marx y Engels, aunque a veces hayan contenido grandes descubrimientos, no han sido sin embargo consecuentes y científicas hasta el fin en todas sus deducciones. Tal definición no distingue al marxismo de los sistemas filosóficos premarxistas sino [que lo encuadra] como una teoría consecuente y científica hasta el fin en todas sus deducciones. Así, pues, la diferencia entre el marxismo y las teorías filosóficas premarxistas consistiría solamente en que esas filosofías no habrían sido consecuentes y científicas hasta el fin y que los viejos filósofos únicamente se habrían «engañado».
Como veis, no se habla aquí, más que de cambios cuantitativos. Pero eso es una concepción metafísica. La aparición del marxismo fue un verdadero descubrimiento, una revolución en la filosofía. Evidentemente, como todo descubrimiento, como todo salto hacia adelante, toda ruptura en la progresión, todo paso a un nuevo estado, no se ha podido producir este descubrimiento sin una previa acumulación de cambios cuantitativos, que en el caso presente, son las aportaciones de la filosofía antes de los descubrimientos de Marx y Engels. Está claro que el autor no comprende que Marx y Engels han fundado una nueva filosofía, cualitativamente diferente de todos los sistemas precedentes, por progresivos que fuesen.
Son bien conocidas las relaciones de la filosofía de Marx con todas las precedentes y la revolución que ha provocado el marxismo en la filosofía, haciendo de ella una ciencia. Es todavía más extraño que el autor no concentre su atención, en modo alguno, en lo que ha aportado de nuevo y de revolucionario el marxismo con relación a los sistemas filosóficos anteriores, sino en lo que le une a la filosofía premarxista. Sin embargo, Marx y Engels habían dicho que sus descubrimientos significaban el fin de la vieja filosofía.
«El sistema de Hegel ha sido la última forma, la más acabada de la filosofía, en tanto se conciba a ésta como una ciencia aparte, dominando a las demás. Con él ha naufragado toda la filosofía. No ha sobrevivido más que el método de pensamiento dialéctico y la concepción de todo el mundo natural, histórico e intelectual, como un mundo en perpetuo movimiento, en cambio perpetuo, sometido a un proceso constante de nacimiento y de destrucción. Ya no es solamente a la filosofía sino a todas las ciencias a las que incumbe la obligación de descubrir en cada esfera particular las leyes de ese proceso de perpetua regeneración. He ahí en qué se resume la herencia dejada por Hegel a sus sucesores». (Friedrich Engels; AntiDhüring, 1878)
No hay duda de que el autor no comprende el proceso histórico concreto del desarrollo de la filosofía. Una de las debilidades esenciales del libro, si no la principal, consiste en ignorar el hecho de que en el transcurso de la historia, no solamente ha cambiado la manera de considerar tal o cual problema filosófico, sino el círculo mismo de esos problemas, que el objeto mismo de la filosofía ha sido sometido a una transformación perpetua, lo que está en plena conformidad con la naturaleza dialéctica del conocimiento humano y debe ser evidente para todo verdadero dialéctico». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la filosofía, 1947)
b) «La originalidad de la evolución de la filosofía consiste en que a partir de ella, a medida que se ha efectuado el desarrollo de los conocimientos científicos de la naturaleza y de la sociedad, se han multiplicado una tras otra las ciencias positivas. En consecuencia, el dominio de la filosofía se ha ido reduciendo de manera continua, en función del desarrollo de las ciencias positivas –observemos por otra parte que no ha terminado el proceso, incluso en la época actual– y esta emancipación de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias sociales representa un progreso tanto para éstas como para la filosofía misma.
Los creadores de los sistemas filosóficos de otro tiempo que aspiraban al conocimiento de la verdad absoluta en última instancia no han podido contribuir al desarrollo de las ciencias de la naturaleza porque las momificaban en sus esquemas, tendían a situarse por encima de la ciencia, imponían a la viviente conciencia humana, conclusiones dictadas, no por la vida real, sino por las necesidades del sistema. En esas condiciones, la filosofía se transformaba en un museo en el que se amontonaban los hechos, las deducciones, las hipótesis, más diversas, y las simples quimeras. Si, a pesar de todo, la filosofía podía servir para orientar el pensamiento, para la especulación, era impropia como instrumento de acción práctica sobre el mundo, como instrumento de conocimiento del mundo.
El último de los sistemas de ese género fue el de Hegel que intentó poner en pie una construcción filosófica que subordinaba todas las otras ciencias, obligándoles a permanecer en el lecho de Procustes de sus propias categorías. Con la esperanza de resolver todas las contradicciones Hegel se puso también en contradicción radical con el método dialéctico que había presentido sin comprenderle y que, en consecuencia, aplicaba de manera falsa. Sin embargo:
«Cuando hubimos comprendido que exigir de la filosofía la resolución de todas las contradicciones significaba exigir que un solo filósofo hiciera lo que era capaz de cumplir toda la humanidad en su desarrollo progresivo, cuando hubimos comprendido eso, fue el fin de la filosofía en la vieja acepción de la palabra. Dejamos en paz a «la verdad absoluta», inaccesible por este camino y para un hombre aislado y nos esforzamos en alcanzar verdades relativas accesibles para nosotros por el camino de las ciencias positivas y en coordinar sus resultados por medio del método dialéctico». (Friedrich Engels; Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, 1886)
Los descubrimientos de Marx y Engels representan el fin de la antigua filosofía, es decir, el fin de la filosofía que aspiraba a una explicación universal del mundo. Las fórmulas confusas del autor ocultan la enorme importancia revolucionaria del genial descubrimiento de Marx y Engels, acentuando lo que une a Marx a las filosofías anteriores sin mostrar que con Marx comienza un período completamente nuevo de la historia de la filosofía, la filosofía científica». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la filosofía, 1947)
c) «Para casi todos los viejos filósofos, Aleksándrov encuentra la oportunidad de una palabra afectuosa. Y cuanto más eminente es el filósofo burgués, mayor es la alabanza. Todo ello conduce a que el camarada Aleksándrov, acaso sin sospecharlo él mismo, se muestre como el esclavo de los historiadores burgueses de la filosofía, que tienen por principio ver ante todo en cada filósofo en primer lugar un colega, y solamente después un adversario. Si se desarrollaran tales concepciones entre nosotros, nos conducirían inevitablemente al objetivismo, al servilismo con respecto a los filósofos burgueses y a la exageración de sus méritos, a despojar nuestra filosofía de un espíritu militante y ofensivo, significaría separarse del principio fundamental del materialismo de su toma de posición. Sin embargo, Lenin nos ha enseñado que:
«El materialismo implica, por así decir, la toma de posición, puesto que obliga, para la apreciación de cada hecho, a colocarse abierta y francamente en el punto de vista de un grupo social determinado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin: El contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve, 1895)
La exposición de las ideas filosóficas está hecha en el manual de la manera abstracta, objetivista, neutra. Las escuelas filosóficas aparecen en el libro una tras otra o una junto a otra, pero no en lucha una con otra. También eso es un «homenaje» al academismo, a la «tendencia» universitaria. En esas condiciones se ve que no es una casualidad si la exposición del principio de la toma de posición en filosofía ha sido para el autor un fracaso completo; como ejemplo de toma de posición en filosofía, el autor cita la filosofía de Hegel, e ilustra la lucha de las filosofías antagónicas con la lucha de los principios reaccionarios y progresivos en el interior de Hegel mismo. Tal procedimiento de demostración no es solamente eclecticismo objetivista, es más que eso un embellecimiento de Hegel, en la medida en que por ese medio se quiere demostrar que su filosofía contiene tantos elementos progresivos como elementos reaccionarios.
Para terminar con esta cuestión, añadiré aún que el método recomendado por Aleksándrov para juzgar los diferentes sistemas filosóficos, comentando él que:
«Hay debilidades al lado de los méritos». (Georgi Aleksándrov; Historia de la Filosofía Europea Occidental, 1946)
O bien:
«Tal teoría tiene una gran importancia». (Georgi Aleksándrov; Historia de la Filosofía Europea Occidental, 1946)
Peca por su extrema imprecisión, es puramente metafísico y sirve solamente para enmarañar la cuestión. Es incomprensible por qué ha sido preciso que Aleksándrov rinda homenaje a las tradiciones académicas de las viejas escuelas burguesas y haya olvidado el principio fundamental del marxismo que exige la intransigencia con el adversario.
Otra observación más. El estadio crítico de los sistemas filosóficos debe estar orientado. Las ideas filosóficas desde largo tiempo muertas y enterradas no merecen mucha atención. Por el contrario, es preciso criticar con un vigor particular los sistemas y las ideas que a pesar de su carácter reaccionario están vigentes y son utilizadas hoy por los enemigos del marxismo. Este es el caso en particular del neokantismo, de la teología, de las formas antiguas y modernas del agnosticismo, de los esfuerzos para introducir de nuevo, de contrabando, Dios en las ciencias naturales contemporáneas, y otros guisotes cuyo objeto es el maquillar, arreglar y dejar más presentable la averiada mercancía metafísica. Tal es el arsenal puesto hoy en circulación por los lacayos filosóficos del imperialismo para sostener a su amo en plena ruina». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la filosofía, 1947)
d) «En estudios filosóficos nos invita a comenzar por superar esta insuficiencia por medio de esas publicaciones, donde de tiempo en tiempo, aparezcan desde ahora, sobre todo en las revistas, artículos de carácter filosófico que presenten un interés científico y social.
Los temas de estudio de nuestro principal establecimiento filosófico, el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias, de nuestras cátedras, etc., presentan la misma pobreza.
El Instituto de Filosofía, a mi juicio, presenta un cuadro bastante desolador; no reúne a los trabajadores de la periferia, no tiene ligazón con ellos y por ello no tiene de hecho el carácter de una institución nacional. Los filósofos de provincia están abandonados a sí mismos y representan, como veis, una gran fuerza desgraciadamente sin empleo. Los temas de estudio, incluyendo los trabajos presentados para la obtención de los grados universitarios, están vueltos al pasado, hacia temas históricos sin dificultad, y poco comprometedores, del género de: «La herejía de Copérnico en otro tiempo y hoy». (Animación en la sala) Eso conduce a un cierto renacimiento escolástico. Desde ese punto de vista la discusión que ha tenido lugar aquí a propósito de Hegel es bastante extraña. Los que han participado en ella han descubierto el Mediterráneo. Hace largo tiempo que está resuelta la cuestión de Hegel. No hay ninguna razón para plantearla de nuevo, no se ha producido aquí nada que no haya sido comentado y juzgado. La discusión misma ha sido enfadosamente escolástica, y tan poco fecunda como en su tiempo en ciertos círculos, la cuestión de saber si era preciso persignarse con dos o tres dedos, o también si Dios podía crear una piedra que no podía levantar, y si la madre de Dios era virgen. (Risas). Los problemas de la actualidad contemporánea casi no se estudian». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la filosofía, 1947)
¿Qué desviaciones nos habla entonces el autor soviético Zhdánov? ¿Qué puntos fustigaba el autor soviético de los neohegelianos abiertos o encubiertos? ¿Qué lecciones podemos sacar si lo extrapolamos a nuestros días?
a) Se criticaba el no comprender que la historia de la filosofía ha sido y sigue siendo una sucesión continua de luchas entre materialismo e idealismo, entre dialéctica y metafísica. Abordar la cuestión filosófica como si se tuviese que hablar de su historia y desarrollos de forma «neutral», meramente descriptiva, cuando no simpatizando en la exposición con casi todas las corrientes no es marxista, el deber de un marxista es analizar los desarrollos de la filosofía desde un prisma de clase proletario, el «objetivismo burgués» lejos de ayudar no contribuye sino a confundir más a la gente que tiene dudas en el tema filosófico, y en ocasiones es un muy agudo disfraz de ingenuidad que los oportunistas utilizan conscientemente para presentar a sus ídolos. Es común ver la reconciliación con los autores reaccionarios y exagerar sus aportaciones; si bien es cierto que el marxismo debe asimilar todo lo progresista, no menos cierto es que debe desechar todo lo reaccionario de la obra de un filósofo, sopesar sus virtudes y defectos acorde a una época, pero la tendencia de muchos pseudomarxistas es ignorar los defectos de la figura –sobre todo cuando sobrepasan a los méritos– y contentarse con «recuperar» lo que ellos creen que es positivo –que a veces ni siquiera es cierto que ese rasgo que ellos ven sea progresista y positivo–.
b) El marxismo no es una escuela filosófica más que simplemente parte de las anteriores, su irrupción fue toda una revolución; si bien es cierto su aparición no surge de la nada porque responde a un contexto histórico concreto y que por tanto para su aparición fueron necesarias las escuelas filosóficas precedentes, no menos cierto es que su esencia y aportes se diferencian cualitativamente de todas las escuelas precedentes. El marxismo no intenta interpretar el mundo sino que busca transformarlo en beneficio de las clases trabajadoras, de las mayorías. El marxismo no es la filosofía de una élite, es la filosofía de proletarios y trabajadores que tienen la necesidad y obligación de aprender a usar sus herramientas bajo la dirección de la vanguardia proletaria para que así puedan llegar a sus metas emancipadoras. El marxismo no acepta que sepas de memoria ciertos axiomas, sino que debes conocerlos y además saber aplicarlos en el día a día, te «obliga», o mejor dicho instiga, a que compruebes por tu cuenta cada cosa, para que sepas comprender y desenvolverte dentro de la problemática que genera la dialéctica. A diferencia de los sistemas filosóficos precedentes no pretende «elevarse por encima del resto de las otras ciencias»; sino que es un método que penetra todas las ciencias naturales y sociales, siendo precisamente las ciencias naturales la confirmación de que la naturaleza se comporta de forma dialéctica.
c) Se pretendía combatir la mala praxis de que cuando se realiza un trabajo que requiere de una labor de investigación, recopilación de fuentes, datos y demás, esta se elude o se acorta, y en su lugar se acude a declaraciones breves y formales de algo que se ha aceptado colectivamente o que el sujeto simplemente cree a fuerza de fe, sin contrastar lo más mínimo, propagando una visión del marxismo y análisis fundamentados en deseos, sentimientos y fantasías, sustituyendo por tanto el materialismo dialéctico e histórico por el idealismo subjetivista y la metafísica más vulgar. También se pretendía luchar contra el espíritu escolástico de los trabajados, es decir, se criticaba el dedicarse a cuestiones ya resueltas las cuales no merecían gastar más energías o que directamente eran temas que carecían de interés y utilidad para las luchas actuales del proletariado.
d) Se fustigaba la indolencia en la formación ideológica, ya que habiendo un torrente de información cada vez mayor, pudiendo acceder a un material mucho más extenso del que pudieron disponer los viejos revolucionarios, en condiciones materiales y represivas en ocasiones mucho más delicadas, se volvía algo imperdonable. Actualmente muchos de los actuales pretendidos marxistas prefieren excusarse en la falta de tiempo para no adquirir más conocimientos, ni para aportar su grano de arena al movimiento, en un espíritu de autosatisfacción repulsivo.
e) Se subrayaba la importancia contra la ideología de la burguesía, que usa toda su superestructura para realizar una labor de presión ideológica, la cual no cesa ni un momento, incluyendo la reproducción de viejas ideología bajo nuevas banderas, tratando de pasar de contrabando su mercancía. Actualmente puede verse como en especial la cultura lumpen ha hecho estragos entre el proletariado y toda la capa de trabajadores, especialmente entre la juventud. Una ideología que sin nacer directamente del seno de la burguesía tiene ecos con los peores vicios de la burguesía, como no podía ser de otra forma, ya que la lumpen burguesía tiene nexos con la propia burguesía, valiéndose la segunda de la primera como elemento mercenario y como vector cultural para hacer degenerar a las capas trabajadores. El elemento que actualmente elude prestar atención a las formas de pensar y actuar diseñadas o santificadas por la burguesía para despistar o adormecer a los revolucionarios, es que no debe ser considerado como un revolucionario serio, y muy seguramente de forma no confesa guarde un apego a esa forma de vida y pensar, por ello su reticencia a su condena. De igual forma las abundantes corrientes y sectas intelectualoides salen como hongos después de la lluvia, cada nueva, apoyándose en un autor anterior más decadente para impulsar su «neoideología», luchando por ser más los más «originales», y colocándose más por encima de la realidad existente y lejos de las necesidades verdaderas de las masas trabajadoras.
6) Una de las críticas necesarias a la dialéctica de Hegel, es que sí, obviamente concebía un devenir en la historia, pero siempre supeditado a un concepto idealista-religioso. De la misma forma, Hegel negaba el papel de las masas en la historia, pensando en la clásica teoría idealista de que las personalidades hacen la historia, y éstas a su vez son guiadas por ese «espíritu universal» –es decir Dios–, de nuevo una concepción idealista, voluntarista y subjetivista, anticientífica:
«El filósofo idealista alemán Hegel intentó exponer la historia de la humanidad como un proceso necesario, de desarrollo, progresivo y contradictorio, basado, según él, en el desarrollo de un «espíritu universal», fruto de su propia lucubración. Hegel suplantaba el nexo real entre los fenómenos históricos por un nexo sacado de su propia cabeza, extraído del arsenal de su propia filosofía, con lo cual mistificaba las leyes reales de la historia. No debe desconocerse, sin embargo, que este filósofo sometió a crítica las concepciones subjetivas en torno a la historia y se esforzó por descubrir bajo los acontecimientos históricos causas más profundas que las simples ideas, los designios y la voluntad de estas o las otras personalidades históricas. (...) Algunos historiadores, filósofos y sociólogos burgueses han criticado la concepción idealista subjetiva de la historia y del papel de la personalidad en ella desde el punto de vista del idealismo objetivo. Han intentado explicar el curso de la historia como un proceso necesario y sujeto a ley, encontrar los nexos internos que unen los fenómenos sociales, y se han manifestado en contra de la idea subjetiva que atribuye a la personalidad un papel determinante en la historia. Pero también los idealistas objetivos deforman la historia. En primer lugar, caen en el extremo contrario, por cuanto que niegan de plano la influencia de la personalidad en la marcha de los acontecimientos históricos, dejándose llevar del misticismo, del fatalismo. En segundo lugar, los partidarios del idealismo objetivo, como todos los idealistas, niegan el papel decisivo de las masas populares en la historia. Para ellos, las personalidades y los pueblos actúan como juguetes en manos de fuerzas sobrenaturales, en manos del «destino». La concepción fatalista del desarrollo histórico se halla vinculada en gran parte a la concepción religiosa del mundo, reflejada en la frase según la cual «el hombre propone y Dios dispone». Es ésta la concepción fatalista del proceso histórico a que lleva Hegel en su Filosofía de la historia. Este filósofo trata de descubrir las leyes que rigen el desarrollo social y critica la simplista concepción de los subjetivistas de su tiempo, pero ve el fundamento del proceso histórico en el «Espíritu universal». Llama a los grandes personajes históricos los «representantes del Espíritu universal»; el «Espíritu universal» se vale de ellos como instrumentos suyos, sirviéndose de sus pasiones para alcanzar el grado históricamente necesario de su desarrollo. Los pueblos y los grandes hombres, reducidos así a instrumentos del Espíritu universal, de Dios, son impotentes para cambiar en nada el curso de las cosas, «predestinado» por él. Y así, Hegel y sus partidarios caen en el fatalismo y condenan a los hombres a la inacción, a la pasividad». (Academia de Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)
¿Qué podemos concluir sobre el trato de los soviéticos a Hegel? Ni más ni menos que estaba dentro de lo que históricamente el marxismo lo había considerado.
Es más, ¿quién fue realmente quién negó los aportes de Hegel al marxismo? Pues fue el propio Lukács, que como buen neohegeliano se quedó con su reverso reaccionario mientras negaba sus aportes progresistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Las sandeces de Kohan y Lukács sobre la figura Hegel y su evaluación en la filosofía de la URSS, 15 de septiembre de 2018)
Aporte al debate hegeliano.♧♧
ResponderEliminarEn el libro "La Lógica de Hegel y el Marxismo", publicado el año 2009, se hizo un estudio exhaustivo de la lógica objetiva de G. W. F. Hegel; esta materia es el contenido del volumen primero de "La Ciencia de la Lógica", obra cumbre del filósofo alemán. Nuestro trabajo se estructuró de la siguiente manera. En primer lugar, se tomó el texto de Hegel como punto de partida, ya sea mediante una cita textual, un resumen o un extracto; después, se intentó dar [luz] a la oscuridad hegeliana la mayor inteligibilidad posible con el propósito de obtener la médula del pensamiento del filósofo; por último, se colocó sobre los pies ese núcleo esencial mediante el rescate del contenido racional de los postulados hegelianos. En este Resumen presentamos tanto el pensamiento de Hegel como la interpretación marxista del mismo completamente decantados, separados de todo el complicado aparato intelectivo utilizado para llegar a ellos, pero sin alterar para nada su esencia. De esta manera, queremos hacer accesible nuestro trabajo a una cantidad más grande de lectores. Vivimos una época de dominio absoluto de la filosofía idealista y de la lógica tradicional.
Pareciera ser que la ciencia, que ha alcanzado metas superlativas, se la pudiera pasar muy bien sin el método dialéctico y la ontología hegelianas. Pero esto es completamente erróneo. Si echamos una mirada, aunque sea muy superficial, sobre las producciones científicas modernas, nos encontramos con una deslumbrante apariencia tras la cual se oculta la ignorancia más aterradora. La física y la cosmología actuales, que han producido resultados muy brillantes, están sin embargo gravadas por el pesado lastre de teorías absurdas, como la de la relatividad, la creacionista "bigbang" y la de la metafísica cuántica. Esto ha impedido que, en la época de la revolución tecnológica más profunda de la historia, se logre formular una visión científica del Universo, y en lugar de ello se hayan generado concepciones metafísicas, en última instancia teísticas, envueltas en cualquier enredada fórmula matemática, esencialmente falsa, como la ecuación de campo de Einstein, los “teoremas” de Stephen Hawking y Penrose, etc., que llevan indefectiblemente a la fabricación de universos absurdos, inverosímiles, tanto o más que los de las cosmologías de las diversas religiones y de las más anticuadas filosofías. La lógica objetiva de Hegel es la ontología más completa que el pensamiento humano haya producido, pero en la forma invertida de una sustancia espiritual. Vuelta sobre los pies, conforme a la prescripción marxista, obtenemos la ontología materialista-dialéctica que es el fundamento de la teoría científica del Universo. La reivindicación de la filosofía de Hegel, principalmente de su lógica objetiva, es un prerrequisito para que la teoría marxista pueda dar cima a la tarea de discurrir una concepción genuina del saber científico del Universo.
El autor del libro que se menciona al principio del comentario es de Gabriel Robledo Esparza.
ResponderEliminar"Rosa Luxemburgo es una de la grandes figuras del proletarado internacional, un "águila" -como la llamaba Lenin-. En un momento de descomposición política de la II Internacional y del Partido social-demócrata alemán, sacudido por la I Guerra Mundial, Luxemburgo mantuvo en pie de manera consecuente a los obreros alemanes, a los que condujo hasta las puertas mismas de la revolución. Además impulsó entre los marxistas alemanes el estudio de las obras de Marx y Engels, a cuyo acerbo contribuyó con originales aportaciones llenas de sagacidad. Fue de las primeras en combatir las tendencia revisionistas dentro de la social-democracia alemana. Por todo ello fue cobardemente asesinada por los mismos socialdemócratas alemanes, sus compañeros de partido, aupados por la burguesía al poder para ejecutar el trabajo sucio.
ResponderEliminarSin embargo, sus ideas no captaron la nueva etapa en la que entraba el capitalismo y las limitaciones de su pensamiento lastraron también la consolidación del Partido Comunista Alemán que en sus orígenes acuñó la expresión luxemburguismo como sinónimo de influencia negativa en determinados aspectos decisivos. Fundamentalmente estos aspectos concernían a la noción de imperialismo, a la concepción del partido como vanguardia dirigente, a la cuestión nacional y a los campesinos como fuerza de reserva revolucionaria."
(Otra valoración de Rosa L.)