sábado, 28 de febrero de 2015

Los problemas de la clase obrera y las masas populares en el capitalismo son los mismos que los de hace décadas, su no solución arrastran a las masas al interés por las luchas reivindicativas y la revolución misma


«La lucha de los obreros, en el período actual, sé dirige especialmente contra las consecuencias de la crisis económica, cuyo peso trata de descargar la burguesía sobre las espaldas de la clase obrera. Contra esta injusticia y esta nueva forma de saqueo se han levantado las masas trabajadoras, que exigen que este peso no caiga sobre ellas, sino sobre los patrones. Luchan por conservar sus puestos de trabajo y el nivel del salario real, contra la inflación y la carestía de la vida, por el aumento de los fondos destinados a la salud pública, a la enseñanza, a la asistencia social, etc.

En este diario enfrentamiento entre la clase obrera y la burguesía, se pone al descubierto y se desenmascara también la demagogia social y política del capitalismo, el oportunismo y la actividad de sabotaje de la socialdemocracia, del revisionismo y de los sindicatos dirigidos por ellos. Esta indignación y esta rebeldía que golpea en diversas formas e intensidad a la burguesía capitalista y revisionista es al mismo tiempo un golpe directo y contundente contra las tenebrosas fuerzas belicistas, que pretenden destruir a la humanidad.

Hoy la clase obrera en los países capitalistas y revisionistas se encuentra atada por numerosas cadenas que el Estado burgués y los diversos partidos han echado sobre ella. Pero esta situación no puede durar eternamente. La agudización de las contradicciones entre el trabajo y el capital y, en general, la opresión capitalista e imperialista hacen que se eleve rápidamente la conciencia política y de clase del proletariado y que éste tome conciencia de que es posible liberarse de la opresión y la explotación sólo mediante la lucha de clases, sólo mediante la revolución.

Actualmente y de manera paralela a la intensificación y la ampliación de la lucha de la clase obrera, se observa un despertar general de los pueblos oprimidos, un reforzamiento de los sentimientos nacionales y una mayor ansia de libertad, de independencia y soberanía por parte de éstos». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

Si bien las potencias imperialistas temporalmente se unen para defender intereses en común, eso no los exime de sus propias contradicciones interimperialistas


«Naturalmente, al constatar que la rivalidad entre las superpotencias y la exacerbación de sus contradicciones mutuas constituye la principal fuente de los actuales conflictos internacionales y del peligro de guerra, no podemos dejar de observar sus tentativas de entablar compromisos y de llevar a cabo componendas e incluso de formar alianzas provisionales. A los choques y conflictos entre los imperialistas como tendencia, siempre han correspondido los esfuerzos por entenderse a expensas de los pueblos.

Pero entre los Estados imperialistas jamás puede existir una atmósfera de confianza mutua. Dada su naturaleza agresiva actuarán abierta o secretamente los unos contra los otros. Esta es la dialéctica de las relaciones entre los imperialistas». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

Los verdaderos revolucionarios no aplican la política burguesa de resguardarse bajo el paraguas de un imperialismo para combatir a otro imperialismo


«Los intereses de las superpotencias y de los 
pueblos no coinciden ni convergen en ningún momento y en ningún caso. Para que viva el imperialismo los pueblos deben vivir esclavizados, para que los pueblos se liberen debe ser destruido el imperialismo.

Es extremadamente peligrosa y debe ser combatida hasta el fin la política de las clases reaccionarias, quienes, para conservar su poder y engañar a las masas, se apoyan en uno o en otro Estado imperialista, presentando a uno como bueno y a otro como malo, a uno como sostenedor de los pueblos y a otro como enemigo de ellos, a uno 
como defensor de la paz y a otro como incitador de la guerra. Las superpotencias, cada una por separado y todas en conjunto, son los más feroces enemigos de la libertad y de la independencia de los pueblos, defensores y garantes de los regímenes reaccionarios, sostenedores del yugo nacional y extranjero y de las riñas y conflictos entre las naciones. Su política representa el peligro directo de lanzar a la humanidad a una tercera guerra mundial». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

miércoles, 18 de febrero de 2015

Desmontando el supuesto giro y renuncia a los principios del VIIº Congreso de la Komintern de 1935


«
En el curso de toda su existencia de 24 años, en la Komintern se observó una actitud leninista, consecuente, neta y cortante respecto a los partidos socialdemócratas, consideró siempre al socialdemocratismo como una variante de la ideología burguesa y a los partidos socialdemócratas como los partidos obreros burgueses, como el apoyo principal del capital monopolista para mantener a las masas trabajadoras bajo su yugo. Por lo tanto bajo las enseñanzas de Lenin y la experiencia del movimiento obrero internacional, la Komintern puso en evidencia claramente los objetivos políticos de la socialdemocracia como portadora de la influencia burguesa en el seno del movimiento obrero, objetivos que pretendían desviar al proletariado de su lucha revolucionaria, saboteando la revolución proletaria e impidiendo costara lo que costase la instauración de la dictadura del proletariado. Desde el principio hasta el final de su actividad, en la Komintern se puede valorar en ella un espíritu consecutivo en su justa línea marxista-leninista. Hasta cuando han sido contempladas las acciones conjuntas con los partidos socialdemócratas sobre diversos problemas, en diferentes periodos, no se ha tratado jamás de negar esta línea fundamental, sino de trabajo en su marco con el solo fin de encontrar los medios y vías adecuadas para evitar la escisión del movimiento obrero, y esto sin pisotear los principios, sino defendiéndolos hasta el fin. No se trataba de rehabilitar pues ideológica y políticamente a la socialdemocracia, como los revisionistas quieren hacernos creer y como hacen actualmente ellos mismos en la práctica. Así es como fue planteada la cuestión en el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 también. Su llamada a llevar acciones conjuntas con los partidos socialdemócratas en la lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital y el peligro de guerra imperialista no significaba de ninguna manera la rehabilitación ideológica y política de la socialdemocracia, era allí sólo una acción táctica, condicionada por ciertas circunstancias históricas creadas, que debía ir en beneficio del fortalecimiento de la unidad del movimiento obrero, sin sacrificar de ninguna manera los principios leninistas revolucionarios ni apartarse de estos ni un poco [1]:

«No se debe perder de vista que la táctica del frente único es un método para persuadir palpablemente a los obreros socialdemócratas de la justeza de la política comunista y de la falsedad de la política reformista, y no una reconciliación con la ideología y la práctica socialdemócratas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

Los diversos revisionistas, togliattistas, titoistas, soviéticos y eurocomunistas, consideran esta actitud leninista consecuente y resuelta de la Komintern con respecto a la socialdemocracia como uno de sus errores más graves, y esto es, según ellos porque «esta actitud dogmática» (sic) ha afectado seriamente a la unidad del movimiento obrero a escala nacional e internacional. Sobre esta cuestión estos renegados comparten totalmente la misma opinión que los socialdemócratas, que siempre se esforzaron por cargar sobre la Komintern la responsabilidad de la escisión en el seno del movimiento obrero en el periodo comprendido entre ambas guerras mundiales, cuando fueron ellos y solo ellos los culpables de tal suceso.

Los revisionistas modernos, eurocomunistas o soviéticos, procuran justificar con ello, entre otras cosas su política de amplia colaboración no sólo con los partidos socialdemócratas y socialistas quienes actualmente y más que nunca se muestran como los principales apoyos del capital monopolista, sino también con los partidos burgueses para salvaguardar las libertades democrático-burguesas y realizar objetivos estratégicos a largo plazo, para ello utilizan comparaciones y buscan paralelismos en las directivas que supuestamente habría dado el VIIº Congreso de la Komintern de 1935. ¡Así, por ejemplo, que los revisionistas se esfuerzan por demostrar que la idea del pluralismo político, la idea de que uno puede pasar al socialismo sin la dirección de un partido único de la clase obrera, se remonta según ellos, a las decisiones del VIIº Congreso de la Komintern de 1935!

Lo mismo ocurre con el informe de Georgi Dimitrov [se refiere al del 2 de agosto de 1935 - Anotación de Bitácora (M-L)] como con la resolución correspondiente adoptada en el VIIº Congreso de la Komintern sobre su informe [del 20 de agosto de 1935 - Anotación de Bitácora (M-L)], no deja a lugar a equívoco sobre la idea del pluralismo político. El VIIº Congreso de la Komintern de 1935 no puso en cuestión ni dudó sobre la idea leninista del rol dirigente del proletariado y su partido comunista marxista-leninista en la revolución y la edificación del socialismo. Al contrario, subrayó con fuerza que el paso del capitalismo al socialismo no podía ser realizado en alianza con las capas de la burguesía y sus partidos políticos, incluyendo los socialdemócratas, sino que se debía elevar la lucha contra su ideología y actividad política, hasta la liquidación definitiva de sus planos políticos, organizativos y estatales. Este paso no podía ser realizado sin que fueran derribados de la cima del poder todos los partidos burgueses declarados, radicales o socialdemócratas, a través de la revolución proletaria violenta y la instauración de la dictadura del proletariado [2]:

«Se debe exponer a los trabajadores la imposibilidad de pasar al socialismo en tanto que el poder permanezca en las manos de la burguesía». (Komintern; Resolución adoptada por el VIIº Congreso de la Komintern sobre el informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)

También la aserción de los revisionistas según la cual el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 resuelve la cuestión de la colaboración de los partidos comunistas y de la Komintern con los partidos socialdemócratas y socialistas, formulándose ésta, como nueva estrategia global del comunismo internacional, es un engaño y una especulación. La coordinación de las acciones conjuntas contra el fascismo y el peligro de guerra imperialista, al cual el VIIº Congreso llamaba a los partidos socialdemócratas, se situaba exclusivamente sobre el plan táctico, y como ya lo evocamos, la Komintern sabía muy bien que esta coordinación de acciones conjuntas jamás se harían la base de las tareas estratégicas del movimiento comunista internacional. Esta coordinación no trajo ni podía traer ninguna contribución válida a la lucha de los obreros. La Komintern jamás se había ilusionado a este respecto. Esto se demuestra en los documentos y valor de los programas aprobados por sus instancias supremas, es lo que atestigua toda su actividad práctica. Pero esta táctica era importante para que los obreros, que todavía permanecían bajo letargo de las influencias socialdemócratas, fueran conscientes de la práctica de lucha política de cada día de artimañas antiobreras y pro burguesas de los dirigentes socialdemócratas». (Shyqri Ballvora; La importancia histórica de la Komintern en la denuncia y exposición de los revisionistas y su papel y lugar en la historia, 1984)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[1] Por supuesto como ya ha dicho Shyqri Ballvora, las acciones conjuntas con los partidos socialdemócratas, socialdemócratas en la lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital y el peligro de guerra imperialista, no significaban la rehabilitación ideológica del socialdemocratismo como ideología, ni aminorar su crítica. Tras debatir los partidos comunistas y sus miembros el informe de Dimitrov del 2 de agosto durante días, se llegó a adoptar una resolución que decía lo siguiente respecto a la cuestión de las acciones conjuntas con los socialdemócratas:

«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de agosto de 1935)

[2] El VIIº Congreso de la Komintern de 1935, prestó especial atención a que las masas populares no se dejaran engañar por las ilusiones de los supuestos «planes socialistas» que vociferaban los jefes socialdemócratas como eran el Plan de Man en Bélgica bajo el marco de la democracia burguesa –que es expresión de su dictadura de clase–. La Komintern dejó claro que no era posible el real tránsito al socialismo sin arrebatar el poder a la burguesía. En consecuencia advertía que no habría socialismo real, ni democracia real, sin la toma del poder por el proletariado que fuera resguardada con la dictadura del proletariado, y creara la democracia proletaria y a partir de ello el socialismo:

«En cualquier sitio los líderes socialdemócratas, en sus esfuerzos por desviar a los obreros de la lucha defensa de sus intereses diarios y en orden de frustrar el frente único, presentan y ampliamente anuncian proyectos «socialistas» –como el Plan de Man, etc.–, la naturaleza demagógica de estos proyectos debe ser expuestos, y se debe exponer a los trabajadores la imposibilidad de pasar al socialismo en tanto que el poder permanezca en las manos de la burguesía». (Komintern; Resolución adoptada por el VIIº Congreso de la Komintern sobre el informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935) 

Por otro lado se señalaba que la lucha contra el fascismo, contra la guerra, o por los derechos de los trabajadores, debían de ser luchas que se interconectaran e impulsaran el objetivo máximo del partido comunista: dicha toma de poder por el proletariado y establecimiento de su dictadura de clase:

«En la lucha por defenderse contra el fascismo las libertades democrático-burguesas y los derechos de los trabajadores, en la lucha contra el derrocamiento de la dictadura fascista, el proletariado revolucionario prepara sus fuerzas, fortalece y lucha en contacto con sus aliados y dirigirá la lucha hacia la meta del establecimiento de la democracia real para los trabajadores; el poder soviético. (...) El mundo capitalista está entrando en un periodo de agudización de lucha de clases como resultado de la acentuación de las contradicciones internas y externas del capitalismo. (...) Sólo la unidad del proletariado en un único ejército político de masas puede asegurar su victoria en la lucha contra el fascismo y el poder del capitalista, para lograr la dictadura del proletariado y el poder soviético». (Komintern; Resolución adoptada por el VIIº Congreso de la Komintern sobre el informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935) 

Desmontando el supuesto esquematismo, dogmatismo e izquierdismo del VIº Congreso de la Komintern de 1928 en cuanto a no tener en cuenta el desarrollo de cada país y sus tareas


«
Contrariamente a lo que pretenden los hombres de estudios revisionistas, la Komintern jamás se suscribió a la idea de que hay que quemar etapas, siempre planteó de forma clara, a sabiendas de que la definición de las tareas y objetivos estratégicos dependen de la situación concreta, del nivel de desarrollo económico, social y político de tal o cual país, tareas que la revolución debía resolver allí históricamente y objetivamente. La Komintern definió claramente las etapas de desarrollo de la revolución, y en consecuencia, fijó los objetivos estratégicos, haciendo distinción entre la etapa democrática y la etapa socialista.

Fiel a esta línea desde su fundación, la Komintern la siguió hasta el fin. Esta línea ha sido confirmada también en los programas de la Komintern en su VIº Congreso de 1928 así como en las decisiones de su VIIº Congreso de 1935.

El programa aprobado en el VIº Congreso de la Komintern de 1928 concebía el proceso revolucionario mundial como una combinación de diversos tipos de revoluciones, cada una de ellas teniendo que resolver sus propias tareas en países con un diferente nivel de desarrollo social, económico y político. Subrayaba que la diversidad de las condiciones económicas, sociales y políticas que seguían los diferentes países hacia históricamente indispensable que en algún número de Estados la revolución pasara por distintas etapas, las cuales debían en resumidas cuentas acabar en la instauración de la dictadura del proletariado. También las revoluciones en diversos países podían ser de diferentes tipos: revoluciones proletarias, revoluciones democrático-burguesas que se transformaban en revoluciones proletarias, luchas de liberación nacional, revoluciones coloniales [3].

Más lejos, el programa dividía los países y las zonas del mundo según el nivel de su desarrollo económico, social y político, y conforme a este nivel, señalaba las tareas que debían llevar a cabo la revolución así como las etapas que debía atravesar. La tarea fundamental definida en el programa revolucionario del proletariado de los países capitalistas desarrollados con el sistema político demócrata-burgués, era la instauración de la dictadura del proletariado. Mientras que para los países con un nivel de desarrollo capitalista medio, como España, Portugal, Polonia, Hungría, y los Estados de los Balcanes:

«Países con vestigios importantes de relaciones semifeudales en la economía agraria con un mínimo de elementos materiales necesarios para la edificación del socialismo, con un proceso de transformación democrática que se ha quedado a mitad de camino». (Komintern; Programa y estatutos de la Komintern; Adoptados en el VIº Congreso de la Komintern, 1 de septiembre de 1928)

La revolución iba a experimentar varias etapas, primera la etapa de la revolución democrático-burguesa, luego la etapa de la revolución proletaria. Este paso, como se acaba de decir, estaría condicionado por el nivel de desarrollo social, económico y político del país, el nivel de organización de la clase obrera y la capacidad de su partido de ponerse a la cabeza del movimiento revolucionario [4].

Los países coloniales y semicoloniales, como China, India, Argentina, Brasil, constituían el tercer grupo. Eran países que también se habían caracterizado por un desarrollo industrial reducido, por relaciones feudales medievales dominantes en su economía como en su superestructura política, así como por la concentración de las ramas de su economía y de sus finanzas [se refiere a empresas industriales, comerciales y bancarias, medios de transportes, latifundios y plantaciones - Anotación de Bitácora (M-L)] en manos de grupos imperialistas. En estos países:

«Adquiere una importancia central la lucha contra el feudalismo y las formas precapitalistas de explotación y el desarrollo consecuente de la revolución agraria por un lado y la lucha contra el imperialismo extranjero y por la independencia nacional por otro. La transición de la dictadura del proletariado es aquí posible, como regla general, solamente a través de una serie de etapas preparatorias, como resultado de todo un período de transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista». (Komintern; Programa y estatutos de la Komintern; Adoptados en el VIº Congreso de la Komintern, 1 de septiembre de 1928)

En cuanto a los países muy atrasados [5], como los de algunas regiones de África, por ejemplo, donde la clase obrera era casi inexistente, donde la mayoría de la población vivía en el estado tribal y donde el imperialismo extranjero desempeñaba el papel de ocupante militar, su primera tarea a resolver era liberarse de la opresión y dominación imperialista». (Shyqri BallvoraLa importancia histórica de la Komintern en la denuncia y exposición de los revisionistas y su papel y lugar en la historia, 1984)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[3] Shyqri Ballvora nos envía al programa del VIº Congreso de 1928: 

«La revolución mundial del proletariado es el resultado de procesos de naturaleza diversa, que se efectúan en períodos distintos: revoluciones proletarias propiamente dichas; revoluciones de tipo democrático-burgués que se transforman en revoluciones proletarias; guerras nacionales de liberación; revoluciones coloniales. El proceso revolucionario sólo en su etapa final conduce a la dictadura mundial del proletariado. La desigualdad de la evolución capitalista, acentuada en su periodo imperialista, ha suscitado tipos diversos de capitalismo, ha dado lugar a gradaciones en su madurez en los distintos países y a condiciones específicas y diversas del proceso revolucionario. Estas circunstancias hacen históricamente  inevitable la diversidad de caminos y de ritmo de avance en la conquista del poder por el proletariado; crean la necesidad, en cierto número de países, de etapas intermedias para llegar a la dictadura del proletariado y, por fin, la diversidad de formas de edificación del socialismo según los países». (Komintern; Programa y estatutos de la Komintern; Adoptados en el VIº Congreso de la Komintern, 1 de septiembre de 1928)

[4] El programa de la Komintern de 1928, respecto a países como España, Hungría, Portugal o Polonia, consideraba la posibilidad en estos países de que se de la revolución proletariado y el establecimiento de la dictadura del proletariado, como de una revolución democrático-burguesa y la dictadura democrática del proletariado y el campesino avanzando paulatinamente hasta la dictadura del proletariado, en cualquier caso se hace énfasis en la atención al movimiento agrario, y la difícil cuestión de la construcción del socialismo en el campo en los países agro-industriales: 

«En algunos de estos países es posible la transformación más o menos rápida de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista; en otros, un tipo de revoluciones proletarias con un gran contingente de objetivos de carácter democrático-burgués. En dichos países, por consiguiente, el advenimiento de la dictadura del proletariado puede no producirse momentáneamente, sino en el proceso de transición a la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos a la dictadura socialista del proletariado; allí donde la revolución se desenvuelve de un modo inmediato como revolución proletaria, presupone la dirección por el proletariado de un vasto movimiento agrario; la revolución agraria desempeña en general un gran papel, a veces decisivo, en el proceso de expropiación de la gran propiedad agraria; una parte importante de las tierras confiscadas pasa a manos de los campesinos; el volumen de las relaciones de mercado, después de la victoria del proletariado, es considerable; la tarea de organizar cooperativamente a los campesinos y de unirlos después para la producción, ocupa un sitio enorme entre los demás objetivos de la edificación socialista. El ritmo de dicha edificación es relativamente lento». (Komintern; Programa y estatutos de la Komintern; Adoptados en el VIº Congreso de la Komintern, 1 de septiembre de 1928) 

[5] En 1928, para países coloniales y semicoloniales como China, India, Argentina o Brasil, la Komintern en su programa decía:

«En estos países la lucha por la emancipación nacional tiene una importancia central. La insurrección nacional y su triunfo pueden en este caso desbrozar el camino que conduce al desarrollo en sentido socialista, sin pasar en general por el estadio capitalista si, en efecto, los países de la dictadura del proletariado conceden su poderosa ayuda». (Komintern; Programa y estatutos de la Komintern; Adoptados en el VIº Congreso de la Komintern, 1 de septiembre de 1928) 

martes, 17 de febrero de 2015

El comunicado de Shangái (1972), el documento conjunto sino-estadounidense que destapó al maoísmo; Equipo de Bitácora (M-L), 2015


«Hoy traemos un documento algo olvidado, pero que es indispensable para entender el acercamiento sino-estadounidense se inicios de los años 70. Estamos hablando del «comunicado de Shanghái» del 25 de febrero de 1972. Este documento para el gobierno chino y el gobierno estadounidense de la época y para los posteriores gobiernos de los respectivos países en años siguientes, sería la piedra angular de sus relaciones, el documento con el que se apoyaban mientras sus relaciones se intercalaban y ampliaban de una forma cada vez más profunda. En 1979, y en 1982, se fueron declarando nuevos comunicados que se consideraban herederos y ampliadores del comunicado en cuestión de 1972. Para entender la repercusión internacional, colocaremos después del documento en sí, los comentarios de Enver Hoxha sobre las conversaciones sino-estadounidenses de febrero de 1972, así como el significado del comunicado conjunto y sus puntos internos.

Lo que intentamos explicar con estos documentos es que el lector pueda detectar detrás de toda esta parafernalia que montaron tanto uno como otro gobierno las intenciones de clase de los dos gobiernos, de uno revisionista-capitalista en plena expansión, ávido de convertirse en una superpotencia –China, y de otro capitalista y ya una superpotencia imperialista consagrada –Estados Unidos. Dejando a un lado las frases bonitas para la posteridad que nunca se cumplieron sobre cuestiones importantes, que al lector poco menos que le arrancara su mejor sonrisa, se puede ver la intención estadounidense en cuanto a política exterior de atraer a China hacía su terreno, y esto incluía un camino capitalista en el que país asiático permitiera el flujo de capitales extranjeros y entrar en selecto círculo de amistades con imperialismos y regímenes reaccionarios, sin citar un apoyo explícito a toda política estadounidense que se daba por hecho. En política interior, el «doblegar a los chinos», servía a Nixon para tapar escándalos de corrupción y espionaje como el caso Watergate. En lo que respecta al otro miembro firmante, China; la intención era que: en el ámbito de la política exterior se buscaba un contrapeso militar para prevenirse de cualquier intento de ataque de la Unión Soviética, dotarse de notable influencia frente a los aliados estratégicos de los Estados Unidos y buscar también el favor de los llamados «países del tercer mundo» para su próxima propaganda sobre tal teoría y su futura invasión económica y militar cuando China fuera una suporentencia. Tampoco hay que descartar para la política interior el objetivo de buscar un socio lo suficientemente fuerte era para cubrir las carencias industriales y militares que el país no había podido solventar debido al modelo de industrialización. Durante 1949-1953 los chinos se ajustaron a un modelo influenciado por los marxista-leninsitas soviéticos, pero ha de saberse que el propio Mao Zedong ya había teorizado durante los años 40 un modelo de industrialización revisionista diferente, las tesis de esa industrialización las implementaría sin disimulo a partir de 1953, y para los 70 también retomaría su viejo propósito de la industrialización a base de capital extranjeroPor supuesto el precio de tal apoyo estadounidense en los planes chinos era prestarse a un ridículo como tal de cara al mundo, inclusive delante del movimiento revolucionario que ya no creería más sus patrañas.

Estos encuentros entre el gobierno estadounidense y el gobierno chino no eran tampoco por simples intereses comerciales, como durante el documento se insistirá varias veces, es más el propio Henry Kissinguer en un documento ahora desclasificado, le confesó a Mao Zedong en uno de sus encuentros, que como decimos, todo correspondía a una más que trazada nueva línea política geoestratégica:

«Nuestro interés en comerciar con China no es en sí comercial. Este es establecer una relación que es necesaria para las relaciones políticas que ambos tenemos». (Henry Kissinger y Mao Zedong; Memorandum de una conversación, 17-18 de febrero, 1973)

A esta confesión Mao Zedong no tuvo ninguna inconveniencia en cubrir el establecimiento de relaciones comerciales con fines mayores, ya que ellos también plantaban una nueva política exterior. Algo nuevo de la política exterior china era presentar para el futuro a todos los países de mundo y a todos los partidos marxista-leninistas a los Estados Unidos como un imperialismo pacífico con el que si se podía tratar, a diferencia del socialimperialismo soviético, que según sus ideas era: 

«La fuente de guerra más posible viene hoy día desde el ambicioso socialimperialismo soviético». (Pekin Informa; 30 de enero, 1976) 

Esto se popularizaría como la teoría de los «tres mundos»; y era un claro indicador de que el revisionismo chino pensaba que una de las dos superpotencias era más fuerte que la otra, que una era más agresiva y que la otra era mansa. Pero esta vez, no pararemos a estudiar de nuevo los antecedentes para la elaboración de la teoría antimarxista de los «tres mundos», ni el porqué de esta. Sólo veremos sus consecuencias prácticas de esta; el acercamiento sino-estadounidense. De hecho podríamos decir que otra consecuencia sería la celebración de este tipo de resoluciones por el lado de los revisionistas de todo el mundo y el acercamiento estrecho de China a partir de dichas fechas con todo revisionismo que tuviera alguna ligera divergencia con el revisionismo soviético:

«La propia China se alinea con Yugoslavia y Rumanía –sin mirar lo que estos dos Estados son–, con el fin de incitar sus contradicciones con la Unión Soviética. A esto Rumanía y Yugoslavia responden a esta incitación de los chinos agudizando sus contradicciones con los revisionistas soviéticos, de hecho tensándolas más de lo que es necesario, con el fin de atraer a China completamente en la trampa. De hecho, nada separa China y Rumanía. Están completamente en consonancia entre sí en la política y en la ideología, y declaran que sus respectivos partidos son hermanos. (...) Para los chinos, todo lo que se declare antisoviético es bueno, y se puede marchar con él, independientemente de que estos elementos antisoviéticos sean; los revisionistas titoistas, traidores al marxismo-leninismo, agentes de los estadounidenses, los revisionistas rumanos, que posean lazos con el imperialismo estadounidense, la reacción europea u otra reacción burguesa. Para ganarte la simpatía de los chinos, sólo necesitas ser antisoviético». (Enver Hoxha; Bajo una línea antimarxista; Reflexiones sobre China, Tomo I, 27 de julio, 1971

Así mismo estos actos frente al imperialismo estadounidense, supusieron el recelo y rechazo de los partidos marxista-leninistas de todo el mundo:

«La cuestión de la visita de Nixon a Pekín era un acontecimiento de notoriedad pública y todos debían, en aquella época, tomar posición al respecto, como hizo nuestro partido. El viaje de Nixon a China vino a confirmar aún más nuestra impresión que el Partido Comunista de China se deslizaba hacia la charca del oportunismo, hacia la charca de la colaboración con el imperialismo estadounidense». (Enver Hoxha; El eco de nuestro artículo; «La teoría y la práctica de la revolución»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 3 de agosto de 1977) 

Lo que ayudaría a despejar cualquier dudas sobre el revisionismo dentro del Partido Comunista de China (PCCh) y su política oportunista y burguesa sobre las relaciones exteriores de China que planteaba.

Podemos decir pasando a finalizar la extensa introducción, que este documento sólo sirvió en el ámbito de la lucha de clases global para desconcertar la lucha que los pueblos llevaban a cabo para zafarse del yugo del imperialismo estadounidense, y trabó la lucha contra el revisionismo jruschovista-brezhenvista, ya que estas acciones daban alas al revisionismo soviético para presentarse ante su pueblo y el mundo como un país antimperialista. También siguen vigentes las consecuencias que provocaron el acercamiento sino-estadounidense en el ámbito global de la lucha de clases:

«Cuando después de muchas conversaciones ya Nixon fue invitado a China durante 1972 y la dirección china con Mao Zedong a la cabeza proclamó la política de aproximarse y unirse al imperialismo norteamericano, quedó patente por tanto que la línea y la política chinas estaban en completa oposición al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario. Después, comenzaron a ser más evidentes los objetivos chovinistas y hegemonistas de China. La dirección china empezó a oponerse más abiertamente a las luchas revolucionarias y de liberación de los pueblos, se opuso al proletariado mundial y al auténtico movimiento marxista-leninista en beneficio de su política pragmática desplegando abiertamente la llamada «teoría de los tres mundos» que estaba esforzándose por imponer a todo el movimiento marxista-leninista como línea general». (Enver Hoxha;El imperialismo y la revolución, 1978)

En lo que respecta a la política interior de China; sirvió para que China siguiera su paso para convertirse en una superpotencia capitalista, eso sí, bajo la bendición estadounidense a ojos del mundo. Un ejemplo de esto último:

«La política china abrió un amplio y muy beneficioso camino a los Estados Unidos, camino que desafortunadamente inauguraron Mao Zedong y Chou En-lai con Nixon. Entre los encuentros de estas figuras, los Estados Unidos y China se tendieron muchos puentes, puentes velados, puentes eficaces y fructuosos. (...) La invitación que Mao Zedong y Chou En-lai cursaron a Nixon después del escándalo del Watergate, e incluso las íntimas recepciones que brindaba Mao Zedong al mandatario estadounidense no eran inmotivadas ni desintencionadas. Significaban que la amistad con los Estados Unidos, lejos de ser una amistad coyuntural entre personas, es una amistad entre países, entre China y los Estados Unidos, independientemente de que el presidente estadounidense que pudo abrir este camino fuese destituido de su cargo por sus trapicheos». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Como vemos, hoy día, estas reflexiones prevalecen intactas; pese a que China se haya elevado incluso por encima de los Estados Unidos en muchos puntos, se práctica a la vez que la competencia interimperialista, la sumisión y entendimiento entre ambos gobiernos, inclusive borrando y suprimiendo las perspectivas y actividades revolucionarias de terceros si se oponen a sus planes. Esta relación como dijo Lenin forma parte de las contradicciones entre imperialismos. 

También como colofón final, insistimos; la intención de Mao Zedong de buscar una alianza con los Estados Unidos para China no comenzó en el año 1971 o 1972, sino que data de los años 40 como demuestran sus documentos posteriormente censurados como el informe al VIIº Congreso del PCCh titulado originalmente: «La lucha por una nueva China» de 1945, que en sus Obras Escogidas fue retocado y se llamó: «Sobre el gobierno de coalición popular». En dicho informe se presentan unas tesis revisionistas browderistas sobre la «coexistencia entre los países de la coalición antifascistas sin contradicciones y sin guerras», además demuestra un tono chovinista gran Estado en torno al tema de que «el mundo debía ser comandado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial más China»Estas tesis son una negación del axioma marxista-leninista de que el peligro de las guerras sólo desaparece con el triunfo global del socialismo, y por otro lado del derecho de las naciones a no delegar sus asuntos en países más grandes. Esto demuestra que el revisionismo chino bebía del oportunismo explícito de Earl Browder como pudo verse en nuestra obra: «Mao Zedong ese liberal pro estadounidense e ídolo de Earl Browder» de 2014.

Además hay otro punto importante en este informe temprano de Mao Zedong: si bien en los años 70 todo los revisionistas e imperialistas felicitaron a la China de Mao Zedong por este paso frente a los Estados Unidos, este fenómeno no era nuevo, Earl Browder ya le había colmado de piropos a Mao Zedong treinta años antes precisamente por esos escritos que incluían una visión de Mao Zedong de China y los Estados Unidos donde se le pedía a éste último que trajera sus inversiones a China para el desarrollo industrial chino, algo que empezaría a fraguarse ya a inicios de los años 70 con las visitas de Rockefeller a China.

Comunicado conjunto de la República Popular de China y los Estados Unidos (Shangai, 27 de febrero de 1972)

1. El presidente Richard Nixon de los Estados Unidos visitó la República Popular de China por invitación del Primer Ministro Chou En-lai de la República Popular China el 21 febrero-28 febrero 1972. Acompañaron al presidente la mujer del mismo, el Secretario de Estado William Rogers, el Asistente del Presidente Dr. Henry Kissinger, y otros funcionarios estadounidenses.

2. El presidente Nixon se reunió con el presidente del Partido Comunista de China Mao Zedong el 21 de febrero. Los dos líderes mantuvieron un intercambio serio y sincero de opiniones sobre las relaciones sino-estadounidenses y los asuntos mundiales.

3. Durante la visita, se celebraron amplios debates, sinceros y francos entre el presidente Richard Nixon y el Primer Ministro Chou En-lai para la normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y la República Popular de China, así como sobre otras cuestiones de interés para ambas partes. Además, el secretario de Estado, William Rogers, y el ministro de Relaciones Exteriores Chi Peng-fei, sostuvieron conversaciones bajo el mismo espíritu.

4. El presidente Nixon y su partido visitaron Pekín y observaron los centros culturales, industriales y agrícolas, y también recorrieron Hangchow y Shanghai, donde se continuó las conversaciones con los líderes chinos en lugares donde se consideraron de interés similar.

5. Los dirigentes de la República Popular de China y los Estados Unidos encontraron beneficioso tener esta oportunidad, después de tantos años de no mantener relaciones, de exponer sinceramente sus opiniones sobre una variedad de temas. Pasaron revista a la situación internacional la cual está sufriendo grandes trastornos, y expusieron sus respectivas posiciones y actitudes.

lunes, 16 de febrero de 2015

Lo que los partidos marxista-leninistas deben comprender sobre la lucha «legal» e ilegal


«Los partidos marxista-leninistas son partidos de la revolución. En oposición a las teorías y las prácticas de los partidos revisionistas, que se han hundido de pies a cabeza en el legalismo burgués y en el «cretinismo parlamentario», no reducen su lucha al trabajo meramente legal ni tampoco ven éste como su actividad principal. En el marco de los esfuerzos por dominar todas las formas de la lucha, dedican particular importancia a la combinación del trabajo legal con el ilegal, dando primacía a este último, por ser decisivo para el derrocamiento de la burguesía y por ser una verdadera garantía para alcanzar la victoria. Educan y enseñan a sus cuadros, a sus militantes y a sus simpatizantes para que sepan obrar con inteligencia, habilidad y valentía tanto en condiciones legales como ilegales. Pero también cuando actúan en las condiciones de la profunda clandestinidad, esforzándose por no exponer sus fuerzas ante el enemigo y proteger la organización revolucionaria de sus golpes, los partidos marxista-leninistas no se encierran en sí mismos, no debilitan ni rompen sus lazos con las masas, en ningún momento cesan su actividad viva entre las masas ni dejan de aprovechar en favor de la causa de la revolución todas las posibilidades legales que permiten las condiciones y circunstancias.

El partido marxista-leninista, despojado de cualquier ilusión acerca de la toma del poder a través de la vía parlamentaria, puede juzgar y considerar oportuno participar, en algunos casos particulares y favorables, también en actividades legales, como las elecciones municipales, parlamentarias, etc., con el único objetivo de propagar su línea entre las masas y desenmascarar el régimen político burgués. Pero el partido no convierte esta participación en línea general de su lucha, como hacen los revisionistas, no convierte estas formas en principales o, lo que es peor, en únicas formas de lucha.

A la hora de explotar las posibilidades legales, el partido busca, encuentra y utiliza formas y métodos de carácter revolucionario, desde los más simples hasta los más complejos, sin medir sacrificios, haciendo esfuerzos para que estas formas y métodos sean lo más populares, lo más accesibles a las masas. En su actividad, los marxista-leninistas, no se preocupan en absoluto de que, con sus acciones revolucionarias, pisotean y violan la constitución, las leyes, las reglas, las normas, el régimen burgués. Luchan para minar este régimen, para preparar la revolución. Por eso, el partido marxista-leninista se prepara y prepara a las masas para hacer frente a los golpes, que la burguesía puede dar en respuesta a las acciones revolucionarias del proletariado y de las masas populares
». (Enver HoxhaEl imperialismo y la revolución, 1978)

domingo, 15 de febrero de 2015

El porqué de la lucha contra el revisionismo chino como deber y requisito para apuntalar la unidad entre los marxista-leninistas

Ernst Aust convensando con Enver Hoxha en los 70

«Hoy en día, la cuestión de la lucha contra el Pensamiento Mao Zedong es una labor de primer orden para nuestro partido en la lucha por la defensa del marxismo-leninismo contra el revisionismo moderno en nuestro partido, y en nuestra opinión para todo el movimiento comunista mundial. (...) Sin la lucha decidida contra el Pensamiento Mao Zedong en realidad no  puede haber una lucha victoriosa contra el revisionismo moderno, la unidad del movimiento comunista internacional sobre la base del marxismo-leninismo y el internacionalismo proletario no puede forjarse si se renuncia a una lucha contra el Pensamiento Mao Zedong, no puede ser una unidad sólida e indestructible como requiere la lucha común contra el imperialismo, las dos superpotencias, el capitalismo, la reacción y el revisionismo». (Ernst Aust; Informe en el IVº Congreso del Partido Comunista Alemán/Marxista-Leninista
Recopilación de citas de Ernst Aust sobre la cuestión alemana y sobre el revisionismo alemán, diciembre de 1978)

jueves, 12 de febrero de 2015

El marxismo-leninismo, doctrina siempre joven y científica; Enver Hoxha, 1971

[Enlaces de DESCARGA y LECTURA del texto en PDF al final del documento]

El siguiente texto corresponde al capítulo número VI del discurso de Enver Hoxha en su: «Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania» del 1 de noviembre de 1971. En dicho capítulo se refutan algunas de las teorías de la época que pretendían denigrar, sustituir, o usar bajo su nombre para distorsionarlo, el marxismo-leninismo, esto es algo natural a lo largo de la pugna entre proletariado y burguesía, entre la ideología del proletariado y los que buscan destruirla:

«En su lucha por negar y denigrar el marxismo-leninismo, la burguesía ha tenido siempre a su lado, según las circunstancias, oportunistas de toda calaña, renegados de todos los colores. Todos ellos han predicado el fin del marxismo, considerándolo inadecuado a los nuevos tiempos, mientras que sus ideas «modernas» las han propagado como ciencia del futuro. Pero ¿qué fue de Proudhon, Lassalle, Bakunin, Bernstein, Kautsky, Trotski y sus secuaces? La historia no dice de ellos nada positivo. Sus prédicas han servido únicamente para frenar y sabotear la revolución, para minar la lucha del proletariado y el socialismo. En su enfrentamiento con el marxismo-leninismo sufrieron sólo derrotas y todos fueron a parar al basurero de la historia. De este basurero rebuscan de vez en cuando los nuevos oportunistas su programa ideológico, tratando de hacer pasar por suyas las fórmulas y las tesis fracasadas y desacreditadas de sus predecesores, y oponerlas al marxismo-leninismo. (...) Browder trató de presentar sus puntos de vista antimarxistas y contrarrevolucionarios, como línea general para el movimiento comunista internacional. Al igual que todos los revisionistas anteriores, so pretexto del desarrollo creador del marxismo y de la lucha contra el dogmatismo, trató de argumentar que la nueva época surgida después de la Segunda Guerra Mundial exigía que el movimiento comunista revisara sus anteriores convicciones ideológicas, debiéndose renunciar a las «fórmulas y prejuicios caducos», que, según él, «no van a ayudarnos en absoluto a encontrar nuestro camino en el mundo nuevo». Este era un llamamiento a abandonar los principios del marxismo-leninismo. (...) Comentando esta decisión en su informe que presentó al congreso, Liu Shao-chi declaraba que Mao Zedong había rechazado muchos conceptos caducos de la teoría marxista y los había sustituido con nuevas tesis y conclusiones.  (...) Así actúan hoy también los eurocomunistas. En sus esfuerzos por negar el marxismo-leninismo, presentándolo como «caduco»  so pretexto de encontrar teorías supuestamente nuevas para pasar al socialismo todos unidos, proletarios y burgueses, curas y policías, sin lucha de clases, sin revolución, sin dictadura del proletariado, los eurocomunistas no son ni los primeros ni originales». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Para entender la actualidad permanente de nuestra doctrina, veamos que es y en que descansa el marxismo-leninismo:

«El marxismo como ciencia no es un sistema de ideas congeladas inmutables, sino un sistema de pensamiento que se desarrolla históricamente. Sin embargo, mientras que la evolución continúa, el marxismo sigue siendo un sistema único y autónomo, como resultado del cual tiene una única interpretación correcta, en virtud de su esencia científica. De la misma manera los fenómenos de la naturaleza y sus leyes de desarrollo son estudiados por tales ramas de las ciencias naturales como la química, la biología, la física, etc., los fenómenos sociales son estudiados e interpretados por la ciencia marxista. Por la misma razón por la que sólo existe una posible interpretación científica de los fenómenos de la naturaleza, existiendo una ciencia de la química, la biología, la física, y no dos o más ciencias de la química, la biología y la física, sólo existe pues, un sistema científico único que es capaz de estudiar e interpretar los fenómenos sociales. Los principios del marxismo-leninismo no son postulados acerca de las leyes que rigen la sociedad y la historia por los siglos de los siglos. Son el resultado de un esfuerzo titánico para generalizar el conocimiento sobre los fenómenos sociales y que mejor reflejan su esencia. Por tanto, estos principios no son verdades eternas, la quintaesencia del pensamiento humano, concebido por las mentes de los genios. Los principios del marxismo-leninismo no preceden a la historia propia; sino que son un producto de la historia misma y que se derivan de esta última, son un reflejo de las leyes objetivas que rigen la realidad. Los principios del marxismo-leninismo no son un conocimiento místico de los ancianos, sino la mínima expresión de una ciencia en toda regla, cuyo objetivo final es comprender los procesos sociales con el propósito de cambiar la sociedad». (Rafael Martínez; Sobre el Manual de Economía Política de Shanghái, 2004)

En conclusión, no importa que el marxismo tenga más de 100 ó 200 años, ni que dentro de poco tenga 300 años, lo importante, es que su doctrina se mantenga acorde a las leyes objetivas de la sociedad actual. El presente documento del marxista-leninista albanés aparte de revisar a sus contemporáneos revisionismos como el soviético o el yugoslavo, repasará también diversos movimientos y teorizaciones que a inicio de los años 70 estaban en auge y en boca de todos –como ya analizó en otras ocasiones–; serían agrupaciones y desviaciones teóricas las cuales a día de hoy quizás al lector no le resulten «tan de moda»: 1) como los discursos exaltados e izquierdistas que no correspondían a la realidad e incluso contribuían a quemar las etapas de la revolución; 2) los actos de terrorismo sin ligazón con las masas y en nombre de las masas; o 3) el no tomar en cuenta las condiciones objetivas y subjetivas que suele dar a veces como resultado una aventurera acción insurrección tan heroica como estéril, etc. Pero ello no aminora la importancia de estudiar tales desviaciones que en su día querían ser institucionalizadas dentro del marxismo-leninismo o incluso alzarse como nueva doctrina «superadora del marxismo-leninismo», nuestros sabios lectores son sabedores conscientes de que históricamente la burguesía en su agresión ideológica suele volver a usar viejas bazas –a veces incluso confundiendo a las masas populares no alzando en su retorno las mismas banderas–. Por todo ello y con justa razón, durante estos días en que se celebraba el congreso de su partido, Enver Hoxha no tendría ningún miedo a separar el trigo de la paja, de denunciar las tanto las viejas como las nuevas doctrinas antimarxistas:

«Pero para nosotros todo está claro, nada puede engañarnos. El nuestro es un partido acostumbrado a todo, ha sobrepasado múltiples obstáculos y dificultades, ha luchado y ha acumulado una gran experiencia. Permaneceremos con la frente erguida luchando por la defensa de los principios marxista-leninistas contra quienquiera que sea, incluso contra todos si es necesario. El marxismo-leninismo nos ilumina el camino, y en caso de que le seamos fieles no nos meterá en un callejón sin salida». (Enver Hoxha; Las conversaciones de Chou En-lai con Henry Kissinguer; Reflexiones sobre China, Tomo I, 28 de octubre de 1971)

El documento:


El marxismo-leninismo, doctrina siempre joven y científica

La lucha contra la más peligrosa corriente antimarxista, el revisionismo moderno acaudillado por el soviético, ha estado constantemente en el centro de la atención del Partido. Consciente de la necesidad histórica de esta lucha, nuestro Partido ha desenmascarado los puntos de vista y tesis antimarxistas y la actividad contrarrevolucionaria, la demagogia y las tácticas fraudulentas de los revisionistas jruschovistas. Ha luchado resueltamente por arrancarles una tras, otra sus máscaras, por descubrir su catadura traidora y socialimperialista.

El Partido del Trabajo de Albania y los auténticos marxista-leninistas habían advertido desde el inicio mismo de la gran polémica con los revisionistas modernos, que el abandono de las posiciones de principio del marxismo-leninismo conduciría a estos últimos al regazo de la burguesía y del capitalismo, a la barricada de la contrarrevolución. La vida ha confirmado plenamente esta previsión.

El revisionismo, que apareció como una corriente oportunista y antimarxista en el seno del movimiento comunista, como resultado del mismo desarrollo lógico de la traición, se ha convertido en la actualidad en una corriente burguesa en el movimiento obrero idéntica a la socialdemócrata. Los países donde, los revisionistas accedieron al poder se han transformado en Estados burgueses que oprimen y explotan a los trabajadores del mismo modo que la burguesía de los países capitalistas [que no se disfrazan de marxistas, como los gobiernos de los países revisionistas - Anotación de Bitácora (M-L)]. El cabecilla del revisionismo, la Unión Soviética, se ha convertido en una potencia imperialista que practica una política expansionista y agresiva que lucha por la hegemonía y la dominación mundial. 

La hipocresía y fracaso del anarquismo: repaso histórico de las revoluciones de 1873 y 1936

Micilianos y Guardia de Asalto parando el golpe de Estado fascista, Barcelona, 18 de julio de 1936

«Por primera –y única vez– los anarquistas o su degeneración faístas, que para el caso es lo mismo, tuvieron el poder político en Cataluña y la libertad de aplicar los principios, en una situación concreta y momentáneamente dominada. ¿Y qué ocurrió?

La clase obrera, los catalanes progresistas y patriotas y las fuerzas de la Generalitat aplastaron por las calles de Barcelona y las ciudades catalanas sublevadas [a los golpistas fascistas durante el 17 de julio de 1936 - Anotación de Bitácora (M-L)]. En veinticuatro horas se produjo en Cataluña el cambio más radical que haya conocido su historia.

Los partidos políticos nacionalistas pequeño burgueses, que tenían veinticuatro horas antes todo el poder político en sus manos, se derrumbaron verticalmente. El Partido Socialista Unificado de Cataluña nació tres días después como una promesa. Los faístas tomaron el poder. ¿Qué harían? Tenían el dominio del verdadero Gobierno de Cataluña, el Comité de Milicias, que pudo actuar, dadas las circunstancias, como un poder independizado del Gobierno central. Se apoderaron de los organismos militares, del armamento, y la confiaron a la dirección exclusiva del Comité de Milicias, es decir, a ellos mismos. Se apoderaron de la economía de Cataluña y de la frontera. Establecieron su dominio mediante los controles de carretera y la actuación terrorista de los grupos especiales enviados a comarcas, sobre Cataluña entera. Los faístas tuvieron en sus manos todo el poder político, económico y militar. Y no supieron que hacer con él. No supieron hacer la revolución. No supieron hacer la guerra. Y fueron, junto a los socialdemócratas y trotskistas, los factores principales interiores de la derrota. Eran apolíticos y formaron Gobiernos. Eran antiestatales y crearon un aparato de Estado policial y vengativo. Eran antiautoritarios y organizaban las Patrullas de Control y los Comités de Defensa de barriadas y los Comités de Control de todo tipo. Eran «filósofos sentimentales, adoradores de la personalidad humana y de la libertad individual» y de Trilles a Roldan Cortada, pasando por La Fatarella, se descubrieron como aventureros sanguinarios. Todo se convirtió para ellos en un juego de palabras. Aceptaban el Gobierno, si se llamaba Consejo. Aceptaban ser consejeros, si las Consejerías se llamaban Departamentos. Aceptaban la movilización de levas y la formación del Ejército Popular si a los tenientes se les decía delegados de compañía. A veces hacían ver que quemaban las pesetas e imprimían vales. No tenían otra obsesión que la de cubrir su vació mental y su deshonestidad revolucionaria con cambios formales. Y mientras rehusaban de organizar un verdadero frente, a hacer la guerra de verdad, a desarrollar una economía de guerra, a establecer un orden revolucionario en la retaguardia, a asegurar, dando primacía a las exigencias de la guerra, la unidad combatiente de todos los catalanes patriotas entorno a la clase obrera [6]. Siguieron las huellas de los bakuninistas desenmascarados por Engels y crearon los cantones de Puigcerdà, de Molina, de la Torassa, de barrio, de Aragón, e imitando a los republicanos del siglo pasado decían: «salven los principios aunque se pierda la República», proclamaron: «ganamos la Revolución aunque se pierda la guerra». Y pretendieron «ganar la Revolución» organizando la indisciplina». (Joan ComoreraLa revolución plantea a la clase obrera el problema del poder político; Carta abierta a un grupo de obreros cenetistas de Barcelona, enero de 1949)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[6] Los anarquistas españoles –de toda tendencia– de los años, 30, y en especial los catalanes, a la llegada del alzamiento fascista de julio de 1936, demostraron que todo su mensaje exaltado antiestatal, antigubernamental, antiautoritario, era un bluf, como ha explicado Comorera. Y aún se veía más penosa su actitud, cuando se veían las prácticas del gobierno, del Estado, de las fuerzas del Estado anarquistas que llevaban al traste toda posibilidad de mantener la revolución y profundizarla. Dicha actitud hipócrita, no era la primera vez que se veía en la historia del anarquismo: era la repetición de las actitudes y actividades anarquistas en la revolución de 1873:

«Haciendo un balance de las enseñanzas de la revolución española. Engels señalaba ante todo que «en cuanto se enfrentaron con una situación revolucionaria seria, los bakuninistas se vieron obligados a echar por la borda todo el programa que hasta entonces habían mantenido». Concretamente «en primer lugar, sacrificaron su dogma del abstencionismo político y, sobre todo, del abstencionismo electoral. Luego, le llegó el turno a la anarquía, a la abolición del Estado». En segundo lugar «abandonaron su principio de que los obreros no debían participar en ninguna revolución que no persiguiese la inmediata y completa emancipación del proletariado, y participaron en un movimiento cuyo carácter puramente burgués era evidente». En tercer lugar –y esta conclusión da respuesta precisamente al problema objeto de nuestra polémica– «pisotearon el principio que acababan de proclamar ellos mismos, principio según el cual la instauración de un gobierno revolucionario no es más que un nuevo engaño y una nueva traición a la clase obrera, instalándose cómodamente en las juntas gubernamentales de las distintas ciudades, y además casi siempre como una minoría impotente, neutralizada y políticamente explotada por los burgueses». Con su incapacidad para dirigir la revolución, al dispersar las fuerzas revolucionarias en lugar de centralizarlas, al ceder la dirección a los señores burgueses, al disolver la sólida y fuerte organización de la Internacional, «los bakuninistas españoles nos han dado un ejemplo insuperable de cómo no debe hacerse una revolución». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Anarquismo y socialismo, 1917)

miércoles, 11 de febrero de 2015

Joan Comorera sobre el carácter contrarrevolucionario del anarquismo y su influencia histórica en la clase obrera

Joan Comorera durante un discurso de 1937

«La profunda razón es que la clase obrera, influida por una filosofía reaccionaria y dirigida por grupos anarquistas aventureros o irresponsables no actuó nunca como clase independiente, con propios principios de clase, con objetivos de clase. No se consideró nunca como la clase dirigente de la nación, como la clase irreconciliable con el régimen capitalista con la misión de destruir el Estado burgués, tomar el poder político, liquidar la explotación del hombre por el hombre, crear una sociedad sin explotadores, una nueva civilización: el socialismo. Tenía la fuerza y la entregó a los enemigos. De dirigente que debía de ser, pasó a ser dirigida, y su entusiasmo y abnegación revolucionaria pasó al servicio especulativo del capitalismo y de sus formas reaccionarias. La clase obrera, desorientada por las prédicas antipolíticas y apolíticas, antiestatales y antiautoritarias, se quedó deslumbrada a menudo por fantasmagóricos sentimentalismos que exaltaban su instinto revolucionario y la conducían a explosiones aventureras y sin salida [5], no comprendiendo ella, que como clase independiente, debía de tener una teoría revolucionaria propia, que debía de forjar su propio partido político revolucionario. El anarquismo le había vendado los ojos y le entregó indefensa a las maniobras y todas las trampas de la burguesía. Y fue así como ella no captó que el antipoliticismo y el apolitismo son la política de la reacción; que el apoliticismo le condujo a votar por el leurrouxismo antes, y a la pequeña burguesía nacionalista catalanista después. Así es como tampoco captó que el antiestatismo y el antiautoritarismo consolidaban el monopolio burgués del Estado y la autoridad, y que condenan a la clase obrera a la explotación despiadada, a las represiones brutales, a la desesperanza y a la impotencia. (…) Pues bien, queridos camaradas, la vida ha demostrado sobradamente que el anarquismo es una filosofía reaccionaria, ajena a la clase obrera, una prolongación de la burguesía hacia el campo obrero. La vida nos ha demostrado sobradamente que los grupos específicos, herederos del bakuninismo y los anarquistas individualistas, han sido un instrumento de la burguesía en el movimiento obrero, fuerza de choque aventurera y amoral de los inconciliables enemigos de la clase obrera y del pueblo». (Joan Comorera; La revolución plantea a la clase obrera el problema del poder político; Carta abierta a un grupo de obreros cenetistas de Barcelona, enero de 1949)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[5] Años después, ya en los años 70, el marxista-leninista albanés Enver Hoxha refutó las teorías y prácticas pequeño burguesas de los grupos anarquistas y de grupos derivados del anarquismo o con puntos de vista muy cercanos –guevaristas, luxemburguistas, maoístas, trotskistas, etc.– que estaban causando los mismos problemas que en su día el anarquismo en el siglo XIX o principios del XX en el movimiento obrero –y en el caso del revisionismo de tendencias anarquistas, en el movimiento comunista–: entre ellas primaban las teorías del estilo: 1) que «la historia la hacen los héroes» –negando el papel de las masas en la revolución–, 2) que el «motor pequeño» –el foco de la guerrilla– ponía en funcionamiento al «gran motor» –eludiendo las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución–, ó 3) que «para preparar la revolución sólo es importante el trabajo clandestino» –negando el trabajo legal en la sociedad burguesa y en las organizaciones de masas–; ó 4) la negación de la hegemonía del proletariado, argumentando que «todos los trabajadores eran iguales», o que incluso el campesinado u otras capas sociales eran más «progresistas» o «estaban más oprimidas» y debían por ello liderar la revolución:


«Mucha gente, entre la cual se cuentan revolucionarios sinceros, al haber rechazado el camino reformista de los revisionistas y haberlo criticado, han abrazado otros conceptos erróneos sobre la revolución y sus vías de desarrollo. Esto se relaciona con su posición de clase pequeño burguesa, con la ausencia de la debida formación ideológica marxista-leninista y con las influencias que ejercen sobre ellos los puntos de vista anarquistas, trotskistas y golpistas. Algunos de ellos conciben la revolución como un golpe militar, como obra de unos cuantos «héroes». Sobrestiman y absolutizan el papel de la «actividad subjetiva», y piensan que la situación revolucionaria, como condición para el estallido de la revolución, puede ser creada artificialmente por las «acciones enérgicas» de un grupo de combatientes que sirve como «pequeño motor» que pone en movimiento al «gran motor» de las masas. Según ellos el potencial revolucionario de las masas en la sociedad capitalista está en todo momento a punto de estallar, basta un impulso exterior, basta que se cree un foco guerrillero para que las masas lo sigan automáticamente. La lucha armada de un grupo de revolucionarios profesionales sólo puede ejercer influencia en el ímpetu de las masas cuando se coordina con otros objetivos políticos, sociales, psicológicos que determinan el surgimiento de la situación revolucionaria y cuando se apoya en las amplias masas del pueblo y goza de su simpatía y respaldo activos. De lo contrario, como demuestra la dolorosa experiencia en algunos países de Latinoamérica, la acción de la minoría armada, por heroica y abnegada que sea, choca con la incomprensión de las masas, se aísla de ellas y sufre derrotas. Las revoluciones maduran en la situación misma, en tanto que su victoria o su derrota depende, de la situación y del papel del factor subjetivo. Este factor no puede representarlo un solo grupo, por más consciente que sea de la necesidad de la revolución. La revolución es obra de las masas. Sin su convencimiento, preparación, movilización y organización, ninguna revolución podrá triunfar. El factor subjetivo no se prepara únicamente mediante las acciones de un «foco» guerrillero, ni tampoco tan sólo con agitación y propaganda. Para ello, como nos enseña Lenin y la vida misma, es indispensable que las masas se convenzan a través de su experiencia práctica. El concepto sobre el papel decisivo de la minoría armada va acompañado también de los puntos de vista de que la lucha debe desarrollarse únicamente en el campo o sólo en la ciudad, de que se debe atener únicamente a la lucha armada y a la actividad clandestina. Ha adquirido también una amplia difusión la tesis trotskista que considera la revolución como un acto repentino y la huelga general política como la única forma de llevarla a cabo. El orientarse por la lucha armada no significa en lo más mínimo renunciar a todas las demás formas de lucha, no quiere decir concentrarse en el campo y abandonar la lucha en la ciudad y viceversa, tampoco significa proponerse conseguir el objetivo final –la toma del poder– abandonando la «lucha pequeña» por las reivindicaciones inmediatas, económicas, políticas y sociales de los trabajadores, no quiere decir velar sólo por la organización de las fuerzas armadas y descuidar el trabajo entre las masas y dentro de sus organizaciones, trabajar y luchar únicamente en la clandestinidad y renunciar a aprovechar las posibilidades de actividad legal y semilegal etc. Preparar la revolución no es cuestión de un día es una labor multilateral y compleja. Para ello se ha de trabajar y luchar en todas las direcciones y con todas las formas, combinándolas correctamente y cambiándolas a tenor de los cambios de la situación, pero siempre supeditándolas al logro del objetivo final». (Enver Hoxha; Informe en el VIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1971)