viernes, 29 de abril de 2016

Los marxista-leninistas nicaragüenses explicando la naturaleza de la Constitución del 1987 actualmente vigente


«Nosotros caracterizamos el proyecto de Constitución como liberal-burgués. Liberal, porque recoge los principios y doctrinas constitucionales que son propios del liberalismo, tanto en el ordenamiento del Estado, como en la formulación de los principios individuales del ciudadano, como en las definiciones de Estado, nación, pueblo, etc. Todo tiene un alto contenido ideológico y doctrinario liberal. Lo consideramos burgués porque garantiza la propiedad privada porque deposita el poder en todos los ciudadanos nicaragüenses , pretendiendo una alianza o conciliación de clases, un pacto social que, desde el punto de vista político, es uno de los principios propios de las constituciones liberales. La búsqueda de consenso por parte del FSLN refleja esta búsqueda de una conciliación de clases.

A pesar de el sandinismo habla de realismo en la Constitución, la Constitución es tan poco realista y tan poco ubicada en la coyuntura histórica que, una vez aprobada, la van a suspender por el Estado de Emergencia, aunque no sea totalmente sino parcialmente. Vamos a tardar más en discutir el proyecto que en ver suspendida la Constitución. Esto demuestra que no responde ni las necesidades de las masas ni a las del proceso revolucionario. Nosotros, en todo caso, nunca hemos levantado la bandera antisandinista sino la antiburguesa, Rechazamos las propuestas del sandinismo en la medida en la que son propuestas de conciliación de clases.

Hemos caracterizado siempre a la dirección política del FSLN como una dirección política del FSLN como una dirección con posiciones pequeño burguesas, ampliamente influenciada por la doctrina socialdemócrata. Los partidos de la burguesía no tienen contradicciones de fondo o de principios con las formulaciones que hace el FSLN. Tienen diferencias de matices. Y tienen, sobre todo, una especie de terror por la inestabilidad que presenta el FSLN, dadas sus características pequeño burguesas. Temen que el FSLN no pueda contener una ofensiva revolucionaria de las masas que ponga en peligro realmente la dominación burguesa en Nicaragua lo que falta es «clima», no es más que la inestabilidad emocional de la burguesía cuando ve el poder en manos de la pequeña burguesía y teme las vaivenes propios de este sector.

Toda esta situación ha hecho que nosotros no tengamos una posición de colaboración en la elaboración de la Constitución. Más bien hemos presentado un plan de lucha en contra del proceso de institucionalización y en contra de esta Constitución. Esto no nos inhibe de utilizar el espacio político de la Asamblea y de expresar en ella nuestras concretas.

Queremos así educar a las masas en los principios revolucionarios que se podrían formular y conseguir cuando cambie la correlación de fuerzas en la Asamblea a favor del proletariado. Y buscamos introducir en el actual proyecto algunas de las reivindicaciones del proletariado para que la Constitución no sea un freno sino que abra posibilidades para su avance». (Carlos CuadraEntrevista a Envio de Carlos Cuadra, Secretario del Movimiento de Acción Popular Marxista-Leninista (MAP-ML), 16 de septiembre de 1986)

jueves, 28 de abril de 2016

La historia muestra que tanto en los gobiernos de democracia burguesa como en los del fascismo se ha perpetuado y promovido al capital monopolista


«¿Es posible retornar del capitalismo monopolista a la economía «pastoril agraria», a la manufactura de antes de la Revolución francesa, a los gremios, a las ciudades «libres» y a las regiones feudales de la Edad Media, a fin de salvar las clases medias del sistema de opresión colonial y del estrangulamiento financiero, de una proletarización que se ha acelerado desde la advertencia del monopolismo? La respuesta, la encontraremos en la conducta del nazi-fascismo-falangista. Este «ideal» era la médula –teórica– del fascismo de Mussolini, del nacional-socialismo de Hitler, del nacional-sindicalismo de Franco. ¿Qué ha quedado de tanta pamplina llamativa? Conquistado el poder, hicieron exactamente una política contraria: reforzaron los monopolios, es decir, el capitalismo monopolista, hicieron de esto una política oficial y la impusieron con la brutalidad característica del régimen. Pocos meses después de la toma de poder, el 15 de julio de 1933, Hitler dictó la ley de organización forzosa de los cárteles. Por mandato de esta ley se constituyeron inmediatamente o se agrandaron los siguientes cárteles: de fabricación de relojes, de cigarros y tabaco, de papel y cartón, del jabón, de los cristales, de redes metálicas, de acero estirado, del transporte fluvial, de la cal y soluciones de cal, de tela de yute, de la sal, de las llantas de los automóviles, de productos lácteos, de la fábricas de conservas de pescado. Para todos estos cárteles, nuevos unos y otros reforzados, se dictaron disposiciones que prohibían la construcción de nuevas fábricas y la incorporación inmediata de los industriales independientes. Se prohibieron también la construcción de nuevas fábricas y el ensanchamiento de las existentes en las ramas industriales ya cartelizadas: del zinc y del plomo laminado, del nitrógeno sintético, del superfosfatos, del arsénico, de los tintes, de los cables eléctricos, de las bombillas eléctricas, de las lozas, de los botones, de las cajas de puros, de los aparatos de radio, de las herraduras, de las medias, de los guantes, de las piedras para la reconstrucción, de las fibras, etc. Las nuevas leyes dictadas de 1934 a 1936, aceleraron la cartelización y el reforzamiento de los cárteles ya existentes. El resultado de esta política fue que a finales de 1936 el conjunto de los cárteles comprendían no menos de las 2/3 partes de la industrias de productos acabados, en comparación con el 40% del total de la industria alemana, el 100% del total de la industria alemana, el 100% de las materias primas de las industrias semifacturadas, y el 50% de la industria de productos acabados, en comparación con el 40% existente a finales de 1933. Mussolini cartelizó por la fuerza la marina mercante, la metalurgia,  las fábricas de automóviles, los combustibles líquidos. El 16 de junio de 1932 dictó una ley de cartelización obligatoria en virtud de la que formaron los cárteles de las industrias del algodón, cáñamo, seda y tintes. En España, nunca la oligarquía financiera había sido tan omnipotente como bajo el régimen del traidor Franco.

Pero no se puede decir que ésta es una política económica impuesta por el nazi-fascismo-falangismo, que no vale como enjuiciamiento general para el capitalismo monopolista. Lo cierto es que los Gobiernos de los países formalmente demócratas han tenido la misma política. Antes que Hitler, los diferentes gobiernos de la República de Weimar crearon y abonaron los monopolios. Es más: salvaron a muchos de la ruina con subvenciones estatales, es decir, del pueblo alemán. En 1932, el Gobierno alemán decidió subsidiar con 40.000.000 de marcos y con créditos asegurados por 70.000.000 a la empresa naviera Hapag-Lloyd, el mayor monopolio de la marina mercante alemana. En 1931, el Gobierno alemán «ayudó» las fábricas unidas del acero, el trust más grande de Europa, comprándole acciones, a un precio cuatro veces superior al de mercado, por valor de 110 millones de marcos. En 1931, el Gobierno alemán espoleó la absorción de dos grandes bancos por el Banco de Dredsner, es decir, la creación de un super-trust bancario, dando a éste una subvención de 525 millones de marcos antes de 1933, el pueblo alemán había perdido ya totalmente 288000000 y luego, con Hitler, perdió el resto, más de 100 millones de marcos, que ya fue obsequio de los nazis a la oligarquía financiera. Antes de Hitler, el Gobierno alemán «avanzó» a los trusts bancarios alemanes más de 1.500 millones de marcos. El Gobierno austriaco subvencionó el Crédito Anstalt con 723 millones de chelines austriacos, una suma casi igual a las pérdidas sufridas por la oligarquía financiera. En Gran Bretaña, debido a las leyes de las minas de carbón de los años 1931-1932, se formaron sindicatos regionales de control de la producción y de los precios y de «racionalización», esto quiere decir la paralización de las minas «antieconómicas», con ello cientos de miles de obreros fueron lanzados al infierno del paro forzoso. En Estados Unidos, los «códigos de competencia leal» de Roosevelt reforzaron las tendencias monopolistas y aceleraron el sometimiento de las empresas pequeñas y medianas a los monopolios. En Francia, la «República financiera» por antonomasia, la concentración monopolista siempre fue acompañada de altibajos políticos y se caracterizaba, por añadidura, por los frecuentes escándalos como los del Caso Stavisky, que mostraron a la superficie la profunda corrupción interior. En España, la República siguió las huellas económicas de la monarquía y la oligarquía financiera y los monopolios ferroviarios, eléctricos, de los teléfonos, del papel, del azúcar, del tabaco, etc., continuaron recibiendo la ayuda del Estado cuando lo necesitaban o cuando «demostraban» que lo necesitaban.

En el régimen nazi-fascista-falangista, o en el régimen formalmente democrático, el capitalismo monopolista es quién dicta la ley. Como decimos nosotros: ¿quién manda en casa? El monopolio está por encima de la nación, del régimen político y «otras particularidades». Por ello con el capitalismo monopolista no se trata ni se pacta. Tampoco se puede sustituir, como acabamos de ver, con sistemas pasados ​​para siempre a la historia. Sólo se puede sustituir con un sistema socio-económico más elevado». (Joan Comorera; La nación en una nueva etapa histórica, 15 de junio de 1944)

El nuevo alineamiento de las fuerzas políticas en el periodo de posguerra y la formación de dos campos; Andréi Zhdánov, 1947


«Los cambios radicales en la situación internacional y en la situación individual de varios países, como consecuencia de la guerra, han transformado completamente el panorama político del mundo. Se ha producido un nuevo alineamiento de fuerzas políticas. Y cuanto más nos alejamos del fin de la guerra, más claras se hacen las dos tendencias principales de la política internacional, que corresponden a la división de las fuerzas políticas de la escena mundial en dos grandes campos: el campo imperialista y antidemocrático, de un lado, y el campo antiimperialista y democrático, del otro.

La fuerza principal y dirigente del campo imperialista es Estados Unidos; Gran Bretaña y Francia son sus aliados. La presencia del gobierno laborista de Attlee-Bevin en Gran Bretaña y del gobierno socialista de Ramadier en Francia, no impide que Gran Bretaña y Francia desempeñen el papel de satélites de Estados Unidos y sigan su política imperialista en todas las cuestiones básicas. El campo imperialista cuenta también con el apoyo de potencias colonialistas como Bélgica y Holanda, de países con regímenes antidemocráticos y reaccionarios como Turquía y Grecia, y de países dependientes política y económicamente de Estados Unidos como los del Cercano Oriente, Sudamérica y China.

El objetivo principal del campo imperialista es el fortalecimiento del imperialismo, la preparación de una nueva guerra imperialista, la lucha contra el socialismo y la democracia, y el apoyo a los regímenes y movimientos reaccionarios profascistas del mundo. Para la realización de sus objetivos, el campo imperialista está dispuesto a apoyarse en las fuerzas reaccionarias y antidemocráticas del mundo y a respaldar a sus antiguos enemigos de guerra contra sus propios aliados.

Las fuerzas antiimperialistas y antifascistas constituyen el otro campo. La Unión Soviética y los países de nueva democracia son los pilares de este campo. También están incluidos los países que han roto con el imperialismo y han adoptado la vía del desarrollo democrático, como Rumania, Hungría y Finlandia. Indonesia y Vietnam están asociados al campo antiimperialista; India, Egipto y Siria simpatizan con él. El campo antiimperialista es respaldado por el movimiento obrero y democrático y por los Partidos Comunistas hermanos de todos los países, por los luchadores de los movimientos de liberación nacional de los países coloniales y dependientes, y por todas las fuerzas democráticas y progresistas en cada país. El objetivo de este campo es luchar contra la expansión imperialista y la amenaza de nuevas guerras, por la consolidación de la democracia y la eliminación de los remanentes del fascismo.

El fin de la Segunda Guerra Mundial planteó, a todos los pueblos amantes de la libertad, la tarea fundamental de garantizar una paz democrática duradera que consolide la victoria sobre el fascismo. En la realización de esta tarea fundamental de posguerra, la Unión Soviética y su política exterior juegan un papel principal. Esto se deriva de la propia naturaleza del Estado socialista soviético, que es totalmente ajeno a todo propósito agresivo y explotador y está interesado en el establecimiento de las condiciones más favorables para la construcción de la sociedad comunista.

Una de esas condiciones es la paz mundial. Como representante de un nuevo y superior sistema social, la Unión Soviética refleja en su política exterior las aspiraciones de la humanidad progresista que desea una paz duradera y no tiene nada que ganar de una nueva guerra urdida por el capitalismo. La Unión Soviética es el campeón de la libertad y la independencia de todos los pueblos, el enemigo de la opresión nacional y racial y de la explotación colonial de cualquier tipo. El cambio en el alineamiento general de las fuerzas entre el mundo del capitalismo y el mundo del socialismo, como resultado de la Segunda Guerra Mundial, ha aumentado aún más la importancia de la política exterior soviética y ha ampliado el alcance de su actividad en la escena internacional.

Todas las fuerzas del campo antiimperialista y antifascista se han unido en torno a la tarea de garantizar una paz justa y democrática. En este esfuerzo común, ha crecido y se ha reforzado la colaboración amistosa entre la Unión Soviética y los países democráticos en todas las cuestiones de política exterior. Estos países –y en primer lugar, los países de nueva democracia, como Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia y Albania, que desempeñaron un papel importante en la guerra de liberación contra el fascismo; así como Bulgaria, Rumania, Hungría y parcialmente Finlandia, que se unieron al frente antifascista–, todos ellos, se han convertido, en el periodo de posguerra, en firmes luchadores por la paz, la democracia y su propia libertad e independencia, contra todos los intentos de Estados Unidos y Gran Bretaña de revertir su desarrollo y ponerlos nuevamente bajo el yugo imperialista.

Los éxitos y el crecimiento del prestigio internacional del campo democrático no son del gusto de los imperialistas.

Las fuerzas reaccionarias de Gran Bretaña y Estados Unidos estuvieron bastante activas, incluso durante la guerra, tratando de impedir la acción concertada de las potencias aliadas, esforzándose por prolongar la guerra, luchando por desangrar a la Unión Soviética y buscando salvar a los agresores fascistas de una completa derrota. El sabotaje al establecimiento del Segundo Frente por los imperialistas anglosajones, encabezados por Churchill, fue una clara expresión de esta tendencia, que en el fondo era la continuación de la política de Múnich bajo nuevas y diferentes condiciones. Sin embargo, mientras la guerra estaba en desarrollo, los círculos reaccionarios de Gran Bretaña y Estados Unidos no se atrevieron a actuar abiertamente contra la Unión Soviética y los países democráticos, porque sabían muy bien que las simpatías de las masas populares de todo del mundo estaban incondicionalmente del lado de éstos. Pero en los meses previos al término de la guerra, la situación empezó a cambiar.

Durante las negociaciones en la Conferencia de los Tres Potencias en Postdam, en julio de 1945, los imperialistas anglo-estadounidenses demostraron su resistencia a tomar en cuenta los legítimos intereses de la Unión Soviética y los países democráticos.

En estos dos últimos años, la política exterior de la Unión Soviética y los países democráticos ha sido una política de lucha firme por la implementación de los principios democráticos establecidos en los acuerdos tomados para la posguerra. Los países del campo antiimperialista son los campeones leales y consecuentes de la aplicación de esos principios, sin desviarse ni un milímetro de su posición. Es por eso que la tarea principal de la política exterior de los países democráticos desde el fin de la guerra ha sido la lucha por la paz democrática, por la liquidación de los remanentes del fascismo y la prevención del resurgimiento de la agresión imperialista fascista, por el reconocimiento del principio de la igualdad de las naciones y el respeto de su soberanía, por la reducción general de armamentos y la prohibición de las armas más destructivas diseñadas para el exterminio masivo de la población civil. En el cumplimiento de estas tareas, la diplomacia soviética y la diplomacia de los países democráticos se enfrentan con la resistencia de la diplomacia anglo-americana que, desde la guerra, ha seguido persistente y constantemente la política de rechazar los principios generales de los acuerdos para la posguerra proclamados por los aliados durante la guerra, y busca reemplazar esta política de paz y consolidación de la democracia por una nueva política tendiente a quebrantar la paz universal, a proteger a los elementos fascistas y a perseguir a la democracia en todos los países.

La acción conjunta de la diplomacia de la Unión Soviética y la de los países democráticos es de gran importancia para garantizar la reducción de armamentos y la prohibición del más destructivo de todos: la bomba atómica.

Por iniciativa de la Unión Soviética, se ha presentado una propuesta en la Organización de las Naciones Unidas –ONU– para la reducción general de armamentos y el reconocimiento –como tarea prioritaria– de la necesidad de prohibir la producción y el uso de la energía atómica con propósitos militares. Esta propuesta del gobierno soviético se encontró con la tenaz resistencia de Estados Unidos y Gran Bretaña.

Todos los esfuerzos de los círculos imperialistas fueron dirigidos a sabotear esta sugerencia, poniendo todo tipo de interminables y estériles obstáculos y barreras, con el fin de impedir que se adopte cualquier medida práctica efectiva. La actividad de los delegados de la Unión Soviética y los países democráticos en los diferentes organismos de la ONU se ha caracterizado por la lucha sistemática y persistente por los principios democráticos de cooperación internacional, y por el desenmascaramiento de las intrigas de los conspiradores imperialistas contra la paz y la seguridad de los pueblos.

Esto ha quedado especialmente claro, por ejemplo, durante la discusión sobre la situación de la frontera norte de Grecia. La Unión Soviética y Polonia se pronunciaron resueltamente en contra de la utilización del Consejo de Seguridad para desacreditar a Yugoslavia, Bulgaria y Albania, acusados falsamente por los imperialistas de actos agresivos contra Grecia.

La política exterior soviética parte del hecho de la coexistencia, durante un periodo largo, entre los dos sistemas: el capitalismo y el socialismo. De esto se desprende que la cooperación entre la Unión Soviética y los países de otros sistemas es posible, a condición del respeto del principio de reciprocidad y el cumplimiento de las obligaciones una vez asumidas. Todos saben que la Unión Soviética siempre ha sido y es leal a los compromisos que ha contraído. La Unión Soviética ha demostrado su voluntad y su deseo de cooperación.

Estados Unidos y Gran Bretaña siguen una política absolutamente opuesta en la ONU. Hacen todo lo posible por liberarse de los compromisos que contrajeron previamente, quieren tener las manos libres para seguir una nueva política que no se basa en la cooperación de las naciones sino en el enfrentamiento de unos contra otros, una política que prevé la violación de los derechos e intereses de los países democráticos y el aislamiento de la Unión Soviética.

La política soviética sigue la línea de mantener relaciones leales y de buena vecindad con todos los Estados que muestren voluntad de cooperación. Con los países que son amigos genuinos y aliados, la Unión Soviética siempre se ha comportado –y lo seguirá haciendo– como verdadero amigo y aliado. Y la política exterior soviética prevé la ampliación de la asistencia amistosa a esos países.

Defendiendo la causa de la paz, la política exterior soviética rechaza la política de venganza contra los países vencidos.

Como es conocido, la Unión Soviética está a favor de la creación de una Alemania democrática, desmilitarizada, unida y amante de la paz. Al formular la política soviética en relación con Alemania, el camarada Stalin ha dicho:

«En pocas palabras, la política de la Unión Soviética sobre la cuestión alemana se reduce a la desmilitarización y democratización de Alemania. La desmilitarización y la democratización de Alemania es una de las condiciones más importantes para el establecimiento de una paz estable y duradera». (Stalin; Contestando a las cuestiones planteadas por Mr. Alexander Werth, publicado «Sunday Times», 24 de septiembre de 1946)

Sin embargo, esta política del Estado soviético en relación con Alemania choca con la oposición febril de los círculos imperialistas de Estados Unidos y Gran Bretaña. La sesión del Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores realizada en Moscú, en marzo-abril de 1947, demostró que Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia están preparados no sólo para impedir la reconstrucción democrática y la desmilitarización de Alemania, sino incluso para liquidarla como Estado unificado, desmembrarla y resolver de forma separada la cuestión de la paz.

Hoy en día, esta política se lleva a cabo bajo nuevas condiciones, en momentos en que Estados Unidos ha abandonando el viejo curso de Roosevelt y está adoptando una nueva política: la política de prepararse para nuevas aventuras militares». (Andréi ZhdánovSobre la situación internacional;Informe en la Iº Conferencia de la Kominform, 1947)

Sobre el proceso de «fascistización» del Estado nicaragüense; Equipo de Bitácora (M-L), 2015


Uno de los tantos dispositivos policiales lanzados para obstruir las manifestaciones anticanal

«Desde determinados sectores que operan dentro de la lógica esquemática de que toda represión es igual a fascismo propagan la idea de que en Nicaragua se ha instaurado un «régimen fascista». Evidentemente que tal afirmación no responde a un lectura científica de los hechos. Pero veamos desde una lectura marxista-leninista si existe tal Estado fascista, y si no existe, entonces como comprenderlo.

Para empezar, hay que aclarar una cuestión de antemano. Ya el propio Georgi Dimitrov nos advertía que pese a los rasgos generales del fascismo en cada país, era menester estudiar los rasgos nacionales que creaba el fascismo en cada país. Pues solo analizar y señalar las tareas de lucha contentándose en buscar los rasgos generales sería un lastre para la estrategia comunista antifascista:

«Ninguna definición general de fascismo, por precisa que sea, nos exime de la necesidad de estudiar y tener en cuenta de un modo concreto las peculiaridades del desarrollo del fascismo y las diversas formas de la dictadura fascista en cada país, en cada etapa. Es necesario investigar, estudiar, hallar en cada país lo que haya de peculiar, de específicamente nacional en el fascismo, y esforzarse por trazar, en consonancia con ello, los métodos y las formas más eficaces de lucha contra el. (...) Sería un grave error querer establecer un esquema general cualquiera sobre el desarrollo del fascismo, valedero para todos los países y pueblos. Este esquema, lejos de ayudarnos a librar la verdadera batalla, nos estorbaría. Aparte de otras cosas, lo que se consigue con eso es empujar al campo del fascismo, sin establecer diferencias, a las capas de la población que en una fase determinada de desarrollo, de haber sabido abordarlas con acierto, habrían podido ser llevadas a la lucha contra el fascismo, o al menos neutralizarlas.». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

Entendido esto, debemos decir que en términos generales una de las características más extendidas de los Estados fascistas es que quién ejerce el poder es el «grupo más chovinista» del entorno social adherido a una política económica en que «impera el capital financiero», y se ejerce una abierta dictadura terrorista. Eso no ha evitado que históricamente muchos países fascistas pese a su chovinismo se hayan plegado a otras potencias, y que por sus rivalidades con otras burguesías incluso se hayan puesto en pie de guerra con otros países fascistas.

El fascismo es la radicalización absoluta de la dictadura de la burguesía en su expresión de la lucha de clases burguesa, dicho de otro modo: mientras la dictadura de la burguesía es una etapa defensiva de la lucha de clase burguesa, el fascismo es una etapa ofensiva.

Incluso dentro de los países fascistas ha de aclararse que bajo una misma forma de Estado y régimen fascista a veces se ha intentado aplicar las dos variantes de metodología defensiva y ofensiva: por ejemplo durante el somocismo en Nicaragua hubo etapas defensivas donde se intentaba aparentar una estructura represiva y coercitiva más relajada, cierta legalidad organizativa y celebración de elecciones y demás, y otras etapas ofensivas con asesinatos, represión y coerción realizados abiertamente para intimidar al pueblo y sus acciones revolucionarias en lo que se ha dado en denominar «terrorismo de Estado»:

«El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista revisten en los distintos países formas diferentes, según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país. En unos países, principalmente allí, donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas y donde la lucha entre los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y permite a los demás partidos burgueses, así como a la socialdemocracia, cierta legalidad. En otros países, donde la burguesía dominante teme el próximo estallido de la revolución, el fascismo establece el monopolio político ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intensificando cada vez más el terror y el ajuste de cuentas con todos los partidos y agrupaciones rivales, lo cual no excluye que el fascismo, en el momento en que se agudice de un modo especial su situación, intente extender su base para combinar sin alterar su carácter de clase la dictadura terrorista abierta con una burda falsificación del parlamentarismo». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Komintern, 13 de agosto de 1935)

La burguesía recurre al fascismo en aquellos casos en que no puede gobernar bajo los antiguos métodos y donde percibe que el orden burgués corre peligro ante situaciones de crisis o cuando el orden burgués no corre un peligro real pero la burguesía piensa que si está en peligro; por lo que generalmente es el mecanismo por medio del cual se prolonga artificialmente el régimen capitalista ante la convergencia de condiciones objetivas que conduzcan a un proceso revolucionario, esta esa la razón de que resulte en altamente represivo y coercitivo.

En la actualidad y por influjo de viejos grupos pseudomarxistas, muchos revolucionarios tienden a entender que todo uso represivo de un gobierno es suficiente para caracterizarlo automáticamente como gobierno fascista. Pero en realidad esto parte de una no compresión de la naturaleza de un gobierno de democracia burguesa y de un gobierno de abierta dictadura terrorista fascista, y esto se debe a la falta de formación ideológica marxista-leninista, de un estudio de los gobiernos demócrata-burgueses y los gobiernos fascistas y las características específicas de cada uno, y de una clara falta de experiencia en general. Seamos claros, en un régimen democrático-burgués se reprimen comunistas, se cierra su prensa, se prohíben sus partidos y organizaciones de masas, se encarcelan, se tortura y se asesinan a sus militantes o simpatizantes si así la burguesía lo cree necesario; aunque por su puesto: en un régimen «electorero demócrata-burgués» la profundidad de esos rasgos represivos dependerán de que individuos adquieran el poder, como lo administren, y que proporción del poder poseen; recuérdese que la burguesía no requiere del fascismo para ser asesina, coercitiva, violenta, represiva, etc.; negar esto no solo es negar el carácter de las democracias burguesas del siglo XIX, sino el de las democracias burguesas del siglo XX, y de las actuales donde esto pasa cada día. Es más, el orden represivo no se aplica solo a los verdaderos comunistas sino contra todo revolucionario o pretendido revolucionario. Se ha de hacer un esfuerzo para comprender que igual que existen autodenominados comunistas que no saben identificar a su enemigo, existen anticomunistas que tampoco saben identificar a sus verdaderos enemigos, del mismo modo y hablado en términos más amplios: las clases explotadoras y todos sus miembros al estar educados en una filosofía idealista, aceptan que toda persona o grupo autodenominado anticapitalista lo es, y no entienden –o a veces les sale más rentable no molestarse en reflexionar en ello– el hecho de que para que un grupo o individuo sean comunistas no basta con que este lo diga sino que es algo que debe ser contrastado en la práctica, pero ha de entenderse que muchos explotadores –demócratas burgueses o fascistas– prefieren barrer con escoba de hierro todo lo que se diga anticapitalista y así guardarse las espaldas, aunque muchos de los que se lleven por delante no sean peligrosos para su régimen e incluso de saberlos manejar les sean hasta de utilidad:

«No es la primera vez ni será la última que un país de democracia burguesa, o de abierta dictadura terrorista fascista ilegaliza a partidos, juventudes o sindicatos, sean estos marxista-leninistas, anarquistas, reformistas, revisionistas o incluso derechistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al artículo: «La Rada ilegaliza al Partido Comunista Ucraniano», 28 de julio de 2014)

La diferencia más palpable entre la democracia-burguesa y la abierta dictadura terrorista fascista es que en la segunda el militante comunista ni siquiera tiene la formalidad de ser respetado en la legalidad teórica en los periodos más «suaves» del régimen. Así mismo en el Estado y gobierno fascista la ideología anticomunista es potenciada hasta ser uno de los rasgos fundamentales de su propaganda y que lejos de esconder agita con orgullo fascista, mientras en la democracia-burguesa esta ideología anticomunista intenta ser mucho más sutil y siempre bajo una máscara «democrática». En el régimen democrático burgués el parlamento es el pivote donde se justifican todos los engaños y estafas a las clases trabajadoras, mientras que el fascismo aunque puede mantener un parlamento e incluso ciertas organizaciones legales, este es meramente decorativo en el sentido más literal de la palabra. En el tema del uso o no del parlamentarismo, en los regímenes fascistas depende tanto del gusto de los gobernantes fascistas, como de la fuerza que tengan en caso de que quieren disolver el parlamento burgués, o de si creen que el parlamento les puede servir como una baza democrática que les sea beneficioso como ya vimos con la explicación de Dimitrov.

¿Es posible retornar del capitalismo monopolista al régimen de libre concurrencia, al liberalismo económico?

Joan Comorera en 1935

«¿Es posible retornar del capitalismo monopolista al régimen de libre concurrencia, al liberalismo económico? No, camaradas. El viejo capitalismo murió al dar nacimiento al imperialismo, al capitalismo monopolista. Como decía Lenin:

«Encontrar «principios firmes y fines concretos» para la «conciliación» del monopolio con la libre concurrencia, es, naturalmente, imposible». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)

El capitalismo monopolista es la fase superior al capitalismo liberal. Por tanto, la libre concurrencia se ha transformado en un ideal reaccionario. En el seno de un sistema económico actual va creándose los elementos del sistema por el que ha de sustituirse. Y el sistema que se va forjando en el interior condena al actual a la caducidad, a la muerte, porque el nuevo es siempre superior. Los modos de producción y las relaciones de producción provocan un salto cualitativo de un viejo sistema a un sistema nuevo.  Por lo demás, la historia humana no es una repetición de círculos concéntricos de retorno constante a un punto de partida constante:  es una ascensión progresiva, saltos de etapas inferiores a etapas superiores. Por eso nunca se ha producido un retorno a sistema económicos históricamente superados.  De la esclavitud no se volvió a la economía patriarcal. De la servidumbre no se volvió a la esclavitud. Del asalariado no se puede volver a la servidumbre, como de la libre concurrencia no se puede volver a la manufactura y los gremios. Del mismo modo, del capitalismo monopolista no se volverá a la libre concurrencia. La lógica de la Historia es de acero.

«Con ello queda ya determinado el lugar histórico del imperialismo, pues el monopolio, que nace única y precisamente de la libre concurrencia, es el tránsito del capitalismo a un orden social-económico más elevado». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)

¿Es posible retornar del capitalismo monopolista a la economía «pastoril agraria», a la manufactura de antes de la Revolución francesa, a los gremios, a las ciudades «libres» y a las regiones feudales de la Edad Media, a fin de salvar las clases medias del sistema de opresión colonial y estrangulamiento financiero, de una proletarización que se ha acelerado desde la advertencia del monopolismo? La respuesta, la encontraremos en la conducta del nazi-fascismo-falangista. Este «ideal» era la médula –teórica– del fascismo de Mussolini, del nacional-socialismo de Hitler, del nacional-sindicalismo de Franco. ¿Qué ha quedado de tanta pamplina llamativa? Conquistado el poder, hicieron exactamente una política contraria: reforzaron los monopolios, es decir, el capitalismo monopolista, hicieron de esto una política oficial y la impusieron con la brutalidad característica del régimen». (Joan Comorera; La nación en una nueva etapa histórica, 15 de junio de 1944)

lunes, 25 de abril de 2016

Keynesianismo y las teorías económicas del fascismo: la defensa de la propiedad privada contra el marxismo; Rafael Martínez, 2015


«Las obras de Keynes cubrieron la literatura económica de la Alemania Nazi, independientemente de la actitud personal de Keynes hacia las formas políticas que el nacional-socialismo [nazismo] adoptó en su momento, que entendemos que él no apoyó. De hecho, no hay que confundir la forma política con la estructura económica que sustenta esta última. La crítica burguesa del nacional-socialismo y sus diferentes formas políticas ignoran en gran medida el pensamiento económico que vincula el capital monopolista, los grandes terratenientes y la militarización de la economía. En general, en la crítica burguesa sobre el fascismo se pasa por alto la relación respecto a la propiedad privada y la socialización. Esto demuestra que el argumento expuesto por muchos historiadores y economistas respecto a Keynes y su «éxito no deseado» en la Alemania Nazi. Se puede argumentar además, que la mayor parte de la crítica burguesa del fascismo es ajena al hecho de que éste último es un defensor de la propiedad privada y desea promover la reforma sobre la base del modo de reproducción capitalista. Al abogar por la necesidad de la propiedad privada, el fascismo rechaza totalmente al marxismo. Si ello se realiza bajo el disfraz del antisemitismo o en la forma de un lenguaje académico burgués no cambia fundamentalmente la esencia de dicha crítica económica. Tanto el keynesianismo como el fascismo sugieren que la forma del sistema capitalista sobre la base de la santidad del carácter privado de la propiedad de los medios de producción a través de mecanismos contemplados por el intervencionismo de Estado [20]. La simpatía generada en la Alemania Nazi por las obras de Keynes se basa en la lógica interior que sustentan sus postulados y cómo encaja en el papel histórico que el fascismo tiene la intención de jugar. En este sentido, no es casual que el prominente fascista británico y entusiasta de Mussolini, James Barnes, se refiriese positivamente sobre Keynes [21]:

«El fascismo está totalmente de acuerdo con el Sr. Maynard Keynes, a pesar de la posición prominente de este último como liberal. De hecho, una excelente librito de Keynes: «El fin del Liberalismo de 1926, podría, en lo que cabe, servir como una útil introducción a la economía fascista. Apenas hay nada que objetar a él y hay muchos aspectos positivos». (James Barnes; Aspectos universales del fascismo, 1929)

sábado, 23 de abril de 2016

La situación mundial después de la Guerra; Andréi Zhdánov, 1947


«El fin de la Segunda Guerra Mundial ha traído cambios considerables en la situación internacional en su conjunto. La derrota militar del bloque de países fascistas, el carácter de la guerra como guerra de liberación antifascista y el papel decisivo de la Unión Soviética en la victoria sobre los agresores fascistas, han modificado sustancialmente la correlación de fuerzas entre los dos sistemas –socialista y capitalista– a favor del socialismo.

¿Cuál es la naturaleza de estos cambios?

La consecuencia principal de la Segunda Guerra Mundial fue la derrota militar de Alemania y Japón, los dos países más agresivos y militaristas del capitalismo. Los elementos imperialistas y reaccionarios del mundo –particularmente en Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia– pusieron grandes esperanzas en Alemania y Japón, y principalmente en la Alemania de Hitler: en primer lugar, como la fuerza más capacitada para asestar un golpe contra la Unión Soviética, con el fin de destruirla o por lo menos debilitarla y socavar su influencia; y en segundo lugar, como la fuerza capaz de aplastar a la clase obrera revolucionaria y al movimiento democrático en Alemania y los países víctimas de la agresión hitleriana, para así fortalecer la posición general del capitalismo.

Esta fue la razón principal de la política de «apaciguamiento» e incitación a la agresión fascista –la «política de Múnich»–, seguida de manera persistente por los círculos imperialistas gobernantes de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, antes de la guerra. Pero las esperanzas depositadas en los hitleristas, por parte de los imperialistas ingleses, franceses y estadounidenses, fueron vanas. Quedó demostrado que los hitleristas eran más débiles, en tanto que la Unión Soviética y los pueblos amantes de la libertad eran más fuertes de lo que pensaban los munichistas. Y como resultado de la Segunda Guerra Mundial, las principales fuerzas belicosas de la reacción fascista internacional han sido aplastadas y puestas fuera de acción por un largo tiempo por venir.

viernes, 22 de abril de 2016

¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las masas?

Mussolini durante la marcha sobre Roma, 1922

«¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las masas? El fascismo logra atraer a las masas porque especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de justicia y, a veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias. ¿Por qué los fascistas alemanes, esos lacayos de la gran burguesía y enemigos mortales del socialismo, se hacen pasar ante las masas por «socialistas» y presentan su subida al poder como una «revolución»? Porque se esfuerzan por explotar la fe en la revolución y la atracción del socialismo que viven en el corazón de las amplias masas trabajadoras de Alemania.

El fascismo actúa al servicio de los intereses de los imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido, como hizo, por ejemplo, el fascismo alemán que arrastró consigo las masas pequeño burguesas con la consigna de: «¡contra el tratado de Versalles!».

El fascismo aspira a la más desenfrenada explotación de las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista muy hábil, explotando el profundo odio de los trabajadores contra la burguesía rapaz, contra los bancos, los trusts y los magnates financieros y lanzando las consignas más seductoras para el momento dado, para las masas que no han alcanzado una madurez política. En Alemania: «nuestro Estado no es un Estado capitalista, sino un Estado corporativo», en el Japón: «por un Japón sin explotadores», en los Estados Unidos: «por el reparto de las riquezas», etc.

El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un «gobierno honrado e insobornable». Especulando con la profunda desilusión de las masas sobre los gobiernos de democracia burguesa, el fascismo se indigna hipócritamente ante la corrupción –véase, por ejemplo, el caso Barmat y Sklarek en Alemania, el caso Staviski en Francia y otros–.

El fascismo capta, en interés de los sectores más reaccionarios de la burguesía, a las masas decepcionadas que abandonan los viejos partidos burgueses. Pero impresiona a estas masas por la violencia de sus ataques contra los gobiernos burgueses, por su actitud irreconciliable frente a los viejos partidos de la burguesía.

Dejando atrás a todas las demás formas de la reacción burguesa por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país. Y las masas de la pequeña burguesía, incluso una parte de los obreros, llevados a la desesperación por la miseria, el paro forzoso y la inseguridad de su existencia, se convierten en víctimas de la demagogia social y chovinista del fascismo.

El fascismo llega al poder como el partido del asalto contra el movimiento revolucionario del proletariado, contra las masas populares en efervescencia, pero presenta su subida al poder como un movimiento «revolucionario», dirigido contra la burguesía en nombre de «toda la nación» y para «salvar» a la nación –recordemos la «marcha» de Mussolini sobre Roma, la «marcha» de Piłsudski sobre Varsovia, la «revolución» nacional-socialista de Hitler en Alemania, etc–.

Pero cualquiera que sea la careta con que se disfrace el fascismo, cualquiera que sea la forma en que se presente, cualquiera que sea el camino por el que suba al poder; el fascismo es la más feroz ofensiva del capital contra las masa trabajadoras; el fascismo es el chovinismo más desenfrenado y al guerra de rapiña; el fascismo es la reacción feroz y la contrarrevolución; el fascismo es el peor enemigo de la clase obrera y de todos los trabajadores»(Georgi DimitrovLa clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

sábado, 16 de abril de 2016

Sobre las teorías antimarxistas que atacan el rol del partido comunista


«Actualmente se han reanimado diversas teorías que predican la espontaneidad en el movimiento revolucionario, que menoscaban el papel del factor consciente, que niegan el papel de la teoría y del partido del proletariado. La degeneración de los partidos revisionistas, su transformación en partidos reformistas, inocuos para la burguesía, y las tesis antimarxistas de los revisionistas modernos, soviéticos, yugoslavos, italianos, etc., de que «el capitalismo se está integrando en el socialismo de manera, consciente o inconsciente, gradual o radical», de que «también partidos y organizaciones políticas no proletarias pueden llegar a ser portadores de los ideales del socialismo y dirigentes de la lucha por su realización», de que «también algunos países donde está en el poder la nueva burguesía nacional se encaminan hacia el socialismo», etc., se han convertido en base para propagar los puntos de vista más extremistas que niegan totalmente el papel de la teoría y la necesidad del partido de la clase obrera. Existen también quienes, autotitulándose revolucionarios acabados, llegan incluso a decir que «en la teoría de Marx sobre la revolución no hay lugar ni necesidad del partido», que «la vanguardia de la revolución socialista no puede identificarse con el partido marxista-leninista», que el papel del partido puede ser desempeñado «por una minoría activa» que surge como «fermento» en el movimiento espontáneo, que «de la misma acción revolucionaria nace la conciencia y la organización revolucionarias».

Todas estas «teorías» ocasionan un daño incalculable al movimiento revolucionario ya que desorientan y dejan desarmada a la clase obrera frente a los ataques de la burguesía, quien, por su parte, ha perfeccionado al máximo sus métodos y medios de propaganda, la organización de la lucha contra la revolución y el comunismo.

Es ya algo históricamente probado que sin su partido la clase obrera, cualesquiera que sean las condiciones en las que viva y actúe, no se hace por sí misma consciente. Lo que convierte a la clase obrera de una «clase en sí» en una clase para sí es el partido. Naturalmente, la lucha, la acción, templan y ponen a prueba a la clase obrera, a las masas y a los revolucionarios, les enseñan muchas cosas. Pero si falta el partido político con un programa claro, con una estrategia y una táctica científica, la lucha se queda a medio camino o fracasa. Esto nos lo enseña también la experiencia del movimiento revolucionario actual y la de las numerosas luchas de los pueblos de los diferentes continentes.

Pero incluso cuando algunos de los diversos revisionistas u oportunistas reconocen la necesidad de la existencia del partido, tergiversan su papel y los principios orgánicos de su construcción. Declaran caducas y superadas las ideas de Lenin acerca de esta cuestión. Particularmente atacan el principio según el cual el partido no es sólo la vanguardia consciente de la clase, sino también su forma más elevada de organización, que se caracteriza por la unidad de pensamiento y de acción y al que corresponde el papel dirigente en toda la actividad revolucionaria y en cualquier terreno en que ésta se desarrolle. Algunos de ellos reducen el papel del partido a una organización de orientación y educación política e ideológica, o a un centro de coordinación e información. Otros lo identifican con la guerrilla o se pronuncian por la «calidad de socio» en pie de igualdad del partido marxista-leninista con otros partidos y organizaciones de la clase obrera y de las masas trabajadoras.

La función dirigente del partido de la clase obrera en la lucha por el socialismo es una ley objetiva, tanto sí existe un solo partido como si existen muchos. La transformación revolucionaria de la sociedad capitalista sobre bases socialistas es una lucha vasta y de gran complejidad que se desarrolla de muchas formas y en todos los terrenos: económico, político, ideológico y militar. En esta lucha la clase obrera contrae alianzas con diversas fuerzas sociales y políticas. Todas las formas de lucha y de organización, todos los destacamentos del movimiento revolucionario deben servir a un objetivo. De ahí la necesidad del partido como único centro dirigente, orientador y organizador.

La lucha por el socialismo tiene como base teórica la ideología de la clase obrera, el marxismo-leninismo, que es la doctrina científica que proporciona la única concepción correcta del socialismo y de los caminos para realizarlo. El portador de esta teoría, quien la elabora y la aplica, no podrá ser ningún otro partido u organización salvo el partido comunista del proletariado, el partido de esa clase a la que pertenece el futuro socialista y comunista, que defiende los intereses fundamentales de los trabajadores y de todas las fuerzas progresistas de la sociedad y que lucha por ellos, el partido de la clase, que, como ha dicho Marx, no puede liberarse sin liberar a toda la humanidad. Si el destino de la revolución se confía, a un centro de orientación general, a una organización meramente coordinadora o a la guerrilla, la revolución penetrará en un callejón sin salida y sufrirá derrotas.

El contenido objetivo dé todas las «teorías» que niegan la necesidad del papel dirigente de la clase obrera y de su partido es de hecho la negación de la revolución, del socialismo y del marxismo-leninismo. Estas concepciones no hacen sino llevar agua al molino de la burguesía y de la contrarrevolución. Por eso, desenmascararlas y defender resueltamente las enseñanzas leninistas sobre la hegemonía de la clase obrera, sobre el papel dirigente del partido del proletariado y de los principios de su construcción y organización, constituye hoy una tarea de gran importancia y actualidad para eliminar la confusión y la desorientación que los revisionistas han creado en este terreno, para hacer avanzar la revolución, la lucha por el socialismo y el comunismo». (Enver HoxhaEl marxismo-leninismo, doctrina siempre joven y científica, 1 de noviembre de 1971)

viernes, 15 de abril de 2016

Gottwald hablando de la dictadura del proletariado como parte intrínseca de la democracia popular


«Es natural que nuestro camino al socialismo, al igual que en otros países de democracia popular sea algo diferente de la forma en que fue en la Unión Soviética. Debía haber una diferencia entre la revolución del 1917 y la nuestra de 1945. Sin embargo, estas diferencias solo se refieren a la forma y no a la naturaleza del nuevo orden, que es un gobierno popular bajo la dirección de la clase obrera, que cumple la función de la dictadura del proletariado. Incluso Lenin ya explicó esta cuestión cuando dijo:

«Todas las naciones llegarán al socialismo, eso es inevitable, pero no lo harán del mismo modo; cada una de ellas aportará sus elementos peculiares a una u otra forma de la democracia, a una u otra variante de la dictadura del proletariado, a uno u otro ritmo de las transformaciones socialistas de los diversos aspectos de la vida social». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre la caricatura del marxismo y el «economismo imperialista», 1916)

Por lo tanto habría sido dogmático y un absurdo peligroso, haber hecho caso omiso a esa diferencia en el camino emprendido desde 1945. Pero por el contrario, hemos sido capaces de darnos cuenta y hemos sido capaces de responder a esas particularidades de forma adecuada, lo que nos ayudó entre otras cosas a terminar con la reacción burguesa en el interior en febrero de 1948.

Por otro lado hubiera sido una locura y un crimen si nos hubiéramos basados en esas diferencias, que era transitorias y poco a poco desaparecían, habiendo querido resaltarlas. Precisamente el uso amplio y profundo de la experiencia de la Unión Soviética y su ejemplo, es una de las principales leyes de desarrollo de las democracias populares como la nuestra. La aproximación al modelo soviético –en un país donde ya se ha confirmado la construcción del socialismo, nos ahorra una cantidad de dolor en el hallazgo, prueba y búsqueda de las vías para la construcción de eso mismo– es una garantía de éxito para nosotros, garantía de progreso en el camino al socialismo. Tal éxito es por ejemplo la adopción de unos nuevos estatutos en el Partido Comunista Checoslovaco que en líneas generales coinciden en sus puntos con el del Partido Comunista de la Unión Soviética.

A la inversa; intentar empujar al país y promover formas intermedias, publicándolas como especificidades e inmutables, rechazar el ejemplo y la experiencia soviética, solo conduce a la negación y a revertir la esencia misma de la democracia popular, a la restauración del capitalismo.

El leninismo nos enseña el uso versatil de la gran experiencia del primer país socialista y como llegar de las formas inferiores a las formas superiores de la sociedad socialista». (Klement Gottwald; Discurso en la apertura del Museo de Lenin, 21 de enero de 1953)

Autocritica, el arma afilada y perspicaz de los partidos comunistas y de los trabajadores; Kominform, 1948

El siguiente breve artículo, es un artículo publicado en la revista de la Kominform en junio de 1948, justo en momentos en que se criticaba y destapaba al revisionismo yugoslavo en la IIº Conferencia de la Kominform, quién en sus desviaciones, pese a las críticas de los partidos hermanos de la Kominform, se negaba a reconocer sus variados errores y a asistir a discutirlos:

«La famosa resolución dejó bien claro que el Partido Comunista de Yugoslavia no fue expulsado de la Kominform debido a sus errores y política incorrecta. Cualquier individuo comunista, Comité del partido comunista o Comité Central del mismo puede cometer errores. Ni siquiera fue expulsado porque no quiso aceptar las críticas. A menudo se debe tomar tiempo, un período prolongado de discusión profunda para que una organización del partido o miembro individual pueda llegar a comprender y corregir una política equivocada. Pero al negarse a discutir las críticas hechas por algunos de los comunistas más destacados y con experiencia en el mundo, sobre todo partiendo dichas críticas también del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, el hecho de rechazar discutir esas críticas de los miembros de dichos partidos, negarse a venir y reunirse con los representantes de los otros ocho partidos comunistas, era una acción despectiva que no podía sino colocar a los líderes comunistas yugoslavos fuera de la familia de los partidos comunistas». (James Klugmann; De Tito a Trotski, 1951)

Como expresaba el inglés James Klugmann en aquellos años, la causa de la expulsión del Partido Comunista de Yugoslavia de la Kominform no fueron sus errores, sino la violación de los reglamentos de la Kominform al negarse a asistir para no permitir que otros partidos ejercieran su derecho a la crítica a otro partido hermano como los yugoslavos habían hecho en la conferencia anterior con los franceses e italianos a los cuales criticaron como hicieron el resto de partidos. Un claro ejemplo de falta de autocrítica. De hecho el presente artículo cita la autocrítica que con ayuda de los partidos hermanos tanto el Partido Comunista Francés como el Partido Comunista Italiano realizaron. Hay que recordar que pasado un tiempo estos partidos no siguieron aplicando las lecciones aprendidas en 1947 por lo que la autocrítica no fue aplicada en la realidad, ya que sobre todo tras la llegada del jruschovismo y como punto final con la disolución de la Kominform en 1956, los puntos contenidos de su autocrítica sobre sus desviaciones fueron olvidados o abiertamente rechazados, y Thorez y Togliatti promoviendo sus viejas desviaciones bajo la falsa excusa de la «lucha contra el dogmatismo» y de la promoción de un marxismo «creador».


No tenemos mucho que añadir, si el lector desea artículos del mismo tema, en nuestra obra de 2013: «El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», dedicamos un capítulo llamado: «El centralismo democrático, la crítica y la autocrítica» donde hicimos una radiografía completa al principio marxista-leninista de la crítica y la autocrítica, y cuyo capítulo debemos afirmar sin miedo a parecer prepotentes que es más completo que el presente artículo a la hora de abordar el tema.

Pese a la brevedad, el presente artículo de la Kominform recuerda muchos de los puntos de la crítica y autocrítica que todo los marxista-leninistas deben conocer y ejercer, y es un buen artículo sobre todo para los cuadros que se inician en el tema.

La traducción pertenece íntegramente a los camaradas de la Biblioteca Marxista Sergio Barrios, salvo la fuente de las citas de Lenin y Stalin que han sido añadidas por nosotros, para que los lectores vean su procedencia.

El documento:


«La gente de las nuevas democracias [1], está construyendo con gran entusiasmo una vida verdaderamente libre por primera vez en su historia. Están dedicando su trabajo y creatividad a reforzar su democracia, a consolidar y crecer sus bases económicas y políticas.

Los éxitos económicos y políticos de las nuevas democracias se han logrado bajo el liderazgo de los Partidos Comunistas y de los Trabajadores –los verdaderos partidos de la clase trabajadora – no obstante este trabajo no ha sido fácil. La construcción del socialismo se está desarrollando en condiciones amargas, en una lucha de clases que encuentra su expresión en diferentes formas. El desarrollo hacia el socialismo no puede lograrse mansamente, sin lucha, sin dificultades y sin errores.

La autocrítica puede ser el arma perspicaz que ayude a eliminar los defectos y errores en dichos partidos.

La crítica y autocrítica facilitan el combate contra los enemigos de la clase trabajadora y el socialismo, al revelar posibles manipulaciones, asegurar la eliminación de errores y defectos, así como preparar el camino para nuevos éxitos.

Lenin y Stalin nos han enseñado que precisamente cuando un partido revolucionario marxista llega al poder surge la urgente necesidad del método de la autocrítica, pues miembros del partido gobernante suelen dejarse llevar por los éxitos obtenidos, volviéndose engreídos y fallando al no ver sus debilidades, facilitando así el trabajo de sus enemigos.

De ahí su importancia vital en la lucha por el desarrollo estable de la economía nacional en las nuevas democracias, por mejorar la calidad del trabajo ideológico, político y organizativo, al fin de elevarlo a niveles más altos.

La autocrítica no es sólo un fenómeno pasajero. En el arsenal de los partidos marxistas la crítica y la autocrítica son un arma siempre activa que está indisolublemente relacionada con el espíritu revolucionario de las grandes enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Stalin. La autocrítica es una ley de desarrollo en el partido, es un método específico de entrenamiento para los dirigentes y cuadros del partido, la clase obrera y el pueblo entero en el desarrollo de su espíritu revolucionario.

No puede haber una realización genuina de los principios organizativos de un partido marxista, un fortalecimiento de las organizaciones del partido y sus conexiones o relación con el pueblo y una correcta educación marxista leninista de los cuadros sin la crítica y la autocrítica en las organizaciones del partido.

El derecho a criticar a cualquier funcionario del partido en las reuniones partidarias constituye uno de los principios de la democracia interna del partido; la libertad de crítica y auto crítica facilita a la militancia ejercer el control sobre los principales funcionarios del mismo.

«Los bolcheviques deben saber  que la consigna de la autocrítica es la base de nuestra actividad partidaria, los medios de reforzar la dictadura del proletariado y el espíritu del método bolchevique de formar cuadros. (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Lenin y la cuestión de la alianza con el campesino medio, 12 junio de 1928)

Estas palabras de Stalin determinan clara y exhaustivamente el rol y lugar que ocupa la autocrítica en la vida interna del partido como método de trabajo operado constantemente en sus organizaciones.

No se puede hablar de democracia al interior del partido, mucho menos de crítica y autocrítica en sus organizaciones, cuando los organismos dirigentes no son elegidos sino cooptados o nombrados desde arriba; en este tipo de organizaciones los miembros del partido son reacios a expresar su opinión, evitan criticar el orden existente por temor a represalias.

No se puede avanzar al socialismo sin promover la crítica y la autocrítica, sin convocar a las amplias masas trabajadoras a la tarea de revelar y eliminar las debilidades y errores. Es por ello que la masa de trabajadores, campesinos laboriosos e intelectuales progresistas debe ser animada a ejercer la crítica y el control desde abajo.

Una actitud no marxista hacia la crítica y la autocrítica es a menudo resultado de la vanidad; en ocasiones de la incomprensión de la crítica como método de vital importancia en el trabajo de   partido; del deseo de restringir las críticas, para sofocarlas y tomar medidas contra aquellos que hacen observaciones cruciales o decisivas.

Una actitud incorrecta frente a la crítica se expresa en que, en lugar de admitir y corregir los errores, se toma subjetivamente; como una afrenta en el prestigio; como un insulto a la ambición y reputación de uno u otro funcionario o dirigente de una organización, etc. Esta actitud de ninguna manera fortalece a las organizaciones del Partido. Tampoco promueve una educación apropiada de los cuadros. Por el contrario, es en extremo peligrosa para la vida y el desarrollo del Partido.

Por otro lado, un reconocimiento honesto y franco de los errores y la adopción de medidas para corregir tales fortalecen al partido, educa a los cuadros en el espíritu de un enfoque autocrítico para con su trabajo, afila también su sentido de la vigilancia e infunde vigor y vida al trabajo interno del partido en su conjunto.

En este sentido debe decirse que los dirigentes de los partidos comunistas de Francia e Italia se mostraron a la altura de la ocasión. Durante la Conferencia informativa de los nueve partidos comunistas, celebrada en Polonia en septiembre pasado, reconocieron sus errores y, a la manera de los marxistas, aceptaron la severa crítica a la que éstos fueron sometidos. En sus informes, publicados en la prensa, los camaradas Duclos y Longo describen estos errores con gran detalle. Después de criticar sus deficiencias ante la amplia militancia del partido, los partidos comunistas de Francia e Italia tomaron las medidas necesarias para corregir estos errores y con ello reforzaron sus filas e hicieron un valioso aporte a la apropiada formación del personal del partido en el espíritu del marxismo revolucionario.

«Todos los partidos revolucionarios que han muerto hasta el momento lo hicieron al volverse vanidosos o engreídos, al no poder apreciar dónde yacía su fuerza y al temer hablar de sus debilidades». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Discurso de clausura sobre el informe político del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique), 28 de marzo de 1922)

Esta importante declaración de Lenin ha sido olvidada y quebrantada por aquellos que se niegan a reconocer sus errores, quienes inmersos en la niebla del elogio y la auto alabanza exagerada no alcanzan a ver las graves deficiencias en su trabajo.

La autocrítica es un signo de fortaleza, no de debilidad, por parte del partido marxista. Sólo un partido fuerte, que tiene sus raíces en la vida y que avanza hacia la victoria, puede no temer a la despiadada crítica de sus propias deficiencias por parte de los miembros del partido y el pueblo en su conjunto.

«Sólo los partidos que viven en el pasado y están condenados al olvido temen a la luz y la crítica. Nosotros no tenemos miedo de lo uno o lo otro debido a que somos un partido en ascenso, un partido que avanza hacia la victoria. Es por eso que la autocrítica (...) Es un signo de gran fortaleza y no de debilidad de nuestro partido, es un medio para fortalecer y no para desintegrar». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los resultados de los trabajos de la XIVº Conferencia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1925)

Sólo partidos burgueses que ocultan la verdad encubren sus carencias o faltas al fingir que todo está bien, sólo los partidos que históricamente están condenados temen a la luz del día y a la crítica. Porque si la burguesía incurriese en el más reducido ejercicio de una autocrítica seria sobre sus faltas, ni una sola piedra quedaría del orden burgués.

Los partidos marxistas aprecian un fomento a la eficiencia en la fundamental crítica y autocrítica realizada por las masas y en la capacidad para escuchar la voz de la masa, una poderosa arma para fortalecer aún más el contacto y cercanía con la clase obrera, los campesinos trabajadores y el pueblo en su conjunto.

Al desarrollar ampliamente la educación de los cuadros sobre la base de los principios de la crítica y autocrítica de los errores, así como la divulgación de la experiencia positiva del trabajo, los partidos marxistas lograrán fortalecer aún más sus filas y reunir en torno suyo a los trabajadores en lucha por nuevas victorias de la Democracia Popular y el Socialismo». (Kominform; Autocrítica, el arma afilada y perspicaz de los partidos comunistas y de los trabajadores; ¡Por una paz duradera, por una Democracia Popular!, no. 12, 15 de junio de 1948)

Anotaciones de la Biblioteca Marxista Sergio Barrios:

[*] La traducción al español del presente artículo fue realizada por Vanguardia Roja, a partir de la versión transcrita y traducida al inglés por The Socialist Truth in Cyprus – London Bureaux para su publicación en línea a través de la página web: http://www.directdemocracy4u.org, y a quienes agradecemos infinitamente recuperar este importante material formativo para todos aquellos interesados en el marxismo-leninismo.

[1] Se refiere a los regímenes en donde predominaba la democracia proletaria, la nueva democracia, y en los cuales la dictadura del proletariado adquirió ya sea la forma soviética o la de una democracia popular. Aclaramos lo anterior para evitar confusiones con el término maoísta de nueva democracia, que implica serias diferencias en contenido, teoría y práctica con respecto a las dos formas históricas de la dictadura proletaria. Nota de Ediciones Vanguardia Roja/Biblioteca marxista Sergio Barrios.

domingo, 10 de abril de 2016

Podemos defiende una batería de «cesiones» para acercarse al PSOE y alejar a C's; El Confidencial, 2016

Este artículo de «El Confidencial», como ya dijimos de otros artículos del mismo autor, tiene una «serie de críticas desde una óptica no comunista pero que revelan el desarrollo del partido revisionista Podemos, el cual, como ya adelantamos, el solito está perdiendo la credibilidad ante la población española». Ahora esta pérdida de credibilidad vuelve a reflejarse en:

1) Pablo Iglesias ha faltado a su palabra de participar en un gobierno en el que él no fuese presidente como afirmó en julio de 2015:

«Podemos no entrará a formar parte de un gobierno presidido por otro partido político, ni aceptará ser vicepresidente del líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, o cualquier otro candidato a las próximas elecciones generales». (Pablo Iglesias; Declaraciones a Europa Press, 26 de julio de 2015)

El hombre que decía venir a acabar con la política de acuerdos y pactos vergonzosos entre partidos en detrimento del pueblo, que iba a acabar con el bipartidismo PP-PSOE, con la «casta» que estos representaban y que daban lugar a todos los problemas de España, ahora intenta darle la mano al PSOE y formar gobierno con éll a cualquier precio, incluyendo en la coalición a Ciudadanos, conocidos por su carácter neoliberal con tintes filofascistas y que el mismo Iglesias calificó de 
«nuevas generaciones del PP». ¡Vaya paradojas tiene la vida! Vaya paradojas que a muchos les ha pillado de sorpresa, pero no a nosotros, que a través de un análisis de la línea cada vez más oportunista-derechista que iba adoptando Podemos, ya lo habíamos ido adelantado en varias ocasiones.

2) Se pretende participar en un gobierno liderado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), arduamente conocido por sus traiciones a la clase obrera a lo largo de su historia, no siendo garantía para el cumplimiento de ningún programa, ni siquiera uno de carácter reformista y-socialdemócrata:

«Entrado el siglo XXI, los partidos socialdemócratas han sufrido una agudización del proceso de derechización hasta extremos insospechados; de hecho, estas agrupaciones no llegan a cumplir en sus programas y acciones ni siquiera con los viejos esquemas programáticos de socialdemocratismo de mediados del siglo pasado; de hecho, los partidos socialdemócratas en el poder han liderado gran parte de las medidas más reaccionarias de los gobiernos del mundo, son directos representantes y defensores del gran capital, de la gran burguesía, de la oligarquía más insultante, de la reacción, aliado de los monopolios e imperialismo –cuando no los lideran–; y en grandes ocasiones forman parte de la vanguardia teórico-práctica del capitalismo neoliberal. Incluso, en la actualidad es extremadamente difícil diferenciar a un partido socialdemócrata de un partidos considerado de «derecha», o conservadores, o liberales, o neo-liberales, fascistas, etc». (Equipo de Bitácora (M-L); Socialdemocracia; Terminológico, 29 de enero de 2015)

3) Podemos, siempre ha hecho apología de estas posiciones acudiendo a economistas socialdemócratas como Vicenç Navarro y  Juan Torres para elaborar su programa económico
:

«El discurso del reformismo moderno, en especial desde el surgimiento de la crisis que surgió en el año 2008, gira en torno a la desigualdad de ingresos. En el marxismo, la desigualdad de ingresos es una manifestación de un tipo de relaciones de producción, es decir, de las relaciones de distribución. Dicho esto, ya que es evidente a partir de la metodología marxista de la economía política, la relación principal de la producción es el de la relación de la propiedad de los medios de producción. Este último se basa en la dinámica entre el capital y el trabajo. Las relaciones de distribución salen de las relaciones de propiedad. La transformación del carácter fundamental de las relaciones de distribución requiere por tanto un cambio similar en las relaciones de producción. Discutir las relaciones de distribución, o como se ha hecho popular, la desigualdad de ingresos, sin investigar el carácter de las relaciones de propiedad es algo que se encuentra fuera del marco de la metodología marxista y conduce a consecuencias peligrosas para la clase obrera y los movimientos de liberación. El reformismo como una teoría económica en realidad no trata el carácter de la propiedad de los medios de producción, y no lo hace necesariamente porque dicha noción no está presente en su teoría. En su lugar, el reformismo aboga por nuevas políticas fiscales como medio para aliviar la desigualdad de ingresos, en oposición a la nacionalización de los principales medios de producción para el beneficio de la sociedad en su conjunto. El reformismo reconoce la desigualdad de ingresos y es capaz de correlacionarlo cuantitativamente con la acumulación capitalista y las crisis económicas. Para el reformismo la noción de explotación es superficial y esencialmente rechaza la teoría de Marx de la plusvalía y la naturaleza de la ganancia capitalista». (Rafael MartínezEl reformismo de Podemos y el renacimiento del keynesianismo, 2015)

Programa keynesiano que una vez adoptó el PSOE durante la época de Felipe González: 

«También se puede argumentar que el programa económico de Podemos tiene un gran parecido a la presentada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) durante la década de los 80». (Rafael MartínezEl reformismo de Podemos y el renacimiento del keynesianismo, 2015)

Pero actualmente el PSOE ni siquiera llega a tener un programa económico keynesiano, sino abiertamente neoliberal como se ve teóricamente en su programa y como se ha demostrado en la praxis de sus presentes gobiernos a nivel regional y local o su último gobierno a nivel nacional con Zapatero a la cabeza –recordemos que definió a Podemos como un igual, como un socialdemócrata

4) Desde Podemos se pretende formar una coalición de gobierno entre PSOE-Podemos. ¿Pero como se llegará a tal fin? ¿Cómo desde Podemos se pretende «hacer entrar en razón al PSOE» para que pacten con ellos? Rebajando cada vez las ya ínfimas propuestas progresistas del programa de Podemos progresistas, respecto a las que aplica el gobierno del PP–, para ajustarlo al programa del PSOE, el cual como decimos no llega ya ni a recetas económicas keynesianas, socialdemócratas. Al ofrecer Podemos una reducción de su programa keynesiano y ajustarlo al neoliberal del PSOE, nos resulta en una extraña amalgama de programa económico neoliberal-keynesiano (?). Es un absurdo total pero es el ejemplo clásico de como las fuerzas burguesas se ponen de acuerdo más allá de sus pretendidos principios. 

5) La cuestión versa tal que así: Esta serie de reformas del hipotético gobierno PSOE-Podemos en temas como: salario, ¿resolverá la precariedad, el aumento ínfimo de salario? ¿cambiará acaso el funcionamiento del sistema asalariado del capitalismo de donde nace la descompensación entre el nivel de vida y el salario?; en sanidad, ¿se resolverá el estado deficiente de la sanidad? ¿se dará fin al vergonzoso copago de los productos farmacéuticos?; en derechos labores, ¿se resolverá el hecho de que los españoles se jubilen a los 67? ¿Se derogarán las últimas leyes laborales de PP y PSOE?; sobre la elección de los representantes políticos, ¿habrá un sistema electoral justo que derogue la financiación de los bancos privados a los partidos o el sistema D'Hondt de votaciones?; sobre el tema catalán, ¿se resolverá el problema de las nacionalidades? ¿se permitirá el derecho a la libre autodeterminación? A todas estas preguntas se responde no, pues como hemos visto con las medidas son insuficientes o bien dichas medidas no alteran la estructura de esos problemas inherentes al capitalismo. No podemos hablar ya de problemas mucho mayores donde residen gran parte de los problemas de política nacional e internacional y que ni se han tocado en las negociaciones como puede ser la estancia de España en la Unión Europea-OTAN, temas donde tanto Podemos como PSOE abogan por seguir en dichas instituciones, o podríamos referirnos a otras cuestiones como la deuda exterior o la industrialización de España, donde se pasa en silencio porque no hay divergencias:

«A pesar de su fraseología, que ha sido descrita como ni de derechas ni de izquierdas, Podemos se presenta con un programa económico burgués característico de la socialdemocracia. (...) Podemos ahora invoca un programa económico basado en postulados keynesianos, pero ahora, sobre la base de un sistema bien definido de las relaciones económicas de dependencia con respecto a los países industrializados de la Unión Europea. Podemos, junto con Syriza, son inflexibles sobre permanecer en la Unión Europea. Por las razones que sean, parecen convencidos de que una retirada de la Unión Económica Europea equivaldría a una catástrofe. Nos quedamos no sólo con un programa socialdemócrata clásico, pero con un sistema de declaraciones llenas de ilusiones y delirios sobre la democratización de las estructuras políticas y económicas europeas». (Rafael Martínez; Podemos; Renacimiento del keynesianismo y el reformismo, 2015)

Se comprende por tanto que, salvo un par de parches por aquí y por allá, una posible alianza PSOE-Podemos van a dar continuidad a los grandes problemas que sufre el Estado español.


6) Los marxistas no negamos las reformas que no alteran el sistema en sí pero que mejoran la situación de las masas trabajadoras pero estas reformas deben servir para mejorar el nivel de vida de las masas, garantizar sus derechos y libertades y por supuesto estas luchas se encadenan por la lucha por una revolución que acabe con el capitalismo, que implante la dictadura del proletariado en lo político y construya el socialismo en lo económico, lo que dará fin a todos los problemas económicos inherentes del capitalismo. 

Podemos pese a que muchos de sus líderes se dicen así mismos marxistas, no lo son, revisan el marxismo para volver al reformismo socialdemócrata, ¿y qué es el reformismo?: 

«El reformismo, en general, se define como un conjunto de postulados destinados a generar la ilusión de que las reformas dentro del modo de producción capitalista son una solución viable a las contradicciones antagónicas entre capital y trabajo. El reformismo aboga porque el capitalismo puede mejorar gradualmente el nivel de vida de las masas trabajadoras, a condición de que ciertas reformas se llevan a cabo en la estructura de la distribución de la riqueza, sin comprometer las principales relaciones de producción». (Rafael Martínez; Podemos; Renacimiento del keynesianismo y el reformismo, 2015)

Por tanto Podemos no tiene como meta derribar económicamente el capitalismo –como son la propiedad privada y la ley del valor– ni derribar sus estructuras políticas que lo permiten como el parlamentarismo burgués, tiene un programa meramente reformista que no va más allá. Esto se junta con el hecho de que en su «lucha de reformas» no es consecuente, pues no tienen unos principios, unas «líneas rojas», una base por la que partir en sus reivindicaciones, sino que la base hoy es una, y mañana es otra, es aspecto de mercancía para las negociaciones políticas. Por ello su lucha por las reformas es un engaño para las masas trabajadoras, porque: 1) no tienen como fin avanzar en la lucha contra el capitalismo, sino desviar a las masas de dicho camino; 2) porque como partido no son garantía no ya de acabar con el capitalismo, sino ni siquiera de una defensa a ultranza de los derechos de los trabajadores dentro de un régimen burgués.

7) Ni siquiera esta nueva bajada de pantalones de Podemos hacia el PSOE, rebajando todavía más su programa 
el cual ya de por sí había sufrido un recorte antes de las elecciones de diciembre de 2015 respecto al de las elecciones europeas de mayo de 2014 como adelantamos, garantiza que el PSOE acepte una formación de gobierno con Podemos, pero el simple hecho de que Podemos haya llegado a estos extremos de humillación y de venta de su propio programa, ya dice mucho de por sí de su política oportunista, y abre de nuevo los ojos a muchos de sus incautos seguidores. Le recordamos al señor Iglesias, ya que de vez en cuando se reclama marxista y defensor de los trabajadores:

«La fuerza de la clase obrera no reside en las poltronas ministeriales de un gobierno de coalición. Por el contrario, con esto no se hace más que enterrar la fuerza de la clase obrera. ¿Como así? Imaginaos cuan cara tiene que pagar la clase obrera la participación de los socialistas en el gobierno de coalición con la burguesía. Para que les toleren en el gobierno, los socialistas gubernamentales tienen que respaldar, aprobar y compartir los ataques de la burguesía contra las masas trabajadoras, no deben permitir que la clase obrera se una para luchar contra el capital ni consentir que se defienda contra la ofensiva del capital y de la reacción. Dicho en otros términos: a cambio de unas cuantas poltronas ministeriales –de las que, por lo demás, la burguesía puede echarlos en todo momento sin ningún trámite–, los socialistas gubernamentales tienen que entregar a la clase obrera atada de pies y manos a la burguesía. No; la fuerza de la clase obrera no reside en las poltronas ministeriales de un gobierno burgués de coalición, sino que está en las fábricas, en las organizaciones de los trabajadores, en los pueblos, en la calle; está en la misma clase obrera. Y si esta fuerza se une, se despliega y se lleva a la lucha, si la clase obrera se desliga de todo lazo con la burguesía y mantiene una política de clase independiente, hará que se conmuevan profundamente las posiciones de la burguesía dentro de las demás capas trabajadoras, influirá también profundamente en el aparato de poder de la burguesía para hacer imposible el paso de ésta a la dictadura fascista». (Klement Gottwald; Por la aplicación acertada de la línea del VIIº Congreso de la Komintern; Informe en el VIIº Congreso del Partido Comunista de Checoslovaquia1936)

El documento:


Los líderes de Podemos Pablo Iglesias e Íñigo Errejón junto al portavoz parlamentario de los socialistas, Antonio Hernando, en la mesa de negociación a tres. (Reuters)

Iván Gil - 7.04.2016 – 19:35 H. - ACTUALIZADO: 07.04.2016 - 19:45H.

Podemos ha llegado a la mesa de negociación a tres con voluntad de "ceder", pero mirando solo al PSOE. Un ejercicio, aseguran, "para desbloquear la situación política y posibilitar un gobierno de cambio". El primer contacto ha sido de aterrizaje, sin provocar que ninguna de las formaciones se levantese de la mesa. Con todo, no está agendada ninguna reunión más. El equipo negociador que lidera Pablo Iglesias ha puesto sobre la mesa un documento programático con dos líneas de trabajo. Una de ellas centrada en regeneración democrática y la otra en materia económica