miércoles, 12 de diciembre de 2018

José Díaz; ¿Qué queremos hacer nosotros de España?


«Vosotros, monárquicos, fascistas, que os decís amantes de España, ¿qué habéis hecho de ella? Recordad los miles y miles de jóvenes que habéis hecho sucumbir en los campos de Marruecos. Eran la flor de España, la juventud que tiene, que tenía que modelar y embellecer a España. La habéis enterrado en Marruecos para conquistar no sé qué, pero esclavizando a otro pueblo; y habéis inmolado para eso a nuestros hermanos. ¿Y eso, para qué? Para enriquecer a algunos hombres, para extender los dominios de la España feudal y de las compañías imperialistas extranjeras. A los que os decís «defensores de la patria», podemos demostraros que en España las empresas más importantes están en manos del capitalismo extranjero. Si vosotros entregáis tan importantes empresas, que son parte integrante de la riqueza de España, al capitalismo extranjero, ¿con qué derecho os llamáis amantes de la patria? ¿Qué hacéis, qué habéis hecho de España? Da miedo pensar en el número tan enorme de analfabetos que hay en España, una España de oscurantismo, dominada por los frailes y los curas, una España en la que a los obreros se les enseña solamente a deletrear y a garrapatear una carta, y en que a los campesinos se les mantiene en pleno analfabetismo.

¿Qué habéis hecho del suelo de España, que por su clima podría ser un vergel? ¿Es que no os dais cuenta del hambre que hay en España, de que nuestra raza famélica está pereciendo, de que las madres, exhaustas por el hambre, dan a sus hijos una leche que no es nutritiva, que no tiene la cantidad necesaria de alimento para que el crío sea hoy un niño robusto y mañana un hombre fuerte? ¿Es que no sabéis, mercaderes del patriotismo, que los trabajadores no comemos? ¿Es que no sabéis que mientras vosotros celebráis grandes orgías en dorados salones, entre plata y oro, chocando las copas del champagne, preparando la guerra y la miseria del gran pueblo, nosotros pagamos vuestros festines, nosotros estamos sufriendo hambre y miseria? ¿No lo sabéis? ¡Pues bien, eso se va a acabar! Toda España, la España del trabajo, a pesar de la represión, a pesar del terror, alza un solo grito: ¡Basta ya de miseria y de hambre! Y las masas, unidas en poderoso Frente Único, en este Bloque Popular que agrupa a la inmensa mayoría de la población, quieren impedir, y lo impedirán, que sus hijos continúen siendo famélicos, y saben que, para que sean robustos, tienen que buscar el bienestar general, y sólo lo pueden conseguir dominando, sometiendo del modo que sea –ellas que representan el noventa por ciento de la población– al diez por ciento restante, que la oprime y la mata de hambre. Esto sólo puede hacerse, camaradas, organizando la lucha, y con la lucha organizada venceremos al enemigo. El camino está bien señalado y todos lo conocéis. Yo solamente puedo aseguraros que de ese diez por ciento de parásitos que ha sembrado el hambre, la miseria y el terror en nuestro país, al que no le dé tiempo a salir de España, se quedará entre nosotros. (Fuertes aplausos)

«¡Votad por España!» «¡Votad por la patria!», dicen los monárquicos y fascistas. ¿Qué patria? ¡Pero si habéis hecho de toda España una cárcel!

Hablan en sus carteles de amnistía para los obreros honrados pero no para los dirigentes. ¿Es que ignoran que todos vosotros sois dirigentes y los que están en la cárcel los mejores de los mejores? (Prolongados aplausos)

¡Treinta mil presos en las cárceles y presidios de España! ¡Y en qué condiciones! En la situación más inhumana que se puede dar a los presos. Nosotros, señores monárquicos, señores fascistas, señores reaccionarios, queremos a nuestros presos, y los vamos a libertar, con o sin vuestra amnistía, porque nos pertenecen, porque no queremos continuar como hasta aquí bajo el dominio de un puñado de hombres, de grandes banqueros, de terratenientes, de gran burguesía. No queremos seguir en esta situación, y el camino está emprendido: organizaremos nuestras fuerzas, y no cejaremos hasta conseguir nuestros objetivos. (Aplausos)

¿Qué España queremos nosotros? Ya he hablado de la España que quieren nuestros enemigos; ahora hablaré de la que nosotros queremos. Ya he dicho que nosotros somos los continuadores de aquellos hombres que dieron su vida por la libertad de España. Todo lo que hay de progresista en la historia de España, lo reivindicamos para nosotros, para el pueblo; todo lo que hay de retrógrado, de criminal, les pertenece a ellos, a Calvo Sotelo, a Gil Robles, el «jefe» que no se equivoca nunca... (Risas) Para esa caterva queda el lastre que arrastra la España feudal desde hace siglos; para nosotros, la verdadera tradición de la España de la libertad y del trabajo. (Una voz: «Y también hablan de los tuberculosos. Hay que preguntarles quién ha traído la tuberculosis»).

Camaradas, recojo la interrupción del compañero, hecha con mucha justeza. Somos uno de los países donde el analfabetismo es más pronunciado, y hoy tenemos, además –eso, en la España que hoy padecemos–, el mayor contingente de tuberculosis. Es la consecuencia de nuestra hambre; es la consecuencia de pasar por delante de las carnicerías llenas de ternera, de toda clase de carne, y no poder comprar ni lo más mínimo para poder alimentarnos; es la consecuencia de que, mirando desde el punto de vista general, mientras en España van millares y millares de obreros en alpargatas, hay millares y millones de cómodos zapatos en los grandes escaparates que no tienen salida. ¡Con eso es con lo que queremos terminar! No queremos que los campesinos sigan comiendo hierba, sino que coman lo que el campo produce y cambien lo que sobra con los obreros de la ciudad, que les darán los productos manufacturados.

Queremos una España culta, queremos una España donde los intelectuales, los médicos, los hombres de ciencia y los artistas estén al servicio del pueblo, no al servicio de unos cuantos explotadores; queremos que se abran las Universidades para el proletariado, para el pueblo, en el que hay grandes capacidades que no se aprovechan; queremos que los hombres se eleven no por recomendaciones de un Cruz Conde, no por recomendaciones de nobles y por recomendaciones de ministros, sino que lleguen al lugar que les corresponde para poner al servicio del pueblo su inteligencia, su ciencia, su talento y su capacidad. Queremos que los médicos traten a los obreros y al pueblo en general como se trata a los enfermos. No queremos que haya dos clases de enfermos: unos, a los que los médicos dedican toda clase de cuidados, sentándose a su cabecera durante meses enteros si es necesario, y otros a los que no se puede asistir porque no disponen de tiempo para ir a una barriada a escuchar las quejas de un proletario al que se le muere un niño, al que se le muere su mujer por falta de alimentos, más que por falta de... (Estruendosos aplausos impiden oír el final del párrafo).

Queremos una España en la que no sean posibles los crímenes y las atrocidades que se han cometido con nuestros hermanos de Asturias, culpables sólo de querer, como nosotros, una España justa, una España en que haya pan, trabajo y libertad.

Diremos, en fin para que lo sepan todos, amigos y enemigos–, lo que queremos hacer de España: limpiarla de nuestros enemigos, limpiarla de una vez de los enemigos del pueblo, de todo aquello que representa la España negra y feudal». (José DíazLa España Revolucionaria; Discurso pronunciado en el Salón Guerrero, de Madrid, el 9 de febrero de 1936)

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