«El origen de la vida es inexplicable e incomprensible; así es. Pero esta incomprensibilidad no te da derecho a deducir las consecuencias supersticiosas que la teología saca del conocimiento humano; no te da derecho a fantasear en el campo de las causas naturales, porque solamente puedes decir: «Yo no puedo explicar al vida desde estos fenómenos o causas naturales que me son conocidas o desde el modo como ahora me son conocidas»; y no puedes decir sin pretender haber agotado hasta la última gota de océano de la naturaleza que la vida no sea totalmente explicable por medio de la superposición de seres inventados; no te da derecho a hacerte ilusiones y a engañarte a ti mismo y a los demás con una explicación que nada explica; no te da derecho a convertir en «no saber» de las causas naturales y materiales en un «no saber» de dichas causas, a divinizar tu ignorancia, a personalificarla y objetivizarla en un ser que debería sacarte de encima de tu ignorancia, pero que en realidad no expresa más que la naturaleza de esa ignorancia tuya, que la ausencia de explicaciones positivas y materiales. (...) En lugar de ser lo suficientemente honesto y humilde como para decir: «No sé el motivo, no puedo explicarlo, me faltan datos, los materiales» tú, con ayuda de la fantasía, conviertes estos defectos, estas negaciones, estas definiciones de tu cabeza en seres positivos, en seres que son inmateriales, que no son por tanto materiales o naturales debido a que tú no conoces las causas materiales o naturales. Por lo demás, la ignorancia se conforma con seres inmateriales, incorpóreos, no naturales, pero su inseparable compañera, la exuberante fantasía, que siempre tiene cosas que hacer únicamente con seres altísimos y supremos y máximos, eleva inmediatamente estas pobres producciones de la ignorancia al rango de seres sobremateriales y sobrenaturales». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión, 1845)
Posts relacionados:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»