lunes, 26 de octubre de 2020

Reflexiones sobre «cultura lumpen», su rol en la sociedad capitalista y las organizaciones revisionistas; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


«¿Qué podemos calificar como lumpemproletariado? Por si algún lector no está familiarizado con el término, lo definiremos brevemente.

El lumpemproletariado –también llamado subproletariado–, es la población ubicada –en lo relativo a la escala social– por debajo del proletariado. Esto se debe a que se encuentran fuera del proceso de producción y, en consecuencia, son socialmente marginados si tenemos en consideración su realidad político-económica. Componen un ejército industrial de reserva creado por el capitalismo e íntimamente ligado a la pauperización de la población; su crecimiento es directamente proporcional a la concentración de capitales o, lo que es lo mismo, lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario, significa acumulación de miseria, de ignorancia, degradación moral, etc. Este margen funcionará como elemento indispensable para evitar el colapso del sistema, pues estos «obreros», al verse incapaces de vender su fuerza de trabajo, son empujados a aceptar condiciones laborales que en otras condiciones no aceptarían, convirtiéndose, de facto, en enemigos de su clase y de sus propios intereses. Algunas profesiones que les son características son aquellas del sicariato, el raterismo, la estafa, el timo, el tráfico –de personas, drogas, armas o bienes–, la delación, el proxenetismo o el mercenariazgo patronal. No son prescindibles o «una secuela indeseada», tal y como el sistema hace suponer, sino que se erigen como pieza fundamental del engranaje funcional del sistema productivo capitalista, constituyendo una de las fuerzas auxiliares que permiten mantener las relaciones sociales inamovibles. La marginalidad es consustancial a la sociedad capitalista. Los hechos anteriores, junto con la alienación de este sector social mediante la cultura, la caridad, la beneficencia, los servicios sociales, etc., hacen que el lumpemproletariado adolezca de conciencia de clase, siendo especialmente vulnerable a los dictados del sistema. Esta, y no otra, es la razón de su acérrima defensa del sistema económico que les explota, así como de su posición contraria al proletariado. Debe de comprenderse que este sector no se caracteriza por su inadaptación, como se cree comúnmente, sino por todo lo contrario: una adaptación absoluta al sistema que ha logrado hacerle aceptar las contradicciones existentes como inherentes a la condición humana.

Hay personas que, sin un dominio de la interacción entre la estructura económica y la superestructura, emiten la opinión de que el lumpen influye a la burguesía en sus pensamientos, en su forma de vida, en sus gustos ideo-estéticos y demás. Es por ello que algunos ideólogos ajenos al marxismo teorizaban –y teorizan– sobre la existencia de una lumpenburguesía. Tal cosa no es cierta, pues este no es más que un término introducido por los denominados «neomarxistas». Bajo la luz del marxismo-leninismo, este término se revela como un burdo intento de los revisionistas por hacer creer que hay una burguesía «buena» y otra «mala». Pero, como la historia y la dinámica capitalista han demostrado, la burguesía siempre expresa –y fomenta– esa naturaleza porque siempre busca el «máximo beneficio» que es el pilar fundamental de su sistema: el capitalismo. Para ello se dota de todas las herramientas de dominación política, económica y cultural que estén a su alcance. Ha de anotarse que no es el lumpenproletariado el que influencia culturalmente a la burguesía, sino que son los vicios y forma de vida decadente de la burguesía influencian al lumpenproletariado. Si esto fuera de otro modo estaríamos invirtiendo, como hacen los revisionistas, la influencia de la ideología en la superestructura; estaríamos dando total libertad de actuación a la cultura y al pensamiento sin reconocer que a estos preceden la base económica y la clase social que detenta el poder, en este caso, la burguesía. El lumpen, por su posición económica, vive en una esfera social diferente a la de la burguesía. ¿De verdad a alguien se le ocurre comparar el hostil submundo que habita el lumprenproletariado con las comodidades de la vida burguesa? Es cierto, algunos pueden llegar a mantener un nivel de vida aceptable o, incluso, a enriquecerse, bien sea por su talento –cantantes, futbolistas, etc.–, bien por sus fechorías –véase los famosos gánsteres o los proxenetas que acaban convirtiéndose en grandes y «respetables empresarios»–. Pero generalmente el lumpen de los bajos fondos no puede reproducir la forma de vida frívola en extremo de la burguesía, dictada por el ritmo delirante de la compra de artículos de lujo derivada de la vida rentista-parasitaria. Cuando se trata de «trabajar» –unas veces a su servicio, otras, por su propia cuenta–, escoge el robo, la calumnia, el chantaje, la intimidación, el soborno, las drogas, la explotación sexual, el tráfico de influencias, el tráfico de armas y otras tantas formas de actuar, legales o ilegales, abiertas o solapadas propias de la burguesía y de su mundo político-económico. Usa esta lógica –la burguesa– para justificar su forma de pensar y actuar, considerando que debe proceder emulando esas formas no solo como medio para subsistir, sino concluyendo que esto es lo lógico y normal dentro de una sociedad, que se trata de algo inmanente en la cultura colectiva cuando, en realidad, estos defectos son inherentes a una clase y a un sistema social que se sustenta en un modelo de explotación determinado. El lumpen y su cultura recogen, por tanto, lo peor de la cultura burguesa.

A lo largo de este documento hemos visto que, por sus propias actitudes desprovistas de toda moral comunista, Roberto Vaquero es un sujeto totalmente lumpenizado dotado de una fuerte influencia como líder entre sus militantes. Pero, para más inri, el gurú de la demencia ha ratificado su liderazgo creando una camarilla compuesta por su «guardia pretoriana» personal en base a elementos extraídos del lumpemproletariado, como Gasolino, nombrado Jefe de Seguridad de la organización y chófer oficial del Secretario General, y Martos, guardaespaldas y «mamporrero» personal del Secretario General. 

Esto vuelve a demostrar que Roberto es un demagogo de la estirpe más despreciable. Se puede decir, sin miedo a incurrir en el error, que Roberto Vaquero constituye la máxima expresión del lumpemproletariado tanto por su forma de pensar, como por su viejo desempeño en trabajos de matón de poca monta, como por el uso tiempo después de abandonar sus labores de matón, de calaña similar para protegerse y aumentar su banda criminal cuya función, recordemos, no es otra que la de agredir a disidentes y competidores:

«El lumpemproletariado, esa escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales y concentrada principalmente en las grandes ciudades, es el peor de los aliados posibles. Ese desecho es absolutamente venal y de lo más molesto. Cuando los obreros franceses escribían en los muros de las casas durante cada una de las revoluciones: «Mort aux voleurs!» ¡Muerte a los ladrones!, y en efecto fusilaban a más de uno, no lo hacían en un arrebato de entusiasmo por la propiedad, sino plenamente conscientes de que ante todo era preciso desembarazarse de esta banda. Todo líder obrero que utiliza a elementos del lumpemproletariado para su guardia personal y que se apoya en ellos, demuestra con este solo hecho que es un traidor al movimiento». (Friedrich Engels; Prefacio a la segunda edición de La guerra campesina en Alemania, 1870)

No por casualidad los jefes de las sectas y mafias se rodean de elementos lumpens para cubrirse las espaldas y ejecutar los trabajos sucios. Ocurre lo mismo, o al menos algo similar, en organizaciones revisionistas, sobre todo en las de carácter semianarquista.

Lo que a veces ha venido a denominarse popularmente como «cultura lumpen» es la moral y forma de vida de este tipo de personajes. En ocasiones, un sujeto que no entraría en la definición social de lumpemproletariado adopta igualmente sus mismos rasgos; esto es del todo normal y puede verse en las capas de la pequeña burguesía, la intelectualidad e, incluso, la propia clase obrera cuando, por influencia o presión de la clase dominante, se «aburguesa» y adquiere algunos rasgos que le son propios a esta, cuando no adopta un lineamiento ideológico completo aún sin pertenecer a esa misma clase social. 

En la juventud de la sociedad capitalista contemporánea esto es mucho más común de lo que se cree, ya que la burguesía se ha valido de la llamada «cultura lumpen» para hacer degenerar a los miembros más susceptibles de ser influenciados, inutilizando a un sector que, por sus características, siempre ha sido activo y combativo.

El clásico joven lumpenizado que observamos en nuestros días es otro subproducto de la sociedad capitalista muy fácil de identificar:

«En la sociedad capitalista, basada en la explotación del hombre por el hombre, la burguesía monopolista, con el fin de consolidar su poder en toda la vida del país, para aumentar sus ganancias y riquezas fabulosas, está vitalmente preocupada por desviar a la juventud de los principales problemas de la vida, para liquidar su espíritu revolucionario y sumergirla en la escoria de la degeneración moral y política, para difundir la criminalidad y el vandalismo, el miedo, el alcoholismo, la prostitución y la drogadicción a gran escala. Sólo de esta manera puede volver a la juventud inofensiva para su poder, porque la burguesía sabe que la juventud es la parte más viva, activa y explosiva de la población, y por consiguiente también la más peligrosa para la burguesía. Por lo tanto, esta última no en vano dedica una atención especial a su esfuerzo por desorientar las mentes de la juventud, adormecer su conciencia, apartarla de los principales y perturbadores problemas de la sociedad capitalista. (...) Un mal cada vez más creciente en la sociedad capitalista es también la propagación en masa de la drogadicción. Los jóvenes, tomando varias drogas, buscan vivir en un mundo de hermosos sueños, para divorciarse de esa realidad sombría, oscura, pobre y miserable que les rodea. La toma de varias drogas por los jóvenes les vuelve entonces impotentes, poco dispuestos y oscurece sus pensamientos. Tales personas, por supuesto, no pueden objetar al sistema capitalista opresor y explotador; se convierten en instrumentos obedientes, inofensivos para la burguesía». (Albania Today; La degeneración y disolución de las masas de la juventud, una consecuencia directa del sistema capitalista, Nº 1 (20), 1975)

Efectivamente, como aquí se expresa, la burguesía, mediante la presión ideológica que ejerce a través de la superestructura mediante la literatura, la música, el cine, la televisión, los medios de comunicación y otros canales, proyecta –a veces directamente y otras de forma solapada– una forma de pensar y actuar que encaja con la del lumpemproletariado. Consigue así que los jóvenes deseen emular las actitudes gansteriles de los «héroes» marginales de estas historias. La juventud pasa, entonces, a formar pandillas callejeras, vanagloriarse del código de vestimenta y la jerga acorde a la tribu a la que pertenecen. Con tal de lograr una mayor inclusión se tatúan símbolos radicales e identificativos del grupo, se tornan insensibles a la crueldad e, incluso, desarrollan tendencias sádicas, rinden culto a la violencia irracional y manifiestan claras expresiones patriarcales. Los encuentros de estos grupos consisten en una juerga constante, donde el desfase a base del consumo ingente de alcohol y drogas duras, las prácticas sexuales desenfrenadas o la violencia contra otras bandas están a la orden del día como métodos de diversión. Entre tanto, viven de forma parasitaria aprovechándose de terceros cuando no malviven a base de trabajos moralmente repudiables. En resumidas cuentas, se promueve que la juventud idealice formas de vida degeneradas para, de este modo, desactivar el ímpetu revolucionario que esta alberga por naturaleza.

Esta es la forma más sencilla para las clases explotadoras de desviar la repulsa de la juventud hacia los fenómenos diarios del capitalismo; es el modo de asegurarse de castrar sin compasión el ímpetu revolucionario de la juventud, introduciéndolos en un juego en el que creen ir a contracorriente del poder cuando la realidad es que no son más que sus títeres. No en pocas ocasiones el sujeto que acaba por lumpenizarse no es más que un incauto, alguien que, para desligarse del conservadurismo más aciago, toma como referentes ideológicos a individuos que, lejos de constituir una contracultura para el capitalismo, son un subproducto del mismo o un intento fracaso de superarla. 

Al igual que ocurre con la forma de pensar y las actitudes propias del lumpen como vestir de forma extravagante, la promiscuidad y el abuso de drogas como medio para evadirse de la realidad son actitudes que no provienen del éter, sino que descansan en viejas corrientes del pasado tales como el decadentismo, el modernismo, el existencialismo, el hipismo, el freudismo y un infinito etcétera. Estas corrientes degeneradas encuentran sus orígenes en la antigua intelectualidad burguesa, aburrida e inconformista, propia de la pequeña burguesía desesperada y radicalizada, cuyos principios conjugan perfectamente con lo del lumpemproletariado actual. 

La mayoría de jóvenes que integran el «lumpenproletariado militante» creen que sus vácuas reivindicaciones –pues no existe un compromiso real– de alguna causa revolucionaria les exime de ser calificados como tales, pero no es así.

Volviendo al caso de RC, hemos sido testigos de cómo sus líderes dicen ser «humildes trabajadores y revolucionarios comprometidos», llegando a dar lecciones sobre su compromiso en base a un currículum inexistente –inexistente, claro está, fuera del ciclo artúrico compuesto por las leyendas de la secta–. Lo cierto es que, como han denunciado sus excamaradas, muchos de ellos son conocidos por encontrarse en una situación de «desempleo permanente», aprovechándose de terceros o empleándose en oficios repudiables. Los más «ilustrados» descuidan sus flamantes carreras para jugar a las bandas callejeras, realizando labores de chivateo, difundiendo calumnias, montando trifulcas y haciendo todo lo posible para desacreditar o eliminar a sus rivales. Así, se desligan de cualquier formación ideológica real más allá de la memorización de cuatro fórmulas para presumir de amplios conocimientos. Se dejan llevar por la primera moda ideo-estética nacida en el corrupto seno de la burguesía y adoptan jergas marginales. Albergan en su espíritu fuertes actitudes patriarcales y encubren los casos de maltrato «por el bien de la organización». Su vida sexual dada al desenfreno pasa por frecuentar burdeles. Sus ingresos se ven engrosados por la cooperación en el tráfico de drogas que, por cierto, también consumen. A toda esta deplorable lista se añade una total falta de disciplina y constancia en cualquier desempeño que requiera responsabilidad. No es de extrañar que estos sujetos puedan llegar a sufrir episodios maniaco-depresivos, entre una amplia gama de patologías mentales. 

Hemos visto que RC cumple con todos los requisitos para ser considerado, no un grupo político, sino como una pandilla de lumpens. Pero, ¿qué ocurre con su Secretario General? Su caso más bien es análogo al de algunos de los militantes de RC que, con unos orígenes sociales, diremos, acomodados, se han sumado a la moda de movimientos lumpen, asimilando su cultura. Si comparamos a Roberto Vaquero con el elemento lumpen de renombre de cualquier otro partido revisionista podremos ver que, en lo fundamental, no hay diferencia. 

Roberto Vaquero ríe de las aventuras quijotescas de Pablo Hasél, el arlequín de la corte del PCE (r), pero comparte con él la historia del niño malcriado perteneciente a una familia acomodada que ha acabado lumpenizado mientras da lecciones de comunismo.

Y ya que hablamos de familia, no es ningún secreto que su padre, Natalio Vaquero, ahora policía inactivo, fue, hasta hace poco, un policía de la «vieja escuela»:

«El Tribunal Supremo de Justicia ha ratificado la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Madrid que condenó a dos policías locales de Pozuelo de Alarcón por propinar una paliza a un vecino en la madrugada del 1 de enero de 2000 por orinar en la vía pública. El alto tribunal considera probado que los agentes Natalio Vaquero y Carlos García Gómez golpearon, esposaron, amenazaron de muerte y encañonaron con su pistola al joven, que necesitó asistencia médica y control psiquiátrico posterior. Al rechazar los recursos de casación interpuestos por los agentes y el Ayuntamiento de Pozuelo contra el fallo de la Audiencia Provincial, el TSJ confirma la condena contra Vaquero de dos años de prisión con inhabilitación especial para empleo o cargo público durante dos años por un delito de atentado a la integridad moral y un año más de prisión por un delito de lesiones. El otro inculpado también es condenado a un año y nueve meses de prisión e inhabilitación especial para empleo o cargo público por ser considerado autor de un delito de lesiones, con el agravante de abuso de superioridad. Ambos delincuentes, que, a pesar de ir de paisano esa noche, portaban una pistola con la que encañonaron al joven, son condenados, además, a indemnizar a la víctima con 22.082 euros que ya han sido abonados por el Ayuntamiento como responsable civil subsidiario». (Agencia Efe; Madrid, 9 de diciembre de 2004)

He aquí el auto:

«Primero.- El día 1 de enero de año 2000, sobre las 6 horas de la mañana, J.E. se encontraba en Pozuelo de Alarcón (Madrid) celebrando la fiesta de Nochevieja en compañía de su novia Aurora y el hermano de esta don Alfredo. En un determinado momento José Enrique se puso a orinar junto al restaurante La Gitana ubicado en la Avenida de Europa de esta localidad siendo observado en esos momentos por I y por L, ambos funcionarios de Policía Municipal del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón de servicio, que se encontraba en esos momentos en el referido lugar acompañados de dos individuos que no han sido identificados. Segundo.- Ildefonso se acercó a José Enrique recriminándoles la acción de orinar juntó al restaurante y diciéndole «cabrón, hijo de puta, eres la escoria de esta sociedad», momento en que José Enrique dejó de orinar, reiterándole Ildefonso los insultos, llegando a contestar J.E.: «Los hijos de puta seréis vosotros». En ese momento Ildefonso arremetió contra J.E. golpeándole con los puños y con las piernas, ayudado por L y de los dos individuos no identificados, pudiéndose J.E. soltar de los cuatro agresores y salir de dicho tumulto, marchándose corriendo por la Avenida de Europa. Hasta esos momentos ni Ildefonso ni Luis Pedro se habían identificado ante J.E. como funcionarios de Policía Municipal. Tercero.- L de forma inmediata salió en persecución de J.E. al que alcanzó a unos 100 o 150 metros, forcejeando con el mismo. (…) Procedieron a ponerle a J.E. unos grilletes de nailon sujetando ambas manos por la espalda. Al mismo tiempo que, antes y después de ponerle los grilletes, le golpeaban dándole puñetazos en la cabeza, cuerpo, piernas, además de patadas. Cuarto.- Posteriormente, ya engrilletado por la espalda J.E., lo sentaron apoyándole en una pared. L fue en esos momentos a buscar un teléfono móvil que al parecer había perdido en la carrera, quedándose entonces sólo con J.E. el señor I, momento en que I dio repetidas patadas a J.E., cogiéndole también por la cabeza y golpeándosela hacia atrás contra la pared y puerta. I sacó su pistola encañonándola sobre la cabeza de José Enrique al mismo tiempo que le decía: «Te vamos a matar». (Audiencia Provincial de Madrid; SENTENCIA n° 107/2002) 

¿«De tal palo tal astilla»? 

La información de dominio público revela que Roberto tenía su residencia en Pozuelo, una de las zonas más ricas y lujosas de la capital del país. Esto fue así hasta que, a causa de una de las palizas recibidas en sus riñas político-personales con un simpatizante del PCE (r), Roberto decidió mudarse a Leganés, una zona que podemos considerar ciudad-dormitorio de Madrid y, por ende, con un nivel de vida más bajo en comparación con la zona privilegiada de Pozuelo.

Esto indica, repetimos, que el lumpen, las más de las veces, lo es por su origen de clase. Muchas otras, el sujeto que abraza esta degeneración proviene de una familia acomodada. Hablamos de jóvenes que, por mucho que pueda sorprender, provienen de familias de la gran burguesía, el ejército o de las capas más elevadas del funcionariado. La construcción de su personalidad comienza frecuentar los «bajos fondos» y sus peores costumbres. ¿Las razones? A veces, por moda, otras, por la creencia de que tal acto es «contestario»; otras, a consecuencia de sus problemas personales. Y este fenómeno no es infrecuente. 

El lumpen suele ser un desposeído, pero también un pequeño propietario que, jugando bien sus bazas, accede a suculentos negocios que le proporcionan amplios beneficios, erigiéndose como dueño de grandes negocios legales o semilegales. Aunque la mayoría no encuentren más que hambre, miseria y crueldad, el abanico de posibilidades de la vida de un lumpen es tan amplio que no son pocas las ocasiones en las que es difícil discernir si este lo es por su origen en esta propia clase o si su condición se debe a un proceso que, con perdón del lector, llamaremos «semivoluntario» a falta de una mejor palabra. 

Roberto Vaquero se convirtió en un pequeño propietario gracias a los ingresos de las plataformas de su secta-partido, que le permitieron abrir su tienda de animales exóticos en Leganés. Según los testigos de su organización, en este negocio explotaba a los militantes a cambio de comida, mientras que a otros les instaba a picar el anzulo e invertir capital bajo el pretexto de que se trataba del «negocio del partido» a través del cual podrían financiar todo RC. En realidad, no era más que su aventura personal. Sea como sea, no deja de ser curioso el pensamiento de RC: luchar por abolir la explotación asalariada a través de la explotación asalariada, solo que ahora el salario es comida. Los proletarios no tienen nada que perder más que sus cadenas… ¡tienen, en cambio, una escueta comida por ganar! Este nuevo status de pequeño propietario no impidió a Roberto a seguir manteniendo unas actitudes e ideas lumpenizadas. Su nueva obsesión era que su negocio personal, su nueva vía de ingresos, saliese a flote a toda costa. 

Como indicó en sus redes sociales, se trasladó a Barcelona. Estamos seguros de que antes de partir, eso sí, logró engañar a alguien para que regentara su tienda, su fuente de ingresos, mientras él se dedica a vivir la vida a cientos de kilómetros. Aunque, la verdad sea dicha, tampoco pasaba demasiado tiempo en ella. Con el número de pérdidas acumuladas, «el negocio del partido» hace tiempo ya que cayó en bancarrota y fue traspasado. Pero, mientras RC exista, Roberto tiene garantizado el poder costearse su estilo de vida decadente y parasitario a través de múltiples vías.

Esta pequeña historia tiene su moraleja: un individuo proveniente de la burguesía o, en su defecto, fuertemente aburguesado, no tiene por qué abandonar sus influencias lumpen, cuyos métodos pueriles se complementan a la perfección con los ambiciosos objetivos burgueses. 

Puede que hayamos destapado la sorpresa, pero procedemos a hacer una comparación efectiva –con fines didácticos, claro está– entre nuestro cada vez más conocido Roberto, líder de RC, y Pablo Hasél, el famoso escudero del PCE (r), solo con el fin de comprobar que sus vidas son paralelas. Sabemos que ambos les duele esta analogía, pero la realidad es la realidad:

«Pero, al fin y al cabo, ¿quién es, por ejemplo, Hasél? ¿Quién es este personaje cuyas idioteces reciben tanta publicidad, como si estas representaran a alguien? 

Pablo Hasél, de nombre Pablo Rivadulla Duró, es hijo de Ignacio Rivadulla, expresidente de la Unió Esportiva Lleida y empresario de tres sociedades. Nos encontramos ante el típico ejemplo de un chico con problemas sociales; el clásico caso de un niño aburguesado e inadaptado que ve en el comunismo una salida a sus frustraciones personales, pero que, al no haber sabido canalizar sus ideas de forma correcta, ha acabado siendo una caricatura de sus aspiraciones, un paladín del intelectualismo burgués radicalizado, un motivo de vergüenza para el comunismo. Es algo perfectamente visible en los rasgos que le caracterizan.

Es por ello que, en sus ansias por sentirse parte de algo, ha acabado siendo prisionero del seguidismo hacia un gurú cualquiera, Arenas, y del mito revisionista del PCE (r) –y eso que es un mito cada vez más desacreditado–. Esto significa que si no hubiera hallado su «lugar» en la mitología del PCE (r) lo hubiera hecho en cualquier otra, especialmente si esta fuera un «producto» de moda, como ahora la organización socialchovinista Reconstrucción Comunista-Frente Obrero, con su propio gurú, Roberto Vaquero. 

Hasél, como un adolescente marxista neófito con nula formación, se siente impresionado por la espectacularidad de las acciones de las antiguas bandas terroristas y exige su vuelta –sin reflexionar en qué consistieron y a qué fines correspondían–. De este modo, en su evidente necesidad de vociferar que es parte de algo, vislumbramos una estética repleta de tatuajes y vestimentas con lemas comunistas y armas de fuego –por su ansia de sentirse dentro de una identidad colectiva y a temor de no parecer suficientemente revolucionario–. Por eso las letras de sus canciones están repletas de insultos y amenazas de muerte a sus enemigos, usando un lenguaje radical y exaltado sin mucho contenido. 

Emulando a los antiguos modernistas, decadentistas, románticos y existencialistas aburridos, acostumbra a constantes referencias a las drogas, unas veces de forma metafórica y otras de forma literal, lamentándose, queriendo expresar que quiere escapar del tedio y frustración, de un mundo que dice no poder soportar con abundantes frases suicidas. 

Es fácil ver cómo nos ofrece letras con experiencias y formas de expresión personales que solo él entiende, algo que, además de desconcertar al público, muestra su afán individualista, pues considera la música un método de desahogo casi terapéutico. 

Con sus rimas asistimos a toda una maraña de loas y homenajes constantes a personajes revisionistas de todo pelaje, reivindicando a casi cualquier cosa que suene radical, sin plantearse si realmente habla de comunistas o revolucionarios y creyendo el pobre que así honra la doctrina marxista. 

Su escaso nivel ideológico y su nulo esfuerzo por formarse le llevan a emplear extensivamente esquemas ridículos fáciles de memorizar –e igualmente fáciles de rebatir– en aquellas polémicas políticas con las que se cruza –siendo un autómata de estos fósiles del revisionismo a los que adora–. No descartamos que haya aprendido de ellos las tácticas del diversionismo, que se basan fundamentalmente en demagogia, desviarse del tema a tratar e incurrir en insultos y difamaciones –algo comprensible, pues a falta de capacidad argumentativa es todo lo que le puede quedar–. Así, estos elementos de edad avanzada son paradigma del clásico caso de persona con alto grado de postureo, comunismo de pegatina y evidente comportamiento lumpen». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

¿Es una coincidencia que el perfil político-social de uno sea tan parecido al del otro? Para nada, más bien es al contrario, algo normal. Tanto RC como PCE (r) se han nutrido de los integrantes de esta capa social para mantener su chiringuito a flote, cuando no, ese «lumpenismo», más allá de la militancia y simpatizantes desorientados, reside en la propia cúpula.

Ahora debemos resolver otro interrogante, ¿por qué los medios de comunicación burgueses gustan de dar voz a personajes como Hasél, Aitor Cuervo, Váltonyc o más recientemente Roberto Vaquero sin son personajes estrafalarios y representantes de una minoría?:

«Pablo Hasél, quien se ha convertido en el foco de los medios de comunicación, al cual se dedican páginas de periódicos hasta por su cruce con algún famoso estúpido de turno; de quien se hace una montaña de un grano de arena con cada declaración que podría firmar cualquier adolescente exaltado de internet… es la persona que se ha convertido progresivamente en el tonto útil de la bancada de «derecha» e «izquierda». Los primeros tratan de criminalizar el comunismo dando voz a cada barbaridad que publica en sus redes sociales, aunque sea la más mínima banalidad, pero subrayando siempre que quien dice esto se autotitula «comunista», para de esta forma ensuciar el marxismo-leninismo; y los segundos lo exponen como un mono de feria para evidenciar el «infantilismo y verborrea barata de todo comunista». Pero en realidad, Hasél no es nadie relevante, no es un organizador, no es un teórico, ni siquiera destaca en sus dotes artísticas, es alguien que refleja defectos muy típicos de una época de reflujo del marxismo. Hasél es el producto resultante, en lo contextual, de años de hegemonía del revisionismo en el movimiento comunista y la presión de la sociedad capitalista sobre los hombros de un adolescente, a estos rasgos generales deben sumarse en lo personal una juventud caótica y con rasgos de una efusiva radicalidad verbal, lo que hace el cóctel perfecto. Esa es la razón principal de que sus defectos sean aprovechados por los medios de comunicación para entretener al público con sus salidas de tono: no por casualidad los monárquicos, fascistas y derechistas lo usan denunciando que «exalta el terrorismo y las amenazas de muerte hacia otros grupos» según ellos como «cualquier otro comunista». Casualmente se olvidan que entre toda la palabrería y estupidez que pueda contener Hasél, también critica a la monarquía como institución y sus desmanes, como hace tanta otra gente comunista y no comunista, pero se quedan con lo que les interesa. Desde la otra bancada, tenemos a los nacionalistas de «izquierda», socialdemócratas, maoístas y otros, quienes lo usan para denunciar la falta de libertades del régimen español, pero de forma oportunista también «se olvidan» de condenar las ideas filoterroristas que el rapero abraza o sus referentes oportunistas. Y esto es normal pues en ocasiones estos grupos comparten referentes y mitología de «izquierda» con el implicado. Dicho de otra forma, si la «derecha» no hubiera tenido a Hasél, habrían tenido otros candidatos. El «haselismo» es necesario hasta cierto punto para mantener el equilibrio en el ecosistema, ya que beneficia a todos los puntos de la política burguesa, es obligatorio para hacer descarrilar a los artistas por senderos de eclecticismo y mucho atrezo que resulten inofensivos para la burguesía». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

Los marxistas debemos combatir estos grupos que, de tanto en tanto, se intentan instaurar como organizaciones político-sociales de pretendido corte comunista. La batalla debe ser especialmente encarnizada con aquellos que basan su reclutamiento entre los jóvenes más ilusos y desorientados, que ante la falta de referencias para formarse ideológicamente y de perspectivas personales, acceden a estos grupos:

«Hoy día la mayoría de la juventud en los países capitalistas y revisionistas malgasta sus energías siguiendo un camino equivocado, es engañada por la burguesía y el revisionismo, y a menudo pasa al aventurerismo y al anarquismo, o cae en la utopía y la desesperación, puesto que está desorientada y aturdida, y ve sombrío su futuro y la perspectiva de la satisfacción de sus reivindicaciones políticas, materiales y espirituales. Los marxista-leninistas en todo momento dedican una gran atención a la juventud, se esfuerzan por esclarecerla y convencerla de que sólo por el camino que le indica el marxismo-leninismo y bajo la dirección de la clase obrera y de su partido pueden hacerse realidad sus aspiraciones y anhelos. Trabajan para apartar a la juventud de la influencia de la burguesía y de los revisionistas, de los movimientos «izquierdistas», trotskistas, anarquistas y arrastrarla a las organizaciones revolucionarias, para atraerla al sendero de la revolución». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

2 comentarios:

  1. “Mientras la aristocracia financiera hacía las leyes, regentaba la administración del Estado, disponía de todos los poderes públicos organizados y dominaba la opinión pública mediante la situación de hecho y mediante la prensa, se repetía en todas las esferas, desde la corte hasta el café borgne [cafetín de mala nota], la misma prostitución, el mismo fraude descarado, el mismo afán por enriquecerse, no mediante la producción, sino mediante el escamoteo de la riqueza ajena ya creada. Y señaladamente en las cumbres de la sociedad burguesa se propagó el desenfreno por la satisfacción de los apetitos más malsanos y desordenados, que a cada paso chocaban con las mismas leyes de la burguesía; desenfreno en el que, por ley natural, va a buscar satisfacción la riqueza procedente del juego, desenfreno por el que el placer se convierte en crápula y en el que confluyen el dinero, el lodo y la sangre. La aristocracia financiera, lo mismo en sus métodos de adquisición, que en sus placeres, no es más que el renacimiento del lumpenproletariado en las cumbres de la sociedad burguesa.”

    Marx, Carlos: Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850. [1850] C. Marx, F. Engels: Obras Escogidas en tres tomos. Editorial Progreso, Moscú, 1976. I, 212.

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  2. Desde hace muchos años que no me acercaba teóricamente al concepto marxista del "lumpen proletariado". Subgrupo social que sí ha representado una especie de patología social - a
    falta de otro concepto más afin a las ciencias sociales - pero que hoy, a impulsos de lo que he denominado una burda y caricaturesca imitación de las acciones destructivas que realizaron los yihadistas del Estado islámico en Siria, Oral y otras naciones del oriente medio unos grupos hombres y mujeres embobados y armados con objetos contundentes se empeñan en destruir manifestaciones culturales artísticas, como monumentos y creaciones arquitectónicas antiguas. Creo que los llamados yihadistas del estado islámico son una expresión que reúne las características de una forma religiosa de una especie de lumpempenreligiosidad, pero las y los emilia mexicanos de tal comportamiento no ofrecen esa religiosidad, solo copian en pequeña escala los comportamientos destructivos,señalan, a veces mensajes anarquistas, e incluso tales mensajes están desvinculados de la ideología anarquista cayendo, incluso, en acciones nacional socialistas, de allí que la prensa las llame " feminazis"

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