jueves, 2 de mayo de 2019

Replanteamientos, remodelaciones y choques internos de 1978-79; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«Durante 1978 en el PCE (m-l) se dieron diversos choques internos sobre la necesidad o no de ajustar el partido a las nuevas circunstancias del postfranquismo, así mismo la cuestión del maoísmo y su crítica tuvo, aunque en menor medida, un efecto interno.

El partido no reconocía oficialmente que el fascismo hubiese dejado de ser la forma de dominación de la burguesía –un error que le seguiría acarreando diversos problemas–, pero reconocía que había habido una cierta apertura y que, en consecuencia, algunas cuestiones debían adaptarse. Por otro lado, el partido estaba enfrascado en una lucha ideológica internacional, entrando a desenmascarar definitivamente al maoísmo como veremos en otro capítulo. Unas cosas y otras llevaron al partido a un leve debate interno y a la salida de algunos elementos, aunque esta vez, sin demasiado ruido ni excesivas consecuencias negativas.

«Si bien la lucha contra el derechismo en todas sus formas –el revisionismo moderno, el euro revisionismo, el oportunismo liquidacionista– en el seno del partido y más recientemente el revisionismo basado en la teoría de los «tres mundos» y en el llamado «Pensamiento Mao Zedong». (...) Siguen siendo para nosotros el enemigo principal en el plano ideológico y político, tanto a escala nacional como internacional, no obstante, se pone cada día de manifiesto la necesidad de combatir y aislar las tendencias sectarias y de izquierda que se vienen manifestando en algunos camaradas y organizaciones del partido». (Elena Ódena; Algunas tendencias en el partido que obstaculizan nuestra política de unidad, 1978)

Por ello se fustigó a aquellos que en medio de la polémica contra el maoísmo tenían:

«La tendencia a desentenderse de las luchas ideológicas y políticas que vive el conjunto del partido». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

a) La importancia de implementar un método y estilo de trabajo correcto

Ya en el IIº Congreso del PCE (m-l) la dirección advirtió que se venía arrastrado una incomprensión de la relación entre la línea política y el estilo de trabajo:

«El estilo de trabajo, si bien de manera general es secundario en relación con la línea y la política a aplicar y con los principios y la ideología, constituye no obstante un reflejo inequívoco de la actitud ideológica y política del militante y del comité del partido ante las tareas y la política del momento. Por ello no es posible librar una batalla ideológica sobre cuestiones de principio y políticas, sin al mismo tiempo, preocuparse porque prevalezca un estilo en el trabajo verdaderamente comunista. No es dialéctico separar en la lucha ideológica las cuestiones de método y estilo, de las ideológicas y políticas. Ocurre a veces que incluso manteniendo en abstracto una política y unos principios correctos, se aplica un método y un estilo de trabajo que falsea o tergiversa esa misma política y principios. Se trata de no olvidar en ningún momento la acción que dialécticamente lo secundario ejerce sobre lo fundamental». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Esta advertencia tiene su eco en la historia. Ha habido grandes comunistas que nunca han dado todo su potencial o que se han echado a perder, porque pese a sus acciones de buena fe, no adquirieron nunca un verdadero método y estilo de trabajo comunista. La disciplina, el cumplimiento de los plazos en las tareas, el control desde arriba y desde abajo, son parte fundamental para que el individuo y el colectivo funcionen con la precisión de un reloj suizo.

En el IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979, como veremos en este capítulo, se criticarían especialmente varios defectos considerados como desviaciones de «izquierda», pero también algunas de carácter liberal y por tanto «derechista». Se registró y criticó la actitud de algunos militantes a:

«No cumplir las tareas encomendadas, se manifiesta concretamente en preocuparse únicamente de lo que afecta a uno personalmente, en poner en primer plano las opiniones personales cuando el partido ha analizado y señalado una tarea, actuando, no de acuerdo con las orientaciones del partido, sino con las opiniones personales; en aparentar que se hacen muchas cosas cuando es lo contrario, es decir, escurriendo el bulto: tratar de evitar las críticas mediante los más diversos subterfugios y, en general tratar de salvar las apariencias. Esta tendencia oculta la negligencia en el trabajo y el estudio, la incapacidad o el desprecio hacia toda actitud crítica, la carencia de espíritu de partido, y es una forma encubierta de liberalismo, de arribismo y también de burocratismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)


Esto tenía que ver con un concepto que todavía muchos «comunistas» no han aceptado como condición sine qua non para denominarse como tal: la disciplina.

«En cuanto a la falta de disciplina partidaria, es necesario tener presente que, contrariamente a los liberales eurocarrillistas, a los socialdemócratas antimarxistas y a los tránsfugas comunistas de salón que preconizan el liberalismo disolvente en los partidos comunistas, los marxista-leninistas defendemos y mantenemos el principio de la necesidad ineluctable de la disciplina partidaria y el centralismo democrático. (…) Conviene señalar que la indisciplina tiene en muchos casos raíces ideológicas y está relacionada con el activismo y la superficialidad, ya que la indisciplina consiste en términos generales en incumplimiento de las decisiones, y de las tareas trazadas o en adoptar una actitud personal hacia ellas, una actitud superficial, subjetiva, por encima de las directrices de los órganos de dirección; y un método y estilo individualista, no comunista, concediendo o no importando las tareas centrales de cada momento basándose en una apreciación local y personal y sin tener en cuenta su importancia y su urgencia en función del conjunto de la política y la táctica del partido en cada momento». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Se señalaba no solo lo nocivo que puede ser a título individual, sino la influencia en los elementos de alrededor:

«El menosprecio por el funcionamiento orgánico del partido y por el cumplimiento de los deberes militantes, es indiscutiblemente un reflejo de una actitud revisionista, anarquizante y disolvente que impide militar con responsabilidad y seriedad, y que siembra el desánimo y el pesimismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Más tarde, ya en 1982, se volvería a insistir en temas:

«Una de las características imprescindibles de todos los cuadros y militantes responsables ha de ser la de pensar con su propia cabeza y actuar con iniciativa; deben de ser capaces de desmenuzar la política y las tareas generales y aplicarlas con arreglo a las condiciones y a las necesidades específicas. No es correcto serviles en bandeja soluciones ya hechas para la aplicación en los distintos lugares, ni sustituirlos a ellos. Por el contrario, debemos en primer lugar preguntar a los cuadros responsables su opinión sobre los problemas planteados, y sólo después ayudarles con nuestros criterios más amplios y completos. (...) Es preciso aprender a dirigir a otros militantes y también a las masas para que las tareas se realicen y no se queden sobre el papel, o para que no sea un mismo camarada el que lo hace todo. (...) Conocer a los cuadros significa estudiar sus características, sus cualidades y sus defectos, decidir correctamente en qué tarea pueden los distintos militantes, no solo ser más útiles al partido, sino también desarrollar mejor sus propias capacidades y aptitudes. Los dirigentes y responsables a todos los niveles deben preocuparse por los militantes y prestarles la ayuda para acelerar su formación y elevar su capacidad y sus conocimientos, sin escatimar el tiempo necesario. (...) Los comités regionales deben organizar asambleas de cuadros y activistas del partido donde se analicen y sinteticen las experiencias y los problemas de las distintas organizaciones de una misma zona o de un mismo frente de trabajo. Estas asambleas, permiten enriquecer con sus propios conocimientos y experiencias con los de camaradas de otros lugares, y, sobre esta base, generalizar experiencias positivas y aprender de los ejemplos negativos. (...) La educación política y teórica debe ser una tarea permanente y fundamental de los militantes. No puede concebirse seriamente el fortalecimiento y la expansión y organización de nuestro partido y de su influencia política entre las amplias masas obreras y populares, si no prestamos la debida atención a la elevación del nivel político y teórico de todos los militantes y en particular de los cuadros. Esta cuestión tiene especial importancia, tanto por esta coyuntura, como por los problemas a los que hemos de hacer frente, tanto a nivel nacional como internacional». (Revolución Española; Nº13, 1982)

b) Comprender las etapas de la revolución y los ritmos en la concienciación de las masas

Otro de los puntos importantes que se destacó, fue la crítica a las nociones que no comprenden el ritmo y las etapas que deben atravesar el partido y las masas hasta la revolución:

«En la actual coyuntura, el izquierdismo que se da también en algunos camaradas es el de la impaciencia revolucionaria, que se manifiesta en el deseo de quemar etapas. Eso tiene su origen en incomprensiones políticas del momento actual y en la carencia de estudio, reflexión y discusión política colectiva, como resultado de lo cual surgen tendencias a querer saltar por encima de las condiciones objetivas y subjetivas, tomando los deseos por realidades, en unos casos, pensando que ya existe una situación revolucionaria, y, en otros, limitándose a la esperar de la hora de la revolución. En cualquier caso, estos comunistas de izquierda prescinden de algo fundamental a saber: que una de las condiciones para que la revolución sea posible, es que las masas hagan su propia experiencia y que la clase obrera y amplios sectores populares se convenzan por experiencia propia, de la justeza de la política del partido, de su estrategia, de su táctica y de su dirección. El no tener presente esto, lleva a posiciones izquierdistas y a rechazar la labor paciente, regular, para acumular fuerzas y ligarnos a las masas. De hecho, esas posiciones conducen, en quienes se dan, a la pérdida de perspectivas reales, a la espera de grandes acontecimientos o a posiciones aventureras y liquidadoras». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Obviamente como hemos visto anteriormente, hubiera sido preciso que el PCE (m-l) aplicase este axioma en 1975.

c) Sobre el aprovechamiento de los métodos legales

En particular era menester desterrar las ideas absurdas de que la utilización de los métodos legales en el capitalismo, era una muestra de oportunismo. 

En una franca autocrítica sobre el funcionamiento del partido, Elena Ódena señalaría varias de las deficiencias detectadas:

«Algunos camaradas no acaban de entender en la práctica lo que significa el utilizar todas las formas de lucha y de acción política: legales, semiilegales e ilegales; siguen aferrados a unos métodos y un estilo esencialmente clandestinos, limitándose a los cauces del partido para llevar nuestra política a las masas. Así se explica que no aprovechemos debidamente las posibilidades que ofrecen debidamente las organizaciones de masas legales como son las asociaciones de vecinos, las vocalías municipales, femeninas, culturales, sociales, y otras, los clubs de la juventud, los grupos de teatro, de música, las comisiones de elaboración de convenios colectivos de trabajo, en el plano sindical, las asesorías jurídicas laborales, etc. que es donde amplios sectores de las masas acuden para plantear y tratar de solventar muchos de sus problemas cotidianos y a defender sus derechos. (…) [En los sindicatos] No excluye, no obstante, que se deba realizar una mayor labor para aislar a los cabecillas de esos sindicatos reaccionarios, trabajando, incluso, dentro de ellos, y, sobre todo, no confundiendo a los cabecillas traidores con los obreros que siguen aún afiliados a ellos». (Elena Ódena; Algunas tendencias en el partido que obstaculizan nuestra política de unidad, 1978)

¿Cuál es la posición marxista-leninista sobre el trabajo legal e ilegal?:

«Los revolucionarios inexperimentados se imaginan a menudo que los medios legales de lucha son oportunistas. (...) Los revolucionarios que no saben combinar las formas ilegales de lucha con todas las formas legales son unos malos revolucionarios». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

La postura del PCE (m-l) sobre su legalización o no legalización de su organización fue otro tema que causó revuelo. Según memorias de Tomás Pellicer, un exmilitante, ahora de claras posturas anarquistas, recordaba alguna de las discusiones:

«[La petición de legalización del PCE (m-l)] Les cogió por sorpresa, no entendían nada, por lo inesperado y contradictorio. Nunca se había planteado en sus reuniones una discusión sobre la conveniencia de una legalización oficial. Era cierto que el partido trabajaba en la legalidad, manteniendo locales oficiales y representantes conocidos, pero nunca al nivel de tener que pasar por la ventanilla del gobierno civil.

–Danielle: No lo entiendo –le dijo a Eusebio, enfadada– ¿Es necesario pedir el reconocimiento al enemigo? ¿Qué vamos a ganar?

Eusebio tardó en responder:

–Eusebio: Bueno, no se trata de pedir legalidad, en el sentido de permiso para existir, sino de aprovechar los resquicios legales que el capitalismo nos pueda dejar para actuar entre las masas con más eficacia. Se trata de aprovechar la libertad de prensa y de reunión. Siendo legales les será más difícil prohibir nuestros actos y manifestaciones. Podremos hacernos oír mucho mejor.

–Danielle: No lo veo así, nosotros tratamos de impedir la consolidación del continuismo de la clase franquista, no de trabajar en un Estado burgués consolidado. Tratamos de romper con el régimen franquista, no de acreditarle ahora cómo demócrata. Pidiéndoles la legalización del partido hemos reconocido su legitimidad, porque al fin y al cabo, son los mismos franquistas los que siguen en el aparato del Estado». (Tomás Pellicer; Grupo armado, 2009)

La postura del PCE (m-l) en este caso fue muy clara, basada en una posición de no renunciar a sus principios. Una actitud muy digna sin duda, si tenemos en cuenta que en España se asistió a una ola de claudicación de otros partidos que renunciaron a sus estatutos revolucionarios para ser legalizados:

«Nuestro partido se arroga el derecho de actuar libremente, sin pedir permiso a nadie, y así lo hacemos y seguiremos haciendo. (…) Hoy necesitamos hacer un mayor esfuerzo y aprovechar al máximo las posibilidades de actuación «legal» existentes. Y si ponemos las comillas a lo de «legal» es porque habría mucho que decir quién es legal y quien es ilegal en este país pese a detentar el poder desde hace 40 años. (…) Iremos con nuestros estatutos aprobados en el IIº Congreso del PCE (m-l) de 1977 sin modificar ni un ápice, sin quitar ni poner una coma, pues, como ya hemos repetido infinidad de veces, los estatutos del partido los aprueba únicamente el grueso de sus militantes y sólo el congreso de sus militantes los puede modificar. (…) Para nuestro partido la «legalidad» no es un fin en sí, pero tampoco lo es la clandestinidad cerrada». (Vanguardia Obrera; Nº232, 1978)

En 1979 se diría que el partido, pese a las dificultades sufridas, pudo conseguir que:

«Nuestros camaradas aparecen en mítines, radio, TV, y ruedas de prensa sentándose como militantes del partido, llevando su voz, exigiendo una y otra vez nuestra legalización y afirmando nuestro derecho a la libertad de acción plena». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Dicha legalización del PCE (m-l) no se conseguiría oficialmente hasta 1981, y una vez lograda hubo algunos intentos de volver a ilegalizar al partido sin éxito.

Este énfasis de Elena Ódena en reconducir ciertas desviaciones del partido, y en adaptar otras tendencias que simplemente ya no concordaban con las circunstancias, puede que en gran parte tuviese que ver también por la reciente publicación del libro de Enver Hoxha donde se hacía mucho hincapié en estos temas:

«Los partidos marxista-leninistas son partidos de la revolución. En oposición a las teorías y las prácticas de los partidos revisionistas, que se han hundido de pies a cabeza en el legalismo burgués y en el «cretinismo parlamentario», no reducen su lucha al trabajo meramente legal ni tampoco ven éste como su actividad principal. En el marco de los esfuerzos por dominar todas las formas de la lucha, dedican particular importancia a la combinación del trabajo legal con el ilegal, dando primacía a este último, por ser decisivo para el derrocamiento de la burguesía y por ser una verdadera garantía para alcanzar la victoria. Educan y enseñan a sus cuadros, a sus militantes y a sus simpatizantes para que sepan obrar con inteligencia, habilidad y valentía tanto en condiciones legales como ilegales. Pero también cuando actúan en las condiciones de la profunda clandestinidad, esforzándose por no exponer sus fuerzas ante el enemigo y proteger la organización revolucionaria de sus golpes, los partidos marxista-leninistas no se encierran en sí mismos, no debilitan ni rompen sus lazos con las masas, en ningún momento cesan su actividad viva entre las masas ni dejan de aprovechar en favor de la causa de la revolución todas las posibilidades legales que permiten las condiciones y circunstancias. El partido marxista-leninista, despojado de cualquier ilusión acerca de la toma del poder a través de la vía parlamentaria, puede juzgar y considerar oportuno participar, en algunos casos particulares y favorables, también en actividades legales, como las elecciones municipales, parlamentarias, etc., con el único objetivo de propagar su línea entre las masas y desenmascarar el régimen político burgués. Pero el partido no convierte esta participación en línea general de su lucha, como hacen los revisionistas, no convierte estas formas en principales o, lo que es peor, en únicas formas de lucha. A la hora de explotar las posibilidades legales, el partido busca, encuentra y utiliza formas y métodos de carácter revolucionario, desde los más simples hasta los más complejos, sin medir sacrificios, haciendo esfuerzos para que estas formas y métodos sean lo más populares, lo más accesibles a las masas. En su actividad, los marxista-leninistas, no se preocupan en absoluto de que, con sus acciones revolucionarias, pisotean y violan la constitución, las leyes, las reglas, las normas, el régimen burgués. Luchan para minar este régimen, para preparar la revolución. Por eso, el partido marxista-leninista se prepara y prepara a las masas para hacer frente a los golpes, que la burguesía puede dar en respuesta a las acciones revolucionarias del proletariado y de las masas populares». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

d) Sobre los derechos y libertades en un régimen burgués

«En el caso de España, el nuevo régimen monárquico parlamentario de 1978 si bien mantuvo la mayoría de los problemas heredados del franquismo en los diversos campos, éste introdujo diferencias y reformas palpables respecto a la época franquista que le diferencian sustancialmente. No solo hablamos en el tema de asociación política, libertad de reunión o libertad de expresión, que es palpable, ya que pese a las limitaciones que tiene el régimen actual se produjo un cambio innegable, sino que también hablamos de otros temas menos reflexionados [Se enumeran algunos ejemplos]. (...) Ello demuestra que si bien el régimen actual de monarquía parlamentaria no ha podido resolver varios temas importantes como por ejemplo la cuestión nacional, si es considerablemente más progresista que el régimen franquista en la materia legislativa de estos temas civiles, salta a la vista que no presenta el «corpus jurídico» de un régimen fascista, sino democrático-burgués moderno. Solo un ignorante diría que un régimen fascista aprobaría leyes que intenten paliar aunque sea un poco la situación de la mujer, de los homosexuales, los discapacitados, los inmigrantes, como las que se han institucionalizado en varios países sobre todo de Europa durante las últimas décadas». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

Sobre el parlamento y las constituciones, así como los derechos y libertades, Elena Ódena en su artículo: «¡Por el derecho de asociación sin condiciones para las organizaciones republicanas y para nuestro partido y el FRAP!» decía de forma más acertada que anteriormente:

«Ni siquiera el mejor de los parlamentos burgueses o la mejor de las constituciones burguesas son nada más que «instrumentos de opresión de los proletarios por la burguesía» –como muy justamente afirmara Lenin en su obra «La revolución y el renegado Kautsky» de 1918– y que ninguna constitución, por sí sola, ha asegurado nunca para el pueblo las promesas de democracia, libertad y justicia con que generalmente adorna la burguesía sus textos constitucionales. Quede claro también que el poder efectivo lo ejerce la burguesía desde el aparato del Estado, desde su dominio y control de las finanzas, de toda la economía del ejército, de su aparato represivo y policial, etc. El parlamento y la constitución no son más que jarrones de flores para adornar su podrido y maloliente sistema, lo que no excluye que siempre que sea posible y convenga a los intereses del pueblo y la revolución los partidos y las fuerzas revolucionarias los utilicen para desenmascarar a la reacción y difundir la política revolucionaria y azuzar el proceso de la lucha de clases. Actualmente en la coyuntura de España. (…) Las fuerzas democráticas y revolucionarias, y nuestro partido en primer término, están a la cabeza de las luchas populares por los derechos democráticos sin condiciones, con el fin de poder utilizar cuantos más medios sean posibles para desarrollar la lucha de clases. (…) Por imponer el derecho de asociación y manifestación sin condiciones, es preciso promover una amplia campaña para la disolución de los cuerpos represivos legados por la dictadura franquista y la prohibición de las organizaciones y bandas fascistas, así como también para denunciar las provocaciones de los grupos terroristas de distinto signo manipulados o montados por los distintos servicios especiales del aparato político-policiaco de la monarquía». (Vanguardia Obrera; Nº 221, 1978)

e) La táctica electoral 

Durante los primeros años del postfranquismo muchos grupos dijeron que no se debía participar en las elecciones. El PCE (m-l) manifestó esta postura en las elecciones de 1977 por ejemplo pidiendo la abstención. Esto era una mezcla entre la idea de que se estaba legitimando una maniobra que mantenía en el poder al fascismo intacto, como de que con la crisis económica e institucional, el boicot sería efectivo e impulsaría a las masas en su ímpetu revolucionario. Pero ni lo uno ni lo otro sucedió. 

El fascismo acabó autoimplosionando desde sus propias instituciones para dar paso a unas leyes y estructuras democrático-burguesas, obviamente con todas las limitaciones inherentes para los grupos revolucionarios, sobre todo en los primeros años. 

Pese a la crisis económica, los grupos revolucionarios lejos de afianzarse se aislaron, en cambio sí lo hicieron los grupos reformistas y colaboracionistas del nuevo régimen pese a sufrir casos como la desafiliación sindical, en parte porque los pronósticos y sobre todo el estilo de trabajo de los grupos revolucionarios no era el correcto y muchas veces no pasaba mucho más allá de proclamas y de hacer agitación entre círculos ya consolidados, lo cual no es suficiente para combatir la maquinaria propagandística y los aparatos de los grandes partidos burgueses.

Ni siquiera aunque hubiera sido cierta la tesis que el fascismo seguía vigente tenía sentido la no participación en las elecciones e instituciones como el parlamento, esto era ir en contra de la historia de los comunistas y sus tácticas. 

Los marxista-leninistas búlgaros criticaban así este tipo de desviaciones en el seno del movimiento obrero:

«El socialismo «estrecho» transformó una serie de enseñanzas marxistas en un dogma, como resultado de la cual el partido cayó en el sectarismo e hizo sus contactos con las amplias masas más difícil. Así, por ejemplo, aplicando una política de lucha sin cuartel contra la clase burguesía correcta, se opuso a las diversas coaliciones electorales con partidos burgueses, y el trabajo legislativo «constructivo» del parlamento burgués, el partido dio la vuelta al concepto de organización de clase independiente y lo moldeo como un dogma, negando en general, y en todas las condiciones la conveniencia de un acuerdo con otros grupos sociales y políticos y, por tanto, como de hecho sucedió, se aisló. La actitud de nuestro partido no tenía nada en común con la doctrina leninista en cuanto a los compromisos revolucionarios, sin los cuales el partido revolucionario no puede luchar con éxito y avanzar. El partido procedió a crear una organización militar propia, dedicada a la propaganda considerable y organización activa entre los soldados, también comenzó a armar a las masas». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (Comunista) Búlgaro, del 25 de diciembre de 1948)

Por ello se combatió estas ideas y se propagó la idea de aprovechar todos los métodos de lucha. Precisamente los marxista-leninistas no cesaron de insistir en las necesidades apremiantes de desmontar al sistema burgués en todas sus expresiones, que se fuese a impulsar las luchas cotidianas para dar a conocer al partido y así ganarse el título de vanguardia del proletariado:

«El partido también aprobó, en principio, los métodos de la lucha clandestina y su combinación con el mayor uso de todas las posibilidades legales para la lucha, como eran el parlamento y los consejos municipales y de condado. (...) Al mismo tiempo, el partido lanzó una lucha de masas para transformar los municipios que eran los instrumentos de la opresión, el despojo y la explotación, en organizaciones que sirvieran a los intereses del pueblo trabajador. Una serie de ciudades importante y varios consejos de aldea pasaron a manos del partido comunista. Así, en 1920 tuvimos 22 ciudades y 65 aldeas con municipios comunistas. Su política económica y cultural iban en favor de los intereses de la clase obrera y el pueblo trabajador en general, naturalmente, esto no podía más que encontrase con la feroz resistencia de la burguesía y de las autoridades centrales. (…) A menos que el proletariado, dirigido por su partido, tomara el poder por completo en todas las esferas, estas comunas estarían obligadas a ser de corta duración, y efectivamente como pasó al final, fueron destruidos por la burguesía de una en una. Pero la lucha de masas trabajadoras bajo la dirección de nuestro partido para capturar todos estos municipios contribuyó mucho a la unificación de las masas en la lucha contra los explotadores y fue algo que elevó considerablemente el prestigio del partido». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (Comunista) Búlgaro, del 25 de diciembre de 1948)

Tras el golpe fascista de 1923. Los marxista-leninistas búlgaros sabían que incluso bajo las condiciones del monarco-fascismo, era necesario aprovechar todos los resquicios legales para trabajar con las masas, y que esos métodos iban a contribuir a tomar el pulso al poder fascista y aunar a los revolucionarios en la lucha antifascista:

«El país se enfrentaba a la perspectiva de las nuevas luchas por el derrocamiento del gobierno fascista y la creación de un gobierno obrero-campesino. Los resultados de las elecciones parlamentarias de noviembre de 1923 confirman esta estimación de la dirección del partido, que coincidía con la misma interpretación de los hechos por la Komintern. Se mostró que la oposición contra el gobierno fascista, representada por el Partido Comunista Búlgaro y la Unión Agraria, era bastante fuerte. La conclusión fue que la indignación de las masas era grande y que estaban dispuestas a continuar luchando por el derrocamiento del gobierno fascista». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (Comunista) Búlgaro, del 25 de diciembre de 1948)

¿Acaso no era necesario durante el franquismo infiltrarse en los sindicatos verticales y trabajar con las masas o presentarse bajo la plataforma que fuese en las elecciones para entorpecer el trabajo de los fascistas? ¿Cómo iba a ser diferente bajo el postfranquismo avanzase o no hacia una democracia burguesa?

En España los grupos influidos sobre todo por el maoísmo, el trotskismo y el anarquismo declararon que participar en todo esto era una pérdida de tiempo y una muestra de que la agrupación que trabajaba en ello había caído en el reformismo y el colaboracionismo, como hoy todavía proclaman algunas sectas neomaoístas. Incluso algunos trataban de poner el ejemplo de los bolcheviques rusos para argumentar que no se debía participar en estos procesos. Estos grupos tenían poco de comunistas, debían haber estudiado mejor como trabajaban los miembros la facción parlamentaria del Partido Bolchevique durante el zarismo en la Duma en las peores condiciones de represión. 

«Punto a) «La Duma como arreglo e instrumento de la contrarrevolución». ¡Exacto! «Únicamente consolida su autocracia». Ese «únicamente» es erróneo. La autocracia ha prorrogado su muerte al haber tenido tiempo de organizar esa Duma, pero eso no la consolida, sino que la descompone. La Duma es una «cobertura» que bien vale otro «descubrimiento», pues en mil cuestiones revela abiertamente por primera vez la dependencia del zarismo respecto de los sectores contrarrevolucionarios, muestra por primera vez en grande la alianza inmanente del Románov y Purishmévich, del zarismo y de la «Unión del Pueblo Ruso», de la autocracia y de los Dubrovin-Iliodórov-Polovniov. 

Es indudable que la Duma avala los crímenes del zarismo, mas se trata de un aval de determinadas clases en aras de determinados intereses de clase, y la misión de la socialdemocracia [léase comunistas] consiste, precisamente, en explicar desde la tribuna de la Duma estas verdades aleccionadoras.

«En ocho meses de la actividad, la III Duma de Estado ha demostrado que la socialdemocracia no puede utilizarla».

Ahí está la médula del otzovismo. (…) La cuestión está planteada con claridad y los subtergios no ayudarán. ¿Qué han demostrado ocho meses de actividad: la posibilidad o la imposibilidad de utilizar la tribuna de la Duma? La respuesta de los oztovistas es errónea. A pesar de las inmensas dificultades que prensenta la labor del partido sobre la minoría, esa labor ha demostrado de manera indudable la posibilidad de utilizar la tribuna de la Duma. Desanimarse con motivo de las dificultades y de los errores es pusilanimidad, significa sustituir la labor proletaria, paciente, firme y tenaz por «chillidos» propios de intelectuales. Otros partidos socialistas tropezaron con muchas más dificultades al comienzo de su actividad parlamentaria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Del artículo: «Una caricatura del bolchevismo», 1909)

¿Qué diría Lenin de estos personajes que hablan una y otra vez de no participar en las elecciones porque significa «legitimar al régimen burgués de explotación»? Pues que a lo sumo que son herederos de los oztovistas, quienes eran, anarquistas cubiertos de marxistas.

La postura del PCE (m-l) sobre las elecciones empezó a cambiar, y por fin se empezó a postular algo más afín a la realidad:

«De manera general, y bajo cualquier tipo de gobierno burgués, las elecciones casi nunca son nada más que uno de los mecanismos utilizados por el poder para conservar en el pueblo la ilusión de la democracia. Incluso cuando las fuerzas populares logran éxitos en las elecciones, la reacción que detenta el poder suele, por la fuerza o de otro modo, tratar de invalidarlos en la práctica. Los comunistas, no obstante, debemos, cuando ello es posible y favorable para el desarrollo de la lucha participar en ellas, sin caer en ningún momento en ilusiones ni posiciones electoralistas, teniendo siempre presente que lo decisivo está en la calle, en las fábricas, en los barrios populares, en el campesinado, la juventud, la mujer oprimida y explotada. El parlamento no es para los auténticos comunistas más que una tribuna para plantear ante el pueblo sus políticas y denuncias». (Elena Ódena; Unas elecciones para apuntalar el continuismo y la oligarquía en el poder, 1 de marzo de 1979)

El PCE (m-l) todavía ilegalizado, se presentaría a las elecciones generales de 1979 bajo la seña de una coalición con Izquierda Republicana (IR):

«Con la llegada del proceso electoral de marzo y abril, las arbitrariedades y la discriminación del gobierno respecto al partido se acrecientan. (…) A la no legalización del partido –la sentencia judicial favorable no llegaría hasta mayo– que nos cegaba la vía normal de acceso a las elecciones, se añadió todo tipo de medidas antidemocráticas y claramente dictatoriales para cortarnos toda posibilidad de presentación. Utilizando en un primer momento el sistema de recogida de firmas, el partido propone las candidaturas de unidad popular republicana. Tal sistema nos dio la medida del eco concreto que en amplios sectores de masas tiene la reivindicación republicana del partido, expresado en los miles de firmas que se lograron recoger en muy pocos días en muchas regiones. Sin embargo el poder reacciona y rechaza arbitrariamente las firmas, llegando a exigir en algunos lugares todos los firmantes se presenten en fila y DNI en mano ante la Junta Electoral. La situación, aunque difícil, se salva mediante una táctica de alianzas coyunturales adecuadamente aplicada. Así se llega a un acuerdo con Izquierda Republicana (IR) y con Izquierda Republicana de Euskadi (IRE), partidos debidamente legalizados, para formar lo que serían Candidaturas Unitarias de Izquierda Republicana, que se presentaron en 36 provincias con mayoría aplastante de candidatos miembros de nuestro partido». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Esto fue una notable experiencia histórico de como un partido comunista debía burlar la burocracia y las trabas del estado burgués para presentarse a unas elecciones y entorpecer el trabajo de los partidos burgueses y aquellos que practican la colaboración de clases.

En su programa se destaca lo siguiente:

«Programa electoral de las Candidaturas de la Unidad Popular Republicana:

1. Liquidación total y efectiva del franquismo a todos los niveles, en el ámbito del Estado y rehabilitación moral y material de cuantos hayan sido víctimas de la represión ya atrocidades franquistas.

2. Luchar consecuentemente por el establecimiento de un régimen republicano al servicio del pueblo.

3. Restablecimientos sin restricciones de los derechos democráticos para el pueblo –asociaciones, huelga y libertades sindicales, expresión reunión y manifestación–.

4. Garantizar el derecho a la autodeterminación y las reivindicaciones autonómicas, basadas en los intereses populares.

5. Recuperación de la independencia nacional, lo que significa en primer término la supresión de las bases militares extranjeras (yanquis y otras) en nuestra país, el rescate de los bienes de la economía nacional hoy en manos del capital y potencias extranjeras: y política de independencia respecto a los dos bloques militares: OTAN y Pacto de Varsovia

6. Profunda Reforma Agraria.

7. Garantizar el derecho al trabajo y la adopción de medidas inmediatas para erradicar el paro, contra la carestía de vida y por los derechos de los trabajadores.

8. Democratización de la vida ciudadana,  y adopción con carácter de urgencia de medidas para solucionar los problemas existentes en cuanto a sanidad, enseñanza, urbanismo,  y vivienda: protección social a las personas de edad avanzada y jubilados: protección del medio ambiente y adopción de medidas para evitar su creciente deterioro.

9. Por la defensa de los derechos específicos de la mujer.

10. Contra la discriminación de la juventud y por la conquista de sus plenos derechos económicos, políticos y sociales.

¡Por la unidad de todos los antifascistas, demócratas y republicanos!
¡Por un gobierno provisional, popular y republicano!
¡Vota a la Unidad Popular Republicana!». (Vanguardia Obrera; Nº265, 1979)

Incluso podemos ver como en cada región el programa se transformó. En el caso del programa municipal valenciano, podemos ver:

«Entre las quince medidas básicas del programa municipal habría que destacar las subvenciones municipales a las cajas de resistencia de los obreros en huelga, la exoneración total de los impuestos a los parados, el control municipal de los precios, la municipalización del suelo y de los servicios públicos y una amplísima participación ciudadana. (...) Al mismo tiempo, el PCE (m-l) comunicaba que su Ejecutiva Nacional había acordado ir a las elecciones con tres objetivos: imponer un programa de lucha antifascista, democrática, popular y republicana, al margen del consenso; conquistar el libre ejercicio de las libertades para todas las fuerzas políticas y sociales de carácter popular y progresista, y enviar al parlamento a hombres y mujeres que defiendan los intereses y derechos de la clase obrera y de las masas populares. (...) Izquierda Republicana (IR) destacaba en su programa el rechazo a las bases extranjeras, el reconocimiento del derecho de autodeterminación, la lucha contra el paro, la rehabilitación de represaliados, la reforma agraria y la igualdad del hombre y la mujer». (Francisco Moreno Sáez; Partidos, sindicatos y organizaciones ciudadanos en la provincia de Alicante durante la transición (1974-1982), 1982)

Lamentablemente por diversos factores las Candidaturas Unitarias de Izquierda Republicana lograron 55.384 votos, un 0,31% en las generales de marzo de 1979. Y en las municipales del 3 de abril de 1979 unos 7.661 votos, un 0,05%. Un escaso bagaje de votos sin duda pese a lo que la dirección proclamaba.

En las elecciones generales de 1982, el PCE (m-l) se presentaría en solitario y lograría un menor número de votos, descendiendo a 23.186, lo que equivalía a un efímero 0,11%. Para las elecciones generales de 1986 de nuevo en unas candidaturas de coalición bajo la Unidad Popular Republicana, lograría 27.473 votos, un todavía escaso 0,14%. Sabemos que los resultados en unas elecciones burguesas debido a sus mecanismos nunca podrán reflejar el poder de influencia real de un partido comunista. Pero sin duda estos resultados progresivos reflejaban que el partido lejos de avanzar y ligarse a las masas hacía justamente lo contrario, alejándose cada vez más de las masas, o al menos no eran capaces de movilizar a sus militantes y simpatizantes como debían. Y conste que esto solo era uno de los resultados negativos de la decadencia del partido, pero como sabemos era a razón de múltiples defectos en varios campos como veremos más adelante.

Uno de los grandes problemas que han padecido los partidos comunistas es que cuando tejen alianzas les invade una falsa seguridad y de poderío ante la alianza contraída, aunque muchas veces sea con agrupaciones marginales y de dudosa influencia entre las masas. En ocasiones se rebaja el programa por complacer y posibilitar la alianza, y a veces se empieza a descuidar el popularizar entre las masas la propia línea política del partido y su propio programa, que obviamente no tiene los mismos fines que el de las agrupaciones aliadas. De repente todo se concentra en popularizar el nuevo programa de coalición y en conservar la nueva alianza a cualquier coste. Por supuesto no estamos diciendo que el partido comunista deba desatender y desaprovechar los temas candentes de actualidad para forjar una unidad popular y revolucionaria con otras fuerzas, esto es necesario, como lo es llegar a compromisos, pero incluso en el tema a tratar en el que se está de acuerdo –desde el antifascismo, la lucha contra el desempleo o el rechazo a las guerras imperialistas–, es importante dejar claro los matices existentes entre los aliados y enarbolar la posición partidista, pues si se está ante marxista-leninistas su postura será la única línea revolucionaria y científica, no actuar así será el primer paso para que en el campo progresista, e incluso dentro del partido comunista, se den por buenas posturas que intentan atajar el problema desde posiciones aventureras, románticas, utópicas e inservibles. Por tanto, es importante realizar una labor de persuasión tanto con las bases como contra las dirigencias de las «agrupaciones aliadas» pues el fin es acercarlas al partido. Sobra decir que aquellos elementos que adoptan posturas perjudiciales sobre una cuestión común, y es menester que sean delimitadas públicamente por el partido sin vacilaciones, de otro modo se cae en la problemática de que con el miedo a «no molestar y perder a nuestros aliados» y «hacerle el juego a la reacción», el partido y la militancia incluso se acomode a un programa mínimo y a un lenguaje que le hace mimetizarse con el de otras organizaciones aliadas no marxistas, siendo indistinguibles con el tiempo hasta para la alianza, y aumentando las probabilidades del transfuguismo. Así sucede que cuando el trabajo en estas alianzas se vuelve rutinario y se busca más agradar que convencer, cuando en vez de ampliar los vínculos con las masas se pretende solidificar la unión de siglas, el estancamiento y el cansancio de la militancia se hace notar, los fracasos electorales ocurren, las deserciones y abandonos llegan, y la dirección no puede justificar la deriva actual ante su raquítica militancia, porque normalmente había sido la primera en prometer a la militancia el automático ascenso meteórico de la organización si se sacrificaban en obedecer ciertas directrices, entre ellas ordenando que entre tanto era necesario el «postergar la crítica» a los defectos de la alianza «para no romper la alianza y poder debilitar al enemigo», para permitir que el partido pudiera «fortalecerse y avanzar».

f) El ocaso de un mito: la disolución del FRAP

En otro orden de cosas, el PCE (m-l) decidió en 1978 suprimir el FRAP, el frente con el que hasta ahora se había identificado.

«En este mismo año, 1978, y dadas las nuevas circunstancias políticas y sociales, tanto a nivel del poder como del movimiento obrero y popular, el PCE (m-l), fuerza principal y dirigente, decidió suspender la actividad del FRAP, ya que en la nueva situación tanto los objetivos y las formas de lucha de una y otra organización coincidían en lo esencial en todos los terrenos». (Grupo Edelvec; FRAP, 27 de septiembre de 1975, 1985)

En realidad los puntos del FRAP emitidos en 1971 seguían teniendo vigencia en su mayoría en 1979, pese a la transformación del régimen franquista en una democracia burguesa con claros tintes autoritarios.

Muchos ex militantes achacan que desde la disolución del FRAP en 1978, el partido en su política frentista se centró demasiado en alianzas con republicanos no revolucionarios, y que al final el PCE (m-l) se apartó de sus propios objetivos perdiendo poco a poco su esencia revolucionaria, contentándose con ciertas alianzas superficiales con restos marginales del republicanismo reformista, que no llevaban al partido a avanzar. Pero esto parece una explicación simplista si tenemos en cuenta que ya el FRAP durante 1971-1978 pese a su propósito de ser un «frente revolucionario» que agrupase a varias capas de la población y sus representantes, no acabó cuajando las alianzas que pretendía. En su mayoría acabó acercando a las agrupaciones satélites del PCE (m-l): juventud, universitarias, de la mujer pero no a otras organizaciones antifascistas de importancia:

«Planteaba un modelo, por el cual se habían hecho las revoluciones tradicional, de frente popular. El PCE (m-l) planteó el FRAP como frente popular, como alianza de clase [se refiere a la principal alianza obrero-campesina], y a tal fin se creó unas organizaciones a medida, no organizaciones que surgían de la realidad social, sino que él las creó. Creó la Unión Popular de Mujeres (UPM), la Unión Popular de Artistas (UPA), la Oposición Sindical Obrera (OSO), la Federación Universitaria Democrática de Estudiantes (FUDE) [también las Uniones Populares del Campo (UPC), la Federación de Estudiantes de Enseñanza Media (FEDEM)]. Esas organizaciones eran el PCE (m-l) y su entorno de simpatizantes. (...) Con todas esas organizaciones y con una pequeña organización socialista escindida del PSOE, cuyo dirigente era Julio Álvarez del Vayo, que había sido ministro de Asuntos Exteriores durante la II República, fundó el FRAP. El FRAP surgió intentando reconstruir un frente popular, un frente de masas, no surgió [simplemente] como grupos de autodefensa. (...) No nos vayamos a engañar, el FRAP era el PCE (m-l) y sus simpatizantes, no era un frente popular. Es la realidad, vista desde la distancia, otra cosa es la mística que se llegó a hacer sobre el mismo». (Entrevista de Adriana Catalá a Pepe Avilés, ex militante del FRAP, 2015)

Cierto es que hacia la juventud hay que dedicar un tipo de agitación y propaganda concreta, ¿pero eso justifica una «organización específica»? Por esa regla de tres, el partido comunista debería crear siempre una organización específica de la mujer, intelectuales, soldados, campesinos, una rama sindical obrera, otra para los trabajadores del campo, y para un sin fin de capas de la población. Pero eso no garantizará un mejor acercamiento hacia esos colectivos sino se solventan problemas más acuciantes como el tener una la línea política clara o el estudio de las necesidades de estos colectivos, con el planteamiento de sus soluciones bien sintetizadas y popularizadas.

El PCE (m-l) efectivamente tuvo todo este tipo de organizaciones satélites a su cargo, pero eso no solucionó automáticamente la falta de influencia entre las mujeres ni que hablar hacia los campesinos o los soldados–. Este creacionismo, sobre todo para un partido que acaba de nacer, supone crear más trabas burocráticas que otra cosa y un desperdicio evidente de energías. Ciertamente debe de existir dentro del partido una sección específica, una secretaria si se quiere decir así, que se dedique a abordar los problemas de la juventud, pero no como para que exista en sí una rama segregada del partido en sí, ni mucho menos autónoma, porque las ramas y frentes «tapadera» no hacen sino diluir la popularización del partido sobre cuestiones genéricas, que precisamente enlazan los intereses comunes de todo el pueblo trabajador, entre ellos, crear una conciencia socialista generalizada. 

En la cuestión de la mujer, ¡¿acaso unas jornadas específicas para entender «el pensamiento patriarcal y su papel en la historia», o cualquier trabajo concreto hacia la mujer que desarrollase la rama femenina del partido, ¿no le incumbe de igual forma dichas cuestiones a los propios jóvenes estudiantes, intelectuales, sindicalistas obreros o campesinos del partido varones?! El partido cuando vaya fuera de su círculo puede perfectamente «adecuar» su propaganda hacia X capas sin perderse en entramados de organizaciones satélites que suponen un doble gasto de energía. El programa del partido precisamente debe de dar cabida a todas estas reivindicaciones, y a partir, adaptarse a los diversos frentes de masas existentes llevando su voz y reivindicaciones. Esto no excluye que efectivamente se puedan ir dando las condiciones para crear un frente con otras organizaciones o con elementos sin partido, pero jamás de forma mecánica ni mucho menos creando organizaciones fantasma para guardar las apariencias de que se está en contacto con las masas. Si esto no se cumple, el partido comunista acabará con sus mil secciones y mil reivindicaciones concretas para cada sección particular bajo un cantonalismo, su acción estará más cercana al actuar y las reivindicaciones parciales de los grupos eclécticos antifascistas y posmodernos contemporáneos que a una política de masas comunista.

Este defecto del «creacionismo» mecánico e indiscriminado de ramas y pequeños frentes específicos del partido, hoy ha sido reproducido por algunas organizaciones revisionistas, que creen estar solventando su falta de influencia y disimulándola con este tipo de organizaciones.

A partir de 1976 el nuevo frente republicano de la Convención Republicana de los Pueblos de España (CRPE), al menos en sus principios, no rechazaba la unión con los republicanos de distinto tipo que no fuesen colaboracionistas del régimen, pero combatiendo dentro del frente las concepciones burguesas y pequeño burguesas, incluyendo los límites del pacifismo y el reformismo, exactamente como se hacía en los años del FRAP 1971-1978. Esta valoración de que a partir de 1978 el PCE (m-l) se derechizó parece ser precipitada, y parte más bien del relato antifascistas afines al anarquismo que en algún momento estuvieron en la órbita armada del FRAP como Tomás Pellicer. 

Igualmente no descartamos que, visto lo visto, esto sí pudiera empezar ocurrirle al PCE (m-l) en mayor o menor nivel con el paso del tiempo, sobre todo bajo la influencia de las coaliciones electorales, y que el PCE (m-l) se acabase fundiendo con ciertas concepciones republicanas pequeño burguesas, sobre todo a partir de 1986 con la meteórica derechización que sufrió a partir de entonces en varios temas. Pero un defecto no suele ser fortuito ni debido únicamente a la cuestión electoral, ya que normalmente y en este caso está comprobado que debe considerarse ligado a los defectos organizativos, de agitación y propaganda del partido, de postura frente al revisionismo en general y en particular al que tiende al reformismo, lo cual tocaremos más adelante. 

Esto le ha pasado en mayor o menor medida a todos los partidos que van a parar al cenagal del revisionismo de forma progresiva o fulminante, lo cual normalmente se acentúa más si se obtienen grandes cuotas electores y a grandes militancias:


«De allí la adaptación de la táctica parlamentaria de los partidos socialistas a la acción legislativa «orgánica» de los parlamentos burgueses y la importancia, siempre creciente, de la lucha por la introducción de reformas dentro de los marcos del capitalismo, el predominio del programa mínimo de los partidos socialistas, la transformación del programa máximo en una plataforma destinada a las discusiones sobre un lejano «objetivo final». Sobre esta base se desarrolló el arribismo parlamentario, la corrupción, la traición abierta o solapada de los intereses primordiales de la clase obrera». (Komintern; El partido comunista y el parlamentarismo; IIº Congreso de la Komintern, 1920)

Aunque como se ve aquí no es necesario para que dicho fenómeno se fragüe, ya que con el PCE (m-l) no se dio tal caso, y como también veremos mas adelante, eso no le impidió empezar a forjar alianzas extrañas con elementos derechistas sin nula incidencia entre las capas populares.


***

Como epílogo a estos temas que efectivamente deben ser asimilados y comprendidos por todo marxista-leninista, entendamos todos que el partido comunista marxista-leninista debe entender lo siguiente.

1) Sin un método y estilo de trabajo correcto, la organización proletaria no puede avanzar, se queda anquilosada y tarde o temprana se desvía y liquida.

2) Si se salta por encima del estado de concienciación de las masas, si se cree que el cambio de conciencia política es automático en la mayoría de población incluso en periodos de crisis, se está en la antípodas del marxismo. Dicho cambio solo se produce lentamente y bajo el impulso de una organización seria y paciente.

3) No debe creer que jamás será molestado por el Estado burgués, ya que su actividad revolucionaria hace propenso el choque entre las fuerzas del proletariado con las fuerzas y cuerpos del Estado burgués. No debe crearse ilusiones sobre el trabajo «legal» y caer en el «cretinismo parlamentario» de derecha y la creencia del «tránsito pacífico al socialismo» bajo el régimen parlamentario burgués, ni de que cuestiones clave se pueden resolver bajo el paralmentarismo, sino que debe de tener como objetivo preparar al partido para la toma de poder bajo la revolución violenta.

4) No debe limitar su lucha a la «legalidad» burguesa, sino combinarla con la lucha clandestina y unir ambas para preparación de la revolución. El grupo que solo tiene en cuenta la lucha clandestina se acaba convirtiendo en un aventurero y conspirador, y quien solo tiene en cuenta la lucha legal se acaba convirtiendo en un parlamentarista y legalista burgués.

5) No debe tener miedo a desenmascarar la falsedad de la democracia burguesa, debe desmontar los mitos al respecto ante las masas populares, contraponiéndola a la democracia proletaria. Se deben popularizar pues los principios del comunismo.

6) No debe temer violar la legalidad burguesa cuando dicho acto suponga un avance para el movimiento marxista-leninista, ya que la burguesía viola diariamente su propia legalidad constitucional y ha de saberse que para el proletariado violar la constitución burguesa y legalidad burguesa es la única forma de ver nacer una sociedad nueva libre de explotación asalariada de la burguesía.

7) No debe subordinar la existencia legal de su organización a una renuncia pública de sus principios.

8) No debe perder la independencia de sus puntos programáticos, ni siquiera cuando contrae alianzas con otras agrupaciones progresistas, sino que debe popularizar dentro de esta alianza sus principios revolucionarios, para que se acaben imponiendo dentro del campo progresista. De otro modo el partido comunista se acaba fusionando con organizaciones y tendencias ideológicas no proletarias». (Equipo de Bitácora (M-L)Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)

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