Por último, tendremos que volver a cuestiones ya comentadas aunque sea de pasada: nos referimos al carácter del fascismo o los errores históricos que han cometido los movimientos antifascistas, cuestiones que han sido expuestas en demasía en este medio. De todos modos, siempre que sea preciso, dejaremos los enlaces para que el lector que lo desee pueda profundizar.
Sin más dilación, comencemos.
I
Un análisis de los resultados electorales del 28 de abril de 2019
Para ponernos en situación, debemos de atender al hecho que las elecciones del 28 de abril de 2019 fueron convocadas a causa de la incapacidad del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez para sacar adelante los presupuestos del año próximo; algo bastante predecible si consideramos que se encontraba gobernando en minoría, y que le arrebató el gobierno al Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy mediante una «vía no electoral» pero totalmente constitucional que exigió la colaboración de varios grupos políticos con diferencias programáticas pronunciadas. Esto arrojaba una evidencia clara, la unidad de esas fuerzas políticas contrapuestas solo fue circunstancial y a propósito de la aplicación de la «Moción de Censura» a Rajoy, una vez alcanzado no había nada que pudiera mantenerlas en un propósito común.
Lo primero que hay que observar en las recientes elecciones es la participación: 75,75%, un 9,3% mayor que en las elecciones de 2016. Estas cifras tumban las fantasías de anarquistas y todo tipo de bakuninistas disfrazados de marxistas sobre la llamada «revolucionarización de las masas» y la presunta «pérdida de ilusiones sobre el parlamentarismo» con que adornan su propaganda. Y es que si algo han demostrado estas elecciones es la vitalidad del sistema capitalista y sus representantes, que se sostienen a pesar de los sonados casos de corrupción e incumplimiento de sus promesas electorales. Además se observa la debilidad manifiesta de la clase obrera y sus organizaciones, ya que no hay ninguna organización ya no marxista sino revolucionaria, que haya logrado representación. Esto será analizado más adelante, pero que no debemos perder de vista: el proletariado no tiene idenpendencia y representación política.
A grandes rasgos, los resultados en las elecciones son los siguientes.
El gran triunfo del PSOE
El sorprendente resultado del PSOE con 28,68% y 123 escaños, lo cual supone un amplio ascenso. Esto difícilmente es explicable si tenemos en cuenta que Pedro Sánchez no ha cumplido prácticamente ninguna de sus promesas que esgrimía poco antes de solicitar la «Moción de Censura» contra la Presidencia de Mario Rajoy. Que en estos meses haya logrado ampliar los apoyos pese a incumplir su programa puede explicarse, en gran medida, por el miedo que ha causado la irrupción de Vox en el gobierno andaluz y sus primeras medidas reaccionarias tomadas desde una posición de poder. Ha habido, pues, un efecto rebote por el «ascenso del fascismo» de Vox que ha hecho movilizar al electorado que generalmente se encuentra en el espectro ideológico a la izquierda del PP, C’s y Vox.
El PSOE se ha beneficiado del denominado «voto útil» provocado por ese miedo al ascenso de Vox, lo que se tradujo en que haya habido una migración de votantes de formaciones como Podemos en beneficio suyo. Esto básicamente es el resultado de la eterna elección del «mal menor», haciendo el fraccionalismo interno en Podemos el resto para su fracaso.
Esto también explica los grandes resultados electorales que han cosechado los nacionalismos catalán y vasco como respuesta al desafío nacionalista-ultracentralista propuesto por Vox desde Madrid, que pone en la mira en acabar con las autonomías y su poder económico-político, para finalmente ilegalizar todo partido separatista.
Sin embargo dentro de esta explicación general y correcta hay otras cuestiones secundarias. Estos aspectos menores, no por ellos más despreciables, se refieren a cómo actuó Pedro Sánchez desde los momentos de la crisis del PSOE en la que, siendo un representante de este partido en el parlamento, se le obligó a dimitir del puesto de secretario general del PSOE por la presión de los llamados «barones territoriales».
Una vez el cisma entre «susanistas» –fieles a Susana Díaz, jefa del PSOE en Andalucía, comunidad donde hasta ahora era el partido más fuerte– y «sanchistas» –fieles al Presidente Pedro Sánchez– se saldó con aquel triunfo sonado Sánchez, quien se embarcó en una cruzada por blanquear su imagen como «progresista». Para ello se entrevistó con los militantes de base del PSOE para convencerles de su nueva imagen «campechana» y participó en programas de la televisión haciendo denuncias de cómo «el IBEX-35 controla la política española y me obligó a no pactar con Podemos», virando cada vez más a la izquierda burguesa que al tan vago «centro» que antrioermente le había acercado a formaciones derechistas como Ciudadanos (C's).
Los militantes de base del PSOE, incluyendo sus Juventudes, suelen hacer gala de una inocencia inusitada respecto a la imagen que tienen de su partido. Para ellos, se trata de un heroico «partido histórico» que hace gala de valores republicanos y progresistas sin complejo alguno, cuando no puede existir nada más lejos de la realidad, se averguenzan de toda su historia, sobre todo de sus incios marxistas en el siglo XIX. Con todo, Sánchez se ganó su favor y en las primarias del PSOE en mayo de 2017 arrasó con más de 50% de votos en una elección a tres, convirtiéndose nuevamente en su Secretario General y reavivando las ilusiones de la necia izquierda sobre un posible gobierno progresista en la dupla PSOE/Podemos.
El fracaso en Andalucía de Susana Díaz en las elecciones al Parlamento Andaluz de diciembre de 2018, perdiendo el gobierno del PSOE tras décadas de mandato incontestable, hizo que por contra aumentase la confianza de los votantes del PSOE en Sánchez. Ahora, un Sánchez supuestamente de izquierdas y habiendo triunfado en su moción de censura contra Mariano Rajoy en mayo, instauró un mandato provisional pero igualmente insulso e inútil. A su vez al gobernar desde junio de 2018 hasta febrero de 2019 sin poder aprobar los presupuestos y forzando así unas nuevas elecciones, fueron parte de las causas que los «socialistas» aludían para explicar que Sánchez no hubiera podido cumplir sus promesas en todos estos meses. Esta traición a sus votantes y simpatizantes, ha servido una vez más a la socialdemocracia en su favor, ya que en un giro maquiavélico no realizan autocrítica sino que simplemente pidieron un voto «masivo» y «útil» con el pretendido objetivo de «tener suficiente poder para maniobrar» en un «gobierno fuerte» para que ahora las promesas se puedan cumplir íntegramente. Esta es la misma estrategia que utiliza el Podemos, ya que reclama a la ciudadanía más diputados para poder aplicar su programa o para controlar que el PSOE no traicione al electorado.
El PSOE era el mejor candidato para concentrar los votos descontentos, ya que además no se cansa de situarse a medio camino de todos los problemas, intentando satisfacer a todos como la opción más madura, menos extrema. Es por esto que su triunfo en las elecciones del 28A fue aplastante. En todo caso el ascenso al poder del PSOE y su mantenimiento ha sido visto en los medios internacionales como el «milagro de la socialdemocracia». Puesto que como se venía observando, la socialdemocracia se estaba hundiendo a nivel internacional. Véase el artículo del Diario.es: «Así cae el voto socialdemócrata en toda Europa» (2017).
El descalabro del PP
En cuanto al descalabro del Partido Popular (PP) no sorprende a nadie. Ha tenido un 16,70% y 66 escaños. Dicho partido ha estado inmerso en los casos de corrupción más reseñables tanto en los meses anteriores a las elecciones como en los últimos años. La resolución sobre el caso Gürtel fue la gota que colmó el vaso y dio el pretexto para que el PSOE plantease la «Moción de Censura» que echaría de la Moncloa a Rajoy hace 9 meses. Durante los últimos meses se han seguido haciendo públicos más casos de corrupción, lo que sumado al ascenso de Pablo Casado a la dirección del PP, y su reiterado intento de igualar la dureza de su discurso al de Vox con la intención de no perder votos entre los más conservadores, llevó a la formación a descuidar y sacrificar a su parque de votantes más moderados y de hecho mayoritarios. Pero este fue un giro que contó con la bendición de la vieja guardia como es el caso del ex Presidente José María Aznar. Incluso, al plantear posibles pactos con Vox para formar gobierno como el ocurrido en el Gobierno de Andalucía, ha supuesto que gran parte del electorado no viese diferencia sustancial entre el PP y Vox, o que viese que el PP se acercaba peligrosamente a los lineamientos más ultras con el consecuente rechazo. Estos derechistas «moderados» pasaron a dar su apoyo a C’s que posee un discurso más camaleónico.
El buen resultado de C's
Finalmente, en las elecciones del 28 de abril, como ya hemos planteado la mayoría de los votos del PP han pasado a apoyar a la nueva formación: Ciudadanos (C’s), que pese a que en sus inicios se definía como centro-izquierda y a que todos sus miembros venían de formaciones derechistas como UP&D. Hoy todos los analistas y militantes declaran y lo reconocen sin discusión como un partido liberal, o mejor dicho, encuadrado dentro del neoliberalismo. C’s obtuvo un 15,86% y 57 escaños. Debe decirse que la estrategia de C’s desde su fundación ha sido combatir el fuego con fuego, podemos decir que se ha tratado de un discurso oportunista-pragmático y de coyuntura. A la demagogia del nacionalismo catalán ha respondido con los mitos y demagogia pertinente del nacionalismo español más rancio, el tono combativo en la cuestión catalana y la pose de mantener el legalismo a ultranza le ha dado un plus entre los votantes de cariz chovinista pero no identificados propiamente con posturas fascistas o filo-fascistas. Ha sido el sucesor del PP entre sus votantes y militantes descontentos, incluso se ha beneficiado del transfuguismo del PP poco antes de las elecciones; esto ha sucedido porque se trata de una organización relativamente nueva con el ya mencionado «discurso camaleónico», que no sufre los niveles de desprestigio por corrupción que el PP en un espacio electoral que no disputa el otro partido derechista, Vox. En todo caso, parece que C's nunca ha tenido una estrategia política clara fuera del escenario catalán, dado que cuando no tiene la cuestión nacional delante no sabe si inclinarse hacia el PSOE o hacia el PP.
El tremendo fiasco de Podemos
Tampoco el descenso de Unidas Podemos (UP) con 13,42% y 35 escaños ha sorprendido. Sin duda lo hemos venido anunciando durante los últimos años. Se trata de una combinación basada en que la irrupción del partido en 2014 con un lenguaje «contra el bipartidismo» y «contra la casta», contra la inservible «Constitución de 1978» y su herencia, contra «la UE de los ricos». Un lenguaje centrado en la reforma social que aunaba ciertas esperanzas entre los votantes cansados del bipartidismo y simpatizantes de izquierda sin demasiados conocimientos políticos; pero como era esperable sus promesas no pasaron del discurso acorde a la funcionalidad de un régimen burgués representativo. Básicamente se ha dado el previsible agotamiento de las ilusiones de cambio entre sus votantes, quienes han sido testigos en poco tiempo de la meteorización hacia la derecha de su formación, acompañado de intentos patéticos de igualar el discurso más «light» del PSOE. Véase las recientes declaraciones de Manuela Carmena adoptando el discurso del banquero, echándole la culpa de los desahucios a los desahuciados por «vivir por encima de sus posibilidades», como si ellos no tuvieran relación con el desempleo, la precariedad, la especulación financiera o de la vivienda, ¡por no hablar de los casos conocidos de estafas manifiestas hacia sus usuarios por evasión fiscal o interés variable! Pese a que algunas facciones de Podemos aprovecharon esto para distanciarse de Carmena-Errejón –como ha hecho Iglesias-Serra–, lo cierto es que Podemos hace tiempo que inicio las rondas de conversaciones con bancos y fondos de inversión para calmarlos y explicar su modelo socialdemócrata como ya publicamos en su momento. Véase la obra: «Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas» (2017).
Públicamente, el jefe absoluto de Podemos, Pablo Iglesias, ha declarado que su programa para las elecciones estaba inspirado en la Constitución de 1978, que su fin era aplicar un legalismo que aplicase los artículos demócratico-liberales de la misma, algo que no solo denota su visión reformista-legalista de respeto al sistema, sino que inocula de ilusiones al electorado: cultiva la creencia que la libertad, derecho al trabajo o la vivienda, se pueden conseguir sin lesionar al propio sistema político-económico. La Constitución, como cuerpo jurídico fundamental, no es sino el reflejo y gendarme legal de un sistema concreto, y no al revés. Por tanto para aplicar los artículos de dicha carta magna que actualmente son papel mojado y llevar a cabo muchas otras medidas que pretenden los marxistas y cualquier persona mínimamente progresista, uno no puede tratar de tener una postura posibilista sino rupturista.
A esto debe sumarse los fiascos en los «ayuntamientos del cambio» en temas menores y mayores. Véase en Madrid no cumpliéndose las promesas electorales en torno a mayor construcción de viviendas. Pero no es el único caso: tampoco se han acabado los desahucios ni se ha creado empleo de calidad con Carmena, el no poder frenar la delincuencia, la irrupción de los narcopisos o el turismo de mala calidad en Barcelona con Colau, etc. Todo ello ha causado una honda desilusión entre sus votantes, los cuales estaban más espoleados por la espontaneidad y el compromiso formal que una relación militante con dichas figuras y partidos. A esto debe sumarse la permanente y no disimulada lucha entre fracciones que ha dado como fin la salida de prácticamente toda la cúpula inicial del partido formada en el 2014. De especial relevancia la escisión del número dos: Iñigo Errejón, y la conformación de una nueva marca Más Madrid, junto con la independiente Manuela Carmena, quien nunca fue de Podemos pero se aupó a la alcaldía de Madrid gracias a dicho partido. Es pues, la crónica de una escisión anunciada.
Como tercer factor, está la cuestión ética. Desde 2014 hasta hace poco, ha habido una pose de falsa humildad representada principalmente por el cínico Pablo Iglesias, quien hace años criticaba al ex ministro del PP Luis de Guindos diciendo: «¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000 en un ático de lujo?», comentando que los políticos de la «casta» no podían por su tren de vida entender al «ciudadano medio» y sus problemas», alegando «que es peligroso aislar a alguien porque entonces no saben lo que pasa fuera. Este rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalets, que no saben lo que es coger el transporte público».
También añadía que él vivía humildemente en Vallecas y no pensaba moverse de ahí. Por lo que, las noticias de la compra de su piso de 615.000 euros en Galapagar abrió una crisis en el partido por motivos éticos, llevándose hasta la votación y renovando a Iglesias como cabeza de partido antes de las elecciones, pero dejando muy tocado al jefe de la formación morada. Por supuesto, a los políticos de la izquierda más aburguesada no les interesa nada la ética ni el modo de vida. Por este motivo no tiene problemas en reconocer que en Podemos hay políticos muy ricos, que el lujo e incluso la ostentación como forma de vida es permisible mientras no sea dinero corrupto. Juan Carlos Monedero entre otros, han echado un capote a su líder y amigo en este sentido. Para permitir todo esto ha tenido que reformular los viejos estatutos, certificando la muerte oficial de cualquier ética.
En consonancia, el hecho de que haya cambiado su nombre de Podemos a Unidas Podemos, es la certificación de que dicho grupo posmoderno ha sido asimilado totalmente por la corriente burguesa del feminismo. Por otro lado, el grupo en coalición con Podemos, Izquierda Unida (IU), convertido cada vez más en una fuerza apenas testimonial al borde de la desaparición y de la integración orgánica en Podemos. De hecho, fuimos testigos de la catadura de sus dirigentes cuando IU realizó una consulta a la militancia sobre si deseaba confluir con Podemos o no en las elecciones, saliendo un resultado negativo, pero como casi siempre sucede en este tipo de partidos revisionistas, la democracia interna no existe más que en la formalidad. La dirección de Alberto Garzón forzó la confluencia con Podemos, lo que creemos va a agudizar el descontento y a acelerar la integración en Podemos de IU.
Como apunte final en este bloque, lo evidente es que el campo derechista antes representado por el PP se ha fracturado en tres organizaciones diferenciadas que compiten por un mismo grupo de votantes, y que ha provocado tres cosas a saber: el derrumbe de PP como partido unitario de ese espectro ideológico; la consolidación de C’s como la alternativa derechista no fascista, y la irrupción de Vox como representación del fascismo organizado antes estructurado de forma minoritaria dentro del PP. Lo previsible es que Vox tienda a bajar en influencia una vez pasada la novedad y que a su vez asistamos a una lucha encarnizada por el poder político entre PP y C’s.
Vemos además que hay una fuerte presencia del socialdemocratismo, y a su vez la nula presencia de una fuerza proletaria organizadas; o al menos revolucionaria.
II
¿Es Vox un partido fascista?
Apoyándonos en los profundos análisis de Georgi Dimitrov sobre el fenómeno fascista expuestos en sus discurso al VIIº Congreso de la Internacional Comunista (1935), diremos que podemos definir al fascismo como sigue:
1. La dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero.
2. Su advenimiento no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía –la democracia burguesa– por otra, por la dictadura terrorista abierta.
3. El fascismo logra atraer a las masas porque especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes.
4. El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas.
5. El fascismo especula también con los mejores sentimientos de éstas, con su sentimiento de justicia y, a veces, incluso con sus tradiciones revolucionarias.
6. El fascismo actúa al servicio de los intereses de los imperialistas más agresivos, pero ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido.
7. El fascismo aspira a la más desenfrenada explotación de las masas, pero se acerca a ellas con una demagogia anticapitalista, muy hábil.
8. El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un «gobierno honrado e insobornable».
9. El fascismo capta, en interés de los sectores más reaccionarios de la burguesía, a las masas decepcionadas que abandonan los viejos partidos burgueses.
10. Impresiona a estas masas por la violencia de sus ataques contra los gobiernos burgueses, por su actitud irreconciliable frente a los viejos partidos de la burguesía.
Algunos han proclamado que esto es inexacto o esquemático, pero su queja no va mucho más allá de este pequeño alarido. El mérito de una definición no está en si es precisa del todo o no, sino en si es más precisa que el resto, si es la más correcta históricamente. Y ante esto, por mucho que le duela a los charlatanes, no se ha dado mejor definición jamás sobre el fascismo. Pese a todo, desarrollaremos un repaso y análisis sobre el fenómeno fascista en España. Ya que contentarnos con repetir dicha definición sin ir más allá, sería una broma que otros tantos también acostumbran.
Pasada la época de los grandes fascismos en el poder el saldo que ha dejado, las formas que ha adoptado y sus rasgos, han sido estudiados durante décadas por los historiadores. Rescatemos una descripción muy acertada sobre este movimiento político:
«Como antibolchevismo, el fascismo no parece revolucionario, parece más bien un fenómeno típicamente contrarrevolucionario, que toma impulso en la oleada antibolchevique que irrumpe en Europa después de 1917. (...) En el fondo, es esta dimensión contrarrevolucionaria la que constituye el tronco común de los fascismos en Europa, más allá de sus ideologías y de sus trayectos a menudo diferentes. Arno J. Mayer acierta al afirmar que «la contrarrevolución se desarrolló y alcanzó la madurez en toda Europa bajo los rasgos del fascismo» (69). Es en nombre del anticomunismo por lo que el fascismo italiano, el nazismo y el franquismo convergen en un frente común en la guerra civil española. Desde numerosos puntos de vista, el anticomunismo es mucho más fuerte que el antiliberalismo en el fascismo. (...) En Italia en 1922, como en Alemania diez años más tarde, es la convergencia entre el fascismo y las élites tradicionales, de orientación liberal y conservadora, lo que está en el origen de la revolución legal que permite la llegada al poder de Mussolini y Hitler. (...) Los fascismos instauraron, por tanto, regímenes nuevos, destruyendo el Estado de Derecho, el parlamentarismo y la democracia liberal, pero, a excepción de la España franquista, tomaron el poder por vías legales y nunca alteraron la estructura económica de la sociedad. (...) A diferencia de las revoluciones comunistas que modificaron radicalmente las formas de propiedad, los fascismos siempre integraron en su sistema de poder a las antiguas élites económicas, administrativas y militares. Dicho de otra manera, el nacimiento de los regímenes fascistas implica siempre un cierto grado de «ósmosis» entre fascismo, autoritarismo y conservadurismo. Ningún movimiento fascista llegó al poder sin el apoyo, aunque sólo fuese tardío y resignado, por falta de soluciones alternativas, de las elites tradicionales. (…) Mussolini acepta primero erigir su régimen a la sombra de la monarquía de Víctor Manuel III y decide seguidamente lograr un compromiso con la Iglesia católica. (...) Todo el nacionalismo y la extrema derecha franceses, desde el conservadurismo maurrasiano hasta el fascismo, convergen, gracias a un rechazo compartido del parlamentarismo, en el régimen de Vichy, caracterizándolo como una mezcla de conservadurismo y de fascismo. Representativo desde este punto de vista es el caso español, ignorado por nuestros tres historiadores. En España, dos ejes coexisten en el seno del franquismo: por un lado, el nacionalcatolicismo, la ideología conservadora de las elites tradicionales, desde la gran propiedad territorial hasta la Iglesia; por otro, un nacionalismo de orientación explícitamente fascista –secular, modernista, imperialista, «revolucionario» y totalitario– encarnado por Falange. (…) Si se piensa en la coexistencia de Mussolini y del liberal conservador Giovanni Gentile en el fascismo italiano, de Joseph Goebbels y Carl Schmitt en el nazismo o de los carlistas y falangistas en el primer franquismo. Cuando se habla de revolución fascista, se deberían siempre poner grandes comillas, si no corremos el riesgo de ser deslumbrados por el lenguaje y la estética del propio fascismo, incapacitándonos para guardar la necesaria distancia crítica. (…) Conflictos entre autoritarismo conservador y fascismo se produjeron evidentemente en el curso de los años treinta y cuarenta, como lo prueban la caída de Dollfus en Austria, en 1934, la eliminación de la Guardia de Hierro rumana por el general Antonescu, en 1941, o la crisis entre el régimen nazi y una gran parte de la elite militar prusiana revelada por el atentado contra Hitler, en 1944. (…) Una «catolización» de Falange y de una «desfascistización» del franquismo. (…) Estos conflictos no eclipsan los momentos de coincidencia recordados más arriba». (Enzo Traverso; Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile, 2005)
Así mismo como podremos ver en este mismo estudio, ha habido y seguirá habiendo distorsiones sobre el estudio del fenómeno del fascismo:
«[Sternhell y] su tendencia a reducir el fascismo a su ideología y a capturar su «esencia», en sentido «platónico», en un proceso intelectual aislado de su contexto social, véase hipostasiado en una especie de «arquetipo ideológico» (49), presenta límites considerables. (...) La aproximación de Sternhell se caracteriza no sólo por su indiferencia hacia la mitología y el simbolismo fascistas, sino, más en general, por su rechazo sistemático de toda contribución de la historia social. El fascismo, explica a sus críticos, tiene «razones intelectuales profundas», añadiendo que, para comprenderlo, «la historia social no será de gran ayuda» (50)». (Enzo Traverso; Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile, 2005)
No por casualidad este tipo de corrientes, son las que se han esforzado en buscar la analogía entre comunismo y fascismo:
«Esto [según Sternhell] sería el resultado de la confluencia y de la fusión de dos tradiciones políticas hasta entonces antinómicas, una de izquierdas y otra de derechas». (Enzo Traverso; Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile, 2005)
Aunque bien es cierto, que los historiadores más honestos nunca han aceptado esto, por cuestiones básicas:
«La asimilación de fascismo y comunismo en una misma naturaleza es rechazada también por Gentile, que subraya la antítesis radical entre el nacionalismo del primero y el internacionalismo del segundo». (Enzo Traverso; Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile, 2005)
Ciertamente Vox cumple varios de los puntos clásicos del fascismo –como el racismo, la religiosidad, el chovinismo nacional y la pretensión de ilegalizar a los partidos no afines a los conceptos anteriores–. En otras cuestiones parece que está progresando hacia ese punto –como adoptar tímida demagogia anticapitalista sobre los problemas de la gente y la opulencia de los ricos–. Y, por último, existen cuestiones donde todavía es pronto para saber si se deslizará por adoptar tal postura –como usar la violencia paramilitar para suprimir a los partidos tradicionales que no se plieguen a sus designios–.
Si uno analiza el programa de Vox para las elecciones del 28 de abril, por descontado no es el programa de la antigua Falange de los años 30, ni siquiera el de Fuerza Nueva en los 70. Hay mayor moderación. ¿Pero qué partido fascista tiene un calco de estos programas? Sería anacrónico hasta para la mente cuadriculada del fascista. Incluso en las declaraciones rutinarias en prensa encontramos mayor apego a conceptos como el «liberalismo» que a otros eslóganes propiamente fascistas. Esto es sumamente curioso: recordemos que en principio el fascismo se presenta como antagónico al liberalismo y como su superador entre él y el comunismo.
Pero antes de continuar analizando a Vox, deberíamos repasar un poco de historia sobre el destino del fascismo español, o si se quiere, lo que quedaba de él tras un largo periodo de desideologización durante los últimos años del franquismo.
¿Cómo se reclicló el fascismo en la España posfranquista?
Cualquiera que haya estudiado la historia de Falange conocerá que esta fue vapuleada y domesticada por Franco en multitud de ocasiones, perdiendo gran parte de su autonomía y siendo obligada a aceptar una versión, digámoslo así, más conservadora y clerical de lo que ya era de por sí el rancio «nacional-sindicalismo». La crisis de mayo de 1941 y los sucesos de Begoña de 1942 marcarían el inicio del declive de la influencia falangista en los gabinetes del poder ejecutivo, conservando, eso sí, gran influencia en campos como la propaganda y juventudes. El proyecto frustrado de Arrese en 1957 o el rechazo de Franco al proyecto de Ley de Asociaciones de José Solís en 1964, indican el poco interés de Franco en la visión falangista, algo que contrastó en esa década con la promoción de los tecnócratas del Opus Dei y otros antifalangistas –como Carrero Blanco– para dirigir los destinos del país. Los falangistas –incluso los de corte «aperturista» como el propio Solís– habían perdido las manijas del «Movimiento Nacional». El Caso Matesa de 1969 fue otro duro golpe para el falangismo, y solo durante los años finales del tardofranquismo, con el cerco de la oposición hacia el régimen, los falangistas volvieron algo de peso.
Esto no quiere decir que la ideología fascista no estuviera de una forma u otra presente en los poros sociales del franquismo y sus representantes políticos. Más allá de las guerras internas entre las llamadas «familias del régimen», de los intentos del franquismo a partir de 1945 de barnizar «democráticamente» su imagen o de la pérdida de peso de los «camisas viejas» falangistas, una cosa es clara: el fascismo fue el eje ideológico que vertebró el régimen franquista. Aunque hubo una progresiva «desfalangización» en los puestos de mando, estos dominaban los resortes propagandísticos. Pero no solo eso, tengamos en cuenta que hasta las facciones más antifalangistas: católicos, militares, monárquicos y otros, no estaban lejos de haber sufrido una «efervescencia fascista» décadas antes –véase algunos conatos de la CEDA o la propia financiación de los monárquicos de Renovación Española a los falangistas–. Todos ellos la habían aceptado– en mayor o menor medida– que el fascismo era la ideología que estaba salvando a Europa del bolchevismo y que si como último recurso, debía hacerse lo mismo en España, pues bienvenido fuese. Aunque bajo ciertos retoques, el llamado «nacionalsindicalismo» de José Antonio Primo de Rivera fue la doctrina fundamental adoptada por el franquismo desde 1939 hasta su fin oficial en 1976. La famosa Ley de Principios del Movimiento Nacional de 1958, era básicamente una adaptación de los 9 puntos de Falange Española creados en 1933, aunque en una versión más moderada y conservadora.
«España es una unidad de destino en lo universal. El servicio a la unidad, grandeza y libertad de la Patria es deber sagrado y tarea colectiva de todos los españoles. (...) La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación. (...) Las instituciones y corporaciones de otro carácter que satisfagan, exigencias sociales de interés general deberán ser amparadas para que puedan participar eficazmente en el perfeccionamiento de los fines de la comunidad nacional. (...) La participación del pueblo en las tareas legislativas y en las demás funciones de interés general se llevará a cabo a través de la familia, el municipio, el sindicato y demás entidades con representación orgánica que a este fin reconozcan las leyes. Toda organización política de cualquier índole al margen de este sistema representativo será considerada ilegal. (...) Se reconoce al trabajo corno origen de jerarquía, deber y honor de los españoles, y a la propiedad privada, en todas sus formas, como derecho condicionado a su función social. La iniciativa privada, fundamento de la actividad económica, deberá ser estimulada, encauzada y, en su caso, suplida por la acción del Estado». (Ley de Principios del Movimiento Nacional, 17 de mayo de 1958)
En 1976 los que habían sido los gestores de estos principios –cada uno bajo su interpretación– terminaron aprobando en las Cortes franquistas la famosa Ley para la Reforma Política, que ponía el primer paso para inmolar el sistema fundado en 1939. Esto forzó a que muchas personas, todavía fieles a los valores del viejo orden, ocultasen sus inclinaciones políticas para adaptarse a los nuevos tiempos democrático-burgueses. Aun hoy existen personas que por diversas razones siguen aspirando a emular los principios básicos de lo que en su día fue el fascismo español. En su mayoría el catecismo ideológico que profesan reproduce, en mayor o menor medida, los nueve puntos que Falange Española anunció al mundo en 1933. Y aunque algunos antifascistas se resistan a creerlo, estos nostálgicos pueden abarcar a todo tipo de personajes imaginables, incluso podemos hallar a seguidores de esta doctrina entre las capas sociales más bajas.
Es decir, en España, con el fin del franquismo, muchos de los elementos simpatizantes que habían apoyado al franquismo tuvieron que resguardarse en distintas agrupaciones políticas como la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez, o la Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga, transformando o moderando el discurso y su política para tener éxito en el nuevo régimen –bajo la nueva monarquía parlamentaria–. Nadie negará el desempeño fascista que en su día tuvieron estos ministros franquistas, del mismo modo que es imposible de negar que estos mismos fueron los que tuvieron la iniciativa de aceptar y encarrilar a las élites en desmontar el régimen del cual eran parte.
En verdad, ambos –Suárez y Fraga– fueron protagonistas en el franquismo y luego bajo la monarquía parlamentaria –el primero como Presidente de España y el segundo como Presidente de Galicia–. Esto implicaba, por supuesto, que en la llamada «Transición» se hiciese a costa de no juzgar y de mantener a los responsables del régimen franquista en los respectivos puestos de poder económico, judicial y político, como ya se había hecho en 1931 durante la también «modélica transición» de la dictadura de Primo de Rivera a la II República. El señor Fraga, por ejemplo, se había significado directamente en la represión antifranquista, pero no hubo problemas en que luego fuese fundador de Alianza Popular (AP), refundado luego bajo el nombre del actual Partido Popular (PP), que hasta hace nada gobernaba España.
Con «el abandono» de los principales ideales del «movimiento» –franquista–, con esta adaptación a marchas forzadas, hubo muchos cruces de acusaciones entre antiguos «camaradas». Con los años se dio multitud de agrupaciones de «derecha»: entre abiertos y orgullos franquistas versus viejos franquistas ahora camuflados como «demócratas», surgiendo un problema sobre la militancia que se arrastra y los principios que se dicen defender. Los Blas Piñar y Cía acusaron a Fraga y Suárez de traidores a España y fueron amenazados por sus huestes.
La mayoría de jefes de los nuevos partidos, como José María Aznar, Presidente de España entre 1996-2004, provenían de las juventudes falangistas. ¿Pudo superar ese «pecado de juventud»? Es difícil saberlo. El señor Aznar se declaraba desde las filas del PP como liberal, globalista pero conservador en lo social, pero hace poco salió a la luz que financió a la Fundación Francisco Franco:
«La entidad franquista vivió un momento de oro con el Gobierno de José María Aznar, que le dio la polémica subvención de 150.000 euros para digitalizar un archivo de más de 29.000 documentos. Pero la FNFF también compró con ese dinero ordenadores, muebles, extintores o una trituradora de papel». (El diario.es; Las cuentas de la Fundación Franco: más de dos millones de euros donados por entusiastas del régimen, 6 de enero de 2019)
¿«La cabra tira al monte»? Claro que para los revolucionarios es importante saber de qué pie cojea» cada político, pero más importante a analizar son los desempeños de dichas figuras políticas, a qué clase representan y cómo se han comportado en el ejercido de su poder. Quien diga que «Aznar ha gobernado como un fascista» o que «el Estado que gobernó Aznar» es fascista, es que no tiene ni la más remota idea de lo que es el fascismo.
Hoy día, tanto agrupaciones añejas, como el PP, como agrupaciones nuevas, como C's, se han presentado ante su público como «liberales comprometidos con la democracia [burguesa]» pero se han negado a condenar el franquismo y sus crímenes en multitud de ocasiones en el parlamento.
«El pleno del Senado ha condenado este miércoles «rotundamente» el franquismo, así como «cualquier acto de exaltación del mismo» en una moción del PSOE que respalda al Gobierno en la exhumación de Franco del Valle de los Caídos y que ha salido adelante por la abstención del PP, que tiene mayoría absoluta en la Cámara alta. La iniciativa, sin ningún voto en contra, ha recibido el apoyo de 97 votos del PSOE, Unidos Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos. PP, Ciudadanos, Unión del Pueblo Navarro y Foro Asturias han aportado 136 abstenciones». (El País; El Senado condena el franquismo con la abstención de PP y Ciudadanos, 2018)
¿Les hace eso inherentemente fascistas? No, pero lo hacen porque saben que en mayor o menor medida arrastran a los nostálgicos del franquismo en sus filas o votos. Comprender esa peculiaridad de la política española es imprescindible.
¿Acaso puede una ideología fascista dominar a toda la sociedad?
¿Por qué ocurre este pluralismo burgués en lo ideológico, estos transfugismos políticos? Porque la clase burguesa y sus distintas expresiones ideológicas. Entiéndase que, como en cualquier sociedad, la burguesía, pese a ser la clase dominante y la principal responsable de las ideas que circulan –moldeándolas a su imagen y semejanza o al menos con el fin de que sirvan a sus propósitos egoístas–, en verdad en su seno nunca logra obtener un acuerdo total en torno una única ideología que defienda sus intereses, sino que existen varias fórmulas que cumplen con dicho fin. Así, el liberalismo, el fascismo y otras expresiones son ideologías burguesas que responden a los mismos intereses de clase, pero desde distintos puntos de vista filosóficos y ofreciendo diferentes proyectos políticos –esto no excluye, por ejemplo, que finalmente ambas se encuentren en lo económico en la defensa de la propiedad privada o en lo cultural en la promoción del chovinismo nacional, sino fuese así, no tendrían el mismo tronco clasista–. Esta situación a su vez redunda en que en el campo burgués no exista una única «ideologización concreta» ni una «identidad homogénea» –ni entre los suyos ni entre sus aliados y ni mucho menos entre sus enemigos–; esto no se puede conseguir ni siquiera en los periodos más favorables para su causa, solo se pueden limitar –que no es poco– a que algunas de ellas consigan «dominar» e «influenciar» a otras ideologías y capas sociales.
Es más, como clase dominante, la burguesía muchas veces acaba absorbiendo y readaptando diversas ideologías que a priori representaban a otras clases sociales intermedias, como la pequeña burguesía; esto ocurre cuando la burguesía toma y neutraliza la dirección de estos movimientos políticos o cuando estos por su propia voluntad se intentan hacer un hueco en el sistema político, aburguesándose –el socialdemocratismo y el agrarismo serían buenos ejemplos históricos–. Dicho esto, asumimos que es perfectamente viable y lícito emplear la expresión «ideología burguesa» incluso para pretendidas corrientes «marxistas» –las cuales pretenden conscientemente o no «revisar el marxismo»–, pues bajo estas marcas se recogen los puntos ya mencionados que tienen en común las distintas variantes ideológicas de los capitalistas, aunque no nazcan en el seno de su propia clase. Este «pluralismo» ideológico y las diferentes ofertas políticas burguesas, suceden, entre otros motivos, porque el capitalismo unas veces produce –espontáneamente– y otras conduce –voluntariamente– hacia él; la propia estratificación social da como resultado ideas y costumbres diferentes, y los medios de comunicación bombardean con toda una diversidad de filosofías idealistas que penetran sobre la población.
En todo caso, nos debe quedar claro que en la Edad Contemporánea el capitalista en el poder no necesita siempre operar racionalmente –sobre todo en lo referido a las ciencias sociales, no tanto en las ciencias naturales–, por lo que puede permitirse el lujo de vender pseudociencias y mentir descaradamente –aun a riesgo de parecer absurdo–, lo cual hasta bien traído le puede reportar grandes beneficios.
En cambio, el proletariado, dado que aspira a volar por los aires este sistema hipócrita que gira en torno a la ganancia, el lucro personal y las baratijas místicas, no puede permitirse confundir sus aspiraciones con las de otras clases ni ideologías, no puede adoptar medias tintas respecto a qué es y qué desea. Ayer como hoy, los revolucionarios, al estar en franca desventaja frente a su enemigo que domina la mayoría de resortes ideológicos y culturales de la sociedad, necesitan más que nunca valerse de la ciencia social para exponer y vencer la fuerza del Estado burgués. Pero dado que los hechos históricos y presentes muchas veces se presentan de forma dispersa o son confusos de comprender hasta para ellos, no puede fiarse del relato burgués, que aprovechará cada ocasión para utilizarlos o manipulados para causas de dudoso fin. Por esto mismo, tienen la necesidad de valerse de una brújula, de una doctrina –el materialismo histórico y dialéctico–, que sistematice estas verdades sociales, que las transmita en un lenguaje llano al pueblo, que alumbre el camino por el que ha de caminar la humanidad.
En resumen: por eso siempre advertimos que es ridículo hablar de una burguesía e individuos meramente democrático-burgueses o fascistas, ya que estos viran en función del panorama político:
«Si bien en la democracia burguesa asistimos a una pugna pueril y deshonesta entre las facciones de la burguesía, que se escenifica desde el parlamento, estas disputas no suelen acabar en colisiones demasiado violentas y normalmente priman las negociaciones y los acuerdos. Si bien el parlamentarismo democrático-burgués presupone la pugna de las facciones de la burguesía sin demasiadas colisiones, con el fascismo no hay garantía del fin de las luchas internas de la burguesía, sino que sucede al revés, pues su lucha se vuelve más violenta, incorporando incluso choques armados con una frecuencia inusitada, golpes en los que la otra facción queda fuera de juego durante largo tiempo. La causa de estas pugnas tan violentas no solo se explica por arribismos, sino también por la confrontación entre elementos de la burguesía que quieren pasar a formas más coercitivas y entre otros que desean adoptar formas de dominación más relajadas o directamente liberalizar el régimen; estas disputas no son discusiones académicas sobre la forma de gobernar, sino que son en algunos momentos discusiones muy serias, pues tomar una decisión u otra puede determinar que el sistema burgués salga mejor o peor parado.
La restricción de las cuotas de poder y el nepotismo, no solo promueven un obvio descontento entre los trabajadores, sino que en el campo burgués también crea una animadversión ante las capas que habían estado acostumbradas a llevar la batuta del país y ahora han sido apartadas. Este «descontento burgués» se inflama mucho más cuando, además, el gobierno fascista no es capaz de garantizar una economía que satisfaga sus ambiciones productivas, financieras y comerciales. Huelga decir que esta burguesía «antifascista» puede volverse rápidamente pro fascista si el gobierno le garantiza una colaboración política y por encima de todo unas ganancias económicas. Y, aunque como en todas las ideologías, siempre hay exaltados y románticos, estas discusiones no se producen tanto por amor a unos ideales concretos como a la forma en que creen que mejor defenderán sus intereses económicos. En resumen, podemos concluir que, exceptuando a sujetos fanáticos, que siempre los hay, la burguesía no puede ser calificada fascista o demócrata-burguesa por naturaleza, pues sus miembros siempre preferirán defender su bolsillo y su patrimonio en detrimento de la ideología concreta que en ese momento profese». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
La irrupción de Vox
El ascenso de Vox con 10,26% y 24 escaños en las elecciones de 2019 no ha sido tan alto como algunos medios anunciaban, pero sin duda ha logrado un gran resultado electoral, sobre todo si tenemos en cuenta que dicho grupo no tenía representación anteriormente. Las causas son diversas.
El ascenso corresponde a una campaña agresiva fundamentada en explotar los fallos del sistema político español; señalando a cada paso las corruptelas y podredumbre del bipartidismo de PP-PSOE en un lenguaje sin tapujos, en contra de la «correción política» dominante en el siglo XXI, algo que de paso conecta muy bien con el pueblo llano, harto de discursos pedantes y pretenciosos. Su objetivo ha sido pescar en río revuelto aprovechando el hastío de la crisis económica de la que aún no se ha salido. Esta depresión tuvo como secuencia la reducción tanto del nivel adquisitivo de la población como del derecho laboral que ha pauperizado a grandes masas de la población. Esto, como ocurre siempre, otorgó una gran oportunidad para toda formación política con algo de astucia y buenos oradores.
En el caso de Vox lejos de presentarse abiertamente como antisistema, como las viejas organizaciones fascistas, lo hace como el mayor garante del legalismo existente, sobre todo para aprovecharse de ciertos puntos de la Constitución como el art. 155 para intervenir en Cataluña y suprimir el Estatuto de Autonomía de forma permanente –ya que son conscientes que los partidos nacionalistas catalanes no van a cesar en sus empeños–. Esto no significa que, explicaremos luego, en una eventual toma del poder ejecutivo Vox vaya a renegar de forma automática de la Constitución para introducir una visión fascista del Estado, sino que se valdría de ella y sus mecanismos existentes –como los artículos relacionados con el estado de excepción y otros– para suprimir a sus rivales políticos. En caso de que dicha constitución no sirviese más a sus propósitos, la echaría a la basura como han hecho históricamente todos los fascismos cuando se creían con suficiente fuerza para suprimir la constitución democrático-burguesa. Véase la obra: «¿Acaso el fascismo español fue una «tercera vía» entre capitalismo y comunismo?» (2014).
Otra baza electoral ha sido el problema de la inmigración y la postura ambivalente de los diversos gobiernos como el PSOE, declarando delante de las cámaras aceptar de forma humanitaria a los inmigrantes y frenando las deportaciones en caliente y en la práctica haciendo lo contrario, creó una postura incoherente donde no se sabe la postura real sobre el tema. El humanismo abstracto de Podemos solo ha causado más confusión. ¿A quién se acepta y bajo qué parámetros? ¿Estrictametne económicos, bajo consideraciones morales, culturales, políticas? Ningún grupo burgués responde esto, aunque sabemos que se trata de lo primero. La demagogia de Vox sobre el tema ha sido extrema, sacando a la palestra datos falsos y mitificando al inmigrante como el enemigo de los males endémicos del país. La postura de Vox es clara: los inmigrantes solo serán aceptados siempre y cuando el sistema productivo necesite de mano de obra barata asalariada, en caso contrario no serán bienvenidos. El PP intentó emular y superar a Vox en este punto llamando a cerrar las fronteras y a endurecer la vigilancia y las medidas contra los inmigrantes. También desde Vox se ha hablado de dar prioridad a inmigrantes de cultura hispana o exiliados políticos de regímenes políticos no afines, como medio de propaganda para aparentar ser humanitarios y defensores de la libertad, ocultando su racismo y xenofobia de la cual hacen gala siempre que pueden. Cuando un venezolano viene es a causa del hambre y represión del castrismo o el chavismo, en cambio, cuando lo hace el colombiano o el el culpable no es el uribismo, sino que a eso se le llama libertad de movilidad. ¿Se va entendiendo, verdad? Esto demuestra que a Vox como partido del gran capital financiero solo le interesa el inmigrante y sus penurias cuando coinciden con sus intereses de ampliar sus ganancias o para publicidad política; recordemos que el fascismo tiene entre sus objetivos primarios proteger al capital financiero, ni siquiera la defensa de la nación o de sus camaradas ideológicos es real. Véase la obra de la OCTE: «Las migraciones y el capitalismo» (2018).
En la cuestión de la mujer nos encontramos con la postura tanto del PSOE como de Podemos, que han copiado todos y cada una de las teorías, proclamas y eslóganes idealistas del actual feminismo hegemónico de corte posmoderno, incluso C’s y PP han intentado sumarse al carro del feminismo con el llamado feminismo liberal, coincidiendo las corrientes de unos y otros del llamado «feminismo». Esto ha dejado una puerta abierta a la demagogia en el sentido contrario. El hecho de que Vox sea el único partido que se oponga al feminismo, le ha hecho cosechar muchos votos del colectivo masculino cansado del seguidismo de la izquierda hacia estas teorías y medidas idealistas, que en muchas ocasiones sobrepasan el absurdo, y que no ayudan a los problemas que pretenden resolver. Véase la Ley Integral de Violencia de Género impulsada por el PSOE de Zapatero en 2004, que propone una asimetría legal entre los mismos delitos cometidos entre hombres y mujeres; la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres de 2007, influenciada por las leyes de paridad y discriminación positiva; por no hablar de las demenciales propuestas de reforma del código penal como el «Sólo sí es sí», esto sin incluir toda una ristra de comentarios y teorías que abanderan fuera del ámbito legislativo. El triste hecho de que la lucha contra el feminismo parezca hoy capitaneada por una formación reaccionaria como Vox, que, entre otras cosas, considera aún la homosexualidad como una enfermedad o niega la posibilidad del aborto –considerándolo además pecado–, indica en qué lugar ha quedado hoy la izquierda y, sobre todo, el retraso de las fuerzas revolucionarias que antaño denunciaban al feminismo como un movimiento burgués. Dejar en manos de Vox un tema tan delicado e importante como la cuestión de la mujer significaría que se van a combatir unas ideas pseudocientíficas: las de las feministas –que no aciertan a adivinar las causas de la desigualdad entre hombres y mujeres y mucho menos en las recetas para su solución–, con otras todavía más idealistas y retrógradas: la de los fascistas –que están influidos entre otras cosas por una educación católica–. El lector puede ver nuestra postura sobre la cuestión de género en diversos artículos. Véase la obra: «¿Vivimos en un patriarcado?» (2021).
Vox como eje vertebrador de los grupúsculos fascistas
Las formaciones que trataron de conservar dichos ideales y no quisieron adaptarse y girar –aunque sea un poco– hacia al liberalismo político se fueron extinguiendo –como Fuerza Nacional–. Aunque más tarde, inspirados por los movimientos de Europa resurgieron o se fueron adaptando, dando pie a otras agrupaciones fascistas o filofascistas como Democracia Nacional (DN), España 2000 y también hace poco Hogar Social Madrid (HSM). Ninguna resolvió el problema que arrastraban todas estas organizaciones: el dilema entre reconocer sus simpatías o reconocer una adhesión abierta al franco-falangismo. De elegir por esta última vía, tampoco supieron superar la consiguiente barrera de tener que lidiar con una opinión pública en donde la nostalgia del franquismo no es bien aceptada entre la mayoría de la población.
Por ejemplo, HSM en su nombre fundacional se denominaba nada más y nada menos que Fundación Ramiro Ledesma (FRL), en honor al famoso dirigente de las JONS de los años 30. Pero tanto antes como después de adoptar su nueva denominación han negado reconocerse como fascistas ante los medios, pese a que es bien conocida su simbología y el carácter de su material ideológico. ¡Imagínense! Por contra, organizaciones recientes como Bastión Frontal, fundado en 2020, son mucho más explícitos, no teniendo problemas en reconocer su adhesión y admiración por Ramiro Ledesma o Adolf Hitler, además de adoptar un lenguaje mucho más violento. En un coloquio entre el cantante fascista y uno de los jefes de BF, ambos comentaban cómo para ellos Vox, pese a las diferencias que tienen resepcto a ellos, no es considerado como un enemigo. Además, subrayaban como muchos grupúsculos habían acusado a la formación verde de adueñarse de su discurso:
«Alberto: Para mi Vox no es el enemigo. (...) Está normalizando un discurso que todos los partidos del área llevaban, incluso he visto partidos [fascistas] que siguen en la actualidad y que les denuncian públicamente de haberles copiado el discurso, de haberse aprovechado, etc.
Rodrigo: Vox ni son amigos ni enemigos. Para mi es un medio. (...) Lo que van a entener que hacer [Vox] a medida que vayan avanzado, como le ha pasado a Le Pen, es ir poco a poco rebajar el discurso para intentar atraer a una mayoría. (...) Un espacio que mientras ellos quieran ascender van a dejar libre. Nosotros ese espacio lo tenemos que tomar. (...) Bien es cierto que Vox ha sido muy bueno a la coger de usar un dicurso que para nosotros era en ese momento marginal, poruqe no tuvimos ni medios ni financiación ni siquiera dirigentes o teóricos, y lo han sabido llevar a la opinión pública. (...) Ahora se propaga desde las poltronas del parlamento y eso está de puta madre». (Alberto Pugilatvm; La batalla cultural con Rodrigo de Bastión Frontal, 12 de octubre de 2021)
Tampoco es casualidad que como apuntan los medios el ascenso de Vox haya sido el ocaso de Hogar Social Madrid (HSM):
«Rodrigo: HSM nace en el momento perfecto en que Vox apenas existe, ¿qué sucedió? Que en ese momento el espacio que le tuvo que corresponder a HSM ahora, evidemente por mejor estrategia, le corresponde a Vox. (...) ¿Qué es lo que hizo HSM [tras no constituirse como partido tras su auge en 2018]? Pues coger ir con Vox y hacer de lameculos». (Alberto Pugilatvm; La batalla cultural con Rodrigo de Bastión Frontal, 12 de octubre de 2021)
Otro exmiembro de HSM lo reconocía del mismo modo:
«Además, explica la relación entre Hogar Social y el partido de Abascal: «Antes de que surgiera Vox, estaba el Hogar Social Madrid, y digamos que ese grupo era el que llevaba en ese momento la voz cantante dentro de la extrema derecha o de la burbuja española. Todos los partidos se habían vaciado y todos los nazis se habían metido en Hogar Social». Algo que afirma que cambió con la llegada de Vox: «Pues cuando salió Vox y dio el palo allí en Andalucía, una gran parte de Hogar Social se fueron en masa a Vox. Y en Vox sí que hay un montón de nazis, además, de los legendarios, de gente con mucha, mucha historia». (La sexta; Un neonazi arrepentido desvela la relación de Hogar Social y Vox: «En Vox hay un montón de nazis legendarios», 2 de mayo de 2021)
Vox, pues, ha hecho de catalizador organizativo de mucha gente proveniente de estas citadas agrupaciones, de hecho, muchos de sus altos dirigentes también comparten esta procedencia:
«Vox ha hecho público un comunicado en el que anuncia la «renuncia» del número 7 de su lista por Alcalá de Henares, Jorge Bonito Vera, a presentarse por esta formación de ultraderecha tras conocerse que en el pasado había participado en aquelarres nazis de la Hermandad Aria. La noticia, que pueden leer a continuación, fue desvelada por Antonio Maestre en La Marea. (...) Como otros miembros de Vox, Bonito Vera tiene un pasado militante que intenta ocultar: a finales de los años 90 perteneció a una oscura y secreta organización hitleriana. El ahora número siete de la formación liderada por Santiago Abascal en la localidad complutense fue miembro activo de la organización nazi Hermandad Aria, que surgió recogiendo a varios miembros que habían pertenecido al Círculo Español de Amigos de Europa, CEDADE, tras su disolución en 1995. Un grupo nazi al que también perteneció como alto dirigente el miembro de Vox Parla José María Ruiz Puerta». (Antonio Maestre; Jorge Bonito, de aquelarres nazis en Hermandad Aria al número 7 en las listas de Vox en Alcalá de Henares, 6 de mayo de 2019)
En otra noticia se pude ver que la relación de Vox con estos grupos no acaba aquí. En la Comunidad Valenciana:
«El número uno de Vox en Benidorm, proclamado como tal hace apenas unas horas, se presentó en dos ocasiones como candidato en el Congreso y las Corts Valencianes por el partido neonazi Democracia Nacional». (El diario.es; El nuevo número 1 de Vox en Benidorm estuvo en las listas del partido neonazi Democracia Nacional, 30 de abril de 2019)
De los elementos que entran al congreso, destacamos algunos de ellos con un marcado carácter fascista:
«5) Ignacio Garriga Vaz de Concicao. Odontólogo. Es portavoz del Comité Ejecutivo Nacional del partido. Desde hace varios años escribe tuits el 18 de julio, aniversario del golpe de Estado. En 2018 reprodujo un extracto de la proclama del alzamiento franquista, el cual, según él, está «muy vigente». En 2016, difundió otro en el que «agradecía» a sus abuelos que «en un día como hoy se lanzaran a defender nuestros principios». (...) 6) Agustín Rosety Fernández de Castro. Es uno de los militares retirados que suscribió en agosto un manifiesto que enaltecía al dictador Francisco Franco. Rosety, general de Brigada de Infantería de la Marina, colabora con el obispo de la ciudad, Rafael Zornoza, como delegado episcopal de Fundaciones de la diócesis gaditana. (...) 7) Ricardo Chamorro Delmo. Abogado y delegado en esta provincia de la Fundación Denaes. Ya fue candidato a las elecciones europeas en 1999 por Democracia Nacional y un año más tarde por Plataforma 2000 en las elecciones generales. En 2003 concurrió en la lista municipal de Alsasua –Navarra– por UPN como suplente. (...) 10) Magdalena Margarita Contestí Rosselló. Licenciada en Derecho. Es la vicepresidenta de Relaciones Institucionales de la delegación provincial. También es vicepresidenta de Actúa Baleares, un colectivo que proviene de la asociación de extrema derecha Fundación Círculo Balear (FNCB). En 2018 esta organización y Vox anunciaron una coalición electoral». (El diario.es; Quiénes son los 24 diputados de Vox en el Congreso, 28 de abril de 2019)
¡Y vaya, casualidades de la vida! El candidato para las europeas también es un conocido falangista:
«El Parlamento Europeo tendrá por vez primera un diputado falangista. Vox, la nueva fuerza política que ha irrumpido en el panorama español siguiendo el modelo de la pujante extrema derecha europea, presenta como cabeza de lista a un admirador de José Antonio Primo de Rivera. (...) Este abogado del Estado, número uno de su promoción, nacido en Barcelona en 1975, no es nuevo en política. En 1995 ya se presentó a las elecciones europeas por Falange Española de las JONS y en las generales de 1996 fue candidato de Falange Auténtica por Barcelona. Su admiración por el líder del partido que importó a España las ideas de Mussolini en los años treinta del siglo pasado la ha dejado patente en numerosos escritos. En septiembre de 2012 Buxadé calificaba a José Antonio y a Ernesto Giménez Caballero, uno de los ideólogos del fascismo en España, como «dos almas superiores». En ese mismo artículo, publicado en su blog Lo antiguo es lo nuevo, abominaba de la Constitución democrática española: «Eso es lo que nos ha dejado, ya lo podemos decir, la Constitución de 1978: un pueblo desmantelado». (El País; Jorge Buxadé Villalba: un falangista en el Parlamento Europeo, 10 de mayo de 2019)
Hace poco Javier Ortega Smith para frenar la avalancha de acusaciones contra VOX sobre su carácter fascista, declaró que todo aquel que tuviese un pasado «totalitario» sería expulsado:
«Madrid, 14 may (EFE).- El secretario general de Vox y candidato a la Alcaldía de Madrid, Javier Ortega Smith, ha garantizado este martes que su partido apartará de sus candidaturas a todas las personas que tengan antecedentes penales o un pasado totalitario». (La Vanguardia; Smith: Vox apartará de sus candidaturas a personas con un pasado totalitario, 14 de mayo de 2019)
Curiosamente días después el periodista Antonio Maestre destapó el propio pasado y presente falangista de Ortega Smith:
«No podemos olvidar el pasado de la Falange, no podemos olvidarnos de aquellos momentos de elaboración de nuestra doctrina, momentos en los que nuestros mejores José Antonio, Onesimo, Ramiro, Julio, crearon la doctrina más joven y grande de Europa». (Javier Ortega Smith; No olvidar, 1986)
¿Se va a autoexpulsar Ortega Smith después de esta revelación? Estamos seguros de que no, ya que debería purgarse a casi la totalidad del partido, pues Vox es un nido de nostálgicos del franquismo y de la camisa azul falangista. Y como sabemos, en los partidos fascistas, al igual que en los revisionistas, solo salen por la puerta de atrás no los elementos más hooligans, no los que dan peor imagen al partido, sino solamente aquellos que no sirven a la cúpula, aquellos que se oponen al mandato del líder.
Ante las excusas de miembros y simpatizantes de VOX que alegaban que este escrito de Ortega Smith de 1986 era «cosa del pasado», se destapó un vídeo reciente de una cena de Ortega Smith y reconocidos miembros fascistas, entre ellos Jaime Alonso el antiguo Presidente de la Fundación Francisco Franco, fundación que ahora casualmente dirige el primo de Ortega Smith: Juan Chicharro. Bien, pues en dicha cena el jefe de Vox Ortegta Smith ensalzaría al fascismo exactamente como lo hizo en 1986, ¡incluso con más vehemencia!:
«Noviembre de 2018. En una cena en un restaurante de la zona norte de Madrid capital se reunieron simpatizantes y posibles donantes de Vox para conocer el proyecto de mano del secretario general del partido, es decir, Ortega Smith. Se produce entre el multitudinario acto celebrado en el Palacio de Vistalegre y las elecciones en Andalucía, que supondrían la entrada triunfal de Vox en el Parlamento autonómico. En la mesa presidencial del restaurante, estaban el actual diputado y número 2 de la formación junto a Jaime Alonso, exvicepresidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, y el general Chicharro, actual presidente de la fundación en honor al dictador. Al término de la cena, una mujer se acercó a Javier Ortega Smith y le entregó un ramo de flores rojas y las obras completas de José Antonio Primo de Rivera. Después, Ortega Smith enunció el siguiente discurso de agradecimiento, recogido en un vídeo de más de 10 minutos, al que ha tenido acceso La Marea en exclusiva: «Yo os agradezco este gesto, que lo recojo, pues la verdad, en nombre de todos los que formamos este proyecto político de Vox. Yo os lo confieso, que José Antonio Primo de Rivera para mí es uno de los grandes hombres de la historia, un magnífico abogado, un magnífico patriota, un gran ideólogo político y que en su tiempo supo dar respuesta a las necesidades que se le requerían en aquel momento, que se enfrentó, como nos estamos enfrentando todos, a los enemigos de la patria. Los enemigos de la patria van cambiando de nombre y de formas, pero siempre son los mismos, los que vienen amenazando nuestra unidad y nuestra libertad». (Antonio Maestre; Las entusiastas loas de Javier Ortega Smith a Primo de Rivera el pasado noviembre, 2019)
¿Para qué querrá el bueno de Ortega Smith las Obras Escogidas de José Antonio? ¡No creemos que por mero afán historicista! En el vídeo, además, el actual candidato a la alcaldía de Madrid hace una extrapolación de los tiempos de José Antonio Primo de Rivera en su lucha con los enemigos de España a la actualidad:
«Es verdad que decía José Antonio que «bienvenidos los tiempos difíciles, porque serán la depuración de los cobardes [sic]». Y hoy en día esas palabras se pueden llevar a su máxima expresión. Hoy, donde la cobardía impera en todas las instituciones, donde la traición a España está institucionalizada, y donde las palabras honor, lealtad, servicio… es casi os diría que una excepción, es cuando hay que demostrar de verdad que se es español, que se ama España, que se ama la libertad, que estás dispuesto a luchar por tus amigos, por tu familia, por la prosperidad económica de todos los españoles. Y por tanto bienvenidos esos tiempos difíciles que nos han dado la oportunidad a algunos de poder rememorar otras épocas de nuestra historia donde otros tuvieron que dar un paso al frente para que hoy pudiéramos todavía disfrutar de esta gran nación». (Antonio Maestre; Las entusiastas loas de Javier Ortega Smith a Primo de Rivera el pasado noviembre, 2019)
Por supuesto, podríamos discutir sobre el carácter ecléctico de Ortega Smith, que equipara ideológicamente y reivindica sin diferencias Franco, José Antonio Primo de Rivera o Ramiro Ledesma, figuras con hondas diferencias entre ellos y sus seguidores, pero más allá de este eclecticismo de Ortega Smith lo que resalta es que se agarra a cualquier figura reaccionaria que le sirva para su propósito presente. Esto no es anómalo, históricamente la reacción en España ha visto aunar en su seno desde carlistas a falangistas, republicanos de derechas con militares «apolíticos». Lo importante aquí es ver cómo de los miembros de VOX tienen de referentes o vienen de militancias fascistas, lo que echa abajo precisamente todas las teorías de aquellos «progres» que califican a VOX como un proyecto de «extrema derecha, pero sin elementos ni pretensiones de tipo fascista», incluso calificándolos como algunos hacen de un «simple partido constitucionalista más». Pero lo cierto es que con esto queda claro que hay elementos y principios ideológicos fascistas muy marcados que constituyen un peligro serio.
La última extravagancia de estos «no fascistas», ha sido pedir renombrar a un colegio público como Francisco Franco:
«En respuesta a estas críticas, el candidato suplente de Vox, Oscar García, expresó toda una declaración de intenciones para evitar más confusiones con el nombre en el futuro. De este modo, espetó: «Lo primero que habrá que hacer entonces es proponer el cambio del nombre del colegio por Colegio Público Francisco Franco y así no se le olvida a nadie», en clara alusión a la figura del dictador». (El Diario.es; Un candidato de Vox quiere renombrar como 'Francisco Franco' el único colegio de su municipio, 11 de mayo de 2019)
En Asturias el franquismo de Vox también se hizo notar:
«El candidato de Vox al Senado por Asturias, Francisco Benavente, defendió ayer la figura de Francisco Franco como «estratega» y responsable de proyectos como Ensidesa en Avilés o «numerosos pantanos». «Tan tontito que decían que era Franco... ¡Caray! Menos mal que era tontito, porque lo que hizo y lo que duró fue espectacular». El capitán de Navío actualmente retirado de la carrera militar opina, de hecho, que no fue un «dictador» porque, argumenta, nunca hizo «locuras» como Stalin o Hitler, sino que «como buen estratega escuchaba a todo el mundo con mucha devoción, tenía fama de tal cosa, y hablaba poco». (El comercio; El candidato de Vox al Senado por Asturias: «Tan tontito que dicen que era Franco y lo que hizo y lo que duró fue espectacular», 23 octubre 2019)
En resumidas cuentas, en este corto periodo de tiempo, hemos podido comprobar en Vox varias declaraciones que, aunque tímidas, con disfraces y matices, apuntan en sus conclusiones a un discurso fascistoide muy mal disimulado.
¿Desean más pruebas? Perfecto. Uno de los diputados de Vox por Málaga negaba que el franquismo fuese una dictadura –aceptando en este caso a la popular acepción de dictadura como: «régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales» que da la RAE–:
«Entrevistador: La pregunta es muy sencilla: ¿cree que el franquismo es una dictadura sí o no?
Eugenio Moltó: Yo creo que no». (Canal Sur; Entrevista a Eugenio Moltó, 27 de noviembre de 2018)
Debe de ser que olvidó las declaraciones del propio Franco:
«Un estado totalitario armonizará en España el funcionamiento de todas las capacidades y energías del país, en el que, dentro de la Unidad Nacional, el trabajo, estimado como el más ineludible de los deberes, será el único exponente de la voluntad popular. Y merced a él, podrá manifestarse el auténtico sentir del pueblo español a través de aquellos órganos naturales que, como la familia, el municipio, la asociación y la corporación, harán cristalizar en realidades nuestro ideal supremo». (Francisco Franco Bahamonde; Discurso, 1 de abril de 1939)
A todo esto, Abascal opinaba en el reciente el debate sobre si retirar o no los restos de Franco del Valle de los Caídos. Este es un monumento que fue descrito por Franco en 1940 para honrar «nuestra gloriosa cruzada», y construido, por si alguien lo olvida, gracias a la mano de obra esclava de los 20.000 presos antifascistas –falleciendo unos que causó además varios miles de muertos–:
«Entrevistador: ¿Qué haría usted con el cadáver de Franco?
Eugenio Moltó: Dejarlo donde está». (Canal Sur; Entrevista a Eugenio Moltó, 27 de noviembre de 2018)
En otra ocasión Ortega Smith se negó a condenar abiertamente al franquismo:
«El diputado de Vox y portavoz en el Ayuntamiento de Madrid cree que cada ciudadano podrá tener «su opinión» personal sobre los acontecimientos históricos e incluso reconocer «luces y sombras». «Por ejemplo en el franquismo no todo era negro ni todo blanco», sostiene apuntando el «resurgimiento» económico del país tras la Guerra Civil o la red de pantanos y carreteras. (...) «Cada uno puede tener la opinión que quiera sobre cualquier etapa», ha insistido rechazando con ello las leyes de memoria histórica. Aunque deja claro que, «si se quieren abrir herida». (Huffpost; Ortega Smith (Vox), preguntado por si condena el franquismo: «No», 25 de noviembre de 2020)
«El eurodiputado de Vox Hermann Tertsch ha comentado en las redes sociales la «necesidad» de la intervención de las Fuerzas Armadas para interrumpir el «obvio proceso golpista de voladura de España como nación»: «En estos días parece que todos los cómplices de Zapatero desde el etarra Otegi a los comunistas Iglesias y Garzón se esfuerzan por hacer inevitable la aplicación del Artículo 8 para que las Fuerzas Armadas interrumpan un obvio proceso golpista de voladura de España como nación». (El Plural; Hermann Tertsch pide la intervención del Ejército y Espinosa no lo desautoriza, 5 de enero de 2020)]
Un militar retirado y actual miembro de Vox proclamaba:
«Sí, la unidad nacional es fundamental, para nosotros es innegociable completamente, para VOX y para mí personalmente, que España siga unida y que no haya ninguna parte de nuestro territorio que se quiera separar es un asunto por el que vamos a pelear y pelearemos. ¿Cómo lo vamos a hacer? Pues muy fácil. No caben ideas antiguas y de otros tiempos, ahora lo que cabe es la Ley y el orden, así lo dice nuestra Constitución, que es la Ley de leyes, y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se encargarán de poner orden donde sea necesario». (Castellón Diario; Alberto Asarta concede una entrevista a Castellón Diario, 23 de abril de 2019)
Esto demuestra que el fascismo –y más en España–, bien puede valerse de los artículos legales de su constitución democrático-burguesa de turno para defender sus principales intereses –como en esta ocasión negar aquí el derecho de autodeterminación para las regiones de la periferia–.
Alberto Asarta fue uno de los famosos firmantes de la carta –firmada por más de una centena de exmandos militares– que ensalzaban a Franco, según él porque:
«Asumió la responsabilidad que le entregaron sus compañeros de armas para ejercer el mando único de la España agredida y asediada por el comunismo internacional aceptado y adoptado por el Frente Popular. (...) Los miembros de las Fuerzas Armadas se sentirán herederos y depositarios de la tradición militar española. El homenaje a los héroes que la forjaron y a todos los que entregaron su vida por España es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra. (...) La conducta de un militar ejemplar para todos los soldados: retirados, en activo o por venir». (Manifiesto; Declaración de respeto y desagravio al general Francisco Franco Bahamonde, Soldado de España, 31 de julio de 2018)
Está visto que con Vox y su impulso de masas ahora los viejos fascistas se han envalentonado. Ahora se atreven a hacer estas declaraciones filofascistas tan plácidamente y sin consecuencias de peso. Se puede decir que Vox ha logrado saltar un tema tabú entre la mayoría de la derecha: reconocer la herencia fascista en su ideario.
Los militantes de Vox son invitados a tertulias de EsRadio, dirigido por Federico Jiménez Losantos –un famoso periodista que como Pío Mao pasó del maoísmo al franquismo yendo de Guatemala a Guatepeor–. Losantos es uno de los publicistas máximos de Vox ya que tilda al PP de «moderado» y «progre», aconsejando a su público que hoy la esperanza de España contra los «rojos» pasa por Vox. Losantos también niega ser fascista, pero defiende a Franco día y noche, entre tanto, no tiene problema en amenazar a los catalanes con el uso «legítimo de la fuerza». Emulando a Espartero y a Franco, comenta que pueden tener por seguro los catalanes que si en Moncloa hubiese un gobierno que se hiciera respetar se volvería a bombardear Barcelona para limpiarla de «traidores».
Todo lo expuesto hasta aquí no significa el fin de las querellas en Vox. Ahora como partido institucional y con representación en el parlamento, en Vox ha habido pugnas internas, triunfando en ocasiones la opción de moderar o disimular las afinidades de los jefes o sus alianzas con grupos neonazis:
«Tras el acto organizado por VOX en la Plaza Sant Jaume de Barcelona y la polémica generada por las banderas nazis y el enaltecimiento fascista del que se ha hecho gala durante la concentración, el partido ultraderechista ha tratado desmarcarse públicamente del Partido nazi FNI-PNSE, grupo que portaba la bandera con la «runa wolfsangel», símbolo utilizado por las divisiones de las fuerzas armadas de Hitler –también utilizado por el grupo paramilitar ucraniano Batallón Azov– y que estuvieron realizando proclamas nazis y el saludo fascista en la Plaza. (...) Los militantes del partido nazi FNI-PNSOE han posado para una foto con varias banderas: la del logo del partido –que incluye la «runa wolfsangel»–, una rojigualda con el lema «Remaré por España ¡Viva Cristo Rey!» y otra bandera con la Cruz de Borgoña con el águila bicéfala. (...) Pese a la escenificación de VOX llamándoles «chusma» para tratar de distanciarse del grupo nazi, en la foto posaban también al menos tres personas claramente vinculadas con el partido de Abascal. Concretamente, estas tres personas eran Marta Carlota Sales Prendes (la primera circulada por la izquierda–, militante de VOX y que fue apoderada del partido en las elecciones municipales de Llagostera, según la información que consta en la Nazipedia. La segunda persona de la foto vinculada a VOX es Francina Vinyals Subirana –la de en medio en la foto–, que había ido en las listas electorales del partido por Tarragona en las elecciones municipales del 2019. En la Nazipedia también se puede encontrar abundante información sobre esta habitual de los actos de ultradecha. En tercer lugar, encontramos a su hijo, Alejandro de Beneyto Vinyals –tercero circulado en la foto–, que siempre ha estado cercano a Democracia Nacional pero que el año pasado dio el salto a VOX yendo en el 7º puesto de las listas electorales de El Vendrell. (...) Además, Carlota Sales Prendes y Francina Vinyals son dos de las personas que recientemente han sido propuestas para sanción por la Generalitat Valenciana por apología del franquismo durante la manifestación fascista del pasado 12 de octubre en Benimaclet. No parece que este hecho las haya disuadido de seguir haciendo clara apología del franquismo. (...) En definitiva, aunque VOX trate públicamente de desvincularse de grupos abiertamente nazis para hacer frente a la polémica suscitada, sus miembros están metidos de lleno en el entramado fascista». (Kaos en la red; VOX trata de desvincularse del partido nazi FNI-PNSOE pese a que sus militantes y candidatos posan junto a ellos, 7 de diciembre de 2020)
Hay y habrá discusiones en torno a su la línea a seguir: ¿disimular de cara al electorado su herencia y esencia más fascistoide o lanzar un discurso más abierto sin trampa ni cartón?
A todo esto, no podemos dejar de recordar que Vox es el proyecto político propio de su líder Santiago Abascal tras sus sendos fracasos electorales en el PP de Euskadi:
«Santiago Abascal. Hijo del histórico de Alianza Popular Santiago Abascal Escuza, se afilió al PP cuando cumplió los 18 años y comenzó su trayectoria como concejal en Llodio (Álava), donde estuvo dos legislaturas (1999-2007). Entre 2003 y 2004, Abascal fue procurador de las Juntas Generales de Álava y entre 2005 y 2009, diputado del Parlamento Vasco.
Esperanza Aguirre lo eligió en 2010 para dirigir la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad, un cargo que ocupó hasta diciembre de 2012 con una remuneración de 276.525 euros. Tras el cierre de la empresa pública para «ahorrar gastos», fue recolocado en la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social, una fundación que no tenía actividad y solo contaba con dos empleados, él mismo y un ayudante. Por los ocho meses que ocupó ese puesto hasta que la fundación fue extinguida ingresó alrededor de 55.000 euros brutos.
«En noviembre de 2013 abandonó el partido tras acusar a Rajoy de «traicionar los principios» del PP y censurar su política antiterrorista. Meses después, en enero de 2014, reapareció acompañado de José Antonio Ortega Lara para presentar Vox. Puedes leer su perfil completo aquí». (El diario.es; Quiénes son los 24 diputados de Vox en el Congreso, 28 de abril de 2019)
No podemos dejar de recalcar que Santiago Abascal es también producto de las teorizaciones de la Escuela de Gustavo Bueno y la Fundación DENAES, una corriente filosofófica totalmente subjetivista de un fortísimo nacionalismo, filofascista. El propio Gustavo Bueno fue discípulo del jonsista Santiago Montero Díaz. Véase el capítulo: «El viejo socialchovinismo: la Escuela de Gustavo Bueno» (2020).
Abascal en su salida del PP recogió a sus compañeros de confianza para su nueva formación:
«Ignacio Gil Lázaro. Licenciado en Derecho. Tras 33 años como diputado en el Congreso –primero con Alianza Popular y después con el PP– abandonó la formación conservadora en mayo del 2018. Al marcharse aseguró que tomaba esta decisión por la «deriva» de la formación que presidía Mariano Rajoy. Aunque se justificó con estas declaraciones, en realidad su situación dentro del partido no era fácil porque había perdidos apoyos internos tras la caída en desgracia de Rita Barberá. Tanto en las elecciones de 2015 como en las de 2016 la dirección de los populares valencianos lo dejó fuera de los puestos de salida». (El diario.es; Quiénes son los 24 diputados de Vox en el Congreso, 28 de abril de 2019)
Este partido, con estos elementos, acaba de recibir 2,6 millones por sus resultados electorales, lo que le asegura aumentar la popularización de su demagógico discurso:
«El partido ultraderechista pasará de no obtener ingreso alguno por estos conceptos –no tenían representación parlamentaria– a recibir 2,6 millones de euros por sus gastos electorales y 68.088 euros al mes del Congreso de los Diputados, retribuciones de sus parlamentarios aparte, como en el resto de los casos.
Por conceptos, son 508.023 euros por los 24 escaños; 2,1 millones de euros por los 2,6 millones de votos; 39.491 al mes por los diputados y 28.597 euros mensuales por el grupo parlamentario». (El diario.es; Vox recibe 2,6 millones de subvenciones electorales y el PP pierde más de 5: el 28A cambia la economía de los partidos, 1 de mayo de 2019)
Abascal y sus seguidores, exactamente como su antiguo partido el PP, se han definido como «liberal», en otras ocasiones como «conservadores». Y cuando son acusados de «extrema derecha» responden con cinismo que son de «extrema necesidad» para eludir el debate sobre su ideología, lo cual no indica que temen decir lo que son abiertamente.
«Somos un partido de extrema necesidad que defiende cosas de sentido común. No necesitamos etiquetarnos ni nos defenderemos de los estigmas». Así define a Vox su presidente, Santiago Abascal, después de que muchos consideren que se trata de un partido de extrema derecha por las propuestas de su programa electoral. «Ni somos antifascistas ni fascistas, somos antipodemitas y anticomunistas». (El Confidencial; Santiago Abascal niega que Vox sea «fascista»: «Somos antipodemitas y anticomunistas», 6 de diciembre de 2018)
Esto no le ha impedido a Abascal soltar frases como: «Lo que se ha estropeado durante 40 años no se va arreglar de la noche a la mañana».
A niveles de partido con representación en el parlamento, Vox es lo más parecido a un fascismo casi sin careta, pero adaptamos a nuestros días y con su propia idiosincrasia nacional. Pero es que tengamos presente siempre: la mayoría de partidos fascistas nunca se forjaron de forma unificada y con un discurso claro. Siempre ha habido distintas uniones de grupos más o menos reaccionarios, con tonos populistas más o menos pronunciados, con un discurso obrerista y una especulación con la cuestión nacional más o menos profunda. Algunos incluso rechazando la etiqueta fascista por coyuntura nacional o internacional, o por mero afán de tener una identidad propia y ser originales.
¿Cuáles son las propuestas en materia política de Vox?
El blanqueamiento de Vox por la prensa afín ha sido la nota común desde su nacimiento. Uno de los ideólogos del nacionalismo español, y también heredero del gustavobuenismo, intentaba blanquear así el carácter de Vox:
«El democratismo de Vox es palpable cuando defienden una nueva Ley de Partidos que asegure el «funcionamiento democrático» de los mismos –teniendo problemas Vox con el Artículo 6 de la Constitución Española de 1978– y la transparencia de sus fuentes de financiación, así como una «nueva Ley Electoral que garantice el vínculo directo entre representantes y representados». (...) Vox, legítimamente liberal y democrático, muy alejado en el fondo y en la forma de lo que el fascismo fue, y es». (Santiago Armesilla; Crítica del programa de Vox (I), 2019)
¿Qué esperar del señor Armesilla, chovinista de cuño gustavobuenista que ha pedido el voto por formaciones «patrióticas» como UP&D, que después ha pedido el «voto útil» hacia el PP –como su mentor Gustavo Bueno– y ahora coquetea con Vox? En todo caso, estas simpatías van más allá de un par de casualidades. Armesilla y Abascal comparten muchos vínculos: empezando por su concepción de patriotismo y filosofía de Ortega y Gasset o Miguel de Unamuno, y acabando, por supuesto, en la admiración por los trabajos ideológicos de un ultrarreacionario como Gustavo Bueno. Todo este aquelarre de nacionalistas se ha solido reunir y dar charlas en lugares como la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), organización nacionalista financiada por dinero público, como la propia Escuela de Gustavo Bueno. Allí, un todavía desconocido Abascal daba sus charlas apadrinado por Bueno y rodeado de toda la caterva de la política rancia española.
Una vez aclarado esto, sépase que esta argumentación de Armesilla es una idiotez a todas luces. El fascismo siempre ha intentado barrer los derechos democrático-burgueses, pese a jurar previamente defenderlos o mejorarlos. Pero es que Vox ya ha esgrimido planteamientos autoritarios que sobrepasan la propia Constitución de 1978, como ilegalizar a todo partido independentista, comunista y socialdemócrata que «no defienda o vaya en contra de la unidad de España». En ciertos momentos determinados, algunos de los movimientos fascistas no han arengado abiertamente a destruir el parlamentarismo y el sistema liberal. ¿Por qué? Por mero pragmatismo. En principio, debido al contexto política la estrategia apenas dejaba margen para mostrar algunos conatos sobre estos futuros objetivos, más bien se dejaba caer que el «sistema tradicional estaba en ruinas» y que «urgía sustituirlo por algo superior». Cuando notaban un auge en su influencia y capacidad de acción esto fue convirtiéndose en amenazas veladas. Finalmente, al completarse esta etapa de «acumulación de fuerzas», se lanzaban a intentar materializarlo. No siempre se siguió este guion lógico, dado que el fascismo, por su irracionalismo y grandilocuencia, las más de las veces caía con suma facilidad en la pretenciosidad y el putchismo, siendo reducido antes de tiempo.
No hay más ciego que quien no quiere ver. Vox ha dejado caer estas tendencias. Por ejemplo, propuso ilegalizar a organizaciones «antinacionales» –que como dijimos bajo su halo subjetivo incluiría desde partidos independentistas y a «los que ayudan los separatistas como el PSOE y Podemos» y por ende extensible a cualquier revolucionario–:
«Ilegalización de los partidos, asociaciones u ONGs que persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación y de su soberanía». (Programa de Vox: 100 medidas para la España viva, 2019)
El lector podrá preguntarse, ¿pero por qué desde Vox se califica de «marxista» a Podemos cuando hace tiempo que han reconocido que ellos son socialdemócratas, que «no hay salida dentro del sistema de mercado capitalista»? Por conveniencia, es cuestión de marketing político:
«La historia también corrobora que los capitalistas más audaces no son tan cortos de miras, ellos sí están dispuestos a colaborar o incluso ceder el poder a los revisionistas a cambio de ciertas garantías. En el caso italiano las concesiones que el PCI ofreció no dejan lugar a dudas: la no retirada de la OTAN y de la CEE, el respeto a la iglesia, los monopolios nacionales y multinacionales extranjeras, una amnistía para los fascistas… solo que la burguesía no aceptó la oferta. Hoy en España la historia se repite. Claro que parte de la burguesía teme, calumnia y conspira contra los reformistas de IU/Podemos [representada en Vox o el PP], pero no menos cierto es que la gran mayoría de ella ha acabado haciéndole un hueco con gusto en el gobierno de coalición del PSOE, el partido del capital que más veces ha gobernado desde el posfranquismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
Volviendo a Vox, esta organización insta a penar en un futuro el no acatar los que según ellos son «símbolos de la nación»:
«Dotar de la máxima protección jurídica a los símbolos de la nación, especialmente la Bandera, el Himno y la Corona. Agravamiento de las penas por las ofensas y ultrajes a España y sus símbolos o emblemas. Ninguna afrenta a ellos debe quedar impune». (Programa de Vox: 100 medidas para la España viva, 2019)
Un enfurecido José Antonio Primo de Rivera también arengaba a:
«Queremos que España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su Historia. Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho –al hablar de «todo menos la violencia»– que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria». (José Antonio Primo de Rivera; Discurso pronunciado en el Teatro de la Comedia de Madrid, 29 de octubre de 1933)
En otras ocasiones Vox ha dejado claro que son sus dignos sucesores:
«Habría que analizar si tienen derecho estar en el juego político, los que no creen en la unidad de España y quienes no renuncian al marxismo que tanto muertos han dejado», ha espetado Espinosa de los Monteros». (La Sexta; Vox plantea ilegalizar a los partidos «que no creen en la unidad de España o no renuncian al marxismo», 8 de marzo de 2019)
Ramiro Ledesma dijo en su día que el objetivo principal de los fascistas era no combatir tanto a las organizaciones liberales de la burguesía, sino y principalmente, centrarse en destruir el marxismo –aunque este esté de capa caída–:
«El sentido combativo del Nacional-Sindicalismo [así se llamaban los fascistas españoles], lo que tiene o pueda tener de ofensiva contra algo, reconoce un único y exclusivo blanco: las organizaciones marxistas. Nada más. Pero es evidente y claro como el sol que el marxismo es invulnerable a todas las arremetidas, menos a una: la violencia fría y sistemática que sobre él se ejerza. (...) El marxismo es, pues, el enemigo. La burguesía liberal-parlamentaria es a su lado una ficción. (...) Al extirpar el marxismo se extirpa la lucha de clases; esto es, la insolidaridad nacional, y se abre paso a la convivencia a que nos obliga sobre todas las cosas nuestro carácter de españoles». (Ramiro Ledesma; El Nacional-Sindicalismo, 13 de enero de 1933)
El fascismo es profundamente antidemocrático como reconocían sus miembros con las famosas palabras de José Antonio Primo de Rivera de que «Ya es hora de acabar con la idolatría electora», o como cuando expresaba que tan alegremente:
«El sufragio universal es inútil y perjudicial a los pueblos que quieren decidir de su política y de su historia con el voto». (José Antonio Primo de Rivera; La Voz, de Madrid, 14 de febrero de 1936)
Esto nunca deben olvidarse. Macarena Olona parece ser afín a esta vía militarista y nacionalista:
«La polémica sobre el chat de WhatsApp de altos cargos retirados del Ejército en los que se llama a «fusilar a 26 millones de españoles» ha llegado al Congreso. La diputada de Vox, Macarena Olona, ha asegurado «su gente» son los militares firmantes de una misiva remitida al rey Felipe VI: «Es incierto que se trate de un manifiesto. Sí es una manifestación a favor de la unidad de España y, como tal, por supuesto que es nuestra gente», ha asegurado en el hemiciclo». (La Sexta; Olona sobre la carta de antiguos cargos militares al rey: «Están a favor de la unidad nacional. Son nuestra gente», 2 de diciembre de 2020)
La política económica de Vox
Para empezar, algunos falangistas románticos de la actualidad parecer desconocen lo que fue el movimiento «
nacional-sindicalista»
que tanto adoran, puesto que lejos de lo que sostienen ni Primo de Rivera ni Ramiro Ledesma fueron nunca ni «revolucionarios» ni «anticapitalistas». Revolucionario se dice de aquel que trata de transformar el orden existente no de darle una pincelada más clerical, más chovinista o más militarista; y el fascismo nunca ha pasado de ser eso, nunca ha transformado nada, siempre ha aparecido como parte de una contrarrevolución para suprimir un movimiento anticapitalista. Los dirigentes fascistas nunca negaron nunca la necesidad de la propiedad privada para su proyecto de «nueva sociedad», lo que ya invalida cualquier cariz «socialista» de estos ideólogos, porque hasta en los preceptos teóricos del proyecto fascista el capital continua extrayendo plusvalía, no digamos ya en la praxis donde los gobiernos fascistas permitieron la explotación más brutal que se recuerda. Considerarlos «anticapitalistas» es una broma de mal gusto y un atentado histórico, puesto que además fueron financiados por empresarios, banqueros y aristócratas como José María de Areilza, José Félix de Lequerica o Juan March. Véase el Pacto de El Escorial de 1934. ¡¿Acaso insinúan que las clases dominantes, con siglos de experiencia, son tan idiotas como para no saber a quién deben financiar?! Véase nuestra obra: «¿Acaso fue el fascismo español falangista una «tercera vía» entre capitalismo y comunismo?» (2014).
«Los fascismos instauraron, por tanto, regímenes nuevos, destruyendo el Estado de Derecho, el parlamentarismo y la democracia liberal, pero, a excepción de la España franquista, tomaron el poder por vías legales y nunca alteraron la estructura económica de la sociedad. (...) A diferencia de las revoluciones comunistas que modificaron radicalmente las formas de propiedad, los fascismos siempre integraron en su sistema de poder a las antiguas élites económicas, administrativas y militares. (...) En el fondo, es esta dimensión contrarrevolucionaria la que constituye el tronco común de los fascismos en Europa, más allá de sus ideologías y de sus trayectos a menudo diferentes. Arno J. Mayer acierta al afirmar que «la contrarrevolución se desarrolló y alcanzó la madurez en toda Europa bajo los rasgos del fascismo» (69)». (Enzo Traverso; Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Mosse, Zeev Sternhell y Emilio Gentile, 2005)
Es cierto que históricamente en el campo económico el fascismo ha promovido un intervencionismo de Estado, lo cual no es un autoritarismo que no se pueda ver en las democracias burguesas, como piensan algunos, puesto que en estas no existe tampoco un «libre capitalismo», sino que está determinado por el poder del capital y sus facciones, representadas en los organismos político-económicos.
Pero se olvida algo todavía más importante: las formas de propiedad del capitalismo siempre han estado y están mediatizadas por las necesidades de las clases explotadoras. Recordemos que la forma estatal de propiedad ha sido utilizada históricamente desde los albores del esclavismo hasta la actualidad. La burguesía en el poder ha realizado nacionalizaciones no solo durante las etapas fascistas, sino tanto a través de la socialdemocracia como por el llamado neoliberalismo. El nazismo, el peronismo, el gobierno laboralista, el gaullismo o el propio franquismo aplicaron medidas «intervencionistas» para financiar los proyectos industriales, las obras públicas, la industria armamentística, etc. Lo mismo que decir de los gobiernos salidos del colonialismo, como son los casos de la India, Egipto, Argelia, Indonesia, y tantos otros. El fascismo no había descubierto nada con el llamado «intervencionismo», pues es una máxima del capitalismo en cualquiera de sus etapas. La clave es que todos estos modelos de gestión económica mantienen intactas las leyes de producción que operan en el capitalismo y causan los monopolios, como, por ejemplo, la ley del valor, la búsqueda de la máxima ganancia. Por lo que ni en las democracias burguesas ni en los fascismos se produce un retroceso del proceso de monopolización, sino que, por contra, siempre se desarrolla su extensión.
El fascismo prometió a la población que gracias a la «unidad nacional» –decretando la paz entre clases»– más la sabia dirección de un «caudillo de hierro» –«elegido por la divina providencia»– se lograría la «justicia social» que daría fin a los abusos del capital. Pero esto no eran más que patochadas místicas para ocultar que eran los agentes de esa oligarquía financiera. Los gobiernos fascistas, más
allá de su retórica inicial de «poner coto a los monopolios capitalistas» y
«terminar con sus abusos», una vez en el poder publicaron decretos que
favorecieron su desarrollo, no diferenciándose nada del régimen
democrático-burgués ni de la gestión económica de los partidos tradicionales:
«¿Es posible retornar del capitalismo monopolista a la economía «pastoril agraria», a la manufactura de antes de la Revolución francesa, a los gremios, a las ciudades «libres» y a las regiones feudales de la Edad Media, a fin de salvar las clases medias del sistema de opresión colonial y del estrangulamiento financiero, de una proletarización que se ha acelerado desde la advertencia del monopolismo? La respuesta, la encontraremos en la conducta del nazi-fascismo-falangista. Este «ideal» era la médula –teórica– del fascismo de Mussolini, del nacional-socialismo de Hitler, del nacional-sindicalismo de Franco. ¿Qué ha quedado de tanta pamplina llamativa? Conquistado el poder, hicieron exactamente una política contraria: reforzaron los monopolios, es decir, el capitalismo monopolista, hicieron de esto una política oficial y la impusieron con la brutalidad característica del régimen. Pocos meses después de la toma de poder, el 15 de julio de 1933, Hitler dictó la ley de organización forzosa de los cárteles. (...) El resultado de esta política fue que a finales de 1936 el conjunto de los cárteles comprendían no menos de las 2/3 partes de la industrias de productos acabados, en comparación con el 40% del total de la industria alemana, el 100% del total de la industria alemana, el 100% de las materias primas de las industrias semifacturadas, y el 50% de la industria de productos acabados, en comparación con el 40% existente a finales de 1933. Mussolini cartelizó por la fuerza la marina mercante, la metalurgia, las fábricas de automóviles, los combustibles líquidos. El 16 de junio de 1932 dictó una ley de cartelización obligatoria en virtud de la que formaron los cárteles de las industrias del algodón, cáñamo, seda y tintes. En España, nunca la oligarquía financiera había sido tan omnipotente como bajo el régimen del traidor Franco». (Joan Comorera; La nación en una nueva etapa histórica, 15 de junio de 1944)
En esto, pese a matices –más a la derecha o izquierda– la esencia del modelo fascista siempre fue similar al de cualquier liberal o socialdemócrata de la actualidad: intervención estatal –cuando fuese preciso– en aras del «interés nacional», pero por encima de todo defensa tácita del derecho a la iniciativa privada, incluso se estipulaba que esta ser asegurada por la ayuda del Estado según los ideólogos del fascismo. Precisamente, el fascismo lo que se diferencia de la democracia burguesa es en su modelo corporativista: el cual permite a la burguesía suprimir los derechos laborales básicos y tener controlados desde los sindicatos oficiales a los trabajadores con mayor coerción para trabajar en aras del «bienestar nacional». De nuevo hay que recordar también que las relaciones de producción tanto en su forma estatal como privada, no dista de las leyes de producción inherentes al capitalismo, por tanto, toda planificación sea en el fascismo o en la democracia burguesa es un bluf. Ese afán planificador del fascismo siempre fue la economía al servicio de los capitalistas bajo excusas de realizar un «esfuerzo productivo patriótico en conjunto».
Entendido. ¿Y qué propone Vox en lo económico? Comencemos con uno de los muchos argumentarios falsos sobre Vox:
«La diferencia ideológica es que Vox, como bien sabemos, no tiene unas propuestas económicas «progresistas», como sí ocurre en la extrema derecha europea, que sí defiende un estado de bienestar, con apelaciones a los obreros de vez en cuando». (Vox; «Vox no sigue el patrón de los partidos de extrema derecha europeos», 6 de febrero de 2021)
La confusión procede de confundir asistencialismo como algo exclusivo del fascismo –cuando como dijo Marx, es una carga inherente de la que todo Estado burgués se hace cargo en mayor o menor medida–. También implica confundir la concesión de algún derecho laboral por escrito aunque en la praxis no se cumpla –La Carta del Trabajo de 1927 de la Italia de Mussolini es el mejor ejemplo de este fraude–. Por tanto, el idealismo de este analista se centra en la forma y no en la esencia de las cosas. ¿Qué importa que en el Fuero del Trabajo de 1945 Franco garantizase toda una serie de pantomimas sobre el derecho al trabajo, la justicia social y demás? ¡Acaso las huelgas de los mineros de Asturias o las protestas estudiantiles no demostraban que nada de eso existía!
«Vox, al contrario, tiene unos lastres neoliberales muy importantes; de hecho, su programa económico es 100% neoliberal, va hacia la reducción del estado de bienestar». (Vox; «Vox no sigue el patrón de los partidos de extrema derecha europeos», 6 de febrero de 2021)
Evidentemente, Vox apunta hacia la destrucción de todo modelo del «Estado de bienestar» –la famosa entelequia socialdemócrata que el PSOE ya se encargó de desmontar en contubernio con el PP–. Es decir, traducido a un lenguaje más llano: el objetivo de Vox apunta a destrozar los derechos sociales y laborales que aún se mantengan, ¡solo que a diferencia del fascismo clásico no hace demasiados alardes demagógicos sobre el asistencialismo, sino que se apoya en los argumentos neoliberales! Estos intentan convencer al trabajador de que eliminar los derechos laborales benefician a todos: capitalistas y proletarios. Esta maniobra solo es posible que triunfe en países donde el movimiento obrero tenga unas características muy definidas. La clase obrera tienen que llevar años carcomida por la burocracia sindical y el reformismo parlamentario; otra parte de ella debe andar totalmente desencantada de todo lo que huela a política; por último, otra facción debe estar lo suficientemente alienada como para tragar ese sapo.
Entonces, cabe decir que, en lo económico, Vox es:
«De corte rigurosamente neoliberal, en muchos aspectos indistinguible de los de PP o Ciudadanos –reducción del tamaño del Estado, bajadas de impuestos, facilidades a las empresas–, sin rastro alguno de la retórica obrerista de Marine Le Pen, la denuncia de las políticas de austeridad de Matteo Salvini o el proteccionismo comercial de Trump. En realidad, los dirigentes de Vox hablan muy poco de economía, y cuando lo hacen su relato es absolutamente pueril y distractivo: los damnificados de la crisis lo serían en realidad, no de las disfunciones o abusos del mercado y sus agentes, sino de la tributación confiscatoria del Estado, las trabas burocráticas a los emprendedores o el gasto ideológico de las administraciones autonómicas, las asociaciones feministas o las ayudas a los inmigrantes que Vox pide desmantelar, y en el caso de la población rural, de cuya causa Vox hace insistente bandera, de la presión ecologista y animalista sobre sus tradiciones y formas de vida, con especial hincapié en la tauromaquia y la caza». (Jónatham F. Moriche; La variante española, 2019)
La primera parte es correcta, pero de nuevo asistimos a un falso dilema: el proteccionismo o el librecambismo. Algo falso del todo, pues:
«En las situaciones en que la burguesía nacional, por voluntad u obligación –déficit presupuestario, deuda, incapacidad de dar salidas a sus productos y otros– cede a ampliar ese «librecambismo» sin estar «preparada» para «dar la talla», está abriendo su mercado a una competitividad que, inevitablemente, hace que aumente la dominación externa sobre su economía –póngase de nuevo como ejemplo el papel de España del siglo XIX, totalmente dependiente de sus acreedores y de los vaivenes del mercado internacional–. (...) En el siglo XX hubo muchísimos países donde el fascismo en el poder puso en juego una política «proteccionista» o «librecambista» según sus necesidades y política internacional. La España del franquismo, con una burguesía que tendía cada vez más hacia el monopolismo, también era «proteccionista» en sus inicios –como consecuencia del aislacionismo internacional–, lo que no excluyó que buscase, desde sus orígenes, la apertura de capital hacia el imperialismo yankee y los países de la Comunidad Económica Europea en varios sectores importantes». (Equipo de Bitácora (M-L); La deserción de Vincent Gouysse al socialimperialismo chino; Un ejemplo de cómo la potencia de moda crea ilusiones entre las mentes débiles, 2021)
Entonces, en efecto, en su programa de 2019 Vox ha traído una propuesta económica que beneficia a las élites de las clases explotadoras, ¡cómo es común al resto de partidos burgueses de un aspecto u otro! En concreto su propuesta, de aplicarse, sería el mayor ataque económico contra el pueblo trabajador de todos los programas que se han presentado, como reconocen todos los economistas mínimamente progresistas: reducción de la indemnización por desempleo, exención de impuestos para las rentas más altas, posibilidad para el empresario de contratar a trabajadores saltándose el convenio colectivo, restricciones para el derecho a huelga, privatización absoluta de pensiones, sanidad y educación, liberalización total del suelo, etc. Véase el artículo del Diario.es: «El programa económico de Vox: limitar el derecho a huelga, pensiones semiprivadas y el desguace del sistema fiscal» de 2019.
Podemos concluir que en el modelo económico de Vox, al ser tan estrechamente marcado en lo neoliberal, se diferencia enormemente de las viejas teorías fascistas en el ámbito económico. En los años 20 y 30 los ideólogos fascistas demandaban que el sector estatal debía tener su peso específico, incluso había una denuncia sobre los sectores económicos nacionales dominados por el imperialismo extranjero, aunque como sabemos, estos dos conceptos en la praxis no se cumplían cuando el fascismo llegaba al poder. Hay que tener en cuenta, pues, que los jefes e ideólogos fascistas tuvieron que construir un discurso político radical en mitad de la crisis social de la posguerra, donde en comparación con nuestros días existía un movimiento obrero con organizaciones y demandas fuertemente anticapitalistas y antiimperialistas. En cambio, hoy día el neofascismo ni siquiera necesita valerse de tal discurso ya que tiene ante sí a un movimiento obrero totalmente adormecido y desactivado, muy fácil de manipular. En donde sí hay grandes coincidencias entre el programa económico de Vox y el de los fascismos clásicos es en la idea de «poner en tensión a toda la economía para el bien del servicio nacional», la idea de que para que la producción trabaje como se debe «ha de tomarse medidas», incluyendo las de carácter represivo. Esto supone un control permanente de los trabajadores para que cumplan los planes de la patronal y ahondar su sobreexplotación so pena de sanciones o perder su trabajo. También en la teoría de que «para que la nación prospere económicamente hay que hacer mayor esfuerzos y adaptarnos a las condiciones existentes»; lo que viene a ser devorar los ya de por si reducidos derechos laborales actuales que disponen los trabajadores en favor de medidas beneficiosas para los empresarios, que supondrían depauperar en extremo las condiciones laborales, agudizar la competencia entre los trabajadores y maximizar las facilidades para los empresarios a la hora de ofrecerles elegir entre una mano de obra barata.
Algunos lectores podrán pensar que esto ya ha sucedido o sucede en mayor o menor medida bajo gobernación del PP o del PSOE, que eso es el capitalismo: atacar los derechos y libertades de los trabajadores y obtener la máxima rentabilidad. Correcto, pero ahora debería pensar en los sonados triunfos obtenidos por los trabajadores en lucha contra estas medidas del capital bajo democracia burguesa como fueron: la Huelga de la Canadiense en 1919, las luchas obreras de Reinosa en 1987, la famosa huelga general de 1988 o las luchas contra los ERE en 1994 del gobierno del PSOE. Incluso sin irnos tan lejos en el tiempo: las victoriosas últimas huelgas de Correos, con los Estibadores, los disturbios de Gamonal, en 2014 o las luchas vecinales contra el soterramiento del AVE en Murcia. ¿Acaso dichos fenómenos de la lucha de clases hubieran transcurrido igual bajo un Estado fascista? ¿No es claro que bajo un gobierno fascista se hubieran obstaculizado mucho más estas luchas? ¿No hubiera sido más complejo para los trabajadores haber logrado sus objetivos si hubieran tenido delante un gobierno fascista que hubiese desatado una represión como la de la era franquista?
Como anécdota final, Vox, tras ser acusados de fascistas, hoy intentan distanciarse repitiendo la famosa majadería de que Hitler o Mussolini eran «revolucionarios», y que tenían más que ver con la izquierda, el socialismo, e incluso el marxismo que con los grupos liberales y conservadores de la política tradicional, del orden constitucional burgués. Una cosa sumamente falsa:
«El portavoz de Vox en el Ayuntamiento
de Madrid, Javier Ortega Smith, ha llevado al Pleno una condena al comunismo y
al nacionalsocialismo, «que proviene de la izquierda, como el fascismo». (La
Vanguardia; Vox condena el comunismo y el nazismo, «que viene de la izquierda»,
y les critican que se olviden del franquismo, 30 de octubre 2019)
Nótese aquí el eco característico del lenguaje confuso de la Escuela de Bueno y los servicios que presta a los guardianes del capital. Con esto, Vox intenta transmitir la falsa idea de que el fascismo que se produjo fuera de España fue un movimiento político «anticapitalista», en consecuencia, el fascismo extranjero siempre habría sido de «izquierda», «revolucionario», por lo que Vox, al ser procapitalista, constitucionalista y español, se considera dentro del orden del actual régimen, por lo que no podría ser fascista. Y así se completa el silogismo. De golpe y porrazo parecería que no importasen «detalles» como que sus miembros proviniesen de las familias del viejo régimen, sus amenazas para quebrar el propio «orden constitucional» demócrata-burgués, ni el ser financiado por entidades franquistas. Sin olvidar haber militado en partidos filofranquistas, ¡empezando por el propio Ortega Smith!
El chovinismo nacional de Vox
Empecemos repasando cuales eran las posiciones de José Antonio Primo de Rivera sobre los nacionalistas catalanes:
«España es irrevocable. Los españoles podrán decidir acerca de cosas secundarias; pero acerca de la esencia misma de España no tienen nada que decidir. España no es nuestra, como objeto patrimonial; nuestra generación no es dueña absoluta de España; la ha recibido del esfuerzo de Generaciones y generaciones anteriores, y ha de entregarla, como depósito sagrado, a las que la sucedan. Si aprovechara este momento de su paso por la continuidad de los siglos para dividir a España en pedazos, nuestra generación cometería para con las siguientes el más abusivo fraude, la más alevosa traición que es posible imaginar». (Falange Española; núm. 15, 19 de julio de 1934)
Para los fascistas de los años 30 los problemas de España de centralizaban entre otros, en las aspiraciones localistas o separatistas. Por ello se tenía el eslogan de que:
«España ha venido a menos por una triple división: por la división engendrada por los separatismos locales, por la división engendrada entre los partidos y por la división engendrada por la lucha de clases. Cuando España encuentre una empresa colectiva que supere todas esas diferencias, España volverá a ser grande, como en sus mejores tiempos». (José Antonio Primo de Rivera; Entrevista al noticiario Paramount, 1935)
Por ello el fascista español Onésimo Redondo, concluía en una vorágine de ideal racial-centralista en torno a Castilla:
«Salga de Castilla la voz de la sensatez racial que se imponga sobre el magno desconcierto del momento: use de su fuerza unificadora para establecer la justicia y el orden en la nueva España». (Onésimo Redondo; ¡Castilla salva a España!, Libertad, nº 9, 10 de agosto de 1931)
Ya hemos visto las posiciones políticas de Falange Española de las JONS. ¿Y qué hay de la formación verde? Pues desde Vox existe un odio visceral hacia los movimientos regionalistas y nacionalistas, tipificándolo como uno de los males que aquejan a España. Para remediarlo quieren imponer un modelo ultracentralizado –queriendo abolir el sistema de autonomías–:
«Transformar el Estado autonómico en un Estado de Derecho unitario que promueva la igualdad y la solidaridad en vez de los privilegios y la división. Un solo gobierno y un solo parlamento para toda España. Como paso previo: devolución inmediata al Estado de las competencias de Educación, Sanidad, Seguridad y Justicia limitando en todo lo posible la capacidad legislativa autonómica». (Programa de Vox: 100 medidas para la España viva, 2019)
En su programa también se aboga por suspender la autonomía catalana:
«Suspensión de la autonomía catalana hasta la derrota sin paliativos del golpismo y la depuración de responsabilidades civiles y penales». (Programa de Vox: 100 medidas para la España viva, 2019)
Los malabarismos teóricos de Vox para justificar su imperialismo español sobre el resto de pueblos dejan bastante que desear, ya que son fácilmente desmontables. Abascal, intentando practicar la filosofía sofística como le enseñó su maestro Gustavo Bueno. Para tratar de desacreditar la existencia de otras naciones y su derecho a la autodeterminación, se utilizaba el siguiente falso argumento: aceptar la existencia de la nación catalana significaría, por ende, aceptar que la nación española no existe. ¿Un silogismo un poco triste para un filósofo no? :
«Así, muchos españoles, algunos incluso con asiento de diputado en las Cortes, dicen «no sentirse españoles», es decir, dicen no serlo, precisamente por no poder pertenecer a algo que se supone no existe». (Santiago Abascal y Gustavo Bueno; En defensa de España. Razones para el patriotismo español, 2008)
¡Esto sería tan estúpido como si los mencheviques discutiendo contra los bolcheviques en el siglo XX aseverasen que reconocer la existencia de la nación ucraniana o finlandesa supusiese, a su vez, negar la existencia de la nación rusa! Pero estos señores no se dan por vencidos y, de nuevo, bajo la senda idealista y metafísica, insisten ahora en que «una nación no puede estar oprimida, pues no es una nación hasta que se libera del Estado que lo tutela»:
«Una «nación oprimida» es un contrasentido, por mucho que el pseudoconcepto se repita desde el discurso secesionista. La soberanía nacional, en general, implica precisamente libertad. Y para poder hacer la ley y hacer cumplirla: una «nación no libre» –oprimida–, no es una nación. Otra cosa, es que si la secesión triunfa llegue a serlo, convirtiéndose lo que era una parte en un todo nacional; pero si «llega a serlo», porque insistimos, con anterioridad no lo era». (Santiago Abascal y Gustavo Bueno; En defensa de España. Razones para el patriotismo español, 2008)
De nuevo, aquí se practican sofismas metafísicos. Una «nación oprimida» no es ni más ni menos que una nación que ha llegado a su constitución como nación y sufre una opresión que le impide tomar sus decisiones de forma libre. Esto significa que puede ser una nación que tenía soberanía estatal y la ha perdido recientemente; o puede que la haya formado con el devenir, aunque nunca haya disfrutado históricamente de esa soberanía estatal.
«Porque España, en cualquier caso, no es un país bilingüe –mucho menos «plurilingüe»– al no serlo en todas sus partes». (Santiago Abascal y Gustavo Bueno; En defensa de España. Razones para el patriotismo español, 2008)
Según su pensamiento chovinista, para que un país sea considerado «plurilingüe» y se defiendan los derechos lingüísticos de su población, el número de hablantes de más de un idioma debe de ser proporcional y equilibrado –aunque no indican en qué porcentaje–. Suponemos que en Suiza deberían derogar las leyes que conciben al italiano como cooficial porque solo le es común a un 10% de la población, incluso deberían eliminar también el francés porque solo es la lengua materna de alrededor de un 20% de habitantes. Deberían, pues, adoptar todos sus habitantes el alemán «para evitar problemas», idioma que es considerado lengua materna del 70% de la población y es conocido por el 80% de la totalidad de los suizos. ¡Así se las gasta el nacionalismo!
Para más ridículo, citan una frase del reaccionario Unamuno, según la cual el vascuence y el catalán no son idiomas, y sus regiones y la gallega jamás han sufrido opresión del Estado:
«El catalán, como el vascuence, es un conglomerado de dialectos. La bilingüidad oficial no va a ser posible en una nación como España, ya federada por siglos de convivencia histórica de sus distintos pueblos» (Miguel de Unamuno; La Promesa de España, 14 de mayo de 1931)
Esto es recogido hoy por sus admiradores como las más «eminentes» figuras de la Escuela filosófica de Gustavo Bueno. Esa idea de que «en pro del progreso hay que suprimir el resto de lenguas». ¿No es esto una chaladura más de estos palurdos provincianos? Veamos qué decía Stalin a aquellos que apoyaban la política de asimilación violenta de las naciones del kautskysmo:
«En mi conferencia de 1925 me opuse a la teoría nacional-chovinista de Kautsky, según la cual la victoria de la revolución proletaria a mediados del siglo pasado en el Estado austro-alemán unificado habría conducido a la fusión de las naciones en una nación alemana común con un idioma alemán común y a la germanización de los checos. Yo combatí esa teoría por ser antimarxista, antileninista, y cité hechos de la vida de nuestro país después del triunfo del socialismo en la URSS que refutan esa teoría. (...) La teoría de la fusión de todas las naciones, por ejemplo, en la URSS en una gran nación rusa común con un idioma gran ruso común, es una teoría nacional-chovinista, una teoría leninista en pugna con una tesis fundamental del leninismo, según la cual las diferencias nacionales no pueden desaparecer en un periodo inmediato, deben substituir aún largo tiempo incluso después de la victoria de la revolución proletaria en el plano mundial». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Resumen de la discusión en torno al informe político del Comité Central ante el XVIº Congreso del PC (b) de la URSS, 2 de julio de 1930)
Vox y su curiosa reinterpretación de la historia
Debido a que estamos en tiempos modernos, estos «católicos», como Bueno o Abascal, son conscientes de que una promoción a ultranza del catolicismo no tendría eco en la población, mucho menos tratar de imponerlo como sucedía en la época franquista. Por esta razón deciden utilizar una estratagema defensiva, ¡como asegurar que no hay evidencia de que el catolicismo y la ciencia sean incompatibles!
«Está por demostrar la incompatibilidad entre el catolicismo y las formas modernas de organización económica, cultural, política. (…) Hay que decir, por ejemplo, que buena parte de los responsables de la llamada «revolución científica» eran católicos». (Santiago Abascal y Gustavo Bueno; En defensa de España. Razones para el patriotismo español, 2008)
La falacia es obvia. VOX, como el fascismo de viejo cuño, simplifica la historia. Y para ello lo hace recurriendo al punto de vista de la filosofía metafísica e idealista: se toma un momento histórico dado para hacerlo pasar por eterno. Europa no es cristiana por alguna gracia mística, lo llegó a ser por obra de un desarrollo histórico donde el cristianismo se propagó por Europa –no de forma pacífica en muchos casos–, arrasando a los pueblos y culturas diferentes de Europa que existían antes de la propagación del cristianismo. Igual ocurre con las tradiciones. Y, ¿qué decir de la «separación de Iglesia y Estado»? ¿Es este principio «netamente cristiano» cuando no existía en los orígenes del cristianismo o en su máximo apogeo medieval? ¿O es algo histórico que se da en cualquier religión dado el contexto sociohistórico concreto en que semejante sistema se hace posible? ¿Acaso no existe la separación burguesa entre Iglesia y Estado en regímenes musulmanes o con mayoría musulmana o islámica como Albania, Azerbaiyán, Burkina Faso, Mali y demás? ¿Acaso los límites de la separación entre Iglesia y Estado no son los mismos con los que se tropiezan en la España contemporánea?
Todo esto evidentemente es otra mentira propagandística de Vox encaminada a encandilar a la feligresía cristiana en general y católica en particular, en el orden histórico, la Europa actual, es el resultado de la lucha contra la influencia de la religión en el Estado, aunque esa influencia nunca se disipó del todo, tanto por fuerzas burguesas como por las fuerzas proletarias en su momento; evidentemente que el cristianismo no ha dado valores superiores, sino que como religión, como comprensión idealista del mundo, solo ha dado pie a discriminación y supremacismo que se ha traducido en matanzas, guerras y genocidios de los «otros». Más importante aún, la separación Estado-Iglesia, la propuesta del Estado laico, que algunos liberales e incluso algunos fascistas vestidos de liberales reivindican, no es un concepto cristiano o nacido dentro de las sociedades cristianas como a priori puede parecer. De hecho, fue Averroes, el más sabio entre los árabes andalusíes, fue uno de los primeros en plantear la necesidad de separar Estado y religión que sería uno de los elementos por los que luego sería condenado al ostracismo por el Islam, esta ideas sería amplificada por los llamados averroístas. A la larga es reintroducida en Europa a través de los renacentistas, Maquiavelo le daría una forma terminada pero no sería hasta la Revolución Francesa que se lleva a la práctica. En cualquier caso, ninguna cultura se desarrolla por sí misma hasta alcanzar el punto más elevado de desarrollo económico-político de la humanidad en una época histórica determinada. Todas y cada una de las culturas que han ocupado este puesto lo han hecho gracias a que han recuperado para su acervo los desarrollos de culturas precedentes y fijándose en las contemporáneas. En consecuencia, ningún avance social puede ser atribuido exclusivamente a una cultura en particular y mucho menos a una religión, las que habitualmente han jugado un papel retardatario salvo quizá en su origen por la transformación en la superestructura que plantearon entonces.
También insisten en el falseamiento de la historia de España tirando de la antigua educación nacional-católica del franquismo sobre el mito de la «Reconquista»:
«La historia de 800 años no fue una reconquista continuada y no hubo una colisión constante porque los propios reinos cristianos pactaron en numerosas ocasiones con los musulmanes para defender sus intereses», explica Carlos Ayala, catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid. Ayala recalca que el nacionalcatolicismo de la época franquista quiso eliminar de un plumazo la historia de Al-Ándalus. «La España actual no se entendería sin todo lo bueno que aportó Al-Ándalus, pero la nueva extrema derecha quiere resucitar a un muerto y hace lo mismo que hizo el franquismo», sostiene este catedrático. (…) «La utilización propagandística de la noción de Reconquista, que tradicionalmente se ha usado con un sentido identitario, transmite una idea de una España forjada contra el islam. Me recuerda a cómo usó Franco esa noción para justificar que había que liberar a nuestro país de rojos, ateos y masones y eso es lo mismo que hace ahora Vox, pero esta vez contra los musulmanes», argumenta Alejandro García Sanjuán, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva. «El uso de la Reconquista al servicio de objetivos políticos no se veía desde la época de Franco», afirma el autor de «La conquista islámica de la Península Ibérica y la tergiversación del pasado» (2013)». (El Confidencial; Vox y la Reconquista en las elecciones: «Don Pelayo era un tío con dos huevos», 12 de abril de 2019)
En el fascismo la nación es un tótem aglutinador en que apoya parte de su demagogia, nada más que eso. Pero no se parte de conceptos científicos sino de pseudohistoria y por tanto pseudociencia. El mito de la Reconquista que también es herencia del gustavobuenismo y sus dogmas también fue analizado, por lo que no lo repetiremos. Véase el capítulo: «La distorsión de la historia denota los delirios de grandeza de nuestros chovinistas» (2020).
En Vox hay discurso contra lo extranjero pero a su vez son una fuerza servil de los EE.UU., lo que ya es una contradicción en torno a sus presuntos «valores patrióticos». Además, Vox cumple con otra paradoja; son islamófobos, pero han sido financiados desde el exterior por grupos islámicos iraníes:
«Los seguidores de un grupo opositor iraní financiaron el 80% de la campaña de las elecciones europeas de Vox de 2014, que costó un millón de euros, según tres fuentes conocedoras de las cuentas de la formación. Desde más de una quincena de países –entre los que destacan Alemania, Italia, Suiza, EE UU y Canadá– partidarios del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (CNRI), una fuerza marxista-islámica en sus orígenes, enviaron durante tres meses 146 donativos a una cuenta de la formación de extrema derecha en España, según revelan las mismas fuentes, por valor de 800.000 euros. El caudal de fondos iraní, revelado por el EL PAÍS el pasado diciembre, llegó a una cuenta de Vox en Madrid después de que Vidal-Quadras anunciara en 2014, vía Twitter –donde tiene más de 66.000 seguidores– su intención de aspirar a un escaño en Bruselas bajo la marca de la fuerza ultra, según ha confirmado el propio político. «Algunos de los donantes eran económicamente muy potentes», detalla. Tras el fiasco en las europeas, Vidal-Quadras abandonó el partido». (El País; El exilio iraní financió el 80% de la campaña de Vox de 2014, 13 de enero de 2019)
¡Otra coincidencia más con sus admirados fascistas! Puesto que los falangistas y jonsistas estuvieron financiados por los monárquicos, banqueros y las potencias extranjeras como Italia.
Vox y sus alianzas internacionales
Para quien no lo sepa, en la Península Ibérica, estos son los que piden ayuda al «Tío Sam» para «salvar el país», firmando manifiestos que piden la intervención de los marines yankees en España, como ocurrió con la sección de Vox en Humanes:
«La iniciativa We the people: your voice in the White House, que estaría circulando para que se recojan firmas ante la Casa Blanca, se ampara en que España está siendo dirigida ilegalmente por un gobierno que proviene del fraude electoral. Es por ello que desde este movimiento se solicita al «legítimo gobierno» de Estados Unidos, el presidido por Donald Trump, que ponga en funcionamiento al ejército estadounidense para deponer tanto al presidente español como a sus aliados, a nivel local e internacional. (...) Entre el resto de propuestas que plantea la iniciativa destaca la petición de que el gobierno estadounidense asumiera temporalmente el liderazgo del Ejército español y de los cuerpos policiales del país para mantener la paz en el proceso de transición hacia un gobierno «que honre la voluntad del Pueblo Soberano de España promulgando una democracia directa, segura y participativa a través de la tecnología blockchain, que otorgue el derecho de destituir de inmediato a cualquier representante». (Spanish revolution; Vox comparte una petición para que Estados Unidos dé un golpe de estado en España, 11 de diciembre de 2020)
Pero ojo, porque, a su vez, son los mismos «antiglobalistas» que dan lecciones al resto del mundo sobre la importancia de defender el «hondo patriotismo» y la no injerencia externa de las «élites económicas extranjeras». Ese viejo «patriotismo» falangista que hablaba de españolidad, ¡sí!, pero pidiendo auxilio a las tropas moras de las colonias, a los aviones nazis o a las tropas regulares de los fascistas italianos. Los mismos «antiimperialistas» que en la posguerra saludaron el establecimiento de las bases yankees en Rota y Morón.
En Vox hemos visto declaraciones belicistas e intervencionistas –como la propuesta de colaborar con EEUU en una invasión a Venezuela–:
«Jaime Bayly: ¿España o los países poderosos de la Europa Libre deberían cooperar con tropas [en Venezuela]?
Iván Espinosa de los Monteros: Yo creo que sí. (…) Aunque creemos en la soberanía de las naciones y en la no intervención. (…) Cuando se produce una situación como las que están mencionando. Cuando hay un opresor que está acabando con su pueblo. (…) Llegará a un punto en que sí, habrá que tomar la última medida [intervención militar].
Jaime Bayly: ¡Que interesante! ¡Saludo, aplaudo tu decisión!». (Entrevista en Jaime Bayly Show, 4 de marzo de 2019)
Habría que preguntar a este señor si en la propia España que no se cumplen los artículos básicos de la propia Constitución, o si más claramente ahora en Francia que han vuelto a estallar verdaderas revueltas, ¿habría que intervenir en nombre de «la libertad contra los tiranos que atentan contra los derechos del pueblo y lo reprimen»? ¿Habría que hacerlo contra los gobiernos proestadounidenses de Colombia, Israel o con la monarquía teocrática fundamentalista de Arabia Saudí? ¿O solo con aquellos estados gobernados por los que considera rivales ideológicos?
En cualquier caso, se trata de unas declaraciones lacayunas donde las haya que definen las históricas relaciones hispano-estadounidenses siempre en favor de éste último.
Añádase que el fascismo español actual, al igual que el histórico, es profundamente antinacional a pesar de su discurso nacionalista. Esto se constata en las declaraciones de Iván Espinosa de los Monteros durante la entrevista concedida al repugnante periodista Jaime Bayly, hablando reiteradamente en favor de EEUU y mostrando su «tranquilidad» por tener a su lado a tan «fiable aliado»:
«Iván Espinosa de los Monteros: Es afortunado que estemos siempre en manos de un país como EE.UU. que tenga que poner esas tropas». (Entrevista en Jaime Bayly Show, 4 de marzo de 2019)
A la hora de la verdad, este excéntrico chovinismo nacional es inservible para defender a su país de la dominación y tejemanejes extranjeros. El fascismo protege al capital financiero que no se caracteriza precisamente por interesarse por los problemas nacionales, sino por vender la patria al mejor postor. A servir, si es preciso, a un imperialismo más potente, como hizo Franco con el imperialismo estadounidense. Ojo, no hay que confundir estas relaciones de tutelaje y dependencia con postulados tercermundistas. El Estado español es un país imperialista altamente desarrollado y con una enorme presencia en el exterior:
«En la era de la globalización, todo país, incluso los países imperialistas, tienen grandes vínculos económicos entre ellos, algunos incluso dependen de otras potencias imperialistas de mayor peso o han delegado su soberanía en grandes organismos supranacionales como la UE. Eso no implica plantear la ridiculez de que en España las tareas de la revolución se centran gran parte en un antiimperialismo casi tercermundista como aquí nos intentan plantear algunos. En este contexto donde las multinacionales españolas esquilman los recursos de América, tratar de dar primacía en las tareas revolucionarias político-económicas del país, a rasgos inexistentes de feudalismo o centrar todo en la influencia de otros imperialismos en los manejos del país, sería poco menos que emular los peores posicionamientos socialchovinistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2020)
La Iglesia, íntima aliada de Vox
«España contestó siempre con la afirmación católica. La interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera, pero es además, históricamente, la española. Por su sentido de catolicidad, de universalidad, ganó España al mar y a la barbarie continentes desconocidos. Los ganó para incorporar a quienes los habitaban a una empresa universal de salvación. (...) Falange Española considera al hombre como conjunto de un cuerpo y un alma; es decir, como capaz de un destino eterno; como portador de valores eternos». (Falange Española; Puntos iniciales, 7 de diciembre de 1933)
¿Y Vox qué opina de lo que decía este monaguillo de la reacción clerical?
«España desde su constitución como Imperio –es decir, desde su constitución como sociedad política– ha sido siempre una monarquía. (...) España es una sociedad católica –y no protestante, ni islámica, ni judía, por ejemplo– en cuanto que buena parte de las costumbres de sus habitantes están determinadas por el ceremonial católico». (Santiago Abascal y Gustavo Bueno; En defensa de España. Razones para el patriotismo español, 2008)
En primer lugar: esta es una afirmación cuanto menos «arriesgada», habiendo sido España uno de los países con más explosiones populares de anticlericalismo en la Edad Moderna y Contemporánea.
En segundo lugar. Según un informe reciente de la Fundación Ferrer y Guàrdia, el número de practicantes cae al 26%, los ateos son ya el 27%, solo un 14% marca únicamente la casilla de la Iglesia Católica en la declaración de la renta, el 46% de los niños que nacen en España lo hacen fuera del matrimonio y el 46% de los estudiantes de la ESO cursan actividades alternativas a la religión.
En tercer lugar. Si estos datos no le parecen objetivos al lector por la fuente que utilizamos, seamos generosos, y preguntémonos mejor qué considerar catolicismo para declararlo como esencia de un país y, por ende, de sus habitantes. Si echamos una ojeada rápida a la sociedad, queda claro que el catolicismo, en el sentido estricto de sus últimos concilios, es tan poco común a España y sus gentes como a casi cualquier país moderno. Si consideramos como católicos a quienes van a misa todos los domingos y cumplen rigurosamente con los sacramentos, el número de católicos es escaso. Si queremos considerar como «católicos» a quienes no tienen un desconocimiento casi absoluto del Viejo y Nuevo Testamento, no tendremos a muchos, pero el listón lo estamos poniendo muy bajo para los feligreses del catolicismo. En cambio, si aceptamos «buenos católicos» a quienes no cumplen casi ninguna de las normas de su doctrina, pero amontonan crucifijos o estampitas de santos por toda la casa, habrá muchos afines a la causa. Y si aceptamos como «costumbre católica» el no interesarse lo más mínimo en qué se celebra en eventos como la Semana Santa y la Navidad, sino simple y únicamente considerarlas como épocas de descanso o desinhibición, entonces claro que el catolicismo puede ser considerado común a muchos españoles, incluso a muchos de los agnósticos y todo tipo de cristianos no practicantes. Pero eso no marca la esencia «católica» de España, sino que demuestra todo lo contrario: que el país tiene poco apego por sus reglas y su moral religiosas.
Es más, el país no puede ser de «esencia católica» porque ni siquiera la mayoría de católicos que sí cumplen con las rutinas y liturgia del mismo son ejemplos de llevar una «vida moral recta», como tanto presumen y reclaman a los impíos. Véase como prueba en la España de las últimas décadas los grandes escándalos de pedofilia, la «terrible sodomía» entre curas o la compra-venta de recién nacidos entre los jefes de la Iglesia Católica. Tampoco seremos nosotros quienes se opongan a un matrimonio sin amor, pero el mismo señor Abascal es divorciado, algo que, según las «Escrituras Sagradas», va en contra de Dios –revisen señores devotos los pasajes del Génesis o Corintos–.
Queda claro que la esencia de España no puede ser el catolicismo, ya que cada uno interpreta ese catolicismo a su manera. Si la influencia del catolicismo en España es prácticamente nula en las vidas de las personas, habría que ver hasta dónde se reduciría su trascendencia en un gobierno comunista donde no se financiase a su iglesia ni se promocionase sus dogmas; donde, en cambio, se financiase la educación y visión del ateísmo científico. Seguramente, en unas décadas, lo más trascendente del catolicismo estaría en los nombres bíblicos de algunas personas, o en aquellos nombres que le son comunes a los apóstoles y a algunos de los pueblos del país.
Por supuesto para Vox, su fin, su programa económico es seguir subvencionando a la religión y sus centros de enseñanza.
Sobre la mujer y la cuestión del aborto se decía:
«¿Qué regulación alternativa proponen, el modelo de supuestos que propugnaba Gallardón o la derogación total del aborto?
Sí, queremos la derogación de la ley zapateril, y la aprobación de una nueva ley que se encamine a lograr el deseable objetivo de aborto cero». (Entrevista a Santiago Abascal en Infovaticana, 6 de junio de 2016)
Para entender este tipo de comentarios que beben de un idealismo filosófico, aunque de tipo religioso, recomendamos al lector repasar las entradas sobre religión.
De hecho, parte de los elementos tránsfugas del PP a Vox, son los más afines a esta postura:
«Lourdes Méndez Monasterio. Abogada. También fue representante del partido de Pablo Casado durante tres legislaturas, entre los años 2004 y 2016. Además, ocupó el cargo de consejera de Trabajo en el Gobierno autonómico de Ramón Luis Valcárcel entre 2002 y 2004. Sus intervenciones políticas se han centrado en criticar la interrupción voluntaria del embarazo. Esta política rompió en 2015 la disciplina de voto del partido al no posicionarse a favor de la reforma de la ley del aborto promovida por el Gobierno de Mariano Rajoy». (El diario.es; Quiénes son los 24 diputados de Vox en el Congreso, 28 de abril de 2019)
¿No es este el discurso de Vox hoy pero más edulcorado?
En mitad de una pandemia mundial Abascal nos traía esperanza. ¿Cómo se saldrá de la crisis? ¿Habrá más inversión en I+D, en sanidad, educación? ¿Se abolirán los gastos destinados para la ociosa la monarquía o la decrépita Iglesia? ¡No! ¡A base de rezos y fe!
«Aprovechemos las lecciones de esta crisis tenebrosa para convertirnos en un país avanzado científica y tecnológicamente y que brillen en España, con la ayuda de Dios, la confianza en nosotros mismos, la ciencia y la investigación». (Santiago Abascal; Discurso, 12 de abril de 2020)
¿Qué podemos decir? La humanidad quizás hubiera avanzado más en estos siglos si en lugar de desperdiciar sus energías sacando a pasear retratos inanimados de madera por las calles o jalear la matanza de un animal sin más fin que la diversión, se hubiera dedicado con más tesón a investigar el funcionamiento del mundo, a hacer accesible sus conocimientos al «vulgo». Pero, claro, ya sabemos que estos personajes se encargan de que esto no ocurra. Ahí está Vox, adalid del oscurantismo medieval, solo que ahora estos fascistoides de siempre, sabedores de que su ideología religiosa está de capa caída, ruegan «piedad» y «libertad de expresión» –la que ellos siempre han negado a otras creencias– para sus patochadas. Con un siempre patético relativismo filosófico, intentan hacer conjugables religión y ciencia, es decir, ¡agua y aceite! Véase el capítulo: «La Escuela de Gustavo Bueno y su promoción de la religión en la filosofía y cultura de la nación» (2020).
En todo caso, «con la Iglesia hemos topado». Los dirigentes de Vox, que son amigos y parte activa de esta Iglesia Católica, cierran sus discursos con un «Dios bendiga a España» y que «otorgue salud a todos» –bueno, más bien a los «españoles de bien», pero eso ya es secreto entre el feligrés y el Altísimo–. Lo cierto es que hasta ahora no conocemos en la historia una crisis que se haya solucionado con el famoso «Dios proveerá». Muy por el contrario, el creador más bien parece divertirse viendo como su creación se destruye cual niño disfruta viendo pelear a las hormigas que ha juntado en el circo de gladiadores que ha improvisado. Por fortuna, los representantes de Dios en la tierra, como el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, tienen claro lo que no debemos hacer durante una pandemia. Iluminándonos con las siguientes palabras de sabiduría:
«Literalmente afirmó: «El demonio existe en plena pandemia, intentando llevar a cabo investigaciones para vacunas y para curaciones. Nos encontramos con la dolorosísima noticia de que una de las vacunas se fabrica a base de células de fetos abortados. Así de claro. Y eso es inhumano, eso es cruel, y ante eso no podemos alabarlo ni bendecirlo, todo lo contrario». (...) «Podemos luchar con otras maneras de actuar, a favor del hombre, no contra el hombre, y eso es ir en contra del hombre, eso es despreciar al hombre mismo, primero se le mata con el aborto y después se le manipula para ¡qué bueno, ¡mira qué bien! ya tenemos una vacuna. No señor, tenemos una desgracia más, obra del diablo. Eso es lo que quiere el diablo». (Cadena Ser; Cañizares: «Una vacuna del coronavirus se fabrica a base de células de fetos abortados y es obra del diablo», 15 de junio de 2020)
La pregunta es, ¿si Dios es «omnisciente», no sabía de la rebelión de Lucifer, el Ángel Caído, el Diablo? Si Dios es «benévolo» y «todopoderoso», ¿por qué deja que el Diablo atormente a los mortales? Algunos responderán que fue porque «Eva mordió la manzana tentada por el Diablo», ¿y qué Dios ecuánime es ese que me hace pagar por lo que un supuesto ancestro hizo en su día? ¿Por qué la humanidad tendría que aguantar el dolor y enfermedad porque el Diablo haya sido travieso y Eva una ingenua? Pero mejor dejemos el debate teológico para otro día ya que deshacer el entuerto de todas las contradicciones de la Biblia nos llevaría horas. Véase la obra: «Materialismo dialéctico y religión; en conflicto permanente» de 2011. Véase la obra: «Materialismo dialéctico y religión; en conflicto permanente» (2011).
El viejo populismo del fascismo
Pero, ¿cómo podemos definir rápidamente que es el populismo? ¿Es algo exclusivo de este movimiento o se ha dado en otras corrientes?:
«¿Qué es el populismo? Si nos plegamos a sus raíces etimológicas tendríamos que comprenderlo como relativo a pueblo; pero resulta evidente que los términos evolucionan en su contenido y significado y se alejan de sus raíces. Dicho esto, y a efectos de este espacio, populismo es aquella «estrategia» en el marco del ejercicio del poder –como gobernante o como opositor– bajo la dictadura de la burguesía ya sea en su forma democrático burguesa o en su forma fascista que es indisoluble a la demagogia, el pragmatismo y el oportunismo. Su función principal es enmascarar el verdadero sentido de las políticas que tienen por objeto el fortalecimiento de la clase en el poder pero justificadas en un «pretendido bien superior»; por ejemplo y el más común: «el bien general del pueblo»; dicho de otro modo, su objetivo es la alienación de las masas.
Vale decir que el populismo no es una característica exclusiva de la izquierda burguesa –revisionista, reformista, etc.–, sino de todo el espectro político burgués, su cara visible es el asistencialismo-caritativo; por ejemplo: el ultraderechista Álvaro Uribe desarrolló en Colombia programas de asistencia escolar, merienda escolar, programas de vivienda, etc., al tiempo que profundizaba el vaciamiento de contenido de los derechos económico-políticos a través de la extinción de los derechos laborales, etc. El mismo procedimiento emplean los gobernantes de izquierda burguesa en Latinoamérica que engañan a los pueblos diciendo que ese asistencialismo es un embrión del socialismo, cuando se trata del capitalismo de siempre. Lo esencial a comprender es que esta estrategia, allá donde se ejerce, tiene como finalidad aminorar las «condiciones objetivas» que conduzcan a procesos revolucionarios proletarios; al tiempo que con la propaganda reducen las «condiciones subjetivas». Es decir, es un mecanismo destinado a prolongar artificialmente al capitalismo en crisis, no obstante, a veces se desarrolla con objetivos meramente cosméticos, los ejemplos más oportunos son los «programas sociales» de las entidades empresariales monopólicas. El fascismo también ha utilizado de forma constante el populismo, sobre todo desde la oposición política –a veces sirviendo como trampolín al poder–. Lo ha hecho apoyándose en casos de corruptelas del gobierno burgués de turno –jurando que ellos acabarían con esa corrupción–, de humillaciones nacionales de la Patria por otras potencias –jurando restablecer ante el pueblo el «honor nacional»–, pretendiendo sentir repulsa por los «abusos de las clases altas» –clamando su fin– y queriéndose proclamar siempre como una «tercera vía» entre los «abusos de las clases altas» hacia el pueblo y el radicalismo y ateísmo del marxismo que quiere destruir a las clases altas como tal –hablamos de «clases altas» y no de clases explotadoras, siguiendo el hilo de que los fascistas no reconocen los análisis marxistas sobre la plusvalía y no ven explotación en el sistema capitalista–, elementos que desembocan en engañar a las masas trabajadoras, distraerlas y desviarlas de la revolución». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico: Populismo, 2015)
A diferencia de otras formaciones europeas, Vox no ha tenido mucho énfasis de agitación y trabajo dentro de los barrios obreros para ganarse el voto proletario, tampoco del asistencialismo, aunque sí ha mostrado dotes para el populismo barato:
«Los de Vox consiguieron 24 escaños y 2,7 millones de votos, pero su estrategia, que pasaba por hacerse fuerte en Madrid asegurándose el voto de los electores acomodados desencantados con el PP y entrando en los barrios obreros, como ha ocurrido con otras fuerzas de ultraderecha europeas, no acabó de funcionar.
Vox no ha podido conquistar los barrios pudientes madrileños y ha pinchado en las zonas obreras, según se desprende de los resultados oficiales. En el distrito de Retiro, uno de los más prestigiosos de la capital, Vox fue la cuarta fuerza con 11.658 votos, el 14,6%, muy por detrás del PP, que logró 21.539 sufragios, el PSOE y Ciudadanos.
En Salamanca, otra de las zonas acomodadas de la ciudad, los de Abascal quedaron terceros con el 18% de los sufragios, mientras que el PP alcanzó el 32% y rozó los 30.000 votos y los de Albert Rivera lograron el 21,7% de los sufragios. Algo parecido ocurrió en Moncloa Aravaca, también de alto nivel, donde Vox solo pudo situarse en cuarto lugar por detrás del PP de Pablo Casado, del PSOE de Pedro Sánchez y de Cs.
El partido de Abascal tampoco ha conseguido su objetivo de penetrar en los barrios obreros de la ciudad. Así, en Puente de Vallecas solo consiguió 9.832 votos, frente a los casi 45.000 que se llevó el PSOE. En Villaverde también fue quinta fuerza con algo más de 7.000 votos. Un resultado que se repitió en San Blas, con 9.900 sufragios, Usera, con 6.402, e incluso en las áreas del centro de la capital como Madrid-Centro (6.638 sufragios) o Arganzuela (10.800).
En los pueblos de la Comunidad de Madrid se produjo un resultado más o menos similar. En las localidades de elevado nivel adquisitivo como Boadilla del Monte, donde ganó Ciudadanos con el 28% de los votos, Vox solo logró la tercera plaza, lo mismo que en Las Rozas, donde alcanzó un 19% de votos, en Mahadahonda o en Pozuelo de Alarcón.
En las ciudades populares, como Getafe o Móstoles, la formación de Abascal fue quinta precedida por el PSOE, el PP, Ciudadanos y Podemos y en Fuenlabrada solo logró el 12% de los votos, pero se hizo con la cuarta plaza al superar al PP, que solo sedujo al 10% de los votantes». (La Vanguardia; Vox no triunfa en el Madrid acomodado y pincha en los barrios obreros, 2 de mayo de 2019)
Los intentos para las municipales de mayo de 2019 para virar hacia un tono obrerista parecen haber acabado en fracaso. Aquellos eslóganes del «Madrid de las pequeñas cosas», de ser «el partido de los que madrugan» o de quejarse porque el centro de la ciudad quiere ser convertido por Podemos/PSOE en un núcleo «para ricos que se pueden pagar coches eléctricos», no han surtido mucho efecto. De nuevo les ocurre a los viejos falangistas, ¡quizás vender ese discurso es complicado trayendo a Cortes a marqueses y señoritos! Hoy día los barrios obreros de Madrid o de las ciudades colindantes no tragaron el anzuelo ni parece que vayan a hacerlo según los sondeos y asistencia a los mítines de Vox en dichas zonas. En especial porque no es un discurso trabajado previamente, por tanto, es torpe y no creíble. En un futuro sin duda sí podrán refinarlo.
Ahora el líder de Vox, como buen demagogo falangista entona el discurso contra el rico pese a ser el partido que mejor los representa en el parlamento:
«El presidente de Vox ha señalado que, en el ámbito económico, «viene una crisis a golpearnos de nuevo y nos va a encontrar divididos por el separatismo regional, el separatismo de los partidos y los viejos odios que quiere despertar el señor Sánchez». Ha sido en este momento en el que Abascal ha introducido el lema de uno de los ideólogos de la Falange. «(La crisis) nos va a encontrar sin unidad nacional, sin seguridad jurídica y sin agua para todos. Para los españoles más humildes, España es su único patrimonio. Solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria», ha sentenciado, cerrando el bloque». (La sexta; Abascal utiliza argumentario de Falange en el debate: «Solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria», 5 de noviembre de 2019)
Ciertamente, pero nosotros oponemos un eslogan mucho más claro que no deja lugar a dudas:
«¿Qué España representan ellos? Sobre este asunto, hay que hacer claridad. (...) No es posible que continúen engañando a estas masas, utilizando la bandera del patriotismo, los que prostituyen a nuestro país, los que condenan al hambre al pueblo, los que someten al yugo de la opresión al noventa por ciento de la población, los que dominan por el terror. ¿Patriotas ellos? ¡No! Las masas populares, vosotros, obreros y antifascistas en general, sois los patriotas, los que queréis a vuestro país libre de parásitos y opresores; pero los que os explotan no, ni son españoles, ni son defensores de los intereses del país, ni tienen derecho a vivir en la España de la cultura y del trabajo». (José Díaz; La España revolucionaria; Discurso pronunciado en el Salón Guerrero, de Madrid, 9 de febrero de 1936)
Por si no se ha enterado Abascal lo de parásito iba por él y sus chiringuitos cobrando a sueldo de la nación –la fantasmagórica Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social–. ¿Pero que ha hecho Vox para combatir a estos «ricos apátridas»?:
«En Andalucía, Alonso saltó a la fama cuando defendió el rechazo de su formación a la proposición no de ley de Adelante Andalucía para implantar un impuesto a la banca. Lo hizo realizando una encendida defensa de los ricos.
«Los ricos siguen siendo ricos y los pobres son cada vez más pobres. Y la clase media, pues no sube a ser rico. La clase media baja a ser pobre. Entonces, tenemos que trabajar en engrosar la clase media. Olvídense de los ricos, los ricos son ricos por naturaleza», expresó Alonso». (El Plural; El sindicato de Vox, Solidaridad, elige como líder al político empresario que saltó a la fama por defender a los ricos, 14 de septiembre de 2020)
La política migratoria de Vox
Vox ha traído propuestas radicales y absurdas antiinmigración –como construir un muro en Melilla a lo Trump–:
«El presidente de Vox, Santiago Abascal, es partidario de que un muro separe la frontera de Ceuta y Melilla con Marruecos. Y piensa que «quizá» lo debería pagar Marruecos. Mientras se construyen esos muros Abascal propone que sea el ejército el que vigile la frontera, función actualmente encomendada a las fuerzas de seguridad». (Antena 3; Abascal propone un muro como el de Trump en Ceuta y Melilla pagado por Marruecos, 29 de abril de 2019)
Un evidente discurso xenófobo –falseando el número de delitos cometidos por inmigrantes–:
«Hay quienes parecen aferrarse esperanzados a la idea de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. En los últimos días, el líder del partido ultraderechista Vox ha tratado de inocular la idea de que la violencia de género es culpa de los extranjeros. Incluso ha llegado a decir en varias entrevistas –El Norte de Castilla, Intereconomía, EsRadio, El programa de Ana Rosa– que la mayor parte de las agresiones y asesinatos por violencia machista son a manos de extranjeros y que este dato se oculta. Pero lo cierto es que ambas afirmaciones son falsas: ni la mayor parte de los asesinatos han sido cometidos por extranjeros ni este dato se oculta: es más, cualquier ciudadano puede comprobarlo. Así lo han denunciado desde la plataforma Newtral. Desde esta plataforma han comprobado que «según los datos oficiales, cerca del 70% de los asesinatos por violencia de género de los últimos cinco años fueron cometidos por hombres nacidos en España». Con datos publicados por el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, puede verse que en 2017 el 66,7% de los asesinatos fueron cometidos por españoles; en 2016, el 65,3% también fueron cometidos por españoles, en 2015 el 73,3%, etc». (Público; No, la mayoría de asesinatos machistas no son cometidos por extranjeros: el bulo difundido por el líder de Vox, 6 de diciembre de 2018)
Recientemente, Vox volvió a ser eco de los medios por sus escandalosas mentiras:
«Un mena 4.700 euros al mes. Tu abuela 426 euros de pensión al mes». El cartel electoral de Vox en plena Puerta del Sol se ha convertido en el eje de la campaña madrileña del 4-M en sus primeros días. Pero ¿qué hay de cierto en que la Comunidad pague a los menores extranjeros no acompañados esa cantidad? Nada. (...) En el caso concreto de Madrid, con fecha del 31 de marzo: la comunidad asiste a 3.709 menores, de los cuales 2.637 son españoles (71,1%) y 1.072 son extranjeros (28,9%). De estos últimos, 269 son menores extranjeros no acompañados, lo que representa un 7,25% del total. Estos últimos son a los que Vox coloca en el disparadero. (...) Venga de donde venga el dato –algo que Vox se niega a facilitar–, fuentes del Gobierno regional insisten a La Vanguardia en que ese presupuesto destinado por plazas se emplea en mantener los centros donde son acogidos los menores –«al margen de la nacionalidad», insisten–, en el sueldo de los educadores sociales, profesores o personal sanitario y, por supuesto, en el mantenimiento diario de los menores: desde la alimentación hasta la vestimenta que necesiten. (...) De lo que sí disponen algunos menores –que tienen todos los gastos cubiertos– es de una pequeña asignación con fines educativos relacionados con el proceso de crecimiento y maduración como cualquier menor en familia puede tener su paga. Esta cantidad, según las fuentes consultadas, ronda los 10 euros semanales. 40 euros al mes». (La Vanguardia; El bulo xenófobo de Vox: la ultraderecha da cifras falsas del gasto en menores migrantes, 24 de abril de 2021)
Vox y el Colectivo LGTB
En cuanto a la clásica homofobia –en especial hacia la comunidad gay–, se ha rebajado, pero hay resquicios muy evidentes:
«Entrevistadora: ¿Cuál es la postura de su partido en tema del matrimonio gay?
Santiago Abascal: El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, pero entendemos que tiene que haber una regulación de las uniones civiles y, por cierto, no nos oponemos a ningún colectivo, porque no creemos en los colectivos…
Entrevistadora: ¿Habla del colectivo LGTB?
Santiago Abascal: Sí. Y lo digo porque hay muchas personas homosexuales que piensan igual que nosotros. Hay muchas personas homosexuales que están en Vox y piensan lo mismo. Y en cuanto hablan de estas cosas…
Entrevistadora: ¿Que piensan qué?
Santiago Abascal: Bueno, pues que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer». (Entrevista a Santiago Abascal en Ana Rosa, 8 de diciembre de 2018)
La condición de un homosexual para ingresar en VOX parece ser, pues, tenerle aversión a la idea de querer formar un matrimonio. ¿Cómo sino se explica que nieguen la posibilidad de matrimonio entre personas de un mismo sexo? O eso, o el argumento de Abascal para intentar esquivar las obvias acusaciones de homofobia se reducen al típico bluf de acomplejado de su homofobia de «bueno, yo tengo amigos gay que...». En otra ocasión en un mitin se dijo:
«Somos partidarios de quitar la bandera de los gais y las lesbianas del Casino de Huesca. Porque cada uno, su orientación sexual, en su casa y en su cama»: es parte del discurso de un representante de Vox en Huesca ante los «olés» y los aplausos de los presentes. La formación de Santiago Abascal continúa su cruzada contra los colectivos LGTBI». (La Sexta; Un representante de Vox en Huesca: «Queremos quitar la bandera gay. La orientación sexual de cada uno en su casa y en su cama», 29 de enero de 2019)
Vox ha llegado a defender las famosas terapias de choque contra la homosexualidad:
«Rocío Monasterio y miembros de los sectores más ultraconservadores de la sociedad madrileña impulsaron un manifiesto en contra de la Ley de Protección Integral contra la LGTBifobia. Sin embargo, quisieron ir más allá y enviaron un escrito al Defensor del Pueblo en el que se solicitaba un recurso de inconstitucionalidad a esta «ley totalitaria» y levantar la prohibición de las «terapias de conversión». (...) Por supuesto, dentro de esta ley se prohíbe la organización de «terapias aversivas», algo que desata las iras de este grupo de ultracatólicos. Por este motivo, en el escrito destacan que este texto atenta directamente contra varios derechos constitucionales. (...) Por tanto, enfatizan que la «sanidad madrileña prohíbe las terapias aversivas o cualquier otro procedimiento que suponga un intento de conversión , anulación o supresión de la orientación sexual o de la identidad de género autopercibida». (El Plural; Monasterio pidió al Defensor del Pueblo que se permitieran las «terapias para gays», 7 de junio de 2019)
Sobra comentar que en estas pretendidas terapias, frecuentemente regentadas por dudosos profesionales, no hay evidencias empíricas de que el sujeto consiga cambiar la orientación sexual ni que la terapia se base en conocimientos y rigor científico de ningún tipo:
Siendo más tajantes, insistían:
«Fernando Paz, el número uno en las listas de Vox al Congreso en la provincia de Albacete, es un escritor que se ha manifestado en varias ocasiones sobre el colectivo homosexual y ha despertado la ira por sus manifestaciones, que se tildan de homófobas. Ayer, en una entrevista concedida al programa «Espejo Público», Paz volvió a hacerlo: sembró la paz.
Paz aseguró que «la familia natural es la unión de un hombre y una mujer». En este sentido, aseguró que «una pareja gay con un niño o una madre soltera que adopta un hijo no es una familia natural».
«Miles de años de experiencia de la humanidad no los borra la iluminación de Zapatero hace diez años», señaló, al tiempo que consideró que «hay una corriente de esterilidad en todo Occidente».
«Si tuviera un hijo gay lo que haría es ayudarle, hay terapias para reconducir su psicología», apuntó en la entrevista. «Yo les quiero educar en mis valores y normas», zanja». (ABC; «Una pareja gay con un niño no es una familia natural. Necesita terapia», 21 de marzo de 2019)
En definitiva, de nuevo intentan ocultar con ciertos malabarismos y sutilezas lo que realmente son: homófobos de toda la vida.
¿Qué cultura promueve Vox? La tauromaquia y el galanteo
Incluso hemos visto en la evolución del fascismo actual vemos como intentar aunar en su seno a la etnia y cultura gitano-española sin los remilgos de antaño. Ahora intentan acercarse a ellos y animar los ritos y costumbres más reaccionarios para hacerlo pasar como valores que concuerdan con los valores universales de lo que ellos consideran «cultura hispana». Esto supone una propia incongruencia para el pueblo gitano, que históricamente ha sufrido en sus carnes la persecución de su etnia-cultura bajo el franquismo, así como en regímenes anteriores, donde se emitían decretos oficiales contra los gitanos.
Esta postura pragmática de Vox de aprovecharse de ciertas costumbres retrógradas de los «patriarcas gitanos» como el concepto de familia patriarcal-católica.
Todo esto confirma la máxima de que:
«Dejando atrás a todas las demás formas de la reacción burguesa, por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Evidentemente, la mayoría del colectivo gitano desprecia a Vox enormemente porque los ven como los clásicos «payos» señoritos y terratenientes que siempre han escupido a su pueblo.
Aquí no acaba el show. Las mujeres de Vox han salido a la palestra a reivindicar las costumbres caballerescas hacia las mujeres:
«Rocío de Meer intervino en el mitin del partido en Almería. La diputada de la formación de extrema derecha alegó que echa de menos al «genuino caballero español». De Meer ha exaltado los buenos modales de este individuo, educado para ceder el paso y «proteger y cuidar a la mujer». (...) Pero, por si no fuera suficiente, durante su intervención en el mitin de ultraderecha parafraseó un artículo dedicado en 1949 por Camilo José Cela al fundador de la Legión, Millán Astray. Además, leyó también un extracto de un poema del jesuita Ramón Cué, autor de Caudillo triunfador, una exaltación explícita a Francisco Franco». (El Plural; La diputada de Vox que echa de menos a los «caballeros que cuidan a la mujer», 20 de mayo de 2019)
Por si alguien no sabe qué eran las costumbres y affairs del amor caballeresco de la Edad Media, léase la magnifica obra de Friedrich Engels: «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado» (1884).
Recordemos a estas mujeres que opinaban los «caballeros» fascistas sobre las de su género:
«Ni las matemáticas, ni la geografía, ni la pintura, ni la música –la ciencia o el arte, en fin– deben a la mujer casi nada en su global progreso. (...) Huelga que le diga que no soy partidario de darle el voto a la mujer. (...) No confío en el voto de la mujer. (...) Las mujeres no harán más que redoblar con su voto el voto masculino, con sus defectos; no teniendo, por tanto, el de ellas trascendencia en el camino futuro de España. (...) Cuando la mujer intervenga en la gobernación del Estado, ¿no cree usted que defenderá a sus hijos contra la guerra, evitando que le arrebaten y destruyan lo más preciado de su labor y de su vida? La educación a los hijos en el odio a la guerra. Los haría cobardes solamente. Los hombres necesitan la guerra. Si usted la cree un mal, porque necesitan del mal. De la batalla eterna contra el mal sale el triunfo del bien, dice San Francisco. La guerra es absolutamente precisa e inevitable. La siente el hombre con un imperio intuitivo, atávico, y será en el porvenir lo que fue en el pasado. ¿Los pueblos sin guerra?». (José Antonio Primo de Rivera; La Voz, de Madrid, 14 de febrero de 1936)
Todo esto no es un afán cualquiera, sino el viejo intento de homogenizar la cultura española a un estándar único en el que no hay cabida para la diferenciación; es el viejo intento por estandarizar la superestructura en puntos que entienden esenciales para la persuasión de las mayorías. Reiteramos lo dicho, el fascismo surge para proteger al gran capital dado el caso, y claro es que bajo un sistema económico mercantil acabado como el «capitalismo monopólico globalizado» la homogeneidad no solo permite el control de la sociedad con medidas propagandísticas más simples, sino que facilita la explotación económica de las masas a través de procesos productivos simplificados y estandarizados, así también facilita el «expolio» de las masas a través del consumo que aparenta ser amplio pero que objetivamente tiene poca variación, esto no solo ocurre al interior de un Estado como España, sino entre los demás Estados, de tal manera que por ejemplo un mismo producto puede ser introducido en varios mercados sin presentar ninguna variación provocada por la cultura.
Por supuesto, desde Vox también hay una exaltación fanática de las tradiciones retrógradas como la tauromaquia:
«¿Qué es para ti la tauromaquia y como la vives?
Para mí la tauromaquia es un arte, un arte que tiene que ver de una manera muy estrecha con la identidad de España, y que yo como vasco he visto de una manera emocionante en muchas ocasiones porque ¿dónde se va a escuchar un pasodoble en mi tierra si no era en la plaza de toros? En un mundo donde se querían eliminar todas las señas de España parecía que lo único que entraba por esa rendija de luz pequeña que algunos permitían era todo lo relacionado con la tauromaquia y lo que le rodeaba, la música». (Entrevista en el Burlladero.tv, 4 de mayo de 2015)
Sobre la religión en España se toma como seña de identidad nacional y se insta a «preservar los valores superiores del catolicismo en Europa»:
«Rubén: Sr.Abascal: Con respecto a los católicos, y a la su jerarquía, ¿Cual es la posición de Vox con respecto a la Iglesia, y los proyectos de colaboración conjunta que están dispuestos a fomentar, así como el papel político que ustedes darían a esta Confesión, que es la mayoritaria en España, con respecto a otras como el Islam?
Nuestra identidad y la de toda Europa es cristiana y eso hay que preservarlo porque nuestros valores son superiores y dignifican al hombre. Yo no quiero la islamización de Europa porque va contra lo que somos, contra lo mejor de nosotros. La separación entre Iglesia y Estado es un principio netamente cristiano. El Islam es una ideología política que busca la conquista del Estado». (Entrevista a Santiago Abascal en Infovaticana, 6 de junio de 2016)
Ni siquiera haría faltar contestar a esta cultura nacional que abandera Vox, solo decir:
«En cada cultura nacional existen, aunque no estén desarrollados, elementos de cultura democrática y socialista, pues en cada nación hay una masa trabajadora y explotada, cuyas condiciones de vida engendran inevitablemente una ideología democrática y socialista. Pero en cada nación existe asimismo una cultura burguesa –y, además, en la mayoría de los casos, ultrarreaccionaria y clerical–, y no simplemente en forma de «elementos», sino como cultura dominante. Por eso, la «cultura nacional» en general es la cultura de los terratenientes, de los curas y de la burguesía. (…) Al lanzar la consigna de «cultura internacional de la democracia y del movimiento obrero mundial», tomamos de cada cultura nacional sólo sus elementos democráticos y socialistas, y los tomamos única y exclusivamente como contrapeso a la cultura burguesa y al nacionalismo burgués de cada nación. Ningún demócrata, y con mayor razón ningún marxista, niega la igualdad de derechos de los idiomas o la necesidad de polemizar en el idioma propio con la burguesía «propia» y de propagar las ideas anticlericales o antiburguesas entre los campesinos y los pequeños burgueses «propios». (…) Quien defiende la consigna de la cultura nacional no tiene cabida entre los marxistas, su lugar está entre los filisteos nacionalistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre la cuestión nacional, 1913)
III
Los comunistas, las elecciones y el fascismo
«¿En qué consisten las causas principales de la precariedad de la dictadura fascista? El fascismo, que pretende superar las divergencias y las contradicciones existentes en el campo de la burguesía, viene a agudizar todavía más estas contradicciones. El fascismo intenta establecer su monopolio político, destruyendo por la violencia los demás partidos políticos. Pero la existencia del sistema capitalista, la existencia de diferentes clases, la agudización de las contradicciones de clases conducen inevitablemente a sacudir y derribar el monopolio político del fascismo. (...) Otra de las causas de la precariedad de la dictadura fascista estriba en que el contraste entre la demagogia anticapitalista del fascismo y la política del enriquecimiento más rapaz de la burguesía monopolista permite desenmascarar el fondo de clase del fascismo, quebrantar y reducir su base de masas. (...) Llevando a cabo la política del nacionalismo económico –autarquía– y apropiándose la mayor parte de los ingresos de la nación para la preparación de la guerra, el fascismo socava toda la economía del país y agudiza la guerra económica entre los Estados capitalistas. Imprime a los conflictos, que surgen en el seno de la burguesía, un carácter violento y no pocas veces sangriento, minando así la estabilidad del poder estatal fascista a los ojos del pueblo. Un poder, que asesina a sus propios partidarios, como aconteció en Alemania el 30 de junio del año pasado, un poder como el fascista, contra el cual lucha con las armas en la mano otra parte de la burguesía fascista –putsch nacionalsocialista de Austria, las luchas violentas de distintos grupos fascistas contra los gobiernos fascistas de Polonia, Bulgaria, Finlandia y otros países–, este poder no podrá mantener durante mucho tiempo su autoridad a los ojos de las extensas masas pequeñoburguesas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
¿Pero significa eso que el auge del fascismo dentro de la democracia burguesa o una vez llega al poder, se descompone él solo por sus propias contradicciones? Para nada:
«Al liquidar los restos de la democracia burguesa y elevar la violencia abierta a sistema de gobierno, el fascismo socava las ilusiones democráticas y la autoridad de la ley a los ojos de las masas trabajadoras. (...) La clase obrera tiene que saber aprovechar las contradicciones y conflictos existentes en el campo de la burguesía, pero no debe hacerse ilusiones de que el fascismo puede asfixiarse por sí solo. Sólo la actividad revolucionaria de la clase obrera». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Ya entre las filas de Vox se están manifestando el descontento y choques internos debido al funcionamiento caciquil, al nepotismo en los puestos y demás lacras clásicas de los partidos burgueses y fascistas:
«Un manifiesto publicado hoy por varios exdirigentes y miembros de Vox a los que les une «el desengaño con un partido que se convirtió en un chiringuito para mayor «gloria» y sustento de su actual presidente, Santiago Abascal», ha pedido el voto al Partido Popular de Pablo Casado, a quien «verdaderamente teme» la izquierda «desleal».
Los firmantes del texto ocuparon diversos cargos de responsabilidad en Vox –vicepresidentes y coordinadores provinciales o de distrito– y se unieron a un proyecto «como alternativa al Partido Popular de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, en el que muchos vimos la lejanía de sus valores y principios y el incumplimiento de las promesas que nos llevaron a darle una holgada mayoría absoluta en noviembre de 2011».
Sin embargo, aseguran que el desenlace de las elecciones europeas de 2014 «destapó la verdadera cara de Abascal y la de su entonces delfín Iván Espinosa de los Monteros –Javier Ortega y Rocío Monasterio no eran nada entonces–: quedarse con el partido en el que Alejo Vidal-Quadras los recibió muy generosamente».
Acusan a Abascal de traicionar a los «verdaderos fundadores» de Vox y de haber convertido al partido «en un centro de manipulación y de colocación de familiares y amigos».
De los resultados del 28-A, destacan la necesidad de «hacer una llamada de atención a los buenos españoles» por el «efecto nocivo que ha tenido la dispersión del voto» y «la desatención, por parte de Vox y Ciudadanos, de la invitación que desde la más consolidada de las tres opciones, el Partido Popular, se les hizo antes de cerrar las listas electorales para confluir juntos».
Por todo ello, y con el «único objetivo» de «desear lo mejor para España», piden que «votemos unidos la mejor opción para España: un Partido Popular dirigido por Pablo Casado». Como justificación para ello exponen las declaraciones de Miquel Iceta, líder de los socialistas catalanes, que pidió a Mariano Rajoy que volviera. Según los firmantes, estas declaraciones «demuestran que la izquierda desleal al que verdaderamente teme es a Pablo Casado».
Los firmantes son Ramón Calvo de la Hoz (excoordinador del distrito de Fuencarral-El Pardo), Carlos Eliseo Corrales Bueno (afiliado a Vox desd 2014), Antonio de la Torre Luque (excoordinador provincial de Córdoba), María Concepción Farto Martínez (excoordinadora del distrito de Chamberí), Juan Luis Jara Delgado (ex vicepresidente primero en 2016), Diego López Ordóñez (exsecretario de la Comisión Gestora de Cáceres), Daniel Molina Álvarez (expresidente provincial de Toledo), Francisco de Asís Santos Gómez (excoordinador provincial de Badajoz) y Argimiro Santos Vidal (exsecretario provincial de León)». (La Gaceta; Varios exdirigentes de Vox cargan contra el «chiringuito» de Abascal y piden el voto para el PP, 6 de mayo de 2019)
También, recientemente salió a la luz un audio donde un gran cargo de Vox reprendía sobre aquellos que creían que el partido debía dirigirse por los principios de elección democrática:
«El responsable de campaña de Vox en la provincia de Alicante, Eduardo Martínez Fuster, esgrime en una conversación privada que la formación de extrema derecha «no es un partido democrático ni lo va a ser y al que no le guste que se vaya al club de Ciudadanos o al club de Podemos». (...) En un primer momento, el responsable electoral en Alicante afirma: «Si me tengo que coger e ir a cuatro municipios de la provincia y decir «tú fuera, tú fuera, tú fuera y tú fuera» que aquí se va a poner este coordinador, este coordinador, este coordinador y este coordinador, para que de verdad se den cuenta que el coordinador es la voz y los ojos del CEL [el Comité Electoral] en el municipio». (...) Por último, concluye con otra aseveración polémica: «Este es un partido que quiere subsistir en el tiempo, que está pensando a ocho años y para tener dentro de ocho años unas primarias, primero hace falta pasar por una dictadura, y no hay más». (El Diario.es; El jefe de campaña de Vox en Alicante: «Este no es un partido democrático ni lo va a ser», 18 de abril de 2019)
¿Es posible frenar el fascismo en las urnas de la democracia burguesa?
Primero habría que recordar cuales son las causas históricas del triunfo del fascismo:
«¿Cómo y de qué modo ha podido triunfar este enemigo encarnizado? Pudo llegar al poder, ante todo, porque la clase obrera, gracias a la política de colaboración de clase con la burguesía practicada por los jefes de la socialdemocracia, se hallaba escindida, política y orgánicamente desarmada frente a la burguesía que desplegó su ofensiva, siendo por otro lado los partidos comunistas no lo suficientemente fuertes para poner en pie a las masas y conducirlas a la lucha decisiva contra el fascismo, sin la socialdemocracia y contra ella. (...) El fascismo triunfó también porque el proletariado se encontró aislado de sus aliados naturales. El fascismo pudo triunfar porque logró arrastrar consigo a las grandes masas campesinas, gracias a que la socialdemocracia, en nombre de la clase obrera, llevó a cabo una política que era en el fondo anticampesina. (...) El fascismo pudo triunfar también porque logró penetrar en las filas de la juventud, mientras que la socialdemocracia desviaba a la juventud obrera de la lucha de clases, el proletariado revolucionario tampoco desplegó entre la juventud la necesaria labor de educación y no prestó la suficiente atención a la lucha por sus intereses y aspiraciones específicas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Por tanto es claro que:
«El impedir la victoria del fascismo depende ante todo de la actitud combativa de la propia clase obrera, de la cohesión de sus fuerzas en un ejército combatiente que luche unido contra la ofensiva del capital y del fascismo. El proletariado, al establecer su unidad de lucha, paralizaría la influencia del fascismo sobre los campesinos, sobre la pequeña burguesía urbana, sobre la juventud y los intelectuales, conseguiría neutralizar a una parte y hacer pasar a su lado a la otra». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
En su momento ya expusimos que:
«El fascismo, con su movimiento político y sus milicias armadas, llega a las instituciones de la democracia burguesa y aplica desde ellas un proceso de fascistización –proceso autoritario que ya podía haber sido iniciado por otros partidos burgueses tradicionales, forzados por la situación y temiendo por su porvenir–. Pero no es la única posibilidad, pues puede que el movimiento fascista, a falta de apoyos sociales o por su poca flexibilidad táctica en sus alianzas, en lugar de llegar al poder mediante elecciones, lo haga a través de sus milicias paramilitares o ganándose al ejército y perpetrando un golpe a través de él. Si esto último ocurre, será a partir de una junta militar en el poder que intentará ganarse un respaldo social a base de promesas y demagogia. Muy posiblemente intentará darle un mayor respaldo ideológico y unificador a su proyecto tratando de crear un partido único que aúne a los golpistas con el fin de seducir mejor a la gente. Las opciones son tan variadas como la vida misma». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
El ascenso en España del fascismo –representado hoy por Vox pero en comparsa con otras organizaciones también filofascistas– no depende exactamente de que saque más o menos escaños, ni siquiera de si llega a tener cuotas de poder o no, sino y fundamentalmente, de cómo reacciona la mayoría de población conscientemente antifascista, y en especial la clase obrera. Porque si el movimiento antifascista queda liderado por las organizaciones burguesas autodenominadas de «izquierda» como el PSOE o Podemos, este será ineficaz, incluso puede agudizarse el ascenso del fascismo por errores tanto estratégicos como de táctica de parte de estos poco fiables jefes del «antifascismo». La historia es muy clara al respecto: nos ha demostrado que la única lucha eficaz contra el fascismo está fuera de las instituciones y no dentro de ellas, o mejor dicho está en una combinación de ambas con predominancia de la lucha fuera de las instituciones con el protagonismo de las masas dirigidas por los comunistas
Pero parémonos en los dos errores comunes de los oportunistas respecto a las elecciones y sus falsas posiciones.
Los que creen que las elecciones frenarán al fascismo
Primero, están aquellos que apuestan que todo se decidirá en las elecciones y el reparto de escaños, y las medidas del parlamento. Esto es una vana ilusión.
Criticando el cretinismo parlamentario de las organizaciones revisionistas que viran hacia el reformismo, ya dijimos hace cuatro años:
«El parlamento burgués y sus elecciones, responden como tal, a herramientas de defensa de los intereses de la burguesía, sus mecanismos están dispuestos para que los partidos burgueses y de otras clases explotadoras tengan ventaja en tales elecciones al parlamento, sus partidos son apoyados en sus medios de comunicación y financiados por ellos, esta todo conformado precisamente para limitar las posibilidades de victoria del proletariado y las masas populares, de los verdaderos partidos comunistas. Esto tiene su respaldo científico: históricamente se ha comprobado que cuando no ya un partido comunista, sino un partido con ciertas perspectivas progresistas antifeudales, antimonopólicas, anticoloniales [o antifascistas] en su programa, y este llega al poder a través de la vía pacífica y parlamentaria no significa con ello el fin automático del poder político de la burguesía en ese país, ya que la burguesía sigue teniendo grandes cotas de poder político, en los ministerios, en la policía, en el ejército, y los refuerza gracias al poder económico que todavía alberga así como con la superestructura burguesa existente. Cuando tal gobierno progresista perjudica ciertas cotas de poder sobre todo en lo económico de algunas capas de las clases explotadoras locales y extranjeras –desde la gran burguesía extranjera, pasando por los terratenientes, kulaks o la burguesía nacional–, éstas activan todo su poder en el Estado que aún mantiene en sus manos, introducen todo tipo de presiones, incluyendo como recurso el golpe de Estado para derribar a tal gobierno; de hecho, no pocas veces hemos visto fracasar sangrientamente a gobiernos progresistas que simplemente intentaban aplicar desde meras reformas agrarias hasta medidas de nacionalizaciones contra empresas nacionales o extranjeras. Es decir, en el momento en que ciertas clases explotadoras se sienten amenazadas con razón o sin ella, y sientan que está amenazado su poder económico –es el sostén de su poder político y cultural–, estás no vacilaran en romper cualquier legalidad de la sociedad burguesa. Es por ello que los partidos reformistas y revisionistas han ido rebajando cada vez más su programa electoral por miedo a molestar a las capas de la burguesía más reaccionaria, de tal modo que terminan haciendo todo tipo de concesiones; y esta es la razón de que todos estos partidos oportunistas que hablan de «socialismo» y vía parlamentaria, realmente en caso de llegar al poder por vía electoral, lo harían con gran beneplácito de la burguesía, y lo harán como administradores del Estado burgués y no llegarán a tocar realmente el poder económico de la burguesía». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Es Alexis Tsipras el nuevo Enrico Berlinguer?, 2015)
De algunos de estos esperpentos políticos ya analizamos sus ilusiones electoralistas:
«Si bien es ridículo negarse a trabajar en las organizaciones de masas, mucho más es proclamar que un leve apoyo en votos, tras una alianza con un grupo oportunista, supone un avance en la conciliación de la clase obrera. (...) Como se ha visto la alianza temporal de los viejos brezhnevistas del PCPE con los viejos maoístas del UP. Los irrelevantes 24.000 votos del PCPE en las elecciones de 2011 respecto a los 12.000 de 2008 «no reforzaron» nada, tampoco «creó nuevas condiciones» para nada relevante para el movimiento obrero como anuncia orgullosamente Carmelo Suarez, esto no es posible porque incluso con los esfuerzos por converger con otras formaciones en las elecciones, el PCPE no tiene influencia real en la clase obrera para desatar una leve inquietud en el desarrollo político y en la conciencia general de las masas, en cambio esta maniobra de alianzas y este concepto de las elecciones ayudó crear mayor confusión entre sus propios militantes sobre el cretinismo parlamentario y el eclecticismo ideológico. Esta es la clásica ocasión donde el tópico de una consigna de una desviación izquierdista –el no participar en los movimientos y organizaciones de masas– se funde con los objetivos de una desviación derechista –el basar todo en pedir el voto–». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al documento: «El PCPE explica el porqué de no participar en la Marcha de la Dignidad», 2014)
Su error es diametralmente opuesto al de otros revisionistas:
«El Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), como partido netamente electoralista participa en las elecciones, pero un partido así no tiene capacidad para influir o no en la conciencia de los trabajadores, porque carece de una influencia real y menos ante la clase obrera como para tener ese poder de trastocar nada. Si el PCPE opinase A o B sobre las elecciones y su rol, esto realmente no importaría demasiado, pues su discurso no es elaborado, original, ni tiene una influencia mínima como para transcender o prender en las masas. ¡Ya les gustaría a ellos tener el poder que los maoístas reconstitucionalistas les otorgan! Ya les gustaría a ellos que alguien les prestase atención más allá de su parroquia insulsa de nostálgicos del brezhnevismo. Lo único que han hecho hasta ahora es lo contrario del PCE (r), si este se pone eufórico por el número de abstenciones que en las próximas elecciones aumenta, el PCPE en cambio se emociona por cosechar unos pocos votos más». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
Actualmente la postura reformista con fines determinados: la autodeterminación nacional en el caso de la Candidatura d'Unitat Popular (CUP); o una teoría abstracta e idealista de «socialismo» de varios reductos revisionistas como por ejemplo el PCPE... es abanderada en la actualidad por diversas agrupaciones autodenominadas de «izquierda».
Muchas de sus cabezas visibles están influidos por la teoría de que al fascismo se le para mediante el voto, mediante la exclusividad y legitimidad de las instituciones, especialmente entre Podemos. Pero precisamente la historia ha demostrado que el ascenso de los fascistas al poder fue facilitado por los mecanismos burocráticos y antidemocráticos de la propia democracia burguesa: Italia en 1922, Alemania en 1933 o Austria en 1934. Allí la cuestión determinante no fue el número de votos de la izquierda; pues en Alemania, con las elecciones de noviembre de 1932, el partido nazi con su 33,09% era superado por los partidos de izquierda antifacistas como los socialdemócratas con 20,43% y los comunistas con 16.86%. Pero no evitó que Hitler fuese nombrado canciller por Hindenburg el 30 de enero de 1933 junto con un gabinete que incluía a miembros de partidos nacionalistas y conservadores. A a la hora de la verdad para los antifascistas lo decisivo no fueron el obtener más o menos votos, sino la disposición y capacidad real de resistir al envite fascista, algo para lo que ni socialdemócratas ni comunistas estaban realmente preparados pese a disponer de milicias armadas para defenderse, las cuales no llegaron ni siquiera a utilizar.
En España, ahora algunos incluso han escenificado el eslogan de que el enemigo no es el fascismo o los partidos tradicionales que le ponen en bandeja al fascismo el desplegar su demagogia, sino que ¡el enemigo es quién no vota!:
«Voy a reivindicar el derecho a la preocupación. Lo que tenemos enfrente es una triple derecha que da miedo. Pero el gran enemigo es la abstención», insistió Grandes antes de dar paso al escritor Luisgé Martín». (El diario.es; Decenas de intelectuales piden en un acto el voto para la izquierda a dos días del 28A: «El enemigo es la abstención», 26 de abril de 2019)
Querer hacer sentir culpables a los abstencionistas, es como poco vergonzoso. Ese no es el problema. El enemigo no es la abstención, el enemigo es el oponente de clase claramente visible e identificable a la «derecha» –Vox, PP, Ciudadanos–, como también lo es en la izquierda entre aquellos que tantas veces ha traicionado a los trabajadores hasta volverse parte de la «derecha» por méritos propios –PSOE–. El enemigo es el traidor de clase. Esos que abandonaron el marxismo «oficialmente» en 1978 –PCE– o la «neocasta» de los trotskistas reformista aliados de la vieja «casta» –Podemos–. En definitiva... el enemigo es esa izquierda que cada tanto resurge entre diversas siglas y se engalana en periodo electoral de promesas sociales, retórica de «izquierdas» mientras busca pactar con los mismos que juraba destruir –como ha hecho tantas veces Podemos/IU–; sin olvidar el papel desmovilizador que cumplen partidos revisionistas sin presencia parlamentaria y hasta no hace mucho las bandas armadas. En otros términos, quienes buscan el fin de las diferencias de clase tienen como enemigos a todos aquellos que directa o indirectamente siembran la apatía y desconcierto entre las masas trabajadoras. Nadie puede por tanto, culpar a la gente del hartazgo sobre estas agrupaciones que les han mentido, que han traicionado sus propios programas en más de una ocasión, que les han dejado tirado cuando más necesitaban mantener una posición combativa. No se puede criticar a las masas por haber caído seducidas en brazos de la demagogía fascista cuando uno no hace su trabajo como pretendida organización de los trabajadores. Tampoco se puede criticar el no haber convencido todavía gran parte del electorado apolítico. Porque todo esto precisamente demuestra el fallo en las tácticas de agitación y propaganda de partidos de «izquierda».
Nosotros hemos criticado hasta el hastío las concepciones reformistas y claramente electoralistas de formaciones como el viejo socialdemocratismo del PSOE, del nuevo socialdemocratismo de Podemos, y de agrupaciones minoritarias del revisionismo moderno –PCPE, PCOE y otros–, por lo que no nos extenderemos demasiado en criticar las ilusiones de tipo togliattistas sobre la transición pacífica y parlamentaria al socialismo, el cretinismo parlamentario o el legalismo burgués que este tipo de agrupaciones comparten en mayor o menor medida.
¿Eso significa que los comunistas podemos permitirnos el lujo de despreciar las oportunidades que las elecciones generales, municipales suelen proporcionar? ¿Debemos renunciar a lucha parlamentaria porque existan grupos que creen que las cuestiones vitales se decidirán a través de las instituciones burguesas y están creando falsas ilusiones entre los trabajadores? Por supuesto que no. Pero esto son cuestiones a las que se deberá volver cuando exista un partido comunista serio, organizado y con influencia. Incluso cuando ello ocurra habrá que tener en cuenta si las condiciones no han cambiado que en un país con una ley electoral como el Sistema D'Hondt que perjudica a los pequeños partidos, ni siquiera con la existencia de un partido comunista se podría plantear que la lucha contra el fascismo se decidiría en la lucha parlamentaria por los escaños, simple y llanamente eso sería engañar a la gente. Se entiende pues, que sin la existencia de dicho partido comunista, las cosas se complican aún más, y si miramos las leyes específicas del país como lo que acabamos de ver, mucho más. Este panorama invita aún más a la necesidad de unidad entre comunistas, una tarea pendiente en el caso que nos ocupa. Por tanto más allá de lo que los comunistas no organizados voten o no voten, lo importante es el papel que desarrollen entre el núcleo antifascista en un momento así.
Para nosotros el partido comunista en cuanto se constituya como tal, debería intentar presentar sus propias candidaturas, y en caso de no obtener una representación suficiente, no apoyar a cualquier candidato o formación que no acepten un mínimo de condiciones esenciales para los temas candentes, como en este caso, el antifascismo consecuente y de índole combativo. Muchos de estos grupos que consideran que son débiles, y aluden que por ello no se presentan ellos mismos. Eso tampoco sirve de excusa para un partido comunista, ya que si lo es como tal y no un mero club de amigos o nostálgicos, debe presentarse a las elecciones con las candidaturas propias, sin importarle el resultado, que es lo menos importante.
«No deben desorientarse y abandonar su trabajo por la consideración de que dividiendo los votos demócratas ayudan a los partidos reaccionarios. Tal argumento se aduce para engañar al proletariado. El avance que el partido proletario puede hacer con su actitud independiente es infinitamente más importante que la desventaja que resulta de tener unos reaccionarios más en la representación nacional». (Circular del Comité Central a la Liga Comunista, 1850)
Como segunda opción, sobre todo en un proceso de fascistización, sería factible valorar pedir el voto por una formación o una serie de formaciones progresistas en coalición para frenar a la reacción en boga. Pero entendamos de una vez que esto no es un «cheque en blanco para el partido que más se diga de «izquierda o que garantice más votos. Huelga decir que por «progresismo» aquí no incluye a las formaciones que han traicionado a las masas trabajadoras en varias ocasiones a conciencia, que han incumplido hasta los aspectos más progresivos de su propio programa, como ha ocurrido históricamente con el reformismo de PSOE o Podemos, de otro modo estaríamos colaborando en una traición conocida de antemano. En resumen: la creación de bloque antifascista sería factible para un partido comunista como tal con autoridad, y siempre y cuando este se crease a partir de un trabajo para desenmascarar las limitaciones de las formaciones aliadas, nunca de otra manera. Nosotros creemos que los resultados de varias de las tácticas antifascistas históricas dejan bastante que desear, ya que, por lo general, los comunistas nunca han sabido mantener su independencia política, reflejándose en una adaptación programática y discursiva a los aliados, realizando todo tipo de concesiones inaceptables. Véase el capítulo: «El frente popular chileno (1936-41)» (2021).
El abstencionismo como norma
Ahora queremos ir al otro extremo sobre la cuestión electoral. ¿Son justificadas las ausencias reiteradas de los grupos revisionistas que se consideran más a la izquierda que los grupos revisionistas que ya hemos citado? No. Ya analizamos las concepciones semianarquistas e izquierdosas de muchos grupos autodenominados comunistas sobre las elecciones en los parlamentos, los sindicatos, y demás, negándose rotundamente a participar y trabajar en ellos:
«Hablan de unas elecciones que, sí, efectivamente, son pseudodemocráticas, pero como lo son en cualquier país democrático-burgués, en las cuales los partidos proletarios parten con franca desventaja por los motivos que ya sabemos, por tanto, no están diseñadas para que el proletariado se haga con el poder, sino para obstruir su expresión a través de los mecanismos de la democracia burguesa, como son la ley electoral, la división de poderes o las comisiones que supervisan la legalidad y transparencia en la financiación de partidos, ¿pero por qué pese a todo esto ponérselo tan fácil a la burguesía? ¿Por qué los comunistas se iban a negar a explicar a las masas dentro del propio parlamento la financiación ilegal de partidos como el PP o el PSOE? ¿Por qué no explicar las razones de que partidos como IU o Podemos sean más mansos desde que son financiados por el Estado burgués y han llegado a tener cuotas de poder? ¿Por qué no explicar cómo los medios de comunicación embellecen un sistema podrido precisamente porque pertenecen a los grandes empresarios y banqueros que financian a todas estas organizaciones políticas? ¿Por qué no explicar los mecanismos burocráticos y las trampas de la propia legislación electoral burguesa? ¿Por qué no explicar desde esta tribuna de la burguesía que la cacareada división de poderes es un cuento, y los jueces son elegidos por los partidos del parlamento? ¿Por qué no denunciar cómo se oponen los presuntos partidos de «izquierda» a las medidas progresistas más básicas de vivienda, desempleo o salario o antifascismo? ¿Por qué no denunciar el propio incumplimiento del programa electoral del partido del gobierno a cada paso en falso? ¿Por qué negarse a que los trabajadores oigan desde el parlamento los privilegios y desmanes de la Iglesia como hizo el propio PCE de José Díaz durante años? ¿Por qué no clamar contra la monarquía como hizo Julien Lahaut? ¿Por qué no luchar contra la represión hacia el movimiento obrero y obtener mejores condiciones para su nivel de vida y su libertad de organización, como hizo Bebel toda su vida? Simplemente no lo hacen porque no quieren ensuciarse las manos, porque son unos charlatanes, unos señoritos, unos abstencionistas políticos ajenos a cualquier entendimiento marxista de lo que necesita la clase obrera para elevar su conciencia política. Las elecciones burguesas tienen su parte de falsedad democrática por estos motivos que hemos mencionado, pero ellos también son unos farsantes haciéndonos creer que un comunista no tiene nada que hacer en ellas, sobre todo cuando varios de estos grupos se autodenominan «el partido de referencia», cuyo deber aumenta ante este tipo de cuestiones, ya que es lógico que un círculo o un grupo de estudio no tenga tal responsabilidad que cubrir. Pero no podemos decir lo mismo del presunto partido aspirante a ser la vanguardia organizada de su clase. (...) ¿Qué diría Lenin de estos personajes que hablan una y otra vez de no participar en las elecciones porque significa «legitimar al régimen»? Pues que a lo sumo son herederos de los oztovistas, quienes eran, anarquistas encubiertos dentro del marxismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
Y no, estas cuestiones de denuncia de las instituciones «democráticas» de la burguesía no pueden ser denunciadas desde la lejanía, verbalmente. ¿Quién sino un anarcoide puede ser tan iluso como para creer que no tiene que ensuciarse para que las masas se convenzan de su política? ¿Acaso con afirmar, ya es suficiente como para ganarse el apoyo del pueblo trabajador? Claramente, no.
La única forma válida de denuncia de las instituciones burguesas es la denuncia práctica, en los hechos. Sólo en la experiencia diaria pueden convencerse las masas de una política.
Participar en las elecciones burguesas –cosa que siempre hay que hacer mientras no se tenga la fuerza como para iniciar una revolución socialista– tiene numerosas ventajas. Señalaremos las más importantes:
a) Permite entorpecer la labor legal de la política burguesa, votando en contra de presupuestos de guerra, bloqueando –si es posible– la tramitación de leyes reaccionarias, etc.
b) Permite obtener un megáfono con el que dirigirse a las masas, al promover leyes que mejoren la situación inmediata de la clase obrera, resultando de esto que la confianza de esta en el Partido Comunista crezca;
c) Al promover leyes populares, si son bloqueadas por la reacción parlamentaria o por los propios procedimientos burocráticos confeccionados para ralentizar la legislación y dejar un tiempo de reacción a la burguesía, se nos facilita el contexto perfecto para denunciar la existencia de grupos políticos representantes de los capitalistas y burgueses, de la minoría explotadora y parasitaria de la sociedad, así como la misma estructura estatal burguesa;
d) Permite, pues, materializar las palabras del programa y los mítines en acciones a la vista de todos;
e) Funciona como «barómetro» del nivel de conciencia de la clase obrera, midiendo en votos los apoyos del marco de referencia: el partido.
Quienes nieguen todo esto esconden con desviacionistas «izquierdistas» propias del anarquismo su «derechismo» en el ámbito organizativo y de trabajo: pues carecen de una organización disciplinada, de trabajo de masas real, de contacto con las masas, y ante eso, para ocultar su incapacidad o léase inutilidad, teorizan bajo una excusa u otra su negativa a participar en estas luchas.
¿Podemos transigir con estos supuestos líderes comunistas en el Reino de Taifas del mundillo revisionista que niegan estos axiomas? ¡Jamás!:
«La crítica –la más violenta, más implacable, más intransigente– debe dirigirse no contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben –y aún más contra los que no quieren– utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna parlamentaria a la manera revolucionaria, a la manera comunista. Sólo esta crítica –unida, naturalmente, a la expulsión de los jefes incapaces y a su sustitución por otros más capaces– constituirá un trabajo revolucionario útil y fecundo que educará a la vez a los «jefes» para que sean dignos de la clase obrera y de las masas trabajadoras». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
Así lo demandan los clásicos del marxismo, así lo manda la famosa resolución de la Internacional Comunista en su IIº Congreso: «El partido comunista y el parlamentarismo» de 1920. Así lo requiere Lenin en su famosa obra: «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo» de 1918 o en sus alegatos contra Bordiga en la Internacional Comunista durante 1920. Así lo recomendaba Dimitrov tanto en los países fascistas como en los países en peligro de fascitización, como recordó una vez más en su repaso a los aciertos y errores del movimiento comunista en su Informe al Vº Congreso del PCB de 1948. Así lo demuestra la historia del Partido Comunista de España (PCE) tanto en la II República como en los primeros años del franquismo, así lo demuestra la historia del PCE (m-l) durante la Transición durante 1979-1986. ¿Qué más pruebas necesitan estos señores de su total desconocimiento? ¿No es claro que dan la espalda a las tácticas históricas de los comunistas para abrazar la inoperancia y la autosatisfacción tan características de las sectas políticas?
En cambio sabemos que este tipo de grupos pseudorevolucionarios, mantienen el mismo infantilismo que algunos grupos trotskistas y la mayoría de anarquistas, todos ellos además, grupos testimoniales por no decir marginales en la actualidad, sin poder de convocatoria ni influencia entre los trabajadores. Por eso no nos engañemos, esta es la razón real por la que se niegan a presentar sus propias candidaturas en las elecciones generales o municipales –con su nombre, en su defecto bajo una tapadera, o en un frente con otras agrupaciones–. Y es porque aparejado a estos defectos, temen sacar menos votos que otros competidores revisionistas que sí lo hacen –como el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) de Carmelo Suarez y su nueva escisión capitaneada por Astor García el Partido Comunista de los Trabajadores de España (PCTE), o el Partido Comunista Obrero Español (PCOE) entre otros–.
El caso más contradictorio es el de Reconstrucción Comunista (RC) que si bien se considera partido desde hace unos años ha rechazado siempre participar en las elecciones, de hecho su lema en las elecciones del 28 de abril fue de abstención contra «la farsa electoral» según su eslogan. En cambio en un giro inesperado para las elecciones del 26 de mayo ha presentado por ejemplo una candidatura tapadera para el municipio de Sedaví llamado «Candidatura Popular de Sedaví» mientras oficialmente han negado y siguen negando toda participación en cualquier elección. Esto demuestra que lejos de lo que quiere aparentar, sufre los mismos defectos que los otros grupos comentados: falta de influencia y de claridad sobre el tema electoral, un bucle de contradicciones a lo cual debe sumarse su giro en cuestión nacional. Véase la obra: «Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista» (2017).
Por el contrario, el abstencionismo político ad infinitum, tiene más en común con una etapa en que los comunistas no están organizados que con los presuntos comunistas organizados que izan ya su bandera partidista. Obviamente, por miedo a ser tachados de oportunistas se niegan a siquiera teorizar tal cosa. Prefieren mantener su «pureza» –aunque en muchos otros temas son ultraoportunistas, incoherentes y eclécticos–. Como observamos el mundo revisionista sigue naufragando en una lucha de egos pero sin avanzar un ápice, mucho ruido y pocas nueces entre los «revolucionarios» actuales. Todos los grupúsculos del revisionismo que se autodenominan «partido comunista», como los restos del Partido Comunista de España (Reconstituido) y diversos grupos neomaoístas –como los «reconstitucionalistas»–, siguen la misma estela. Y si realmente fueran un partido comunista, si conocieran un mínimo de teoría marxista, propondrían obstaculizar a la burguesía y frenar el avance del fascismo con su propia candidatura –aunque fuese con sus amigos oportunistas de otras formaciones–, y en caso de no ser así, al menos valorarían presentarse con otras fuerzas antifascistas no amigas, incluso proponiendo el voto por cualquier formación a condición de una crítica despiadada contra los aspectos no revolucionarios de su político, incluyendo entre sus militantes la exposición de sus jefes y las limitaciones de su programa:
«Las campañas electorales deben ser utilizadas para un mayor desarrollo y fortalecimiento del frente de lucha unido del proletariado. Mientras se presentan de manera independiente en las elecciones y desarrollan el programa del Partido Comunista ante las masas, los comunistas deben tratar de establecer un frente unido con los partidos socialdemócratas y los sindicatos –también con las organizaciones de campesinos trabajadores, artesanos, etc.– y hacen todo lo posible para evitar la elección de candidatos reaccionarios y fascistas. Ante el peligro fascista, los comunistas, mientras se reservan la libertad de agitación política y crítica, pueden, en campañas electorales, declarar una plataforma común y un boleto común con el frente antifascista, dependiendo del crecimiento y el éxito del movimiento de frente único y sobre el sistema electoral en funcionamiento». (V. Bystryansky; Estrategia y tácticas de la revolución proletaria, 1936)
De esto, se sobreentiende, que:
«La acción conjunta con los partidos socialdemócratas y sus organizaciones no solo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún más necesaria la crítica seria y fundada del reformismo, de la socialdemocracia como ideología y práctica de la colaboración de clases con la burguesía, y la exposición paciente de los principios y el programa del comunismo a los trabajadores socialdemócratas. (...) Al tiempo que revela a las masas el significado de los argumentos demagógicos presentados por los líderes socialdemócratas de derecha contra el frente único, al tiempo que intensifica la lucha contra la sección reaccionaria de la socialdemocracia, los comunistas deben establecer la cooperación más estrecha con los socialdemócratas de izquierda, obreros, funcionarios y organizaciones que luchan contra la política reformista y abogan por un frente unido con el Partido Comunista. (...) La actitud hacia la realización práctica del frente único será la principal indicación de la verdadera posición de los diversos grupos entre los socialdemócratas. En la lucha por la realización práctica del frente único, aquellos líderes socialdemócratas que se presentaron como izquierdistas en palabras están obligado a mostrar por hechos si están realmente listos para luchar contra la burguesía y los socialdemócratas de derecha, o están del lado de la burguesía, es decir, contra la causa de la clase obrera». (V. Bystryansky; Estrategia y tácticas de la revolución proletaria, 1936)
Ahora, no debemos engañarnos. Este último caso significa la necesidad de una coalición con otros grupos y por ende un trabajo aún más específico y paciente con sus bases, por ende, implica a su vez una debilidad tácita de los propios comunistas. Pero hoy ni siquiera se está en capacidad de desarrollar tal situación. En la actualidad, los revolucionarios no cuentan con tal influencia como para negociar una alianza en una posición cómoda, ya que ni siquiera existen bajo una organización real que tenga apoyos y se haga respetar. Si los revolucionarios no se han constituido organizativamente como partido, su participación o no en las elecciones resulta irrelevante para el resultado final de estas; y si existe tal centro aglutinador –como asegura cada agrupación revisionista– el deber de dicho partido es presentar su propia bandera programática. Invertir el orden de esto es un autoengaño.
Actualmente nos encontramos en la primera situación. Lo que abunda es un gran estanque revisionista con peces grandes y peces pequeños que pelean por hacerse un hueco, nada más. En este tipo de países y con tales situaciones, lo que se impone primeramente entre los revolucionarios es la tarea de agrupar en torno a ellos a sus seguidores, a la vez que tratan de realizar labores de agitación y propaganda tanto en la masa virgen como entre las bases del resto de formaciones, sean estas de tendencias reformistas o anarquistas; pero dado que lo primero no se ha conseguido, lo segundo es y será ineficaz. Así pues, el periodo electoral no es nada especial, solo es una parte de tal fin en la lucha antifascista y anticapitalista, un periodo para popularizar sus consignas y propuestas.
Por otro lado, resulta más ridículo aquellos abstencionistas ad infinitum que nos intentan convencer que ellos realizan boicot electoral –bajo diversas excusas– cuando la labor «partido» de esa «seria labor de agitación política entre las masas» es inexistente..., cuando sus agitaciones no llegan más allá de su círculo de confianza o se basa en la unión con otros grupos marginales. Nos intentan convencer de esto cuando su «combativa organización» realiza una «gran labor de concienciación entre las masas obreras», cuando su «partido» no tiene influencia conocida en ningún núcleo sindical entre los obreros, cuando incluso teorizan que no se debe trabajar en estos sindicatos mayoritarios, que hay que abandonarlos a su suerte. Reducen sus ligazones con las masas a situaciones ocasionales como las charlas, que encima mayoritariamente asisten los que ya están convencidos: sus militantes. A esto lo suman para complementar con la venta de artículos sobre su historia ficticia y sus referentes oportunistas para recaudar fondos, o las prácticas de colectas hacia las capas empobrecidas, que tiene más de asistencialismo y populismo que de trabajo ideológico. Actos que más bien deben de ser auxiliares y no el núcleo de un trabajo de masas, cuando otros, son muchas veces por las fórmulas o metodología, totalmente desechables.
El revisionismo y su banalización del fascismo
Todo los «frentes» que los líderes de las organizaciones revisionistas dicen levantar con otros grupúsculos oportunistas –que no son sino una unión entre direcciones–, no mueven un dedo para establecer un frente desde abajo con las organizaciones antifascistas de todo tipo para frenar al fascismo en los barrios, para establecer medidas concretas de lucha conjunta, para exponer a los falsos líderes antifascistas. La mayoría de formaciones no les importa la política como tal, son chiringuitos de una camarilla donde buscan reconocimiento personal, y un rédito económico de sus militantes mientras posan como comunistas. Les importa bien poco que Vox pueda llegar a tener el poder suficiente –por no decir el absoluto– como para reducir total o parcialmente derechos democrático-burgueses, para legalizar y perseguir a cualquier formación que defienda el derecho a autodeterminación o el comunismo como han prometido abiertamente en varias ocasiones. Unas libertades democrático-burguesas que si bien es cierto son limitadas pero que disfrutan. De otra manera no podríamos ver soltar sus demenciales teorías en redes sociales, sus reuniones anunciadas a bombo y platillo y demás, mientras entre tanto manchan el nombre del comunismo a ojos de todos, reduciéndolo a la banalidad de análisis y concepciones absurdas. Esto es claro cuando leemos a los propios fascistas que no se andan con rodeos sobre como sería un verdadero régimen fascista:
«Los que, refiriéndose a Italia, creen que el fascismo está ligado a la vida de Mussolini, no saben lo que es fascismo ni se han molestado en averiguar lo que supone la organización corporativa. (...) Lo que pasó en la Dictadura española [de Primo de Rivera] es que ella misma limitó constantemente su vida y apareció siempre, por propia voluntad, como un Gobierno de temporal cauterio. No hay, pues, que creer, no hay siquiera que pensar, que nosotros perseguimos la implantación de un nuevo ensayo dictatorial, pese a las excelencias del que conocimos. Lo que buscamos nosotros es la conquista plena y definitiva del Estado, no para unos años, sino para siempre. Los últimos partidarios de la democracia, fracasada y en crisis, procuran, con la mala intención que es de suponer y en defensa de los reductos agrietados, llevar el confusionismo al pensamiento de las gentes. Estamos aquí nosotros para impedir el engaño de todos los que no quieran dejarse engañar. Nosotros no propugnamos una dictadura que logre el calafateo del barco que se hunde, que remedie el mal una temporada y que suponga sólo una solución de continuidad en los sistemas y en las prácticas del ruinoso liberalismo. Vamos, por el contrario, a una organización nacional permanente, a un Estado fuerte, reciamente español, con un Poder ejecutivo que gobierne y una Cámara corporativa que encarne las verdaderas realidades nacionales. Que no abogamos por la transitoriedad de una dictadura, sino por el establecimiento y la permanencia de un sistema». (José Antonio Primo de Rivera; El fascio no es un régimen esporádico, 1933)
Esto no hay que olvidarlo. Dimitrov ya nos advertía sobre el origen del desarrollo del fascismo en distintos países y como tendía muchas veces por diferentes cauces:
«El desarrollo del fascismo y la propia dictadura fascista revisten en los distintos países formas diferentes, según las condiciones históricas, sociales y económicas, las particularidades nacionales y la posición internacional de cada país. (...) En unos países, principalmente allí, donde el fascismo no cuenta con una amplia base de masas y donde la lucha entre los distintos grupos en el campo de la propia burguesía fascista es bastante dura, el fascismo no se decide inmediatamente a acabar con el parlamento y permite a los demás partidos burgueses. (...) Donde la burguesía dominante teme el próximo estallido de la revolución, el fascismo establece el monopolio político ilimitado, bien de golpe y porrazo, bien intensificando cada vez más el terror y el ajuste de cuentas con todos los partidos y agrupaciones rivales. (...) La subida del fascismo al poder no es un simple cambio de un gobierno burgués por otro, sino la sustitución de una forma estatal de la dominación de clase de la burguesía –la democracia burguesa– por otra, por la dictadura terrorista abierta. Pasar por alto esta diferencia sería un error grave, que impediría al proletariado revolucionario movilizar a las más amplias capas de los trabajadores de la ciudad y del campo para luchar contra la amenaza de la toma del poder por los fascistas, así como aprovechar las contradicciones existentes en el campo de la propia burguesía. Sin embargo, no menos grave y peligroso es el error de no apreciar suficientemente el significado que tienen para la instauración de la dictadura fascista las medidas reaccionarias de la burguesía que se intensifican actualmente en los países de democracia burguesa, medidas que reprimen las libertades democráticas de los trabajadores, restringen y falsean los derechos del parlamento y agravan las medidas de represión contra el movimiento revolucionario». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Esto debe de ser aclarado sobre todo cuando algunos grupos caracterizados por el derechismo en sus alianzas y referentes como las CUP nos hablan del «fascismo del Estado Español» porque un régimen democrático-burgués no permite la secesión, lo cual desafortunadamente es normal en toda constitución burguesa, bajo un régimen democrático burgués. Lo mismo que decir para los restos del brézhnevista PCOE, que mientras mantiene una postura ultraderechista en su apología del castrismo, y otras corrientes revisionistas, nos intentan vender en un nuevo giro ultraizquierdista en la cuestión del Estado, incluso han llegado a la conclusión de que como afirman las CUP vivimos bajo un régimen fascista, copiando precisamente las tesis de otro antiguo partido caracterizado por sus bandazos ideológicos que tiene entre sus referentes al maoísmo y al brézhnevismo: el PCE (r).
«Ya advertimos, cuando triunfó la moción de censura contra el gobierno fascista de Mariano Rajoy, que todo se había escorado, todavía más, hacia la extrema derecha». (Partido Comunista Obrero Español; El gobierno y los fuegos de artificio, 2018)
No nos extenderemos más ya que este tipo de desviaciones fueron analizadas en ocasiones de otros análisis en documentos ya citados en el presente texto.
Volviendo a la realidad actual: reducir la lucha contra el fascismo al hecho de si entra o no en las instituciones un grupo afín al fascismo, o a cuantos escaños logra sacar, no es correcto porque ello no es lo principal, ya que esto no determinará el triunfo o no del fascismo, sobre todo en un Estado como el español donde no se dio la pertinente depuración del franquismo, sabiendo que el fascismo se basa generalmente para llegar al poder de la tolerancia o promoción de las instituciones y figuras reaccionarias en el campo judicial, político y militar existente. Pero ignorar que la irrupción de un grupo como Vox y lo que puede suponer su aumento en próximas elecciones, sería un crimen irresponsable para todo hombre que se considere antifascista, ya que precisamente al obtener cada vez más poder podría permitirle presionar desde las instituciones para afianzarse y borrar del mapa político a sus oponentes. Es claro que:
«En relación con esto, tampoco debemos pasar por alto la serie de errores cometidos por los partidos comunistas, errores que frenaban nuestra lucha contra el fascismo. En nuestras filas existía un imperdonable menosprecio al peligro fascista. (...) Acordaos de Bulgaria, donde la dirección de nuestro Partido adoptó una posición «neutral», oportunista en el fondo». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Por no comentar aquellos que viven en mundos de fantasía, donde califican a cualquier gobierno burgués de turno como fascista, donde ven cualquier represión como sinónimo de la evidencia del cariz fascista del gobierno. Esto suele ir ligado a aventurarse a teorizar que el triunfo del fascismo abrirá las puertas a la revolución proletaria:
«Cuando el nacionalsocialismo había llegado a ser un movimiento amenazador de masas en Alemania, había camaradas, para quienes el gobierno de Brüning era ya el de la dictadura fascista y que declaraban ceñudos: «Si el tercer Reich de Hitler llega un día, será solamente un metro y medio bajo tierra y con el poder obrero vencedor encima de él». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Como hemos dicho infinidad de veces, los revisionistas por lo general suelen ser zotes en cuanto a conocimientos históricos, incluso de su país. Teorizan que el fascismo hace avanzar las contradicciones de clase, la crisis, la miseria de las masas y por ende, automáticamente y por arte de magia logra que las masas deseen pronto batirse por el comunismo. A estas cabezas pensantes debe de ser que no les valió la experiencia del fascismo en la España de Franco para percatarse de que si el fascismo triunfa es porque la agrupación comunista no había hecho durante años anteriores un trabajo lo suficientemente eficaz entre las capas trabajadoras como para neutralizar tanto a la socialdemocracia, como al anarquismo, como al fascismo, como para ganarse a su causa a los trabajadores engañados por estas ideologías. ¡Una labor que bajo el fascismo, es mucho más complicado de realizar y lograr por razones obvias!
Por último, debemos advertir contra aquellos que creen que si Vox saca unos resultados iguales o más decepcionantes que el 28 de abril de 2019 su peligro habrá acabado el 26 de mayo. Ya se propagó esta peligrosa tesis en Alemania cuando en las elecciones federales de noviembre de 1932, donde los nazis no consiguieron el resultado esperado de alcanzar la mayoría absoluta, por lo que la socialdemocracia y los liberales gritaban sobre el triunfo de la «libertad y la democracia» augurando de hecho la próxima y rápida descomposición orgánica de los nazis, el fin del efecto de los nazis entre las masas; unos meses después, con una nueva crisis institucional, los nazis llegarían a controlar el poder absoluto, y el resto es conocido por todos. Así pues, repetir esta experiencia sería de idiotas. La burguesía no arma y financia al fascismo por diversión sino por necesidad, por lo que si lo ve precisa no cesará en su empeño por unos resultados electorales no satisfactorios.
¿Es la socialdemocracia un aliado fiable en la lucha contra el fascismo?
a) ¿Cómo resumiríamos el pensamiento socialdemócrata?:
«En el plano interno:
(a) renunciaban tanto al leninismo como al marxismo oficialmente, declarando a ambos como obsoletos e inservibles, optaban por el socialdemocratismo reformista concretizado de los últimos años; (b) fijaban como base central de su pensamiento la «armonía entre clases» en detrimento de la lucha de clases marxista-leninista; (c) negaban la necesidad de la revolución apostando por reformas; dicho de otro modo, renunciaban a la toma del poder a través de la revolución violenta en favor de la vía pacífica a través del parlamento burgués, negando que la violencia revolucionaria de las clases explotadas contra las clases explotadoras sea una evidencia histórica; (d) creían que el Estado no es la herramienta de una clase determinada para imponer su dictadura, sino que es una herramienta para «mitigar las contradicciones entre las clases sociales y armonizarlas», creían que no era necesario derribar y destruir el viejo aparato del Estado burgués para llegar al socialismo, sino que defendían que el aparto del Estado burgués y la democracia burguesa era la democracia de todas las clases sociales y podía dar el socialismo al proletariado aprovechando el sistema parlamentarista burgués, a diferencia del concepto marxista-leninista de que la democracia burguesa es expresión de la dictadura de una clase determinada, la burguesía, y que no existe pues democracia para todos, ni existen medios a través de sus instituciones para transitar al socialismo, debido a que mantiene su poder económico y tal estructura de Estado responde además a salvaguardarlo, por tanto es necesario derribarlo a través de la toma del poder político, crear el nuevo poder de las masas populares; los soviets, y acabar con el poder económico de las clases explotadoras, para que el proletariado ejerza su dictadura, su democracia de clase en alianza con las masas populares; e) pensaban que nacionalizando ciertas empresas, creando una «economía mixta», se podría crear una cierta planificación, «acabar con las crisis del capitalismo», e incluso llamar a tal sociedad «socialista», por otro lado los marxistas-leninistas veían en esto tan solo la creación del capitalismo de Estado –propiedad colectiva de los capitalistas– frente a la abierta propiedad privada –propiedad individualizada de uno o varios capitalistas– y un intento vano de reprimir fallidamente la acción de las leyes capitalistas que por otro lado no se eliminaban y seguían operando dentro de empresas nacionalizadas, no solucionando las crisis económicas; f) teorizaban que el arte, la educación, la música, la literatura, toda la cultura en general era neutral en la sociedad capitalista-burguesa, negando la explicación marxista de que la cultura como parte de la superestructura está determinada por la base económica del Estado que es burgués, en tanto no es ni puede ser neutral; g) rehabilitaron a la religión, y concebían la posibilidad de unir la ideología socialdemócrata y la ideología religiosa y de lograr una sociedad socialista plena sin eliminar la religión, contrariamente a los marxista-leninistas que educaban a sus cuadros en el ateísmo científico, y veían incompatible el marxismo-leninismo y su materialismo-dialéctico con el idealismo-metafísico de la religión, y ligaban la cultura de la sociedad socialista al triunfo del ateísmo sobre la religión en sus miembros; h) en sus partidos no exigían unidad ideológica y de acción, dejando vía libre al eclecticismo ideológico y a las fracciones, tampoco tenían especial interés en mantener una composición social sana, ello les diferenciaba de la línea monolítica, de férrea unidad ideológica del partido marxista-leninista, y de su preocupación por agrupar a los elementos más avanzados del proletariado y del resto de clases populares que mantuvieran una ideología proletaria.
Y en el plano exterior:
(a) Anteponían los intereses nacionales a costa de los intereses internacionalistas, es decir, abandonaron el internacionalismo proletario por el socialchovinismo; b) creían que en esta época del capitalismo era posible un mejor reparto de las riquezas entre países, a diferencia de los marxistas-leninistas que concluían que en la época imperialista del capitalismo, de la monopolización, lejos de ocurrir esto, hacia más voraz a los países capitalistas imperialistas en su carrera por conquistar nuevas tierras, nuevos mercados, etc.; c) creían que la cuestión nacional y colonial era algo secundario o incluso artificial, y apoyaban las teorías chovinistas e imperialistas y de opresión nacional, frente al marxismo, que reconocía este problema y buscaba darle solución». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico; Socialdemocracia, 2015)
¿Qué es lo que lleva a la socialdemocracia a ser tan atractiva para las capas atrasadas y a la vez resulte tan endeble para las capas más concienciadas?:
«Para las capas atrasadas supone un polo intermedio entre el conservadurismo de la derecha y el aparente radicalismo del comunismo. Debido al bajo nivel político y cultural de las masas, es posible simplificarlo hasta estos extremos en casi todas las cuestiones, si a eso le sumamos la escasa memoria política, cuando no la indiferencia hacia la política, tenemos siempre en la socialdemocracia la opción sensata para el nivel político del votante medio. En el caso español, el hecho de que el PSOE haya conseguido adaptarse oportunamente a los movimientos sociales de moda como el movimiento LGTBI o a las variadas ramas del feminismo, suma un gran número de votantes fieles de diversos colectivos en auge, colectivos a los que por supuesto no se discute ni una coma de todas sus teorías y conclusiones ni siquiera cuando se encuentran disparates de gran tamaño, ya que contradecir públicamente a cualquiera de estos movimientos se interpreta desde la cúpula de los grandes partidos socialdemócratas como una «lucha ideológica estéril» que bien puede hacerle perder votos, algo que no se pueden permitir.
Pero entre las cuestiones siempre pendientes, está la cuestión social. Cuando la socialdemocracia está en el poder, comete como viene haciendo desde hace siglos, una evidente política de colaboración de clases lo que le mete de lleno en una contradicción de la cual no puede escapar: ya que dicen defender a los «trabajadores» o a «toda la nación» sin distinción de clases, mientras en la práctica gobiernan en favor de una parte ínfima de ella, esto es, gobiernan en favor de los explotadores y en contra de la mayoría de población: los explotados. Al colocarse en pro de los deseos de los poderosos no solo no resuelve la problemática de la cacareada «justicia social» sino que ahondan las contradicciones del capitalismo y sus tensiones sociales, y por tanto causa un desapego entre los trabajadores de mayor concienciación socio-política. A su vez, con sus actuaciones la socialdemocracia crea condiciones objetivas para que sus opositores –desde anarquistas, conservadores, comunistas hasta fascistas– puedan aprovechar dicho panorama si son hábiles y audaces en la realización de un buen trabajo de persuasión entre las masas. De hecho, cualquier grupo político que pueda realizar un buen trabajo de masas estaría en condiciones de radicalizar y llevar hacia su terreno a las masas trabajadoras descontentas con los socialdemócratas». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas, 2017)
¿Qué diferencia hay para los marxistas y los socialdemócratas sobre la cuestión de las reformas? Marx ya advirtió ante este tipo de desviaciones que empezaban a surgir entre algunos que no habían comprendido el socialismo científico:
«Para nosotros no es cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; paliar los antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad existente, sino establecer una nueva». (Circular del Comité Central a la Liga Comunista, 1850)
La actitud programática en lo económico de los oportunistas de hoy, es la misma que ya en su día Marx denunció irónicamente analizando las insinuaciones del conocido revisionista Bernstein:
«No se renuncia al programa; lo único que se hace es aplazar su realización... por tiempo indefinido. Se acepta el programa, pero esta aceptación no es en realidad para sí mismo, para seguirlo durante la vida de uno, sino únicamente para dejarlo en herencia a los hijos y a los nietos. Y mientras tanto, «todas las fuerzas y todas las energías» se dedican a futilidades sin cuento y a un remiendo miserable del régimen capitalista, para dar la impresión de que se hace algo, sin asustar al mismo tiempo a la burguesía. (...) No debe ser un partido de la clase obrera, no debe despertar el odio de la burguesía ni de nadie. Lo primero que debe hacer es realizar una propaganda enérgica entre la burguesía; en vez de hacer hincapié en objetivos de largo alcance, que asustan a la burguesía y que de todos modos no han de ser conseguidos por nuestra generación, mejor será que concentre todas sus fuerzas y todas sus energías en la aplicación de reformas remendonas pequeño burguesas, que habrán de convertirse en nuevos refuerzos del viejo régimen social, con lo que, tal vez, la catástrofe final se transformará en un proceso de descomposición que se lleve a cabo lentamente, a pedazos y, en la medida de lo posible, pacíficamente. Esa gente es la misma que, so capa de una febril actividad, no sólo no hace nada ella misma, sino que trata de impedir que, en general, se haga algo más que charlar». (Karl Marx; De la carta circular a A. Bebel, W. Liebknecht, W. Bracke y otros, 1879)
Lenin también desató una lucha sin piedad contra la distorsiones sobre el rol que juegan las reformas:
«A diferencia de los anarquistas, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la clase dominante. Pero, a la vez, los marxistas combaten con la mayor energía a los reformistas, los cuales circunscriben directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital. Cuando la burguesía liberal concede reformas con una mano, siempre las retira con la otra, las reduce a la nada o las utiliza para subyugar a los obreros, para dividirlos en grupos, para eternizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Por eso el reformismo, incluso cuando es totalmente sincero, se transforma de hecho en un instrumento de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia. La experiencia de todos los países muestra que los obreros han salido burlados siempre que se han confiado a los reformistas. Por el contrario, si los obreros han asimilado la doctrina de Marx, es decir, si han comprendido que es inevitable la esclavitud asalariada mientras subsista el dominio del capital, no se dejarán engañar por ninguna reforma burguesa. (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Marxismo y reformismo, 1913)
Los comunistas albaneses, ante el auge del reformismo en el movimiento obrero debido a la hegemonía del revisionismo, recordaron todo esto que acabamos de ver:
«No hay que sobrestimar el rol de las reformas en las condiciones del capitalismo, de ningún modo hay que crear en la clase obrera y las masas trabajadoras ilusiones del tipo que por medio de las reformas se pueden resolver los problemas vitales de los trabajadores, asegurar el mejoramiento radical de sus condiciones de trabajo y vida. Marx argumentó de modo científico en su obra «El Capital» que la acumulación de la pobreza en un polo y de la riqueza en el otro polo era una ley de desarrollo del capital, que la lucha de la clase obrera y los mejoramientos parciales que arranca al capital podían frenar y limitar temporalmente el efecto de la acción de esta ley, pero no pueden destruirla sin haber destruido el capitalismo mismo. Esta tesis se pone en evidencia con los hechos actuales. Por ejemplo durante la última década, Italia ha ampliado aún más la brecha entre el rendimiento del trabajo que ha aumentado dos veces más que los salarios reales de los trabajadores: de hecho, durante los últimos diez años hemos notado la tendencia a mantener, e incluso disminuir la parte de la renta nacional que está destinada a los trabajadores. Si el programa de reformas se separa, se aísla, y se convierte en algo independiente de la lucha general por el derrocamiento por el derrocamiento del capitalismo y el triunfo del socialismo, sobre todo cuando la lucha de reformas se presenta como la vía al socialismo, como es el hecho de la actual dirigencia del PCI, esto lleva a posiciones oportunistas y reformistas del «economismo» de Bernstein, desorienta la lucha de clases obrera, con el pretexto de algunas mejoras y reformas parciales, desviando el objetivo principal: la lucha para derrocar al capitalismo. (...) En la lucha por las reformas no hay que olvidar tampoco la importante enseñanza de Lenin según el cual hay reformas y reformas. Hay unas reformas que los trabajadores, bajo la dirección del partido revolucionario, arrancan por su lucha al capital, lo obligan a batirse en retirada, a hacer concesiones, que son ciertamente reformas en interés de las masas trabajadoras y es por ello que por tales reformas hay que pelear. Pero también existen reformas engañosas que son emprendidas por las clases explotadoras en el poder, a fin de desviar a los trabajadores de la revolución. (...) Esta es la razón por la que la actitud del partido revolucionario de la clase obrera con respecto a las reformas en las condiciones del capitalismo debe ser crítica y reservada». (Zëri i Popullit; A propósito de las tesis concernientes al Xº Congreso del Partido Comunista Italiano, 18 de noviembre de 1962)
Dejando la cuestión de las reformas y sus límites, nos centraremos en otra importante cuestión: el incumplimiento histórico de la socialdemocracia de sus promesas. Pondremos un caso histórico donde Dimitrov exponía las falsas promesas de la socialdemocracia, y explicaba como encarar de cara a su base, la exposición de las mentiras de sus líderes:
«En Bélgica, los jefes del partido socialdemócrata, con Émile Vandervelde a la cabeza, entraron en el gobierno de coalición. Lograron este «éxito» mediante una larga y amplia campaña por dos reivindicaciones principales: 1. derogación de los decretos-leyes especiales y; 2. realización del plan de Man. La primera cuestión es de gran importancia. El gobierno anterior había promulgado en total 150 «decretos-leyes» reaccionarios, que arrojaban cargas extremadamente pesadas sobre las espaldas del pueblo trabajador. Se planteaba el problema de derogarlas inmediatamente. Así lo exigía el partido socialdemócrata. ¿Acaso el nuevo gobierno ha derogado muchos de estos «decretos-leyes»? Ni uno solo. Se ha limitado a atenuar un poco algunos con objeto de suministrar una especie de indemnización «simbólica» para las promesas de gran envergadura. (...) En lo que respecta a la realización del pomposo plan de Man, la cosa tomó para las masas socialdemócratas un cariz inesperado. Los ministros socialdemócratas declararon que, antes de nada, había que superar las crisis económica y realizar tan sólo aquellas partes del plan de Man, que mejorasen la situación de los capitalistas industriales y de los bancos, y que sólo entonces se podría pasar a poner en práctica medidas encaminadas a mejorar la situación de los obreros. (...) Fue implantada una desvalorización del franco belga en un 28% y, mediante esta manipulación, los banqueros han podido apropiarse como trofeos 4.500 millones de francos, a costa de los que viven de un salario y de los ahorros de gente modesta. (...) A base del plan de Man, el gobierno nombró una comisión de control sobre los bancos; ¡pero una comisión compuesta de banqueros que se controlan a sí mismos alegre y despreocupadamente! El plan de Man promete también muchas otras cosas buenas: «reducción de la jornada de trabajo», «normalización de los salarios», «salario mínimo», organización de un sistema completo de «seguros sociales», «extensión de las comodidades mediante la construcción de nuevas viviendas», etc. Son todas ellas reivindicaciones que nosotros, los comunistas, podemos apoyar. (...) ¡Exijamos de los ministros socialdemócratas que cumplan las promesas que han hecho a los obreros! ¡Fundámonos en el frente único para la defensa eficaz de nuestros intereses! ¡Señor ministro Vandervelde: nosotros apoyamos las reivindicaciones contenidas en su plataforma para los obreros, pero declaramos abiertamente: tomamos en serio estas reivindicaciones; ¡queremos hechos y no palabras hueras, y por esta razón agrupamos a cientos de miles de obreros para luchar por estas reivindicaciones! De este modo, los comunistas en los países, donde existen gobiernos socialdemócratas, al aprovechar las reivindicaciones concretas correspondientes, tomadas de las plataformas de los propios partidos socialdemócratas y las promesas electorales de los ministros socialdemócratas, como punto de partida para acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas, podrán después desplegar con mayor facilidad una campaña para establecer el frente único, basándose ya en otra serie de reivindicaciones de las masas, que luchan contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de guerra. Además, hay que tener presente que, si las acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas exigen de los comunistas, en general, una crítica seria, razonada, del socialdemocratismo como ideología y práctica de la colaboración de clases con la burguesía, así como esclarecer infatigablemente y con espíritu de camaradería a los obreros socialdemócratas el programa y las consignas del comunismo, esta tarea es de singular importancia para la lucha del frente único, precisamente en los países donde existen gobiernos socialdemócratas». (Georgi Dimitrov, La clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Por tanto, como explica Dimitrov, los comunistas deben desenmascarar a los líderes socialdemócratas o conservadores frente a los trabajadores no solo limitándose a exponer que su programa no es revolucionario, sino que ni siquiera cumplen las reformas más básicas, por lo que si no cumplen tales garantías no son garantía de ningún tipo de bienestar para los trabajadores, ni mucho menos se llegará a un «socialismo a base de sucedidas reformas. Es precisamente esta decepción con el reformismo, su falta de compromiso y sobre todo su ineficacia para paliar las bases del capitalismo, lo que radicaliza a las masas, pero para que tal descontento sea productivo los comunistas deben de organizarse y vincularse con las masas para poder canalizar dicho descontento.
Podríamos hablar del PSOE histórico, de sus programas y promesas electorales no cumplidas. Igualmente, podríamos comentar la vieja postura de Felipe Gónzalez sobre las bases militares yankees, sobre la cuestión del Sáhara o sobre la OTAN... pero los sanchistas nos responderían con que ellos no se pueden hacer responsables de lo que ocurrió hace tantos años, así que vayamos al PSOE más reciente, el del propio Sánchez.
El PSOE en estos 9 meses de gobierno, ha incumplido varias de sus promesas realizadas ante sus votantes: abolir la Ley Mordaza, cambiar la última Reforma Laboral del PP, publicar la lista de los amnistiados fiscales por la ley del PP, retirar las medallas a franquistas torturadores como Billy el Niño –concedida precisamente por el socialdemócrata Felipe González–, parar las deportaciones en caliente de inmigrantes, subida de impuestos a grandes compañías, intervenir y regular el precio de la vivienda, la exhumación de Franco del Valle de los Caídos [realizada tardíamente en 24 de octubre de 2019, como método electoralista ante de los comicios y permitiendo todo tipo de honores], etc.
El hecho de que el PSOE haya sacado una gran victoria electoral para lo que se esperaba, no descarta que no vaya a incumplir de nuevo las medidas más progresistas de su programa. Y cuando eso ocurra de nuevo, ante la inexistencia de un partido comunista, es bien sabido a donde irán a parar estas condiciones objetivas de crisis y desastre provocado por la socialdemocracia: bien por la no resolución del desempleo, por una nueva crisis regional o mundial de la cual no pueda escapar, por el incumplimiento de su programa en las tareas más básicas, la no resolución de la problemática nacional o por los factores múltiples que son imaginables. Esto será aprovechado por la derecha –PP, C's o VOX–.
Insistimos. Entiéndase el ambiente propicio que eso crea para que sea ser aprovechado no solo por los grupos conservadores y liberales democrático-burgueses, sino por el abierto fascismo. Incluso que desde estos grupos no abiertamente fascistas se apoye una fascistización .
La política tibia, cobarde y reformista de los socialdemócratas que se muestra ante el pueblo como «representantes de la clase obrera», de la «izquierda», favorece que las capas intermedias se echen a los brazos del fascismo:
«Los jefes reaccionarios asustaban a los obreros socialistas con este argumento: el programa revolucionario y la política de los comunistas echan a los campesinos y a las capas medias de la ciudad en brazos del fascismo. Que la colaboración de los socialistas con los comunistas no haría más que acentuar este peligro. A esto replicamos: la verdad es todo lo contrario. Es la política de coalición de los partidos socialistas con la burguesía la que echa a los campesinos y a las capas medias de la ciudad en brazos de los demagogos fascistas. ¿Por qué? Porque los socialistas gubernamentales respaldan, apoyan y comparten los ataques de la burguesía contra los campesinos trabajadores y las capas medias de la ciudad, porque con ello se compromete toda la clase obrera a los ojos de estas capas intermedias, porque con ello estas capas medias pierden la fe en la clase obrera, se apartan de ella y se echan fácilmente en brazos del primer aventurero fascista que llega. En cambio, el restablecimiento de la unidad de acción de la clase obrera y la lucha en común no sólo por las reivindicaciones de los obreros, sino también por los intereses de los campesinos trabajadores y de la pequeña burguesía urbana, facilitarían la incorporación de estas capas sociales al movimiento de la clase obrera y la formación de un potente frente popular de todos los trabajadores contra el puñado de bandoleros capitalistas. A la demagogia fascista se la privaría de base con esto». (Klement Gottwald; Por la aplicación acertada de la línea del VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 1936)
Decimos que la pronta o tardía decepción del PSOE ante las masas será aprovechada por la derecha, ya que la otra formación socialdemócrata, Podemos, ha demostrado en su corta vida política no tener capacidad para distanciarse en el discurso y el programa del PSOE en muchas de las cuestiones claves, y como ya advertimos, el fraccionalismo hará el resto para que, desunido y falto de influencias, cada vez pinte menos en la política española. Como anticipaba el antiguo Iglesias de 2015, el gobierno de coalición con el PSOE «le puede hacer mucho daño a Podemos» al ser su cómplice.
Es loable decir que en Europa y concretamente España, el PSOE se ha mostrado como un partido altamente derechizado con el paso de las décadas, que más que socialdemócrata se ha comportado como un partido neoliberal. Es el culpable de la adhesión de España a la OTAN y a la Unión Europea, conocido además por las medidas de desindustrialización, terrorismo de Estado, y conocidos casos de corrupción en los 80 y 90. Para muestra un dato: las mayores huelgas del posfranquismo se han producido durante los gobiernos del PSOE en la era de Felipe González, el cual atacó la sanidad, las pensiones, la educación y los derechos laborales. En 1986, sin ir más lejos, se permitió a EE.UU. hacer uso del espacio soberano del país durante los desarrollos de la operación «El Dorado Canyon» dirigida contra Libia, así como apoyó a la intervención de la OTAN en Yugoslavia durante los 90, sin olvidar la propia participación española en la Guerra del Golfo de 1990. Durante el gobierno de Zapatero el PSOE propició sendas reformas laborales e inyecciones a los bancos con dinero público, así como varios recortes en todos los sectores público, y ha sido cómplice en la mayoría de aventuras del imperialismo mundial, mientras que en otras ocasiones ha mirado hacia el otro lado cuando así convenía. El PSOE no es garantía de defender los intereses populares ni dentro ni fuera del país.
Esta derechización meteórica del PSOE ha sido el reflejo de la tendencia general de la socialdemocracia a nivel mundial durante estas últimas décadas:
«Con el devenir de los años, y los acontecimientos históricos, la socialdemocracia viró hacia la derecha, al tiempo que las diferentes tendencias revisionistas también giraron hacia la derecha, buscando la fusión con la socialdemocracia, eliminado las endebles líneas demarcadoras entre los partidos revisionistas y los socialdemócratas. Pero la socialdemocracia siguió en su deriva ideológica propia acercándose a los postulados capitalistas de moda, así en los últimos años, entrado el siglo XXI, los partidos socialdemócratas han sufrido una agudización del proceso de derechización hasta extremos insospechados; de hecho, estas agrupaciones no llegan a cumplir en sus programas y acciones ni siquiera con los viejos esquemas programáticos de socialdemocratismo de mediados del siglo pasado; de hecho, los partidos socialdemócratas en el poder han liderado gran parte de las medidas más reaccionarias de los gobiernos del mundo, son directos representantes y defensores del gran capital, de la gran burguesía, de la oligarquía más insultante, de la reacción, aliado de los monopolios e imperialismo –cuando no los lideran–; y en grandes ocasiones forman parte de la vanguardia teórico-práctica del capitalismo neoliberal. Incluso, en la actualidad es extremadamente difícil diferenciar a un partido socialdemócrata de un partidos considerado de «derecha», o conservadores, o liberales, o neoliberales, fascistas, etc.
Ante esta perspectiva y los fracasos de sus gobiernos, estas organizaciones han caído en el descrédito y la pérdida de influencia en las masas lo que los ha llevado a una profunda y permanente crisis que se ha traducido en la continua traición de los intereses de las masas trabajadoras. Se ha llegado al punto de que tanto viejos como nuevos socialdemócratas tienen miedo a denominarse como tal porque saben de que están desacreditados antes las masas trabajadoras que son conocedoras de sus traiciones, esto les ha empujado a utilizar eslóganes eclécticos propios del fascismo como: «ni de izquierdas ni de derechas», pero sus propuestas, y sobre todo su práctica, siguen demostrando que son herederos de la II Internacional, así como integrantes de su reedición, la Internacional Socialista». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico; Socialdemocracia, 2015)
De hecho, para que se entienda el nivel de «fiabilidad», el PSOE ya intentó pactar con Ciudadanos en 2015 para formar gobierno, los mismos que en Andalucía gobiernan de la mano con el PP y Vox para aumentar el precio de las guarderías o derrumbar la Ley de Memoria Histórica. Sería una total ingenuidad confiar en la dirección del derechizado PSOE.
Es ya hora de dejar de considerar, como hace Podemos, al PSOE como un «partido progresista» más allá de las medidas en favor de los trabajadores que en un momento determinado haya promovido bajo la presión popular, como la ley del divorcio o la ley del aborto en los 80, o recientemente la cacareada subida del salario mínimo, que tampoco se equipara a lo esperado con otros países europeos, y que ya está siendo contrarrestada con anuncios de subidas de impuestos. Como decía Lenin, hay reformas y reformas, y las del PSOE no van encaminadas a poner un peldaño más que encamine a la revolución, sino que son reformas destinadas a reforzar el modelo capitalista, a reforzar el llamado modelo de la «sociedad de consumo», el «Estado de bienestar», el «progreso económico», a reforzar los patrones culturales que sirven como analgésicos para la conciencia de clase de los trabajadores.
En resumen, el PSOE ha demostrado sobradamente que es un partido más del gran capital, y que actúa en contra de los intereses populares, y que, en muchas otras ocasiones y cuestiones, simplemente se ve forzado a implementar medidas progresistas acordes a la época, pero esto no tiene especial mérito, es algo que ocurre históricamente con todo gobierno burgués sea del corte que sea: o se actualiza en algunas cuestiones, o hace concesiones incluso contra su opinión, o perece. O igual algunos creen que la burguesía estaba dispuesta a legalizar los sindicatos obreros, el derecho a expresión de los periódicos obreros, la jornada de 8h o el derecho a voto femenino.
Sí... siempre debemos insistir en diferenciar la cúpula, los cuadros intermedios y los militantes de base, sus votantes o simpatizantes, pero sin ser condescendientes. Si pusiéramos en una balanza las acciones del PSOE, veríamos que en su mayoría ha perjudicado gravemente los intereses populares. No olvidemos que fue un cómplice esencial –junto a otros como el PCE, el PNV o CIU– en la estafa con la que «bombardearon» a las masas de que el nuevo régimen de tipo democrático-burgués que salía del franquismo sin depurar, iba a solucionar sus problemas políticos, nacionales y de clase. Y hoy se pagan las consecuencias de creer dicha promesa.
Ya hemos concluido en no pocas ocasiones que Podemos con su movilización fulgurante hacia la derecha aspira a ocupar el lugar dejado por el PSOE cuando mutó hacia el neoliberalismo en varias ocasiones. Pero lejos de lo que proclamaba Pablo Iglesias en 2015, la cúpula de Podemos ya no pretende el «sorpasso» al PSOE, sino rogar tener algún ministerio a su lado. Todo ello, mientras se ve obligado a vender la bonita historia de que esta «es la única garantía de que el PSOE ejerza una política de izquierdas» que «realmente beneficie a los trabajadores». Es sencillo comprender que un sujeto o colectivo no puede ser garantía de controlar los defectos de otro cuando está manifestando y mutando, reproduciendo defectos análogos. Aunque no fuese así, Podemos tampoco está en una situación de fuerza para forzar ese control sobre el PSOE.
En 2015 Podemos parecía que según las encuestas podía ser la primera fuerza política. ¿Acaso en aquel entonces era garantía de algo para las clases trabajadoras? Solo un necio apolítico, un trabajador con bajo nivel de formación o un veterano oportunista pudieron pensarlo así. El tiempo desenmascaró a estos farsantes:
«Pese a lo que digan los ilusos, Podemos no puede servir para proponer o hacer nada que no se haya visto en otros partidos de corte reformista con sus sonados fracasos [véase lo que ocurrió con sus aliados internacionales de Syriza en el gobierno durante 2015-2019 y la justificación de Podemos a las traiciones hacia el pueblo griego], sus propuestas no se salen de los límites del sistema actual, pero es que ni siquiera cumplirán los aspectos más progresistas de su programa, y ni mucho menos harán otras cosas que sus seguidores fantasean [aunque sus líderes ni quieran oír hablar de ello]. Pongamos unos breves ejemplos de estas ilusiones. Hay quienes dicen que Podemos es un «frente de varias organizaciones y corrientes de izquierda», serviría para «poner freno a los grandes monopolios», que «podría sacarnos de la OTAN» [cuestión que Podemos ya no cuestiona], que «podría proponer sobre la mesa una lucha contra la monárquica corrupta» [algo que Podemos también ha olvidado], que «acercaría a los obreros al comunismo» [ahora se reconocen abiertamente como socialdemócratas]. Esta gente en efecto no conoce ni ha estudiado las obras del comunismo, ni la propia historia del movimiento obrero de su país. Uno de los requisitos básicos para que triunfe un frente anticapitalista, es la existencia de un partido comunista, que si bien puede que no sea vanguardia al inicio, intentará ganarse tal posición por su línea política ante las masas trabajadoras, precisamente apoyándose en los obreros cansados de las bonitas palabras de los reformistas, y de la incapacidad de su dirigencia reformista de romper la colaboración de clase con la burguesía y su sistema, que no los libra de la explotación. Delegar en manos de reformistas y organizaciones de este tipo cuestiones como poner freno a los grandes monopolios y salirse de la OTAN... es un verdadero acto de fe sin respaldo en la historia. Ahí tenemos la actuación del PSOE de González con la OTAN. Lo mismo cabe decir de las promesas del PCE de Carrillo-Ibárruri de luchar contra la monarquía. ¿Tanto tiempo han pasado de estas traiciones para que la gente se deje engañar de nuevo? Más bien habría que decir que se ha hablado muy poco de ellas. Por último, ¿quién va a «enseñar» marxismo al obrero, el partido de Pablo Iglesias que alaba el trotskismo y el «socialismo del siglo XXI» mientras ataca frontalmente el «dogmatismo de Lenin y Stalin»? ¿Una agrupación que rechaza el centralismo democrático en favor del fraccionalismo y el eclecticismo ideológico? Una organización así no solo no va al socialismo, no va con seguridad ni a la vuelta de la esquina. Sigan soñando». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al artículo: «Podemos» irrumpe con fuerza en el panorama español, 2014)
El pueblo debe aprender a rechazar este tipo de cuentos.
¿Es posible influir sobre el campo antifascista sin un partido comunista constituido y fuerte?
«¿Qué podemos decir de los famosos movimientos antifascistas? Pues que pese a tener grandes inclinaciones progresistas e incluso revolucionarias, no son garantía de éxito en la lucha contra el fascismo; esto debido a su carácter ecléctico en lo ideológico: la cuestión antifascista, como la cuestión nacional, de género y otras, jamás tendrá una garantía real de éxito si no es conducida desde una perspectiva marxista-leninista. ¿Queremos decir con ello que un anarquista no sea antifascista? No, lo que decimos es que por su metodología y forma de pensar, sus métodos de lucha son deficientes, porque en la mayoría de temas no comprende el origen de los problemas ni las formas de solucionarlas. (...) Entonces, se hace lógico que dentro de los frentes antifascistas con otras organizaciones no marxistas, lejos de primar la piedad con los conceptos y prácticas antifascistas antimarxistas, debe prevalecer la crítica a los cabecillas de estas organizaciones, enseñando a su base que los conceptos políticos derrotistas, reformistas, utópicos, terroristas, idealistas, pacifistas, skinheads, no tienen nada que ver con un antifascismo consecuente. Que lo único que logra ese antifascismo es bañar a la clase obrera en un charco de sangre». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
Respondemos tajantemente que no, al menos como se debiera influir con eficacia, para eso se necesita la estructura, organización, disciplina de una organización.
Lo primero que tenemos que aclarar de nuevo es lo siguiente:
«La primera obligación de un partido de vanguardia del proletariado es la organización de su clase; así el objetivo estratégico fundamental en ese fin –y que pasa por la acumulación de fuerzas– no es aunar un buen número de votantes fieles para un mero «contraataque» electoral ni una política pasiva de «resistencia» armada como preconizan algunos románticos del guerrillerismo-terrorismo con sus atentados. Ni ese reformismo oportunista ni ese terrorismo desesperado llevan al movimiento hacia una acumulación real de fuerzas ni a la deseada transformación social de la que parlotean de tanto en tanto. Nosotros no estamos hablando ni de socialdemocratismo ni de anarquismo, nos referimos a una actividad seria y rigurosa que haga coincidir las «condiciones objetivas» del momento –que no dependen de nuestra voluntad– con las «condiciones subjetivas»; estas últimas son el fruto de la labor sociopolítica de un partido marxista-leninista.
Este tiene que ser sólido en pensamiento y acción, el cual debe contar con una línea política reconocible hasta para quien no tiene nociones políticas. Este eje es el único punto de apoyo posible que sirve para aunar a las capas más conscientes del pueblo, y si este juega sus cartas correctamente posibilitará en un futuro el aumento progresivo de sus afiliados, recursos y actividad como para poner en jaque de verdad al sistema. Antes de ello, debe llegar al punto de lograr el autoconvencimiento de una parte fundamental de las masas laboriosas –por su propia experiencia– de la correcta línea del partido y sus acciones, de sus propuestas, en definitiva, de la necesidad de hacer la revolución para cambiar sus vidas de arriba a abajo. Esto solo puede ocurrir si dicha organización logra fabricar naturalmente cuadros cada vez más probados, con más experiencia y más eficaces, esto es, los dirigentes que puedan acumular y encabezar luchas a nivel local, regional y nacional contra las instituciones burguesas y sus fuerzas auxiliares. Esto incluye necesitar a gente para todos los campos: para la tribuna parlamentaria, el trabajo sindical, los artículos periodísticos o en las barricadas, choques que tomarán un carácter violento y no violento dependiendo del contexto político del momento.
En resumidas cuentas, estamos hablando de toda una serie de condiciones que puedan hacer a una fuerza de oposición desencadenar finalmente la toma de poder, hacer rendir el pabellón burgués. Vale decir que el trabajo por desarrollar las condiciones subjetivas ha de darse también cuando las condiciones objetivas no son propicias, y así estar preparados organizativa e ideológicamente hablando para cuando las condiciones objetivas acaben dándose. De hecho, este retraso en la acumulación de fuerzas, esa desorganización del proletariado, es lo que hace que no se avance ni siquiera en luchas menores, lo que ha permitido al capital en crisis, desarrollar todo un enjambre de políticas encaminadas a vaciar de contenido el derecho laboral o el acceso a la sanidad y educación. Es por ello, que aislando al partido de estos sucesos no puede cumplir la misión de vanguardia, que como organizador de los elementos obreros más conscientes debe ocupar, y se acaba zozobrando en una autosatisfacción basada en meras consignas». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al documento: «El PCPE explica el porqué de no participar en la Marcha de la Dignidad», 2014)
Estos requisitos indispensables actualmente no lo cumplen ni uno solo de los autoproclamados «partidos comunistas» –que no son sino la caricatura de lo que algún día fueron las agrupaciones del siglo XX que llevaron tales nombres–.
Algunos en un intento de cosechar alianzas con fines oportunistas, sacan a relucir sin venir a cuento experiencias históricas como el Bloque del Frente Popular de 1936-1939 y proponen también la reedición de otros frentes antifascistas. Por supuesto... no citan los errores y deficiencias de los comunistas en las experiencias de dichos frentes –y parecen dispuestos a caer en ellos–, pero olvidan algo aún más importante: la existencia de un partido comunista como tal y con una influencia arraigada, sin el cual es imposible ejercer una influencia firme sobre el resto de organizaciones –ni siquiera sobre el papel–.
También hay que dejar claro que los comunistas no aspiran –como propone el anecdótico Partido del Trabajo Democrático (PTD)– a mantener la independencia organizativa, y al mismo tiempo ceder el programa y el discurso para convertirse en el furgón de cola permanente de un partido socialdemócrata [Podemos], a bendecir todas sus decisiones bajo la excusa de que es el «mal menor». El considerarse «críticos» pero no criticar ni contradecir ninguna de las decisiones de mayor calado de la organización socialdemócrata, feminista, ecologista o republicana de turno, conduce a los presuntos comunistas a un callejón sin salida. Es la misma desastrosa táctica que ha hecho el Partido Comunista de Venezuela (PCE) con el chavismo durante dos décadas, cuyos resultados ya sabemos todos.
Tampoco es lícito adoptar la famosa táctica trotskista del «entrismo» en los grupúsculos revisionistas del montón manteniendo una doble militancia y permitiéndose el lujo de no criticar a la dirección «para no ser expulsados y no perder el contacto con las masas». Históricamente hemos visto como cuando estos «posibilistas» desarrollan esta táctica acaban disolviéndose en estas organizaciones inmundas sin pena ni gloría, como ha sucedido a multitud de formaciones trotskistas en el PSOE –con las agrupaciones trotskistas o la ORT-PTE–, IU –con REM y otros grupos trotskistas– o ahora en Podemos –con los Anticapitalistas–. Esto pierde aún más sentido cuando el entrismo se realiza en grupúsculos marginales.
Para los comunistas su propósito es otro, es aspirar a mantener una posición independiente, clara y científica en todas y cada una de las cuestiones básicas, exista o no el partido comunista. El objetivo siempre debe de ser diferenciarse de los pseudocomunistas, para precisamente poder aunar fuerzas con los verdaderos comunistas, para estrechar lazos y superar el primitivismo organizativo existente en todos los países en la actualidad.
Eso no significa que ante la inexistencia de un partido comunista real los comunistas de hoy no tengan nada que hacer respecto al tema del fascismo en cuestión, que deban quedarse de brazos cruzados.
La tarea de los comunistas respecto al fascismo emergente debe ser intervenir en todo el radio de acción que le sea posible ligarse a las masas, aunque sea escasamente, y desde ahí inocular su visión antifascista, para poder ir acumulando influencia entre las masas. Esto incluye diversas formas: desde el trabajo teórico hasta el influir desde su puesto de trabajo, sindicatos obreros, campesinos y universitarios, aprovechar las reuniones familiares y lazos de amistad, operar en las asociaciones vecinales, y por supuesto no puede descartarse participar en asambleas abiertas de otros partidos u organizaciones políticas sean del signo que sean para hacer oír la voz propia. Hay que aprovechar la cuestión de la urgencia actual del antifascismo, para realizar un trabajo que pueda arrastrar a los elementos más conscientes a un proyecto loable para que precisamente no se tenga que adoptar una posición defensiva sino ofensiva en la cuestión electoral.
b) Los líderes de Podemos y gente afín teorizan que esta puede ser la oportunidad para que el PSOE gobierne con Podemos, logre una estabilidad político-económica, y de paso se frene al fascismo. Esto es un espejismo.
El socialdemocratismo ha demostrado, tanto en Europa como en América, que en sus diversos intentos de luchar contra el fascismo y la reacción en general, incluso cuando está puesto entre la espada y la pared por su supervivencia, si no es acompañado y dirigido firmemente por los comunistas, rápidamente imprime posturas totalmente utópicas, oportunistas, claudicadoras o simplemente insuficientes para vencer a dicho fenómeno. Además, suele caer preso de teorías fatalistas como el «inevitable triunfo del fascismo» o se trazan estrategias titubeantes basadas en la idea de «no enojar a la bestia fascista» creyendo que complaciendo a los fascistas en sus demandas más «sensatas», se quedarán ahí, que «el mejor ataque hacia el fascismo es ignorarle», lo que solo ayuda a la no refutación de sus mentiras.
Las promesas de Pedro Sánchez de ilegalizar a los partidos intolerantes como prometía en relación a Vox antes de las elecciones del 28 de abril de 2019, no pueden ser tomadas en serio, sino como una estratagema electoralista; además una ley de este tipo puede ser utilizada por la burguesía «progresista» del PSOE, no solo para eliminar a organizaciones derechistas sino a organizaciones revolucionarias y marxista-leninista bajo la misma premisa de que son individuos y grupos «intolerantes», «antidemocráticos», «anticonstitucionales». Véase lo que ha sucedido y sucede actualmente en países revisionistas sin ir más lejos. Además, las dudas aumentan si tomamos en cuenta que el PSOE fue uno de los culpables de que la transición del franquismo a la monarquía parlamentaria en los 70 se hiciese sin condenar al franquismo, y sin hacer que los franquistas rindieran cuentas por los crímenes cometidos. Incluso si miramos más atrás, varias de las actitudes del PSOE gobernando, no solo fueron en contra de los intereses populares, sino que son la constatación de que se ha constituido como un grupo político que sirve a la burguesía y la representa. No en el sentido de que hayan sido tan fascistas como los fascistas –como decían los comunistas «thälmannianos» de Bullejos–, sino de que sus líderes decían luchar por la «emancipación social del proletariado», por el «socialismo», pero cuando la situación les ponía en aprietos y debían elegir, con sus medidas antipopulares y el ejercicio de acciones represivas contra el pueblo, se comportaban como los gendarmes de la reacción, lo que conectado a otras cuestiones, precisamente dejaban el camino abierto al crecimiento de la demagogia fascista y a la progresiva fascistización del país –véase la crisis republicana-socialista de 1933 o el uso del terrorismo de Estado durante los gobiernos de los 80–.
Podríamos citar el papel nefasto de la mayoría de líderes socialdemócratas durante la guerra civil de 1936-1939: Caballero, Prieto, Negrín y Besteiro, las posturas antiunitarias y claudicadoras en el campo republicano, las posturas chovinistas frente a la cuestión nacional «prefiriendo el triunfo del fascismo que la desintegración de España», los intentos de cerrar «una paz deshonrosa con Franco», rompiendo la unidad antifascista con el famoso Golpe de Casado de 1939. O como después muchas corrientes del PSOE trataron de adaptarse al franquismo «para intentar hacerlo virar hacia la democracia», mientras por supuesto, en mitad de la Guerra Fría elegían el bando de los EE.UU. en la consiguiente disyuntiva entre comunismo y capitalismo, entre marxismo y liberalismo, etc.
No se puede vencer al fascismo si no aprendemos de nuestros errores históricos
En esta cuestión debemos citar nuevamente a Dimitrov. Sobre todo cuando habla de la lucha contra la fascistización en países gobernados por socialdemócratas, y los problemas que eso crea entre los obreros engañados por el reformismo:
«Los comunistas en los países, donde existen gobiernos socialdemócratas, al aprovechar las reivindicaciones concretas correspondientes, tomadas de las plataformas de los propios partidos socialdemócratas y las promesas electorales de los ministros socialdemócratas, como punto de partida para acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas, podrán después desplegar con mayor facilidad una campaña para establecer el frente único, basándose ya en otra serie de reivindicaciones de las masas, que luchan contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de guerra. Además, hay que tener presente que, si las acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas exigen de los comunistas, en general, una crítica seria, razonada, del socialdemocratismo como ideología y práctica de la colaboración de clases con la burguesía, así como esclarecer infatigablemente y con espíritu de camaradería a los obreros socialdemócratas el programa y las consignas del comunismo, esta tarea es de singular importancia para la lucha del frente único, precisamente en los países donde existen gobiernos socialdemócratas. (...) Hemos asociado y seguiremos asociando la presteza para lanzarnos a la lucha contra el fascismo, conjuntamente con los partidos y organizaciones socialdemócratas, con la lucha irreconciliable contra el socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la conciliación con la burguesía, y también, por consiguiente, contra toda penetración de esta ideología en nuestras propias filas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Por si no ha quedado claro, revisemos lo que el búlgaro diría dos años después contra algunas distorsiones que se estaban dando entre algunos comunistas sobre esta cuestión:
«Sería ingenuo pensar que la realización de la unidad de acción del proletariado se puede conseguir tratando de ganar a los líderes reaccionarios por el camino de la persuasión, las exhortaciones o los exorcismos. La unidad del proletariado internacional no se puede lograr sin una lucha tenaz de todos sus partidarios contra los enemigos declarados o encubiertos de dicha unidad. A veces se escuchan en las filas de los socialdemócratas voces según las cuales los comunistas, con su crítica abierta y franca respecto de la conducta de los dirigentes de la II Internacional y de la Internacional de Ámsterdam, dificultan la creación de un frente único. ¿Pero acaso puede lograr la creación de un frente único si no se critica de la manera más decidida a quienes no escatiman sus esfuerzos por obstaculizarlo? ¿Qué clase de dirigentes del movimiento obrero seríamos, si no dijésemos abiertamente toda la verdad sobre una cuestión tan importante para toda la clase obrera? Quién pasa por alto u oculta los actos nocivos de los dirigentes reaccionarios en las filas del movimiento obrero, no ayudan a la causa de la unidad de la clase obrera. Quién renuncia –so pretexto de que ello redundaría en favor del frente único proletario– a la lucha contra sus enemigos y a la crítica contra el reformismo que subordina el movimiento obrero a los intereses de la burguesía, presta un mal servicio a la clase obrera. (...) Se equivoca profundamente quien piensa que la lucha por el frente popular nos exime de la obligación de llevar a cabo una lucha por una base de principios y por los intereses esenciales del movimiento obrero, contra las teorías y conceptos hostiles a la clase obrera. Esta lucha no perjudicaría a la causa del frente popular; al contrario, solo podría favorecerla. Algo más. Esta lucha es la premisa necesaria para un despliegue y fortalecimiento reales del frente popular contra el fascismo y la guerra. (...) Al aplicar la política del frente popular contra el fascismo y la guerra, al desplegar acciones conjuntas con los demás partidos y organizaciones de los trabajadores contra el enemigo común, al luchar por sus intereses vitales y por sus derechos democráticos, por la paz y la libertad, los comunistas no pierden de vista la necesidad histórica del derrocamiento del capitalismo ya anacrónico, y de la edificación del socialismo, que lleva aparejada la liberación de la clase obrera y de toda la humanidad. Coordinar de manera justa la política del frente popular con la propaganda del marxismo, con la observación del nivel teórico de los cuadros del movimiento obrero, con la asimilación de la gran doctrina de Marx-Engels-Lenin, como una guía para la acción: eso es lo que tenemos que aprender y enseñar diariamente a nuestros cuadros y a las masas». (Georgi Dimitrov; La unidad del proletariado internacional, imperativo supremo del momento actual, 1 de mayo de 1937)
¿Es un proceso fácil dicha lucha por persuadir a los trabajadores de la política y programa de los comunistas y tejer alianzas en pro de sus objetivos? No solo no lo es por la influencia de los enemigos de clase, sino que los cuadros inexpertos y débiles pueden caer en lo contrario de lo que pretenden: desviarse del camino comunista. Por ello, los comunistas estén organizados bajo su partido, o todavía en un periodo embrionario de círculos deben tener en cuenta, que en todo frente de masas:
«Los comunistas deben incrementar su vigilancia y guardarse del peligro del oportunismo de derecha, y deben continuar una determinada lucha contra todas estas concretas manifestaciones, teniendo en cuenta el peligro del oportunismo de derecha crecerá donde las tácticas del frente único sean aplicadas. La lucha por el establecimiento del frente único, de la acción conjunta de la clase obrera, alza como necesario que los obreros socialdemócratas se convenzan a través de las lecciones objetivas de la correcta política de los comunistas y la incorrecta política reformista, y que cada partido comunista prosiga una lucha irreconciliable contra cualquier tendencia que rebaje las diferencias de principio entre el comunismo y el reformismo, contra rebajar la crítica de la socialdemocracia como ideología y práctica de colaboración de clases con la burguesía, contra la ilusión de que es posible transitar al socialismo pacíficamente, por métodos legales, contra cualquier realización basada en el automatismo y la espontaneidad, en la organización de la liquidación del fascismo o en la realización del frente único, contra cualquier menosprecio del rol del partido y contra la vacilación en los momentos de decisiva acción». (Internacional Comunista; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Internacional Comunista respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de agosto de 1935)
¿Cuáles serían los puntos principales en los que deberían basarse los comunistas para ir conformando un frente antifascista a nivel genérico en sus radios de influencia?:
«La defensa de los intereses económicos y políticos inmediatos de la clase obrera, y su defensa contra el fascismo ha de ser el punto de partida y el contenido principal del frente único en todos los países capitalistas. (...) Esto significa, en primer lugar, la lucha conjunta por descargar de un modo efectivo las consecuencias de la crisis sobre las espaldas de las clases dominantes, sobre las espaldas de los capitalistas, de los terratenientes, en una palabra, sobre las espaldas de los ricos. Significa, en segundo lugar, la lucha conjunta contra todas las formas de la ofensiva fascista, por la defensa de las conquistas y derechos de los trabajadores, contra la liquidación de las libertades democrático-burguesas. Significa, en tercer lugar, la lucha conjunta contra el peligro cada vez más inminente de la guerra imperialista, lucha que dificultaría la preparación de esta guerra. (...) Naturalmente, los comunistas no pueden, ni deben renunciar, ni por un solo minuto, a su labor propia e independiente de educación comunista, de organización y movilización de las masas. Sin embargo, para asegurar a los obreros el camino hacia la unidad de acción, hay que conseguir sellar al mismo tiempo acuerdos a corto y a largo plazo sobre acciones comunes con los partidos socialdemócratas, los sindicatos reformistas y las demás organizaciones de los trabajadores contra los enemigos de clase del proletariado. En estos pactos, la atención principal debe encaminarse a desencadenar acciones de masas en los distintos lugares, que deberían ser llevadas a cabo por las organizaciones de base mediante acuerdos locales. A la par que cumplimos lealmente las condiciones de todos los acuerdos pactados con ellos, desenmascararemos implacablemente cualquier sabotaje, cometido contra las acciones conjuntas por personas u organizaciones, que tomen parte en el frente único. A cuantos intentos se hagan por frustrar los acuerdos pactados, y estos intentos posiblemente se harán, contestaremos apelando a las masas y continuando infatigablemente la lucha por restablecer la unidad de acción violada». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Por supuesto, a las sectas de presuntos «comunistas» les temblarán las piernas con solo teorizar el hecho de tener que presentarse en sindicatos amarillos, de tener que persuadir a las bases de las organizaciones reformistas o anarquistas, incluso fascistas. Esto se manifiesta como expusimos en varias ocasiones en los grupos que casualmente rechazan bajo una excusa u otra el presentarse a elecciones municipales o generales. ¿Pero qué se creen que hacían los comunistas para avanzar, solamente agitación y propaganda donde les fuese más cómodo? Craso error:
«En la situación actual, el sectarismo, ese sectarismo engreído, como lo calificamos en nuestro proyecto de resolución, entorpece ante todo nuestra lucha por la realización del frente único; ese sectarismo, satisfecho de su estrechez doctrinaria y de su alejamiento de la vida real de las masas. (...) El sectarismo, para el cual todo es una pequeñez; ese sectarismo engreído no quiere, ni puede comprender que situar a la clase obrera bajo la dirección del partido comunista no se consigue espontáneamente. El papel dirigente del partido comunista en las luchas de la clase obrera hay que conquistarlo. Para esto, no hace falta declamar acerca del papel dirigente de los comunistas, sino que hay que merecer, ganar, conquistar la confianza de las masas obreras con una labor cotidiana de masas y una política justa. Esto sólo se logrará si nosotros, los comunistas, en nuestra labor política tenemos seriamente en cuenta el verdadero nivel de conciencia de clase de las masas, su grado de revolucionarización, si apreciamos seriamente la situación concreta, no a través de nuestros deseos, sino a través de la realidad. Tenemos que facilitar a las extensas masas, pacientemente, paso a paso, el tránsito a las posiciones del comunismo. (...) La política del frente único se suplantaba frecuentemente por meros llamamientos y por la propaganda abstracta». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)
Por último, dejaremos algunas de las perlas que vendrían bien en repasar muchos doctrinarios, que se les llena la boca al citar a Dimitrov y a la Internacional Comunista, pero no han entendido la médula de su pensamiento.
Sobre el considerar a todo fascismo:
«En nuestras filas se manifiesta la tendencia a considerar al fascismo de un modo general, sin tener en cuenta las particularidades concretas de los movimientos fascistas en los distintos países, calificando erróneamente como fascismo a todas las medidas reaccionarias de la burguesía, llegando inclusive a catalogar como fascistas a todos los sectores no comunistas. Lo que se conseguía con esto no era fortalecer, sino, por el contrario, debilitar la lucha contra el fascismo». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 13 de agosto de 1935)
Sobre no distinguir y no apreciar las diferencias entre vivir en una democracia burguesa y un fascismo:
«Hoy millones de trabajadores, que viven bajo las condiciones del capitalismo, tienen necesariamente que determinar su actitud ante las formas que adquiere en los diversos países la dominación de la burguesía. Nosotros no somos anarquistas, y no puede en modo alguno sernos indiferente qué régimen político impera en un país dado: si la dictadura burguesa, aunque sea con los derechos y las libertades más restringidos, o la dictadura burguesa, en su forma descarada, fascista. Sin dejar de ser partidarios de la democracia soviética, defenderemos palmo a palmo las condiciones democráticas arrancadas por la clase obrera en años de lucha tenaz, y nos batiremos decididamente por ampliarlas». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo: Discurso resumen ante el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 13 de agosto de 1935)
Sobre creer que los trabajadores cambian de ideología rápidamente:
«No hay que creer que los obreros socialdemócratas que se hallan bajo la influencia de la ideología de la colaboración, inculcada a lo largo de decenas de años, van a abandonar por sí mismos esta ideología bajo la acción de ciertas causas objetivas. No. Es deber nuestro, de los comunistas, ayudarlos a liberarse del paso de la ideología reformista. La explicación de los principios y del programa del comunismo debe realizarse con paciencia y camaradería, y en consonancia con el nivel de desarrollo político de cada obrero socialdemócrata. Nuestra crítica de la socialdemocracia deberá ser más concreta y sistemática. Tendrá que basarse en la experiencia de las propias masas socialdemócratas. Hay que tener presente que, basándose sobre todo en la experiencia de su lucha conjunta y hombro con hombro con los comunistas contra el enemigo de clase, podremos facilitar y acelerar a los obreros socialdemócratas su desarrollo revolucionario. Para que superen las vacilaciones y las dudas, no existe medio más eficaz que su participación en el frente único proletario». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo: Discurso resumen ante el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 13 de agosto de 1935)
Un resumen de las desviaciones thälmannianas respecto al fascismo:
«En Alemania, fue solamente después de la llegada de Hitler, que los comunistas defendieron la clara consigna de defensa de los sindicatos libres, seguido de los lemas de restaurar los sindicatos libres. (...) Por otra parte, un error igualmente grave como la subestimación del peligro fascista fue el hecho de ver fascismo donde no existía. Este error se debió a que una serie de escritores comunistas dieron una interpretación mecánica de la declaración del VIº Congreso de la Internacional Comunista de 1928 donde se decía que la burguesía se veía obligada cada vez más por recurrir al fascismo. En Alemania, los comunistas durante mucho tiempo mantuvieron el punto de vista que el gobierno socialdemócrata de Hermann Muller estaba trabajando para la fascistización, que el gobierno de Brüning ya era un gobierno de dictadura fascista. Por otra parte, subestimaron el movimiento de Hitler, bajo la suposición de que en un país como Alemania, donde la clase obrera estaba tan altamente organizada, los hitlerianos no podrían hacerse con el poder y que las masas pequeño burguesas que viraron espontáneamente a acudir en masa hacia los hitlerianos, pronto se apartarían de ellos. (...) Estos errores se debieron a la absolutamente falsa concepción de que todos los partidos burgueses son fascistas, que «no hay dos métodos de dominación burguesa» [democracia burguesa y abierta dictadura terrorista fascista - Anotación de Bitácora (M-L)], y que era indecoroso para los comunistas la defensa de la democracia burguesa. Mientras no podamos sustituir la democracia burguesa por la democracia proletaria, por la dictadura del proletariado, el proletariado está interesado en defender todos los derechos de la democracia burguesa para que puedan ser utilizados para preparar a las masas en el derrocamiento del poder capitalismo y lograr la democracia proletaria». (Wilhelm Pieck; Las actividades del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 26 de julio de 1935)
¿No se le debe llamar al fascismo por su nombre?
Ya hemos comentados anteriormente algunos errores que no se deben cometer de nuevo en el campo antifascista. Pero hemos de hablar de algunos más.
¿Es verdad aquello de que señalar la esencia fascista de algunas de las propuestas y actuaciones de Vox es algo contraproducente? Uno de los periodistas españoles más activos en la investigación de Vox y sus trapos sucios, Antonio Maestre, ardiente defensor de Unidas Podemos, nos advertía:
«El fascismo de nuestro tiempo no es el que se generó en los años 30. Nos ha tocado vivir una nueva conformación de lo primitivo de su ideología, el odio al diferente y la discriminación a la minoría. El autoritarismo propio de aquellos fascismos adopta nuevas formas y lo prioritario es evitar que puedan llegar a tener la suficiente importancia como para implementar sus medidas reaccionarias y antidemocráticas. Vox es lo más parecido que tenemos al fascismo en España y, sin embargo, por eso mismo es contraproducente usar el término en el combate público para evitar que se retroalimente de él». (Antonio Maestre; Manual de Vox para antifascistas emocionales, 9 de diciembre de 2018)
Esto que leemos es normal pues hablamos del señor Maestre, que cabalga sobre los mitos del reformismo, entre ellos, su visión deformada sobre el fascismo. Para empezar, habríamos de aclarar que, como asalariado intelectual, la labor del señor Maestre se centra en escribir panfletos que justifiquen las acrobacias políticas que realizan Pablo Iglesias y Cía. En 2019 tuvo la osadía de calificar el descalabro electoral de Unidas Podemos como una «victoria» que rendía honor a la «doctrina marxista»:
«El líder de Unidas Podemos ha salido victorioso de unas elecciones en las que ha seguido perdiendo apoyo. (…) Pablo Iglesias doblegó al PSOE y sus insomnios rindiendo honor a la doctrina marxista. Y en plena ofensiva reaccionaria hay que poner en valor un corpus doctrinario del que enorgullecerse. Habrá quienes consideren que una vez logrado el poder hay que ocultar las enseñanzas del barbudo y de sus correligionarios, pero es ahora cuando hay que valorizarlas. Pablo Iglesias puso en práctica el análisis marxista para la consecución del poder: el análisis concreto de la situación concreta. Una máxima que tendría que ser aplicada por cualquier líder de izquierdas en todas y cada una de las vicisitudes dilemáticas que presenta la vida pública». (Antonio Maestre; Pablo Iglesias vence rindiendo honor a la doctrina marxista, 2019)
¡«Brillante» análisis! ¡Maestre tiene toda la razón! ¡Sólo hace falta ver a dónde le condujo a Unidas Podemos esa «victoria» en las elecciones de 2019! Actualmente ha perdido toda la influencia que una vez obtuvo en 2014. Véase el capítulo: «Los oportunistas al rescate del gobierno del cambio» (2021).
En cuanto a sus aspiraciones personales, el ego del señor Maestre le conduce a estar yendo de plató en plató donde se siente que influye en el destino de los ciudadanos con su discurso «inteligente». En estas actuaciones aparenta ser un «contestatario» pero sin salirse tampoco mucho de los marcos del sistema, no vaya a ser que se asuste el «respetable público» de la Sexta Noche o Al Rojo Vivo. Por este motivo nunca entra en pleitos con las idioteces que sueltan en el programa sus compañeros tertulianos de la bancada de «izquierda» –mismamente en temas como el feminismo cuyas posiciones comparte a pies juntillas–. Él responde a esa clase de «periodistas» que casualmente siempre nos venden que vivimos en un estado de «alarma» permanente, uno que exige de nosotros la unión sin discusión frente a la ofensiva de la reacción: ayer era el «aznarismo», luego el «rajoyismo» y ahora el «abascalismo». La creación de este «estado de sitio» permanente es una estrategia del socialdemocratismo para que los antifascistas no deparen en reflexionar sobre cuestiones ideológicas, su dogma reza: ¡no pienses, solo actúa, sino será demasiado tarde! ¿Y acaso ha logrado algo sustancial este practicismo ciego en nombre de la «sagrada unidad»?
Cada vez que le apunta una cámara, el señor Maestre se presenta como un hombre «progresista pero ante todo librepensador» y nos ilustra con que lo único importante es centrar los ataques sobre la derecha política –para que así él y los suyos parezcan de «izquierda» y no deparemos en señalar sus vergonzosas incoherencias–. Por esta misma razón no se puede permitir el lujo de reflexionar sobre porqué la autodenominada «izquierda» –parlamentaria y extraparlamentaria– ha permitido el ascenso del fascismo si Vox antes era una gota en el océano. ¿Tendrá algo que ver las promesas electorales del PSOE-Podemos que no se cumplieron? ¿Hasta qué punto las políticas fraudulentas, escándalos y corruptelas de la «nueva casta» son un puente para que el fascismo asalte la Moncloa? ¿De verdad creen que las actuaciones indignantes de esa «izquierda» pusilánime que pide combatir al fascismo con recetas hippies y no desmoraliza a los antifascistas? Hasta el batacazo de Syriza, los simpatizantes de Unidas Podemos solían mirar a Grecia en busca de referentes, les pedimos que vuelvan a echar la vista hacia Atenas al menos para comprobar como se ha barrido a los fascistas, no precisamente utilizando medias tintas:
«Amanecer Dorado ha pasado de ser la tercera fuerza parlamentaria a no tener representación en el hemiciclo. (...) Las cuatro líneas estratégicas con las que ha actuado el antifascismo heleno: las movilizaciones masivas, las plataformas amplias, la persecución judicial y la confrontación callejera. La clasificación solo tiene por objetivo facilitar la explicación y, por supuesto, no se trata de elegir entre ellas. Han funcionado porque se hicieron todas a la vez». (El Salto; Cómo han vencido al fascismo en Grecia, 2019)
En esencia los jefes fascistas son antidemocráticos. Pretenden justificar su chovinismo y fanatismo nacional por la vía de la fuerza bruta, y dado que no atienden a razones sobre la barbaridad que proponen esto ha de tenerse en cuenta. Por eso es una patochada afirmar que «al fascismo se le combate estrictamente con razones». Sí y no. Desde luego las explicaciones racionales que podemos dar pueden salvar de la deshonra a muchos elementos engañados, pero por el contrario nunca debemos intentar convencer a quienes no quieren ser convencidos. Las personas que, en palabras de su admirado diría Primo de Rivera, solo entienden el lenguaje y la «dialéctica de los puños y pistolas», no pueden ser enfrentadas mediante tácticas hippiescas. Al pan pan y al vino vino. Asimismo, huelga comentar que intentar combatir al fascismo con soflamas igual de estúpidas y místicas nos haría perder la partida antes de empezarla. Si nos creyésemos ese mito de que para diezmar la influencia fascista debemos competir a la hora de ser «emotivos», «desaforados» y en general buscar encender «la parte más irracional que se esconde en el espacio más recóndito del alma humana», ya le advertimos al lector que en eso nunca seremos mejor que el fascismo, pero además estaríamos tomando un camino equivocado, puesto que para nuestra causa no nos vale apelar a la parte más primitiva y ancestral de la esencia humana, eso solo nos puede condenar a ser presos del caudillaje y hacer volver a la humanidad a la era de las cavernas, solo que en una versión «modernizada».
Más allá de todo esto, el señor Maestre no ha entendido que en la Edad Contemporánea ser de «izquierda» no se reduce a ser contrario a ciertos «valores» conservadores y tradicionales que suelen reproducirse en mayor medida entre la derecha política, sino también a rechazar «alternativas» de «izquierda» de carácter burgués y pequeño burgués que desvían al pueblo de la tarea revolucionaria de nuestro tiempo: sepultar el capitalismo y avanzar hacia la supresión de las clases sociales. El nacionalismo es tan incompatible como el feminismo en este sentido, por eso ambos son aliados tácticos del capital en las cuatro esquinas del globo. Nunca ha habido una «revolución nacionalista» ni «feminista» que termine con el capitalismo. Véase la obra: «Fundamentos y propósitos» (2021).
Por ello, más que un intercambio de discursos para ver quién se proclama más de «izquierda», habría que definir en qué consiste la «izquierda» según las propuestas que debe portar hoy. Y una vez aclarado esto, el espectador debe constatar la coincidencia o no entre lo que políticos, periodistas o artistas dicen y hacen. A razón de ello, él y sus jefes políticos –Iglesias, Monedero, Garzón y demás– hace largo tiempo que han quedado retratados: son parte del problema y no de la solución.
Pero Maestre no acudirá a esa cita, él está imbuido de ese defecto que tanto abunda entre intelectuales que viven en mundos alejados de la realidad: tiene fe en que la cuestión del fascismo pueda ser frenada apelando a las masas trabajadoras –incluso a la mayoría que carece de conciencia política– mediante bonitos discursos sobre la «libertad» y la «democracia». ¿Pero cómo se puede apelar sobre un sistema «democrático» que el propio Iglesias ha reconocido que es incompleto y tramposo? Otras veces traen a la palestra el «espíritu de unidad del 78». ¿Y no es este el mismo «compromiso entre clases» que causó sacrificios estériles para los asalariados y la tura que los ha traído hasta los resultados de hoy? En última instancia, apelan, casi como un cura revolucionario, al «humanismo» y al «amor» hacia ella. ¿Realmente piensan que la gente que está pendiente de su empleo y su estómago está para filosofar sobre los «derechos inalienables del hombre»? Maestre piensa que esto son los métodos más eficaces para atacar al fascismo y diezmar su influencia, pero difícilmente será así mientras no se hable claro del carácter de clase del fascismo, qué ha supuesto históricamente el fascismo para los trabajadores, qué errores tuvo el movimiento antifascista en España, qué puntos fascistas hay en el discurso actual de Vox, qué contraprograma debe contraponerse y la ideología que debe liderar tal programa antifascista para que sea eficaz.
No se trata de hablar cómo la izquierda domesticada ha aprendido de sus amos capitalistas, sino de expresarnos como los marxistas entendemos las relaciones sociales y la política. Nosotros pensamos que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, no abusando de eslóganes machacados ni lenguaje pedante, sino siempre argumentando lo que se afirma, explicando pacientemente a las masas, y desde un prisma de clase, con una doctrina determinada e identificable, para que el espectador pueda hacerse una idea general de qué propone el marxismo en cada tema, sin despistarle cambiando de opinión según sopla el viento.
Igual que criticamos cuando se califica de fascismo cuando no lo es, sería un grave error no identificar de forma abierta al fascismo ante las masas cuando efectivamente lo tenemos en frente, y efectivamente, en Vox hay elementos que recuerdan sospechosamente al fascismo de antaño. Preocuparnos por los epítetos que el fascismo vaya a utilizar contra nosotros: «totalitarios», sanguinarios», «amorales», «impíos», sería igual que preocuparnos por lo que los revisionistas digan de nosotros: «iluminados», «sectarios», «dogmáticos», «autoritarios». Al fin y al cabo, siempre van a utilizar descalificativos y argumentos indemostrables como mecanismo de defensa. Por lo que no hay nada que temer. De lo que si tenemos que guardarnos es de que las masas no lleguen a comprendan el peligro que supone el fascismo, de que confundan nuestros discursos con el del socialdemócrata de turno.
Si precisamente el actual movimiento antifascista es una pantomima –y ni de broma estaría en capacidad de frenar un avance del fascismo en caso de que la burguesía requiriese de esta forma de dominación para gobernar–, no es porque falten ganas o convicción entre los antifascistas de todo signo político, sino porque sus líderes –como ocurre en toda ideológicamente difusa y burocrática en lo organizativo–, prefieren más la cantidad a la calidad, el amiguismo a la disciplina. Por consiguiente, han decretado que la dichosa «unidad antifascista» debe consistir en la paz ideológica entre los antifascistas; con ello se restringe el debate y la elevación ideológica en aras de que esto nos permitiría unirnos todos contra el enemigo común. Esto, que suena tan precioso y romántico y que a priori parecería ser la fórmula perfecta y sencilla de la unidad, es la forma más rápida para el fracaso: sin condiciones serias toda unidad es formal, ficticia e inútil, tanto dentro de un partido marxista como en un frente antifascista. Solo hace falta echar una ojeada al interior de estos movimientos de asambleas y organizaciones vecinales «antifascistas». En cada uno de ellos, prima una interpretación particular sobre qué es fascismo, a qué responde y cómo enfrentarlo. Por lo que, en definitiva, nunca hay claridad, coordinación, métodos ni perspectivas para enfrentarlo eficazmente, vendiéndose muy barata la derrota ante el fascismo. Parecería que a más de uno su alergia por el estudio y la historia le ha hecho no estar al tanto que al fascismo no se le derrotó en Stalingrado emulando al ejército de Pancho Villa.
Todo esto debe quedar claro». (Equipo de Bitácora (M-L); Las elecciones, la amenaza del fascismo, y las posturas de los revisionistas, 2019)
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