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Este documento de Naum Farberov se concentra en explicar las características de los países del Centro y Este de Europa que se iniciaban en la construcción del socialismo también las características generales específicas de estos países, denominados de democracia popular. Dicho texto pretendía de paso espolear las pasadas tendencias revisionistas en los diferentes partidos comunistas de los países de democracia popular durante 1944 y 1948. Veamos:
1) El teórico soviético subrayó que para que estos países se metan de lleno en el tránsito al socialismo sería necesario una completa nacionalización de la industria, la colectivización del campo, y la planificación económica. Se nos muestra como la mayoría de países tienen como punto de partida para completar la nacionalización casi total el año 1947-1948, lo que evidencia la dificultad de lograr tal requisito o el descuido de tal tarea de algunas dirigencias.
Además, refuta al revisionista húngaro Eugen Varga que recupera viejas teorías trotskistas y acusa al sector estatal de las democracias populares de capitalismo de Estado, el autor recuerda que un Estado que confisca y pone en funcionamiento, bajo el Estado proletario, la industria y sus riquezas no puede ser capitalismo de Estado, ya que los beneficios no se reportan al burgués, que ha sido eliminado de la jurisdicción de la industria y que no percibe ningún beneficio permanente mensual o anual de la industria. De igual modo, se ponen en claro otras ilusiones sobre el «equilibrio entre sectores económicos» socialistas y capitalistas criticada por Stalin en los años 20, se refuta la teoría igualmente desarrollada por el revisionista chino Mao Zedong de que el capitalismo de Estado es un sector económico de carácter socialista, se aclara que la industria socialista como hemos citado no mantiene ni reporta ningún beneficio al burgués, sino que lo elimina, y hace desaparecer «objetivamente» a la burguesía como clase, ya que le priva de su poder económico que es lo que le hace ser de ese extracto social.
2) En la cuestión del campo, era una época en que se reproducían muchas teorizaciones sobre la validez o no del modelo soviético sobre la colectivización del campo, sobre si era necesaria la colectivización para ir al socialismo o si el kulak podía seguir operando hasta el final de la colectivización, la no limitación de a compra-venta de tierra como ocurrió en Yugoslavia, y la permisión de la entrada de kulaks en las colectividades como sucedió en China que al regirse en parte los salarios por la tierra entregada a las colectividades el kulak se beneficiarían de tal método manteniendo sus privilegios de clase. Farberov recuerdo que como requisito pues, los marxista-leninistas debían crear los primeros lazos cooperativos en el campo, donde el Estado aportaría todo tipo de ayuda económica al campesino, los apoyaría en el trabajo con brigadistas, y haría otras demostraciones, para que el campesino pudiera ser persuadido y comprobar «con sus ojos» los beneficios de la colectivización, este era un primer paso para lograr en el campo el paso hacía las granjas estatales y socialistas.
3) En cuanto a la planificación se habla del inicio de los diferentes planes bienales, trienales, quinquenales etc. Como dijo Stalin la planificación tenía como objeto preservar la independencia y autosuficiencia de cada país frente a los países imperialistas. Aquí ha de tenerse en cuenta lo ya debatido y refutado en la Unión Soviética años antes; sin una industria socialista y un campo socialista es imposible establecer una planificación socialista, pues la ley del valor seguirá operando libremente y por tanto será una planificación ligada al mercado capitalista. La planificación no es un capricho, de otro modo, todo se vendría abajo, las leyes de producción socialistas como la ley de desarrollo armónico serían inaplicables y los fenómenos de la economía capitalista como al descompensación entre campo y cuidad, y la desproporciones entre sectores productivos serían visibles.
4) En cuanto a la unión ideológica y la creación de un único partido rector de la sociedad. Se habla de la necesidad histórica de unir las organizaciones donde se encontrabas disgregados los diferentes elementos obreros. Esta unidad se hizo bajo las condiciones estipuladas por Georgi Dimitrov en su discurso del 2 de agosto de 1935, lo que incluía requisitos mínimos como rechazar la colaboración de clase con la burguesía, el rechazo a apoyar cualquier guerra imperialista, el reconocimiento del centralismo democrático como único método interno para el partido proletario, el marxismo-leninismo como única doctrina guía científica del proletariado, etc., sin olvidar el reconocimiento y validación real de todos estos y otros principios no solo en teoría sino en la praxis.
5) Se extrae como conclusión lógica que la revolución del proletariado, y el establecimiento de su dictadura: la dictadura del proletariado, y de su democracia: la democracia del proletariado, es una necesidad determinada por el desarrollo histórico, algo que también lleva en su seno los países de democracia popular –aunque tardase más en cristalizarse–. Dicha democracia abrirá los cauces para la participación de todas las masas trabajadoras –clase obrera, soldados de distintos orígenes sociales, semiproletariado como empleados públicos, pequeña burguesía urbana y rural, intelectualidad popular, etc.– que se irán proletarizando con la construcción económica del socialismo y la construcción y consolidación de una moral y cultura proletaria. Dicha democracia negará la participación en dicho poder popular de las clases explotadoras –burguesía rural y urbana, terratenientes feudales–. Dicha democracia reprimirá cualquier intento de subversión contra el régimen popular, ha de saberse que a diferencia de otras dictaduras históricas, dicha democracia proletaria, es la dictadura de la mayoría sobre la minoría. Dicha democracia proletaria garantizará no solo el ejercicio político de las clases trabajadoras junto a la eliminación de la propiedad privada y la paulatina construcción económica del socialismo, sino también la promoción de la cultura proletaria, esto traerá la igualdad de los ciudadanos independientemente de su sexo, religión, raza y nacionalidad. Se creará este nuevo poder popular en base a los soviets –bajo el nombre que sean– que rompen con el parlamentarismo burgués, y unen el poder legislativo y ejecutivo, y cambiando las circunscripciones electorales territoriales por entidades de producción, dando así la oportunidad a las masas trabajadoras de ejercer su propio poder, y permite la revocabilidad de cargos en todo momento a diferencia del burocratismo del parlamentarismo burgués. Además, la clase obrera debe crear su propio ejército, el nuevo ejército popular compuesto por los trabajadores, que está destinado a chocar y derrotar al ejército burgués para que la revolución triunfe.
6) Este documento es uno de los más brillantes a la hora de explicar la función de los frentes –en este caso de los frentes populares que implican colaboración con elementos no proletarios– y su función antes de la toma de poder –antiimperialista, antifascista, antifeudal, etc–. y tras la toma de poder –como medio para agrupar las organizaciones de masas; juveniles, femeninas, sindicatos– etc.
7) Por lo demás, el texto repasa muy correctamente la agudización de la lucha de clases según se avanza en la resolución de las tareas. Sabiendo que la lucha de clases es la fuerza motriz de la sociedad de clases hasta la abolición de todas las clases en el comunismo. No hay que olvidar pues que como dijo Stalin en 1937 en mitad de la construcción socialista en la Unión Soviética, hay que «demoler y rechazar» la teoría podrida según a cada éxito de la clase obrera en la construcción socialista, la lucha de clases debe apagarse cada vez más, que los enemigos locales e internacionales desistirán y cada vez será más fácil coronar un nuevo éxito; por el contrario, cuando más desesperados se vean las clases explotadoras locales o sus restos, con más furia y por métodos más desesperados recurrirán a las tentativas de restaurar su poder político, económico y cultural, de igual modo las clases explotadoras del exterior no desistirán en el empeño de ayudar a las clases explotadoras locales para que se restaure el capitalismo y en dicho país se reabra una puerta para que puedan apropiarse de las riquezas nacionales de dicho país.
8) Se insiste una vez más, que las particularidades específicas de cada país de la revolución no eximen a sus gobiernos revolucionarios de aplicar los axiomas generales de la revolución proletaria, nos referimos a gran parte de los principios explicados en esta introducción. Se concluye justamente pues, que sería negativo negar las particularidades de cada país –como pueden ser: el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, la conciencia de la clase obrera nacional, la resistencia de las clases explotadoras, etc.–, pero que sería igual de perjudicial justificar una desviación de las leyes de la revolución proletaria y la construcción socialista basándose en una sobrestimación de estas particularidades.
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Como curiosidad, pese a citarse al país durante el documento como una democracia popular no se anotan los datos de Albania, un país que acabaría siendo el país que por más tiempo sería fidedigno a los axiomas del marxismo-leninismo, a diferencia del resto de países que a la conquista o aparición pública del revisionismo en sus dirigencias en 1953, abandonaron rápidamente el correcto camino recorrido anteriormente, convirtiéndolas como ocurrió con Yugoslavia previamente en 1948, en ordinarias repúblicas burguesas con sistemas de producción mercantil-capitalistas; esto no lo decimos por gusto, lo demuestran los hechos objetivos que implican las reformas y recuperación de viejas tesis de partido, Estado, economía y cultura de los desviacionistas de estos partidos. Y no sólo eso: sino también directamente la rehabilitación de figuras desviacionistas anteriormente condenadas, lo que indica una línea opuesta a la trazada de 1944-1953 en las democracias populares, véase; el caso de Gomułka en Polonia y su liberalismo en la cuestión religiosa y su progresiva descolectivización del campo; Dej-Ceaușescu en Rumanía y su política exterior proestadounidense y progresiva deuda exterior con los imperialismos occidentales; Kádár en Hungría y su teoría jruschovista del apaciguamiento de la lucha de clases en el socialismo o su promoción de la ley del valor y la obtención del «beneficio máximo» como factor rector de las empresas; Novotny en Checoslovaquia y su fijación en la economía por la «autogestión» titoista de fondos y salarios en la empresa y la independencia de ésta respecto al plan, o Zhivkov en Bulgaria y su amparo en la teoría capitalista de dar prioridad a la industria ligera sobre la pesada por ser más rentable y bajo los auspicios de la división internacional de trabajo.
Con este panorama, como expresa Enver Hoxha, seguir planteando que «se seguía construyendo el socialismo» pese a estas evidentes teorías revisionistas llevadas a la práctica, es la más burda muestra de centrismo, y conciliación con el revisionismo, y una falta de respeto a las figuras marxista-leninistas que construyeron el socialismo en sus respectivos países como Gottwald, Bierut, Hoxha, Dimitrov, etc».
El documento:
Las Democracias Populares
Preámbulo
Las democracias populares. En el informe presentado por Andréi Zhdánov ante la conferencia de los nueve partidos comunistas –durante septiembre de 1947– sobre la situación internacional de posguerra, estableció que los países de democracia popular de la Europa Central y del Sudeste de Europa:
Después de esta conferencia, los países de democracia popular han realizado grandes progresos económicos y políticos en su marcha hacia el socialismo. He aquí las características económicas esenciales:
1º Haber dado fin a la nacionalización de la grande y mediana industria.
2º Haber dado fin a la reforma agraria; al desarrollo de las cooperativas de producción agrícola; y puesta en marcha de los medios que permitan en el futuro la colectivización en masa de la agricultura.
3º Desarrollo y planificación de la economía nacional y paso, después de la planificación bienal y trienal, a los planes quinquenales.
Polonia: En 1946, el Estado se hace cargo de todas las empresas industriales que emplean a menos de 50 obreros por relevo. Resultado: la industria del Estado y la industria cooperativa, que emplean cerca del 75% de los trabajadores de la industria y del artesanado, aseguran el 85% de la producción del país.
Checoslovaquia: En 1945-46, nacionalización parcial, afectando esencialmente a la gran industria. Hasta 1948 el número de obreros y de empleados del sector nacionalizado no pasa del 66% en el conjunto de sus categorías y aseguran alrededor del 75% de la producción industrial del país. El sector capitalista sigue desempeñando un papel importante: subsisten 9.000 empresas privadas grandes y medianas y, en ciertas ramas de la producción su proporción relativa es aún considerable –47% en la industria alimenticia, 46% en la industria textil–. En 1948, 6.500 empresas comerciales privadas concentraban en sus manos más de 2/3 partes del comercio al por mayor. Apoyándose sobre esta sólida base económica, la reacción intentó en febrero de 1948 derribar el poder popular. El Congreso de los consejos de fábrica y de los sindicatos, así como, numerosas asambleas de los trabajadores, exigieron –durante febrero 1948– la expulsión de los representantes de la reacción en el gobierno y la nacionalización de todas las empresas privadas de los capitalistas que emplearan más de 50 trabajadores, como también la de todo el comercio al por mayor. En el curso del primer semestre de 1948 todas las empresas que empleaban más de 50 trabajadores fueron nacionalizadas, así mismo, independientemente del número de personas empleadas, casi toda la industria alimenticia y ciertas empresas industriales de una particular importancia. En la actualidad el sector nacionalizado representa cerca del 95% de la industria del país. Todas las grandes empresas comerciales han sido igualmente nacionalizadas, y el comercio exterior se encuentra por entero en manos del gobierno.
Hungría: En 1945-46, nacionalización parcial que afecta esencialmente a la gran industria. Una parte considerable de la industria y casi todo el comercio seguían en manos de los capitalistas hasta finales del año 1947. Hasta en 1948 cerca de la mitad de los obreros industriales estaban empleados en las empresas privadas; en el comercio, predomina el sector privado capitalista. Sólo después del aniquilamiento de los conspiradores reaccionarios del Partido de los Pequeños Propietarios, fue posible continuar las nacionalizaciones. En 1947 y luego en febrero y marzo de 1948 se aprobó la nacionalización de todas las empresas que empleaban más de 100 obreros. Al finalizar el año 1948 las 3/4 partes de la industria estaban en manos del Estado y las 4/5 de los obreros trabajaban en empresas nacionalizadas.
Bulgaria: En 1945-46, nacionalización insignificante de la industria. Hasta enero de 1948 sólo un 16,6% de las empresas más importantes pertenecen al Estado, 2,6% a las cooperativas, mientras que el 77,8% quedaban en manos de los capitalistas privados. En diciembre de 1947, después de la ratificación de la Constitución de la República Popular de Bulgaria, la Gran Asamblea Popular aprueba la nacionalización de toda la industria, excepto la pequeña industria. Hoy el sector del Estado asegura más del 90% de la producción industrial del país.
Rumanía: Hasta 1948, no existía prácticamente nacionalización de la industria. Los propietarios de empresas industriales prefieren pasar sus capitales al extranjero antes que cooperar en el renacimiento económico del país. La nacionalización no fue posible hasta finales de 1948 cuando los representantes de la burguesía son expulsados del gobierno y cuando la dirección del país pasa por entero a manos de la clase obrera en alianza con el campesinado, cuando es abolida la monarquía y Rumanía proclama la república popular. El 11 de junio de 1948 la Gran Asamblea Nacional de Rumanía adopta la ley sobre la nacionalización y todas las empresas de más de 100 obreros son nacionalizadas.
Yugoslavia: Este país es el único en el que los dirigentes han extendido la nacionalización a la pequeña industria, medida aventurera y demagógica, perjudicial al fortalecimiento del régimen de democracia popular y destinada especialmente a enmascarar una política general oportunista.