sábado, 16 de septiembre de 2023

¿Por qué cayeron los regímenes marxistas?; Equipo de Bitácora (M-L), 2022


«El movimiento comunista es, por su propia naturaleza, internacional. Esto no sólo significa que debemos combatir el chovinismo nacional. Esto significa también que el movimiento incipiente, en un país joven, únicamente puede desarrollarse con éxito a condición de que haga suya la experiencia de otros países. Para ello, no basta conocer simplemente esta experiencia o copiar simplemente las últimas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber asumir una actitud crítica frente a esta experiencia y comprobarla por sí mismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

En su día, los bolcheviques rusos, acuciados por la necesidad, por el interés y por la atracción, se vieron abocados a estudiar minuciosamente los movimientos políticos de sus antecesores más o menos lejanos. En el ámbito internacional, esto pasaba por familiarizarse con las disputas internas de las organizaciones francesas o alemanas; en el ámbito interno, tocaba repasar desde las andanzas de los primeros grupos marxistas rusos hasta las aventuras de los populistas y los decembristas. Y este proceder era totalmente lógico, pues solo a través de esta labor podían comprender racionalmente sus limitaciones, sus fracasos, pero también inspirarse, aprender de sus sorprendentes éxitos, emularlos y superarlos. Fue gracias a este magnífico trabajo que estos sujetos supieron rescatar y descubrir toda una serie de axiomas necesarios para alcanzar y desarrollar la nueva sociedad que ha de construirse. Hoy nosotros, al igual que ayer ellos, no tenemos otra salida que entender este conjunto de saberes que nos han legado las experiencias pasadas, pero no porque sea aconsejable, sino porque directamente es imprescindible adquirir este conocimiento si queremos hacer algo de valor, algo transcendente en el tiempo.

¿A qué se dedica hoy por el contrario el maoísmo moderno? El famoso «balance» que realizan los miembros de la «Línea de la Reconstitución» (LR) se resume en lo de siempre: sota, caballo y rey. A repetir los eslóganes de la «Revolución Cultural» (1966-76) y la «Guerra Popular Peruana» (1980-92). Y cuando eso se queda corto, rebuscan entre las tesis del «Marxismo Occidental» −Lukács y Korsch−. Ahora bien, una vez terminan de recitar estos catecismos, no saben muy bien qué más argumentar, pues poco hay de original y valioso en las explicaciones que presentan para el análisis de las experiencias revolucionarias del siglo XX. 


¿Apenas tiene importancia la «vigilancia revolucionaria»?

En redes sociales, la «Línea de la Reconstitución» (LR), se manifestaba públicamente a través de su icono más pedante como sigue:

«@_Dietzgen: Eso sí, si crees que vale con la «vigilancia y depuración»... pareciera que te has perdido el siglo XX. Si la deriva de China demostrase lo erróneo de la lucha de dos líneas... ¿no demostraría el periplo de la URSS y de Albania lo insuficiente de la «vigilancia y depuración»? (Comunista; Twitter, 25 de febrero de 2021)

Pues resulta que no, señor «Dietzgen»; lo que demuestran precisamente las experiencias del sistema soviético o albanés −y su ulterior ruina− es que hay un patrón común respecto a otros individuos y colectivos que jamás llegaron a tomar el poder −y pasaron sin pena ni gloria por la historia−: en todos esos casos no es necio declarar que hubo una insuficiente labor de «vigilancia» y «depuración» en cuanto a la selección, formación y desempeño de los cuadros. Ahora, dicho esto, cuando hablamos de que hubo «falta de vigilancia» no estamos haciendo una simplificación para ignorar todo el cúmulo de errores y desaciertos que hubo detrás del movimiento revolucionario −tanto en lo referido a aspectos teóricos como en su aplicación−. Nada de eso, incidimos en ello porque ignorar este factor resulta demencial; la esfera de la supervisión y el control sobre lo aprobado por el colectivo condiciona que las decisiones certeras lleguen a buen puerto, que el rumbo del proyecto revolucionario no se desvíe de sus objetivos y se fortalezca a cada paso. Así explicaba este asunto Stalin, sobre cómo evitar la degeneración en la cuestión organizativa:

«Algunos piensan que basta trazar una línea acertada en el partido, proclamada públicamente, exponerla en forma de tesis y resoluciones generales y aprobado en votación unánime, para que la victoria llegue por sí sola, digámoslo así, por el curso natural de las cosas. Esto, claro está, no es cierto. Es un gran error. Así no pueden pensar más que incorregibles burócratas y aficionados al papeleo. En realidad, estos éxitos y estas victorias han sido alcanzadas, ni más ni menos, en la lucha encarnizada por la aplicación de la línea del partido. La victoria no llega nunca por sí sola: habitualmente, hay que conquistarla. Las buenas resoluciones y declaraciones en favor de la línea general del partido constituyen sólo el comienzo de la obra, pues no significan más que el deseo de triunfar, y no la victoria misma. Una vez trazada la línea certera, una vez se ha indicado la solución acertada de los problemas planteados, el éxito depende del trabajo de organización, depende de la organización de la lucha por la puesta en práctica de la línea del partido, depende de una acertada selección de hombres, del control del cumplimiento y de las decisiones adoptadas por los organismos directivos. De otro modo, la acertada línea del partido y las decisiones acertadas corren el riesgo de sufrir un serio daño. Más aún: después de trazada una línea política certera, es el trabajo de organización el que lo decide todo, incluso la suerte de la línea política misma, y su cumplimiento o su fracaso». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVIIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1934)

Dejando de lado el resto de los factores, que en un momento u otro pueden ser más importantes, no cabe duda de que estos dos aspectos, la «vigilancia» y la «depuración», son cotidianos y decisivos, tanto se esté en el poder como si, por el momento, aún no es así. ¿Por qué? Muy sencillo. Son acciones que emanan de las necesidades de la vida diaria, del actuar revolucionario y la estructura partidista: no se puede resolver prácticamente nada sin aplicar estos conceptos.

martes, 12 de septiembre de 2023

Engels una vez más sobre la relativa independencia de las «esferas ideológicas»

«Con el derecho, ocurre algo parecido: al plantearse la necesidad de una nueva división del trabajo que crea los juristas profesionales, se abre otro campo independiente más, que, pese a su vínculo general de dependencia de la producción y del comercio, posee una cierta reactibilidad sobre estas esferas. En un Estado moderno, el derecho no sólo tiene que corresponder a la situación económica general, ser expresión suya, sino que tiene que ser, además, una expresión coherente en sí misma, que no se dé de puñetazos a sí misma con contradicciones internas. Para conseguir esto, la fidelidad en el reflejo de las condiciones económicas tiene que sufrir cada vez más quebranto. Y esto tanto más raramente acontece que un Código sea la expresión ruda, sincera, descarada, de la supremacía de una clase: tal cosa iría de por sí contra el «concepto del derecho». Ya en el Código de Napoleón aparece falseado en muchos aspectos el concepto puro y consecuente que tenía del derecho la burguesía revolucionaria de 1792 y 1796; y en la medida en que toma cuerpo allí, tiene que someterse diariamente a las atenuaciones de todo género que le impone el creciente poder del proletariado. Lo cual no es obstáculo para que el Código de Napoleón sea el que sirve de base de todas las nuevas codificaciones emprendidas en todos los continentes. Por donde la marcha de la «evolución jurídica» sólo estriba; en gran parte, en la tendencia a eliminar las contradicciones que se desprenden de la traducción directa de las relaciones económicas a conceptos jurídicos, queriendo crear un sistema armónico de derecho, hasta que irrumpen nuevamente la influencia y la fuerza del desarrollo económico ulterior y rompen de nuevo este sistema y lo envuelven en nuevas contradicciones por el momento, sólo me refiero aquí al derecho civil.

El reflejo de las condiciones económicas en forma de principios jurídicos es también, forzosamente, un reflejo invertido: se opera sin que los sujetos agentes tengan conciencia de ello; el jurista cree manejar normas apriorísticas, sin darse cuenta de que estas normas no son más que simples reflejos económicos; todo al revés. Para mí, es evidente que esta inversión, que mientras no se la reconoce constituye lo que nosotros llamamos concepción ideológica, repercute a su vez sobre la base económica y puede, dentro de ciertos límites, modificarla. La base del derecho de herencia, presuponiendo el mismo grado de evolución de la familia, es una base económica. A pesar de eso, será difícil demostrar que en Inglaterra, por ejemplo, la libertad absoluta de testar y en Francia sus grandes restricciones, respondan en todos sus detalles a causas puramente económicas. Y ambos sistemas repercuten de modo muy considerable sobre la economía, puesto que influyen en el reparto de los bienes.

Por lo que se refiere a las esferas ideológicas que flotan aún más alto en el aire: la religión, la filosofía, etcétera, éstas tienen un fondo prehistórico de lo que hoy llamaríamos necedades, con que la historia se encuentra y acepta. Estas diversas ideas falsas acerca de la naturaleza, el carácter del hombre mismo, los espíritus, las fuerzas mágicas, etc., se basan siempre en factores económicos de aspecto negativo; el incipiente desarrollo económico del período prehistórico tiene, por complemento, y también en parte por condición, e incluso por causa, las falsas ideas acerca de la naturaleza. Y aunque las necesidades económicas habían sido, y lo siguieron siendo cada vez más, el acicate principal del conocimiento progresivo de la naturaleza, sería, no obstante, una pedantería querer buscar a todas estas necedades primitivas una explicación económica. La historia de las ciencias es la historia de la gradual superación de estas necedades, o bien de su sustitución por otras nuevas, aunque menos absurdas. Los hombres que se cuidan de esto pertenecen, a su vez, a órbitas especiales de la división del trabajo y creen laborar en un campo independiente. Y en cuanto forman un grupo independiente dentro de la división social del trabajo, sus producciones, sin exceptuar sus errores, influyen de rechazo sobre todo el desarrollo social, incluso el económico. Pero, a pesar de todo, también ellos se hallan bajo la influencia dominante del desarrollo económico. En la filosofía, por ejemplo, donde más fácilmente se puede comprobar esto es en el período burgués. Hobbes fue el primer materialista moderno –en el sentido del siglo XVIII, pero absolutista, en una época en que la monarquía absoluta florecía en toda Europa y en Inglaterra empezaba a dar la batalla al pueblo. Locke era, lo mismo en religión que en política, un hijo de la transacción de clases de 1688. Los deístas ingleses y sus más consecuentes continuadores, los materialistas franceses, eran los auténticos filósofos de la burguesía, y los franceses lo eran incluso de la revolución burguesa. En la filosofía alemana, desde Kant hasta Hegel, se impone el filisteo alemán, unas veces positiva y otras veces negativamente. Pero, como campo circunscrito de la división del trabajo, la filosofía de cada época tiene como premisa un determinado material de ideas que le legan sus predecesores y del que arranca. Así se explica que países económicamente atrasados puedan, sin embargo, llevar la batuta en materia de filosofía: primero fue Francia, en el siglo XVIII, respecto a Inglaterra, en cuya filosofía se apoyaban los franceses; más tarde, Alemania respecto a ambos países. Pero en Francia como en Alemania, la filosofía, como el florecimiento general de la literatura durante aquel período, era también el resultado de un auge económico. Para mí, la supremacía final del desarrollo económico, incluso sobre estos campos, es incuestionable, pero se opera dentro de las condiciones impuestas por el campo concreto: en la filosofía, por ejemplo, por la acción de influencias económicas que a su vez, en la mayoría de los casos, sólo operan bajo su disfraz político, etcétera sobre el material filosófico existente, suministrado por los predecesores. Aquí, la economía no crea nada a novo, pero determina el modo cómo se modifica y desarrolla el material de ideas preexistente, y aun esto casi siempre de un modo indirecto, ya que son los reflejos políticos, jurídicos, morales, los que en mayor grado ejercen una influencia directa sobre la filosofía». (Friedrich Engels; Carta a Konrad Schmidt, 28 de octubre de 1890)

lunes, 21 de agosto de 2023

Cognición sensorial –sensación, percepción, representación–

«El primer paso en una cognición humana compleja e históricamente desarrollada es una contemplación viva y directa de la realidad circundante. La cognición sensorial, que incluye sensaciones, percepciones e ideas; al ser una forma de reflejo directo de los objetos y los fenómenos específicos del mundo material, sirve como fuente directa e indirecta de todo nuestro conocimiento.

«Nada podemos saber ni de las formas de la sustancia ni de las formas del movimiento, si no es por nuestras sensaciones». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)

Cualquier conocimiento comienza con sensaciones y percepciones, con una revisión, comparación, distinción y procesamiento del material percibido por los sentidos. Todo el proceso subsiguiente de la cognición humana se basa, en última instancia, en la cognición sensorial. La cognición sensorial constituye, histórica y lógicamente, la etapa inicial del proceso de cognición. Esto es cierto tanto en relación con el reflejo del mundo material en la mente de un individuo, como en relación con el desarrollo histórico del conocimiento humano.

El conocimiento sensorial de la realidad material por parte del hombre se produce en el proceso de su actividad práctica, en el proceso de producción. Los clásicos del marxismo-leninismo señalaron que las personas no comienzan con la teoría, sino con la actividad práctica, con la producción de medios para su existencia. En el proceso del trabajo, de la actividad de producción práctica, las personas influyen en los objetos y fenómenos del mundo material que les rodea y reciben ciertas sensaciones y percepciones de este.

«La sensación es el resultado de la acción que ejerce sobre nuestros órganos de los sentidos la cosa en sí, existente objetivamente, fuera de nosotros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)

A través de las sensaciones, las personas reciben cierta información sobre las propiedades y cualidades de los objetos y los fenómenos individuales. Por eso, cuando se perturba la actividad de los órganos de los sentidos, la conexión de la conciencia con el mundo externo se interrumpe inevitablemente. 

«La sensación es, en realidad, el vínculo directo de la conciencia con el mundo exterior, es la transformación de la energía de la excitación exterior en un hecho de la conciencia». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)

viernes, 11 de agosto de 2023

Mehring explicando los límites de la teoría estética de Kant

«Kant investigó lo bello y lo diferenció precisamente de lo agradable, lo bueno y lo verdadero. El sentimiento de placer estético no es ni sensorial, ni moral, ni lógico; es el placer en la contemplación libre y serena de la cosa, cuyo objeto sólo puede ser la forma. La afirmación de Kant de que el objeto de la contemplación estética no es el contenido sino la forma, aparece en Schiller en la siguiente sugerente manera: «El verdadero secreto del arte de los maestros consiste en el borramiento de la materia a través de la forma». Sobre todo, aunque los ensayos estéticos de Schiller no siempre alcanzan las profundidades filosóficas de los de Kant, sus juicios puramente estéticos, precisamente por ser poeta, suelen ser más ricos y agudos.

Como dijo una vez Marx sobre la filosofía de Hegel, uno no puede deshacerse de la estética de Kant y Schiller dándose la vuelta y con la cabeza ladeada murmurando algunos comentarios molestos y trillados. En la medida en que Steiger intenta demostrar que la estética es una ciencia que no sólo se ocupa de los conceptos racionales sino también de las intuiciones, los sentimientos y los estados de ánimo, sólo repite lo que Kant dijo de manera mucho más clara e impresionante hace cien años. La dificultad comienza en primer lugar con la pregunta: ¿cómo son posibles, sin embargo, los juicios estéticos? ¿Cómo puede determinarse objetivamente el gusto estético, si este gusto es meramente subjetivo y personal, si cada hombre tiene su propio gusto? Esta pregunta es el problema fundamental de toda estética, y hasta que no se responda es imposible un tratado científico sobre estética. Si la respuesta de Kant es falsa, dar la respuesta correcta sería ir más allá de él; pero suponer que esta pregunta decisiva nunca se había planteado antes sería retroceder de él.

Steiger admite que el sentimiento estético se desarrolla históricamente y sufre cambios constantes. Aún así, plantea la objeción de que las mil y una preguntas históricas necesarias para explicar una obra de arte serían consideradas por cualquier esteticista como meros estudios preliminares en la historia de la cultura que no podrían comenzar a explicar la reacción puramente estética a una obra de arte. Pues esta reacción es en cada caso particular enteramente un acontecimiento de la experiencia subjetiva.

En sí mismo esto es bastante correcto, y desde Kant ha sido aceptado, incluso como algo natural. Sin embargo, cuando Steiger arranca la reacción estética como un hecho de la experiencia subjetiva de su contexto histórico, cae en el mismo error que critica tan severamente en Buchner y Moleschott, a saber, el de confundir las ciencias naturales y las sociales. La cuestión de cómo el hombre es capaz de percibir cae dentro del ámbito de las ciencias naturales, específicamente de la fisiología de los órganos de los sentidos; la cuestión de lo que los hombres perciben y han percibido cae dentro del ámbito de las ciencias sociales, específicamente, de la estética. Si un bosquimano australiano y un europeo civilizado escucharan al mismo tiempo una sinfonía de Beethoven o vieran una madona de Rafael, el proceso psicofísico de percepción sería el mismo en ambos casos, sin embargo, esto podría establecerse en las ciencias naturales, ya que como seres naturales son iguales. Sin embargo, lo que percibirían sería bastante diferente, ya que como miembros de la sociedad, como criaturas de circunstancias históricas, son bastante diferentes. Pero de ningún modo es necesario elegir contrastes tan crudos, pues ni siquiera en el mismo nivel de cultura hay tantos como dos individuos cuyos sentimientos estéticos coincidan con la regularidad de dos relojes. Como ser social, cada individuo es producto de factores del entorno que se entrecruzan y mezclan interminablemente, y que determinan sus percepciones de formas incalculablemente diversas. Precisamente por eso, cada individuo tiene su propio gusto personal.

Por supuesto, incluso este gusto subjetivo puede tener un significado, pero nunca más que un significado histórico, ni relacionado con otro que no sea el sujeto que lo percibe. De las diferencias en los gustos estéticos de Marx y de Lassalle podemos sacar ciertas conclusiones respecto a las diferencias en sus procesos históricos e intelectuales –como no hace mucho en otro lugar intenté hacer–, pero de ahí no podemos sacar ninguna conclusión sobre el valor estético relativo de los poetas que apelaron a estos hombres. El barón von Stein, sin duda uno de los contemporáneos más importantes de Goethe, al leer «Fausto» (1808) experimentó solo un sentimiento de intenso desagrado por las «impropiedades» de la escena de Walpurgisnacht, revelando así mucho sobre su propia educación estética, pero nada sobre la literatura e importancia de Fausto. Schopenhauer en una ocasión declaró que no es particularmente aficionado a la «Divina comedia» (1321), pero sabiamente introdujo este juicio subjetivo sobre una base subjetiva: «Admito francamente que la gran reputación de la «Divina comedia» me parece una exageración»; y si seguimos leyendo para ver cuál es la crítica de Schopenhauer, sus reflexiones revelan mucho sobre Schopenhauer, pero nada sobre Dante. Por supuesto, la importancia histórica de los gustos subjetivos depende enteramente de la importancia histórica de quienes los poseen; el grado de nuestro interés por los personajes históricos Marx, Lassalle, Stein y Schopenhauer determina el grado de nuestro interés por su gusto estético. Por otro lado, la importancia histórica del gusto subjetivo es nula en el caso de personajes de importancia histórica correspondientemente insignificante.

sábado, 5 de agosto de 2023

¿Por qué se afirma que el valor de uso precede al valor estético de los objetos?


«La actitud ante los objetos desde el punto de vista de su utilidad, ha precedido también en este caso a la actitud ante ellos desde el punto de vista del placer estético.

Tal vez pregunte usted cuáles eran las conveniencias prácticas que reportaba el uso de anillos metálicos. No me comprometo a enumerarlas todas, pero señalaré algunas de ellas.

En primer lugar, ya conocemos el gran papel que juega el ritmo en los bailes primitivos. Los golpes cadenciosos de los pies sobre el suelo y las palmadas rítmicas, sirven en estos casos para marcar el compás. Pero los bailarines primitivos no se contentan con esto. Para lograr el mismo efecto, muy a menudo se cuelgan guirnaldas enteras de diversos objetos que hacen ruido. En ocasiones −como ocurre, por ejemplo, entre los cafres basutos−, tales objetos son unos saquitos de cuero seco llenos de pequeñas piedras. Naturalmente, pueden ser sustituidos con gran ventaja por objetos metálicos. Los anillos de hierro colocados en las piernas y los brazos pueden desempeñar muy bien el papel de sonajas metálicas. Y en efecto, vemos que esos mismos cafres basutos se ponen gustosos, al bailar, tales anillos. Ahora bien, al chocar unos contra otros, esos anillos emiten sonidos metálicos no sólo al bailar, sino también al caminar. Las mujeres de la tribu de los niam-niam llevan en las piernas tal número de anillos, que su marcha siempre va acompañada de un sonido que se oye desde lejos. Este sonido, al marcar el compás, facilita la marcha, por lo que pudo haber sido uno de los motivos que dieron lugar al uso de los anillos: es sabido que en África los cargadores negros cuelgan a veces de su carga unas campanillas que los estimulan con su sonar constante y cadencioso. El sonido rítmico de los anillos metálicos también debió aliviar, sin duda, muchas labores femeninas, como, por ejemplo, la molienda de los granos en el metate. Ésta también fue, probablemente, una de las causas iniciales de su uso.

En segundo lugar, la costumbre de usar anillos en las piernas y en los brazos precedió al empleo de adornos metálicos. Los hotentotes hacían anillos de marfil. Otros pueblos primitivos los fabricaban a veces de piel de hipopótamo. Esta costumbre se ha conservado hasta hoy día en la tribu de los dinkas, a pesar de que, como ya sabemos por nuestra primera carta, esta tribu pasa ahora, según expresión de Schweinfuth, por una auténtica edad del hierro. En un comienzo, tales anillos pudieron haber sido usados con el fin práctico de proteger las desnudas extremidades de las plantas espinosas.

Cuando se inició y consolidó la elaboración de los metales, los anillos de cuero y hueso fueron sustituidos poco a poco por los anillos metálicos. Y como estos últimos se convirtieron en un signo de riqueza, nada tiene de extraño que los anillos de hueso y de cuero empezasen a ser adornos menos refinados. Estos adornos menos refinados comenzaron a parecer también menos bellos, su aspecto era ya menos agradable que el de los anillos metálicos, al margen de cualquier consideración de orden utilitario. De este modo, también en este caso, lo prácticamente útil precedió a lo estéticamente agradable.

Finalmente, los anillos de hierro, al cubrir las extremidades de los guerreros −sobre todo sus brazos− las protegían durante los combates de los golpes del adversario y por eso les eran útiles. Los guerreros de la tribu africana de los bongos se cubren los brazos con anillos de hierro, desde la muñeca hasta el codo. Este adorno, denominado dangabor, puede ser considerado como un rudimento de coraza de hierro.

Vemos, pues, que si algunos objetos metálicos fueron perdiendo poco a poco su carácter de objetos útiles, para convertirse en objetos que provocaban por su aspecto un placer estético, ello se debió a la acción de los «factores» más diversos, pero que en este caso, lo mismo que en todos los demás examinados anteriormente por mí, algunos de los factores fueron originados a su vez por el desarrollo de las fuerzas productivas, y otros, sólo pudieron actuar de ese modo, y no de otro cualquiera, precisamente porque las fuerzas productivas de la sociedad se hallaban en ese grado de desarrollo y no en otro cualquiera.

En 1885, el famoso Inama-Sternegg pronunció en la Sociedad de Antropología de Viena una conferencia sobre «las ideas político-económicas de los pueblos primitivos», en la que, entre otras cosas, se pregunta: «¿Les gustan −a los pueblos primitivos− los objetos usados por ellos como adorno porque tienen cierto valor, o por el contrario, esos objetos tienen cierto valor, únicamente porque sirven de adorno?» El conferenciante no se atrevió a dar una respuesta categórica a la pregunta. Y sería difícil hacerlo, dado el planteamiento totalmente equivocado de la misma. Ante todo hay que precisar de qué valor se trata, si del valor de uso o del valor de cambio. Si nos referimos al valor de uso, entonces podemos decir con toda seguridad que los objetos utilizados por los pueblos primitivos como adorno primeramente fueron considerados útiles o sirvieron de atributo de las cualidades de su dueño, útiles para la tribu, y tan sólo más tarde empezaron a parecer bellos. El valor de uso precede al valor estético. Pero cuando estos objetos adquieren cierto valor estético a los ojos del hombre primitivo, éste trata de adquirirlos teniendo en cuenta únicamente este valor, olvidándose de su génesis, e incluso, sin pensar siquiera en ella. Cuando aparece el trueque entre tribus distintas, los adornos constituyen uno de sus renglones más importantes, y entonces la capacidad de estos objetos de servir de adorno es en ocasiones −aunque no siempre− el único motivo psicológico de su adquisición por el comprador. En cuanto al valor de cambio, éste, como se sabe, es una categoría histórica que se desarrolla muy lentamente y de la que los cazadores primitivos −por razones muy fáciles de comprender− tienen una idea sumamente confusa, por lo que las proporciones cuantitativas en que se cambian los objetos son, al principio y en su mayor parte, aleatorias». (Gueorgui Plejánov; Cartas sin dirección, 1899)

miércoles, 19 de julio de 2023

Los marxistas-leninistas y las elecciones; L 'Empancipation, 1983

En relación con las próximas elecciones generales del 23 de julio de 2023, queremos dejarles el siguiente artículo publicado en su día en L'Emancipation. En él se puede observar cómo en 1983 el grupo marxista-leninista francés criticó la postura timorata y dubitativa del Partido Comunista de los Obreros de Francia (PCOF), el cual acabó pidiendo el voto por el bloque de alianza del Partido Socialista Francés (PSF) y el Partido Comunista Francés (PCF). En las anotaciones finales dejaremos al lector una serie de notas para entender ciertas cuestiones en su debido contexto, así como entender los paralelismos del fenómeno francés de aquellos días con otros escenarios y otras épocas. En resumen, se tratarán cuestiones como las siguientes: ¿cuándo tiene sentido el boicot o abstencionismo en unas elecciones?, ¿cuáles son las tareas verdaderamente urgentes cuando no existe un partido aglutinador? ¿por qué es necesario el análisis de la historia del movimiento revolucionario?, etcétera.

El documento:

«Con la llegada de las elecciones municipales, todo el mundo podía evaluar los veinte meses de gobierno de izquierda y constatar que la victoria del partido socialista y el revisionista [Nota de Bitácora (M-L): L’Emancipation se refiere aquí al Partido Comunista Francés (PCF), que mantuvo una coalición con el Partido Socialista Francés bajo el gobierno de Mitterrand de 1981] no había traído nada a los trabajadores, a ningún nivel. En estas condiciones, apoyar a los partidos de izquierda sólo puede ser resultado de una sumisión al chantaje que utilizan para convencer a los trabajadores de que «la derecha es peor que la izquierda». Durante mucho tiempo, la democracia burguesa ha estado difundiendo sus ilusiones jugando con la oposición derecha/izquierda. Es notable observar que el número de trabajadores que no muestran entusiasmo por este juego ilusorio crece constantemente. Esta «desmovilización» que lamentan los partidos de izquierda puede deberse al hecho de que estos mismos partidos buscan sólo salvar al capitalismo de la crisis. Los Jospin, Mermaz y Poperen −hermanos− lo repitieron como si sufrieran de psitacismo: el socialismo no está en el orden del día. Los revisionistas, que sin embargo proclamaron en sus últimos congresos la vigencia del socialismo, pretenden hoy gestionar los asuntos de un país capitalista... ¡pues así lo ha decidido la mayoría de los franceses! En la bancada de la extrema izquierda, un tal Lipietz pontifica sobre la necesidad de mejorar las relaciones de producción capitalistas para acelerar la llegada del socialismo. Todo está claro sobre este punto en los discursos de nuestros políticos de izquierda: la hora del socialismo no ha llegado −ni siquiera a través de reformas−.

Es difícil pedir a los trabajadores que se movilicen para salvar el capitalismo. Pero la astucia, por así decirlo, de socialistas y revisionistas, consiste en presentar la mejora de la suerte de los trabajadores como una solución parcial o incluso como la solución definitiva a las crisis del capitalismo: el viejo precepto socialdemócrata de la colaboración entre clases. Sin embargo, los trabajadores tampoco muestran un especial entusiasmo por esta «apuesta económica». En el pasado ha sucedido que, como resultado de una encarnizada lucha de clases, se arrancaron a la burguesía concesiones que mejoraron las condiciones laborales en materia de jornada laboral, vacaciones pagadas, salarios, derechos sindicales... el gobierno de izquierda pretende situar su actividad en la continuidad de estas reformas.

Pero, ¿de qué reformas se tratan? Los socialistas y revisionistas no ocultan el hecho de que los capitalistas conservan el «poder económico». ¡Ciertamente! En este contexto, unas reformas pueden o bien ser resultado de concesiones arrebatadas a los capitalistas, o bien «satisfacer directamente las demandas de la burguesía». Las primeras pueden mejorar momentáneamente la situación de los trabajadores y permitir un progreso del movimiento obrero, aunque estén limitadas por el hecho de que éstas no cuestionan las relaciones capitalistas de producción. Las segundas representan una regresión, un atentado a los derechos anteriormente conquistados por la clase obrera. Los partidos de izquierda tienen reputación de aplicar las primeras, las segundas son atribuidas a la derecha. Con el fin de evaluar correctamente la situación política actual, y de definir claramente nuestra posición frente a los partidos de izquierda, es necesario conocer a qué tipo pertenecen las reformas implementadas desde mayo de 1981.

Es fácil ver que todas estas reformas, en todos sus aspectos, benefician directamente al gran capital. No vivimos un período de auge del movimiento obrero y revolucionario donde la burguesía, para frenar la ola, cedería en ciertos puntos. Estamos en un período de reflujo y desconcierto, de parálisis del movimiento obrero, de dispersión del movimiento revolucionario, una situación que la burguesía aprovecha con la esperanza de neutralizar definitivamente al proletariado, anticipándose a los oscuros días que el capitalismo aguarda. La izquierda está en el poder para cumplir esto y nada más: es por eso por lo que cada acto suyo, cada palabra suya, lleva el sello de la peor reacción. Hemos mostrado varias veces, en estas columnas, cómo las reformas implementadas por la izquierda fueron profundamente antiobreras, dejando más posibilidades a los capitalistas de explotar a los trabajadores, de dejarlos en la calle cuando les plazca, de aumentar la fracción de la plusvalía… Solamente la dura lucha, llevada a cabo en difíciles condiciones de aislamiento y en oposición a las confederaciones sindicales, ha permitido a determinadas categorías de trabajadores poder preservar el poder adquisitivo de sus salarios. El desempleo no ha disminuido, aunque se han hecho esfuerzos considerables para reducir las estadísticas oficiales, expulsando brutalmente a los trabajadores de la actividad con el pretexto de la «jubilación anticipada» o de la «jubilación a los 60», o inscribiendo a cientos de miles de jóvenes desempleados en falsos cursillos de formación.

Para financiar esta expulsión de millones de trabajadores de la actividad laboral, se sustrae cada vez más, directa o indirectamente, del salario de quien tiene un trabajo. De esta forma, por el simple hecho del desempleo actual, los ingresos de la masa de trabajadores, tengan o no trabajo, estén en activo o en «jubilación anticipada», han disminuido, arrojando a la pobreza a cientos de miles de familias. ¿Qué milagrosa solución recomienda la izquierda para afrontar esta tragedia? «Trabajo compartido», es decir, la transformación de cada trabajador en parcialmente desempleado. Según el gobierno socialista-revisionista, el empleo remunerado a tiempo completo ya no es un derecho, sino un privilegio. ¿Puede calificarse esta política de otra cosa que no sea reaccionaria? Por otra parte, no se hizo nada para limitar los despidos, que se han multiplicado, incluso en los sectores que el programa de izquierda pretendía desarrollar, como la industria del carbón. La reciente gran huelga en Carmaux solo pudo limitar el daño.

Para romper la resistencia de los trabajadores, la izquierda ha incitado el odio racial contra los trabajadores inmigrantes. ¿A quién encontramos hoy en el poder? A miembros del Partido Comunista Francés (PCF), un partido revisionista que no duda en lanzar sus perros de presa contra los africanos, ministros socialistas −como Defferre o Auroux− que hacen declaraciones abiertamente racistas contra los inmigrantes. Mientras la policía continúa luciéndose con ataques y crímenes racistas, el poder social-revisionista sigue reclutando para fichar a millones de «sospechosos». Una política tal que así… ¿es algo distinto a una política reaccionaria? El ataque a los salarios, para bajarlos, ha sido el más claro y característico del momento. En un primer momento, bajo la ordenanza sobre el trabajo a tiempo parcial, el gobierno buscó reducir los salarios en un 2,5%. Luego se bloquearon los salarios. En 1982, el poder adquisitivo de la mayoría de los trabajadores disminuyó. Estos ataques continuarán, porque son parte de la lógica del desarrollo actual del capitalismo, como lo demuestra el «plan de austeridad» adoptado al día siguiente de las elecciones municipales. Algunos esperaban que un «progreso social» acompañe las medidas de austeridad en forma de «medidas sociales», Delors aseguró que la «austeridad» se aplicará mucho más allá de este año.

martes, 18 de julio de 2023

Las causas de la derrota de la Guerra Civil (1936-1939); Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1986

El presente texto se puede decir que tiene su base en otra la obra del Partido Comunista de España (marxista-leninista): «La guerra revolucionaria del pueblo español contra el fascismo» (1975). La parte que hoy traemos corresponde a uno de los dos fragmentos publicados en el órgano de expresión «Vanguardia Obrera» durante el año 1986; uno de ellos analizaba los condicionantes internos y el otro los condicionantes externos de este conflicto iniciado el 18 de julio de 1936. 

El documento:

«Con la guerra civil y todo lo que la misma representó, es también necesario hacer un análisis crítico desde el punto de vista de la clase obrera y el pueblo, que nos permita estudiar y sintetizar sus aciertos y sus fracasos, sus victorias y sus errores y que nos permita componer las causas fundamentales por las que fueron derrotadas las fuerzas populares. Algunos de esos errores han sido mencionados en los anteriores capítulos. De lo que ahora se trata es de hacer una panorámica general de las causas de la derrota.

Los errores fueron tanto políticos como militares, si bien aparecen ligados. Aunque por razones de espacio y claridad, podemos sintetizar los fundamentales.

Principales causas políticas generales

–La guerra y el Frente Popular estuvieron dirigidos, en lo fundamental, por la media y la pequeña burguesía, y no por la clase obrera y su partido. Las diversas capas de la burguesía y sus correspondientes partidos se caracterizaron por su ambigüedad, sus vacilaciones y su gran temor a la clase obrera. Esto condicionó todo lo demás. No bastó, en efecto, con desarrollar con elevada combatividad y entusiasmo la lucha, sino que para poder llevar ésta a buen puerto era necesario también que la clase obrera y su partido asumieran la dirección de la misma, más cuando la guerra civil al ocurrir en la época de las revoluciones proletarias iniciada con la Revolución de Octubre de 1917 se inscribía y formaba parte de la revolución socialista mundial.

–Las propias contradicciones y la división en el seno de las fuerzas populares y republicanas que no se pudieron, o no se supieron resolver correctamente, lo cual llevó a continuos enfrentamientos políticos entre las organizaciones del Frente Popular, e incluso provocaron enfrentamientos armados entre ellas.

–El pesimismo y el espíritu de claudicación que se manifestaron sobre todo durante la etapa final de la guerra y desde la pérdida de Cataluña entre diversos factores burgueses derrotistas del lado republicano, comenzando por el propio Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Julián Besteiro, el General José Miaja, etc., lo cual llevó a minar progresivamente el espíritu de resistencia de la población y del mismo ejército republicano y facilitó el golpe traicionero de Segismundo Casado en 1939 [1].

–Las ilusiones que el Gobierno, las organizaciones del Frente Popular, incluso el mismo Partido Comunista de España (PCE) hicieron concebir a las masas de conseguir la victoria y la paz rápidamente. Al no llegar ésta, los sectores menos politizados y más vacilantes, se desilusionaron, perdieron firmeza y se cansaron de la lucha, posibilitando las condiciones para la derrota.

Principales causas militares

Son numerosos los errores estratégicos y tácticos que condujeron a la derrota de las fuerzas populares. Fueron también numerosos los problemas que no se supieron enfocar y no se resolvieron correctamente, tales como la cuestión de los cuadros de mando, no construir cuerpos de reserva para el Ejército, solucionar los problemas de logística armamento, industria de guerra, transporte, etc.–, despreciar los problemas de información fidedigna sobre el campo enemigo mientras los fascistas sí que la tuvieron del campo republicano, no tomar medidas para continuar la guerra en otras formas, etc. La lista sería demasiado larga. Por ello vamos a centrarnos en tres cuestiones:

–Una guerra con las características que tuvo la nuestra no podía, no debía, al menos en sus planteamientos generales iniciales, ser un tipo de guerra clásico para las fuerzas del pueblo. El tipo de guerra de posiciones, de trincheras, daba superioridad al Ejército enemigo, al estar éste mejor armado, entrenado y organizado para ello, tal como se demostró. El hecho de que en Madrid se pudo resistir no significaba que eso se debiera hacer en todo momento, pues en Madrid se daba una situación particular y era la excepción que confirmaba la regla. La guerra que debían llevar a cabo las fuerzas populares era, ante todo, una guerra de movimientos combinada con la acción en la retaguardia del enemigo [2]. Sin embargo, el Ejército republicano, dirigido por militares profesionales de formación tradicional, utilizó en lo esencial la guerra de posiciones, la guerra de desgaste, que ya sabemos qué resultados nos dio.

sábado, 15 de julio de 2023

Plejánov sobre el «medio geográfico», las «fuerzas productivas» y las «relaciones de producción»


«Sea como fuere, la zoología trasmite a la historia su homo ya en posesión de las actitudes necesarias para la invención y la utilización de los instrumentos primitivos. La tarea del historiador consiste pues únicamente en seguir el desarrollo de los órganos artificiales y revelar su influencia sobre el desarrollo del espíritu, así como la zoología lo ha hecho en lo referente a los órganos naturales. Ahora bien, si el desarrollo de éstos últimos fue influido por el medio natural, es fácilmente concebible que haya ocurrido lo mismo en el caso de los órganos artificiales.

Los habitantes de un país desprovisto de metales están en la imposibilidad de inventar instrumentos superiores a las herramientas de piedra. Para que el hombre pueda domesticar al caballo, a los cuadrúpedos de cuernos, al carnero, etc., que han desempeñado un papel tan importante en el desarrollo de sus fuerzas productivas, ha sido necesario habitar regiones en donde estos últimos, es decir, sus antecesores zoológicos, vivían en estado salvaje. El arte de la navegación no se ha iniciado en las estepas, etcétera. El medio natural, el medio geográfico, su pobreza o su riqueza, han ejercido por lo tanto una indiscutible influencia sobre el desarrollo de la industria. Además, el carácter del medio geográfico ha desempeñado otro papel mucho más notable en la historia de la cultura.

No es la fertilidad absoluta del suelo, sino más bien la diversidad de sus cualidades químicas, de su composición geológica, de su configuración física y la variedad de sus productos naturales, que forma la base natural de la división social del trabajo y que excitan al hombre en razón de las condiciones multiformes en medio de las cuales se encuentra, a multiplicar sus necesidades, sus facultades, sus medios y modos de trabajo.

Es la necesidad de dirigir socialmente una fuerza natural, de servirse de ella, de economizarla, de apropiársela en un plano superior mediante obras de arte, en una palabra, la necesidad de dominarla, lo que desempeña el papel decisivo en la historia de la industria. Tal ha sido la necesidad de regular y distribuir el curso de las aguas en Egipto, en Lombardía, en Holanda, etc. Lo mismo ocurre en la India, en Persia, etc., en donde la irrigación por medio de canales artificiales proporciona al suelo no sólo el agua indispensable sino también los abonos minerales que absorbe en las montañas y deposita en su limo.

Es así, pues, que el hombre obtiene en el medio natural los elementos necesarios para la creación de órganos artificiales con los cuales combate a la naturaleza. El carácter del medio natural determina el carácter de su actividad productora, de sus medios de producción. Pero los medios de producción determinan las relaciones recíprocas de los hombres en el proceso de producción tan inevitablemente como el armamento de un ejército determina toda la organización de éste, todas las relaciones recíprocas de los individuos que la componen. Pero las relaciones recíprocas de los hombres en el proceso social de la producción determinan toda la estructura de la sociedad. La influencia del medio natural sobre esta estructura es, por lo tanto, indiscutible. El carácter del medio natural determina el del medio social.

domingo, 9 de julio de 2023

Engels explicando la interrelación entre «casualidad» y «necesidad»

«Otra contraposición de que se ve cautiva la metafísica es la que media entre casualidad y necesidad. ¿Puede haber una contradicción más tajante que la que separa a estas dos determinaciones del pensamiento? ¿Cómo es posible que ambas sean idénticas, que lo casual sea necesario y lo necesario, al mismo tiempo, casual? El sentido común, y con él la inmensa mayoría de los naturalistas, consideran la casualidad y la necesidad como categorías que se excluyen mutuamente de una vez por todas. Una cosa, una relación, un fenómeno tiene que ser o casual o necesario, pero nunca ambas cosas a la vez. Lo uno y lo otro coexisten, por tanto, paralelamente, en la naturaleza; ésta encierra toda suerte de objetos y procesos, de los cuales unos son casuales y otros necesarios, siendo importante no confundir entre sí ambas categorías. Así, por ejemplo, se consideran las características determinantes del género como necesarias, reputándose como casuales las demás diferencias que median entre individuos del mismo género, lo mismo si se trata de minerales que de plantas o de animales. Y, a su vez, el grupo inferior se declara casual con respecto al superior, considerándose casual, por ejemplo, cuántas especies distintas integren el género felino o el género equino, cuántos géneros y órdenes entren en una clase, cuántos individuos de cada una de estas especies existan, cuántas clases distintas de animales se den en determinada región o, en general, la fauna o la flora. Y se reputa lo necesario como lo único interesante desde el punto de vista científico y lo casual como lo indiferente para la ciencia. Lo que vale tanto como decir que lo que puede reducirse a leyes, o sea lo que se conoce, es interesante y lo que no se conoce, lo que no se sabe reducir a leyes, indiferente y que, por tanto, se puede prescindir de ello. Con lo cual cesa toda ciencia, ya que ésta debe precisamente investigar lo que no conocemos. Eso quiere decir: lo que se puede reducir a leyes generales se considera necesario y lo que no, casual. Todo el mundo se da cuenta de que es el mismo tipo de ciencia el que reputa natural lo que sabe explicarse y atribuye a causas sobrenaturales lo que es inexplicable para ella, siendo de todo punto indiferente en cuanto al fondo de la cosa que llame a la causa de lo inexplicable casualidad o la llame Dios. Son dos maneras distintas de expresar mi ignorancia y nada tienen que ver, por lo tanto, con la ciencia. Esta termina allí donde falla la trabazón necesaria.

Frente a esto tenemos el determinismo, que pasa del materialismo francés a las ciencias naturales y que trata de resolver el problema de lo casual pura y simplemente negándolo. Según esta concepción, en la naturaleza reina sencillamente la necesidad directa. Si esta vaina de guisante tiene precisamente cinco granos, y no cuatro o seis; si la cola de este perro mide cinco pulgadas de largo, ni una línea más o menos; si esta flor de trébol ha sido fecundada en el año actual por una abeja, y que la otra no, y lo ha sido, además, por una determinada abeja y en un momento determinado; si esta simiente ya ajada de diente de león ha germinado y la otra no; si anoche me ha picado una pulga a las cuatro de la mañana, y no a las tres ni a las cinco, y me ha picado, concretamente, en el hombro derecho, y no en la pantorrilla izquierda: son todos hechos producidos por un encadenamiento inexorable de causa a efecto, por una inconmovible necesidad, de tal modo, que ya la bola de gas de la que nació el sistema solar estaba dispuesta de manera que estos hechos tuvieran que producirse precisamente así, y no de otro modo. Es ésta una clase de necesidad que no nos saca para nada de la concepción teológica de la naturaleza. A la ciencia le da, sobre poco más o menos, lo mismo que llamemos a esto, con Agustín y Calvino, los designios eternos e insondables de Dios, que lo llamemos «kismet», como los turcos, o que lo bauticemos con el nombre de necesidad. Imposible desembrollar en ninguno de estos casos la cadena causal; nos quedamos a oscuras lo mismo en un caso que en otro, la llamada necesidad no pasa de ser una frase vacía de sentido, y la casualidad sigue siendo, así, lo que antes era. Mientras no podamos probar a qué causas obedece el número de guisantes que hay en una vaina, seguirá siendo algo casual, y no avanzaremos ni un paso en su explicación por decir que la cosa se hallaba ya prevista en la originaria constitución del sistema solar. Más aún. La ciencia que se propusiera indagar retrospectivamente en su encadenamiento casual el caso de esta vaina concreta de guisante, ya no sería tal ciencia, sino un mero juego, pues la misma vaina de guisante presenta por sí sola innumerables características individuales más, que se presentan como obra del azar: el matiz del color, el espesor y la dureza de la cáscara, el tamaño de los guisantes, etc., para no hablar de las particularidades individuales que pueden ser descubiertas a través del microscopio. Una sola vaina de guisante plantearía, pues, más problemas de concatenación causal de los que serían capaces, de resolver todos los botánicos del mundo.

jueves, 22 de junio de 2023

La base económica capitalista del sistema peronista y el mito de la «planificación» económica; Equipo de Bitácora (M-L), 2021

«Para quien se inicia en el estudio económico e histórico desde el marxismo, el caso de Perón puede resultarle complejo de entender, dado que ciertas medidas económicas de este copiaron, nominalmente, a las del socialismo, particularmente a la Unión Soviética. Estas medidas del peronismo fueron sus «Planes Quinquenales» y nacionalizaciones, que si uno no atiende a los hechos reales que subyacen a tales medidas y sus consecuencias, podría confundirlas fácilmente con medidas progresistas y racionales. Sin embargo, como veremos, estas medidas no fueron más allá de los límites de la economía capitalista. En este capítulo expondremos los mitos de la planificación económica peronista, poniendo al desnudo su carácter de clase capitalista, y compararemos esta «planificación» con las medidas socialistas en la Unión Soviética, de modo que no quede lugar a dudas al lector sobre la diferencia entre los dos sistemas.

Por ejemplo, si seguimos el caso de las nacionalizaciones, lo cierto es que estas, por sí mismas, no nos dicen nada de su carácter; pues este va a depender de los intereses con los que se realiza dicha nacionalización. Es decir, ¿qué clase impulsa y dirige la nacionalización? ¿Qué propósitos persigue la intervención estatal en la economía? La historia está llena de ejemplos de cómo la nacionalización de empresas y sectores económicos se realiza por los propios intereses de la burguesía, y en esto el peronismo es uno de esos ejemplos cuyas políticas no fueron en beneficio de la clase obrera, como se ha querido inducir a pensar, sino todo lo contrario. De hecho, medidas como la nacionalización de empresas se hicieron bajo la lógica de políticas burguesas ya planteadas de forma previa a la llegada al poder del peronismo. 

A principios del siglo XX, la burguesía argentina ya había intentado aprovechar los años de bonanza y la buena coyuntura internacional para trazar planes que pasaban por una cierta industrialización, creación de «viviendas populares» y expansión de la educación. El objetivo de estos planes era aumentar su cuota de mercado y reducir la dependencia de las mercancías procedentes de los imperialismos occidentales, así como calmar y atraer a las capas trabajadoras más empobrecidas, alejándolas del comunismo y asegurando la formación de la futura mano de obra. Veamos algunos ejemplos de esto:

martes, 6 de junio de 2023

Plejánov sobre el papel de la imitación y la contradicción en los gustos estéticos

«Por tanto, la tarea de tanto el historiador como el sociólogo es de ir más allá de los límites de las discusiones sobre la naturaleza humana.

Permítannos tomar una característica tal como la proclividad hacia la imitación. Gabriel Tarde, que ha hecho una muy interesante investigación de las leyes de la imitación, deduce que son el alma de la sociedad. Según su definición, cada grupo social consiste en una combinación de bienes que parcialmente se imitan el uno al otro y parcialmente imitan un modelo común. No cabe duda que la imitación ha jugado un papel muy importante en la historia de todas nuestras ideas, gustos y costumbres. Los materiales del siglo dieciocho pusieron énfasis en esta enorme importancia: «El hombre es pura imitación» dijo Helvetius. Sin embargo, hay pocas dudas que la teoría de la imitación de Tarde está basada en una premisa falsa.

Cuando la restauración de los Estuardo en Inglaterra temporalmente restauró el reino de la nobleza antigua, esta nobleza, no estaba para nada en imitar a los representativos extremos de la burguesía revolucionaria, los puritanos; en cambio, ellos demostraron una fuerte inclinación hacia los hábitos y los gustos directamente contrarios a las reglas puritanas de la vida. Lo estricto de la moral puritana dio curso al libertinaje extremo. Hacer y amar aquello que los puritanos habían prohibido llegó a ser virtud. Los puritanos eran muy religiosos. Los cavaliers −realistas− no tenían ni freno ni regla y hasta eran ateos. Los puritanos persiguieron la literatura y el teatro; su caída fue el signo por una violenta pasión por estas cosas. Los puritanos se cortaban el pelo corto y condenaban el lujo en el vestir; tras la restauración, el pelo largo, las ropas elegantes y el juego de las cartas llegó a ser la moda. En resumen, no descubrimos imitación sino contradicción, que evidentemente también existe en la naturaleza humana. 

¿Pero por qué este sentido de contradicción en las relaciones mutuas entre la nobleza y la burguesía se desarrollaron tan fuertemente en Inglaterra en el siglo XVII? Simplemente porque aquella fue una época de lucha agria entre la nobleza y la burguesía o, el «tercer estado». Podemos concluir, entonces, que aunque indudablemente el hombre tiene fuertes tendencias a la imitación, esta tendencia se desarrolla solamente en ciertas relaciones sociales como las que existieron en Francia en el siglo diecisiete, cuando la burguesía conscientemente, aunque sin éxito, trató de imitar a la nobleza; recuerde «El burgués gentilhombre» (1670) de Molière. En otras relaciones sociales la tendencia hacia la imitación se ve reemplazada por la tendencia opuesta, que por ahora la llamaremos la tendencia hacia la contradicción. Pero a esto lo hemos expresado incorrectamente. La tendencia hacia la imitación no desapareció entre los ingleses del siglo XVII. En las relaciones mutuas entre la gente de la misma clase se mostró claramente como nunca. Beljame describe a los cavaliers de la siguiente forma: «Esta gente no son siquiera no creyentes; niegan de antemano para que no les confundan con «roundheads» −cabezas redondas, pelados− y para evitarse el problema de pensar». Lo que podemos decir de esta gente es que contradijeron para no imitar. Pero para imitar a los infieles ellos obviamente contradijeron a los puritanos. La imitación probó que era, por tanto, una fuente de contradicción. Pero sabemos que, si entre la nobleza inglesa los nobles más débiles imitaron a los más fuertes, fue gracias que la falta de creencias se consideró como buena propagación y lo llegó a ser gracias a la contradicción como reacción en contra del puritanismo que, a su vez, llegó a ser resultado de la antes mencionada lucha de clases. Por tanto, en la base de toda esta compleja dialéctica de fenómenos sicológicos hubo hechos de naturaleza social; y de todo esto se hace obvio hasta qué punto y en qué sentido la conclusión lograda anteriormente de la tesis de Darwin es correcta: que la naturaleza del hombre le hace posible tener ciertas concepciones −o gustos o inclinaciones−, y que dependiendo de su medio ambiente depende la transformación de su potencialidad a la realidad. Ergo, el medio ambiente le hace tener precisamente estas concepciones −o gustos o inclinaciones− y no otras. Si no estamos equivocados, esto lo admitió uno de los materialistas históricos rusos de la siguiente forma:

Si los estómagos tienen una cierta cantidad de comida, se ponen a funcionar según las leyes generales de la digestión. Pero, por medio de estas, ¿se puede explicar por qué en su estómago hay comida alimenticia y de buen sabor cada día cuando en mi estómago hay muy poca? ¿Explican estas leyes por qué algunos comen demasiado cuando hay otros que mueren de hambre? Parece que esta explicación se debe encontrar en otros lugares, en leyes completamente diferentes. Lo mismo es verdad para la mente humana. Una vez puesto en esas condiciones, tras que el medio ambiente le da ciertas impresiones, él las combina según ciertas leyes generales y aquí también los resultados difieren extremadamente según la diversidad de impresiones recibidas. ¿Pero qué le sitúa en tal condición? ¿Qué determina la corriente y el carácter de esas impresiones? Este es un problema que no lo resuelve ninguna ley del pensamiento. Y es más: imagínese una pelota de goma que cae de una torre alta. Sus movimientos están condicionados por ciertas leyes de la mecánica bien conocidas y obvias. Pero la bola cae sobre un plano inclinado. Sus movimientos se alteran según otra también muy simple y obvia ley de la mecánica. Como resultado se produce una línea quebrada de movimiento hecha posible por la acción combinada de las dos leyes mencionadas anteriormente. ¿Pero de dónde aparece el plano inclinado? Esto no lo explica ninguna de las leyes, ni tampoco por su acción unida. Lo mismo pasa con el pensamiento humano. ¿De dónde aparecieron las condiciones por las cuales sus movimientos quedan sujetos a la acción combinada de ciertas leyes? Esto no lo explica ninguna de las leyes separadas ni su acción combinada.

Estamos firmemente convencidos que la historia de la ideología la pueden entender solamente los que aceptan esta ley confiable y obvia. 

Sigamos adelante. Al analizar la imitación mencionamos la tendencia hacia la contradicción como algo directamente opuesta a ella. Esto se debería estudiar cuidadosamente. Según Darwin, sabemos cuál es la función importante que tiene el «principio de la antítesis» en las emociones de los hombres y los animales:

«Ciertos estados de la mente conducen, como lo hemos visto en el capítulo anterior, a ciertos movimientos habituales que eran primariamente, o pueden seguir siendo, de servicio; y hallaremos que cuando se induce un estado mental directamente opuesto, hay una tendencia fuerte e involuntaria a hacer movimientos directamente opuestos a pesar que estos no hayan servido nunca». (Charles Darwin; La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, 1873)

sábado, 13 de mayo de 2023

Unas notas sobre el historiador, su rol y sus métodos; Equipo de Bitácora (M-L), 2023

«El pensamiento que avanza de lo concreto a lo abstracto −siempre que sea correcto− no se aleja de la verdad, sino que se acerca a ella. La abstracción de la materia, de una ley de la naturaleza, la abstracción del valor, etc.; en una palabra, todas las abstracciones científicas −correctas, serias, no absurdas− reflejan la naturaleza en forma más profunda, veraz y completa. De la percepción viva al pensamiento abstracto, y de éste a la práctica: tal es el camino dialéctico del conocimiento de la verdad. (…) La actividad práctica del hombre tiene que llevar su conciencia a la repetición de las distintas figuras lógicas, miles de millones de veces, a fin de que esas figuras puedan obtener la significación de axiomas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Hegel «Ciencia de la lógica», 1914)

En este primer interludio, aclararemos algunas nociones que han de saberse respecto al historiador −y sobre otros investigadores de cualquier campo− que basa su óptica en las herramientas científicas del materialismo, que como tal solo puede ser histórico y dialéctico. Estas serán las siguientes cuestiones a abordar: 1) ¿es lo mismo un «estado de la cuestión» que una «investigación»?; 2) ¿qué tan importante es la metodología a utilizar?; 3) la influencia del positivismo y posmodernismo y otras «escuelas renovadoras» en el campo histórico; 4) ¿a qué se referían los marxistas con aquello de que hay que «tomar partido» en la historia?; 5) el eterno debate sobre los archivos y la documentación; 6) ¿Es el dato un «concepto burgués»?; 7) ¿puede y debe el historiador «estudiarlo todo»? 8) ¿qué suele esconderse detrás de aquellos que piden una «mente abierta» en la reinterpretación de los sucesos históricos? 

Dado que algunos de los puntos provienen de otros documentos ya publicados, recomendamos al lector experimentado en nuestras obras que vaya directamente a los nuevos, aunque sugerimos una lectura íntegra para una comprensión plena.

¿Es lo mismo un «estado de la cuestión» que una «investigación»?

Hemos de advertir que lo que aquí se define como «historiador» no hace referencia solo a quien puede sacarse su carrera, máster o doctorado, sino también a quien está muy familiarizado con la materia hasta el punto de que realiza tales labores con una escrupulosidad metodológica inigualable, llevando a cabo trabajos de igual o superior significancia que las supuestas «eminencias». Para desgracia del sistema educativo, más de uno habrá oído que fulanito no se convirtió en «sociólogo», «músico», «prehistoriador», «pintor», «guionista» o «X» al pasar por las escuelas y universidades, más bien ya lo era y lo siguió siendo después de su paso por ellas. También es recurrente escuchar que poco o nada le han aportado las clases o los manuales y, salvando honrosas excepciones, apenas ha podido aplicar nada de lo que impartieron los «maestros» y «libros de referencia» una vez llega a su puesto de trabajo; es decir, de no ser por la necesidad del dichoso título, habría encontrado empleo igualmente, dado que la mayor parte del conocimiento lo ha cultivado de forma autodidacta y gracias al contacto con otras personas con los mismos intereses y ambiciones. ¿Y quién puede impugnar tal legítimo sentimiento de apatía? ¿A cuántos de nosotros nos ha pasado tal cosa? ¿Estamos haciendo un alegato del abandono de las universidades? Ni mucho menos, sigan leyendo, por favor.

Aún hoy, no es extraño encontrarse que las formas de enseñanza son, como poco, arcaicas. Sus métodos rinden homenaje al noble arte de la escolástica medieval de los siglos XI-XV, donde el «sabio» dictaba a sus alumnos −muchas veces de forma vulgarizada− los «saberes fundamentales» de la «literatura clásica», y donde, ante todo, primaba la memorística a través de ejercicios machaconamente repetitivos que servían para aprender la lección. Como las eminencias universitarias de esa época, también los profesores modernos a veces acostumbran a mandar a sus pupilos «pequeños comentarios de texto», pero de nuevo resultan insustanciales, como no podía ser de otra forma, ¿la razón? Aquí, como norma general, el escritor novel no aporta nada significativo, no añade información sobre los eventos que se relatan o sobre el contexto de elaboración de dicha obra a estudiar y, en definitiva, no es capaz de extraer demasiadas lecciones para la actualidad −o peor, cuando lo hace es para distorsionar la realidad−. Huelga decir que el redactor rara vez pone en tela de juicio y corrige acertadamente lo que dice el «maestro» que le instruye o la «eminencia» de referencia que debe analizar, por lo que el resultado no puede ser más pobre y cómico. Estas son las consecuencias tanto de un sistema de enseñanza pobre, como de una falta de espíritu e iniciativa de quien se está educando.

Tomemos, para analizar mejor este fenómeno, un ejemplo con el que muchos universitarios estarán familiarizados: el «estado de la cuestión», a veces también llamado «revisión bibliográfica». En las universidades es común mandar a los alumnos realizar este ejercicio como aproximación a un tema, que no resulta ni una tesis doctoral ni nada por el estilo, pues carece de la suficiente profundidad. ¿Es este el mejor método para empaparnos del tema a tratar? Desde luego que no lo es. En primer lugar, esta tarea −que normalmente se cursa a finales de carrera o similares− pretende ser una manera de evaluar la autonomía del alumno y sus capacidades de asimilación, o al menos así nos lo venden; sin embargo, para empezar, muchas veces no se puede ni elegir el tema a abordar. Tampoco es extraño que este trabajo se reduzca a una búsqueda cuantitativa de bibliografía sobre quién dijo qué, dejando poco margen a la innovación y reflexión del alumno, por no decir que en el manejo de tal volumen es imposible que el sujeto se familiarice con el origen de las fuentes a las que cita −sin conocimiento−. El problema se ve agravado por el hecho de que el alumno está severamente restringido por un límite de palabras. Lo que, por ende, obliga al alumno a acotar sus reflexiones o reducir el contenido general de su exposición −por no hablar del sistema de citación y referencia que lo hace ilegible, o cuando menos, sumamente molesto para la lectura−.

Además, este encargo está mediatizado bajo la lente del tutor de turno asignado. ¿Y qué perfil nos podemos encontrar aquí?: a) si tenemos suerte, nuestro tutor nos dará manga ancha y nos atenderá debidamente −corrigiendo y a la vez ayudándonos−, siendo una figura de la cual podremos aprender muchísimo; b) algunos nos torturarán con su indiferencia, convirtiéndose en una tarea casi imposible encontrarlos para buscar su sello de aprobación en el primer borrador, lo que vendrá a ser como tratar de buscar un oasis en mitad del desierto; c) otros estarán encima de nosotros, pero solo para que estudiemos y adoremos sus autores de referencia −cuando no usan sus propios trabajos en un acto de egolatría típica de ciertos académicos−; d) los más indecisos y olvidadizos nos obligarán a cambiar nuestro enfoque una y otra vez: «Ahora quiero gráficos, ahora no». «Mejor que introduzcas más estadísticas; olvídate, ¡mucho dato mareante!». Creemos que el lector podrá imaginarse de lo que hablamos, pues con bastante seguridad lo haya experimentado en sus carnes si ha cursado historia –aunque esto bien podría ocurrir en cualquier otra rama de las ciencias sociales−.

viernes, 21 de abril de 2023

El sentimiento nacional en la era de la globalización; Equipo de Bitácora (M-L), 2022

«Muchos lectores se preguntan a menudo: «¿Cuál sería la postura de un marxista-leninista sobre el sentimiento nacional en plena era de la globalización?». En realidad, dicha respuesta tiene fácil solución: el revolucionario no es ni un burdo chovinista ni tampoco un cosmopolita voluntarista. 

Estos serán los cuatro grandes bloques a desarrollar: a) Pronósticos y malinterpretaciones del «Manifiesto comunista» (1848); b) ¿Qué recomendaron Engels y Lenin a los partidos marxistas de la II Internacional sobre «cuestión nacional»?; c) La «Línea de reconstitución» y su rocambolesca teoría sobre la «disolución de las naciones»; d) Los «reconstitucionalistas» y sus coqueteos con el chovinismo y el cosmopolitismo.

Pronósticos y malinterpretaciones del «Manifiesto comunista» (1848)

Quizás la mejor forma para empezar a abordar este espinoso tema sea una de las citas más malinterpretadas de la obra de Marx y Engels:

«A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía. Ya el propio desarrollo de la burguesía, el librecambio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial, con las condiciones de vida que engendra, se encargan de borrar más y más las diferencias y antagonismos nacionales. El triunfo del proletariado acabará de hacerlos desaparecer. La acción conjunta de los proletarios, a lo menos en las naciones civilizadas, es una de las condiciones primordiales de su emancipación. En la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras. Con el antagonismo de las clases en el seno de cada nación, se borrará la hostilidad de las naciones entre sí». (Karl Marx y Friedrich Engels; El Manifiesto Comunista, 1848)

Aquí no hay lugar a dudas, el carácter literal de la cita debería cerrar todo debate en lo referente al proletariado y su postura sobre la nación. Pero, aun así, daremos unos apuntes:

a) El proletariado no puede dirigir los destinos de su nación hasta que no se eleve a clase dirigente del Estado, puesto que, si no controla la dirección de la producción de bienes y servicios −y ello implica también retener la hegemonía política y cultural−, no podrá darle a su labor social una esencia progresista que, entre otros principios, incluye el internacionalismo. Si se quiere decir de forma romántica: el marxismo es el verdadero humanismo, el cual no tolera la explotación del hombre por el hombre ni los prejuicios nacionales, por tanto, tampoco privilegios producto de mitos absurdos de otra índole. Pero esto no significa que, hasta lograr tales objetivos, no tenga su propia concepción de lo «nacional» y que no lo manifieste a través de su organización política o su propia producción artística, dado que, en nuestra época, como ya adelantó Lenin, existen dos culturas fundamentales que nuclean toda nación contemporánea −la cultura proletaria y la cultura burguesa−. Pensar lo contrario, es reproducir el canon trotskista, aquel que postulaba que la cultura proletaria solo asoma la cabeza una vez dicha clase toma el poder y transforma económicamente la vieja sociedad y sus mitos culturales… pero no puede existir una majadería más burda para alguien que se considera «materialista» y «dialéctico». 

b) En la esfera nacional el mayor peligro para el proletariado revolucionario es creerse la zafia propaganda que justifica la política interna y externa de su gobierno burgués. ¿A qué nos referimos? A brindar con la burguesía nacional respecto a los mitos históricos que esta ha ido creando en la cultura de su país, es decir, el tendiente a mantener como referentes a personajes reaccionarios y a ocultar en cambio los episodios y figuras revolucionarias que todo progresista reivindicaría. En realidad, esto solo acerca al trabajador a una «unidad nacional» ficticia, pero nunca hacia la verdadera emancipación social y nacional de los suyos. En el momento en que el de abajo acepta −conscientemente o no− el discurso del de arriba expresado en la prensa, las instituciones, la legislación y su modo de vida, está tirando piedras contra su propio tejado: contribuye a seguir apretando las cadenas que le sujetan a este mundo, el mismo al cual maldice porque no está conforme con su aspecto. Huelga decir que con la queja esporádica no hallará nunca la forma de escapar a esta situación, por el contrario, es muy posible que caiga en una penumbra espiritual mientras se entretiene combatiendo a los hombres de paja que los capitalistas le irán presentando en el camino… que «si no ha triunfado en la vida» es porque no tiene una «cultura del esfuerzo» y un «espíritu emprendedor»; que la culpa de sus males reside en el «malévolo inmigrante» que le «roba el trabajo»; que al no «estar bien con Dios espiritualmente» no le pueden ir bien los asuntos terrenales, etc. 

viernes, 14 de abril de 2023

Vygotsky criticando las bases de la psicología naturalista y la psicología descriptiva


«El problema de las funciones psíquicas superiores es el problema central de toda la psicología del hombre. En la psicología moderna no se han establecido aún suficientes aportaciones al respecto, ni siquiera los principios teóricos fundamentales sobre los cuales debe construirse la psicología humana como sistema; y la elaboración del problema de las funciones psíquicas superiores debe tener una importancia central para su solución.

En la psicología extranjera moderna existen dos principios fundamentales, según los cuales se elabora la psicología del hombre.

El primero es el principio naturalista, el cual considera la psicología del hombre y sus procesos psíquicos superiores partiendo de los mismos fundamentos en los cuales se construye la teoría del comportamiento de los animales. Tal es, por ejemplo, el principio estructural que parte de la idea que en la psicología humana no hay nada nuevo, en principio, que la distinga radicalmente de la psicología de los animales. Toda la idea de la teoría estructural está en su universalidad y en su aplicabilidad general. Como es de notar, los estructuralistas afirman que la estructura es la forma primordial de toda la vida. Volkelt en sus experimentos busca demostrar que la percepción de la araña está subordinada a las mismas leyes estructurales que la percepción del hombre. En el análisis de la estructura del comportamiento de los simios antropomorfos se obtienen las mismas leyes estructurales. Todos los fenómenos, desde la reacción de la araña hasta la percepción humana, están comprendidos en este principio único.

Esta universalidad de la teoría estructural responde a la tendencia de toda la psicología naturalista moderna, a propósito de la cual Thorndike ha dicho irónicamente, pero con justicia, que el ideal de la psicología científica es crear una línea única de desarrollo, desde la lombriz hasta el estudiante norteamericano. A este ideal responde el principio estructural. Ya que se trata de una ley tan general, la lombriz y el estudiante norteamericano se colocan plenamente a la luz de la ley estructural. Es verdad que al interior de estas leyes estructurales comunes, en el curso del experimento y de la investigación clínica es necesario distinguir la estructura «buena» −como le llaman los representantes de esta psicología y la estructura «mala», la estructura «fuerte» y la «débil», la estructura diferenciada y la indiferenciada. Pero todas estas son diferencias cuantitativas; por ello resulta que los principios estructurales pueden aplicarse igualmente a las estructuras superiores y a las inferiores, al hombre y a los animales.

Lo infundado de este principio se revela en los campos de la psicología clínica y de la genética, por cuanto concierne al desarrollo y la disgregación de las funciones psíquicas. Los fundadores de la psicología de la Gestalt, Köhler y Wertheimer, habían guardado muchas esperanzas en el principio estructural. Con base en este principio, las investigaciones fueron efectuadas en gallinas y monos. Pero resulta que desde el punto de vista de la psicología comparada estas investigaciones no tienen ninguna perspectiva, pues Köhler obtuvo los mismos resultados en ambas especies animales. En el consenso de los principios estructurales generales, él no ha podido establecer diferencias entre gallinas y monos.

Cuando Köhler, en París, se confronta al problema de la percepción humana, responde con datos colectados en animales. Después de haber expuesto todas las leyes fundamentales contenidas en los animales −en el mono y en la gallina− dice que también la percepción humana está subordinada a estas leyes. Y este es su punto débil. Además él no está dispuesto a liberarse de la impresión que los animales están sujetos a las leyes de la estructura del campo sensorial mucho más que el hombre, en el cual estas leyes determinan en menor grado los procesos sensoriales. Los animales dependen estrechamente de los datos objetivos, de la iluminación, de la disposición de las cosas, etcétera, de la fuerza relativa del estímulo que viene a formar parte de esta situación, demostrando una mayor subordinación que el hombre a las leyes de la estructura.

Datos análogos se obtienen cuando se ha intentado aplicar el principio estructural a los fenómenos del desarrollo infantil. Cuanto más descendía el investigador, tanto más numerosos eran los datos demostrando que la estructura de los procesos psíquicos en el niño tienen la misma forma que en el adulto. K. Koffka hizo un intento de aplicar el principio estructural a la explicación del desarrollo. Él mostró que el desarrollo de la estructura es «fuerte» y «débil»«buena» y «mala», diferenciada e indiferenciada y que todo el desarrollo desde la alfa a la omega tiene una estructura en cuanto tal. Esta imposición del problema del desarrollo en el campo de la psicología comparada e infantil es un resultado muy poco fecundo del punto de vista del principio estructural. Todas las formas superiores de la percepción humana han perdido su carácter específico.

Indicaré cuáles son las dificultades en que se mete la psicología estructural cuando se trata de las disciplinas clínicas. Me referiré a los trabajos de Pötzl dedicados a la agnosia [dificultad de reconocer sensorialmente los objetos], en la cual establece una diferencia sutil entre la esfera visual inferior y la visual superior cuya alteración acompaña a la agnosia. Cuando Pötzl pasa de la descripción al análisis, resulta que todo se reduce a la estructuración, y entre las funciones superiores sólo dos no emergen: la del impulso y la de prohibición. Según la expresión de Shchedrin, sólo se puede «arrastrar y no dejar» los centros inferiores, pues no son capaces de crear lo nuevo, de aportar elementos nuevos a la actividad de los centros superiores.

Me detengo particularmente en este aspecto de la cuestión para mostrar que la teoría estructural, dominante en la psicología moderna, no es adecuada al problema que constituye el principal objeto de estudio del hombre, el problema de los procesos psíquicos superiores, ya que la respuesta que da la psicología estructural es que las funciones psíquicas superiores se reducen a las inferiores; sólo son más complejas y más ricas respecto a las funciones psíquicas inferiores, pero esto no resuelve el problema.

La segunda tendencia de la psicología humana está representada por la llamada psicología descriptiva, es decir la psicología como ciencia del espíritu que, en contraposición a los principios naturalistas que reducen las formaciones superiores específicamente humanas a las leyes propias de las formaciones inferiores, declara a las funciones psíquicas superiores formas de naturaleza puramente espiritual, que no se apegan a la explicación causal y no tienen necesidad de un análisis genérico. Esta particularidad de la vida psíquica se puede entender, pero no explicar. Se puede sentir, pero no incluir en una relación de dependencia causal con los procesos cerebrales, los procesos de la evolución, etcétera. El callejón sin salida al cual lleva esta concepción idealista es evidente, sin necesidad de explicaciones ulteriores.