miércoles, 20 de noviembre de 2024

Cómo trabajó la FAI por la derrota del pueblo; Jesús Rozado, 1940

«El famoso provocador y aventurero anarquista, exconsejero de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en el gobierno de la generalidad, Diego Abad de Santillán, ha escrito recientemente un libro. Se titula «Por qué perdimos la guerra» de 1940. Pero después de leerlo y penetrar bien en el fondo de su contenido, el título no sólo aparece incompleto, sino, además, incorrecto. Para ser consecuente con todo lo que en él se dice, la denominación más acertada sería la misma que encabeza este artículo: «Cómo trabajó la FAI por la derrota del pueblo»

Nuestra posición teórica y práctica sobre el anarquismo en general y los anarquistas españoles en particular, es de sobra clara y conocida. Hemos considerado siempre al anarquismo como una corriente contrarrevolucionaria en el movimiento obrero, y a los anarquistas de la FAI como una banda de aventureros, provocadores y gentes sin principios. 

Amparándose en la demagogia de sus teorías reaccionarias, sus filas «selectas» eran cubiertas, en gran parte, por elementos degenerados, delincuentes comunes y atracadores de tipo profesional, quienes bajo la protección de una fraseología ultrarrevolucionaria irritante, aprovechándose de la entonces débil formación política de las masas y ocultos tras la mampara de un movimiento obrero sindical –la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) iban a encubrir allí sus delitos vulgares, realizando al servicio de la burguesía y los terratenientes, los hechos más perniciosos en contra de los sagrados intereses del proletariado y de las masas populares. 

sábado, 9 de noviembre de 2024

Lenin sobre la municipalización de la tierra y el llamado «socialismo municipal» de los mencheviques


«La aproximación de lo uno v lo otro es obra de los propios mencheviques, que consiguieron hacer pasar su programa agrario en Estocolmo, Basta mencionar a dos mencheviques notorios, Kostrov y Larin. 

«Algunos camaradas decía Kostrov en Estocolmo parece como si oyesen hablar por primera vez de la propiedad municipal. Les recordaré que en Europa occidental hay toda una corriente [¡nada menos!], el «socialismo municipal» [Inglaterra], que consiste en ampliar la propiedad de los municipio! urbanos y rurales y a favor de la cual están igualmente nuestros camaradas. Muchos municipios poseen bienes inmuebles, y esto no contradice a nuestro programa. Ahora tenemos la posibilidad! de conseguir [!] para los municipios, a título gratuito [!!], riqueza inmobiliaria y debemos aprovecharnos de ella. Naturalmente, las tierras confiscadas deben ser municipalizadas». (Kostrov; Discurso en el Vº Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, 1906) 

El ingenuo punto de vista acerca de la «posibilidad de conseguir riquezas a título gratuito» está expresado aquí de un modo incomparable. En lo único en que no pensó el orador es en la razón de por qué esta «corriente» del socialismo municipal, precisamente como corriente especial y sobre todo en Inglaterra, el país tomado en calidad de ejemplo, es una corriente de oportunismo extremo. ¿Por qué Engels, al caracterizar en las cartas a Sorge este oportunismo intelectualista extremado de los fabianos ingleses, señaló el significado pequeñoburgués de sus tendencias «municipalizadoras» [*]?

Larin, al unísono con Kostrov, dice en su comentario al programa menchevique: 

«Es posible que en algunos lugares la administración autónoma local popular pueda con sus propias fuerzas explotar estas grandes: fincas por su cuenta de la misma manera que, por ejemplo, las dumas urbanas llevan la gestión de los tranvías de caballos y de los mataderos, y entonces toda (!) la población dispondría de todo el beneficio de las mismas». (Y. Larin; El problema campesino y la socialdemocracia, 1907)

¿Y no la burguesía local, estimado Larín? Se echan de ver al punto las Ilusiones pequeñoburguesas de los héroes pequeñoburgueses del socialismo municipal del Occidente europeo. ¡Se olvida la dominación de la burguesía, se olvida también que sólo en las ciudades que cuentan con un alto porcentaje de población proletaria, se consiguen para los trabajadores algunas migajas de la administración municipal! Pero esto lo decimos de pasada. La falsedad principal de la idea «socialista municipal» de la municipalización de la tierra radica en lo siguiente...

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Arnold Hauser analizando la transcendencia histórica de los valores de la cultura caballeresca

«El cambio de estructura social del siglo XII reposa, en último extremo, en el hecho de que las clases profesionales se sobreponen a las clases de nacimiento. También la caballería es una institución profesional, si bien después se convierte en una clase hereditaria. Primitivamente no es más que una clase de guerreros profesionales, y comprende en sí elementos del más vario origen. En los primeros tiempos también los príncipes y barones, los condes y los grandes terratenientes habían sido guerreros, y fueron premiados con sus propiedades ante todo por la prestación de servicios militares. Pero, entre tanto, aquellas donaciones habían perdido sus efectos obligatorios y el número de los señores miembros de la antigua nobleza adiestrados en la guerra se redujo tanto, o era ya tan pequeño desde el principio, que no bastaba para atender las exigencias de las interminables guerras y luchas. El que quería ahora hacer la guerra −¿y cuál de los señores no la quería?− debía asegurarse el apoyo de una fuerza más digna de confianza y más numerosa que la antigua leva. La caballería, en gran parte salida de las filas de los ministeriales, se convirtió en este nuevo elemento militar. La gente que encontramos al servicio de cada uno de los grandes señores comprendía los administradores de fincas y propiedades, los funcionarios de la corte, los directores de los talleres del feudo y los miembros de la comitiva y de la guardia, principalmente escuderos, palafreneros y suboficiales. De esta última categoría procedió la mayor parte de la caballería. Casi todos los caballeros eran, por tanto, de origen servil. El elemento libre de la caballería, bien distinto de los ministeriales, estaba integrado por descendientes de la antigua clase militar, los cuales, o no habían poseído jamás un feudo, o habían descendido nuevamente a la categoría de simples mercenarios. Pero los ministeriales formaban, por lo menos, las tres cuartas partes de la caballería y la minoría restante no se distinguía de ellos, pues la conciencia de clase caballeresca no se dio ni entre los guerreros libres ni entre los serviles hasta que se concedió la nobleza a los miembros de la comitiva. En aquel tiempo solo existía una frontera precisa entre los terratenientes y los campesinos, entre los ricos y la «gente pobre», y el criterio de nobleza no se apoyaba en determinaciones jurídicas codificadas, sino en un estilo de vida nobiliario. En este aspecto no existía diferencia alguna entre los acompañantes libres o serviles del noble señor; hasta la constitución de la caballería ambos grupos formaban meramente parte de la comitiva.

Tanto los príncipes como los grandes propietarios necesitaban guerreros a caballo y vasallos leales; pero estos, teniendo en cuenta la economía natural, entonces dominante, no podían ser recompensados más que con feudos. Lo mismo los príncipes que los grandes propietarios estaban dispuestos en todo caso a conceder todas aquellas partes de sus posesiones de que pudieran prescindir con tal de aumentar el número de sus vasallos. Las concesiones de tales feudos en pago de servicios comienzan en el siglo XI; en el siglo XIII el apetito de los miembros del séquito de poseer tales propiedades en feudo está ya suficientemente saciado. La capacidad de ser investido con un feudo es el primer paso de los ministeriales hacia el estado nobiliario. Por lo demás, se repite aquí el conocido proceso de la formación de la nobleza. Los guerreros, por servicios prestados o que han de prestar, reciben para su mantenimiento bienes territoriales; al principio no pueden disponer de estas propiedades de manera completamente libre, pero más tarde el feudo se hace hereditario y el poseedor del feudo se independiza del señor feudal. Al hacerse hereditarios los bienes feudales, la clase profesional de los hombres de la comitiva se transforma en la clase hereditaria de los caballeros. Sin embargo, siguen siendo, aun después de su acceso al estado nobiliario, una nobleza de segunda fila, una baja nobleza que conserva siempre un aire servil frente a la alta aristocracia. Estos nuevos nobles no se sienten en modo alguno rivales de sus señores, en contraste con los miembros de la antigua nobleza feudal, que son todos en potencia pretendientes a la Corona y representan un peligro constante para los príncipes. Los caballeros, a lo sumo, pasan a servir al partido enemigo si se les da una buena recompensa. Su inconstancia explica el lugar preeminente que se concedía a la fidelidad del vasallo en el sistema ético de la caballería.