jueves, 30 de agosto de 2018

¿Dónde está la unidad de tareas y aspiraciones acerca de las cuales las feministas tienen tanto que decir?


«Las feministas buscan la igualdad en el marco de la sociedad de clases existente, de ninguna manera atacan la base de esta sociedad. Luchan por privilegios para ellas mismas, sin poner en entredicho las prerrogativas y privilegios existentes. No acusamos a las representantes del movimiento de mujeres burgués de no entender el asunto, su visión de las cosas mana inevitablemente de su posición de clase.

En primer lugar debemos preguntarnos si un movimiento unitario sólo de mujeres es posible en una sociedad basada en las contradicciones de clase. El hecho de que las mujeres que participan en el movimiento de liberación no representan a una masa homogénea es evidente para cualquier observador imparcial.

El mundo de las mujeres está dividido –al igual que lo está el de los hombres– en dos bandos. Los intereses y aspiraciones de un grupo de mujeres les acercan a la clase burguesa, mientras que el otro grupo tiene estrechas conexiones con el proletariado, y sus demandas de liberación abarcan una solución completa a la cuestión de la mujer. Así, aunque ambos bandos siguen el lema general de la «liberación de la mujer», sus objetivos e intereses son diferentes. Cada uno de los grupos inconscientemente parte de los intereses de su propia clase, lo que da un colorido específico de clase a los objetivos y tareas que se fija para sí mismo.

lunes, 27 de agosto de 2018

Los intentos de exculpar toda responsabilidad de ciertos sujetos apelando a que son «productos del sistema capitalista»


«Para nosotros, los juicios y sentencias de la jurisprudencia burguesa no pueden ser referencia, como tampoco podemos hacer juicios generalizados hacia bandas armadas o grupos políticos que nos causen –o no– especial simpatía. Por fuerza de principios, en un futuro régimen socialista, no se podría aplicar una justicia colectiva haciendo que paguen justos por pecadores. El pretender juzgar de forma generalizada a todo un colectivo es algo más cercano a la jurisprudencia del feminismo que a la del marxismo. En cambio, el Estado socialista deberá atender cada caso individualmente, puesto que es imposible meter en el mismo saco a alguien que colocaba bombas de forma indiscriminada, que a quien, a lo sumo, guardó alguna vez un panfleto de dicha banda armada, más aun teniendo en cuenta que el nuevo régimen deberá dar una oportunidad a quienes de verdad deseen aportar a la colectividad.  

Para el primer caso, si en estos elementos se descartase una enfermedad mental, habría que evaluar si existe un hondo arrepentimiento y una consciencia de su labor contrarrevolucionaria en el pasado. De otro modo, jamás podrán convivir en una sociedad socialista.

Al contrario, las personas que no hayan perpetrado delitos de sangre contra los trabajadores pero que hayan estado influidos por estos grupos deberán recibir un trabajo de educación política para ser recuperados a la causa lo más pronto posible. 

La cuestión es, ¿quién es productivo en el presente para la causa del comunismo? ¿Quién puede aportar algo de valor para la nueva sociedad que se ha de construir? No se trata tanto de redimir los pecados individuales para ganarse el cielo, sino para ganarse el respeto de nuestros congéneres, para tener derecho a vivir en sociedad en la nueva colectividad. Se trata de darnos cuenta de hasta qué punto hemos estado equivocados en acepciones reformistas o anarquistas, por qué son inservibles tanto para derrocar al capitalismo como para construir un mundo nuevo que lo supere. Se trata de redimirnos ante una sociedad que, para muchos, brindará una segunda oportunidad, que nos abrazará sin recelos, porque comprende que todos cometemos errores y pecados de juventud.

En resumen, en una futura sociedad socialista, estas bandas no serían conmemoradas sin criticismo alguno como «luchadores contra el sistema» que «se opusieron al capitalismo». Esto sería absurdo, y dicho estatus es imposible, dado que varios de estos grupos hasta ahora no solo se han dedicado a contribuir a la criminalización de la lucha armada con su aventurerismo y terrorismo indiscriminados, sino que, además, se han caracterizado por calumniar, amenazar y perseguir a los partidos marxista-leninistas –y otros– que se oponían a su discurso y actuar. Otra cosa distinta, como decimos, es la militancia de base, a la que, como a la de cualquier sindicato, partido o asociación política de cualquier tipo, habría que explicarle las cosas con paciencia y teniendo en cuenta sus orígenes. Y es que, aunque no sea fácil, los marxistas deben intentar separar de las filas de estos grupos a todo elemento honesto que haya sido irradiado por estas tendencias.

La historia ha demostrado que los elementos recalcitrantes de estas corrientes, ante la incapacidad de asimilar la teoría y a causa de su inestabilidad pequeño burguesa, acaban siendo un obstáculo para la revolución e incluso terminan por ir contra ella una vez establecido el poder revolucionario. Ejemplo de ello fueron los eseristas de izquierda, que, tras una breve alianza con los bolcheviques, dieron la espalda a la revolución y acabaron atentando contra ellos, siendo famoso el atentado contra Lenin en 1918, así como el asesinato logrado contra algunos dirigentes bolcheviques. Varios de sus líderes serían jugados públicamente en 1922. ¿Puede descartarse que esto vuelva a ocurrir con este tipo de especímenes?

Precisamente la excusa preferida de los grupos lumpenizados ha sido siempre decir que «desde el punto de vista marxista» a los sujetos que ejercen el bandolerismo, tráfico de drogas, robos, estafas, hooliganismo, pandillerismo, negocios de prostitución, etc… no se les puede condenar de ninguna forma porque simplemente son «productos del sistema capitalista», exculpando a los sujetos de cualquier responsabilidad, incluyendo también el tema del terrorismo que presentan como «una reacción desesperada ante el injusto sistema». 

Estos ideólogos hacen verdaderos malabarismos con la influencia capitalista sobre este tipo de sujetos, y justifican todo en base al concepto de «alineación» para dar carpetazo final al tema. Esto que dicen es cierto: son productos del propio sistema y sus deficiencias, son sujetos alienados. Hemos hablado infinidad de veces de la presión ideológico-cultural que se ejerce desde la superestructura sobre los sujetos sociales. Pero cuando se exponen los errores de estos elementos y deciden persistir en ellos, no puede existir compasión posible. 

Hacer la vista gorda sobre este tipo de actitudes en períodos de desorganización y falta de clarividencia ideológica es más peligroso aún. Insistir en un trato amigable, aparcar las diferencias y confiar en una reeducación futura –incluso de sujetos abiertamente recalcitrantes– no deja de ser un ideario liberal del todo estúpido que se acerca más a una premisa cristiana de ejercer el perdón automático sin rencor ni reflexión alguna. Cuando varios elementos que no quieren –o no pueden– rectificar son un claro impedimento para el progreso, ¿quién si no los comunistas deben analizar en profundidad y criticar estas actitudes que perjudican la causa? ¿Se lo dejamos a los liberales burgueses y sus intelectuales para que creen teorías como que todo el proletariado ha degenerado en lumpemproletariado o que el comunismo es igual a ejercer el viejo terrorismo individualista o de un pequeño grupo conspirativo? 

Además, para evidenciar la falsedad de esta teoría que justifica estos actos, solo hay que mirar, una vez más ,el rastro de la historia, observar que dentro de las experiencias históricas donde se ha puesto en pie una sociedad socialista, creándose condiciones económicas propicias para que el sujeto pudiera desarrollar en gran medida sus habilidades físicas y mentales, incluyendo una oportunidad no solo de redimirse en lo moral, sino de vivir dignamente en lo económico, siempre ha habido –y habrá– elementos que han rechazado tomar este camino de reinsertarse-reeducarse, que han preferido seguir con su modo de pensar y actuar contra el sistema socialista. No es casualidad que muchas de estas figuras hayan acabado siendo parte de las filas de la contrarrevolución por su indisciplina, individualismo, egolatría, falta de autocrítica y de escrúpulos. 

Debe concluirse que, por supuesto, las condiciones materiales tienen el peso decisivo cuando se trata de dar a luz estos fenómenos, en esto hemos insistido siempre. Pero no olvidemos la personalidad de cada sujeto y su nivel de fuerza de voluntad para «autotransformarse», ya que no somos elementos pasivos condenados al error. No olvidemos que, en una futura sociedad socialista, el espíritu liberal e individualista, el afán «autojustificador» no le va a valer a nadie de excusa para causar un perjuicio al bien colectivo ni a la propiedad común, no servirá para estar por encima de las leyes populares». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

viernes, 24 de agosto de 2018

Mehring resumiendo los méritos de Marx y Engels a la hora de mostrar la certeza del materialismo histórico


«Karl Marx ha realizado la síntesis del materialismo histórico en forma tan breve como convincente en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, publicado en 1859. Allí dice:

«El resultado general al cual llegué, y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: En la producción social de su vida los hombres contraen relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado estadio del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta una superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social, lo que determina su conciencia. En una cierta etapa de su desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que tan sólo es una expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían movido hasta entonces. Estas relaciones dejan de ser formas que favorecen el desarrollo de las fuerzas productivas y se transforman en trabas de las mismas. Entonces comienza una época de revolución social. Al cambiar la base económica se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura. Al considerar estas revoluciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales en las condiciones de producción económicas, que se pueden comprobar –con la exactitud de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas bajo las cuales los hombres adquieren conciencia de este conflicto y lo resuelven. Así como no nos formamos un juicio acerca de lo que es un individuo por lo que él piensa de sí, tampoco podemos juzgar una de estas épocas de revolución a partir de su conciencia, sino que debemos explicarnos más bien esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Una formación social no desaparece nunca antes de que se hayan desarrollado todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen relaciones de producción nuevas y superiores antes de que se hayan incubado, en el seno de la propia sociedad antigua, las condiciones materiales de su existencia. Por eso la humanidad siempre se plantea exclusivamente tareas que puede realizar, pues si se observa con más cuidado se encontrará siempre que la tarea sólo surge cuando ya existen, o por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. A grandes rasgos se puede caracterizar a los modos de producción asiático, antiguo, feudal y moderno burgués como etapas progresivas en la formación económica de la sociedad. Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso de producción social, antagónica no en el sentido de un antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que surge de las condiciones sociales de vida de los individuos; pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean al mismo tiempo las condiciones materiales para solucionar este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana». (Karl Marx; Contribución a la crítica de la economía política, 1859)

martes, 21 de agosto de 2018

Confusión entre exportación de mercancías y exportación de capital; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


«La exportación de capitales, es una forma que toma las mercancías, el dinero es una mercancía, la exportación de capital en forma de Inversión Extranjera Directa (IED), es simplemente una inversión en materia prima, maquinaria, y fuerza de trabajo para reproducir capital allende la casa matriz, es una relación mercantil, es un intercambio mercantil». (Manuel Sutherland; Comentarios, 3 de marzo de 2015)

Esto es una equivocación brutal viniendo de un presunto economista de «nivel». Como dijo el marxista-leninista francés Vincent Gouyyse, esto ocurre debido a:

«La idealización de la etapa del capitalismo premonopolista, donde reinaba sin contestación la producción mercantil y donde el rol de los préstamos internacionales era marginal.

Se ignora la diferencia fundamental entre la exportación de mercancías y la exportación de capital es que en el caso de la exportación de mercancías, el plusvalor del capital ya está contenido en la mercancía que ya ha sido incorporada por los obreros del país exportador, mientras que en la exportación de capital, la plusvalía es creada por los obreros del país donde se exporta el capital, que este capital se exporta bajo la forma de un préstamo que sirva para retirar indirectamente un interés –la burguesía indígena lo invertirá dicho préstamo en lo que quiera– o abasteciéndose directamente de medios de producción aportados por el inversor extranjero y creando un plusvalor en tierra indígena: aquí la burguesía indígena sólo servirá de intermediario entre los trabajadores indígenas y el inversor extranjero que será el único responsable de la utilización del capital». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

He aquí explicado porque los economistas pequeño burgueses como Shuterland –que oscilan entre querer ser marxistas pero nadan en las aguas de los autores burgueses– no entienden bien la economía capitalista y sus desarrollos en la etapa imperialista. 

¿Qué más hay que anotar? El rol de la división internacional del trabajo en la exportación de mercancías y capital. Algo que suelen olvidar muchos de los ideólogos del antiimperialismo:

«Sin embargo, hasta en el caso de la producción mercantil «pura», la explotación no está suprimida de ninguna manera. La división del trabajo está en su origen.

Bajo el imperialismo, la exportación de mercancías sirve para que los países imperialistas aseguren su dominación comercial en ciertos segmentos del mercado mundial, es decir, siempre que sea posible la exportación de mercancías de alta tecnología que contienen mayor trabajo acumulado, que es intercambiado por un gran volumen de mercancías indígenas. La exportación de capital, ella, sirve por el contrario para estimular la producción de materias primas necesarias para las metrópolis imperialistas y los bienes de consumo corrientes a menor costo destinados a la exportación hacía las metrópolis imperialistas para mejorar la condición material del proletariado de las metrópolis.

Lo esencial para los países imperialistas es asegurar que los beneficios que se derivan de la exportación de mercancías y de capitales hacia los países dependientes les ayuden a mantener la dependencia económica y política de la burguesía nacional indígena, permitiendo así al imperialismo dictarle órdenes. La exportación de capital significa pues la subordinación de los países dependientes y su sometiendo al sistema imperialista mundial. Lo esencial para el imperialismo es, pues, que la burguesía nacional de los países dependientes satisfaga estas transacciones, que siga siendo una burguesía indígena de tipo compradora que no busque desarrollar los producciones no deseadas por sus ordenantes imperialistas, y en primer lugar producciones que podrían romper estos mecanismos de dependencia, como una industria de producción de medios de producción potente y diversificada que originase un nuevo competidor imperialista y agravara la lucha por los mercados comerciales y financieros». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

Pero expliquemos esto de forma más profunda.

Veamos: el dinero es una relación de «valor de cambio». Ahora, convengamos que la exportación de capitales se da a causa de la acumulación de capitales en manos de las «oligarquías financieras» –capital industrial y capital bancario– que redunda en el «relativo capital sobrante» que resulta característico del capitalismo monopólico de la etapa imperialista, y que se exporta en lo fundamental debido a que dentro del país de origen se reduce el margen de inversión y ganancia a causa del incremento de los costos de producción. Es decir, en los países capitalistas desarrollados que cuentan con una oligarquía financiera constituida que luego de eliminar, o casi eliminar a la competencia del interior, y de haber monopolizado los diversos sectores productivos, calcula que seguir invirtiendo en el panorama nacional no puede asegurar ya las ganancias deseadas, en consecuencia tampoco asegura el crecimiento económico fundamentado en el máximo beneficio por lo que entonces decide buscar nuevas oportunidades en el exterior; este es el mecanismo básico por el que los monopolios nacionales se extienden al resto de países para mantener el «máximo beneficio» convirtiéndose en consorcios de explotación multinacionales, porque sencillamente en estos terceros países el margen de ganancia es superior al doméstico debido a los costes, las leyes laborales, la mano de obra entre otros factores.

Entonces lo que se exporta es el sobrante del «capital financiero» y este se expresará en el país de destino en forma de mercancías. Vale decir que la reproducción de ese «capital financiero» no tiene por finalidad reproducir mercancías puesto que su objetivo último es la reproducción del «capital financiero» aunque se valga de la producción mercantil que resulta de la explotación del trabajo y de la fuerza de trabajo como ya expresó Marx en su obra cumbre, pues es el trabajo el único que produce riqueza; y es por lo mismo, que en la etapa imperialista la exportación de capitales va «mutando paulatinamente de la inversión directa a los préstamos» lo que supone la misma explotación para las masas trabajadoras pero teniendo como intermediarios del imperialismo a la burguesía indígena en este caso concreto. Vale decir que la exportación de capital existía en la época capitalista premonopolista pero tenía un papel por completo secundario. No entender cómo nace la necesidad de la exportación de capital es no entender nada del desarrollo histórico económico, y es no entender la propia realidad de nuestros días que tan comúnmente muestra la realidad de este proceso.

Mientras un país dependiente de los imperialismos, neocolonial, por los designios del mercado donde actúa la ley del valor es posible que tenga un excedente de mercancías producidas: seguramente casi en exclusiva en la agricultura, pero cuando lanza al mercado internacional esas mercancías las vende a un precio irrisorio mientras se ve obligada a comprar otras de mayor valor como es el caso de la mercancía industrial que no posee y les son tan necesarias. Por otro lado un país imperialista puede tener un excedente en la producción de mercancías en varias ramas debido a su elevado desarrollo de las fuerzas productivas y su diversificación, cuando lanza sus mercancías –industriales– al mercado se venden a un alto precio por su demanda, gracias a ello puede conseguir un alto beneficio y se asegura la dependencia económica permanente de los países no industrializados que siempre demandaran esa mercancía o su mantenimiento; a su vez, el país imperialista en su propia demanda de materias primas para su industria se satisface de comprar materias primas a precios baratos en el mercado mundial debido a la gran oferta de las mismas por parte de los países no industrializados. 

Mientras en un país dependiente la burguesía en general no suele tener un gran excedente de capital, es algo casi inusual o más bien exclusivo de la burguesía compradora, y de serlo no tiene muchas libertad en donde invertirlo –necesita aprisa ampliar o modernizar sus fuerzas productivas para ponerse a la par de las empresas extranjeras que le hacen la competencia en el país o debe invertirlo en pagar la deuda, etc.– siendo muy rara la capacidad de exportar capitales. Por otro lado en el país imperialista el excedente de capital es mucho más común por su músculo industrial, por su amplio desarrollo de las fuerzas productivas, y suele tener un número de capital «sobrante» tan alto como para sobornar a la «aristocracia obrera», reforzar la militarización de la economía que la burguesía imperialista estima necesaria para intimidar a los países bajo su influencia o enfrentarse a sus competidores, pero sobre todo por su jugosa rentabilidad, así mismo decide colocar ese abultado excedente para exportar dicho capital a países terceros, bien en forma de préstamos, créditos, formando nuevas empresas que operan en dichos países, empresas mixtas concertadas entre los monopolios y la burguesía indígena, etc., y es que esto no podía ser de otra forma, pues como hemos dicho los monopolios son la creación de la oligarquía financiera, es decir del capital bancario que ha sometido al capital industrial y que busca la dominación no solo nacional sino internacional. 

Es más: a veces la exportación de capital del país imperialista va íntimamente ligado a la exportación de mercancías por el país que la recibe, así en multitud de ocasiones, el país deudor, cuando no puede pagar la deuda, paga en materias primas al país imperialista, que como todo el mundo sabe, consume muchas más materias primas que cualquier país dedicado a producir materias primas, porque simplemente consume muchas más. La exportación de capital es un puente mucho más seguro que la exportación de mercancías para que los países imperialistas penetren a través de la economía en la política de los países dependientes. Claro que existen excepciones en los países imperialistas en cuanto a la predominancia de la exportación de capital sobre la exportación de mercancías, esto se ve sobre todo en los países imperialistas emergentes, donde generalmente tienen niveles parejos de exportación e importación de capitales, pero suele ser un fenómeno temporal hasta que su burguesía tiene suficiente potencial para que su país supere la exportación a la importación de capital; otras veces algunos países imperialistas por su mano de obra más barata, por la buena disposición de verter sus productos en los mercados –cosa que sus competidores no pueden igualar sin crear conflictos sociales agudos– tienen un gran nivel de exportación de mercancías que incluso supera los niveles de exportación de capitales, pero eso es muy raro de ver, como es aún más raro de ver por no decir imposible, un país dependiente con más niveles de exportación de capital que de mercancías. La realidad es tozuda.

Podríamos considerar que el capital financiero es la usura llevada a instancias internacionales que cumple un doble propósito: mantener el «máximo beneficio» y a su vez la dependencia económico-política de los países neocolonizados. La usura no aparece en escena sino hasta la aparición de la propiedad, he ahí las constantes luchas de los griegos contra la usura en la etapa esclavista en los momentos de la aparición y consolidación del Estado. Tras las diferentes etapas en la humanidad y los diferentes modelos económicos de explotación, el capitalismo y su etapa imperialista hacen de la usura un modo de vida.

Si uno no comprende esto, ocurrirá que como le ocurre a Sutherland, se alberguen distorsiones sobre las exportaciones de mercancías y de capital, y se desprecie el peligro de la exportación de capitales a terceros países, Sutherland por tanto, pese a que se le llene la boca, no puede ser un consecuente antiimperialista; al revés, con sus teorizaciones juega a favor de los imperialismos, desarma a los pueblos de sus herramientas para analizar y comprender debidamente los acontecimientos internacionales y las relaciones económicas entre los países dependientes e imperialistas, los condena a teorías políticas y económicas igual de ilusorias para los países neocolonizados como pueden ser las teorías del «no alineamiento» o de la búsqueda de un «nuevo orden económico», teorías que niegan el imperialismo según la concepción leninista y lleva a los pueblos a un engaño que perpetua su estatus de oprimidos doblemente: por la burguesía nacional y por la burguesía extranjera. Eso nos lleva al siguiente punto». (Equipo de Bitácora (M-L); Las perlas antileninistas del economista burgués Manuel Shuterland; Una exposición de la vigencia de las tesis leninista sobre el imperialismo, 2018)

viernes, 17 de agosto de 2018

Falseamiento del leninismo: al afirmar que su concepto de imperialismo pone por delante lo político-militar a lo económico; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


«En mi criterio, siendo bastante polémico, [Lenin] se aleja de todo el trabajo marxiano en el Capital e inventa una ideología que pone lo político militar por arriba de lo económico». (Manuel Sutherland; Comentarios, 3 de marzo de 2015)

Ya vimos que la caracterización que Lenin da al imperialismo como etapa superior del capitalismo está sedimentada en fenómenos económico-políticos, y claro que hay un componente militarista por parte del imperialismo pero este debe de ser entendido como una consecuencia precisamente de la fenomenología ligada al desarrollo capitalista.  Dicho de otro modo, en el imperialismo encontramos una preponderancia de lo económico-político sobre lo militar. Pero vayamos más atrás, a los «imperialismos precapitalistas», para desmontar esta noción por completo: en la historia de la humanidad se han reconocido dos sociedades en las que la cuestión militar hacía parte del núcleo de su cohesión social, en la que cada ciudadano era comprendido como un soldado y de hecho toda la vida social convergía en ello, una de esta era la «Polis de Esparta» –ciudad Estado–, la otra fue «Hatti» –Imperio Hitita–. En ambos casos, siempre que se fue a la guerra, siempre que se hizo uso de la maquinaria militar, fue por motivaciones económico-políticas específicas y reconocibles –no las abordaremos por no ser objeto de este documento–, a causa de estas motivaciones es que vemos a los espartanos combatiendo contra los persas primero y contra los ateniense después, y a los hititas combatiendo contra los egipcios. Esto demuestra, como ya decíamos, que aún en estas etapas históricas lo militar estaba subordinado a lo económico-político, y nunca ha sido distinto. Lenin demostró por ejemplo que la política colonial del capitalismo en su etapa premonopólica era sensiblemente diferente a la política de su etapa imperialista, señalaba que igualarlos sin más era negar las transformaciones socio-económicas, del mismo modo se mofaba de los que asimilaban el imperialismo británico con el imperio romano porque era lo mismo que no entender nada de historia ni de economía, pues dos sistemas económicos diferentes no podían tener la misma expresión económica, política ni cultural:

«La política colonial y el imperialismo ya existían antes de la fase contemporánea del capitalismo e incluso antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, mantuvo una política colonial y practicó el imperialismo. Pero los análisis «generales» sobre el imperialismo que olvidan o ponen en segundo plano la diferencia esencial entre las formaciones socioeconómicas se convierten inevitablemente en trivialidades huecas o en fanfarronerías, como la de comparar «la gran Roma con la Gran Bretaña». Incluso la política colonial capitalista de las fases previas del capitalismo es esencialmente diferente de la política colonial del capital financiero». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)

Pero Sutherland va más allá, e igual que los eurocomunistas, mediante una mentira flagrante contrapone a Marx con Lenin para luego concluir que este último valiéndose de posiciones idealistas antepone el carácter militar al económico. Claro es que esto solo lo puede decir un ignorante de campeonato o un gran falseador consciente. Rebajar la teoría del leninismo a la mera cuestión militar es un ataque muy pobre, porque cualquiera que se moleste en leer las obras de Lenin verá que eso es una mentira evidente. Ya vimos anteriormente como Lenin define al imperialismo bajo cinco rasgos fundamentales: la concentración de capital, la fusión del capital industrial y bancario dando lugar al capital financiero, el desempeño fundamental de los monopolios en la economía, la exportación de capital siendo primacía a la exportación de mercancías, la formación de multinacionales, el reparto territorial del mundo entre las potencias. ¡¿No es esta una definición que da primacía al aspecto económico sobre el militar?!

martes, 14 de agosto de 2018

Las tácticas revisionistas para lograr la aceptación y posterior acuñamiento de su doctrina entre las masas de cara al interior y al exterior


«Podría decirse, que los revisionistas utilizaban pues, dos tácticas, una defensiva y otra ofensiva para lograr la aceptación y posterior acuñamiento de su doctrina entre las masas de cara al interior y de cara al exterior. La primera táctica defensiva era intentar implantar cuidadosamente las bases de su doctrina dentro del partido y en medida de lo posible lograr una aceptación en el exterior, como decíamos estos revisionistas clamaban que su ideología pese a sus componentes claramente heterodoxos no debía ser criticada, pues «pese a todo seguía siendo marxismo-leninismo», los revisionistas ponían como consecuencia de la no aceptación de esta premisa, que el que no aceptar a su «marxismo-leninismo específico», se estaría cayendo en el dogmatismo, en el izquierdismo, en el sectarismo. La segunda táctica, ofensiva, perseguía que una vez consolidada su ideología dentro del propio partido, una vez seducidas la mayoría del partido con los sofismas necesarios, y logrado reunir una cierta simpatía en el exterior, implantar tanto dentro como fuera la idea de que la nueva doctrina era superior a toda doctrina humana precedente, incluyendo el marxismo-leninismo, las consecuencias según estos revisionistas de no acatar esta premisa, sería que quién no lo aceptara caería en el derechismo, en el conservadurismo, en el revisionismo, ya que la nueva doctrina era la «síntesis del pensamiento humano», y el marxismo-leninismo, algo obsoleto, y el apegarse a sus ideas, una muestra al mismo tiempo de dogmatismo y conservadurismo, de ser un reaccionario. Esta ha sido la estrategia de muchos revisionismos, y es el caso del revisionismo chino y del revisionismo coreano». (Equipo de Bitácora (M-L)El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche», 2015)

lunes, 13 de agosto de 2018

¿Por qué triunfó Georgi Dimitrov ante los verdugos fascistas que pretendían enjuiciarle en 1933?


«¿Por qué triunfó Georgi Dimitrov ante los verdugos fascistas que pretendían enjuiciarle en 1933? Porque pese a estar incomunicado, a pesar de no ser un ilustrado en cuestiones jurídicas, desmontó  las acusaciones y convirtió a los acusadores en acusados, no mendigó su exculpación. Por supuesto no todos los juicios son iguales y no se puede pretender tener una defensa calcada en todos los casos, pero Dimitrov mantuvo unas pautas fundamentales: no dejó de identificarse comunista, no dejó de condenar precisamente el uso del terrorismo individualista para hacer la revolución ante la acusación de los nazis de que los comunistas habían incendiado el Parlamento, subrayó la necesidad para los comunistas de ganarse a la mayoría de la clase obrera para tomar el poder, analizó en base al materialismo dialéctico las causas por las que al régimen nazi le convenía intentar realizar dicha maniobra sobre los comunistas y lo expuso pese a jugarse la pena de muerte, hizo una exposición magistral de que era la ideología nazi y su cariz reaccionario, dejando en ridículo al magistrado y surgiendo toda una campaña de solidaridad que presionaría para que fuese liberado como ocurrió poco después. Mientras que por otro lado Ernst Torgler, diputado alemán, adoptó una defensa pasiva, estuvo más preocupado en su suerte personal, y no desplegó una defensa política general sobre el juicio desde el punto de vista de clase proletario, sino desde el punto de vista estrictamente jurídico y personal, incluso renunció a algunos principios ideológicos falseando la línea oficial del partido, quedando finalmente preso tras su juicio, siendo criticado y expulsado del partido comunista por su postura, dicho sujeto posteriormente fue liberado a cambio de trabajar para la Gestapo e incluso fue parte del ministerio de propaganda nazi, poco después del fin de la época nazi, ingresó en el partido socialdemócrata. He ahí dos muestras de como deben enfrentarse los comunistas ante los medios de represión». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

sábado, 11 de agosto de 2018

Las acusaciones burguesas sobre Marx de que no existe tal primacía de la economía sobre la política


«La primera y honda preocupación del señor Barth es que Marx ha formulado la concepción materialista de la historia de un modo «por desgracia muy indeterminado» y que sólo «ocasionalmente lo explica y fundamenta con algunos pocos ejemplos en sus escritos»; recientemente ha dado una forma aún más drástica a su angustia en un seminario de la burguesía bismarckiana afirmando que la «llamada teoría materialista de la historia es una verdad a medias que Karl Marx habría formulado en horas de irreflexión periodística y que lamentablemente habría incluso intentado fundamentar por medio de pruebas aparentes». Con severa mirada de juez, el señor Barth separa tres escritos de Marx como «puramente científicos», o sea como los únicos dignos de que un docente alemán se ocupe de ellos, a saber, «El capital», la «Miseria de la filosofía», y el esbozo preparatorio de «El capital», el escrito «Contribución a la crítica de la economía política». Todo lo demás es «popular», y en nada incumbe al señor Barth. Del mismo modo, entre los escritos de Engels sólo considera como dignos de su atención el Anti-Dühring y el folleto sobre Feuerbach. El señor Barth se ajusta al principio opuesto cuando enjuicia a Kautsky, al que sólo conoce como «autor de un artículo» en Die Nene Zeit, el «órgano popular de los marxistas» que causa «mucho daño» por su difusión de las «precipitaciones marxistas»; de los «escritos puramente científicos» de Kautsky, el señor Barth nada sabe, o nada quiere saber. La razón por la cual emprende todas estas agudas clasificaciones, podrá ser advertida de inmediato.

En primer lugar, el señor Barth pretende demostrar que no existe «tal primacía de la economía sobre la política». En «El capital», Marx habla del trabajo comunitario inmediatamente socializado en su forma natural, que se encontraría en los umbrales de la historia en todas las culturas, y de relaciones inmediatas de dominio y vasallaje a comienzos de la historia. El término «inmediato» lo dilucida el señor Barth diciendo: «es decir como en Hegel, que no tiene otra explicación ulterior» –acepción de la que en Marx no se encuentra ni la más ligera huella–, y agrega triunfante que Marx no habría explicado la transición de la forma natural del trabajo a las relaciones de dominio y vasallaje. Ahora bien, Marx, en el pasaje de «El capital», donde toca este punto, no tenía la menor intención de emprender tal explicación, aun cuando su intención era darla en conexión con las investigaciones de Morgan en un trabajo especial que luego fue redactado y publicado por Engels –ya que la muerte le impidió a Marx llevar a término su propósito–, más de medio siglo antes de que el señor Barth se diera a la tarea de aniquilar el materialismo histórico.

En la obra de Engels sobre el origen de la familia, etc., se expone detenidamente el desarrollo económico de la sociedad de clases a partir de la sociedad gentilicia, la transición económica del trabajo inmediatamente socializado a las relaciones de dominio y vasallaje; pero la obra de Engels no es «puramente científica» sino popular –y aquí es dable admirar la profundidad de tales clasificaciones–; en ningún momento el señor Barth menciona estos trabajos. Puesto que Marx no «explica» aquellas relaciones de dominio y vasallaje existentes al comienzo de la historia y «que no son pasibles de una explicación ulterior», el señor Barth nos da las suyas y escribe: «Puesto que en aquel tiempo no existía propiedad privada alguna de tierras ni de capital, y por consiguiente tampoco la posibilidad de un sometimiento por la vía económica, para esta esclavitud originaria sólo restan causas políticas, la guerra y el cautiverio». Verdad es que el señor Barth no puede menos que preguntarse si estas expediciones guerreras no han tenido un origen económico, y contesta: «en gran parte, pero no exclusivamente»«según los escritos de los antropólogos», son los motivos religiosos, las ambiciones de un jefe, los sentimientos de venganza, es decir «motivaciones ideológicas», las que provocan las guerras entre los salvajes. Más aún, en vez de examinar al menos en primer término el valor de aquellos testimonios antropológicos, y en segundo término, indagar si detrás de las «motivaciones ideológicas» no se ocultan móviles económicos, el señor Barth sólo hace de pasada la delirante revelación de que la conquista de Asia por Alejandro debe ser atribuida a la «ambición» del rey macedónico y las expediciones de conquista del Islam, al «fervor religioso», arribando a continuación a la triunfal conclusión de que la esclavitud, tanto en las épocas prehistóricas como en las históricas, constituye «en gran parte y en última instancia un producto de la política»«mostrando así que la política determina a la economía y, ciertamente, de la manera más profunda y con la mayor eficacia». Acto seguido comprueba con una extraordinaria perspicacia, pero no sin el auxilio de Rodbertus, que la esclavitud ha sido una «categoría económica importante».

jueves, 9 de agosto de 2018

Negación del proceso de monopolización en la etapa imperialista del capitalismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


««Para mí no existe una etapa monopólica del capitalismo ni mucho menos pre monopólica. (...) No veo nada científico en la teoría del capitalismo monopolista, en mi criterio». (Manuel Sutherland; Comentarios, 3 de marzo de 2015)

Esta barbaridad de Shuterland tampoco es nueva. Otro «experto marxista» nos decía:

«La primera característica es falsa porque los monopolios han existido junto con las pequeñas y medianas empresas desde siempre». (Santiago Armesilla; Reescritos de la disidencia, 2012)

¿Las pequeñas y medianas empresas «han existido desde siempre»? ¿Entonces la propiedad privada sobre los medios de producción y el comercio basado en productores individuales fragmentarios es una ley absoluta de la economía política en cualquiera de sus épocas? Estas absurdeces nos llevan, necesariamente, a dos conclusiones. Primero, Armesilla opina, a modo de un Karl Polanyi de intelecto más escuálido, que la propiedad privada es «intrínseco», algo innato, a la existencia de las sociedades humanas –lo cuál está demostrado como una falsedad. Segundo. La existencia de las pequeñas y medianas empresas, de alguna forma, corrobora que la monopolización no ha alcanzado ningún grado significativo desde el siglo XIX: que «todo sigue igual». Lo cual es todavía más risible como veremos más adelante.

Hacer pasar semejantes alegatos del fijismo y la metafísica por algo cercano a una crítica constructiva y marxista es irrisorio. Demuestra, en su empeño por hacernos creer que nada evoluciona y que todo permanece, que ni siquiera ha centrado la vista al menos por un momento en los datos más recientes relativos a la fusión de grandes empresas y a la dependencia de las pequeñas y medianas empresas respecto a aquéllas. 

Supongamos que su argumento se reduce a afirmar que, aunque exista la concentración progresiva del capital en grandes monopolios, esto no ha afectado en absoluto al carácter del capitalismo y de su política exterior. En este caso seguimos viendo su propuesta como un error peligroso que adormece al proletariado ante las tareas de su época; que impide su comprensión y que se tome partido en nuestras condiciones actuales.

La monopolización, en resumidas cuentas, genera una presión mayor en el mercado externo debido a que, cuando tiene lugar, propicia que el volumen de producción se expanda a ritmos a los que el mercado interno no puede seguir el paso. La mayor productividad acarrea que se generen condiciones donde la reproducción social necesita de muchos más recursos para tener lugar, siendo así que la lucha por las fuentes de materias primas y de mano de obra barata se enardecen como nunca. Asimismo, este mayor volumen de producción ocasiona que el mercado financiero deba expandirse a pasos agigantados para cubrir las operaciones empresariales cada vez más costosas. Estas condiciones son el caldo de cultivo idóneo para que el capital financiero la fusión del capital bancario y del industrial, en palabras de Leninganen un papel cada vez más protagonista en la escena del capitalismo monopolista. Este crecimiento lo sitúa en la punta de lanza de las operaciones del imperialismo; es el capital financiero el que busca esta expansión del mercado para garantizarse la maximización del beneficio; es él, por tanto, el que dicta la política de las potencias imperialistas y el que ocasiona que éstas finalicen el viraje que las lleva desde un dominio militar y colonial de las fuentes de materias primas a un dominio fiduciario de las mismas. La política del capitalismo, por tanto, se transforma en una política neocolonial a causa del avance de la monopolización. Creemos que esto es algo más que significativo y que sí demarca una diferencia entre el capitalismo pre-monopolista y el actual y esto sin adentrarnos en el rol del Estado burgués en todo este proceso; en su transformación de árbitro de los negocios a un capitalista colectivo: un ejemplo más de las sociedades por acciones que brillan en el capitalismo monopolista como estrellas centrales de todo el sistema productivo.

Sea como sea, afirmar que no existe proceso de concentración de la propiedad, monopolización, es desde luego es un tremendo disparate. Ni siquiera José Antonio Primo de Rivera, ideólogo del fascismo español de los años 30, negaba el proceso de monopolización en la sociedad, sabía que negar tal proceso e intentar engañar a la gente no tendría calado ni siquiera entre las masas trabajadoras sin conciencia política, ya que era algo que podía ser visto y comprobado en el día a día por la clase obrera, los intelectuales y los pequeños propietarios. Se sabía por tanto, que hubiera sido perjudicial adoptar como eje la negación del proceso de monopolización para su organización fascista, fijémonos pues a qué niveles de patetismo ha llegado el «marxista» y «reputado economista» Sutherland.

El proceso de monopolización no es estrictamente un fenómeno registrado solamente por Lenin; Marx y Engels ya dejaron constancia que este es un fenómeno implícito del capitalismo, para ello por supuesto se observó la economía burguesa de su época pero también se basaron en lo que exponían y confesaban las propias obras de los pensadores y economistas burgueses como Adam Smith o David Ricardo. En su famosa obra «Manuscritos económicos y filosóficos» de 1843, Marx nos refleja que en el proceso de acumulación del capitalismo el monopolio es un fenómeno característico del capitalismo que sucede como parte de su «curso natural»:

«Como ya sabemos que los precios de monopolio son tan altos como sea posible y que el interés de los capitalistas, incluso desde el punto de vista de la Economía Política común, se opone abiertamente al de la sociedad, puesto que el alza en los beneficios del capital obra como el interés compuesto sobre el precio de las mercancías (Smith, t. I, págs. 199—201), la única protección frente a los capitalistas es la competencia, la cual, según la Economía Política, obra tan benéficamente sobre la elevación del salario como sobre el abaratamiento de las mercancías en favor del público consumidor.

La competencia, sin embargo, sólo es posible mediante la multiplicación de capitales, y esto en muchas manos. El surgimiento de muchos capitalistas sólo es posible mediante una acumulación multilateral, pues el capital, en general, sólo mediante la acumulación surge, y la acumulación multilateral se transforma necesariamente en acumulación unilateral. La acumulación, que bajo el dominio de la propiedad privada es concentración del capital en pocas manos, es una consecuencia necesaria cuando se deja a los capitales seguir su curso natural, y mediante la competencia no hace sino abrirse libre camino esta determinación natural del capital». (Karl Marx; Manuscritos económicos y filosóficos, 1843)

Precisamente Marx explicando a idealistas como Proudhon que no entendían realmente el origen histórico de la monopolización, expresó:

Miguel Hernández poeta del pueblo, poeta pastor, vigencia de su patriótica poesía; Elena Ódena, 1967


«Se ha cumplido el pasado mes de marzo, el 25 aniversario de la muerte de nuestro entrañable poeta Miguel Hernández. Entre los innumerables y monstruosos crímenes contra el pueblo español de la actual oligarquía reaccionaria en el poder, se cuenta el asesinato en las mazmorras franquistas de uno de los más grandes y populares poetas de nuestra época. Miguel Hernández murió en la cárcel fascista el 25 de marzo de 1942.

Pero su muerte precoz, lejos de hacerlo olvidar, sólo ha dado una mayor dimensión y valor a su figura y a su obra. En las tinieblas de la noche franquista, después de la subida al poder de la sangrienta dictadura en medio de asesinatos y mentiras, la poesía de Miguel Hernández ha seguido inspirando y alentando a muchos jóvenes que no comprendían ni conocían bien el sentido de la lucha habida. Sin duda alguna, la poesía de Miguel Hernández ha servido y sirve de foco orientador, de aliento y ejemplo.

Hijo de humildes pastores de Orihuela, pastor él mismo durante los primeros años de su juventud, Miguel Hernández, empujado por su afán de superación y su inquietud, se esforzó cuanto pudo por instruirse, sintiéndose desde los primeros momentos irresistiblemente atraído por la poesía. Es innegable que sus primeros escritos están profundamente marcados por los autores de nuestro Siglo de Oro, particularmente por el estilo barroco de Góngora. Su primer libro publicado, titulado «Perito en lunas», que fue publicado .en Murcia en el año 1933, aunque escrito bastante antes, es un claro ejemplo de esa influencia a la que más tarde había de escapar, después de pasar por toda una serie de fases y modas poéticas más o menos culteranas.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Acerca de la filosofía y la poesía del capitalismo; Franz Mehring, 1891


«Nietzsche no es, tal y como nos lo quiere presentar el señor Lindan en Nord und Süd, el «filósofo social de la aristocracia», sino el filósofo social del capitalismo. Uno de los aspectos más significativos de la historia alemana es que las clases obreras han sabido mantener su relación con la época clásica de la enseñanza alemana, pero no así las clases burguesas. Si esta enseñanza alcanzó con Hegel su máxima expresión, sus elementos revolucionarios alcanzan su máximo desarrollo en Lasalle y de forma más relevante en las obras de Engels y Marx, mientras que los elementos conservadores de la misma filosofía quizás no hayan podido lograr y de hecho no han conseguido un desarrollo igual. En el año 1848 se produjo el pecado original que abrió los ojos a las clases dominantes sobre el defecto de la «religión de estado prusiana» en la que se había convertido, a causa de la mala interpretación de la frase «todo lo real, es racional, y todo lo racional, real», la filosofía de Hegel en los años treinta y cuarenta de ese siglo. Se desechó como anticuada, sin preocuparse de que sus efectos retroactivos revolucionarios podrían golpear así aún más sensiblemente.

La burguesía se echó en los brazos de Schopenhauer, que como filósofo de la pequeña burguesía que vivía de las rentas, había sostenido una guerra de insultos contra Hegel que duró treinta años. En el ambiente mojigato y de lamentaciones que se había apoderado de las clases burguesas después de 1848, éstas encontraron por fin el entendimiento añorado de su filosofía mojigata y de lamentaciones, aunque a su manera a veces divertida. Nietzsche se formó con Schopenhauer, fiel alumno, tanto en lo que se refiere a los insultos a Hegel, como también en la conciencia de clase burguesa, con la diferencia de que él en consonancia con los avances de los tiempos ya no alababa a la pequeña burguesía y a sus rentas, sino al gran capital explotador**.

Es cierto que en su tratado «Más allá del bien y del mal» de 1886, Nietzsche realiza un cierto acercamiento hacia Hegel. En él no habla sólo de la «rabia poco inteligente» de Schopenhauer «contra Hegel», que «había llegado a eliminar a la última generación de alemanes de la cultura alemana», sino que tanto el título como el contenido de este tratado suenan bastante a las palabras de Hegel: «Uno cree que dice algo muy grande, cuando dice: El hombre es bueno por naturaleza, pero olvida que dice algo mucho más grande con las palabras: El hombre es malo por naturaleza». Y Nietzsche trata pormenorizadamente hasta la saciedad sin citar a Hegel el pensamiento de Hegel de que especialmente las pasiones negativas como la codicia y el despotismo se convierten en palancas del desarrollo histórico. Él lo presenta como si hubiese logrado con ello un descubrimiento único en «este tremendo y casi nuevo reino de conocimientos peligrosísimos», y es difícil mantener la seriedad filosófica necesaria cuando agrega a la exposición solemne de una frase que desde Hegel se ha convertido en un tópico el apóstrofo: «Una vez que uno ha llegado con su barco hasta aquí ¡pues bien!, ¡ahora apretemos los dientes!, ¡abramos bien los ojos!, ¡sujetemos con mano firme el timón! pasamos directamente por encima de la moral; quizás aplastemos o destruyamos el resto de nuestra propia moralidad, atreviéndonos a dirigir nuestro camino hacia allá ¡depende de nosotros! Es posible que no sea mucho si «nosotros» hacemos tales cabriolas filosóficas sobre asuntos y cosas que «nosotros» no podemos o no queremos entender.

domingo, 5 de agosto de 2018

Negación de la teoría leninista del imperialismo como etapa superior del capitalismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


«Uno de los ideólogos del actual nacionalismo español nos hacía la siguiente aseveración sobre la teoría de Lenin del imperialismo en la era capitalista:

«Pues bien, estas cinco características que para Lenin ha de tener el Imperialismo son falsas. La primera característica es falsa porque los monopolios han existido junto con las pequeñas y medianas empresas desde siempre. (...) La segunda característica también es falsa porque la oligarquía financiera ha existido siempre desde que nació el capitalismo, la cual lo ha dominado siempre. (...) Lenin erraba en su aserto, en que una oligarquía financiera dominara en la «fase» del Imperialismo, ya que desde sus inicios en Génova, el capitalismo ha estado dominado por una oligarquía financiera». (Santiago Armesilla; Reescritos de la disidencia, 2012)

Sobraría refutar estas tonterías, ya que efectivamente:

«La política colonial y el imperialismo ya existían antes de la fase contemporánea del capitalismo e incluso antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, mantuvo una política colonial y practicó el imperialismo. Pero los análisis «generales» sobre el imperialismo que olvidan o ponen en segundo plano la diferencia esencial entre las formaciones socioeconómicas se convierten inevitablemente en trivialidades huecas o en fanfarronerías, como la de comparar «la gran Roma con la Gran Bretaña». Incluso la política colonial capitalista de las fases previas del capitalismo es esencialmente diferente de la política colonial del capital financiero». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)

Comparar los monopolios feudales del imperio bizantino, donde el Estado tenía un gran control de las actividades económicas, con los monopolios de la época capitalista, es una analogía que solo puede hacerlo quien no entienda las diferencias entre las relaciones de producción de una época y otra, o dicho de otro modo, es un anacronismo absurdo... Como decía Lenin, sería como intentar comparar las relaciones de producción y las fuerzas productivas esclavistas durante el imperio romano con las relaciones de producción y las fuerzas productivas capitalistas durante el imperio británico. ¿Acaso es comparable el desarrollo del capital bancario de las repúblicas italianas del siglo XVI o las sociedades mercantiles del siglo XVII con los bancos actuales o las multinacionales? Los unos se parecen a los segundos tanto como un caballo a un camello. 

La comparación es todavía más burda si tenemos en cuenta que la política de estos viejos imperios se basaba principalmente en una política rentista del suelo combinada con una expansión colonial, mientras que cualquier imperialismo actual prima la rentabilidad a toda costa del capital pero además, suele dominar los mercados internacionales careciendo de colonias dominando a través del neocolonialismo sobre otros países, con el cual no necesita ya de una presencia militar permanente para asegurar sus esferas de influencia, sino que se vale de otros entramados económicos como la presencia de multinacionales, los créditos o el  comercio desigual. En efecto, algunos de estos métodos ya eran utilizados en su forma primitiva en los antiguos imperios ya fenecidos, pero nadie en su sano juicio se atreverá a comparar la incidencia en la economía nacional y mundial de las letras de cambio italianas del siglo XII o la Liga Hanseática del siglo XIV con los créditos del FMI o la Unión Europea. 

Por eso el capitalismo actual, en su etapa monopolística, imperialista, no tiene nada que ver con los imperios de la Edad Antigua, Edad Media, ni siquiera con los de la Edad Moderna.

Hoy Manuel Shuterland intenta negar la teoría de Lenin con argumentos igualmente falaces:

«No tengo una contra teoría del imperialismo. (...) Sobre el imperialismo, te repito, no tengo NADA ESCRITO ni he dado NINGUNA conferencia sobre mi crítica a la ideología imperialista». (Manuel Sutherland; Comentarios, 25 de enero de 2017)

Aunque como él mismo afirma no tiene una tesis «alternativa» oficial acabada que pueda contraponer a la teoría de Lenin sobre el imperialismo que él niega, y aunque dicha teoría se encuentre en un estado embrionario es menester igualmente criticarla pues sus nociones incipientes van dando forma a la negación de un axioma fundamental del leninismo, así como a la negación de una de las manifestaciones de la lucha de clases a escala internacional:

«El llamado «imperialismo» para mí no es una fase especial distinta y última del capitalismo. Para mí no existe una etapa monopólica del capitalismo ni mucho menos pre monopólica». (Manuel Sutherland; Comentarios, 3 de marzo de 2015)

¿Así que no existe una etapa diferente entre el capitalismo de la época de Marx y el de la época de Lenin? Parece ser que Shuterland no ha leído los propios escritos de Engels que anticipaban lo que Lenin luego desarrollaría. Véase la obra de Engels: «Sobre la cuestión del libre comercio» de  1888. Pero esto será algo que veremos luego cuando abordemos la cuestión de si existe una concentración del capital o no.

En todo caso, parece ser que para estos señores, como Shutlerand, el capitalismo es un proceso continuo que no adquiere ninguna particularidad derivada de la etapa de desarrollo en que se encuentra, y que tampoco hay tendencia a la concentración de los medios de producción hasta llegar a la etapa imperialista que se caracteriza por la alta presencia de monopolios; en consecuencia niegan de por si la evidencia que arroja el desarrollo histórico, la dialéctica de la historia que opera al interior de las sociedades humanas íntimamente ligada y dependiente de las relaciones de producción.

Veamos algunas observaciones hechas por Lenin al respecto que Sutherland parece olvidar u obviar:

«Intentaremos ahora hacer un balance, resumir lo que hemos dicho más arriba sobre el imperialismo. El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre concurrencia es la propiedad fundamental del capitalismo y de la producción de mercancías en general; el monopolio se halla en oposición directa con la libre concurrencia, pero esta última se ha convertido a nuestros ojos en monopolio, creando la gran producción, eliminando la pequeña, reemplazando la gran producción por otra todavía mayor, llevando la concentración de la producción y del capital hasta tal punto, que de su seno ha surgido y surge el monopolio: carteles, sindicatos, trusts, y, fusionándose con ellos, el capital de una docena escasa de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior. Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)

Lenin definió así los rasgos generales de la fase imperialista del capitalismo:

«Sin olvidar la significación condicional y relativa de todas las definiciones en general, las cuales no pueden nunca abarcar en todos sus aspectos las relaciones del fenómeno en su desarrollo completo, conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este «capital financiero», de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo; y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)

Lenin demuestra que más allá de lo que crea y diga Manuel Sutherland, sí hay cambios sustanciales constatados por el desarrollo histórico, y que la teoría de Lenin es totalmente justa dando lectura de los fenómenos ocurridos al interior del capitalismo hasta alcanzar la etapa imperialista. De hecho, comprender la teoría del imperialismo de Lenin es menester para que los marxistas puedan trazar una línea política acertada. Los revolucionarios no pueden trazar una línea política correcta sin trazar su estrategia y táctica acorde al carácter y las contradicciones de la época, los análisis irreales que los revisionistas hacen del contenido de nuestra época, los hacen generalmente por desconocimiento de los principios del marxismo-leninismo o adrede por oportunismo y pragmatismo político. Los revisionistas siempre parten pues, de una revisión del carácter de nuestra época y sus leyes para poder justificar todas sus desviaciones actuales y posteriores, he ahí la diferencia entre los revolucionarios y los revisionistas:

«Una correcta comprensión de la naturaleza y el contenido de nuestra época y de sus fuerzas motrices, constituye una condición básica para cada partido marxista-leninista a la hora de elaborar la correcta línea política ideológica, así como sus estrategias y tácticas revolucionarias. Es decir, la línea, la estrategia y la táctica del partido –o de varios partidos– son, o deberían ser al menos, determinadas a partir de la correcta comprensión de una época determinada, a partir de su contenido esencial y de las fuerzas motrices que rigen esa época, mientras que el contenido objetivo de esta época no depende pues –ni puede depender– de la estrategia o incluso menos todavía, de la voluntad de uno o varios partidos. En el caso de todos los partidos revisionistas que forman parte de nuestros días, quieren presentar sus totalmente equivocadas y antimarxistas estrategias y tácticas bajo la excusa de que supuestamente están construidas sobre la base de la comprensión del carácter de nuestra época, mientras están simplemente inventando tales «teorías» que van en interés de sus demandas inmediatas sobre la base de unas políticas pragmáticas. Los revisionistas y oportunistas de todos los tiempos han cometido y continúan cometiendo abusos precisamente en esta dirección. A guía de su política oportunista y de su charlatanería «científica» en sus intentos de presentar la realidad social objetiva y sus procesos en una luz distorsionada, sacan conclusiones equivocadas, y eso les lleva a adoptar de estas mismas conclusiones irreales sus posturas antirrevolucionarias». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria del Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases,  1977)

Manuel Sutherland siempre afirma que el es «marxista» pero que no comparte la teoría de Lenin del imperialismo, con ello como hemos visto está negando el eje central de los aportes del leninismo a la doctrina marxista, y con ello está negando una parte esencial del marxismo contemporáneo:

«Considero que Lenin no ha añadido ningún «nuevo principio» al marxismo, ni que haya abolido alguno de los «viejos» principios del marxismo. Lenin fue, y sigue siendo, el más leal y consistente pupilo de Marx y Engels, y siempre se basó completamente en los principios del marxismo. Pero Lenin no solamente llevó a cabo las enseñanzas de Marx y Engels. Él fue, al mismo tiempo, el continuador de sus enseñanzas. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que él desarrolló más allá las enseñanzas de Marx y Engels en conformidad con las nuevas condiciones de desarrollo, con la nueva fase del capitalismo con el imperialismo. Quiere decir que al llevar más allá las enseñanzas de Marx en las nuevas condiciones de la lucha de clases, Lenin contribuyó con algo nuevo al tesoro general del marxismo en comparación con lo que fue creado por Marx y Engels: con lo que pudo ser creado en el periodo preimperialista del capitalismo. Al mismo tiempo la nueva contribución de Lenin al tesoro del marxismo está completamente basada en los principios sentados por Marx y Engels. Es en este sentido que hablamos de leninismo como marxismo de la era del imperialismo y de las relaciones proletarias». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista con la primera delegación americana de trabajo, 15 de septiembre de 1927)

Sencillamente el marxismo sin el leninismo no responde a las demandas que plantea la época histórica en la que nos encontramos, por lo demás niega la realidad misma de nuestra época, algo que han intentado y seguirán intentado por necedad u oportunismo muchos teóricos revisionistas:

«Por más vueltas y tergiversaciones que inventen los renegados del marxismo-leninismo y del socialismo y los ideólogos de distinta pelaje de la burguesía, los acontecimientos y el desarrollo objetivo de la situación en el mundo y la misma situación actual, muestran de manera irrefutable, no sólo la justeza y el valor histórico de los análisis de Lenin sobre el imperialismo, en 1916, sino también sus bases científicas y su actualidad». (Elena Ódena; El imperialismo y nuestra lucha actual, 23 de septiembre de 1982)

De nuevo, el haber estudiado a otros revisionismos nos permite desenmascarar más fácilmente a otros. Por ejemplo podemos ver las similitudes entre las tácticas para negar las bases del marxismo-leninismo que usa Sutherland con las que usaban hace unas décadas los diferentes revisionismos. Si uno lee las ediciones de «Nuestra Bandera», periódico del Partido Comunista de España (PCE) durante la época de Carrillo y el eurocomunismo, veremos en la publicación Nº92 de 1978, bajo el sospechoso título: «Debate sobre el leninismo» todo un discurso dedicado a discutir si era apropiado considerar el leninismo como de nuestra época, o si directamente sus tesis eran justas –entre ellas la teoría del imperialismo–; en resumidas cuentas un debate encaminado a negar al leninismo. Para contestar tal cuestión a su favor en sus ediciones, es decir, para revisar los aportes del leninismo al marxismo, única doctrina con unos mimbres verdaderamente científicos, los eurocomunistas utilizaban a todo tipo de figuras revisionistas para contradecir al leninismo, incluyendo en el pack desde viejas figuras revisionistas como Luxemburgo, Mao y Trotski, ya refutados entonces por los revolucionarios en la teoría y defenestrados por la práctica. Pero también se valían de personajes por entonces muy de moda entre el revisionismo: es el caso de Gramsci, Bettelheim, Guevara, Mandel o Ho. E incluso, los revisionistas carrillistas se atrevían a decir que Lenin había revisado de modo oportunista a Marx como ahora pretende hacernos creer nuestro Sutherland sin ningún sonrojo.

Finalmente otra curiosidad: en los estatutos del PCE de 1978 se cambió el término marxista-leninismo por «marxismo-revolucionario». Sutherland se contenta con lo mismo, reconoce que su Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO) propaga la línea ideológica del antileninista Partido Comunista de Venezuela (PCV), abraza a Rosa Luxemburgo y al trotskista Mandel para finalmente acabar denominándose «marxista heterodoxo». ¿Qué coincidencias tan interesantes hemos encontrado entre los eurocomunistas y Sutherland verdad? En líneas generales tal coincidencia es una aproximación al revisionista «socialismo del siglo XXI» que hace exactamente lo mismo desde el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).

En cualquier caso, a modo de recordatorio, debemos decir que estamos en una etapa histórica en la que: a) los monopolios han crecido tan desproporcionadamente que en la actualidad controlan y condicionan a los gobiernos a escala planetaria, ya sea mediante organismos económicos internacionales o bien mediante la amenaza del empleo de la fuerza, toda una simbiosis que les permite asegurar sus intereses económicos por encima de cualquier Estado e incluso de la vida misma; b) es un hecho constatable que la industria ha sido completamente aprisionada, secuestrada, y desmantelada dado el caso, por el capital financiero, y que este ha cobrado supremacía absoluta allá donde opera; c) hoy en día la exportación de capitales es el instrumento primario de sometimiento de los países periféricos, con ello se aseguran el «desbalance comercial», el «incremento de la dependencia», «fijar beneficios draconianos a partir de la deuda» pues sencillamente cada país que quiera acceder a préstamos deberá de cumplir con ciertos requisitos impuestos por la metrópolis, entre los cuales el más recurrente es dejar en garantía los fondos nacionales; d) Se han desarrollado toda una serie de instrumentos internacionales creados con el fin de garantizar el máximo beneficio de los monopolios: Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM,) Organización Mundial del Comercio (OMC), y otros para coordinar tales planes, respetados como instituciones de referencia del capitalismo mundial y a las cuales los países deben adoptar su doctrina económica; e) en esta época histórica, todos los territorios están repartidos entre las potencias capitalistas, y aunque a veces pueden compartir algunos mercados siempre encontraremos la supremacía de la potencia que lo domina, precisamente la competencia feroz hace que se produzcan nuevos repartos por vías pacíficas o violentas como se ve a diario.

Como vemos pues, la evidencia está a la vista, el capitalismo en su etapa imperialista caracterizado por Lenin está activo, y de hecho su vigencia echa abajo los intentos negacionistas de ideólogos revisionistas como Sutherland». (Equipo de Bitácora (M-L); Las perlas antileninistas del economista burgués Manuel Shuterland; Una exposición de la vigencia de las tesis leninista sobre el imperialismo, 2018)