tag:blogger.com,1999:blog-24837793160346249432024-03-18T13:20:56.883+01:00Bitácora (Marxista-Leninista)Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.comBlogger1628125tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-20183564593809136162024-03-18T13:18:00.001+01:002024-03-18T13:20:24.223+01:00 Lenin: ¿bajo qué premisas niegan los empiriocriticistas la causalidad en la naturaleza?<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKK3HrvzQCYCmtpKDe7_fh3bGz-aX_11P_2i74zWSD7MemC-7xFXbjS7hxME3fifS9TaeXr3pDgikZg71bgU8Cih0gurSioWvM4fb3isDO8c0HqdV0rb9S-L7C_p7VTj1McL8HwBXbRg0ySXqEKWCzcGJ42pBPaEaEmPsT_tTpL_A1HUEtoj_zbhp6kR3C/s1200/Lenin%20estudiando%20para%20materialismo%20y%20empiriocriticismo.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1053" data-original-width="1200" height="562" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKK3HrvzQCYCmtpKDe7_fh3bGz-aX_11P_2i74zWSD7MemC-7xFXbjS7hxME3fifS9TaeXr3pDgikZg71bgU8Cih0gurSioWvM4fb3isDO8c0HqdV0rb9S-L7C_p7VTj1McL8HwBXbRg0ySXqEKWCzcGJ42pBPaEaEmPsT_tTpL_A1HUEtoj_zbhp6kR3C/w640-h562/Lenin%20estudiando%20para%20materialismo%20y%20empiriocriticismo.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«La cuestión de la causalidad es de singular importancia para la determinación de la línea filosófica de este o el otro novísimo «ismo», razón por la cual debemos detenernos en esta cuestión más detalladamente.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Empezaremos con la exposición de la teoría materialista del conocimiento en cuanto a este punto. En su réplica ya citada a R. Haym, expuso L. Feuerbach con particular claridad su criterio sobre esta materia.</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La naturaleza y la razón humana −dice Haym− se divorcian en él [en Feuerbach] por completo: un abismo infranqueable se abre entre una y otra. Haym funda este reproche en el párrafo 48 de mi «Esencia de la religión», donde se dice que «la naturaleza no puede ser concebida más que por ella misma; que su necesidad no es una necesidad humana o lógica, metafísica o matemática; que sólo la naturaleza es un ser al cual no se puede aplicar ninguna medida humana, aun cuando comparemos entre sí sus fenómenos y apliquemos en general a ella, con objeto de hacerla inteligible para nosotros, expresiones y conceptos humanos tales como: el orden, la finalidad, la ley, ya que estamos obligados a aplicar a ella tales expresiones dada la naturaleza de nuestro lenguaje». ¿Qué significa esto? ¿Quiero yo decir con esto que en la naturaleza no hay ningún orden, de suerte que, por ejemplo, el verano puede suceder al otoño, el invierno a la primavera, el otoño al invierno? ¿Que no hay finalidad, de suerte, que, por ejemplo, no existe ninguna coordinación entre los pulmones y el aire, entre la luz y el ojo, entre el sonido y el oído? ¿Que no hay ley, de suerte que, por ejemplo, la tierra sigue tan pronto una órbita elíptica como una órbita circular, tardando ya un año, ya un cuarto de hora, en hacer su revolución alrededor del sol? ¡Qué absurdo! ¿Qué es lo que yo quería decir en este pasaje? Yo no pretendía más que trazar la diferencia entre lo que pertenece a la naturaleza y lo que pertenece al hombre; en este pasaje no se dice que, a las palabras y a las representaciones sobre el orden, la finalidad y la ley no corresponda nada real en la naturaleza, en él se niega únicamente la identidad del pensar y del ser, se niega que el orden, etc., existan en la naturaleza precisamente iguales que en la cabeza o en la mente del hombre. El orden, la finalidad, la ley no son más que palabras con ayuda de las cuales traduce el hombre en su lengua, para comprenderlas, las obras de la naturaleza; estas palabras no se hallan desprovistas de sentido, no se hallan desprovistas de contenido objetivo; pero, sin embargo, es preciso distinguir el original de la traducción. El orden, la finalidad, la ley expresan en el sentido humano algo arbitrario. (…) El teísmo deduce directamente del carácter fortuito del orden, de la finalidad y de las leyes de la naturaleza su origen arbitrario, la existencia de un ser diferente a la naturaleza, y que infunde el orden, la finalidad y la ley a la naturaleza caótica por sí misma y extraña a toda determinación. La razón de los teístas... es una razón que se halla en contradicción con la naturaleza y está absolutamente privada de la comprensión de la esencia de la naturaleza. La razón de los teístas divide a la naturaleza en dos seres: uno material y otro formal o espiritual». (Ludwig Feuerbach; Obras completas tomo VII, 1903)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De modo que Feuerbach reconoce en la naturaleza las leyes objetivas, la causalidad objetiva, que sólo con aproximada exactitud es reflejada por las representaciones humanas sobre el orden, la ley, etc. El reconocimiento de las leyes objetivas en la naturaleza está para Feuerbach indisolublemente ligado al reconocimiento de la realidad objetiva del mundo exterior, de los objetos, de los cuerpos, de las cosas, reflejados por nuestra conciencia. Las concepciones de Feuerbach son consecuentemente materialistas. Y todas las demás concepciones o, más exactamente, toda otra línea filosófica en la cuestión acerca de la causalidad, la negación de las leyes objetivas, de la causalidad y de la necesidad en la naturaleza, Feuerbach cree con razón que corresponden a la dirección del fideísmo. Pues está claro, en efecto, que la línea subjetivista en la cuestión de la causalidad, el atribuir el origen del orden y de la necesidad en la naturaleza, no al mundo exterior objetivo, sino a la conciencia, a la razón, a la lógica, etc., no sólo desliga la razón humana de la naturaleza, no sólo contrapone la primera a la segunda, sino que hace de la naturaleza una parte de la razón, en lugar de considerar la razón como una partícula de la naturaleza. La línea subjetivista en la cuestión de la causalidad es el idealismo filosófico −del que sólo son variedades las teorías de la causalidad de Hume y de Kant−, es decir, un fideísmo más o menos atenuado, diluido. El reconocimiento de las leyes objetivas de la naturaleza y del reflejo aproximadamente exacto de tales leyes en el cerebro del hombre, es materialismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por lo que se refiere a Engels, no tuvo ocasión, si no me equivoco, de contraponer de manera especial su punto de vista materialista de la causalidad a las otras direcciones. No tuvo necesidad de hacerlo, desde el momento que se había desolidarizado de modo plenamente definido de todos los agnósticos en una cuestión más capital, en la cuestión de la realidad objetiva del mundo exterior. Pero debe estar claro para el que haya leído con alguna atención las obras filosóficas de Engels que éste no admitía ni sombra de duda a propósito de la existencia de las leyes objetivas, de la causalidad y de la necesidad de la naturaleza. Ciñámonos a algunos ejemplos. En el primer párrafo del «Anti-Dühring», Engels dice: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Para conocer estos detalles [o las particularidades del cuadro de conjunto de los fenómenos universales], tenemos que desgajarlos de su entronque histórico o natural e investigarlos por separado, cada uno de por sí, en su carácter, causas y efectos especiales». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)<span></span></span></i></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es evidente que este entronque natural, este entronque de los fenómenos de la naturaleza, existe objetivamente. Engels subraya en particular el concepto dialéctico de la causa y del efecto: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La causa y el efecto son representaciones que sólo rigen como tales en su aplicación al caso aislado, pero que, examinando el caso aislado en su concatenación general con la imagen total del universo, convergen y se diluyen en la idea de una trama universal de acciones y reacciones, en que las causas y los efectos cambian constantemente de sitio y en que lo que ahora y aquí es efecto, adquiere luego y allí carácter de causa, y viceversa». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por consiguiente, el concepto humano de la causa y el efecto siempre simplifica algo la conexión objetiva de los fenómenos de la naturaleza, reflejándola tan sólo aproximadamente, aislando artificialmente tales o cuales aspectos del proceso universal único. Cuando hallamos que las leyes del pensamiento corresponden a las leyes de la naturaleza, esto se hace plenamente comprensible para nosotros −dice Engels−, si tomamos en consideración que el pensamiento y la conciencia son «productos del cerebro humano y el mismo hombre no es más que un producto natural». Se comprende que los «productos del cerebro humano, que en última instancia no son tampoco más que productos naturales, no se contradicen, sino que corresponden al resto de la concatenación de la naturaleza». No hay la menor duda de que existe una conexión natural, objetiva, entre los fenómenos del universo. Engels habla constantemente de las «leyes de la naturaleza», de la «necesidad natural» y no juzga indispensable aclarar de una manera especial las tesis generalmente conocidas del materialismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su obra «Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana» (1886) leemos igualmente que:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano son esencialmente idénticas en cuanto a la cosa, pero distintas en cuanto a la expresión, en el sentido de que el cerebro humano puede aplicarlas conscientemente mientras que en la naturaleza, y hasta hoy también, en gran parte, en la historia humana, estas leyes se abren paso de un modo inconsciente, bajo la forma de una necesidad exterior, en medio de una serie infinita de aparentes casualidades». (Friedrich Engels; Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, 1886)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y Engels acusa a la antigua filosofía de la naturaleza de haber suplantado las:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Concatenaciones reales [de los fenómenos de la naturaleza], que aún no se habían descubierto, por otras ideales, imaginarias». (Friedrich Engels; Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, 1886) </span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El reconocimiento de las leyes objetivas, el reconocimiento de la causalidad y de la necesidad en la naturaleza, está expresado muy claramente por Engels, que al mismo tiempo subraya el carácter relativo de nuestros reflejos, es decir, de los reflejos humanos, aproximativos, de esas leyes en tales o cuales conceptos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Refiriéndonos a J. Dietzgen, debemos indicar ante todo una de las innumerables tergiversaciones de la cuestión por nuestros machistas [Nota de Bitácora (M-L): los «machistas» a los que se refiere Lenin son los seguidores de Ernst Mach, figura fundamental, junto a Avenarius, de la filosofía empiriocriticista]. Uno de los autores de los Ensayos «sobre» La filosofía del marxismo, el señor Helfond, nos dice: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Los puntos fundamentales de la concepción del mundo de Dietzgen pueden ser resumidos como sigue: a) la dependencia causal que atribuimos a las cosas no está, en realidad, contenida en las cosas mismas». (O. I. Helfond; Ensayos sobre la filosofía del marxismo, 1908)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto es un completo absurdo. El señor Helfond, cuyas ideas propias representan una verdadera ensalada de materialismo y agnosticismo, ha falseado sin escrúpulos a J. Dietzgen. Naturalmente, en J. Dietzgen se pueden encontrar no pocas confusiones, imprecisiones y errores que son del agrado de los machistas y que obligan a todo materialista a ver en J. Dietzgen un filósofo no del todo consecuente. Pero únicamente los Helfond, únicamente los machistas rusos son capaces de atribuir al materialista J. Dietzgen la negación directa del concepto materialista de la causalidad.</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«El conocimiento científico objetivo busca las causas no en la fe, no en la especulación, sino en la experiencia, en la inducción, no a priori, sino a posteriori. Las ciencias naturales no buscan las causas fuera de los fenómenos, detrás de los fenómenos, sino en ellos o por medio de ellos». «Las causas son productos de la facultad de pensar. Pero no son sus productos puros; son engendrados por esta facultad en unión con el material suministrado por los sentidos. El material suministrado por los sentidos da a la causa así engendrada su existencia objetiva. Lo mismo que exigimos de la verdad que sea la de un fenómeno objetivo, así exigimos de la causa que sea real, que sea la causa de un efecto objetivamente dado». «La causa de una cosa está en su concatenación». (Joseph Dietzgen; La esencia del trabajo intelectual, 1869)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De aquí se desprende que el señor Helfond ha vertido una afirmación directamente contraria a la realidad. La concepción del mundo del materialismo, expuesta por J. Dietzgen, reconoce que la «dependencia causal» está «en las cosas mismas». Para confeccionar su ensalada machista, el señor Helfond ha tenido que confundir la línea materialista y la línea idealista en la cuestión de la causalidad. Pasemos a esta segunda línea.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Avenarius nos da en su primera obra, una exposición clara de los puntos de partida de su filosofía en cuanto a esta cuestión. Leemos en el párrafo 81: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«No percibiendo [no conociendo por la experiencia] la fuerza como algo que origina el movimiento, no percibimos tampoco la necesidad de movimiento alguno… Todo lo que percibimos es que lo uno sigue a lo otro». (Richard Avenarius; La filosofía, como concepción del mundo según el principio del mínimo esfuerzo, 1876)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estamos en presencia del punto de vista de Hume en su forma más pura: la sensación, la experiencia, nada nos hablan de necesidad alguna. El filósofo que afirma −fundándose en el principio de la «economía del pensamiento»− que sólo existe la sensación, no podía llegar a ninguna otra conclusión. </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Por cuanto la idea de la causalidad exige la fuerza y la necesidad o la imposición como partes integrantes del efecto, dicha idea se desvanece con estas últimas. (…) La necesidad expresa un grado determinado de la probabilidad con que se espera la llegada del efecto». (Richard Avenarius; La filosofía, como concepción del mundo según el principio del mínimo esfuerzo, 1876)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto es subjetivismo bien definido en la cuestión de la causalidad. Un mínimo de consecuencia no nos permitiría alcanzar otra conclusión que el reconocimiento de la realidad objetiva como origen de nuestras sensaciones.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tomemos a Mach:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La crítica de Hume [del concepto de causalidad] sigue en todo su vigor [Kant y Hume resuelven diferentemente el problema de la causalidad, ¡los demás filósofos no existen para Mach!] «nos adherimos» a la solución de Hume. (…) Excepto la necesidad lógica [subrayado por Mach] no existe ninguna otra, por ejemplo, la física». (Ernst Mach; Principios de la teoría del calor, 1896)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tal es justamente la concepción que de manera tan resuelta combatía Feuerbach. Ni siquiera se le ocurre a Mach negar su afinidad con Hume. Tan sólo los machistas rusos han podido llegar hasta afirmar la «compatibilidad» del agnosticismo de Hume con el materialismo de Marx y de Engels. Leemos en la Mecánica de Mach:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«En la naturaleza no hay ni causa ni efecto. (…) Yo he expuesto muchas veces que todas las formas de la ley de la causalidad proceden de las tendencias subjetivas; ninguna necesidad obliga a la naturaleza a corresponder a éstas». (Ernst Mach; Desarrollo histórico-crítico de la mecánica, 1883) </span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es preciso advertir ahora que nuestros machistas rusos sustituyen con chocante ingenuidad la cuestión del carácter materialista o idealista de todos los razonamientos sobre la ley de la causalidad con la cuestión de esta o la otra formulación de dicha ley. Los profesores empiriocriticistas alemanes les han hecho creer que decir: «correlación funcional», es hacer un descubrimiento propio del «novísimo positivismo» y desembarazarse del «fetichismo» de expresiones por el estilo de «necesidad», «ley», etc. Naturalmente, eso son puras simplezas, y Wundt tenía completa razón al burlarse de ese cambio de palabras −del artículo citado en Phil. Studien−, que en nada cambian el fondo de la cuestión. El mismo Mach habla de «todas las formas» de la ley de la causalidad y hace en su obra «Conocimiento y error» (1905) la reserva, muy comprensible, de que el concepto de «función» puede expresar de manera más exacta la «dependencia de los elementos» únicamente cuando se ha logrado la posibilidad de expresar los resultados de las investigaciones en magnitudes mensurables, lo que hasta en ciencias como la química no se ha logrado más que parcialmente. Hay que creer que, desde el punto de vista de nuestros machistas, poseídos de tanta confianza en los descubrimientos profesorales, Feuerbach −sin hablar ya de Engels− ¡no sabía que los conceptos de orden, de ley, etc., pueden bajo ciertas condiciones ser expresados matemáticamente por determinadas correlaciones funcionales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La cuestión gnoseológica verdaderamente importante, la que divide las direcciones filosóficas, no consiste en saber cuál es el grado de precisión que han alcanzado nuestras descripciones de las conexiones causales, ni si tales descripciones pueden ser expresadas en una fórmula matemática precisa, sino en saber si el origen de nuestro conocimiento de esas conexiones está en las leyes objetivas de la naturaleza o en las propiedades de nuestra mente, en la capacidad inherente a ella de conocer ciertas verdades apriorísticas, etc. Eso es lo que separa irrevocablemente a los materialistas Feuerbach, Marx y Engels de los agnósticos −humistas− Avenarius y Mach.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En ciertos lugares de sus obras Mach −a quien sería un pecado acusar de consecuente− a menudo «olvida» su conformidad con Hume y su teoría subjetivista de la causalidad, razonando «buenamente» como un naturalista, es decir, desde un punto de vista espontáneamente materialista. Por ejemplo, en la Mecánica leemos: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La naturaleza nos enseña a hallar la uniformidad en sus fenómenos». (Ernst Mach; Desarrollo histórico-crítico de la mecánica, 1883)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si encontramos uniformidad en los fenómenos de la naturaleza, ¿hay que deducir de ello que tal uniformidad tenga una existencia objetiva, fuera de nuestra mente? No. Sobre esta misma cuestión de la uniformidad de la naturaleza, Mach afirma cosas como ésta:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La fuerza que nos incita a completar en el pensamiento hechos que no hemos observado más que a medias, es la fuerza de la asociación. Esta se refuerza grandemente por la repetición. Entonces nos parece una fuerza extraña independiente de nuestra voluntad y de los hechos aislados, fuerza que dirige los pensamientos y los hechos, manteniendo en conformidad los unos con los otros, como una ley de unos y otros. Que nos creamos capaces de formular predicciones con ayuda de esa ley, sólo prueba la suficiente uniformidad de nuestro medio, pero en modo alguno prueba la necesidad del éxito de las predicciones». (Ernst Mach; Principios de la teoría del calor, 1896)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¡Resulta que se puede y se debe buscar no se sabe qué otra necesidad fuera de la uniformidad del medio, es decir, de la naturaleza! ¿Dónde buscarla? Ese es el secreto de la filosofía idealista, que teme reconocer la capacidad cognoscitiva del hombre como un simple reflejo de la naturaleza. En su última obra, «Conocimiento y error» (1905), ¡Mach llega hasta a definir la ley de la naturaleza como una «limitación de la expectativa»! A pesar de todo, saca su parte el solipsismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Veamos cuál es la posición de otros autores pertenecientes a esta misma dirección filosófica. El inglés Karl Pearson se expresa con la precisión que le es propia: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Las leyes de la ciencia son más bien productos de la inteligencia humana que factores del mundo exterior. (…) Tanto los poetas como los materialistas que ven en la naturaleza la soberana del hombre, olvidan con demasiada frecuencia que el orden y la complejidad de los fenómenos que admiran, son, por lo menos, lo mismo el producto de las facultades cognoscitivas del hombre, que sus propios recuerdos y pensamientos. (…) El carácter tan amplio de la ley de la naturaleza es producto de la ingeniosidad del espíritu humano. (…) El hombre es el creador de la ley de la naturaleza. (…) La afirmación de que el hombre dicta las leyes a la naturaleza tiene mucho más sentido que la afirmación contraria, según la cual la naturaleza dicta las leyes al hombre», aun cuando [el honorabilísimo profesor lo reconoce con amargura] este último punto de vista [materialista] «desgraciadamente está demasiado extendido en nuestros días». (Karl Pearson; La gramática de la ciencia, 1892)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el capítulo IV, dedicado a la cuestión de la causalidad, en el párrafo 11, formula así su tesis Pearson: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La necesidad pertenece al mundo de los conceptos y no al mundo de las percepciones». (Karl Pearson; La gramática de la ciencia, 1892) </span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hay que señalar que para Pearson las percepciones o las impresiones de los sentidos «son precisamente» la realidad existente fuera de nosotros. </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«No hay ninguna necesidad interior en la uniformidad con que se repiten ciertas series de percepciones, en esa rutina de las percepciones; pero la rutina de las percepciones es la condición indispensable para la existencia de los seres pensantes. Luego la necesidad está en la naturaleza del ser pensante, y no en las percepciones mismas: es un producto de la capacidad cognoscitiva». (Karl Pearson; La gramática de la ciencia, 1892)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Nuestro machista, con el cual el «mismo» Mach expresa su plena solidaridad repetidas veces, llega así con toda felicidad al puro idealismo kantiano: ¡el hombre dicta las leyes a la naturaleza y no la naturaleza al hombre! No se trata de repetir con Kant la doctrina del apriorismo −esto determina, no la línea idealista en filosofía, sino una formulación particular de dicha línea−, sino de que la razón, el pensamiento, la conciencia son aquí lo primario, y la naturaleza lo secundario. No es la razón una partícula de la naturaleza, uno de sus productos supremos, el reflejo de sus procesos, sino que la naturaleza es una parte integrante de la razón, que de este modo se dilata, convirtiéndose de la ordinaria y simple razón humana, a todos familiar, en la razón «ilimitada» −como decía J. Dietzgen−, misteriosa, divina. La fórmula kantiana-machista: «el hombre dicta las leyes a la naturaleza», es la fórmula del fideísmo. Cuando nuestros machistas se asombran al leer en Engels que la admisión de la naturaleza y no del espíritu como lo primario es el fundamental rasgo distintivo del materialismo, sólo demuestran con ello hasta qué punto son incapaces de distinguir las corrientes filosóficas verdaderamente importantes del juego profesoral de la erudición y de los terminillos sabiondos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">J. Petzoldt, que en sus dos volúmenes analiza y desarrolla a Avenarius, puede proporcionarnos una bonita muestra de la escolástica reaccionaria de la doctrina de Mach:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Todavía en nuestros días, 150 años después de Hume, la sustancialidad y la causalidad paralizan el ánimo del pensador». (Joseph Petzoldt; Introducción a la filosofía de la experiencia pura, 1900)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¡Sin duda, los más «animosos» son los solipsistas, que han descubierto la sensación sin materia orgánica, el pensamiento sin cerebro, la naturaleza sin leyes objetivas! «La última formulación, aún no mencionada por nosotros, de la causalidad, la necesidad o la necesidad de la naturaleza, tiene algo de vago y de místico»: la idea del «fetichismo», del «antropomorfismo», etc. ¡Cuán pobres místicos son Feuerbach, Marx y Engels! Hablaban sin cesar de la necesidad de la naturaleza, y hasta tildaban de reaccionarios teóricos a los partidarios de la línea de Hume... Petzoldt está por encima de todo antropomorfismo. Ha descubierto la gran «ley de la determinación en sentido único», que elimina toda falta de claridad, todo rastro de «fetichismo», etc., etc., etc. Por ejemplo: el paralelogramo de fuerzas. No se le puede «demostrar», hay que admitirlo como un «hecho de la experiencia». No se puede admitir que un cuerpo que recibe los mismos impulsos se mueva de formas variadas. </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«No podemos admitir tanta indeterminación y arbitrariedad en la naturaleza; debemos exigir de ella determinación y leyes». (Joseph Petzoldt; Introducción a la filosofía de la experiencia pura, 1900)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Bien. Bien. Exigimos leyes de la naturaleza. La burguesía exige de sus profesores reaccionarismo. </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Nuestro pensamiento exige de la naturaleza determinación, y la naturaleza siempre se somete a tal exigencia; inclusive veremos que, en cierto sentido, está obligado a someterse a ella». (Joseph Petzoldt; Introducción a la filosofía de la experiencia pura, 1900)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Por qué un cuerpo que recibe un impulso sobre la línea «AB» se mueve hacia «C» y no hacia «D» o hacia «F», etc.?</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«¿Por qué la naturaleza no acepta otra dirección entre las innumerables direcciones posibles?». (Joseph Petzoldt; Introducción a la filosofía de la experiencia pura, 1900)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Porque entonces habría «determinación múltiple», mientras que el gran descubrimiento empiriocriticista de Joseph Petzoldt exige la determinación en sentido único. ¡Y los «empiriocriticistas» llenan páginas a docenas con tan inefable galimatías!</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Hemos notado repetidas veces que nuestra tesis no extrae su fuerza de una suma de experiencias aisladas, sino que exigimos su reconocimiento por la naturaleza. Y en efecto, dicha tesis es para nosotros, antes de llegar a ser ley, un principio que aplicamos a la realidad, o sea un postulado. Tiene valor, por decirlo así, a priori, independientemente de toda experiencia aislada. A primera vista, no es propio de la filosofía de la experiencia pura predicar verdades a priori, volviendo así a la más estéril metafísica. Pero nuestro apriorismo no es más que un apriorismo lógico, y no psicológico ni metafísico». (Joseph Petzoldt; Introducción a la filosofía de la experiencia pura, 1900)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¡Evidentemente, no hay más que calibrar el a priori de lógico para que esa idea pierda todo lo que tiene de reaccionaria y se eleve a la cumbre del «novísimo positivismo»!</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«No puede haber determinación en sentido único de los fenómenos psíquicos: el papel de la fantasía, la importancia de los grandes inventores, etc., son causa de excepciones, mientras que la ley de la naturaleza o la ley del espíritu no consiente «excepción alguna». (Joseph Petzoldt; Introducción a la filosofía de la experiencia pura, 1900)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estamos en presencia del más puro de los metafísicos, que no tiene la menor idea de la relatividad de la distinción entre lo fortuito y lo necesario.</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«¿Se me argüirá quizá con la motivación de los acontecimientos de la historia o del desarrollo del carácter en las obras poéticas? Si examinamos atentamente el asunto, no encontraremos esa determinación en sentido único. No hay ni un acontecimiento histórico, ni un drama en el que no podamos representarnos a los actores obrando diferentemente en las condiciones psíquicas dadas. (…) No solamente está ausente en lo psíquico la determinación en sentido único, sino que tenemos el derecho de exigir que esté ausente de la realidad. De ese modo nuestra doctrina se eleva… a la categoría de postulado…, es decir, de condición indispensable de toda experiencia anterior, de un a priori lógico». (Joseph Petzoldt; Introducción a la filosofía de la experiencia pura, 1900)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Petzoldt continúa operando con dicho «a priori lógico» en los dos volúmenes de su «Introducción» y en su opúsculo «El cuadro del mundo desde el punto de vista positivista» (1906). Estamos en presencia del segundo ejemplo de un destacado empiriocriticista, caído sin darse cuenta en el kantismo y que predica, bajo un aspecto apenas modificado, las más reaccionarias doctrinas. Y eso no es un hecho fortuito, puesto que la doctrina de la causalidad de Mach y de Avenarius es en su misma base una mentira idealista, cualesquiera que sean las frases sonoras sobre el «positivismo» con que se la disfrace. La diferencia entre la teoría de la causalidad de Hume y la de Kant es una diferencia de segundo orden entre los agnósticos, que están de acuerdo en lo esencial: en la negación de las leyes objetivas de la naturaleza, condenándose así, inevitablemente, a llegar a estas o a las otras conclusiones idealistas. Un empiriocriticista un poco más «escrupuloso» que J. Petzoldt y que se sonroja de su afinidad con los inmanentistas, Rudolf Willy, rechaza, por ejemplo, toda la teoría de la «determinación en sentido único» de Petzoldt, como teoría que no da otra cosa que un «formalismo lógico». ¿Pero mejora Willy su posición al renegar de Petzoldt? De ningún modo. Porque no hace más que renegar del agnosticismo de Kant a favor del agnosticismo de Hume: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Sabemos desde hace ya mucho tiempo, desde los tiempos de Hume, que la «necesidad» es una característica puramente lógica, no «transcendental» o, como diría mejor y como lo he dicho ya otras veces, puramente verbal». (R. Willy; Contra la sabiduría escolar, 1905)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El agnóstico califica de «transcendental» nuestra concepción materialista de la necesidad, puesto que, desde el punto de vista de esa misma «sabiduría escolar» de Hume y de Kant, que Willy no rechaza, sino que depura un poco, todo reconocimiento de la realidad objetiva que nos es dada en la experiencia es un «transcensus» ilegítimo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Entre los autores franceses pertenecientes a la dirección filosófica que analizamos, también se desorienta incesantemente yendo a parar al senderillo del agnosticismo Henri Poincaré, gran físico y débil filósofo, cuyos errores, naturalmente, representan para P. Iushkévich la última palabra del novísimo positivismo, «novísimo» hasta el punto de que incluso ha sido necesario designarle por un nuevo «ismo»: el «empiriosimbolismo». Para Poincaré −de cuyas concepciones en conjunto hablaremos en el capítulo dedicado a la nueva física−, las leyes de la naturaleza son símbolos, convenciones creadas por el hombre para su «comodidad»:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La armonía interior del mundo es la única realidad objetiva verdadera». (Henri Poincaré; El valor de la ciencia, 1905)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para Poincaré lo objetivo es lo que tiene una significación universal, lo que está admitido por la mayoría o por la totalidad de los hombres, es decir, Poincaré, como todos los prosélitos de Mach, suprime de forma puramente subjetivista la verdad objetiva, y en cuanto a si la «armonía» existe fuera de nosotros, responde de manera categórica: «indudablemente, no». Es bien evidente que los términos nuevos no cambian en nada la vieja, muy vieja línea filosófica del agnosticismo, pues la esencia de la «original» teoría de Poincaré se reduce a la negación −aunque está lejos de ser consecuente en ello− de la realidad objetiva y de las leyes objetivas de la naturaleza. Es completamente natural, por tanto, que los kantianos alemanes, a diferencia de los machistas rusos, que toman las nuevas formulaciones de los antiguos errores por descubrimientos novísimos, hayan acogido con entusiasmo tal teoría, como una adhesión a sus concepciones sobre la cuestión filosófica esencial, como una adhesión al agnosticismo. El kantiano Philiph Frank escribió lo siguiente:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«El matemático francés Henri Poincaré defiende el punto de vista de que muchos de los principios más generales de las ciencias naturales teóricas −ley de la inercia, de la conservación de la energía, etc.−, de los que frecuentemente es difícil decir si provienen del empirismo o del apriorismo, no tiene en realidad ni uno ni otro de estos orígenes, sino que son postulados convencionales, dependientes del humano arbitrio. (…) Así que la novísima filosofía de la naturaleza renueva de un modo inopinado el concepto fundamental del idealismo crítico, a saber: que la experiencia no hace más que llenar los marcos que el hombre trae ya consigo al mundo». (Anales de la Filosofía de la Naturaleza, 1907)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hemos citado este ejemplo para demostrar de manera bien patente al lector el grado de ingenuidad de nuestros Iushkévich y Cía., que toman una «teoría del simbolismo» cualquiera por una novedad de buena ley, mientras que los filósofos un poco competentes dicen clara y sencillamente: ¡el autor ha pasado a sostener el punto de vista del idealismo crítico! Pues la esencia de dicho punto de vista no está obligatoriamente en la repetición de las fórmulas de Kant, sino en la admisión de la idea fundamental, común a Hume y a Kant: la negación de las leyes objetivas de la naturaleza y la deducción de estas o las otras «condiciones de la experiencia», de estos o los otros principios, postulados, premisas partiendo del sujeto, de la conciencia humana y no de la naturaleza. Tenía razón Engels cuando decía que lo importante no es saber a cuál de las numerosas escuelas del materialismo o del idealismo se adhiere este o el otro filósofo, sino saber si se toma como lo primario la naturaleza, el mundo exterior, la materia en movimiento, o el espíritu, la razón, la conciencia, etcétera</span><span style="font-family: georgia;">». (</span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Vladimir%20Ilich%20Uli%C3%A1nov%20%28LENIN%29" style="font-family: georgia;">Vladimir Ilich Uliánov, Lenin</a><span style="font-family: georgia;">; </span><a href="https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo18.pdf" style="font-family: georgia;">Materialismo y empiriocriticismo</a><span style="font-family: georgia;">, 1909)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-36895309971021238242024-03-09T18:54:00.003+01:002024-03-10T12:26:53.289+01:00 Los polémicos debates entre los historiadores soviéticos sobre los orígenes del pueblo ruso; Equipo de Bitácora (M-L), 2021<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8T0fhL1FmQ4fJYA9MTQGGhmmNACM2kP93zvtP6a9Z0mHaUe2agbkbBKgAEXXmGmzVui9ywDen5uwMxOrCid3K-K8M-MXCtoFSBASZnsa_XwoFknkc0URiXln5stCtb4hLW2_-lkH8Pk10/s1280/rurikida-2.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="904" data-original-width="1280" height="452" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj8T0fhL1FmQ4fJYA9MTQGGhmmNACM2kP93zvtP6a9Z0mHaUe2agbkbBKgAEXXmGmzVui9ywDen5uwMxOrCid3K-K8M-MXCtoFSBASZnsa_XwoFknkc0URiXln5stCtb4hLW2_-lkH8Pk10/w640-h452/rurikida-2.jpg" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: right;"><i><span style="font-family: georgia;">[Publicado originalmente en 2021. Reeditado en 2024]</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los orígenes de los Estados se pierden en un mito, en el que hay que creer y que no se puede discutir». (Karl Marx; La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, 1850)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hoy, hasta el más honesto de los historiadores se ve obligado a reconocer que la historia ha sido otro campo de batalla ideológico para las clases sociales y sus intereses, una arena donde el nacionalismo burgués siempre ha encontrado un nicho para promover su visión del mundo; el cual, por supuesto, siempre coincide con su proyecto político, económico y cultural del presente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El discurso identitario selecciona los padres, los héroes, las víctimas y también los villanos de la patria. Las costumbres tradicionales, los valores constituidos en nacionales, peculiares y distintos de la comunidad; es decir, la creación de un «metapatrimonio», de una «metapatria». Es así como surge la construcción de la doctrina nacionalista. (…) Un reconocimiento de antepasados remotísimos y, por tanto, del todo extraños a todo compromiso con el presunto corazón o raíces. (…) Y un afán por diferenciarse y distinguirse de los otros, que se traduce en rivalidad. (…) Esta forma de construir la evolución histórica obstaculiza la interpretación de una historia de Europa compartida de la que todos pudieran participar». (José Martínez Millán; La sustitución del «sistema cortesano» por el paradigma del «estado nacional» en las investigaciones históricas, 2010)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">Si el lector nos ha seguido la pista, sabrá que no es la primera vez que analizamos las teorías de los distintos tipos de nacionalismos, especialmente los que recorren la Península Ibérica. En este ejercicio de intuición, mística y especulación encontramos de todo, desde aquellas ideas que consideran que sus «respectivos pueblos no sufrieron una mezcla racial con otros pueblos invasores», hasta las nociones que defienden que «ellos no recibieron préstamos culturales de pueblos vecinos», o «que solo asimilaron los mejores valores de ellos». Véase el capítulo: : «</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2020/05/los-conceptos-de-nacion-de-los.html" style="font-family: georgia;">Los conceptos de nación de los nacionalismos vs el marxismo</a><span style="font-family: georgia;">» (2020).</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En Rusia, lamentablemente, esto no fue una excepción, ni antes ni después de la Revolución Bolchevique (1917). Como rasgo reconocible de la ideología burguesa, las interpretaciones nacionalistas −bañadas en el idealismo filosófico más fantasmagórico−, intentaron dominar la historiografía rusa incluso tras el derrocamiento del capitalismo, lo que demuestra que este peligro de distorsión y manipulación histórica no cesa ni en los momentos más favorables para las fuerzas de la emancipación. Pero, para hablar del enconado debate que hubo en la URSS sobre el origen de los rusos, quizás antes deberíamos conocer un poco la historia de los pueblos eslavos, sus rasgos iniciales, territorios, economía y creencias −entre otras cuestiones−:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los eslavos [del término «slovo», que significaría «palabra, conversación», el concepto «slověne» −en castellano: «eslavo»− vendría a significar «los que hablan» o «los que se entienden al hablar»] constituyen una de las principales ramas de la familia de pueblos de habla indoeuropea. Su territorio originario se sitúa en la región pantanosa del Pripet −Rusia occidental−; posteriormente se extienden por Polonia, Rusia Blanca [actual Bielorrusia] y Ucrania. Divididos tribalmente en: eslavos orientales −o rusos; posteriormente segregados en ucranianos, rusos blancos y grandes rusos−; eslavos occidentales −polacos, pomeranios, abodritas, sorabos, checos, eslovacos−; eslavos meridionales −eslovenos, serbios, croatas, búlgaros−. La denominación común de eslavos obedece fundamentalmente a un criterio lingüístico, ya que presentan una considerable variedad de etnias. (...) Los eslavos primitivos se agrupan en clanes familiares de carácter patriarcal, unidos a su vez en federaciones, dirigidas por los más ancianos; de las federaciones surgen las tribus, dotadas de organización militar (…) y culto −basado en la veneración de los antepasados− comunes. Los jefes de cada clan van constituyendo, poco a poco, la clase aristocrática, cuyo particularismo tribal impide asociaciones superiores y, posteriormente, la transformación de estos pueblos en una gran potencia. En los grandes espacios territoriales de que disponen se dedican a la agricultura, la caza, la pesca, la ganadería y la apicultura. Las explotaciones agrícolas de los orientales incluyen numerosos clanes que practican el régimen comunitario. Existen −sobre todo en las ciudades− los oficios artesanos: carpinteros, tejedores, alfareros, curtidores, peleteros. A lo largo de las vías fluviales navegables se desarrolla un activo comercio. (...) Hay constancia del culto a los árboles y del recurso a los oráculos». (Hermann Kinder, Werner Hilgemann y Manfred Hergt; Atlas histórico mundial, 2004)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta etapa Lenin la describiría como sigue:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La autoridad, el respeto, el poder de que gozaban los ancianos del clan; nos encontramos con que a veces este poder era reconocido a las mujeres (…) En ninguna parte encontramos una categoría especial de individuos diferenciados que gobiernen a los otros y que, en aras y con el fin de gobernar, dispongan sistemática y permanentemente de cierto aparato de coerción, de un aparato de violencia» (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el Estado, 1919)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A causa de su debilidad y la competencia con otros pueblos belicosos, los primeros pueblos eslavos sufrieron algunas derrotas y, finalmente, fueron divididos entre sí, esparciéndose por varios territorios:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Tanto la penetración colonizadora de los germanos en el valle del Danubio y en los Alpes orientales −tras aniquilar el reino de los ávaros− como la migración de los húngaros −empujados, desde el este, por los pechenegos, hacia las tierras bajas, alrededor del 900−, destruyen la unidad territorial eslava: los occidentales quedan separados de los meridionales». (Hermann Kinder, Werner Hilgemann y Manfred Hergt; Atlas histórico mundial, 2004)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A nivel general, las tribus originarias de las actuales Dinamarca y Suecia controlaban, en el siglo XIII, los enclaves comerciales más importantes desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro −en la conocida ruta comercial que iba desde los territorios varegos, en Escandinavia, hasta los griegos−. Esta fue, precisamente, una gran zona de emigración para todo tipo de pueblos, por lo que no había demasiada estabilidad étnica, sino todo lo contrario. Los varegos supieron hacerse poco a poco con un hueco entre todos los pueblos por los que iban pasando, bien a través de sus negocios, bien a punta de espada. La crónica franca «Annales Bertiniani», del siglo IX, habla de los «rus», también llamados «rhos», como germanos originarios de la zona de Suecia:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Esto nos da una información muy importante: la confirmación de que los rhos tenían su origen en Suecia, de donde procedían, y que, tras haberse instalado en el Este europeo, algunos en años posteriores se unieron al ejército bizantino, formando la conocida Guardia Varega. Es decir, nos da la confirmación contemporánea de que rhos/rus y varegos designan al mismo conjunto de personas, confirmando el elemento vikingo en la Rus de Kiev». (Pablo Barruezo Vaquero; Los vikingos y el Este europeo Altomedieval. Aproximaciones a las fuentes de estudio para la Rus, 2018)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la obra de Daniel Salinas Córdova «Entre el comercio y la rapiña. Visiones árabes de los rus, o vikingos orientales. Siglos IX y X» (2016), se documentan muchas crónicas árabes sobre los «rus». El primer caso, sería el del emisario Ahmad Ibn Fadlan, quien visitó, en nombre del Califato abasí, ciudades como Bolghar, en la Bulgaria del Volga, y tomó contacto con todo tipo de pueblos. En su crónica, identificó a los «rus» con ritos típicamente vikingos, como incinerar al fallecido jefe en un barco junto a sus armas, animales y esclavas. Lo mismo puede decirse de sus descripciones físicas y armamento:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«He visto a los Rus, cuando llegaron de sus viajes comerciales y acamparon en Itil [ciudad al norte del Mar Caspio]. Nunca he visto especímenes físicos más perfectos, altos como las palmas datileras, rubios y colorados; no visten túnicas ni caftanes, pero los hombres visten una prenda que cubre una parte del cuerpo y deja las manos libres. Cada hombre tiene un hacha, una espada y un cuchillo, y mantiene cada uno consigo a todo momento. Las espadas son anchas, de tipo franco. Cada mujer lleva en medio de los senos una caja de hierro, cobre, plata o de oro; el valor de la caja indica la riqueza del marido. Llevan collares de oro y plata. Sus adornos más preciados son bolas de cristal verde. Ellos las ensartan como collares para sus mujeres». (Ahmad Ibn Fadlan; Crónica, siglo X)<span></span></i></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ibn Rustah, viajero y geógrafo del Califato abasí, visitó Nóvgorod en esa misma época. En sus escritos, concluyó que los habitantes del «rus» eran guerreros y mercaderes de esclavos que acosaban a los eslavos, mientras que estos últimos se habían ido convirtiendo en tributarios o en fuente de esclavos de los primeros. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los habitantes del Rus, viven en una isla que se tarda tres días en circunnavegar y está cubierta de espesa maleza y bosques. Acosan a los eslavos, usando barcos para llegar hasta ellos; se los llevan como esclavos y los venden. No tienen campos, sino que viven de lo que sacan de las tierras de los eslavos. Cuando nace un hijo el padre se acerca al recién nacido, espada en mano, y tirándola dice, «No te dejaré ninguna propiedad, todo lo que tienes es lo que puedas conseguir con esta arma». (…) No tienen haciendas, pueblos, o campos; su único negocio es el comercio de marta, ardillas y otras pieles, y el dinero que obtienen en estas transacciones, lo guardan en sus cinturones». (Ibn Rustah; Libro de los registros precisos, siglo X)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, Ibn Rusta también menciona a los húngaros de la estepa póntica, a los cuales describe como un pueblo que dominaba a sus vecinos eslavos:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ellos [los magiares, actuales húngaros] son señores sobre todos los Saqaliba [eslavos] que los rodean y les imponen un fuerte tributo. Estos Saqaliba están completamente a su merced, como prisioneros... Hacen incursiones piratas en las tierras de los Saqaliba y luego siguen la costa del Mar Negro con sus cautivos hasta un puerto en territorio bizantino llamado Kerch [en Crimea]. (…) Cuando los magiares traen a sus prisioneros a Kerch, los griegos van allí a comerciar. Los magiares venden sus esclavos de Saqaliba y compran brocado bizantino, alfombras de lana y otros productos del Imperio bizantino». (Ibn Rustah; Libro de los registros precisos, siglo X)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La explicación tradicional sobre el origen de lo que hoy llamamos Rusia aceptaba que la llegada de una élite guerrera y comercial de varegos causó un impacto en la zona, marcando un punto de inflexión para los residentes locales. De hecho, serían ellos los responsables de los primeros principados del siglo IX, como registraba la «Crónica de Néstor» −escrita por un monje en Kiev en el año 1113−, y de la fundación de la Dinastía Rúrika, que gobernaría hasta el siglo XVII. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el año (859): Los varegos de ultramar recibieron tributo de los chudos, eslavos, merias, veses, kríviches. (...) En el año (862): Provocaron que los varegos volvieran del otro lado del mar, rechazaron pagarles tributo y acordaron gobernarse a sí mismos. Pero no hubo ley entre ellos, y cada tribu se levantó contra cada tribu. La discordia se cebó así entre ellos, y empezaron a guerrear entre sí. Se dijeron: «Elijamos a un príncipe que mande sobre nosotros y que juzgue de acuerdo a la costumbre». Así, acudieron más allá de los mares a los varegos, a los rus. Estos varegos eran llamados rus, como otros eran llamados los suecos, normandos, anglos y godos. Los chudos, eslavos, kríviches y los ves dijeron entonces a los rus: «Nuestra tierra es grande y rica, pero no hay orden en ella. Que vengan a reinar príncipes sobre nosotros». Tres hermanos, con su parentela, se ofrecieron voluntarios. Tomaron consigo a todos los rus y vinieron. (…) Y Oleg se estableció como príncipe en Kiev. Y dijo Oleg: «Que sea esta la madre de las ciudades rusas». Y estaban con él los varegos, los eslovenos y los demás, y se llamaron Rus». (Crónica de Néstor, siglo XII)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La crónica aclara que los eslavos de esta zona acabarían unificándose bajo el varego Oleg, famoso por crear, en el año 882, el Rus de Kiev, el cual duró aproximadamente hasta el año 1240. En suma, tras una época de divisiones y fugaces gobiernos, ahora existía en esta región del mundo un impresionante entramado político que abarcaba desde Nóvgorod hasta Kiev, siendo su capital esta última. Su pujanza fue tal que sus gobernantes intentaron conquistar la Constantinopla del Imperio bizantino (395-1453). El propio Marx relató así estos hechos conocidos en una de sus reflexiones sobre el pueblo ruso:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El rápido movimiento de expansión no fue el resultado de proyectos bien preparados sino el descendiente natural de la primitiva organización de la conquista normanda −vasallaje sin feudos, o feudos consistentes únicamente en tributos− pues la necesidad de nuevas conquistas era avivada por la ininterrumpida afluencia de nuevos aventureros varegos, anhelantes de gloria y botines. Los jefes, ansiando reposo, fueron forzados a seguir avanzando por la Congregación de los Fieles y llegó un momento en que los de la Normandía rusa y francesa enviaron a sus incontrolables e insaciables compañeros de armas a nuevas expediciones de rapiña con el único objeto de desembarazarse de ellos. El arte militar y la organización de conquista por parte de los primeros rúricos no difiere en ningún aspecto de la de los normandos en el resto de Europa. Si las tribus eslavas fueron sometidas no solo por la espada sino también por mutuo acuerdo, esta singularidad se debe a la posición excepcional de aquellas tribus, situadas entre una invasión del Norte y otra del Este, aceptando a la primera en cuanto suponía una protección contra la última. El mismo encanto mágico que atrajo a otros bárbaros nórdicos hacia la Roma del Oeste, atrajo a los varegos a la Roma del Este. La misma emigración de la capital rusa −Rurik la fijó en Nóvgorod, Oleg la desplazó a Kiev y Staviaslav intentó establecerla en Bulgaria− prueba sin lugar a dudas que el invasor sólo estaba explorando el camino y consideraba a Rusia como un mero lugar de paso desde el cual seguir errando en busca de un Imperio en el Sur. Si la Rusia moderna ansía la posesión de Constantinopla para establecer su dominio sobre el mundo, los rúricos, por el contrario, ante la resistencia de Bizancio, bajo Zimiscés, se vieron obligados a establecer su dominio en Rusia». (Karl Marx; Revelaciones sobre la historia de la diplomacia en el siglo XVIII, 1857)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Qué significa toda esta información? Resultaría que las tribus eslavas, ugrofinesas y otras muchas que vagaban por estos territorios se habrían ido sometiendo y adaptado a los invasores varegos, y no al revés. Sea como sea, debió darse un sincretismo −en qué medida, esa es ya otra cuestión−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Puede decirse que vencedores y vencidos se amalgamaron en Rusia mucho más rápidamente que en cualquier otra conquista de los bárbaros nórdicos, que los jefes enseguida se mezclaron con los esclavos −como lo demuestran sus matrimonios y sus nombres». (Karl Marx; Revelaciones sobre la historia de la diplomacia en el siglo XVIII, 1857) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este fenómeno no es único en la historia, sino más común de lo que se presupone. Engels, en su famosa obra «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado» (1884), puso el ejemplo de la fusión entre los pueblos germánicos y aquellos que habitaban el Imperio romano −es decir, los pueblos latinos, ibéricos, griegos o galos que a su vez habían sido romanizados−:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por haber librado a los romanos de su propio Estado, los bárbaros germanos se apropiaron de dos tercios de sus tierras y se las repartieron. (...) Los pueblos germanos, dueños de las provincias romanas, tenían que organizar su conquista. Pero no se podía absorber a las masas romanas en las corporaciones gentilicias, ni dominar a las primeras por medio de las segundas. A la cabeza de los cuerpos locales de la administración romana, conservados al principio en gran parte, era preciso colocar, en sustitución del Estado romano, otro Poder, y éste no podía ser sino otro Estado. Así, pues, los representantes de la gens tenían que transformarse en representantes del Estado, y con suma rapidez, bajo la presión de las circunstancias» (Friedrich Engels; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1884)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La diferencia, es que es dudoso hablar de un Estado como tal en las zonas eslavas antes de la llegada de los polémicos varegos. Entonces, ¿cuándo podemos hablar exactamente de existencia de Estado? Aparte de la aparición de la división del trabajo, Engels subrayó los siguientes puntos:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«A fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del «orden». Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se pone por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado. Frente a la antigua organización gentilicia, el Estado se caracteriza en primer lugar por la agrupación de sus súbditos según «divisiones territoriales». Las antiguas asociaciones gentilicias, constituidas y sostenidas por vínculos de sangre, habían llegado a ser, según lo hemos visto, insuficientes en gran parte, porque suponían la unión de los asociados con un territorio determinado, lo cual había dejado de suceder desde largo tiempo atrás. El territorio no se había movido, pero los hombres sí. Se tomó como punto de partida la división territorial, y se dejó a los ciudadanos ejercer sus derechos y sus deberes sociales donde se hubiesen establecido, independientemente de la gens y de la tribu. (...) El segundo rasgo característico es la institución de una «fuerza pública», que ya no es el pueblo armado. (...) Para sostener en pie esa fuerza pública, se necesitan contribuciones por parte de los ciudadanos del Estado: los «impuestos». (...) Dueños de la fuerza pública y del derecho de recaudar los impuestos, los funcionarios, como órganos de la sociedad, aparecen ahora situados por encima de ésta» (Friedrich Engels; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1884)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el caso de la flamante Rus de Kiev, pese a ser el primer Estado eslavo identificable, no siempre tuvo una unidad política lo bastante sólida para sostenerse en el tiempo. El Consejo de Liubech de 1097 fue un vano intento de poner fin a las constantes guerras civiles entre príncipes, lo que demostraba la precariedad del poder central. A principios del siglo XII, el Rus de Kiev había perdido ya varios territorios y la zona volvía a ser un polvorín de pequeños principados que competían entre sí. A esta situación, se le sumaba la amenaza que suponía la expansión del Gran Ducado de Lituania, que avanzaba desde el noroeste. La amenaza extranjera solo agudizó un proceso de descomposición interna: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Aquel estrafalario y precoz Imperio amontonado por los rúricos, difícil de gobernar debido a su extensión, al igual que otros imperios que han experimentado un crecimiento semejante, quedó disuelto en Estados, dividido y subdidividido entre los descendientes de los conquistadores, destruido por las guerras feudales, despedazados por la intervención de pueblos extranjeros». (Karl Marx; Revelaciones sobre la historia de la diplomacia en el siglo XVIII, 1857) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, entiéndase que, según las crónicas, los apuntes de viajeros y las cartas de la época, el nombre «rus» era sinónimo de varego, nórdico o germano. Entonces, se puede concluir claramente que las tribus germanas que en su día habitaron en Escandinavia y emigraron hacia el Este se asentaron y crearon el Rus de Kiev. Otro aspecto innegable es que hasta la llegada de la dinastía varega de Rurik, en el siglo IX, no se había visto nada así en la zona, ni se volvería a ver hasta siglos después. En líneas generales, la historiografía europea y mundial aceptó inicialmente esta tesis sobre la influencia de los varegos en la creación del Rus de Kiev.<span></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el siglo XVIII, en la Academia Imperial Rusa, historiadores alemanes como Gottlieb Siegfried Bayer o Gerhard Friedrich Müller presentaron una idea similar, que fue aceptada por historiadores rusos, como Nikolái Mijáilovich Karamzín, y ucranianos, como Nikolái Ivánovich Kostomárov. Mientras que, por el contrario, las ideas antagónicas, que defendían la autogénesis de lo eslavo, eran encabezadas por Mijaíl Vasílievich Lomonósov. Uno puede imaginarse qué afrenta suponía para el «orgullo ruso» de algunos −más bien para un vulgar sentimiento provinciano− el reconocer esta «influencia externa», sobre todo en un momento −el siglo XVIII− en el que se sucedían las continuas guerras ruso-suecas. En este sentido, vale la pena recuperar las reflexiones sobre el origen de los eslavos del revolucionario ruso Aleksandr Herzen (1812-1870). Este, fue un famoso filósofo materialista de la era decimonónica que combatió a los eslavófilos y su exaltación de todo lo que tuviera que ver con ese pasado remoto e idealizado:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El desarrollo de los problemas históricos de Herzen se dirigió en los años 40 principalmente contra los apologistas de la reaccionaria Rusia de Nicolás −Pogodin, Shevyrev−, así como contra los eslavófilos, que interpretaron pervertidamente la cuestión de las formas de un mayor desarrollo del pueblo ruso. Los eslavófilos propusieron un programa reaccionario diseñado para fortalecer el dominio económico y político de la nobleza. Se esforzaron por reactivar las relaciones sociales de la «Rus prepetrina», supuestamente basadas en los principios de paz y armonía entre el pueblo y las autoridades, entre campesinos y terratenientes, y la antigüedad patriarcal idealizada. Los eslavófilos negaban el progreso histórico, defendían las teorías anticientíficas del idealista alemán Schelling; después de él, redujeron el desarrollo histórico de los pueblos individuales a la revelación del místico «espíritu del pueblo». (Vladímir Yevgenyevich Illeritski; Opiniones históricas de Alexander Ivánovich Herzen, 1952)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, el pensamiento de Herzen también mostró limitaciones evidentes. Sin ir más lejos, rechazó fuertemente esta teoría del influjo varego en la formación de Rusia o, como poco, infravaloró su transcendencia real:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«A diferencia de los historiadores normandos nobles y burgueses, Herzen no relacionó el comienzo de la historia rusa con la conquista varega. Argumentó que los eslavos tenían una historia gloriosa mucho antes de esta conquista y que desde la antigüedad fueron participantes en los principales eventos de la historia mundial. Incluso, en el manuscrito del artículo «28 de enero», Herzen señaló que los antiguos eslavos, junto con otros pueblos europeos, llegaron a «acabar con la muerte violenta de la Roma decrépita y atormentar a Bizancio en agonía» y ya en ese momento constituían un elemento orgánico de la «parte viva de Europa». Herzen no rechazó el hecho de la conquista de las tierras eslavas por los escuadrones de varegos, a los que llamó el «bastardo normando», pero no permitió sobrestimar la importancia de las actividades de los varegos. En su opinión, «los príncipes varegos y sus escuadrones, después de varias generaciones, perdieron sus rasgos nacionales y se mezclaron con los eslavos», «se ahogaron en el elemento eslavo». (Vladímir Yevgenyevich Illeritski; Opiniones históricas de Alexander Ivánovich Herzen, 1952)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Anótese, además, que cuando hablamos de nórdicos, también nos referimos a los herederos de las antiguas tribus germanas −el sueco, mismamente, es una lengua germana−, con la connotación alarmante que eso podría tener para un eslavo de mentalidad chovinista, enemigo histórico del germanismo, el cual disputó con los eslavos zonas como el Elba en otros tiempos. Esto, marcando las distancias, sería equiparable al mal trago que supone para los nacionalistas españoles recordarles los prestamismos y aculturación hispana de la cultura árabe. Lo mismo en torno a los nacionalistas gallegos, que creen que su raíz celta «sigue intacta», pese a la presencia e influencias de los castellanos durante años −entre muchos otros pueblos−. Esto, sin duda, es una actitud muy infantil. Pokrovski, un historiador bolchevique ruso del siglo XX, pensó que esto era un absurdo por fáciles razones, ya que:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«No es menos ni más insultante que el hecho de que Rusia desde mediados del siglo XVIII fue gobernada, bajo el nombre de los Romanov, por los descendientes de los duques de Holstein alemanes». (Mijaíl Nikoláyevich Pokrovski; Historia rusa en el esquema más conciso, 1920)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A mediados de los años 30, cuando precisamente se criticaron las ideas de la Escuela de Pokrovski, también empezaron a oírse voces que intentaban recuperar la negación de la influencia varega, o que afirmaban que esta fue anecdótica para la formación de lo que luego sería Rusia. Sin ir más lejos, la ucraniana Anna Pankratova, «curiosamente», recibió una reprimenda de los mandamases, como Aleksándrov, Pospelov o Fedoseev, por adherirse a las explicaciones de Pokrovski y los historiadores occidentales sobre el origen de los eslavos y la influencia varega:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el libro de texto «Historia de la URSS, Parte I» (1943) editado por Pankratova, después de comentarios superficiales sobre los eslavos hasta el siglo IX, se dice: «Algunos príncipes varegos capturaron con sus escuadrones los puntos más convenientes en el «camino de los vikingos a los griegos» e impusieron un tributo a la población eslava circundante. Muy a menudo, destruyeron o subyugaron a los príncipes eslavos locales y tomaron su lugar». Más adelante, en el libro de texto de Pankratova, se presenta una conocida leyenda sobre la vocación de los varegos y se extrae la conclusión: «Rurik se estableció en Nóvgorod. Su hermano Sineus se sentó en Beloozero, su otro hermano Truvor en Izborsk». (G. Aleksándrov, P. Pospelov, P. Fedoseev; Graves deficiencias y errores antileninistas en el trabajo de algunos historiadores soviéticos, 1944)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Por qué subrayamos antes lo de «curiosamente»? ¡Porque eran las mismas tesis que hasta ese momento estaban aceptadas en casi todos los libros de texto! Si la historiadora ucraniana estaba equivocada, no estaba menos equivocado todo el Partido Bolchevique desde los años 20. Por su parte, el historiador ruso Boris Dimitrievich Grekov, conocido por sus tendencias a engrandecer la historia rusa −y criticado por ello−, proclamó que los varegos apenas habrían tenido que ver en los procesos de aquella época: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El autor [Grekov] señala que las raíces del feudalismo no deben buscarse en la aparición de los príncipes varegos en el territorio ocupado por los pueblos eslavo y finlandés, sino «en las condiciones del desarrollo de la sociedad local». Los varegos estaban lejos de jugar ese papel dominante en la creación del Estado de Kiev, que a veces se les atribuye. Ellos mismos se disolvieron rápidamente en la sociedad local y se sometieron a las relaciones laborales imperantes en ella». (Konstantín Vasilievich Bazilevich; Relaciones federales en el Estado de Kiev, 1936)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los rusos eran un pueblo eslavo oriental. Carecían de alfabeto −pues el cirílico fue creado por el monje búlgaro Clemente de Ocrida e introducido luego en el Rus de Kiev en el siglo X con su conversión al cristianismo−. No existen registros previos al siglo IX que permitan afirmar que los eslavos hubieran detentado una unidad estable y reconocible, ni mucho menos una organización política de relevancia. Precisamente, la formación del Rus de Kiev es considerado como el acto histórico más importante en que los eslavos habían participado de forma directa hasta entonces, y según las crónicas árabes, bizantinas y, posteriormente, las rusas, el influjo varego en la élite dirigente estuvo muy presente en dicha formación. En cambio, para Grekov, simplemente debemos tener fe en que, antes de la llegada de los varegos, los pueblos eslavos ya tenían todo lo necesario para conformar un régimen feudal al que, a su parecer, los varegos solo se adaptaron, sin una contribución destacable. Y así, de golpe y porrazo, las tribus eslavas que hasta entonces no habían pasado de ser una serie de pueblos bastante anecdóticos entre todo este conglomerado, en realidad tenían una cohesión interna enorme y habrían desarrollado un proceso de feudalización precoz, ¡incluso anterior a la feudalización del Imperio carolingio (800-843)! (sic): </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Las declaraciones del autor sobre la época del surgimiento de las relaciones feudales quedaron menos probadas. La inmensa mayoría de la información proporcionada por el autor sobre el desarrollo del latifundio y las categorías de dependencia feudal pertenece a la segunda mitad del siglo XI y para una época posterior. (...) Desafortunadamente, Grekov ve el dominio del feudalismo incluso donde el feudalismo apenas está comenzando a emerger. La cuestión del período prefeudal desapareció por completo de su campo de visión». (Konstantín Vasilievich Bazilevich; Las relaciones feudales en el Estado de Kiev, 1936)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, Grekov era tan atrevido en sus cavilaciones que incluso se retrotrajo a la Edad Antigua para buscar el origen inicial de los eslavos. En su obra «La cultura del Rus de Kiev» (1947), también aseguró que los eslavos: «Están genéticamente relacionados con las tribus que los griegos denominaban escitas». Para quien no lo sepa, los escitas fueron un pueblo nómada de origen iranio que ya fue mencionado por Heródoto en el siglo VIII a. C. Por un lado, la mayoría emigró progresivamente desde Asia Central hacia la llamada «estepa póntica» es decir, desde el norte del mar Negro y del Cáucaso hasta el sur de los montes Urales, expulsando a los cimerios y otros pueblos previos. Mientras, por otro lado, otros escitas emigraron hacia Oriente Medio ante la competencia y expansionismo de los medos y sármatas −también pueblos iranios−. Los escitas siempre destacaron por su belicosidad, el manejo del arco y el caballo, el trabajo del oro y sus tumbas de grandes túmulos y ajuares funerarios lujosos. Sin embargo, este pueblo fue desapareciendo del mapa geopolítico en torno a los siglos II-III, sobre todo ante el empuje de los godos −pueblo germánico−. Por tanto, los escitas dudosamente pueden ser el origen de los eslavos, quienes apenas habían hecho aparición. En todo caso, el contacto o sincretismo que pudiera darse entre ambos en alguna etapa concreta en alguna zona aislada no explica el desarrollo de los eslavos. A su vez, Grekov aseguró que la génesis de los eslavos también podía ser rastreada siglos después en los individuos de la Cultura de Cherniajov, quienes habitaron las zonas de Moldavia, Ucrania o Bielorrusia: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Esta afirmación se debe a que, compartiendo la opinión de algunos arqueólogos, B. D. Grekov consideraba que los creadores de la llamada Cultura de Cherniajov [entre los siglos II-V] eran eslavos. (…) Pero la pertenencia de la población que creó la Cultura de Cherniajov a los eslavos genera dudas entre muchos arqueólogos e historiadores». (Vladímir Vasilievich Mavrodin; Historiografía soviética sobre el antiguo Estado ruso, 1967)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con todo ello, Grekov y otros trataron de justificar la «presencia histórica eslava» en la zona mucho antes de que se diera realmente. Lo cierto es que la Cultura de Cherniajov estaba formada, en su mayoría, por pueblos que poco o nada tienen que ver con los eslavos, los cuales llegaron mayoritariamente a la zona entre los siglos VIII-IX. Un estudio reciente titulado «Cambios en el paisaje genético de la estepa euroasiática occidental asociados con el comienzo y el final del dominio escita» (2019), publicado por la revista «Current Biology», estipula en sus resultados de análisis de genoma lo siguiente: a) no se menciona una relación notable entre los escitas y los eslavos; b) la Cultura de Cherniajov estuvo vinculada principalmente a una síntesis del pueblo godo, aunque también «incluía a los sármatas, los alanos, los eslavos, los escitas tardíos, los dacios y la población antigua de la costa norte del Mar Negro».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Se da cuenta el lector de hasta qué punto llegan ciertos autores nacionalistas con tal de «estirar el chicle»? Si no les sirve una historieta, se inventan otra. Esta última tesis de Grekov fue recogida con frialdad entre los historiadores de su tiempo, y hoy no existe evidencia sólida alguna que la corrobore. Esto demuestra, una vez más, que el nacionalismo intenta utilizar cualquier grieta para colarse. Véase el capítulo: «</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/04/el-giro-nacionalista-en-la-evaluacion.html" style="font-family: georgia;">El giro nacionalista en la evaluación soviética de las figuras históricas</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como era de esperar, después de que Grekov lanzara estas aseveraciones sobre los pueblos eslavos, hubo matizaciones y discrepancias de importancia, ya que no todos los historiadores estaban por la labor de ser cómplices de tal atropello. En este caso, diversos autores, como Sergey Vladimirovich Bakhrushin, no negaron la influencia varega, sino que, muy en su contra, depositaron su atención en estudiar el desarrollo de los pueblos eslavos y también su posterior desarrollo una vez llegados sus invasores, cosa razonable:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«[En 1937] mientras estudiaba la historia del bautismo de Rus, S. V. Bakhrushin llegó a una conclusión ligeramente diferente. (...) Sin negar el papel de los reyes varegos y sus guerreros, comerciantes y ladrones que se establecieron en importantes rutas comerciales y crearon «principados militares-saqueadores −Ládoga, Nóvgorod, Pólatsk, Izborsk, Beloózero− a menudo como resultado de la invitación de los mismos eslavos», enfatizó que los orígenes del Estado ruso no deben buscarse en estos «principados de militares-saqueadores», sino en los reinados tribales de los eslavos orientales de la era de la «etapa más alta de la barbarie. (...) La dominación y el sometimiento se expresaban únicamente en el cobro de tributos. (...) En el siglo IX y primera mitad del X todavía no existía el latifundio feudal». (...) Cabe señalar que las opiniones de N. L. Rubinstein sobre el Estado de Kiev se correspondían plenamente con su evaluación de las relaciones sociales entre los eslavos orientales en los siglos IX-X. Los consideró «la época del sistema tribal natural primitivo». (Vladímir Vasilievich Mavrodin; Historiografía soviética sobre el antiguo Estado ruso, 1967)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otro paradigma de las teorías estrambóticas sobre los eslavos que se manejaron en aquel entonces lo tenemos en el filólogo e historiador Nikolái Sevastianovich Derzhavin, el cual fue muy conocido por estudiar el origen de los diversos pueblos eslavos, como los búlgaros. En una de sus más famosas obras «El origen del pueblo ruso: gran ruso, ucraniano, bielorruso» (1944), llegó a situar a algunos de los más famosos pueblos de la Antigüedad, como los etruscos −ubicados en la zona de la Toscana entre los siglos VIII y III a. C.− en la zona de Ucrania y Rusia; también relacionó el idioma escita −lengua de origen iranio, como el osetio moderno− o el idioma gótico −lengua germánica− con las lenguas eslavas de los rusos, ucranianos y bielorrusos (sic). En resumidas cuentas, este autor cometió toda una serie de inexactitudes gravísimas, como identificar a los eslavos, al igual que hizo Grekov, con pueblos tan remotos culturalmente, como los escitas o godos (sic), que también estuvieron en los mismos territorios, solo que en diferente temporalidad y con características muy dispares, algo que cualquier historiador moderno reconoce hoy como un disparate:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Al estudiar el problema escita-sármata, N. S. Derzhavin señaló que los escitas adoptaron la cultura de sus predecesores en el territorio que ocuparon, «es decir, los cimerios o íberos [del Cáucaso] y etruscos». Derzhavin fue el primero de todos los científicos en mencionar a los etruscos en el sur de nuestro país [Rusia]; pero cabe señalar que esta mención es errónea: los etruscos nunca vivieron en el territorio de nuestro país. (....) La valoración que hizo Derzhavin del llamado problema gótico es desconcertante, Derzhavin rechazó resueltamente lo expresado en la historiografía sobre los godos; también negó la migración gótica de norte a sur, lo que contradice los hechos que conocemos. Los godos, según Derzhavin, son autóctonos, «una de las tribus locales». Estas consideraciones eran una hipótesis arbitraria. Quizás el lector pensará que los godos son los antepasados de la tribu eslava. Sin embargo, los restos de los monumentos de la lengua gótica y la escritura dan plena razón para atribuir la lengua gótica al germánico». (Vladímir Ivánovich Picheta; Derzhavin y la obra «El origen del pueblo ruso: gran ruso, ucraniano, bielorruso» (1944), 2015)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, el origen de estas equivocaciones se puede explicar muy fácilmente. Estas conexiones tan pintorescas provinieron de la alta devoción que Derzhavin profesó hacia el famoso lingüística N. Y. Marr, al cual citó constantemente en su trabajo como gran figura de autoridad. Derzhavin defendió siempre con extrema candidez las arriesgadas ideas de Marr, incluso en momentos en que su «halo de intocable» comenzó a desaparecer. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para quien no lo sepa, en sus años de apogeo, el «maestro» Marr había desarrollado una teoría pseudocientífica sobre el origen común de las lenguas y los pueblos que hizo que la gramática comparada, que incluye la división de las lenguas en ramas −lenguas eslavas, germánicas, iranias, etcétera− fuese suprimida por los lingüistas soviéticos «marristas», ya que consideraron esta ramificación como un «delirio burgués» y «racista» que justificaba el «supremacismo colonialista». Así, bajo la denominada «teoría jafética», Marr insistió en una «monogénesis» de las lenguas, llegando a emparentar idiomas tan dispares en el tiempo y el espacio como el georgiano con el vasco, el sumerio o el etrusco (sic):</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Marr dejó de creer en la filogénesis; es decir, en que las lenguas nacen unas de otras, constituyendo diversas familias según sus orígenes. Marr propuso la alternativa más «democrática» de que todas las lenguas del mundo comienzan con las mismas palabras y evolucionan de manera similar. Llegó a identificar −por métodos que nunca explicó− las cuatro palabras y raíces primordiales con las que empiezan todas las lenguas: sal, ver, yon y rosh. (…) Inventó un «método de análisis elemental» por el cual lograba derivar todos los vocablos de todas las lenguas conocidas a partir de cuatro palabras elementales, sirviéndose para ello de correspondencias imaginarias entre diversos sonidos. Habiendo reducido todas las lenguas del mundo, desde el chino al etrusco, a un mismo origen, haciendo así imposible todo «racismo» basado en los logros culturales de determinados grupos lingüísticos. (…) Su problema era lograr explicar cómo lenguas que empiezan todas con los mismos elementos terminan siendo tan distintas, y hasta mutuamente incomprensibles». (Joaquín Martínez Pizarro; Stalin y la lingüística de izquierda, 1995)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, el lector debe de saber que no fue hasta el año 1950 cuando estas ideas de Marr comenzaron a ponerse en tela de juicio abiertamente. El 13 de abril de ese mismo año, Suslov ya había recibido una queja de la Academia de Ciencias Pedagógicas por los abusos de los «marristas» como Serdiuchenko. El lingüista georgiano Arnold Chikobava informó, a través de una carta, a Stalin del estado de la lingüística soviética, y tras obtener su apoyo, incluso le mandó borradores sobre su próximo artículo, lo que de nuevo indica la extrema dependencia que había en torno al «líder máximo» para configurar la línea oficial. Véase la obra de Ethan Pollock «Stalin y las guerras científicas soviéticas» (2006). Finalmente, las críticas al «marrismo», como el artículo de Chikobava «Sobre ciertos problemas de la lingüística soviética» (1950), fueron publicadas en Pravda entre mayo y agosto de ese año, siendo respondido por discípulos de Marr como Meshchaninov. Este debate alcanzó su cenit con la propia publicación de una crítica directa de Stalin a Marr en su obra «Acerca del marxismo en la lingüística» (1950). Cabe insistir que, pese a la demoledora crítica, Stalin insistió en dos aspectos: a) tratar de rescatar lo positivo del trabajo de Marr; b) no perseguir a los «marristas» como ellos mismos habían hecho con sus opositores. Véase la obra de Alexei Kojevnikov «Rituales de cultura stalinista en acción: la ciencia y los juegos de democracia intrapartidista alrededor de 1948» (1998).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En resumen, ninguna de estas aventuradas revisiones sobre la historia de los pueblos eslavos tuvo demasiada aceptación real y duradera, y la pelea entre escuelas y teorías siguió agravándose. Muchas de estas disputas eran importantes porque no solo versaron en torno a la génesis o filiación étnica de los pueblos o sus lenguas, sino a los modos de producción que tuvieron en cada momento:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Entonces, en la literatura de los años 30-50, además de los trabajos cercanos a la investigación de B. D. Grekov, que determinaron la dirección principal de la actividad de los historiadores soviéticos en el campo del estudio del antiguo Estado ruso, se delinearon dos tendencias. Una de ellas atribuyó el proceso de formación de las relaciones feudales y las correspondientes formas de poder estatal a una época muy tardía, la otra, por el contrario, reflejando la teoría de la «hiperautoctonicidad» de los eslavos, llevó todos estos fenómenos a una antigüedad profunda. Ambos puntos de vista extremos no se difundieron ampliamente y apenas se reflejaron en los libros de texto y la literatura educativa». (Vladímir Vasilievich Mavrodin; Historiografía soviética sobre el antiguo Estado ruso, 1967)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estos debates resultan sumamente curiosos porque demuestran el grado de subjetivismo del que hace gala siempre el historiador nacionalista promedio. Este tipo de profesionales no tenían problema en reconocer como fuentes históricas a las «epopeyas», que para quien no lo sepa, la RAE las define como «Composición literaria en verso en que se cuentan las hazañas legendarias de personajes heroicos»:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El famoso historiador soviético B. D. Grekov, enfatizando la importancia de una fuente como las epopeyas, escribió: «Las epopeyas son una historia contada por el propio pueblo. Puede haber inexactitudes en la cronología, en términos, puede haber errores fácticos, pero la evaluación de los eventos aquí siempre es correcta y no puede ser diferente, ya que las personas no solo fueron testigos de los eventos, sino un sujeto de la historia que creó directamente estos hechos». (Nikolay Alexandrovich Erofeev; Qué es la historia. Para profesores, 1976)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto en parte es cierto, una epopeya puede tener un poso de realidad, en cambio, muchos de estos nacionalistas rechazan de facto el contenido de las memorias y crónicas escritas como la de Néstor o Ibn Rustah, ¡qué casualidad! </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Según el investigador Anton Ivánovich Kazachenko en su obra «Antigua nacionalidad rusa: la base étnica común de los pueblos ruso, ucraniano y bielorruso» (Etnografía soviética, Nº2, 1954), el antiguo pueblo ruso: «Fue uno de los primeros en Europa en pararse en el camino de la consolidación en una sola nación». ¿Pero puede tomarse esto en serio? </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Las regiones y los pueblos no han permanecido igual durante siglos o milenios. Por ejemplo, los «vascones» eran un pueblo localizado en la actual Navarra y Aragón, no en el País Vasco, como muchos pudieran pensar. En el caso de los rusos y ucranianos, si este señor hubiera cogido cualquier mapa del siglo XVI, hubiera sabido que lo que hoy se conoce como «Rusia» se llamó durante más de cuatro siglos «Moscovia». No fue hasta 1721, bajo Pedro I, que este intentó apropiarse del legado del «Rus de Kiev» (882-1240), pasando esta a llamarse «Rusia» y más tarde «Imperio ruso». En cambio, la actual Ucrania aparecía en los mapas como «Rusia» −la «Rusia Blanca» se relacionaba con la actual Bielorrusia, la «Rusia Roja» y «Rusia Negra» con la actual Ucrania−. Fue solo a partir del siglo XVIII que lo que hoy conocemos como Ucrania comenzó a denominarse como tal en los mapas de la época. La reina Catalina II también continuó manipulando las crónicas y creando mitos nuevos sobre «Rusia» −como el «Gorro de Monómaco» y la conexión con Bizancio− para evitar la incómoda relación de los antiguos gobernantes moscovitas con las dinastías tártaro-mongolas −que además recordaban su vasallaje−. Si el lector tiene aún alguna duda puede comprobar todo esto deteniéndose en la gigantesca montaña de pruebas documentales almacenadas en el artículo de Vientos del Este «Rusia un mito creado por Moscovia» (2021). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto es algo que ya comentó Marx, un gran estudioso de la historia sobre el origen de los rusos:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El fango sangriento de la esclavitud de Mongolia y no la ruda gloria de la época normanda, forma la cuna de Moscovia. La Rusia moderna no es más que una metamorfosis de Moscovia». (Karl Marx; Revelaciones sobre la historia de la diplomacia en el siglo XVIII, 1857)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para el año 1984, la teoría del influjo varego en la formación de los rusos fue calificada, según la Enciclopedia Soviética, como una «teoría anticientífica». Empero, como se ha podido comprobar más atrás, esto era más una tozudez nacionalista de los historiadores soviéticos que otra cosa. En efecto, posteriormente se ha visto que, por ejemplo, la crónica de Néstor del siglo XII, como todas las de la época, adolece de cierta inverosimilitud en cuanto a fechas, cuando no, incurre en manipulaciones abiertas. Pero, del mismo modo, se ha confirmado por la numismática, arqueología y relatos coetáneos, la amplia influencia de los varegos en los primeros principados de la zona, cosa que en el periodo soviético algunos empezaron a negar de forma categórica. Véase la obra de José Antonio Hita Jiménez: «Sobre los orígenes de Rusia y la crónica de Néstor» (2006). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hoy, siguen dándose tales discusiones por esclarecer hasta qué punto los varegos marcaron el destino de los pueblos eslavos, pero su participación queda fuera de toda duda:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Tanto las hipótesis anteriores como las no mencionadas, que implican similitudes o enfatizan las diferencias entre rus y eslavos, rus y normandos, nos permiten construir una cadena de inferencias que prueban, si no la relación etnogenética de los eslavos y rus, en cualquier caso, su antigua proximidad y cooperación. (…) A finales de los siglos VII-VIII la gran ruta de tránsito Volga-Báltico de la plata árabe hacia los mercados europeos comenzó a funcionar activamente. Fue de gran importancia no solo para el desarrollo del comercio, sino también para el surgimiento de las asociaciones estatales iniciales en el norte de Europa, en Escandinavia y en Europa Central y Oriental. Cabe señalar que fuentes narrativas auténticas denominan a la mayor parte de este camino como «ruso», lo que nos hace pensar en el papel que jugaron los rusos en su formación. Según varios estudiosos −Milyukov, Darkevich, Skrynnikov−, el mérito de organizar las relaciones comerciales entre Occidente y Oriente pertenece a los varegos, que se mencionan repetidamente en los textos medievales. Su aparición en el Báltico, Ládoga y Vóljov, registrada aproximadamente al mismo tiempo que se desarrollaba la colonización de tierras eslavas, terminó con el desarrollo de las arterias fluviales más grandes de la llanura de Europa del Este y la formación de un extenso sistema de comunicación y comercio transcontinental». (Tatyana Artsybasheva: «Eslavos, rusos, varegos, ¿quiénes son?, 2004)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En conclusión, anteriormente, pudimos comprobar que figuras como Stalin o Zhdánov, que antaño se habían prodigado en la lucha contra el chovinismo ruso, ahora mostraban graves desviaciones respecto a la cuestión nacional. Si este tipo de actitudes se manifestaron entre ellos, veteranos bolcheviques, imaginémonos lo que podía proliferar en el resto de cuadros que provenían de tendencias no bolcheviques o que se presuponían más inexpertos y más apegados a la ideología nacionalista. He aquí la importancia de que la historia, como cualquier otro campo, huya de «maestros» y se valore no por lo que dice «esta o aquella eminencia», sino por los argumentos, basados en hechos a presentar</span><span style="background-color: white; font-family: georgia; font-size: 16.5px;">». (Equipo de Bitácora (M-L); </span><span style="background-color: white; font-family: georgia; font-size: 16.5px; text-align: left;">Análisis crítico sobre la experiencia soviética, 2021</span><span style="background-color: white; font-family: georgia; font-size: 16.5px;">)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-83071978207170029222024-02-27T18:37:00.003+01:002024-02-28T16:49:05.661+01:00 ¿Qué diferencias hay entre un novato y un experto cuando reciben la misma información?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtBfm9Zn-KndS51BFyffq3F8lrzyFK4Y-adC59ZmfD8q4ZyhqCCD2sHofpC-45yqhFSygKw9MqlqrVHHOu6VdIVnG-SOhpMRUJJQo8zQI_hqFkzxcV5G-zeXbPH5nKhaEMigj3_cxNL-maTFbZMq4R2Qonm7AmUp2kZXAiJqu3iczQ2V-8BqN07Lomp-Sg/s4096/prueba%20vidal%207.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3072" data-original-width="4096" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhtBfm9Zn-KndS51BFyffq3F8lrzyFK4Y-adC59ZmfD8q4ZyhqCCD2sHofpC-45yqhFSygKw9MqlqrVHHOu6VdIVnG-SOhpMRUJJQo8zQI_hqFkzxcV5G-zeXbPH5nKhaEMigj3_cxNL-maTFbZMq4R2Qonm7AmUp2kZXAiJqu3iczQ2V-8BqN07Lomp-Sg/w640-h480/prueba%20vidal%207.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;">«Primero, construir una estrategia en un dominio determinado supone adquirir conocimiento conceptual −por ejemplo, el significado de variables algebraicas, o la relación que se establece entre variables en una función lineal−, así como conocimiento procedimental −por ejemplo, qué pasos aplicar para solucionar un problema−. Así, en nuestro ejemplo, entender una relación funcional entre variables «X» e «Y» es ir más allá de aplicar mecánicamente una función algebraica, dando valores a «X» para obtener valores de «Y» acordes con la función.</p><p style="text-align: justify;">Ambos tipos de conocimiento, conceptual y procedimental, se influyen recíprocamente. Así, cuando se produce un avance conceptual significativo a lo largo de los estadios −por ejemplo, darse cuenta de que el incremento de una unidad en «X» provoca un incremento de la unidad correspondiente en «Y»−, se origina una mejora en el procedimiento de solución. De forma recíproca, cuando los estudiantes avanzaban procedimentalmente −por ejemplo, pasaban de comparar un resultado en una variable «X» con el resultado final, a comparar cómo el resultado en «X» afectaba a «Y», y los cambios en «X» e «Y» afectaban al resultado final−, entonces se producía un avance conceptual. (…)</p><p style="text-align: justify;">El hecho de que los estudiantes tuvieran que verbalizar lo que hacían y que el tutor ayudara al estudiante a reflexionar sobre lo que hacían y decían parece un elemento crucial en el avance estratégico. (…)</p><p style="text-align: justify;">El aprendizaje de una estrategia se produce inicialmente de manera lenta mediante práctica y reflexión. En esos momentos hay avances conceptuales y procedimentales, tales como los que acabamos de explicar. Tras este aprendizaje inicial, progresar en el dominio de una habilidad requiere práctica abundante. Más aún, cuando se practica extensamente una habilidad con cientos o miles de horas de práctica se producen unos cambios cognitivos importantes. Esos cambios constituyen el paso de novatos, o aprendices iniciales, a expertos. El resultado final es lo que se conoce como conocimiento experto. Este cambio de novato a experto ocurre en cualquier habilidad, sean habilidades relativamente específicas, tales como solucionar problemas de ecuaciones, o más generales, tales como navegar por internet, escribir con coherencia, precisión y elegancia, o hablar en público con claridad y amenidad. Es decir, dado que aprender una habilidad requiere aprender a solucionar problemas o actuar eficazmente en un ámbito determinado, se puede afirmar, en términos generales, que cuanto más se practique, mayor es la probabilidad de alcanzar un alto nivel en esa habilidad, si bien matizaremos esta afirmación al final de esta sección. Un experto, por tanto, es alguien que ha alcanzado un buen dominio en las habilidades específicas de un campo o dominio determinado. En esta sección abordamos tres cuestiones, a saber, los cambios que se producen con el paso de novato a experto, los que se producen cuando se alcanza el nivel experto en una habilidad y el tipo de práctica realmente efectiva para alcanzar ese nivel.</p><p style="text-align: justify;">El paso de novato a experto se puede dividir grosso modo en tres estadios −Anderson, 2015− El primero se denomina estadio cognitivo, En este estadio se desarrolla un conocimiento declarativo −por ejemplo, verbal− de las acciones que definen la habilidad. Por ejemplo, en el caso de navegar por internet, algunas de estas acciones serian generar términos de búsqueda, seleccionar los más adecuados, valorar la pertinencia del resultado de la búsqueda con diversos criterios −por ejemplo, pertinencia, relevancia, tamaño, etc.− y otras similares. Frecuentemente, un tutor personal −por ejemplo, un profesor− o virtual proporciona ese conocimiento, el cual es almacenado en la memoria a largo plazo como instrucciones verbales para, posteriormente, ser recuperado en los momentos iniciales de la ejecución de la habilidad. A continuación, entramos en el estadio asociativo. En este estadio ocurren dos fenómenos principales. Primero, los errores en la ejecución de la habilidad se van detectando y eliminando gradualmente. Segundo, se fortalece la conexión entre los elementos requeridos para una ejecución con éxito. El resultado en este estadio es aprender un procedimiento exitoso para ejecutar tareas representativas de la habilidad, aunque el conocimiento procedimental no reemplaza completamente al conocimiento declarativo. Así, normalmente las dos formas de conocimiento coexisten, aunque el conocimiento procedimental es el que gobierna la ejecución de la actividad. En último lugar entramos en el estadio autónomo. En esta fase, el procedimiento está cada vez más automatizado y se ejecuta con mayor rapidez. Habilidades complejas como conducir un coche o leer se desarrollan en la dirección de ser cada vez más automáticos y requerir cada vez menos recursos cognitivos. Otras habilidades como las que mencionamos al comienzo de la sección −por ejemplo, navegar por internet o escribir con coherencia, precisión y elegancia− no llegan a automatizarse. Estas habilidades requieren siempre la aplicación consciente de estrategias especificas −por ejemplo, planificar la información que se necesita buscar, o evaluar la pertinencia de la información que se va a buscar o plasmar en el escrito−, si bien hay componentes de la habilidad −por ejemplo, leer o escribir palabras− que se automatizan, liberando recursos cognitivos para las estrategias de alto nivel −por ejemplo, planificar o evaluar−. En todo caso, aun en estas habilidades que requieren componentes de alto nivel, en el estadio autónomo hay un avance notable en la rapidez y calidad con que se ejecuta la habilidad. </p><p style="text-align: justify;">El progreso a través de estos tres estadios ha sido ampliamente estudiado en psicología en habilidades muy automatizables, como la lectura y, menos automatizables como la resolución de problemas de geometría y otros problemas matemáticos. El progreso sigue una curva exponencial típica, de forma que el tiempo empleado en ejecutar tareas representativas de una habilidad disminuye rápidamente durante los momentos iniciales de práctica, siendo las ganancias posteriores mucho más lentas y menores. Piense el lector, por ejemplo, en el progreso de los niños cuando comienzan a leer. Una vez que conocen las letras y han empezado a leer algunas palabras, en los primeros días, el tiempo requerido para leer una palabra puede ser de varios segundos, para reducirse en poco tiempo a muy pocos segundos, y más tarde ser inferior a un segundo. Reducir en fracciones de segundo el tiempo de lectura por palabra cuesta meses e incluso años. <span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;">¿Qué cambios se producen cuando se alcanza el nivel experto en una habilidad, es decir, cuando se domina su ejecución? El primer cambio se conoce como procedimentalización, es decir, pasar de conocimiento verbal o declarativo, completamente explícito, a conocimiento procedimental en una parte o la totalidad del procedimiento se realiza de manera rutinaria. Eso conlleva incrementar la velocidad de ejecución de las tareas, disminuir la necesidad de recuperar de la memoria pasos aislados de ejecución de la tarea, así como la reducción de estos de forma que pequeños pasos se agrupan en pasos más grandes −por ejemplo, abrir el navegador, pensar los términos de búsqueda, seleccionar los más relevantes, escribirlos y examinar una a una las salidas, se pueden agrupar en acceder a las fuentes relevantes−. Nótese cómo la procedimentalización reduce considerablemente la sobrecarga de memoria operativa, lo que explica tanto el incremento de velocidad como la disminución de errores. Véase la obra de K. Kotovsky y Cía. «¿Por qué los problemas son tan difíciles?» (1985). El segundo cambio consiste en el aprendizaje de tácticas específicas para realizar tareas representativas de la habilidad. Por ejemplo, se aprenden tácticas específicas para solucionar problemas matemáticos como el mencionado en la sección 1.2 −por ejemplo, hallar la longitud de los lados de un rectángulo dado el perímetro y la magnitud relativa de los lados−. Es decir, se aprenden secuencias de acciones específicas para solucionar tipos específicos de problemas. El aprendizaje progresa de tácticas a estrategias, es decir, se aprenden métodos o procedimientos específicos para solucionar conjuntos amplios de problemas de un dominio, los cuales tienen una estructura general similar, aunque más abstracta. Por ejemplo, se aprenden estrategias específicas de solución de problemas de ecuaciones. Las estrategias que se aprenden son muy dependientes del contenido y tipo de problemas. Por ejemplo, se han comparado, las estrategias para solucionar problemas de física y de programación. Mientras en programación no hay búsqueda hacia atrás, es decir, partir del estado final y analizar los estados intermedios previos, en la solución de problemas de física si se observa la utilización de esta estrategia. Véase la obra de J. R. Anderson: «Psicología cognitiva y sus implicaciones» (2015).</p><p style="text-align: justify;">El tercer cambio se refiere a la representación de los problemas que construyen los expertos. Cuando se plantean problemas, los expertos perciben inmediatamente patrones de datos relacionados con el proceso de solución, mientras los novatos no son capaces de percibirlos. Estos patrones significativos de datos llevan aparejados el proceso de solución, lo que no ocurre en el caso de los novatos. Hay numerosos estudios que confirman este cambio. Por ejemplo, en un estudio clásico de Chase y Simon en su obra «Percepción en ajedrez» (1973) presentaron durante breves segundos imágenes que representaban jugadas clásicas del ajedrez a jugadores novatos, avanzados y maestros. Tras cada presentación, los jugadores tenían que reproducir en un tablero las posiciones que habían visualizado. Los investigadores observaron que los expertos colocaban grupos de piezas que representaban jugadas clásicas del ajedrez, en lugar de colocar piezas individuales. Parece que los jugadores maestros habían aprendido conjuntos de información que podían reconocer rápidamente como patrones en el tablero de ajedrez. Sin embargo, cuando las imágenes representaban posiciones aleatorias de las piezas, no había diferencias dependiendo del dominio en el juego. Es decir, no se trata de una capacidad de memorización general siquiera para elementos superficialmente próximos al juego −por ejemplo, piezas de ajedrez−, sino de una capacidad de percibir conjuntos significativos de datos −por ejemplo, jugadas típicas de ajedrez−. Otro estudio también clásico en el ámbito de la física completa esta perspectiva. Chi, Feltovich y Glaser en su obra «Autoexplicaciones» (1981) presentaron problemas de física a expertos y novatos pidiéndoles que los clasificaran de la forma que estimaran conveniente y justificaran su clasificación. Desde un punto de vista superficial, había problemas de objetos desplazándose por planos inclinados, mientras en otros aparecían objetos que estiraban de muelles. Los novatos tendían a clasificar los problemas con arreglo a estas características superficiales y daban explicaciones basadas en las mismas −por ejemplo, todos estos problemas tienen que ver con objetos desplazándose por un plano inclinado−. Sin embargo, los expertos clasificaban los problemas según el principio físico de solución, independientemente de sus características superficiales, y daban las justificaciones correspondientes −por ejemplo, estos problemas pueden resolverse con consideraciones sobre la energía; si no aplicas el principio de conservación de la energía, estás perdido−. Como se puede ver, la representación de los problemas incluye no solamente patrones organizados de datos, sino además los operadores −específicos de dominio en este caso− que conducen a la solución. Se han encontrado resultados similares en muchos otros ámbitos de conocimiento tales como la historia, la programación, la electrónica o la enseñanza. Véase la obra del National Research Council: «Cómo la gente aprende. Cerebro, mente, experiencia y escuela» (2000).</p><p style="text-align: justify;">Al comienzo de la sección decíamos que, a mayor práctica, mayor probabilidad de alcanzar un nivel experto en esa habilidad. Está documentado que llegar a ser un experto requiere miles de horas de práctica, tal como indican estudios en diversos dominios como la música, las matemáticas o el deporte. De hecho, según Ericsson, Krampe y Tesch-Römer, la mayor parte del éxito de los expertos de muy alto nivel se debe a la práctica más que al talento natural. Sin embargo, no cualquier práctica conduce al nivel de experto. Lo que es crítico, de acuerdo con lo que estos autores llaman práctica deliberada. En ella, los aprendices están motivados para aprender y no solo para practicar, reciben retroalimentación sobre su ejecución; monitorizan cuidadosamente la calidad de su ejecución y en qué aspectos están fallando, focalizándose en eliminar estos puntos de discrepancia entre el resultado obtenido y el pretendido. Por tanto, es la práctica deliberada la que conduce a ser experto, pero no la mera práctica de una habilidad. Véase la obra de K. A. Ericsson y Cía.: «El rol de la práctica deliberada en la adquisición del desempeño experto» (1993). (…)</p><p style="text-align: justify;">Para finalizar este apartado haremos referencia a la importancia de facilitar la automatización de las subhabilidades implicadas en las habilidades complejas propias de nuestras materias. Estudios tradicionales en psicología han analizado las diferencias entre expertos y novatos en numerosas áreas «semánticamente ricas» como pueden ser las matemáticas, la física o las ciencias sociales, constatando que los novatos cometen más errores y tardan mucho más tiempo en resolver las actividades y problemas planteados. Las diferencias entre expertos y novatos en sus niveles de ejecución residen en parte en las diferencias cuantitativas entre sus conocimientos -los expertos disponen de conocimientos más amplios- pero, sobre todo, en la calidad de esos conocimientos -los expertos disponen de estructuras de conocimiento más organizadas, disfrutando de representaciones mentales de los problemas mucho más elaboradas que facilitan un rápido acceso a las vías de solución −que son resultado de la práctica acumulada−.</p><p style="text-align: justify;">De este modo, las diferencias entre expertos y novatos en un ámbito han sido interpretadas en términos del nivel de automatización de las habilidades implicadas en la resolución de las tareas del mismo. Así, al llevarlo a las aulas, cuando observamos a nuestros estudiantes intentar resolver una tarea novedosa −por ejemplo, resolver ecuaciones de primer grado−, comprobaremos que su ejecución es lenta e insegura, que está plagada de errores les exige un elevado esfuerzo cognitivo centrado en recordar la secuencia de pasos implicados y cómo desarrollar cada uno de ellos. Este esfuerzo de carácter consciente, puede constatarse a través de las verbalizaciones que van efectuando a medida que intentan resolver una ecuación paso a paso −«primero eliminaré los paréntesis efectuando las multiplicaciones y asegurándome de que pongo los signos correctamente, después eliminaré los denominadores calculando el mínimo común múltiplo, ahora agruparé las incógnitas en un lado de la ecuación y los valores numéricos en el otro, después efectuaré las operaciones oportunas y, por último, obtendré el valor de la «X»−. Dado que nuestra capacidad de procesamiento es limitada y que, por tanto, resulta imposible que inicialmente el estudiante atienda simultáneamente a toda la información a considerar para resolver la ecuación, resultará necesario promover la automatización de las subhabilidades implicadas en la resolución de estas, facilitando que los estudiantes puedan dirigir su atención y sus esfuerzos hacia actividades cognitivas de nivel superior.</p><p style="text-align: justify;">De otro modo, la adquisición de habilidades intelectuales progresa de una costosa ejecución consciente paso a paso inicial a una ejecución automatizada que no requiere gasto atencional alguno en la que hemos condensado los distintos pasos implicados en unidades de información más globales. Así, a medida que vamos adquiriendo pericia en el desarrollo de una tarea a través de la realización de las prácticas correspondientes, vamos liberando espacio de nuestra memoria de trabajo y podemos ir centrando nuestra atención en habilidades cognitivas superiores. Y ello es consecuencia de que las subhabilidades componentes van requiriendo menor gasto atencional hasta llegar a aplicar automáticamente y de que vamos agrupando los pasos implicados en bloques más amplios de conocimiento, permitiéndonos atender y resolver simultáneamente varios de ellos. Ganamos en rapidez, seguridad y precisión y, al mismo tiempo, podemos centrar nuestra atención en procesos más complejos, como pueden ser la comprensión de los problemas, la planificación de su resolución o la comprobación de la solución adoptada». (Eduardo Vidal-Abarca, Rafael García Ros y Francisco Pérez González; Aprendizaje y desarrollo de la personalidad, 2021)</p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-38854628511780161202024-02-17T12:54:00.001+01:002024-02-17T12:54:25.469+01:00¿Qué ha implicado la evolución de la división del trabajo en las diversas sociedades?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicLJyY3PU_cVOn-eR5QNgrP3T2vhaiv6Yp9fdv27cmbk3W4zxAhCAwiNElMiMxWiTgp2KnGKQTpe8_ne3JYwyOGSzwBYsOGBP6uuhIwR8PnpJtm3xUjeXu3qCCFaPpTbxgmuwMSaFO7nqgGDcqyBC7Chy1j7QH63sdnliXEOfBcD4fRZNHEbhKYtNGa7cL/s800/marx%20estudiando%20las%20manufacturas%20(atenci%C3%B3n%20a%20citas%20de%20mundo%20antiguo).png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="800" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicLJyY3PU_cVOn-eR5QNgrP3T2vhaiv6Yp9fdv27cmbk3W4zxAhCAwiNElMiMxWiTgp2KnGKQTpe8_ne3JYwyOGSzwBYsOGBP6uuhIwR8PnpJtm3xUjeXu3qCCFaPpTbxgmuwMSaFO7nqgGDcqyBC7Chy1j7QH63sdnliXEOfBcD4fRZNHEbhKYtNGa7cL/w640-h480/marx%20estudiando%20las%20manufacturas%20(atenci%C3%B3n%20a%20citas%20de%20mundo%20antiguo).png" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«La existencia de un número relativamente grande de obreros que trabajan bajo el mando del mismo capital es el punto natural y primitivo de partida de la cooperación en general, y de la manufactura en particular. A su vez, la división manufacturera del trabajo convierte en necesidad técnica la incrementación del número de obreros empleados. Ahora, es la división del trabajo reinante la que prescribe a cada capitalista el mínimo de obreros que ha de emplear. De otra parte, las ventajas de una división más acentuada del trabajo se hallan condicionadas al aumento del número de obreros y a su multiplicación. Ahora bien; al crecer el capital variable, tiene que crecer también necesariamente el capital constante, y al aumentar de volumen las condiciones comunes de producción, los edificios, los hornos, etc., tienen también que aumentar, y mucho más rápidamente que la nómina de obreros, las materias primas. La masa de éstas absorbida en un tiempo dado por una cantidad dada de trabajo, aumenta en la misma proporción en que aumenta, por efecto de su división, la fuerza productiva del trabajo. Por tanto, el volumen mínimo progresivo del capital concentrado, en manos de cada capitalista, o sea, la transformación progresiva de los medios de vida y de los medios de producción de la sociedad en capital, es una ley que brota del carácter técnico de la manufactura [1].</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la manufactura, lo mismo que en la cooperación simple, la individualidad física del obrero en funciones es una forma de existencia del capital. El mecanismo social de producción, integrado por muchos obreros individuales parcelados, pertenece al capitalista. Por eso, la fuerza productiva que brota de la combinación de los trabajos se presenta como virtud productiva del capital. La verdadera manufactura no sólo somete a obreros antes independientes al mando y a la disciplina del capital, sino que, además, crea una jerarquía entre los propios obreros. Mientras que la cooperación simple deja intacto, en general, el modo de trabajar de cada obrero, la manufactura lo revoluciona desde los cimientos hasta el remate y muerde en la raíz de la fuerza de trabajo individual. Convierte al obrero en un monstruo, fomentando artificialmente una de sus habilidades parciales, a costa de aplastar todo un mundo de fecundos estímulos y capacidades, tal como en los estados del Río de la Plata se sacrifica un animal entero para arrebatarle el cuero o el sebo. Además de distribuir los diversos trabajos parciales entre diversos individuos, se secciona al individuo mismo, se le convierte en un aparato automático adscrito a un trabajo parcial [2], dando así realidad a aquella desazonadora fábula de Menenio Agripa, en la que vemos a un hombre convertido en simple fragmento de su propio cuerpo. En sus orígenes, el obrero vendía la fuerza de trabajo al capitalista por carecer de los medios materiales para la producción de una mercancía; ahora, su fuerza individual de trabajo se queda inactiva y ociosa si no la vende al capital. Ya sólo funciona articulada con un mecanismo al que únicamente puede incorporarse después de vendida, en el taller del capitalista. Incapacitado por su propia naturaleza para hacer nada por su cuenta, el obrero manufacturero sólo puede desarrollar una actividad productiva como parte accesoria del taller capitalista:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El obrero que lleva en sus brazos todo un oficio puede ir a cualquier lado a ejercer su industria y encontrar sus medios de subsistencia; el otro −el obrero manufacturero− no es más que un accesorio que, separado de sus compañeros, ya no tiene ni capacidad ni independencia, hallándose obligado por tanto a aceptar la ley que se juzgue adecuado imponerle». (Henri Storch; Curso de Economía Política, 1815)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El pueblo elegido llevaba escrito en la frente que era propiedad de Jehová; la división del trabajo estampa en la frente del obrero manufacturero la marca de su propietario: el capital. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los conocimientos, la perspicacia y la voluntad que se desarrollan, aunque sea en pequeña escala, en el labrador o en el artesano independiente, como en el salvaje que maneja con su astucia personal todas las artes de la guerra, basta con que las reúna ahora el taller en un conjunto. Las potencias espirituales de la producción amplían su escala sobre un aspecto a costa de inhibirse en los demás. Lo que pierden los obreros parciales, se concentra frente a ellos en el capital. Es el resultado de la división manufacturera del trabajo el erigir frente a ellos, como propiedad ajena y poder dominador, las potencias espirituales del proceso material de producción. Este proceso de disociación comienza con la cooperación simple, donde el capitalista representa frente a los obreros individuales la unidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. El proceso sigue avanzando en la manufactura, que mutila al obrero, al convertirlo en obrero parcial. Y se remata en la gran industria, donde la ciencia es separada del trabajo como potencia independiente de producción y aherrojada al servicio del capital:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Entre el hombre de saber y el obrero productivo se interpone un abismo, y la ciencia, en vez de estar en manos del obrero para aumentar sus propias fuerzas productivas para él mismo, se le ha enfrentado casi siempre... El conocimiento se convierte en un instrumento capaz de separarse del trabajo y enfrentarse a él». (W. Thompson; Una investigación sobre los principios de la distribución de la riqueza, 1824</i>)</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la manufactura, el enriquecimiento de la fuerza productiva social del colectivo obrero, y por tanto del capital, se halla condicionada por el empobrecimiento del obrero en sus fuerzas productivas individuales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La ignorancia es la madre de la industria y de la superstición. La reflexión y el talento imaginativo pueden inducir a error, pero el hábito de mover el pie o la mano no tiene nada que ver con la una ni con el otro. Por eso, donde más prosperan las manufacturas es allí donde se deja menos margen al espíritu, hasta el punto de que el taller podría ser definido como una máquina cuyas piezas son hombres». (Adam Ferguson; Historia de la sociedad civil, 1767)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En efecto, a mediados del siglo XVIII algunas manufacturas empleaban preferentemente a operarios «semiidiotas», para ciertas operaciones sencillas que constituían, sin embargo, secretos fabriles [3]. Dice Adam Smith:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El espíritu de la mayoría de los hombres se desarrolla necesariamente sobre la base de las faenas diarias que ejecutan. Un hombre que se pasa la vida ejecutando unas cuantas operaciones simples... no tiene ocasión de disciplinar su inteligencia. (…) Va convirtiéndose poco a poco y en general en una criatura increíblemente estúpida e ignorante» (Adam Smith; La riqueza de las naciones, 1776).</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y, después de describir el «idiotismo» del obrero parcial, continúa: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La uniformidad de su vida estacionaria corrompe también, naturalmente, la intrepidez de su espíritu; destruye incluso la energía de su cuerpo y le incapacita para emplear sus fuerzas de un modo enérgico y tenaz, como no sea en el detalle para que se le ha educado. Su pericia para una ocupación concreta parece haber sido adquirida a costa de sus dotes intelectuales, sociales y guerreras. Y, sin embargo, es éste el estado en que tiene necesariamente que caer el trabajador pobre, es decir, la gran masa del pueblo, en toda sociedad industrial y civilizada» [4]. (Adam Smith, La Riqueza de las Naciones, 1776)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para evitar el estado de completa degeneración de la masa del pueblo a que conduce la división del trabajo, Adam Smith recomienda la instrucción popular organizada por el Estado, aunque en dosis prudentemente homeopáticas. Su traductor y comentador francés Germain Garnier, que bajo el Primer Imperio acabó siendo, por un proceso muy natural, senador, polemiza consecuentemente contra él, alegando que la instrucción popular choca contra las leyes primarias de la división del trabajo y que con ella se proscribiría todo nuestro sistema social. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Al igual que todas las demás divisiones del trabajo, la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual se hace más marcada y resuelta a medida que la sociedad </i>–<i>expresión empleada acertadamente para designar el capital, la propiedad inmueble y su Estado</i>–<i> se hace más rica. Esta división del trabajo es, como todas las demás, fruto de progresos pasados y causa de progresos futuros... ¿Puede el Gobierno, entonces, contrarrestar este sistema y detenerlo en su marcha natural? ¿Puede invertir una parte de las rentas del Estado en el empeño de mezclar y confundir dos clases de trabajo que tienden a separarse y dividirse?». (Germain Garnier; Traducción de la obra de Adam Smith: «La Riqueza de las Naciones», 1805) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es indudable que toda división del trabajo en el seno de la sociedad lleva aparejada inseparablemente cierta degeneración física y espiritual del hombre. Pero el período manufacturero acentúa este desdoblamiento social de las ramas de trabajo de tal modo y muerde hasta tal punto, con su régimen peculiar de división, en las raíces vitales del individuo, que crea la base y da el impulso para que se forme una patología industrial. [5] </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Parcelar a un hombre, equivale a ejecutarlo, si merece la pena de muerte, o a asesinarlo si no la merece. La parcelación del trabajo es el asesinato de un pueblo». (David Urquhart; Palabras familiares, 1855) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La cooperación basada en la división del trabajo, o sea, la manufactura, es, en sus orígenes, una manifestación elemental. Tan pronto como cobra alguna consistencia y amplitud, se convierte en una forma consciente, reflexiva y sistemática del régimen capitalista de producción. La historia de la verdadera manufactura demuestra cómo la división del trabajo característica de este sistema va revistiendo las formas adecuadas, primero empíricamente, como si actuase a espaldas de los personajes que intervienen en la acción, hasta que luego, como ocurrió con el régimen gremial, esta forma, una vez descubierta, tiende a arraigarse por la tradición y, en algunos casos, se consolida con fuerza secular. Y si esta forma cambia, es siempre, salvo en manifestaciones secundarias, al operarse una revolución de los instrumentos de trabajo. Pueden ocurrir dos cosas: o que la moderna manufactura –y me refiero aquí a la gran industria, basada en la maquinaria–, se encuentre ya, al nacer –que es, por ejemplo, el caso de la manufactura de confección de ropas en las grandes ciudades– con los miembros dispersos y no tenga más que reunirlos y sacarlos de su dispersión, o bien que el principio de la división sea evidente por sí mismo, asignándose sencillamente a diversos obreros las diversas faenas de la producción manual, como ocurre por ejemplo, en el gremio de la encuadernación. En estas circunstancias, para fijar el número proporcional de brazos necesarios a cada función, basta con una semana de experiencia [6].</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Mediante el análisis de las actividades manuales, la especificación de los instrumentos de trabajo, la formación de obreros parciales, su agrupación y combinación en un mecanismo complejo, la división manufacturera del trabajo crea la organización cualitativa y la proporcionalidad cuantitativa de los procesos sociales de producción; es decir, crea una determinada organización del trabajo social, desarrollando con ello, al mismo tiempo, la nueva fuerza social productiva del trabajo. Como forma específicamente capitalista del proceso social de producción –que, apoyándose en las bases preestablecidas, sólo podía seguirse desarrollando bajo la forma capitalista–, esta organización no es más que un método especial de creación de plusvalía relativa, un procedimiento para incrementar las ganancias del capital –la llamada riqueza social, «riqueza de las naciones», etcétera– a costa de los obreros. Este método no sólo desarrolla la fuerza productiva social del trabajo para el capitalista exclusivamente, en vez de desarrollarla para el obrero, sino que, además, lo hace a fuerza de mutilar al obrero individual. Crea nuevas condiciones para que el capital domine sobre el trabajo. Por tanto, aunque por un lado represente un progreso histórico y una etapa necesaria en el proceso económico de formación de la sociedad, por otro lado, es un medio de explotación civilizada y refinada. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La economía política, que no aparece como verdadera ciencia hasta el período de la manufactura, no acierta a enfocar la división social del trabajo más que desde el punto de vista de la división manufacturera del trabajo [7] como un medio para producir con la misma cantidad de trabajo más mercancías, con el consiguiente abaratamiento de éstas y, por tanto, una mayor celeridad en la acumulación del capital. Esta acentuación de la cantidad y del valor de cambio contrasta de un modo notable con la posición mantenida por los autores de la Antigüedad clásica, quienes insistían exclusivamente en la calidad y en el valor de uso [8]. La diferenciación entre las ramas de producción social hace que las mercancías se fabriquen mejor; los diversos instintos y talentos de los hombres buscan un campo apropiado para desenvolverse [9] y, sin restringirse es imposible hacer nunca nada importante [10]. Por tanto, la división del trabajo perfecciona el producto y el productor. Y si a veces se apunta también al incremento del volumen de productos, es aludiendo siempre a la mayor abundancia de valores de uso. No habla para nada del valor de cambio, del abaratamiento de las mercancías. Este punto de vista del valor de uso es el que impera tanto en Platón [11] para quien la división del trabajo constituye la base sobre que descansa la diferenciación social de las clases, como en Jenofonte [12] que, con su instinto burgués característico, se va acercando ya a la división del trabajo dentro del taller. La República de Platón, en lo que se refiere a la división del trabajo, como principio normativo del Estado, no es más que la idealización ateniense del régimen egipcio de castas; para algunos autores contemporáneos de Platón, como, por ejemplo, Isócrates [13], Egipto era el país industrial modelo, rango que todavía le atribuían los griegos en la época del Imperio romano [14]. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Durante el verdadero período de la manufactura, o sea, el período en que ésta se erige en forma predominante del régimen capitalista de producción, tropieza con toda una serie de obstáculos que se oponen a la plena realización de sus tendencias. Como veíamos, la manufactura, además de implantar una organización jerárquica entre los obreros, establece una división simple entre obreros expertos e inexpertos; pues bien, a pesar de esto, la cifra de los segundos queda notablemente contrarrestada por la influencia predominante de los primeros. La manufactura adapta las operaciones especiales al diverso grado de madurez, fuerza y desarrollo de su órgano vivo de trabajo, viéndose por tanto impulsada a la explotación productiva de la mujer y del niño. No obstante, esta tendencia choca, en general, con los hábitos y la resistencia de los obreros varones. La descomposición de las faenas manuales reduce los gastos de formación, y por tanto el valor de los obreros, no obstante, los trabajos de detalle más difíciles exigen una época más larga de aprendizaje, que los obreros defienden celosamente aun en aquellos casos en que es inútil. Así, por ejemplo, en Inglaterra las «laws of apprenticeship», con sus siete años de aprendizaje, se mantienen en vigor íntegramente hasta fines del periodo manufacturero, hasta que la gran industria viene a arrinconarlas. Como la pericia manual del operario es la base de la manufactura y el mecanismo total que en ella funciona no posee un esqueleto objetivo independiente de los propios obreros, el capital tiene que luchar constantemente con la insubordinación de los asalariados. Exclama el amigo Ure:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La naturaleza humana es tan imperfecta, que los obreros más diestros son también los más tercos y los más difíciles de manejar, y por tanto los que mayores daños infieren al mecanismo global con sus cabezas alocadas». (Andrew Ure; La filosofía de las manufacturas: o una exposición de la ciencia, la moral y la economía comercial del sistema fabril de Gran Bretaña, 1835)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por eso, a lo largo de todo el periodo manufacturero resuenan las quejas de los patronos acerca de la indisciplina e insubordinación de los obreros [15]. Y si no poseyésemos los testimonios de autores de la época, los simples hechos de que desde el siglo XVI hasta la época de la gran industria el capital fracasase en su empeño de absorber todo el tiempo de trabajo disponible de los obreros manufactureros y de que las manufacturas tengan siempre una vida corta, viéndose obligadas por las constantes inmigraciones y emigraciones de obreros a levantar su sede de un país para fijarla en otro, hablarían con la elocuencia de muchos volúmenes. «¡Hay que poner orden, sea como fuere!», clama en 1870 el autor del «Essay on Trade and Commerce», tantas veces citado. Y la palabra «¡orden...!» resuena 66 años más tarde como un eco, en labios del doctor Andrew Ure. Es el «orden» que se echaba de menos en la manufactura, basada en «el dogma escolástico de la división del trabajo», y que, por fin, creó Arkwright. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Además, la manufactura no podía abarcar la producción social en toda su extensión, ni revolucionarla en su entraña. Su obra de artificio económico se vio coronada por la vasta red del artesanado urbano y de la industria doméstica rural. Al alcanzar cierto grado de desarrollo, su propia base técnica, estrecha, hízose incompatible con las necesidades de la producción que ella misma había creado. Uno de sus frutos más acabados era el taller de fabricación de los propios instrumentos de trabajo, y sobre todo de los aparatos mecánicos complicados, que ya comenzaban a emplearse. Dice Ure:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Estos talleres desplegaban ante la vista la división del trabajo en sus múltiples gradaciones. El taladro, el escoplo, el torno: cada uno de estos instrumentos tenía sus propios obreros, organizados jerárquicamente según su grado de pericia». (Andrew Ure; La filosofía de las manufacturas: o una exposición de la ciencia, la moral y la economía comercial del sistema fabril de Gran Bretaña, 1835)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este producto de la división manufacturera del trabajo producía, a su vez, máquinas. Y la máquina pone fin a la actividad manual artesana como principio normativo de la producción social. De este modo, se consiguen dos cosas. Primero, desterrar la base técnica en que se apoyaba la anexión de por vida del obrero a una función parcial. Segundo, derribar los diques que este mismo principio oponía al imperio del capital</span><span style="font-family: georgia;">». (</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Karl%20Marx" style="font-family: georgia;">Karl Marx</a><span style="font-family: georgia;">; </span><a href="http://biblio3.url.edu.gt/Libros/CAPTOM1.pdf" style="font-family: georgia;">El Capital, Tomo I</a><span style="font-family: georgia;">, 1867)<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><b>Anotaciones de la edición:</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[1] <i>«No basta con que exista en la sociedad el capital necesario −debería decir: que los medios de subsistencia y de producción necesarios− para la subdivisión de los oficios; además, es preciso que este capital se acumule en manos de los empresarios en cantidades suficientemente grandes para permitir el trabajo en gran escala... A medida que aumenta la división, la ocupación constante de un mismo número de obreros exige un capital cada vez más considerable en materias primas, herramientas, etc». (Henri Storch; Curso de economía política, 1815) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La concentración de los instrumentos de producción y la división del trabajo son tan inseparables entre sí como lo son, en el dominio de la política, la concentración de los poderes públicos y la división de los intereses privados». (Karl Marx; Miseria de la filosofía, 1847)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[2] Dugald Stewart llama a los obreros manufactureros:<br /></span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Autómatas vivientes... empleados en los detalles del trabajo». (Dugald Stewart; Lecturas sobre economía política, 1855</span><span style="font-family: georgia;">)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[3] Véase la obra de J. D. Tuckett: «Una historia sobre el pasado y el presente de la población trabajadora» (1846).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[4] Como discípulo de Adam Ferguson, quien había expuesto las consecuencias negativas de la división del trabajo, Smith veía este punto con toda claridad. En la introducción de su obra, en la que celebra «ex profeso» la división del trabajo, se limita a anotar de pasada que la misma es fuente de las desigualdades sociales. Sólo en el libro quinto, sobre los ingresos del Estado, reproduce las tesis de Ferguson. En Miseria de la filosofía he dicho lo pertinente sobre la conexión histórica entre Ferguson, Adam Smith, Lemontey y Say, en lo referente a su crítica de la división del trabajo, y presentado también allí, por primera vez, la división manufacturera del trabajo como forma específica del modo de producción capitalista.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[5] Ramazzini, profesor de medicina práctica en Padua, publicó «De morbis artificum» (</span><span style="font-family: georgia;">1713</span><span style="font-family: georgia;">), traducida en 1777 al francés y reimpresa en 1841 en la «Encyclopédie des sciences médicales, 7e. Div. Auteurs Classiques». El período de la gran industria, por supuesto, ha ampliado considerablemente su catálogo de las enfermedades obreras. Véase la obra de </span><span style="font-family: georgia;">A. L. Fonteret y R. H. Rohatzsch: </span><span style="font-family: georgia;">«Hygiène physique et morale de l’ouvrier dans les grandes villes en général, et dans la ville de Lyon en particulier». (</span><span style="font-family: georgia;">1858).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En 1854, la Society of Arts designó una comisión investigadora de la patología industrial. La lista de los documentos reunidos por dicha comisión se encuentra en el catálogo del Twickenham Economic Museum. Muy importantes son los «Reports on Public Health», de carácter oficial. Véase también Eduard Reich, doctor en medicina, </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">Über die Entartung des Menschen</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;"> (1868). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[Anotación del Equipo de Bitácora (M-L): Hoy en día, el reconocimiento de las denominadas «enfermedades profesionales» es un conflicto del día a día entre empresarios y trabajadores, habiendo sido recogidas, en España, las más evidentes en un reglamento específico, el «Real Decreto por el que se aprueba el cuadro de enfermedades profesionales en el sistema de la Seguridad Social y se establecen criterios para su notificación y registro, (2006)», que las cataloga según sean provocadas por agentes químicos, biológicos, cancerígenos... entre otros].</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[6] La candorosa creencia en el genio inventivo que cada capitalista despliega «a priori» en la división del trabajo, se encuentra únicamente entre los profesores alemanes, como el señor Roscher, por ejemplo, que en señal de gratitud dedica «diversos salarios» al capitalista, de cuya cabeza de Júpiter brota, ya lista, la división del trabajo. La mayor o menor aplicación de la división del trabajo depende de la largueza de la bolsa, no de la magnitud del genio.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[7] Escritores antiguos, como Petty, como el autor anónimo de la obra Advantages of the East India Trade, etc., definen mejor que A. Smith el carácter capitalista de la división manufacturera del trabajo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[8] Entre los modernos, son excepción algunos autores del siglo XVIII, tales como Beccaria y James Harris, quienes, al tratar de la división del trabajo, casi no hacen más que copiar a los escritores antiguos. Así, por ejemplo, Beccaria dice: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La propia experiencia le dice a cualquiera que, empleando siempre la mano y el espíritu en trabajos y en productos de la misma naturaleza, éstos se ejecutan y se crean más fácilmente, en mayor abundancia y mejores que si cada cual se limitase a elaborar para sí lo que necesita. He aquí por qué los hombres se dividen en diversas clases y profesiones, para bien de la colectividad y en su propio provecho». (César Beccaria; Elementos de economía política, 1804) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">James Harris, más tarde conde de Malmesbury, famoso por los «Diarios» de su época de embajador en San Petersburgo, dice en una nota a su Dialogue concerning Happiness, Londres, 1741, incluido más tarde en la obra </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">Three Treatises</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;">, etc., 3ª ed. Londres, 1772 [p. 293]: «La prueba palmaria de que la sociedad es algo natural [se refiere a la «división de los oficios»] se contiene en el Libro segundo de la República, de Platón». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[9] Es la idea que se apunta ya en la Odisea, XIV, 228. «Pues cada hombre se recrea en diversos trabajos» y que apunta también Arquiloco, en Sexto Empírico: «Cada cual apacienta sus sentidos en distinto trabajo».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[10] </span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sabía muchos oficios, los sabía todos mal». Los atenienses se tenían por superiores a los espartanos como productores de mercancías, pues éstos, según las palabras que Tucídides pone en boca de Pericles, en el discurso en que éste excita a los atenienses a la guerra del Peloponeso, sabían mandar sobre los hombres en la guerra, pero no sabían mandar sobre el dinero: «Se sienten más capaces de dirigir a sus cuerpos en la guerra, administrándose a sí mismos, que de administrar dinero». (Tucídides, libro I, siglo V a. C.) </i></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, su ideal, aun en la producción material, seguía siendo la autarquía, opuesta a la división del trabajo, pues si esta asegura el bienestar, aquella asegura también la independencia». Para comprender esto, hay que tener presente que todavía en los tiempos del derrocamiento de los Treinta Tiranos no habría seguramente ni cinco mil atenienses que no fueran terratenientes. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[11] Platón explica la división del trabajo dentro de la comunidad partiendo de la variedad de las necesidades y de la limitación de la capacidad del individuo. Su punto de vista principal es que el obrero debe plegarse a la obra y no ésta al obrero, como sería inevitable si emprendiese distintas artes a la vez, lo que le obligaría a atender alguna de ellas como oficio accesorio:<br /><br /><i>«Pues el trabajo no quiere esperar a que el que lo hace tenga tiempo libre, sino que el obrero ha de atenerse al trabajo, pero no de un modo ligero. Y esto es necesario. De donde se sigue que se fabricará más de todo, y más hermoso y con mayor facilidad, si uno solo hace una cosa, la que corresponda a su talento natural, y la hace en el momento adecuado, libre de toda otra ocupación». (Platón; De Republica, siglo IV a. C.) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y en términos parecidos se expresa Tucídides:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La navegación es un arte como otro cualquiera, y no puede practicarse como ocupación secundaria a ratos perdidos, sino que, lejos de ello, debe ser incompatible con toda otra ocupación accesoria</i></span><i style="font-family: georgia; text-align: left;">». (Tucídides; libro I, siglo V a. C.) </i><span style="font-family: georgia;"> </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En otra parte, afirma Platón:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Si la obra tiene que esperar por el obrero, se dará con frecuencia el caso de que pase el momento crítico de la producción y el producto se eche a perder, se desaprovechará el momento oportuno para el trabajo</span><span style="font-family: georgia;">». (Platón; De Republica, siglo IV a. C.) </span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La misma idea platónica vuelve a aparecer en la protesta de los patronos de las lavanderías inglesas contra la cláusula de la ley fabril en que se concede a todos los obreros una hora fija para comer. Dicen: «Nuestra industria no se puede plegar a los obreros, pues ninguna de las diversas operaciones que integran esta industria puede interrumpirse en un momento determinado sin daño o peligro... El hecho de imponer la misma hora de comida para todos los obreros puede tal vez hacer peligrar valores preciosos, impidiendo que se termine a su debido tiempo por el proceso de trabajo». ¡Le platonisme où va–t–il se nicher!.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[12] Jenofonte refiere que no sólo es honroso recibir alimentos de la mesa del rey de los persas, sino que, además, estos alimentos son mucho más sabrosos que cualesquiera otros:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Y esto no tiene nada de extraño, pues en las grandes ciudades todas las artes se perfeccionan, y los alimentos regios se preparan de un modo especial. En las ciudades pequeñas, el mismo operario hace la cama, las puertas, la mesa y el arado; no pocas veces, construye además casas, y se da por contento si de este modo logra reunir una clientela suficientemente grande para sostenerse. Es materialmente imposible que un hombre que se ocupa en tantas cosas, las haga todas bien. En cambio, en las grandes ciudades, donde cada operario encuentra muchos clientes, no necesita para vivir más que un oficio. Y hasta se da con frecuencia el caso de no necesitar ni siquiera un oficio entero, sino que el uno hace zapatos de hombre y el otro zapatos de mujer. El uno vive exclusivamente de coser, el otro de cortar los zapatos: uno corta los vestidos y el otro cose las piezas. Es lógico que cuanto más sencillo sea el trabajo que se ejecuta, mejor se haga. Y otro tanto ocurre con el arte de la cocina». (Jenofonte; Cyropaedia, </span><span style="font-family: georgia; text-align: left;">siglo V a. C.)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aunque Jenofonte sabe ya que la escala de la división del trabajo depende de la extensión del mercado, en este pasaje se fija exclusivamente en la calidad del valor de uso, como norma. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[13] <i>«[Busiris] los dividió a todos en castas especiales... y ordenó que éstas desempeñasen siempre los mismos oficios, pues sabía que el que cambia de oficio no llega a ejercer concienzudamente ninguno, mientras que aquellos que perseveran en los mismos trabajos los ejecutan a la perfección. Y así, veremos en realidad que, por lo que a las artes y a las industrias se refiere, superan a sus rivales más de lo que suele hacerlo el maestro respecto al chapucero. Y por lo que toca a las instituciones con las que mantienen en vigor la monarquía y la constitución toda del Estado, son tan excelentes, que célebres filósofos que hablan de ello ensalzan la constitución de Egipto por encima de todas las otras» (Isócrates, Buciris, </i></span><i><span style="font-family: georgia; text-align: left;">siglo V a. C.)</span><span style="font-family: georgia;">. </span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[14] Compárese con lo que reporta Diodoro Sículo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[15] Esta afirmación se refiere más a Inglaterra que a Francia, y más a Francia que a Holanda.</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-3297700081326541682024-02-12T14:19:00.011+01:002024-02-12T23:45:34.131+01:00Plejánov, ¿por qué la sociología tiene gran precisión a la hora de estudiar la tendencia general y no tanto los fenómenos particulares?<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9W0bghdEg7HL6KwXe6bS0gZ3c-PUgB5TW6gBkdiM1fKo1IDrAeHoCpxVoA2plpSqDtQ7O3dAOPGxfE8zgCl5Fj7QtFVKM1Wx4SNaPIEK6pPuZxoMwQXzKOoP4hWLMQB7ERKRsh-4qiZTgTCF52h0faTSRs9DslHrUdJ59rThw071pBwaFx9oqnQ_tjXu8/s548/plejanov%20sobre%20la%20sociolog%C3%ADa.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="548" height="468" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9W0bghdEg7HL6KwXe6bS0gZ3c-PUgB5TW6gBkdiM1fKo1IDrAeHoCpxVoA2plpSqDtQ7O3dAOPGxfE8zgCl5Fj7QtFVKM1Wx4SNaPIEK6pPuZxoMwQXzKOoP4hWLMQB7ERKRsh-4qiZTgTCF52h0faTSRs9DslHrUdJ59rThw071pBwaFx9oqnQ_tjXu8/w640-h468/plejanov%20sobre%20la%20sociolog%C3%ADa.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«El socialismo utópico elaboró fácilmente planes para la futura estructura social. El socialismo científico, a pesar de la afirmación del señor Bernstein antes citada, no se ocupa de la sociedad futura, sino de definir esa tendencia que es peculiar al orden social actual. No pinta el futuro con colores brillantes: estudia el presente. Un ejemplo vívido: por un lado, la imagen de Fourier de la vida futura de la humanidad en los falansterios; por otro lado, el análisis de Marx del actual modo de producción capitalista.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si los medios para eliminar las actuales incongruencias sociales no pueden idearse sobre la base de consideraciones generales sobre la naturaleza humana, sino que deben descubrirse en las condiciones económicas de nuestro tiempo, es evidente que su descubrimiento tampoco puede ser una cuestión de azar, independiente de estas condiciones. No, el descubrimiento en sí es un proceso conforme a la ley y accesible al estudio científico. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El principio básico de la explicación materialista de la historia es que el pensamiento de los hombres está condicionado por su ser, o que, en el proceso histórico, el curso del desarrollo de las ideas está determinado, en última instancia, por el curso del desarrollo de las relaciones económicas. Si este es el caso, es claro que la formación de nuevas relaciones económicas necesariamente debe traer consigo la aparición de nuevas ideas correspondientes a las nuevas condiciones de vida. Y si a algún «hombre brillante» se le ocurre una nueva idea sociopolítica y se da cuenta, por ejemplo, de que el viejo orden social no puede durar, sino que debe ser reemplazado por uno nuevo, entonces esto no sucede por casualidad, como creyeron los socialistas utópicos, sino por la fuerza de una necesidad histórica bastante comprensible.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De la misma manera, la difusión de esta nueva idea sociopolítica, su asimilación por parte de los partidarios de ese «hombre brillante», no puede atribuirse al azar; gana terreno precisamente porque corresponde a las nuevas condiciones económicas y penetra precisamente en esa clase o estrato de la población que más que ningún otro siente las desventajas del sistema social obsoleto. El proceso de difusión de la nueva idea también resulta conforme a la ley. Y puesto que la difusión de la idea correspondiente a las nuevas relaciones económicas debe ir seguida, tarde o temprano, de su realización, es decir, de la eliminación del viejo orden y del triunfo del nuevo orden social, se sigue que todo el curso del desarrollo social, de toda «evolución social», con sus diversos aspectos y los rasgos «revolucionarios» que le son propios, se percibe ahora desde el punto de vista de la necesidad.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí, entonces, tenemos a la vista la característica principal que distingue al socialismo científico del utópico. El socialista científico considera la realización de su ideal como una cuestión de necesidad histórica, mientras que el socialista utópico cifra sus esperanzas en el azar. Esto trae consigo un cambio correspondiente en los métodos de propaganda del socialismo. Los utópicos trabajaron al azar, dirigiéndose hoy a monarcas ilustrados, mañana a capitalistas emprendedores y ávidos de ganancias y al día siguiente a amigos desinteresados de la humanidad, etcétera. Los socialistas científicos, por el contrario, tienen un programa equilibrado y coherente basado en la comprensión materialista de la historia. No esperan que todas las clases de la sociedad simpaticen con el socialismo, siendo conscientes de que la capacidad de una clase determinada para ser receptiva a una idea revolucionaria concreta está condicionada por la posición económica de esa clase y que, de todas las clases de la sociedad contemporánea, solo el proletariado se encuentra en una posición económica que inevitablemente lo empuja a la lucha revolucionaria contra el orden social imperante. También aquí, como en todas partes, los socialistas científicos no se contentan con considerar la actividad del hombre social como la causa de los fenómenos sociales; miran más profundamente y perciben esta causa en sí misma como una consecuencia del desarrollo económico. Aquí, como en todas partes, examinan la actividad consciente de los hombres desde el punto de vista de su necesidad:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Si no tuviéramos mejor testimonio de la futura revolución del actual modo de distribución de los productos del trabajo, con el contraste hiriente de la miseria y la opulencia, del hambre y el exceso, que la conciencia de que ese modo de distribución es injusto y que el derecho tiene que triunfar finalmente, nuestra situación sería bastante mala y nuestra espera bastante larga. Los místicos medievales que soñaban con la llegada de un reino de los Mil Años ya tenían consciencia de la injusticia del antagonismo de clase. En el umbral de la historia moderna, hace trescientos cincuenta años, Thomas Münzer lanzó semejante grito por el mundo. Y ese mismo grito suena −y se apaga− en las revoluciones burguesas inglesa y francesa. Y si hoy ese grito de la abolición de los antagonismos y las distinciones de clases, que hasta 1830 dejaba frías a las masas laboriosas y oprimidas, se repite por millares, encuentra eco entre millones, se apodera de un país tras otro con la misma intensidad con que se desarrolla en los diversos países la gran industria, si ese grito ha conquistado en una generación una fuerza que puede hacer frente a todos los poderes unidos contra él y puede estar segura de su triunfo en un futuro próximo, ¿a qué se debe todo ello? A que, por una parte, la gran industria moderna ha creado un proletariado, una clase que, por primera vez en la historia, puede reivindicar la exigencia de suprimir no tal o cual organización de clase o tal o cual privilegio de clase, sino las clases como tales, y que se encuentra en tal situación que tiene que imponer esa exigencia so pena de hundirse en la condición del culí chino. Y, por otra parte, a que esa misma gran industria ha creado con la burguesía una clase que posee el monopolio de todos los instrumentos de producción y todos los medios de existencia, pero que prueba en todos los períodos de loca exaltación y en todas las crisis subsiguientes que siguen a esos períodos, que ya es incapaz de seguir dominando las fuerzas productivas que han crecido más de lo que su poder abarca; una clase bajo cuya dirección la sociedad corre hacia la ruina como una locomotora cuyo maquinista fuera demasiado débil para abrir la bloqueada válvula de seguridad. Dicho de otro modo: este fenómeno se debe a que tanto las fuerzas productivas engendradas por el moderno modo de producción capitalista como el sistema de distribución de bienes por él creado, han entrado en flagrante contradicción con el modo de producción mismo, y ello hasta tal punto que tiene que producirse una revolución de los modos de producción y distribución que elimine todas las diferencias de clase, si es que la entera sociedad moderna no quiere perecer. En ese hecho tangible, material, que se impone más o menos claramente, pero con necesidad invencible en el espíritu de los proletarios explotados; en ese hecho −y no en las ideas de tal o cual sabio de gabinete sobre lo justo y lo injusto−, reside la certeza de la victoria del socialismo». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)<span></span></i></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto es lo que dijo Engels en su disputa con Dühring, y sus palabras retratan con total claridad los rasgos distintivos del socialismo científico que ahora conocemos: la visión de que el movimiento de emancipación del proletariado es un proceso social regulado por la ley; la convicción de que sólo la necesidad puede asegurar el triunfo de la libertad.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cuando nuestro Belinsky −al sentirse atraído por primera vez por Hegel− abandonó resueltamente por un tiempo sus aspiraciones a la libertad, dio una prueba sorprendente e incontestable de la profundidad de su comprensión teórica. Su renuncia a las aspiraciones se inspiró precisamente en la conciencia de que el triunfo de la libertad sólo podía garantizarse mediante una necesidad objetiva. Al no ver en la realidad rusa ningún indicio de la inevitabilidad objetiva de tal triunfo, rechazó toda esperanza al respecto por considerarlo históricamente insostenible. Más tarde dijo de sí mismo que no había podido «desarrollar la idea de la negación». Este concepto, en su aplicación a la sociedad burguesa, fue desarrollado por los fundadores del socialismo científico.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Taine dice en alguna parte que la ciencia perfecta reproduce con gran exactitud en ideas la naturaleza y consistencia de los fenómenos. Una ciencia así puede hacer pronósticos precisos sobre cada fenómeno por separado. Y no hay nada más fácil que demostrar que las ciencias sociales no tienen ni pueden tener tal precisión. Pero el socialismo científico tampoco ha afirmado jamás tal precisión. Cuando sus oponentes objetan que la predicción sociológica es imposible, confunden dos conceptos bastante distintos; el concepto de dirección y resultado general de un proceso social particular, y el concepto de fenómenos −eventos− separados de los que se compone el proceso. La predicción sociológica se distingue, y siempre se distinguirá, por tener muy poca precisión en todo lo que concierne a la predicción de acontecimientos separados, mientras que posee una precisión bastante considerable cuando tiene que definir el carácter general y la tendencia de los procesos sociales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tomemos un ejemplo. Las estadísticas demuestran que la tasa de mortalidad fluctúa según la época del año. Sabiendo cómo fluctúa en un país o localidad particular, es fácil pronosticar hasta qué punto el número de muertes aumentará o disminuirá de un período del año a otro. Aquí estamos hablando del carácter general y de la tendencia de un proceso social particular, por lo que es posible hacer un pronóstico muy exacto. Pero si quisiéramos conocer los fenómenos particulares en los que se expresará, digamos, el aumento de la mortalidad con la llegada del otoño, o si quisiéramos preguntarnos qué personas concretas no sobrevivirán al otoño y cuáles serán las consecuencias concretas y las circunstancias que provocarán su desaparición, no deberíamos esperar una respuesta de las ciencias sociales; y si todavía esperáramos conseguir una tendríamos que recurrir a los servicios de un mago o un adivino. Otro ejemplo. Supongamos que en el parlamento de un país determinado hay representantes de los grandes terratenientes cuyos ingresos se están viendo seriamente reducidos por la competencia de los países vecinos; de los empresarios industriales que comercializan sus productos en los mismos países vecinos; y, por último, de los proletarios que existen únicamente de la venta de su fuerza de trabajo. Se ha presentado ante este parlamento un proyecto de ley para imponer un arancel elevado a las importaciones de cereales. ¿Qué dirá aquí? ¿Podrá el sociólogo predecir cómo reaccionarán ante este proyecto de ley los representantes parlamentarios de las distintas clases sociales? Pensamos que en este caso el sociólogo −y no sólo el sociólogo, el hombre de ciencia, sino cualquiera que tenga alguna experiencia política y sentido común− tiene todas las posibilidades para hacer un pronóstico exacto.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los representantes de los terratenientes, dirá el sociólogo, apoyarán la propuesta con todas sus energías; los representantes del proletariado lo rechazarán con la misma energía y, en este sentido, los representantes de los empresarios no se quedarán atrás en su oposición, a menos que los representantes de los terratenientes hayan comprado su acuerdo de no oponerse al proyecto de ley mediante algún tipo de cambio económico realmente importante, o al menos mediante alguna concesión a ellos en algún otro campo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta previsión se hará sobre la base del análisis de los intereses económicos de las diferentes clases sociales y tendrá la precisión y exactitud de una deducción matemática, al menos en lo que respecta a los terratenientes y al proletariado. Además, conociendo la fuerza electoral de los representantes de cada una de estas clases en el parlamento, nuestro sociólogo podrá pronosticar fácil y exactamente el destino del proyecto de ley. También en este caso su pronóstico puede tener un alto grado de precisión y confiabilidad. Pero como usted puede no estar satisfecho con tener una previsión general de la naturaleza y la tendencia de este proceso social particular –el proceso de lucha por el proyecto de ley– y quiere determinar de antemano quién exactamente tomará la palabra sobre este proyecto de ley y qué tipo de escenarios parlamentarios se desarrollarán ante los discursos de los futuros oradores, entonces el sociólogo le responderá que ya no tiene previsión científica, sino conjeturas más o menos ingeniosas, y si esto no es suficiente para usted, tendrá que volver a dedicarse a la magia. Un tercer ejemplo: si se toman las obras de los grandes ilustradores franceses del siglo XVIII –digamos, por ejemplo, Holbach–, se encontrará en ellas todo el programa social de la Gran Revolución Francesa. Pero lo que no encontrarán en ellos es una única previsión sobre los acontecimientos históricos que posteriormente constituyeron el proceso mediante el cual se pusieron en práctica las demandas planteadas por los ilustradores franceses en nombre de todo el tercer estado.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿A qué se debe esta diferencia? Está claro de dónde viene. La naturaleza y tendencia de un proceso social determinado es una cosa; los acontecimientos separados que componen todo el proceso son una cuestión completamente diferente. Si comprendo la naturaleza y la tendencia del proceso, puedo predecir su resultado. Pero por muy profunda que sea mi comprensión de este proceso, no me permitirá predecir acontecimientos separados y sus características particulares. Cuando la gente afirma que la predicción sociológica es imposible, o, al menos, extremadamente difícil, casi siempre tienen en mente la imposibilidad de predecir acontecimientos particulares, olvidando por completo que esto no es asunto de la sociología. La predicción sociológica no tiene por objeto acontecimientos aislados, sino los resultados generales de ese proceso social que –como, por ejemplo, el proceso de desarrollo de la sociedad burguesa– ya se está realizando en el momento dado. Que estos resultados generales pueden determinarse de antemano lo ilustra bien el ejemplo antes mencionado de la Revolución Francesa, cuyo programa social completo fue formulado, como hemos dicho, por los representantes literarios avanzados de la burguesía.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su libro recientemente publicado, «Las clases sociales. Análisis de la vida social» (1902), el profesor Arthur Bauer de París expresa una opinión similar sobre la predicción sociológica. Su libro es interesante en muchos aspectos. Es una lástima que el erudito profesor esté muy mal informado sobre la historia de las opiniones que desarrolla. Evidentemente no se le ocurre que entre sus «predecesores» debería haber incluido a los filósofos Schelling y Hegel, y a los socialistas Marx y Engels. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los teóricos burgueses y los «críticos» de Marx suelen presentar también el siguiente argumento en las discusiones sobre la posibilidad del socialismo científico: «Si el socialismo científico es posible, dicen, entonces la ciencia social burguesa también es posible, lo cual es una tontería contradictoria, ya que la ciencia no puede ser ni socialista ni burguesa. La ciencia es integral. La economía política burguesa es tan impensable como las matemáticas socialistas».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este argumento también se basa en una confusión de ideas. Las matemáticas no pueden ser ni socialistas ni burguesas, eso es cierto. Pero lo que es cierto cuando se aplica a las matemáticas, no lo es cuando se aplica a las ciencias sociales. ¿A cuánto es igual la suma de los cuadrados de los lados más cortos de un triángulo rectángulo? Al cuadrado de la hipotenusa. ¿Está bien? ¿Siempre es correcto? Siempre. La relación del cuadrado de la hipotenusa con la suma de los cuadrados de los otros dos catetos no puede variar, ya que las propiedades de las figuras matemáticas son invariables. ¿Y qué encontramos en la sociología? ¿El tema de su investigación permanece invariable? No es así. El tema de la investigación sociológica es la sociedad y la sociedad se desarrolla y, en consecuencia, cambia. Es precisamente este cambio, este desarrollo, lo que proporciona la posibilidad de la ciencia social burguesa y, de la misma manera, del socialismo científico. En su desarrollo, la sociedad pasa por ciertas fases a las que corresponden las fases de desarrollo de las ciencias sociales; por ejemplo, lo que llamamos economía burguesa es una fase en el desarrollo de la ciencia económica, y lo que llamamos economía socialista es otra fase, que sigue inmediatamente a la primera. ¿Qué tiene de sorprendente esto? ¿Dónde está aquí el absurdo contradictorio?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sería un error pensar que la economía burguesa se compone únicamente de errores. Nada de eso. En la medida en que la economía burguesa corresponda a una determinada fase del desarrollo social, contendrá una verdad científica irrefutable. Por eso el punto de vista de clase burgués en su época no sólo no impidió el progreso de la ciencia, sino que fue su condición esencial. En mi «Prefacio al «Manifiesto del Partido Comunista» (1882), lo he demostrado con el ejemplo de los historiadores burgueses franceses de la época de la Restauración. Pero esta verdad es relativa precisamente porque corresponde sólo a una determinada fase del desarrollo social. Sin embargo, los teóricos burgueses, que imaginan que la sociedad debe permanecer siempre en la fase burguesa, atribuyen a sus verdades relativas un significado absoluto. Éste es su error básico, que está siendo corregido por el socialismo científico, que surgió debido al hecho de que la época burguesa de desarrollo social está llegando a su fin. El socialismo científico puede compararse con la misma lechuza de Minerva de la que hablaba Hegel y que, según él, vuela sólo cuando el sol del orden social predominante −en este caso, el capitalista− está venciendo. Una vez más: ¿dónde está aquí la contradicción? ¿Dónde está la tontería? Aquí no hay contradicción ni disparate; aquí, por el contrario, tenemos la oportunidad de mirar el proceso mismo de desarrollo de la ciencia como un proceso conforme a la ley.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sea como fuere, el principal rasgo distintivo del socialismo científico ahora nos resulta bastante claro. Sus seguidores no están satisfechos con la esperanza de que los ideales socialistas, debido a su elevada naturaleza, atraigan la simpatía general y, por tanto, triunfen. No, requieren la seguridad de que esta misma atracción de la simpatía general hacia los ideales socialistas es un proceso social necesario, y derivan esta seguridad del análisis de las relaciones económicas contemporáneas y del curso de su desarrollo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Algunos escritores, por ejemplo, Stammler, sostienen que, si el triunfo del socialismo es una necesidad histórica, la actividad práctica de la socialdemocracia es completamente superflua. ¿Por qué promover la ocurrencia de algo que seguramente sucederá? Esto es, por supuesto, un sofisma lamentable y ridículo. La socialdemocracia, al analizar el desarrollo histórico desde el punto de vista de la necesidad, considera su propia actividad como un eslabón esencial de la cadena de aquellas condiciones necesarias, cuya totalidad hace inevitable la victoria del socialismo. Un eslabón esencial no puede ser superfluo: su eliminación rompería toda la cadena de acontecimientos. La debilidad lógica de este sofisma resulta clara para cualquiera que comprenda lo que hemos dicho anteriormente sobre la libertad y la necesidad».</span><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;"> </span><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;"><span style="font-size: medium;">(</span></span><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;">Gueorgui Plejánov; </span><a href="https://www.marxists.org/archive/plekhanov/1902/preface-utopian.htm" style="font-family: georgia; font-size: 16px;">Prefacio a la traducción de «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1880) de Friedrich Engels</a><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;">, 1902</span><span style="font-family: georgia; font-size: medium;">)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-35857336269855645762024-02-06T22:41:00.002+01:002024-02-19T11:35:33.156+01:00 ¿Revitalizó Sorel el marxismo como proclamó Mariátegui?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghyifeMwUzuvOVCbZv5c1DGh_tO6iZvAmo8Y1BcPbrKLTS5n8a118yc15rBhMBH84mmBwPQSKPnCqBbWh6QfxnJkm2rgo0XzB3P2Jss8AnRODfEf9Qa_57phWCVmbjCF2J-_qP5pTOynScO61GrXGyc_hhpm9SzuaBhCTyAiSTkMdt2_0u15-uFPGr__1P/s728/aaa.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="508" data-original-width="728" height="446" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEghyifeMwUzuvOVCbZv5c1DGh_tO6iZvAmo8Y1BcPbrKLTS5n8a118yc15rBhMBH84mmBwPQSKPnCqBbWh6QfxnJkm2rgo0XzB3P2Jss8AnRODfEf9Qa_57phWCVmbjCF2J-_qP5pTOynScO61GrXGyc_hhpm9SzuaBhCTyAiSTkMdt2_0u15-uFPGr__1P/w640-h446/aaa.png" width="640" /></a></div><p style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;"><i>[Publicado originalmente en 2021. Reeditado en 2024]</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">¿Cuál fue para el peruano José Carlos Mariátegui la fuente de la revitalización del marxismo en el siglo XX? Atentos, porque no tiene desperdicio:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Georges Sorel, tan influyente en la formación espiritual de Lenin, ilustró el movimiento revolucionario socialista −con un talento que Henri de Man seguramente ignora, aunque en su volumen omita toda cita del autor de «Reflexiones sobre la violencia»− a la luz de la filosofía bergsoniana, continuando a Marx». (...) Vitalismo, activismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas, en lo que podían aportar a la revolución, han quedado al margen del movimiento intelectual marxista. (…) A través de Sorel, el marxismo asimila los elementos y adquisiciones sustanciales de las corrientes filosóficas posteriores a Marx. Superando las bases racionalistas y positivistas del socialismo de su época». (José Carlos Mariátegui; En defensa del marxismo, 1928)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El autor peruano ignoraba u ocultaba que Sorel fue el precursor del «sindicalismo revolucionario», ideología que tanto influenciaría a las huestes anarquistas y fascistas por su violencia, vitalismo y pensamiento irracional. En sus escritos, el pensador francés, pese a un periodo inicial de simpatía por el marxismo a finales del siglo XIX, acabó apoyando postulados religiosos y ultranacionalistas, se declaró favorable a la «intuición» de filósofos idealistas como Bergson y la «moralidad» de reformistas como Proudhon. De hecho, se dedicó en varias obras a atacar los fundamentos del socialismo científico de Marx y Engels. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por esta razón, Lenin, jefe de los marxistas rusos, calificó a Sorel como un mero charlatán:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Se equivoca usted, señor Poincaré: sus obras prueban que hay personas que no pueden pensar más que contrasentidos. Una de ellas es Georges Sorel, confusionista bien conocido». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cambio, para el señor Mariátegui, ¡fueron Sorel y el resto de escuelas idealistas quienes revitalizaron el marxismo y al propio Lenin! </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para muestra un botón: los estudiosos del fascismo español, como Julio Gil Pecharromán, reconocían que la obra de Georges Sorel «Reflexiones sobre la violencia» (1908), fue absolutamente clave para la formación del ideario de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange Española. Esto no es ningún secreto, ya que dicha obra también formaba parte del plan de lecturas del líder fascista destinado a los falangistas de las prisiones de Madrid o Alicante. Véase la obra de Francisco Bravo Martínez: «Historia de FE-JONS» (1940). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hasta el propio Benito Mussolini reconoció la influencia del pensamiento de Sorel en el fascismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Reformismo, revolucionarismo, centrismo, incluso los mismos ecos de estos neologismos, se han debilitado, mientras que en el gran torrente del fascismo se encuentran las corrientes que nacen de Sorel, de Peguy, de Lagardelle, el del «movimiento socialista» y de las fuentes del sindicalismo italiano, que entre 1904 y 1914 aportaron una novedad en el ambiente socialista italiano». (Benito Mussolini; La doctrina del fascismo, 1932)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dicho esto, en este capítulo el lector podrá encontrar los siguientes apartados en los que iremos descomponiendo la cuestión que aquí nos atañe: a) ¿En qué se basaba el incipiente marxismo francés del siglo XIX?; b) El contexto histórico-político que da luz al sorelismo es fruto de la bancarrota reformista; c) La crítica de Sorel y Croce al materialismo histórico; d) ¿Es cierto que Marx no sistematizó ninguna teoría? ¿Fue todo un invento de Engels?; e) La filosofía soreliana del conocimiento; f) ¿Convirtieron los discípulos de Marx sus ideas en un dogma?; g) El fetiche por la huelga general y los conatos de economicismo por doquier; y, por último, h) El «mito soreliano» como condición «sine qua non» para movilizar al pueblo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaYeOg1koY9NhKLIgxNNHUyEdCyqk_9xHmEgwuOavqgKdmgihYZvPPHV1X4MCa8mXeTiY15VhVtM91UvnAG4UBooleWCX8YKVIDSl6-r-IFZR0-w1-4i5MJzK3lPTz8Rm3U9rjvJADMqj5/s1200/franch.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="709" data-original-width="1200" height="378" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaYeOg1koY9NhKLIgxNNHUyEdCyqk_9xHmEgwuOavqgKdmgihYZvPPHV1X4MCa8mXeTiY15VhVtM91UvnAG4UBooleWCX8YKVIDSl6-r-IFZR0-w1-4i5MJzK3lPTz8Rm3U9rjvJADMqj5/w640-h378/franch.png" width="640" /></a></span></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b style="text-align: justify;"> ¿En qué se basaba el incipiente marxismo francés del siglo XIX?</b></span></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Bien, aunque comencemos desviándonos algo del tema central, la cuestión de Mariátegui, este ejercicio será necesario para profundizar sobre Sorel y conocer cuánto daño han hecho este tipo de prácticas políticas ciegas, siempre muy duchas en frases de alta sonoridad revolucionaria, pero de esencia más que discutible. Solo así podremos comprender hasta qué punto Mariátegui estaba promocionando la ideología soreliana, que como iremos comprobando no solo era incompatible con el marxismo, sino también antagónica a este.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, ¿cómo surge el «sorelismo» en Francia y por qué influye a posteriori a tantas corrientes reaccionarias? Uno de los principales motivos es que Georges Sorel buscaba «limpiar su cabeza» de los «dogmas saint-simonianos y positivistas». Más tarde, sabedor de las osadías que en su momento cometió el socialismo utópico y la sociología burguesa para intentar «hacer ciencia» −por medio de sus fórmulas infantiles y sus metodologías rudimentarias−, intentó justificar su acercamiento a la «filosofía de la intuición», capitaneada por su estimado compatriota Henri Bergson. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, esta frustración hacia los movimientos y filosofías precedentes no termina ahí ni es su único motivo de «rebeldía» contra el «racionalismo», pues, aunque parezca un tópico, debemos tener en cuenta −entre otros motivos− la fuerza desmoralizadora que supuso para muchos como él la dudosa práctica de los partidos marxistas, quienes se denominaban de distintas formas: «socialdemócratas», «socialistas», «obreros», etc. El propio Sorel, al ser un testigo de época, reflexionó sobre la crisis que asolaba al movimiento marxista, el cual, en aquel momento, destinaba gran parte de sus energías a batir a sus enemigos internos. Algunas cabezas visibles, otrora fieles al marxismo, ahora parecían estar con un pie en el abismo, cruzando la línea entre el marxismo y su revisión, como ocurriría con el famoso caso de Eduard Bernstein, a quien Sorel tanto influenció en el desenlace de su deserción. Véase la obra de Georges Sorel: «La polémica por la interpretación del marxismo: Bernstein y Kautsky» (1900).<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para quien no lo sepa, en estas organizaciones marxistas se estaba cristalizando cada vez más una pugna entre una tendencia tradicional, «revolucionaria» y «ortodoxa», frente a otra «reformista» y «heterodoxa». El objetivo más común de estos últimos era: 1) popularizar sus ideas poco a poco en todas las esferas del partido para, con el tiempo, volverlas «familiares» y aceptables a ojos de los militantes; 2) alcanzar puestos de poder sin hacer demasiado ruido, maniobrando y realizando concesiones formales para no levantar sospechas ni ser expulsados; 3) contagiar a los jefes de mayor importancia de este espíritu liberal para que, valiéndose de su autoridad y apoyo, llegado el momento, se oficializara un nuevo viraje político. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aunque, inicialmente, Sorel simpatizaba con ciertas «tradiciones del marxismo» y se horrorizaba con «ciertas licencias liberales», consideraba normal esta coexistencia entre corrientes tan dispares. Para él, no parecía un problema el posible emponzoñamiento ideológico que pudiera derivarse de esta malsana situación interna:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Es muy fácil reconocer en el socialismo contemporáneo dos concepciones éticas opuestas. (…) El primero, inspirado en las tradiciones de la burguesía liberal, está vinculado a la Revolución Francesa; el segundo, desarrollado principalmente bajo la influencia de Marx, extrae sus principios del estudio de las condiciones sociales producidas por la industria a gran escala. Sin embargo, no debemos creer que no existe una escuela perfectamente pura; ningún socialista se ha mantenido siempre fiel a una sola doctrina». (Georges Sorel; La ética y el socialismo, 1898)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Antes de continuar, habría que entender un poco el contexto político de aquellos años. Por ello, daremos un par de pinceladas históricas sobre el movimiento obrero francés. Como se ha dicho, Sorel fue coetáneo a las primeras experiencias del «socialismo francés» de Paul Lafargue y Jules Guesde, los padres fundadores del Partido Obrero Francés (1880-1902), por esta razón, se acabó interesando por el marxismo y pasó a colaborar con varias revistas de este tipo entre 1894 y 1897. Como curiosidad, también mantuvo una activa correspondencia con uno de sus jefes internacionales más destacados: el marxista italiano Antonio Labriola. Este ironizaría así sobre la deserción de Sorel años después:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sin rencor, ¡qué mortificación para mí! (…) Comienza un diálogo didáctico con un amigo, y éste pasa inmediatamente al otro lado. ¿No es así, señor Sorel? Este diálogo no era más que un monólogo, y… tanto mejor». (Antonio Labriola; Introducción a la obra: «Filosofía y socialismo. Cartas a G. Sorel» de 1897, 1898)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por su parte, Marx y Engels, discreparon no pocas veces con las declaraciones de la cúpula socialista francesa del siglo XIX, así sucedió, por ejemplo, en la forma errada de combatir a los «posibilistas» de Malón, Brousse y Joffrín (1882), la cuestión de cómo enfrentar la amenaza bonapartista de Boulanger (1889), las necesarias correcciones en el programa agrario (1894) o la seducción por el «socialismo independiente» de Jaurès y Millerand. Esto bien se puede comprobar en el intercambio de cartas de ambos con sus respectivos compañeros de armas europeos. Véanse las obras de Marx y Engels: «Collected Works» Vol.46 (1880-83)», «Collected Works» Vol.48 (1887-90)» y «Collected Works» Vol.50 (1892-95). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es más, cuán importantes fueron este tipo de controversias, que Engels llegó a declarar que esto parecía una segunda parte de las trifulcas entre los marxistas y los bakuninistas de 1870:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Y éste es el único punto en el que estoy de acuerdo con Brousse: que es la antigua división en la [I] Internacional otra vez, la que ahora conduce a la gente a dos campos opuestos. Por un lado, los discípulos de Bakunin, con una bandera diferente, pero con todo el viejo equipo y sus tácticas, un conjunto de intrigantes y farsantes que tratan de «dirigir» al movimiento obrero para sus propios fines privados; al otro lado el verdadero movimiento obrero. Y fue esto, y solo esto, que me hizo tomar el asunto con tanta seriedad y fervor». (Friedrich Engels; Carta a Laura Lafargue, 11 de junio de 1889)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estas disputas −Bernstein contra Kautsky o Struve contra Plejánov− eran paralelas y similares a otras que se tejían en los partidos europeos del momento, y, aun décadas después, siguieron siendo la principal fuente de información para la formación ideológica de los futuros líderes revolucionarios. Véase la obra de Lenin: «Prefacio a la traducción rusa del libro de correspondencia J. F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros con F. A. Sorge y otros» (1907). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Años después, el propio Lenin escribiría que estas luchas sucesivas no solo no eran disputas escolásticas, como declaraban los otzovistas, sino que eran clave para poder apuntalar de una vez un movimiento que aspirase a la seriedad y la rigurosidad en sus postulados. Atentos −los corchetes son nuestros−:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Que gimoteen los blandengues, los que aquí y allá gritarán: ¡Otra vez la lucha! ¡Otra vez las fricciones internas! ¡Otra vez la polémica! Nosotros les respondemos: sin luchar una y otra vez, jamás se ha formado en sitio alguno [un movimiento] verdaderamente proletario, revolucionario. (…) En interés de esta nueva diferenciación es imprescindible reforzar la labor teórica». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; A propósito de dos cartas, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el caso del «socialismo francés», albergó desde sus comienzos numerosas ideas ajenas al socialismo científico que comprometían su cohesión interna y su difusión entre los sujetos susceptibles de tener tales inclinaciones y sumarse a la causa. Estas desviaciones podían resumirse, entre otras, en: a) un marcado «autonomismo» de las estructuras partidarias que impedía toda dirección de mando; b) concepciones morales abstractas que equiparaban las revoluciones burguesas respecto a las proletarias en aras de un «derecho» a la «libertad»; c) arengas vacías a la revolución sin la preparación pertinente, muy propias del bakuninismo; d) candidez ante las confabulaciones de los líderes fraccionalistas que pretendían desechar el marxismo; e) pasar del abstencionismo anarquista a un electoralismo −con los radicales-republicanos o con los populistas conservadores−, intentando arañar algo de influencia; f) discursos demagógicos alzándose como representantes de los «pequeños propietarios» y prometiéndoles «salvar su economía» bajo el capitalismo, etc.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Existen infinidad de documentos de referencia donde el lector podrá consultar todo esto. Véase la obra de Samuel Bernstein «Jules Guesde, pionero del marxismo en Francia» (1940); la obra de Thomas Moodie «La reorientación del socialismo francés, 1888-90» (1975); los subcapítulos de Manuel Salgado «La herencia clasista en el campo internacional: del pueblo trabajador a la clase» de su obra: «¿Clase o pueblo?» (2004); y también la obra de Odile Rudelle «La república absoluta» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Toda esta amalgama ideológica de la que partía el incipiente «marxismo francés», aun cuando era conducido por Lafargue, Guesde y otros, condujo a la famosa y cómica expresión de Marx, tantas veces manipulada:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ahora bien, lo que se conoce como «marxismo» en Francia, de hecho, es un producto completamente peculiar, tanto es así que Marx dijo una vez a Lafargue: «Si algo es cierto es que yo mismo no soy marxista». (Friedrich Engels; Carta a Eduard Bernstein, 2 de noviembre de 1882)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es decir, no es que Marx renegase de su propia doctrina, lo cual sería un absurdo, sino que en esta ocasión se diferenciaba de todos aquellos que, deseando abanderarla, la adulteraban y ensuciaban su imagen. Estas declaraciones no representaron una excepción, más bien fueron una constante tanto en la biografía de Marx como en la de Engels. Este último, si bien consideraba al grupo de Guesde como «sus amigos», confesaba amargado que, pese a sus cualidades positivas, Guesde no dejaba de cometer imprudencias por su carácter tan irreflexivo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Guesde. En cuestiones de teoría, este hombre es, con mucho, el pensador más lúcido entre los parisinos, y uno de los pocos que no hace ninguna excepción a los orígenes alemanes del socialismo actual. (…) Las fallas de Guesde son de un tipo muy diferente. En primer lugar, la superstición parisina de que la palabra revolución es algo sobre lo que uno debe estar continuamente discutiendo. Y, en segundo lugar, impaciencia sin límites. (…) El caso es que, durante los últimos 12 o 15 meses, nuestros amigos franceses, que intentan montar el Partido Obrero, han cometido un desatino tras otro, y esto se aplica a todos ellos sin excepción. (…) De vez en cuando, Marx, como yo, ha transmitido consejos a Guesde a través de Lafargue, pero casi nunca los ha aceptado, aunque es cierto que cuando Guesde vino y trataba de enmarcar el proyecto de programa del partido, su preámbulo le fue dictado palabra por palabra por Marx». (Friedrich Engels; Carta a Eduard Bernstein, 25 de octubre de 1881)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por su parte, aún en 1882, Marx era mucho más duro con su yerno, Lafargue, calificándolo como alguien que no se había desencantado del bakuninismo que una vez había combatido:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Es hora, digo, de que Lafargue ponga fin a su pueril fanfarronear sobre los espantosos hechos de su revolución del futuro. (…) Eso es lo que les sucede a veces a los oráculos; lo que ellos creen ser su propia inspiración es, por el contrario, y más a menudo que no, simplemente un recuerdo que ha permanecido atascado en sus mentes. (…) Lafargue es, de hecho, el último discípulo serio que queda de Bakunin. Debería volver a leer el panfleto que él y usted escribieron sobre la «Alianza» y se daría cuenta de donde ha obtenido la munición utilizada». (Karl Marx; Carta a Friedrich Engels, 11 de noviembre de 1882)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para entender esta desconfianza de «El Moro» con sus «discípulos» y «camaradas», hay que tener en cuenta las circunstancias de estos últimos. En la Francia de finales del siglo XIX, lejos de lo que pudiera pensarse, la literatura marxista era escasa, esta apenas había tomado contacto con la población, por lo que todo el mundo, incluso los de mejores intenciones, se movían más por mera intuición que por consciencia real. El propio Guesde reconoció a Marx cuán lejos estaba de lograrse en el movimiento revolucionario francés una unidad y coherencia interna:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Como tú, estoy convencido de que antes de que uno pueda pensar en una acción, es necesario haber creado, mediante una propaganda tan activa como continua, un partido, un ejército consciente. Como tú, finalmente disputo que la simple destrucción de lo que existe es suficiente para establecer lo que queremos, y creo que a más largo o más corto plazo el ímpetu, la dirección, debe venir de arriba, de los que «saben más». En estas condiciones, desde mi regreso me he esforzado por crear este «partido obrero independiente y militante» que −como tan acertadamente proclama− es «de suma importancia» frente a los acontecimientos que se avecinan». (Jules Guesde; Carta a Karl Marx, 1879)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y en esta ecuación de desconocimiento general, debería incluirse también el importante factor de la baja formación de los cuadros de dirección. Otro de los jefes confesaba en 1897: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Incluso en 1877, cuando yo era uno de los que comenzaba a difundir la teoría colectivista y marxista a través del periódico, apenas conocía algunos rudimentos de ella: (…) estábamos aprendiendo socialismo al mismo tiempo que lo enseñábamos a nuestros lectores, y es indiscutible que a veces nos equivocamos». (Gabriel Deville; Prefacio a la tercera edición de su resumen de «El Capital» de Karl Marx, 1897)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La mayor parte de las obras estaban traducidas por los hombres de confianza de Marx y Engels, pero en el país galo solo se conocían ciertos escritos de referencia, publicados en su mayoría muy tardíamente: a) «Miseria de la filosofía» (1847) de Marx; b) «El Capital, Tomo I» publicado entre 1872 y 1875, también de Marx; c) El «Anti-Dühring» (1880) de Engels, traducido por Lafargue; d) «El manifiesto comunista» (1882) de Marx y Engels, traducido por Lafargue; e) «Salario, precio y ganancia» (1889) de Marx; f) «El origen de la propiedad privada y la familia» (1893) de Engels. Véase la obra de Lesmaterialistes.com: «El Partido Obrero Francés» (2016).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Qué cuadro podía esperarse de esta situación? Muy sencillo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En primer lugar, los guesdistas no se esforzaban demasiado por hacer traducir al francés los escritos de Marx y Engels. Con la excepción del primer tomo de «El Capital» (1867) y «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1880) no existía con anterioridad a los años noventa ningún trabajo de Marx y Engels en forma de libro o de folleto. Tan solo tres escritos más pequeños fueron publicados por entregas en revistas inaccesibles. Solo en los años noventa y sobre todo hacia finales de siglo cambió el panorama. Hubo que esperar a 1895 para que se publicase como folleto un escrito tan fundamental como «El Manifiesto Comunista» (1848). Tan solo tomando en consideración estos datos se podría preguntar si realmente el movimiento revisionista que fue fortaleciéndose en Francia a lo largo de los años noventa tenía tanto que revisar». (Bo Gustafsson; Marxismo y revisionismo. La crítica bernsteiniana del marxismo y sus premisas histórico-ideológicas, 1972)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tampoco debemos engañarnos y creer que estos problemas eran algo ocasional, puesto que, por ejemplo, el «posibilismo» no era un «producto francés» original ni nuevo. En varias ocasiones, Marx y Engels habían señalado que el camino oportunista amenazaba con dominar la jefatura de los socialdemócratas alemanes, algo que uno puede comprobar fácilmente leyendo obras como la «Crítica al programa de Gotha» (1875), «El manifiesto de los tres de Zúrich» (1879) o «El programa campesino en Francia y Alemania» (1894). Esto no impidió que años después elementos como Eduard Bernstein proclamasen una «vuelta a Kant» que, a decir verdad, tuvo una gran acogida, influenciando de manera progresiva a todo el oportunismo europeo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cabe mencionar, eso sí, que, por aquel entonces, estas tentativas fueron contestadas por quienes se mantenían fieles a la ortodoxia como, por ejemplo, Franz Mehring, quien en su obra «Sobre el materialismo histórico y otros escritos filosóficos» (1893), hizo una radiografía de gran valor sobre los enemigos velados del marxismo, refutando sus argumentos clásicos. Hablamos de toda una serie de contraargumentaciones que, como cualquiera comprobará, siguen siendo sumamente útiles para la lucha ideológica siglos después. En España también tenemos materiales de este tipo que denotan las controversias de la época, con escritos de Pablo Iglesias Posse como «Los falsos revolucionarios» (1889) donde, el fundador del socialismo español, también se posicionaba en contra de las tendencias que intentaban diluir al marxismo dentro del liberalismo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En resumen, a finales del siglo XIX los marxistas todavía estaban seguros de que hombres como Bernstein no eran peligrosos siempre y cuando, claro, se les combatiera debidamente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los socialdemócratas que han seguido fieles al espíritu revolucionario del programa partidario −y afortunadamente casi en todas partes constituyen mayoría− cometerían un error insalvable si no tomaran a tiempo medidas decisivas para combatir este peligro. El señor Bernstein, aislado, no sólo no inspira temores, sino que es francamente cómico, un personaje que muestra una desopilante semejanza con el filosófico Sancho Panza. Pero el espíritu del «bernsteinismo» es aterrador como síntoma de una posible claudicación. (...) La pésima traducción del lamentable libro del señor Bernstein ya ha tenido dos ediciones «legales». Probablemente no tardará mucho tiempo en salir la tercera. No hay de qué asombrarse. Cualquier «crítica» del marxismo o parodia del mismo −siempre que esté imbuida del espíritu burgués− halagará indefectiblemente a ese sector de nuestros marxistas legales que representa la parodia burguesa del marxismo». (Gueorgui Plejánov; Sobre el papel del individuo en la historia, 1898) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Empero, paradojas de la vida, el propio Plejánov en Rusia, Pablo Iglesias en España o Kautsky en Alemania se convirtieron en aquello que unos pocos años antes calificaban como una «parodia del marxismo» −halagada y financiada por la burguesía−. Fijémonos, entonces, en la importancia de la lucha ideológica, en la necesidad de dar batalla a este «espíritu de claudicación» que acaba corroyendo a los mejores representantes del pueblo</span><span style="font-family: georgia;">.</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhE6NSpMYcfrj-skJ6VTT5H8uZxGf2f6mFqaZP3uXdlUQ8ND_Bx5997rpv3rLqox4xKkji714OMQXhVxumRGx5aDsmVNc73iqg4YaioyOnWMzEb2JqGmRrPE8r06LeUgHdtip5zadHKzkKm/s1024/32aae623b322f1a477c99e55cd02e1ea.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="588" data-original-width="1024" height="368" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhE6NSpMYcfrj-skJ6VTT5H8uZxGf2f6mFqaZP3uXdlUQ8ND_Bx5997rpv3rLqox4xKkji714OMQXhVxumRGx5aDsmVNc73iqg4YaioyOnWMzEb2JqGmRrPE8r06LeUgHdtip5zadHKzkKm/w640-h368/32aae623b322f1a477c99e55cd02e1ea.jpg" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><b style="font-family: georgia;">El contexto histórico-político que da luz al sorelismo es fruto de la bancarrota reformista</b></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Entre tanto, Georges Sorel, fue uno de tantos hombres cansados de ese «socialismo francés» que con el tiempo se había vuelto tan adocenado y pusilánime frente al poder dominante. Una década después de haber abandonado sus simpatías por el marxismo, en su obra «Reflexiones sobre la violencia» (1908), le echaba en cara a este «socialismo» su «hipocresía» porque «no pensaba en la insurrección», pero sí en los votos y puestos parlamentarios, concertando alianzas sin principios con el republicanismo burgués. Criticaba a sus representantes por haberse convertido en la nueva «aristocracia obrera», recordando a los «demagogos» de la Antigua Grecia, pues siempre hablaban en nombre del «pueblo», si bien no representaban más que sus intereses personales. Así que, tras su apoyo inicial, Sorel quedó decepcionado respecto a este movimiento. Puede decirse que a causa del «marxismo hegemónico» de su tiempo, de cariz reformista, pacifista y burocrático, buscó otras «vías» que calmasen su espíritu aventurero, ya que como acertadamente dijo una vez: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Nadie hubiera pensado que los discípulos de Marx siguieran las huellas de los liberales». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo a lo que sucedía en París entre 1902 y 1905, encontramos a una dirección del POF aquejada por la crisis, la cual consideró que el primer «partido marxista francés» de la historia, ahora debía ser «cabal» y fusionarse con dos de sus enemigos acérrimos: por un lado, con los sucesores del aventurero Blanqui, por otro, con los fieles de uno de los nuevos cabecillas reformistas, Jean Jaurès. Esta nueva agrupación conformó a la Sección Francesa de la Internacional de los Trabajadores, que formaría parte de la II Internacional, nos estamos refiriendo al futuro partido mediante el cual gobernaron jefes socialistas como León Blum o Guy Mollet décadas más tarde.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los antaño bravíos marxistas, como el ya mencionado Jules Guesde; discípulo de Marx y Engels, se veían en los diversos gabinetes del gobierno nacional en buenas nupcias con los partidos tradicionales, algo que antes estaba taxativamente prohibido en las normas del antiguo POF. Por supuesto, en estos puestos de poder actuaron como el furgón de cola de la burguesía republicana, lo que causaría el desánimo, rabia y desilusión entre muchos militantes y simpatizantes, produciéndose una quiebra entre dirección y base, sobre todo con el estallido de la Primera Guerra Mundial: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«¡El proletariado alemán, debido a sus caudillos responsables, obedeció el llamado de la camarilla militar... las otras secciones de la Internacional tuvieron miedo y se comportaron de la misma manera; ¡en Francia, dos socialistas creyeron necesario participar en el Gobierno burgués! Y de este modo, varios meses después de haberse declarado solemnemente en un Congreso que los socialistas consideraban un crimen que unos disparasen contra otros, millones de obreros se incorporaron al ejército y comenzaron a cometer ese crimen con tanta tenacidad y ardor que la burguesía y los gobiernos capitalistas les han expresado reiteradas veces su agradecimiento. (...) El Partido Socialdemócrata se convirtió en lo que es hoy. Una excelente organización. Un cuerpo vigoroso del que se ha escapado el alma. Y estas tendencias no sólo se manifiestan en la socialdemocracia alemana, sino también en todas las secciones de la Internacional. El «creciente número de funcionarios» acarrea ciertas consecuencias; la atención se concentra con exclusividad en la regularidad de las cotizaciones; las huelgas se consideran «manifestaciones que tienen por objeto lograr mejores condiciones para el acuerdo» con los capitalistas. Se adquiere el hábito de vincular los intereses de los obreros con los de los capitalistas, de «supeditar la suerte de los obreros a la del propio capitalismo» y de «desear el desarrollo intensivo de «su» industria «nacional» en detrimento de la industria extranjera. (…) El proletariado fue felicitado por los jefes militares, y la prensa burguesa alabó en términos calurosos la resurrección de lo que ella llamó «el alma de la nación». Esta resurrección nos ha costado tres millones de cadáveres. Y, sin embargo, jamás una organización obrera había alcanzado un número tan elevado de cotizantes; nunca ha habido tal abundancia de parlamentarios, una prensa tan magníficamente organizada. Y jamás ha habido una causa tan abominable, contra la que fuera necesario sublevarse. En circunstancias tan trágicas, cuando está en juego la vida de millones de hombres, todas las acciones revolucionarias son no sólo admisibles, sino legítimas. Son más que legitimas: son sagradas. El deber imperioso del proletariado exigía intentar lo imposible para ahorrar a nuestra generación los acontecimientos que están anegando en sangre a Europa. No ha habido medidas enérgicas, ni intentos de revuelta ni acciones que llevaran a una insurrección. (...) Nuestros adversarios gritan sobre la bancarrota del socialismo. Van demasiado aprisa. Sin embargo, ¿quién se atrevería a afirmar que están completamente equivocados? Lo que está muriendo en estos momentos no es el socialismo en general, sino una variedad de socialismo, un socialismo dulzón, sin espíritu idealista ni pasión, con aires de funcionario y barriga de un respetable padre de familia; un socialismo sin audacia ni locuras, aficionado a la estadística, metido hasta la coronilla en amistosos acuerdos con el capitalismo; un socialismo preocupado exclusivamente por las reformas; un socialismo que ha vendido su derecho a la primogenitura por un plato de lentejas; un socialismo que aparece ante la burguesía como sofocador de la impaciencia del pueblo, una especie de freno automático de la audaz acción proletaria. Precisamente ese socialismo, que amenazaba contaminar a toda la Internacional, es en cierta medida el responsable de la impotencia que se nos reprocha». (Paul Golay; El socialismo que muere y el socialismo que debe renacer, 1915)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por aquellos días, en Rusia, los bolcheviques comprendían y compartían el hartazgo generalizado de muchos de los «camaradas franceses» que, como dejó patente Lenin en su artículo «La voz honesta de un socialista francés» (1915) era responsabilidad de «los guesdistas» por su falta de principios y constantes desatinos. Ahora bien, el «alivio espiritual» que le supuso a Lenin leer el heroico criticismo de Paul Golay, en ningún momento significaba admitir que para superar ese «socialismo dulzón» se especulase o se tuviese la pretensión de recuperar las viejas nociones del anarquismo. En esta ocasión, el jefe bolchevique respondió de forma respetuosa y pedagógica aclarando que valoraba la honestidad analítica a la hora de enjuiciar los rasgos burocráticos, chovinistas y reformistas del socialismo francés; también manifestó entender, hasta cierto punto, la desconfianza que Golay y los suyos hubieran podido sentir hacia la teoría a causa de la vulgarización del marxismo, que estaban acostumbrados a leer en la literatura extranjera −con un Kautsky que estaba destrozando su buena fama−. Pero, por el contrario, también dejó claro que todo esto no justificaba los «ataques irreflexivos» hacia el «centralismo», la «disciplina» o el «materialismo histórico» y achacaba esto, en última instancia, a la debilidad de la mayoría de los «socialistas latinos» por la teoría. Como curiosidad, esto fue algo que ya había sido resaltado por Marx y Engels como aspecto negativo entre las prácticas de los italianos y españoles, lo cual explicaba la gran acogida que tuvo el bakuninismo en estos países. El 20 de octubre de 1882, Engels notificaría a Bernstein que gran parte de la culpa del nuevo estallido de fraccionalismo francés era a causa de la herencia de «una práctica excesivamente laxa», que no podía «soportar un escrutinio escrupuloso».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero volvamos al siglo XX. Lenin consideraba en su respuesta a Golay que: «Uno no puede ser un socialista, un socialdemócrata revolucionario, sin participar, en la medida de sus propias fuerzas, en la elaboración y aplicación de esa teoría», labor que incluía en ese momento una «lucha implacable contra la mutilación de esta por Plejánov, Kautsky y compañía». Dicho lo cual, también recordó que para ese movimiento emancipador era innegociable una teoría que lo condujese y que, en sus palabras, «no puede ser inventada», sino que «nace de la suma de la experiencia y el pensamiento revolucionarios de todos los países del mundo». Esto último era un golpe demoledor contra el subjetivismo de los idealistas y la libre revisión del marxismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En lo sucesivo, la forma de actuar tan cuestionable de los presuntos representantes del proletariado francés, como Guesde o Jaurès, fueron un blanco continuo en los trabajos de Lenin. Ya desde antes de la Primera Guerra Mundial denominó a este tipo de líderes bajo epítetos como «socialchovinistas» y «socialimperialistas»; apelativos referidos para todos aquellos antiguos marxistas que traicionaron el principio del internacionalismo proletario, para quienes bajo un ridículo halo de «deber patriótico», se postraban como defensores de los intereses políticos burgueses, justificando las guerras coloniales, las anexiones territoriales y la opresión nacional. Más tarde, en 1920, esta tensa situación en las filas francesas daría lugar a la fundación del Partido Comunista Francés (PCF), estimulada en buena parte por la creación de la Internacional Comunista (IC) un año antes.</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiec-bCBdgQov4Se7jKPcM9dCC0z7T43KNL3KN76L-OgINizRpMfuT_kNAnonQBtSPCHlXeImu_JmIfqXooGju-hUPy73aHKDwXw2h1hy2o-va9QwwcPOyJ0D4mxwTnLanUsGfqSq_Drk0r8KbhrUjoubzoFjZLJyYXg676bgwjsgEvjhX2cFe_miAIGElC/s1024/croce%202.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="768" data-original-width="1024" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiec-bCBdgQov4Se7jKPcM9dCC0z7T43KNL3KN76L-OgINizRpMfuT_kNAnonQBtSPCHlXeImu_JmIfqXooGju-hUPy73aHKDwXw2h1hy2o-va9QwwcPOyJ0D4mxwTnLanUsGfqSq_Drk0r8KbhrUjoubzoFjZLJyYXg676bgwjsgEvjhX2cFe_miAIGElC/w640-h480/croce%202.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La crítica de Sorel y Croce al materialismo histórico</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero no hay que engañarse. En realidad, Sorel criticaba un marxismo que, como veremos ahora, jamás estudió ni comprendió, además de que estaba mucho más próximo a los revisores del marxismo como el señor Bernstein. Entonces, aunque gran parte de los partidos marxistas de la época estuvieran cuesta abajo y sin freno a causa de su reformismo político, no menos cierto es que sobre Sorel recae su propia responsabilidad de no haber estudiado el origen del marxismo, por tanto, su corrección no pudo ser hecha más que desde un punto de vista igualmente reaccionario.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, resulta curioso que, aunque en ocasiones Sorel se quejó de los conceptos reformistas que formulaban Jaurès, Bernstein y otros personajes reconocidos, él mismo tuvo planteamientos muy similares a la hora de explicar el desarrollo histórico. Por ejemplo, en cuanto al largo y complejo discurrir de la historia de la humanidad, el señor Jaurès proclamó que él había descubierto el verdadero hilo conductor de este proceso, ¿y dónde residía? En el supuesto deseo de la humanidad de cumplir sus aspiraciones ideales:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por encima de todas las diferencias de medio, de época, de reivindicaciones económicas, siempre ha sido el mismo gemido de queja, la misma esperanza lo que ha salido de los labios del esclavo, del siervo o del proletario. Este gemido inmortal es el alma de lo que llamamos derecho». (Jean Jaurès; Obras, vol. VI, 1897-1901)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sorel reprodujo prácticamente punto por punto esta noción evolucionista en su obra «Estudio sobre Vico» (1896), donde el concepto idealista del «derecho» volvió a hacer acto de presencia como punto clave para la explicación de las revoluciones:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Aun cuando Sorel negaba por principio el papel de toda forma de causalidad, determinismo y legalidad en la historia, pensaba poder no solo rechazar la concepción materialista de la historia sino sustituirla por una concepción de la historia nueva y diferente en la que el derecho y la moral fuesen las fuerzas históricamente más significativas. En la medida en que Sorel estaba en posesión de una concepción de la historia, esta era tan idealista como la de Croce. (...) La meta de la lucha de la clase obrera tampoco era ya el poder político sino la conquista del derecho. (...) Se podía decir que «existían clases para sí» y que la lucha de clases se efectuaba en el nivel político tan solo en el caso de que las clases hubiesen desarrollado concepciones del derecho opuestas». (Bo Gustafsson; Marxismo y revisionismo. La crítica bernsteiniana del marxismo y sus premisas histórico-ideológicas, 1972)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, Marx y Engels ya habían refutado en sus obras más conocidas como «Sagrada familia» (1845), «Ideología alemana» (1846) este tipo de explicaciones sobre el discurrir de la humanidad. Los autores idealistas siempre centraron su discurso político o histórico en nociones de «derecho» y «moral», siendo difusos y abstractos, o sea, fuera de toda época y contexto. Esto fue más que criticado por el dúo alemán, alegando el hecho de que, por ejemplo, encontrar puntos similares en la moral de un pueblo y otro, o entre una época y otra, no era sino la manifestación o reflejo de condiciones materiales similares, no fruto de «principios eternos»:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En última instancia los hombres toman, consciente o inconscientemente, sus concepciones éticas de las condiciones prácticas en que se funda su situación de clase, es decir, de las situaciones económicas en las cuales producen y cambian. Pero en las tres teorías morales antes indicadas hay cosas comunes a todas: ¿no puede ser esto, por lo menos, una pieza de la moral válida para las tres? Aquellas teorías morales representan tres estadios diversos de una misma evolución histórica. Tienen, pues, un trasfondo histórico común, y, ya por eso, necesariamente, muchas cosas comunes. Aún más. Para estadios evolutivos económicos iguales o aproximadamente iguales, las teorías morales tienen que coincidir necesariamente en mayor o menor medida». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A todo esto, merece la pena detenernos a desbrozar la crítica que Sorel y Croce le dedicaron al materialismo histórico de Marx, Engels y sus discípulos, ya que paralelamente Bernstein, Schmidt y los revisionistas en general, adoptarían varios de los preceptos de este tipo de charlatanes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En primer lugar, un punto muy significativo es que Sorel, pese a lanzar todo tipo de declamaciones en contra del positivismo, tenía una concepción de la historia muy próxima a esta corriente que tanto criticaba:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Mucho más aún que Croce, Sorel trazó una línea de separación abrupta e insalvable entre la ciencia natural y la ciencia social-histórica. En el mundo de la física y de la química actuaban leyes causales, todo suceso se hallaba unívocamente determinado y el desarrollo se veía gobernado por leyes mecánicas que actuaban sobre cualquier suceso singular concebible. En las ciencias de la sociedad y en la historia la situación era muy diferente. Los acontecimientos sociales eran «ficciones privadas de realidad individual» y no estaban causalmente determinados. No había ningún suceso con respecto al cual fuese posible penetrar hasta las «causas verdaderas». Tan solo era posible establecer empíricamente la sucesión de los acontecimientos más importantes. Resumiendo, la historia era para Sorel solamente «un hecho dado de una vez por todas. El concepto de causalidad, por tanto, no nos puede hacer avanzar aquí». (...) Ante Labriola llegaba a admitir que había habido períodos históricos que habían mostrado una regularidad suficientemente clara como para permitir una cierta comprensión más profunda de los hechos históricos. En su opinión, los acontecimientos históricos no respondían a ninguna coherencia interna necesaria. Tenían tan solo un lazo de unión cronológico: se sucedían unos a otros a lo largo de un eje temporal común». (Bo Gustafsson; Marxismo y revisionismo. La crítica bernsteiniana del marxismo y sus premisas histórico-ideológicas, 1972)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Bo Gustafsson, autor de este extenso estudio de 1972 sobre el origen y difusión del fenómeno del «bernsteinismo», dedicó varios capítulos de su obra a demostrar cómo Benedetto Croce y Georges Sorel coincidieron y evolucionaron a la par en varios puntos de su pensamiento filosófico y político. El italiano, Croce, sufrió de un proceso similar al de su homólogo francés, Sorel: este pasó de interesarse al principio por el positivismo y el marxismo a, tiempo después, deslizarse a la más absoluta incomprensión y difamación del marxismo −sin haber llegado de verás a adentrarse en él−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Evidentemente, este ejercicio chapucero de investigación y opinión gratuita, una curiosa competición en cuanto a charlatanería de parte de los presuntos «nuevos marxistas» o «marxistas heterodoxos», no pasaría desapercibida. Esta tendencia fue detectada y denunciada desde Italia por el veterano marxista Antonio Labriola:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Nadie puede decir que tú seas un marxista arrepentido si por nadie se entiende aquellas personas que leen o estudian libros en tanto que científicos o pensadores. Yo nunca me he creído que tú fueses marxista, ni siquiera socialista. Pero como tus escritos han circulado entre los socialistas, que para su fortuna no son ni científicos ni pensadores, y como fueron citados por los periodistas el año pasado entre las llamadas «polémicas antimarxistas», te tienes que conformar con que ante la amplia opinión pública pasas por ser un converso». (Antonio Labriola; Carta a Benedetto Croce, 8 de enero de 1900)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, el señor Croce redujo la lucha política al mero hecho de crear ideales y luchar por ellos −lo que se podría traducir en que Croce tenía potencial para ser un buen propagandista, pero no para entender el desarrollo histórico−. Entre las grandes reflexiones de su gran «sapiencia», Croce excluyó la existencia de un desarrollo histórico de cada rama de la sociedad; por tanto, niega todo, que la historia sea ciencia, que la economía lo sea, que se pueda estudiar las ciencias sociales en general. En cambio, como todo idealista, trató de invalidar sistemas en base a sus preferencias sobre definiciones porque no se ajustaban a su escuela −o, más bien, secta− de filosofía y cómo se ha solido abordar el tema −es decir, realmente no debate si el concepto trata de reflejar «X» y si es correcto o no−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su «Ensayo de la interpretación y crítica de los conceptos del marxismo» (1898), el señor Croce realizó una de las más ridículas críticas a la famosa obra de Marx «El Capital» (1867). Según él, Marx habló en abstracto, pero no sobre sociedades existentes. Dice Croce que, pese a la ardua labor de investigación y actualización continua que realizó Marx −con datos sobre fenómenos como la renta de la tierra, el maquinismo, jornada laboral o comercio internacional−, no existía ni la Francia ni la Inglaterra que este describió en sus pasajes y, por tanto, simplemente realizó una selección tan ingeniosa como arbitraria de datos, pero que en nada representaban una realidad palpable. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta forma de discurrir de Croce es clásica entre los autores idealistas: aunque un sujeto, en este caso Marx, decide en qué hechos focalizarse para poder demostrar empíricamente la existencia de una realidad, resulta que, aunque así lo haya probado con hechos irrefutables, la realidad misma no existe, porque puede −y solo como posibilidad− que se deje algo en el tintero, o que confunda realidad con apariencia −aunque el segundo autor tampoco demuestre el error del primero−. El lector puede darse cuenta de tal absurdo, pues la única alternativa a este escepticismo sobre el conocer del mundo sería el misticismo: esto es, que la llamada «realidad» intente revelar a los mortales sus secretos de cómo opera, no los hombres y su práctica. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Croce atajaba la afirmación de Stammler de que el materialismo histórico no constituía una ciencia firme de la sociedad con la aseveración de que una ciencia general de la sociedad resultaba, en principio, imposible. Por otra parte, el socialismo no necesitaba de tal base. El socialismo no podía ser fundado sobre «una teoría sociológica abstracta» pues una fundamentación tal resultaba insuficiente precisamente por ser abstracta. Para Croce, del mismo modo que una teoría general de la historia era imposible porque la contradicción entre lo específico y lo general resultaba insalvable, un socialismo científico resultaba igualmente imposible porque la contradicción entre lo concreto y lo abstracto resultaba insalvable. (...) «El Capital» (1867) era, para Croce, «una investigación abstracta». Creía que la sociedad capitalista que Marx había investigado no era ninguna sociedad históricamente existente, Francia o Inglaterra, sino una sociedad ideal y formal que él había deducido a partir de ciertas hipótesis y que nunca hubiera podido existir en la historia. Por esta razón nunca se podrían encontrar las categorías de Marx en algún lugar como realidades vivas. Esta interpretación, que también se encuentra en otros filósofos de la historia idealistas de aquella época, tiene como base, precisamente, la incomprensión de Croce de la dialéctica entre lo concreto y lo abstracto y entre lo lógico y lo histórico, es decir, su incomprensión de la idea de que lo abstracto se puede derivar de lo concreto y lo teórico de lo histórico como así ocurre con esta dialéctica en el marxismo». (Bo Gustafsson; Marxismo y revisionismo. La crítica bernsteiniana del marxismo y sus premisas histórico-ideológicas, 1972)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para finalizar y, por si el lector duda de nuestras aseveraciones, dejaremos una misiva en la cual el señor Sorel confesaba a su íntimo amigo, Croce, cómo no solo no comprendía a Marx, sino que consideraba a la llamada dialéctica como un artificio, es decir, una herramienta propia de los filósofos de tres al cuarto para intentar justificar sus opiniones subjetivas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Cuanto más se estudia a Marx, tanto más difícil se hace comprender correctamente la verdadera relación existente entre él y Hegel y Feuerbach. (…) Las formulaciones en las que Marx se refiere a sus puntos de vista son muy oscuras; pero lo que me parece sobre todo oscuro es el método dialéctico: se habla de él como de algo muy fácilmente inteligible y, cuanto más me paro a mirar las cosas, menos lo entiendo. Supongo que si se estudiase a fondo La «Sagrada Familia» (1845) se llegaría a comprender lo que Marx pensaba; pues utiliza la expresión dialéctico con muchos significados diferentes. Me creo con gusto que para él la dialéctica era casi una especie de ritmo análogo a aquellos a los que tantos filósofos anteriores a él se han referido: pero en ese caso ya no es ninguna ley sino una opinión subjetiva solamente −de una utilidad muy dudosa−». (Georges Sorel; Carta a Benedetto Croce, 27 de diciembre de 1895)</i></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCg3rtgNbJqZyT8Ce-NAWETdvz4pmW5l3mEwKb3CF4-DcV7m6zVNlNCPKXtYKI5TK2ga4CQrqDs-f5A8x3tlX8_u9SR1Cqv1PYRTVvdEjVa_YsrdHC0-AzXcoRzLYtl3TwkvBMwdL2d_eahqvL21EWbpCYme1qt364agIFBYETur31qTMoXxC6Iee3SHv0/s600/0c3d3-karl-marxe29c86wernerruhnerc2a9c391c3a1ngaramarx.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="399" data-original-width="600" height="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiCg3rtgNbJqZyT8Ce-NAWETdvz4pmW5l3mEwKb3CF4-DcV7m6zVNlNCPKXtYKI5TK2ga4CQrqDs-f5A8x3tlX8_u9SR1Cqv1PYRTVvdEjVa_YsrdHC0-AzXcoRzLYtl3TwkvBMwdL2d_eahqvL21EWbpCYme1qt364agIFBYETur31qTMoXxC6Iee3SHv0/w640-h426/0c3d3-karl-marxe29c86wernerruhnerc2a9c391c3a1ngaramarx.jpg" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>¿Es cierto que Marx y Cía. no sistematizaron ninguna teoría?</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sorel inauguró otro ritual para todo antimarxista: conforme avanzó en sus «correcciones» del marxismo, primero trató de recuperar a Marx −sin haberlo estudiado− defenestrando a Engels y, después, atacó al propio Marx. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, ¿tienen algún sentido las críticas de Sorel? Nosotros, que no desentonamos con Lenin en esta cuestión, también afirmamos que Sorel no solo era un charlatán, sino un verdadero zote en lo relativo a cuestiones teóricas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el fondo, ¿el materialismo histórico no sería un capricho de Engels? Marx habría indicado un camino, y Engels habría pretendido transformar esta indicación en teoría, y lo ha hecho con el dogmatismo pedante y a veces burlesco del escolar: luego ha venido Bebel, el cual ha elevado la pedantería a la altura de un principio». (Georges Sorel; Carta a Benedetto Croce, 19 de octubre de 1900)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Marx, como todo científico, no podía sino acabar sistematizando sus conocimientos y descubrimientos en «teoría» −esa palabra que tanto asusta siempre a los «vitalistas» y adoradores de la espontaneidad como Sorel−. Si observamos obras como «La ideología alemana» (1846), «El Manifiesto Comunista» (1848) o «El Capital» (1867), dejan poco lugar a dudas sobre lo categóricas y sistemáticas que son doctrinalmente. Por tanto, la «oficialización» de la teoría de Marx no fue algo que le correspondiese al bueno de Engels, porque fue una labor que ya realizó el propio Marx −salvo excepciones posteriores a su fallecimiento como pudo ser el concluir algunos escritos inacabados, sin cuyo esfuerzo es muy seguro que jamás hubiéramos podido disponer de ellos−. En cuanto a los trabajos de Engels, si tomamos, por ejemplo, «Anti-Dühring» (1878), vemos un claro énfasis en estudiar los resultados de las ciencias naturales y sociales −aquello que a Sorel tanto le horrorizaba−, pero la redacción de esa misma obra fue fruto de la colaboración directa con su compañero de fatigas. No existen divergencias serias entre Marx y Engels, en cambio, sí media todo un mundo entre Sorel y Marx. Por ende, no existe mayor «burro» −y pedimos perdón a estos nobles animales por la comparativa con este despreciable ser− que Sorel proclamando cosas como la que sigue:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Acabo de recibir un enorme volumen: II materialismo storico in Federico Engels del profesor Rodolfo Mondolfo de Turín. Me aterra pensar que se necesitan tantas páginas para explicar el pensamiento de un hombre que pensaba tan poco como Engels». (Georges Sorel; Carta a Croce, 16 de marzo de 1912)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Resulta cuanto menos sospechoso que el principal escudero y, en ocasiones maestro de Marx, sea siempre el blanco de los ataques de quienes se suponen defensores de su legado. Es más, si somos astutos muy pronto nos daremos cuenta de que las barbaridades constantes que soltó Sorel ni siquiera representan innovación alguna. Para que el lector nos comprenda: estamos ante las mismas diatribas que recitaron siempre los «marxistas heterodoxos», aquellos «seres superiores» que decían saber elevarse por encima del «dogmatismo» y «vulgarización» del pensamiento de Marx, pero que no tienen bemoles a corregir sus verdaderas equivocaciones ni tampoco respetan su vastísimo legado a reivindicar. Estos grandes «eruditos» se han presentado durante todo el siglo XX bajo diversas escuelas, apodos y variantes: en su momento estaban los seguidores de Lukács o Korsch, el llamado «marxismo occidental», quienes en muchos casos actuaban más como subjetivistas y hegelianos que como marxistas; también los «reconstitucionalistas», que, al igual que los anteriores, siempre fueron «muy críticos» con las supuestas limitaciones del marxismo-leninismo, viéndolo también casi como una variante positivista y, en último lugar, cómo no, hay que mencionar a los «marxianos», encargados de custodiar la inmaculada pureza de Marx frente a los malévolos «engelsianos» y sus sucesores «leninistas». Al final, «tanto monta, monta tanto», puesto que todos y cada uno de ellos desarrollaron faenas similares: seleccionando los elementos que les interesaban del marxismo, fuera unas veces para mantener una pose revolucionaria y otras para interpretar tal concepto a su libre albedrío. Sin embargo, a poco que uno los mirase de cerca podía observar que estaban a años luz de cumplir con los atributos reconocibles del marxismo, pero eso no les impidió tener la cara más dura que el cemento y autoerigirse como los únicos que salvaguardaban su esencia. En ocasiones, aunque fuese surrealista, no tuvieron problema en anunciar al mundo que, gracias a su ardua labor de combinación y fusión del marxismo con otras doctrinas, habían dado por fin con la tecla para «superar los errores y limitaciones de base». ¡La vieja historia de siempre! ¿A qué nos recuerda todo esto? A que, en lo referido a las figuras revolucionarias:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para «consolar» y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta, envileciéndola». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El Estado y la revolución, 1917)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como ya ha quedado claro, en realidad el pensamiento soreliano era compatible con el «marxismo pusilánime» de sus sucesores, ya que, por ejemplo, ¡Sorel afirmaba «comprender» a Bernstein! ¿Por qué? Básicamente porque coincidía en su revisión «heterodoxa» sobre el tronco central de la doctrina: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Estimo que, entre los motivos que han llevado a Bernstein a separarse de sus antiguos amigos, hay que contar el horror que experimentaba por sus utopías». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En resumidas cuentas, Sorel se cansó demasiado pronto del marxismo y rechazó realizar un estudio más minucioso del mismo, de la misma forma que tampoco llegó a asimilar otras partes fundamentales de este, aunque él creyese que sí. Así, en según qué cuestiones, Sorel conocía a la perfección la doctrina de Marx, pero la rechazaba porque su obsesión siempre fue alejarse filosóficamente del materialismo, es decir, de aquellos que, según él, se postraban ante las «ataduras» de lo «real», por esto mismo celebraba la «valentía» de Bernstein, quien:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Deseando permanecer atado a las realidades, como lo había hecho Marx, creyó que valía más hacer política social, persiguiendo fines prácticos, que adormecerse al son de bellas frases relativas a la dicha de la humanidad futura». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A partir de entonces, Sorel empezó a colaborar con todo tipo de grupos reaccionarios, incluyendo a algunas de las agrupaciones más chovinistas de la época, como el «nacionalismo integral» del contrarrevolucionario Charles Maurras, otro de los precursores del fascismo. Para entonces, Sorel ya declaró con total confianza:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El mundo camina pese a los teóricos». (Georges Sorel; Revista de metafísica y moral, 1911) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El «sabio» Sorel, orgulloso de su completa ignorancia, una vez proclamó con gran desdén esas líneas. Este sustrato «antiteoricista» clásico del revisionismo contemporáneo tampoco es casual, también tiene una raigambre muy soreliana, aunque, en general, es común al anarquismo y a todo antimarxismo que sufre de una fuerte alergia por la ideología concreta y el esfuerzo razonado del pensar. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para empezar, la teoría no es sino una acumulación de conocimientos, una síntesis de la experiencia práctica y, esta última, no es otra cosa que la actividad material del ser humano. En vista de ello, no existe mayor tontería que realizar un trabajo «desde la teoría» para «seguir teorizando», esto es lo que en filosofía se denomina comúnmente como una «tautología»: dar vueltas sobre explicaciones que no aclaran nada.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En general, sobre esta concepción respecto a la teoría hay mucho que decir. Salvo que seamos platónicos o cualquiera de sus sucedáneos idealistas, sabemos que la teoría no brota sin más de la cabeza ni del «mundo de las ideas», sino que viene de la praxis. Hasta los «académicos» −de los que hablan con tanto desprecio los maoístas, bakuninistas y sorelianos−, para poder realizar un «trabajo teórico» serio tienen que tener en cuenta no solo las teorías previas a la suya −confirmadas por la práctica−, sino que respecto a los aportes «teóricos» que puedan añadir de su investigación, estos deben partir de un trabajo práctico que pueda comprobar la validez de su «teoría» −salvo que a lo que quieran dar rienda sea al «potro de la especulación», en cuyo caso estaríamos ante charlatanes−. Si ninguno de ellos hubiera realizado este proceso de forma más o menos correcta, ninguna de las ciencias habría sido capaz de lograr el grado de desarrollo que han llegado a alcanzar a lo largo de la humanidad. Luego, incluso una vez estos intelectuales lancen dicha «teoría» al mundo, no esperan que el lector lea estas ideas para seguir cavilando más «teorizaciones», sino que esperan que sirvan de eje para el desarrollo práctico del día a día; para que el obrero, el campesino, el físico, el historiador, el arquitecto o el profesor comprendan el funcionamiento de esta maquinaria o de aquel organismo vivo, para que sepan cómo deben investigar las fuentes pasadas, cómo organizar sus clases y la disciplina de los escolares, cómo construir edificios sin que el techo se venga abajo, etc. Labores, que, como es lógico, también llevan implícita una práctica. Incluso aunque en este proceso inoculen concepciones falsas, conclusiones erróneas y demás, no elimina lo anterior. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Hay en el mundo ignorantes y reaccionarios que pretenden que nosotros, los comunistas, queremos atribuir al marxismo-leninismo también las obras de aquellos científicos viejos y nuevos que no sabían ni saben qué es el marxismo-leninismo, que no son marxistas, siendo algunos de ellos hasta adversarios de esta ideología. Eso no es en absoluto verdad. No se trata de apropiarse de las obras de este o de aquél científico, nacido en tal o cual país, hijo de este o de aquel pueblo. Pero es un hecho que ni Descartes ni Pávlov, ni el jansenista Pascal ni el científico Bogomólets, ni otros miles y miles de científicos renombrados de todos los tiempos, son conocidos por la humanidad porque iban a la iglesia o porque hubieran rezado alguna vez a dios, sino por sus obras racionales, progresistas, materialistas, anticlericales, antimísticas. Su método en general, en ciertos aspectos, ha sido dialéctico, mas, sin embargo, no tan perfecto como nos lo proporciona el marxismo-leninismo. La doctrina marxista-leninista es el súmmum de la ciencia materialista y del desarrollo de la sociedad humana; es la síntesis de todo el desarrollo anterior de la filosofía y de manera general, del pensamiento creador de la humanidad; es la síntesis de todo lo racional y progresista que en todas las épocas y en diversas formas ha luchado contra las supersticiones, la magia, el misticismo, la ignorancia, la opresión moral y material de los hombres». (Enver Hoxha; Nuestra intelectualidad crece y se desarrolla en el seno del pueblo; Extractos del discurso pronunciado en el encuentro con los representantes de la intelectualidad de la capital, 25 de octubre de 1962)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Que, en muchas ocasiones, estos descubrimientos, inventos, técnicas o logros no sean explicados ni enfocados de forma lo suficientemente «científica» lo confirma la historia, por eso la lucha entre materialismo e idealismo, metafísica y dialéctica es innegable, pudiendo potenciar o limitar un gran trabajo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Es suficiente pensar en Darwin para comprender cuan necesario es ser prudente cuando se afirma que la ciencia de nuestro tiempo es por sí misma el fin de la filosofía. Darwin, ciertamente, ha revolucionado el dominio de las ciencias del organismo, y con ello toda la concepción de la naturaleza. Pero Darwin no ha tenido plena conciencia del alcance de sus descubrimientos: él no fue el filósofo de su ciencia». (Antonio Labriola; Filosofía y socialismo, 1897)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pues bien, la política no es diferente a esto. No existe mayor obviedad que asegurar que una organización no pretende limitarse a teorizar, dado que teorizar, aunque sea para objetivos humildes y mínimos, es algo que se hace para alumbrar una praxis a seguir. De cualquiera manera, la actividad práctica continuará siempre; sin embargo, se puede incidir mucho más en el resultado si se decide bajo qué lineamientos teóricos se amparará la práctica concreta a desplegar, pues si no es así serán las fuerzas de las ideas dominantes, la intuición o la costumbre las que pasarán a tomar el mando. Fingir que existe un desarrollo de la praxis sin una teoría detrás es tan absurdo como pretender que exista un arte o una metodología pedagógica sin una filosofía detrás, sin ideología de por medio. Es algo que consciente o inconscientemente sucede más allá de la voluntad de los sujetos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sorel no se dio por satisfecho al pisotear cualquier pretensión de teoría, sino que deseaba que <i>retornásemos a la era de las cavernas:</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Mientras el socialismo siga siendo una doctrina cuteramente expresada con palabras, es muy fácil hacerlo desviar hacia un justo medio». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este «transgresor» del orden establecido nunca nos llegó a explicar cómo se transmitirían en el futuro las enseñanzas «socialistas» del «sindicalismo revolucionario», ¿¡balbuceos, lenguaje de signos, señales de humo, esoterismo, telepatía!?</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNN63F5JGsqyF1x9ibKo_u1ogX9lfrSYf-V83cLfovZZqI7uMBtRp0O81dy4JeUm2T4ctKmmo-8y21hYYqoPWajyHiFMojgi16VPiVtXvEbYH294Lpk4FIL-mopuVE0sVvCal3555INfM8/s512/unnamed.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="351" data-original-width="512" height="438" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjNN63F5JGsqyF1x9ibKo_u1ogX9lfrSYf-V83cLfovZZqI7uMBtRp0O81dy4JeUm2T4ctKmmo-8y21hYYqoPWajyHiFMojgi16VPiVtXvEbYH294Lpk4FIL-mopuVE0sVvCal3555INfM8/w640-h438/unnamed.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La filosofía soreliana del conocimiento</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El mundo no satisface al hombre y éste decide cambiarlo por medio de su actividad. (…) Las leyes del mundo exterior, de la naturaleza. (…) Son las bases de la actividad del hombre, dirigida a un fin. En su actividad práctica, el hombre se enfrenta con el mundo objetivo, depende de él y determina su actividad de acuerdo con él. (…) El pensamiento que avanza de lo concreto a lo abstracto −siempre que sea correcto− no se aleja de la verdad, sino que se acerca a ella. La abstracción de la materia, de una ley de la naturaleza, la abstracción del valor, etc.; en una palabra, todas las abstracciones científicas −correctas, serias, no absurdas− reflejan la naturaleza en forma más profunda, veraz y completa. De la percepción viva al pensamiento abstracto, y de éste a la práctica: tal es el camino dialéctico del conocimiento de la verdad. (…) La actividad práctica del hombre tiene que llevar su conciencia a la repetición de las distintas figuras lógicas, miles de millones de veces, a fin de que esas figuras puedan obtener la significación de axiomas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Hegel «Ciencia de la lógica», 1915)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Contrariamente a la herencia marxista, que reconoce y saluda el avance de las ciencias y sus progresos pese a los obstáculos que se va encontrando a su paso, en el «renovador» pensamiento de Sorel se hace patente que, como buen nietzscheano, se sentía engañado por las falsas promesas de la Ilustración del siglo XVIII sobre la «futura redención de la humanidad a través del avance de las ciencias», así como desconfió del positivismo del siglo XIX, que también vendió más de una mentira en nombre de la «razón» y el estricto «rigor científico», algo quizás sorprendente para quien no sepa que fueron corrientes creadas y hegemonizadas por la burguesía:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el curso del siglo XIX existió una increíble ingenuidad científica que es la continuación de las ilusiones que habían hecho delirar a fines del siglo XVIII». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para él, el razonamiento reflexivo no era más que una antigualla a desechar, un engañabobos, el árbol que nos impedía ver el bosque. De este modo, su objetivo no fue refinar la metodología errada de estas corrientes, sino abjurar directamente de todo racionalismo para echarse en brazos de otras fuentes que consideraba más «verdaderas» y «naturales» a la esencia humana: la intuición y el utilitarismo. Así configuró su epistemología, es decir, su teoría del conocimiento:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Para Georges Sorel constituía la llamada teoría del «pluralismo dramático», o forma de conocimiento social que estudiaba una realidad siempre plural y en constante transformación desde los diferentes puntos de vista proyectados en un marco fijo de comprensión creado «ex profeso», y que el productor o el creador adivinaba en su labor técnica mediante el ensayo y el error en busca de la solución instrumental». (Sergio Fernández Riquelme; El mito de la Revolución. Masas, violencia y sindicalismo en Georges Sorel, 2019)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Resulta paradójico que, aunque Sorel se mofaba de otros por su «utopismo», a su vez declaraba al mundo que gracias a autores idealistas como Bergson: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La metafísica ha reconquistado el terreno perdido mostrando al hombre la ilusión de las pretendidas soluciones científicas y llevando el espíritu hacia la región misteriosa que la pequeña ciencia aborrece». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¡Precioso combatir la utopía desde la base de ese «espíritu misterioso»! Este «revolucionario» ponía como ejemplo nada más y nada menos que a la Iglesia Católica:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El catolicismo retomó, en el curso del siglo XIX, un vigor extraordinario, porque no ha querido abandonar nada: consolidó sus misterios y, cosa curiosa, gana terreno en los medios cultivados, que se burlan del racionalismo tan de moda antes en la Universidad». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sorel concebía que, para superar los límites del «burocratismo marxista» de Bernstein y otros, debíamos apostar por su «sindicalismo revolucionario», aquel que podía dar rienda suelta a los instintos sin complejos, que venía a ser el sanador a la enfermedad que padecían las organizaciones obreras. No nos detendremos en estos ecos de «superhombre» nietzscheano. Véase la obra de Mehmet Ali Ínce: </span><span style="font-family: georgia;">«</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2020/01/anti-nietzsche-anti-heidegger-mehmet.html" style="font-family: georgia;">AntiNietzsche y antiHeidegger</a><span style="font-family: georgia;">» (2015).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Frente a insinuaciones irracionales del mismo tipo, Lenin daría una contundente respuesta a todos estos seres retardatarios que negaban o dudaban de la óptica materialista-dialéctica para abordar los fenómenos de la realidad, demostrando que el materialismo dialéctico es el método de estudio del conocimiento más consecuentemente científico conocido hasta hoy −los corchetes son nuestros−:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Para el materialista nuestras sensaciones son las imágenes de la única y última realidad objetiva −última, no en el sentido de que está ya conocida en su totalidad, sino en el sentido de que no hay ni puede haber otra realidad además de ella−. Este punto de vista cierra las puertas definitivamente no sólo a todo fideísmo [menosprecio de la razón en favor de la fe], sino también a la escolástica profesoral, que, no viendo la realidad objetiva como el origen de nuestras sensaciones, «deduce» tras laboriosas construcciones verbales el concepto de lo objetivo como algo que tiene una significación universal, está socialmente organizado, etc., etc., sin poder y, a menudo, sin querer distinguir la verdad objetiva de la doctrina sobre los fantasmas y duendes». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)</i></span></p><span style="font-family: georgia;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5e6hUCf3kUGOuI80E1vszuu05pvmXBevKTjQnuvv2n3hW5-o67ws9A94HXVHwX-mMgaftzxmrwRAoKcDVsZjobHt2bg3I0_prEc4y0vZ5nov3-9-w8h3dil8uFyoqZUS3PcQyvx2e2ejq/s1300/tass_13774507b.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="886" data-original-width="1300" height="436" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5e6hUCf3kUGOuI80E1vszuu05pvmXBevKTjQnuvv2n3hW5-o67ws9A94HXVHwX-mMgaftzxmrwRAoKcDVsZjobHt2bg3I0_prEc4y0vZ5nov3-9-w8h3dil8uFyoqZUS3PcQyvx2e2ejq/w640-h436/tass_13774507b.jpg" width="640" /></a></div></span><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>¿Convirtieron los discípulos de Marx sus ideas en un dogma?</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sorel reclamaba a los marxistas ser presos de los dogmas ilustrados y positivistas, para él eran fanáticos de la «razón». Consideraba que los marxistas de su tiempo tomaban la obra de Marx como una «doctrina concluida», cerrada de par en par con unas verdades descubiertas de una vez para siempre:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«No cabe duda de que para Marx fue una verdadera catástrofe haber sido convertido en jefe de secta por jóvenes entusiastas: hubiera producido muchas más cosas útiles de no haber sido esclavo de los marxistas. (…) Los discípulos atribuyen a sus maestros haber cerrado la era de las dudas, aportando soluciones definitivas». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, el problema era que Sorel, como todo buen vitalista, estaba más interesado en la «creación heroica» −la acción− que en las «sutilezas de la teoría» −la investigación social−, por lo que varias de las conclusiones esenciales del marxismo chocaban directamente con sus cándidas nociones. Por esto mismo, no llegaba a comprender los fundamentos que esgrimía el materialismo histórico sobre las leyes sociales, las cuales en ningún momento fueron declaradas «verdades eternas» sino producto de época, y a las que él nunca pudo ni siquiera acercarse a refutar.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Para nosotros, las llamadas «leyes económicas» no son leyes naturales eternas, sino leyes que surgen y desaparecen históricamente, y el código de la economía política moderna, siempre y cuando que la economía lo refleje objetivamente, es para nosotros el compendio de las leyes y condiciones sin las cuales no puede existir la moderna sociedad burguesa; en una palabra, sus condiciones de producción y de cambio, expresadas y resumidas en abstracto. Por tanto, para nosotros, ninguna de estas leyes, en la medida en que exprese relaciones puramente burguesas, es anterior a la sociedad burguesa moderna; aquellas que tenían más o menos vigencia para toda la historia anterior solamente expresan tales relaciones, basadas todas en la dominación y explotación de clase y comunes a los estados sociales correspondientes». (Friedrich Engels; Carta a Albert Lange, 29 marzo 1865)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este tipo de bobadas, aquellas que acusaban al marxismo de llevar a cabo una fosilización de las leyes sociales, en su momento fueron debidamente contestadas por el marxista alemán Franz Mehring: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Si después de esto se puede decir que el materialismo histórico posee ya una base sólida e inconmovible, no queda dicho con ello, ni mucho menos, que todos los resultados por él obtenidos son incontrovertibles, ni tampoco, que ya no le queda nada por hacer. Cuando el materialismo es utilizado impropiamente como un cartabón −y también esto ha ocurrido−, conduce a errores semejantes a cualquier cartabón utilizado en la consideración de la historia, y aun cuando se aplique correctamente como método, las diferencias en el talento y en la formación de aquellos que lo apliquen, o las diferencias en el género y en el volumen del material del que se dispone, llevarán a diferencias en la concepción.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Lo cual resulta totalmente evidente, ya que en el ámbito de las ciencias históricas no es en absoluto posible llevar a cabo una prueba matemática exacta, y quien crea poder rebatir el método materialista de la investigación histórica por tales «contradicciones» no debe ser perturbado en su juego.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Las «contradicciones» de esta especie sólo serán motivo, para las personas razonables, de examinar quién, entre los investigadores que se contradicen, ha llevado a cabo una investigación más exacta y detenida. De ese modo, precisamente a partir de tales «contradicciones», el método obtendrá mayor claridad y seguridad, tanto en su manipulación como en sus resultados». (Franz Mehring; Sobre el materialismo histórico y otros escritos filosóficos, 1893)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, en otros párrafos, Sorel, de forma patética, intentaba presentar a Marx como un preso de la espontaneidad, casi un anarquista:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ya dije que Marx rechazaba toda tentativa que tuviera por objeto la determinación de las condiciones de una sociedad futura. (...) La doctrina de la huelga general niega también esta ciencia». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Indudablemente, el marxismo intentó evitar todas las especulaciones en torno a los aspectos de la futura sociedad comunista que resultasen imposibles de discernir por el momento, pero nunca ignoró gran parte de la fisonomía económica, política o cultural que tendría la nueva sociedad, como bien se puede ver en obras de Marx y Engels como «La crítica al programa de Gotha» (1875) o «Anti-Dühring» (1878). Por esta razón, nosotros hemos expresado de esta manera, en multitud de ocasiones, que debe haber un equilibrio entre lo que se puede planificar y lo que es ya especulación:</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Como en todo, se trata de mantener un equilibrio sobrio. Si en las líneas anteriores estamos criticando el «practicismo ciego» y la «debilidad ideológica», esto no quiere decir, claro está, que para diferenciarnos del resto debamos ponernos a jugar a la «futurología» anticipando las tareas que enfrentaremos de aquí a dos años, dado que el trazar planes y perspectivas debe hacerse no «sobre el papel» y las fantasías de cada uno, sino solamente sobre la base de la situación concreta, la cual debe de haber sido bien reflexionada. Por mucho que sepamos o intuyamos «cuál será el siguiente paso», la dialéctica del tiempo puede modificar las circunstancias dándonos muchas sorpresas. Ergo, la planificación revolucionaria debe partir de atender las demandas, fortalezas y deficiencias del grupo y el entorno en que se mueve, sin resolver esto en un «hoy» no se podrá ir concatenando un escalafón con el siguiente, es decir, no habrá «mañana». Como igual de claro está que, si en cada momento, sean tareas humildes o transcendentes, se prescinde de una brújula, de un plan de ruta a seguir, de una crítica y autocrítica sobre cada paso dado, el viaje a emprender acabará siendo una Odisea donde las circunstancias moverán nuestra nave a su antojo, solo que a diferencia de Ulises no será por culpa de los caprichos de los Dioses sino de nuestra propia falta de previsión, y a diferencia de él, nosotros no retornaremos a Ítaca, sino a la casilla de salida. Y esto, como a los marineros del héroe griego, causará tarde o temprano, la desmoralización o locura de nuestras tropas</span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">». (Equipo de Bitácora (M-L); </span></span><span style="font-family: georgia;"> </span><span style="font-family: georgia;"><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/p/filosofia_11.html">Fundamentos y propósitos</a>, 2023)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><b></b></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizryyt0zTZv2w0_uM09VJmXEWbkQNI5BWZezCz-TeMNdstXPmJXDZQrl0ueoAJYhhdi54Il6_jhp2_NU1itQz6pgA9fSBiETY9Xvmj2lF2ZtuHASy9jtdHEMkekDqA_kRS33TGLXkAHp8P/s1280/1280px-Battle_strike_1934.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1021" data-original-width="1280" height="510" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizryyt0zTZv2w0_uM09VJmXEWbkQNI5BWZezCz-TeMNdstXPmJXDZQrl0ueoAJYhhdi54Il6_jhp2_NU1itQz6pgA9fSBiETY9Xvmj2lF2ZtuHASy9jtdHEMkekDqA_kRS33TGLXkAHp8P/w640-h510/1280px-Battle_strike_1934.jpg" width="640" /></a></b></span></div><span style="font-family: georgia;"><b><br /><div style="text-align: center;"><b>Fetiche por la huelga general y conatos de economicismo por doquier</b></div></b></span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Marx expuso de la siguiente manera el fetiche de Bakunin por la huelga general y su absurda negación de la implicación política:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La clase obrera no debe ocuparse con la política. Solo debe organizarse en sindicatos. Un buen día, mediante la Internacional suplantará a todos los Estados existentes. ¡Puede verse qué caricatura de mis doctrinas ha hecho él [Bakunin]! Dado que la transformación de los Estados existentes en asociaciones es nuestra meta final, debemos entonces permitir a los gobiernos, estos grandes sindicatos de las clases dominantes, que hagan lo que quieran, porque preocuparnos de ellos supone reconocerlos. ¿¡Por qué!? De la misma forma los antiguos socialistas dijeron: no deben ocuparse con la cuestión salarial, porque queremos abolir el trabajo asalariado, ¿¡y luchar contra el capitalista por la tasa salarial supone reconocer el sistema salarial!? El asno ni siquiera ha visto que cualquier movimiento de clase como tal movimiento de clase, es necesariamente y será siempre un movimiento político». (Karl Marx; Carta a Paul Lafargue, 19 de abril de 1870)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta cita ya demostraría que el sorelismo tiene más en común con el bakuninismo que con el marxismo. Pese a ello, Sorel consideraba que el punto que más le acercaba a la doctrina de Marx era:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La práctica de las huelgas nos lleva a una concepción idéntica a la de Marx. Los obreros que dejan de trabajar no van a presentar a sus patronos proyectos de mejor organización del trabajo, y no le ofrecen su concurso para dirigir mejor sus negocios. En una palabra, la utopía no tiene ningún lugar en los conflictos económicos». (Georges Sorel; La descomposición del marxismo, 1907)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¡No! ¡Por supuesto que no! ¡En el trabajo sindical no cabe la utopía! Debe de ser que el ludismo o los intentos de cooperativismo para «superar» o «volver atrás» respecto al capitalismo son «anécdotas históricas». Una vez más, el sorelismo no hacía más que volver a ideologías ya superadas por la historia:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En sí, las huelgas eran lucha tradeunionista, no era aún lucha socialdemócrata; señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos, pero los obreros no tenían, ni podían tener, la conciencia de la oposición irreconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, no tenían conciencia socialdemócrata. (…) La historia de todos los países atestigua que la clase obrera, exclusivamente con sus propias fuerzas, sólo está en condiciones de elaborar una conciencia tradeunionista, es decir, la convicción de que es necesario agruparse en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar del gobierno la promulgación de tales o cuales leyes necesarias para los obreros, etc. En cambio, la doctrina del socialismo ha surgido de teorías filosóficas, históricas y económicas que han sido elaboradas por representantes instruidos de las clases poseedoras, por los intelectuales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En resumidas cuentas, he aquí otra manipulación de Sorel sobre el marxismo. Este último no rechazaba ni mucho menos el trabajo sindical, todo lo contrario, pero el propio Marx expuso los límites del pensamiento «gremial» que arrastraban las agrupaciones sindicales de su tiempo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Están demasiado inclinados exclusivamente a las luchas locales e inmediatas con el capital [y] aún no han entendido completamente el poder que tienen para actuar contra el sistema de esclavitud salarial. Por lo tanto, se mantienen demasiado alejados de los movimientos sociales y políticos generales». (Asociación Internacional de los Trabajadores, Instrucciones para los delegados del Consejo General Provisional, 1866)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En sus escritos anotó cómo se debían enfocar en el futuro:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Aparte de sus propósitos originales, ahora deben aprender a actuar deliberadamente como centros organizadores de la clase obrera en el amplio interés de su completa emancipación. Deben ayudar a todos los movimientos sociales y políticos que tiendan en esa dirección. (...) Deben velar por los intereses de los oficios peor pagados, como los trabajadores agrícolas, que han quedado impotentes por circunstancias excepcionales. Deben convencer al mundo en general que sus esfuerzos, lejos de ser estrechos y egoístas, apuntan a la emancipación de los millones de oprimidos». (Asociación Internacional de los Trabajadores, Instrucciones para los delegados del Consejo General Provisional, 1866)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sorel añadía que el defecto del pensador alemán fue que nunca comprendió del todo el «potencial» de la «huelga general» para derrocar a la burguesía. ¿En qué se basaba esta «huelga general revolucionaria»? En el más puro arrebato anarquista:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En una palabra, la utopía no tiene ningún lugar en los conflictos económicos. (…) El mismo espíritu se halla en los grupos obreros que están apasionados por la huelga general; estos grupos miran, en efecto, a la revolución como un inmenso alzamiento que incluso se puede calificar de individualista: cada uno marchando con el mayor ardor posible, actuando por su cuenta, no preocupándose demasiado de subordinar su conducta a un gran plan de conjunto sabiamente combinado». (Georges Sorel; La descomposición del marxismo, 1907)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Quién era pues el utopista aquí? ¿Cuántas huelgas generales han provocado la «rendición de todo el pabellón burgués»? Que sepamos, ninguna. La huelga siempre ha sido un auxiliar de la revolución, pero nada más. Esta sobrestimación de la huelga general como método clave para derrocar al capitalismo es algo que repetirían en Alemania autores como Rosa Luxemburgo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La huelga es el pulso vivo de la revolución y, al mismo tiempo, su rueda motriz más poderosa. (...) La huelga de masas no se puede convocar a voluntad, incluso cuando la decisión de hacerlo puede provenir del comité superior del partido socialdemócrata más fuerte. (...) El elemento de la espontaneidad juega un papel importante en todas las huelgas de masas rusas sin excepción. (...) El elemento de la espontaneidad juega un papel tan predominante porque las revoluciones no permiten que nadie haga el papel de maestro de escuela con ellas». (Rosa Luxemburgo; La huelga de masas y los sindicatos, 1906)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Lenin dedicó dos obras clave contra estas nociones en «¿Qué hacer?» (1902) y «Un paso adelante, dos pasos atrás» (1904), así como en artículos de menor extensión, pero de gran peso teórico como «Sobre las huelgas» (1899). Lenin sentenciaba que este reflejo economicista en Rusia era producto de:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los intelectuales, que en nuestro Partido representaban un porcentaje bastante mayor que en los partidos de Europa occidental, sentíanse atraídos por el marxismo, que era una nueva moda. Pero esta atracción muy pronto cedió su lugar a la inclinación servil ante la crítica burguesa de Marx por un lado, y por otro, ante el movimiento obrero puramente sindical: sobrestimación de las huelgas, «economismo». (Vladimir Ilich Uliánov Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás. Respuesta a Rosa Luxemburgo, 1904)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y, sin embargo, esta crítica no significaba que quitara importancia a la lucha sindical y económica, pero dejaba bien claro cuáles eran sus limitaciones con respecto al movimiento obrero y sus objetivos políticos ulteriores, algo que los idealistas, izquierdistas y fanáticos del trabajo artesanal eran incapaces de ver:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por eso los socialistas llaman a las huelgas «escuela de guerra», escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos, por la emancipación de todo el pueblo, de todos los trabajadores, del yugo de los funcionarios y del yugo del capital. Pero la «escuela de guerra» no es aún la guerra misma. Cuando las huelgas se difunden ampliamente, algunos obreros −y algunos socialistas− comienzan a pensar que la clase obrera puede incluso limitarse a las huelgas y a las cajas o sociedades de resistencia, que mediante las huelgas solas pueden procurar una gran mejora de su situación o incluso alcanzar su emancipación. Cuando ven la fuerza que representa la unión de los obreros y aun sus pequeñas huelgas, algunos piensan que a los obreros les basta con declarar la huelga general en todo el país para conseguir de los capitalistas y del Gobierno todo lo que quieran. Esta opinión la expresaron también los obreros de otros países cuando el movimiento obrero estaba en su etapa inicial y los obreros contaban aún con muy poca experiencia. Pero esta opinión es errónea. Las huelgas son uno de los medios de lucha de la clase obrera por su emancipación, pero no el único, y si los obreros no prestan atención a otros medios de lucha, frenan el desarrollo y los éxitos de la clase obrera». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre las huelgas, 1899)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Nada que ver con las declaraciones de nuestro compañero, Sorel, que reiteraría la relevancia de las lecciones de los obreros sindicalistas, de nuevo, incidiendo en el poco valor de la teoría y de hacer conscientes a esos obreros para que realmente participen del movimiento en pro de avanzar hacia otra sociedad. ¿Es esto una exageración? En absoluto:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Un paso decisivo hacia la reforma se dio cuando algunos marxistas que aspiraban a pensar libremente, se dedicaron a estudiar el movimiento sindical, y descubrieron que «los sindicalistas puros pueden enseñarnos más de lo que podemos enseñarles nosotros». (Georges Sorel; La descomposición del marxismo, 1907)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otro aspecto que debe remarcarse en el ideario soreliano es que, a causa del «cretinismo parlamentario» que manifestaban muchos de los partidos socialdemócratas, este reaccionó invitando a los revolucionarios de todo el mundo a que rechazasen todo trabajo en las tribunas parlamentarias. Así mismo, con un eco bakuninista, de su pluma destilaba una desconfianza continua hacia los «políticos», los cuales, según él, solo desearían «utilizar» al proletariado para «reforzar su Estado», negando en la práctica la necesidad de los «jefes revolucionarios». No merece la pena detenernos en estos aspectos tan ridículos que Lenin se encargó de fulminar criticando a autores como Bordiga o Pannekoek en su famosa obra «El «izquierdismo» enfermedad infantil del comunismo» (1920). Como dijo Marx en su «Carta a Laura Lafargue» (14 de diciembre de 1882), esta «fraseología ultrarrevolucionaria» es algo «vacío», y «nuestras gentes deberían dejar esa especialidad a los llamados anarquistas», que en realidad son «columnas del orden presente y no ponen desorden en nada, ni en sus propias y pobres cabezas pueriles, que ya de nacimiento son el caos». </span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVOWqxjFkFSMZJHasPHyK0RaA2igoSVDJ7HnXv2-KU76UGc0LMjyQN83jfEjKOROB3hLkx2478iYShtozYjVkB4vDUs5iClfa3sZJPOyTB9LfZB0CRN5mDKDft4YNSlgWBi8noAQi3Frbq/s1024/mito-de-la-caverna-ilustracion-lifeder-min-1024x863.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="863" data-original-width="1024" height="540" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjVOWqxjFkFSMZJHasPHyK0RaA2igoSVDJ7HnXv2-KU76UGc0LMjyQN83jfEjKOROB3hLkx2478iYShtozYjVkB4vDUs5iClfa3sZJPOyTB9LfZB0CRN5mDKDft4YNSlgWBi8noAQi3Frbq/w640-h540/mito-de-la-caverna-ilustracion-lifeder-min-1024x863.jpg" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>El «mito soreliano» como condición sine qua non para movilizar al pueblo</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El mito de la huelga general se ha hecho popular, y se ha establecido sólidamente en las conciencias. Ahora tenemos, acerca de la violencia, ideas que Marx no hubiera podido formarse fácilmente. Estamos entonces en condiciones de completar su doctrina, en vez de comentar sus textos como lo han hecho durante tanto tiempo los discípulos desorientados». (Georges Sorel; Reflexiones sobre la violencia, 1908)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí Sorel se proclama por encima de Marx y sus «despistados discípulos». Así pues, utilizando el renovado impulso del «idealismo filosófico», de moda en su tiempo, −Nietzsche, Bergson, James, Freud y Cía−, crearía la famosa concepción soreliana del «mito» de la «huelga general»; de ahora en adelante esto sería la palanca transformadora de la sociedad:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El mito es una creencia creada por el hombre, frecuentemente ligada a la cuestión de los orígenes −se trata de motivar la acción por una genealogía ejemplar−, que nace de un choque psicológico. No se remite pues al pasado, como habían creído los «primitivistas», sino a lo eterno. El mito no nos esclarece sobre lo que ocurrió, sino sobre lo que se producirá, sobre lo que se busca producir. Si es fecundo, si responde a la demanda colectiva, si es aceptado por la sociedad en su totalidad, o por un segmento importante de esta, entonces se renueva por sí mismo: su socialización va aparejada con su sacralización. El mito se sitúa más allá de lo verdadero y lo falso, el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Únicamente es fecundo, o no lo es». (Georges Sorel; La descomposición del marxismo, 1907)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aunque aquí reconocemos uno de los dogmas ideológicos futuros del fascismo, sin duda estamos ante una concepción filosófica que bebe del utilitarismo estadounidense de los siglos XIX y XX, aunque, para ser francos, estas líneas son un clásico de la oratoria política que se remonta hasta los sofistas griegos. Para Sorel no era importante si lo trazado como línea política era real o no, si correspondía a unas necesidades materiales presentes o ulteriores de los trabajadores que estuvieran anticipadas por el devenir social y la dirección consciente, lo importante es si de una forma u otra estas ideas mágicas, valientes o interesantes «prenden en las masas». Bajo tal conclusión cortoplacista, el partido no debería procurar tanto tener buenos analistas y orientadores, sino buenos y carismáticos oradores. No tendría que fijarse tanto en forjar líderes honestos y formados, sino en simplemente encontrar una buena financiación para alcanzar la máxima difusión de su «mito». Era este un «resultadismo» tan dañino como a la larga estéril para los revolucionarios de cualquier época, solo resulta fructífero para los demagogos de turno. ¿A dónde ha conducido siempre este «pragmatismo extremo» sazonado de cuentos místicos para el vulgo? Cualquiera que sepa algo de historia política ya tendrá un par de nombres en mente, ya que esto que anotamos es la descripción exacta de movimientos populistas como el peronismo durante el siglo XX. </span><span style="font-family: georgia;">Véase la obra: «</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/01/peron-el-fascismo-la-argentina-equipo.html" style="font-family: georgia;">Perón, ¿el fascismo a la argentina?</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En verdad, siempre hay toda una serie de condicionantes objetivos que hacen que una doctrina política pueda «prender» mejor o peor sobre el pueblo y ello sin que, necesariamente, sea lo más adecuado, incluso aunque sus propuestas diverjan de lo que se deba hacer para lograr sus presuntas metas, como pudieron ser en las asociaciones proletarias de los últimos siglos la búsqueda del comunismo. No cabe lugar a dudas que, Francia, el país de origen de Sorel, es buena prueba de todo esto: allí en el siglo XIX el «socialismo utópico» de Fourier y Proudhon causó furor en la población durante un tiempo. Ya en el nuevo siglo, el «socialismo posibilista» de Jaurès o Blum no solo mantuvo un notable «apoyo popular», sino que su «moderantismo» pronto le valió para ganarse las simpatías de las élites tradicionales y gobernar el país. Es más, incluso podemos asegurar que también hubo un gran apoyo popular y mediático de la población en general hacia las ideas «socialchovinistas» de Thorez, quien, desde los años 30, intentó sincretizar los principios de la Revolución Francesa (1789) y la Revolución Rusa (1917). Por traer a colación un último ejemplo, ocurrió de forma similar en los 70 con el «cabal» eurocomunismo de Marchais: este también fue muy aplaudido tanto por la «burguesía respetable» de la hipócrita «Liberté, Égalité y Fraternité» como por los militantes obreros que decían buscar «una nueva sociedad»; todos ellos pensaban que en alianza socialistas y eurocomunistas construirían una Francia nueva y mejor, a la cual, a veces, le ponían el nombre de «comunista». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Y bien? ¿Acaso alguno de estos logró organizar un movimiento emancipador que funcionase con la precisión de un reloj suizo y estuviese bien pertrechado ideológicamente para neutralizar la influencia de sus enemigos? ¿Lograron superar al capitalismo, propósito que, todos ellos, se marcaban en sus inicios? No, a través de estos demagogos y charlatanes el proletariado francés regaló su fuerza, su independencia organizativa e ideológica como clase, se perdió en una tormenta de nociones e influencias aburguesadas. Aun así, ¿por qué triunfaron temporalmente todas estas corrientes si muchas veces partían de supuestos falsos y perjudiciales? No olvidemos que las peores tradiciones y las malas costumbres pesan sobre la actividad de los hombres como si se tratase de una maldición y, a veces, pareciera que la voluntad o la honestidad de unos cuantos no sirven en absoluto para superar esta barrera de mediocridad, pero hay una explicación racional mucho más sencilla y no tan fatalista. Antes de nada, nunca debemos perder de vista que, aunque requiera mucho tiempo, es mediante la dedicación y el esfuerzo que los hombres logran cambiar sus circunstancias, lo que en política exige la cooperación sin titubeos entre sus miembros, algo que tiene más importancia cuando se va en contra de la corriente de opinión mayoritaria. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estas expresiones políticas arriba mencionadas, cuya «evolución» se distanciaba de la raíz marxista que alguna vez pudieron tener, cosecharon un gran éxito momentáneo, eso es innegable, pero fue, entre otros motivos, porque tenían un buen nicho en las condiciones de su tiempo, porque no eran incompatibles con las limitaciones existentes y la tradición heredada más negativa. Cuando decimos esto incluimos también a la presunta «élite ilustrada», es decir, los «elementos más avanzados», porque como dijo Marx: «El educador también tiene que ser educado». En su mayoría, pues, su modelo y propuestas no venían a «poner patas arriba» nada, a lo sumo se adaptaban correctamente en aspectos secundarios porque así lo reclamaba la realidad, porque así podían operar mejor; pero en lo importante, en lo decisivo, se descarrilaban de la esencia de lo que se necesitaba hacer para cumplir con las tareas del momento. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cuando estos movimientos hacían su puesta en escena, resultaba que sus «novedosas» doctrinas casaban muy bien con las nociones de algunos movimientos en declive, nociones utópicas que todavía coleteaban en el ideario colectivo, por lo que unos movimientos crecían absorbiendo a otros y casi siempre heredaban sus peores rasgos y carencias. Es más, podríamos decir que, para estos grupos, su mayor problema era la competencia con toda una ristra de escuelas y sectas que, salvo pequeñas variaciones, hablaban parecido, actuaban de formas análogas e incluso adoptaban los mismos símbolos. Por esto, gran parte de su propaganda se centraba en aparentar que ellos tenían la piedra filosofal para resolver mágicamente todos los problemas, aunque sus recetas fuesen las mismas que habían causado el desastre −seguro que esto les resultará familiar a nuestros lectores respecto a lo que ven cada día−. Esto no es ninguna sorpresa, ya que, como decimos, sigue ocurriendo de igual forma</span><span style="font-family: georgia;">. Véase el capítulo: «</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2020/10/cual-es-realmente-el-trabajo-de-masas.html" style="font-family: georgia;">¿En qué se basa el «trabajo de masas» del revisionismo moderno?</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Y qué podemos extraer de estos episodios políticos tan interesantes? Que en cualquiera de los escenarios históricos, la falta o limitaciones del conocimiento cultural, tanto el «embrutecimiento alienante de las masas» como los vicios que arrastran los elementos más «instruidos» y «revolucionarios», siempre acaban actuando como un fuerte condicionante para que muchos grupos que se pretenden «emancipadores» se den de bruces una y otra vez con los mismos quebraderos de cabeza: imposibilidad de atraer y organizar a la mayoría del pueblo, desconocimiento sobre cómo actuar para transformar la sociedad que dicen querer superar y demás problemas que uno se puede imaginar. Dado el empecinamiento de muchos en no querer fijarse mejor en todos y cada uno de estos requisitos, recuerdan cómicamente al moscardón que se choca una y otra vez con el cristal. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Concluyendo, todo esto siempre acaba en frustración, desmoralización, fraccionalismo y dispersión, concesiones «in extremis» para salvar la situación, etc. Por esta razón, no es extraño comprobar que, a causa de su malicia o su ignorancia, el revisionismo siempre parece vivir anclado en el pasado repitiendo los errores de la historia, discutiendo sobre cuestiones que ya han sido resueltas y constatadas en la práctica décadas atrás. Unos actuarán así porque su objetivo no es transformar nada, sino aprovecharse del alma cándida y la ignorancia generalizada, pero también contamos con los otros que actúan así porque no han abierto los ojos respecto a la futilidad de lo que hacen y proponen. En ambos casos, durante esta gratuita «revisión del marxismo» que acostumbran a realizar, nunca presentan ni argumentaciones de peso ni evidencias empíricas para convencernos de por qué debemos seguirles en su diletante modelo de trabajo o en sus vagas pretensiones sobre la sociedad futura. Ellos lo centran todo en «persuadirnos» presumiendo de su «capacidad de movilización» o hablándonos de la «cantidad de apoyos» que recalan por los votos que reciben en las elecciones. En honor a la verdad, esto no nos impresiona, hace largo tiempo que la historia se ha encargado de dejar en completo ridículo la «victoria pírrica» que consiguen estas asociaciones −en muchas ocasiones subvencionadas y promocionadas por el poder público−, puesto que lo que tienen entre manos es un éxito fugaz que jamás estará ni siquiera cerca de significar lo mismo que una victoria contundente y completa sobre el capital, como sí lograron, por ejemplo, los bolcheviques</span><span style="font-family: georgia; text-align: left;">». (Equipo de Bitácora (M-L); </span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/07/mariategui-el-idolo-del-marxismo.html" style="font-family: georgia; text-align: left;">Mariátegui, el ídolo del «marxismo heterodoxo»</a><span style="font-family: georgia; text-align: left;">, 2021)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-45161822839657255422024-01-27T15:20:00.014+01:002024-02-06T17:39:29.989+01:00Marx reflexionando sobre la evolución de la división social del trabajo a nivel histórico<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="874" data-original-width="990" height="566" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWnGC4aBHB5XqNmalOCgSZk_4BXo_k-Xhc5i8sqIhfPC8tYuwJcWk2bXFnsaMy_3oU2rwOrHLSjkKEVYqpctmqYWtLEmVuc66RCB-zKTcuyLEW28f61Lq3-W5GjAfhW4OY09PEreoPZIuk3s8sDlvvV9Y8jDXpEH65GnSoIwpNiBTMIGd4qAQ5vC96iC2C/w640-h566/marx%20y%20la%20div%20del%20trab.png" width="640" /></span></div><span style="font-family: georgia;"><div style="text-align: center;"><br /></div></span><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«La división del trabajo dentro de la sociedad, con la consiguiente adscripción de los individuos a determinadas órbitas profesionales, se desarrolla, al igual que la división del trabajo dentro de la manufactura, arrancando de puntos de partida contrapuestos. Dentro de la familia [26], y más tarde, al desarrollarse ésta, dentro de la tribu, surge una división natural del trabajo, basada en las diferencias de edades y de sexo, es decir, en causas puramente fisiológicas, que, al dilatarse la comunidad, al crecer la población y, sobre todo, al surgir los conflictos entre diversas tribus, con la sumisión de unas por otras, va extendiéndose su radio de acción. De otra parte, brota, como ya hemos observado, el intercambio de productos en aquellos puntos en que entran en contacto diversas familias, tribus y comunidades, pues en los orígenes de la civilización no son los individuos los que tratan, sino las familias, las tribus, etc.</span></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Diversas comunidades descubren en la naturaleza circundante diversos medios de producción y diversos medios de sustento. Por tanto, su modo de producir, su modo de vivir y sus productos varían. Estas diferencias naturales son las que, al entrar en contacto unas comunidades con otras, determinan el intercambio de los productos respectivos y, por tanto, la gradual transformación de estos productos en mercancías. No es el cambio el que crea la diferencia entre las varias órbitas de producción; lo que hace el cambio es relacionar estas órbitas distintas las unas de las otras; convirtiéndolas así en ramas de una producción global de la sociedad unidas por lazos más o menos estrechos de interdependencia. Aquí, la división social del trabajo surge por el cambio entre órbitas de producción originariamente distintas, pero independientes las unas de las otras. Allí donde la división fisiológica del trabajo sirve de punto de partida, los órganos especiales de una unidad cerrada y coherente se desarticulan los unos de los otros, se fraccionan −en un proceso de desintegración impulsado primordialmente por el intercambio de mercancías con otras comunidades− y se independizan hasta un punto en que el cambio de los productos como mercancías sirve de agente mediador de enlace entre los diversos trabajos. Como se ve, en un caso adquiere independencia lo que venía siendo dependiente, mientras que, en el otro, órganos hasta entonces independientes pierden su independencia anterior.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La base de todo régimen de división del trabajo que esté un poco desarrollado y condicionado por el intercambio de mercancías es la separación entre la ciudad y el campo [27]. Puede decirse que toda la historia económica de la sociedad se resume en la dinámica de este antagonismo, en cuyo análisis no podemos detenernos aquí. Así como la división del trabajo dentro de la manufactura presupone, en el aspecto material, la existencia de un cierto número de obreros empleados simultáneamente, la división del trabajo dentro de la sociedad presupone una cierta magnitud y densidad de población, que aquí sustituyen a la aglomeración de operarios dentro del mismo taller [28]. Sin embargo, este grado de densidad es un factor relativo. En un país relativamente poco poblado, pero con buenos medios de comunicación, la densidad de población es mayor que en un país más poblado, pero con medios de comunicación menos perfectos; así, por ejemplo, los Estados septentrionales de Norteamérica tienen una densidad de población mayor que la India [29].</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como la producción y la circulación de mercancías son la premisa de todo régimen capitalista de producción, la división manufacturera del trabajo requiere que la división del trabajo dentro de la sociedad haya alcanzado ya cierto grado de madurez. A su vez, la división del trabajo en la manufactura repercute en la división del trabajo dentro de la sociedad, y la impulsa y multiplica. Al diferenciarse los instrumentos de trabajo, se diferencian cada vez más las industrias que los producen [30]. Tan pronto como el régimen manufacturero se adueña de una industria que venía siendo explotada en unión de otras, como rama principal o accesoria, y por el mismo productor, las industrias hasta entonces englobadas se disocian y cada una de ellas adquiere su autonomía propia. Y si se adueña de una fase especial de producción de una mercancía, las que hasta allí eran otras tantas fases de un mismo proceso de producción se convierten en ramas industriales independientes. Ya hemos apuntado que allí donde el producto manufacturado representa una unidad puramente mecánica de productos parciales, los trabajos parciales pueden volver a desarticularse y recobrar su autonomía como manufacturas independientes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para implantar de un modo más perfecto la división del trabajo dentro de una manufactura, lo que se hace es dividir en varias manufacturas, algunas de ellas totalmente nuevas, la misma rama de producción, atendiendo a la diversidad de sus materias primas o a las diversas formas que una misma materia prima puede revestir. Así, ya en la primera mitad del siglo XVII se producían solamente en Francia más de cien distintas clases de seda, y en Avignon, por ejemplo, era ley que «cada aprendiz solo podía consagrarse a una clase de fabricación, sin poder aprender la elaboración de varías clases de productos al mismo tiempo». La explotación manufacturera, encargada de fabricar todas las especialidades, da un nuevo impulso a la división territorial del trabajo, que circunscribe determinadas ramas de producción a determinadas regiones de un país [31].</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La expansión del mercado mundial y el sistema colonial, que figuran entre las condiciones generales del sistema, suministran al período manufacturero material abundante para el régimen de división del trabajo dentro de la sociedad. No vamos a investigar aquí en detalle cómo este régimen se adueña no sólo de la órbita económica, sino de todas las demás esferas de la sociedad, echando en todas partes los cimientos para ese desarrollo de las especialidades y los especialistas, para esa parcelación del hombre que hacía exclamar ya a Ferguson, el maestro de A. Smith: «Estamos creando una nación de ilotas; no existe entre nosotros un solo hombre libre» [32].</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, a pesar de las grandes analogías y de la concatenación existentes entre la división del trabajo dentro de la sociedad y la división del trabajo dentro de un taller, media entre ambas una diferencia no sólo de grado, sino de esencia. Donde más palmaría aparece la analogía es allí donde un vínculo interno une a varias ramas industriales. Así, por ejemplo, el ganadero produce pieles, el curtidor las convierte en cuero y el zapatero hace de éste botas. Como se ve, cada uno de estos tres industriales fabrica un producto gradual distinto y la mercancía final resultante es el producto combinado de sus trabajos específicos. A esto hay que añadir las múltiples ramas de trabajo que suministran al ganadero, al curtidor y al zapatero respectivamente, sus medios de producción. Podemos pensar, con Adam Smith, que esta división social del trabajo sólo se distingue de la manufacturera desde un punto de vista subjetivo, es decir, para el observador, que unas veces ve englobados dentro del espacio los múltiples trabajos parciales, mientras que otras veces contempla su dispersión en grandes zonas, dispersión que, unida al gran número de operarios que trabajan en cada rama especial, oculta a su mirada la concatenación [33]. Pero ¿qué es lo que enlaza los trabajos independientes del ganadero, el curtidor y el zapatero? El hecho de que sus productos respectivos tengan la consideración de mercancías. ¿Qué caracteriza, en cambio, a la división manufacturera del trabajo? El hecho de que el obrero parcial no produce mercancías [34]. Lo que se convierte en mercancía es el producto común de todos ellos [35].</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La división del trabajo dentro de la sociedad se opera por medio de la compra y venta de los productos de las diversas ramas industriales; los trabajos parciales que integran la manufactura se enlazan por medio de la venta de diversas fuerzas de trabajo a un capitalista, que las emplea como una fuerza de trabajo combinada. La división manufacturera del trabajo supone la concentración de los medios de producción en manos de un capitalista; la división social del trabajo supone el fraccionamiento de los medios de producción entre muchos productores de mercancías independientes los unos de los otros. Mientras que en la manufactura la ley férrea de la proporcionalidad adscribe determinadas masas de obreros a determinadas funciones, en la distribución de los productores de mercancías y de sus medios de producción entre las diversas ramas sociales de trabajo reinan, en caótica mezcla, el azar y la arbitrariedad. Claro está que las diversas esferas de producción procuran mantenerse constantemente en equilibrio, en el sentido de que, de una parte, cada productor de mercancías tiene necesariamente que producir un valor de uso y, por tanto, satisfacer una determinada necesidad social, y, como el volumen de estas necesidades varía cuantitativamente, hay un cierto nexo interno que articula las diversas masas de necesidades, formando con ellas un sistema primitivo y natural; de otra parte, la ley del valor de las mercancías se encarga de determinar qué parte de su volumen global de tiempo de trabajo disponible puede la sociedad destinar a la producción de cada clase de mercancías. Pero esta tendencia constante de las diversas esferas de producción a mantenerse en equilibrio sólo se manifiesta como reacción contra el desequilibrio constante. La norma que en el régimen de división del trabajo dentro del taller se sigue «a priori», como un plan preestablecido, en la división del trabajo dentro de la sociedad sólo rige «a posteriori», como una ley natural interna, muda, perceptible tan sólo en los cambios barométricos de los precios del mercado y como algo que se impone al capricho y a la arbitrariedad de los productores de mercancías.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La división del trabajo en la manufactura supone la autoridad incondicional del capitalista sobre hombres que son otros tantos miembros de un mecanismo global de su propiedad, la división social del trabajo enfrenta a productores independientes de mercancías que no reconocen más autoridad que la de la concurrencia, la coacción que ejerce sobre ellos la presión de sus mutuos intereses, del mismo modo que en el reino animal el «bellum omnium contra omnes» −la guerra de todos contra todos− se encarga de asegurar más o menos íntegramente las condiciones de vida de todas las especies. Por eso, la misma conciencia burguesa, que festeja la división manufacturera del trabajo, la anexión de por vida del obrero a faenas de detalle y la supeditación incondicional de estos obreros parcelados al capital como una organización del trabajo que incrementa la fuerza productiva de éste, denuncia con igual clamor todo lo que suponga una reglamentación y fiscalización consciente de la sociedad en el proceso social de producción como si se tratase de una usurpación de los derechos inviolables de propiedad, libertad y libérrima «genialidad» del capitalista individual. Y es característico que esos apologistas entusiastas del sistema fabril, cuando quieren hacer una acusación contundente contra lo que sería una organización general del trabajo a base de toda la sociedad, digan que convertiría a la sociedad entera en una fábrica. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la sociedad del régimen capitalista de producción, la anarquía de la división social del trabajo y el despotismo de la división del trabajo en la manufactura se condicionan recíprocamente; en cambio, otras formas más antiguas de sociedad, en que la especialización de las industrias se desarrolla de un modo elemental, para cristalizar luego y consolidarse al fin legalmente, presentan, de una parte, la imagen de una organización del trabajo social sujeta a un plan y a una autoridad, mientras de otra parte, excluyen radicalmente o sólo estimulan en una escala insignificante o de un modo esporádico y fortuito, la división del trabajo dentro del taller [36]. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquellas antiquísimas y pequeñas comunidades indias, por ejemplo, que en parte todavía subsisten, se basaban en la posesión colectiva del suelo, en una combinación directa de agricultura y trabajo manual y en una división fija del trabajo, que, al crear nuevas comunidades, servía de plano y de plan. De este modo, se crean unidades de producción aptas para satisfacer todas sus necesidades y cuya zona de producción varia de 100 a 1.000 o a varios miles de acres. La gran masa de los productos se destina a subvenir a las necesidades directas de la colectividad, sin que adquieran carácter de mercancías; por tanto, aquí la producción es de suyo independiente de la división del trabajo que reina en general dentro de la sociedad india, condicionada por el cambio de mercancías. Sólo se convierte en mercancía el remanente de lo producido, y este cambio se opera ya, en parte, en manos del Estado, al que corresponde, desde tiempos inmemoriales, como renta en especie, una determinada cantidad de productos. En diversas partes de la India rigen diversas formas de comunidad. En la más sencilla de todas, es la comunidad la que cultiva la tierra colectivamente, distribuyendo luego los productos entre sus miembros, a la par que cada familia se dedica a hilar, tejer, etc., como industria doméstica accesoria. Junto a esta masa entregada a una ocupación homogénea, nos encontramos con el «vecino principal», juez, policía y recaudador de impuestos en una pieza; con el tenedor de libros, que lleva la contabilidad agrícola, catastrando y sentando en sus libros todo lo referente a la agricultura; un tercer funcionario, que persigue a los criminales y ampara a los viajeros extraños a la comunidad, acompañándolos de pueblo en pueblo; el guardador de fronteras, encargado de vigilar las fronteras que separan a la comunidad de las comunidades vecinas; el vigilante de aguas, que distribuye para fines agrícolas las aguas de los depósitos comunales; el brahmán, que regenta las funciones del culto religioso; el maestro de escuela, que enseña a los niños de la comunidad a leer y escribir sobre arena; el brahmán del calendario, que señala, como astrólogo, las épocas de siembra y cosecha y las horas buenas y malas para todas las faenas agrícolas; un herrero y un carpintero, a cuyo cargo corre la fabricación y reparación de los aperos de labranza; el alfarero, que fabrica los cacharros de la aldea; el barbero, el lavandero, encargado de la limpieza de las ropas, el platero, y, de vez en cuando, el poeta, que en unas cuantas comunidades sustituye al platero y en otras al maestro de escuela. Estas doce o catorce personas viven a costa de toda la comunidad. Al aumentar el censo de población, se crea una comunidad nueva y se asienta, calcada sobre la antigua, en tierras sin explotar. El mecanismo de estas comunidades obedece a una división del trabajo sujeta a un plan; en cambio, la división manufacturera es inconcebible en ella, puesto que el mercado para el que trabajan el herrero, el carpintero, etc., es invariable, y a lo sumo, si la importancia numérica de la aldea lo exige, en vez de un herrero, de un alfarero, etc. trabajan dos o tres [37]. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La ley que regula la división del trabajo en la comunidad actúa aquí con la fuerza inexorable de una ley natural, mientras que los distintos artesanos, el herrero, el carpintero, etc., trabajan y ejecutan en su taller todas las faenas de su oficio ajustándose a la tradición de éste, pero con absoluta independencia y sin reconocer ninguna autoridad. La sencillez del organismo de producción de estas comunidades que, bastándose a sí mismas, se reproducen constantemente en la misma forma y que al desaparecer fortuitamente, vuelven a restaurarse en el mismo sitio y con el mismo nombre [38], nos da la clave para explicarnos ese misterio de la inmutabilidad de las sociedades asiáticas, que contrasta de un modo tan sorprendente con la constante disolución y transformación de los Estados de Asia y con su incesante cambio de dinastías. A la estructura de los elementos económicos básicos de la sociedad no llegan las tormentas amasadas en la región de las nubes políticas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Las leyes gremiales, obrando con arreglo a un plan, impiden, como sabemos, mediante una severa limitación del número de los oficiales que se le autoriza a emplear a cada maestro, la transformación del maestro en capitalista. Además, el maestro gremial sólo puede emplear oficiales en la industria en que es maestro. El gremio se defiende celosamente contra todas las invasiones del capital comercial, única forma libre de capital que tiene en frente. El comerciante podía comprar todas las mercancías; lo único que no podía comprar como mercancía era el trabajo. Sólo se le toleraba como editor de los productos de su oficio. Si las circunstancias provocaban una división más acentuada del trabajo, lo que hacía era desdoblar los gremios existentes o incorporar a ellos otros nuevos, pero sin reunirlos nunca en un mismo taller. Como se ve, la organización gremial excluye la división manufacturera del trabajo, aunque su especialización, su aislamiento y el desarrollo de las industrias a que contribuye figuren entre las condiciones materiales de existencia del periodo de la manufactura. En general, el obrero se hallaba indisolublemente unido a los medios de producción, como el caracol a su concha, y esto impedía que se produjese lo que es condición primordial de la manufactura, a saber: la autonomía de los medios de producción como capital frente al obrero. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Mientras que la división del trabajo dentro de la estructura total de una sociedad, se hallase o no condicionada al cambio de mercancías, es inherente a los tipos económicos más diversos de sociedad, la división manufacturera del trabajo constituye una creación peculiar y específica del régimen capitalista de producción</span><span style="font-family: georgia;">». (</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Karl%20Marx" style="font-family: georgia;">Karl Marx</a><span style="font-family: georgia;">; </span><a href="http://biblio3.url.edu.gt/Libros/CAPTOM1.pdf" style="font-family: georgia;">El Capital, Tomo I</a><span style="font-family: georgia;">, 1867)<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-family: georgia;">Anotaciones de la edición:</span></b></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[26] Nota a la 3ª ed. Posteriores y muy concienzudos estudios sobre la prehistoria humana llevan al autor posteriormente a la conclusión de que, en un principio, no fue la familia la que se desarrolló para formar la tribu, sino que, por el contrario, ésta constituye la forma primitiva y natural de las asociaciones humanas basadas en los vínculos de sangre, de la que luego, al disolverse, surgen las múltiples formas de familia. F. E. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[27] Sir James Steuart es quien mejor ha tratado este punto. Cuán poco conocida es hoy su obra, publicada diez años antes de aparecer la «Riqueza de las naciones», lo demuestra entre otras cosas el hecho de que los admiradores de Malthus ignoren incluso que en la primera edición de su obra sobre la «Población», este autor, prescindiendo de la parte puramente declaratoria, se limita a plagiar casi exclusivamente a Steuart y a los clérigos Wallace y Townsend. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[28] <i>«Tanto el comercio social como aquella cooperación de fuerzas que potencia el rendimiento del trabajo exigen un cierto grado de densidad de población». (James Mill; ELementos, 1826) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Al aumentar el número de obreros, aumenta la capacidad productiva de la sociedad en la misma proporción de aquel incremento, multiplicado por la eficacia de la división del trabajo». (Th. Hodgskin; Economía política popular, 1827) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[29] La gran demanda de algodón imperante desde 1861 hizo que en algunos distritos bastante poblados de la India Oriental la producción algodonera se extendiese a costa de la producción de arroz. Esto provocó en parte del país una epidemia de hambre, pues por la falta de medios de comunicación, y por tanto de enlace físico, la penuria de arroz producida en algunos distritos no podía compensarse desplazando a ellos el sobrante de la cosecha de otros. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[30] Así, por ejemplo, en Holanda la fabricación de lanzaderas de telar constituía ya en el siglo XVII una industria especial. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[31] <i>«Pues ¿no se halla la manufactura lanera inglesa dividida en varias partes o ramas, aclimatadas en distintos lugares, los únicos o por lo menos los más importantes en que se explota: lienzo fino en Somersetshire, lienzo basto en Yorkshire, doble ancho en Exeter, seda en Sudbury, crespón en Norwich, mezcla en Kendal, mantas en Whitney, etc.?». (Berkeley; The Querist, 1750) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[32] A. Ferguson, History of Civil Society, Edimburgo, 1757, parte IV, sec. I, p. 285. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[33] En las verdaderas manufacturas −dice A. Smith−, parece como si la división del trabajo fuera mayor:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los operarios que trabajan en cada rama industrial suelen congregarse en un mismo taller, donde el observador los ve enseguida reunidos. Por el contrario, en aquellas grandes manufacturas (!) destinadas a satisfacer las necesidades principales de la gran masa de la población, cada rama de trabajo emplea a un número tan considerable de obreros, que resulta imposible congregar a éstos en un solo taller... Aquí, la división del trabajo no es, ni mucho menos, tan patente». (A. Smith; Riqueza de las naciones, 1776)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El célebre pasaje del mismo capítulo que comienza con las palabras: «Obsérvese el ajuar del más vulgar de los jornaleros o artesanos en un país civilizado y floreciente, etc»… y que sigue describiendo cuán numerosas y variadas son las industrias que concurren a satisfacer las necesidades de un simple obrero, está tomado casi a la letra de las anotaciones de B. de Mandeville a su «Fable of the Bees, or Private Vices, Public Benefits», 1ª ed., sin las acotaciones 1706, con las acotaciones 1714)</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[34]<i> «Pero hoy ya no hay nada que pueda considerarse como el salario natural del trabajo de cada individuo. Hoy, cada obrero sólo produce una parte de un todo, y como, por sí sola, esta parte carece de valor o de utilidad, no hay nada que el obrero pueda tomar y decir: «Esto lo he hecho yo y me pertenece a mí». (Th. Hodgskin; Trabajo defendido contra las pretensiones del Capital, 1825) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El autor de este excelente trabajo es a quien citábamos más arriba. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[35] Nota a la 2ª ed. Esta diferencia entre la división del trabajo en la sociedad y en la manufactura tuvieron ocasión de verla comprobada en la práctica los yanquis. Uno de los nuevos impuestos cavilados por los gobernantes de Washington durante la Guerra Civil fue el tributo del 6 por 100 percibido sobre «todos los productos industriales». Pregunta: ¿Qué es un producto industrial? Respuesta del legislador: Todo lo que «se hace» es un producto, y se hace cuando está dispuesto para la venta. Un solo ejemplo entre muchos. Antes, las manufacturas de Nueva York y Filadelfia «hacían» paraguas con todas sus piezas. Pero como un paraguas es un «mixtum compositium» de las piezas más heterogéneas, éstas fueron convirtiéndose poco a poco en productos independientes los unos de los otros y en ramas industriales explotadas en diversos sitios. Las manufacturas de paraguas reunían estos productos parciales, fabricados como mercancías independientes y los montaban para formar un paraguas. Los yanquis bautizaron estos artículos con el nombre de «assembled articles», en los cuales se ensamblaban, además de las piezas, los impuestos. Gracias a este expediente, un paraguas tributaba un 6 por 100 sobre el precio de cada pieza y otro 6 por 100 sobre su precio total. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[36] <i>«Puede proclamarse como regla general que cuanto menos interviene la autoridad para reglamentar la división del trabajo de la sociedad, más se desarrolla la división del trabajo dentro del taller, y más supeditada se halla a la autoridad de un individuo. Por tanto, la autoridad dentro del taller y en la sociedad, por lo que a la división del trabajo se refiere, se hallan en razón inversa». (Karl Marx; Miseria de la filosofía, 1847) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[37] Teniente coronel Mark Wilks, </span><i style="font-family: georgia;">«</i><span style="font-family: georgia;">Historical Sketches of the South of India</span><i style="font-family: georgia;">»</i><span style="font-family: georgia;">, 1810-1817, I, pp. 118-120. En la obra de George Campbells, </span><i style="font-family: georgia;">«</i><span style="font-family: georgia;">Modern India</span><i style="font-family: georgia;">» (</i><span style="font-family: georgia;">1852), contiene un buen resumen de las diversas formas de la comunidad india. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[38] <i>«Los habitantes del país vienen viviendo en esta forma tan sencilla... desde tiempos inmemoriales. Los límites de las aldeas cambian rara vez, y a pesar de haber sufrido grandes daños, viéndose incluso arrasados con frecuencia por la guerra, el hambre y la peste, han sacado indemnes a través de los siglos el mismo nombre, las mismas fronteras, los mismos intereses e incluso las mismas familias. Los vecinos de estas aldeas no se curan de la caída ni de la división de los reinos y, mientras la aldea se mantiene en pie, intacta, no se preocupa de saber a qué poder se la adjudica o a qué soberano le toca en suerte; su economía interior se mantiene inalterable». (Th. Stamford Raffles; Historia de Java, 1817)</i></span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-21976063121270791762024-01-23T00:03:00.011+01:002024-01-27T15:11:04.966+01:00Las terribles consecuencias de rehabilitar la política exterior zarista en el campo histórico soviético; Equipo de Bitácora (M-L), 2021<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="600" height="534" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8VgtPgFGbPRW-e6L49t46XUw70Kir-6ppQBA6LPBH2V9cYcmjQ1oyw5CLs3x9Zer4oPW-sJZ-kMAcsH7R7hBWIm3Md7HitpsOnZX1G_5NdFc05fHnSmQhcJEMb92smVOJ90knMtXUmrL7/w640-h534/Sin+t%25C3%25ADtulo-1.png" width="640" /></span></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;"><span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span><i>[Post publicado originalmente en 2021. Reeditado en 2024]</i></span></span></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span>«</span></span></span>Desde la perspectiva de gran parte de los historiadores soviéticos, el hecho de tener que evaluar en la URSS el legado nacional ruso y, a la vez, su relación histórica con el resto de los pueblos vecinos, siguió siendo un tema controversial en los años 40. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta vez, lo que nos importa remarcar es que, en no pocas ocasiones, se sustituyó el prisma de clase y el entendimiento dialéctico de la historia por enfoques variopintos, los cuales se desviaban hacia un extremo u otro: existieron rusos que, sintiendo culpabilidad de los crímenes de sus antepasados, adoptaron una posición nihilista y autoflageladora hacia todo lo que tuviera que ver con el pasado; otros solo tomaron en cuenta las viejas fuentes ya desacreditadas y tuvieron ciertamente un acomplejamiento respecto a Occidente; y, por supuesto, también hubo los que no vieron problema en tomar como fuentes a los historiadores zaristas sin filtro alguno, reproduciendo guiones que podrían haber sido firmados por los guardias blancos exiliados. A su vez, en las repúblicas no rusas, existieron desviaciones similares: unos hicieron responsables a los rusos actuales de lo que hicieron sus ancestros, mientras otros se dedicaron a recuperar las leyendas e historias de las figuras nacionalistas de su país, incluso reivindicaron con orgullo las épocas imperiales y las invasiones a terceros del pasado, dejando en segundo lugar −o incluso ignorando− los importantes conflictos sociales del presente. Nosotros nos centraremos sobre todo en el primer bloque, ya que es el que dinamitó los principios de unidad y cooperación de los pueblos de la URSS que tenían base en la igualdad y la confianza mutua.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por supuesto que, con esto, no queremos decir que no haya habido revolucionarios de los pies a la cabeza que sí adoptaran una postura verdaderamente patriota, y ante todo internacionalista, que combatieran tanto unas desviaciones como otras. Dicho esto, incluso en el caso de estos últimos, tampoco se puede negar que, en muchas ocasiones, su metodología adoleciera de problemas parecidos para con sus investigaciones. Nos referimos, por ejemplo, a una mala selección de fuentes o a la realización de concesiones a una u otra tendencia, bien fuera por cuestiones de ingenuidad o a causa de rencillas personales. Intentar excluir del análisis este factor humano, como es tener en cuenta el temperamento o toda la experimentación de diversos sentimientos cortos pero intensos, resulta una equivocación tan común como reduccionista. La codicia, el chantaje, la pasión, los celos, la ambición, la intimidación, etcétera, si bien nunca pueden desempeñar un papel decisivo −y están ligados a las necesidades materiales del sujeto−, borrarlas de la ecuación significa convertir a los profesionales de los campos del saber en meros robots que ni sienten ni padecen, en simples víctimas del atraso de los conocimientos de la época o del ambiente político generalizado. A todo esto, también hemos de sumarle otros factores como el mero azar, donde quizás una figura tuvo mayor renombre que otra mejor formada, pero con menos fortuna; o que una persona estuviese en el lugar adecuado en el momento oportuno. Marx lo expresó de la siguiente manera:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Desde luego, sería muy cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese emprender sólo en condiciones infaliblemente favorables. De otra parte, la historia tendría un carácter muy místico si las «casualidades» no desempeñasen ningún papel. Como es natural, las casualidades forman parte del curso general del desarrollo y son compensadas por otras casualidades. Pero la aceleración o la lentitud del desarrollo dependen en grado considerable de estas «casualidades», entre las que figura el carácter de los hombres que encabezan el movimiento al iniciarse éste». (Karl Marx; Carta a Ludwig Kugelmann, 17 de abril de 1871)</i></span></p><a name='more'></a><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaWrXNPlMxlYLd-IRhE6o-f2D3DwrXC-7vHi_gAkD4vC2HBNJaNC7geDrL4eozH70ZRoC8KYKt6IVZi9HIar85wlZWCTacZtjiEfWe9WAt1qy9RvRcFxpBITK0ZrR49BIYMNR3-uklqJDK/s650/escuela.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="650" height="492" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaWrXNPlMxlYLd-IRhE6o-f2D3DwrXC-7vHi_gAkD4vC2HBNJaNC7geDrL4eozH70ZRoC8KYKt6IVZi9HIar85wlZWCTacZtjiEfWe9WAt1qy9RvRcFxpBITK0ZrR49BIYMNR3-uklqJDK/w640-h492/escuela.png" width="640" /></span></a></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; mso-bookmark: _Hlk89294180;"></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="line-height: 115%;">La escuela de </span></b></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="line-height: 115%;">Pokrovski y su influencia en la historiografía soviética</span></b></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="line-height: 115%;"><o:p></o:p></span></b></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, ¿de dónde provenían estos debates y tendencias en la historiografía soviética? No salían de la nada. Eran, en parte, reacción a la hegemonía en años anteriores de la escuela del historiador ruso Mijaíl Nikoláyevich Pokrovski (1868-1932). Como se encargó de documentar A. Fokht en su obra «Sobre los errores metodológicos y pedagógicos de Pokrovski» (1937) o Yamelyán Mijáilovich Yaroslavski en su obra: «Perversiones antimarxistas y vulgarismo de la llamada «escuela de Pokrovski» (1940), en 1896 una de las primeras influencias políticas que recibió el joven Pokrovski vino de la mano del «marxismo legal» de Struve. Más tarde, ya a inicios del siglo XX, se afilió a algunas de las nociones de moda de Mach y Avenarius. Y, si bien en 1905 se acercó a los bolcheviques, conociendo personalmente a Lenin en Ginebra, esto no duró mucho, puesto que compartiendo exilio con Bogdánov se unió a los «oztovistas», mientras que en 1913 llegó a colaborar brevemente con el órgano fraccional de Trotski −al cual criticaría severamente a partir de los siguientes años, considerándolo un estafador−. Fue solo tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando Pokrovski retoma el contacto con los bolcheviques y se dispone a editar las obras de Lenin como «Imperialismo, fase superior del capitalismo» (1916), además de participar activamente en los preparativos militares de 1917, papel que ya había desempeñado en los eventos de 1905. Sin embargo, en 1918 apoyó a los «comunistas de izquierda» como Bujarin en la cuestión de la paz, motivo por el cual recibió la crítica directa de Lenin. Esta biografía política tan accidentada, la cual explica muchos de los defectos de su trabajo, como ahora más adelante comprobaremos, intentó ser silenciada y pasada por alto por los jruschovistas en los años 60, quienes emprendieron una campaña para «restablecer el prestigio y honor» de Pokrovski, siendo rehabilitado como figura de máxima referencia y ocultando muchas de las críticas fundamentales que recibió en el periodo stalinista. Véase la obra de Lev Vladimirovich Cherepnin: «Pokrovski y su papel en el desarrollo de la ciencia histórica soviética» (1966).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto no significa que tengamos que ver hoy a Pokrovski como un contrarrevolucionario, como a veces se le pintó, ni mucho menos. Después de la revolución, en 1918, Pokrovski obtuvo el cargo de Comisariado del Pueblo de Educación durante unos meses y, más tarde, fue nombrado director del Instituto de Profesores Rojos (1921-31), encargado de reestructurar la educación soviética. Su autoridad estuvo especialmente dirigida hacia la superación sistemática de las tendencias académicas serviles al viejo orden, en lo que el gobierno soviético estuvo totalmente de acuerdo, como demuestran infinidad de resoluciones de aquella época. En su famosa obra: «Historia rusa desde los tiempos más antiguos (1910-13)» (1914), así como en otros trabajos, trató de aclarar las falsedades en la historiografía zarista y el chovinismo ruso. El propio Lenin consideró que estas investigaciones eran muy positivas y necesarias en aras de restablecer la confianza entre los diversos pueblos de la nueva URSS. El jefe bolchevique se interesó tanto que llegó a leer sus libros y le escribió personalmente para darle ciertas notas con el fin de mejorar su trabajo en cuanto a exposición:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Para que sea manual −y tiene que llegar a serlo− habría que agregar un índice cronológico. Le aclararé mi idea; hágalo aproximadamente en esta forma: 1) una columna de fechas; 2) una columna de apreciaciones burguesas −brevemente−; 3) una columna de apreciación de usted, marxista, remitiendo a las páginas de su libro. Los estudiantes deben conocer tanto su libro como el índice, a fin de que no haya superficialidad, a fin de que conozcan los hechos, a fin de que aprendan a comparar la ciencia vieja con la nueva». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta al camarada M. N. Pokrovski, 5 de diciembre de 1920)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El problema es que estos no eran los únicos defectos. En la obra en la que Lenin felicitó a Pokrovski por sus esfuerzos, «Breve esbozo de la historia rusa» (1920), este historiador llegó a puntos verdaderamente hilarantes como cuando dejó caer que la victoria sobre Napoleón en 1812 fue gracias al «General invierno», el cual debió abrumar a las tropas invasoras respondiendo a la artillería francesa con el poder de la nieve y el hielo. Al mismo tiempo, sobrestimó el papel de la coalición mundial liderada por Gran Bretaña, donde si bien el bloqueo continental que Francia impuso a Gran Bretaña se le acabó volviendo en contra, no menos cierto es que hasta el propio Napoleón reconoció que las piedras en el zapato que causaron el fin de su hegemonía continental fueron dos: España y Rusia. Este tipo de comentarios, a veces, eran acompañados de opiniones tan estrafalarias como el declarar que los rusos no existían como nación (sic), sino que eran una mezcla de pueblos que solo se habían dedicado a saquear y maniatar a otros, algo cuanto menos extraño viniendo de un historiador moscovita. Como era de esperar, estos preceptos se reflejarían directamente en varios de sus discípulos:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El profesor Vladímir I. Picheta destacó que el Estado de Kiev era un Estado eslavo... y cuando se trata de la formación de un Estado multinacional, de alguna manera el Estado ruso, como parte integral de un Estado multinacional, desaparece, Rusia deja de ser eslava, Rusia no existe, aunque haya millones de rusos». (Tatiana Semyonovna Bushueva; 1944: La actualización de la historia milenaria de Rusia exigida inesperadamente por las autoridades, 2016)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si siguiéramos dicha lógica, entonces podríamos llegar a declarar como problemática la existencia del Toledo medieval, puesto que llegaron a convivir allí los pueblos cristianos, judíos y musulmanes, convirtiéndose en la famosa «ciudad de las tres culturas», por lo que la localidad «como parte de una coexistencia intercultural desaparece, Toledo no existe, aunque haya miles de toledanos». ¡Absurdo!</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En los primeros años se llegó hasta tal punto de rusofobia entre los historiadores que existió un pavor a mencionar el nombre de los monarcas rusos cuando tenían que explicar la historia rusa. Muy seguramente creyesen que si realizaban tal cosa estarían incurriendo o bien en una especie de culto y pleitesía hacia el autócrata, o bien en una justificación o simpatía hacia su sistema opresivo. El problema es que tal actitud no dejó de ser un tipo de infravaloración del papel de las personalidades en la historia, las cuales, quiérase o no, reflejan las ideas de cada clase en cada momento. Por ende, sin mencionar y representar fielmente el carácter de cada monarca, valido, diplomático, noble, campesino, soldado, obrero o esclavo conocido, uno no puede entender cada época histórica y la idiosincrasia de las capas sociales.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Al parecer, Stalin habría sido de los primeros en alertar de esto en la reunión del Politburó del Comité Central del Partido del 5 de marzo de 1934:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Stalin: Estos libros de texto y la propia forma de enseñar se llevan a cabo de tal manera que la historia se sustituye por la sociología. Esta es nuestra desgracia común. En los libros de texto y en la propia enseñanza tenemos toda una serie de esquemas de periodos históricos, características generales de los sistemas económicos, pero, en realidad, no tenemos una historia civil, de cómo se produjeron los acontecimientos, cómo se hicieron las políticas, en torno a qué se desarrolló la lucha de clases. (…) En una época no teníamos absolutamente ninguna historia rusa, y la historia rusa fue sustituida por la historia del movimiento revolucionario. El camarada Vanagh escribió un libro de texto. Escribió un buen libro de texto. El año pasado, cuando se trató de que este libro de texto fuera corregido y publicado en la segunda edición, se discutió con el Sr. Vanagh que la historia rusa no podía presentarse de esa manera. Debemos dar una idea de qué tipo de gobiernos existían y contra quién se dirigía este movimiento revolucionario. Y cómo lo reflejaron estos mismos gobiernos... Si tomamos un libro de texto sobre el capitalismo industrial, entonces debe haber una sección de historia rusa; pero si tomamos la era de Pedro, aquí resulta que este se menciona sólo en una línea, en un comentario completamente discreto. En general, el resultado es una especie de cuadro incomprensible para los marxistas −una especie de actitud tímida− tratan de no mencionar a los zares y tratan de no mencionar a los líderes de la burguesía; puedes escribir sobre Robespierre, Danton y otros, porque no puedes evitarlos: son personas que fueron revolucionarias. Pero cuando se trata de reaccionarios, de zares, tratan de evitar sus nombres. ¡No podemos escribir historia así! Pedro era Pedro, Catalina era Catalina. Se apoyaron en ciertas clases, expresaron sus estados de ánimo, intereses, pero; sin embargo, actuaron, fueron personalidades históricas, no nuestras personalidades, pero hay que dar una idea de esta época, de los hechos que ocurrieron entonces, quién gobernó, cuáles fueron los gobiernos, qué políticas siguieron, qué eventos se desarrollaron». (Alexander Mikhailovich Dubrovsky; Formación del concepto de historia de la Rusia feudal: ciencia histórica en el contexto de la política y la ideología: 1930-1950, 2005)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Algunos historiadores empezaron a quejarse de que la Escuela de Pokrovski era un grupo endogámico de historiadores que no aceptaban críticas hacia los trabajos del «maestro» ni sus «discípulos». El historiador Y. M. Yaroslavski envió una carta a Stalin donde le informaba que había sido excluido de la famosa revista «Historiador marxista», activa entre 1926 y 1941, por no adaptarse a los esquemas de Pokrovski, algo que consideró injusto, ya que gran parte de sus escritos eran reconocidos, incluso, por sus propios críticos:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Mi nombre ya no forma parte de la redacción. No quiero ocultarlo: esto me preocupa. Me pregunto: ¿no he sido lo suficientemente activo en el trabajo de la revista? ¿He cometido personalmente algún error? Por supuesto, pero parece que ahora debo de ser el responsable de todas las debilidades y deficiencias de esta revista [«Historiador marxista»] (!); la cuestión es que yo no jugué un papel protagónico en ella y no pude hacerlo, sobre todo después de esa burla hacia mí por parte de muchos analfabetos en términos del bolchevismo y en términos de la historia del partido. (...) Pero yo era el único en la redacción de «Historiador marxista» que se atrevió a criticar a M. N. Pokrovski, cuyas teorías no marxistas eran consideradas inviolables e infalibles. Permítame recordarle, camarada Stalin, una conversación que tuvo con usted en el verano −o mejor dicho, en la primavera− de 1930 en el patio del Kremlin, cuando dijo que Pokrovski no era marxista, que tenía mucho errores para criticar. Pero sabes que nadie entonces, durante la vida del anciano, hizo esto. Y mis críticas, dirigidas a sus alumnos −Gorin, Tatarov y otros−, fueron recibidas con reticencia y consideradas como un ataque a Pokrovski». (Instrucciones de Stalin sobre la queja de Yaroslavski a Stalin, 21 de enero de 1936)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Poco después de 1932, se empezó a criticar de forma oficial y severa lo que algunos consideraban formas muy nocivas de encarar la historia en el ámbito pedagógico, las cuales, en honor a la verdad, hoy son la viva expresión de las escuelas de los países capitalistas:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En lugar de enseñar historia de una forma viva y vital con una exposición de los principales eventos, de los logros en orden cronológico y definiendo el rol de los líderes, presentamos a nuestros pupilos definiciones abstractas de sistemas sociales o económicos, reemplazando la vitalidad de la historia civil con un esquema sociológico abstracto (…) Los alumnos no pueden sacar provecho de lecciones de historia que no contemplan el orden cronológico de los eventos históricos, las figuras que los lideraron y las fechas de importancia. Solo una enseñanza de historia de este tipo puede hacer accesible, inteligible y concreto el material que es indispensable para un análisis y una síntesis de los eventos históricos y ser capaz de guiar al alumno hacia una comprensión marxista de la historia». (Extracto de la decisión del Concilio de Comisarios del Pueblo y del Comité Central del Partido Comunista, 16 de mayo de 1934)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si el lector se ha fijado, aquí solo se estaban repitiendo los consejos que Lenin ya le había dado a Pokrovski en 1920, pero al parecer sus discípulos aún no habían implementado tales cambios. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los defectos históricos de tal mentor no se reducían a su nihilismo hacia lo ruso, sino que incurría en patinazos sobre temas muy importantes: por ejemplo, enfocó el menchevismo como una corriente similar al bolchevismo, pecó de una infravaloración respecto a los levantamientos campesinos de Razin y Pugachov en los siglos XVII-XVIII, consideró al campesinado como uno de los mayores peligros para la revolución, negó inicialmente la posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país, consideró que la economía socialista debía construirse, no por la planificación del partido, sino por la libre espontaneidad de los productores y un largo etcétera. Como acabamos de observar, estos eran defectos históricos que, en parte, se debían a la herencia ideológica fruto de su transfuguismo político. Véase la obra de la Academia de las Ciencias de la URSS: «Contra el concepto histórico de Pokrovski (Tomos I y II)» (1940). </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, los planteamientos de esta obra «antipokrovskista» no siempre fueron acertados ni exactos. Fue escrita por múltiples autores, curiosamente algunos serían los mismos que se enzarzarían en los debates de la siguiente década, acusándose respectivamente de «gran chovinismo» ruso −Boris Dimitrievich Grekov− y de «pequeño chovinismo» antiruso −Anna Mikhailovna. Pankratova−. Pero, en aquel entonces, se reunieron porque les interesó formar un frente común para criticar las tesis y el dominio de la Escuela de Pokrovski en la historia soviética. En cualquier caso, se puede rastrear cómo, entre 1932 y 1934, con el progresivo derribo del prestigio de Pokrovski y sus discípulos, se fue plasmando la nueva línea histórica oficial. En ella, empezaron a proliferar unas reevaluaciones sobre los personajes históricos de Rusia igualmente sesgadas, en donde, para júbilo de los más reaccionarios, se volvieron a ensalzar a los nobles y militares del zarismo. Véase el capítulo: «</span></span></span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/04/el-giro-nacionalista-en-la-evaluacion.html" style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">El giro nacionalista en la evaluación
soviética de las figuras históricas</span></span></a><span style="font-family: georgia; mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">» (2021).</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En todo caso, es innegable que, pese a esta nefasta carga, este escrito colectivo recopiló una gran cantidad de datos y evidencias sobre las deficiencias de Pokrovski en el campo histórico, un esfuerzo titánico que hoy mantiene toda su vigencia. Lo uno no quita lo otro. Así, pues, como ya se ha expresado, podemos concluir que, en mitad de esta pugna por el dominio de la historiografía soviética, una escuela −o tendencia− se aprovechaba de las debilidades de la otra −mostrando sus costuras− y viceversa. Aunque parezca paradójico, las fórmulas y defectos de esta escuela de Pokrovski, que normalmente eran vinculados a las tendencias favorables hacia el «cosmopolitismo» o el «nacionalismo burgués» no ruso, también eran visibles directa o indirectamente por aquellos elementos que reclamaban una visión favorable hacia el nacionalismo ruso. Ahora se verá por qué y cómo esto significaba que ambos bandos no eran versados en los métodos analíticos a utilizar. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Siempre hemos advertido a nuestros queridos lectores que no hay mayor equivocación que pensar que el irracionalismo filosófico es una característica solo achacable a las fuerzas más reaccionarias de la «derecha política», puesto que ha habido −y hay− infinidad de expresiones irracionales canonizadas como de «izquierda». Y, ya no es que estas sigan o perdonen de forma consciente los defectos de sus ídolos, sino que, de manera inconsciente, por tradición o devoción, copian sus métodos analíticos y discursivos. Esto significa que la esencia idealista de un argumentario bien puede ser utilizado con facilidad tanto por un bando como por su inmediato competidor y, en ambos casos, esta metodología funciona a la perfección para que cada bando sostenga fantasías similares a las de su contrario. Sin embargo, ha de advertirse que esto solo funcionará ante una parroquia repleta de crédulos y fanáticos, pues nunca será apto para mentes críticas. Por eso mismo, a nosotros jamás se nos debe pasar por la cabeza adoptar tales procedimientos infames. Véase el capítulo: «</span></span></span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/07/el-romanticismo-y-su-influencia-mistica.html" style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">El romanticismo y su influencia mística
e irracionalista en la «izquierda</span></span></a><span style="font-family: georgia; mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">» (2021).</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, en la historiografía soviética se puede constatar que la extrema agresividad de un bando de historiadores era la reacción y desconfianza hacia las acciones de otro y, esto, en muchas ocasiones, solo acaba desvirtuando el tratar de forma sana la cuestión histórica, la cuestión nacional y multitud de temas anexos. Si bien la Escuela de Pokrovski «había apretado las tuercas» a sus oponentes −véase el «Caso de la Academia de Ciencias» (1929-31)−, a la muerte de su principal representante en 1932, sus oponentes intentarían tomar posiciones para comenzar la revancha, y esta finalmente acabó llegando no solo con la crítica pertinente a sus limitaciones y abusos, sino que se consumó en el arresto y ejecución de algunos de los prestigiosos historiadores con acusaciones, cuanto menos de dudosa credibilidad. En este sentido existen varios casos que vale la pena enumerar: a) en primer lugar, el de Grigory Samoilovich Fridland (1897-1937), investigador del Instituto de Marx y Engels y erudito de la Revolución Francesa (1789); b) en segundo lugar, el de Isaak Petrovich Razumovsky (1893-1937) coautor, junto con Mark Mitin, del famoso manual «Materialismo histórico» (1932), entre otras obras de valor; c) en tercer lugar, el de Pavel Ósipovich Gorin (1900-1938), director del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias Bielorrusa, especializado en la revolución de 1905 y la historia de sus soviets. Este último caso resalta porque el autor fue acusado de «conspirador terrorista trotskista», aun cuando en obras como «Ensayos sobre los soviets de diputados obreros en 1905» (1930) crítico severamente el papel de Trotski.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: georgia;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqfHk6R8jZ7Ul-N7b73t2O-ZqYifCogDdly3dXFVTpfrqVMwW6J3hHPFWa5IaVxrZz59M5pX5tJpeym65y0bLLBBfYoNjoqMnANvDuXICpeX9MEXFmGYP2mYnSZxgpOG8AFIUFldyi9EZE/s1543/531_001.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1027" data-original-width="1543" height="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqfHk6R8jZ7Ul-N7b73t2O-ZqYifCogDdly3dXFVTpfrqVMwW6J3hHPFWa5IaVxrZz59M5pX5tJpeym65y0bLLBBfYoNjoqMnANvDuXICpeX9MEXFmGYP2mYnSZxgpOG8AFIUFldyi9EZE/w640-h426/531_001.jpg" width="640" /></a></span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: georgia;">La conferencia de
historiadores de 1944, un enfrentamiento sin resultados claros</span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">Estos continuos tiras y aflojas entre distintas tendencias, sentimientos y visiones dispares sería un problema que, aunque parecía resuelto con ciertas intervenciones y decretos más o menos correctos, nunca llegaría a estarlo del todo −pues una tendencia negativa o su opuesta intentaban imponerse sobre la otra, reabriendo los mismos debates una y otra vez−. En un nuevo intento que también sería fallido, el gobierno soviético intervino en 1944 para intentar poner orden, de nuevo, sin mucho éxito:</span></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="font-family: georgia;">«Últimamente los historiadores de la URSS
se han dirigido al Comité Central con varias preguntas, de las cuales está
claro que algunos de nuestros historiadores no tienen claridad sobre algunas
cuestiones fundamentales de la historia nacional, y sobre un número de
cuestiones existen desacuerdos importantes». (Gueorgui Malenkov; Discurso en la
Conferencia de historiadores, 1944)<o:p></o:p></span></i></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="font-family: georgia;">Todos ellos, opositores y detractores de la
vieja escuela, se dieron cita en la famosa Conferencia para historiadores
celebrada en mayo-julio de 1944, donde participaron más de 50 personas en una
discusión que por momentos fue muy acalorada, pero la cuestión no versaba ya
tanto sobre Pokrovski −muy desacreditado−, sino que ahora los baremos se
enfocaban sobre si los historiadores sufrían de una rusofobia o rusofilia.
Mostremos detalladamente el «intercambio de impresiones» entre los dos bandos
que se cristalizaron, ya que esto es necesario para hacernos una mejor idea del
argumentario de ambos. <i><span style="color: red;"><o:p></o:p></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="font-family: georgia;">En primer lugar, en el bloque prorruso,
autores como B. D. Grekov, consideraron que lo más importante para la
historiografía soviética de aquel momento era investigar el momento de unión
entre la «Gran Rusia» con el resto de pueblos, puesto que ella había mostrado
el camino correcto, es decir, buscaba introducir y reevaluar la incorporación
de diversos pueblos al Zarato ruso:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i>«</i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="background: white; color: #070707;">La guerra demostró que los pueblos de la
URSS saben cómo hacer sacrificios por la Patria y que el pueblo ruso en esta
noble competencia pertenece al primer lugar. Todo historiador de la URSS
sabe que este fue el caso en el pasado, si no absolutamente siempre, entonces en
la mayoría de los casos, que no fue una coincidencia que todos estuviéramos
unidos por la «Gran Rusia», y que esta unificación no comenzó desde
ayer. Esto es lo principal en lo que nosotros mismos debemos pensar y
desarrollar de manera investigativa». (B. D. Grekov; Discurso en la conferencia
de historiadores, 1944)<o:p></o:p></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;">H. G. Adzhemyan, por ejemplo, intentó
convencer a sus compañeros sobre el carácter no progresivo del movimiento
antizarista, mientras trataba de rescatar el «rol creador» de los principales
zares de Rusia:</span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="background: white; color: #070707;"><o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«Así es como el investigador H. G. Adzhemyan criticó duramente
a la historiografía soviética por el hecho de que «se aferraba a las
imágenes de Razin, Bolotnikov, Pugachev, Radishchev, los decembristas, que se
oponían al Estado, destruían el Estado y, por así decirlo, temían la
importancia de Dmitry Donskoy, Alexander Nevsky, Iván el Terrible, Pedro el
Grande en la historia de Rusia, Alejandro Suvorov, quien abogó por fortalecer y
exaltar el Estado, su poder, su independencia y soberanía. Adzhemyan destacó
que resultaba que en nuestra historiografía el pueblo entra en la arena de la
historia como sujeto sólo cuando es necesario destruir, rebelar, levantar
alzamientos y revueltas». (Bushueva Tatiana Semyonovna; Reunión a puerta
cerrada en Moscú, en el Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión
(bolcheviques) en 1944. Sobre los problemas más importantes del surgimiento del
Estado ruso, 2013)</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"> </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="background: white; color: #070707;"><span style="font-family: georgia;">Así, por ejemplo, desde la perspectiva de K. Bushuev, el
director de la Escuela Diplomática Superior del Ministerio de Relaciones
Exteriores de la URSS, la reciente publicación sobre la historia de Kazajstán
resultó ser un «libro antirruso» porque resaltaba la conquista y tropelías del
ejército ruso. En el extremo de este bando estaba Y. V.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Tarle, que directamente alababa la «grandeza»
del Zarato ruso, incluso en momentos de derrota, lo que causó la perplejidad
entre los presentes, que le replicaron:<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="background: white; color: #070707;">«El profesor A. L. Sidorov estaba especialmente irritado por
la evaluación de Y. V. Tarle de la guerra de Crimea. Según las conclusiones de
Tarle, como resultado de la Guerra de Crimea, la grandeza y el poder del
Imperio Ruso permanecieron inquebrantables... Tarle argumentó: «El gran coloso
resistió los terribles golpes de 1854-1855 y no solo no cayó, sino que ni
siquiera lo dudes. Esta es una de las lecciones históricas de la guerra de
Crimea». Sidorov, por el contrario, enfatizó que «las conclusiones y lecciones
históricas de Tarle no encajan bien con las evaluaciones marxistas» y que él −Sidorov−
no entendía el deseo de Tarle de exaltar la monarquía</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i>».
(Bushueva Tatiana Semyonovna; Reunión a puerta cerrada en Moscú, en el Comité
Central del Partido Comunista de Toda la Unión (bolcheviques) en 1944. Sobre
los problemas más importantes del surgimiento del Estado ruso, 2013)<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="background: white; color: #070707;"><o:p></o:p></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="background: white; color: #070707;"><span style="font-family: georgia;">Obviamente, hubo varios casos más en tonos muy similares, pero sería
aburrir al lector con epítetos parecidos, así que continuemos. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="font-family: georgia;">En segundo lugar, encontramos al otro
bloque: los críticos y descontentos con el creciente nacionalismo ruso. Estos
venían denunciando este tipo de desaires hacia las repúblicas no rusas y su historia.
Estas denuncias permearon y contaron con el apoyo de algunos de los altos
cargos y los departamentos más importantes:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i>«La cobertura de qué problemas de una
historia aparentemente lejana repentinamente en 1944 despertó la alarma de la
dirección del partido del país. En primer lugar, se trataba de cuestiones
relacionadas con los problemas de la condición de Estado ruso y su historia,
así como cuestiones de la formación de la nación rusa y el desarrollo de la
conciencia nacional rusa. El hecho es que incluso en la víspera de la reunión,
la dirección del Departamento de Propaganda y Agitación se alarmó por la dura
declaración nacionalista del miembro correspondiente de la Academia de Ciencias
Alexei Ivanovich Yakovlev. (…) [Este] expresó el siguiente pensamiento: «Me
parece necesario resaltar el motivo del nacionalismo ruso. Respetamos mucho las
nacionalidades que han entrado en nuestra Unión, las tratamos con cariño. Pero
la historia rusa la hizo el pueblo ruso. Y me parece que cualquier libro<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de texto sobre Rusia debería basarse en este
leitmotiv… Este motivo del desarrollo nacional, que tan brillantemente
atraviesa el curso de la historia de Solovyov, Klyuchevsky, debería
transmitirse a cualquier compilador del libro de texto. Para combinar con este interés
en las 100 nacionalidades que han entrado en nuestro estado, me parece
incorrecto. (…) Los rusos queremos la historia del pueblo ruso, la historia de
las instituciones rusas, en las condiciones rusas». Esta declaración de Yakovlev fue evaluada por agitprop soviético como una clara manifestación del desprecio por los pueblos no rusos. Sobre la base de esta afirmación, la dirección ideológica concluyó que en los discursos de algunos historiadores se estaba reviviendo una ideología nacionalista de gran potencia, hostil a la política leninista-estalinista de fortalecer la amistad de los pueblos, que era una reedición de la política reaccionaria de los zaristas, tratando defender a la autocracia e intentando idealizar el orden burgués». (Bushueva Tatiana Semyonovna; Reunión a
puerta cerrada en Moscú, en el Comité Central del Partido Comunista de Toda la
Unión (bolcheviques) en 1944. Sobre los problemas más importantes del
surgimiento del Estado ruso, 2013)<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="color: red;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="color: red;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><i><o:p></o:p></i></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="font-family: georgia;">Este bloque se autopercibía como
«internacionalista», sin embargo, era calificado por sus opositores como
«rusofóbicos»; los primeros señalaban que esto solo era una etiqueta de los
chovinistas rusos para desacreditar al oponente, y que en verdad ellos
habían publicado obras que laureaban o relativizaban la política del zarismo.
Es más, señalaban que los discursos lanzados en la conferencia demostraban
sobradamente cuan se habían separado del método marxista de análisis:<i><o:p></o:p></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«Los futuros académicos Pankratova y Nechkina que hablaron en
la reunión, tomando una posición de clase en la cobertura de eventos
históricos, llamaron la atención sobre el hecho de que «entre algunos de
nuestros historiadores hay, junto con una descripción apologética del antiguo
Estado ruso y su figuras principales, independientemente del período que
representen, de la época que representen, de los programas concretos que
presenten, tendencias al descrédito o incluso a la negación del papel de las
masas como motor de la historia». En general, Pankratova enfatizó la necesidad
de preservar un estricto «enfoque de clase», sin el cual, en sus
palabras, «no podemos hacer en la historia». En su opinión, los intereses
del zarismo ruso y el pueblo no pueden acercarse, especialmente en el siglo
XIX, cuando todas las mejores personas de la nación rusa lucharon por el
derrocamiento del zarismo». (Bushueva Tatiana Semyonovna; Reunión a puerta
cerrada en Moscú, en el Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión
(bolcheviques) en 1944. Sobre los problemas más importantes del surgimiento del
Estado ruso, 2013)</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"> </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Por su parte los detractores de esta línea de pensamiento,
contraatacaron y ambos bandos se enzarzaron en una serie de réplicas:</span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«Las críticas de Pankratova fueron atacadas por el profesor P.
P. Smirnov, profesor del Instituto Histórico y de Archivos, quien, en su
opinión, no dio una imagen objetiva del movimiento de liberación nacional en
Ucrania y el papel de Bohdan Khmelnitsky. Pankratova criticó especialmente
las disposiciones de la conferencia pronunciada durante la evacuación por el
académico Yevgeny Viktorovich Tarle, en la que afirmó: «Si ahora comenzamos a
derrotar a este vil enemigo que nos atacó, entonces uno de los factores de esta
victoria es este enorme territorio que, en estos momentos, ahora es uno de los
factores que nos salvan». En opinión de Pankratova, toda la conferencia de
Tarle afirma que la URSS ahora ha sido salvada por los espacios conquistados
por el zarismo. Con esto ella no podía estar de acuerdo de ninguna
manera». (Bushueva Tatiana Semyonovna; Reunión a puerta cerrada en Moscú, en el
Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (bolcheviques) en 1944.
Sobre los problemas más importantes del surgimiento del Estado ruso, 2013)</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"> </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><o:p></o:p></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">En honor a la verdad, debe subrayarse que la denuncia que
Pankratova y otros emitieron sobre algunos historiadores en torno a la falta de
enfoque de clase sobre los eventos históricos era absolutamente impecable, una
totalmente aplicable a lo que ocurre con los pseudo y anti marxistas
contemporáneos y que puede ser rescatada. De hecho, acusó con pruebas de que
muchos estaban hablando en términos similares al de los viejos hegelianos y
nazis alemanes:<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">Pankratova llamó la atención de los presentes sobre lo
siguiente: </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">Quiero nuevamente enfatizar la enorme responsabilidad de
nuestros discursos. Cuando los camaradas salen y dicen que el primer factor de
nuestras victorias no es el sistema soviético, sino el hecho de que la Rusia zarista
conquistó vastos territorios, y el camarada Ajemyan incluso estuvo de acuerdo
en que la lucha por el máximo espacio era una tarea histórica progresiva de la
Rusia zarista, deseo una y otra vez quiero recordarles la responsabilidad
política de nuestros discursos. ¿Diría usted la atención a Milyukov, quien
habló sobre las </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">fronteras naturales</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">»</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"> de Rusia, que nadie pudo
definir?... Y esta charla innecesaria sobre </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">los espacios</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">»</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"> apesta como el mal olor
de cualquier </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">teoría</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">»</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"> sobre el famoso </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">espacio vital». (Bushueva
Tatiana Semyonovna; Reunión a puerta cerrada en Moscú, en el Comité Central del
Partido Comunista de Toda la Unión (bolcheviques) en 1944. Sobre los problemas
más importantes del surgimiento del Estado ruso, 2013)</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"> </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><o:p></o:p></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Esto a su vez demostraba dos cosas que deben subrayarse: que
el chovinismo ruso era una manifestación innegable entre los historiadores
soviéticos de nueva generación, y que todavía había gente que se negaba a
aceptar tal proceso de tutela de la «Gran Rusia» sobre las demás repúblicas. ¿Y
cuál fue el papel de las principales figuras del gobierno? Puede considerarse
que bastante tibio, cuanto menos. Al parecer, como ya se ha dicho, el objetivo
del gobierno era poner freno −con más o menos acierto argumentativo− a
expresiones que consideraba desviaciones nocivas para la unidad de la URSS: el
«chovinismo de gran nación» −de los rusos−, el «nihilismo nacional» −los
cosmopolitas−, y el «pequeño nacionalismo» que despreciaba la historia rusa y
ensalzaba la propia −normalmente, los ucranianos, kazajos y demás−:<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">«En 1944 se celebró una conferencia de historiadores en el
Comité Central del PCUS (b), en la que condenaron los extremos que iban en la
línea de denigrar el pasado del pueblo ruso, menospreciando su papel en la
historia mundial </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">−</span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">A. M. Pankratova, M. V. Nechkina, N. L. Rubinstein y otros</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">−</span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">, y en la línea de
deslizarse hacia la posición de «chovinismo de gran potencia» y «patriotismo
exagerado» </span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">−</span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">H. G. Adzhemyan, B. D. Grekov, A. V. Efimov, E. V. Tarle,
etcétera</span></i></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">−</span></span><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">. En uno de los proyectos de resolución que siguieron a la
reunión, se señaló que en los trabajos de «varios historiadores, especialmente
Yakovlev y Tarle, se manifiestan estados de ánimo de chovinismo de gran
potencia, se revelan intentos de revisar la comprensión marxista-leninista de
la historia rusa, justificar y embellecer la política reaccionaria de la
autocracia zarista, oponer al pueblo ruso a los demás pueblos de nuestro país</span></i></span><a name="_Hlk63336849"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">»</span></i></span></a><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;">. (Alejandro Vdovin; Política nacional en la URSS, 2011)<o:p></o:p></span></i></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Ahora, repasando la documentación existente notamos que en su
mayoría las acusaciones de «cosmopolitismo» o «menosprecio a los aportes de
Rusia» no siempre eran reales. En ocasiones eran acusaciones sin pruebas,
verdaderas exageraciones o completos sin sentidos −producto de una inclinación
hacia la derecha de la máxima dirección−, aunque sí hemos detectado algunos
casos que deben mencionarse. Por ejemplo, A. I. Yakovlev en su obra «Servidumbre
y esclavos en el estado de Moscú del siglo XVII» (1943) afirmó que las tribus
eslavas fueron la principal fuente de esclavos en la Antigüedad, algo que es
absurdo con comprobar el flujo de esclavos en la Roma Imperial. <o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Anna Pankratova, pese a su lucha incansable contra el
chovinismo ruso, seria destituida como subdirectora del Instituto de Historia
de la Academia de Ciencias de la URSS. Siguiendo estos sucesos G. F.
Aleksándrov redactaría el documento: «Sobre el comportamiento antipartido de la
historiadora A. M. Pankratova» (1944), en el cual acusaría a la exsubdirectora
de apoyar el «discurso del nacionalismo kazajo», «alterar las declaraciones de
los camaradas» y presentarse como la única «historiadora ortodoxa». Paradójicamente
Aleksándrov no tendría mucha mejor suerte ya que fue criticado y degradado por
las deficiencias en su trabajo filosófico, especialmente por reproducir el
«objetivismo burgués». Véase el documento del PCUS: «Sobre las deficiencias del
trabajo científico en el campo de la filosofía» (1944) y «Sobre la
organización de la discusión del libro del camarada Aleksándrov «Historia de la
filosofía de Europa occidental» (1946). Sin olvidar tampoco que </span></span></span><span style="font-family: georgia;">Aleksándrov </span><span style="font-family: georgia;">más tarde sería el blanco de la crítica de Zhdánov en su famoso </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">Sobre la historia de la filosofía</span><span style="font-family: georgia;">» </span><span style="font-family: georgia;">de 1947. Esto es ya otra historia, así que nos centraremos en la cuestión que aquí acontece. </span><span style="font-family: georgia;">A pesar de la ofensiva sobre Pankratova, lo cierto es que su
intervención en la conferencia de historiadores de ese año tuvo un gran eco.
Esto se reflejó en un documento que llevaba el título «Sobre los estados de
ánimo chovinistas de gran potencia entre algunos historiadores», elaborado por
tres de los historiadores más importantes −que incluían al propio Aleksándrov</span><span style="font-family: georgia;">−.
Allí recogían casi palabra a palabra los argumentos de Pankratova para informar
en contra los historiadores de tendencias nacionalistas rusas:</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">«Una revisión de las transcripciones de los discursos públicos
de algunos historiadores y otros materiales muestra que las conferencias y los
discursos públicos, así como los manuscritos de artículos de varios
historiadores, especialmente Yakovlev y Tarle, muestran el estado de ánimo del
chovinismo de gran poder, se intenta reconsiderar la comprensión
marxista-leninista de la historia rusa, para justificar y embellecer a los
reaccionarios. (…) Tarle está tratando de demostrar que la monarquía de
Alejandro I y Nicolás I llevaron a cabo en el período 1814-1859 una política
progresista en Europa. (…) Adzhemyan propone abandonar la consideración de los
acontecimientos históricos desde la perspectiva de la lucha de clases,
considerando este enfoque como una «enfermedad infantil del izquierdismo».
Sugiere además revisar la actitud sobre el tema de la lucha revolucionaria de
los pueblos de Rusia. Adzhemyan define los levantamientos revolucionarios como
reaccionarios, debido a que, en su opinión, estos levantamientos socavaron el
poder autocrático en Rusia. Entonces, para los levantamientos reaccionarios,
Adzhemyan incluye los levantamientos campesinos de Bolotnikov, Razin, Pugachev,
así como el movimiento decembrista. (...) La atención se centró en las críticas
de quienes justificaron la política colonial agresiva del zarismo, quienes no
estuvieron de acuerdo con la evaluación de la Rusia zarista como el gendarme de
la reacción en Europa, negaron la doctrina de la lucha de clases como la fuerza
impulsora de la historia y, por lo tanto, se solidificaron con representantes de
la «escuela de historia burguesa-monárquica» de Milyukov». (…) Por lo tanto, en
los discursos de algunos historiadores, se revive una ideología nacionalista
que es hostil a la política leninista-estalinista de fortalecer la amistad de
los pueblos, la política reaccionaria de la autocracia zarista se toma bajo
protección y se hacen intentos para idealizar el orden burgués». (G.
Aleksandrov, P. Pospelov, P. Fedoseev; Carta a los secretarios del Comité
Central del PCUS (b): A. A. Andreev, G. M. Malenkov y A. S. Shcherbakov. Sobre
los estados de ánimo chovinistas de gran potencia entre algunos historiadores,
1944)<o:p></o:p></span></span></i></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Aquí, como se ve, se condenan sin piedad los intentos de hacer pasar como análisis marxistas propuestas y teorías sacadas del historiador del Partido Kadete, Pavel Milyukov, el cual era el clásico en la literatura del nacionalismo ruso de todos los colores y expresiones políticas. Se concluía, pues, que el punto de vista nacionalista estaba íntimamente relacionado con la restauración del orden burgués en la URSS, por lo que esta visión era inadmisible para un bolchevique:<o:p></o:p></span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">«Un cierto resurgimiento de la ideología nacionalista entre
varios historiadores es aún más peligroso porque está asociado con la
idealización del sistema democrático burgués y la esperanza de la evolución del
Estado soviético a una república burguesa ordinaria. No es casualidad que el
profesor A. Yakovlev, en su manuscrito «Un manual para estudiar las órdenes y
discursos del camarada Stalin», escriba sobre Inglaterra: «Gran Bretaña es un
país clásico de libertad política». (…) Sazonov describe la cooperación
económica de la URSS y los países capitalistas como la inclusión de la URSS en
el sistema de los Estados capitalistas. Sazonov propone abolir el monopolio del
comercio exterior, abrir ampliamente el acceso al capital extranjero en nuestro
país, transferir el 80% de todas las empresas de la industria socialista a
sociedades anónimas con la venta de acciones principalmente a capitalistas
extranjeros, etc. Las principales proposiciones teóricas desarrolladas en el
manuscrito se reducen a probar que las mismas leyes económicas se aplican en la
economía soviética como en los países capitalistas». (G. Aleksandrov, P.
Pospelov, P. Fedoseev; Carta a los secretarios del Comité Central del PCUS (b):
A. A. Andreev, G. M. Malenkov y A. S. Shcherbakov. Sobre los estados de ánimo
chovinistas de gran potencia entre algunos historiadores, 1944)<o:p></o:p></span></span></i></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Es de destacar que después del debate no se sacó una
conclusión final a nivel oficial:</span></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">«Muestra una atmósfera de decepción general después de que
el Comité Central del Partido Comunista de Toda la Unión (bolcheviques),
después de la reunión, no adoptase ninguna resolución generalmente vinculante.
Los historiadores no recibieron ninguna orden específica, lo que asustó:
[Yurganov dijo] «Nadie ganó. Este es el resultado de la reunión. Y aunque los
partidarios de Pankratova tenían más confianza en la exactitud de sus ideas,
nadie sabía las respuestas correctas a las preguntas planteadas por los
historiadores». (O. I. Kiyanskaya, D. M. Feldman; A. L. Yurganov. Estado
nacional ruso. El mundo de la vida de los historiadores de la era del
estalinismo, 2012)</span></span></i></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El Secretario del Comité Central, A. S. Shcherbakov rechazó la carta y propuesta de Aleksándrov. Esto demostraba las dudas y vacilaciones de la máxima dirección, que tomó una decisión salomónica de «regañar un poco» a todos los contendientes, aunque parecía que por el momento el nacionalismo ruso no se imponía con absoluta vía libre, y tendría que seguir batallando. De hecho, aun por entonces las tesis del nacionalismo ruso recibieron reprimendas importantes. En varios documentos se puede evidenciar que este no tuvo cuota libre para campar a sus anchas:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="line-height: 115%;"></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><i><span style="line-height: 18.4px;"><span style="font-family: georgia;">«En marzo de 1945, el Departamento de Propaganda y Agitación del Comité Central del Partido Comunista de los bolcheviques de toda la Unión criticó una serie de folletos titulados «Las hazañas de combate de los hijos de Armenia». (…) Se concluyó que la editorial «glorifica indiscriminadamente a los líderes militares y administradores de la Rusia zarista». (Fedor Sinitsyn; Nación y guerra soviéticas. La cuestión nacional en la URSS, 1933-1945, 2018)</span></span></i></span></p>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmOL26QjVV6GvVBuFiI7Tvh5TWxyY3XZD_yxuudqI5MxKjtsBAn6kuW2jB554M06rCRAy_mmK81aw9jR2C3gAYRBoCTuD44EZ5EubwTCgkJ_7hrY34R6z65OYHXY8TjkyWrKf3uUSyTgnw/s650/zar.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="650" height="492" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmOL26QjVV6GvVBuFiI7Tvh5TWxyY3XZD_yxuudqI5MxKjtsBAn6kuW2jB554M06rCRAy_mmK81aw9jR2C3gAYRBoCTuD44EZ5EubwTCgkJ_7hrY34R6z65OYHXY8TjkyWrKf3uUSyTgnw/w640-h492/zar.png" width="640" /></span></a></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;"></span></span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Prebendas hacia el nacionalismo ruso y
mano dura hacia sus enemigos</span></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A pesar de todo esto, lo interesante −e importante− es observar cómo, pese a lo aquí atestiguado, progresivamente se empezó a perseguir con mayor frecuencia y dureza toda −supuesta− revisión histórica en clave nacionalista de las repúblicas no rusas, mientras los deslices de los historiadores rusos apenas eran amonestados o incluso eran alabados como modelos de «grandes análisis históricos». </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ya en una resolución oficial de agosto de 1944, sobre los historiadores tártaros, la oficialidad registró la intención de: </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ofrecer al Comité Regional Tártaro del Partido Comunista de toda la Unión (bolcheviques) para organizar un desarrollo científico de la historia de Tataria, para eliminar graves deficiencias y errores de naturaleza nacionalista cometidos por historiadores y escritores individuales en la cobertura de la historia de Tataria −con un embellecimiento de la Horda de Oro o la popularización de la epopeya khan-feudal sobre Idegea−. Prestar especial atención al estudio y cobertura de la historia de la lucha conjunta de los rusos, tártaros y otros pueblos de la URSS contra los invasores extranjeros, contra el zarismo y la opresión terrateniente-capitalista, así como sobre la historia de la transformación socialista de Tataria durante el período del poder soviético, así como la popularización de figuras prominentes, científicos y revolucionarios del pueblo tártaro y sus hijos, héroes de la Guerra Patria». (Partido Comunista de la Unión Soviética (bolchevique); Sobre el estado y las medidas para mejorar el trabajo político e ideológico de masas en la organización del partido tártaro, 9 de agosto de 1944)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y dos meses después, en otra resolución muy parecida se afirmó en un tono similar:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el desarrollo de estos trabajos, el Instituto ignoró por completo las principales características de la Horda de Oro, como un Estado agresivo, realizando guerras agresivas y campañas depredadoras en las tierras del pueblo ruso y sus vecinos, como un Estado de la más grave opresión y ruina del pueblo y sus vecinos. La institución ignoró el carácter progresivo de la destrucción de este Estado». (Decreto del Comité Regional del Partido Comunista de Toda la Unión (bolcheviques) «Sobre errores y deficiencias en el trabajo del Instituto de Investigación Tatar de Lengua, Literatura e Historia», 6 de octubre de 1944)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto era correcto, pero también un doble rasero mezquino, porque como llevamos viendo en todos los capítulos de nuestra investigación, en el caso de los historiadores rusos, se les animó a lo contrario, es decir, a no criticar a los líderes de la autocracia rusa:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Hay una actitud desdeñosa hacia el pasado de nuestro país que se manifiesta en los libros sobre la historia de la URSS y el papel de las figuras prominentes del pueblo ruso: Iván IV, Minin y Pozharski, Suvórov, Kutúzov». (G. Aleksándrov, P. Pospelov, P. Fedoseev; Carta a los secretarios del Comité Central del PCUS (b): A. A. Andreev, G. M. Malenkov y A. S. Shcherbakov. Sobre los estados de ánimo chovinistas de gran potencia entre algunos historiadores, 1944)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿No era esto la prueba inequívoca de que el argumentario nacionalista −sea cual sea− siempre cae en su propia trampa lógica? ¿No debió el gobierno de la URSS condenar a los nobles y militares que se encargaron de «alimentar» un «Estado criminal» y «depredador con sus vecinos» como lo fue el Zarato ruso? La exaltación de Iván IV, Pedro I, el Conde Suvórov o Mijaíl Kutúzov, ¿no suponía el «quebrar la actual amistad de los pueblos de la URSS»? Mientras por una parte publicaciones prorrusas y las propias disposiciones del gobierno ensalzaban, desde 1937, como «héroes rusos» a nobles y militares de los siglos XIV-XIX −los mismos que habían invadido y conquistado diversas zonas de las, por entonces, repúblicas de la URSS−; de otra parte, se condenaba esta misma tendencia entre los tártaros, ucranianos o kazajos. ¡Qué casualidad!, ¿verdad? «Amigos tártaros, superad vuestro rancio nacionalismo, dejad de idealizar la Horda de Oro, eso es lacra reaccionaria. Camaradas, ¿cómo osáis criticar la grandeza de «Iván el terrible»? ¡Ofendéis al pueblo ruso! ¡Por cierto! ¡Demos la bienvenida de nuevo a las condecoraciones militares de Nevski, Suvórov y Kutúzov en el Ejército Rojo!»</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pese a que desde el oficialismo se lanzaban de vez en cuando dardos contra el nacionalismo ruso, como hemos visto más arriba, la descomposición ideológica general del sistema soviético no se detuvo, sino que se profundizó, cobrando tintes muy trágicos. Dentro de este caos ideológico se asistiría a casos verdaderamente surrealistas e inadmisibles, como apoyar la defenestración y arresto del historiador Ermukhan B. Bekmakhanov −doctor en ciencias históricas− que, inicialmente, fue alabado por realizar uno de los primeros estudios en 1941 sobre la historia de Kazajistán de los años 20-40 del siglo XIX. Su obra fue nominada al premio Stalin, pero, a su vez, causó recelos entre Yakovlev y Tarle −quienes, como se ha dicho, en más de una ocasión fueron criticados por intentar restaurar una visión favorable al chovinismo ruso−. Estos pasaron a acusarle en la prensa de ser un vulgar nacionalista kazajo y antirruso. Por su parte, Pankratova salió en defensa del libro del kazajo:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Pankratova sugirió que Yakovlev leyó sin la debida atención la descripción de la interacción de los dos pueblos: la ayuda de los kazajos a los rebeldes rusos, por ejemplo, Pugachov, y la participación de los campesinos rusos en las revueltas kazajas locales. En conclusión, Pankratova escribió que la revisión de Yakovlev contradice la política oficial, «porque golpea la amistad de los pueblos, priva a los pueblos de la URSS de sus tradiciones militares y de sus héroes e incluso de su derecho a su historia». (L. Bradenberger; Bolchevismo nacional. La cultura de masas estalinista y la formación de la identidad nacional rusa (1931-1956), 2009)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto no evitó que varios historiadores empezasen a reevaluar su obra con otros ojos, dejando a Bekmakhanov en una mala posición. Entre las nuevas revisiones, algunos como K. Sharipov teorizaron cosas sumamente extrañas para ser supuestos marxistas, como que la absorción de Kazajistán por Rusia era el «mal menor», es decir, que más allá de todo el caos y destrucción producido, el pueblo kazajo tendía hacia el pueblo ruso y deseaba tal «amistosa unión» −¡vaya! ¡qué preciosos sentimientos humanistas dibujaba el señor Sharipov en las gentes de los albores del siglo XIX!−:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En comparación con los kanatos de Asia central bárbaros y atrasados, Rusia se encontraba en una etapa superior de desarrollo. En el acercamiento con Rusia, el pueblo kazajo podría encontrar la manera de progresar. La adhesión de Kazajistán a Rusia fue, por supuesto, progresiva. Aceleró la desintegración de la comunidad nómada y todo el proceso de desarrollo social; contribuyó a la penetración de formas superiores de economía y cultura en la estepa kazaja». (K. Sharipov; B. Bekmakhanov Kazajistán en los años 20-40 del siglo XIX, 1949)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Qué clase de mensaje fatalista se le estaba dando a los pueblos del siglo XX con esto de elegir entre «dos males»? ¿No se había aprendido nada de las lecciones de la I Guerra Mundial? ¿Acaso los bolcheviques rusos tendrían que haber escogido entre subyugarse a la Triple Entente o la Triple Alianza? Y, en caso de desaparición de la URSS −como pasaría más adelante−, ¿qué se propondría bajo esa lógica? ¿Elegir el imperio estadounidense, francés, neerlandés o británico? Qué tristemente familiares nos suenan esas palabras. El imperialismo jamás es la solución a nada.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero centrémonos en el siglo XIX. ¿No pudo en un primer momento la Kazajistán de entonces haberse liberado de la ocupación rusa primero y, luego −gracias a un movimiento revolucionario posterior− convertirse en un vecino aliado de la Rusia revolucionaria −como ocurrió con Mongolia−, deliberando si entrar en la URSS federándose libremente? Eso pudo pasar, dado que no existe un fatalismo histórico absoluto que determine que las cosas que suceden, jamás podrían haber sucedido de otra forma o tomar otro rumbo, pero, entre algunos historiadores, había más interés en santificar la incorporación de esta zona al Imperio ruso y maquillar la historia, que en elaborar una visión crítica de los acontecimientos. ¡Estamos seguros de que cuando las tropas zaristas entraron en un territorio de diferente etnia y religión, como Kazajistán, los pobladores notaron la «fraternidad de las bayonetas del pueblo ruso»! Muy por el contrario, el campesino ruso promedio −que no olvidemos, era la mayoría social−, a lo máximo que llegaba, era a sentir simpatía por las andanzas del Zar en apoyo de las demagógicas causas eslavófilas y, si eran países ortodoxos, como Serbia, mejor que mejor. Pensar lo contrario es incurrir, de nuevo, en una idealización del pueblo ruso de la época. Esto sería como atreverse a decir que, en aquellos días, el pueblo inglés cegado por el «jingoísmo» −un ultranacionalismo militarista y expansionista− que celebraba las escabechinas perpetradas por las fuerzas de ocupación británicas en Belfast, apoyaba mayoritariamente y sin reservas al pueblo irlandés. ¡Pero para nada fue ese el caso! Durante todo el siglo XIX se mantuvo lo que aquí sigue:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses de la política colonial. Pues lo mismo que de la política en general; lo mismo que piensan los burgueses. Aquí no hay partido obrero, no hay más que el partido conservador y el partido liberal-radical, y los obreros se benefician tranquilamente con ellos del monopolio colonial de Inglaterra y del monopolio de esta en el mercado mundial». (Friedrich Engels; Carta a Karl Kautsky, 12 de septiembre de 1882)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Entiéndase, pues, lo importante que es realizar un trabajo de lucha ideológica contra el nacionalismo patrio, ya que, sin combatir al nacionalismo interno, toda denuncia externa será formal e hipócrita. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo al tema: si el propio pueblo ruso no podía disfrutar de las bonanzas de la «etapa superior de desarrollo» en la economía zarista, con su creciente expansión de sus fuerzas productivas, ¿cómo iba a hacerlo una colonia de Rusia como la kazaja y, más aún, sus capas bajas? Es un absurdo total. Lo curioso es que, a su vez, K. Sharipov consideraba progresista la defensa y lucha del pueblo kazajo contra el zarismo, algo bastante difícil de conjugar con sus palabras previas:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por supuesto, la progresividad de la anexión de Kazajistán a Rusia no excluye la progresividad del movimiento de liberación nacional kazajo contra la política colonial del zarismo. No debemos perder de vista las palabras del camarada Stalin sobre la adhesión a Rusia en zonas como Turkestán, el territorio de Kirguistán, la región del Volga Medio, etc. La «asociación en la historia» de estos territorios «es una larga historia de violencia y opresión de las antiguas autoridades rusas». (K. Sharipov; B. Bekmakhanov Kazajistán en los años 20-40 del siglo XIX, 1949)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¡El embrollo en que se metían ellos solos era increíble! Al final, consideraba el trabajo de investigación de Bekmakhanov como insuficiente. ¿La razón? Presuntamente, sobredimensionaba a los héroes y movimientos kazajos, los cuales tenían contradicciones y no siempre actuaron en favor de su gente, sino del pragmatismo e, incluso, en favor de las fuerzas más oscurantistas, −lo cual no es descartable de cualquier figura de esta época− como la figura de Kasymov o el levantamiento de Andiján de 1898:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«E. Bekmakhanov «Kazajistán en los años 20-40 del siglo XIX» es uno de los primeros intentos de iluminar los complejos problemas de la historia de Kazajistán en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, este intento no tuvo éxito. El autor aún necesita trabajar a fondo en el estudio del movimiento de liberación nacional de 1837-1846 en Kazajistán, para revisar muchas de sus conclusiones y corregir los errores cometidos en la cobertura de este importante período de la historia del pueblo kazajo». (K. Sharipov; B. Bekmakhanov Kazajistán en los años 20-40 del siglo XIX, 1949)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En septiembre de 1952, Bekmakhanov fue arrestado y, en diciembre del mismo año, condenado a 25 años de prisión en Siberia −lo que demuestra, una vez más, que los servicios de seguridad, bien fuesen liderados por Yagoda, Yezhov o Beria, fueron un despropósito constante−. Tomando la premisa de que los errores del historiador kazajo eran tan grandes, ¿era necesario castigar de forma tan severa lo que en palabras de sus propios detractores era el primer intento serio de evaluar la historia kazaja del siglo XIX? Posteriormente, según los recuerdos de su viuda −Halima Adambekovna−, a iniciativa de Pankratova, Bekmakhanov escribió a Stalin solicitando su mediación directa en 1953 y él prometió un estudio del caso. Bekmakhanov pudo regresar a Moscú poco antes de fallecer Stalin y, finalmente, fue absuelto totalmente entre el 16 y el 18 de febrero de 1954. </span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="550" data-original-width="978" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhQgfDmMXAqfhrvNNdy7UthA1Z5ASVMlpoqe3MvTUE80IcN_94cUzCakGHM8LnNhUQjOFMq91YMP_NUPvLGtTvou1NsxNtVqAqhVx-4rDJ2uGmhYDkhglTIMk-pT62xLkc2sORVRJDu3arY/w640-h360/DdQvM74XkAAOtKl.jpg" width="640" /></span></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 18.4px;"></span></span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: georgia;">El fascismo ruso se enamora del giro soviético y su reinterpretación del zarismo<o:p></o:p></span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En esta sección, daremos unas pequeñas notas sobre cómo afectó este cambio de rumbo soviético en los exiliados que habían luchado o simpatizaban con los blancos. Volvemos a la misma comparativa anterior con el fascismo: nótese lo peligroso de estas ideas que subyacían en los dirigentes soviéticos, puesto que esta rusofilia y paneslavismo eran parecidos, en algunos puntos, al de Iván Ilyín, exiliado aristócrata y zarista, el creador de la versión rusa del fascismo. Él también defendió una eslavofilia de dudosas pretensiones «pacíficas». Opinaba que Occidente nunca había entendido al ruso, siempre guiado por el corazón y la imaginación; de hecho, Ilyí proclamaba el irracionalismo como base del alma rusa, por lo que pedía la reclusión sobre sí misma. Y, pidiendo que se respetase la esencia de la «espiritualidad» rusa −por supuesto, según él, basada en el cristianismo ortodoxo−, llamaba a que Rusia recuperase su lugar en el mundo, que cumpliese su «vocación universal» otorgada por Dios (sic):</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Rusia no es una aglomeración de tierras y tribus, sino un organismo vivo, con su evolución histórica. Este organismo representa en si una espiritualidad, lingüística y cultural del pueblo ruso y otros pueblos hermanos suyos, enlazados a lo largo de la historia por la comprensión mutua espiritual, representa un auténtico baluarte de la paz y el equilibrio europeo-asiático y, por ende, universal». (Iván Ilyín; ¿Qué promete al mundo el desmembramiento de Rusia?, 1950)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto ya nos indica por qué el relajar la propaganda antirreligiosa en la URSS, algo que también comenzó a fraguarse en 1937 como se refleja en las directivas sobre los textos escolares, fue una completa equivocación, dado que el fascismo ruso contaba con la simpatía de, no solo las viejas clases explotadoras y todo tipo de elementos desclasados, sino con el bolsillo de las potencias imperialistas para financiar estas ideas, por ende, la población entraría en contacto tarde o temprano con tales ideologías. Ilyín declaró sin complejos al mundo que Rusia, para dominar sus aspiraciones territoriales, debía hacer a un lado toda democracia:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La próxima Rusia tiene que encontrar para sí misma −de forma especial, original y pública− esta combinación de la institución y la corporación, que sería el modelo ruso, el nacional de los registros históricos, desde el imperio de la ley ante el dominio territorial de la Rusia revolucionaria. Frente a semejante tarea creativa, los llamamientos de los partidos extranjeros a la democracia formal se quedan ingenuos, frívolos e irresponsables». (Iván Ilyín; Sobre el fascismo, 1948)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Curiosamente, Vladimir Putin y los oligarcas rusos citan hoy con asiduidad a este pájaro. ¿Por qué será? </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">También contamos con el caso de Konstantín Rodzayevski, el líder del fascismo ruso en el exilio en el Lejano Oriente. Después de trabajar incansablemente para derrocar al gobierno soviético y participar en actos de sabotaje, al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-45), sin su protector, Japón, escribió un artículo donde buscaba acercarse al Kremlin:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En Shanghái, escribió un artículo «La semana que reformó el alma», en el que describió su ruptura emocional, reconoció la continuidad del período soviético desde el zar: la URSS magnificó los méritos de Mijaíl Kutúzov y Aleksandr Suvórov, devolvió el uniforme militar usado por el ejército zarista; comparó a Stalin como un recolector de las tierras de Moscú y un recreador de la grandeza de Rusia con Iván Kalitá». (Time Note; Konstantin Rodzaevsky, 2021)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Finalmente, tras unas negociaciones en las que, se supone, le garantizaban su inmunidad, decidió entregarse a las autoridades soviéticas. También se aseguró que consigo traía una carta que expresaba lo siguiente:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Lancé un Llamamiento al Líder Desconocido, en el que llamé a elementos fuertes dentro de la URSS para salvar al estado y preservar millones de vidas rusas condenadas a muerte en la guerra, para nominar a algún Comandante X, un «Líder Desconocido» capaz de derrocar el «gobierno judío» y crear una Nueva Rusia. No advertí entonces que, por voluntad del destino, su genio y millones de masas trabajadoras, el líder de los pueblos, el camarada Stalin, se convirtió en un líder tan desconocido». (Konstantín Rodzayevski; Carta a Stalin, 1945)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Nueve meses después el jefe fascista fue fusilado por el NKVD el 30 de agosto de 1946. Es posible que esta emisiva solo fuese una estratagema desesperada para salvar el pellejo en mitad de un mundo fascista que se desmoronaba, pero ¿por qué no escapar a Argentina o cualquier país de Latinoamérica? ¿Por qué entregarse al enemigo con ofrendas? Muy posiblemente, para el propio Rodzayevski, solo le quedaba creer que la nueva línea política soviética era compatible con su búsqueda de «gloria y honor» de la «Gran Rusia». A lo que debemos decir que los últimos movimientos del gobierno soviético y los discursos de Stalin le daban argumentos para pensar de ese modo. </span></p>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="960" height="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3s1rAlPJmO-cLrIg6fFNGa-eGm0ufU-43eZOMgIn8tj4iBwXfU4CLDsZHt8bD01BeHczBlqf2hQmnySSuYlkuhwitbqIxHqZGbeCcQHazYnBNDUbYZj5KNSWV3oUTRWb3fXfKO2vt32Xl/w640-h426/wr-960.webp" width="640" /></span></div><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: georgia;"></span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: georgia;">Desunión en la cúpula
política y repercusiones internacionales<o:p></o:p></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Desde la perspectiva gubernamental, la irrupción de este «neonacionalismo ruso» y hasta qué punto ceder ante él, eran cuestiones que estaban dividendo a la cúpula dirigente, representaban temas que interferían en la toma de decisiones sobre asuntos de total transcendencia. De lo que no cabe duda es que, al realizar tales concesiones en un Estado multinacional, el gobierno soviético acabó abriendo la caja de pandora. Esta cruenta lucha entre tendencias chovinistas, nihilistas e internacionalistas, no sólo se corroboró en las disputas del campo histórico, militar, filosófico y artístico, sino que también quedó reflejada en los actos políticos de la cúpula. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A mediados de 1947 se formó una comisión encargada de la redacción de unos nuevos estatutos para el XIXº Congreso del Partido Bolchevique que, para aquel entonces, debía tomar lugar −¡y que finalmente se demoró hasta 1952!−, pero Stalin no estuvo de acuerdo con su principal mano derecha en aquel entonces, Zhdánov, siendo una de las múltiples razones para que no se celebrase el esperado evento. En esta ocasión nos vemos obligados a citar extensamente las razones:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por decisión del Politburó del 15 de julio de 1947 en relación con la convocación prevista del congreso del partido, una comisión encabezada por A. Zhdánov para preparar un nuevo programa del PCUS (b). Los cambios globales en el país y el mundo después de la Segunda Guerra Mundial se reflejarían en el documento principal del partido gobernante en la URSS. Zhdánov introduce las siguientes palabras en el borrador del nuevo programa del partido: «El gran pueblo ruso jugó y juega un papel particularmente prominente en la familia de los pueblos soviéticos... [que] ocupa legítimamente una posición de liderazgo en la comunidad de naciones soviética... la clase obrera y el campesinado ruso bajo la dirección del Partido Comunista de toda la Unión (bolcheviques) dio a todos los pueblos del mundo ejemplos de lucha por la liberación del hombre de la explotación, de la victoria del sistema socialista, por la completa emancipación de las nacionalidades previamente oprimidas». De hecho, tal formulación no solo formalizó la importancia principal y central de la nación rusa en la URSS, sino que también proclamó un papel casi mesiánico para ella en el mundo. Stalin dejó una nota en este borrador: «Eso no». (...) En el borrador del programa del partido preparado por Zhdánov, también se enfatizó el papel especial de la cultura rusa entre las culturas de los pueblos de la URSS. En la formulación de Zhdánov sonaba así: «El PCUS (b) fomentará de todas las formas posibles el estudio de la cultura rusa y el idioma ruso por parte de todos los pueblos de la URSS». Esta disposición también fue rechazada por Stalin y no se incluyó en la versión final del proyecto. Uno solo puede adivinar qué disputas estaban sucediendo entre el líder de la URSS y Zhdánov sobre un tema tan complejo. El equilibrio y las relaciones entre las naciones de la Unión Soviética eran un asunto tan delicado, y aún más complicado por la presión externa y las tareas internacionales del país, que no está claro de inmediato quién tiene la razón en esta gran disputa y oculta a todos entre dos personas de ideas afines, camaradas, asociados y amigos justos: Stalin o Zhdánov. La pronunciada rusofilia de Zhdánov y sus nominados no fue de ninguna manera accidental: toda la parte superior del equipo de Zhdánov estaba compuesta por grandes rusos étnicos que crecieron, estudiaron, trabajaron y lucharon en Rusia, todos sus intereses personales y comerciales estaban asociados con Rusia, con la RSFSR [República Socialista Federativa Soviética de Rusia]. Esto, por supuesto, no podía dejar de influir incluso en los marxistas comunistas más convencidos, como Zhdánov y su gente de «Nizhny Novgorod» con los «Leningraders». (Volynets Alexey Nikolaevich; Zhdánov, 2013)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Algunos autores insisten en que, en el caso de Zhdánov, existía una clara diferencia respecto al nacionalismo burgués clásico, puesto que en ningún momento perdió la noción de clase, de hecho, Zhdánov insistía en saber ver las diferencias en la historia rusa entre la era prerrevolucionaria y la postrevolucionaria:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Al mismo tiempo, uno no debería pensar que las innovaciones ideológicas de Zhdánov en la «cuestión rusa» fueron un regreso al nacionalismo banal. (…) Al proclamar el papel de vanguardia de la nación rusa en la URSS o el valor de las tradiciones nacionales rusas en la construcción de un futuro comunista, no negó la existencia de profundos problemas nacionales en la historia de Rusia. Pero Zhdánov propuso dividir la historia del Imperio ruso en la historia de la política de las clases explotadoras y la historia general del pueblo ruso, que, por el contrario, fue el liberador de todos los demás pueblos del imperio de la opresión colonial y social, derrocando a la élite feudal-burguesa de la sociedad». (Volynets Alexey Nikolaevich; Zhdánov, 2013)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otra fuente argumenta algo muy similar, señalando que Zhdánov, pese a que manifestó tendencias muy rusófilas, curiosamente paró los pies a sus partidarios más exacerbados en más de una ocasión:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Durante los meses siguientes, Zhdánov escribió y reescribió varias disposiciones, consultando constantemente con Stalin, estudiando la transcripción de la reunión y las recomendaciones escritas de Aleksándrov y Pankratova. Manteniendo la formulación del problema en consideración en la misma forma exagerada en la que fue formulado por Agitprop: la rivalidad de dos herejías no marxistas: la escuela «burguesa-monárquica» de Milyukov −Efimov, Yakovlev, Tarle− y la escuela «sociológica» de Pokrovski −Pankratov y colegas−, Zhdánov resultó ser más crítico con el primero. En particular, se opuso a la unificación del pasado ruso y el presente soviético, al borrado de las diferencias entre ellos. (…) Sin embargo, el trabajo en el documento se estancó después de varias revisiones, y una declaración oficial que fijaba la ideología del partido nunca vio la luz. (…) En los años siguientes dio lugar a interminables discusiones». (L. Bradenberger; Bolchevismo nacional. La cultura de masas stalinista y la formación de la identidad nacional rusa (1931-1956), 2009)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A decir verdad, esta línea inestable en el campo histórico era similar a la que hubo en el campo político durante los debates de los años 1944-52 respecto al carácter y fisonomía que debían adoptar los nuevos regímenes de las llamadas «democracias populares». Aquí Stalin, Mólotov, Zhdánov y Cía. también tuvieron gran responsabilidad tanto en el origen de las desviaciones como en las correcciones de las mismas; observamos que todos los dirigentes soviéticos dieron bandazos sin ton ni son, pasando del campo de los «ortodoxos» a los «heterodoxos», contradiciendo sus propios escritos y directrices anteriores. Esto significó que, lejos de lo que creían sus enemigos o de lo que mantienen hoy sus admiradores, no había la tan cacareada «unidad monolítica» del movimiento internacional marxista-leninista. Véase la obra de la Yale University Press: «El diario de Dimitrov 1933-1949» (2008). </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los soviéticos empezaron a cambiar de opinión, alarmados por los peligrosos resultados de esta infinidad de sandeces, los cuales colocaban a estos países fuera de la órbita de influencia soviética, como ocurriría con la Yugoslavia de Tito, que desertó para alinearse con el bando imperialista, pero ya incluso antes había serias dudas sobre a dónde estaba llevando este «novedoso» camino. Esto se nota leyendo el informe de S. L. Baranov: «Sobre las relaciones internacionales del PCUS (b)» (2 de septiembre de 1947). Este tipo de informes pondrían de sobre aviso en torno a las manifestaciones nacionalistas de las direcciones comunistas, entre muchos otros defectos. Un ejemplo de ello fueron las limpiezas étnicas de italianos propiciadas por los propios partisanos yugoslavos en la zona del Tirol, Dalmacia e Istria −véase la Masacre de las foibe (1943) o la Masacre de Bleiburg (1945)−. Por citar otro breve ejemplo, en el caso checoslovaco hubo una política de apoyo de los comunistas locales hacia la confiscación de las propiedades y expulsión de todos los alemanes del país, haciendo piña con lo que pedían los partidos burgueses patrios. Volvemos a recalcar que, como demuestra la documentación de posguerra, estas «equivocaciones de los camaradas checoslovacos y otros» no hubieran sido posibles sin la aprobación soviética entre 1945-47. Véase el «Registro de la conversación de Iossif Vissariónovich Dzhugashvili Stalin, conversación con el primer ministro de Checoslovaquia Z. Fierlinger y el viceministro de Relaciones Exteriores V. Clementis» (28 de junio de 1945).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 18.4px;"><span><span style="font-family: georgia;">En varias entrevistas con otros partidos comunistas, la dirección soviética abaló teorías verdaderamente vergonzantes. Sin ir más lejos, afirmaban que los nuevos regímenes de la posguerra «no necesitaban de la dictadura del proletariado», puesto que «la revolución se desarrollaba aquí de forma relativamente pacífica», no serían «ni capitalistas ni socialistas» pues mantendrían un «razonable equilibrio entre distintas formas de propiedad», mientras que los soviets como órganos de poder estaban en el limbo jurídico y el gobierno operaría a través de las rudimentarias y burocráticas fórmulas parlamentarias. Esto, para quien esté familiarizado con la documentación de aquella época, no resultará sorprendente, sino que verá en esta tendencia una profundización de la línea política de los años 30 bajo la estrategia general de los «frente populares». </span></span></span></span><span style="font-family: georgia; mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 18.4px;">Véase el capítulo: «</span></span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2017/09/los-tragicos-acontecimientos-de-chile.html" style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 18.4px;">El frente popular chileno (1936-41)</span></span></a><span style="font-family: georgia; mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 18.4px;">» (2021).</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Incluso si se observa todo esto con lupa, se puede afirmar que eran muestra de los ecos de corrientes premarxistas como el proudhonismo, bakuninismo, fabianismo, cartismo, etc., que tuvieron una importante impronta en los partidos socialdemócratas de la II Internacional (1889-1914) y sus escisiones. En cualquier caso, en las llamadas «nuevas democracias» o «democracias populares» se popularizaron −al menos desde 1944 al 1947− teorías que justificaban todo esto por ser «vías nacionales específicas» en la Europa del Este o «por el nuevo contexto internacional». Dichas nociones «especifistas» siempre han sido un tópico al que los revisionistas han recurrido una y otra vez, ya sean estos browderistas, eurocomunistas, juches, etc. Del 48 en adelante, Checoslovaquia, Polonia, Hungría y demás abandonarían este ideario, siendo condenadas como «desviaciones nacionalistas y derechistas», aunque bien es verdad que, a partir de 1953, se recuperaría todo lo que durante 1948-52 se consideró «herético».</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: georgia;">Lo mismo podemos decir al respecto de las evidentes desviaciones asiáticas en los partidos comunistas, como el caso del maoísmo en China, el cual, durante 1934-43, fue visto por la Internacional Comunista (IC) con suma sospecha, ya que fue una corriente cuya principal proclama era una síntesis entre el nacionalismo chino y las religiones locales, aunque mezclado y agitado, eso sí, con una fraseología muy «radical» que, en China, era lo más parecido al marxismo que jamás habían tenido. El problema aquí es que el maoísmo nunca abandonó sus defectos, convirtiendo sus desviaciones, bajo el pretexto de la «especificidad nacional», en dogmas de su ideario revisionista oficial. Esto no quita que, al mismo tiempo, como se constató con la cuestión del Tíbet o el Xinjiang, desde Moscú se realizasen prebendas y se cambiase de opinión respecto a recomendaciones anteriores, todo, en aras de atraerse y asegurarse la fidelidad de Mao y los suyos. A la postre, como demuestra hoy la documentación disponible, estas concesiones en los principios por parte de los soviéticos no sirvieron de nada, puesto que el grupo de Mao y los suyos se mostró como un grupo político altamente oportunista, que en esos años tampoco se privó de coquetear con el imperialismo estadounidense, con quien poco después estableció una alianza. Aquí no hay que olvidar, claro está, que los políticos soviéticos, al haber abandonado los puntos fundamentales de su antigua política nacional, estimularon directa o indirectamente que tales manifestaciones de localismo nacionalista se normalizasen entre las secciones comunistas del mundo, pues ellos mismos estaban brindando un ejemplo incorrecto dentro de la URSS. Véase el capítulo: «</span></span></span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/02/puede-ser-el-apoyo-de-los-pueblos-un.html" style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">¿Puede ser «el apoyo de los pueblos» un país
que viola el derecho de autodeterminación en su casa?</span></span></a><span style="font-family: georgia; mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="line-height: 115%;">» (2020).</span></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7hbHFyNsCzeXzSqI6vRmJOM0WWgHnVAxKwNOlP0pTIPEnKLTTQ2o2VfJ7BJVhOoFsHPiXhy35jXaLWnHO0S7oRUMd8MwV79d_K1wMjaHcIeGDEnYMu1Sfejx6ea-q84v9LQ_jKEPYzba_/s594/Alexander-Herzen.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="342" data-original-width="594" height="368" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7hbHFyNsCzeXzSqI6vRmJOM0WWgHnVAxKwNOlP0pTIPEnKLTTQ2o2VfJ7BJVhOoFsHPiXhy35jXaLWnHO0S7oRUMd8MwV79d_K1wMjaHcIeGDEnYMu1Sfejx6ea-q84v9LQ_jKEPYzba_/w640-h368/Alexander-Herzen.jpg" width="640" /></a></span></span></div><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="line-height: 18.4px;"><span style="font-family: georgia;">¿Nuevos intentos de frenar la hegemonía del nacionalismo ruso?<o:p></o:p></span></span></b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A mediados de los años 40 e inicios de los 50, tras contemplar los resultados de este periodo de «excesivo fervor patriótico», algunos de los dirigentes soviéticos −y también los historiadores− reconocieron que se había dado demasiada «manga ancha» a la revisión histórica. Muestra de ello fue que el supremacismo ruso había aflorado hasta el punto de interpretar las campañas del zarismo en el siglo XIX como unas supuestas «guerras defensivas», justificando así la política colonial de esclavización de otros pueblos. En suma, se criticó y condenó todo intento de evaluar la historia del pasado sin un prisma progresista, sin embargo, uno acusaba al de al lado de lo que él mismo cometía, por lo que no se avanzó significativamente. En todo caso, cabe rescatar alguna de estas críticas por su alto valor.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ya en el año 1939 ciertos autores como, por ejemplo, Y. M. Yaroslavski; historiador opositor a la Escuela de Pokrovski −y, por ende, no dudoso de ser «apátrida»− criticó este tipo de evaluaciones destinadas a rehabilitar y engrandecer a personajes de las clases explotadoras:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Y. M. Yaroslavski argumentó que «tomando tal posición, uno puede llegar a justificar todos y todos los tipos de violencia del zarismo. (…) Cosa que no tiene nada en común con el patriotismo soviético, que se alimenta de la heroica lucha de los pueblos de la URSS y sus mejores representantes tanto con los invasores extranjeros como con la autocracia zarista». Por lo tanto, hizo un llamado a «luchar resueltamente contra glorificar a las personas como héroes, que dedicaron sus mentes, talentos y energía a la opresión de los pueblos que habitan Rusia». Como ejemplo de tales figuras históricas, Yaroslavski señaló al general M. D. Skobelev el héroe de la guerra ruso-turca de 1877-1878 y el conquistador de Asia Central». (Fedor Sinitsyn; Nación y guerra soviéticas. La cuestión nacional en la URSS, 1933-1945, 2018)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Rizando el rizo de las incongruencias, el Buró Político del Partido Bolchevique emitió en 1946 una resolución en el Comité de Arte por «idealizar la vida de los reyes, kanes y nobleza»:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Una deficiencia importante en las actividades del Comité de las Artes y los Teatros Dramáticos es que tiene una gran desventaja en la puesta en escena de obras de teatro sobre temas históricos. En una serie de obras que no tienen importancia histórica y educativa, se representan ahora en los teatros la vida de los reyes, kanes y nobles se idealiza». (Resolución del Buró Organizador del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Bolcheviques: Sobre el repertorio de los teatros de teatro y medidas para mejorarlo, el 26 de agosto de 1946)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, ¿acaso no era esto lo que se llevaba promoviendo oficialmente −al menos desde 1937− en las instituciones soviéticas? Dos años después, en 1948, encontramos un interesante artículo −sin firmar, solo como línea editorial− en la principal revista histórica soviética. En esta ocasión se lanzó una devastadora condena pública contra las interpretaciones prorrusas que se venían cometiendo en los últimos años:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por otro lado, después de la derrota de la Escuela de Pokrovski con su sociologización desnuda y esquemas históricos sin sentido, ha surgido entre algunos historiadores una tendencia dañina a alejarse de las cuestiones de teoría y las generalizaciones teóricas hacia el campo de la investigación local y la recopilación de hechos. (...) Al mismo tiempo, comenzaron a aparecer interpretaciones antimarxistas groseramente erróneas de una serie de problemas históricos importantes. Los historiadores fueron advertidos sobre los errores en ese momento por la revista «Historia Marxista» (Nº4 de 1939) que, en un artículo de su editor, el camarada Yaroslavski «Tareas incumplidas en el frente histórico», él había escrito: «Cabe señalar que, en lucha contra las distorsiones antimarxistas de la escuela histórica de Pokrovski, algunos historiadores cometen errores nuevos y no menos serios». El artículo señalaba que estos errores consistían en: 1) una interpretación incorrecta de la cuestión del llamado «mal menor», en los intentos de extender este punto de vista a todas las conquistas del zarismo ruso; 2) en la comprensión errónea de las guerras justas e injustas, en intentos de convertir todas las guerras de la Rusia zarista en guerras defensivas; 3) en la comprensión errónea del patriotismo soviético, al ignorar su contenido socialista de clase, en deslizarse al falso patriotismo. Es característico que algunos de estos errores encuentran su lugar en la colección «Contra el concepto histórico de Pokrovski». Es fácil ver que en el centro de los errores señalados por Yaroslavski estaba el deseo de embellecer la historia, ignorando el contenido de clase del proceso histórico en su conjunto y de cada acontecimiento histórico en particular». (Cuestiones de la Historia; Nº12, diciembre de 1948) </i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si bien esta publicación se centró en corregir las desviaciones tendientes a alzar al nacionalismo ruso, también consideró que:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«No menos peligrosos y dañinos son los errores que surgen nuevamente del enfoque no marxista de la historia, yendo en la línea de denigrar el pasado del pueblo gran ruso, subestimando su papel en la historia del mundo. (…) El nihilismo en la evaluación de los mayores logros de la cultura rusa y de otros pueblos de la URSS es el reverso de la adoración de la cultura burguesa de Occidente». (Cuestiones de la Historia; Nº12, diciembre de 1948)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En todo caso, respecto a esta primera desviación, favorable al nacionalismo ruso, se explicó grosso modo cuál podía ser el origen de este extraño y perturbador reflorecimiento:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Durante la Gran Guerra Patriótica [1941-1945], debido a una serie de circunstancias, la influencia de la ideología burguesa se intensifico en ciertos sectores de la ciencia histórica, especialmente en el campo del estudio de la política exterior, las guerras y el arte militar. El camarada Tarle repitió la posición errónea sobre la naturaleza defensiva y justa de la Guerra de Crimea [1853-1856]. Intentó justificar las guerras de Catalina II con la idea de que supuestamente Rusia luchaba por sus fronteras naturales y, que como resultado de las adquisiciones territoriales de ella, el pueblo soviético en la guerra contra el hitlerismo tuvo unas cabezas de puente salvadoras y necesarias para la defensa. Se intentó reconsiderar la naturaleza de la campaña de 1813, presentándola como similar a la campaña de liberación del Ejército Rojo en Europa [durante 1943-1945]. Hubo demandas para reconsiderar el papel de la Rusia zarista como gendarme de la reacción y prisión de pueblos durante la primera mitad del siglo XIX. Si, por un lado, algunos historiadores mostraron una tendencia perjudicial al negar cualquier influencia beneficiosa sobre los pueblos de nuestro país en cuanto a la economía y cultura rusa, por otro lado, se hizo un intento igualmente perjudicial para intentar eliminar la cuestión misma de la naturaleza colonial de la política del zarismo en las regiones nacionales. Se alzó el escudo contra los supuestos héroes del pueblo ruso, los generales. (…) Presentaron como supuestos héroes del pueblo ruso, a los generales Skóbelev, Dragomirov, Brusílov, y en Armenia incluso lograron convertir a Lorís-Mélikov en héroe nacional. Algunos estuvieron de acuerdo en exigir abiertamente que el análisis de clase de los hechos históricos fuera sustituido por una evaluación de su progreso en general, en términos de intereses nacionales y estatales. Fue necesaria la intervención directa del Comité Central de nuestro partido». (Cuestiones de la Historia; Nº12, diciembre de 1948)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para quien lo desconozca, el general Skóbelev fue el encargado de la conquista de Asia central de 1881, haciéndose reconocido por su brutalidad contra los turcomanos. Dragomirov fue otro general partícipe de la Guerra Ruso-turca de 1877-1878, la cual fue una guerra entre potencias teocráticas por las áreas de influencia en los Balcanes. Brusílov fue un general participante en la Primera Guerra Mundial de 1914. Lorís-Mélikov fue un general de ascendencia armenia que llegó incluso a ser ministro del Interior en el reinado de Alejandro II. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto nos indica que, durante más de una década, la historiografía soviética no había logrado cerrar los debates sobre cuestiones tan simples como importantes para su porvenir. Es más, al parecer, gran parte de las publicaciones de aquel entonces habían caído en un profundo letargo con un caos metodológico y una gran pérdida de enfoque, donde cada departamento y república operaba de forma aislada. También se criticó que la idea de que «el pasado fue como tuvo que ser», no era sino un fatalismo cercano al positivismo con su «progresión inexorable» de las cosas. Esto, por lo general, también iba acompañado de un desenfoque del desarrollo histórico en torno a las expresiones de clase y sus contradicciones:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los errores y perversiones que se cometen en las obras del Instituto de Historia son de naturaleza muy diversa, pero todos son producto de la influencia de la ideología burguesa por parte de los historiadores soviéticos. (...) Se han deslizado en una serie de cuestiones al objetivismo burgués. (...) Exponiendo la esencia burguesa-objetivista de las opiniones de Struve, quien entonces vestía ropas marxistas. Lenin escribió: «El rasgo principal de los razonamientos del autor, señalado ya desde el comienzo, es su estrecho objetivismo, que se limita a demostrar la inevitabilidad y la necesidad del proceso, y no hace ningún esfuerzo por descubrir en cada fase concreta de este proceso la forma de contradicción de clases que le es inherente. (…) El materialista no se limitaría a hacer constar que hay «tendencias históricas insuperables», sino que señalaría la existencia de ciertas clases que determinan el contenido del régimen dado y excluyen cualquier posibilidad de salida que no sea a través de la acción de los productores mismos. Por otra parte, el materialismo presupone el partidismo, por decirlo así, e impone siempre el deber de defender franca y abiertamente el punto de vista de un grupo social concreto siempre que se enjuicie un acontecimiento». (Cuestiones de la Historia; Nº12, diciembre de 1948)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí se añadió que la falta de crítica y autocrítica de los historiadores supuso la ruina del funcionamiento del trabajo profesional, porque se dieron casos en que ante escritos totalmente escandalosos o defectuosos nadie se atrevió a intervenir y exponer las deficiencias. Esto significó que muchos de estos artículos y libros pasaron desapercibidos o, mejor dicho, se normalizaron:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Las graves deficiencias reveladas en el trabajo del instituto, sin duda, podrían haberse descubierto y eliminado de manera oportuna si la crítica y la autocrítica bolcheviques se hubieran desplegado. En el instituto, existe un temor generalizado de ofender a cualquiera, se ha arraigado una tradición podrida: no criticar a los que tienen un rango científico superior. La crítica y la autocrítica no eran en el instituto el principal método para formar al personal y elevar todo el nivel de trabajo. Por tanto, no es casual que la mayoría de los errores en el trabajo del instituto no fueran revelados en el instituto mismo, sino por nuestra prensa». (Cuestiones de la Historia; Nº12, diciembre de 1948)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En efecto, existieron comunistas con ideas correctas y muchos de ellos blandieron su espada contra el auge del nacionalismo ruso o paneslavo. Al respecto de esto, recomendamos en especial el artículo de Vladímir Yevgenyevich Illeritsky: «Opiniones históricas de Alexander Ivanovich Herzen» (1952), publicado en la revista Cuestiones de la Historia. En él, se recordó a los historiadores soviéticos que este revolucionario ruso del siglo XIX consideró una deshonra para los rusos que el gobierno zarista aplastase y subyugase a otros pueblos no rusos, como el polaco. Demostró que el supremacismo nacional y el racismo étnico eran nociones incompatibles para un revolucionario que obrase en pro del progreso:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En los años 50-60 del siglo XIX Herzen, enojado, se alzó en armas contra las «teorías» racistas de los alemanes y otros chovinistas. «No hay nación que haya pasado a la historia, que pueda considerarse una manada de animales», señaló en 1851, «así como no hay nación que merezca ser llamada asamblea de los elegidos». Revelando sus propias opiniones sobre la cuestión nacional, Herzen escribió: «Estamos por encima de la sensibilidad zoológica y somos muy indiferentes a la cuestión de la pureza racial, lo que no nos impide ser plenamente eslavos». El gran demócrata ruso siempre se ha opuesto resueltamente a la persecución de los eslavos como raza «inferior». «Nunca hemos sido nacionalistas ni paneslavistas», dijo, «pero la injusticia hacia los eslavos siempre nos ha parecido atroz». Al mismo tiempo, Herzen criticó las distorsiones cosmopolitas en el campo de la historia, enfatizó la necesidad del desarrollo integral de una cultura nacional independiente de cada pueblo. Herzen era partidario de la amistad entre los pueblos. Hizo un llamado a los pueblos a la ayuda mutua fraternal en la lucha contra la opresión social y nacional. Una viva expresión de estas convicciones de Herzen fue su llamamiento al pueblo ruso para que apoyara la lucha del pueblo polaco contra el zarismo en 1863. Al prestar sincera asistencia a la causa de la liberación nacional polaca, Herzen, en palabras de V. I. Lenin, «salvó el honor de la democracia rusa». (Vladímir Yevgenyevich Illeritski; Opiniones históricas de Alexander Ivanovich Herzen, 1952)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí se anotó cómo Herzen obtuvo cada vez un mayor acercamiento al materialismo histórico, convirtiéndose en un verdadero orgullo para los rusos. ¿Qué se pretendió recuperando a un internacionalista como este? Que todo el mundo se dedicase al estudio de su figura con el fin de extraer las notables moralejas que guardaba su biografía:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Adquirió una comprensión más profunda del papel de las masas en la historia, realizando un estudio crítico de la historiografía noble-burguesa, que se distinguía por exageraciones extremas del papel del individuo en la historia, llevando a Herzen a una solución más correcta de este problema. Pensaba que «la personalidad es una fuerza viva, un fermento poderoso, cuyo efecto no siempre se destruye ni siquiera con la muerte», pero al mismo tiempo enfatizaba cada vez más definitivamente la dependencia de las actividades de los grandes personajes de las condiciones históricas. «La personalidad», escribió Herzen, «es creada por el entorno y los eventos». Precisamente señaló que «los genios casi siempre se encuentran cuando se los necesita». (Vladímir Yevgenyevich Illeritski; Opiniones históricas de Alexander Ivanovich Herzen, 1952)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por desgracia, esta tendencia internacionalista no prosperó, dado que ya en 1949 las campañas contra el cosmopolitismo ocuparon el tema y el foco central de la agitación y propaganda del Partido Bolchevique. Y, si bien en algunos casos se esgrimían objetivos y argumentos totalmente justos, también sirvió de trampolín para todos los nacionalistas rusos, los cuales, puede afirmarse, se impusieron definitivamente, como luego veremos.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="color: black; line-height: 18.4px;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="mso-bookmark: _Hlk89294180;"><span style="color: black; line-height: 18.4px;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYMGh8c_CoCtqr02EMRJPMTic3H_6KGvOdaxuV2RHuTHvhtSmETrC9_jVvdGH2G-TYXZFlZsclBMWx9Q3jHTd_aURoYSOT3yMG4TfbIQVo2HY17UxPD0cWiGa1f_cQL9-b944kanovxg9cUtCwfKx3RpCYVqFis8WzPm-5Vs-U69Ft4x3y72G1IghzysDi/s1200/Ucrania.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="993" data-original-width="1200" height="530" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYMGh8c_CoCtqr02EMRJPMTic3H_6KGvOdaxuV2RHuTHvhtSmETrC9_jVvdGH2G-TYXZFlZsclBMWx9Q3jHTd_aURoYSOT3yMG4TfbIQVo2HY17UxPD0cWiGa1f_cQL9-b944kanovxg9cUtCwfKx3RpCYVqFis8WzPm-5Vs-U69Ft4x3y72G1IghzysDi/w640-h530/Ucrania.png" width="640" /></a></span></span></div><p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La historiografía soviética en la era Malenkov-Jruschov y su exaltación del chovinismo ruso</b></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En este apartado examinaremos cómo lo único que hicieron los historiadores jruschovistas fue no asumir sus responsabilidades en cuanto a vicios y manías como el «culto a la personalidad», el «chovinismo ruso», el «bajo nivel ideológico de los profesionales», el «arribismo» o el «burocratismo» de los historiadores en la época de Stalin. Fenómenos que, huelga decir, como veremos más adelante, en muchos casos continuaron e incluso se agravaron con el tiempo. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En agosto de 1953, cinco meses después de la muerte de Stalin, los historiadores seguían debatiendo sobre las diversas naciones que componían la URSS, sus guerras del pasado, sus tensas relaciones desde la incorporación al Zarato Ruso, etcétera. Como comprobaremos, el cambio en la línea sobre cuestión nacional afectó de tal manera que provocó que se esgrimieran pensamientos como los que siguen:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por lo tanto, hasta que se completó la anexión de Asia Central a Rusia, la amenaza para los pueblos de Asia Central por parte de los invasores británicos era bastante real. Se puede argumentar con certeza que, si Asia Central no se hubiera anexado a Rusia, se habría convertido en objeto de agresión por parte de los colonialistas británicos. (...) La anexión de los pueblos de Asia Central a Rusia no tuvo lugar de la misma manera. En algunos casos, se logró a través de la conquista, en otros se procedió de manera pacífica −los zhuzes kazajos, el norte de Kirguistán, los turcomanos del Caspio y los turcomanos de Murgab, parte del pueblo Karakalpak, etc., se unieron pacíficamente−. Por tanto, sería incorrecto llamar a esta adhesión una conquista indiscriminada. Muy indicativo para el siglo XVIII y principios del XIX hay un anhelo de las tribus y pueblos de Kazajistán y Asia Central por la transición a la ciudadanía rusa». (I. S. Braginsky, S. Radzhabov, V. A. Romodin; Sobre la importante cuestión de la unión de Asia Central para Rusia, 1953)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, no puede haber algo más zafio que tales «explicaciones sobre el desarrollo histórico». Si tomamos como ejemplo la larga conquista romana de los pueblos de la Península Ibérica, la cual duró nada más y nada menos que unos 200 años, la República utilizó toda una serie de tácticas tanto violentas como pacíficas. En su momento, la Roma Republicana combinó una política violenta que exigía la rendición sin condiciones –con protagonistas visibles como Galba, Catón…− como también una política de diplomacia, alianzas, concesiones e integración paulatina de la comunidad indígena −como intentaron figuras como Tiberio Sempronio Graco−. Esto último se consiguió, en buena parte, aprovechándose de la tradición clientelar común entre los hispanos y en ocasiones, por supuesto, del soborno a las personalidades más influyentes. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hemos de tener en cuenta que, cualquier conquista y homogenización que se inicia en un lugar, siempre produce una enconada resistencia del pueblo invadido, el cual desea salvaguardar sus rasgos identitarios, pero también hay quienes deciden adaptarse al invasor por las prebendas que puedan obtener de él y, para ello, la adquisición de un nombre romano es una buena prueba de tales intenciones. No obstante, cuando el proceso de aculturación en un lugar está lo suficientemente completado −algo que, en muchas partes de Hispania, así fue−, se da el proceso contrario: por extraño que parezca, los sujetos se retrotraen a los orígenes «indígenas» como forma de distinción o moda, de ahí que el término «hispanus» pueda haber sobrevivido como etiqueta tras décadas o siglos. En efecto, algunos de los jefes guerreros ibéricos anhelaban la ciudadanía romana puesto que otorgaba enormes privilegios y, no pocos de ellos, traicionaron a sus homólogos. Lo mismo se puede decir sobre el estatus jurídico que se le otorgaba a cada urbe según hubiera sido su pasada y actual relación con Roma. Pero, más allá de sobornos, promesas y todo tipo de fórmulas intermedias, ¿borra esto la plena voluntad del Senado de Roma de someter a otros pueblos por la fuerza? En absoluto, incluso hubo ocasiones en que se castigó a los senadores que trataban de conseguir esta sumisión por métodos lentos y pacíficos. Véase la obra de Gonzalo Bravo: «Nueva historia de la España Antigua» (2011). </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Un caso que ha cobrado mucha importancia en los tiempos recientes es el del pasado ucraniano bajo el yugo zarista y su blanqueamiento. El juicio de los historiadores soviéticos respecto a esta cuestión recibió la bendición de la dirección del propio PCUS en tiempos del apogeo político de Malenkov y su llamado «nuevo curso». De hecho, en conmemoración del tricentenario de la unificación de Ucrania al Estado ruso en 1654, se lanzó un artículo titulado «Tesis sobre el tricentenario de la unión de Ucrania con Rusia aprobadas por el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética» (1954), publicado en el Nº271 del órgano internacional de la Kominform, «¡Por una paz duradera, por una Democracia Popular!». Pero antes de analizar dicho escrito, hay que hacer unas observaciones necesarias.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el momento en el que se escriben las siguientes líneas, la guerra reciente entre Rusia y Ucrania ha llevado a muchos a ver en la agresión de Putin y el imperialismo ruso la continuación de la actitud del viejo zarismo hacia Ucrania. La guerra de estos momentos sería, tan solo, un episodio más en una negra historia de siglos de opresión nacional por parte del chovinismo ruso contra la soberanía e independencia ucraniana. Este pensamiento no es ni incorrecto ni infundado, el propio Putin en su declaración de guerra del 22 de febrero del 2022 se amparó en esta visión y declaró que Ucrania nunca fue una nación y que debía volver a ser absorbida por el Estado ruso. Por nuestra parte, sean de Putin o de Rosa Luxemburgo, ya hemos dado contestación a estos delirios gran rusos y desmontado sus ridículas lecciones de historia, recordando en lo necesario un poco de historia ucraniana. Véase la obra: «<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2017/09/apoyo-del-pcer-al-imperialismo-ruso.html">El PCE (r) y Cía. como voceros del imperialismo ruso</a>» (2022).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estas concepciones no nacen de la nada, y fueron alimentadas con la idea de que la adhesión de Ucrania al Zarato Ruso fue muy positiva porque «fortaleció a ambos pueblos». Cuando leemos una justificación de su reivindicación bajo un falso pretexto de que, en la unificación, no jugó papel alguno ningún interés que no fuera el «popular», en abstracto. Cuando leemos una síntesis de la «gloriosa hermandad ruso-ucraniana del pasado», donde se ignora la persecución de cualquier manifestación nacional de Ucrania, mientras que, por el contrario, los ucranianos debían sentirse orgullosos de «haber participado en las gloriosas batallas que dirigieron sus hermanos de Moscú». Pasemos a abordar el texto en detalle, pues su aprobación por parte del Comité Central del PCUS lo hacen ser no una muestra casual y anecdótica de chovinismo en la historiografía soviética, no es un artículo de fondo sin relevancia, sino que muestra la nocividad de esta tendencia en su totalidad. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Desde su primer párrafo observamos como, citando solo una línea de un artículo de Lenin de 1917 sobre Ucrania, se nos hace creer que el propio Lenin reivindicaba la unión al Zarato Ruso de Ucrania.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La unión fue de especial significancia para el desarrollo histórico de las dos grandes naciones, «tan afines por su idioma, su territorio, su carácter y su historia». −Lenin−». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Tesis sobre el tricentenario de la unión de Ucrania con Rusia, 1954)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto es citar de manera completamente arbitraria a Lenin, práctica que empezaría a ser común en aquella época gracias a figuras infames como Súslov. Lenin no está hablando en ese escrito de la unión al Estado ruso dada en 1654, sino de que, sin olvidar el derecho a la separación inherente a la autodeterminación, el pueblo ucraniano tenía un vínculo con el ruso que debía fortalecerse para unir fuerzas contra el capitalismo y el gobierno provisional. La unión del 1654 tiene un contenido político implícito de subordinación de Ucrania al dominio zarista, por mucho que se le intente maquillar con que surgiera de un anhelo popular. ¿Qué dice Lenin en dicho texto sobre la relación del zarismo con Ucrania? Reproduzcamos el pasaje entero para ver qué ocultaban los historiadores poststalinistas:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sólo el reconocimiento absoluto de este derecho [a la autodeterminación] puede romper en la práctica, completa e irrevocablemente, con el maldito pasado zarista, en el que se hizo todo para causar el distanciamiento mutuo de dos pueblos tan afines por su idioma, su territorio, su carácter y su historia. El maldito zarismo convirtió a los gran rusos en verdugos del pueblo ucraniano, y fomentó en éste el odio contra quienes llegaron hasta prohibir a los niños ucranios hablar y estudiar en su lengua materna. Los demócratas revolucionarios de Rusia, si quieren ser verdaderamente revolucionarios y verdaderamente demócratas, deben romper con ese pasado, deben reconquistar para sí mismos, para los obreros y campesinos de Rusia, la confianza fraternal de los obreros y campesinos ucranianos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Ucrania, 1917)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los más de 260 años de pertenencia de Ucrania al Zarato ruso, para Lenin no eran el producto de la historia de una libre unión de pueblos, sino el fomento de un odio del gran ruso al ucraniano en su lucha por expoliarle y privarle de su identidad nacional básica. Huelga decir que cuando Lenin abogó por mantener el vínculo entre ambos pueblos, no lo hizo en aras de realizar un mero continuismo de las relaciones entre ambas naciones, sino alterando, por supuesto, su contenido.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto, que es tan simple para comprender la formación de la URSS, no era comprendido por unos historiadores soviéticos que simplemente declaraban que, independientemente de la época, que Ucrania compartiera Estado con Rusia equivalía a que «ambos pueblos marcharan juntos fraternalmente». Leemos así, por ejemplo, que en 1654: </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Habiendo unido para siempre su destino con el del fraternal pueblo ruso, el pueblo ucraniano se salvó de la esclavitud extranjera y aseguró la posibilidad de su desarrollo nacional. A su vez la unión de Ucrania con Rusia ayudó ampliamente a reforzar el Estado ruso y a mejorar su prestigio internacional». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Tesis sobre el tricentenario de la unión de Ucrania con Rusia, 1954)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como decíamos en anteriores capítulos, estos historiadores solo percibían una «esclavitud» de una «potencia extranjera» cuando se trataba de Polonia u otros, pero el carácter forzoso y poco compresivo de dicho actuar desaparecía automáticamente cuando procedía de Moscú.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En este artículo la unión del 1654 fue declarada la síntesis del desarrollo de toda la historia de Ucrania hasta entonces, el evento al que se dirigía dicho territorio desde la consagración misma del antiguo estado Rus de Kiev. Al parecer, y destilando un bochornoso idealismo histórico, ningún otro destino podría haberle deparado a Ucrania sino ese: </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La unión de Ucrania con Rusia en 1654 fue el desarrollo natural de la totalidad de la historia previa de los dos pueblos eslavos fraternales, el ruso y ucraniano. Estaba determinado por el desarrollo de las relaciones políticas económicas y culturales de Ucrania con Rusia durante siglos y coincidía con los intereses y aspiraciones vitales de ambos pueblos». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Tesis sobre el tricentenario de la unión de Ucrania con Rusia, 1954)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El rigor de estas declaraciones es, cuanto menos, dudoso. ¿Por qué entonces Ucrania ha de unirse a Rusia en el siglo XVII, mientras que Lituania, que se había unido a Polonia en paralelo a Ucrania también en el 1569, permaneció con el pueblo polaco y tardó un siglo más en unirse a Rusia en 1795? ¿Se trata de una anomalía en el desarrollo de la realidad, o es que Lituania también estaba condenada irremediablemente desde hace siglos al distanciamiento por no haber encontrado sus orígenes en el antiguo Estado de Kiev? </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Siguiendo esta lógica, según lo expresado en el documento, cuando cada pueblo decide ser parte de la URSS, es poco menos que un acto predestinado a ocurrir, pues se trataría tan solo de continuar una «bonita tradición de caminar juntos por la historia frente a los enemigos». Solo hace falta quitarle el color de rosa a esta interpretación de la historia rusa, para ver como esto coincide plenamente con lo que piensan los anticomunistas, donde conciben a la URSS como la continuación, que no la ruptura, de la dominación colonial de la gran Rusia sobre cada territorio no ruso, solo que camuflado de rojo, y lamentan la disolución de la unión repúblicas en los 90 como un trágico acto para la propia Rusia.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Obviamente, en el artículo el terror y opresión nacional del zarismo sobre Ucrania no es algo ignorado, sino denunciado:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La autocracia zarista era el peor enemigo de rusos, ucranianos y demás pueblos de Rusia. Asentándose en las altas esferas de los terratenientes locales y la burguesía, el zarismo llevó a cabo una política cruel de opresión nacional y colonial de los pueblos no rusos. El zarismo abolió el autogobierno local en Ucrania, brutalmente destruyó al movimiento de liberación nacional ahogando todo intento de establecer un Estado ucraniano; realizó una política de rusificación forzada y obstaculizó el desarrollo de la lengua y cultura ucraniana». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Tesis sobre el tricentenario de la unión de Ucrania con Rusia, 1954)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, y aunque parezca extraño, los autores negaron reconocer que este negro destino que cayó sobre Ucrania fue una consecuencia directa de la «unificación». Su postura era completamente contradictoria, diciendo que no fue relevante que la Rusia a la que se unieron tuviese al Zar de dirigente en 1654, ya que eso era eclipsado por el hecho de que la adhesión ucraniana fue votada en la Rada de Pereyáslav de forma «popular»:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La decisión de la Rada de Pereyáslav [la unificación de Rusia con Ucrania en 1654] fue la consumación de la lucha de todo el pueblo por la unificación de Rusia con Ucrania, una expresión de las aspiraciones y esperanzas milenarias del pueblo ucraniano y un punto de inflexión en sus vidas. La unificación de Rusia con Ucrania, aún pese al hecho de que Rusia estaba dirigida entonces por el Zar y los terratenientes, fue de una enorme importancia progresista para el mayor desarrollo político económico y cultural de los pueblos rusos y ucranianos. La significancia histórica de las decisiones de la Rada de Pereyáslav sobre los destinos del pueblo ucraniano fue, por encima de todo, que Ucrania habiéndose unido a Rusia sobre el marco de un mismo Estado ruso fue salvada de la esclavitud de la alta burguesía polaca y de ser consumida por la Turquía de los sultanes». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Tesis sobre el tricentenario de la unión de Ucrania con Rusia, 1954)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ignorando los argumentos repetitivos de que «X» o «Y» anexión de territorio a Rusia fue positiva para evitar que otro Estado se los tragara, que ya constituye un cliché de la época, no señores historiadores, el hecho de tipificar si la unión fue progresista no puede ser independientemente de que reine el Zar. Precisamente, el hecho de que Ucrania se uniera al Zarato Ruso de Alejo I de Rusia, que derivaría en el Imperio de los Romanov, y no a una «República Federal de los Pueblos Eslavos Libres de Rusia», fue que la persecución nacional a Ucrania, ya descrita en extensión, se dio en primer lugar. Fue por eso que lo progresista en este evento es limitado, pues igual que se juzga de «bárbaro» al yugo polaco sobre Ucrania, la realidad es que la mejora respecto a que las centurias que persiguieran campesinos ahora fueran rusas era limitada cuanto menos. Presentar los hechos del modo simple y unilateral como se nos muestra en el documento es, simplemente, una tergiversación producto de una mentalidad chovinista gran rusa. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El mismo evento de la liberación ucraniana respecto a Polonia no fue, ni mucho menos, una línea recta donde el pueblo ucraniano tuvo la iniciativa respecto a todas las decisiones tomadas y pleno control sobre las acciones políticas que llevó a cabo la aristocracia nacional. </span><span style="font-family: georgia;">La Guerra de Liberación Nacional Ucraniana de 1648-1654 contra Polonia empieza con revueltas del líder militar Bogdán Jmelnitski, figura que en primer lugar no esperaba contar ni buscó el apoyo de las masas campesinas, sino que asentó su apoyo en la aristocracia ucraniana patriótica. La participación de los trabajadores urbanos y campesinos en la rebelión fue para él un hecho inesperado, pues más que actuar por orden directa, esta surgió de forma espontánea debido a coincidir con la aristocracia local fiel a Jmelnitski en el interés de luchar contra Polonia. Hoy sabemos que, sin haber contado con el apoyo del gran grueso de las masas populares para encabezar la ofensiva, para resistir y absorber los ataques polacos en periodos de retroceso, nunca podría Ucrania haberse emancipado de Polonia. Pero Jmelnitski no tenía forma de saberlo y simplemente jugó con las cartas que tenía entonces a su disposición. En ocasiones hubo de pactar treguas con los polacos, negociar, retroceder y repensar su estrategia, buscando por desesperación apoyos externos de dudosa lealtad, teniendo como aliado al Kanato de Crimea, facción que tan pronto se aliaba con los ucranianos, también los traicionaba o conspiraba contra ellos. El socorro a Rusia que Jmelnitski reclama fue un acto de desesperación, fruto de un desgaste donde tras 6 años de aguantar la guerra, las posibilidades de que el pueblo pudiera seguir aguantando el peso del conflicto un año más eran casi nulas. Ya ni hablemos de siquiera ver materializarse sus esfuerzos en un triunfo. Visto en perspectiva, la unificación ruso-ucraniana decidida en la Rada no nace principalmente de un deseo de integrar en Rusia, sino de acabar con la guerra y poner fin a la opresión casi esclavista de la nobleza polaca. Además de que los procesos políticos no eran dirigidos por las masas populares, sino por la mencionada aristocracia que era la compañera ideológica y constituía la facción que daba el grueso de apoyo material a Jmelnitski. Véase la obra de la Academia de las Ciencias de la URSS: «Una historia de la URSS, Tomo I» (1947).</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto los historiadores soviéticos, hacía no mucho tiempo, lo tenían claro y así lo reflejaban en sus manuales escolares de historia. No es casualidad que el mejor de todos ellos, el de 1947, contase con la supervisión editorial de A. M. Pankratova. Ya hemos visto como esta académica combatió al nacionalismo ruso en auge en la historiografía soviética, siendo que tener su visión sobre los hechos de la historia de los pueblos de la URSS como parte de la «versión oficial» es un buen apoyo con el que combatir al chovinismo ruso en auge. Pero dicho manual se publicó 7 años antes de la redacción del documento citado y, aun así, como ya vimos, para entonces la intoxicación ideológica y la rehabilitación de la política exterior zarista ya había causado estragos en la historiografía soviética. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De nuevo, la visión zarista de la historia revoloteaba en las mentes de los historiadores de 1954, llegándose al punto de reivindicar las victorias del Imperio ruso contra las potencias rivales como «parte del legado de la hermandad ruso-ucraniana»:</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En la Guerra Patriótica de 1812 los pueblos de nuestro país, el pueblo ucraniano incluido, dirigidos por el pueblo ruso, derrotaron la invasión del ejército de Napoleón». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Tesis sobre el tricentenario de la unión de Ucrania con Rusia, 1954)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cuando a principios del siglo XIX los ucranianos luchaban contra los franceses, colaborando con los rusos, no lo hacían de ninguna manera para celebrar su régimen, pues su lucha era más un intento desesperado de acabar con el hambre y pobreza que la guerra del invasor traía, que para ver sus intereses defendidos por medio del Imperio ruso. En el campo de batalla, las más de las veces, eran reducidos a carne de cañón que lanzar contra el enemigo. Al volver a tiempos de paz, tras haber compartido las miserias con Rusia, no recibieron los frutos de la victoria, pues recordamos una vez más que el régimen que regía en 1812 era el de la opresión nacional del Zar y, por haber salido victorioso este, su yugo prevaleció varias décadas más. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Compárese esto con la lucha que llevaron a cabo rusos y ucranianos contra los nazis entre 1941-45. Entonces, no solo se combatía a un enemigo cuyos prejuicios raciales le hacían ver a ambos como parte de una misma «horda eslava asiática semita a exterminar», sino que se hacía desde la igualdad de condiciones, respeto y unión fraternal entre ambas naciones. Ambos soldados eran de un mismo Estado, sí, pero cada uno pertenecía a una República distinta, la cual garantizaba la correcta expresión y defensa de los derechos nacionales de cada cual y su desarrollo en todos los ámbitos. Al defender a la URSS de los nazis, defendían a ambos pueblos por igual sin que los intereses nacionales de un bando particular socavasen profundamente la libertad de sus camaradas.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para muestra de que tal era la visión que había entonces entre los elementos más destacados ideológicamente en la Ucrania soviética, de patriotismo e internacionalismo por igual, veamos el testimonio de un observador extranjero, inglés, en un koljoz ucraniano, para ver el estado de ánimo generalizado: </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Empezaron a cantar canciones ucranianas. Pregunté si la vieja canción nacional ucraniana «Ucrania aún no está perdida» había sido cantada. Se me respondió que ya no era cantada. Era considerada muy pesimista y era solo apropiada en los días del zarismo cuando Ucrania no estaba reconocida. En su lugar cantaban una nueva canción «dejad que el Maestro Stalin venga a visitarnos». Esto, me contaron, solía cantarse justo en la cara de los alemanes, quienes no entendían qué significaba. No podía ver mejor prueba que esta de que un gran cambio había ocurrido en Ucrania desde la última vez que estuve allí [en 1919]. La vieja demanda de independencia, que era inalcanzable, y nunca fue pretendida seriamente salvo por unos pocos fanáticos, había sido reemplazada por una profunda fe en la cooperación con la Gran Rusia en la Unión de Repúblicas Soviéticas». (M. Philips Price; Rusia roja o blanca, 1946)</i></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El autor, un laborista liberal que a priori creía fervientemente en que la URSS seguía bajo tradición del zarismo ruso, se vio forzado a admitir lo contrario. Ello evidencia del profundo cambio que había en el sentimiento nacional ucraniano de una a otra época. Sin embargo, como ya vimos, este nuevo espíritu empezó a desarticularse ya antes de la guerra, y finalmente, tras esta, terminó de imponerse esa especie de reedición del chovinismo nacional gran ruso. Este impregnaría todas las publicaciones soviéticas de índole histórica. Al resto de pueblos, como el ucraniano, solo les quedó la opción de aceptar la </span><span style="font-family: georgia;">«genialidad</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;"> y </span><span style="font-family: georgia;">«superioridad</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;"> de lo ruso so pena de ser acusados de «nacionalistas» y otros epítetos</span><span style="background-color: white; font-family: georgia;">». (Equipo de Bitácora (M-L); </span><span style="background-color: white; font-family: georgia; text-align: left;">Análisis crítico sobre la experiencia soviética, 2021</span><span style="background-color: white; font-family: georgia;">)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-70837119936757865252024-01-16T14:36:00.005+01:002024-03-14T12:03:50.845+01:00Engels hablando sobre el carácter histórico y condicionado de la moral<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPWDwS-eWX5Jlfikow1cxt5NXD0feg_uH-vNyyPdgCzT5FgNCTxI3_S1lf4T9N-9P5Ktl7bxrGT2OtswV5-qbn1zenh6OnCXQM5rpDwF_VwLN3nirZwkZnNyd5UbXtMl4F6R9H_M0Gi1aStv7O7lmbzHUKTwe-scSi18YR4nWc_E8LVcZt5TvW9HpzGvoI/s960/Engels%20sobre%20la%20moral_.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgPWDwS-eWX5Jlfikow1cxt5NXD0feg_uH-vNyyPdgCzT5FgNCTxI3_S1lf4T9N-9P5Ktl7bxrGT2OtswV5-qbn1zenh6OnCXQM5rpDwF_VwLN3nirZwkZnNyd5UbXtMl4F6R9H_M0Gi1aStv7O7lmbzHUKTwe-scSi18YR4nWc_E8LVcZt5TvW9HpzGvoI/w640-h480/Engels%20sobre%20la%20moral_.png" width="640" /></a></div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«Hemos conocido ya varias veces el método del señor Dühring. Ese método consiste en descomponer cada grupo de objetos del conocimiento en sus elementos supuestamente simples, aplicar a esos elementos axiomas no menos sencillos y supuestamente evidentes y seguir operando con los resultados así conseguidos. También en la cuestión del ámbito de la vida social: </span></div><div style="text-align: justify;"><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><i>«Se decide axiomáticamente, como si se tratara de simples y particulares formaciones fundamentales de la matemática». (Karl Eugen Dühring) </i></span></div></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y así, la aplicación del método matemático a la historia, la moral y el derecho tiene que darnos también aquí «certeza» sobre la verdad de los resultados conseguidos, caracterizarlos como verdades auténticas e inmutables. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Se trata, sencillamente, de otra formulación del viejo y amable método ideológico que solía llamarse «apriorístico», y que consiste en no registrar las propiedades de un objeto estudiando el objeto, sino en deducirlas demostrativamente a partir del concepto del objeto. Primero se forma uno un concepto del objeto a partir del objeto; luego se da la vuelta al espejo y se mide el objeto por su imagen, el concepto. El objeto debe regirse por el concepto, no el concepto por el objeto. En el caso del señor Dühring, el servicio comúnmente realizado por el concepto es cosa de los elementos simples, es decir, de las últimas abstracciones a las que consigue llegar; pero esto no altera en nada el método: estos elementos simples son, en el mejor de los casos, de naturaleza puramente conceptual. La filosofía de la realidad muestra pues, también aquí, que es pura ideología, deducción de la realidad no a partir de sí misma, sino a partir de su representación.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por tanto, si tal ideólogo se dispone a construir la moral y el derecho no con las condiciones sociales reales de los hombres que le rodean, sino a partir del concepto o de los supuestos elementos simples de «la sociedad», ¿qué material tiene para esa construcción? Lo tiene obviamente de dos tipos: primero, el escaso resto de contenido real que tal vez quede en aquellas abstracciones puestas como fundamento; segundo, el contenido que nuestro ideólogo vuelva a introducir en ellas partiendo de su propia consciencia. Y ¿qué encuentra en su consciencia? Sobre todo, concepciones morales y jurídicas que son una expresión más o menos adecuada −positiva o negativa, conformista o polémica− de las condiciones sociales y políticas en las que vive. Luego, tal vez, nociones tomadas de la literatura principal; por último, quizá, manías personales. Nuestro ideólogo puede revolver todo lo que quiera: la realidad histórica que ha echado por la puerta vuelve a entrar por la ventana, y mientras cree estar proyectando una doctrina ética y jurídica para todos los mundos, está ejecutando en realidad un retrato de las corrientes conservadoras o revolucionarias de su época, deformado porque, separado de su suelo real, es como un rostro reflejado por un espejo cóncavo e invertido. (…) <span><a name='more'></a></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si hemos terminado ya con el tratamiento trivial y chapucero de la idea de igualdad por el señor Dühring, eso no nos libera de considerar esa idea misma, en el importante papel agitante, teórico principalmente en Rousseau, práctico en la gran Revolución y desde ella, que sigue desempeñando aún hoy en el movimiento socialista de casi todos los países. El establecimiento de su contenido científico determinará también su valor para la agitación proletaria.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La idea de que todos los seres humanos, en tanto que tales, tienen algo en común y que son además iguales dentro del alcance de ese algo común es, naturalmente, antiquísima. Pero la moderna exigencia de igualdad es completamente distinta de esa noción; la idea moderna consiste más bien en deducir de aquella propiedad común del ser-hombre, de aquella igualdad de los seres humanos como tales, la exigencia de validez política o social igual de todos los hombres, o, por lo menos, de todos los ciudadanos de un Estado o de todos los miembros de una sociedad. Tuvieron que pasar, y pasaron, milenios antes de que de aquella primitiva representación de igualdad relativa se explicitara la inferencia de una equiparación en el Estado y la sociedad, y hasta que esa inferencia pudiera incluso parecer algo natural y evidente. En las más antiguas comunidades naturales, la equiparación no tenía sentido, sino, a lo sumo, entre los miembros de la pequeña comunidad; mujeres, esclavos y extranjeros quedaban obviamente excluidos de ella. Entre los griegos y los romanos las desigualdades de los hombres tenían bastante más importancia que cualquier igualdad. Habría parecido por fuerza a los antiguos una insensatez la idea de que griegos y bárbaros, libres y esclavos, ciudadanos y protegidos, ciudadanos romanos y súbditos sometidos −por usar una expresión muy genérica− pudieran pretender una situación política igual. Bajo el Imperio Romano, fueron disolviéndose paulatinamente todas esas diferencias, con excepción de la diferencia entre libres y esclavos; surgió así, al menos para los libres, aquella igualdad privada sobre cuyo fundamento se desarrolló el derecho romano, la más perfecta formación del derecho basado en la propiedad privada de la que tengamos conocimiento. Pero mientras subsistió la contraposición entre libres y esclavos, era imposible hablar de consecuencias jurídicas de la igualdad general «humana»; así lo hemos visto incluso recientemente en los estados esclavistas de la Unión norteamericana.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El cristianismo no conoció más que «una» igualdad de todos los hombres, a saber, la de la igual pecaminosidad, la cual correspondía plenamente a su carácter de religión de los esclavos y oprimidos. Junto a ella, conoció a lo sumo la igualdad de los elegidos, la cual, empero, no se subrayó sino muy al comienzo. Las huellas de la comunidad de bienes que se encuentran también en los comienzos de la nueva religión son más reducibles a la solidaridad de los perseguidos que a reales ideas de igualdad. Muy pronto, la consolidación de la contraposición sacerdote- laico termina también con este rudimento de igualdad cristiana. La marea germánica que cubrió la Europa occidental suprimió durante siglos todas las ideas de igualdad, con la paulatina edificación de una jerarquía social y política de naturaleza más complicada que todo lo conocido hasta entonces; pero, al mismo tiempo, aquella invasión introdujo a la Europa occidental y central en el movimiento de la historia, creó por vez primera un compacto territorio cultural y, en ese territorio y también por vez primera, un sistema de estados de carácter predominantemente nacional y en relaciones de influencia y acoso recíprocos. Con esto preparó el suelo en el cual podría hablarse más tarde de equiparación humana y derechos del hombre.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La Edad Media feudal desarrolló además en su seno la clase llamada a convertirse, en su ulterior desarrollo, en portadora de la moderna exigencia de igualdad: la burguesía. Estamento feudal al principio ella misma, la burguesía había desarrollado la industria −predominantemente artesana− y el intercambio de productos en el seno de la sociedad feudal hasta un nivel relativamente elevado, cuando a fines del siglo XV los grandes descubrimientos marítimos le abrieron una nueva carrera más amplia. El comercio extraeuropeo, hasta entonces sólo practicado entre Italia y el Levante, se amplió hasta América y la India, y rebasó pronto en importancia tanto el intercambio entre los diversos países europeos cuanto el tráfico interior de cada país particular. El oro y la plata americanos invadieron Europa y penetraron como un elemento de disolución por todas las lagunas, ranuras y poros de la sociedad feudal. La industria organizada artesanalmente no bastó ya para las crecientes necesidades; y así en las principales industrias de los países adelantados fue sustituida por la manufactura.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A esta gran transformación de las condiciones económicas vitales de la sociedad no siguió empero en el acto un cambio correspondiente de su articulación política. El orden estatal siguió siendo feudal, mientras la sociedad se hacía cada vez más burguesa. El comercio en gran escala, y señaladamente el internacional, así como el mundial en medida aún mayor, exige la presencia de poseedores de mercancías que sean libres, que no se vean impedidos en sus movimientos, que se hallen en una situación de equiparación y que realicen sus intercambios sobre la base de un derecho igual para todos ellos, por lo menos en cada lugar. El paso de la artesanía a la manufactura tiene como presupuesto la existencia de cierto número de trabajadores libres −libres, por una parte, de ataduras gremiales y, por otra, libres o desprovistos de los medios necesarios para aprovechar ellos mismos su fuerza de trabajo−, trabajadores que pueden contratar con el fabricante para alquilarle su fuerza de trabajo, lo que quiere decir que, en cuanto contratantes, se enfrentan con él en una situación de equiparación. Por último, la igualdad, la igual validez de todos los trabajos humanos, por ser, y en la medida en que son, trabajo «humano» en general, halló su expresión inconsciente, pero sumamente eficaz, en la ley del valor de la moderna economía burguesa, ley según la cual el valor de una mercancía se mide por el trabajo socialmente necesario contenido en ella. [*] Pero donde la situación económica exigía libertad y equiparación, el orden político le contraponía vínculos gremiales y privilegios especiales a cada paso. Privilegios locales, aduanas diferenciales y leyes de excepción de todo tipo afectaban en el comercio no sólo a los forasteros o a los habitantes de las colonias, sino también, muchas veces, incluso a categorías enteras de los propios súbditos; por todas partes y continuamente los privilegios gremiales se atravesaban en la vía del desarrollo de la manufactura. En ningún lugar había vía libre ni eran iguales las perspectivas para los competidores burgueses, y, sin embargo, ésta era la reivindicación primera y más urgente.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cuanto el progreso económico de la sociedad la puso al orden del día, la exigencia de liberación respecto de las ataduras feudales y de establecimiento de la igualdad jurídica mediante la eliminación de las desigualdades feudales tenía que alcanzar pronto mayores dimensiones. Si se formulaba esa exigencia en interés de la industria y del comercio, era necesario pedir la misma equiparación para la gran masa de los campesinos, los cuales tenían que conceder gratuitamente al señor feudal la mayor parte de su tiempo de trabajo, en situaciones que cubrían todos los grados de servidumbre, partiendo de pleno de la gleba, y aún estaban además sometidos a entregar al mismo señor y al Estado innumerables tributos. Tampoco, por otra parte, podía dejar de reivindicarse la supresión de los privilegios feudales, la exención fiscal de la nobleza y los privilegios políticos de los diversos estamentos. Y como no se vivía ya en un imperio universal como había sido el romano, sino en un sistema de estados independientes y situados a un nivel de desarrollo burgués aproximadamente igual, es natural que aquella exigencia cobrara un carácter general que rebasaba a cada Estado particular, o sea que la libertad y la igualdad se proclamaran como «derechos del hombre». Y lo específico del carácter propiamente burgués de esos derechos del hombre es que la Constitución americana −la primera que los ha reconocido− confirme simultáneamente la esclavitud de las gentes de color existente en América: mientras se condenan los privilegios de clase, se santifican los de raza.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, como hemos sabido, desde el momento en que rompe la crisálida de la ciudad feudal, desde el momento en que pasa de la situación de estamento medieval a la de clase moderna, la burguesía va siempre e inevitablemente acompañada por su sombra, el proletariado. Y análogamente las exigencias burguesas de igualdad van acompañadas por exigencias de igualdad proletarias. Desde el momento en que se plantea la reivindicación burguesa de la supresión de los «privilegios» de clase, surge junto a ella la exigencia proletaria de supresión de las «clases mismas», y ello, primero, en forma religiosa, apoyándose en el cristianismo primitivo, y luego basándose en las mismas teorías igualitarias burguesas. Los proletarios toman la palabra a la burguesía: la igualdad no debe ser sólo aparente, no debe limitarse al ámbito del Estado, sino que tiene que realizarse también realmente, en el terreno social y económico. Sobre todo, desde que la burguesía francesa, a partir de la Gran Revolución, ha colocado en primer término la igualdad burguesa, el proletariado le ha devuelto golpe por golpe con la exigencia de igualdad social y económica, y la igualdad se ha convertido muy especialmente en grito de combate del proletariado francés.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La exigencia de igualdad tiene, pues, en boca del proletariado una doble significación. O bien es −como ocurre sobre todo en los comienzos, por ejemplo, en la guerra de los campesinos− la reacción natural contra las violentas desigualdades sociales, contra el contraste entre ricos y pobres, entre señores y siervos, entre la ostentación y el hambre, y entonces es simple expresión del instinto revolucionario y encuentra en esto, y sólo en esto, su justificación, o bien ha surgido de una reacción contra la exigencia burguesa de igualdad, infiere de ésta ulteriores consecuencias más o menos rectamente y sirve como medio de agitación para mover a los trabajadores contra los capitalistas con las propias afirmaciones de los capitalistas; en este caso coincide para bien y para mal con la misma igualdad burguesa. En ambos casos, el contenido real de la exigencia proletaria de igualdad es la reivindicación de la «supresión de las clases». Toda exigencia de igualdad que vaya más allá de eso desemboca necesariamente en el absurdo. Hemos dado ya ejemplos de este hecho y aún encontraremos más cuando lleguemos a las fantasías futuristas del señor Dühring.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Así, pues, la idea de igualdad, tanto en su forma burguesa como en su forma proletaria, es ella misma un producto histórico, para cuya producción fueron necesarias determinadas situaciones históricas que suponían a su vez una dilatada prehistoria. Será, pues, cualquier cosa, menos una verdad eterna. Y si hoy es para el gran público −en algún sentido− una cosa evidente; si, como dice Marx, «posee ya la firmeza de un prejuicio popular», ello no se debe a su supuesta verdad axiomática, sino que es efecto de la general difusión y la permanente actualidad de las ideas del siglo XVIII. Si, pues, el señor Dühring puede permitirse tan tranquilamente maniobrar a sus dos célebres hombres por el terreno de la igualdad, eso se debe a que la cosa resulta muy natural para el prejuicio público. Y, efectivamente, el señor Dühring llama «natural» a su filosofía, precisamente porque ella parte de cosas que le parecen a él muy naturales. Pero no se pregunta, naturalmente, por qué le parecen naturales. </span><span style="font-family: georgia;">(…)</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si con la verdad y el error no hemos podido hacer mucho camino, con el bien y el mal vamos a hacer aún menos. Esta contraposición se mueve exclusivamente en el terreno moral, es decir, en un terreno perteneciente a la historia humana, y en él las «verdades definitivas de última instancia» se encuentran precisamente con la mayor escasez. Las nociones de bien y mal han cambiado tanto de un pueblo a otro y de una época a otra que a menudo han llegado incluso a contradecirse. Alguien podrá, sin duda, replicar que el bien no es el mal ni el mal el bien, y que si se confunden el bien y el mal se suprime toda moralidad y cada cual puede hacer o dejar de hacer lo que quiera. Esta es también la opinión del señor Dühring, en cuanto se le quita todo el estilo sentencioso de oráculo. No obstante, la cuestión no es tan fácil de liquidar. Si tan sencilla fuera, tampoco habría discusión sobre el bien y el mal, todo el mundo sabría lo que son el bien y el mal. Pero ¿cuál es hoy la situación? ¿Qué moral se nos predica hoy? Está, para empezar, la cristiana-feudal, procedente de viejos tiempos creyentes, que se divide fundamentalmente en una moral católica y otra protestante, con subdivisiones que van desde la jesuítico-católica y la protestante ortodoxa hasta la moral laxa ilustrada. Se tiene además la moral moderna-burguesa y, junto a ésta, la moral proletaria del futuro, de modo que ya en los países más adelantados de Europa el pasado, el presente y el futuro suministran tres grandes grupos de teorías morales que tienen una vigencia contemporánea y copresente. ¿Cuál es la verdadera? Ninguna de ellas, en el sentido de validez absoluta y definitiva; pero sin duda la moral que posee más elementos de duración es aquella que presenta el futuro en la transformación del presente, es decir, la moral proletaria.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Mas al ver que las tres clases de la sociedad moderna, la aristocracia feudal, la burguesía y el proletariado, tienen cada una su propia moral, no podemos sino inferir de ello que en última instancia los hombres toman, consciente o inconscientemente, sus concepciones éticas de las condiciones prácticas en que se funda su situación de clase, es decir, de las situaciones económicas en las cuales producen y cambian.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero en las tres teorías morales antes indicadas hay cosas comunes a todas: ¿no puede ser esto, por lo menos, una pieza de la moral válida para las tres? Aquellas teorías morales representan tres estadios diversos de una misma evolución histórica. Tienen, pues, un trasfondo histórico común, y, ya por eso, necesariamente, muchas cosas comunes. Aún más. Para estadios evolutivos económicos iguales o aproximadamente iguales, las teorías morales tienen que coincidir necesariamente en mayor o menor medida. A partir del momento en que se ha desarrollado la propiedad privada de los bienes muebles, todas las sociedades en las que valía esa propiedad privada tuvieron que poseer en común el mandamiento moral «No robarás». ¿Se convierte por ello este mandamiento en mandamiento moral eterno? En modo alguno. En una sociedad en la que se eliminen los motivos del robo, en la que a la larga no puedan robar sino, a lo sumo, los enfermos mentales, sería objeto de burla el predicador moral que quisiera proclamar solemnemente la verdad eterna «No robarás».</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Rechazamos, por tanto, toda pretensión de que aceptamos la imposición de cualquier dogmática moral como ley ética eterna, definitiva y por tanto inmutable, por mucho que se nos exhiba el pretexto de que también el mundo moral tiene sus principios permanentes, situados por encima de la historia y de las diferencias entre los pueblos. Afirmamos, por el contrario, que toda teoría moral que ha existido hasta hoy es el producto, en última instancia, de la situación económica de cada sociedad. Y como la sociedad se ha movido hasta ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral de clase; o bien justificaba el dominio y los intereses de la clase dominante, o bien, en cuanto que la clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó la irritación de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de dichos oprimidos, orientados al futuro. Todo esto no nos hace dudar de que, al igual que en las demás ramas del conocimiento humano, también en la moral se ha producido, a grandes rasgos, un progreso. Pero todavía no hemos rebasado la moral de clase. Una moral realmente humana que esté por encima de las contraposiciones de clase, y por encima del recuerdo de ellas, no será posible sino en un estadio social que no sólo haya superado la contraposición de clases, sino que además la haya olvidado para la práctica de la vida.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con esto podrá apreciarse el orgullo del señor Dühring que, desde el corazón de la sociedad de clases, presenta la pretensión de imponer a la sociedad futura y sin clases, en vísperas de una revolución social, una moral eterna, independiente de la época y de las transformaciones reales. Aun suponiendo −cosa para nosotros hasta el momento desconocida− que el señor Dühring entendiera por lo menos en sus rasgos fundamentales la estructura de esa sociedad futura</span><span style="font-family: georgia;"><span style="text-align: left;">». (</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Friedrich%20Engels" style="text-align: left;">Friedrich Engels</a><span style="text-align: left;">; </span><a href="https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion1.htm#ix">El Anti-Dühring</a><span style="text-align: left;">, 1878)</span></span></div>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-57484113939925411602024-01-11T22:11:00.002+01:002024-01-11T22:12:58.165+01:00¿Por qué Labriola exigió la entera recopilación y traducción de las obras de Marx y Engels con sus respectivos prefacios explicativos?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmsvxa4cIze9JP4OntR8uiGJKeWgzIgXdYmkmlocclscIRG-FcOBUPj5oLIScbnlfcS1wx1wVJD-bxD0AbYQWQwSkNvjrY1pZ1KqAgw1jLeBU1OFLP1NU2qIF3DOS21B8n43pu2sGj36jwAXgR9R9v2ql6OlD-7FyAJPKr_yRN2DQ1LEA5zrX8_b2NLU0a/s800/Por%20qu%C3%A9%20Labriola%20exigi%C3%B3%20la%20entera%20recopilaci%C3%B3n%20y%20traducci%C3%B3n%20de%20las%20obras%20de%20Marx%20y.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="800" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjmsvxa4cIze9JP4OntR8uiGJKeWgzIgXdYmkmlocclscIRG-FcOBUPj5oLIScbnlfcS1wx1wVJD-bxD0AbYQWQwSkNvjrY1pZ1KqAgw1jLeBU1OFLP1NU2qIF3DOS21B8n43pu2sGj36jwAXgR9R9v2ql6OlD-7FyAJPKr_yRN2DQ1LEA5zrX8_b2NLU0a/w640-h480/Por%20qu%C3%A9%20Labriola%20exigi%C3%B3%20la%20entera%20recopilaci%C3%B3n%20y%20traducci%C3%B3n%20de%20las%20obras%20de%20Marx%20y.png" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«Aquellos que, para un primer comienzo deseen ocuparse de la doctrina en cuestión con pleno conocimiento de causa puedan hacerlo con la menor dificultad posible y en posesión de las fuentes, me parece que sería el deber del partido alemán darnos una edición completa y crítica de todos los escritos de Marx y de Engels; −espero una edición acompañada de prefacios explicativos, de referencias, de notas y de indicaciones−. Esto sería ya una obra tan meritoria como la de evitar a los viejos libreros la posibilidad de hacer especulaciones indecentes −de esto sé algunas cosas− con los raros ejemplares de libros antiguos. A las obras ya aparecidas en forma de libro o folleto es necesario agregar los artículos de diarios, manifiestos, circulares, programas y todas aquellas cartas que, teniendo un interés público y general, bien que privadas, tengan importancia política o científica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este trabajo no puede ser emprendido más que por los socialistas alemanes. Nadie menos alemanes que Marx y Engels, en el sentido patriótico y patriotero que para muchos tiene la palabra nacionalidad. La estructuración de sus pensamientos, la marcha de sus producciones, la organización lógica de sus puntos de vista, su sentido científico y su filosofía han sido el fruto y el resultado de la cultura alemana; pero la sustancia de lo que han pensado y expuesto está todo por entero en las condiciones sociales que se habían desenvuelto, hasta los años más maduros de su vida, en gran parte fuera de Alemania, y particularmente en aquellos países de la gran revolución económico-política que, desde la segunda mitad del siglo XVIII, ha tenido su base y desarrollo principalmente en Inglaterra y en Francia. Ellos han sido, desde todo punto de vista, espíritus internacionales. Pero, sin duda, no es más que entre los socialistas alemanes, comenzando por la Liga de los Comunistas, hasta el programa de Erfurt y hasta los últimos artículos del prudente y ponderado Kautsky, que se halla la continuidad de tradición y la ayuda de la experiencia constante que es necesaria para que la edición crítica halle en las cosas mismas y en la memoria de los hombres los antecedentes indispensables para hacer de ella una obra perfecta y plena de vida. No se trata de elegir. Toda la actividad científica y política, toda la producción literaria, hasta los trabajos de circunstancias de los dos fundadores del socialismo científico, deben ser puestas al alcance de los lectores. No se trata, por cierto, de compilar un «corpus iuris», ni de redactar un «Testamentum iuxta canonem receptum», sino de reunir los escritos en un conjunto orgánico, para que ellos hablen directamente a todos los que tengan deseos de leerlos. Es así solamente que los escritores de otros países podrán tener a su disposición todas las fuentes que, conocidas en otras condiciones, por reproducciones dudosas o por vagos recuerdos, han producido este extraño fenómeno: que no había sobre marxismo, hasta hace poco tiempo, casi ningún trabajo en otra lengua más que en alemán que fuera el resultado de una crítica documentada, sobre todo si salían de la pluma de escritores de otros partidos revolucionarios o de otras escuelas socialistas. El tipo de éstos es el de los escritores anarquistas, para los cuales, especialmente en Francia y en Italia, el autor del marxismo no parece haber vivido más que para ser el verdugo de Proudhon y el adversario de Bakunin, cuando no el jefe de la escuela que es para Marx precisamente el más grande de los crímenes, es decir, el representante típico del socialismo político y, por lo tanto, −¡oh, infamia!− del socialismo parlamentario.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Todos esos trabajos tienen un fondo común: el materialismo histórico, entendido en el triple sentido de tendencia filosófica en la concepción general de la vida y del mundo; de crítica de la economía, que por su esencia no puede ser reducida a leyes sino en tanto representen una fase histórica determinada, y de interpretación política, sobre todo de la que es necesaria y sirve para la dirección del movimiento obrero hacia el socialismo. Estos tres aspectos, que enumero aquí de una manera abstracta, como conviene para la comodidad del análisis, no son más que uno en el espíritu de los mismos autores. Estos trabajos −salvo el «Anti-Dühring» (1878) de Engels y el primer volumen de «El Capital» (1867), no parecerán nunca a los lectores acostumbrados a la tradición clásica, compuesto según las reglas del arte de «hacer el libro»− son en realidad monografías y, en la mayor parte de los casos, trabajos de circunstancias. Son los fragmentos de una ciencia y de una política que están en perpetuo devenir, y que otros −no digo que esto sea el trabajo de cualquiera− deben y pueden continuar. Luego, para comprenderlos completamente es necesario relacionarlos a la vida misma de sus autores; y en esta biografía hay como el rasgo y el surco, y a veces el índice y el reflejo, de la génesis del socialismo moderno. Aquellos que no siguen esta génesis buscarán en estos fragmentos lo que no se encuentra y lo que no debe encontrarse, por ejemplo: respuesta a todos los problemas que la ciencia histórica y la ciencia social pueden ofrecer en su desenvolvimiento y en su variedad empírica, o una solución sumaría de los problemas prácticos de todos los tiempos y de todos los lugares. Y, por ejemplo, en este momento, con respecto a la cuestión de Oriente, en el que algunos socialistas nos ofrecen el espectáculo extraordinario de una lucha entre el idiotismo y la temeridad, por todas partes se oye invocar al marxismo [5]. En efecto, los doctrinarios, los presuntuosos de toda especie que tienen necesidad de ídolos del espíritu, los hacedores de sistemas clásicos buenos para la eternidad, los compiladores de manuales y de enciclopedias, buscarán a tontas y a locas en el marxismo lo que él no ha querido ofrecer jamás a nadie. Aquéllos ven en el pensamiento y en el saber alguna cosa que existe materialmente, pero no entienden el saber y el pensamiento como actividades que son «in fieri» [un proceso en curso]. Estos son metafísicos en el sentido que Engels atribuye a esta palabra y que, en verdad, no es la única que tenga y se le pueda atribuir, en el sentido, en fin, que Engels le atribuye por constante exageración de la característica que Hegel aplicaba a los ontologistas como Wolf y sus secuaces.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero Marx, publicista incomparable, cuando escribía, en el período que va de 1848 a 1850, sus ensayos sobre la historia contemporánea y sus memorables artículos de diario, ¿tuvo jamás la pretensión de ser un historiógrafo consumado? No hubiera podido serlo nunca porque no tenía ni vocación ni aptitudes. O bien, Engels, escribiendo el «Anti-Dühring» (1878), que es todavía la obra más completa del socialismo crítico y que contiene en pocas cosas casi toda la filosofía que es necesaria para la comprensión del socialismo, ¿ha tenido jamás la intención de recoger, en un trabajo tan corto y bosquejado, todo el saber universal y marcar para la eternidad los límites de la metafísica, de la psicología, de la ética, de la lógica, etc., cualquiera sea el nombre que lleven, o aún, por razones intrínsecas de división objetiva, o para comodidad y vanidad de los que enseñan, establecer las secciones de la enciclopedia? ¿Y es «El Capital» (1867) una de esas numerosas enciclopedias de todo el saber económico, con el que actualmente los sabios, especialmente los profesores alemanes, llenan el mercado?<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta obra, bien que se compone de tres volúmenes en cuatro tomos muy extensos, puede parecer, al lado de esas compilaciones enciclopédicas, una colosal monografía. Su objeto principal es el estudio del origen y del proceso de la plusvalía −en la producción capitalista, naturalmente− y, después de haber relacionado la producción con la circulación del capital, investiga la repartición de la misma plusvalía. Todo esto suponiendo la teoría del valor realizada de acuerdo a la elaboración que de ella había hecho la ciencia económica durante un siglo y medio: teoría que de ninguna manera representa un «factum empiricum» obtenida de la inducción vulgar, que tampoco expresa una posición lógica, como algunos han creído, sino que es la premisa típica sin la cual todo lo demás no puede ser concebido. Las premisas de hecho, es decir, el capital preindustrial y la génesis social del asalariado, son los momentos directores en la explicación histórica del comienzo del capitalismo actual; el mecanismo de la circulación con sus leyes secundarias y laterales, y, en fin, los fenómenos de la distribución, estudiados en sus aspectos antitéticos y de independencia relativa, forman el camino y las inferencias a través de las cuales y por las cuales se llega a los hechos de configuración concreta, que nos ofrece el movimiento aparente de la vida diaria. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El modo de representación de los hechos y procesos es generalmente típico, porque se supone siempre la presencia de las condiciones de la producción capitalista: de ahí que las otras formas de producción sean explicadas solamente en tanto que han sido superadas y por la forma en que lo han sido, o en tanto que, como supervivencias, constituyen límites y trabas a la forma capitalista. De donde el frecuente pasaje a través de las aclaraciones de pura historia descriptiva, para volver en seguida −después de haber planteado las premisas de hecho−, a la explicación genética por el modo que estas premisas, estando dada su concurrencia y su concomitancia, deben funcionar en principio, ya que constituyen la estructura morfológica de la sociedad capitalista. De ahí que este libro, que nunca es dogmático, precisamente porque es crítico, y crítico no en el sentido subjetivo de la palabra, sino porque presenta la crítica en su forma antitética y, por lo tanto, mostrando la contradicción de las cosas mismas, no se extravía jamás, ni aún en la descripción histórica, en el «historicismo vulgaris», cuyo secreto consiste en renunciar a la investigación de las leyes de los cambios y en pegar, sobre estos cambios simplemente enumerados y descritos, la etiqueta de procesos históricos, de desenvolvimiento y de evolución. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El hilo conductor de esta génesis es el proceso dialéctico, y es este el punto escabroso que hace poner cara de sorprendidos a todos los lectores de «El Capital» (1867) que traen a su lectura los hábitos intelectuales de los empiristas, de los metafísicos y de los padres definidores de entidades concebidas «in aeternum». En la discusión fastidiosa que algunos han levantado sobre las contradicciones que, de acuerdo a ellos, existirían entre el tercer y el primer volumen de la obra, especialmente entre los economistas de la escuela austríaca −hablo aquí del espíritu de discusión y no de observaciones particulares, porque, en efecto, el tercer volumen está lejos de ser un trabajo acabado, y puede ofrecer materia a la crítica, aún para aquellos que profesan en general los mismos principios−, se ve que falta a la mayor parte de estos críticos la noción exacta de la marcha dialéctica. Las contradicciones que denuncian no son contradicciones del libro mismo, no son infidelidades del autor a sus premisas y a sus promesas: son las condiciones antitéticas mismas de la producción capitalista que, enunciadas en fórmulas, se presentan al espíritu como contradictorias. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tasa media del beneficio en razón de la cantidad absoluta del capital empleado, es decir, independientemente de sus diferencias de composición, esto es, de la proporción diferente de capital constante y de capital variable; precio que se establece sobre el mercado de acuerdo a los medios que oscilan alrededor del valor, según modos muy variados, y que se alejan de él; interés puro y simple de dinero obtenido como tal y a disposición para la industria de los otros; renta de la tierra, es decir, de lo que no ha sido nunca el producto de ningún trabajo; estos desmentidos y otros semejantes a la ley del valor −es en verdad esta denominación de ley lo que turba tantas cabezas− son las antítesis mismas del sistema capitalista. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estas antítesis −lo irracional, que bien que parezca irracional, existe, comenzando por este primer irracional: que el trabajo del obrero asalariado produce a quien lo compra un producto superior al costo −salario−, este vasto sistema de contradicciones económicas −y por esta expresión rindamos homenaje a Proudhon− se presenta a los socialistas sentimentales, a los socialistas simplemente razonadores, y también a los declamadores radicales, como el conjunto de las injusticias sociales: ¡estas injusticias son lo que la honesta muchedumbre de reformadores quisiera eliminar con honestos razonamientos de leyes! Aquellos que cotejen ahora, a la distancia de cincuenta años, el estudio de estas antinomias concretas en el tercer volumen de «El Capital» (1894) con la «Miseria de la Filosofía» (1847), están en situación de reconocer en qué consiste la trama dialéctica de lo expuesto. Las antinomias que Proudhon quería resolver de manera abstracta −y este error le da un lugar en la historia−, como lo que la razón razonante condena en nombre de la justicia, son en verdad las condiciones de la estructura misma, de suerte que la contradicción está en la razón de ser del proceso mismo. Lo irracional considerado como un momento del proceso mismo nos libra del simplismo de la razón abstracta, mostrándonos al mismo tiempo la presencia de la negación revolucionaria en el seno mismo de la forma histórica, relativamente necesaria.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sea lo que fuere esta muy grave y difícil cuestión de la concepción del proceso, que no osaría tratar a fondo incidentalmente en una carta, hay que reconocer: que no es permitido a nadie separar las premisas, la marcha metódica y las deducciones y conclusiones de esta obra, de la materia en la que se desenvuelve y de las condiciones de hecho a las que se refiere, reduciendo la teoría a una especie de «vulgata» o preceptismo para la interpretación de la historia de todos los tiempos y de todos los lugares. Y no hay expresión más insípida y más ridícula que llamar a «El Capital» (1867) la Biblia del socialismo. Por otra parte, la Biblia, que es un conjunto de libros religiosos y de obras teológicas, ha sido hecha por los siglos. Y de ser aquél una Biblia, ¡el socialismo solo no daría a los socialistas toda la ciencia!</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El marxismo, ya que su nombre puede ser adoptado como símbolo y resumen de una corriente múltiple y de una doctrina compleja, no es y no quedará por completo limitado a las obras de Marx y Engels. Por el contrario, será necesario mucho tiempo antes de que llegue a ser la doctrina plena y completa de todas las fases históricas sujetas a las formas respectivas de la producción económica y, al mismo tiempo, la regla de la política. Para eso es necesario un estudio nuevo y muy riguroso de las fuentes para todos los que quieran investigar el pasado de acuerdo al ángulo visual del nuevo punto de vista histórico-genético, o de las aptitudes especiales de orientación política para los que quieran obrar en la hora actual. Como esta doctrina es en sí la crítica, no puede ser continuada, aplicada y corregida si no lo es críticamente. Como se trata de verificar y de profundizar procesos determinados, no hay catecismo ni generalizaciones esquemáticas que valgan. Este año he hecho un ensayo sobre eso. En mi curso de la universidad me he propuesto estudiar las condiciones económicas de la Italia del Norte y de la Italia Central hacia fines del siglo XIII y a comienzos del XIV, con la intención principal de explicar el origen del proletariado de la campaña y de la ciudad, para hallar después una explicación pragmática aproximada del movimiento de ciertas agitaciones comunistas, y para exponer, en fin, las fases muy obscuras de la vida heroica de Fra Dolcino. Mi intención ha sido en verdad presentarme como marxista, pero no puedo tomar bajo mi responsabilidad personal lo que haya dicho a mi riesgo y peligro, porque las fuentes sobre las que he debido trabajar son las mismas que tienen a su disposición los historiadores de todas las escuelas y tendencias, y nada podía pedir a Marx porque nada tenía que ofrecerme a este respecto.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Me parece que he respondido suficientemente </span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">bien que me sea preciso continuar con otro aspecto</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;"> a la pregunta principal de su Prefacio, que es a la que me refiero especialmente, asunto que encuentro también en algunos de sus artículos del Devenir Social. Sus cuestiones arriban también a esto: ¿por qué razón el materialismo histórico ha tenido hasta el presente tan poca difusión y tan escaso desenvolvimiento?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con reserva de lo que diré después </span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">¡que amenaza!</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">, no debe tener ningún reparo en plantearme problemas sobre aspectos que usted haya tratado ya, especialmente en determinadas notas, y que poco más o menos se resumen así </span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">es así al menos que yo los interpreto</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">: ¿por qué siendo imperfecto el conocimiento y la elaboración del marxismo, tanta gente se ha preocupado en completarlo, ya con Spencer, ya con el positivismo en general, ya con Darwin, ya con no importa qué otro ingrediente, mostrando así que quieren, o bien italianizar, o bien afrancesar o bien rusificar el materialismo histórico? Es decir, mostrando que olvidan dos cosas: que esta doctrina lleva en sí misma las condiciones y los modos de su propia filosofía, y que ella es, en su origen como en su substancia, esencialmente internacional</span><span style="font-family: georgia; text-align: left;">». (</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Antonio%20Labriola" style="font-family: georgia; text-align: left;">Antonio Labriola</a><span style="font-family: georgia; text-align: left;">; </span><a href="https://proletarios.org/books/Labriola-Filosofia_y_Socialismo.pdf" style="font-family: georgia; text-align: left;">Filosofía y socialismo</a><span style="font-family: georgia; text-align: left;">, 1897) </span></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><b>Anotaciones de la edición:</b><br /><br /></span><div><span style="font-family: georgia;">[4] La reimpresión del libro de Marx, «Una contribución a la crítica de la economía política» (1859), hecha por Kautsky, ha aparecido en el mes de agosto, tres meses después de esta carta.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[5] En el momento que reúno estas cartas para publicarlas </span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">estamos a fines de septiembre</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;"> , recibo el volumen </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">The Eastern Question by Karl Marx</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;"> (Londres, edit. Sonneschein) de XVL 656 paginas in 8°, con un largo índice y dos cartas. Es la reproducción, debida a los diligentes cuidados de su hija Eleonora y de Ed. Aveling. de los artículos que Carlos Marx había escrito desde 1853 a 1855 sobre la Cuestión de Oriente, especialmente en el New York Tribune.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">¡Hago notar aquí al pasar, que cuando Marx escribía sobre cuestiones políticas no formulaba principios, sino que trataba de comprender y explicar de los que enseñan, establecer las secciones de la enciclopedia! ¿Y es </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">El Capital</span><span style="font-family: georgia;">− </span><span style="font-family: georgia;">una de esas numerosas enciclopedias de todo el saber económico, con el que actualmente los sabios, especialmente los profesores alemanes, llenan el mercado?</span></div></div>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-32538103985673929942024-01-05T14:30:00.013+01:002024-01-20T14:13:25.602+01:00Retos y disputas en la filosofía soviética de los años 40; Equipo de Bitácora (M-L), 2024<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf_U3bLQ50vAhZVVnVeYD7wRB5tfAhYJ_RFEozGw7L_VajWNSc2MP6goKu1RCB4lyNn4lsrSaFHU-YGZ5tzfVBv8CKRfBtT2fVt0qtRWFn6RZWUah0nfgT18EEmtk6SphsqviN45GJyteubxtYECt_C4GzRc6heQqpKp-qwnbzqcRSl-Ep-H-JIe-c9rB6/s1000/portada.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1000" height="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf_U3bLQ50vAhZVVnVeYD7wRB5tfAhYJ_RFEozGw7L_VajWNSc2MP6goKu1RCB4lyNn4lsrSaFHU-YGZ5tzfVBv8CKRfBtT2fVt0qtRWFn6RZWUah0nfgT18EEmtk6SphsqviN45GJyteubxtYECt_C4GzRc6heQqpKp-qwnbzqcRSl-Ep-H-JIe-c9rB6/w640-h512/portada.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En este capítulo sobre la filosofía en el periodo stalinista vamos a abordar las siguientes temáticas: a) La polémica sobre el III Tomo del libro «Historia de la Filosofía»; b) Los sucesivos debates sobre la originalidad de la filosofía rusa; c) La conferencia filosófica de 1947 y la crítica a la metodología del libro de Aleksándrov; d) ¿Qué problemas recurrentes tuvo la filosofía soviética durante el periodo stalinista?; e) La fundación de la revista «Cuestiones de filosofía» y el papel de Kedrov; f) ¿Cómo debe enfrentar un marxista la cuestión de los descubrimientos científicos?; g) Los debates sobre la lógica formal y su semejanza o diferencia con la lógica dialéctica.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpUtTWYrHp4fjFogkxMf-M7zFnA6PevkWxcMlS73sI4no2IeLGad7j1n5yNvshX6EWH6co-v0qBNiXqlFcCjLT6fAY3IQnHDZh6duIBhtJuPDByDZbVhW4Vw6aMGpblzXxiNSZIkkb-wqSguqKvPS5BL5fI1zAM44gBywhHAoZAwD1N-z2xnIu4h_kqr0z/s1000/Aleksandrov.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1000" height="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhpUtTWYrHp4fjFogkxMf-M7zFnA6PevkWxcMlS73sI4no2IeLGad7j1n5yNvshX6EWH6co-v0qBNiXqlFcCjLT6fAY3IQnHDZh6duIBhtJuPDByDZbVhW4Vw6aMGpblzXxiNSZIkkb-wqSguqKvPS5BL5fI1zAM44gBywhHAoZAwD1N-z2xnIu4h_kqr0z/w640-h512/Aleksandrov.png" width="640" /></a></div><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La polémica sobre el III Tomo del libro «Historia de la Filosofía» </b></span></p><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como bien relataron los historiadores G. S. Batygin e I. F. Devyatko, a partir de la década de 1930, el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS comenzó a preparar la obra «Historia de la Filosofía», un ambicioso proyecto que estaría englobado en siete tomos que fueron publicados como sigue: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">a) Tomo I: filosofía antigua y filosofía medieval (publicado en 1940);</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">b) Tomo II: filosofía renacentista y filosofía moderna (publicado en 1941);</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">c) Tomo III: filosofía de la primera mitad del siglo XIX (publicado en 1943); </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">d) Tomo IV: filosofía de Marx y Engels;</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">e) Tomo V: filosofía burguesa de la segunda mitad de los siglos XIX y XX;</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">f) Tomo VI: historia de la filosofía rusa;</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">g) Tomo VII: filosofía de Lenin y Stalin. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aunque los autores de estos tomos, G. F. Aleksándrov, B. E. Byjovski, M. B. Mitin, P. F. Yudin, V. O. Trakhtenberg, V. F. Asmus, M. A. Melón y M. M. Grigoryan fueron galardonados con el Premio Stalin, el Tomo III fue objeto de severas críticas. Véase la obra de V. D. Esakov «Sobre la historia de la discusión filosófica de 1947» (1993).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El instigador fue el polémico filósofo Zinovy Yakovlevich Beletsky (1901-1969), el cual envió una carta a Stalin señalando que la forma en que Aleksándrov había reeditado su libro ignoraba las últimas resoluciones del partido sobre filosofía, en concreto, la resolución del PCUS (b): «Sobre las deficiencias y errores en la cobertura de la historia de la filosofía alemana a fines del siglo XVIII y principios del XIX» (1944). Su misiva señalaba al mandatario georgiano lo que sigue:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«¡Querido Joseph Vissarionovich!</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Hace aproximadamente 2 años y medio de la decisión del Comité Central del Partido sobre el Tomo III de la «Historia de la Filosofía», publicado bajo la dirección de los camaradas Aleksándrov, Byjovski, Mitin y Yudin.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>La decisión del Comité Central se tomó como un desarrollo ulterior de las instrucciones dadas por usted ya en 1931 sobre el idealismo menchevique. Además, el Tomo III fue un vivo ejemplo de una exposición apolítica y sin principios de la historia de la filosofía.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Ahora, sin embargo, esta decisión del Comité Central ha sido revocada. Se interpreta en un nuevo sentido. Se ha presentado una extraña teoría de que esta decisión no se tomó en relación con algunos errores teóricos fundamentales cometidos en el Tomo III, sino por razones oportunistas: «Hubo, −dicen [Aleksándrov y Cía.]−, una guerra con los alemanes, entonces fue necesario vencerlos [con la crítica a Hegel y Fichte]. La guerra ha terminado. Ahora todo debe ser puesto en su lugar original. La filosofía alemana debe volver a su posición anterior. El oportunismo ha desaparecido».</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Este punto de vista parece ridículo y no debería haber sido señalado si ahora no hubiera sido respaldado por hechos...». (Z. Y. Beletsky; Carta del profesor de la Universidad de Moscú a Stalin, 18 de noviembre de 1946)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, ¿en qué se basó la famosa crítica del CC del PCUS (b) en cuanto al contenido de este tercer tomo? Muy sencillo, se demostraba que su descripción de la filosofía de Kant, Hegel y Fichte era completamente edulcorada e irreal. Merece la pena detenernos sobre la corrección que se hizo sobre estos últimos. Por ejemplo, respecto a Hegel, se apostilló lo siguiente:<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El Tomo III no tiene en cuenta que Hegel estaba tratando de construir un sistema filosófico completo que se suponía que expresaba la verdad absoluta. Hegel esencialmente proclamó el fin de la historia, el fin de todo desarrollo. (…) Mientras tanto, los autores del Volumen III de «Historia de la Filosofía» se apartaron de la evaluación marxista-leninista del significado de la dialéctica de Hegel, no mostraron las limitaciones de la dialéctica de Hegel, no enfatizaron su oposición a la dialéctica materialista y, en algunos casos, señalaron que el carácter de la dialéctica de Hegel es casi idéntico a la dialéctica marxista. Considerando la filosofía de Hegel, los autores del volumen sobreestiman claramente los méritos de Hegel en fundamentar la visión histórica del desarrollo de la naturaleza y la sociedad, en el desarrollo de la doctrina del papel de la práctica en la teoría del conocimiento. (…) Por ejemplo, en la página 216 del Tomo III se afirma: «El significado histórico de Hegel en la historia de la filosofía se basa en el hecho de que en su enseñanza el método dialéctico del pensamiento encontró su finalización y recibió un desarrollo enciclopédico integral». (Decreto del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, 1944)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">No vale la pena detenernos ahora en todo lo que se ha hablado y manipulado sobre la evaluación que hizo la filosofía stalinista respecto a la filosofía hegeliana, ya que en otras ocasiones abordamos dicha cuestión extensamente</span><span style="font-family: georgia;">. Véase la obra: «</span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2018/10/las-sandeces-de-kohan-y-lukacs-sobre-la.html" style="font-family: georgia;">Las sandeces de Kohan y Lukács sobre la figura de Hegel y su evaluación en la filosofía de la URSS</a><span style="font-family: georgia;">» (2018).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cuanto al análisis sobre Fichte, la resolución del PCUS (b) apuntó lo que sigue:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El Tomo III tergiversa las opiniones políticas de Fichte. En la página 165 dice: «El nacionalismo de Fichte es ante todo una forma de su democracia, es decir, la forma en que la convicción de Fichte se revistió en el derecho del pueblo a determinar libremente los principios básicos de su vida política». Mientras tanto, Fichte escribió en uno de sus discursos a la nación alemana: «Sólo un alemán, como persona original, no congelada en ciertas formas, tiene verdaderamente su propio pueblo; el extranjero no lo tiene. Por tanto, sólo un alemán puede tener amor por su pueblo, amor por su patria en el verdadero sentido de la palabra». O bien: «Si Alemania no salva la cultura moderna de la humanidad, es poco probable que otra nación europea la salve». Está claro por lo que se ha dicho que Fichte no era un demócrata, sino un nacionalista prusiano». (Decreto del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, 1944)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para quien no lo sepa, la filosofía de Fichte no se basaba solo en un idealismo subjetivo, sino que, como se denunciaba aquí, las opiniones políticas y culturales del autor rezumaban un chovinismo nacional que fue altamente apreciado e idolatrado por los nazis. Estos, sin ir más lejos, rescataban de dicho pensador su extrema idealización de toda civilización germana del pasado, la cual llegó a alcanzar puntos verdaderamente delirantes. Véase un ejemplo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El honor personal del nórdico requería valor, autodominio, no parloteaba durante horas como los héroes griegos antes de cada combate; no gritaba como éstos cuando era herido, sino que su conciencia del honor exigía serenidad y reunión de las fuerzas. Visto desde aquí efectivamente, el vikingo es el ser humano de cultura, el griego postrero estéticamente perfecto, empero, el bárbaro retardado, carente de centro. La expresión de Fichte, «verdadera cultura es cultura de la mentalidad», descubre nuestra genuina esencia nórdica también frente a otras culturas, cuyo valor máximo no es la mentalidad, y esto es para nosotros equivalente a honor y deber, sino otro valor sentimental, otra idea, alrededor de la cual gira su vida». (…) Vemos al viejo nacionalismo alemán, después de su gran llamarada en las Guerras de Liberación, después de su más profunda fundamentación por Fichte, después de su presentación explosiva a través de Blücher y el Freiherr vom Stein y Ernst Maritz Arndt, y personificado en su energía militar a través de Scharnhorst y Gneisenau, pasar a las manos de una generación interiormente obsoleta, pero aun fuerte en lo organizativo, tal como fue representado con la mayor nitidez a través del sistema de Metternich». (Alfred Rosenberg; El mito del siglo XX, 1930)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, parece ser que Beletsky se quejó amargamente −y con razón− del «defecto metodológico» de Aleksándrov. Este había publicado primero, como jefe del grupo de redactores, este polémico tomo de la obra «Historia de la filosofía» (1943), así como también había publicado en solitario su obra «Historia de la filosofía de Europa occidental» (1945). El lector puede comprobar los principales argumentos de su visión en las primeras páginas de «Cuestiones de filosofía» (Nº1, 1947). Beletsky apuntó que, en la URSS, los filósofos aún se debatían entre el «materialismo histórico» y el «idealismo menchevique». Para este segundo grupo, la historia de la filosofía debe presentarse como «la historia de las escuelas y enseñanzas filosóficas que se suceden una tras otra en orden cronológico», sugiriendo que «el proceso de desarrollo del pensamiento y la cognición fue de naturaleza universal y siguió su propio camino especial», donde la filosofía no estaría «asociada ni con el material social ni con las actividades políticas de las personas». Por esta misma razón, los filósofos preferidos de muchos pensadores burgueses, como Windelband o Gefding, eran «retratados como personas por encima de clases, Estados y pueblos», como «luchadores en favor de la pura verdad, de la idea de libertad, de la verdadera bondad, etcétera». El problema de tal noción era que, bajo esta comprensión de la historia de la filosofía, «la personalidad del filósofo pasa a primer plano, pues sólo el filósofo, al desarrollar conceptos recibidos de generaciones anteriores, puede hacer avanzar la historia». Estas críticas de Beletsky coinciden plenamente con los apuntes que Marx y Engels realizaron en «Ideología alemana» (1846) hacia autores como Grün o los hermanos Bauer.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Beletsky señaló, además, que estas nociones tienden a fabricar un dualismo absurdo, pues crean una diferenciación artificial entre lo «filosófico y teórico y lo sociohistórico y práctico». Por ello, según los «representantes del punto de vista burgués», resultaría que «el mundo de las cosas es percibido por los sentidos, el mundo del individuo puede explorarse con la ayuda de las ciencias naturales y sociales, mientras que el mundo de lo universal solo puede ser conocido a través del pensamiento abstracto». Así pues, ellos creen que «el tema de la investigación filosófica es lo universal y eterno», aquello que «supuestamente subyace al mundo» y realmente «determina la existencia del mundo», siendo consideradas las investigaciones filosóficas, en realidad, como algo «suprahistórico e intangible» que solo podría «revelarse a través del pensamiento en forma de conceptos y categorías», siendo «los objetos y personas» simples manifestaciones de esas «leyes universales». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Enumerando otra ristra de pecados de este tipo de filósofos, Beletsky citó cómo Aleksándrov en la página 21 de su obra «Historia de la filosofía de Europa occidental» (1945) consideraba que: «La historia de la filosofía, como una de las ramas del conocimiento social, representa para el lector moderno el interés de que muestre un progreso constante en el desarrollo del conocimiento humano y enriquezca a las personas con la experiencia resumida del pasado». Siendo esto una evidencia de que el filósofo soviético albergaba una visión evolucionista e idealista del mundo, muy alejada del «enfoque marxista» que «requiere la capacidad de entender» en cada frase filosófica «la ideología de una sociedad, clase y Estado en particular».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto no significa, faltaría más, que el propio Beletsky estuviera exento de defectos iguales o peores en su discurrir filosófico. De hecho, sus opositores le acusarían en infinidad de ocasiones de «vulgarizar» el marxismo-leninismo. Así es que muchos de sus enemigos dedicaron gran parte de su tiempo a recopilar anécdotas reprochables en sus memorias y entrevistas −eso sí, siendo estas difíciles o imposibles de corroborar−. Sin embargo, uno sí puede rastrear, en los discursos oficiales de Beletsky, que, efectivamente, en ocasiones ejerció esta simplificación de la filosofía:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Quizás la única inconsistencia lógica −¿quizás bajo la influencia de la exaltación «patriótica» de la época?− fue admitida por Beletsky en la afirmación de que «la filosofía democrática revolucionaria rusa, la única de todas las filosofías premarxistas, no tenía una independencia relativa», porque «no se oponía al pueblo», mientras que «en Occidente, antes del advenimiento del marxismo, no existía una filosofía que expresara los intereses de los trabajadores» (ibíd., fol. 75)» (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; El caso del profesor Z. Ya. Beletsky, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto, por desgracia, no era sorpresivo; M. D. Kammari instó a los presentes a tratar de «entender por qué la filosofía burguesa alemana expresó una reacción aristocrática contra la Revolución Francesa». Mientras que el ponente Gak también consideró la «filosofía idealista alemana» como una «reacción aristocrática al materialismo francés, a la Revolución Francesa». Mismos comentarios pueden hallarse cuando Sharia afirmó que: «Los materialistas franceses, los precursores de la Revolución Francesa y los participantes en esta revolución, tienen un ateísmo militante, mientras que Hegel tiene una filosofía que, en su análisis final, no es nada más que la servidora de la religión en una nueva forma». (Cuestiones de filosofía, Nº1, 1947)</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, resulta nefasto tratar de ocultar los defectos filosóficos de corte mecanicista −e incluso idealista− de aquellos autores franceses del siglo XVIII que han sido famosos por su materialismo −como Helvétius o Diderot−, puesto que no se consigue nada productivo presentándolos como figuras impolutas y sin prejuicios de la época. Sin embargo, también es igualmente negativo laurear a los autores del idealismo alemán −como Hegel o Fichte− y presentarlos absolutamente como ejemplos de «demócratas» y «progresistas» de su época −como hizo Aleksándrov−. En este sentido, el lector tiene un ejemplo correcto de la excelente labor que desarrolló Plejánov en su obra «La concepción monista de la historia» (1895), donde lleva a cabo una crítica de esta clase de autores señalando aspectos positivos y negativos en su debido contexto. Además, ya hemos explicado en infinidad de ocasiones que, por múltiples influjos o resquicios, filias o fobias, un romántico puede tener trazos de ilustrado y viceversa. Por tanto, uno debe utilizar estas etiquetas para resumir el pensamiento y actuar característico de un autor, no para cerrar el estudio de su trabajo y evolución</span><span style="font-family: georgia;">. Véase el capítulo: «</span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/07/el-romanticismo-y-su-influencia-mistica.html" style="font-family: georgia;">El romanticismo y su influencia mística e irracionalista en la «izquierda</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto implica que no se pueda tachar categóricamente al hegelianismo, por ejemplo, de mero reaccionarismo, como hizo Beletsky. En pocas palabras, cada autor debe ser estudiado en su propio desarrollo filosófico, entendiendo, así, cómo reacciona a los acontecimientos de su tiempo. Nos explicamos con un breve ejemplo histórico: si en un principio Napoleón Bonaparte fue sospechoso de simpatizar con Robespierre y los jacobinos por los artículos revolucionarios que había escrito, él mismo fue aquella figura que poco después se convirtió en emperador de los franceses y juró que los «excesos de la revolución» jamás volverían a suceder. En este caso, Hegel también tuvo un desarrollo similar, pasando del progresismo al reaccionarismo −algo que, por supuesto, acabó haciendo que su método se resintiera−. Se percibe en el propio Hegel, en primer lugar, porque albergó grandes simpatías hacia la Revolución Francesa (1789), importando sus ideas más revolucionarias, pasando de ser un entusiasta jacobino para convertirse progresivamente en un girondino conservador. Poco después, a partir de 1804, alababa la figura del emperador Napoleón Bonaparte, quien era la versión degradada del proceso revolucionario francés. Sin embargo, para Hegel él fue la encarnación del «Espíritu Absoluto», que además podía «exportar la revolución» a su zona −llegando a apoyar, por ejemplo, proyectos napoleónicos como la Confederación del Rin−. Esta evolución del pensamiento hegeliano concluye con la adhesión pública del autor a la monarquía de Prusia, institución que precisamente derrotó al bonapartismo y trató de eliminar los avances más progresivos que implementó en tierras germanas, pero que para el Hegel maduro era la síntesis de la mayor perfección alcanzada jamás por la humanidad. Véase la obra de Harrison Fluss: «¿Qué pensaba Hegel de la Revolución francesa?» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Más tarde, en 1949, se acusó a Beletsky −esta vez con razón− de crear una teoría estrambótica y perjudicial sobre el papel de la ideología en el socialismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Beletsky y el personal de su departamento en la Universidad Estatal de Moscú predican una falsa tesis antimarxista de que la relativa independencia en el desarrollo de formas de conciencia social es inherente solo a formaciones antagónicas, que bajo el socialismo esta relativa independencia ya no existe. Este punto de vista vulgar conduce a negar la existencia de un retraso en el desarrollo de la conciencia y trata de desarmar al partido en la lucha contra las supervivencias del capitalismo en la mente de las personas, en la lucha contra la supervivencia tan repugnante de la reacción. (…) Esta visión simplista también conduce a un rechazo de las tradiciones revolucionarias». (Carta de los líderes del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS y la revista «Cuestiones de Filosofía» a G. M. Malenkov sobre la lucha contra el cosmopolitismo, 21 de marzo de 1949)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto no quita que al señor Beletsky también se le inculpasen otros vicios, como incurrir en el cosmopolitismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sin embargo, el profesor Beletsky, que ocupa él mismo una posición cosmopolita, frena la derrota de los cosmopolitas en la Facultad de Filosofía, apoyándose en cuadros tendenciosamente seleccionados de nacionalidad predominantemente judía». (Carta de los líderes del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS y la revista «Cuestiones de Filosofía» a G. M. Malenkov sobre la lucha contra el cosmopolitismo, 21 de marzo de 1949)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, esta crítica, analizada hoy, es totalmente infundada y es producto de los excesos en las campañas «anticosmopolitas». Si bien a priori la lucha contra el cosmopolitismo podía tener su razón de ser en una lucha contra los intentos del imperialismo estadounidense de expandirse universalmente, finalmente este ambiente acabó siendo aprovechado para que una facción del sistema soviético promocionase mejor el creciente nacionalismo ruso. De hecho, los debates en filosofía y el uso arbitrario de estas etiquetas como no eran más que reflejo de los debates ocurridos en el frente histórico</span><span style="font-family: georgia;">. Véase el capítulo: «</span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/12/las-terribles-consecuencias-de.html" style="font-family: georgia;">Las terribles consecuencias de rehabilitar la política exterior zarista en el campo histórico soviético</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En suma, este tipo de defectos no deberían sorprendernos, ya que son la demostración de que algunos de los filósofos soviéticos estaban aún muy lejos de haber superado el pensamiento simplón y metafísico a la hora de abordar la historia de la filosofía y los retos de la construcción socialista. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pondremos un último ejemplo con B. M. Kedrov y su artículo «Notas críticas sobre temas filosóficos» (1948), en donde comentó lo siguiente con relación a las tendencias extremas en el frente filosófico:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Una persona que no sabe y no entiende la dialéctica, habiendo aprendido que cometió un error al insistir en un extremo, trata de corregir el error e inmediatamente, de la manera más natural para él, se desliza en posiciones directamente opuestas y cae en el otro extremo». (Cuestiones de filosofía; Nº3, 1948)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Por qué afirmó tal cosa? Para Kedrov resultaba evidente que «algunos de nuestros historiadores de la filosofía exageraron la importancia de la dialéctica hegeliana en general y su papel en la historia del surgimiento de la filosofía marxista», consideraban que «era necesario a toda costa buscar en todas partes al menos una semejanza puramente externa con lo que decía Hegel», por tanto, «colocaron a Hegel en el centro de su atención, manteniendo como «criterios» para evaluar la posición de un determinado filósofo soviético, su actitud hacia él». Esto, por un tiempo, redundó en escenas esperpénticas en donde algunos filósofos tomaban «las enseñanzas de Hegel predominantemente positivas y progresistas, casi sin ver los lados sombríos en ellas»; sin embargo, después de la resolución del CC del PCUS (b) sobre el Tomo III de la Historia de la Filosofía (1944), algunos «comenzaron a enfatizar solo lo negativo y reaccionario». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Lo mismo puede decirse sobre la evaluación de Kant, en donde, si bien «antes algunos historiadores de la filosofía se inclinaban por exaltar a Kant en cualquier medida, ahora, por la mayoría de votos del grupo de autores que escriben un nuevo libro sobre la Historia de la Filosofía, se ha decidido, al analizar la filosofía de Kant, no dar ninguna referencia en el prospecto, ni siquiera a su hipótesis cosmogónica, y dejar sólo lo que caracteriza al reaccionario lado negativo de las opiniones de Kant», olvidando cómo, por ejemplo, Engels señaló en su obra «Dialéctica de la naturaleza» (1883), que la obra de Kant «Historia general de la naturaleza y teoría del cielo» (1755), abría una enorme brecha en la noción tradicional que tendía a presentar a la naturaleza de forma metafísica, es decir, como algo petrificado y estático, dado de una vez para siempre.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En conclusión, las acusaciones o calificaciones hacia cada autor deben de ser sopesadas y dirigidas hacia el periodo concreto del mismo, de otro modo, son generalizaciones y abstracciones que no aportan demasiado, salvo alimentar clichés.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf16s8D6iB-pjXiyxoppSBCJGNsEyHzibFqTQ-CDtg3GsD-0R1FQOeBDzk_bfjRPqQQwsZ45IHXkXyRO3VTRKv7KFn2ZRK1jumFPpCSyUs4yHZglL4NDxO40y7OwmYTxODZNwQcCrKuPHQ4W796s3JZ1DOeZaRFT8epZHK9Y1t29OusED1WXQ4xIU8Wg/s800/1949%20%D0%92%D0%B5%D0%BB%D0%B8%D0%BA%D0%B8%D0%B5%20%D1%80%D1%83%D1%81%D1%81%D0%BA%D0%B8%D0%B5%20%D0%B4%D0%B5%D0%BC%D0%BE%D0%BA%D1%80%D0%B0%D1%82%D1%8B.jpg" style="font-family: georgia; margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="574" data-original-width="800" height="460" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjf16s8D6iB-pjXiyxoppSBCJGNsEyHzibFqTQ-CDtg3GsD-0R1FQOeBDzk_bfjRPqQQwsZ45IHXkXyRO3VTRKv7KFn2ZRK1jumFPpCSyUs4yHZglL4NDxO40y7OwmYTxODZNwQcCrKuPHQ4W796s3JZ1DOeZaRFT8epZHK9Y1t29OusED1WXQ4xIU8Wg/w640-h460/1949%20%D0%92%D0%B5%D0%BB%D0%B8%D0%BA%D0%B8%D0%B5%20%D1%80%D1%83%D1%81%D1%81%D0%BA%D0%B8%D0%B5%20%D0%B4%D0%B5%D0%BC%D0%BE%D0%BA%D1%80%D0%B0%D1%82%D1%8B.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;"></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Los sucesivos debates sobre la originalidad de la filosofía rusa</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La historia no es sino la sucesión de las diferentes generaciones, cada una de las cuales explota los materiales, capitales y fuerzas de producción transmitidas por cuantas la han precedido; es decir, que, de una parte, prosigue en condiciones completamente distintas la actividad precedente, mientras que, de otra parte, modifica las circunstancias anteriores mediante una actividad totalmente diversa, lo que podría tergiversarse especulativamente, diciendo que la historia posterior es la finalidad de la que la precede, como si dijésemos, por ejemplo, que el descubrimiento de América tuvo como finalidad ayudar a que se expandiera la Revolución francesa». (Karl Marx y Friedrich Engels; La ideología alemana, 1846)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En los primeros años del régimen soviético, prácticamente ningún filósofo negaba la influencia que las diversas corrientes del pensamiento de Europa Occidental pudieron tener en los filósofos rusos del siglo XIX.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Así, por ejemplo, en el famoso «Diccionario filosófico marxista» (1940), elaborado por Rosental y Yudin, se proclamaba lo siguiente sobre el desarrollo del pensamiento de Vissarión Belinski (1810-1848), figura rusa decimonónica:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En 1837-1839, Belinski es miembro del círculo de los partidarios de Hegel −el círculo de Stankevich− y colaborador principal del órgano de los hegelianos rusos, El Observador Moscovita. Pero el lado conservador de la teoría de Hegel, que proclamó las conclusiones de su filosofía como la verdad absoluta, obligó a Belinski a romper con el sistema idealista de Hegel. «Es mejor morir antes que hacer la paz con el carácter absoluto de sus resultados», escribe. Se convirtió en materialista-feuerbachiano». (M. Rosental y P. Yudin; Diccionario filosófico marxista, 1940)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto debe ser tenido en cuenta, porque a finales de la década de los 40 tanto Rosental como Yudin serían acusados de tendencias «cosmopolitas», es decir, de «menospreciar la importancia de la filosofía materialista rusa». Véase la obra «Carta de los líderes del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS y la revista «Cuestiones de Filosofía» a G. M. Malenkov sobre la lucha contra el cosmopolitismo» (21 de marzo de 1949).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cambio, no mucho después, en 1944, hubo algunos autores que intentaron minimizar artificialmente las evidentes influencias de los filósofos occidentales en la conformación ideológica de los filósofos rusos del siglo XIX: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Entre algunos historiadores soviéticos hay un punto de vista claramente erróneo, según el cual la ciencia, la literatura y el arte en Rusia siempre han estado a la zaga de la cultura occidental en su desarrollo, y las figuras destacadas de Rusia: científicos, escritores, trabajadores de la cultura y el arte… fueron simples imitadores de figuras occidentales, sin crear nada original. Por ejemplo, un libro de texto sobre la historia de la URSS para universidades caracteriza al gran revolucionario ruso Radishchev de la siguiente manera: «Radishchev es un estudiante típico de los racionalistas franceses y un enemigo del misticismo, aunque en algunas de sus ideas filosóficas las ideas materialistas de Holbach y Helvétius se mezclan inesperadamente con ideas idealistas tomadas de Leibniz, a quien Radishchev estudió en Leipzig. Sus ideas sobre la familia, el matrimonio y la educación se remontan a Rousseau». (...) La misma descripción se le dio al gran crítico ruso y demócrata revolucionario Belinski, decía así: «Belinski experimentó cuatro períodos de desarrollo ideológico. El período de «reconciliación con la realidad». Habiendo entendido erróneamente la posición de Hegel, todo lo que existe es razonable», Belinski comenzó a defender la autocracia y la servidumbre... Pero en 1840 se dio cuenta de su error. (...) Pasó a las posiciones del hegelianismo de izquierda. (...) En 1842, el amigo de Belinski, Herzen, lo presentó a Feuerbach, y Belinski se convirtió en un partidario del materialismo». (G. Aleksándrov, P. Pospelov, P. Fedoseev; Graves deficiencias y errores antileninistas en el trabajo de algunos historiadores soviéticos, 1944)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Claro que existieron autores rusos, como el mencionado Belinski, que desarrollaron ideas notables, por ejemplo, la crítica al «arte por el arte», algunas de ellas fueron de propio cuño −entre infinitas comillas, ya que nunca una idea es completamente original−. Lo mismo puede decirse de la transcendencia de autores posteriores como Herzen (1812-1870), que se quedó a las puertas del materialismo histórico y dialéctico en muchas cuestiones. Para finales del siglo XIX, Marx y Engels alentaron a los revolucionarios rusos a no caer en el desánimo por las idioteces que hubieran cometido pensadores rusos como Bakunin, pues los actos y comportamientos de autores como él no borraban el desempeño genial de muchos otros de sus compatriotas. Dicho de otro modo, si bien los rusos tenían de qué avergonzarse, también tenían de qué vanagloriarse</span><span style="font-family: georgia;">. Véase la obra: «</span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/06/la-grandeza-de-herzen-revolucionario.html" style="font-family: georgia;">La grandeza de Herzen, revolucionario ruso del siglo XIX</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, Engels describió al movimiento revolucionario ruso de aquel entonces como enérgico y lleno de grandes teóricos:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El país que ha nominado a dos escritores en la escala de Dobrolyubov y Chernishévski, dos Lessings socialistas, no morirá por el hecho de que de alguna manera dio a luz a un pícaro como Bakunin, y a varios estudiantes inmaduros que, pronunciando frases en voz alta, se hinchan como ranas y, al final, terminaron por devorarse el uno al otro. De hecho, entre la generación más joven de rusos, conocemos personas de gran talento teórico y práctico y gran energía, personas que, gracias a su conocimiento de idiomas, superan a los franceses y británicos por un conocimiento cercano del movimiento de varios países, y a los alemanes por su flexibilidad secular. Aquellos rusos que comprenden el movimiento obrero y participan en él pueden ver que han sido eximidos de responsabilidad por el fraude bakuninista como un servicio que se les prestó». (Friedrich Engels; Carta a Paprits, 26 de junio de 1884)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, volviendo al tema principal, ¿cómo pudieron estos filósofos soviéticos negar el influjo que las ideas extranjeras tuvieron en todos y cada uno de los autores rusos de los siglos anteriores? Solamente cometiendo un acto de ignorancia, autoengaño e idealismo. Hay numerosos ejemplos de influencia externa en las corrientes de pensamiento de autores rusos del siglo XIX, como las ideas de los alemanes Hegel o Feuerbach y, más tarde, con las de los franceses Fourier y Saint-Simon, e incluso los británicos Smith, Owen y Ricardo. Estos hechos eran algo imposible de ocultar sin caer en la mofa de tus rivales. Por no comentar la influencia del marxismo alemán de Marx, Engels, Bebel o Kautsky, que formaron a los primeros marxistas rusos, como Plejánov, Zasúlich o Lenin. Volvamos una vez más a Engels: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ante todo, le repito a usted, que estoy orgulloso de saber que en la juventud rusa hay un partido que acepta francamente y sin ambigüedades las grandes teorías económicas e históricas de Marx, y que ha roto resueltamente con todas las tradiciones anarquistas y levemente eslavófilas de sus predecesores. El mismo Marx se hubiera sentido igualmente orgulloso si hubiese vivido un poco más. Es un progreso que será de gran importancia para el desarrollo revolucionario de Rusia. Para mí, la teoría histórica de Marx es la condición fundamental de toda táctica razonada y coherente; para descubrir esa táctica sólo es preciso aplicar la teoría a las condiciones económicas y políticas del país en cuestión». (Friedrich Engels; Carta a Vera Zasúlich, 23 de abril de 1885)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es curioso que semejantes pamplinas sobre la generación espontánea de ideas, en un pueblo dado, provengan de autoproclamados marxistas rusos, ¡cuándo el propio tronco central del marxismo es el resultado del análisis crítico y la superación positiva de dos autores alemanes que leyeron, adaptaron, criticaron o superaron no solo las diversas corrientes de pensamiento de su país, sino también internacionales! Por esta razón Labriola dijo una vez que no existía:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«</i></span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"><i>Nadie menos alemanes que Marx y Engels, en el sentido patriótico y patriotero que para muchos tiene la palabra nacionalidad. La estructuración de sus pensamientos, la marcha de sus producciones, la organización lógica de sus puntos de vista, su sentido científico y su filosofía han sido el fruto y el resultado de la cultura alemana; pero la substancia de lo que han pensado y expuesto está todo por entero en las condiciones sociales que se habían desenvuelto, hasta los años más maduros de su vida, en gran parte fuera de Alemania, y particularmente en aquellos países de la gran revolución económico-política que, desde la segunda mitad del siglo XVIII, ha tenido su base y desarrollo principalmente en Inglaterra y en Francia. Ellos han sido, desde todo punto de vista, espíritus internacionales. (...) </i></span></span><i style="font-family: georgia;">¿Por qué siendo imperfecto el conocimiento y la elaboración del marxismo, tanta gente se ha preocupado en completarlo, ya con Spencer, ya con el positivismo en general, ya con Darwin, ya con no importa qué otro ingrediente, mostrando así que quieren, o bien italianizar, o bien afrancesar o bien rusificar el materialismo histórico? Es decir, mostrando que olvidan dos cosas: que esta doctrina lleva en sí misma las condiciones y los modos de su propia filosofía, y que ella es, en su origen como en su substancia, esencialmente internacional</i><i style="font-family: georgia;">». (Antonio Labriola; Filosofía y socialismo, 1897)</i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Puede ser esto la opinión de un autor como Labriola, que quizás, dentro de su genialidad y grandes perspectivas y capacidad analítica que le caracterizaron, no siempre se expresaba en el mejor formato ni con la rigurosidad adecuada, como él mismo reconoció en alguna ocasión? En absoluto, esta conclusión sobre el marxismo es la misma que compartió siempre Lenin:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El marxismo es el sistema de las concepciones y de la doctrina de Marx. Este continúa y corona genialmente las tres principales corrientes ideológicas del siglo XIX, que pertenecen a los tres países más avanzados de la humanidad: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa y el socialismo francés, vinculado a las doctrinas revolucionarias francesas en general». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Karl Marx: breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo, 1914)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Qué podemos decir de todo esto? Si la corte del zar del siglo XIX miraba hacia París, adoraba su arte y hablaba en un ruso afrancesado, ¿cómo no iban a mirar a Londres, París o Berlín los revolucionarios rusos de aquel entonces para recoger el ideario en boga? Esto nos recuerda a los que niegan que, en la España del siglo XVIII, −ya convertida en una potencia de segundo o tercer orden− los autores ilustrados importaran desde Francia las ideas más avanzadas e interesantes de la época. De hecho, a principios del siglo XIX, durante la Guerra de Independencia Española, los revolucionarios liberales españoles, por miedo a ser acusados de afrancesados, se esforzaron en diferenciarse del liberalismo francés a la hora de formular la Constitución de 1812; aunque, en muchos casos, estas divergencias no fueran más que el mero uso de conceptos superficialmente distintos para definir una misma cosa. Asimismo, es algo que también recuerda a aquellos que creen que, en este siglo, las ideas románticas, hegelianas, krausistas, saint-simonianas, proudhonianas, marxistas o bakuninistas que recorrían el resto de Europa y empezaron a penetrar en España, en verdad, «salieron de la nada» gracias al «impulso» de la dinámica «esencia española» y sus genios. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pongamos otro ejemplo: la famosa Revuelta Decembrista (1825). Esta fue una intentona de derrocar al régimen zarista por un grupo clandestino de oficiales progresistas. Sus participantes estuvieron muy influenciados por las ideas y revoluciones liberales de España, Francia, Portugal, Noruega y otros lugares como Latinoamérica, para lo cual se reunían y publicaban sus folletos clandestinamente. Sin duda, la principal debilidad de este movimiento residía en una desconfianza hacia los trabajadores, su falta de programa común en cada región, así como su falta de determinación militar en los momentos decisivos. El aislacionismo y la idealización de los héroes que caracterizó a los decembristas fue heredado en parte por los grupos de anarquistas rusos, es decir, los populistas y muchos otros. Este ejemplo demuestra perfectamente que, si los revolucionarios rusos premarxistas estaban influenciados por los movimientos revolucionarios de América o Europa, en una época de menores medios de comunicación y transportes, no cabe duda de qué es lo que se podía esperar de este contacto internacional unas pocas décadas después, como efectivamente sucedió. Véase la obra de M. V. Nechkina: «Los decembristas en el proceso histórico mundial −hacia una metodología de estudio del decembrismo−» (1975). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ergo, he ahí la supina estupidez que supone confundir la necesidad de adecuar la teoría revolucionaria al contexto concreto, con la pretensión de «nacionalizar» doctrinas como el marxismo −que por sus propias pretensiones es la más internacional que puede existir−. Máxime cuando esto suele ser, las más de las veces, una burda excusa que oculta el propósito real de desnaturalizarlo y querer introducir los resabios más reaccionarios de la cultura local. Por contra, como bien sabemos, el marxismo a lo que aspira es a reunir y valerse de las líneas culturales más progresistas de la historia de cada nación. En realidad, toda ideología contemporánea que sea transcendental −es decir, que cumpla con las necesidades de su tiempo− no es, en esencia, una fórmula exclusiva de ningún país. Cuando cualquier producto ideológico aparece sobre la palestra, siempre es, en efecto, fruto de una situación circunstanciada −con su particularismo histórico−, pero a su vez hemos de ser conscientes de que dicha creación se sitúa, hoy, dentro de los marcos de una época más globalizada que nunca. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ahora bien, no puede negarse que, por los diferentes desarrollos e influencias de cada zona, una doctrina y el movimiento en que se termina materializando siempre encajarán mejor en unos lugares que otros. Y no menos importante es que, si pretendiesen expandirse a otros ambientes menos idóneos, tendrían que ocuparse de solucionar las peculiaridades de esos otros contextos extraños. A pesar de esto, no debemos excluir otra realidad: cualquier ideología nacida en el lugar «X» no está ni puede estar cerrada a las influencias supranacionales, ni libre de estas. Por ende, cualquier ideología, sea donde sea que se haya manifestado por primera vez, también habrá recibido −irremediablemente− influjos externos de otras regiones, naciones o hasta continentes. Es más, en el momento de «expansión» de esa cosmovisión del mundo fuera de sus «fronteras de origen» a otra realidad diferente, no primará tanto la dificultad de superar problemas como la tradición, el idioma, el alfabeto a utilizar u otras «barreras culturales», sino que existen cuestiones mucho más importantes, relativas a cuestiones históricas, políticas, económicas… a tener en cuenta para integrarla y aplicarla con eficacia. Por ejemplo, en lo relativo al movimiento revolucionario de cualquier lugar, debemos tener en cuenta: ¿cuál es el nivel de conciencia general y cuál es el nivel de sus elementos más conscientes? ¿Qué desviaciones históricamente arrastra a nivel político? ¿Qué defectos económicos y desbalances entre sectores y clases ha legado el capitalismo en dicho país? ¿Qué estilo de organización y estilo de trabajo tienen los revolucionarios de este lugar? Se entiende, pues, que esto no tiene nada que ver con olvidar o rechazar lo fundamental de tal doctrina, ni de decorarla con folclore para hacerla más «nacional». Eso es solo un formalismo vacuo. De hecho, quienes caen en los errores comentados suelen ser nacionalistas vestidos de rojo que bien pudieran acabar más tarde engrosando, directamente, las filas del fascismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por tanto, no tenían ningún sentido, como algunos soviéticos señalaron en 1945, los nuevos intentos de autores como Iovchuk de afirmar que el leninismo era un producto estrictamente «nacional ruso»:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«M. E. Selektor se refirió, en primer lugar, al artículo de Iovchuk «Leninismo y cultura rusa avanzada» (1945), una de las primeras publicaciones oficiales que declaraba la orientación del partido hacia la «originalidad rusa». (…) Selektor primero demuestra de manera bastante convincente que [según Iovchuk] en este artículo «el leninismo, resulta ser en última instancia una expresión del carácter nacional ruso». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Recordemos cómo el propio Plejánov se mofó con sorna de las tesis que su admirado compañero, Labriola, había esgrimido en una de sus mejores obras, donde, al parecer, el marxista italiano deseaba justificar todo lo sucedido tiempo atrás con el ya conocido as en la manga del «carácter nacional» o la «raza», lo cual no era sino volver a las explicaciones místicas de los ilustrados del siglo XVIII sobre la «naturaleza humana»:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«¿Por qué la historia de la poesía francesa no se parece a la historia de la poesía alemana? Por una razón muy sencilla: el temperamento del pueblo francés era tal, que de su seno no podía surgir ni un Lessing, ni un Schiller, ni un Goethe. ¡Gracias por la explicación; ahora todo está claro! (…) Si se nos ocurriera explicar por el temperamento de los italianos la historia del arte italiano, por ejemplo, nos detendríamos muy pronto perplejos ante la cuestión de conocer las causas a que obedecen los cambios profundos que el temperamento, por su parte, ha experimentado en diferentes épocas y en distintas partes de la península de los Apeninos. (...) La ciencia social ganaría enormemente si abandonáramos, por fin, la mala costumbre de achacar a la raza todo lo que nos parece incomprensible en la historia intelectual de un pueblo». (Gueorgui Plejánov; Concepción materialista de la historia, 1897)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo estrictamente al tema, en el año 1947 se produjo en la URSS una enconada lucha sobre la historia de la filosofía rusa, entre otros temas. Esta, si bien fue una discusión bastante agria, también fue lo suficientemente abierta, con suficiente libertad en las publicaciones, como para que ambas facciones pudieran explayarse en las razones particulares que tenían para adoptar los planteamientos que defendían con uñas y dientes:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el primer número de «Cuestiones de Filosofía» [en 1947] se publicaron no solo los discursos pronunciados durante el debate, sino también los textos de los discursos de quienes se encontraban fuera del plazo. De particular interés son los discursos de M. E. Selektor y Z. A. Kamensky (…) Para muchos participantes en la discusión, especialmente aquellos que no tenían demasiada experiencia en filosofía, el impulso crítico no estuvo exento de un sentimiento brillante y alegre que surge al acercarse a la verdad. La discusión fue percibida como una etapa de purificación en el camino hacia el ideal científico marxista». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En suma, mientras algunos como Aleksándrov pidieron un mayor «espíritu patriótico» en la evaluación de las figuras rusas del siglo XIX, otros como Kedrov intentaron rebajar esta «borrachera patriótica» recordando el deber de no abandonar el análisis de clase sobre estos autores decimonónicos:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Jugando al fervor patriótico, una serie de filósofos argumentaron que la tradición filosófica rusa necesitaba ser incluida en cualquier historia soviética sobre la filosofía europea. Mientras que un filósofo lamentó la exclusión de la «hermandad de los pueblos eslavos», en general la mayoría de los que hablaron sobre el tema enfatizaron la necesidad de incluir específicamente a los rusos. A lo largo de la discusión, en lugar de «doblegarse al Oeste», Aleksándrov debió enfatizar la significación internacional de los pensadores rusos, incluyendo a Lomonósov, Radíshchev, los decembristas, Belinski, Herzen, Chernishévski y los marxistas rusos. Esto fue emblemático de la falta de «patriotismo ruso» entre los filósofos soviéticos en conjunto. (…) Kedrov trató de rebajar esta ola nacionalista recordando a sus oyentes que las categorías nacionales no eran tan determinantes para el desarrollo histórico y filosófico como las categorías de clase». (Ethan Pollock; Stalin y las guerras científicas soviéticas, 2006)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, la discusión en el frente filosófico de estos años puede resumirse como sigue: por un lado, algunos creían que se estaba exagerando la aportación de la filosofía rusa y su originalidad, mientras que otros defendían que la filosofía rusa no solo era original, sino superior a la de Europa Occidental. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el primer bando se encontraba Z. V. Smirnova, quien denunció a los autores rusófilos por crear de manera artificial una sucesión esquemática de filósofos donde el siguiente iba superando al anterior casi por inercia, creando así, una especie de teleología de superación progresiva de la filosofía rusa, sin prestar atención a los retrocesos y estancamientos: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Z. V. Smirnova, que encabezó el grupo de historia de la filosofía rusa en el Instituto de Filosofía, se pronunció en contra de «ir demasiado lejos» al fundamentar la originalidad de la tradición filosófica rusa y pidió diplomáticamente «abandonar el miedo excesivo a asociar el pensamiento de la filosofía rusa con el pensamiento europeo occidental sobre la base de que el mismo reconocimiento de esta conexión debería llevarnos a la conclusión sobre la falta de independencia y no originalidad del pensamiento ruso». Además, sin citar nombres, Smirnova condenó con bastante dureza las tácticas utilizadas por Iovchuk y Vasetsky en «Ensayos sobre la historia del materialismo ruso en los siglos XVIII y XIX»; la línea de la tradición filosófica se había construido en el libro de tal manera que, cada pensador cronológicamente posterior, resultó ser el sucesor directo del anterior». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Merece la pena rescatar el discurso de Smirnova sobre el creciente «interés» en la filosofía rusa entre los más jóvenes. Según ella, esta afinidad no era sana ni de genuino interés científico, sino motivada por intereses mezquinos y basados en la pura comodidad. Simplemente, la mayoría preferían y tendían a ensalzar la filosofía rusa por su comprensión idiomática y bajo la necia idea que de esa manera no necesitarían estudiar las influencias que la filosofía extranjera pudo tener en la rusa:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Smirnova: «En los últimos tres años, he tenido que enfrentar nuestro trabajo sobre la historia de la filosofía. Muy a menudo, nuestros jóvenes camaradas comienzan a estudiar la historia del pensamiento filosófico ruso no porque les interese, no porque sea de gran importancia científica, sino porque les parece lo más fácil y simple de hacer. Estos camaradas a menudo abordan la historia del pensamiento ruso de manera muy simple. ¿Qué necesito saber para esto? No necesitas saber idiomas, no necesitas saber filosofía de Europa occidental, y ni siquiera necesitas saber literatura rusa, con la que en realidad el pensamiento filosófico ruso estaba estrechamente relacionado». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En este sentido, quizás uno de los discursos más destacables en «Cuestiones de filosofía» (Nº1, 1947) fue el de V. S. Molodtsov. Este ocuparía el cargo de decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad Estatal de Moscú desde 1952 al 1968, mientras que, desde 1960 al 1969, dirigió el Departamento de Materialismo Dialéctico. ¿En qué basó su intervención?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Primeramente, consideraba que el «análisis histórico específico» era a menudo reemplazado por «esquemas muertos, artificiales, científicamente infundados», en donde «muy a menudo nos limitamos a tomar a todos los filósofos materialistas rusos, colocarlos en orden cronológico y desarrollar las opiniones materialistas de cada uno de ellos». Además, según lo veía él, estos esquemas a menudo «bloquean el camino hacia un análisis detallado, concreto y profundo de la formación y desarrollo del materialismo de los pensadores rusos». Muchos filósofos soviéticos operaban bajo la ley del mínimo esfuerzo, en donde no merecía la pena analizar el camino extremadamente complejo del desarrollo de autores como Belinski, pues consideraban, de forma errada, que era «suficiente saber que Belinski llegó al materialismo influenciado por Lomonósov».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En segundo lugar, refiriéndose al pensamiento ruso del siglo XIX, consideraba que este no podía considerarse como «un simple traslado a suelo ruso de las ideas de Occidente» ni a sus autores como «dependientes o poco originales», pues también había que tener en cuenta el «talento» y «fuerza especial» del que hicieron gala. Sin embargo, al mismo tiempo consideraba que a veces los filósofos soviéticos «acaban yendo demasiado lejos» incurriendo en el extremo opuesto, es decir, llegando a «la separación del pensamiento filosófico ruso de la historia del pensamiento europeo occidental», cuando «las relaciones ideológicas interétnicas e internacionales en la historia la filosofía es un hecho histórico indiscutible». De hecho, citaba que, si a nadie le debía molestar el parecido del francés Helvétius con el inglés Locke o del alemán Kant respecto al escocés Hume, no podía ser diferente respecto a los autores rusos y occidentales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En último lugar, sus quejas no se detuvieron aquí, sino que en otro alarde de valentía se atrevió a señalar lo que sigue:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Me parece que una de las deficiencias importantes de nuestro trabajo sobre historia de la filosofía rusa es el análisis insuficientemente profundo y concreto del concepto de «patriotismo». (…) Pero a veces resulta que nos basta cualquier hombre que no sea directamente un oscurantista o un terrible reaccionario, para optar al título de patriota. No siempre pensamos en la cuestión del diferente contenido del patriotismo en diferentes pensadores. Se sabe, por ejemplo, que el oponente más consistente y acérrimo de los eslavófilos, Belinski, veía muchas cosas buenas y justas en los ataques de los eslavófilos a la imitación ciega de Occidente y apreciaba sus méritos en la lucha contra esta imitación. Pero si los eslavófilos eran patriotas y su oponente Belinski era también un patriota, entonces, ¿no hay diferencia entre el patriotismo de los eslavófilos y el patriotismo de Belinski? Si Chernishévski fue un gran patriota revolucionario y Granovsky era un patriota moderadamente liberal, entonces, obviamente, entre el patriotismo de uno y otro también hay una diferencia. Pasamos esto por alto muy a menudo». (Cuestiones de filosofía, Nº1, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, para el año 1953, el debate sobre la originalidad de la filosofía rusa de los siglos XVIII y XIX había terminado y el veredicto era tan contundente como inverosímil:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los filósofos rusos −Herzen, Belinski, Chernishévski, Dobrolyubov− se acercaron más a la cosmovisión científica, dialéctico-materialista que todos los pensadores del pasado». (V. P. Chertkov; El materialismo dialéctico es la visión del partido marxista-leninista, 1953)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este tipo de declaraciones, que pecaban de estrechez de miras nacional, en verdad no podían ser más abiertamente antimarxistas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal». (Karl Marx y Friedrich Engels; El manifiesto comunista, 1848)</i></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxJ9fxR-J310DFcruer3xb_rTdZGgeqavWtS_04Xlf9fcl81sfrvavoy6kFwFWqJO-nzJfUoJCv3qT15NpzAcKFr1I78I7vRsEOT9lRsQ1r014SDxJ5TDHdV_dIyLOdCGuqxkNY0-3SpKA43wymsjFtvDUP9hfyS6qkd2cpp5NHtWZM2XwsKCA5AsgMy71/s1000/La%20conferencia%20filos%C3%B3fica%20de%201947%20y%20la%20cr%C3%ADtica%20a%20la%20metodolog%C3%ADa%20del%20libro%20de%20Aleks%C3%A1ndrov%202.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="667" data-original-width="1000" height="426" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxJ9fxR-J310DFcruer3xb_rTdZGgeqavWtS_04Xlf9fcl81sfrvavoy6kFwFWqJO-nzJfUoJCv3qT15NpzAcKFr1I78I7vRsEOT9lRsQ1r014SDxJ5TDHdV_dIyLOdCGuqxkNY0-3SpKA43wymsjFtvDUP9hfyS6qkd2cpp5NHtWZM2XwsKCA5AsgMy71/w640-h426/La%20conferencia%20filos%C3%B3fica%20de%201947%20y%20la%20cr%C3%ADtica%20a%20la%20metodolog%C3%ADa%20del%20libro%20de%20Aleks%C3%A1ndrov%202.png" width="640" /></a></div><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La conferencia filosófica de 1947 y la crítica a la metodología del libro de Aleksándrov </b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El filósofo soviético T. I. Oizerman recordaba de la siguiente manera cómo fue la famosa conferencia de filosofía de junio de 1947, un evento que dio que hablar décadas después tanto en Occidente como en la propia URSS:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La segunda carta a Stalin de Beletsky se refería al libro de Aleksándrov «Historia de la Filosofía de Europa Occidental», que adolece de los mismos defectos que el III volumen de la «Historia de la Filosofía», a pesar de que Aleksándrov pudo tener en cuenta la decisión del Comité Central con la nueva edición del libro. Nuevamente salió la decisión del Comité Central de discutir el libro de Aleksándrov. El mismo Aleksándrov organizó esto: instruyó a sus adjuntos, M. T. Iovchuk, P. N. Fedoseev, para llevar a cabo una discusión. Y fue bastante bien: hablaron de fallas menores. Pero el Comité Central decidió que esto no era bueno. A. A. Zhdánov hizo un informe. Y luego comenzó: Aleksándrov fue golpeado muy gravemente. Por alguna razón, Beletsky no estuvo presente, probablemente estaba enfermo, pero presentó el texto y se publicó en el primer número de «Cuestiones de filosofía». (Boletín de la Universidad de Moscú; Filosofía, Nº6, 2004)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Uno no puede embarcarse a explicar la constante inestabilidad en el campo filosófico sin entender las luchas internas de sus protagonistas. Vale la pena apuntar un hecho que es a la par anecdótico y significativo. Hacia el año 1944, el famoso filósofo soviético Georgi Aleksándrov, jefe del Departamento de Agitación y Propaganda, se distinguía en aquel entonces por ser un feroz crítico de otros historiadores que, siempre según él, no juzgaban correctamente la historia y tendían a «infravalorar lo ruso». Sin embargo, en junio de 1947, él mismo sería objeto de crítica por Andréi Zhdánov durante una conferencia pública por el trato tan cuestionable que había dado en su libro «Historia de la filosofía de Europa occidental» (1945) a la filosofía de Hegel y Fichte, lo que le costaría su puesto como jefe de departamento. Cabe anotar antes de continuar que, aun con la crítica lacerada de Zhdánov, gracias a su relación con Malenkov y a escritos laudatorios, como la obra «El camarada Stalin sobre el papel del lenguaje en el desarrollo de la sociedad» (1951), Aleksándrov pronto lograría ser nombrado y amparado como director del Instituto de Filosofía. También perseveró en este cargo en los años 60, es decir, durante el jruschovismo. Durante el apogeo de su amigo Malenkov, llegaría a ser nombrado ministro de Cultura en 1954, aunque perdería su puesto debido el escándalo sexual del «Caso de los gladiadores» (1955). Todo ello demuestra que, aunque Aleksándrov cayese en desgracia momentáneamente, solo tuvo que esperar lo suficiente para ser recolocado en puestos de suma importancia. Un acto de prudencia y astucia que repitió en varias ocasiones.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, los motivos de Zhdánov para emitir públicamente esta crítica, que pasaría a los anales de la historia, no se reducían solo a la necesidad de corregir las deficiencias del trabajo de Aleksándrov −su «objetivismo burgués» a la hora de lidiar con las figuras históricas de la filosofía−, sino también a la urgencia de espolear y cambiar todo el trabajo en el frente filosófico −señalando la falta de innovación y ambición en las disertaciones, tesis doctorales y demás, como veremos más adelante−.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En primer lugar, Zhdánov señaló cómo Aleksándrov pecaba en su labor filosófica de formalismo, pues utilizaba citas de autores rusos sin sustancia e intentaba fusionar eclécticamente filosofías que eran totalmente contrapuestas entre ellas: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Las citas de Chernichévski, Dobrolioubov y Lomonósov están traídas por los cabellos y no tienen evidentemente ninguna relación directa con el sujeto. Pero no es esa la cuestión. Las citas de esos grandes sabios y filósofos rusos se han escogido torpemente y las posiciones teóricas que expresan son falsas y hasta diré que perjudiciales desde el punto de vista marxista. No tengo la menor intención de disminuir la importancia de los autores de esas citas, que están escogidas arbitrariamente y se refieren a propósitos sin ninguna relación con aquellos a que tiende el autor. Lo importante es que utiliza a Chernichévski para demostrar que los fundadores de sistemas filosóficos diferentes e incluso contradictorios deben mostrarse tolerantes el uno hacia el otro. (…) Así, no es por casualidad por lo que el camarada Aleksándrov, antes de criticar al menor filósofo burgués, rinde «homenaje» a sus méritos y le inciensa. (...) Si se desarrollaran tales concepciones entre nosotros, nos conducirían inevitablemente al objetivismo, al servilismo con respecto a los filósofos burgueses y a la exageración de sus méritos, a despojar nuestra filosofía de un espíritu militante y ofensivo, significaría separarse del principio fundamental del materialismo, de su toma de posición». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la Filosofía, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En segundo lugar, el motivo por el que Zhdánov evidenció varias deficiencias en el trabajo de Aleksándrov fue porque este realizó una distinción entre filosofía rusa y mundial de manera mecánica:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Cualesquiera que sean los motivos que haya tenido el autor para excluir la historia de la filosofía rusa de una historia general de la filosofía, el hecho de silenciarla equivale objetivamente a minimizar el papel de aquella y a dividir artificialmente la historia de la filosofía en historia de la filosofía occidental y en historia de la filosofía rusa, sin que el autor trate, ni mucho menos, de justificar la necesidad de tal división. Esta división, perpetúa la distinción burguesa entre cultura «occidental» y cultura «oriental», y considera al marxismo como una corriente regional del «Occidente». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la Filosofía, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto, además, nos demuestra que Zhdánov no era un nacionalista ruso «per se», ya que pese a las posiciones prorrusas que sostuvo en más de una ocasión −como en la propuesta de una nueva constitución soviética de 1947−, en otras situaciones intervino y corrigió a sus compañeros en sus posiciones prorrusas si con ello creía estar rehabilitando la verdad histórica. En cambio, las teorías de historiadores como Tarle, Adzhemyano o Grekov sí que pueden considerarse directamente como una tendencia no solo rusófila, sino de abandono del análisis de clase, es decir, de un abierto chovinismo ruso hasta el punto de no distinguirse de los historiadores más serviles del zarismo. Lo mismo veremos aquí, en el campo filosófico, con expresiones como las de los filósofos Iovchuk y Vasetsky. Es indudable que estos debates, como algunos en otras áreas, acabaron adquiriendo unos tonos y llegaron a unas conclusiones que presagiaban el acusado cariz nacionalista que estaba tomando la URSS con su rusofilia. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Al parecer, tras cuatro meses desde la discusión de junio de 1947, el panorama no cambió demasiado, la situación continuaba, en lo esencial, en el mismo punto muerto. En este sentido, algunos de los que siguieron con interés el debate sobre la situación del frente filosófico mostraron su preocupación y molestia por la tardanza en ver las prometidas correcciones. Tanto el político Dmitri Shepílov como el químico Yuri Zhdánov −hijo de la figura protagonista en el debate− se quejaron de presenciar cómo multitud de bandos filosóficos se enfrascaban en discusiones hilarantes que en nada interesaban al público:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El 26 de diciembre de 1947, D. T. Shepílov y Yuri A. Zhdánov enviaron un memorando «Sobre la situación en el frente filosófico» a los secretarios del Comité Central del Partido Comunista de toda la Unión (bolcheviques), Andrey A. Zhdánov, A. A. Kuznetsov y G. M. Popov. Afirmaron que no ha habido cambios en los seis meses transcurridos desde la discusión. Insatisfactorio: se otorgaron calificaciones, en particular, a la revista «Cuestiones de filosofía». Según Shepílov y Yuri Zhdánov, «en el mejor de los casos, el personal editorial está marcando el tiempo, volviendo a contar y comentando posiciones conocidas, en el peor, dando un paso atrás», ajustando cuentas con el antiguo liderazgo filosófico: Deborin, Mitin, Yudin. «Este ajuste de cuentas, en el que no hay ni una pizca de crítica de principios de la esencia de ciertos puntos de vista, se da bajo la apariencia de un análisis histórico del desarrollo de la filosofía soviética». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Incluso, dos años después, en 1949, varios de los espectadores, como Chesnokov, comentaron lo mismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Uno de los reproches de Mitin contra la nueva junta editorial fue el «menosprecio» de los errores de Aleksándrov y Kedrov. El Comité Central exigió que el nuevo editor en jefe Chesnokov rindiera cuentas. El 5 de julio de 1949 Mitin escribe una extensa carta al secretario del Comité Central del PCUS (b) M.A. Suslov, donde prueba que «estas acusaciones no tienen base y son calumniosas». Mientras Chesnokov considera que las acusaciones contra Kedrov y Aleksándrov son un ajuste de cuentas personales. «Es bien sabido», escribe, «que los académicos Mitin y Aleksándrov se odian y se temen mutuamente, están dispuestos a aprovechar cualquier oportunidad para comprometerse mutuamente y crear una impresión desfavorable el uno del otro en la opinión del Comité Central, y al mismo tiempo, no se atreven a hablar abiertamente y con claridad en las reuniones o en la prensa criticando los errores mutuos». (A. S. Sonin; Los años difíciles del académico B. M. Kedrov, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Las críticas de Selektor, Smirnova, Molodtsov y otros hacia los filósofos que se deslizaban por la senda del nacionalismo ruso fueron duramente respondidas por el bando rival, capitaneado principalmente por Iovchuk y Aleksándrov, entre otros:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El discurso de M. T. Iovchuk, entonces secretario del Comité Central del Partido Comunista de Bielorrusia para la ideología, combinaba ataques agresivos contra Smirnova con la retórica en toda regla de la campaña posterior contra los «cosmopolitas»: (…) «En este sentido, creo que la camarada Smirnova está enviando a los camaradas que estudian filosofía rusa a la dirección equivocada cuando ella declara que hablamos poco acerca de las influencias de Europa Occidental y demasiado a menudo enfatizamos la independencia del pensamiento filosófico ruso. Todavía tenemos que desacreditar por completo, enterrar finalmente la leyenda de la completa dependencia del pensamiento ruso en países extranjeros». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Cómo se resolvió la cuestión? Fijémonos mejor en los hechos. Ya a mediados de 1947 el Comité Central del PCUS instó a escribir un nuevo libro sobre la historia de la filosofía rusa bajo la dirección de G. F. Aleksándrov, M. A. Dynnik, M. T. Iovchuk, B. M. Kedrov, M. A. Leonov, M. B. Mitin, O. V. Trakhtenber, entre otros, mientras V. Smirnova y A. Kamensky no fueron incluidos, lo que indicaba que dos de los elementos que más habían bregado contra la irrupción del nacionalismo ruso serían excluidos. Finalmente, como tanto solía ocurrir en la URSS con los proyectos de sacar adelante manuales de economía o de historia, la tardanza fue notable, pasándose de las primeras 50 páginas iniciales en un volumen hasta prolongarse a 80 páginas y dos volúmenes en 1949. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dos años después, el trío formado por Konstantinov, secretario de la organización del partido en el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS; Chesnokov, el editor jefe de la revista «Cuestiones de filosofía»; y Aleksándrov, director del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS, elaboraron un memorándum sobre lo que a su parecer debían de ser las «medidas para liquidar el cosmopolitismo en filosofía». ¿Cuál era su queja principal? Que diversos autores habían denunciado que en la agitación y propaganda se había sustituido el «papel de la clase obrera» por el «papel del pueblo ruso» (sic): </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Selektor, Kamensky, Kryvelev, Goldentricht difundieron la blasfemia contra el pueblo ruso, lucharon contra el verdadero papel histórico del pueblo ruso tanto en la historia de Rusia como en la construcción del comunismo. Selektor posee la tesis falsa de oponer el papel dirigente de la clase obrera al papel destacado de la nación rusa. Este dijo: «Hasta ahora se hablaba del papel dirigente de la clase obrera; ahora, por alguna razón, se habla del papel dirigente del pueblo ruso». (Carta de los líderes del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS y la revista «Cuestiones de Filosofía» a G. M. Malenkov sobre la lucha contra el cosmopolitismo, 21 de marzo de 1949)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Finalmente, como todo el mundo sabe, el grupo de filósofos rusófilos obtuvo la victoria. Este, en lo sucesivo, reclamó para sí el botín de la «batalla filosófica» que acababan de ganar, tomando, por así decirlo, cautivos a sus «enemigos» −los llamados «cosmopolitas»− y expulsándolos de sus principales «plazas» en los departamentos e institutos de filosofía:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En la crítica literaria y en el contexto de la propaganda sistemática hubo una promoción de ideas patrióticas de originalidad y superioridad de la ciencia y la cultura rusas, que comenzó en 1944. (...) La formulación final de este ideologema se remonta a la primera mitad de 1948, cuando los tópicos terminológicos periodísticos «servilismo» y humillación ante Occidente fueron suplantados por «cosmopolitismo desarraigado» y dialécticamente conectados con el «nacionalismo burgués». Desde el punto de vista de las tendencias políticas a largo plazo, la derrota del «grupo» de Smirnova, Kamensky y Selektor estaba predeterminada, pero luego, en junio de 1947, esperaban unirse con el partido para condenar a Iovchuk. Además, un grupo de historiadores de la filosofía rusa, B. M. Kedrov, M. M. Rosenthal, I. A. Kryvelev, A. Milner y otros se metieron más tarde en la lista de los «cosmopolitas». (…) Algunos lograron escapar del golpe con pérdidas mínimas y luego recuperar la ventaja». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El destino final de la discusión no es algo que deba sorprender demasiado al lector, sobre todo si recuerda cómo documentamos en otros capítulos que el auge del nacionalismo ruso se produjo como mínimo desde finales de los años 30 y que, aunque de forma progresiva, disimulada y con avances y retrocesos, terminó por dominar en todos los ámbitos de la vida soviética. </span><span style="font-family: georgia;">Véase los capítulos: «</span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/04/el-giro-nacionalista-en-la-evaluacion.html" style="font-family: georgia;">El giro nacionalista en la evaluación soviética de las figuras históricas</a><span style="font-family: georgia;">» (2021), </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;"><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/08/los-polemicos-debates-entre-los.html">Los polémicos debates entre los historiadores soviéticos sobre los orígenes del pueblo ruso</a></span><span style="font-family: georgia;">» (2021)</span><span style="font-family: georgia;"> y «</span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/12/las-terribles-consecuencias-de.html" style="font-family: georgia;">Las terribles consecuencias de rehabilitar la política exterior zarista en el campo histórico soviético</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhd6yKu_OOipDA4GpvRhXQKNOlfc8c0xxk3bRs_1OZ0s83pLyQIyrQ_YyPniPWcnYXVJ5I5WxuvN0v1DCN2GpaxjNe4h1adMLWSA0ZY73dDni0kAd6xpkcB3LYcpbCmuiRGMh8SjDk2NDVV6BQYViI5dSgHVYyQ0H1maoi9IO9uptwu64xFW7PW0XJ4GfNx/s960/filosofia%20sovietica.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhd6yKu_OOipDA4GpvRhXQKNOlfc8c0xxk3bRs_1OZ0s83pLyQIyrQ_YyPniPWcnYXVJ5I5WxuvN0v1DCN2GpaxjNe4h1adMLWSA0ZY73dDni0kAd6xpkcB3LYcpbCmuiRGMh8SjDk2NDVV6BQYViI5dSgHVYyQ0H1maoi9IO9uptwu64xFW7PW0XJ4GfNx/w640-h480/filosofia%20sovietica.jpg" width="640" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><b style="font-family: georgia;">¿Qué problemas recurrentes tuvo la filosofía soviética durante el periodo stalinista?</b></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El conflicto sobre la mayor o menor originalidad de la filosofía rusa respecto a la occidental −que no tenía demasiada dificultad como hemos visto− fue paralelo a toda una serie de carencias y vicios de los filósofos soviéticos y que, en realidad, eran temas de mucha mayor urgencia. Hablamos de problemas que no eran puntuales, sino que se repetían de tanto en tanto, como por ejemplo el coartar el libre debate, el arribismo, el amiguismo, el engreimiento y la endogamia de los presuntos expertos:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El discurso más inusual e incluso sensacional en la discusión de junio pertenece a Kamensky. (...) El primer objeto de su ataque son «los vicios burocráticos y proteccionistas en la organización de nuestro trabajo científico, en el sistema de publicación de trabajos científicos en ciencias sociales». Aparentemente, creyendo en la sinceridad de los llamamientos de Zhdánov a una crítica fundamental de las deficiencias existentes «en el frente filosófico», Kamensky extendió su crítica a la dirección filosófica del partido y pasó a generalizaciones peligrosas: «Estos vicios son una de las formas del «grupismo», ese liderazgo de la ciencia filosófica... Sólo nuestros principales camaradas gozan del derecho de publicación más o menos sin trabas». El significado de esta observación se vuelve más claro si tenemos en cuenta que en ese momento cientos de páginas de trabajos científicos inéditos yacían en el escritorio de Kamensky. (...) «Nuestros principales camaradas... no eran ni son, en su mayor parte, al mismo tiempo científicos importantes. De hecho, son más administrativos que científicos. Durante su existencia en la Academia de Ciencias, el Instituto de Filosofía estuvo encabezado por turnos, si no me equivoco, hubo cuatro directores: Mitin, Yudin, Svetlov, Vasetsky. Pero nombre al menos uno de sus trabajos que abriría una nueva página en la ciencia filosófica». (...) La posición crítica de Kamensky en relación con el liderazgo filosófico fue compartida por algunos otros participantes en la discusión. Todos hablaron en su propio nombre y no trataron de aunar esfuerzos. Y. A. Milner, que estaba entonces preparando una nueva versión del desafortunado tercer volumen de la «Historia de la Filosofía», lo expresó de esta manera: «Tan pronto como una persona asuma un puesto de alto nivel, aunque este puesto ejecutivo sea solo el puesto de director de Instituto de Filosofía, instantáneamente se convierte en dueño de esta absoluta verdad marxista». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto no parece una invención. Hubo reportes de algunos de los cuadros más veteranos, como S. A. Lozovski, sobre prácticas indecentes de promoción a amigos y conocidos. Los ejemplos de nepotismo demuestran que, en la vida soviética, pese a los intentos de crear una nueva moral superior, esta aún no estaba exenta de este tipo de fenómenos tan típicos de la sociedad capitalista y la ideología burguesa:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Un miembro del Comité Central, jefe del Sovinformburo S. A. Lozovski participó en la discusión. (…) Envió el texto de su discurso, donde golpeó al adjunto de Aleksándrov, es decir, M. T. Iovchuk. «Cuando leí que Iovchuk inmediatamente recibió su doctorado, y antes de la publicación del libro se convirtió en miembro correspondiente de la Academia de Ciencias, me interesaron mucho las dimensiones de este prodigio, que inmediatamente se saltó varias etapas que son obligatorias para todo investigador», escribió Lozovski. Pero resulta que es simple: los diputados elogian al patrón, el patrón a su vez los elogia y promueve a sus diputados». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; El caso del académico G. F. Aleksándrov. Episodios de los 40)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pese a ello, algunos intentaron resistirse pasando de la defensa al ataque. En este sentido, merece la pena rescatar la crítica que el filósofo Kedrov dedicó en junio de 1948 al cochambroso estado de la filosofía soviética de aquel entonces:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En junio, B. M. Kedrov firmó el tercer número de «Cuestiones de Filosofía» para su publicación. Abrió con un fuerte ataque contra el dogmatismo y la repetición de verdades marxistas generales. Una de las redacciones del artículo principal, probablemente escrito por Kedrov, merece una atención especial. En «Nuestra filosofía», dice el artículo, «es una ciencia muy concreta. Su tarea, como señaló Engels, es combinar los resultados de las ciencias positivas utilizando el método dialéctico». De ahí la conclusión de que «quien es considerado filósofo entre nosotros debe conocer no solo el propio instrumento que utiliza, sino al menos un área especial de conocimiento −matemáticas, física, biología, historia, economía política, derecho, etcétera−, que él, como filósofo, debe impregnar con el método marxista». «Así aparecen los filósofos que no hacen nada más que masticar las citas y proposiciones que han memorizado o, tratando de abordar nuevas cuestiones, se limitan a conversaciones y esquemas vacíos, a menudo erróneos, sobre estas nuevas cuestiones». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, ya en el siglo XIX Antonio Labriola advirtió contra el peligroso intento de vulgarizar el marxismo, reduciéndolo a una especie de fanatismo semireligioso; en donde la búsqueda de las obras de Marx y Engels no era motivo para el estudio y crítica científica, para contrastar las conclusiones con la realidad siempre cambiante y multifacética, sino para canonizar los «textos sagrados» y aprenderse de memoria sus sentencias de forma acrítica. Véase la obra de Antonio Labriola: «Filosofía y socialismo» (1897). Este tipo de quejas tampoco se diferenciaban mucho a lo que el propio Stalin comentaría más tarde con la cuestión de Marr y su monopolio en el campo lingüístico. Recordemos cómo Stalin quedó sorprendido por la abundante presencia en esta esfera de comunistas «talmudistas», es decir, de presuntos «especialistas» que tan solo se limitaban a repetir las «citas sagradas», sin reflexionar sobre en qué contexto histórico fueron escritas y bajo qué conocimientos. Para más inri, combinaban esta práctica con todo tipo de teorías especulativas en el campo de la lingüística que eran presentadas como el «ultimísimo descubrimiento del marxismo». Véase la obra de Stalin: «El marxismo y los problemas de la lingüística» (1950).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, este tipo de episodios ligados a intentar suprimir por decreto a quienes manifestaran dudas o críticas se reflejó también en el debate sobre las ciencias naturales de 1948. Según los recuerdos de Kedrov, el ingeniero agrónomo, T. D. Lysenko, exigió que en la revista se apoyase solo su punto de vista, suprimiendo el libre debate: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«S. I. Vavilov expresó el deseo de que aparezcan artículos similares en otras ramas de las ciencias naturales, especialmente la astronomía y la biología. Cumplimos este deseo publicando en el Nº2 de la revista de 1947 un artículo del académico T.D. Lysenko y, refiriéndose a una carta personal de Stalin dirigida a él con una promesa de apoyo, exigió que nuestra revista reconociera incondicionalmente solo sus puntos de vista como correctos y no los puntos de vista de algunos otros biólogos [morganistas y mendelistas] de antemano. Exigencia que fue categóricamente rechazada y condenada por nosotros. Entonces le dije que nuestra revista se adhiere a los principios y procedimientos para realizar discusiones científicas libres, siguiendo el ejemplo de la discusión filosófica de 1947, es decir, aquellas discusiones en las que la verdad no se decreta ni se impone, sino que se prueba con la ayuda de argumentos estrictamente científicos (…). Lysenko se enojó mucho, dijo que luego iría a «Literaturnaya Gazeta», donde lo recibirían con los brazos abiertos, cerró la puerta y se fue. (…) En el Nº2 de la revista se reflejaron ambos puntos de vista, tanto el de T. D. Lysenko como el de sus opositores. Sin embargo, nuestros oponentes pronto nos pusieron la etiqueta de «antimichurinistas», «mendelistas-morganistas». (B. M. Kedrov; Cómo se creó nuestra revista. La cuestión de una nueva revista en una discusión filosófica en 1947, 1988)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Más allá de la evolución posterior de la figura de Kedrov −siendo un filósofo más del jruschovismo, como la gran mayoría de viejos filósofos stalinistas−, creemos que es necesario rescatar algunos de sus trabajos emitidos en aquellos días, no por un fetiche personal nuestro, sino porque gracias a dichos artículos podemos hacernos un cuadro general muy lúcido de las serias deficiencias que existían en el frente filosófico. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su artículo «Nuestras tareas» (1947) se apuntó que la mayoría de los filósofos no estudiaban la aplicación de las «leyes más generales» sobre casos concretos, sino que dedicaban la mayor parte del tiempo a charlatanerías y moverse en círculo sobre cosas ya conocidas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El hecho de que la dialéctica sea la ciencia de las leyes más generales del desarrollo no sólo no anula, sino que, por el contrario, exige que estas leyes generales no sean estudiadas en general, sino sobre la base de condiciones sociohistóricas o naturales específicas, sobre el material científico en el que encuentran su expresión específica. Ignorar este requisito por parte de muchos de nuestros filósofos profesionales conduce al hecho de que su pensamiento se mueva a una velocidad ociosa y, a menudo, se reduce a palabras vacías y disputas infructuosas». (Cuestiones de filosofía, Nº2, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otra de las críticas más demoledoras se basó en señalar cómo algunas de las principales eminencias filosóficas de la URSS llevaban tiempo sin publicar nada de interés, algo que era imposible de concebir en otros países:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sería lógico llamar filósofo sólo a aquel que ya ha publicado sus obras filosóficas en forma impresa. En nuestro país, en tanto, se suele considerar de antemano filósofo a aquel que no ha publicado casi una sola línea sobre filosofía. Entre nuestros filósofos hay quienes generalmente son incapaces de realizar trabajos científicos sobre filosofía y escribir algo sobre temas filosóficos. Hay pocos «filósofos» de este tipo y apenas vale la pena hablar de ellos ahora, aunque a veces llevan títulos académicos... ¿Por qué, de hecho, algunos camaradas que se consideran filósofos llevan los títulos de académicos, miembros correspondientes, profesores, doctores? Hace mucho tiempo que no aparecen en la prensa con obras serias, ¿por qué no dan a nuestro país los libros que necesita sobre cuestiones filosóficas? Ahí están, por ejemplo, los académicos A. M. Deborin y M. B. Mitin. ¿No podrían hacerlo los filósofos elegidos por los miembros correspondientes de la Academia de Ciencias de la URSS, como, por ejemplo, el camarada P. N. Fedoseev, quien, después de defender su tesis doctoral, nunca apareció con un trabajo serio sobre cuestiones de filosofía marxista-leninista? ¿Por qué muchos doctores en ciencias filosóficas, así como profesores, que deberían haber defendido sus tesis doctorales hace mucho tiempo, no presentan trabajos monográficos?». (Cuestiones de filosofía, Nº2, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El estado de la filosofía soviética fue tan precario en algunos momentos que esta no solo no contaba con el correspondiente personal, sino que durante algún tiempo la filosofía parecía subordinada a la historia y sus organismos como un apéndice suyo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La falta de personal llevó a que, en 1939, por decisión del Comité Central del Partido Comunista de toda la Unión (bolcheviques) y del gobierno soviético, se estableció un departamento filosófico sobre la base del Departamento de Materialismo Dialéctico e Histórico de la Facultad de Historia de la Universidad Estatal de Leningrado. Los departamentos y facultades creados eran pequeños, los departamentos carecían de personal, ya que no había un número suficiente de maestros cualificados. Incluso en Leningrado, los departamentos de psicología y lógica creados en 1944 solo contaban con personal en 1947». (Natalia Grigorievna Baranets; «Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX» 2008)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Según los propios datos que proporcionó N. G. Baranets, en 1948 el Ministerio de Educación Superior realizó una encuesta única de profesores de ciencias sociales, en ella se apuntó que en torno al 75,6% de los profesores no tenían títulos. A su vez, un memorándum secreto al Comité Central del PCUS señaló que el 23% del personal docente en los departamentos de filosofía no inspiraba confianza política.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyY79PQKr_IPKd6ISJe7mdQDA0LzCD9fIPmiUkUqqqaHBiunMyKIl8EYMI246jynaARS7k3TGdum5MSBTN_cJY2CD-XDwYzUhwdWsEYzVMnI3nBy5IVwkzSwpgi9fd2A6WgdG-eILPtZzaInRgUD7BUeA2xBkW-sfc_R-Hu3NRrVmNdDqExhTKREXY9DaZ/s817/La%20fundaci%C3%B3n%20de%20la%20revista%20%C2%ABCuestiones%20de%20filosof%C3%ADa%C2%BB%20y%20el%20papel%20de%20Kedrov%202.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="613" data-original-width="817" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiyY79PQKr_IPKd6ISJe7mdQDA0LzCD9fIPmiUkUqqqaHBiunMyKIl8EYMI246jynaARS7k3TGdum5MSBTN_cJY2CD-XDwYzUhwdWsEYzVMnI3nBy5IVwkzSwpgi9fd2A6WgdG-eILPtZzaInRgUD7BUeA2xBkW-sfc_R-Hu3NRrVmNdDqExhTKREXY9DaZ/w640-h480/La%20fundaci%C3%B3n%20de%20la%20revista%20%C2%ABCuestiones%20de%20filosof%C3%ADa%C2%BB%20y%20el%20papel%20de%20Kedrov%202.png" width="640" /></a></div><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La fundación de la revista «Cuestiones de filosofía» y el papel de Kedrov</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la «Editorial» de «Cuestiones de filosofía» (Nº1, 1947) se comentó cuáles eran los objetivos de la nueva revista filosófica que se iba a lanzar de forma periódica. Reproduzcamos al lector los extractos más importantes:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los filósofos soviéticos deberían ser la vanguardia de los trabajadores en el frente ideológico, librando una ofensiva a gran escala contra los restos del capitalismo en la mente del pueblo soviético; deben librar una lucha ofensiva contra la ideología corrupta y burguesa, contra el oscurantismo y la reacción en todas sus manifestaciones en el exterior. Los filósofos soviéticos deben generalizar creativamente los descubrimientos de las ciencias naturales modernas, siguiendo el modelo clásico: el libro de Lenin «Materialismo y empiriocriticismo» (1909)». (…) Perseguir constantemente de Lenin el principio partidista en la filosofía. (…) Al mismo tiempo, se necesitan disputas creativas, se necesitan agudas críticas bolcheviques y autocrítica, que ayudarán a comprender y generalizar el nuevo material de la vida social, la ciencia y el arte modernos de manera más profunda y completa. Las discusiones científicas más fructíferas se llevarán a cabo en las páginas de la revista, con lo cual harán frente con mayor éxito a sus tareas». (Cuestiones de filosofía, Nº1, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cabe destacar que otros fenómenos inadmisibles, como la baja producción filosófica en los medios de expresión, no fueron carencias pasajeras, sino que en muchos momentos se convirtieron en situaciones crónicas. Esto no se llegó a solucionar ni siquiera cuando se debatió a propósito el tema −como en la conferencia de 1947− y se intentaron tomar medidas al respecto. Por ejemplo, N. G. Baranets nos confirma que, tras el debate contra los «deborinistas» en los años 30, la revista «Bajo la bandera del marxismo», fundada en 1922, bajó súbitamente el ritmo de publicación y en 1944 la revista «se extinguió». Lo mismo puede decirse de «Cuestiones de filosofía», fundada en 1947 con el objetivo de ser una plataforma para el debate, así como arrojar luz en las tareas y retos de la filosofía que Zhdánov postuló. En cambio, el resultado fue igual de pobre en la era stalinista, ya que «de 1948 a 1950 la revista se publicó tres veces al año, en 1951-1957, 6 veces al año, y la circulación aumentó de 20 mil a 50 mil copias». Véase la obra de Natalia Grigorievna Baranets: «Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX» (2008).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, para comprender las deficiencias que sufrió esta famosa revista, «Cuestiones de filosofía», hay que entender el contexto de lucha fraccional permanente ya mencionado antes. Desde el comienzo de su publicación la revista se vio envuelta en diversos problemas, ya que, según relata Kedrov en sus recuerdos de 1988, la máxima dirección política −Stalin, en particular−, viendo los precedentes que había habido en años anteriores en el campo filosófico, no se fiaba de que sus profesionales pudieran sacar adelante un trabajo tan ambicioso, temiendo la reapertura de debates estériles y pomposos que serían una nueva pérdida de tiempo y energía: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por alguna razón, fue el 17 de julio que los problemas de reorganización de personal en el liderazgo de la ciencia filosófica se resolvieron «con urgencia». P. F. Yudin dio su consentimiento por escrito para dirigir el instituto. Como ya se mencionó, prometió «sacar esta sección del trabajo ideológico». Aleksándrov propuso a Iovchuk para el puesto de director. La cuestión de la posición del director permaneció sin aclarar hasta el otoño, y se decidió nombrar a Kedrov como editor jefe. Kedrov escribe que a mediados o en la segunda quincena de julio, Zhdánov lo llamó y le dijo que tenía instrucciones preliminares de Stalin de no dar su consentimiento para la creación de una revista filosófica, pero después de que terminaron las discusiones, «informó a Stalin que los filósofos mostraron un fuerte deseo de tener su propia revista especial. A esto, Stalin, según Zhdánov, le respondió que, si realmente quieren tener su propia revista, entonces se les debería permitir hacerlo, pero les recordó que ellos mismos tendrán que responder, y con sus propias cabezas». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero esto no fue todo, pues en lo referente a cómo recibieron los propios filósofos esta gran oportunidad de lanzar una nueva revista a nivel nacional, solo cabe mencionar que esta se convirtió en un escaparate más para que cada uno pudiera explotar sus disputas ideológicas, así como también sus viejos odios personales. En este caso, los opositores al editor jefe Kedrov aprovecharon el más mínimo fallo −real o ficticio− para echar abajo el proyecto, aun cuando muchos de ellos participaban de las discusiones y cometían deslices no menos flagrantes: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por supuesto, ninguno de los filósofos iba a inclinarse por la revista, pero los editores, encabezados por B. M. Kedrov e I. A. Kryvelev, sintieron bien la hostilidad de «Literaturnaya Gazeta», que fue utilizada por M. B. Mitin para sus propios fines. El ex miembro del consejo editorial de la revista «Bajo la bandera del marxismo» A. A. Maksimov estaba esperando que «Cuestiones de la filosofía» cometiera un error político para atacar. La denuncia de Kedrov de Maksimov fue recibida por Zhdánov ya en febrero de 1948, cuando ya se había publicado el segundo número −y el primer número real, que fue compilado por los editores−. Maksimov llamó la atención del Comité Central de que el editor en jefe estaba distorsionando la línea de Zhdánov en el artículo principal «Sobre nuestras tareas». El nuevo jefe del Departamento de Propaganda, D. T. Shepílov y Yuri A. Zhdánov, sugirieron que se ignorara la declaración de Maksimov, entendiendo bien su tendenciosidad». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El filósofo soviético Mitin tuvo su apogeo durante los años 30 del stalinismo, después sufrió un periodo de cuestionamiento temporal en los 40, y finalmente este stalinista arrepentido acabó dirigiendo la revista «Cuestiones de filosofía» entre los años 1960-68 del jruschovismo. Esto ya certifica una vez más la inestabilidad de la filosofía soviética, la falta de cuadros y la indecisión de los altos mandos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo al tema principal, Kedrov en su artículo «Sobre los «Cuadernos filosóficos» de Lenin», publicado en «Cuestiones de Filosofía» (Nº2, 1947), puso el dedo en la llaga respecto al inadecuado trato que algunos filósofos soviéticos daban a la obra de Lenin «Cuadernos filosóficos» (1916). Esta fue una colección de resúmenes, apuntes y hasta notas sarcásticas del autor. Por ende, queda claro que: «No era una obra literaria ordinaria que el autor pretendiese publicar; ni siquiera son notas dirigidas y destinadas a otros para la publicación», sino «bocetos hechos por Lenin exclusivamente para él». Esta «contiene muchas notas y simples extractos de los escritos de Hegel y otros filósofos» como Aristóteles, Feuerbach, Deborin o Rey, estando gran parte de dicho material «destinado para su posterior estudio y procesamiento crítico». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En palabras de Kedrov, los «Cuadernos filosóficos» de Lenin contienen en su mayor parte un «material fragmentario», es decir, «registros de pensamientos que se le ocurrieron directamente mientras leía libros de filosofía». En ocasiones «Lenin hizo sus comentarios en los márgenes del texto o debajo», a menudo, Lenin «expresó los pensamientos de Hegel con sus propias palabras, poniendo entre comillas». Incluso había partes de dudosa identificación porque, debido a la labor de los editores, «el material aún sin procesar tomado por Lenin de Hegel, y las ingeniosas formulaciones y proposiciones pertenecientes al mismo Lenin se intercalan» por lo que era «difícil incluso averiguar cuáles son los pensamientos que pertenecen aquí a Hegel y cuáles a Lenin».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta falta de seriedad se ha repetido, como vimos en otras ocasiones, en décadas posteriores fuera de la URSS, ya que ha habido toda una serie de históricos filósofos que han pecado de esto mismo: apuntalando cada palabra emitida en dicha obra como oro en paño −aunque fueran aforismos−, presentándola como lo más inmaculado y alto de la filosofía leninista. Todo ello, a la vez que ignoraban o despreciaban otras obras de Lenin por no ser estrictamente «filosóficas», sino «políticas» o «económicas» −aunque tengan múltiples lecciones desde la óptica filosófica−. Ni qué decir de aquellos «filosofuchos» −como Astrada, Vázquez, Sacristán o Netto− que ya, directamente, menosprecian o calumnian la principal obra filosófica de Lenin «Materialismo y empiriocriticismo» (1909), la cual fue destinada precisamente a la polémica contra los adversarios del materialismo y en donde el autor se explayó en cada cuestión de una forma comprensible para el lector no ilustrado. </span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">Véase el capítulo: «<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2022/05/es-cierto-que-el-marxismo-menosprecia-o.html">¿Es cierto que el marxismo menosprecia o cercena el papel del hombre en la historia?</a>» (2021).</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo al tema, Kedrov advirtió de las deficiencias y poca escrupulosidad con que se trataba dicha recopilación que fue «Cuadernos filosóficos» (1916). Por ejemplo, el hecho de que Lenin anotase en un borde de una obra de Hegel lo que este deseaba comunicar, no podía considerarse siempre como la propia opinión de Lenin del tema, como suponían algunos intérpretes, sino que, a veces, era una propia aclaración para Lenin de cara al futuro. Así lo recordó años después, en 1988: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Primero, en mi artículo, enfaticé que el lanzamiento de las 100.000 ediciones de «Cuadernos filosóficos» en 1947 significó que el lector en general estaba realmente orientado hacia el estudio de estos cuadernos, mientras que sus editores literalmente no hicieron nada para advertir al lector que estaba inacabado. Una obra, una colección de notas preparatorias, y que por lo tanto es necesario, al estudiarlas, «encontrar lo que es verdaderamente leninista, fundamental, y separar las proposiciones más valiosas de la dialéctica materialista, formuladas por Lenin, de extractos de las obras de Hegel y otros autores». (B. M. Kedrov; Cómo se creó nuestra revista. La cuestión de una nueva revista en una discusión filosófica en 1947, 1988) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aunque resulte incomprensible, esto fue para muchos un motivo para acusar al autor de oponerse a Lenin o infravalorar su obra:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sin embargo, con el predominio del método de extraer frases y semifrases individuales y atribuirles un significado distorsionado, algunos filósofos pronto le dieron a mi pensamiento un significado completamente absurdo, como si en general estuviera en contra de la publicación masiva de «Cuadernos filosóficos». Todo esto, junto con otros que resultaron ser puntos vulnerables de mi artículo, dieron un nuevo motivo para lanzar una campaña contra la revista y su redactor jefe en las páginas de la «Gaceta Literaria», y poco después en el diario «Cultura y Vida». (B. M. Kedrov; Cómo se creó nuestra revista. La cuestión de una nueva revista en una discusión filosófica en 1947, 1988)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Efectivamente, los planteamientos, críticas y argumentos de Kedrov eran muy molestos para muchos de los filósofos soviéticos de aquella época que llevaban acomodados un tiempo en su nicho particular y que se movían como autoridades casi intocables, cuyos temas de discusión y metodología apenas eran cuestionados por el público general. Esto, como no pudo ser de otra forma, encontró una reacción de los filósofos que de alguna manera u otra se sentían aludidos directa o indirectamente. En realidad, como comentaron los historiadores, G. S. Batygin y I. F. Devyatko, los argumentos que cada bando presentó eran muy diferentes. Por un lado, el bando de Kedrov se esforzaba por llenar páginas y páginas en «Cuestiones de filosofía» para ilustrar al lector sobre la «incompetencia profesional» en los organismos filosóficos, es decir, señalando el abandono o mala praxis de los profesionales en las tareas que habían aceptado; mientras que, por el otro lado, sus opositores, en este caso la oposición antikedrovista formada por Aleksándrov, Iovchuk o Mitin, solía responder directamente con «acusaciones de falta de fiabilidad ideológica» −que pronto coincidiría con la «campaña contra el cosmopolitismo» que alcanzó su apogeo a partir de 1949, aunque, algunos también acabasen sufriendo los excesos de la misma−. Como curiosidad, el propio Mitin, que había colaborado en la destitución de Kedrov y sus simpatizantes, también fue alcanzado e identificado como un «cosmopolita» con acusaciones igualmente ridículas, como «haber silenciado el papel destacado del partido leninista en la organización de un rechazo a los invasores nazis». Véase la obra: «Carta de los líderes del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS y la revista «Cuestiones de Filosofía» a G. M. Malenkov sobre la lucha contra el cosmopolitismo» (21 de marzo de 1949). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En resumidas cuentas, puede decirse que el planteamiento de un argumento racional del bando kedrovista era contestado desde la otra bancada antikedrovista con un discurso más emocional y demagógico que otra cosa. Entre los años 48 y 49 los principales detractores de Kedrov como el filósofo Mitin, el filósofo naturalista Maksimov, o el ingeniero Aristov, desataron una verdadera tormenta sobre Kedrov, ante lo cual se sumaba el apoyo de Malenkov que, inmerso en la «campaña contra el cosmopolitismo» que él mismo dirigió en gran parte, aceptó interceder por este último bando:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el otoño de 1948, finalmente se resolvió la cuestión de la dispersión del consejo editorial de «Cuestiones de filosofía». El 28 de octubre, Mitin, probablemente no sin aprobación previa, envió a Malenkov una reseña detallada del trabajo de la revista. La reseña decía que «la revista no hace frente a las tareas establecidas. El consejo de redacción de la revista está marcando el tiempo... cometiendo graves errores antimarxistas». Kedrov fue acusado de una actitud inaceptable y descarada hacia la herencia filosófica de Lenin y otros «pecados». (…) Kedrov, Kryvelev y algunos miembros del consejo editorial se vieron obligados a abandonar la revista. (…) El 12 de marzo de 1949, el ingeniero Aristov, probablemente un filósofo aficionado, escribió una denuncia al Comité Central, su idea principal era la siguiente: «El camaleón cosmopolita B. Kedrov, que dirigía la revista, ya ha sido expuesto, Kedrov ya no está, pero Kedrov, el kedrovismo continúa viviendo». (G. S. Batygin y I. F. Devyatko; Maniobras en el frente filosófico. Episodios de los años 40, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Las razones de esto no pueden asegurarse, pero parece ser que con esto Malenkov mataba dos pájaros de un tiro −eliminando un elemento crítico en el frente filosófico y reforzando a sus colegas tendientes hacia el nacionalismo ruso−. Además, hemos de tener en cuenta cómo funcionan este tipo de intervenciones o favores entre la burocracia, «hoy por ti mañana por mí…».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, difícilmente podían acusar con verdaderos motivos a Kedrov de «cosmopolitismo», «apoliticismo», «falta de partidismo» o epítetos similares, ya que él mismo se había distinguido por fustigar estos defectos durante la discusión del libro de Aleksándrov o en las discusiones sobre ciencias naturales donde mantuvo una posición crítica contra el idealismo en la física y la química. Esta acusación es algo que hoy puede desmontarse muy fácilmente consultando el mencionado artículo de Kedrov «Nuestras tareas» (1947), publicado en la revista «Cuestiones de filosofía». En dicho artículo el mismo Kedrov habría advertido a sus colegas de profesión lo siguiente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El apoliticismo, el servilismo hacia los extranjeros, la negativa a implementar el principio leninista de partidismo en la filosofía o la incapacidad de implementarlo en la práctica: estos son los vicios fundamentales a los que los errores de nuestros filósofos, revelados en las discusiones de 1947, conducen en una manera directa». (Cuestiones de filosofía, Nº2, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto demuestra la falta de escrúpulos y lo poco elaboradas que eran algunas de las acusaciones que los contendientes se lanzaban entre sí. De hecho, como veremos en el siguiente subcapítulo sobre los descubrimientos científicos y el debate sobre el término «ciencia mundial», no sería la única ocasión en que a Kedrov le adjudicaron acusaciones de dudosa veracidad.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En palabras de la especialista en historia de la filosofía, N. G. Baranets, a partir de 1949 se logró expulsar de una tacada a B. M. Kedrov de la dirección de la revista «Cuestiones de filosofía», a I. A. Kryvelev como secretario ejecutivo del Consejo Editorial, mientras que Z. A. Kamensky fue despedido del Instituto de Filosofía. Los filósofos identificados bajo el término «cosmopolitas» como Kamensky, Selektor, Kryvelev, Rubinshtein, Bibler y otros, fueron liberados del trabajo en el Instituto de Filosofía. Véase la obra: «Carta de los líderes del Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de la URSS y la revista «Cuestiones de Filosofía» a G. M. Malenkov sobre la lucha contra el cosmopolitismo» (21 de marzo de 1949).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí cabe subrayar que el propio Kedrov, si bien en un comienzo intentó combatir valientemente la mayoría de las acusaciones de sus opositores, al final, decidió hincar rodilla y entró en un patético juego de autocríticas sobre errores que, sin duda, ni él mismo se creía. Años después, como tantos otros, se despachó en matizaciones y críticas a sus opositores en entrevistas y recuerdos personales, demostrando que, como tantos otros cuadros bolcheviques, había perdido la gallardía de hacer frente a las situaciones escabrosas y no deseaba pagar el coste político o personal. Véase la obra de A. S. Sonin: «Los años difíciles del académico B. M. Kedrov» (1993).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">No cabe duda de que una de las claves para entender la rápida expulsión en el frente filosófico de este «crítico» y «renovador», que fue Kedrov, era que en agosto de 1948 había perdido al que fue su principal valedor y aliado político: Andréi Zhdánov. De hecho, en sus investigaciones G. S. Batygin y I. F. Devyatko subrayaron continuamente la simpatía política que hubo durante este feroz periodo entre Kedrov y Zhdánov. Para quien lo desconozca, este último se caracterizó por un activismo frenético, solo comparable al de los mejores y más míticos bolcheviques. En su momento, encabezó y colaboró −no siempre con éxito− en las diversas campañas destinadas a lograr una verdadera remodelación del sistema soviético. Su presencia fue importante y decisiva, entre otros eventos, para la reorganización de la literatura (1934), en la reclamación de una democratización de los órganos de representación (1937), para poner en entredicho los métodos draconianos de los servicios de seguridad (1939), criticar las teorías evolucionistas y pacifistas de Varga y Malenkov (1946), señalar las deficiencias en el frente artístico (1946), así como en el frente filosófico (1947). Su autoridad era tal que fue designado para el estudio de una nueva constitución y la celebración de un nuevo congreso del PCUS (1946-47), mientras que como jefe de delegación soviética en la Kominform elaboró el informe principal contra los errores del «thorezismo» y el «togliattismo» (1947), así como contra el titoísmo en la segunda conferencia (1948).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, si nos detenemos a examinar los discursos de Kedrov durante las polémicas filosóficas de 1947-49, no cabe duda de que estos guardaban ciertos parecidos a los que su aliado Zhdánov ya había realizado en 1947. En ese entonces, el político hizo una radiografía muy interesante de las razones por las que, a su parecer, la filosofía soviética no se encontraba a la altura de sus tareas. Las razones que esgrimió se basaban, en resumidas cuentas, en que no había una gran formación ni una libre discusión entre los profesionales. En cambio, detectó que en las relaciones profesionales existía una preocupante predominancia de adulación hipócrita hacia los jefes, en donde los galardones poco menos que se regalaban bajo el estruendoso aplauso del público pasivo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Si el libro del camarada Aleksándrov ha podido recibir el asentimiento de la mayoría de los dirigentes de los trabajadores filosóficos, si ha podido ser presentado al premio Stalin y recomendado como manual, y suscitar numerosas informaciones elogiosas, eso significa evidentemente que otros trabajadores filosóficos comparten los errores del camarada Aleksándrov. Y eso quiere decir que hay algo que falla seriamente en nuestro frente teórico. (…) La ausencia de discusiones fecundas, de crítica y de autocrítica no podía por menos de reflejarse de manera catastrófica en la situación del trabajo científico en filosofía. Se sabe que la producción filosófica es completamente insuficiente en número y débil en calidad. Las monografías y los artículos de filosofía son cosa rara. (…) Me parece que es porque no se comprende que nuestra filosofía no es el privilegio de un pequeño círculo de filósofos profesionales, sino el bien de toda la «intelligentsia» soviética». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la Filosofía, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero este no era el único motivo de disgusto para Zhdánov. También señaló la desconexión de los filósofos respecto a las tareas del país, su pobre selección de temas y su falta de ambición. Esto, sumado a una producción filosófica irregular, de baja calidad y con muy poca innovación en cuanto a los temas a tratar, eran los graves condicionantes que explicaban el atraso general:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los temas de estudio, incluyendo los trabajos presentados para la obtención de los grados universitarios, están vueltos al pasado, hacia temas históricos sin dificultad y poco comprometedores, del género de: «La herejía de Copérnico en otro tiempo y hoy». Eso conduce a un cierto renacimiento escolástico. Desde ese punto de vista la discusión que ha tenido lugar aquí a propósito de Hegel es bastante extraña. Los que han participado en ella han descubierto el Mediterráneo. Hace largo tiempo que está resuelta la cuestión de Hegel. No hay ninguna razón para plantearla de nuevo, no se ha producido aquí nada que no haya sido comentado y juzgado. La discusión misma ha sido enfadosamente escolástica, y tan poco fecunda como en su tiempo en ciertos círculos, la cuestión de saber si era preciso persignarse con dos o tres dedos, o también si Dios podía crear una piedra que no podía levantar, y si la madre de Dios era virgen. (Risas). Los problemas de la actualidad contemporánea casi no se estudian. Todo ello, en bloque, encierra muchos peligros, mucho mayores de lo que os figuráis. La más grave amenaza consiste en que una cierta parte de entre vosotros está ya habituada a esas debilidades». (Andréi Zhdánov; Sobre la historia de la Filosofía, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por tanto, no parece casualidad que en la segunda publicación de «Cuestiones de filosofía» Kedrov insistiese con su artículo «Nuestras tareas» (1947) en todo esto: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La separación de la práctica en el campo de la filosofía, así como en el campo de la literatura y el arte, ha recibido una expresión específica en la forma de la partida de los filósofos hacia el pasado. En busca de temas más ligeros, por temor a asumir la responsabilidad de plantear y más aún de resolver nuevas cuestiones filosóficas, muchos filósofos prefirieron seguir los caminos recorridos en la historia de la filosofía, en lugar de desarrollar nuevas cuestiones del materialismo dialéctico e histórico, especialmente cuestiones relativas a las pautas de desarrollo de la sociedad soviética. El camarada Zhdánov golpeó no en la ceja, sino en el ojo de algunos de nuestros filósofos, cuando dijo que por cobardía no quieren tomar temas de actualidad y retirarse al pasado, convirtiendo los temas de sus obras en temas históricos tranquilos y de menor responsabilidad». (Cuestiones de filosofía, Nº2, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Al parecer, esto no era ninguna exageración, ya que existen varios documentos que certifican que los filósofos soviéticos eran bastante prudentes, en el sentido de procurar elegir temas con suficiente lejanía a nivel temporal como para que no pudieran suscitar demasiada polémica entre sus lectores. Baranets nos informa cómo entre los años 1937 y 1938 se defendieron 36 tesis doctorales en filosofía, de las cuales 27 de ellas tenían relación con los problemas de la historia de la filosofía y 9 de ellas con el materialismo histórico y dialéctico. Mientras en el año 1940, como registró el Instituto de Filosofía, las defensas de las tesis doctorales se basaban mayoritariamente en temas de índole histórico, no actual. Así, por ejemplo, V. F. Asmus eligió como tema la «Estética de la Grecia clásica» entre tanto B. E. Byjovski defendió su «Disertación sobre la filosofía de Descartes». Sin embargo, para el año 1946 comienzan a verse otro tipo de títulos en las tesis de índole más claramente «presentista», como la obra de M. A. Protsko «El papel de la intelectualidad en la sociedad soviética», la obra de Sh. M. Herman «Crítica a las teorías positivistas del progreso social» o la obra de L. M. Vikdorchik «La teoría orgánica en la sociología burguesa». Con todo, para 1947 aun existía un baremo en el cual 12 de las 28 tesis doctorales tenían relación con la historia de la filosofía, es decir, con temas del pasado. Véase la obra de Natalia Grigorievna Baranets: «Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX» (2008).</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQ-H1AiFARwcUnaXfIK2EtWtb2pmj181W6CS1OE3Je32HIJqIKCKHPy3l-vjcPE5oDqGu_URdFY72a30rsXHJa-uvTr_Lu-LAQ_PfECOQA3dfDa8BG0rUGMe9KA7ewC64ShS3qfecDixCZ4lI2Kz_Bn8TrviZJ4EmpICDebXPxxfLcFcRLOV4wor2hJ_cn/s960/Epigrafe%20x.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQ-H1AiFARwcUnaXfIK2EtWtb2pmj181W6CS1OE3Je32HIJqIKCKHPy3l-vjcPE5oDqGu_URdFY72a30rsXHJa-uvTr_Lu-LAQ_PfECOQA3dfDa8BG0rUGMe9KA7ewC64ShS3qfecDixCZ4lI2Kz_Bn8TrviZJ4EmpICDebXPxxfLcFcRLOV4wor2hJ_cn/w640-h480/Epigrafe%20x.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><b style="font-family: georgia;">¿Cómo debe enfrentar un marxista la cuestión de los descubrimientos científicos?</b></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A riesgo de resultar cargantes, insistimos en que este proceso de «rusificación» ocurrido en la filosofía no se puede entender sin comprender qué estaba ocurriendo en otras esferas. Ahora tocaría observar, aunque fuese brevemente, cómo en el ámbito histórico-tecnológico pasó algo muy similar a lo relatado anteriormente en los campos de la filosofía o de la historia, y a su vez no era diferente de lo que ocurría en campos como la lingüística, es decir, el «rusocentrismo» empezó a hacer acto de presencia de forma incontestable:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El idioma ruso «el idioma de Lenin y Stalin» recibió el estatus de «primus inter pares» [el primero entre iguales] en la URSS, y en el mundo se vio su estatus de «idioma internacional de la cultura socialista» −«como el latín fue el idioma internacional de las clases altas de la sociedad medieval temprana, como el francés fue el idioma internacional de los siglos XVIII y XIX»−. (…) El académico E. V. Tarle escribió en julio de 1938 que, en el siglo XIX, el pueblo ruso ocupó «uno de los primeros lugares... tanto en pintura −Surikov, Repin, Vereshchagin, Serov− como en música −Glinka, Mussorgsky, Rimsky-Korsakov, Dargomyzhsky, Rachmaninov y Tchaikovsky−». (Fedor Sinitsyn; Nación y guerra soviéticas. La cuestión nacional en la URSS, 1933-1945, 2018)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En suma, aquí, como en el resto de los ámbitos de la sociedad soviética, también hubo una reactivación del «orgullo nacional ruso» que derivó en postulados inverosímiles, cuando no totalmente ridículos. Inicialmente, los intelectuales soviéticos instaron al gobierno a superar el típico complejo de inferioridad que puede sentir un país atrasado respecto a la cultura de los avanzados: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«1. En nuestro país nacieron un gran número de importantes empresas de ingeniería. 2. Apenas nosotros sabíamos cómo desarrollarlos. 3. A menudo, la razón para no utilizar la innovación era que por lo general subestimábamos la nuestra y sobrestimamos la extranjera. Ahora necesitamos fortalecer nuestra propia técnica». (Pyotr Kapitsa; Carta a Stalin, 1946)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero la única forma que se tiene de superar el susodicho «complejo» no es sobreestimar los hitos técnicos del pasado ni del presente, sino saber en qué punto se encuentran las fuerzas productivas del país y qué decisiones y acciones se pueden tomar para elevar el nivel, partir de las capacidades efectivas para desarrollarlas a lo largo del tiempo. De hecho, el propio Stalin reconoció que existían ramas de la ciencia en la URSS que se encontraban mucho menos desarrolladas que sus homónimas en los países extranjeros. Por ello mismo, instó a invertir en ellas un esfuerzo considerable para, primero, ponerlas al día y, después, capacitarlas para superar al nivel técnico de los países extranjeros:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Se prestará especial atención... a la construcción generalizada de todo tipo de institutos de investigación científica que permitan a la ciencia desplegar sus fuerzas. No tengo ninguna duda de que, si brindamos la asistencia adecuada a nuestros científicos, ellos podrán no solo ponerse al día, sino también superar en un futuro cercano los logros de la ciencia fuera de nuestro país». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Discurso en una reunión electoral, 9 de febrero de 1946)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si bien esta actitud era profundamente autocrítica y correcta, estimulando que la URSS tuviera una mejor formación y organización de sus profesionales, el problema vino cuando, supuestamente para «alentar» la investigación en las ciencias soviéticas, se trató de buscar e idealizar el pasado lejano de Rusia, narrando una historia épica en la que todo lo que tuviera que ver, aunque fuera remotamente, con lo ruso, había sido superior a cualquier otra cultura:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los científicos comenzaron a buscar apresuradamente en Rusia las raíces de todos los descubrimientos científicos y los inventos más importantes en tecnología, incluida la invención de una locomotora de vapor, un avión y un submarino. El libro «Historias sobre el Campeonato de Rusia» [de 1950] se publicó en una edición gigantesca, donde se recopilaron ejemplos de cómo el pensamiento científico ruso se adelantó a su tiempo, significativamente por delante del pensamiento científico de Occidente. Se dieron excesos obvios en la campaña para reclamar la primacía, debido al deseo de declarar que casi cualquier invento era ruso». (Lev Gurevich; Campaña contra los «cosmopolitas desarraigados». Ese extraño y difícil final de los 40, 2019)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Fue esto una manipulación gratuita del señor Gurevich? Tristemente no. Los soviéticos incurrieron en todo tipo de exageraciones o invenciones en este sentido. Uno puede rastrear el comienzo de este giro a partir de 1947, cuando el Comité Central del Partido Bolchevique aprobó toda una serie de resoluciones en las que se afirmaba que en el pasado: «No se les dio importancia a los descubrimientos científicos de los científicos rusos, por lo que los mayores descubrimientos de los científicos rusos fueron transferidos a extranjeros o estos últimos se los apropiaron fraudulentamente». (Partido Comunista (bolchevique); Carta cerrada del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de toda la URSS sobre el caso de los profesores Klyueva y Roskin, 16 de julio de 1947). Del mismo modo, hubo toda una serie de intercambios de cartas internas en donde muchos mandatarios apoyaron este parecer: «El libro «La gente de la ciencia rusa» proporciona numerosas pruebas de que muchos descubrimientos e invenciones que llevan nombres de extranjeros o se atribuyen a extranjeros pertenecen a nuestros científicos». (Nota de K. E. Voroshílov a N. A. Voznesensky sobre la publicación del libro «Gente de la ciencia rusa», 30 de agosto de 1947). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Un punto clave para la defenestración de Kedrov fue la discusión de su libro «Engels y las ciencias naturales» (1947), donde tuvo que defenderse de acusaciones sobre su supuesto «antipatriotismo» por parte de sus oponentes: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La discusión tuvo lugar durante tres días: 8, 12 y 16 de enero de 1948. (…) Kedrov se detuvo especialmente en el papel de Lomonósov, quien nunca entendió la química física en el sentido moderno de la palabra: «Los camaradas están tratando de arrastrar lo que sucedió sobre la base de la transformación dialéctica de las ciencias naturales en el siglo XVIII, aparentemente con el fin de magnificar a Lomonósov. Creo que no habrá exaltación de Lomonósov aquí, sino solo una distorsión de la verdad histórica y un cambio en todas las perspectivas», dijo Kedrov. (…) El discurso de Kedrov sonó muy convincente y determinó en gran medida el tono y la dirección de una discusión posterior. Kedrov fue apoyado por la mayoría de los participantes en la discusión. Al mismo tiempo, es importante que el libro haya sido evaluado positivamente no solo por filósofos, sino también por físicos tan famosos como D. I. Blokhintsev, M. A. Markov y D. D. Ivanenko». (A. S. Sonin; Los duros años del académico B. M. Kedrov, 1993)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este libro de Kedrov, si bien recibió, por lo general, muy buenas críticas, no fue así por parte de Maksimov, Balezin y Vasetsky. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Balezin acusó a Kedrov de subestimar a los químicos rusos Lomonósov y Mendeléyev, así como también de sobreestimar explícitamente el papel de Dalton y Lavoisier. Balezin incluso llamó a revisar el papel de Lavoisier ya que fue guillotinado como «enemigo del pueblo» (sic), ante lo cual Kedrov no cedió y volvió a resaltar el papel de ambos autores franceses como los padres de la química moderna, apuntando, por ejemplo, que el atomismo de Lomonósov no se basaba en hechos, que simplemente no se conocían en el siglo XVIII, mientras Dalton, habiendo descubierto la ley de las proporciones múltiples, corroboró experimentalmente la atomística. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Vasetsky opinaba que el libro de Kedrov «no contiene una exhibición históricamente verdadera y científicamente fundamentada del lugar y el papel de los científicos destacados de nuestro país en el desarrollo de la ciencia avanzada de la naturaleza», mientras por el otro, Maksimov consideraba dogmáticamente que Kedrov no daba el lugar y mérito correspondiente a los científicos soviéticos dentro de su concepto de «ciencia mundial», y llegó al punto de considerar que la «ciencia mundial» se concentraba en la URSS: «No existe otra comprensión de la ciencia mundial y no podemos permitirlo». Véase la obra de A. S. Sonin «Los duros años del académico B. M. Kedrov» (1993).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este último punto resulta, cuanto menos, curioso, ya que, según las memorias de Yuri Zhdánov, en una conversación con Stalin el 10 de noviembre de 1947 este le comentó lo siguiente: «El nivel de la ciencia en nuestro país ha disminuido. De hecho, no estamos haciendo ningún descubrimiento serio ahora. Incluso antes de la guerra, se estaba haciendo algo, había un incentivo. Y ahora a menudo decimos: danos una muestra del extranjero, la desmontaremos y luego la construiremos nosotros mismos. ¿Somos menos curiosos? No. Se trata de la organización». Véase la obra de Yuri Zhdánov «Mirando hacia el pasado: recuerdos de testigos oculares» (2004).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Curiosamente durante los debates soviéticos de 1948-49 una de las acusaciones hacia el filósofo Kedrov fue el hecho de haber introducido en sus artículos de «Cuestiones de filosofía» el término «ciencia mundial», en referencia, por ejemplo, a las aportaciones de los químicos franceses y rusos del siglo XVIII. Véase la obra de M. Mitin «Contra las teorías antimarxistas y cosmopolitas en filosofía» (1951). En realidad, ese término, «ciencia mundial», si bien es altamente escueto, no tiene por qué ser incompatible con una interpretación que tenga en cuenta el origen y manejo que se hace de la ciencia entre las diversas clases sociales. Por «ciencia mundial» puede referirse uno al conocimiento general que ha acumulado el ser humano. Nos explicamos. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El propio Marx en obras clásicas como «El capital» (1867) usó en varias ocasiones expresiones como «ciencia de la economía política», o la «ciencia económica» o «ciencia de la economía», refiriéndose a una rama del conocimiento que, como es totalmente normal, se va desarrollando a lo largo del tiempo bajo diversas relaciones de producción. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Plejánov en su obra «Prefacio a la traducción de «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1880) de Friedrich Engels, 1902)» (1902) comentó: «sería un error pensar que la economía burguesa se compone únicamente de errores</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;">, ya que </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">en la medida en que la economía burguesa corresponda a una determinada fase del desarrollo social, contendrá una verdad científica</span><span style="font-family: georgia;">». Sin embargo, </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">esta verdad es relativa precisamente porque corresponde sólo a una determinada fase del desarrollo social</span><span style="font-family: georgia;">»; por tanto, la equivocación en la que suelen incurrir de</span><span style="font-family: georgia;"> los </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">teóricos burgueses</span><span style="font-family: georgia;">» se basa </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">en</span><span style="font-family: georgia;"> que imaginan que la sociedad debe permanecer siempre en la fase burguesa, atribuyendo a sus verdades relativas un significado absoluto».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Bajo este discurrir también Karl Kautsky comentó en su obra «Las tres fuentes del marxismo. La obra histórica de Marx» (1907), cómo es completamente normal que los descubrimientos y avances tanto de la «ciencia burguesa» como de la «ciencia proletaria» tengan que ser tenidos en cuenta; especialmente si hablamos de un periodo de transición del capitalismo al comunismo, en donde, si bien es cierto que la primera pierde su carácter revolucionario al querer conservar el «viejo mundo», a su vez debe valerse de ciertas evidencias para competir y subsistir; mientras la segunda, aunque tiene a favor la innovación y progresismo de quien abre paso al «nuevo mundo», aún no ha desplegado todo su potencial y también es susceptible al error. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dicho esto, sobra comentar que, centrándonos en el tema en cuestión, para un comunista, cualquier teoría encaminada a apelar a los académicos en pro de una «ciencia mundial» supone pecar de una candidez extrema. El deber de los científicos progresistas no se debe basar tanto en intentar convencer a sus colegas de profesión en base a la «solidaridad» de una «ciencia mundial», sino en exponer precisamente qué dificultades sufren todos ellos bajo el desarrollo del capitalismo y sus instituciones del conocimiento. El científico progresista conoce perfectamente que, al igual que en cualquier ámbito de la vida, habrá elementos a los cuales no solo no les interese la «búsqueda de la verdad», sino que precisamente se aprovecharán todo lo posible y más de las rendijas del sistema para autopromocionarse o autoenriquecerse.</span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"> Véase el capítulo: «<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2022/09/el-avance-de-la-ciencia-en-la-epoca.html">El avance de la ciencia en la época capitalista</a>» (2021).</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, ¿se mereció Kedrov todo el odio y reprimenda que sufrió en este tiempo? Veámoslo con otra de las cuestiones de interés, en donde se le acusa de no tener en cuenta el «aspecto nacional» a la hora de abordar de la «historia de la filosofía». F. Chernov en su artículo «El cosmopolitismo burgués y su papel reaccionario» (1949) distorsionó el mensaje de este y llegó a insinuar que «en su negación cosmopolita» el filósofo Kedrov llegó a eliminar «cualquier significado del aspecto nacional en el desarrollo de la filosofía». Este planteamiento ya carece de sentido, como aclaramos en subcapítulos anteriores: por ejemplo, ¿qué es más importante en la obra filosófica de Aristóteles... el hecho que fuera nacido en Estagira, es decir, que fuera un filósofo «continental» de la Hélade y no «jonio» de las como Tales de Mileto, Heráclito o Anaxágoras? No. Lo realmente importante es cómo afrontó, criticó y en ocasiones superó el pensamiento de su época, sistemas filosóficos como el de su maestro, Platón. Está claro que nadie puede negar el influjo oriental −egipcio, babilónico o persa− en la filosofía o arte griegos, pero esto lejos de demostrar las ideas de Chernov refuerzan la idea de Kedrov de la interrelación e influencia mutuas entre pueblos. En cualquier caso, reducir una filosofía a la nacionalidad de sus autores, supone un esquematismo que solo puede conducirnos hacia el chovinismo nacional, ya que significa precisamente ignorar qué sucede en ese territorio, a qué ideas y necesidades responden estas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, ¿cuál fue el discurso real de Kedrov en este sentido sobre la historia del pensamiento?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En primer lugar, Kedrov criticó la metodología burguesa de exponer la historia de la filosofía, asegurando que la llamada «filosofía mundial» es la que «representa el pensamiento de la humanidad», pero que esta «no puede representarse como una simple suma de filosofías nacionales individuales que se desarrollaron de manera más o menos original, de forma autónoma unas de otras». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Por qué Kedrov se quejó amargamente de esto? En su opinión no se tomaba en cuenta suficientemente el hecho de que en «una presentación marxista de la historia de la filosofía, es imposible limitarse al marco de cada país, es imposible tomar la filosofía alemana, francesa, inglesa y rusa de forma aislada y simplemente sumarlas juntos, una al lado de la otra»; ya que se torna necesario investigar, «ver más profundo, escondido, pero al mismo tiempo más significativo las principales conexiones que nos llevan mucho más allá de las estrechas fronteras nacionales al analizar las causas de los acontecimientos más importantes de la historia de la filosofía». Por último, avisó que había que prestar atención que «a medida que se desarrolla el capitalismo, a medida que se desarrolla la lucha de clases asociada a él, primero entre la burguesía y el feudalismo, y luego entre el proletariado y la burguesía, el carácter de clase inherente a la filosofía de los diferentes países y que refleja la naturaleza de la sociedad», por tanto, «las batallas de una época determinada pasan cada vez más a primer plano».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Negó Kedrov que existan países y movimientos vanguardistas y progresistas en cuanto al pensamiento de la época? En absoluto. Reconoce que en muchos momentos se puede vislumbrar cómo «la filosofía de un país se convirtió en el principal portavoz de los intereses de algunas fuerzas sociales de un momento histórico determinado», y a su vez estas concepciones chocan frente a otros sistemas filosóficos de otros países y fuerzas sociales, como se reflejó en la lucha entre la burguesía procapitalista y la nobleza profeudal.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Significa esto que Kedrov negase el llamado «desarrollo nacional» de la filosofía? En absoluto, solo matizó muy correctamente que «las características nacionales, los rasgos de tal o cual filosofía, por supuesto, no desaparecen en absoluto, sino que se vuelven cada vez más subordinadas; actúan como esa forma nacional especial en la que el carácter de clase general de la lucha filosófica de una época determinada se manifiesta de manera especial en cada país». Esto, concluye, significa que «no hay que partir de la consideración únicamente de los rasgos nacionales de la filosofía o del análisis únicamente de su naturaleza de clase», sino aclarando que entre esa interrelación entre lo nacional y lo de clase se aclara «lo que aquí debe considerarse como lo principal, básico, determinante». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este repaso elimina cualquier intento de llamar a Kedrov «apolítico» o «cosmopolita».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Evidentemente, pese a este intento de Kedrov, Selektor y Kamensky y otros autores en rebajar este excesivo «orgullo nacional ruso» en la evaluación de la historia de la filosofía o en la autoría de los descubrimientos científicos, finalmente este espíritu acabó prevaleciendo y se acabó reflejando en los propios manuales de la época. En ellos, los presuntos eruditos del marxismo llegaron a mantener afirmaciones tan dantescas como las que siguen:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Literalmente, no hay una sola rama de las ciencias naturales donde los descubrimientos de importancia mundial no pertenezcan a los científicos rusos. Ya hemos nombrado al gigante de la ciencia Lomonosov. El genio inventor ruso Polzunov fue el creador de la primera máquina de vapor. En matemáticas, el pueblo ruso le dio al mundo Lobachevsky, quien se llama legítimamente Copérnico en su campo. Popov posee la invención de la radio, Petrov el arco voltaico, Yablochkov, la primera lámpara de arco eléctrico, Ladygin, la lámpara eléctrica incandescente. El honor de inventar el primer avión del mundo pertenece al genio inventor ruso Mozhaisky». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Materialismo histórico, 1950)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¡Un poco más y estos «historiadores» habrían asignado el dominio del fuego, las pinturas rupestres, el descubrimiento de la rueda, el automóvil, la agricultura y la pólvora a los rusos! ¿Podía ser este un análisis basado en el materialismo histórico? No, salvo que pensemos que existen pueblos elegidos que iluminan al resto de pueblos y siempre van por delante de ellos. Curiosamente, esto fue algo de lo cual Engels se mofó cuando precisamente recordó cómo se las gastaba uno de sus pintorescos amigos en Rusia: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En lo que se refiere a Danielson, me temo que no hay nada que hacer con él. Es completamente imposible polemizar con la generación de rusos a la cual él pertenece y que aún sigue creyendo en la misión comunista espontánea, la cual, supuestamente distingue a Rusia, a la auténtica Santa Rusia, de las demás naciones no creyentes». (Friedrich Engels; Carta a G. Plejánov, 26 de febrero de 1895) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la URSS, se daban no pocas ocasiones donde, de no aceptar la «genialidad rusa», uno acababa siendo acusado de «menospreciar la cultura rusa», de «cosmopolitismo» y de tendente a «la adoración de todo lo extranjero». Pero al César lo que es del César: evidentemente, hubo pensadores rusos que intuyeron lo que luego se pudo desarrollar mejor por cuestiones de infraestructura, conocimientos o financiación en Occidente. Así fue el caso de Iván Polzunov, que inventó un motor a vapor en el siglo XVIII en base a los estudios de su compatriota Mijaíl Lomonósov, pero jamás pudo verlo terminado y puesto en práctica. En cuanto a la llamada primacía o no de los inventos, esto debe mirarse desde una óptica muy clara:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los espíritus profundos y perspicaces reconocen ya la tarea y su solución ahí donde las condiciones materiales para esta solución están aún inmaduras, y donde la formación social existente no ha desarrollado aún las fuerzas productivas necesarias para la misma. Resulta un hecho notable que precisamente aquellos inventos que contribuyeron más que todos los otros inventos anteriores a extender inmensamente la fuerza productiva humana, resultaron un fracaso para sus primeros autores, desapareciendo de hecho más o menos sin dejar huella por muchos siglos. (...) Ello prueba que no es el invento quien provoca el desarrollo económico, sino el desarrollo económico el que provoca el invento, que el espíritu humano no es el autor, sino el realizador de la revolución social». (Franz Mehring; Sobre el materialismo histórico y otros ensayos filosóficos, 1893)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Por qué decimos todo esto? Hace largo tiempo que la arqueología y otros campos han dejado en completo ridículo a todos aquellos que prometían que «X» civilización fue la primogénita en cualquier hito reseñable. La ciencia acaba poniendo las cosas en su sitio y refutando las ensoñaciones de todos los acomplejados nacionalistas que escarban y usan cualquier cosa para proclamarse los pioneros en todo, aunque su afirmación carezca de raciocinio. Solo una mente corta de miras podría declarar, hinchándose el pecho como el más estúpido de los simios, que su pueblo fue el primero en esto y aquello, sobre todo si se tratan de sucesos que ocurrieron hace siglos o milenios, pues es probable que al poco tiempo la ciencia y los nuevos datos acaben por constatar inequívocamente que no fue así. Podemos basarnos hasta en un materialista premarxista, como el señor Feuerbach, para entender esto correctamente −los corchetes son nuestros−: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Esta incomprensibilidad [de cómo ha surgido esto o aquello] no te da derecho a deducir las consecuencias supersticiosas que la teología saca del conocimiento humano; no te da derecho a fantasear. (...) En lugar de ser lo suficientemente honesto y humilde como para decir: «No sé el motivo, no puedo explicarlo, me faltan datos, los materiales» [se especula sin base]». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión, 1845)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Claro que la historia, la arqueología la etnología y otras ciencias nos traen cada día sorpresas y nos exigen una revisión de lo que habíamos dado por bueno, y podemos dar varios ejemplos de ello, tanto de casos que acabaron confirmando el influjo de un pueblo externo sobre el local, como de lo contrario. El origen de los primeros grupos metalúrgicos se dio en Oriente Medio en el siglo VI a.C. ¿Cómo explicar el nacimiento de la metalurgia en otras zonas? A falta de evidencias, autores muy importantes, como G. V. Childe, promovieron la idea de que desde dicha zona se tuvo que expandir la metalurgia hacia el resto de pueblos: se trata de la conocida como «teoría difusionista», que predominó en la antropología europea y americana durante muchos años. Básicamente, se basaba en la creencia mecanicista de que, si tenemos noticias de que un pueblo ejecutó una tecnología que por aquel entonces no parece constatada en ningún otro lado del mundo, se le adjudica su creación. Hasta ahí todo parece ir bien. El error comienza cuando, más adelante, tenemos evidencias de que otro pueblo también ejercía dicha técnica en fechas más o menos coetáneas. Aquí es cuando la «teoría difusionista» presupone que este segundo fenómeno solo puede deberse a la relación causal de que el primer pueblo portó su influencia al segundo. Pero, en realidad, esta teoría lleva al engaño con un reduccionismo muy fácil de desmontar, pues son múltiples los casos históricos en los que una civilización ha hecho un descubrimiento por sí solo, pese a que este ya fuera descubierto por otro más atrás. Hoy día sabemos que los restos arqueológicos en asentamientos como Balomir en Rumanía, Dikili Tash en Grecia, o el Cerro Virtud en España, datados del siglo V a.C., demostraron que, más o menos en ese mismo tiempo, otras culturas ya eran capaces de producir la metalurgia. En resumen, aunque las técnicas y los productos de todas estas zonas no eran ni tan avanzados ni de tanta calidad como los de Oriente Medio, su desarrollo metalúrgico sí fue autóctono y no tanto producto de una importación derivada del comercio, inmigración o conquista, como se presuponía antaño. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por tanto, se constata que, siendo precisos, la fuerza interna ya pone en marcha un proceso, pero la influencia externa puede ser la que impulsa su ulterior desarrollo. Y esto no significa que el proceso de difusión siempre esté relegado a un segundo plano, pues este ha tenido una importancia histórica que debemos reconocer. Ahí están, por ejemplo, los procesos de los antiguos pueblos íberos del Levante y su proceso de progresiva aculturación respecto a los griegos, dándose expresiones como alfabetos de idiomas íberos con el alfabeto griego. Otro ejemplo es la evolución y el sincretismo religioso del cristianismo, el cual rescataba los mitos de religiones y filosofías colindantes del imperio romano −mitología egipcia, griega, judía, neoplatonismo, estoicismo y demás−. Si se quiere, podemos ofrecer ejemplos que no tienen que ver con la lengua o la religión, dado que existen casos concretos como la influencia de las tribus germánicas en los usos y costumbres de los territorios que formaban parte del Imperio Romano, así como en el hecho de arrastrar estos rasgos en sus manejos sociales −instituciones políticas− y en su modo de producción −economía−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Lo que todo esto significa es que el proceso de «difusión cultural» no suplanta −al contrario de lo que creía el antropólogo relativista Franz Boas−, el llamado «desarrollo interno» de las fuerzas productivas, sino que más bien quiere decir que el proceso de difusión de la cultura y el desarrollo tecnológico son procesos anexos y en pugna. O dicho de forma más llana: el desarrollo del proceso cultural propio y la posible recepción de ideas culturales externas, son procesos que ocurren al mismo tiempo y se afectan mutuamente. Por eso, la influencia de un pueblo extranjero puede dar lugar a la existencia de casos donde, por ejemplo, se potencie el desarrollo de las fuerzas productivas propias, y esto puede favorecer que, en un momento dado, ese mismo pueblo −o un sucesor de este− expanda por sí mismo su cultura y su modo de organización política y de la producción hacia otros pueblos −lo que, dentro de las sociedades explotadoras, suele ser las más de las veces con suma virulencia−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Un ejemplo serían los reinos cristianos de finales de la Edad Media: sin la influencia ejercida previamente por los pueblos árabes y africanos −entre los siglos VIII a XIV− en el desarrollo de las fuerzas productivas en la Península Ibérica, las nuevas élites católicas que expulsaron definitivamente a los reinos de taifas musulmanes en el siglo XV no hubieran podido llevar a cabo la conquista de América que aconteció poco después. Los aportes árabes en Al-Ándalus son innegables y diversos: técnicas de regadío, alfarería, maquinaria... Pero no acaban ahí, puesto que a estos se les suman otros como la introducción de cítricos, de cereales, la arquitectura, la medicina, la filosofía o las matemáticas. La lista sería interminable y podríamos incluir hasta el léxico del idioma árabe sobre el castellano. ¿Por qué recordamos esto? Porque si Castilla no se hubiera hecho eco de los aportes árabes y europeos de la época, incluyendo la navegación, está claro que no hubiera podido imponer su dominio a los pueblos precolombinos solo con la diplomacia, ya que hubiera estado mucho más tiempo atrasado materialmente. Para empezar, ni siquiera es factible asegurar que los navegantes castellanos se hubieran aventurado a salir a alta mar con tanta ligereza −sin el astrolabio, vela latina, cartas náuticas y el timón de codaste y otros aportes adquiridos en esta etapa previa−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tampoco hay que olvidar y sobrestimar, como ocurre en estos casos, que el pueblo invasor no siempre es superior en todos los campos al pueblo invadido. El segundo bien puede perfectamente ser superior al primero en algunos puntos y, pese a ello, no conseguir evitar la invasión y el sometimiento. Cuando en el siglo IV a. C. el Reino macedonio de Alejandro Magno comenzó la invasión del Imperio persa, el mundo griego, en general, dudosamente podría considerarse superior en absolutamente todo a su competidor, puesto que durante más de medio siglo los persas habían sometido a buena parte de los griegos y reducido a tributarios a otra buena parte de ellos. De este proceso de admiración y repulsión mutua se puede rastrear un influjo babilónico y persa en ciertos mitos y formas políticas de los griegos −sobre todo jonios− y también, por el contrario, puede decirse lo mismo en los propios dignatarios persas, que se inspiraban en lo griego y reclamarían sus servicios para la corte, bien como consejeros, arquitectos o como mercenarios. El Imperio macedónico de Alejandro Magno no dudó en adoptar un sistema político de satrapías y una política de tolerancia religiosa que no se diferenciaba en demasía al antiguo estilo persa de gobernar. Tras la muerte de Alejandro Magno y la repartición del imperio, en el 323 a. C., los reinos sucesores como el Imperio seléucida, Partia o Bactria fueron, literalmente, una síntesis de la cultura persa y helénica, mezclándose la religión de los dioses olímpicos con los ritos y creencias orientales, las formas de gobernar macedónicas con las persas, así como hubo una eficaz combinación de tácticas militares de los dos mundos en pro de aprovechar las cualidades y tradiciones de cada zona.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj71lI3GAM-iWeq3WNTjQD11RPjxC2FjNlK2p2DFsGGM12GmID11k1V_vm4QdzcoQ0xoQk-oGYdG4IqT8ZxtUmyok6ASM0FLUNjdNwO5qP8a07GIv1w2AoOSYK9N1GkUJM1B6QV6QEiFTAe4snWb02q7wAY1Wxqabdi-ZUr1yB5IaZ8TEcg6nzphQseI0Pf/s1200/logica.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="877" data-original-width="1200" height="468" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj71lI3GAM-iWeq3WNTjQD11RPjxC2FjNlK2p2DFsGGM12GmID11k1V_vm4QdzcoQ0xoQk-oGYdG4IqT8ZxtUmyok6ASM0FLUNjdNwO5qP8a07GIv1w2AoOSYK9N1GkUJM1B6QV6QEiFTAe4snWb02q7wAY1Wxqabdi-ZUr1yB5IaZ8TEcg6nzphQseI0Pf/w640-h468/logica.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Los debates sobre la lógica formal y su semejanza o diferencia con la lógica dialéctica</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La lógica dialéctica, por oposición a la vieja lógica puramente formal, no se contenta, como ésta, con enumerar y colocar incoherentemente unas junto a otras las formas en que se mueve el pensamiento. Por el contrario, derivan estas formas la una de la otra, las subordina entre sí en vez de coordinarlas y desarrolla las formas superiores partiendo de las inferiores». (Friedrich Engels; Dialéctica de la naturaleza, 1883)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este extremismo y oportunismo en el campo filosófico se reflejó también, por ejemplo, en la cuestión del estudio de la lógica formal.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su momento, Rosental y Yudin ya diferenciaron correctamente en su famoso «Diccionario filosófico marxista» (1940), que la denominación de «lógica formal» se basaba en el simple hecho de que: «A esta lógica no le interesa la verdad material −el reflejo correcto de los fenómenos de la naturaleza en el pensamiento−, sino la verdad formal −la consonancia con las reglas de la lógica−». Por su parte, Mitin en su informe del 18 de noviembre de 1942 criticó la falta de investigación en la lógica formal de los filósofos soviéticos. Véase la obra de Natalia Grigorievna Baranets: «Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX» (2008). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para ver cuál es el papel de la lógica formal y la lógica dialéctica, merece la pena rescatar las notas del artículo de B. M. Kedrov «Sobre las relaciones entre la lógica y el marxismo» (1951). En él, se aclara que la lógica formal comparte con la lógica dialéctica el hecho de que ambas estudian: «Las mismas formas fundamentales del pensamiento −concepto, juicio, deducción−». De cara al lector novel, y por si no ha indagado demasiado en estos temas, dejaremos algunos extractos de dicho artículo en donde Kedrov definió los límites de la lógica formal como sigue:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ella fija, abstrae, aísla, lo cual permite al idealismo interpretarla metafísicamente. En consecuencia, la lógica formal y la lógica dialéctica enfocan de manera diferente al objeto de su estudio y se distinguen por su amplitud. La lógica formal está limitada esencialmente. Ella deja a un lado el desenvolvimiento histórico del conocimiento, el movimiento del pensamiento y el devenir objetivo. Solo atiende a una cierta realidad limitada: a los objetos realmente estables −y no, como lo consideraba Plejánov, a los objetos en reposo, porque el reposo tiene un carácter esencialmente relativo−. Pero, es necesario emplearla a sabiendas, es decir, únicamente hay que establecer la identidad». (B. M. Kedrov; sobre las relaciones entre la lógica y el marxismo, 1951)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A su vez, apuntó muy correctamente −basándose en los escritos de Engels− la diferencia de la lógica dialéctica en lo que sigue:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En cuanto a la lógica dialéctica −es decir, al materialismo dialéctico, al marxismo− ella se fija como propósito el conocimiento completo de la realidad objetiva y de su desenvolvimiento, sin límite alguno. Toma todos los aspectos, todas las relaciones de los objetos estudiados. Vuelve a hacer el examen de las formas ya estudiadas por la lógica elemental, pero en un grado superior, esto es, en el movimiento de la realidad y en la conexión de todas las formas y categorías −en el movimiento del pensamiento que las utiliza para conocer cada vez más profundamente el movimiento de la realidad−». (B. M. Kedrov; sobre las relaciones entre la lógica y el marxismo, 1951)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si a principio de los años 40 y 50 los filósofos soviéticos tenían que estar encargándose de aclarar este tipo de equívocos como el legado de Hegel, la originalidad de la filosofía rusa o los límites de la lógica formal, esto ya nos dice mucho del nivel de formación de estos. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, hasta la aclaración de este tipo de malentendidos en los años 50, hubo dos desviaciones muy generalizadas en periodos diferentes: a) los que consideraban que la lógica formal era inútil y enemiga del progreso y b) los que consideraban que la lógica formal no se diferenciaba de la lógica dialéctica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cuanto a la primera desviación, Kedrov reportó en su artículo «Notas críticas sobre temas filosóficos» (1948) cómo hubo un periodo en que, en las páginas de la revista «Bajo la bandera del marxismo», dirigida anteriormente por Deborin, se presentaba a la lógica formal como «algo fundamentalmente ajeno a la dialéctica, casi una herramienta del enemigo de clase». Durante este interludio no fue extraño ver cómo se propagó durante un tiempo la «opinión de que era necesario estudiar y desarrollar solo la lógica dialéctica», mientras «la lógica formal debe ser combatida resueltamente» −aquí puede ponerse de ejemplo a autores como Makolevski, quien consideraba en general la lógica como «inseparable de la metafísica»−.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El profesor Bakradzé en su artículo «Sobre el problema de las correlaciones entre la lógica y la dialéctica» (1950), informó de cómo normalmente «las formas del pensamiento lógico no están determinadas por la pertenencia a una clase social», puesto que «las formas y las reglas establecidas por los griegos son todavía las mismas a las cuales nos sometemos nosotros, los ciudadanos soviéticos», por tanto «sería absurdo creer que los representantes de la burguesía reaccionaria... efectuaran sus reflexiones de acuerdo con formas distintas a las nuestras». Y añadía: «no hace falta decir que ellos no llegan a conclusiones válidas porque escamotean los conceptos, los falsifican, los hacen sofísticos. Pero, esto no prueba que su lógica sea diferente, sino que únicamente muestra que no la aplican». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cherkasov en su artículo «Sobre la lógica y la dialéctica marxista» (1950), habló también sobre este absurdo de la lógica «burguesa»: «La lógica formal, como la gramática y la aritmética, es válida para todos: griegos o modernos, capitalistas o proletarios». Evidentemente, nos gustaría saber cómo algunos pensaban que en la URSS podrían operar los ferroviarios o lingüistas sin las reglas básicas que conforman la lógica formal, desde luego hubiera sido un espectáculo tan cómico como dramático. Véase la obra de Ediciones Uno en Dos: «Debate sobre la lógica formal y la lógica dialéctica, Henri Lefebvre y revista «Cuestiones de filosofía» (2022).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estas acusaciones no eran sobrestimadas. En la resolución «Balance de la discusión de los problemas de la lógica» (1951), se reportaron casos de este tipo que fueron muy comunes: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Así es como, por ejemplo, en el decreto Nº361 del 23 de marzo de 1948, expedido por el entonces Ministro de Enseñanza Superior, S. V. Kaftanov, se dice respecto al trabajo efectuado en la cátedra de Lógica de la Universidad de Moscú, que «...en la Antigüedad, la lógica formal sostuvo la ideología de los propietarios de esclavos; en la Edad Media, fue la sierva de la teología; y, en la época del capitalismo, la lógica se ha adaptado a la burguesía para mantener a las clases oprimidas encadenadas dentro de la ideología burguesa». (Cuestiones de filosofía; Nº6, 1951)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cuanto a la segunda desviación, en 1946, tras las instrucciones del CC del PCUS (b) sobre la necesidad de estudiar la lógica formal de ese mismo año, Kedrov anotó en su artículo de 1948 cómo «algunos filósofos se alejaron directamente en la dirección opuesta», es decir, comenzaron a demostrar que «no hay diferencia entre la lógica formal y la dialéctica», lo cual también es un claro despropósito por motivos obvios:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La lógica formal es ante todo un método para el hallazgo de nuevos resultados, para progresar de lo conocido a lo desconocido, y eso mismo es la dialéctica, aunque en sentido más elevado, pues rompe el estrecho horizonte de la lógica formal y contiene el germen de una concepción del mundo más amplia». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ya en su momento, Rosental y Yudin advirtieron en su «Diccionario filosófico» (1940), que las reglas básicas de la «lógica formal», como son la ley de identidad −una cosa solo es igual a sí misma−, la ley de no contradicción −una cosa nunca es diferente a sí misma− y la ley de exclusión de un tercero −una cosa puede ser o no ser, pero nunca adoptar una forma intermedia, una tercera opción− son principios incoherentes con la lógica dialéctica, que asume que las cosas encierran en sí mismas contradicciones fruto de la mutación y la evolución propias del movimiento al que están sujetas como entidades materiales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De este modo, la «ley de identidad» es falsa en tanto que toda cosa está en continua transformación y, por tanto, no permanece siendo igual a sí misma por siempre; pongamos el ejemplo de la paradoja del barco de Teseo, al que se le iban cambiando piezas una a una hasta haber sido reemplazadas todas las originales. Si tratamos de responder, mediante la lógica formal y siguiendo la ley de identidad, a la pregunta «¿cuándo deja de ser el mismo barco?» nunca hallaremos una respuesta satisfactoria, pues no es concebible para la lógica formal el cambio en las propiedades de un objeto, ya que todo cambio se presentaría como la negación del objeto mismo. Sin embargo, para la lógica dialéctica no existe esa controversia, pues ni el «barco de Teseo» ni ninguna otra cosa pueden permanecer siendo iguales con el paso del tiempo. De hecho, todo objeto encierra en sí mismo propiedades contradictorias, por lo que al tiempo que lo es, deja de serlo, y mientras deja de serlo, es; pues el criterio para afirmar o negar se basa en la contrastación con el mundo material y no en la coherencia de la formulación proposicional que se nos presenta −podríamos visualizar esto con el ejemplo de la compraventa de un coche, pues mientras una persona está tramitando la venta del vehículo a otra, ambos podrían afirmar ser los «propietarios» y al mismo tiempo afirmar que «no lo son», según piensen su relación de propiedad de manera temporal, material o jurídica−.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Así, el «barco de Teseo» fue un medio de transporte con unos fines concretos y fue un objeto sujeto a la degradación y al paso del tiempo, es decir, que fue un elemento material en interrelación con su entorno y con unas propiedades variables por naturaleza. De tal modo que, si Teseo buscaba surcar los mares sin riesgo de hundirse al primer soplo de viento, no le quedaría más remedio que reparar las piezas degradadas por sus viajes, hasta el punto de que, pasado un tiempo, incluso aunque ninguna pieza del barco fuera la misma que en su origen, esto solo demostraría que para mantener una determinada esencia, el barco como medio de transporte, habría que renunciar a otra, el barco como materia, y por tanto, estaremos comprobando que el barco es simultáneamente dos cosas diferentes, no siendo lo mismo el barco como medio de transporte al barco como materia; de hecho, ni siquiera es lo mismo el barco como propiedad de Teseo al barco como patrimonio de Atenas en recuerdo de las hazañas del héroe griego, ni en cada una de las infinitas situaciones imaginables. La lógica formal no atiende a esta naturaleza cambiante de las cosas, concibiendo el mundo de forma estática ignora la degradación, el movimiento, el contexto, etc.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por su parte, la «ley de no contradicción» es una reafirmación de la anterior, donde si algo solo puede ser igual a sí mismo, implica que no puede contener ninguna forma de contradicción. Esto sería como afirmar que el «barco de Teseo» deja de serlo en el momento en que se le cambia un tablón de madera, como si esa parte fuera lo suficientemente significativa como para afirmar que el conjunto es otro nuevo y diferente. Algo parecido ocurre con la «ley de exclusión de un tercero», pues al no admitir los procesos de mutación, para la lógica formal el barco solo «es» o «no es», al punto que el mínimo cambio lo convierte en una cosa nueva y diferente, habiendo quedado, al parecer, destruida la anterior, pues no asume la posibilidad de una «tercera forma» intermedia entre dos realidades diferenciadas, como pueda ser el barco reparado entre el barco nuevo y el barco destrozado; sin comprender que en cualquier caso existen elementos comunes y menos aún que incluso en reposo aparente el objeto se ve parcialmente modificado, pues sigue estando expuesto a la degradación del oxígeno, la luz o el agua, sin contar con que inevitablemente anda desplazándose por el espacio. Al igual que hemos tomado este ejemplo, el lector puede reflexionar sobre los paralelismos existentes con los seres vivos y su renovación celular, con su degradación física con el paso del tiempo o con la evolución de la personalidad de las personas durante su vida, o si lo prefiere puede pensarlo con cualquier otro aspecto del mundo y apreciará formas similares por las cuales la realidad se caracteriza por su movimiento y no por su inmovilismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Engels argumentó también el por qué la lógica formal, si bien es aplicable en algunos aspectos del uso diario, no puede ser la piedra angular de las investigaciones modernas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Este modo de pensar nos resulta a primera vista muy plausible porque es el del llamado sano sentido común. Pero el sano sentido común, por apreciable compañero que sea en el doméstico dominio de sus cuatro paredes, experimenta asombrosas aventuras en cuanto se arriesga por el ancho mundo de la investigación; y el modo metafísico de pensar, aunque también está justificado y es hasta necesario en esos anchos territorios de diversa extensión según la naturaleza de la cosa, tropieza; sin embargo, siempre, antes o después, con una barrera más allá de la cual se hace unilateral, limitado, abstracto, y se pierde en irresolubles contradicciones, porque atendiendo a las cosas pierde su conexión, atendiendo a su ser pierde su devenir y su perecer, atendiendo a su reposo se olvida de su movimiento: porque los árboles no le dejan ver el bosque». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Yendo a la vida cotidiana podemos visualizar aspectos prácticos de la lógica formal, pues es evidente que un padre no va a dudar de si su hijo «es» y «no es» simultáneamente, ni nadie tiene por qué dudar de una declaración tal como «este es mi hijo», sin necesidad de entrar en si el hijo es biológico, adoptado o tan solo es un sobrino al que se le da el trato de «hijo»; es decir, que si bien la lógica formal nos es útil en el día a día para no dudar a cada paso de la realidad que nos rodea, esta forma de la lógica se vuelve insuficiente en cuanto tratamos de obtener un conocimiento más exacto del mundo, pues el sociólogo que estudie la composición de la familia en una zona geográfica determinada no puede bastarse de simples declaraciones, sino que debe servirse de todos los medios posibles para acercarse al conocimiento objetivo de las relaciones interpersonales que trata de estudiar en toda su variedad y variabilidad.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Evidentemente, ambas tendencias sobre la lógica, tanto defender que la lógica formal es equivalente a la dialéctica, como que sirviéndonos de la segunda podemos ignorar completamente la primera, son extremistas y equivocadas, por lo que esta discusión que mantuvieron los filósofos soviéticos solo corrobora que muchos de ellos no siempre estaban familiarizados con los trabajos fundamentales de Marx, Engels y Lenin que podrían haberles ayudado en estas discusiones, es decir, obras como «Ideología alemana» (1846), «El Capital» (1867), «Anti-Dühring» (1878), «Dialéctica de la naturaleza» (1883), «Materialismo y empiriocriticismo» (1909), «Cuadernos filosóficos» (1916), etc. En este caso particular, desconocían u olvidaban lo ya comentado por estos autores sobre la relación entre la lógica formal y la lógica dialéctica. Un conocimiento legado por sus predecesores que, si bien no debería ser nunca considerado como «sagrado», desde luego sí que resulta un material científico de absoluta vigencia, ya que estos habían sabido estudiar, tramitar y constatar estas cuestiones mucho mejor que los filósofos soviéticos de la época</span><span style="font-family: georgia; text-align: left;">». (Equipo de Bitácora (M-L); Análisis crítico sobre la experiencia soviética, 2024)</span></p><p></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-19040442417167598542023-12-26T22:25:00.004+01:002024-01-06T16:15:17.942+01:00Engels hablando sobre las ciencias exactas, las ciencias naturales y las ciencias sociales<p style="text-align: justify;"></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"></p><p style="line-height: 150%;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzk6cI5IfT7I9SDIvdT_0RJzi5b2ObfXg75dggcLpmvbG8rS5M8DNw1_N9w_t4LLxwlgH3JsPFPNYykvJbKHhj9cfX0Om3HXIJgLu7y02Mnm8gNZlr4pucoFKBd1QW86GodD5fRuL4C1_p1WGY_UGJC5oBi784tG0pTocWqwS5BKvAvt0zj8rt1Imixgcc/s1000/Engels.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: georgia;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1000" height="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzk6cI5IfT7I9SDIvdT_0RJzi5b2ObfXg75dggcLpmvbG8rS5M8DNw1_N9w_t4LLxwlgH3JsPFPNYykvJbKHhj9cfX0Om3HXIJgLu7y02Mnm8gNZlr4pucoFKBd1QW86GodD5fRuL4C1_p1WGY_UGJC5oBi784tG0pTocWqwS5BKvAvt0zj8rt1Imixgcc/w640-h512/Engels.png" width="640" /></span></a></div><p></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«Si alguna vez llegara la humanidad al punto de no operar más que con verdades eternas, con resultados del pensamiento que tuvieran validez soberana y pretensión incondicionada a la verdad, habría llegado con eso al punto en el cual se habría agotado la infinitud del mundo intelectual según la realidad igual que según la posibilidad; pero con esto se habría realizado el famosísimo milagro de la infinitud finita.</span></p><p></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero ¿no hay verdades tan firmes que toda duda a su respecto nos parece locura? Por ejemplo, que dos por dos son cuatro, que los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos, que París está en Francia, que un hombre sin alimentar muere de hambre, etc. ¿Hay, pues, verdades eternas, verdades definitivas de última instancia?</span></p><p></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ciertamente. Es bien sabido que podemos dividir todo el ámbito del conocimiento en tres grandes sectores. El primero comprende todas las ciencias que se ocupan de la naturaleza inerte y que son más o menos susceptibles de tratamiento matemático: la matemática, la astronomía, la mecánica, la física, la química. El que guste de aplicar palabras majestuosas a cosas muy sencillas, puede decir que ciertos resultados de estas ciencias son verdades eternas, definitivas verdades de última instancia: razón por la cual se ha llamado exactas a estas ciencias. Pero no todos los resultados. Con la introducción de las magnitudes variables y la ampliación de su variabilidad hasta lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, la matemática, tan rigurosa en general en sus costumbres, ha cometido su pecado original; ha comido la manzana del conocimiento, la cual le ha abierto la vía de los éxitos más gigantescos, pero también de los errores. Se perdió para siempre el virginal estado de la validez absoluta, de la inapelable demostración de todo lo matemático; empezó el reino de las controversias, y hemos llegado ahora a una situación en la cual la mayoría de la gente diferencia e integra no porque entienda lo que hace, sino por mera fe, porque el resultado ha sido hasta ahora siempre correcto.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aún peor es lo que ocurre en la astronomía y la mecánica, y en la física y la química uno se encuentra en medio de hipótesis como en medio de un enjambre de abejas. Ni tampoco es la ciencia posible de otra manera. En física nos encontramos con el movimiento de moléculas, en química con la formación de moléculas a partir de átomos y, a menos que la interferencia de las ondas luminosas sea una fábula, no tenemos perspectiva alguna de poner jamás ante nuestros ojos esos interesantes objetos y verlos. Las verdades definitivas de última instancia van a resultar curiosamente escasas con el tiempo.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aún peor estamos con la geología, la cual, por su naturaleza misma, se ocupa de procesos en los cuales no hemos estado presentes ni nosotros ni ningún hombre. La cosecha de verdades definitivas de última instancia es consiguientemente cosa de mucho esfuerzo y, por tanto, muy escasa.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La segunda clase de ciencias es la que comprende la investigación de los organismos vivos. En este terreno, se despliega una tal multiplicidad de interacciones y causalidades que toda cuestión resuelta plantea una multitud de cuestiones ulteriores, y cada cuestión particular no puede generalmente resolverse sino a pasos parciales, mediante una serie de investigaciones que a menudo requieren siglos; y la necesidad de una concepción sistemática de las conexiones obliga siempre y de nuevo a rodear las verdades definitivas de última instancia con todo un bosque exuberante de hipótesis. Piénsese en la larga serie de estados intermedios que han sido necesarios, desde Galen hasta Malpighi, para establecer correctamente una cosa tan sencilla como la circulación de la sangre en los mamíferos, o lo poco que sabemos del origen de los corpúsculos de la sangre, o la cantidad de eslabones intermedios que nos faltan, por ejemplo, para enlazar las manifestaciones de una enfermedad con sus causas en una conexión racional. Frecuentemente se producen además descubrimientos como el de la célula, que nos obligan a someter a una revisión total todas las verdades definitivas de última instancia registradas hasta el momento en el campo de la biología, y a eliminar para siempre un gran montón de ellas. Por tanto, el que en este ámbito quiera establecer auténticas verdades inmutables tendrá que contentarse con trivialidades como: todos los hombres tienen que morir, todos los mamíferos hembras tienen glándulas mamarias, etcétera. Ni siquiera podrá decir que los animales superiores digieren con el estómago y los intestinos y no con la cabeza, pues la actividad nerviosa centralizada en la cabeza es necesaria para la digestión.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero aún peor es la situación de las verdades eternas en el tercer grupo de ciencias, el grupo histórico, que estudia las condiciones vitales de los hombres, las situaciones sociales, las formas jurídicas y estatales con su sobrestructura ideal de filosofía, religión, arte, etc., en su sucesión histórica y en su resultado actual. En la naturaleza orgánica nos encontramos por lo menos con una sucesión de procesos que, en la medida en que se trata de nuestra observación inmediata, se repiten con bastante regularidad en el seno de límites bastante amplios. Las especies orgánicas siguen siendo a grandes rasgos las mismas que en tiempos de Aristóteles. En cambio, en la historia de la sociedad las repeticiones de situaciones son excepcionales, no son la regla, en cuanto rebasamos las situaciones primitivas de la humanidad, la llamada edad de piedra, y cuando se producen tales repeticiones no tienen lugar nunca exactamente en las mismas condiciones. Así ocurre, por ejemplo, con la presencia de la propiedad colectiva originaria de la tierra en todos los pueblos cultos y la forma de su disolución. Por eso en el terreno de la historia humana estamos con nuestra ciencia mucho más atrasados que en el de la biología; aún más: cuando excepcionalmente se llega a conocer la conexión interna de las formas de existencia sociales y políticas de una época, ello ocurre por regla general cuando esas formas están ya en parte sobreviviéndose a sí mismas y caminan hacia su ruina. El conocimiento es aquí, pues, esencialmente relativo, en cuanto se limita a la comprensión de la coherencia y las consecuencias de ciertas formas de sociedad y Estado existentes sólo en un tiempo determinado y para pueblos dados, y perecederas por naturaleza. El que en este terreno quiera salir a la caza de verdades definitivas de última instancia, de verdades auténticas y absolutamente inmutables, conseguirá poco botín, como no sean trivialidades y lugares comunes de lo más groseros, como, por ejemplo, que los hombres no pueden en general vivir sin trabajar, que por regla general se han dividido hasta ahora en dominantes y dominados, que Napoleón murió el 5 de mayo de 1821, etc.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero es muy curioso que las supuestas verdades eternas, las verdades definitivas de última instancia, etc., se nos propongan las más de las veces precisamente en este terreno. En realidad, sólo proclama verdades eternas como el que dos y dos son cuatro, el que los pájaros tienen pico u otras afirmaciones semejantes, aquel que procede con la intención de basarse en la existencia de verdades eternas en general para inferir que también en el terreno de la historia humana hay verdades eternas, una moral eterna, una justicia eterna, etc., las cuales aspiran a una validez y un alcance análogos a los de las nociones y aplicaciones de la matemática. En este caso podemos esperar con toda seguridad que dicho amigo de la humanidad va a aprovechar la primera ocasión para declararnos que todos los anteriores fabricantes de verdades eternas fueron más o menos asnos y charlatanes, estuvieron todos presos en el error y fracasaron completamente; tras lo cual, considerará que la existencia del error de aquéllos y de su falibilidad es una ley natural y prueba de la existencia de la verdad y el acierto en él; él, el profeta último, trae la verdad definitiva de última instancia, la moral eterna, la justicia eterna, ya lista y terminada en su mochila. Todo esto ha ocurrido tantos centenares y miles de veces que hay que asombrarse de que haya hombres lo suficientemente crédulos para creer eso no ya de otros, sino de sí mismos. Pese a lo cual, estamos ahora al menos en presencia de un tal profeta, sumido en cólera altamente moral, según vieja costumbre, cuando otras gentes se niegan a admitir que algún individuo sea capaz de suministrar la verdad definitiva de última instancia. Esa negación, incluso la mera duda, es, según él, un estado de debilidad, grosera confusión, nulidad, un corrosivo escepticismo peor que el mero nihilismo, confuso caos y otras tantas cosas amables más. Como en todos los profetas, tampoco aquí se procede por investigación crítico-científica para alcanzar el juicio, sino que se condena sin más con truenos morales.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Habríamos podido añadir a las ciencias citadas antes las que investigan las leyes del pensamiento humano, es decir, la lógica y la dialéctica. Pero tampoco en ellas es mejor la situación de las verdades eternas. El señor Dühring declara que la dialéctica propiamente dicha es un contrasentido, y los muchos libros que sobre lógica se han escrito y siguen escribiéndose prueban suficientemente que también en esto las verdades definitivas de última instancia crecen mucho más dispersas de lo que algunos creen.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por lo demás, no tenemos en absoluto que aterrarnos porque el nivel del conocimiento en el que hoy nos encontramos sea tan poco definitivo como todos los anteriores. Es ya un estadio que abarca un gigantesco material de comprensión y experiencia y exige una gran especialización de los estudios de todo aquel que quiera familiarizarse con alguna rama. Mas el que se empeñe en aplicar el criterio de la verdad auténtica, inmutable y definitiva de última instancia a conocimientos que por la misma naturaleza de la cosa o bien van a ser relativos para largas series de generaciones, sin poder completarse sino parcial y progresivamente, o bien, como la cosmogonía, la geología, o la historia humana −por las deficiencias del material histórico−, serán siempre incompletos y con lagunas, esa persona no demostrará con ello más que su propia ignorancia y desorientación, incluso en el caso de que, a diferencia de lo que ocurre con nuestro autor, el verdadero fondo de su posición no sea la pretensión de infalibilidad personal.</span></p><p style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span>Verdad y error, como todas las determinaciones del pensamiento que se mueven en contraposiciones polares, no tienen validez absoluta más que para un terreno extremadamente limitado, como acabamos de ver, y como también el señor Dühring vería si tuviera un poco de familiaridad con los rudimentos de la dialéctica, los cuales se refieren precisamente a la insuficiencia de todos los contrapuestos polares. En cuanto que la aplicamos fuera de aquel estrecho ámbito antes indicado, la contraposición de verdad y error se hace relativa y, con ello, inutilizable para un modo de expresión rigurosamente científico; por lo que, si intentamos seguir aplicándola como absolutamente válida fuera de aquel terreno, llegamos definitivamente a la quiebra; los dos polos de la contraposición mutan en su contrario, la verdad se hace error y el error se hace verdad</span><span>». (</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Friedrich%20Engels">Friedrich Engels</a><span>; </span><a href="https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion1.htm">Anti-Dühring</a><span>, 1878)</span></span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-88748216312891662822023-12-12T21:54:00.003+01:002023-12-12T21:55:16.870+01:00La historia, una cuestión ideológica y política, Bernard Peltier, 1990<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkm6EnqJWjAewBYHJxMemE_lqpjVv950lTc0uDWTj1h3Ln03HtkaRbd1DCZn5nIGrNjU0iTP-83dPPvIQddDTU34x55K8_9B7Ej4pmkIkEro_4fA46jYn2NXztoKdO2eIhlQHwbVBp_JDjB8TpS3hpijnxLSBAxrJY-3X0mCk-G4z_AM5JwcprbstCT-aG/s1300/obreos%2068%20y%20braudel%20hd.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="951" data-original-width="1300" height="468" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkm6EnqJWjAewBYHJxMemE_lqpjVv950lTc0uDWTj1h3Ln03HtkaRbd1DCZn5nIGrNjU0iTP-83dPPvIQddDTU34x55K8_9B7Ej4pmkIkEro_4fA46jYn2NXztoKdO2eIhlQHwbVBp_JDjB8TpS3hpijnxLSBAxrJY-3X0mCk-G4z_AM5JwcprbstCT-aG/w640-h468/obreos%2068%20y%20braudel%20hd.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">La guerra ideológica librada, en una escala hasta ahora desconocida, por la burguesía en los años posteriores a la gran convulsión de Mayo del 68, condujo a una terrible decadencia del marxismo en nuestro país. Pero una vez que hubo logrado −creía que de manera definitiva− imponer la idea de la quiebra de la doctrina de Marx, la burguesía no se dio por satisfecha y prosiguió su ofensiva encaminada a destruir todo pensamiento crítico.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Así, después de haber proclamado la muerte del marxismo, de la teoría de la revolución, ahora trata de decretar la supresión del concepto mismo de revolución. En su pretensión reaccionaria de «exorcizar» todo lo que amenace la perpetuación de su dominación de clase, la burguesía cree poder cerrar el círculo que mantiene al proletariado prisionero de su dictadura, presentando la idea del derrocamiento del orden social como una violencia ilegítima, la posibilidad de una ruptura radical en la marcha de la sociedad como un disparate, la revolución como una peligrosa ilusión.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con este afán de erradicar para siempre la esperanza en el cambio, de invalidar el propio proceso revolucionario como etapa necesaria en el desarrollo de las sociedades, la historia se convierte en una cuestión ideológica y política imprescindible, ya que para la burguesía se trata de erradicar cualquier sentido de desarrollo histórico, negar cualquier perspectiva histórica, imponer al proletariado la idea de la fatalidad de su condición actual, condenar a las clases dominadas al estrecho horizonte de lo inmediato. Es esta gigantesca mentira que todos los medios de propaganda tratan de hacer pasar por verdad absoluta, en el espacio y en el tiempo. Por otra parte, para realizar su aspiración a una nueva vida, para inventar su propio futuro, el proletariado debe redescubrir su memoria, no solo −como le gustaría a la burguesía− de sus fracasos y derrotas, sino más bien de su misión histórica, que consiste precisamente en liberar a la humanidad de la explotación de clase.<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5md7b9doz4elhIUUit8UhTxohkNdeWNzlYrOhScgWY2nzf4UN3G3SkCI7JzJ6cxz7mfivGOdimnUUt7_y3C0-F8b4NuHYmMg0SyA0VQ4K6qVcAETGtliYZm5WqDJjlzKKzbIURvtQaNGJBZ3Aaj1NJGvWwP55mAL0lKZRWwJwnS-b6hp-ZjgCX1ZUVQ4O/s960/Fin%20de%20las%20ideolog%C3%ADas,%20fin%20de%20la%20historia%20-%20copia.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5md7b9doz4elhIUUit8UhTxohkNdeWNzlYrOhScgWY2nzf4UN3G3SkCI7JzJ6cxz7mfivGOdimnUUt7_y3C0-F8b4NuHYmMg0SyA0VQ4K6qVcAETGtliYZm5WqDJjlzKKzbIURvtQaNGJBZ3Aaj1NJGvWwP55mAL0lKZRWwJwnS-b6hp-ZjgCX1ZUVQ4O/w640-h480/Fin%20de%20las%20ideolog%C3%ADas,%20fin%20de%20la%20historia%20-%20copia.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;"></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Fin de las ideologías, fin de la historia</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El pensamiento burgués actual que, al amparo del modernismo, proclama cínicamente el fin de las ideologías, proclama simultáneamente el fin de la historia. En efecto, el discurso estandarizado que reclama un «consenso sobre lo esencial» se reduce a un pragmatismo que justifica el «statu quo», a una filosofía de la «fuerza de las cosas». Este pensamiento mediático trata de convencernos de que el mundo en el que vivimos es un mal menor y que querer cambiarlo solo puede conducir al gulag o a la barbarie. La burguesía pretende rechazar todas las ideologías, presentadas como sistemas que engendran el terror y el totalitarismo, pero ella misma se esfuerza por ocultar que posee una ideología, la ideología de la resignación, la ideología de una sociedad que pretende no pensarse a sí misma como tal, que prohíbe encarar su propio devenir histórico. Esta ideología de la democracia imperialista, por lo tanto, expresa claramente un deseo de fin de la historia, lo que aseguró el éxito inmediato de las tesis de Fukuyama: «La universalización de la democracia liberal occidental aparece como la forma final de gobierno humano». Por su parte, Fukuyama identifica correctamente el «fin de la historia» con el «fin del pensamiento», cuando muestra que el liberalismo no es solo una ideología, sino un «vacío espiritual».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los ideólogos actuales de la burguesía, sean de derechas o de izquierdas, pretenden conjurar la revolución a través de la modernidad. Pero estas nuevas ideas con las que nos alimentan son solo los escombros de todas las viejas teorías reaccionarias, llamadas al rescate del capitalismo podrido y puestas al día. La filiación es, en todo caso, directa entre los literatos de la «nueva» izquierda, al servicio del Estado gobernado por el Partido Socialista, y las ya olvidadas tesis de los antiguos «nuevos» filósofos. Fueron precisamente estos intelectuales quienes, arrepentidos de la efímera agitación espontaneísta posterior a 1968, sentaron las bases de las mentiras actuales. Los Lévy, y otros como Glucksmann, proclamaron entonces que habían sido engañados por las ideologías, afirmaron prohibirnos pensar y decretaron el fin de la historia. Lévy escribió lo siguiente: «Estamos viviendo el final de la historia porque vivimos en la órbita del capitalismo continuado. (...) Yo creo, en este sentido, que no hay alternativa más progresista al capitalismo. (...) Es una idea de un soñador reaccionario e irresponsable apostar por una alternativa radiante cuyo aparente maniqueísmo solo esconde el más formidable deseo de orden. Digamos que hoy tenemos que decir: capitalismo o barbarie». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El discurso común a todos estos teóricos al servicio de la democracia burguesa afirmaba que la historia no existe como realidad, que solo existe el presente, un presente atemporal, sin pasado y sin devenir posible. Algunos llegaron incluso a explicar que, lo real mismo, no existe, sino que solo existen el «discurso sobre lo real» y la «historia del discurso». El sueño de los nuevos filósofos era el de una sociedad muerta, en la que la memoria ya no es posible, era el sueño de un pueblo sin pasado y que por tanto no tiene futuro.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Fue el mismo sueño que llevó al ideólogo de la «nueva» izquierda, Julliard, a declarar unos años más tarde: «Puesto que, a pesar de sí mismo, 1968 nos liberó de la utopía, es decir del pasado, mientras que 1981 nos emancipó desde la doctrina, es decir desde el futuro, hoy podemos intentar vivir en el presente». Este cínico discurso del reformismo en el poder, recuerda a todos aquellos que por falta de «alternancia» lo hayan olvidado, que la principal característica del reformismo no es tanto rechazar la revolución, como prohibir toda reforma real, abogar por la resignación.<span></span></span></p><!--more--><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibdOHJgepOR7rE8nO3eoN7rWBsk8JYQkjE-KcV8Jpjdb4fkccQyj_olX182WWMn2cEdBSh5I3CfM6WVfuT5AUM_tzC7jL9lLY89qlcGUxGONpQWj0re7WMjX9GmnTS8GFoGzZeQ62xzfeJ-hmf41XHYIHwFW_bzzJ3qMlOms0WKtflzcFNv8pegMDaDj4r/s960/una%20conmemoracion%20contra%20la%20historia%202%20-%20copia.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEibdOHJgepOR7rE8nO3eoN7rWBsk8JYQkjE-KcV8Jpjdb4fkccQyj_olX182WWMn2cEdBSh5I3CfM6WVfuT5AUM_tzC7jL9lLY89qlcGUxGONpQWj0re7WMjX9GmnTS8GFoGzZeQ62xzfeJ-hmf41XHYIHwFW_bzzJ3qMlOms0WKtflzcFNv8pegMDaDj4r/w640-h480/una%20conmemoracion%20contra%20la%20historia%202%20-%20copia.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;"></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Una conmemoración contra la historia</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La conmemoración en 1989 del bicentenario de la Revolución burguesa francesa, brindó a los ideólogos de la clase dominante la oportunidad de propagar aún más ampliamente su concepción reaccionaria de la historia, mientras que, repugnantemente, atacaban casi con unanimidad la idea de «revolución». El objetivo esencial de esta empresa oficial de revisión de la historia, era cuestionar el carácter histórico fundacional de la revolución burguesa de 1789. A partir de un hecho que representó una ruptura radical, un poderoso movimiento social acompañado de una tremenda conciencia, era necesario crear un epifenómeno mítico e ilusorio. Era necesario quitarle todo sentido a este breve período de profunda transformación, diluyendo el evento en un «largo tiempo», supuestamente marcado por la «permanencia de estructuras y mentalidades», vaciándolo de su contenido social, determinado por las aspiraciones populares de las masas, convertidas en actores de la historia.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La ofensiva se llevó a cabo en todos los sentidos: ocultándose bajo la palabra consensuada de la tradición republicana y retomando el discurso de moda sobre los derechos humanos, sin olvidar el recurso al viejo tema contrarrevolucionario, apenas modernizado. Un líder del Partido Socialista como Mermaz, por ejemplo, optó por desarrollar una dialéctica muy «chispeante» de historia y tradición, pretendiendo que, aunque la revolución sea parte de la tradición, de ninguna manera debe determinar el curso de nuestra historia. Mermaz afirma: «Un país como Francia vive de una tradición ya establecida, la de la Revolución Francesa. Es un logro. La Revolución no está en la agenda de Francia porque la gran Revolución ya tuvo lugar. [...] Todo nuestro enfoque en la Francia de hoy, es deshacer para que no haya Revolución».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta última frase es de hecho la quintaesencia de la ideología del Partido Socialista en el poder. Mermaz afirma oponerse a la revolución −proletaria− en nombre de la revolución −burguesa−. Está claro, y debe sonar como una amenaza. Pero aprendemos aún más leyendo la apocalíptica descripción de la revolución que el mismo Mermaz se apresura a darnos: «En una revolución, hay siempre dos aspectos: el inaceptable, el del desencadenamiento de las pasiones, violencias, e instintos impuros, y el del resultado mismo de la revolución. Una revolución nunca será buena en sí misma. Solo podemos estar en contra de este punto de vista. La única observación que se puede hacer es que ha habido revoluciones y, por tanto, que ha habido causas».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Mucho más que el odio a la violencia del pueblo manifestado en este pasaje, lo que nos interesa aquí es la concepción de la historia desplegada por Mermaz. Según él, la revolución parece depender de causas misteriosas, que tienen la particularidad de no determinar en modo alguno ni su curso ni sus consecuencias. Mermaz se contenta con «anotar» resultados −el famoso «logro», sin duda−, resultados sin causa aparente, pero que está obligado a registrar, aunque sean producto de excesos «inaceptables». A Mermaz le gustaría una revolución que sea «pura», una revolución «sin revolución» de hecho, pero con «resultados». Su concepción reaccionaria es básicamente la de una historia cuyo comienzo es ya el comienzo del fin. Las palabras de Mermaz marcaron bastante el tono del discurso conmemorativo de 1989, y no hay necesidad de enlistar las citas. Baste recordar las conclusiones de otra personalidad socialista, el propio Primer Ministro actual, Michel Rocard, quien resumió así la visión oficial del bicentenario: «Entre las muchas consecuencias de la gran Revolución, hay una que es importante, es la de haber convencido a mucha gente de que la revolución es peligrosa y que, si podemos prescindir de ella, esto no es mala idea».</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuLCvAu-1hxzdMaD9N4tYnlAu_UgPSuTC0ds3t-y4tCNHR5EeJcrSJr3EFUjlDm-LtpWLP_0e5bGjXHFyFobrNZ_KRCXrB1FDEh6s-IL9zGW_KryjcaqfD2FNZWHQ1yLzA3HYSmnjlLZqrW4usAHxJPAsAhq1cHYajWDgeZZ7sn2PbmsrYnOi94CNY3fdg/s750/la%20revolucion%20y%20la%20historia.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="750" height="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuLCvAu-1hxzdMaD9N4tYnlAu_UgPSuTC0ds3t-y4tCNHR5EeJcrSJr3EFUjlDm-LtpWLP_0e5bGjXHFyFobrNZ_KRCXrB1FDEh6s-IL9zGW_KryjcaqfD2FNZWHQ1yLzA3HYSmnjlLZqrW4usAHxJPAsAhq1cHYajWDgeZZ7sn2PbmsrYnOi94CNY3fdg/w640-h512/la%20revolucion%20y%20la%20historia.png" width="640" /></a></div><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La revolución y la historia</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La revolución social, como etapa esencial en el desarrollo de las sociedades, es un acontecimiento que produce una transformación radical, que corresponde al derrocamiento de un modo de producción obsoleto y al establecimiento de un modo de producción nuevo y progresivo. Surge necesariamente del desarrollo de las contradicciones internas de un régimen social dividido en clases antagónicas. Así, la revolución no puede ser en modo alguno, como algunos quieren hacernos creer, un hecho fortuito o una anomalía de la historia, sino que por el contrario constituye un fenómeno histórico, que debe ser considerado tanto desde el punto de vista del pasado como del futuro y cuyo conocimiento implica el conocimiento de las condiciones que lo engendran, así como el de su desarrollo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como todo fenómeno histórico, la revolución está marcada por el cambio continuo que expresa su esencia contradictoria y su originalidad específica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La revolución es, ante todo, una ruptura en la historia, la abolición del pasado, su crítica y negación. Los hombres, para hacer historia, deben liberarse de su peso. La verdadera revolución social:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«No puede comenzar por sí misma hasta que haya liquidado por completo toda superstición con respecto al pasado». (Karl Marx; El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, 1852)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero la revolución es también la aceleración de esta historia, la apertura de nuevas posibilidades, la creación colectiva de una historia nueva, que no puede ser totalmente ajena a la del pasado. Si la revolución quiere romper con el pasado, las fuerzas reaccionarias la amenazan con dar marcha atrás, por lo que no puede contentarse con ser una ruptura con la historia, sino que debe constituir ella misma su legitimidad histórica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por lo tanto, la revolución no es de ninguna manera el final de la historia. El comunismo, la meta que debe alcanzar la humanidad, es solo el comienzo de otra historia, la del destino unificado del hombre y la naturaleza, finalmente reconciliados, y cuyo final solo puede ser la muerte de la humanidad. Si los hombres deben romper con «los espíritus del pasado», su capacidad de generar una revolución depende también, más allá de las condiciones económicas y sociales, de la reconquista de la tradición revolucionaria y, más en general, de la concepción que hagan, en su memoria y su conciencia colectiva, la historia.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para poder construir la historia, su historia, los hombres deben integrar esta dimensión en su proyecto revolucionario. La revolución, por lo tanto, requiere la conciencia de su propia historicidad, por lo que no puede haber revolución posible en una sociedad no historizada. Esto es lo que diferencia la revolución del mito, del mesianismo o de la revuelta, una diferencia que los ideólogos burgueses se esfuerzan constantemente por negar. Así, las sociedades que han permanecido prisioneras del mito, santifican el pasado y excluyen las representaciones del tiempo histórico capaces de abrir la posibilidad de una ruptura. En cuanto al mesianismo, se refiere a la aspiración de cambio en el futuro lejano de una liberación sobrenatural. Por el contrario, la revolución solo puede darse en la realidad −frente a la utopía− y en el tiempo de una historia conscientemente asumida.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Podemos comprender entonces los esfuerzos desmesurados de la burguesía por rechazar la historia, por «deshistorizar» la sociedad, para alejar definitivamente el espectro de la revolución. Esta «deshistorización» que la sangrienta dictadura nazi supo imponer por medio del terror, la burguesía francesa hoy busca obtenerla a través del discurso de sus ideólogos, encargados de acompañar y amplificar la actual decadencia de las ideas revolucionarias. Cuando esta empresa de las clases explotadoras tiene éxito, cuando las masas se muestran incapaces de encontrarse en su verdad historizada, cuando sus aspiraciones a una nueva existencia no logran vencer el desencanto y la resignación, entonces solo les queda la revuelta espontánea para expresar el rechazo a esta situación. Aunque la revuelta es a menudo una manifestación de violencia extrema, esta violencia permanece confinada en sí misma y no conduce a ningún progreso, porque la revuelta se muestra incapaz de dominar el futuro y permanece prisionera del pasado. Sabemos que el fascismo supo aprovechar una forma de revuelta conservadora, orientada hacia el pasado, que luchaba por la restauración de una idealizada «edad de oro».</span></p><p style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXravAVJnATSu1o4NoEof__5ilQ9y4T8RHX2PQaYSYa6nWXysjI9A7y3pG4NONUUegAiI9O0McAe-XCc8C5W3Wg70ijA3sGxQ1I0BnOYr-d95H23a_HSjMIW3gSGttBrEBq9QL1MfZN8HSCCOvWRLsZ-AbkcU0bY5iWCz4fPKjH4WsPxSUKQdv48TTF2uD/s1280/la%20rev%20lo%20politico%20y%20los%20soc%20-%20copia.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="955" data-original-width="1280" height="478" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgXravAVJnATSu1o4NoEof__5ilQ9y4T8RHX2PQaYSYa6nWXysjI9A7y3pG4NONUUegAiI9O0McAe-XCc8C5W3Wg70ijA3sGxQ1I0BnOYr-d95H23a_HSjMIW3gSGttBrEBq9QL1MfZN8HSCCOvWRLsZ-AbkcU0bY5iWCz4fPKjH4WsPxSUKQdv48TTF2uD/w640-h478/la%20rev%20lo%20politico%20y%20los%20soc%20-%20copia.png" width="640" /></a></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La revolución, lo político y lo social</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otra forma de negar la historicidad de la revolución es negar su contenido social. La revolución social, es verdad, pasa por la afirmación de la política, por el surgimiento colectivo del pueblo reunido en torno a objetivos comunes, que designan al Estado como apuesta y reclaman el poder como medio para hacer nacer lo nuevo y lo instituyen irreversiblemente. Esto es especialmente cierto para el proletariado, cuyo programa social y económico no puede implementarse mientras exista el capitalismo. En la sociedad burguesa dividida en clases, el proletariado se ve obligado a utilizar las armas que encuentra en esta sociedad, de ahí el carácter político de su lucha, ya que lo político es constitutivo de la sociedad burguesa. Toda transformación esencial de su condición pasa pues, inevitablemente, por la política, y debe incluir la dimensión del poder.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, el proletariado debe esforzarse por delimitarse claramente de la política burguesa, debe evitar dar una forma exclusivamente política a su lucha, cuyos fundamentos son ante todo económicos y cuyos fines son sociales. Así lo expresó Marx en su obra «Sobre la cuestión judía» (1844) cuando criticó la unilateralidad del espíritu político, llamando a disipar toda ilusión sobre una emancipación puramente política, la cual no puede ser más que «abstracta y parcial».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La forma política de la lucha del proletariado es, por tanto, un elemento histórico determinado por las condiciones de la sociedad de clases burguesa, pero la historicidad de su lucha depende de su capacidad para realizar su futuro social, por medios políticos. Marx resume así la tarea histórica del proletariado, con su dialéctica de lo político y lo social:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Conquistar la emancipación económica mediante la conquista del poder político, y utilizar esta fuerza política para la realización de los fines sociales». (Entrevista a Karl Marx en la revista The World, in Woodhull and Claffin's Weekly, 1871)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El proceso revolucionario no puede pues reducirse a un simple cambio político, porque eso lo convertiría en un epifenómeno contingente, quizás evitable, mientras que es un proceso global y necesario de transformación de las relaciones sociales. La revolución debe ser, por supuesto, la conquista del poder, por lo tanto, un acto político, pero es precisamente este acto político el que permite al proletariado «hacer retroceder la envoltura política» −como escribió Marx− para disolver las viejas relaciones sociales y emprender su actividad organizativa expresando sus propios objetivos sociales. Por lo tanto, debemos ir más allá de la noción de crisis política para entender la revolución como un evento decisivo de revelación y resolución de las contradicciones de la sociedad, como una ruptura que no es solo cronológica, como un momento fundacional y creativo en la historia de un pueblo y la humanidad.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La conmemoración del bicentenario de la Revolución de 1789, y en muchos sentidos la esencia de la tradición republicana burguesa francesa, se caracteriza por un intento manifiesto de construir una visión mítica y abstracta y, por lo tanto «deshistorizada», de la Revolución. Sumando a los comentarios ya expuestos, vemos ahora que este objetivo antirrevolucionario también puede lograrse eliminando el contenido social de la Revolución. Es cierto que los propios jacobinos se hicieron serias ilusiones sobre la omnipotencia de la voluntad política que aquella manifiesta, pero lo esencial en la Revolución francesa es que ésta estuvo particularmente marcada por una fusión de los ideales de igualdad social e igualdad política. La cuestión social fue una parte integral de la Revolución Francesa, a diferencia de la Revolución Americana, que le dio la espalda. Por eso, en Francia, el pueblo, la voluntad popular, han aparecido como las fuentes del nuevo poder a construir, de ahí el «Terror». Esto es precisamente lo que los ideólogos liberales no pueden aceptar. Algunos incluso afirman ver allí la fuente de todo totalitarismo. Así, Hannah Arendt nos advierte: «Cualquier intento de resolver la cuestión social por medios políticos conduce al terror». Para Arendt, la Revolución Francesa se desvió de su camino, porque Robespierre quiso trocar la libertad por la salvación del pueblo, es decir, dejó que la cuestión social invadiera las nuevas estructuras políticas en formación. En última instancia, Arendt ve la revolución como un movimiento devastador e irracional cuyos actores son solo títeres desconcertados o bárbaros criminales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para François Furet, el papa mediático del bicentenario, el «error» de la Revolución fue el de Jean-Jacques Rousseau. Tanto uno como el otro querían «deducir lo político de lo social», querían afirmar «la precedencia de lo social sobre el Estado». Al eliminar de la revolución su contenido social, los ideólogos burgueses hacen que ésta pierda su carácter de acontecimiento profundamente innovador y puede luego ahogarla nuevamente en un proceso a largo plazo en el que no es más que un epifenómeno. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Furet juzga fundamentalmente a la revolución como anormal, porque en su concepción del acontecimiento político, el elemento político surge de la nada, no está ligado a la sociedad, a su economía. Al limitarse a un estudio de las representaciones políticas, Furet privilegia y potencia la esfera política, hasta el punto de darle una lógica independiente desvinculada de otros aspectos, impidiendo así concebir la revolución como un movimiento global de emancipación del hombre. En la línea de Tocqueville y Cochin, Furet también atacó lo que para él era la raíz del mal, al condenar el concepto mismo de revolución, denunció el concepto de soberanía popular como la «matriz del totalitarismo» y afirmó que «1789 abre un período de deriva histórica». Con motivo del bicentenario, se asoció al bochornoso discurso conmemorativo que pretendió celebrar el 89 relativizándolo, cercenándolo de los ideales, valores y obra de los revolucionarios. Evacuada cualquier línea divisoria, cualquier idea de ruptura, Furet, la Fundación Saint-Simon y la socialdemocracia hegemónica pueden entonces aplaudir a sus anchas «el fin de la excepcionalidad de la historia política francesa», la reconciliación nacional y el consenso republicano, garantizado por el engaño del pluralismo. Así creen estar frenando cualquier amenaza que pueda surgir de la conciencia de que la Revolución fue portadora de un «nuevo estado del mundo», de que su obra quedó en parte inconclusa y que la vocación a lo universal, que en cierto sentido la caracterizó, no podrá realizarse sino con la abolición del orden burgués.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpRf-dEevZ9j2WpadWy1-uiSFBsVchSynv2xf57KrB6qJ113xiBEdwvaWkYYl1QaKMCFCLxvoyxVSK-drIJTVfypqV0ktLSjNwsK8HtWYLNHjjWIzl3HTeAEkR-nuF-tpJjXnOR7Iuq_37-RBOnyDIb-0foJaEJBvmUqdy9pXHydOuJ6UXsnEzTmxeML5O/s950/subjetivismo%20en%20la%20historia.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="666" data-original-width="950" height="448" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpRf-dEevZ9j2WpadWy1-uiSFBsVchSynv2xf57KrB6qJ113xiBEdwvaWkYYl1QaKMCFCLxvoyxVSK-drIJTVfypqV0ktLSjNwsK8HtWYLNHjjWIzl3HTeAEkR-nuF-tpJjXnOR7Iuq_37-RBOnyDIb-0foJaEJBvmUqdy9pXHydOuJ6UXsnEzTmxeML5O/w640-h448/subjetivismo%20en%20la%20historia.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;"></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Subjetivismo en la historia</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su lucha por aniquilar todo pensamiento histórico, por liquidar la historia, la ideología burguesa ha producido un gran número de concepciones, cuyo fundamento común es el subjetivismo. Es decir, la negativa a captar la historia como objeto susceptible de conocimiento científico; la renuncia de cualquier tipo de causalidad descansando en las leyes objetivas que fundan los procesos sociales. La historia es entonces solo el movimiento ininteligible de una temporalidad múltiple y olvidamos que el tiempo que transcurre es un proceso continuo que produce, en determinadas condiciones, lo concreto, cuyo significado específico puede ser comprendido objetivamente. En el origen de las actuales concepciones reaccionarias de la historia, encontramos muy a menudo a los filósofos alemanes de principios de siglo: Dilthey, Weber, Jaspers, Simmel, Spengler, Heidegger..., cuyo pensamiento fue introducido en Francia por Raymond Aron, en su obra «Introducción a la filosofía de la historia» (1938).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para estas filosofías subjetivistas de la historia, podemos explicar la naturaleza, pero no podemos explicar al hombre, porque el hombre se define solo por su conciencia, que es pura libertad. Es la conciencia singular del hombre la que se apodera del mundo y le da un sentido, un sentido que, por tanto, depende solo de la libertad de juicio del individuo y que varía según la subjetividad. Por lo tanto, no puede haber una verdad objetiva sobre los acontecimientos del pasado, ya que es cada individuo quien construye esta verdad en su conciencia, quien reconstruye el pasado de acuerdo con su acción presente y sus planes para el futuro.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Una cuestión ideológica importante en las ciencias humanas se refiere a la posibilidad de aplicarles el racionalismo, en particular uno de sus fundamentos, el principio de causalidad. Muchos ideólogos burgueses, más o menos encaprichados con el irracionalismo, se declararon en guerra contra la extensión del principio de causalidad a la historia, contra lo que llamaron «historicismo». Aquí se han explorado dos caminos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Uno, inspirado en Heidegger, afirma que el rechazo del «historicismo» requiere una destrucción completa del principio de causalidad. Este es el camino seguido por Hannah Arendt. El otro, seguido por Raymond Aron, encuentra su inspiración en Max Weber y busca limitar el principio de causalidad.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Así, para Arendt, la explicación causal conduce a la ideología, que a su vez conduce al terror. Según ella, la ideología es afín a la metafísica tradicional, mientras se adorna con el prestigio del rigor científico, con su pretensión de «comprender el movimiento de los procesos sobrehumanos, naturales o históricos».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como hemos mencionado, esta concepción discontinuista e irracionalista de la historia se inspira en particular en Heidegger y su crítica al principio de razón suficiente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«No podemos, jamás, hacer que las épocas se deriven unas de otras, y mucho menos disponerlas como las etapas de un proceso global» (Martin Heidegger; El principio de la razón, 1962)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Arendt, por su parte, aclara: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Lo novedoso es el terreno del historiador. (…) Esta novedad se puede manipular si el historiador insiste en la causalidad y pretende ser capaz de explicar los acontecimientos mediante una cadena de causas que, finalmente, le conducen a ellos. (...) Sin embargo, en las ciencias históricas, la causalidad es una categoría completamente extraña y falsificadora». (Hannah Arendt; Comprensión y política, 1953)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La historia, por tanto, no existe para los subjetivistas, o más bien la realidad histórica se disuelve en un sistema de conjeturas excluyendo toda idea de necesidad, toda idea de causalidad. El pasado es inaccesible a la comprensión, todo lo que queda en la conciencia de cada uno es un pasado irremediablemente muerto que se ha convertido en una ilusión, incapaz de producir conocimiento. En consecuencia, el devenir tampoco es necesario, no puede ser producto de ninguna ley de la evolución de las sociedades.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si bien los subjetivistas no niegan la realidad del devenir, éste desaparece muy rápidamente detrás de su concepción subjetiva del tiempo, se disuelve en una eternidad animada por continuas oscilaciones.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ninguna idea de ruptura es, pues, posible en el marco de este proceso temporal, marcado por la única historicidad de la conciencia privada replegada sobre sí misma. Esta teoría de la historia admite, sin embargo, que el individuo puede actuar, pero considera su acción como un puro acto de fe, como una apuesta impulsiva y arriesgada que el hombre hace al futuro, como un simple juego de su voluntad. La acción política, por tanto, solo puede ser subjetiva, tanto en sus motivos como en sus fines. No puede basarse en los hechos, ya que no cuentan, ni en conocimientos extraídos de la experiencia colectiva. No responde a ninguna lógica científicamente fundada y capaz de producir un progreso. Finalmente, para el subjetivismo, la historia escapa a las masas, como escapa al individuo, que permanece aislado de la realidad del mundo y de sus semejantes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A pesar de los esfuerzos de Raymond Aron, las circunstancias políticas e intelectuales de la década de 1930, no permitieron que su filosofía idealista importada arraigara en nuestro país. En ese momento, fue otra corriente la que se abrió paso, la de la Escuela de los Annales.</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtKdtooQvV3AMYp_NpJms-XKJ4pFlmlPB65mzVm9pCyLkTN1cJfVyabYb-QCPb3OJxFFucPYahGQcmsLilnq_tWcbw3WlWyjYzd4jLhl2E2UhP4jTQ5NtF5ApYOiJ0EmbpVV8RW27A3LbJFDIrlxgEcWHjMAflc9P6RNessdsKY5YVRptioJozucTYNyvT/s960/Una%20corriente%20idealista%20dominante%20la%20Escuela%20de%20los%20Annales.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtKdtooQvV3AMYp_NpJms-XKJ4pFlmlPB65mzVm9pCyLkTN1cJfVyabYb-QCPb3OJxFFucPYahGQcmsLilnq_tWcbw3WlWyjYzd4jLhl2E2UhP4jTQ5NtF5ApYOiJ0EmbpVV8RW27A3LbJFDIrlxgEcWHjMAflc9P6RNessdsKY5YVRptioJozucTYNyvT/w640-h480/Una%20corriente%20idealista%20dominante%20la%20Escuela%20de%20los%20Annales.jpg" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Una corriente idealista dominante: la Escuela de los Annales</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Entre las razones que explican la actual hegemonía en nuestro país de las concepciones reaccionarias de la historia y la evolución de las sociedades, debemos mencionar la traición revisionista, que debilitó continuadamente la posición del proletariado, oscureció las perspectivas de ruptura con el sistema burgués y llevó al abandono de toda lucha ideológica contra las teorías de las clases dominantes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La debilidad secular de los marxistas franceses favoreció este abandono, porque no permitió a los militantes comunistas disponer de las armas ideológicas que les eran necesarias para conservar y reforzar su concepción del mundo revolucionario.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Así, en el campo que nos interesa, el de la historia, debemos señalar que el PCF pocas veces ha sido capaz de defender de manera coherente el materialismo histórico, que muchas veces ha reducido esta defensa a la reedición de determinados textos de Marx o Engels y cuyos ideólogos se han limitado a retomar las tesis más generales. Los historiadores miembros de este partido no han sido lo suficientemente incentivados para tomar conciencia de sus responsabilidades como intelectuales comunistas, no se han mostrado a la altura de las tareas que les incumben y se han contentado con publicar algunos manuales básicos, escritos de pequeña escala, o artículos ocasionales. Fueron conducidos a privilegiar la lucha política inmediata, en detrimento de una polémica ideológica argumentada contra todas las corrientes no marxistas, la cual sería solamente susceptible de afirmar la doctrina de Marx y demostrar el carácter creador de ésta. Poco a poco, a medida que la línea política del PCF se fue contaminando de oportunismo y ellos mismos lograron hacerse un lugar en la universidad y en las demás instituciones burguesas, fueron incorporando de manera ecléctica, en su pensamiento, partes enteras de diferentes teorías idealistas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Una de las corrientes históricas más peligrosas que el revisionismo se negó a combatir cara a cara, y con la cual tuvo progresivamente una fusión, fue la de la Escuela de los Annales, que lleva el nombre de la revista fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre, de los años 30. En la posguerra, bajo el impulso decisivo de Fernand Braudel, esta corriente antimarxista logró hacerse con un lugar hegemónico entre los historiadores franceses. Luego, habiendo conquistado paulatinamente amplios sectores de la intelectualidad y de los medios de comunicación, fue ampliamente divulgada al público en la década de 1970 bajo el nombre de «Nueva Historia». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Originalmente, la Escuela de los Annales tenía la intención declarada de renovar la historia, superando tanto la historia tradicional como el marxismo, en nombre de un supuesto retorno a lo «concreto», de una historia «global» capaz de redescubrir al hombre «total». A diferencia de la historia burguesa tradicional, los «analistas» se cuidaron de no rechazar de plano la explicación marxista de la historia, pero afirmaron vivir con ella, incluso adoptarla en ciertos puntos. Por lo tanto, pretendían alejar del marxismo a los historiadores que sentían la insuficiencia de la historia burguesa, que querían romper con la historia idealista y buscaban un nuevo método histórico. Esta forma de combatir el marxismo, negando su carácter innovador y revolucionario, y llamando a su integración en el fondo común del pensamiento burgués, no era en sí misma nada nuevo, ya que correspondía en ese momento a la estrategia seguida habitualmente por los teóricos de la socialdemocracia, la cual por lo tanto apoyó plenamente la empresa de los Annales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta corriente se instauró en la década de 1930, en circunstancias favorables que sus líderes supieron aprovechar. A fines de la década de 1920, en efecto, las concepciones de la corriente dominante en la historia −representada por Seignobos− comenzaban a ser cuestionadas. Fue entonces cuando Lucien Febvre y Marc Bloch crearon su propia revista, que aseguraría su éxito presentando la imagen de una historia nueva y dinámica que reclama un lugar central en las ciencias humanas, aprovechando al mismo tiempo la desaparición de sus principales competidores; en Francia, superando a la sociología durkheimiana, a la decadente escuela vidaliana de la geografía humana, etcétera; y en el extranjero, la escuela histórica alemana, que se hundió con la llegada del nazismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Durante la Ocupación, Bloch se unió a la Resistencia y los nazis lo fusilaron. De hecho, fue recién en la posguerra, a partir de la década de 1950, que los «annalistas» recibieron su consagración oficial, bajo el reinado de los ministros socialistas de educación nacional. Apoyados por el gobierno, consiguieron rápidamente acaparar los puestos clave de la investigación y la docencia. En 1951, Fernand Braudel era ya profesor del «College de France», director de la sexta sección de la «École Pratique des Hautes Etudes» y presidente del jurado de la agregación de la historia −del que sin duda era el más decisivo−. A partir de entonces, aprovechando la estructura centralizada de la Universidad francesa, nunca carente de recursos, la Escuela de los Annales supo imponer su hegemonía doctrinal y el esquematismo de sus concepciones, reuniendo en ella a una serie de historiadores incapaces de comprender el materialismo histórico e instalando paulatinamente a estos reclutas dentro de la institución universitaria, hasta adquirir el control de la misma. Al mismo tiempo, la penetración de los medios de comunicación y la edición, proporcionaron a los «annalistas» las palancas para comunicar su producción literaria al público.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Según sus promotores, la «Nueva Historia» no tendría contenido ideológico, cuando en realidad reproduce los valores de la sociedad capitalista, la ideología dominante, y existe en realidad una identidad esencial de puntos de vista entre esta «Nueva Historia» y la tradicional historia burguesa.</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFUy_wLiMWclDZm_Ait8pdbxUlkDUEjBXaMSt53DBawPcqptYH9ZQuOGLzGCYFIjqYmmb_d6QLtpWKCRnTJxPzE9vtd7DZiseJIvNi5O7OpfYWB5eINNKvORCvNehuoIqW357YVs_IX1FmWJCaliki3fkEWNPGxjlCFsHw2WPZS98XoiREkraDGmWwrurw/s1136/braudel.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="745" data-original-width="1136" height="420" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFUy_wLiMWclDZm_Ait8pdbxUlkDUEjBXaMSt53DBawPcqptYH9ZQuOGLzGCYFIjqYmmb_d6QLtpWKCRnTJxPzE9vtd7DZiseJIvNi5O7OpfYWB5eINNKvORCvNehuoIqW357YVs_IX1FmWJCaliki3fkEWNPGxjlCFsHw2WPZS98XoiREkraDGmWwrurw/w640-h420/braudel.webp" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>La apología del capitalismo eterno </b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La Escuela de los Annales renuncia fundamentalmente a la causalidad en la historia. No niega explícitamente que existan leyes objetivas de los procesos sociales y que el historiador deba basar su investigación en estas leyes, pero se niega a colocar en el centro de su estudio el análisis objetivo de las categorías esenciales, propias de cada sociedad. Los «annalistas», por lo tanto, se limitan a un estudio superficial de los fenómenos; reemplazan el análisis científico de los modos de producción con una descripción esquemática de los «factores económicos». Pretenden así tener en cuenta los «requisitos económicos», pero en realidad se limitan a unos pocos elementos elegidos arbitrariamente: las técnicas, la circulación de las mercancías y los medios de pago. Además, solo consideran la acción mecánica de estos factores, según una concepción reduccionista y abstracta del determinismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con este sustituto de la historia económica, considerado como un fin en sí mismo, y que se reduce la mayor parte del tiempo al análisis del comercio y la circulación, los Annales se alinean completamente con las posiciones de la economía política burguesa. La influencia de historiadores-economistas como Henri Hauser o François Simiand fue aquí decisiva en Fernand Braudel. De hecho, es Simiand quien fue el primero en aplicar en la historia la teoría cuantitativa del dinero de los teóricos burgueses del siglo XIX. El uso frecuente de un imponente aparato estadístico es otro legado que deja Simiand, que tampoco contribuye a desvelar las leyes específicas del régimen capitalista estudiado. La historia de una sociedad no puede deducirse mecánicamente de la curva de precios de una época. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El principal sucesor de Simiand fue Ernest Labrousse, también socialdemócrata. Aunque tomó prestados ciertos elementos de análisis del marxismo, Labrousse también rechazó el materialismo histórico y su concepto central, el del modo de producción. Se interesó por la Revolución Francesa, pero se mostró incapaz de explicar su necesidad, pues ignoró constantemente las relaciones de producción y la forma en que éstas se modificaban bajo la influencia del desarrollo de las fuerzas productivas feudales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Al negarse a analizar los aspectos esenciales de las bases materiales de las sociedades que estudian, Labrousse, Morazé, Fernand Braudel y el resto de los «annalistas» se muestran incapaces de distinguir los diferentes modos de producción y de comprender, en particular, la transición del feudalismo al capitalismo. Se contentan con describir superficialmente las formas sucesivas de la circulación de las mercancías y del dinero, y como éstas aparecen desde la antigüedad, solo ven diferencias cuantitativas entre estas diversas formas. Ponen así al mismo nivel el capital usurero o comercial que comenzó a acumularse bajo los regímenes esclavistas y feudales con el moderno capitalismo industrial y financiero basado en la explotación de la fuerza de trabajo libre. El siervo y el asalariado se ponen al mismo nivel, lo que permite suprimir la ley específica de la extorsión del plustrabajo en el sistema capitalista.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Lejos de ser considerado como un modo de producción definido por la ley de la plusvalía, el capitalismo se identifica, por tanto, con la eterna categoría de la ganancia comercial. La historia general ya no es, entonces, un proceso marcado por la sucesión de los modos de producción, sino que se reduce a la descripción del desarrollo del capitalismo eterno, cuyo nacimiento parece remontarse a los albores de los tiempos y que parece probable que dure hasta el final de la humanidad. Ya no hay lugar para la noción de revolución en esta concepción histórica. Se pretende hacer creer que el capitalismo ha podido extender su sistema de producción sin romper las viejas relaciones feudales, sin revolución burguesa; se finge no ver que el desarrollo actual de sus fuerzas productivas puestas a trabajar socialmente, entra cada vez más en contradicción con la forma privada de apropiación, lo que hace necesaria una nueva revolución socialista.</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHwKdP7hdXQg6F12AXemu98TFdtue7DfNw38OcRUytPxBxfUZsRvOSLRtmP6uPxjNskjLrRP-6ORsAoHyNk1_1ac-JbI4bIQ_BLSMOW_8T6IOC8-Ixf7SmH8NsfWkVIfD1Uz1dr9h1XtNDruxoQJ5W4OTWteYf-0Oc5gPFhkIcSlxkgdsHwaMLG5QbTPSu/s1280/maxresdefault.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHwKdP7hdXQg6F12AXemu98TFdtue7DfNw38OcRUytPxBxfUZsRvOSLRtmP6uPxjNskjLrRP-6ORsAoHyNk1_1ac-JbI4bIQ_BLSMOW_8T6IOC8-Ixf7SmH8NsfWkVIfD1Uz1dr9h1XtNDruxoQJ5W4OTWteYf-0Oc5gPFhkIcSlxkgdsHwaMLG5QbTPSu/w640-h360/maxresdefault.jpg" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>El eclecticismo de los Annales y la «Nueva Historia»</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Al ignorar deliberadamente las relaciones de producción, los «annalistas» niegan de hecho el papel de los hombres en la historia. En efecto, lo que constituye a los hombres como tales son sus condiciones de existencia. Los hombres son principalmente el producto de las condiciones en que se desarrolla su actividad material, la producción y reproducción de la vida real. La forma en que los hombres producen y las relaciones sociales que establecen en consecuencia, constituyen el sistema de relaciones de producción. Como los diferentes lugares ocupados dentro de las relaciones de producción definen las clases sociales, es decir, las relaciones de los hombres entre sí, las relaciones sociales son, por tanto, relaciones de clase. Sin embargo, entre las acciones públicas de múltiples personalidades, solo se convierten en actos históricos aquellas que son realmente la expresión de fuerzas sociales activas, que por lo tanto reflejan los intereses de tal o cual clase social. Siendo estos intereses contradictorios, la lucha de clases es el motor de la historia y es la participación creadora de los hombres, de las masas en lucha, lo que determina la marcha de la historia.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los historiadores burgueses trabajan constantemente para enmascarar la lucha de clases, dando un protagonismo excesivo al individuo −aislado de sus condiciones de existencia− e incluso negando la existencia objetiva de las clases. Los «annalistas» participan de esta mistificación al pretender, por ejemplo, definir las clases subjetivamente, a través de la conciencia que tienen de sí mismas. Tal definición hace imposible cualquier explicación científica del pasado y prohíbe cualquier perspectiva de un futuro libre de explotación de clase.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los «annalistas» pretendían «ir más allá» de la concepción del materialismo histórico, del que conservaban solo ciertos conceptos en forma de vulgar economicismo, destinado a dar a su discurso un aire marxista en su tiempo. Pero su concepción es en realidad ecléctica, hecha de préstamos de todo tipo de teorías idealistas −aquí encontramos una característica bien conocida del socialismo francés al estilo de Jaurés−. Los sistemas de explicación varían de un historiador a otro, diluyéndose los métodos estrictamente históricos en otras disciplinas introducidas empíricamente. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Febvre reduce así la historia a la psicología, que aplica tanto a los individuos como a las naciones −esta falsificación se vuelve asombrosa con su concepción del nazismo como una catástrofe individual que ocurre en una Alemania «eterna»−; Morazé retoma una «elaborada» explicación demográfica −con créditos estadounidenses−, una teoría lunática que hace de apología a la civilización marítima atlántica −Estados Unidos−, la cual es generosa y democrática, opuesta a la civilización continental y autoritaria −la Rusia soviética, por supuesto−; Braudel se refugia también en un estrecho determinismo geográfico −basado además en una mala geografía−, mientras redescubre el viejo espiritualismo, incluso tiene ciertos temas con tintes racistas. Liquida la lucha de clases en favor de los «conflictos civilizatorios» y, en nombre de la «complejidad del hombre», sustituye las causas objetivas reales por el azar.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Finalmente, todos estos historiadores vuelven a las «fuerzas misteriosas» de la historia, a sus «caminos impenetrables», reintroducen la providencia y la irracionalidad de la historia tradicional, supuestamente trasnochada. El papel creador de los hombres desaparece y no se les reconoce ninguna posibilidad de dirigir el curso de la historia. Braudel lo admite en la conclusión de su obra principal: «Siempre estoy tentado, frente a un hombre, de verlo encerrado en un destino que apenas fabrica». De hecho, al liquidar la herencia de la llamada historia tradicional, los «annalistas» liquidaron simultáneamente la de los historiadores de finales del siglo XVIII o XIX −Barnave, Thierry, Guizot, Michelet− que, como representantes de la burguesía en lucha contra el orden feudal, tenían un sentido muy superior de las realidades sociales y económicas, y de la lucha de clases, aunque sus concepciones fueran todavía poco científicas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la década de 1970, la «Nueva Historia» continuó su ofensiva contra el pensamiento histórico y la verdadera ciencia histórica, adoptando toda una serie de nuevos conceptos supuestamente operativos importados de otras disciplinas. Así, no es casualidad que la sociología empírica y cuantitativa haya influido fuertemente en los «nuevos historiadores», cuando sabemos que esta pseudociencia proviene directamente de los Estados Unidos, una sociedad particularmente «deshistorizada», donde los mitos atemporales del consumo, de la abundancia, de la tecnología… parecen asegurar un dominio ilimitado del capital.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Contra el materialismo histórico, la «Nueva Historia» también ha pretendido utilizar la antropología o la etnología, intentando, por ejemplo, oponer el papel de las relaciones de parentesco al conocimiento de las relaciones sociales de producción, que es lo único que permite captar en su totalidad la estructura propia del sistema concreto estudiado. La «Nueva Historia» amplió simultáneamente sus «campos de observación» a nuevos «objetos históricos» que también contribuyeron a relegar a un segundo plano el análisis de las estructuras materiales. Terminamos así con un desmoronamiento de la realidad histórica donde el estudio de las mentalidades tomó cada vez más importancia. Según la concepción idealista subjetiva de estos historiadores de las estructuras ideológicas, la historia de los hombres se reduce así a la «sucesión de sistemas de autoconciencia».</span></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyz4r5VAYJUDLEBSdb8P0bWOjCo-pMszIYMZybdDhLwF-BDg2lnyaE4JvmDnNhTN8hMY6h3qjxdLhnB5xboNenw83WUGn6G_QoXQyJI_b9NzU6BklhxGObOsW2Q5Dq85JcG36UbaLQAHHb_xRGdOZgs_flcGSeV8LUZln_kXy94-XKO7sG_cJ6P6fClCoy/s701/Gilles%20Deleuze,%20Michel%20Foucault%20&%20Louis%20Althusser%20%E2%9C%86%20Mariano%20Mancuso%20%C2%A9%20%C3%91%C3%A1ngara%20Marx.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="432" data-original-width="701" height="394" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyz4r5VAYJUDLEBSdb8P0bWOjCo-pMszIYMZybdDhLwF-BDg2lnyaE4JvmDnNhTN8hMY6h3qjxdLhnB5xboNenw83WUGn6G_QoXQyJI_b9NzU6BklhxGObOsW2Q5Dq85JcG36UbaLQAHHb_xRGdOZgs_flcGSeV8LUZln_kXy94-XKO7sG_cJ6P6fClCoy/w640-h394/Gilles%20Deleuze,%20Michel%20Foucault%20&%20Louis%20Althusser%20%E2%9C%86%20Mariano%20Mancuso%20%C2%A9%20%C3%91%C3%A1ngara%20Marx.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Una historia inmóvil</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con la moda de la historia de las mentalidades, encontramos una concepción común a todos los «annalistas» y de la que Braudel se ha convertido en teórico: la «larga duración». Todos los historiadores aquí mencionados favorecen la estabilidad y permanencia de las estructuras y de esta manera también cuestionan la noción de cambio, la de mutación súbita y progresiva en la historia. Con el pretexto de rechazar la historia de los acontecimientos, dejan de lado los acontecimientos políticos, como si estos hechos históricos concretos no fueran la consecuencia objetiva del papel actoral de los hombres, que son los verdaderos artífices de los acontecimientos. Para los «nuevos historiadores», la historia ya no está marcada por la intervención humana, que le da un significado particular, sino que parece sujeta a eternas oscilaciones, a una evolución cíclica o, incluso, que parece eternamente inmóvil. En este sentido, un evento tan significativo como una revolución social no puede dejar de ser mal visto por estos historiadores reaccionarios, cuyo papel en última instancia es explicar que el orden inmutable de las cosas no debe ser perturbado. Como escribe el historiador Jacques Revel: «La historia, en su mayoría, en Annales es ajena a cualquier análisis del cambio social, a cualquier explicación de la transición de un sistema histórico al siguiente».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para dar la ilusión de cierta cientificidad a esta historia inmóvil, los «nuevos historiadores» han disfrutado particularmente recurriendo a métodos cuantitativos. Basándose en una impresionante documentación en serie, afirmaron establecer la racionalidad de sus observaciones utilizando el formalismo matemático o modelado matemático. De hecho, el uso de métodos cuantitativos ha llevado varias veces a los historiadores a cometer ridículos anacronismos, prueba que la magia de las cifras prevalecía sobre la conceptualización necesaria para el trabajo de síntesis. Los «nuevos historiadores» han demostrado así una vez más que son incapaces de captar la totalidad histórica, que no puede agotarse en el estudio de múltiples fenómenos cuantificables, por numerosos que sean, elegidos no se sabe muy bien cómo. La realidad histórica es en efecto el producto de determinadas relaciones sociales; y las clases sociales, el Estado... son objetos históricos que no pueden reducirse a cuadros de cifras. El salario mismo, cuya evolución se ocupan de describir nuestros historiadores, no debe confundirse en modo alguno con una curva de largo plazo, no es algo simplemente medible, sino una relación. La categoría del salario refleja en realidad un aspecto de las relaciones sociales bajo el capitalismo, relaciones de explotación.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Finalmente, cabe señalar que la moda del estructuralismo ha influido fuertemente en nuestros historiadores, seguidores de la historia cuantitativa y del inmovilismo. Las concepciones antihistóricas de Claude Lévi-Strauss, su oposición a la historia como ciencia, van en efecto también en la dirección de la negación del movimiento, del abandono del sentido de la historia. Al centrarse exclusivamente en la búsqueda de invariancias en las sociedades, al aceptarlas sin crítica, los estructuralistas privilegian la estabilidad de formas y estructuras, sin ver que éstas tienen contenidos que pueden variar profundamente, y que ellas mismas nunca son eternas. Lévi-Strauss solo pudo encontrar a los «annalistas» a través de su deseo de abolir el sentido del tiempo −congelado en el estudio de las sociedades arcaicas− y el tiempo mismo. Con él, el hecho histórico se reduce a una simple perturbación irracional de las estructuras existentes, y es la ideología del «statu quo», la justificación del orden existente, lo que prevalece.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por otra parte, este fundamento invariable constituye un «inconsciente social», que solo puede ser revelado por una construcción intelectual, un modelo −la «estructura» precisamente−, obra del etnólogo. Los hombres no pueden, por tanto, tener acceso, en el tiempo presente, a la conciencia de su actividad histórica. Es esta línea reaccionaria la que siguieron Michel Foucault y Louis Althusser, al proclamar la desaparición del sujeto de la historia, al eliminar al hombre de la realidad compleja y cognoscible del mundo, del que no queda nada concreto, que luego se reduce a un sistema estructurado únicamente por el discurso, por el lenguaje. Como escribe Paul Veyne en su artículo «Foucault revoluciona la historia» (1979), para Foucault los hombres no solo no saben cuál es su práctica, sino que ni siquiera saben que no saben, «como un autómata que no ve que no ve».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para evitar que los hombres tomen conciencia de que la historia puede servir para transformar el mundo, la burguesía se esfuerza por eliminar todo pensamiento histórico. Para eliminar cualquier reflexión crítica sobre la sociedad, para evitar que aparezca cualquier idea de ruptura histórica, trata de tergiversar el pasado, de desterrar su memoria. Al mismo tiempo, se esfuerza por presentar el presente como fijo y sin posibilidad de otro devenir. Sin embargo, llegará necesariamente el momento en que el proletariado, en que las masas, recuperen su memoria, orienten su acción revolucionaria y construyan su propia historia emancipada</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;">. (</span><span style="font-family: georgia; text-align: left;"><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Bernard%20Peltier">Bernard Peltier</a>; </span><span style="font-family: georgia; text-align: left;"><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2023/10/escuela-de-los-annales-genesis-y-mito.html">La historia, una cuestión ideológica y política</a>, 1990)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-88416063001331713972023-12-04T13:58:00.004+01:002023-12-10T15:01:59.600+01:00Literatura dramática del siglo XVIII; Gueorgui Plejánov, 1905<div style="text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMlj7cz2y1kGGH-RKzl-dCPf_ifZn8R86GQgHwW5u8OCPv8Rdo8CKmVKiwlgUSz0Wjq_drwxi1hhSNuSnQF-vvCO81QGqGUcpHSv7nwRbauZSnbId_X0skeG7XjEmFbEOAwG2dvPEOpnzbAMxpfsGUtkIfyZk-QlWE9eHeMXPmWc6-aaLhIgZ0FtES4miR/s1279/session-attachment-2023-10-01-143046.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="924" data-original-width="1279" height="462" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMlj7cz2y1kGGH-RKzl-dCPf_ifZn8R86GQgHwW5u8OCPv8Rdo8CKmVKiwlgUSz0Wjq_drwxi1hhSNuSnQF-vvCO81QGqGUcpHSv7nwRbauZSnbId_X0skeG7XjEmFbEOAwG2dvPEOpnzbAMxpfsGUtkIfyZk-QlWE9eHeMXPmWc6-aaLhIgZ0FtES4miR/w640-h462/session-attachment-2023-10-01-143046.jpeg" width="640" /></a></div><br /><div><span style="font-family: georgia;">«El estudio de las formas de vida de los pueblos primitivos, confirma, de manera excelente aquella máxima del materialismo histórico por la que «la forma de vida, determina la conciencia del hombre». Como confirmación de ello, sería suficiente referirse a la conclusión a la que llegó Biuher en su notable estudio «Trabajo y Ritmo», donde dice: «He llegado a la convicción de que el trabajo, la música y la poesía, en la primera etapa de su evolución, se complementaban, mas el elemento fundamental de esta triada ha sido el trabajo, mientras los dos restantes sólo tenían importancia secundaria» [2]. Según el mismo autor el origen de la poesía está determinado por el trabajo, y quien conozca la literatura sobre esta materia, no acusará ciertamente a Biuher de exagerado. M. Hernes, dice sobre la ornamentación primitiva: «pudo haberse desarrollado sólo apoyándose en las actividades comerciales», y que a aquellos pueblos como por ejemplo los «Vedas» de Ceilán que no conocen aún ninguna actividad comercial, carecían de ornamentación. Véase la obra «La Historia del Arte Pictórico Primitivo en Europa» (1898). Esta conclusión es idéntica a la mencionada más arriba por Biuher. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Las objeciones que les fueron hechas por personas competentes, no se referían a los fundamentos del concepto, sino a algunos de sus aspectos secundarios. En lo esencial, Biuher, sin lugar a dudas, tiene razón. Mas su conclusión, sólo se refiere al origen de la poesía. Y, ¿qué resta por decir de su ulterior evolución? ¿Cuál es la situación de la poesía y del arte en general en las etapas superiores de la evolución social? ¿Es acaso posible determinar la existencia de una relación consecuente entre la «forma de vida» y la «conciencia del hombre», y en caso afirmativo, en qué grado? ¿Entre la técnica y la economía de la sociedad por un lado y el arte por el otro? </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Buscaremos en este artículo las respuestas a estos interrogantes, apoyándonos en la historia del arte francés del siglo XVIII.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Es necesario hacer, ante todo, la siguiente prevención.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Desde el punto de vista sociológico, la sociedad francesa del siglo XVII se caracterizó, principalmente, por el hecho de haber estado dividida en clases, esta circunstancia no pudo dejar de reflejarse en la evolución del arte. En efecto, tomaremos así sea el teatro. En la escena medioeval de Francia como en el resto de la Europa Occidental, ocupaban un lugar importante las así llamadas farsas. Éstas se componían para el pueblo y se representaban ante el pueblo. Generalmente servían como el medio de expresión de sus aspiraciones y lo que es aún más digno de ser recalcado, de medio de manifestación de sus descontentos con las clases gobernantes. Pero comenzando desde el remado de Luis XIII, la farsa tiende a decaer; la consideran una diversión propia de la clase inferior; la servidumbre, pero nunca de la gente de gusto refinado «era rechazada por la gente sensata» esto fue dicho por un escritor francés en el año 1625. En lugar de la farsa, surge la tragedia, pero en Francia, ésta no tiene nada en común con los puntos de vista, tendencias y descontento de las masas populares. Ella constituye la obra de la aristocracia, expresa conceptos, gustos y tendencias de la clase superior. En seguida veremos qué profundo sello imprimió esta clase sobre su carácter. Pero, antes que nada, quisiéramos llamar la atención del lector sobre la circunstancia de que, en la época del surgimiento de la tragedia francesa, la aristocracia de ese país no se ocupaba en absoluto de trabajos productivos, vivía consumiendo los productos elaborados por la tercera clase. No es difícil comprender que este hecho no ha dejado de reflejarse en las obras de arte que surgían de las esferas aristocráticas que expresaban sus gustos. Así, por ejemplo, es sabido que los habitantes de Nueva Zelandia, cantan en algunas de sus poesías al cultivo de la batata. Se conoce también que estas canciones iban, a menudo, acompañadas de danzas que no significaban otra cosa que la representación de los movimientos que son ejecutados por el agricultor. Aquí se ve claramente, cómo la actividad productiva del pueblo, influye en su arte, y no con menos claridad se ve, que en vista de que las clases superiores no se ocupan de trabajos productivos, el arte que surge de su medio no puede tener ninguna relación directa con el proceso social de la producción. ¿Pero significa esto acaso que en una sociedad dividida en clases se debilita la relación consecuente entre la «conciencia del hombre» y su «forma de vida»? De ninguna manera, puesto que la división de la sociedad en clases es determinada por su desarrollo económico. Y si el arte creado por las clases superiores no guarda ninguna relación directa con el proceso de producción, esto se debe, al fin de cuentas, también a causas económicas. Por lo tanto, en este caso también es aplicable una explicación histórica materialista, pero se sobreentiende que aquí, no se evidencia fácilmente la innegable y consecuente relación entre la «forma de vida» y la «conciencia del hombre», entre las relaciones sociales que surgen en base al «trabajo» y el «arte». Aquí entre el «trabajo» y el «arte», se forman algunas instancias intermedias que a menudo, llama la atención de los investigadores y, por ende, dificultan la interpretación correcta de los fenómenos. <span><a name='more'></a></span></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Hecha esta salvedad, entramos en nuestra materia, dirigiéndonos ante todo a la tragedia.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">«La Tragedia Francesa» −dice Tenn−, en sus «Lecturas sobre Arte, aparece en los tiempos en que la próspera y ceremoniosa monarquía de Luis XIV, instituye el ambiente de cortesía, un clima elegantemente aristocrático, magníficos espectáculos, en suma, una vida palaciega, y desaparece al tiempo en que la nobleza Arce bajo los golpes de la revolución [3]. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Todo esto es muy cierto, pero el proceso histórico del surgimiento y sobre todo de la decadencia de la clásica tragedia francesa, fue algo más complejo de lo que explica ese famoso teórico del arte. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Observemos este género literario bajo el aspecto de su forma y contenido. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Desde el punto de vista de la forma, en la tragedia clásica debe llamar nuestra atención las tres unidades conocidas, que dieron lugar a tantas polémicas posteriormente [4], en la época eternamente recordada, en los anales de la literatura francesa sobre la lucha entre los románticos y los clásicos. La teoría de estas unidades, fue conocido en Francia ya desde los tiempos del Renacimiento, pero sólo en el siglo XVIII, se convirtió en ley literaria y en indiscutible norma de buen gusto. «Cuando Corneille escribió su «Melita» en el 1629 −dice Lanshon− aún no sabía nada de las tres unidades». Véase la obra «Historia de la Literatura Francesa» [5]. Como partidario de la teoría de las tres unidades a mediados del siglo XVII apareció Meure [6]. En el año 1634 fue presentada su tragedia «Sofonisba» [7], primera tragedia escrita, observando dichas normas, Ella suscitó polémicas en las que los contrarios de dichas normas esgrimían argumentos, que en mucho rememoraban los razonamientos de los románticos. En defensa de las tres unidades se movilizaron los eruditos, amantes de la literatura antigua, obteniendo una victoria firme y decisiva. ¿Mas a qué se debió esta victoria? No precisamente a la «erudición» que tenía al público sin cuidado, sino a las crecientes exigencias de la clase superior, para la que se hacía insoportable las absurdas e ingenuas escenas de la época anterior. «Las unidades se basaban en una idea que había de entusiasmar a las personas bien educadas −dice Lanshon− la idea de una imitación exacta de la realidad capaz de suscitar la ilusión correspondiente. En su interpretación correcta, las unidades representan en sí, el «mínimum» de lo convencional... De esta manera, la victoria de las unidades fue el triunfo del realismo sobre la imaginación» [8]. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">De esta manera, el que triunfó en realidad fue el refinado gusto aristocrático, que crecía y se afirmaba junto con la «noble» y «benévola» monarquía. Los ulteriores triunfos de la técnica teatral hicieron posible la imitación exacta de la realidad, sin observar las reglas de las unidades; pero el concepto de ellas se asociaba en las mentes de los espectadores con toda una serie de elementos evocativos muy caros para ellos, razón por la que esta teoría adquirió un valor intrínseco que decantaba aparentemente sobre indiscutibles exigencias de buen gusto. Más adelante, el dominio de las tres unidades, como veremos, fue apoyado por otras causas sociales. Es por ello que dicha teoría fue defendida aun por aquellos que odiaban a la aristocracia. La lucha contra ellos se hizo muy difícil: para derrotarlos, los románticos necesitaron emplear mucho ingenio, insistencia y energía, casi revolucionaria. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Referida ya la técnica teatral, observemos lo siguiente: el origen aristocrático de la tragedia francesa imprimió también su sello sobre el arte de los actores. Todos saben, por ejemplo, que el juego de los actores dramáticos franceses aún hoy, se caracteriza por un cierto amaneramiento y ficción que impresionan al espectador no acostumbrado, de una manera algo desagradable. Quien haya visto a Sarab Bernard no nos discutirá este hecho. Este modo de representar fue heredado por los actores dramáticos de la época en que la escena francesa dominaba la tragedia clásica. La sociedad aristocrática del siglo XVII y XVIII se hubiera mostrado muy descontenta si a los actores trágicos se les hubiera ocurrido desempeñar sus roles con la sencillez y naturalidad con la que nos fascina, por ejemplo, Eleonora Dusse. El juego sencillo y natural contradecía a todas las exigencias de la estética de la aristocracia. «Los franceses no se limitan a la caracterización exterior para conferir a los actores y a la obra la nobleza y dignidad necesarias −decía con orgullo el abate Dubos−; queremos, además, que éstos hablen en un tono más sonoro y más pausado del que es usado en el lenguaje común. Es un modo más difícil, pero, en cambio, afecta mayor dignidad. La gesticulación debe corresponder al tono, porque nuestros actores deben demostrar majestuosidad y elevación en todo cuanto están haciendo [9].</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">¿Pero cuál es la razón por la que los actores tienen necesidad de afectar majestuosidad y elevación? Pues porque la tragedia fue un engendro de la aristocracia palaciega, cuyos principales protagonistas eran «reyes», «héroes» o personajes de «elevada posición», cuyo deber, por así decirlo, era aparentar «majestuosidad» y «elevación». El dramaturgo cuyas obras no ostentaban una dosis convencional da «elevación aristocrática», aun contando con mucho talento, no era compensado con el aplauso de los espectadores de entonces. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Es fácil deducir esto de los juicios que emitían sobre Shakespeare en la Francia de entonces y gracias a su misma influencia en Inglaterra misma, Hume consideraba que no era necesario magnificar el genio de Shakespeare: los cuerpos desproporcionados a menudo parecen más altos de lo que en realidad son; para su tiempo este autor era bueno, pero inadecuado para un auditorio refinado. Pope lamentaba que Shakespeare escribiera para un público popular y no para la «gente del gran mundo». «Shakespeare escribiría mejor −decía él− si gozara de la protección del rey y del apoyo de la corte». El mismo Voltaire, quien dentro de su actividad literaria fue el heraldo de los nuevos tiempos, hostiles al «viejo orden», y que dio, además, a muchas de sus obras contenido «filosófico», y también pagó una contribución a los conceptos estéticos de la sociedad aristocrática, consideraba a Shakespeare un genial pero grosero «bárbaro». Su juicio sobre Hamlet es sumamente notable: «Esta obra −decía− está llena de anacronismos y absurdos; en ella entierran a Ofelia sobre el mismo escenario, y esto significa un espectáculo tan monstruoso, que el famoso Harry trasladó la escena al cementerio... Esta obra abunda en vulgaridades; por ejemplo: en la primera escena el centinela dice: «No he oído ni siquiera el galopar de los ratones». ¿Se pueden admitir acaso semejantes absurdos? No hay dudas de que un soldado es capaz de expresarse de esa manera de su cuartel, pero no debe hacerlo así, en un escenario, delante de personas selectas, que hablan un lenguaje noble y en cuya presencia no puede hablarse no menos noblemente. Imagínense, señores, a Luis XIV en su Sala de Espejos, rodeado por la brillante corte y apareciendo un bufo andrajoso abriéndose paso a fuerza de empujar a héroes, grandes hombres y beldades; y es él quien recomienda abandonar a Corneille, Racine y Molière, para dar lugar a «Petruschka» −Arlequín−, porque posee destellos de talento, pero hace payasadas. ¿Cómo les parece que sería recibido este bufo?» [10].</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Estas palabras de Voltaire indican no sólo el origen aristocrático de la tragedia clásica de Francia, sino también las causas de su decadencia. Observemos, de paso, que precisamente este aspecto en el punto de vista de Voltaire fue el que le repugnaba a Lessing, quien fue un consecuente ideólogo de la burguesía alemana. Esto ha sido perfectamente aclarado por F. Mehring en su libro «La leyenda sobre Lessing» [11].</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Lo rebuscado se transforma en amaneramiento, y esto último excluye un detenido y serio estudio de la materia. Y no sólo el estudio, sino también el círculo de la selección de los objetivos inevitablemente se estrecha bajo la influencia de los prejuicios de clase de la aristocracia. Los prejuicios de clase y de decoro le cortaban las alas al arte. En este sentido es muy característica y aleccionadora la exigencia que reclama a la tragedia Marmontel. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">«En una nación pacífica, donde priven los buenos modales −dice él−, donde cada uno se considere obligado a adaptar sus ideas y sentimientos a las costumbres y hábitos de la sociedad, donde el decoro sea ley, en una nación así, sólo podrán admitirse caracteres que se muestren suavizados por el respeto hacia el prójimo, y solamente serán admitidos aquellos vicios disimulados por el decoro».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">El decoro de clase se convierte en el criterio que sirve de guía al juzgar las obras de arte, Con esto es suficiente para determinar la decadencia de la tragedia clásica, pero no lo es para explicar el surgimiento en la escena francesa de un nuevo tipo de obra dramática. Mientras tanto, observamos que durante las tres primeras décadas del siglo XVIII aparece un nuevo género literario llamado «comedia lacrimosa», la que durante algún tiempo gozó de un éxito considerable. Si es que la «conciencia» es determinada por la «forma de vida», si la llamada evolución espiritual del hombre se encuentra en una relación consecuente con su desarrollo económico, la economía del siglo XVIII debería explicarnos, entre otras cosas, la aparición de este tipo de comedia; y se pregunta: ¿estará en condiciones de hacerlo? </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">No sólo puede, sino que en parte ya lo ha hecho, si bien sin un método serio. Como demostración, citaremos, por ejemplo, a Gettner, quien en «Historia de la literatura francesa», considera a la comedia lacrimosa como una consecuencia del crecimiento de la burguesía francesa [12], Épocas del teatro francés. Mas el desarrollo de la burguesía, como la de cualquier otra clase, sólo. puede explicarse en relación al desarrollo económico de la sociedad. En consecuencia, Grettner, sin sospecharlo y desearlo, pues es un gran enemigo del materialismo, del cual, dicho sea de paso, tiene un criterio de lo más absurdo, recurre a la interpretación histórico-materialista; y no sólo Gettner procede de esta manera; mucho mejor que éste, reveló la relación buscada Brunnetiere en su libro «Las épocas del teatro francés».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Él dice allí: «Desde el tiempo del derrumbe de la banca Loew [13], la aristocracia pierde cada día más terreno. Pareciera que se apresurara a hacer todo cuanto es capaz de hacer para desacreditarse. Pero, por sobre todo, se está arruinando, mientras que la burguesía, la tercera clase, se enriquece, adquiriendo cada vez más importancia y mayor conciencia de sus derechos. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">La desigualdad existente le causa ahora más indignación que nunca, tolera los abusos menos que antes, como lo expresó más adelante un poeta: Dentro de los corazones ha engendrado el odio a la vez que la sed de justicia. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">¿Sería posible, acaso, que disponiendo la burguesía de un medio de propaganda tan influyente como es el teatro no lo utilizara, que no tomara en serio y no viera desde su faz trágica aquella desigualdad, que sólo divertía al autor de las comedias: «El burgués gentilhombre» y «Georges Dandin»? Y, sobre todo, ¿sería acaso posible que esta burguesía triunfante se resignara a la obligada representación en escena de personajes reales y aristocráticos y que ella, válganos la expresión, no aprovechara sus ahorros para encargar su propio retrato? [14]</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">De tal modo que la «comedia lacrimosa» ha sido el retrato de la burguesía francesa del siglo XVIII. Es muy cierto. Por algo, pues, la llaman también «drama burgués». Pero en Brunnetiere este criterio, en sí correcto, afecta, sin embargo, un carácter demasiado generalizado, por lo tanto, abstracto. Procuraremos desarrollar esto más detalladamente. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Brunnetiere dice que la burguesía no pudo conformarse con ver eternamente desde el escenario los personajes de estirpe real: reyes, emperadores. Esto es muy probable luego de las aclaraciones que dicho autor hace en la cita mencionada, Con todo, por ahora, es sólo probable; esta suposición se hará evidente después que conozcamos más de cerca, la psicología de algunas personas que hayan tenido participación activa en la vida literaria de la Francia de entonces. A este grupo perteneció, sin duda, el talentoso Beaumarchais, autor de algunas comedias lacrimosas. ¿Qué es lo que éste opinaba acerca de la «eterna representación en el escenario de reyes y emperadores solamente?».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Se oponía enérgica y apasionadamente a aquello. Se reía sarcásticamente de aquella tradición literaria, en virtud de la cual los héroes de la tragedia eran siempre reyes u otros personajes poderosos, mientras hacía una crítica severísima de la gente de la clase inferior. «Presentar a gente de la clase media soportando momentos de infortunio era de muy mal gusto, Había que ridiculizarlos siempre. Ciudadanos ridículos y un rey desdichado; he aquí todo el posible teatro; lo tomaré en cuenta [15].</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Esta agria exclamación, que pertenece a uno de los ideólogos más notables de la tercera clase, confirma, por lo visto, las reflexiones psicológicas arriba mencionadas por Brunnetiere. Pero Beaumarchais no sólo quiere presentar a la gente de la clase media «en desgracia», él protesta también contra la costumbre de elegir los personajes para obras dramáticas serias entre los héroes del mundo antiguo. «¿Qué me importan un pacífico súbdito de un imperio monárquico del siglo XVIII, los acontecimientos de Atenas o de Roma? ¿Podrían interesarme seriamente la muerte de algún tirano del Peloponeso o el sacrificio de alguna joven princesa de la antigüedad, por ejemplo: Avlida? Todo esto no me atañe en absoluto; de todo esto no saco ninguna conclusión» [16].</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">La selección de los héroes del antiguo mundo fue una de las múltiples manifestaciones de aquel entusiasmo por la antigüedad que, en sí mismo, constituyó un reflejo ideológico de la lucha del nuevo orden social incipiente con el feudalismo. Este entusiasmo por las civilizaciones de la antigüedad pasó de la época del Renacimiento al siglo de Luis XIV, al que, como se sabe, se comparaba con el siglo de Augusto. Pero cuando la burguesía comenzó a compenetrarse del espíritu de oposición y en sus corazones engendraron, al mismo tiempo, el «odio y la sed de justicia». Entonces la admiración hacia los héroes de la antigüedad, que sus representantes ilustrados compartieran gustosos, le pareció inoportuna, y los «acontecimientos» de la historia antigua poco aleccionadores. Como protagonistas del drama burgués, aparece entonces el hombre de la «clase media» de esa época, más o menos idealizado por los apologistas de la burguesía. Esta circunstancia característica no pudo perjudicar, por supuesto, aquel «retrato».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Seguiremos adelante. Se considera a Nubell della Chossee como el verdadero creador del drama burgués en Francia, Y bien, ¿qué es lo que encontramos en sus numerosas obras? Pues, encontramos una rebelión contra algunos aspectos de la psicología aristocrática, una lucha contra algunos prejuicios o, si lo prefieren, vicios de la nobleza. Sus contemporáneos apreciaron, sobre todo, el mensaje moral que contenía sus obras [17]. Desde este punto de vista, la «comedia lacrimosa» ha sido fiel a su origen.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Es sabido que los ideólogos de la burguesía francesa que procuraron dejarnos su «retrato» dentro de sus obras dramáticas», no fueron muy originales. El «drama burgués» no fue creado por ellos, sino que fue trasladado a Francia desde Inglaterra. Allí, este tipo de obras dramáticas surgió a fines del siglo XVII, como reacción contra la terrible corrupción que dominaba entonces la escena, y que no era otra cosa que el reflejo de la decadencia moral de la aristocracia inglesa de entonces. La burguesía, que luchaba contra la aristocracia, quiso que la comedia fuera «digna de los cristianos», y comenzó a predicar su moral a través de ella. Los innovadores literarios franceses del siglo XVIII, que en general adoptaban de la literatura inglesa todo aquello que coincidía con la posición y sentimientos de la burguesía francesa de oposición, trasladaron casi íntegramente la «comedia lacrimosa» a Francia. El drama burgués de Francia predica, no menos que el inglés, las virtudes de la familia burguesa; en esto estriba uno de los secretos de su éxito. Este hecho también sirve para descifrar aquella circunstancia, inexplicable a primera vista, de por qué el drama burgués de Francia, que durante la primera mitad del siglo XVIII parece ser un género literario firmemente establecido, muy pronto pasa a segundo plano, retrocediendo ante la «tragedia clásica», la que aparentemente debía haber cedido ante aquélla. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">En seguida veremos cómo se explica esta extraña circunstancia, pero antes, desearíamos señalar lo siguiente: </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Diderot, quien gracias a su temperamento de innovador apasionado no pudo menos que entusiasmarse con el drama burgués, como se sabe, ensayó él mismo en el nuevo género literario −recordamos su «Hijo natural» (1757), y el «Padre de familia» (1758) [18]−; exigía que en la escena no se representara carácter sino situaciones, y precisamente situaciones sociales. Le respondían que estas últimas no determinan en sí al hombre. «¿Qué significa un juez en sí mismo? −le preguntaban−, ¿qué es un negociante en sí mismo?». Pero aquí existía un malentendido. Diderot no se refería a un juez «en sí», ni a un negociante «en sí», sino a un juez de entonces y a un negociante de entonces, y de que los jueces de entonces proporcionaban abundante material para escenas muy pintorescas, lo demuestra en forma notable la famosa comedia «Las bodas de fígaro». La demanda de Diderot sólo fue un reflejo literario de la tendencia revolucionaria de aquella «clase media francesa». </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Pero precisamente el carácter revolucionario de aquella tendencia, impidió al drama burgués en Francia, triunfar definitivamente sobre la tragedia clásica. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Engendro de la aristocracia, la «tragedia clásica» dominaba indiscutiblemente en la escena francesa, mientras indiscutible y libremente dominaba la aristocracia... dentro de los límites que le había acordado la monarquía, y ella misma surgió como resultado de una lucha de clases, prolongada y tenaz, en Francia. Cuando el dominio de la aristocracia comenzó a ser objeto de disputas, cuando la «gente de la clase media» se compenetró de ideas opositoras, los viejos conceptos literarios dejaron de satisfacer a esta gente; el viejo teatro no le parecía suficientemente «instructivo»; entonces, junto a la tragedia clásica, que ya declinaba visiblemente, surgió el drama burgués. En éste, el hombre francés de la «clase media» opone sus virtudes hogareñas a la profunda corrupción de la aristocracia. Pero aquella contradicción social, que la Francia de entonces tenía necesidad de resolver, no pudo llevarse a cabo con la prédica moral. No se trataba entonces de la supresión de los vicios de la aristocracia, sino de la supresión de la misma aristocracia. Se comprende que esto no se conseguiría sin una lucha tenaz, y no menos claro es el hecho de que «El padre de familia», con toda la respetable dignidad de su moral burguesa, no pudo servir como ejemplo de un incansable y temerario luchador; el «retrato» literario de la burguesía no inspiraba heroísmo. Mientras tanto, los enemigos del viejo orden sentían necesidad de heroísmo; se daban cuenta de que había necesidad de desarrollar en la clase media una virtud cívica. ¿Dónde iban a encontrar, pues, ejemplos de tal virtud? Alí mismo donde antes buscaban ejemplos de gusto literario: en el mundo de la antigüedad. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Y he aquí que retornó el entusiasmo por los héroes de la antigüedad. Ahora el adversario de la aristocracia, como Beaumarchais, ya no dice: «¿Qué me importa un pacífico súbdito de un estado monárquico del siglo XVIII los acontecimientos de Atenas o de Roma?». Ahora aquellos acontecimientos nuevamente despiertan en el público un vivo interés, pero éste adquirió un carácter muy distinto. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Si los jóvenes ideólogos de la burguesía mostraban interés por «el sacrificio de una joven princesa de la antigüedad», este hecho pudo interesarles como material para desenmascarar la «superstición», y si llamaba su atención el hecho de la «muerte de algún tirano del Peloponeso», ésta les atraía, no por su faz psicológica, sino política. Ahora la admiración no era hacia el siglo monárquico de Augusto, sino para los héroes republicanos de Plutarco. Este último se convirtió en el libro de cabecera de los jóvenes ideólogos burgueses, como lo demuestran, por ejemplo, las memorias de la señora Rolland [20]. Y este entusiasmo por los héroes republicanos ha hecho revivir el interés por la vida de la antigüedad en general. La imitación a la antigüedad se puso de moda e imprimió un profundo sello sobre todo el arte francés de entonces. Más adelante veremos qué profunda huella ha dejado todo esto en la historia de la pintura francesa; de paso diremos que el mismo entusiasmo por lo antiguo debilitó el interés por el drama burgués, debido a lo vulgar de su contenido, y con ello postergó por mucho tiempo la muerte de la «tragedia clásica». </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Los historiadores de la literatura francesa a menudo se preguntaban asombrados: ¿cómo explicar el hecho de que los precursores y activistas de la Revolución Francesa se mantenían conservadores en el terreno de la literatura, y por qué el dominio del clasicismo cayó sólo mucho tiempo después de la caída del viejo orden? Pero, en realidad, el conservadurismo literario de los vanguardistas de aquella época ha sido puramente superficial. Si bien la tragedia no cambió en su forma, sufrió un cambio radical el sentido de su contenido. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Tomaremos como ejemplo la tragedia de Sorren Spartacus, que apareció en el año 17602. Su héroe, Espartaco, se encuentra todo poseído por el anhelo de libertad. En aras de esta gran idea renuncia a casarse con la mujer amada, él no deja, a través de toda la obra, de exaltar la libertad y el amor al hombre. Para escribir tales tragedias y aplaudirlas hacía falta, precisamente, no ser conservador literario. En las viejas botas literarias se había vertido un contenido revolucionario completamente nuevo. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Las tragedias al estilo de Sorren o Lemverg −ver Guillermo Tell [23]− responden a las demandas más revolucionarias del vanguardista Diderot: ellos pintan no sólo los caracteres, sino también situaciones sociales y, sobre todo, las tendencias revolucionarias de la sociedad de aquella época. Y si este nuevo vino fue vertido en las viejas botas, se explica por el hecho de que éstas fueron legadas por aquella misma antigüedad. El entusiasmo general que ésta ejercía constituía uno de los síntomas más significativos y más característicos de las nuevas tendencias sociales. Junto a esta variedad de la tragedia clásica, el drama burgués, como bien lo define Beaumarchais «la moral en acción», parecía, y no podía ser de otra manera, muy pálida, muy insípida y demasiado conservadora por su contenido. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">El drama burgués fue creado en virtud del espíritu opositor de la burguesía francesa y no servía más que para expresar sus anhelos revolucionarios. El «retrato literario» transmitía bien los rasgos transitorios del original; por eso dejó de interesar cuando el original perdió estos rasgos o cuando éstos dejaron de agradar. Eso es todo.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">La tragedia clásica siguió viviendo hasta el momento en que la burguesía francesa triunfó definitivamente sobre los defensores del viejo orden, y, cuando el entusiasmo por los héroes republicanos de la antigüedad perdieron para ellos todo su significado social [24]. Y cuando llegó el momento, el drama burgués resucitó a una vida nueva, sufriendo algunas modificaciones de acuerdo a las exigencias y peculiaridades de la nueva situación social, pero que no afectaban un carácter radical. Y de este modo se afirmó definitivamente en la escena francesa. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Aun aquel que se negase a reconocer el parentesco del drama romántico con el burgués del siglo XVIII, tendrá que aceptar que las obras dramáticas de Alejandro Dumas, por ejemplo, no son otra cosa que el drama burgués del siglo XIX. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Las obras de arte y los gustos literarios de una época determinada apresan la psicología social, y en la psicología de una sociedad dividida en clases, muchas cosas nos resultarán incomprensibles y paradójicas si vamos a seguir ignorando, como hacen ahora los historiadores idealistas, la mutua relación y lucha de clases, contrariamente a las mejores tradiciones de la ciencia histórico-burguesa [25]</span><span style="font-family: georgia;">». (</span><span style="font-family: georgia;"><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Gueorgui%20Plej%C3%A1nov">Gueorgui Plejánov</a>; <a href="https://archive.org/details/plejanov-obras-escogidas-tomo-i-ocred/Plejanov%2C%20Obras%20escogidas%2C%20tomo%20II%20%28OCRed%29/page/9/mode/1up">La literatura dramática y la pintura francesa del siglo XVIII desde el punto de vista de la sociología</a>, 1905</span><span style="font-family: georgia;">)</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><b><span style="font-family: georgia;">Anotaciones de la edición:</span></b></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[1] En «Die Neue Zeit» aparece la siguiente nota de introducción: Este trabajo fue escrito en agosto de 1905 y publicado un mes después en una revista moscovita. Representa un intento de aplicar el método materialista en la historia de la literatura y el arte. No soy yo quien debe juzgar si ese intento ha sido logrado, pero debo observar que nuevos trabajos en el ámbito de la historia de la literatura, confirman plenamente mi opinión. Es así como el Sr. Gueff en su interesante trabajo; «El drama en Francia en el siglo XVIII», cuya introducción data de marzo de 1907, llega a la siguiente conclusión:</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">«Cuando más se penetra en la historia del origen del drama, más se observa que las influencias literarias, desempeñan sólo un rol secundario y que están sometidas a factores sociales, que son más generales y más fuertes».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">En la investigación que Gueff hace de estos factores, ha llegado a las mismas conclusiones que yo −comparen todo el tercer capítulo sobre las condiciones generales del surgimiento del drama, su razón de ser e importancia−. Él dice, por ejemplo: «Si en la tragedia de Racine, ésta altera la armonía, se debe al hecho de que en aquella época, fue alterado el equilibrio entre las distintas clases de la sociedad». Lo mismo he dicho yo en el año 1905.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Espero que las futuras investigaciones en el género de la historia del arte descriptivo, también confirmen lo que dije acerca del desarrollo del arte pictórico en Francia. (Die Neue Zeit, N°16, pág, 542). F. Faiffe «Le Drame en France au XVIII esiécle». (París 1910) (Con observaciones de G. Plejánov que se conservaron en su biblioteca) (Ver la «Herencia literaria de Plejánov» t. III, págs. 348-51).</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[2] Ver Biuher: «Trabajo y Ritmo» (1923) (pág. 264).</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[3] Ver L Tenn: «Lecciones sobre el arte» (S, P. 1912, pág. 15).</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[4] En «Die Neue Zeit», aparece la siguiente nota: Hacía falta la unidad de acción tiempo y lugar. Todo el drama tenía que transcurrir, durante el mismo día, en el mismo lugar, sin cambio de decoraciones. (Nº16, pág. 54).</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[6] En todas las publicaciones anteriores decía equivocadamente: «Siglo XVIII» La teoría clásica de las tres unidades Meure formuló en la introducción a su obra «Silvanira» en el año 1631.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[7] El argumento de la tragedia fue adaptada de Tito Livio, en ella se relata la historia de la rivalidad entre dos príncipes númidas, enamorados de una reina de Cartago: Sofonisba. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[8] Ver G. Lanshon, «Historia de la Literatura Francesa del siglo XVII», pág. 65. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[9] Es la cita del libro de historiador, académico y diplomático francés, Abate Dubos: «Reflexiones críticas sobre la poesía y pintura». París, 1719, C, Mariet. Ver: «La Herencia literaria de Plejánov». t III, págs. 93, 94 y 405. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[10] Las observaciones hechas por Guibbon, Garrik, Hume, Pope y Voltaire sobre Shakespeare, fueron extraídas por Plejánov del libro: J. J. Jusserand: «Shakespeare en Francia durante el antiguo régimen», París, 1898, págs. 246-48, 308-9. En el libro de Jusserand hay referencias sobre las fuentes: «Historia de Inglaterra en el período del reinado de Jacobo I y Carlos I». Edimburgo, 1754, Pope: «Prefacio a las obras de Shakespeare», 1725; Voltaire: «Informes de la Academia Francesa de 1672-1793». París, 1895, t. III, pág. 399. Las observaciones de Voltaire figuran en «Cartas de Voltaire a la academia francesa, leídas en la reunión del 25 de agosto de 1776». Voltaire: «Obras completas». Obras Completas. T., París, Editores, Hnos. Garnier, 1880, págs. 368-9-70.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[11] Ver el Cap. IV de la segunda parte de «Leyendas sobre Lessing» «Lessing en Berlín y Wittenberg», F. Mehring: «Trabajos crítico-literarios» en dos tomos, t. I: «La Leyenda sobre Lessing», «Artículos Crítico-Literarios», Moscú, 1934, pág. 333 y siguientes. Sobre el modo de ver de Lessing a Voltaire, Mehring escribe: «Los vinculaban múltiples intereses espirituales y posiblemente hasta algunas relaciones personales. Lessing muchas veces se ha referido a Voltaire con un gran respeto, lo que no le impedía escribir sobre él, epigramas contundentes. Lessing hablando de Voltaire hace la comparación, no entre el gran talento y el hombre no tan bueno, sino entre el poeta palaciego y el escritor burgués. Precisamente este enfoque sociológico, determinó la relación entre Lessing y Voltaire en el año 1750. Él castigaba el palaciego contaminado de los vicios de la corte, al mismo que aprendía del historiador, escritor y poeta, en cuya persona, aquel tercer estado, que ya dominaba todo, encontró su más elocuente heraldo. «Obras completas», págs. 335-6. El mismo pensamiento aparece en F. Mehring en el artículo «Palabras sobre Voltaire», ídem, 741. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[12] Plejánov tiene en cuenta el libro de Guettner: «La Historia de la Literatura General del siglo XVIII», t. III, S. P. B., 1897, págs. 84-5. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[13] En el año 1718 el gobierno francés fundó el Banco del reino, bajo la dirección del aventurero John Lew, con el propósito de encontrar, de este modo, una solución a la crítica situación financiera. El Banco Lew, saldaba las deudas del Estado, con billetes de banco, que carecían de respaldo oro. Arbitrariamente iba aumentando la emisión de billetes financiando con ellos, ampliamente, la expansión colonial, como asimismo a una gran compañía de accionistas, creada por el mismo Lew, el banco desencadenó, de este modo, un aumento inusitado en las especulaciones de bolsa y por ende, un gran enriquecimiento de la burguesía. En el año 1720 el banco quebró, pero el gobierno francés, alcanzó durante esos años, amortizar la deuda del Estado, con billetes totalmente desvalorizados. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[14] «Las Épocas del Teatro Francés» (1636-1850) Ferdinand Brunnetiere. París, 1896, pág. 287. Un extracto de libro, se conservó en el Archivo de Plejánov (Cuaderno 38, pág. 113). </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[15] «Carta sobre la crítica del Barbero de Sevilla». Ver esta mesurada carta, respecto al fracaso y crítica del «Barbero de Sevilla» en el libro: Beaumarchais: «Obras Escogidas». Año 1954, pág. 263. «La Carta» fue precediendo a la comedia «El Barbero de Sevilla».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[16] «Reflexiones sobre el género Dramático Serio», Obras, t. I, pág. 11, Ídem, págs. 47-8. Las reflexiones sirvieron como introducción del drama «Eugenia». Avlida, ciudad de la antigua Grecia, fue de acuerdo a la leyenda, el punto de concentración de la flota que se dirigía en sus campañas contra Troya en la tragedia de Eurípides: «Ifigenia en Avlida», la hija del rey, Ifigenia, la princesa de Avlida es ofrecida en sacrificio a la Diosa Artemisa, para conseguir que ayude a los griegos a obtener la victoria sobre Troya. Sobre la misma fábula, bajo el mismo título, Racine escribió el drama, al que en este caso se opone Beaumarchais.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[17] D'Alembert dice sobre Nubelle della Chosse: «Así como en su actividad literaria, en su vida privada, él sostenía la norma de que la sabiduría la posee el hombre, cuyos deseos y ambiciones están en proporción a sus medios. Es una apología de lo equilibrado, moderado y prolijo». Plejánov adoptó esta cita de D'Alembert del libro: «G. Lacon: Nubelle della Chosse y la Comedia Lacrimosa», París, 1887, pág. 134. El libro señalado por Plejánov, se conservó en su biblioteca. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[18] Las obras de Diderot, especialmente: «El Padre de Familia» han gozado, en su tiempo, de gran éxito. En breve lapso fue traducida a las lenguas: inglesa, alemana, holandesa y rusa. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[19] Ver Diderot «Conversaciones sobre «Hijo Natural». Plática 2ª En el libro de Diderot «Antología de sus obras», en 10 tomos. t V., «Teatro y Dramaturgia, 1936, pág. 160. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[20] Ver en la traducción rusa: «Las memorias personales de la Sra. Rolland» S. P. B., 1893, págs. 111-2. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[21] Observación de «Dei Neue Zeit»: Ver por ejemplo: «Luis Gonce», «Escultura y grabado en Francia en el siglo XIX», París, 1892, pág. 4. Para Gonce, este fenómeno ofrece interés. Ver también Anton Springer: «Historia de las Artes Pictóricas del siglo XIX», Leipzig, 1858, pág. 206. La Gran Revolución Francesa que ha determinado una inmensa influencia en otros ámbitos, muy poco o casi nada, se ha manifestado en el arte». (Die Neue Zeit, Nº16, pág. 550). </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[22] La tragedia de Sorreno «Espartaco», tuvo gran y duradero éxito. En el papel de Espartaco, en «Teatre Français» se destacaron los célebres actores trágicos. Lequenn y Talma. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[23] El «Guillermo Tell» de Lennverg, gozaba en Francia de un éxito excepcional, por decreto del 2 de agosto de 1793, el gobierno incluyó dicho espectáculo dentro del repertorio privilegiado, que debían mantener todos los teatros de París. </span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[24] «La sombra de Licurgo», sin sospecharlo ella misma, protegía a las tres unidades» (El Teatro en Francia, pág. 334). No se puede expresar mejor. Pero en vísperas de la Gran Revolución, los ideólogos de la burguesía, no veían en esta sombra, nada de conservador. Por el contrario, veían en ella, solamente una virtud: cívica-revolucionaria. Esto es necesario que se recuerde. </span></div></div>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-67346110747998597432023-11-27T20:00:00.007+01:002023-12-12T21:55:38.922+01:00Un pasado al que suscribirse: rol y métodos de la historia; Claire Pascal, 1990<p style="text-align: center;"> <img border="0" data-original-height="1417" data-original-width="1890" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmAz8BASILeTh6SFyimKUf3i155s-6vFk6dpZ04OTISJp5kKqEyZWSfKNuhn4F9BKtkDIQA0h2zWcECM1FrOyO1R3db7BLVBD-mkNzyxdwRoTYq5Oz1guy39Mtz5tT0TWM5kX_Bo0ymIGY6LfrM7dHZKMbePDBF2lC_6yvsjgUwkRLBJrV7jmYdBifl9rt/w640-h480/blochj.png" style="font-family: georgia; text-align: justify;" width="640" /></p><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">Un pasado al que suscribirse. Así planteó el problema la historiografía alemana sobre el lugar que debía dársele al nacionalsocialismo en la historia de Alemania. Este debate de los revisionistas alemanes es comparable a la ola de otro revisionismo que ataca la historia de la Unión Soviética y, en particular, a Stalin. Aquí se trata del objetivo contrario, ya que se quisiera obligar a los soviéticos a negar su propio pasado. Es necesario, asimismo, acercar estos intentos de debates que agitan los historiadores y otros intelectuales franceses en torno a la conmemoración de la Revolución Francesa. Si esta celebración, con gran pompa y muchos discursos, les permite hablar abundante y lujosamente de la Revolución, es para, a fin de cuentas, poder enterrar mejor el ideal revolucionario y así enterrar el futuro.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este uso intenso y, curiosamente, simultáneo de las revisiones de la historia, juega un papel considerable en la lucha que los Estados burgueses libran contra la clase obrera. Muestra hasta qué punto la ciencia histórica y sus profesionales se han comprometido con el poder burgués, y lo han hecho durante varias décadas. Muestra en qué miseria intelectual han caído y también cuán grande es la preocupación de este poder y sus partidarios. La construcción oficial, «la interpretación dominante de la historia», es siempre un trabajo político e ideológico de legitimación de la clase en el poder. Es obra de estos «expertos en legitimación», que son los intelectuales reunidos en el poder burgués. Por eso las «verdades» que dicen querer descubrir e imponer pueden, en cierta medida, arrojar luz sobre los desafíos políticos y el estado de relaciones de clase actuales. La intensificación de las revisiones del pasado aparece como un signo particularmente revelador de la crisis en la que hoy se hunde cada vez más la burguesía y de los medios que está dispuesta a usar para imponer sus consecuencias en el mundo entero.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pasar «por fin» la página de la Revolución Francesa, considerarse heredero del poder nazi, o negar el propio pasado revolucionario en la Unión Soviética, todo ello contribuye al mismo objetivo: aplastar el ideal y la voluntad revolucionaria, poner fin a toda revuelta, ensuciando las victorias del pasado y, al mismo tiempo, demostrar que «la bestia inmunda» está en cada uno de nosotros. Es haciéndonos pueblos «ahistóricos» que pretenden esclavizarnos hoy. Este evidente intento de disolver en el olvido los peligros del pasado, para protegerse de los futuros, representa un hermoso tributo al materialismo histórico. Si burgueses y revisionistas se ponen de acuerdo para reconstruir el pasado, es para impedir que descubramos en el movimiento histórico del modo de producción capitalista la necesidad de su caída. Asimismo, las revisiones de la historia son parte integral de la violencia permanente que los capitalistas y revisionistas mantienen para atrofiar nuestra conciencia, al igual que el «respeto a los grandes equilibrios» invocado constantemente para justificar el agravamiento de las desigualdades. <span><a name='more'></a></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQFIBMVItuDU6MJFARVH5R5u_iXtsVHguqdt3KnqB0unXudr79Qz29A0TGGpcUWlZoc-UcrGg1TTAzq2rg32QUq5tUeIxy2kMb4YpXxV7iWEv1gUSHf1H29_xhpOtH-qBXXPb1gU0lT_NAwFfyD68ekiJg8_jGTV9edTjfaixLMVx6LFlntiGBofJw9Qdi/s960/en%20alemania.jpg" style="font-family: "Times New Roman"; margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQFIBMVItuDU6MJFARVH5R5u_iXtsVHguqdt3KnqB0unXudr79Qz29A0TGGpcUWlZoc-UcrGg1TTAzq2rg32QUq5tUeIxy2kMb4YpXxV7iWEv1gUSHf1H29_xhpOtH-qBXXPb1gU0lT_NAwFfyD68ekiJg8_jGTV9edTjfaixLMVx6LFlntiGBofJw9Qdi/w640-h480/en%20alemania.jpg" width="640" /></a></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>En Alemania</b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Los recientes acontecimientos en Alemania han confirmado la actualidad de lo que se ha llamado la «disputa de los historiadores alemanes». Después de la dimisión del ministro Jenninger, en noviembre de 1988, tras su justificación de la «Noche de los cristales rotos», el ascenso de la extrema derecha en las elecciones de Berlín −29 de enero de 1989− y en otras ciudades se reveló que estaba dirigida por un ex Waffen de las SS, de la legión Carlomagno. Un «patriota puro y duro» a quien las tres potencias occidentales, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña, habían dado autorización para presentarse ante el sufragio universal. Volcado resueltamente hacia el futuro, ¿no había afirmado: «debemos poner fin al eterno «mea culpa» sobre el pasado, estar tan orgullosos de nuestro país como los americanos, los franceses y los turcos»?</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">La disputa entre los historiadores alemanes estalló después de la ceremonia del 8 de mayo de 1986, cuando Reagan se paró ante las tumbas de los soldados alemanes en el cementerio de Bitburgo. Una acción planificada y no fortuita ante la actualidad internacional. Sin embargo, esta «polémica» no suscitó el debate.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">De hecho, desde los primeros años de la Alemania Federal, la cuestión del origen del nazismo se debatió −y siempre ha sido el caso desde entonces− únicamente en términos de la situación internacional en ese momento, más precisamente, en términos de lo que se conoce como «relaciones Este-Oeste». De hecho, el problema para los Estados imperialistas es, siempre, negar el dilema fundamental: socialismo o barbarie. A lo largo de los años, sus ideólogos han tenido que exponer la esencia diabólica y atemporal del nazismo para luego establecer una comparación con el «stalinismo» y banalizarlo globalmente a través de la denuncia de otros regímenes supuestamente «rojos», como el vietnamita o el camboyano.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">A este debate fundamental, se suma hoy la cuestión de la evolución de las relaciones entre las dos Alemanias, en relación con las convulsiones que se están produciendo en los antiguos países socialistas. El problema es, pues, objetivamente complejo, pero el modo en que lo debate la intelectualidad alemana, ya sea francamente reaccionaria o reformista, lo hace particularmente confuso e insano, en la medida en que ni uno ni otro quieren ni pueden plantear la cuestión en el sentido de condenar el sistema capitalista, la democracia burguesa y la complicidad criminal de los Estados ni, por tanto, explicar realmente el origen del nazismo. Prisioneros de los límites que se han dado a sí mismos, se muestran singularmente impotentes para justificar la presencia de nazis −a los que no pueden calificar precisamente de «arrepentidos»− en los gobiernos actuales.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhA3dYZ4lLQ3e_RlHgCpm23s1_7znO85Htk9a-NX_yYUXMM6UVxl-YXoN44dvYl2SON9wEmedQlAyB1NiOH1vu0IytpoK5ZR235NTyoQlWfQCdl9Qn8OqkkNQMC7kBouhcspoy8VPFiG5rVPN-x_pgztij9AOHOvge9T_rOiXdA-kDOYSrgd5LaooY35-JG/s960/En%20la%20URSS.jpg" style="font-family: "Times New Roman"; margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhA3dYZ4lLQ3e_RlHgCpm23s1_7znO85Htk9a-NX_yYUXMM6UVxl-YXoN44dvYl2SON9wEmedQlAyB1NiOH1vu0IytpoK5ZR235NTyoQlWfQCdl9Qn8OqkkNQMC7kBouhcspoy8VPFiG5rVPN-x_pgztij9AOHOvge9T_rOiXdA-kDOYSrgd5LaooY35-JG/w640-h480/En%20la%20URSS.jpg" width="640" /></a></div><div><span style="font-family: georgia;"></span></div><div><br /></div><div><div style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>En la URSS</b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">En la Unión Soviética, el poder revisionista no deja de condenar el pasado revolucionario del país que dirige. Su incorporación a la economía capitalista, a través de reformas cada vez más «audaces» y catastróficas, va de la mano de su apego real y cada vez más asertivo a la ideología burguesa y sus diversos credos. Requiere pues, y esto extrañamente desde hace más de treinta años, continuos ataques contra la revolución rusa y, en especial, contra Stalin. Precisamente contra aquel que supo derrotar al nazismo. Por lo tanto, no es casualidad que el antiestalinismo oficial se haya introducido en un dominio hasta ahora preservado, el de la gran guerra contra el nazismo. Una serie de «revelaciones», pintan el retrato de un Stalin más preocupado por compartir Europa con su amigo Hitler que por prepararse para la lucha antinazi.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Todo el mundo «se beneficia» de este increíble desprecio por los hechos. Si las hordas nazis atacan a la URSS, es por culpa de la imprevisión de Stalin. Pero, cuando este último envía cinco millones de soldados rojos, siete mil tanques y cincuenta mil cañones contra Berlín, ¡es para dominar Europa! Estos ataques van dirigidos simultáneamente a dos públicos, que distan mucho de presentar las mismas características. Por un lado, el poder revisionista debe dar cada vez más garantías de lealtad al capitalismo y a la ideología burguesa. Cada vez, quiere actuar menos como «sumiso» al capitalismo y más como «socio» por derecho propio de este sistema, por lo que debe trabajar constantemente para la humillación de su pueblo que, visiblemente, aún se le resiste. Y esta resistencia no puede entenderse sin el apego del pueblo soviético al régimen que derrotó al nazismo y sentó las bases del sistema socialista. La destrucción de esta lealtad es, por lo tanto, un problema importante para la supervivencia del estado revisionista.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><i>«Los más ardientes defensores de la «glásnost» explican que esta brutal iluminación −el juicio de Stalin− arrojada sobre el pasado es esencial si la sociedad soviética quiere realmente librarse de los vicios heredados de treinta años de stalinismo». (Le Monde, 11 de agosto de 1988)</i></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAWWLAKBayawkFM1nmTVj3-0La6zlmVa3XAxdtCgbPbZPY6NY2YzpaJ7ehbw8FCX5fISADDdT0KtLPBThoQjKGuJyM9XyRKSNQ0XjGuQMyAIe03bTGIUq2HdLIrcN_MF44mKy8DcQKd4aiw5QkNKeLHlQ_fUQHf4RimQwcbMtkJjnvnMCiIX3komUV2Klp/s958/en%20francia%202.jpg" style="font-family: "Times New Roman"; margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="958" height="482" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAWWLAKBayawkFM1nmTVj3-0La6zlmVa3XAxdtCgbPbZPY6NY2YzpaJ7ehbw8FCX5fISADDdT0KtLPBThoQjKGuJyM9XyRKSNQ0XjGuQMyAIe03bTGIUq2HdLIrcN_MF44mKy8DcQKd4aiw5QkNKeLHlQ_fUQHf4RimQwcbMtkJjnvnMCiIX3komUV2Klp/w640-h482/en%20francia%202.jpg" width="640" /></a></div><div><span style="font-family: georgia;"><div style="font-family: "Times New Roman"; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b><br /></b></span></div><div style="font-family: "Times New Roman"; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>En Francia </b></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;">En Francia, los especialistas de nuestra historia proclaman lo que a sus ojos es obvio:</span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><i>«La cultura revolucionaria está muriendo... La democracia francesa comienza a parecerse a otras democracias del mundo occidental. El excepcionalismo político francés, marcado por un violento antagonismo derecha-izquierda y por el peso ideológico del Partido Comunista Francés (PCF), está en proceso de liquidación. Mayo de 1968, y los años que siguieron, marcaron este sentimiento de cambio en el mundo político de una manera espectacular. 1968 fue como una última representación teatral, una bajada del telón del simbolismo revolucionario. El peligro actual de este borrado es la ausencia de una cultura política de reemplazo». (Le Monde, Entrevista a François Furet, 28 de agosto de 1988)</i></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;">[El historiador francés liberal] Jean-Pierre Rioux también subraya los desafíos de la investigación histórica:</span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><i><span style="font-family: georgia;">«La retirada a la tranquilidad del ensimismamiento individualista, sería la característica de las sociedades occidentales del siglo XX. Una respuesta quizás miope, pero adecuada a esta violencia colectiva, a esta exaltación de las masas adoctrinadas, que han ensangrentado copiosamente el planeta desde 1914». (Jean-Pierre Rioux; Le Monde, 15 de abril de 1988)</span></i></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;">Pero deja entrever cierta preocupación bajo este murmullo satisfecho:</span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><i><span style="font-family: georgia;">«El retorno del sujeto en todas sus angustias probablemente irá acompañado, mañana, de una búsqueda cada vez más ansiosa de la identidad nacional y sus modos de reproducción. Y el propio individualismo no tendrá ninguna posibilidad si se empeña en deambular en un estado de ingravidez social». (Jean-Pierre Rioux; Le Monde, 15 de abril de 1988)</span></i></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;">La primacía de lo económico y lo social en la historia es un camino que ya no se quiere explorar. Se dirá que es un camino peligroso, que solo puede llevar a un callejón sin salida cuando, con aires materialistas, se toma para mostrar la permanencia de las cosas bajo el ruido del acontecer político, para dejar sitio a ese «mantel de la historia estancada» que Braudel llama «vida material» o incluso para legitimar el sistema capitalista. Actualmente, asistimos, por tanto, a un nuevo giro, designado en Francia por la expresión: «el retorno de la política». François Furet, un maestro en la materia, lo explica así:</span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><i><span style="font-family: georgia;">«Mis gustos, mis intereses, me llevan más hacia la historia política. Pero durante mucho tiempo, esta historia se consideró secundaria. La política era solo una «superestructura», el «efecto» de un fenómeno históricamente necesario: el advenimiento, después de un largo ascenso, de la burguesía. Ahora bien, si la revolución es el acontecimiento más universal de nuestra historia, es porque no fundó nuevas relaciones económicas, sino nuevos principios políticos y nuevas formas de gobierno». (Le Monde, Entrevista a François Furet, 28 de agosto de 1988)</span></i></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><i><span style="font-family: georgia;"><br /></span></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjP4ll4vQlw0eK4B5fVRhaZd7LTivHucIGsCyh2Zv33ay0QYzBXgh0PVqmXHZh1e4bfqP4ltqEOQx3qXEcJ-Ya6ZE53wDsyovxvjJ4oYgCUccsWR-KffTvIkWNRqvdDK8P9-IQIMvby8I4ZrXThP7Nju912pwYHE6IiIY9CSmzwKEGt4mY32XPZbZPODK31/s960/maquina%20buroicratica%20o%20ciencia%20en%20movimiento%202.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="710" data-original-width="960" height="474" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjP4ll4vQlw0eK4B5fVRhaZd7LTivHucIGsCyh2Zv33ay0QYzBXgh0PVqmXHZh1e4bfqP4ltqEOQx3qXEcJ-Ya6ZE53wDsyovxvjJ4oYgCUccsWR-KffTvIkWNRqvdDK8P9-IQIMvby8I4ZrXThP7Nju912pwYHE6IiIY9CSmzwKEGt4mY32XPZbZPODK31/w640-h474/maquina%20buroicratica%20o%20ciencia%20en%20movimiento%202.jpg" width="640" /></a></div><div style="font-family: "Times New Roman";"></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><br /></div><div style="font-family: "Times New Roman";"><div style="text-align: center;"><b><span style="font-family: georgia;">Ciencia en movimiento o máquina burocrática: El caso de los Annales y la «Nueva Historia»</span></b></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Esta situación no es nueva. Numerosos elementos prueban que comenzó a gestarse tras la Primera Guerra Mundial (1914-18) y la Revolución Rusa (1917) en los países occidentales, siendo el reformismo uno de los principales vectores de difusión de las concepciones antimarxistas de la historia.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Pero, a pesar de sus objetivos de control intelectual a escala mundial y apoyados por el revisionismo del XXº Congreso, la «Nueva Historia» y sus «nuevos métodos» no lograron su objetivo. La debilidad de su teoría está hoy más que demostrada por la debilidad de sus resultados y la pobreza de la mayoría de sus estudios. La realidad viene, cada día, a contradecir sus afirmaciones sobre la inmovilidad de las sociedades, la pasividad de las masas y la vanidad de la política. La causa fundamental de este fracaso se debe al rechazo del materialismo histórico, así como a su «esclavización» ideológica, a su sumisión a las únicas «ciencias» que la ideología burguesa sabe promover: el idealismo y el empirismo. Dos cortinas de humo llamadas «métodos», que legitiman el rechazo total del debate teórico. Así, aparece con mayor claridad la superioridad del marxismo, cuyos «límites» quieren demostrar constantemente estos historiadores. Es con despecho que Furet observa:</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><i><span style="font-family: georgia;">«La Revolución, como terremoto político universal, sigue fascinando a los países extranjeros. Es verdad que la ruptura que se manifestó en 1789, la de los derechos del hombre y la soberanía del pueblo, sigue siendo un enigma intacto después de doscientos años de obras y debates destinados a desentrañar el misterio». (Le Monde, Entrevista a François Furet, 28 de agosto de 1988)</span></i></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Miedo a la revolución, miedo a la violencia y a las rupturas y reveses que ella implica. No se puede explicar de otro modo todo este trabajo erudito de los intelectuales oficiales, que no buscan otra cosa que negar, relativizar, incluso calumniar el progreso y la valentía de los hombres. Esta labor de enterrar el futuro no se hace a través de discursos y debates abiertamente políticos. No, es un asunto de especialistas, un territorio de expertos cuya «cientificidad» se prueba por el único hecho de que manifiestan su rechazo a lo ideológico −a lo filosófico, o lo metafísico según los autores−. Es territorio vedado a cualquiera que no pertenezca a la casta de estos «iniciados en el misterio del método».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">En Francia, tenemos que remontarnos a la década de 1920 para ver cómo se establecen el poder y los métodos de lo que se ha llamado la «Nueva Historia», es decir, la obligación moral impuesta a todos los historiadores que quieren ser reconocidos como tales por sus semejantes; a practicar el empirismo como el único método científico en la historia y a rechazar cualquier concepción filosófica que pueda influir en su obra. A partir de ese momento, el único objetivo de la Escuela de los Annales y de la «Nueva Historia», fue luchar contra el marxismo y sus implicaciones filosóficas y políticas. El trabajo de los historiadores pertenecientes a esta escuela ha tenido como objetivo demostrar que «Marx se equivocó». Pero quisieran, al mismo tiempo, sugerir que la ideología de los Annales es una ideología progresista, incluso marxista −debido sin duda a su polarización en lo «material»−, y que sus intereses son estrictamente los intereses de los científicos preocupados por mejorar la ciencia de la historia y sus métodos.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Los Annales han construido su éxito sobre el doble mito de su novedad y su marginalidad, apoyándose en una pseudocrítica y un pseudorrechazo de la historia dominante, llamada positivista y eventualista. Un rechazo que ha permitido una separación casi sistemática de la historia política, de la historia de los Estados y de las naciones ―con el pretexto del rechazo de la política− y de la historia de los acontecimientos −calificada de epifenómenos sin interés−. Vale la pena recordar que esta corriente surgió inmediatamente después de dos «epifenómenos», la guerra imperialista y la Revolución Rusa.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Para «desmarcarse» de Marx y atacar mejor sus teorías, parecía necesario mostrar que el capitalismo debe ser considerado como objeto de estudios científicos y no de «polémicas»; vanas, obviamente. Henri Hauser lo anunciaba en su introducción a «Los comienzos del capitalismo» (1931): «Creemos que se puede hablar del capitalismo como un hecho, sin amor y sin odio». Y para Thierry Paquot, autor de la introducción a «Lire Braudel», uno de los objetivos de los nuevos historiadores es siempre «relativizar» la manera de hablar del capitalismo: «El capitalismo no es una enfermedad vergonzosa, sino un período de la historia de la humanidad al cual se vinculan importantes transformaciones de varios tipos: la forma de trabajar, de pensar, de vivir, de amar, de soñar, etc».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Muy bien. Pero notemos que, a partir de los años 20 y 30, esta razón científica aséptica resultó estar en gran medida contaminada por ideología. Los largos estudios de nuestros historiadores han pretendido, cada uno a su manera, demostrar, esencialmente:</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">a) Que el capitalismo no es un momento de la historia humana, −es decir, con un comienzo y también un final claramente fijados− sino un fenómeno permanente, por lo que el marco que supuestamente le dio Marx de manera formal, debe ampliarse hasta mucho antes de la era del capitalismo industrial del siglo XIX. Para ello, es necesario, ante todo, situar la esencia del capitalismo en la esfera de la circulación y no en el modo de producción mercantil, lo que permite deshacernos de la cuestión de las relaciones sociales y las contradicciones ligadas al modo de producción y al salario.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">b) Que las actitudes «capitalistas» siempre han existido y, por lo tanto, siempre existirán, resaltando el papel del mercado en los sistemas feudales con anterioridad al período capitalista «clásico» para confirmar la fatalidad de la reintroducción posterior de las «leyes del mercado» en los sistemas socialistas del Este.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">c) Que su «etapa suprema», el imperialismo, traducido al lenguaje «annalista» por el concepto menos apasionado de «economía-mundo», sería de hecho una «realidad antigua», como lo demostrarían los circuitos de monedas, materiales preciosos y otras mercancías.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">d) Que las masas, cuyas condiciones de vida estudian ciertos «annalistas», se contentan con vivir al día, sin pensar ni actuar. De ahí la proliferación de estudios sobre lo «cotidiano»: «Creo que la humanidad está más que «semienterrada» en la cotidianidad», decía Braudel.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Sea privilegiando el «movimiento» suscitado por los «mecanismos económicos», sea reduciendo toda perspectiva histórica a «largo plazo», su objetivo es demostrar que la cuota de libertad del hombre es ínfima, que está inexorablemente atrapado por las contingencias de un medio natural −de ahí el atractivo hacia la geografía, que, muy indebidamente, se presenta como la ciencia «determinista» por excelencia−, por los hábitos y por los gestos regulares, −donde los antropólogos, los etnólogos y sus herederos de la descolonización, los sociólogos, serán entonces muy útiles para asegurar el éxito del estructuralismo y de las tesis de la «reproducción»−, que escapan a su conciencia y a su control.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Sobre todo, parece que el éxito del movimiento «annalista» se basó, a partir de la década de 1950, en las negaciones de estos intelectuales, que justificaban su lucha contra el marxismo y el socialismo en su rechazo al «legado stalinista». Incluso, más allá de la desintegración de este grupo controlado por Braudel hasta hace muy poco tiempo, podemos distinguir, de hecho, el núcleo ideológico de los sucesores, compuesto esencialmente por «huérfanos del PCF», aquellos que:</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><i><span style="font-family: georgia;">«Se adhirieron al stalinismo con ardor mientras se preparaban juntos para la agregación de historia [la «agregación de historia» es un título para la docencia en Francia] en la década de 1950: F. Furet, J. Ozouf, D. Richet, E. Le Roy Ladurie, A. Besangon, M. Agulhon... ex comunistas que, arrepentidos y reconvertidos al liberalismo, se encontraron con una segunda familia política, la de la «segunda izquierda», marcada por la desastrosa experiencia del molletismo, sensible a los temas antiestatales, a la defensa de la sociedad civil y a la experimentación social. Encontramos allí en particular a J. Julliard, P. Nora, M. Ferro, M. Winock... Este encuentro, permitió realizar una verdadera operación sincrética en torno a un credo común que encontró por lugar la Escuela de los Annales. Podemos calificar este discurso como socio-liberal y percibir que cubre esencialmente el núcleo de poder de la escuela. A este núcleo se han sumado otras corrientes, bien de una derecha inconformista, que ha roto con la historia tradicional, bien de un polo marxista o bien de independientes de izquierda, que han renunciado a todo el legado stalinista». (François Dosse; Lire Braudel, 1988)</span></i></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Finalmente, su éxito se debe al carácter institucional y altamente burocrático de su hegemonía. Braudel fue, desde el día posterior a la Segunda Guerra Mundial (1939-45), el personaje central de esta vasta maquinaria antimarxista y anticientífica, la «Nueva Historia», heredera institucionalizada de la Escuela de los Annales.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Su éxito se debió esencialmente a su arte de frustrar las oportunidades políticas del momento. Desplegando abiertamente una estrategia de hegemonía, muy resentida por sus contemporáneos: «La lección de los Annales... es que todas las ciencias humanas se incorporan a la historia, y se convierten en ciencias auxiliares», tuvo sobre todo el buen gusto de ofrecer a sus futuros mecenas estadounidenses una adhesión transparente al «mundo atlántico», opuesto al «monstruo de las tierras», la Unión Soviética −términos utilizados en la conclusión de su tesis, en 1948, y citados por Dosse−.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Por lo tanto, se utilizó dinero estadounidense para financiar sus proyectos a partir de 1955, lo que permitió a la «Sexta Sección» ganar unas cuarenta nuevas direcciones de estudio y, a finales de los años 50, su deseo de crear una facultad de ciencias sociales, denunciado como «imperialismo braudeliano», solo sería satisfecho gracias al dinero de la Fundación Ford −la Casa de las Ciencias Humanas se fundaría en 1962−. Braudel obtendrá en 1959, del Ministerio de Educación Nacional, la creación de 60 puestos de jefes de obra, una verdadera OPA [Oferta pública de adquisición o licitación] en el campo de la investigación en historia. ¡Obligando a partir de ahora a ser o «no ser» «braudeliano»!</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Durante el mismo período, asistimos al desarrollo de las ciencias sociales, en nombre de la necesidad de indicadores económicos y sociales. La estadística y la demografía se convierten en las ayudas esenciales del poder político, del Estado francés, de las empresas y los sindicatos, así como de los organismos internacionales −lo que llamaremos «demanda social»−, o de Estados Unidos, muy presente en operaciones de apoyo, financiación o exportación de métodos de trabajo en dirección a las «ciencias humanas».</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Esta «escuela nueva» no es, por tanto, fruto de un perfeccionamiento o de una revolución científica, sino que forma parte de los instrumentos que el poder burgués ha puesto en marcha para luchar contra el poder del pensamiento marxista. Queriendo ser una verdadera máquina de guerra contra el pensamiento dialéctico, el materialismo histórico y las luchas de clases en general, su única arma es el rechazo a la teoría, el más crudo empirismo y sobre todo un creciente desprecio hacia las masas −ligado a un creciente miedo y odio contra el marxismo−.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Pero las múltiples dificultades internas con las que ha tropezado, así como la crisis que hoy vive abiertamente, muestran los límites de las posibilidades reales de tal maquinaria. Su estallido, debidamente señalado, solo puede ser saludable, ya que hace desaparecer la ilusión de «una» escuela francesa de historia unificada y homogénea, y podría permitir el restablecimiento de un verdadero debate sobre los objetivos y métodos de la investigación histórica.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Porque es obvio que entre los «annalistas» se encuentra de todo y tales cohabitaciones se han vuelto aparentemente insoportables hoy. Si algunos atacan al marxismo de una manera más que odiosa −uno se pregunta por qué, en un momento en que «todo el mundo» está de acuerdo en que se ha acabado con él−, otros historiadores afirman su apego −más o menos comprobado y muchas veces muy revisado− al materialismo histórico, mientras que tímidamente, y a pesar de una −¿auto?− censura flagrante, algunos historiadores critican ahora públicamente a esta Escuela, y sus métodos, a través de la crítica a Braudel y su obra.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><div style="font-family: "Times New Roman"; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbv66SyQV1QtD6AUduMgv61WZJNjwQ354zsmfPG-AU5-8OMR9BYmuMgXcw6q9D_QwObQz24sAR63ztCuucdbqNJ1Dcm-IPCFDiEk0pytzFgkHiJKU5FMP6aF36NjrrjWxftC-edwd83BwrSVMQZKzUm1-7Vm2400mnO8vhqCcX7ro_QxmS2wnRPS-g25wA/s1136/empirismo%20e%20ideologia%20burguesa.webp" style="font-family: georgia; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="745" data-original-width="1136" height="420" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbv66SyQV1QtD6AUduMgv61WZJNjwQ354zsmfPG-AU5-8OMR9BYmuMgXcw6q9D_QwObQz24sAR63ztCuucdbqNJ1Dcm-IPCFDiEk0pytzFgkHiJKU5FMP6aF36NjrrjWxftC-edwd83BwrSVMQZKzUm1-7Vm2400mnO8vhqCcX7ro_QxmS2wnRPS-g25wA/w640-h420/empirismo%20e%20ideologia%20burguesa.webp" width="640" /></a></div><div style="font-family: "Times New Roman"; text-align: center;"><br /></div><div style="font-family: "Times New Roman"; text-align: center;"><div><span style="font-family: georgia;"><b>Empirismo e ideología burguesa</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el desarrollo de la ciencia, la ideología burguesa tiende espontáneamente hacia el empirismo, como hacia un refugio donde sus prejuicios podrían sobrevivir al abrigo de la implacable dialéctica materialista. El rechazo del marxismo es, en última instancia, como prueba un siglo de historia intelectual, el rechazo de la teoría, de la «razón», del principio de causalidad, que conduce inevitablemente al empirismo más limitado. Así, para Braudel, la historia debe ser «primero una descripción, una simple observación y clasificación sin demasiadas ideas preliminares». Este método todavía encuentra ardientes defensores:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Braudel no cuenta la historia del concepto de «capitalismo». Nunca. Cuenta la historia de las ciudades del mundo, sus herramientas, sus líderes y sus redes de influencia. Braudel nunca escribe una frase como: «el capitalismo se materializa en las ciudades» o «la burguesía en ascenso se apodera de las ciudades y controla la zona central». Nunca. Es bastante remarcable. No parece mucho, pero es un «desplazamiento de perspectiva» que encuentro abrumador frente a la forma tradicional, es decir marxista, de considerar la historia del capitalismo. No es una «ruptura epistemológica», no es el fundamento de una nueva ciencia, ni siquiera es una invención filosófica original. Es solo el regreso al empirismo, a la descripción, a la puesta en escena. La única práctica que considero verdaderamente «materialista». Fernand Braudel encaja, creo, en una tradición empirista o nominalista de las ciencias sociales. Su obra se presenta como una serie inagotable de ejemplos, anécdotas, descripciones, testimonios, a veces cifras. En definitiva, pura descripción, pura narración. Una constante y obstinada desconfianza hacia toda teorización». (François Fourquet; Lire Braudel, 1988)</span></i></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, esta «tradición empirista o nominalista de las ciencias sociales» no está exenta de contradicciones mortales. Así, se da el paso de la dilución de los problemas, algo propio de Braudel, donde no solo no hay respuestas, sino que las preguntas mismas han desaparecido por medio de una:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Especie de embriaguez del espacio que aniquila las facultades críticas, un consentimiento a la fragmentación incontrolada, como la del autor, pero sufrida, como la del lector absorto». (Michel Morineau; Lire Braudel, 1988)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A los estudios más especializados, como la moda invasiva de la monografía. Es una etapa crítica para la «Nueva Historia». En efecto, los herederos no pueden competir con el maestro en un terreno que este mantiene controlado, sino solo «profundizar» su tema. Algo que el «maestro» lamentó, y con razón, ya que este proceso solo puede ser destructivo para tal «Escuela», obligándola a ir hasta el final de las consecuencias de sus análisis; es decir, a «recaer» en problemas filosóficos e ideológicos. En definitiva, a un serio cuestionamiento de las «virtudes» del empirismo:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«La simple observación empírica, que se niega a conceptualizar y a cuestionar más allá de lo evidente, no solo queda en gran parte impotente, sino que... da la ilusión de saber algo allí donde no sabemos casi nada». (Alain Caillè; Lire Braudel, 1988)</span></i></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La etapa siguiente, la de los intentos de balance y de síntesis, implica −más o menos conscientemente por otra parte− la crítica del espíritu de esta Escuela y su condena como ideología reaccionaria. Actualmente, muestra sobre todo la dificultad de los historiadores franceses para perseguir sus críticas hasta el final, que parecen estar impregnadas de los principios del apoliticismo y del antimaterialismo, aun cuando es innegable el carácter progresista de sus ideas y de sus cuestionamientos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4WAiyvsyQz6tKmXvlBc3SRQuPowqMBnsAExCVu0YZTZarEzCicqs8nzy7nNolApg6dIFaT4RchEPFV-XQ0HcWRabP8ugjQiifjxT-0E0_fIzK0khWcnAnWxveWE1kF0KoisuCVWAPtryNB7uPccFH5-5WcIENXafviHXCKh0De689SuE1m1EirJVI1D1_/s960/que%20progreso%20en%20historia%203.jpg" style="font-family: "Times New Roman"; margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="960" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg4WAiyvsyQz6tKmXvlBc3SRQuPowqMBnsAExCVu0YZTZarEzCicqs8nzy7nNolApg6dIFaT4RchEPFV-XQ0HcWRabP8ugjQiifjxT-0E0_fIzK0khWcnAnWxveWE1kF0KoisuCVWAPtryNB7uPccFH5-5WcIENXafviHXCKh0De689SuE1m1EirJVI1D1_/w640-h480/que%20progreso%20en%20historia%203.jpg" width="640" /></a></div><div style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;"></span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>¿Qué progreso en la historia?</b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Para los marxistas, la filosofía y la historia están íntimamente ligadas. Este no es el caso de quienes afirman que sus métodos de trabajo solo pueden ser científicos porque están −según ellos− libres de cualquier concepción filosófica y son, por lo tanto, ideológicamente neutrales. Negar la verdad del sentido del trabajo del historiador y el carácter esencial de este trabajo, en el plano ideológico y político, en última instancia solo conduce a obligarse a trabajar «gratuitamente» −la historia por la historia−, a un trabajo verdaderamente enajenado. Porque, ¿puede la investigación en historia ser otra cosa que una contribución a la constitución de una conciencia colectiva, a la que tradicionalmente siempre ha apuntado, y de la que los historiadores contemporáneos pretenden que deben y pueden emanciparse por razones científicas? ¿Es la historia «científica» cuando pretende ser una descripción de una situación o de hechos pasados aceptables y aceptados, según ella, por todos los individuos o grupos involucrados?</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Un historiador de principios de siglo exhortó a sus colegas a no revelar su país de origen, su religión o su filiación política, pero, sin duda, fracasó en este planteamiento de cierta «moral científica», ya que hoy sabemos, o fácilmente adivinamos, el origen real, histórica e ideológicamente determinado, del llamado universalismo de la cultura y de la ciencia que invade todo discurso bien intencionado. Es esta separación la que es aclamada como un gran avance por los historiadores contemporáneos y la que consideran la principal marca de la ciencia en las ciencias humanas. El «sine ira et studio» [sin rencor y sin parcialidad] −que también define al burócrata perfecto de Max Weber− debe ser, según ellos, la base de una verdadera disciplina del investigador contemporáneo.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">El revisionismo no dejará de criticar los intentos de organizar una verdadera historia marxista. En 1960, «nos divertimos» con el debate de los historiadores soviéticos de las décadas de 1940 y 1950 sobre las dificultades de la periodización y la imposibilidad de encontrar la esclavitud o el feudalismo «en estado puro»; debate real o no, lo importante es que su crítica encaja perfectamente en la ideología revisionista de la lucha contra los «dogmas». De ahí en adelante, hacen necesario suavizar la interpretación marxista frente a situaciones particulares. El XXº Congreso del PCUS dio su sanción a las «nuevas» tendencias, a la lucha contra el exceso de «politización» desarrollado bajo Stalin, a la ampliación de los campos de investigación y especialización más estrecha, el rechazo al dogmatismo y la «manía de las citas», etcétera.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Por un lado, Barraclough diría: «Si queríamos que la historia cumpliera su verdadera función, era necesario, en adelante, distinguir más claramente entre filosofía de la sociedad −materialismo histórico−, teoría de la sociedad −sociología− e historia de la sociedad −ciencias históricas−, y reconocer la relativa autonomía de cada una de estas disciplinas». Por otro lado, también fue necesario importar nuevos métodos de Occidente. En adelante, «liberados del yugo del stalinismo», los historiadores soviéticos fueron «presionados» para aprender sobre cibernética, técnicas informáticas, estadística, análisis estructural y el uso de modelos matemáticos. Porque:</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><i><span style="font-family: georgia;">«Así como los avances en la música están vinculados a las mejoras en la naturaleza de los instrumentos, y los avances en la astronomía están vinculados a la capacidad de producir telescopios cada vez más potentes, las tendencias en la historia están vinculadas al desarrollo de nuevas técnicas y métodos, que las han hecho posibles solamente así. Es el método el que permanece en el centro de las preocupaciones». (G. Barraclough; Las tendencias actuales de la historia, 1980)</span></i></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">Podemos percibir mejor la ambigüedad y la cercanía de la relación entre filosofía de la historia, campos de investigación y métodos, al señalar que fue precisamente en el momento en que muchos países obtuvieron su independencia y, por lo tanto, se comprometieron a «hacer su historia», que la moda de rechazar la política y la nación se impusieron entre liberales y revisionistas. Mientras unos trataban de liberarse del peso de la ideología colonialista, desarrollando nuevos métodos de investigación histórica −en particular, la búsqueda de fuentes distintas a la palabra escrita−, otros afirmaron liberarse de la ideología a secas, al condenar la historia política y nacional como un objeto no científico</span><i><span style="font-family: georgia;">»</span></i><span style="font-family: georgia;">. (<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Claire%20Pascal">Claire Pascal</a>; </span><a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2023/10/escuela-de-los-annales-genesis-y-mito.html" style="font-family: georgia;">Un pasado al que suscribirse: rol y métodos de la historia</a><span style="font-family: georgia;">, 1990)</span></div></div></div></span></div></div></span></div></div></div>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-28295563011616892572023-11-20T20:35:00.006+01:002024-03-14T12:00:51.607+01:00El nacimiento de la república soviética y los primeros debates filosóficos de los años 20; Equipo de Bitácora (M-L), 2023<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLpTnebVw1NH0Y5jsuh1Fy_VKwyLecxWZUO6CtbPIv4Gkq7m8ewFNTyU6IeDw8cmXIfztbPobOLiBVngDG1NJcOVExjYgPurLSfa1Wp-dQlHuceTcLZiGTlKOqI1Powbyfb2tEyTleNLMOSybZ4IQy4xzHC0fRl2Y-sWNQRdaXN186MDpcJ2lhoqOnebrg/s600/prueba%20portada%204.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="430" data-original-width="600" height="458" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgLpTnebVw1NH0Y5jsuh1Fy_VKwyLecxWZUO6CtbPIv4Gkq7m8ewFNTyU6IeDw8cmXIfztbPobOLiBVngDG1NJcOVExjYgPurLSfa1Wp-dQlHuceTcLZiGTlKOqI1Powbyfb2tEyTleNLMOSybZ4IQy4xzHC0fRl2Y-sWNQRdaXN186MDpcJ2lhoqOnebrg/w640-h458/prueba%20portada%204.jpg" width="640" /></a></div><div style="text-align: justify;"><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">«La filosofía soviética, en sus primeros años, abrió una serie de debates cuyos puntos principales serían objeto de reflexión por parte de los marxistas de todo el mundo incluso décadas más tarde. El establecimiento del gobierno bolchevique otorgó a su filosofía la primera oportunidad de crear academias dedicadas a su estudio. Esto fue un gigantesco paso adelante con respecto a las formas previas de aprender la doctrina, que básicamente consistieron en el uso de unos pocos libros de referencia escritos por los principales representantes de este movimiento, acompañados de malas traducciones de obras extranjeras y clásicos. </span></div></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los primeros hombres encargados de aleccionar y desarrollar las bases del pensamiento que regiría en una sexta parte del mundo, escribieron y polemizaron sobre asuntos muy variopintos e interesantes. La necesidad de resolver estas cuestiones se proyectaron tanto nivel histórico para entender el pasado, como de cara al futuro, en vistas de construir la nueva sociedad comunista. En suma, se debatió sobre los siguientes temas: ¿qué influencia y límites tiene el factor biológico en las ciencias sociales? ¿qué es la llamada ideología y qué papel cumple? ¿qué lugar ocupará el viejo y nuevo arte en la sociedad soviética? ¿qué rol tuvo Hegel en el desarrollo de la dialéctica? etcétera. Temas que décadas más tarde han seguido siendo objeto de estudio y debate entre filósofos soviéticos, por lo que es importante detenernos en ello para comprender por qué empezó la confusión sobre esos asuntos. Un mar de confusión que, aún hoy, persiste en la cabeza de muchas de las actuales «eminencias filosóficas marxistas», tan en boga y promocionadas en los círculos del academicismo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Muchas veces, las polémicas incursionaron en terreno inexplorado para el materialismo dialéctico, en cambio, en otras tantas, se volvió a discutir sobre cuestiones que en el pasado ya se dieron por zanjadas. Ambos problemas son casi inevitables viniendo de una filosofía hasta entonces poco estudiada, pero no por ello nos contendremos a la hora de hacer las críticas pertinentes. Dicho esto, comencemos a desglosar los puntos de esta sección.</span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAg2MfKMU6pTdM0kDYXIjLWkzn_fQb50BpS4WtM0CCZ5x2jidmHLDs7ViSPrVyVuzQVF3Ki0h6oF--PiZC2xnmsNFOCfXe6DGO_VkRydyuaeIMx9wX0isTHngwoqps6mi8HGk8uNG5flSeuQ8iycBhItfi284yk5l1iO-KhX4Ih8vCPv_qXZaMam9EJ5WP/s630/Prueba%20bogdanov%20mitin%20adoratsky.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="630" height="406" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAg2MfKMU6pTdM0kDYXIjLWkzn_fQb50BpS4WtM0CCZ5x2jidmHLDs7ViSPrVyVuzQVF3Ki0h6oF--PiZC2xnmsNFOCfXe6DGO_VkRydyuaeIMx9wX0isTHngwoqps6mi8HGk8uNG5flSeuQ8iycBhItfi284yk5l1iO-KhX4Ih8vCPv_qXZaMam9EJ5WP/w640-h406/Prueba%20bogdanov%20mitin%20adoratsky.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Los primeros debates y las primeras desviaciones</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">a) La nociva influencia de Aleksándr Bogdánov en la filosofía soviética:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tras la Revolución de Octubre (1917), las primeras disputas en cuestiones culturales o filosóficas no se hicieron esperar. Aleksándr Bogdánov, quien pasaría a la historia como uno de los mayores defensores del machismo −corriente filosófica que toma su nombre de Ernst Mach, defensora de que el conocimiento del mundo debe partir de las «sensaciones» y que fue ampliamente criticada por Lenin en «Materialismo y Empiriocriticismo» (1909)−, y también conocido por la creación de Proletkult, se dedicó durante 1918 a promover la idea de que el proletariado necesitaba un «arte propio», sin ningún tipo de conexión con el pasado. A su vez, esgrimió teorías bastante peregrinas en cuanto al papel del arte en la sociedad, sugiriendo que dicha actividad era la palanca clave para transitar al socialismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El arte organiza las experiencias sociales por medio de imágenes vivas en relación con el conocimiento y con los sentimientos y aspiraciones. Consecuentemente, el arte es el arma más poderosa para organizar las fuerzas colectivas en una sociedad de clases: las fuerzas de clase». (Aleksándr Bogdánov; El proletariado y el arte, 1918)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el campo filosófico, Bogdánov se destacó por su defensa de un cúmulo de defectos que variaban desde el campo idealista al mecanicista:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Bogdánov disfrazó cuidadosamente su idealismo, hablando bajo la bandera de «cultura proletaria», «socialismo de la ciencia», «ciencia organizacional», etc. Supuestamente «rechazó» cualquier filosofía, pero, de hecho, bajo frases «marxistas» arrastró el idealismo en economía política, en la teoría del materialismo histórico, en la crítica literaria. Bogdánov sustituyó la dialéctica materialista por la teoría idealista del «proceso organizativo» y la «teoría del equilibrio» mecanicista por la teoría de la reconciliación de las contradicciones. (…) La filosofía objetivamente reaccionaria de Bogdánov reflejaba los profundos estados de ánimo derrotistas y decadentes de la pequeña burguesía cobarde que se escondía de la revolución, tratando de escapar de ella volviendo al trabajo «organizativo» pacífico en el marco «normal» de la renombrada democracia burguesa». (Instituto de Filosofía de la Academia Comunista; Materialismo dialéctico, 1934)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Durante el debate de mediados de los años 20 entre «mecanicistas» y «dialécticos», que abordaremos posteriormente, Bogdánov también hizo acto de presencia. En aquel entonces este se caracterizó por apoyar a los «mecanicistas», aunque como siempre, con su propio toque distintivo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La «sociología marxista» de Bujarin es bastante burda comparada con las sofisticadas teorías de Bogdánov en las que se basaba. Bogdánov tomó el hecho de que el funcionamiento de las leyes naturales puede proyectarse fructíferamente no sólo en los sistemas sociales sino también en los psicológicos −conjuntos de creencias, concepciones del mundo− como prueba de que lo natural, lo mental y lo social son aspectos de una única estructura autoorganizada regida por el mismo conjunto de principios organizativos. Intentó expresar estos principios en una nueva ciencia: La «tectología». (David Bakhurst; Conciencia y revolución en la filosofía soviética. De los bolcheviques a Évald Iliénkov, 1991)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como resumió este autor, «Bogdánov consideraba la ciencia cuantitativa pura de las matemáticas como la base última de la tectología»: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Mi punto de partida consiste en que las relaciones estructurales pueden generalizarse con el mismo grado de pureza formal que las relaciones de magnitudes en las matemáticas, y sobre esta base los problemas de organización pueden resolverse con métodos análogos a los de las matemáticas» (Aleksándr Bogdánov; La organización universal de la ciencia, 1925) <span></span></i></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estas y otras reflexiones filosóficas solo demostraban que Bogdánov, lejos de haber aprendido algo de las polémicas filosóficas contra Lenin, volvió una y otra vez por los mismos senderos:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Adoptando una epistemología empirista extrema, Bogdánov sostenía que el material al que se aplican en última instancia los principios organizativos de la tectología es la experiencia; la realidad, el «mundo externo», es simplemente «la experiencia socialmente organizada». (…) Todos los fenómenos se tratan como construcciones de la experiencia analizables apelando a la ciencia única, la tectología, cuyas leyes son las que rigen la organización de la experiencia. Esta posición provocó la objeción de que, para Bogdánov, la realidad dependía de la mente. Por lo tanto, sus puntos de vista fueron ampliamente considerados incompatibles con el materialismo y fue frecuentemente denunciado como «idealista», «relativista» y «subjetivista». El hecho de que el propio Lenin hubiera atacado a Bogdánov en estos términos ya en 1909 animó a la mayoría de los mecanicistas a distanciarse de Bogdánov». (David Bakhurst; Conciencia y revolución en la filosofía soviética. De los bolcheviques a Évald Iliénkov, 1991)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">b) El argumento de que la ideología es incompatible con la ciencia:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otros autores, como el archiconocido Vladimir Adoratsky, llegaron a afirmar que todas las ideologías eran dañinas. Este tipo de nociones tuvieron gran eco, puesto que varios filósofos de la época salieron en su defensa tratando de demostrar que la ideología no es una forma de pensamiento dependiente de una clase, sino un producto completamente artificial. El lector puede comprobar esto en la obra de Yehoshua Yahot «La supresión de la filosofía en la URSS −años 20 y 30−» (2012), la cual, a pesar de que todo su argumentario se basa en tratar de demostrar las nefastas consecuencias del «stalinismo» en la filosofía soviética, aporta una gran cantidad de citas de primera mano. La incomprensión del importantísimo papel que cumple la ideología en el desarrollo del movimiento político llevó a Adoratsky a afirmar que:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Para deshacerse finalmente de la perversión ideológica es necesario superar la ideología y poner en su lugar un estudio sobrio y científico de los hechos de la realidad, el estudio de la existencia material de la sociedad humana. (…) El método del materialismo dialéctico, descubierto y tan brillantemente aplicado por Marx, elimina la perspectiva ideológica, el pensamiento ideológico, por completo. Significa la revolución más radical en el campo del pensamiento». (Vladimir Adoratsky; Sobre la ideología, Publicado en Bajo la bandera del marxismo Nº11-12, 1922)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, no es muy difícil refutar estas declaraciones. Nada más lejos de la realidad, el materialismo dialéctico conforma la ideología de la clase trabajadora, no por nada su método sirve a la transformación de la sociedad, pues dicha transformación depende de un saber exacto, objetivo, científico de la realidad que se busca cambiar y de conocer los mejores medios para lograrlo. Además, si nos adentramos al estudio de obras clásicas como la de Friedrich Engels «Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana» (1886), observaremos, en primer lugar, que todas las ideologías, incluso las que parten del pensamiento más «autosuficiente» tienen su raíz en las condiciones materiales, en su base económica:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Las ideologías aún más elevadas, es decir, las que se alejan todavía más de la base material, de la base económica, adoptan la forma de filosofía y de religión. Aquí, la concatenación de las ideas con sus condiciones materiales de existencia aparece cada vez más embrollada, cada vez más oscurecida por la interposición de eslabones intermedios. Pero, no obstante, existe». (Friedrich Engels; Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, 1886)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Entonces, el marxismo no niega jamás el papel de la ideología. El fondo de la cuestión reside en la naturaleza de esta, en la clase que la desarrolle y los fines que persiga. Es decir, si la ideología refleja los conceptos políticos, económicos o jurídicos de una clase, su papel progresista dependerá de la medida en que se acerque con mayor o menor acierto a la realidad, de cuánto necesite la comprensión objetiva de esta para transformarla o sostener el mundo existente en un momento dado. Por ejemplo, del mismo modo que la ideología burguesa durante el siglo XVIII representaba los conceptos más avanzados en todos los campos, el desarrollo que ha sufrido la ha conducido a defender sofismas que despreció anteriormente. Del mismo modo que antaño la burguesía combatió la perpetuidad del feudalismo o la religión, hoy asume mayoritariamente la religiosidad como parte natural de su ser, así como endulza la época feudal y el absolutismo en un halo de romanticismo con el que construye su «historia nacional», como sucede en España con la institución monárquica. Con lo cual, hace largo tiempo que ha transformado su pensar en una ideología completamente reaccionaria. Y, si ha devenido de este modo la ideología burguesa, es porque en su búsqueda de la reproducción de la sociedad capitalista, ha necesitado del desarrollo de filosofías que atiendan a lo superficial, a lo mítico y a lo místico; relegando el papel del conocer objetivo del mundo, que descubre sus flaquezas, su impotencia, su desigualdad e injusticia. Por lo tanto, la ideología proletaria ni es reaccionaria, ni está reñida con la ciencia, por la sencilla razón de que la clase que la posee es la única capaz, por su interés y viva necesidad de ello, de desarrollarla hasta sus últimas consecuencias. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para comprender mejor esto, he aquí un ejemplo de cómo Engels explica el origen del progreso en el desarrollo histórico de los hombres, el cual no es fruto de las «ideas geniales» de estos, sino que las ideas son producto de una situación material circunstanciada:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Todos los méritos del rápido progreso de la civilización se atribuyeron a la cabeza, al desarrollo y a la actividad del cerebro; los hombres se acostumbraron a explicar sus actos por sus pensamientos en vez de explicárselos partiendo de sus necesidades −las cuales, ciertamente, se reflejan en la cabeza, se revelan a la conciencia−, y así fue como surgió, con el tiempo, aquella concepción idealista del mundo que se ha adueñado de las mentes, sobre todo desde la caída del mundo antiguo. Y hasta tal punto sigue dominándolas todavía, hoy, que incluso los investigadores materialistas de la naturaleza de la escuela de Darwin no aciertan a formarse una idea clara acerca del origen del hombre porque, ofuscados por aquella influencia ideológica, no alcanzan a ver el papel que en su nacimiento desempeñó el trabajo». (Friedrich Engels; Dialéctica de la naturaleza, 1883)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si bien no han sido pocos los pensadores que han considerado a la «ideología» desde un prisma peyorativo −como un sistema de pensamiento que falsea la realidad−, nosotros nos acogemos a la definición que dio en su momento el pedagogo soviético Lev Vygotsky en una de sus primeras obras «Psicología pedagógica» (1926), entendiendo por «ideología» como: «Todos los estímulos sociales que se han establecido en el proceso del desarrollo histórico y han cristalizado en forma de normas jurídicas, reglas morales, gustos artísticos, etcétera», es decir, unas normas y pautas que a su vez están «impregnadas enteramente por la estructura de clase de la sociedad» puesto que están condicionadas por «las influencias del ambiente».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Igualmente, Rosental y Yudin años después en el «Diccionario filosófico» (1940) dieron una definición mucho más simple pero certera de «ideología» como: «Una forma de la conciencia social; el conjunto de determinados conceptos, ideas, nociones y representaciones». Por ende, hemos de definir que las «formas de la ideología son los conceptos políticos, la ciencia, la filosofía, la moral, el arte, la religión, etc.», y que al «nacer como el reflejo de las condiciones de la vida material y de los intereses de determinadas clases, ejercen a su vez una influencia activa sobre el desarrollo de la sociedad».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, hay quienes aún hoy siguen insistiendo en lo contrario. Pongamos más ejemplos de esta manía persecutoria contra la «ideología». Si leemos el artículo de Yehoshua Yahot «La supresión de la Filosofía en la URSS −años 20 y 30−» (2012), este es el ejemplo idóneo de cómo «X» autor dedicó un capítulo entero extractando citas de Marx y Engels sobre lo supuestamente peyorativo que es el término «ideología», siendo su obsesión suprimir tal término sí o sí, sin ir al fondo de las cosas, es decir, sobre qué puede significar y en qué contexto. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para tal cruzada citó extractos varios. Desde obras primerizas como «Ideología alemana» (1846), hasta maduras como «El 18 de Brumario de Luis Bonaparte» (1852) o la «Carta de Engels a Mehring» (14 de julio de 1893). ¿Cuál es el problema? Que las más de las veces lo hizo de forma descontextualizada −por ejemplo, Marx y Engels criticando a Bruno Bauer, a los propagandistas bonapartistas o en el prefacio a la segunda edición de «El Capital» donde se critican las «deficiencias del materialismo científico-natural abstracto, que excluye el proceso histórico»−. ¿Y qué tiene que ver exactamente esto con las nociones «ideológicas» que puede presentar un marxista? Nada. De nuevo sería como negar la economía porque los keynesianos creen en «X», la filosofía porque los positivistas opinan «Y» o la física porque Javier Santaolalla nos habla de multiversos y tonterías varias.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sea como sea, veamos cómo Yehoshua Yahot condenó a los filósofos soviéticos que se opusieron a la definición peyorativa de «ideología» dada por Adoratsky en 1922:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Al definir la esencia de la ideología, los filósofos soviéticos se basan en las conocidas palabras de Marx de su prefacio «Sobre la crítica de la economía política» de que es necesario distinguir estrictamente entre el cambio material en las condiciones de producción y el cambio en las condiciones legales, políticas y económicas, religiosas, artísticas y filosóficas, en una palabra, formas ideológicas. A partir de esto, generalmente se extrae la conclusión, formulada de manera más completa en la TSB (2ª edición), de que la ideología es un sistema de puntos de vista políticos, legales, morales, artísticos, filosóficos y de otro tipo. Pero si es así, entonces la ideología no tiene su propio sujeto: las ideas, las «aspiraciones» no se expresan por algún tipo de «ideología» separada, sino por las principales formas de conciencia social. La ideología es simplemente superflua. (…) La división de la ideología en «científica» y «no científica» se convirtió en el punto de partida de los esfuerzos de los filósofos soviéticos por «salvar» esta categoría. Hay un estereotipo peculiar de las pruebas: si Marx y Engels hablan de ideología «mal», entonces se trata de ideología «mala». (Yehoshua Yahot; La supresión de la filosofía en la URSS −años 20 y 30−, 2012)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El propio Bogdánov fue uno de los que negó que haya una verdad objetiva, llamó a la verdad una simple «forma ideológica» para «organizar la experiencia». A lo que Lenin respondió en «Materialismo y empiriocriticismo» (1909): «La respuesta negativa de Bogdánov a esta última cuestión es clara: si la verdad es sólo una forma ideológica, no puede haber verdad independiente del sujeto, de la humanidad, pues nosotros, como Bogdánov, no conocemos otra ideología que la ideología humana». En realidad, Lenin recordó a sus adversarios que, si bien «toda ideología es históricamente condicional», no menos cierto es que es «incondicional que a toda ideología científica −a diferencia, por ejemplo, de la ideología religiosa− corresponde una verdad objetiva, una naturaleza absoluta».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con todo, aunque supongamos que Yehoshua Yahot tuviera razón, y, efectivamente, Marx y Engels consideraron que jamás había que hablar de ninguna «ideología» que «mereciese la pena o fuese correcta −en un momento dado−, que se mostrase útil y revolucionaria y/o científica». Entonces, ¿no dejaría esto sin explicar cómo Marx y Engels denominaban a sus ideas −llámeselas «marxismo», «materialismo histórico» o como uno prefiera−? Es decir, ¿el materialismo histórico no es «doctrina» ni «ideología»? Entendido, entonces, si solo es un «conocimiento», ¿acaso no se basa en una «sistematización» que aspira a lo «científico»? En resumen, esto son las mismas idioteces escolásticas de siempre que, como demostró Plejánov, los revisionistas como Bernstein y Cía. ya anticiparon. Unos debates lingüísticos interminables que enmarañan la cuestión de fondo: ¿qué son las ideas? ¿Hasta qué punto reflejan una realidad? ¿Cómo se comprueba su correspondencia? Punto. Véase el sucapítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2022/03/existe-una-doctrina-revolucionaria.html">Los revisionistas y sus antecedentes históricos para intentar revisar la «ortodoxia</a>» (2022).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Simplemente, como anotó muy correctamente Vygotsky en su obra «Psicología pedagógica» (1926), las ideas son: «El modo generalizado del reflejo de la realidad en la consciencia, introducido por la palabra en la actividad del cerebro, siendo la otra faceta de este hecho que la consciencia del hombre es consciencia social, consciencia que se forma en la comunicación». Por tanto, esto quiere decir que, «aunque la consciencia refleja siempre la realidad, no la refleja de un solo modo, sino en varios», y dado que «la vida psíquica no es una mónada sin entrada y salida», en esta «el lenguaje y el pensamiento verbal tienen un papel central» a la hora de captar e interaccionar con el mundo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si consultamos la «Ideología alemana» (1846), Marx y Engels nos aclararon algo muy sencillo: «La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina responde a su proceso de vida directamente físico». Evidentemente, ambos autores no eran tan necios como para creer que la llamada «conciencia» siempre es equivalente a un reflejo que se asemeja a la realidad, sino que en múltiples ocasiones puede sufrir una distorsión tal que no tenga prácticamente nada que ver con esta, por ello: «Salta a la vista que, en todos estos casos, tales representaciones son la expresión consciente −real o ilusoria− de su actividad y sus relaciones»; y añade que estas equivocaciones son producto del propio atraso en el desarrollo histórico de las relaciones sociales: «aunque la expresión consciente de las relaciones reales de estos individuos sea ilusoria, aunque en sus representaciones pongan de cabeza su realidad, ello se debe, a su vez a su modo de actividad material limitado y a la consiguiente limitación de sus relaciones sociales». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, cualquiera que sea algo quisquilloso podría dedicar horas a matizar dentro de este famoso texto de Marx y Engels las «imprecisiones» de los autores quienes a veces utilizaron indistintamente el término «ideología» −que se suele estimar como reflejo de un sistema de creencias− y «conciencia» −que se suele estimar como un proceso de conocimiento superior o pleno−. Pero, ¿qué fin exacto tendría eso? ¿Acaso, sea mejor o peor la traducción que utilicemos, no se entiende aquí lo que ambos desearon expresar? Por supuesto. Sin embargo, el inmiscuirse en estos enredos lingüísticos son comunes, y dichos galimatías son producto de que, como ya advirtieron, los filósofos: «Han proclamado la independencia del pensamiento», por lo que «debieron proclamar también el lenguaje como un reino propio y soberano»; sin embargo, para deshacer estos enredos lingüísticos «los filósofos no tendrían más que reducir su lenguaje al lenguaje corriente, del que aquél se abstrae, para darse cuenta y reconocer que ni los pensamiento ni el lenguaje forman por sí mismos un reino aparte, sino que son, sencillamente, expresiones de la vida real». Entonces, si por «ideología» debemos entender un sistema de creencias e ideas, ¿cómo vamos a negar la necesidad de la «ideología» para operar en el mundo diario, incluido en el campo científico?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dicho de otro modo, ¿cómo vamos a proclamar que la «ideología» o «conciencia» es falsa «per se»? En todo caso, al ser un producto ideológico siempre es sensible de sufrir ese proceso de «aparecer invertido como en una cámara oscura» de las «condiciones de vida reales»; pero, eso no significa que los miedos, las dudas o las aspiraciones que reflejan dichas ideas sean reaccionarias, ni tampoco tienen por qué ser un artificio, un sin sentido, algo irreal. De lo contrario, por esa regla de tres, habría que decir que todo el arte del realismo socialista es, de cabo a rabo, un «opio ideológico», porque se «limita» a recoger y tramitar el sentir del momento, a recordar el pasado o anticipar el mañana −¡claro! ¿¡cómo no!?−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por esto, la investigación histórica de Marx y Engels es muy clara en sus aspiraciones metodológicas: «No se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida». De hecho, estos subrayaron la importancia de estudiar esos procesos ideológicos, porque hay que entender cómo estos reflejan sus formas de vida −de forma más o menos aproximada−: «También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su famosa «Carta de Engels a Mehring» (14 de julio de 1893), antes mencionada, el primero dijo: «A esto se une también la fatua noción de los ideólogos, de que porque les negamos un desarrollo histórico independiente a las diversas esferas de la cultura que desempeñan un papel en la historia, también les negamos todo efecto sobre la historia. El fundamento de esto es la concepción corriente, no dialéctica, de causa y efecto como polos opuestos rígidos, desatendiendo totalmente a su interacción; esos señores olvidan con frecuencia y casi deliberadamente que una vez que un elemento histórico ha sido traído al mundo por otros elementos, en última instancia por hechos económicos, actúa también a su vez y puede actuar sobre su medio e incluso sobre sus propias causas».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En resumen, pensar en la ideología como simplemente una forma de «distorsión» de la realidad, como algo de lo que se debe huir como de la peste si se quiere comprender científicamente el mundo, es de una ignorancia supina, y es producto de no entender la forma en la que el hombre conoce las cosas, cuestión básica que Lenin ya aclaró en «Materialismo y empiriocriticismo» (1909): «La teoría del reflejo de los objetos por el pensamiento, se expone aquí con toda claridad: las cosas existen fuera de nosotros. Nuestras percepciones e ideas son imágenes de ellas. La verificación de estas imágenes, la separación de lo verdadero de lo falso viene dada por la práctica». Véase el subcapítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2022/05/es-cierto-que-el-marxismo-menosprecia-o.html">Los filósofos burgueses y su incapacidad para refutar la teoría del reflejo</a>» (2022).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">c) La desviación biologicista de Enchmen:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la URSS, la irrupción del biologicismo de E. S. Enchmen supuso un fenómeno curioso que reflejó cómo, de tanto en tanto, se pone de moda esta corriente. Como documentó perfectamente N. G. Baranets en su obra «Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX» (2008), para el señor Enchmen, tanto la filosofía como el resto de ciencias sociales eran invenciones de los explotadores, por tanto, el «materialismo histórico», que es la cosmovisión del marxismo y la herramienta analítica sobre la sociedad, también se convertiría en un futuro en algo superfluo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La interpretación obviamente explotadora de cuestiones sobre lo material y lo espiritual, sobre el idealismo, el materialismo, la psicología, que es habitual en la literatura filosófica marxista, también perderá su significado relativamente revolucionario y comenzará a desempeñar un papel reaccionario». (Emmanuil Enchmen; La teoría de la nueva biología y el marxismo, 1923)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En consecuencia, propuso la eliminación de la sociología, puesto que «no existen los fenómenos puramente sociales», mientras que reservaba el mismo destino a la psicología al considerar que la existencia de la «psique» era otra ficción, creada artificialmente con el fin de engañar a los trabajadores. Así, los futuros estudios sobre la psicología, según este señor, tendrían que basarse en la evolución de la fisiología histórica, mientras que los estudios sobre los fenómenos sociales debían basarse en el estudio de su raíz biológica. Al suprimir el papel de estas ramas del conocimiento trató de sustituirlas con su flamante «nueva biología», que, según él, vendría a ser «un desarrollo directo e inevitable del marxismo ortodoxo genuino». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Este tipo de reflexiones de corte «biologicista» también fueron análogas a las que desarrollara Bogdánov a principios del siglo XX, quien también intentó solventar los problemas sociales a través de etiquetas rimbombantes sacadas del campo de la biología:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Bogdánov no se dedica a ninguna investigación marxista, sino a revestir con una terminología biológica y energética los resultados anteriores de la investigación marxista. Tentativa completamente inútil, puesto que la aplicación de los conceptos de «selección», de «asimilación y desasimilación» de la energía, de balance energético, etc., etc. a las ciencias sociales no es más que una frase hueca. En realidad, no se puede llegar a ninguna investigación de los fenómenos sociales, a ningún esclarecimiento del método de las ciencias sociales recurriendo a tales conceptos. No hay nada más fácil que aplicar una etiqueta «energética» o «biológico-sociológica» a unos fenómenos tales como las crisis, las revoluciones, la lucha de clases, etc., pero tampoco hay nada más estéril, más escolástico y más muerto que dicha ocupación». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, da lo mismo que este argumentario biologicista se presente desde el punto de vista de la política, la economía, la filosofía o la psicología… siempre tiende a presentar unos supuestos «principios naturales» del hombre que justifican el «statu quo» o una remodelación reaccionaria de la sociedad. No olvidemos tampoco que a lo largo de la historia ha habido diversas corrientes como el positivismo, el utilitarismo, el evolucionismo o el vitalismo, que también depositaron todas sus esperanzas para «regenerar» o «revitalizar» la sociedad en los conocimientos inventados o descubiertos por la anatomía, la embriología o la zoología −reunidas luego en la ciencia general, la biología−. A estas ramas no solo le otorgaban un papel rector en el desarrollo del ser humano o su comportamiento, sino que lo entremezclaban con altas dosis de prejuicios, misticismo y religión. Véase la obra de Gueorgui Plejánov: «La concepción monista de la historia» (1895).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin ir más lejos, el pedagogo y psicólogo soviético Lev Vygotsky registró en su obra «El fascismo en psiconeurología» (1934), el sistema del psicólogo nazi Erich Rudolf Jaensch. Para Vygotsky, este cometió un error «inherente aun en mayor o menor grado en todos los defectos de la psicología burguesa», a saber, «el rechazo de la naturaleza social del hombre». Dicho de otro modo, en su presentación «la sociología queda completamente fuera», puesto que «sólo la raza y la sangre determinan inmediatamente la estructura de la personalidad y, a través de ella, también la política». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">d) Los intentos de separar filosofía y marxismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por su parte, S. K. Minin, un conocido militar bolchevique, también decidió emprender una absurda cruzada contra la filosofía. Afirmó que era imposible la existencia de una filosofía marxista, puesto que el marxismo era una ciencia y la filosofía hasta ahora había sufrido de varios desatinos e infortunios que fueron en contra del espíritu científico de la época. Esto, en realidad, sería el equivalente a promulgar que no puede existir una economía política de tipo marxista, ya que el marxismo aspira a ser una ciencia, mientras que la economía política burguesa se ha significado por emitir inexactitudes, idealizaciones o invenciones. Huelga detenerse en tales proposiciones tan absurdas que dan a entender que el marxismo logra en todos los campos −filosofía, historia, sociología, economía, biología o arte− obtener una «revelación» de los «saberes» prescindiendo de todo conocimiento producto de científicos previos a estos. Véase la obra de Gueorgui Plejánov «Prefacio a la tercera edición de la obra de Friedrich Engels «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1902). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En este sentido, estas nociones, que no difieren demasiado de las de los empiriocriticistas, también fueron refutadas por Lenin, recordando cómo el ser humano había avanzado en el conocimiento de la esencia de las cosas, acumulándose un saber sobre otro a lo largo del tiempo y ampliándose de este modo, sin ignorar por supuesto los hitos particulares, como el descubrimiento de la alizarina, el alquitrán de hulla o los electrones del átomo; es decir, que tampoco debe comprenderse el desarrollo del conocimiento como una línea recta sin sobresaltos. Y siendo, por supuesto, «históricamente condicional cuándo y en qué condiciones hemos progresado en nuestro conocimiento»: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En una palabra, toda ideología es históricamente condicional, pero es incondicional que a toda ideología científica −a diferencia, por ejemplo, de la ideología religiosa− corresponde una verdad objetiva, una naturaleza absoluta. Diréis: esta distinción entre la verdad absoluta y la verdad relativa es imprecisa. Y yo os contestaré: justamente es lo bastante «imprecisa» para impedir que la ciencia se convierta en un dogma en el mal sentido de esta palabra, en una cosa muerta, paralizada, osificada; pero, al mismo tiempo, es lo bastante «precisa» para deslindar los campos del modo más resuelto e irrevocable entre nosotros y el fideísmo, el agnosticismo, el idealismo filosófico y la sofística de los adeptos de Hume y de Kant». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, para Minin la filosofía era la creencia en un dios semipersonal, y, por ende, al igual que toda religión, sería hostil a la clase obrera: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«K. Marx en la tesis XI sobre Feuerbach escribió: «Los filósofos solo han interpretado el mundo de una manera u otra, pero el punto es transformarlo». Es decir: Marx y Engels no son filósofos. Y no pudieron haberlo sido, como los fundadores de la ciencia en el verdadero sentido de la palabra. Lenin, como Plejánov, utiliza una terminología obsoleta: «filosofía del marxismo», «conclusiones filosóficas de las ciencias naturales», etc. Como todo lo que escribió Lenin, no es más que, en primer lugar, una lucha despiadada y aplastante no sólo contra la religión, sino también contra la filosofía en todas sus formas, y, en segundo lugar, este es el desarrollo más fructífero de esa misma ciencia». (S. K. Minin; Filosofía y comunismo; Publicado en Bajo la Bandera del marxismo Nº11-12, 1922)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En otra ocasión, Stepánov, un veterano revolucionario, antiguo populista convertido al bolchevismo, apoyó fervientemente esta tesis, aunque, eso sí, añadiéndole un componente de «naturalización» del marxismo en el mismo sentido que había hecho Enchmen antes. Incluso trato de «corregir» a Lenin, su admirado jefe, asegurando que:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Tanto Lenin, como Plejánov, usaron terminología obsoleta: «filosofía del marxismo», «conclusiones filosóficas de las ciencias naturales», etc., sin embargo, tal terminología tanto en Lenin, como en Plejánov, son solo una serie de lapsus. (...) El materialismo histórico continúa la obra que, en una parte, ha sido realizada por el materialismo filosófico o, para usar una expresión más clara y directa, ha sido realizada por la ciencia natural moderna». (Iván Skvortsov-Stepánov; Materialismo histórico y ciencia natural moderna, 1924)</i></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia; margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="630" height="406" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjykWkJk3_aj0fODRg8q_ObHZM0V2_sNuchnO2acAbcIONlp4OVLR0Z_DKGwfrqzf-na3_RXiL8It0SZ94IH00WfqiwS-n9b4Jukmv2GsuBOzqr2yCGpGYIpsx1IpLoNJMuhWGgsNnEhuHHYipnIzBdWxKxSvcrgOW1Zen75gZrHaP1xkJwpcIYENHTY5U/w640-h406/Bujarin%20vs%20Deborin.jpg" width="640" /></span></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>El famoso debate entre «dialécticos» y «mecanicistas»</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los ejemplos aquí dados demuestran que, entre un sector relativamente amplio de los ideólogos del nuevo Estado soviético, la confusión campaba a sus anchas en temas de gran importancia. Semejantes errores no se limitaban a un puñado de figuras aisladas. A partir de 1924, se fueron configurando en el campo filosófico dos bandos que aglutinaban, en mayor o menor medida, dichas tendencias: por un lado, el grupo liderado por Abraham Deborin, autodenominado «dialécticos», y por otro, el de los «mecanicistas», que, sin tener a un líder formal, contaban con Nikolái Bujarin como figura más destacada. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la actualidad quizás solamente la obra de Bujarin es relativamente conocida, gozando sus escritos de traducciones contemporáneas, aun con lo mediocres que resultarán a cualquier lector mínimamente instruido. Póngase de ejemplo su famosa obra «Teoría del materialismo histórico: ensayo popular de sociología marxista» (1925):</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La obra consiste en una serie de principios» y «puntos fundamentales», enunciados dogmática y acríticamente, sin intentar analizar los conceptos utilizados o refutar las objeciones al materialismo histórico que surgen tan pronto es formulada la doctrina y que habían sido planteadas repetidas veces por la crítica. Los ejemplos de Bujarin ilustran el nivel de su razonamiento, como cuando nos dice que la dependencia del arte con respecto a las condiciones sociales se prueba por el hecho de que nadie puede tocar el piano si no hay pianos. Otros ejemplos de pensamiento primitivo son la creencia infantil en que la ciencia del futuro será capaz de predecir «objetivamente» las fechas de las revoluciones sociales a la luz del desarrollo tecnológico, o la «ley científica» de que las personas escriben libros, o las gratuitas fantasías sobre el origen de la religión, etc. El rasgo característico de este «manual», como también de parte ele la posterior literatura marxista, es su incesante uso del término «científico» y la insistente reivindicación de que sus afirmaciones poseen esta cualidad en grado excepcional». (Leszek Kołakowski; Las principales corrientes del marxismo, Tomo III, 1985)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, sépase que Deborin, figura olvidada hoy en día, era una de las mayores promesas filosóficas que existían en el campo materialista de la época, siendo alabado hasta por el «primer gran marxista ruso», Gueorgui Plejánov, en su «Prefacio a la obra de Deborin: Introducción a la filosofía del materialismo dialéctico» (1916), donde apreciaba la crítica de Deborin al dualismo kantiano, al pragmatismo filosófico y al idealismo alemán. De hecho, incluso Lenin estudió parte de la obra de Deborin de 1906 que serviría para elaborar su crítica al empiriocriticismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Deborin escribió la versión original del manuscrito en 1906, pero el libro se publicó por completo solo después de 9 años. Todo este tiempo, enfrentó obstáculos en la editorial, incluida la censura. Quedaba por publicar capítulos individuales en diversas colecciones y revistas. Se sabe que uno de los capítulos «Materialismo dialéctico» fue leído por Lenin. En sus «Cuadernos filosóficos» dejó notas críticas relacionadas con formulaciones complicadas e inexactas. Sin embargo, los comentarios sobre las complicaciones se pueden aplicar a todo el trabajo; además, el libro está «repleto de repeticiones», como señaló más tarde el propio autor. En 1910, Deborin se desesperó y ya no vio el sentido de publicar un libro, sobre el cual le escribió a Plejánov: «Imprimirlo probablemente ya no tenga sentido. Después de todo, el libro de Lenin; al menos en términos de «arquitectónica» es una copia mía. ¿Por qué sobrecargar el mercado literario con lastre innecesario? Creo que estás de acuerdo con eso». (...) El libro pasó por cinco ediciones hasta 1931, cuatro de las cuales fueron en los años posteriores a la revolución. En la joven república soviética, el libro fue reeditado por orden directa de Lenin». (Alim Mammadov; Herencia filosófica de Abram Deborin, 2021)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Más de una década después, Lenin, aun habiendo recibido más de un improperio injusto de Deborin durante las polémicas de principios del siglo XX, como la famosa acusación de ser un «nietzscheano» en el artículo «La filosofía de Mach y la revolución rusa» (1908), este no le guardó rencor. En suma, Lenin supo separar esas rencillas personales del pasado y recomendó que el exmenchevique impartiera sus clases de filosofía. Según su punto de vista, sus conocimientos podrían ser de buena utilidad para formar a las nuevas generaciones, aunque, eso sí, con cierta supervisión para que no introdujera ninguna deformación:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Yaroslavski: ¿Consideras posible invitar a Deborin y L. Axelrod a dar conferencias sobre filosofía −historia de la filosofía y materialismo histórico−? Así lo solicita el Consejo Académico de la Universidad de Sverdlov. En la oficina organizadora tomamos una decisión negativa sobre el tema de L. Axelrod, pero ahora el grupo de conferencias lo vuelve a plantear. </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Lenin: En mi opinión, definitivamente ambas cosas. Es útil, porque defenderán el marxismo −si empiezan a hacer agitación a favor del menchevismo, los atraparemos: debemos vigilarlos−. Ambos deberían participar en el desarrollo de un programa detallado −y apuntes de conferencias− sobre filosofía y un plan de publicaciones sobre filosofía». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a E. Yaroslavski, 20 de abril de 1921)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo a los años 30, la polémica entre «mecanicistas» y «dialécticos» comenzó con la publicación de la obra de Hermann Gorter «El materialismo histórico explicado para los trabajadores» (1909), y la defensa de esta hecha por uno de los mecanicistas, Iván Skvortsov-Stepánov, mencionado más atrás por sus intentos de separar filosofía y marxista. A lo largo de sus páginas, el holandés haría especial hincapié en diferenciar el materialismo histórico del filosófico. El significado de esto fue profundamente tergiversado por Stepánov para declarar rotundamente en varios de sus trabajos que «para el marxismo no existe un ámbito de algún tipo de filosofar». En su epílogo a la obra de Gorter, Stepánov afirmó:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Un marxista debe decir directa y abiertamente que acepta esta llamada visión mecanicista de la naturaleza, una comprensión mecanicista de la misma. Es indigno de un marxista tener miedo de los sacerdotes o dar crudas formulaciones de este entendimiento y luego disociar en general del punto de vista mecanicista sobre los procesos de la naturaleza». (N. G. Baranets; Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX, 2008)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, ¿qué pretendió Gorter separando el materialismo en dos campos, uno «filosófico» y otro «histórico»? Jamás tuvo la intención de decir que el segundo se opusiera al primero. En su obra se dijo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El materialismo filosófico general se pregunta sobre la naturaleza del pensamiento. El materialismo histórico se pregunta sobre la causa de los cambios en el pensamiento. El primero intenta explicar el origen del pensamiento, el segundo, su evolución». (Hermann Gorter; El materialismo histórico explicado para los trabajadores, 1909)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el anterior párrafo se concretó en qué consiste la diferencia entre exponer en general el problema del pensar −como hizo el materialismo premarxista− y la investigación del desarrollo del pensar y a qué leyes obedecen sus cambios −tarea más propia del materialismo histórico−:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«[El materialismo filosófico pregunta] ¿Cómo se comporta el pensamiento en general con relación a la materia, o bien, cómo ha nacido el pensamiento? Por el contrario, el materialismo histórico pregunta: ¿por qué en una época determinada se piensa de una manera o de otra? El materialismo filosófico general dirá, por ejemplo: la materia es eterna, y el espíritu nace de ella en ciertas circunstancias; desaparece de nuevo cuando ya no existen sus condiciones; el materialismo histórico dirá: que los proletarios piensen de manera distinta a las clases poseedoras es una consecuencia de tales o cuales causas». (Hermann Gorter; El materialismo histórico explicado para los trabajadores, 1909)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">No olvidemos tampoco que, como su nombre indica, el libro no trató de ser ningún tratado enciclopédico definitivo sobre los problemas del materialismo. Mas bien fue una introducción sencilla dirigida hacia los lectores menos instruidos, por tanto, el objetivo era priorizar una exposición didáctica. Tratar de resolver grandes debates sobre filosofía usando dicha obra como el culmen del pensamiento marxista, sería un ridículo similar a tratar de sentar cátedra sobre economía usando «Trabajo asalariado y capital» (1849) de Marx e ignorando «El Capital» (1867).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Todo esto fue ignorado por Stepánov, quien se tomó en el sentido más literal posible enunciados como: «En efecto, aparte de este materialismo histórico (…) doctrina particular fundada por Friedrich Engels y Karl Marx, hay también un materialismo filosófico, y quizá incluso varios sistemas de este tipo». O: «estos otros sistemas, que no son históricos sino de filosofía general». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El materialismo histórico se diferenció claramente de las diversas corrientes que a lo largo de los siglos también se habían denominado «materialistas»; sin embargo, el autor hizo una deformación donde pareciera que el materialismo histórico nunca fue filosofía. Esto, incluso puede considerarse que también da a entender que Marx o Engels no se ocuparon del problema de cómo surge el pensar, por qué y qué relación tiene con la naturaleza, cosa que sería un absurdo para cualquiera que esté mínimamente familiarizado con sus obras. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En suma, un texto que pretendía ser algo sencillo, escrito para ser comprendido entre los menos ilustrados, pasó a ser, en manos de Stepánov, una aberración incomprensible, donde ni él mismo supo a donde quería llegar o en qué embrollos contradictorios estaba fundamentando sus tesis. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El resto de los mecanicistas, de hecho, seguían muy de cerca esta clase de argumentos. Además de negar el papel fundamental de la filosofía tanto en el marxismo como en el resto de las ciencias, los errores de este grupo iban mucho más allá. El propio Stepánov llegó a defender la existencia de la materia «como tal», es decir, una especie de sustancia invariable, lo cual está en directa oposición a la concepción marxista del desarrollo de la misma. ¿Por qué afirmamos esto? Muy simple. La materia, desde la composición de nuestros cuerpos hasta los astros más lejanos, se ve en un constante movimiento −en espacio y tiempo−. Del mismo modo que nadie es joven eternamente, por mucho que le pesase a Bogdánov, los electrones no se mantienen imperturbables hasta el infinito:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La materia «desaparece», quiere decir que desaparecen los límites dentro de los cuales conocíamos la materia hasta ahora y que nuestro conocimiento se profundiza; desaparecen propiedades de la materia que anteriormente nos parecían absolutas, inmutables, primarias −impenetrabilidad, inercia, masa, etc.− y que hoy se revelan como relativas, inherentes solamente a ciertos estados de la materia. Porque la única «propiedad» de la materia, con cuya admisión está ligado el materialismo filosófico, es la propiedad de ser una realidad objetiva, de existir fuera de nuestra conciencia. (…) La admisión de cualesquiera elementos inmutables, de la «inmutable esencia de las cosas», etc., no es materialismo: es un materialismo metafísico, es decir, antidialéctico». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1909)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si bien no negaban el movimiento de la materia, lo concebían de un modo especial, antidialéctico. Bujarin, en su obra «Teoría del materialismo histórico» (1921), ligaba la dialéctica con el mecanicismo. Por tanto, las transformaciones que podemos encontrar en la naturaleza o en las sociedades no se dan gracias al autodinamismo de estas, sino a un choque de fuerzas externas. Así, el señor Bujarin relevó a Bogdánov y continuó desarrollando su «teoría del equilibrio». Dicha teoría, que a su vez venía a rescatar los conceptos de dialéctica hegeliana con su famosa tríada, estipulaba que, en los ejemplos anteriores, existía una especie de equilibrio o «reposo» que era roto por fuerzas opuestas entre sí: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Observamos igualmente aquí la «forma» de estos procesos: en primer lugar, el estado de equilibrio; en segundo lugar, la ruptura de este equilibrio; en tercer lugar, el restablecimiento del equilibrio sobre una «nueva» base. Luego la historia recomienza: el nuevo equilibrio es el punto de partida para una nueva alteración, así, ad infinitum. Considerado en conjunto, estamos frente a un proceso evolutivo, determinado por el desarrollo de las contradicciones internas». (Nikolái Bujarin; Teoría del materialismo histórico, 1921)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La triada de Hegel, al igual que la de Fichte, es incapaz de exponer ningún proceso dialéctico plenamente. Sostener que todo proceso de cambio o movimiento natural o social se da, de un modo esquemático y rígido, siempre en tres partes, no refleja el modo real de movimiento constante en la naturaleza ni las relaciones reciprocas entre sus diversas partes. Ese modo de pensar tal vez fuera lógico a alguien de influencia pitagórica, alguien con un pensamiento propio de los antiguos griegos, que creyese que la realidad se reduce a números y que son estos los que determinan el movimiento y ser del mundo sensible. No obstante, ningún marxista genuino cree que el mundo se mueva en tres actos como si de una obra clásica de teatro se tratara. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo al tema. Aquí Bujarin entendió por «dialéctica» marxista lo que los críticos burgueses entendían por ella, no lo que los fundadores del socialismo científico expusieron sobre esta. Se puede afirmar que Bujarin ignoró en todo momento por qué Marx o Engels instruyeron a sus compañeros en la doctrina de Hegel y hasta qué punto realmente ellos seguían o no a la susodicha con ortodoxia:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Al refutar los ataques de Dühring contra la dialéctica de Marx, Engels dice que Marx jamás pensó ni remotamente, en «demostrar» algo con las tríadas de Hegel; que sólo estudiaba e indagaba el proceso real, y el único criterio de verdad de una teoría era para él su concordancia con la realidad. Y si al hacerlo, dice, resultaba a veces que el desarrollo de algún fenómeno social coincidía con el esquema de Hegel: tesis-negación-negación de la negación, esto no tiene nada de extraño, porque no es raro en absoluto que ocurra en la naturaleza. Y Engels empieza a dar ejemplos del ámbito de la historia natural −el desarrollo de una semilla− y social −cómo, por ejemplo, al principio existió el comunismo primitivo, luego la propiedad privada y más tarde la socialización capitalista del trabajo; o al principio el materialismo primitivo, luego el idealismo y finalmente el materialismo científico, etc−. Para todo el mundo es evidente que el centro de gravedad de la argumentación de Engels es que la misión de los materialistas consiste en describir adecuada y correctamente el verdadero proceso histórico, y que insistir en la dialéctica, recoger ejemplos llamados a demostrar la exactitud de la tríada no son más que vestigios del hegelianismo del cual nació el socialismo científico, vestigios de su modo de expresarse. En efecto, una vez que se ha declarado categóricamente que es absurdo «demostrar» algo con las tríadas, cosa que nadie pensaba hacer, ¿qué significado pueden tener los ejemplos de procesos «dialécticos»? ¿No está claro que se trata sólo de una indicación del origen de la doctrina, y nada más?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los socialdemócratas?, 1894)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si uno adopta la triada de Hegel, no está partiendo de primero observar el proceder de la naturaleza o la sociedad y luego sintetizar lo estudiado, sino que primero está ya preconizando que ese proceder será de un modo fijo, determinado en tres partes, y solo a posteriori emprende su estudio. Esto no es para nada un proceder científico, sino un apriorismo de manual, partiendo de ideas preconcebidas en lugar de hechos. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cuando Marx y Engels exponían cómo la tríada podía aplicarse a algunos fenómenos, lo único que hacían era exponer que Hegel no formuló dicho sistema «por azar», sino que correspondía a unos resultados obtenidos tras una legítima investigación filosófica del mundo. Buscaron hacer justicia a explicar el porqué de la popularidad de la obra de Hegel y su significancia, no buscaron rescatarla hasta sus últimas consecuencias. Mismamente no podemos decir que Engels viera el desarrollo de la historia de la propiedad en tres fases, aunque ponga el ejemplo de cómo podría analizarse así si se emplea cierto grado de abstracción, pues él siempre incluyó en tal exposición los diversos cambios que sufre la propiedad privada en sí una vez entra en escena –sistema esclavista, feudal, etc−. Véase la obra de Friedrich Engels: «El movimiento obrero en América» (1887).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Lenin, quien vivió para ver la publicación del libro de Bujarin, fue muy consciente de sus deficiencias. No es de extrañar, pues lo que Bujarin estaba rehabilitando en el campo filosófico eran, como se acaba de ver, conceptos anticuados que el mismo Lenin ya había combatido 27 años antes. Tal es el asunto que dirigió una crítica indirecta a dicho libro, pues hablando de los errores personales de quien fue su compañero, en su última carta dirigida a la dirigencia del partido bolchevique, Lenin comentó lo siguiente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Bujarin no sólo es un valiosísimo y notabilísimo teórico del Partido, sino que, además, se le considera legítimamente el favorito de todo el Partido; pero sus concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas, pues hay en él algo escolástico −jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica−». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta al XIIIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1923)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para Bujarin las contradicciones internas, como la existente entre la clase obrera y la burguesía, no dejaban de existir. Pero estas dependían en última instancia de la relación entre la sociedad y la naturaleza. ¡En efecto, no ha leído mal!:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Quiérase o no, la sociedad vive dentro de la naturaleza. Está, por lo tanto, de una manera u otra, en equilibrio con ella. Y sus diversas partes han de estar, si quiere sobrevivir, adaptadas entre sí de manera tal que permitan su coexistencia. (…) En consecuencia, el equilibrio interno −estructural− es un factor dependiente del equilibrio externo; es una «función» de éste». (Nikolái Bujarin; Teoría del materialismo histórico, 1921)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto nos llevaría a pensar poco menos que, a causa de los terribles efectos que ha tenido la industria capitalista de los últimos años en el medio ambiente, dicho equilibrio debería haber saltado por los aires hace tiempo y el planeta entero debiera estar en la fase comunista o el hombre tendría que haber perecido en el proceso. Pero no es así. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dicha invención sirvió de argumento a la facción derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética. ¿De qué otro modo podría justificar su defensa de la propiedad privada? Para ellos la colectivización −y su consiguiente mecanización del campo− suponía un verdadero peligro para el «equilibrio» que anhelaban implantar −el retorno al orden burgués−. Véase la obra de M. Shirokov «Un manual de filosofía marxista» (1937). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otra de las raíces del mecanicismo bujarinista provenía de la confusión entre «contradicción» y «antagonismo», uniendo ambas ideas de forma estrecha, sin considerar que no toda contradicción es antagónica. Tal desviación sería otro argumento de Bujarin para oponerse a la colectivización del campo y la expropiación a los campesinos ricos, donde bregaría por negar contradicción alguna entre la hacienda campesina y el Estado socialista, ya que, partiendo de la premisa cierta de que el campesinado y el proletariado no tienen intereses contrarios, según su perspectiva, eso implicaría la ausencia de toda contradicción. Esta polémica ya la enfrentó Stalin en su momento en obras como «Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética» (1929), y también fue refutada en el ámbito filosófico por Shirokov en el manual antes citado:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«No todas las contradicciones son antagónicas. Así, las relaciones del proletariado y el campesinado no son de carácter antagónico, ya que en ambas clases encontramos una serie de intereses comunes. En una sociedad de clases, las contradicciones entre las clases principales son antagónicas y se resuelven de forma antagónica. En la sociedad socialista desarrollada no habrá lucha de clases, ni por tanto antagonismo de clase. «Es sólo en un cierto orden de cosas», dice Marx, «en el que no habrá más clases ni antagonismos de clases y las evoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas». Pero Bujarin, por identificar la contradicción con el antagonismo, sostiene que en general no habrá en este caso [la cuestión agraria] contradicción alguna. Esto es lo que escribió Lenin en respuesta a esa afirmación: «Muy equivocado. Antagonismo y contradicción no son en absoluto lo mismo. En el socialismo, el primero desaparecerá, la segunda permanecerá». Si en el socialismo desarrollado no hubiera contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre la producción y la demanda, contradicciones técnicas, etc., entonces el desarrollo del socialismo sería imposible. En vez de movimiento tendríamos estancamiento. Sólo en virtud de las contradicciones internas del orden socialista puede haber desarrollo de una fase a otra fase superior. Ahora bien, cada paso en el desarrollo del socialismo no sólo supone la maduración de las fuerzas que dan lugar a una sociedad comunista desarrollada, sino también una solución parcial a las contradicciones del socialismo. (…) La identificación de la contradicción con el antagonismo conduce, por un lado, a la afirmación trotskista de que las contradicciones entre el proletariado y el campesinado son del mismo carácter que las existentes entre el proletariado y la burguesía, es decir, que son relaciones de antagonismo de clase. Por otra parte, conduce a conclusiones oportunistas y derechistas. Los oportunistas de derecha sostienen que las relaciones de estas clases no son antagónicas y, por tanto, ni siquiera contradictorias». (M. Shirokov, Un manual de filosofía marxista, 1937)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como vemos, dicho debate poseía un importante contenido político, no se trataba de una mera discusión sobre el sexo de los ángeles o puramente abstracta. Solucionar estas cuestiones era una necesidad que se manifestaba en los problemas prácticos de la construcción del socialismo en la URSS, por lo que la discusión filosófica ocupaba un importante papel de orientación en esta edificación de la nueva sociedad. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Estuvo el grupo de Deborin a la altura? Teniendo en cuenta que durante estos años dicha agrupación era considerada fiel a la línea del partido, más de uno podría pensar que realizó su trabajo correctamente, mas no fue así. De hecho, dado que se movían en terreno pantanoso a causa de sus propios conceptos erróneos, la crítica lanzada a estos últimos dejó bastante que desear, aun habiendo lanzado una resolución bastante contundente contra los mecanicistas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Aprovechando los recursos administrativos, el 7 de enero de 1927, en una reunión de la Sociedad de Materialistas Militantes (SMM), los deborinistas adoptaron una resolución en defensa de su posición. Dijo que la SMM considera que es su tarea volver la atención principal en el próximo período de tiempo a la lucha por la dialéctica materialista contra el revisionismo que la rechaza. (…) Por lo tanto, los deborinistas aprobaron la decisión del Presídium de la SMM, en la que declararon que el camarada Stepánov y sus partidarios «revisan el materialismo dialéctico, es decir, el marxismo-leninismo». (N. G. Baranets; Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX, 2008)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, pese a haber catalogado a sus contrincantes de revisionismo, los deborinistas no se quedaban atrás. En general, estaban mucho más preocupados por realizar formulaciones abstractas, ajenas a la vida política del país, que en aplicar consecuentemente la filosofía que tanto afirmaban defender y profundizar. El propio Deborin comenzaría a teorizar sobre la posibilidad de separar la lógica del mundo sensible, convirtiéndola en una ciencia para sí misma. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Las ideas que defendieron estos elementos no podían más que estar en contraposición a los hallazgos y al desarrollo del marxismo en la filosofía. Sería hasta cierto punto absurdo tener que puntualizar que la lógica no es ni más ni menos que la ciencia del entendimiento humano y, por lo tanto, está en conexión directa con lo que es susceptible de ser entendido, la materia: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La lógica es la ciencia que estudia no las formas exteriores del pensamiento, sino las leyes del desarrollo de «todas las cosas materiales, naturales y espirituales», es decir, las leyes que rigen el devenir de todo el contenido concreto y el conocimiento del universo; ella representa el balance, la suma, la conclusión de la historia del conocimiento del mundo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Resumen del libro de Hegel «Ciencia de la lógica», 1914)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como vemos, el grupo deborinista cayó en un idealismo rampante del que hizo gala sin ningún tipo de tapujos.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Solomon Gonikman, uno de sus pupilos, en un ejercicio de total ignorancia, especuló con la idea de que no existía una dialéctica marxista, refiriéndose a que de la dialéctica materialista solo existían «alusiones». Este giro hacia la rehabilitación de la metafísica era tan extremo, que suponía montones de pasos hacia atrás con respecto a lo que su maestro había escrito sobre la dialéctica y lo que significaban para esta los descubrimientos científicos de la física actual. Véase la obra de Abraham Deborin: «Introducción a la filosofía del materialismo dialectico» (1916).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los deborinistas, al igual que los mecanicistas, negaban los aportes de Lenin al marxismo. Deborin, en su obra «Lenin como pensador» (1929) consideraba a Plejánov «por encima de todo un teórico», mientras opinaba que Lenin era un mero hombre «práctico», pasando por alto las obras cardinales tanto filosóficas, como políticas y económicas con las que enriqueció el marxismo, por lo que esto carece de sentido. Por otra parte, para cuando Lenin decide escribir «Materialismo y empiriocriticismo» (1909), él no se considera a sí mismo un experto de dicho campo. Ahora, esto no le impidió atajar correctamente la cuestión filosófica del empiriocriticismo, algo que los más versados en el campo, como Plejánov en Rusia o Mehring en Alemania, no solo no habían logrado, sino que incluso habían realizado varias concesiones a dicha corriente. Para 1909, los mejores días de Plejánov ya habían pasado, este lo mejor que pudo ofrecer por entonces fueron sus excelentes estudios sobre arte, mientras que Lenin había mostrado y mostraría en lo sucesivo un análisis muy superior sobre el desarrollo económico de Rusia, sus fuerzas motrices, su concepto de partido o estrategia militar que contrastaba con el menchevismo de Plejánov.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Volviendo al tema principal… en los debates que se dieron entre mecanicistas y deborinistas en torno a la figura de Hegel, esta última facción utilizó como arma arrojadiza los últimos artículos filosóficos de Lenin con el fin de justificar su canonización del filósofo alemán. Pero, ¿estaban en lo cierto? En «Sobre el significado del materialismo militante» (1922), el líder bolchevique exhortó al estudio y la interpretación desde un punto de vista materialista de la filosofía hegeliana. Mas, en ninguno de sus párrafos se llama a volver a su filosofía, ni a desdibujar las enormes diferencias de su dialéctica con la marxista. La polémica finalizaría en 1929, con la victoria de Deborin sobre los mecanicistas que, sumado a sus derrotas en cuestiones económicas y políticas, iban perdiendo terreno. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ese mismo año, el mal estado de la teoría soviética saldría a la luz gracias a las advertencias dadas por Stalin en su discurso «En torno a las cuestiones de la política agraria de la Unión Soviética» (1929). En dicho trabajo, además de criticarse varias deficiencias en el plano económico, se mencionó el importante papel que cumplía la teoría, su mutua dependencia con la práctica y la necesidad de superarla: «Es necesario que la labor teórica no sólo no se quede atrás de la práctica, sino que se adelante a ella». Esto se trasladó a la filosofía en una serie de reuniones que el partido mantendría con sus figuras más importantes:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Cuando se discutió el discurso en el buró del partido del Instituto de Profesores Rojos y se planteó la pregunta: «¿Se está quedando atrás la teoría filosófica?», Deborin respondió «No», y el buró del partido, encabezado por M. Mitin y P. Yudin, respondió «Sí». La posición de A. M. Deborin se mantuvo bastante estable, ya que la victoria sobre los mecanicistas demostró que no había retraso en el «frente filosófico». (N. G. Baranets; Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX, 2008)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, como decimos, ese supuesto buen estado de la filosofía soviética era un espejismo. Yemelián Yaroslavski se sumó a Mitin y Yudin cuando estos hablaron abiertamente sobre los defectos que arrastraban los filósofos de la época. Durante el año siguiente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El Instituto de Filosofía planteó la consigna sobre la necesidad de la crítica y la autocrítica. Mitin y Yudin actuaron «en dos frentes»: tanto contra los deborinistas como contra los mecanicistas. Los deborinistas fueron acusados de no exponer la metodología del trotskismo y de olvidar las cuestiones de la construcción socialista. Los mecanicistas crearon la base teórica para la desviación derechista». (N. G. Baranets; Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX, 2008)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En 1931 se llegó a una resolución final sobre el tema. En ella, se sintetizaron algunos de sus errores de la siguiente manera:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sin embargo, la crítica del grupo de Deborin no proporcionó una revelación consistente y hasta el final de la metodología mecanicista. Por el contrario, la esencia idealista y el eclecticismo de los escritos de este grupo en realidad llevaron a sus representantes a un acuerdo real sobre una serie de temas con los mecanicistas −por ejemplo, el acuerdo de los camaradas Deborin y Luppol con Sarabyanov sobre la cuestión de la supuesta terminología. La naturaleza de los errores de Plejánov, de los jeroglíficos, de la relación entre Lenin y Plejánov como filósofos marxistas, el acuerdo de Luppol con Sarabyanov sobre el tema de la teoría de las cualidades primarias y secundarias de Locke, etcétera−». (Resultados de la discusión sobre el sector filosófico del frente teórico, 1931)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A raíz de las discusiones que se desarrollaron, se plantearon múltiples tareas para mejorar el trabajo que debía desarrollarse en el campo de la filosofía. Se designaron equipos para revisar los números de la revista «Bajo la bandera del marxismo» del año 1931, se propuso la publicación de un manual sobre materialismo dialéctico, así como la introducción de un curso obligatorio sobre la historia del bolchevismo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A nivel general, debemos decir que las críticas y acciones tomadas frente a las desviaciones que se dieron durante los años 20 fueron bastante fructíferas. La crítica «no dejó títere con cabeza». Incluso los más destacados, como Stepánov, no fueron considerados «vacas sagradas» ni por su enorme fama entre los bolcheviques ni por el hecho de haber fallecido años atrás. Pero ello no significa que no hubiese errores, tanto a la hora de exponer las deficiencias anteriormente descritas como a la de dar en el clavo sobre las mismas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El manual filosófico prometido dejó bastante que desear una vez se vio materializado. Titulado «Materialismo dialectico» (1933), el libro no se trataba de un gran volumen destinado al público, donde los profesores de filosofía y eruditos en el campo exponían los fundamentos y grandes cuestiones del pensamiento filosófico marxista. Lo único que era ese libro es un recopilatorio de citas de Marx, Engels, Lenin, etc. Tanto es así que sus autores, un grupo de estudiantes del Instituto de Profesores Rojos dirigidos por el catedrático de filosofía Shevkin, ni siquiera se autodenominan como tales en el prefacio, sino como recopiladores. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Fuera de un artículo de Adoratski sobre la filosofía de Lenin, reproducido en su totalidad en dicho manual, poco hay de redacción propia de los nuevos filósofos soviéticos en el extenso volumen, salvo citas de Deborin y de autores mecanicistas, insertadas junto a otras citas de Lenin o Stalin. Si bien, el material recopilado es extenso y, considerando que parte de este se había difundido poco por aquel entonces, podemos encontrarle cierta utilidad a ese trabajo de recopilación, pero el resultado general seguía siendo deficiente en cuanto a los objetivos que supuestamente debía cumplir.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El contenido de muchas citas era difícil de discernir fuera de su obra original, otras citas eran de poco o nulo interés para un manual filosófico −como reproducir una carta de Marx donde hablaba de su impresión de Kautsky en 1881−. También se incluían manuscritos enteros de los «Cuadernos filosóficos» (1916) de Lenin u otras reseñas de lecturas, presentados del modo típico en el que se han editado, siendo difícil entender qué era un pasaje de la obra y qué una cita de otro autor, qué era una anotación, qué un resumen de lo leído y qué una reflexión de Lenin. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Todo esto hacía del extenso volumen publicado una lectura relativamente antipopular, insuficiente para la formación de nuevos filósofos sobre los problemas filosóficos que ha tratado el materialismo, sus fundamentos, su método y cómo no confundirlo con las desviaciones en boga de entonces.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Algunos veteranos, a pesar de su apoyo directo a las medidas propuestas por los entonces jóvenes filósofos, patinaron en algunas ocasiones a la hora de tratar de exponer los defectos deborinistas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En el debate, E. Yaroslavsky recordó el artículo de Deborin de 1908, en el que se oponía a Lenin y apoyaba el machismo. N. Skrypnik recordó que, mientras estaba en el exilio, escuchó a Deborin hablar en contra de los bolcheviques». (N. G. Baranets; Metamorfosis del ethos de la comunidad filosófica rusa en el siglo XX, 2008)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esta clase de argumentos, además de ser extremadamente inútiles, pueden convertirse fácilmente en un arma de doble filo. Si se evalúa a los cuadros según sus experiencias o posturas pasadas deberíamos tener claro que casi nadie saldría bien parado e incluso es posible que el enemigo logre enmascararse con tales tretas. Bajo esta lógica tan absurda no podría criticarse jamás a elementos tan deleznables como Trotski, Mártov, Bujarin o Kámenev y un larguísimo etcétera, pues durante cierto tiempo militaron junto a Lenin. Del mismo modo, tendríamos que oponernos ciegamente a Dzerzhinski, Gorki, Andréiev, Kollontai, Krúpskaya o Zetkin, pues en ocasiones fueron parte de la oposición trotskista o de otras corrientes antagónicas al leninismo. En cualquier caso, ya tuvimos la oportunidad de comprobar cómo este argumentario también se utilizó en los debates del campo histórico y similares. Véase el subcapítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/12/las-terribles-consecuencias-de.html">La escuela de Pokrovski y su influencia en la historiografía soviética</a>» (2021).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por lo que, en la resolución de 1931 se condenarían acertadamente las apreciaciones más simplonas hacia esta corriente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Junto a esto, la reunión de la célula de filosofía y ciencias naturales del Instituto de Profesores Rojos considera necesario señalar el peligro de una comprensión simplista del idealismo menchevique. Tales ideas tratan de reducir toda la esencia del idealismo menchevique única y exclusivamente al pasado menchevique de Deborin y de limitarse esencialmente a este en su trabajo crítico, no comprenden las raíces sociales que tiene la revisión idealista del marxismo-leninismo en las condiciones de la dictadura del proletariado. Objetivamente, tales puntos de vista se dirigen contra la tarea establecida anteriormente de entregar todo lo escrito por Deborin y sus colegas en filosofía». (Resultados de la discusión sobre el sector filosófico del frente teórico, 1931)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por último, en el trabajo que hemos mencionado anteriormente, V. Vasilieva, a lo largo de una serie de párrafos, hace gala de un hipercriticismo que no aporta verdaderamente nada a la discusión y, de paso, empeora su brillante exposición. Mientras comentaba las deficiencias de la crítica que hace Deborin a Lukács, Vasilieva omite la parte final de dicho artículo y afirma que este no dedica ni una sola línea a exponer cuál es el nexo existente entre el ser y la conciencia. Sin embargo, si nos tomamos la molestia de leer su artículo veremos lo siguiente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«A esto podemos responder que el único sentido materialista de la «interacción» podría estar en entenderla como el proceso de trabajo, el proceso de producción como actividad, como la lucha de la sociedad con la naturaleza. «El hombre no sólo cambia la forma de lo que le es dado por la naturaleza; en lo que le es dado por la naturaleza realiza simultáneamente su fin consciente, que, como ley, determina los medios y el carácter de sus acciones y al que debe subordinar su voluntad», dice Marx. La historia no es otra cosa que el cambio incesante de la naturaleza humana. Actuando sobre la naturaleza externa, el hombre en el proceso de esta actividad cambia su propia naturaleza. La producción de ideas y concepciones depende de la manera más íntima y está conectada con la actividad material de las personas y con sus relaciones materiales. El ser de las personas es el proceso real de sus vidas. La conciencia no puede ser otra cosa que ser conocido. La relación del individuo —sujeto— con la naturaleza —el objeto—, la unidad del individuo con ella es el requisito previo para una teoría del conocimiento; la relación de la sociedad humana con la naturaleza —y esta relación se realiza a través de la producción de vida material— es el fundamento y el punto de partida de todo proceso histórico». (Abraham Deborin; G. Lukács y su crítica del marxismo, Publicado en Bajo la bandera del marxismo Nº6-7, 1924)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, el ocultar la exposición real de Deborin sobre diversos temas es la carta de presentación de Vasilieva. Desde el comienzo del artículo se nos promete que Deborin reducía la filosofía de Marx y Engels a ser una síntesis del sistema de Hegel con el materialismo de Feuerbach. Vasilieva, procedió a refutarle mostrando que Marx criticó a Feuerbach y a Hegel en varias de sus obras, ¡pero eso mismo ya lo expone Deborin en el artículo que le critica! </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En el artículo de Abraham Deborin «Hegel» (1929), resumiendo el contenido de las primeras obras públicas de Marx y Engels, se nos dice que: «Toda la actividad de los fundadores del marxismo, de 1842 a 1847, se redujo a una crítica consistente de todas las corrientes de los jóvenes hegelianos, incluso llegando a Feuerbach». Esto ocurriendo en paralelo a darse en ambos su «ruptura con el radicalismo burgués y viraje hacia el comunismo». Hablando de los defectos de Feuerbach frente a su sistema rival, el hegeliano, Deborin dice que «Feuerbach no derrotó a Hegel con el arma de la crítica, sino que simplemente le apartó a un lado, sin oponer nada a la riqueza enciclopédica del sistema hegeliano». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Obviamente Deborin reconoce que Marx fue influenciado por Feuerbach, que en la obra de Marx y Engels «La sagrada familia» (1845), parte de la crítica hacia los jóvenes hegelianos se realiza desde el materialismo de Feuerbach. Se afirma, además, que fue Feuerbach quien hizo a Marx y Engels tener un punto de inflexión y empezar a adoptar posiciones materialistas. ¡Pero aquí Deborin tan solo repite lo que el mismo Engels confiesa en su obra: «Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana» (1886)! Incluso, yendo más allá que Engels, Deborin además matiza: «Sin embargo, debe ser dicho que en «La sagrada familia» ya existen tales aspiraciones [comunistas] que dirigen a uno fuera de los límites del materialismo de Feuerbach». Puntualizando también que, entre los manuscritos inéditos de Marx de la época, ya había material donde Marx empieza a delinear sus divergencias con Feuerbach. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Y alguien tan pérfidamente enamorado de Hegel, como Deborin, trató de conciliar en dicho artículo a Marx con su predecesor alemán? No. Dejemos que él explique en qué consistió la superación de Marx del sistema de Hegel: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La ruptura de Marx y Engels con la filosofía de Hegel ocurrió a través de un retorno mediante Feuerbach al materialismo, el cual consistentemente extendieron a todas las ramas del conocimiento. Por otra parte, ellos no solo rechazaron a Hegel, sino que se sirvieron del aspecto revolucionario de su filosofía, el método dialectico, remodelándolo en el espíritu materialista. Las aspiraciones de Hegel de investigar el punto de vista del desarrollo natural a través de todas las áreas del conocimiento, derivándolas simultáneamente de un solo origen, no pudieron ser coronadas con éxito. Esto fue obstruido por su idealismo, pero esto era un requisito de su método dialéctico. La solución científica al problema formulado por Hegel en esta área fue dada por la doctrina de Marx. El marxismo, respectivamente, es el culmen científico de todo el proceso de fermentación del pensamiento causado por la filosofía de Hegel». (Abraham Deborin; Hegel, 1929)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmopfyOzwBWJO56B_ucn2LFhj49Zo-uXp7-4Iq5mYbngGjAJAGe17paVDtVjLiWdtSxotk09NGxVOXTnyyaAEXN7-GlzCBdAqGRin0OeVplKX6z0dt5VOC1lyAbkncwd5iX9Hhj9vLZ1XKLQexMFJKtVMrkXZK25CrIphTEKb90YmJ97cxtM6vTYKfxg_Y/s807/4zwUXlgKR1M.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="454" data-original-width="807" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmopfyOzwBWJO56B_ucn2LFhj49Zo-uXp7-4Iq5mYbngGjAJAGe17paVDtVjLiWdtSxotk09NGxVOXTnyyaAEXN7-GlzCBdAqGRin0OeVplKX6z0dt5VOC1lyAbkncwd5iX9Hhj9vLZ1XKLQexMFJKtVMrkXZK25CrIphTEKb90YmJ97cxtM6vTYKfxg_Y/w640-h360/4zwUXlgKR1M.jpg" width="640" /></a></span></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>El grupo «Ciencia marxista» se empeña en repetir los mismos errores cien años después</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, es menester entender y combatir este tipo de desviaciones concretas, ya que, aunque si bien no con suma recurrencia, lo cierto es que esta visión de la filosofía viene reavivándose de tanto en tanto. Ejemplo de ello lo tenemos en el grupo ruso «Ciencia marxista» y su artículo «El tumor de Plejánov en el cuerpo del marxismo» (2021). En él sus autores se hacen eco de este mismo discurso de Stepánov, Enchmen y otros.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, consideran que el grupo que luego fue llamado «mecanicistas» representado en A. Varyash, I. Skvortsov-Stepánov, I. Borichevsky, I. Orlov, S. Minin y A. Timiryazev los que realmente «defendieron la dialéctica marxista real, el método dialéctico de Marx» (sic). Repasemos rápidamente algunas de sus declaraciones para ver que repiten cien años después las mismas ideas equivocadas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En primer lugar, califican a la «filosofía» como una «forma más de ideología», es decir, según ellos, una «falsa conciencia» que va en detrimento de la ciencia. Por tanto, citando sus palabras, exhortan a los revolucionarios a no utilizar el falso término de «filosofía marxista», error que, según ellos, cometieron personajes ilustres como «Plejánov, Lenin, Stalin, Zhdánov o Hoxha». A su vez su odio por la filosofía llega a tal punto que lamentan la famosa recomendación de Lenin en su obra «Sobre el materialismo militante» (1922), en donde recomendó a la revista «Bajo la bandera del marxismo» seguir el «delirio de Plejánov» y «publicar extractos de las principales obras de Hegel en la revista, interpretarlos materialistamente». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto no merece ni comentarlo, ya que en sus estudios registrados en «Cuadernos filosóficos» (1916) Lenin no se limitó a alabar el trabajo de Hegel por el progreso que supuso en su momento, sino que también criticó sus limitaciones: es decir, su idealismo, sus intentos de manipular el pensamiento de otros autores antiguos, su misticismo, su religiosidad en último término. Véase la obra de Kedrov «Sobre los «Cuadernos filosóficos» de Lenin» (1947).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En segundo lugar, los miembros de «Ciencia marxista» exigen que no se usen las «categorías filosóficas» porque, según su libre interpretación: «Marx destrozó exhaustivamente las categorías filosóficas en sus obras y las arrojó como basura metafísica innecesaria», por tanto, consideran que «las categorías filosóficas no pueden existir». Según ellos, estas «siempre han sido instrumentos de error y sofistería, es decir, idealismo, incluso si están tratando de ser «interpretados materialistamente», lo cual es una tontería». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Suponemos que para estos caballeros la «economía política» y sus «categorías» también deben ser lanzadas al basurero de la historia porque Marx refutó en «Miseria de la filosofía» (1847) y otras obras la forma en que Proudhon las consideró. Siendo serios esto tampoco resiste el menor debate. El lector puede ver la posición real de Marx sobre las «categorías» en obras como su «Carta a Pável Vasílievich Annenkov» (28 de diciembre de 1846), en donde reprochó al filósofo francés que: «No ha visto que las categorías económicas no son más que abstracciones de estas relaciones reales y que únicamente son verdades mientras esas relaciones subsisten», siendo el «error de los economistas burgueses, que ven en esas categorías económicas leyes eternas y no leyes históricas».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En verdad, nos gustaría saber cómo estos genios de «Ciencia marxista» operan en el día a día sin utilizar las temidas «categorías filosóficas» como «causa» y «efecto», «necesidad» y «azar» para explicar el mundo que les rodea. Entre tanto, el común de los mortales seguiremos valiéndonos de tales palancas, ya que, siempre que se limpien de nociones incorrectas, no dejan de ser herramientas idiomáticas. Si el lector duda de si Marx y Engels operaron con categorías de corte filosófica, económica o histórica, pueden consultar obras como «El capital» (1967), «Anti-Dühring» (1878) o «Dialéctica de la naturaleza» (1883). Véase el capítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2022/03/el-marxismo-debe-utilizar-categorias-no.html">¿El marxismo debe utilizar categorías «no marxistas» o esto es un imposible?</a>» (2022).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En tercer lugar, podemos detectar en ellos un claro intento de volver a esa patética «naturalización» de la sociedad. Según su libre interpretación de la obra de Marx y Engels, esta de basó no solo en: «La destrucción de la filosofía y la creación de una serie de ciencias naturales», sino que terminó «con la creación de una ciencia natural que estudia la realidad social de la naturaleza, o como más tarde se llamó, marxismo −también conocido como materialismo histórico, también conocido como comunismo científico−». Además, consideran que existe un «conjunto de ciencias naturales: física, química, biología y marxismo», como un bloque compacto donde «cada una de las cuales tiene su lugar en el estudio de la conexión universal de las cosas y los fenómenos de toda la naturaleza −en otras palabras, la materia−». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí los autores directamente convierten y coloca al marxismo frente a la biología, la física y la química en un homenaje a los peores delirios de Enchmen o Bogdánov. Resulta sumamente curioso que aquellos que achacan a Plejánov todos los defectos habidos y por haber del «marxismo vulgar» de la II Internacional, resulte que en realidad este, al igual que Labriola, tuviera una visión mucho más fidedigna de la realidad que ellos. De hecho, Plejánov combatió estos intentos semipositivistas de intentar ver un componente «naturalista», «biológico» o «fisiológico» detrás de todas las investigaciones y conclusiones que tuvieran que ver con el carácter de la sociedad humana. Véase la obra de Gueorgui Plejánov «La concepción monista de la historia» (1895).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En último lugar, en un alarde populista de luchar contra el culto a la personalidad, los escritores de «Ciencia marxista» aseguraron que: «El método dialéctico de Marx −también conocido como la forma de pensar dialéctica marxista− no fue creado por Marx, sino por toda la humanidad desde el momento de su aparición hasta el siglo XIX, cuando Marx finalmente formuló y sistematizó este método de cognición». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí se confunden los méritos y aportes colectivos −de unas cuantas personas− con una extensión de estos a toda la humanidad. Si aplicásemos este pensamiento hipócrita hasta sus últimas consecuencias, tendríamos que esgrimir que todos, hasta el último ciudadano anónimo, desde Dimitry, el carpintero de Kazán, hasta Sasha, bailarina de Kiev, contribuyeron reflexionando día y noche sobre la «forma de pensar dialéctica»... mientras los dos jóvenes hegelianos de izquierda, Marx y Engels, apenas empezaban a discutir sobre la cosmovisión del mundo en las cervecerías prusianas. En realidad, esto es un completo absurdo, ya que, para empezar, siempre habrá sujetos que pasen por la faz de la Tierra sin aportar al desarrollo de ese «pensamiento dialéctico». Sin embargo, al César lo que es del César, existe una diferencia crucial entre el «pensamiento dialéctico» espontáneo de cualquier humano en cualquier momento previo al siglo XIX y los aportes decisivos de Marx y Engels</span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">». (Equipo de Bitácora (M-L); Análisis crítico sobre la experiencia soviética, 2023)</span></span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-18513086001298188852023-11-12T19:24:00.029+01:002024-01-20T14:12:49.661+01:00Notas históricas sobre el conflicto palestino-israelí; Equipo de Bitácora (M-L), 2023<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><div class="separator" style="clear: both;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPc4lZBRypA34GwgN66qNI8vkFcjmt8opoWb0A2-vlmP0aisL0NL8Z3Cxvoq3_1HsD2r3FHLrbN4x-l9uvkOl7DOHLF6-B-_7ZV99-Lo3AS6ounLHkDqch9btapEYqdENHJoJJp9vZh0XNTytGxYJrqjplCgXyzd4mxUpnbrr9P2sYzpXLEL6SrbUeNSf8/s4096/palestina.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3071" data-original-width="4096" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPc4lZBRypA34GwgN66qNI8vkFcjmt8opoWb0A2-vlmP0aisL0NL8Z3Cxvoq3_1HsD2r3FHLrbN4x-l9uvkOl7DOHLF6-B-_7ZV99-Lo3AS6ounLHkDqch9btapEYqdENHJoJJp9vZh0XNTytGxYJrqjplCgXyzd4mxUpnbrr9P2sYzpXLEL6SrbUeNSf8/w640-h480/palestina.jpg" width="640" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">«En su momento, en 2013, ya dimos unas pinceladas sobre por qué el denominado «movimiento de liberación palestino» no ha alcanzado sus objetivos principales, sino que, lejos de ello, ha ido rebajando su programa hasta ceder la propia soberanía del pueblo palestino a su opresor: el imperialismo israelí. Aquí, explicamos cómo la famosa vanguardia del movimiento, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), o su alternativa, Hamás, han ido incurriendo en toda una serie de concepciones contraproducentes para los intereses del pueblo palestino. Las organizaciones vinculadas al movimiento de liberación palestino, desde la más moderada hasta la más radical, han estado imbuidas en mayor o menor medida por nociones nacionalistas y religiosas, no sabiendo elegir correctamente una metodología a seguir, ni focalizar correctamente las fuerzas motrices o los aliados internacionales para lograr sus propósitos. Véase la obra «<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2014/09/a-20-anos-de-los-acuerdos-de-oslo.html">¿Para qué han servido los Acuerdos de Oslo? Reflexiones sobre el conflicto palestino-israelí</a></span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;"> (2013). </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">A todo esto, convendría dar unas notas históricas y aclarar, fuera de especulaciones, cuál fue la posición de los comunistas ante la ocupación israelí, aunque cualquiera con algo de conocimiento sobre cuestión nacional debería saber resolver este interrogante.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">1) Primero que todo, el tan cacareado «sionismo» ha sido un movimiento político de larga data que logró incrustarse en los círculos más reaccionarios, chovinistas y racistas del judaísmo. Su fin siempre ha sido adueñarse del territorio de Palestina y fundar su propio Estado eliminando a su contraparte, la población árabe y musulmana. Como ya anunció Karl Kautsky en una de sus varias reflexiones sobre el tema:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><div class="separator" style="clear: both;"><i>«El sionismo no es un movimiento progresista, sino un movimiento reaccionario. (...) El sionismo niega el derecho a la autodeterminación de las naciones, en lugar de lo cual proclama la doctrina de los derechos históricos, que hoy se derrumba en todas partes, incluso allí donde cuenta con el apoyo de las mayores potencias». (Karl Kautsky; ¿Son los judíos una raza?, 1914)</i></div></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Históricamente, esta rama nacionalista y de fundamentalismo religioso ha intentado ligarse, al igual que muchos movimientos árabes, a la potencia mundial que más rápidamente y mejores medios proporcionara para tal fin: fuese el Imperio otomano, Segundo imperio alemán o el Imperio británico, como luego observaremos. Esta ideología responde a la pasada y actual política de Israel desde su fundación; y como todos sabemos, el Estado de Israel obtuvo </span><span style="font-family: georgia;">muy pronto</span><span style="font-family: georgia;"> </span><span style="font-family: georgia;">apoyo diplomático, económico y militar de los Estados Unidos que los ha llevado a una «simbiosis» en donde ambos se tapan sus crímenes imperialistas cometidos con complicidad.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Dicho esto, se han de comprender varios elementos:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">a) Al contrario de lo que expresa la propaganda, el sionismo es una teoría cristiano-protestante que se funda en la idea de la creación de una etnia ligada al judaísmo, es decir, «el judaísmo deja de ser entendido como una religión para ser entendido como una etnia»; y tiene por objeto depositar a los judíos en lo que entiende como «tierra santa» con el fin de preparar la segunda venida del «Cristo». </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">El sionismo tuvo entre sus objetivos primarios crear una suerte de identidad, un pueblo judío, que según sus conceptos desciende directamente del pueblo hebreo establecido en la Provincia Romana de Palestina, con lo que en efecto borran, o intentan borrar, la evidencia histórica que indica que el judaísmo es una religión profesada por un conjunto de pueblos de diferentes orígenes producto de la expansión del judaísmo como religión, y no por la expansión de los hebreos palestinos como pueblo. Para justificar esta idea, apelan a supuestas deportaciones durante el Imperio romano, lo cual es históricamente falso o mejor dicho inexacto; ya que la evidencia histórica indica que tales deportaciones de judíos hebreos no fue absoluta, ya que muchos judíos hebreos permanecieron en Palestina, y mientras unos fueron asimilados por los sucesivos imperios que conquistaron la región, otros no. </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Ya en varios de sus estudios sobre la cuestión judía Karl Kautsky desmontó la idea de que estos eran un pueblo basado en una etnia: </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><i><span style="font-family: georgia;">«Cuán poco la nacionalidad se funda en la ascendencia se percibe ya en el hecho de que es posible que una nación se componga de miembros pertenecientes no sólo a pueblos diversos, sino incluso a distintas razas. En la nación húngara encontramos «arios», «semitas» y «mogoles». La nacionalidad judía, de rasgos aparentemente tan pronunciados, ostenta los más variados tipos: incluso la sangre negra se encuentra representada en ella». (Karl Kautsky; </span><span style="font-family: georgia;">La nacionalidad moderna</span><span style="font-family: georgia;">, 1887)</span></i></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En tanto, se puede y debe afirmar que los actuales palestinos son los descendientes de los hebreos y no tanto el producto de los judíos sionistas emigrados tras la Segunda Guerra Mundial (1939-45). Otro punto importante, sería la negación del sionismo de que muchos judíos no tengan relación directa con el pueblo hebreo, sino que fueron personas de otras etnias que se convirtieron en algún momento al judaísmo, por lo que el argumento de los sionistas de «el retorno a casa de los desterrados» no puede ser más falso. Vale decir que en la expansión del judaísmo jugó un papel central el «Kaganato jázaro» (618-1048) en el Centro y Este de Europa, y los «pueblos judíos norteafricanos», sobre todo etíopes, en Europa occidental en donde incursionaron como aliados de los musulmanes.<span></span></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">b) El término «semítico» cayó en deshuso por su escaso rigor científico, histórico y lingüístico; en su lugar, se determinó que lo correcto era hablar de «Pueblos de Lenguas Afroasiáticas». No obstante, el término «semítico» pervivió a efecto del supremacismo del Tercer Reich hitleriano. En la actualidad, su uso está determinado por aspectos políticos: «semítico», «antisemítico». Entiéndase que el término «semítico» se refiere a una clasificación lingüística y no de parentesco entre los pueblos considerados semíticos. </span><span style="font-family: georgia;">Esto también fue recogido por Kautsky indicando que:</span><span style="font-family: georgia;"> </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><b><br /></b></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><i><span style="font-family: georgia;">«Tales lenguas fueron adoptadas por pueblos de la más diversa procedencia, y nadie en la actualidad puede afirmar con certeza qué pueblos y hasta qué punto pertenecen a la rama designada como semita. Por consiguiente, con respecto a la «raza» semita nos encontramos en una total oscuridad». (Karl Kautsky; </span><span style="font-family: georgia;">La nacionalidad moderna, 1887)<span><a name='more'></a></span></span></i></div><div class="separator" style="clear: both;"><i><span style="font-family: georgia;"><br /></span></i></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Un ejemplo claro serían los «judíos asquenazí», conversos al judaísmo </span><span style="font-family: georgia;">del Centro y Este de Europa</span><span style="font-family: georgia;">, ergo, estos no pertenecen a un pueblo semítico como el hebreo, pero a veces entre ellos se transmitía una lengua semítica: el hebreo. Sin embargo, otros hablaban el yiddish, un idioma mezcla del alemán, hebreo y lenguas eslavas. Por último, también está el caso particular de los judíos sefardíes, es decir, los judíos expulsados por la Corona de Castilla en el siglo XV. Estos se dirigieron hacia distintas partes del Imperio otomano; véase el caso particular de Tesalónica, que en su momento fue una de las ciudades con mayor población judía del mundo. A la postre, estos judíos sefardíes se convirtieron en una parte clave de la cultura, economía y administración de dicho imperio, mientras aún conservaban como lengua un judeocastellano muy particular.</span></div></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">2) En segundo lugar, es importante conocer el contexto de </span><span style="font-family: georgia;">las duras persecuciones a las que eran sometidas los judíos, especialmente en Europa del Este, lo que fue poco a poco perfilando entre los círculos sionistas la necesidad de emprender una inmigración masiva hacia un territorio más seguro. Este hecho fue recogido por uno de los pensadores marxistas de la época </span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">los corchetes son nuestros</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">: </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«</i></span><i><span style="font-family: georgia;">Sin duda, las condiciones políticas de la emigración judía hacia esa región [Palestina] han mejorado aparentemente, mientras que las consecuencias de la guerra [Primera Guerra Mundial (1914-18)] han fortalecido al mismo tiempo el antisemitismo en Europa del Este y, por lo tanto, ha aumentado el deseo de una patria segura para la raza judía</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;">. (Karl Kautsky; ¿Son los judíos una raza?, 1914)</span></i></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En lo que luego fue denominado como </span><span style="font-family: georgia;">«Aliá», l</span><span style="font-family: georgia;">a emigración judía hacia Palestina comenzó a mediados del siglo XIX, bajo control del Imperio otomano. Sin embargo, a decir verdad el propio sionismo no tuvo claro si su plan de crear un nuevo hogar para los judíos debía estar en Palestina, Kenia, Uganda o Patagonia, como reflejan los escritos y resoluciones de sus principales cabecillas. Para 1882 se estimaba que el porcentaje de la población judía en Palestina era en torno al 8%, mientras que para</span><span style="font-family: georgia;"> 1931 fue 16,9% y para 1946 del 30%</span><span style="font-family: georgia;">. Esto fue posibilitado por toda una serie de redes y canales de apoyo de los judíos en todo el mundo, cuyo fin, era comprar poco a poco y legalmente las tierras de esa zona, que para entonces aún estaba poco habitada y que a nivel de inversión era escaso interés incluso para los propios judíos más ricos del mundo.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, veamos qué opinaban en el siglo XX los comunistas de la Internacional Comunista (IC) respecto a la cuestión del sionismo o las crecientes olas de emigración judía a Palestina. Para tal fin, rescatemos una opinión dada en los años 30 por el Buró judío del Partido Comunista de los Estados Unidos, todo ello, justo en un momento en que se desataron las masacres de judíos por parte de los árabes de la zona:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Debemos tener en cuenta los trescientos mil quinientos a cuatrocientos mil judíos que viven en ese país y los intentos realizados por los feudales, por los agitadores nazis y fascistas italianos, al igual que por los imperialistas británicos de convertir el movimiento en una lucha de razas, en un progromo contra el pueblo judío. En este sentido, el rol del sionismo debe señalarse correctamente. El sionismo le hace el juego a las fuerzas reaccionarias. No sólo le hace el juego a la reacción, sino que por sí mismo es reaccionario hasta la médula. El sionismo es reaccionario por cuanto fomenta la división y la opresión racial. Divide a los trabajadores según su raza, discrimina a los trabajadores árabes y los excluye de los sindicatos. Así llaman a la «conquista del trabajo», la política llevada a cabo por el reformista reaccionario «Histadruth» [Unión de sindicatos hebreos de Palestina]. El sionismo despoja a los campesinos árabes de su tierra y llama a dicha política la «conquista de la tierra». (Partido Comunista de los Estados Unidos; La perspectiva comunista sobre el sionismo, 1936)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Por otro lado, respecto a la política migratoria se era muy claro también:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sobre la cuestión de la inmigración, debes mostrar que los comunistas estamos a favor de la libre inmigración. Debemos confrontar al sionismo con el hecho de que presenta la inmigración hacia Palestina no como libre, sino como selectiva, con el propósito de fortalecer el dominio británico en Palestina. Es una colonización de conquista, no de libre inmigración. Entonces, cuando salimos en oposición a la inmigración a Palestina, nos oponemos a la presente emigración sionista. Los comunistas tradicionalmente y por la propia naturaleza de los principios marxista-leninistas hemos defendido el derecho de inmigración y asilo. Luchamos contra la actual inmigración controlada por los sionistas, la cual pretende contribuir a los propósitos reaccionarios del sionismo en Palestina. Los comunistas deseamos ampliar de una manera exhaustiva los derechos de los judíos oprimidos y perseguidos en países como Alemania, Polonia, Rumanía y demás para que puedan emigrar sin restricciones, no solo a Palestina, sino a los propios Estados Unidos». (Partido Comunista de los Estados Unidos; La perspectiva comunista sobre el sionismo, 1936) </i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Ciertamente, la cuestión inmigratoria marca la diferencia entre el discurso de un nacionalista y un comunista. En este caso, más allá de la cuestión productiva, que obviamente es importante, a veces se pasa por alto los requerimientos ideológicos en los inmigrantes. Obviamente, un país socialista necesitará y acogerá temporal o permanentemente a técnicos extranjeros para satisfacer las necesidades en la producción, pero este baremo ya no será en pro de enriquecer a una burguesía nativa, sino de beneficiar al conjunto de trabajadores. Con todo, quedaría aún algo a aclarar que es más importante todavía: en otras ocasiones, cuando la cuestión técnica empiece a ser descartada como demanda principal o urgente, lo que primará, como deseamos, será el aspecto ideológico del sujeto. Nos explicamos, aunque esto no puede sorprender a nadie. Actualmente, la burguesía realiza contratos y acuerdos internacionales para acoger con mayor facilidad a los inmigrantes de ciertos países por motivos políticos, por tanto, el Estado socialista también implementará una política similar, aunque diferente. En este caso, no se tratará de simplificar la cuestión y aceptar a mansalva a los «disidentes del capitalismo», puesto que estos números serían imposibles de absorber. Sin olvidar, claro está, que existiría y aumentaría la posibilidad de que esa disidencia sea realmente parte de tal o cual facción capitalista. Por ende, el gobierno deberá centrarse en evaluar a los sujetos en base a su simpatía por la ideología del régimen y su próxima adaptación a la cultura socialista del país.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">La Declaración Balfour (1917) decantó que el Imperio británico apoyase las pretensiones «del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío», aunque se aclaró que «no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina». Cuando el victorioso Imperio británico se hizo con Palestina tras la desintegración del Imperio otomano, convirtiendo a esta en un mandato, su postura sobre el tema cambió sustancialmente, viéndose tal pretensión de los judíos sionistas como un factor desestabilizador. En cualquier caso, durante el siglo XX estallaron toda una serie de conflictos fratricidas entre los árabes y los judíos, tanto entre los que vivían en Palestina como entre quienes comenzaron a inmigrar hacia allí; véase la Matanza de Hebrón (1929), entre otros. No menos importante fue la animadversión, sabotaje y ataques de los grupos judíos y árabes hacia las autoridades británicas, a las cuales veían, con toda razón, como un ocupante demagógico y manipulador; véase el Atentado al Hotel Rey David (1946). </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, a través del famoso «Libro blanco» (1939) Londres propuso la creación de un único Estado judío-árabe que debería ser creado en un lapso de diez años. Sin embargo, a la hora de la verdad los británicos limitaron la inmigración judía en la zona, con un máximo de 75.000 personas para los siguientes cinco años, así como la compra de tierras. Esta postura cambió gracias a la intervención estadounidense, donde existía una opinión pública muy favorable hacia la causa judía. En 1946, con la creación del Comité anglo-americano de investigación para el Mandato de Palestina, se decidió finalmente aceptar la llegada de 100.000 refugiados judíos de Europa y eliminar la restricción de la compra de tierras por parte de los judíos. Este cambio de opinión por parte de Gran Bretaña solo se puede explicar entendiendo la gran deuda contraída con los EE.UU. durante el conflicto, lo que condicionaría la decisión final de Londres en varias cuestiones. La alianza y competencia entre ambas potencias se volvería a reflejar en cuestiones sensibles como la Crisis del canal de Suez (1956), donde Londres volvió a agachar la cabeza, pero eso es otra historia.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">3) En tercer lugar, ¿cuál fue la postura histórica de la URSS? El debate en la ONU de 1947 y la postura soviética sobre la formación de Israel ha sido ampliamente manipulada. Todos los charlatanes parlotean y acusan a Moscú de una cosa y la contraria, de apoyo al sionismo y antisemitismo, de fanatismo y pragmatismo, pero lo cierto es que la posición soviética fue bastante clara y, al menos en esta ocasión, coincidía con los preceptos marxistas sobre cuestión nacional. Un ejemplo de manipulación lo vemos en el canal de YouTube «The Cold War», en donde su director afirmó:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Stalin, siempre pragmático y calculador, decidió no ver este asunto desde la lente de la ideología, sino más bien como alguien que buscaba el mejor resultado geopolítico para su país. Los dirigentes soviéticos consideraban que los países árabes eran probritánicos y esperaban que la creación de un Estado judío en la región alterase el dominio británico. Stalin también esperaba que el futuro Estado judío fuera de naturaleza socialista y se alineara con la URSS». (The Cold War; La creación de Israel, 2019)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Aquí hay varias imprecisiones históricas que merecen ser comentadas. En primer lugar, difícilmente los pueblos árabes iban a ser «probritánicos» cuando en la propia Palestina de 1936 se desataron levantamientos antibritánicos, mismos hechos que pueden constatarse en países como Irak y otros «Mandatos Británicos» de la zona; lo que desmonta rápido tal teoría. En segundo lugar, en 1947, ni el mayor de los optimistas del Kremlin era tan necio como para pensar que los comunistas israelíes tenían suficiente influencia como para que, en un lapso de tiempo próximo, estos dominasen los destinos de su país y llevaran a Israel al «campo comunista»; lo que es otra especulación gratuita.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, si consultamos un artículo publicado en «Pravda» (21 de septiembre de 1948), que daba su opinión sobre el tema, el escritor soviético de origen judío, Ilya Ehrenburg, dijo lo siguiente con relación a la política de la URSS sobre Israel:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Alexander R. pregunta cómo trata la Unión Soviética al Estado de Israel. Esta pregunta se puede responder brevemente: el gobierno soviético fue el primero en reconocer el nuevo estado, protestar enérgicamente contra los agresores, y cuando el ejército israelí defendió su tierra de las legiones árabes comandadas por oficiales británicos, se ganó todas las simpatías del pueblo soviético. Estaban del lado de los ofendidos, no del lado de los ofensores. Es tan natural como el hecho de que el pueblo soviético simpatice con los patriotas de Vietnam, no con los pacifistas franceses, con los patriotas de Indonesia y no con los castigadores holandeses. (…) Además de la invasión de las hordas angloárabes, Israel conoce otra invasión, menos ruidosa pero no menos peligrosa: la del capital angloestadounidense. (…) No son los representantes de los trabajadores los que dirigen el Estado de Israel. Todos hemos visto cómo la burguesía de los países europeos, con sus grandes tradiciones y su antigua condición de Estado, ha traicionado los intereses nacionales en nombre del dólar. ¿Puede el pueblo soviético esperar que la burguesía israelí tenga más conciencia y previsión que la burguesía de Francia o Italia? Difícilmente. Confiamos en el pueblo, pero si en Israel el pueblo pelea y pelea con valentía, eso no significa que el pueblo gobierne allí. Hay muchos trabajadores urbanos y rurales en el Estado de Israel, ellos llevan la peor parte de la defensa del país. Al mismo tiempo, tienen que luchar contra la codicia de su burguesía, para la cual la guerra, como para cualquier burguesía, es ante todo beneficio». (Ilya Ehrenburg; Sobre una carta, 1948)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En realidad, la postura soviética sobre la creación de Israel fue clara e inequívoca: esta apoyó en los foros internacionales el derecho de los judíos tanto a vivir en Palestina como a crear un Estado separado para los judíos en caso de no poder ponerse de acuerdo con los árabes de la zona. Esto no implicó una transigencia con el sionismo ni cualquier otra rama del nacionalismo judío. Por si alguien no entiende tal postura lo explicaremos de la siguiente manera: la URSS también apoyó la independencia de la India del Imperio británico, sin que ello supusiese apoyar el nacionalismo hindú del ghandismo como ideología, que también se había venido criticando desde siempre. Lo mismo podría decirse con el antiguo apoyo −militar, financiero y diplomático− hacia el grupo nacionalista chino del Kuomintang cuando este mantuvo su lucha contra Japón.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Otra verdad a medias, es la afirmación de que la URSS apoyó como primera opción la partición de Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La segunda opción era el establecimiento de una confederación como Yugoslavia o Suiza, con una autonomía significativa para los miembros, pero de política exterior y monetaria común. La tercera opción fue la partición de Palestina en un Estado árabe y otro israelí, favorecida por los Estados Unidos y la Unión Soviética». (The Cold War; Primera Guerra Árabe-Israelí 1948. Antecedentes Políticos, 2019)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Esto se refuta de inmediato consultando el informe del delegado soviético en la ONU. En primer lugar, el delegado expuso que la situación presente mostraba el fracaso de la política británica en la zona:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La Asamblea General considera en estos momentos que el problema es un resultado directo del fracaso del sistema de administración de Palestina bajo mandato, que ha resultado en un agravamiento de la situación y los acontecimientos sangrientos en ese país. El simple hecho de que haya sido el mismo Gobierno del Reino Unido quien presentó esta cuestión para su análisis por la Asamblea General es sumamente revelador. Esto solo puede considerarse como un reconocimiento de que la situación actual en Palestina no puede continuar. La comisión especial debe estudiar detenidamente la situación que en el momento impera en Palestina». (Andréi Gromiko; Discurso en la ONU, 14 de mayo de 1947)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En dicho discurso, Gromiko señaló el sufrimiento del pueblo judío a manos de las fuerzas reaccionarias internacionales, especialmente por parte del nazismo alemán:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Durante la última guerra, el pueblo judío padeció un dolor y un sufrimiento excepcionales. Sin exagerar, este dolor y sufrimiento son indescriptibles. Es difícil expresarlos en términos de meras estadísticas de víctimas judías o agresores fascistas. Los judíos fueron objeto de aniquilación física casi total en las regiones dominadas por los hitlerianos. La cifra total de los miembros de la población judía que murieron en manos de los verdugos nazis se estima en aproximadamente seis millones. Tan solo aproximadamente un millón y medio de judíos en Europa Occidental sobrevivieron a la guerra. (...) Una gran parte de los judíos que sobrevivieron en Europa se vieron privados de sus patrias, sus hogares y sus medios de existencia. (...) Ha llegado el momento de ayudar a este pueblo, no con palabras, sino con obras». (Andréi Gromiko; Discurso en la ONU, 14 de mayo de 1947) </i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Se analizó cómo los países europeos no garantizaron derechos básicos en los años previos a la guerra, permitiendo que se agudizase el antisemitismo, despojando a los judíos de una ciudadanía plena, por lo que no podían esperar mayores garantías después de la guerra:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El hecho de que ningún Estado de Europa Occidental haya logrado garantizar la protección de los derechos fundamentales del pueblo judío y protegerlo de la violencia de los verdugos fascistas explica las aspiraciones del pueblo judío de establecer su propio Estado. Sería injusto no tomar esto en cuenta y negar el derecho del pueblo judío de hacer realidad esta aspiración». (Andréi Gromiko; Discurso en la ONU, 14 de mayo de 1947)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Después, se hizo un repaso de la vinculación histórica tanto de árabes como judíos a Palestina y propuso que, lejos de lo que se había especulado, la solución debía pasar por un único Estado que tomase en cuenta los derechos de ambas poblaciones:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Es fundamental tomar en cuenta el hecho irrefutable de que la población de Palestina consiste en dos pueblos, los árabes y los judíos. Ambos tienen lazos históricos con Palestina. Palestina se ha transformado en la patria de estos dos pueblos, cada uno de los cuales desempeña un papel importante en la economía y la vida cultural del país. (...) Todo esto lleva a la delegación soviética a la conclusión de que los intereses legítimos de tanto la población árabe como la judía se pueden preservar únicamente mediante el establecimiento de un Estado árabe-judío homogéneo, independiente, dual y democrático. Dicho Estado deberá cimentarse sobre la igualdad de derechos para las poblaciones árabe y judía, para de esta manera sentar las bases de una cooperación entre estos dos pueblos que servirá a los intereses recíprocos y resultará beneficiosa para ambas partes. Es bien sabido que esta solución para el futuro de Palestina cuenta con partidarios en el país». (Andréi Gromiko; Discurso en la ONU, 14 de mayo de 1947)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Lo que aquí defendió el diplomático soviético, simplemente era volver a los preceptos ya anunciados por la Internacional Comunista entre 1919 y 1943, en donde los delegados comunistas tanto árabes como judíos defendían el respeto a los derechos lingüísticos, religiosos y étnicos de ambas partes. Véase el documento de la IC «Resolución de la Secretaría Política sobre el movimiento insurreccional en Arabistán» (1929). </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, el portavoz soviético notificó que, en caso de no concluirse tal pacto de un único Estado árabe-judío, como se deseaba, existía otra alternativa, la creación de dos Estados separados pero que colaborasen en completa concordia:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Si, debido al deterioro de las relaciones entre los árabes y los judíos, resulta imposible la ejecución de este plan −y será importante conocer la opinión de la comisión especial sobre este punto− entonces habría que considerar el segundo plan, el cual, como el primero, cuenta con partidarios en Palestina, y el cual implica la partición de Palestina en dos Estados independientes y autónomos, uno judío y uno árabe. Deseo reiterar que dicha solución a la cuestión palestina sería justa solo si las relaciones entre las poblaciones árabe y judía resultaran ser tan malas que sería imposible reconciliarlas y garantizar la convivencia pacífica entre las dos». (Andréi Gromiko; Discurso en la ONU, 14 de mayo de 1947)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">El resto es bien sabido: en la resolución 181 de la ONU del 29 de noviembre de 1947, se propuso −con aprobación tanto de EE.UU. como de la URSS− un nuevo Estado judío y uno árabe bajo una misma unión económica; esto incluía además una zona internacionalizada en las ciudades de Belén y Jerusalén. Sin embargo, ciertos sectores del radicalismo árabe no aceptaron estos términos ya que no concebían la existencia de un Estado judío dentro de Palestina, mientras para gran parte del sionismo la oferta era igualmente insuficiente, ya que deseaba extenderse por toda Palestina. En cualquier caso, las autoridades israelíes ejecutaron de forma inmediata la secesión o creación del nuevo Estado.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">El desenlace trágico de la Guerra árabe-israelí (1948), </span><span style="font-family: georgia;">con Israel como claro vencedor y ocupando más zonas de las acordadas por la resolución de la ONU, </span><span style="font-family: georgia;">más los acontecimientos que vinieron después, como la Guerra de los Seis Días (1967), la Guerra de Yom Kipur (1973), etcétera, ha sido aprovechado por historiadores de dudosa credibilidad como Bill Bland y otros «capitanes a posteriori» para crear su relato ficticio de los hechos históricos, dudando incluso de la posición soviética sobre el tema. ¿A qué nos referimos? Por ejemplo, dado que un sujeto, en este caso el delegado soviético de la ONU, Gromiko, terminó siendo un famoso revisionista −¡como la mayoría de cuadros del Partido Bolchevique!−, y dado que Israel tomaría una posición cada vez más belicista y expansionista, debemos invalidar automáticamente toda su línea política de 1947, y de paso, buscar una especie de conspiración a espaldas de Stalin. (Véase el artículo «Marx, Lenin y Stalin sobre el Sionismo» de Alliance (Marxist-leninist), Nº30 (30 de octubre de 1998). </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, nada más lejos de la realidad. A poco que uno se tome la molestia de revisar las publicaciones de los partidos comunistas de la época, entenderá que la visión en aquel entonces sobre el conflicto era muy diferente. Para gran parte de las élites del mundo árabe la mera idea de discutir la creación de un Estado judío en Palestina era inconcebible, especialmente si eso suponía el futuro dominio o coparticipación de estos en la gobernación de zonas sagradas como Jerusalén. Véase el ejemplo de Amin al-Husayni, instigador de los pogromos antijudíos de los años 30 y activo colaborador con la Alemania nazi. Tampoco puede olvidarse el papel de Gran Bretaña quien, como ya hemos visto, llevaba años obstaculizando la inmigración judía, y, como señalaron los comunistas de la época, boicoteó aplicar la resolución de la ONU desde los primeros meses. </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Respecto a la Guerra árabe-israelí (1948), como bien relataron las columnas de los periódicos comunistas, incluido «Pravda», el motivo principal de esta guerra fue que, el 14 de mayo de 1948, un día antes del fin del Mandato Británico de Palestina, los judíos decidieron anunciar la independencia oficial de Israel, y este acto tuvo como respuesta que los grupos paramilitares y gobiernos árabes, animados y respaldados por el Imperialismo británico, decidieron invadir y destruir el nuevo Estado. </span><span style="font-family: georgia;">De hecho, los oficiales británicos dirigían las tropas indígenas, como en el caso de la Legión Árabe del Reino de Transjordania, quien ya había servido a estos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-45). </span><span style="font-family: georgia;">Véase el documental de The Cold War «Primera Guerra árabe-israelí (1948), Antecedentes políticos» (2019).</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">Esta agresión fue vista por parte del mundo comunista como una declaración de que ni los Estados árabes ni Gran Bretaña iban a respetar la decisión de la ONU de crear dos zonas para cada pueblo, un acto que fue visto por los comunistas como una guerra defensiva de Israel, a la cual no se le permitía el derecho a existir. El Partido Comunista de España (PCE), reflejó en periódicos y revistas como «Mundo Obrero» (Nº115, 1948), cómo, durante el conflicto que hablamos, todo el mundo comunista incluyendo a los países de «democracia popular» apoyaron a Israel a la hora de defenderse de los países árabes que no acataron la resolución de la ONU sobre la repartición de Palestina. De hecho, sin los aviones, tanques, rifles y ametralladoras proporcionadas por Checoslovaquia −especialmente durante el alto el fuego de junio− es muy dudoso pensar que Israel hubiera resistido. </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-family: georgia;">En la práctica se demostró que los vecinos árabes de la zona, o sea Egipto, Transjordania, Siria, Líbano, Irak, y en menor medida, Yemen y Arabia Saudí <i>−</i>que también enviaron tropas voluntarias</span><i>−</i>, no deseaban tanto la creación o defensa de los árabes y su Estado palestino, sino que varios de ellos aprovecharon para ampliar sus fronteras con territorio palestino <i>−</i>véase el caso de Egipto con Gaza o Transjordania con Cisjordania y el Este de <span style="font-family: georgia;">Jerusalén</span><i>−</i>. Si esto le parece poco al lector, le invitamos a comprobar cual fue el trato dado a los palestinos por parte del monarca Huséin I de Jordania durante los eventos conocidos como el </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">Septiembre Negro</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;"> (1970).</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">En resumen, el hecho de que tiempo después Israel dejase claro que no tenía intención de acercarse a la órbita del mundo comunista, sino al capitalismo de EE.UU., siendo un peón de este, hasta convertirse, por derecho propio, en una gran potencia imperialista regional, no altera en lo fundamental los hechos aquí relatados. Véase la obra del Partido Comunista de Israel «Programa del PCI» (1952).</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">4) Por último, c</span><span style="font-family: georgia;">abe preguntarse, ¿por qué la solución ofrecida por las fuerzas progresistas y antiimperialistas en 1947 no pudo llevarse a cabo? Resumamos algunas de las cuestiones clave:</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">a) El proletariado no puede dirigir los destinos de su nación hasta que no se eleve a clase dirigente del Estado, puesto que, si no controla la dirección de la producción de bienes y servicios −y ello implica también retener la hegemonía política y cultural−, no podrá darle a su labor social una esencia progresista que, entre otros principios, incluye el internacionalismo. Si se quiere decir de forma romántica: el marxismo es el verdadero humanismo, el cual no tolera la explotación del hombre por el hombre ni los prejuicios nacionales, por tanto, tampoco privilegios producto de mitos absurdos de otra índole. Pero esto no significa que, hasta lograr tales objetivos, no tenga su propia concepción de lo «nacional» y que no lo manifieste a través de su organización política o su propia producción artística, dado que, en nuestra época, como ya adelantó Lenin, existen dos culturas fundamentales que nuclean toda nación contemporánea −la cultura proletaria y la cultura burguesa−. Pensar lo contrario, es reproducir el canon trotskista, aquel que postulaba que la cultura proletaria solo asoma la cabeza una vez dicha clase toma el poder y transforma económicamente la vieja sociedad y sus mitos culturales… pero no puede existir una majadería más burda para alguien que se considera «materialista» y «dialéctico». </span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">b) En la esfera nacional, el mayor peligro para el proletariado revolucionario es creerse la zafia propaganda que justifica la política interna y externa de su gobierno burgués. ¿A qué nos referimos? A brindar con la burguesía nacional respecto a los mitos históricos que esta ha ido creando en la cultura de su país, es decir, el tendiente a mantener como referentes a personajes reaccionarios y a ocultar en cambio los episodios y figuras revolucionarias que todo progresista reivindicaría. En realidad, esto solo acerca al trabajador a una «unidad nacional» ficticia, pero nunca hacia la verdadera emancipación social y nacional de los suyos. En el momento en que el de abajo acepta −conscientemente o no− el discurso del de arriba expresado en la prensa, las instituciones, la legislación y su modo de vida, está tirando piedras contra su propio tejado: contribuye a seguir apretando las cadenas que le sujetan a este mundo, el mismo al cual maldice porque no está conforme con su aspecto. Huelga decir que con la queja esporádica no hallará nunca la forma de escapar a esta situación, por el contrario, es muy posible que caiga en una penumbra espiritual mientras se entretiene combatiendo a los hombres de paja que los capitalistas le irán presentando en el camino… que «si no ha triunfado en la vida» es porque no tiene una «cultura del esfuerzo» y un «espíritu emprendedor»; que la culpa de sus males reside en el «malévolo inmigrante» que le «roba el trabajo»; que al no «estar bien con Dios espiritualmente» no le pueden ir bien los asuntos terrenales, etcétera.</span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;">c) Como nota final, no podemos terminar este artículo sin criticar severamente la línea y actitud de muchas de las secciones comunistas de estos países árabes en los años 40, los cuales, a imagen y semejanza de los europeos y americanos, empezaron a adoptar una política profundamente oportunista. Estas direcciones empezaron a utilizar la teoría de las fuerzas productivas para apoyar cualquier vía de desarrollo nacional, rápidamente se depositaban ilusiones en que cualquier militar o clérigo de dudoso progresismo estaban firmemente comprometidos con el «antiimperialismo». De ahí que veamos todo tipo de bandazos en esta región, con actuaciones pintorescas y surrealistas, como los comunistas iraquíes apoyando el golpe de Estado del filonazi Rashid Ali al-Gailani; los comunistas palestinos segregados de los trabajadores judíos y apoyando el terror contra su población; los libaneses absteniéndose de reclamar la confiscación de las propiedades a los terratenientes o los sirios, renunciando en su «programa nacional» a cualquier perspectiva de socialismo en el horizonte y tendiendo la mano a terratenientes y comerciantes por el bien de la «patria». Esto no se diferencia en nada a los defectos nacionalistas ya descritos por nosotros en otras ocasiones, y explica por qué en estos países se vio el ascenso del «panarabismo» o el «socialismo árabe», que no pueden ser vistos sino, a lo sumo, como variantes de un «socialismo burgués». A su vez, corrobora que los gravísimos errores de los partidos comunistas en la «época jruschovista», que entre otros resultados costaron la vida a miles de comunistas árabes, no salieron de la nada, sino que eran el desarrollo ulterior de los defectos oportunistas ya vistos y consolidados en la era «stalinista». Véase el capítulo: «<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/02/la-responsabilidad-del-partido.html">La responsabilidad del Partido Comunista de Argentina en el ascenso del peronismo</a>» (2021). (</span><span style="font-family: georgia;">Equipo de Bitácora (M-L); </span><span style="font-family: georgia;">Notas históricas sobre el conflicto palestino-israelí, 2023)</span></div></div></div>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-4510790139306758932023-11-04T05:09:00.002+01:002023-11-04T16:19:25.249+01:00El giro nacionalista en la evaluación soviética de las figuras históricas; Equipo de Bitácora (M-L), 2021<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCQ-NWQoMcr8QiYxj6hE9KNqAaxCw3L2smszv35gv9QJYMoCcEgz6xOHek5f0DvYi4pds_rD6jkwj_IwEASpwY1jptRSaIR_dccIAHXehx-vugdtl8toLbXVJ_SKCrEKUwuSj1XU5ZDOm2/s1024/1598923088_340_0_3071_2048_1024x0_80_0_0_8d96a949ef2a730daaea8dd84ae40e56.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="768" data-original-width="1024" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCQ-NWQoMcr8QiYxj6hE9KNqAaxCw3L2smszv35gv9QJYMoCcEgz6xOHek5f0DvYi4pds_rD6jkwj_IwEASpwY1jptRSaIR_dccIAHXehx-vugdtl8toLbXVJ_SKCrEKUwuSj1XU5ZDOm2/w640-h480/1598923088_340_0_3071_2048_1024x0_80_0_0_8d96a949ef2a730daaea8dd84ae40e56.jpg" width="640" /></a></div><p style="text-align: right;"><span style="font-family: georgia;"><i>[Post publicado originalmente en 2021. Reeditado en 2023]</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">En este capítulo, analizaremos la deriva experimentada en la Unión Soviética respecto a la evaluación de figuras históricas. Como verá el lector, a lo largo de los años 20 y principios de los años 30, la tendencia principal fue promocionar a figuras revolucionarias, ya fuesen liberales o bolcheviques. Se trató de ensalzar a héroes de diferentes nacionalidades, que hubiesen luchado por la liberación de sus pueblos o que ayudaron a construir el socialismo. Sin embargo, la situación cambiaría radicalmente. Como veremos, en la URSS, en un breve periodo de tiempo, se pasó de reivindicar a figuras progresistas a ensalzar a nobles medievales y sus cuestionables campañas. Esto, a su vez, logró únicamente la aparición y el auge del nacionalismo ruso y el desdén a la hora de tratar la historia del resto de nacionalidades no rusas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como no podría ser de otro modo, la implementación de esta clase de políticas no podía por menos que minar una de las bases más importantes del socialismo −el internacionalismo proletario− y enemistar a pueblos hasta entonces hermanados. A la postre, estos conatos nacionalistas darían pie al chovinismo gran ruso sin complejos −es decir, el que reivindica la primacía de la población de los territorios originariamente rusos y su papel histórico− que, tras la restauración del capitalismo, se proclamaría como amo y señor de las repúblicas que conformaban el Estado soviético.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por ello a lo largo de estas líneas iremos desmontando estas tendencias y demostrando su nula identificación con un proyecto genuinamente revolucionario.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El hecho objetivo de que esta política sobre cuestión nacional fuese variando en la URSS en los próximos años, no excluye, sino que obliga a que deba estudiarse estos periodos iniciales para entender la catástrofe que sobrevino.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A inicios de la década de los años 30, el gobierno intervino para paliar lo que a su parecer constituía una serie de deficiencias que anidaban en el campo histórico de las instituciones soviéticas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El grupo de Vanaga no ha cumplido su cometido y ni siquiera lo ha entendido. Ha realizado una sinopsis de la historia rusa, no de la historia de la URSS, es decir, la historia de Rusia, pero sin la historia de los pueblos que entraron a formar parte de la URSS −nada se dice de la historia de Ucrania, Bielorrusia, Finlandia y otros pueblos bálticos, los pueblos del norte del Cáucaso y Transcaucásicos, de los pueblos de Asia Central, los pueblos del Lejano Oriente, así como el Volga y las regiones del norte: tártaros, bashkirs, mordovianos, chuvasios, etcétera−. La sinopsis, no enfatiza el papel anexionista-colonial del zarismo ruso, junto con la burguesía y los terratenientes rusos −«el zarismo es la prisión de los pueblos»−. La sinopsis no enfatiza el papel contrarrevolucionario del zarismo ruso en la política exterior desde la época de Catalina II hasta los años 50 del siglo XIX y más allá −«el zarismo como un gendarme internacional»−. En la sinopsis no figura la fundación y orígenes de los movimientos de liberación nacional de los pueblos de Rusia, oprimidos por el zarismo, y, por tanto, la Revolución de Octubre, en cuanto fue la revolución que liberó a estos pueblos del yugo nacional. (…) La sinopsis abunda en banalidades y clichés como el «terrorismo policial de Nicolás II», la «insurrección de Razin», la «insurrección de Pugachov», la «ofensiva contrarrevolucionaria de los terratenientes en la década de 1870», los «primeros pasos del zarismo y de la burguesía en la lucha contra la revolución de 1905-1907», etc. Los autores de la sinopsis copian ciegamente las banalidades y las definiciones anticientíficas de los historiadores burgueses, olvidando que tienen que enseñar a nuestra juventud las concepciones marxistas científicamente fundamentadas. (…) La sinopsis no refleja la influencia de los movimientos burgueses y socialistas de Europa Occidental en la formación del movimiento revolucionario burgués y el movimiento socialista proletario en Rusia. Los autores de la sinopsis parecen haber olvidado que los revolucionarios rusos se reconocían como los discípulos y seguidores de las figuras destacadas del pensamiento burgués revolucionario y marxista de Occidente. (…) Necesitamos un libro de texto sobre la historia de la URSS, donde la historia de la Gran Rusia no se separe de la historia de otros pueblos de la URSS, esto en primer lugar, y donde la historia de los pueblos de la URSS no se separe de la historia europea y mundial en general». (Notas sobre la sinopsis del Manual de historia de la URSS; I. V. Stalin, A. A. Zhdánov, S. M. Kírov, 8 de agosto de 1934)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, en 1937 hubo un cambio, e inexplicablemente se pasó al extremo contrario, ahora se pasó a revisar la historia con una profunda condescendencia hacia las aventuras del zarismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los autores no ven ningún papel positivo en las acciones de Bogdán Jmelnitski en el siglo XVII, en su lucha contra la ocupación de Ucrania por parte de los señores de Polonia y la Turquía del Sultán. El hecho de la transición de Georgia, digamos, a finales del siglo XVIII al protectorado de Rusia, así como el hecho de la transición de Ucrania al dominio ruso, son vistos por los autores como un mal absoluto, sin ninguna conexión con las condiciones históricas específicas de la época. Los autores no ven que Georgia tenía entonces la alternativa de ser engullida por la Persia del Sha y la Turquía del Sultán o convertirse en un protectorado ruso, al igual que Ucrania tenía la alternativa de ser engullida por el dominio de los señores de Polonia y la Turquía del Sultán, o caer bajo el dominio ruso. No ven que la segunda perspectiva era, sin embargo, el mal menor». (Enseñanza de la historia. Resolución del jurado de la comisión gubernamental para el concurso del mejor libro de texto para los grados 3 y 4 de la Historia de la URSS, 1937)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es decir, para esta comisión del gobierno, el levantamiento de 1668 del cosaco Jmelnitski era algo a celebrar porque fue contra el dominio de la Mancomunidad de Polonia-Lituania, pero, al mismo tiempo, la absorción de ucranianos y georgianos por Rusia en los siglos XVIII y XIX fue una «buena noticia» para los pobladores… ¿¡es que no tenían más opción que elegir por cuál de los lobos querían ser despiezados!? Lo cierto es que las Guerras del Cáucaso (1817-1864), indicaron lo contrario: hubo una feroz resistencia georgiana, armenia y azerí al nuevo mandato ruso, esos pueblos no deseaban ser absorbidos. Por ende, no se puede aceptar una respuesta simplista tal como que «ser anexado por el Imperio ruso fue el mal menor», porque eso implica borrar de un plumazo la historia de resistencia de aquellos pueblos.<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">No nos detendremos demasiado con la teoría del «mal menor», ya que más adelante volverá a salir. Aun así, entiéndase que todos los pasos en falso que se darían en materia histórico-nacional se apoyaban en esta idea. En cualquier caso, entre mediados de los años 30 y principios de los años 40, gracias a la «válvula de oxígeno» dada por el gobierno soviético, encontramos a un nacionalismo ruso «revivido» que utilizó esta fórmula del «mal menor» para camuflar una nueva rusificación sobre el resto de pueblos de la URSS. En realidad, no es difícil seguir la pista de esta tendencia supremacista, ya que quedó reflejada en las violentas discusiones que hubo en campos como la historia, la lingüística o la filosofía, en donde se quiso resaltar una y otra vez la «enorme transcendencia de Rusia en el mundo». Muchos autores de estas disciplinas celebrarían abiertamente la «fortuna» y el «progreso» alcanzado en estos pueblos al haber sido anexionados en su momento por el zarismo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto nos lleva a la siguiente cuestión que deseábamos abordar: los nacionalistas pintados de «rojo», como el Sr. Santiago Armesilla o el Sr. Roberto Vaquero, que intentan acreditar su filia por personajes pasados, como el Cid o Jaime el Conquistador, que nada tienen que ver con las aspiraciones del pueblo trabajador y sus mejores tradiciones revolucionarias. Estos, haciéndose eco de los fallos y posiciones falsas de otros comunistas, los cuales, en algún momento de su vida, incurrieron en desviaciones nacionalistas, intentan justificar lo injustificable, ¡pero ellos son los que juran a todas horas que, a diferencia del resto, no se mueven por otros intereses que no sean la verdad objetiva! ¡Que tanto la crítica hacia sus ídolos como la autocrítica hacia sí mismos está presente en las sectas que lideran! ¿Cómo no íbamos a creer las soflamas de tan «honestos» muchachos? Véase el capítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/01/que-pretenden-los-nacionalistas-al.html">¿Qué pretenden los nacionalistas al reivindicar o manipular ciertos personajes históricos?</a>» (2021).<span></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por ejemplo, este tipo de autores intentan fundamentar su enfermiza admiración por los explotadores nacionales aludiendo a que la propaganda soviética de finales de los años 30 empleó como protagonistas a diversos reyes y nobles. En la URSS, encontramos como regla de esta tendencia a Alejandro Nevski, príncipe de Nóvgorod, que expulsó a los teutones en 1242. Este «renovado interés» quedó plasmado en la película homónima de Serguéi Eisenstein de 1938. Lo mismo cabe decir sobre su película Iván el Terrible, de 1947. Aunque, casualmente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Durante casi 30 años de existencia del cine soviético, nunca se volvió hacia la personalidad de Iván el Terrible». (Fédor Razzakov; La muerte del cine soviético. Intriga y controversia. 1918-1972, 2019)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero entonces, ¿qué interés podría tener en 1938 la URSS para recuperar este tipo de episodios históricos? Algunos dirán, por ejemplo, que los soviéticos pretendían: «Tomar el ejemplo de una lucha de liberación nacional». ¡Perfecto! Aunque un poco lejana en el tiempo. ¿No sería mejor sacar a la palestra algo más cercano temporalmente y más correcto ideológicamente, en aras de reforzar el internacionalismo proletario? Por ejemplo, rescatar las luchas de liberación nacional de los pueblos asiáticos de los siglos XIX y XX contra las diferentes potencias europeas, incluyendo el Zarato ruso. El problema, viene cuando criticar los expolios y atrocidades de la potencia a la que se pertenece se vuelve un tabú, algo semejante a lo que ocurre hoy en día en Europa al hablar de la Guerra de Cuba (1895-98) o de la Guerra de Argelia (1954-63), que supone que algunos frunzan el ceño. Puesto que a los imperialistas españoles y franceses esto simplemente les disgusta, ¡ellos prefieren hablar y enorgullecerse de las victorias en las guerras de conquista! No pasa nada. ¡Cada uno elige a sus referentes!</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Lo más parecido a una excusa que alguien podría emitir para maquillar esta desviación nacionalista en la URSS, sería alegar que la dirección pretendía instigar entre los rusos un sentimiento de «orgullo» y «seguridad» nacional, logrando hacer que se sintiesen identificados con los «ancestros rusos» en sus victorias militares y, así, tratar de «emular la historia» −si es que esto tiene algún sentido−. En cualquier caso, la cuestión de clase seguiría quedando a un lado. ¿Mejoraron sustancialmente las condiciones de vida de las clases de Nóvgorod con las campañas militares de Nevski contra suecos, tártaros o teutones? ¿Beneficiaron las victorias rusas a las clases explotadas de los pueblos derrotados? ¿Puede acaso plantearse el «internacionalismo proletario» entre los pueblos en un contexto feudal capitaneado por un «príncipe»? Si todas las respuestas a estas preguntas son negativas, entonces es absurdo reclamar como pauta a seguir semejante acontecimiento. Las masas proletarias actuales sólo se benefician directamente del recuerdo de las luchas pretéritas cuando estas fueron dirigidas por las clases explotadas −como, por ejemplo, la rebelión de Espartaco en el siglo I a.C.−, o cuando estas participan activamente en el conflicto y obtienen de su lucha, al menos, un mínimo progreso social −como es el caso de la Guerra de la Independencia (1808-1814) en España que, además, propició el primer intento de establecer un liberalismo constitucional que limitase al absolutismo−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Seamos benévolos igualmente. Quizás, pese a todo, se trató de un afán «historicista» de los propagandistas soviéticos de recuperar su propio pasado. Entonces, ¿era pertinente recurrir a la figura de Nevski o Iván IV? Pues, si la intención era la de recuperar figuras históricas que fortaleciesen la moral de los soviéticos para la cercana Segunda Guerra Mundial, el caso de Nevski es, precisamente, poco razonable, dado que la historiografía soviética ya había tirado abajo su mito heredado del zarismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ya a finales del siglo XIII, fue canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa. Como cualquier santo reconocido oficialmente, se suponía que debía «vivir» con una serie de los milagros más edificantes; en vida, Alejandro Nevski se mostrará como un príncipe guerrero ideal, un ejemplo del defensor de Rusia de los enemigos. (...) [Pero] El científico polaco Uminsky y el historiador alemán Amman lo acusaron directamente de traicionar los intereses nacionales, y el historiador inglés moderno John Fennell calificó la alianza de Alejandro Nevski con la Horda de «vergonzosa» y «sin sentido». Y la ciencia histórica rusa fue bastante cautelosa y seca con respecto al príncipe Alejandro Yaroslavich. Es cierto que nadie se atrevió a acusarlo públicamente, pero también escribieron brevemente sobre sus méritos: rara vez se lo menciona en las obras de Solovyov y Klyuchevsky. En la Pequeña Enciclopedia Soviética de 1930, se afirma lo siguiente sobre el Príncipe Alejandro: «En 1252, Alejandro obtiene un título del gran reinado de la Horda. (...) Reprimió los disturbios de la población rusa, que protestaban contra el pesado tributo a los tártaros». (...) Sin embargo, tanto en la película [de 1938] como en la literatura histórica de esa época, solo se cubrieron los méritos de Alejandro Nevski en el campo militar, en cuanto a su relación con la Horda, solo se mencionaron parcial y sucintamente». (Rudycheva Irina Anatolyevna; Grandes conquistadores, 2013)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para quien no conozca su historia, Nevski consiguió mantener la independencia de sus territorios ante los suecos y los teutones, pero lo hizo a costa de rendir pleitesía −junto a los demás ducados de la zona, ubicados en las actuales Rusia y Ucrania− a la Horda de Oro de Batú Kan. En 1251, recibiría el trono de su hermano Andréi, y en 1252 sería nombrado Gran Príncipe de Vladimir como consecuencia de sus buenas relaciones con los mongoles. No fue un «defensor a ultranza de los pueblos eslavos», sino uno de los principales colaboradores con el que entonces era el principal invasor que asolaba el mundo conocido. Nevski también reprimió con ahínco las revueltas protagonizadas por su propio pueblo, que entre 1257 y 1259 se negaba a pagar los tributos al invasor mongol, algo que, hasta 1937, la Enciclopedia soviética recogía. ¿Qué lección se quería dar con su ejemplo al pueblo soviético de 1941? Porque, realizando un paralelismo rígido y absurdo con el de su historia, sólo podemos concluir que, o bien hay que luchar contra unos imperialistas para ser vasallos de otros, o bien hay que luchar contra los «nazis/teutones» para, luego, someterse a los «Estados Unidos/Mongolia» y demás «aliados». Realmente absurdo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Consideramos que no existe justificación alguna que dé razón de ser al revisionismo histórico que supone intentar armonizar la historia de Nevski con los intereses del proletariado internacional del siglo XX y su lucha contra el fascismo. ¿No existió ningún héroe popular que ejemplificara mejor la resistencia del pueblo a la invasión teutona o mongola del siglo XIII? Lo mismo puede decirse de la película Iván el Terrible, monarca del siglo XVI. ¿Fue Iván IV tan solo un «defensor de las fronteras»? Esto es algo bastante dudoso. Y, si no, que se lo pregunten a los pueblos siberianos, entre otros, quienes sufrieron su conquista. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En este viraje, como demuestra la documentación soviética, Stalin intervino directamente en diversas conversaciones con el propio Eisenstein, instándole a que reevaluase mejor el personaje central:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Stalin: ¿Has estudiado Historia?</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Eisenstein: Más o menos.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Stalin: ¿Más o menos? También estoy poco familiarizado con la historia. Has mostrado la oprichnina incorrectamente. La oprichnina era el ejército del rey. Era diferente del ejército feudal que podía quitar su estandarte y abandonar el campo de batalla en cualquier momento: se formó el ejército regular, el ejército progresista. Has demostrado que esta oprichnina era como el Ku-Klux-Klan. Eisenstein dijo que usan capuchas blancas, pero nosotros tenemos negras.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Molotov: Esto no supone una gran diferencia.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Stalin: Su zar ha salido indeciso, se parece a Hamlet. Todo el mundo le pregunta qué hacer, y él mismo no toma ninguna decisión. El zar Iván fue un gobernante grande y sabio, y si lo comparan con Luis XI −habéis leído sobre Luis XI que preparó el absolutismo para Luis XIV−, entonces Iván el Terrible estaría en el décimo cielo. La sabiduría de Iván el Terrible se refleja en lo siguiente: miraba las cosas desde el punto de vista nacional y no permitía la entrada de extranjeros a su país, barrió al país de la entrada de influencias extranjeras. Al mostrar a Iván el Terrible de esta manera, ha cometido una desviación y un error. Pedro el Grande también fue un gran gobernante, pero fue extremadamente liberal con los extranjeros, les abrió la puerta de par en par y permitió la influencia extranjera en el país y la consiguiente germanización de Rusia. Catalina lo permitió aún más. Y, además, ¿fue la corte de Alejandro I realmente una corte rusa? ¿Fue la corte de Nicolás I una corte rusa? No, eran tribunales alemanes. La contribución más destacada de Iván el Terrible fue que fue el primero en introducir el monopolio gubernamental del comercio exterior. Iván el Terrible fue el primero y Lenin el segundo.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Zhdánov: El Iván el Terrible de Eisenstein resultó ser un neurótico.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Molotov: En general, se hizo hincapié en el psicologismo, se puso un énfasis excesivo en las contradicciones psicológicas internas y las emociones personales». (Discusión entre Stalin y Sergei Eisenstein sobre la película Iván el Terrible, 1947)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El único criterio de esta conversación era ver si los reyes fueron muy o poco nacionales. Nótese que se llega a comparar a Iván IV con Lenin, ¡algo que en 1931 Stalin calificó como un acto aventurero y fuera de contexto! Sin embargo, en 1947, Stalin criticó a Pedro I por permitir la «extranjerización» de Rusia. ¿Pero acaso hubiera sido posible importar los avances tecnológicos, filosóficos o educativos de Europa sin «sufrir» un poco de esa «extranjerización» cultural? ¿No recuerdan a las objeciones de los «patriotas» españoles que, presos de su conservadurismo, calificaban despectivamente de «afrancesados» a quienes pretendían traer del país vecino la sabiduría de la Ilustración? Si el propio Stalin reconocía no estar demasiado versado en historia, ¿qué sentido tiene entonces que un director tomase notas en base a sus cavilaciones históricas? ¿No es esto una consecuencia directa del culto a la personalidad, que convirtió a Stalin en un ser «infalible»? Ni siquiera necesitamos reflexionar sobre esto, haremos una pregunta mucho más sencilla de responder, ¿no suponía abandonar las posturas internacionalistas que había emitido anteriormente? Véase la entrevista de Stalin: «Entrevista con el autor alemán Emil Ludwig» (1931).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aunque hubo historiadores que se opusieron a este rumbo, cuestión que más tarde tocaremos profundamente, a la larga nadie les prestó atención, se quedaron en minoría: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Entre algunos de nuestros historiadores, junto con una descripción apologética del antiguo Estado ruso y sus principales figuras, sin importar el período al que pertenezcan, sin importar la época que representen, sin importar los programas específicos que propongan, hay tendencias para desacreditar o incluso negar el papel de las masas como motor de la historia». (A. M. Pankratova; Disco en la conferencia de historiadores, 1944)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Karl Marx y Friedrich Engels, dada su herencia ideológica proveniente del nacionalismo germano de tipo hegeliano, no estuvieron exentos de una rusofobia inicial. Cuando esta fue desechada junto con los ropajes del nacionalismo alemán, la desconfianza se tornó en franca admiración hacia el pueblo ruso y sus capacidades. Incluso, en sus escritos tempranos sobre Rusia, Marx emitió una evaluación sobre la política de sus reyes y príncipes medievales y modernos que, en líneas generales, no eran nada descabelladas:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Una simple substitución de nombres y de fechas nos proporciona la prueba evidente de que entre la política de Iván III y la de la Rusia moderna existe no solamente una similitud, sino también una identidad. Iván III, por su parte, no hizo otra cosa que perfeccionar la política tradicional de Moscovia, que le había legado Iván Kalita. Iván Kalita, esclavo de los mongoles, logró su poderío dirigiendo la fuerza de su mayor enemigo, el tártaro, contra sus enemigos más pequeños, los príncipes rusos. No pudo utilizar esta fuerza sino bajo falsos pretextos. Obligado a disimular a sus dueños el poderío que realmente había adquirido, tuvo que deslumbrar a sus súbditos, esclavos como él, mediante una fuerza que no tenía. Para resolver este problema, tuvo que elevar a la categoría de sistema todas las astucias de la servidumbre más repugnante y realizar este sistema con la laboriosa paciencia del esclavo. Incluso, no pudo emplear la violencia abierta más que en tanto intriga en todo un sistema de intrigas, de corrupciones y de usurpaciones secretas. No pudo golpear sin haber, previamente, envenenado. La unidad del objetivo se juntaba en él a la duplicidad de la acción. Ganar en poderío mediante el empleo fraudulento de la fuerza enemiga, debilitar esta fuerza al propio tiempo que se servía de ella y, finalmente, destruirla después de haberla utilizado como instrumento, tal fue la política inspirada a Iván Kalita por el carácter particular de la raza dominante, así como por el de la raza sometida. Su política fue también la de Iván III. Y fue asimismo la de Pedro el Grande y es la de la Rusia moderna, aunque el nombre, el país y el carácter de la potencia enemiga engañada hayan cambiado». (Karl Marx; Revelaciones sobre la historia de la diplomacia en el siglo XVIII, 1857)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pese a que la información no falta, los socialchovinistas de la actualidad se empeñan en seguir distorsionando la historia para dar rienda suelta a sus delirios de grandeza. Para ello, recurren a las manifestaciones de la deriva nacionalista soviética, como la propaganda bélica contra el nazismo que, de forma recurrente, trazaba paralelismos entre el rechazo a la invasión de los teutones en 1242 y la «Gran Guerra Patria» de 1941-45. Pero los obreros rusos, los Yuris, Dimitris, Antons, Alexeis, pese a tener nombres rusos, pese a haber nacido en la misma parcela de tierra, difícilmente podían saber si sus ancestros de hace uno, cinco o siete siglos eran rusos, ni siquiera eslavos. Quizá eran descendientes de polacos, mongoles, lituanos, alemanes o una mezcla de alguna −o todas− las anteriores. Es más, sus antepasados bien podrían haber colaborado en alguna de las múltiples «invasiones de la Madre Patria». Lo que sí es seguro, es que el proletariado revolucionario ruso de 1941, en lo tocante a sus objetivos y aspiraciones como clase, tenía más en común con un proletario alemán revolucionario que con un campesino de la República de Nóvgorod o el posterior Zarato ruso. El resto es palabrería nacionalista y, quienes la defienden, unos pusilánimes. No hay nada más bochornoso que un pseudocomunista justificando sus desviaciones presentes en base a otras desviaciones pasadas, conjugando todo esto en una lamentable falacia de autoridad: «¡es que lo hicieron los soviéticos!». Este es su nivel. En resumen, si el pueblo ruso deseaba «inspirarse» en las «epopeyas nacionales» no debería haberse remontado tanto en el tiempo, pues de seguro que habría encontrado referentes más recientes en su memoria y ajustados a sus principios entre los millones de compatriotas que lucharon contra la intervención imperialista durante la Guerra Civil Rusa (1918-1922). En esta guerra revolucionaria podemos encontrar cantidades ingentes de episodios que destilan drama y heroicidad a raudales. Y si lo que buscaban eran «grandes figuras», ahí estaban militares como Chapáyev, Frunze, Voroshilov, Shchors o Dzerzhinski, u organizadores como el propio Lenin, Stalin, Kalinin o Sverdlov. O, en su defecto, podrían haberse remontado −por ejemplo− a los referentes revolucionarios del siglo XIX, como los decembristas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dimitrov explicaría muy acertadamente la actitud que deben tomar los comunistas respecto a las tergiversaciones históricas y el peligro de estas en fomentar el chovinismo y el fascismo:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los fascistas resuelven la historia de cada pueblo, para presentarse como herederos y continuadores de todo lo que hay de elevado y heroico en su pasado, y explotan todo lo que humilla y ofende a los sentimientos nacionales del pueblo, como arma contra los enemigos del fascismo. En Alemania se publican centenares de libros que no persiguen otro fin que el de falsear la historia del pueblo alemán sobre una pauta fascista. Los flamantes historiadores nacionalsocialistas se esfuerzan en presentar la historia de Alemania como si, bajo el imperativo de una «ley histórica», un hilo conductor marcara, a lo largo de 2.000 años, la trayectoria del desarrollo que ha determinado la aparición en la escena de la historia del «salvador nacional», del «Mesías» del pueblo alemán, el célebre cabo de progenie austriaca. Todos los grandes hombres del pueblo alemán en épocas pasadas se presentan en estos libros como fascistas, y todos los grandes movimientos campesinos, como precursores directos del movimiento fascista. Benito Mussolini se esfuerza obstinadamente en sacar partido de la figura heroica de Giuseppe Garibaldi. Los fascistas franceses tremolan a Juana de Arco como su heroína. Los fascistas estadounidenses apelan a las tradiciones de la guerra de la independencia americana, a las tradiciones de George Washington y de Abraham Lincoln. Los fascistas búlgaros explotan el movimiento de liberación nacional de la década de los 70 del siglo pasado y a los héroes populares tan queridos de este movimiento, como Vasil Levski, Stefan Karadsha, etc. Los comunistas que creen que todo esto no tiene nada que ver con la causa obrera y no hacen nada, ni lo más mínimo, para esclarecer ante las masas trabajadoras el pasado de su propio pueblo con toda fidelidad histórica y el verdadero sentido marxista-leninista-stalinista para entroncar la lucha actual con las tradiciones revolucionarias de su pasado, esos comunistas entregan voluntariamente a los falsificadores fascistas todo lo que hay de valioso en el pasado histórico de la nación, para que engañen a las masas del pueblo». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Advertencias como esta sobre las desastrosas consecuencias ideológicas que puede traer la vanagloria o simplificación de estos referentes históricos nacionales, hace que sea todavía menos comprensible el viraje chovinista que tomaría la URSS en los siguientes años.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Compárese la deriva nacionalista de finales de los años 30, que puso el foco sobre individualidades medievales, con las anteriores obras de los directores soviéticos a principios de la misma década, como por ejemplo la obra de los hermanos Georgi y Sergei Vasíliev: «Chapáyev» (1934), un film basado en la figura homónima, Vasili Chapáyev, el famoso estratega militar bolchevique salido de las filas del campesinado. ¡Son tan parecidos como la noche y el día!</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los chovinistas también suelen aludir al famoso discurso de Stalin en la Plaza Roja de Moscú del 7 noviembre de 1941, ese en el que anima al pueblo a ser «dignos de vuestros ancestros». Y no, no hablamos de Lenin, sino de personajes variopintos que participaron tanto en guerras de liberación nacional como interimperialistas y colonialistas. Para 1941, la recuperación de Dmitri Donskói, Príncipe de Moscú, ya se llevaba produciendo unos años. ¿La excusa? Que expulsó a los tártaros en el siglo XIV. ¿Acaso existía una amenaza mongola-tártara en Oriente? No. En Mongolia, un gobierno socialista amigo y aliado bajo la dirección del pueblo mongol ostentaba el poder. Y los tártaros trabajaban, estudiaban, comían y jugaban junto al resto de habitantes de al menos cuatro repúblicas soviéticas. ¿Cómo se tomarían los camaradas mongoles y tártaros este tipo de recordatorios del todo innecesarios y que, de repente, se volvieron tan recurrentes en la propaganda soviética?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Consideramos que podemos realizar un ejercicio extremadamente rápido e ilustrativo sobre cuál sería el equivalente actual en lo referido a la transigencia con este tipo de desviaciones. Imaginemos que, en pleno siglo XXI, los comunistas franceses que rememoran la lucha contra la ocupación alemana de 1940-44, en lugar reivindicar a héroes populares y comunistas, como Guy Môquet o los luchadores antifascistas españoles participando en la liberación de París, reivindicaran al «honorabilísimo» De Gaulle y los ejércitos que danzaban bajo su Cruz de Lorena. Señores, ¿a qué puede aspirar quien hace algo así? Desde luego, no a una nueva Francia socialista, libre de la clásica falsedad de la burguesía, que prostituye día y noche las palabras «libertad, igualdad y fraternidad». Estamos seguros de que, si algunos socialchovinistas pudieran, restaurarían la Francia de Luis XIV, la hipocresía del imperio napoleónico, el Régimen de Vichy, la demagogia «nacionalsocialista» de Doriot y, si aún pudieran hacer más, hasta desatarían una nueva Matanza de San Bartolomé. Por eso es tan importante combatir al chovinismo dentro y fuera de las filas comunistas.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En este discurso del 7 de noviembre de 1941, Stalin también reverenciaba al Conde Alexandr Suvórov, quien, a las órdenes de Catalina II, lideró la Guerra ruso-turca (1787-1791) y también reprimió el levantamiento polaco de 1794 −con la consiguiente tercera repartición de Polonia−; y a Mijaíl Kutúzov, que también participó en las campañas polacas y frenó la invasión napoleónica de 1812 en la batalla de Borodinó junto a Piotr Bagration −noble georgiano en honor al cual nombraron la famosa y decisiva ofensiva soviética de 1944−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Y bien? ¿Esto es algo correcto «porque lo dijo Stalin»? Es gracioso, dado que los socialchovinistas intentan utilizar el «argumento de autoridad» de esta figura cuando refuerza su chovinismo, pero lo descartan cuando alguien recurre a él en defensa de la «autodeterminación de todos los pueblos», la «cooficialidad lingüística» o cuando apuesta por la federación como «solución política para la unión voluntaria de pueblos». De la boca de Stalin también tenemos discursos rotundamente explícitos, especialmente entre los años 20 y 30, que hablan sobre castigar todo chovinismo ruso que se ejerza hacia naciones históricamente despreciadas, como la ucraniana y bielorrusa −lo que en España podrían ser las naciones catalana o vasca−. ¿Y qué ocurre? Cuando un revolucionario recuerda y reivindica a «este Stalin» más «clásico», más «bolchevique», califican el argumento como una «infantil» y «traidora» incitación al «separatismo». En suma, unas veces quieren que «no nos salgamos de la letra ni lo más mínimo» −castigando el pensamiento autónomo−; otras, huyen como de la peste de la propia lógica contenida en los textos y discursos de estas figuras clave, todo porque su esencia internacionalista no conjuga con los intereses identitarios provincianos de estos pobres palurdos. Pero, volvamos a estas manifestaciones concretas en la URSS para entender el enorme giro que hubo: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los orígenes del nuevo enfoque de la propaganda se remontan a 1928, cuando Máximo Gorki y su gente de ideas afines, preocupados por movilizar a la sociedad, decidieron que sería mejor usar ejemplos de heroísmo tomados de la vida cotidiana para popularizar una forma de propaganda masiva y públicamente disponible. (...) Los nombres de Avel Yenukidze, Gueorgui Piatakov, Nikolai Antipov, Aleksandr Kosarev, Aleksandr Yegórov, Mijaíl Tujachevski, Stanislav Kosior, Faizulla Khodzhaev, Guénrij Yagoda, Yakov Peters y otros ganaron rápidamente una gran popularidad. Este énfasis en el «heroísmo cotidiano» de individuos específicos fue el tema central del Primer Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos, celebrado en 1934, inmediatamente después de que el XVIIº Congreso del Partido Bolchevique de los «ganadores» anunciara la finalización exitosa de la primera fase de industrialización y colectivización. Ahora bien, este tipo de propaganda de movilización tenía que cambiar las actitudes esquemáticas de la década de 1920 y la glorificación de la lucha de clases abierta del primer plan quinquenal; su producto fue la corriente de la literatura que desarrolló y enriqueció el panteón de los héroes soviéticos. Sin decir una palabra sobre el tema del «rusismo» −las excepciones estaban relacionadas sólo con la atención que a veces se prestaba a los «demócratas radicales» del siglo XIX: Alexander Pushkin, Nikolái Chernishévski y Nikolái Dobroliúbov−, esta campaña de propaganda construyó una línea que, en retrospectiva, podría llamarse «multinacional»: se trataba de la popularización de numerosos miembros del partido no rusos y trabajadores de choque, cuyo valor era de forma nacional al tiempo que encajaba perfectamente en las tareas de la creación socialista. Al mismo tiempo, diferentes nacionalidades soviéticas fueron dotadas de nuevas narrativas históricas. En estas historias populares, los levantamientos regionales contra el colonialismo zarista −por ejemplo, los movimientos liderados por Imam Shamil o Amangeldy Imanov− se equipararon con los disturbios campesinos de Yemelyan Pugachov y Stepan Razin. Asimismo, los disturbios laborales en Bakú y Tiflis fueron vistos como parte de la misma tradición revolucionaria «de barricadas» que paralizaron Moscú y San Petersburgo en 1905». (David Brandenberge; El populismo stalinista y la creación involuntaria de la identidad nacional rusa, 2010)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Más tarde, en cambio, la perspectiva cambió radicalmente:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Pero el triunfo completo de esta nueva propaganda populista nunca se logró, ya que el yezhovismo [Nota de Bitácora (M-L): el término se refiere al periodo en el que Nikolái Yezhov dirigió el Comisariado del Pueblo de Asuntos Internos, (NKVD) por sus siglas en ruso, durante la época de las purgas más arbitrarias y desmedidas], que comenzó en la segunda mitad de 1936, se llevó no solo a la mayoría del personal militar y del partido más experimentado, sino también a los representantes más destacados del nuevo panteón del heroísmo soviético. La campaña para glorificar la «amistad de los pueblos» también se derrumbó. Durante este período, que absorbió a Yenukidze, Antipov, Piatakov, Kosarev, Tujachevski, Kosior y muchos otros, lo que se había promovido en las repúblicas en años anteriores como una práctica de «indigenización» se ha convertido ahora en la base de las acusaciones de «nacionalismo burgués». Es curioso que, al mismo tiempo, las maldiciones de la prensa soviética contra el «chovinismo de gran potencia» que había estado de servicio hasta entonces, fueron silenciosamente reemplazadas por la rehabilitación gradual de mitos, leyendas e imágenes extraídas del pasado nacional ruso. Nuevos nombres, desde Alejandro Nevski, Pedro el Grande, hasta Aleksandr Suvórov y Mijaíl Kutúzov, se han unido al cada vez más reducido panteón de héroes, reemplazando a las celebridades soviéticas que han sido víctimas de la represión. En 1938, esta exaltación de lo «ruso» se convirtió en indicaciones uniformes del pueblo ruso como «primus inter pares» en el más histórico, heroico y revolucionario de los pueblos soviéticos. El cambio hacia el «pasado útil» de la Rusia prerrevolucionaria, que se hizo evidente en el período anterior a la guerra, se hizo aún más notable en las primeras semanas de la guerra que comenzó en 1941, cuando los ideólogos soviéticos intentaron levantar a la sociedad para luchar contra el enemigo por cualquier medio. Luego, los propagandistas del partido hicieron una serie de concesiones pragmáticas, en particular con respecto a la Iglesia Ortodoxa Rusa, los pueblos de las repúblicas nacionales y los aliados capitalistas en el extranjero, pero todos estos gestos parecían pálidos en el contexto de los enormes recursos invertidos en el pasado nacional ruso». (David Brandenberge; El populismo stalinista y la creación involuntaria de la identidad nacional rusa, 2010)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con lo visto hasta aquí, es suficiente para que el lector perciba una cierta «irracionalidad» en el cambio de rumbo que hubo con relación a la cuestión nacional. Pareciera que en general los axiomas ideológicos y metodológicos que levantaron el proyecto soviético comenzaron a resquebrajarse. A priori pudiéramos tener en cuenta −para entender que no justificar− la existencia de diversos factores que propiciaron el crecimiento progresivo del nacionalismo ruso en detrimento del internacionalismo proletario: el belicismo internacional de las potencias aquellos años, la amenaza de la guerra e intervención extranjera, la pérdida de cuadros por las purgas de los años 1936-39, etcétera. Pero ninguna de estas causas puede servir para excusar la deriva por lo siguiente: más allá de los diversos factores que podamos enumerar y relacionar con esta deriva ideológica, no podemos admitir que exista justificación alguna, pues esta nueva ruta implicaba una abierta transgresión de los principios marxistas, por tanto, la responsabilidad de los dirigentes del Partido Bolchevique está ahí, algo de lo que hasta un cuadro promedio debería haberse dado cuenta. Esta incompatibilidad se refleja en los actos contradictorios del mismo Stalin, quien pareció olvidar de la noche a la mañana las enseñanzas leninistas sobre cuestión nacional que él mismo defendió a capa y espada en su día. Tanto él como otros cuadros veteranos se dejaron llevar por este creciente estado de ánimo que glorificaba a la nación rusa sobre el resto de pueblos de dentro y fuera de la URSS. Sin embargo, su deber, como la del conjunto de dirigentes, era defender a ultranza el internacionalismo, reivindicar el heroísmo proletario de todas las naciones e instigar a la previsible lucha que se avecinaba bajo tales axiomas. Sea como fuere, queda claro que, llegados a este punto, la nueva postura oficial comprometía la continuidad del proyecto soviético como hasta entonces se había planteado, lo que implicaría, cómo no, crear una desconfianza entre pueblos que, en unas décadas más tarde, acabaría poniendo en jaque este Estado multinacional creado en 1922</span><span style="font-family: georgia;">». (Equipo de Bitácora (M-L); </span><span style="font-family: georgia; text-align: left;">Análisis crítico sobre la experiencia soviética, 2021</span><span style="font-family: georgia;">)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-61922590179371821782023-10-31T20:21:00.014+01:002023-11-04T16:20:02.774+01:00¿Qué condiciones históricas crean la sociedad capitalista y la diferencian de otros modos de producción?<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOfUwfx-8ZfCv9IKtO-KTCX8WaLED8Lm-hOQyG7X9xJbTkFBjhy5r8q9Ca1criw4n0-zHEkimOQnVSdcuq6uRNkKIqCO9w1CaqH-S5dgNL-4KOjw0iPLEMXQGPw0j2819UFfX1sZgmnd7GsW3Z04m7ByhzRKH-l31BkofpD1AUkYEeg2hZb937y4C60Vwo/s1280/session-attachment-2023-10-09-234013.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1235" data-original-width="1280" height="618" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOfUwfx-8ZfCv9IKtO-KTCX8WaLED8Lm-hOQyG7X9xJbTkFBjhy5r8q9Ca1criw4n0-zHEkimOQnVSdcuq6uRNkKIqCO9w1CaqH-S5dgNL-4KOjw0iPLEMXQGPw0j2819UFfX1sZgmnd7GsW3Z04m7ByhzRKH-l31BkofpD1AUkYEeg2hZb937y4C60Vwo/w640-h618/session-attachment-2023-10-09-234013.jpeg" width="640" /></a></span></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span>«</span></span><span style="font-family: georgia;">El intercambio de mercancías comienza allí donde termina la comunidad, allí donde ésta entra en contacto con otras comunidades o con los miembros de otras comunidades. Y, tan pronto como las cosas adquieren carácter de mercancías en las relaciones de la comunidad con el exterior, este carácter se adhiere a ellas también, de rechazo, en la vida interior de la comunidad. Por el momento, la proporción cuantitativa en que se cambian es algo absolutamente fortuito. Lo que las hace susceptibles de ser cambiadas es el acto de voluntad por el que sus poseedores deciden enajenarlas mutuamente. No obstante, la necesidad de objetos útiles ajenos va arraigando, poco a poco. A fuerza de repetirse constantemente, el intercambio se convierte en un proceso social periódico. A partir de un determinado momento, es obligado producir, por lo menos, una parte de los productos del trabajo con la intención de servirse de ellos para el cambio. A partir de este momento, se consolida la separación entre la utilidad de los objetos para las necesidades directas de quien los produce y su utilidad para ser cambiados por otros. Su valor de uso se divorcia de su valor de cambio. Esto, de una parte. De otra, nos encontramos con que es su propia producción la que determina la proporción cuantitativa en que se cambian. La costumbre se encarga de plasmarlos como magnitudes de valor. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="text-align: left;"><span style="text-align: justify;">En el acto de intercambio directo de productos, toda mercancía es directamente un medio de cambio para su poseedor y un equivalente para quien no la posee, pero sólo en cuanto tenga para él un valor de uso. Por tanto, el artículo de cambio no cobra todavía una forma de valor independiente de su propio valor de uso o de la necesidad individual de las personas que intervienen en el acto del cambio. Al multiplicarse el número y la variedad de las mercancías lanzadas al proceso de cambio es cuando se desarrolla la necesidad de esta forma. El problema se plantea a la par que se dan los medios para su solución. Jamás encontraremos un mercado en que los poseedores de mercancías cambien y comparen sus artículos con otros de diversa calidad sin que estas diversas mercancías sean cambiadas y comparadas como valores por sus diversos poseedores, dentro de sus relaciones comerciales con una tercera clase de mercancías, siempre la misma. Pues bien, esta tercera mercancía, convertida en equivalente de otras diversas, asume directamente, aunque dentro de límites reducidos, la forma de equivalente general o social. Esta forma de equivalente general nace y desaparece con el contacto social momentáneo que la engendró. Encarna en ésta o la otra mercancía, de un modo pasajero y fugaz. Pero, al desarrollarse el cambio de mercancías, se incorpora con carácter exclusivo y firme a determinadas clases de mercancías o cristaliza en la forma dinero. A qué clase de mercancías permanezca adherida es algo fortuito. Hay, sin embargo, dos hechos que desempeñan, a grandes rasgos, un papel decisivo. La forma dinero se adhiere, bien a los artículos más importantes de cambio procedentes de fuera, que son, en realidad, otras tantas formas o manifestaciones naturales del valor de cambio de los productos de dentro, bien a aquel objeto útil que constituye el elemento fundamental de la riqueza enajenable en el interior de la comunidad, véase el ganado. Es en los pueblos nómadas donde primero se desarrolla la forma dinero, por dos razones: porque todo su ajuar es móvil y presenta, por tanto, la forma directamente enajenable, y porque su régimen de vida los hace entrar constantemente en contacto con comunidades extranjeras, poniéndolos así en el trance de cambiar con ellas sus productos. Los hombres han convertido muchas veces al mismo hombre, bajo forma de esclavo, en material primitivo de dinero, pero nunca a la tierra. Esta idea sólo podía presentarse en una sociedad burguesa ya desarrollada. Es una idea que data del último tercio del siglo XVII y que sólo se intentó llevar a la práctica sobre un plano nacional, un siglo más tarde, en la revolución burguesa de Francia. (...)</span></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="text-align: left;">La reflexión acerca de las formas de la vida humana, incluyendo por tanto el análisis
científico de ésta, sigue en general un camino opuesto al curso real de las cosas. Comienza
post festum y arranca, por tanto, de los resultados preestablecidos del proceso histórico. Las </span><span style="text-align: left;">formas que convierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural,
presuponen la circulación de éstas, poseen ya la firmeza de formas naturales de la vida social
antes de que los hombres se esfuercen por explicarse, no el carácter histórico de estas formas,
que consideran ya algo inmutable, sino su contenido. Así se comprende que fuese
simplemente el análisis de los precios de las mercancías lo que llevó a los hombres a
investigar la determinación de la magnitud del valor, y la expresión colectiva en dinero de las
mercancías lo que les movió a fijar su carácter valorativo. Pero esta forma acabada del mundo
de las mercancías –la forma dinero–, lejos de revelar el carácter social de los trabajos
privados y, por tanto, las relaciones sociales entre los productores privados, lo que hace es
encubrirlas. Si digo que la levita, las botas, etc., se refieren al lienzo como a la materialización
general de trabajo humano abstracto, enseguida salta a la vista lo absurdo de este modo de
expresarse. Y sin embargo, cuando los productores de levitas, botas, etc., refieren estas
mercancías al lienzo –o al oro y la plata, que para el caso es lo mismo– como equivalente
general, refieren sus trabajos privados al trabajo social colectivo bajo la misma forma absurda
y disparatada.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Estas formas son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la producción de mercancías. Por eso, todo el misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que nimban los productos del trabajo basados en la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los desplazamos a otras formas de producción. <span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y ya que la economía política gusta tanto de las robinsonadas [32] observemos ante todo a
Robinson en su isla. Pese a su innata sobriedad, Robinson tiene forzosamente que satisfacer
toda una serie de necesidades que se le presentan, y esto le obliga a ejecutar diversos trabajos
útiles: fabrica herramientas, construye muebles, domestica llamas, pesca, caza etc. Y no
hablamos del rezar y de otras cosas por el estilo, pues nuestro Robinson se divierte con ello y
considera esas tareas como un goce. A pesar de toda la diversidad de sus funciones
productivas, él sabe que no son más que diversas formas o modalidades del mismo Robinson,
es decir, diversas manifestaciones de trabajo humano. El mismo agobio en que vive le obliga a
distribuir minuciosamente el tiempo entre sus diversas funciones. El que unas ocupan más
sitio y otras menos, dentro de su actividad total, depende de las dificultades mayores o
menores que tiene que vencer para alcanzar el resultado útil apetecido. La experiencia se lo
enseña así, y nuestro Robinson que ha logrado salvar del naufragio reloj, libro de cuentas, tinta
y pluma, se apresura, como buen inglés, a contabilizar su vida. En su inventario figura una
relación de los objetos útiles que posee, de las diversas operaciones que reclama su
producción y finalmente del tiempo de trabajo que exige, por término medio, la elaboración de
determinadas cantidades de estos diversos productos. Tan claras y tan sencillas son las
relaciones que median entre Robinson y los objetos que forman su riqueza, riqueza salida de
sus propias manos, que hasta un señor M. Wirth podría comprenderlas sin estrujar mucho el
caletre. Y, sin embargo, en esas relaciones se contienen ya todos los factores sustanciales del
valor. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Trasladémonos ahora de la luminosa isla de Robinson a la tenebrosa Edad Media europea.
Aquí, el hombre independiente ha desaparecido; todo el mundo vive sojuzgado: siervos y
señores de la gleba, vasallos y señores feudales, seglares y eclesiásticos. La sujeción personal caracteriza, en esta época, así las condiciones sociales de la producción material como las
relaciones de vida cimentadas sobre ella. Pero, precisamente por tratarse de una sociedad
basada en los vínculos personales de sujeción, no es necesario que los trabajos y los productos
revistan en ella una forma fantástica distinta de su realidad. Aquí, los trabajos y los productos
se incorporan al engranaje social como servicios y prestaciones. Lo que constituye la forma
directamente social del trabajo es la forma natural de éste, su carácter concreto, y no su
carácter general, como en el régimen de producción de mercancías. El trabajo del vasallo se
mide por el tiempo, ni más ni menos que el trabajo productivo de mercancías, pero el siervo
sabe perfectamente que es una determinada cantidad de su fuerza personal de trabajo la que
invierte al servicio de su señor. El diezmo abonado al clérigo es harto más claro que las
bendiciones de éste. Por tanto, cualquiera que sea el juicio que nos merezcan los papeles que
aquí representan unos hombres frente a otros, el hecho es que las relaciones sociales de las
personas en sus trabajos se revelan como relaciones personales suyas, sin disfrazarse de
relaciones sociales entre las cosas, entre los productos de su trabajo. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para estudiar el trabajo común, es decir, directamente socializado, no necesitamos
remontarnos a la forma primitiva del trabajo colectivo que se alza en los umbrales históricos
de todos los pueblos civilizados [33]. La industria rural y patriarcal de una familia campesina, de
esas que producen trigo, ganado, hilados, lienzo, prendas de vestir, etc., para sus propias
necesidades, nos brinda un ejemplo mucho más al alcance de la mano. Todos esos artículos
producidos por ella representan para la familia otros tantos productos de su trabajo familiar,
pero no guardan entre sí relación de mercancías. Los diversos trabajos que engendran estos
productos, la agricultura y la ganadería, el hilar, el tejer y el cortar, etc., son, por su forma
natural, funciones sociales, puesto que son funciones de una familia en cuyo seno reina una
división propia y elemental del trabajo, ni más ni menos que en la producción de mercancías.
Las diferencias de sexo y edad y las condiciones naturales del trabajo, que cambian al cambiar
las estaciones del año, regulan la distribución de esas funciones dentro de la familia y el
tiempo que los individuos que la componen han de trabajar. Pero aquí, el gasto de las fuerzas
individuales de trabajo, graduado por su duración en el tiempo, reviste la forma lógica y
natural de un trabajo determinado socialmente, ya que en este régimen las fuerzas individuales
de trabajo sólo actúan de por sí como órganos de la fuerza colectiva de trabajo de la familia. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Finalmente, imaginémonos, para variar, una asociación de hombres libres que trabajen con
medios colectivos de producción y que desplieguen sus numerosas fuerzas individuales de
trabajo, con plena conciencia de lo que hacen, como una gran fuerza de trabajo social. En esta
sociedad se repetirán todas las normas que presiden el trabajo de un Robinson, pero con
carácter social y no individual. Los productos de Robinson eran todos producto personal y
exclusivo suyo, y por tanto objetos directamente destinados a su uso. El producto colectivo de
la asociación a que nos referimos es un producto social. Una parte de este producto vuelve a
prestar servicio bajo la forma de medios de producción. Sigue siendo social. Otra parte es
consumida por los individuos asociados, bajo forma de medios de vida. Debe, por tanto, ser
distribuida. El carácter de esta distribución variará según el carácter especial del propio
organismo social de producción y con arreglo al nivel histórico de los productores. Partiremos,
sin embargo, aunque sólo sea a título de paralelo con el régimen de producción de mercancías,
del supuesto de que la participación asignada a cada productor en los medios de vida depende
de su tiempo de trabajo. En estas condiciones, el tiempo de trabajo representaría, como se ve, una doble función. Su distribución con arreglo a un plan social servirá para regular la proporción adecuada entre las diversas funciones del trabajo y las distintas necesidades. De otra parte
y simultáneamente, el tiempo de trabajo serviría para graduar la parte individual del productor
en el trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también colectivo destinada al
consumo. Como se ve, aquí las relaciones sociales de los hombres con su trabajo y los
productos de su trabajo son perfectamente claras y sencillas, tanto en lo tocante a la
producción como en lo que se refiere a la distribución. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Para una sociedad de productores de mercancías, cuyo régimen social de producción
consiste en comportarse respecto a sus productos como mercancías, es decir como valores, y
en relacionar sus trabajos privados, revestidos de esta forma material, como modalidades del
mismo trabajo humano, la forma de religión más adecuada es, indudablemente, el
cristianismo, con su culto del hombre abstracto, sobre todo en su modalidad burguesa, bajo la
forma de protestantismo, deísmo, etc. En los sistemas de producción de la antigua Asia y de
otros países de la Antigüedad, la transformación del producto en mercancía, y por tanto la
existencia del hombre como productor de mercancías, desempeña un papel secundario, aunque
va cobrando un relieve cada vez más acusado a medida que aquellas comunidades se acercan a
su fase de muerte. Sólo enquistados en los intersticios del mundo antiguo, como los dioses de
Epicuro o los judíos en los poros de la sociedad polaca, nos encontramos con verdaderos
pueblos comerciales. Aquellos antiguos organismos sociales de producción son
extraordinariamente más sencillos y más claros que el mundo burgués, pero se basan, bien en
el carácter rudimentario del hombre ideal, que aún no se ha desprendido del cordón umbilical
de su enlace natural con otros seres de la misma especie, bien en un régimen directo de
señorío y esclavitud. Están condicionados por un bajo nivel de progreso de las fuerzas
productivas del trabajo y por la natural falta de desarrollo del hombre dentro de su proceso
material de producción de vida, y, por tanto, de unos hombres con otros y frente a la
naturaleza. Esta timidez real se refleja de un modo ideal en las religiones naturales y populares
de los antiguos. El reflejo religioso del mundo real sólo podrá desaparecer para siempre
cuando las condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres
relaciones claras y racionales entre sí y respecto a la naturaleza. La forma del proceso social
de vida, o lo que es lo mismo, del proceso material de producción, sólo se despojará de su halo
místico cuando ese proceso sea obra de hombres libremente socializados y puesta bajo su
mando consciente y racional. Mas, para ello, la sociedad necesitará contar con una base
material o con una serie de condiciones materiales de existencia, que son, a su vez, fruto
natural de una larga y penosa evolución. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La economía política ha analizado, indudablemente, aunque de un modo imperfecto [34], el
concepto del valor y su magnitud, descubriendo el contenido que se escondía bajo estas
formas. Pero no se le ha ocurrido preguntarse siquiera por qué este contenido reviste aquella
forma, es decir, por qué el trabajo toma cuerpo en el valor y por qué la medida del trabajo
según el tiempo de su duración se traduce en la magnitud de valor del producto del trabajo [35]. Trátase de fórmulas que llevan estampado en la frente su estigma de fórmulas propias de un
régimen de sociedad en que es el proceso de producción el que manda sobre el hombre, y no
éste sobre el proceso de producción; pero la conciencia burguesa de esa sociedad las considera
como algo necesario por naturaleza, lógico y evidente como el propio trabajo productivo. Por eso, para ella, las formas preburguesas del organismo social de producción son algo así como
lo que para los padres de la Iglesia, véase las religiones anteriores a Cristo [36]</span><span style="font-family: georgia;">.(...) </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Las categorías económicas que hemos estudiado dejan también su huella histórica. En la existencia del producto como mercancía van implícitas condiciones históricas determinadas. Para convertirse en mercancía, es necesario que el producto no se cree como medio directo de subsistencia para el propio productor. Si hubiéramos seguido investigando hasta averiguar bajo qué condiciones los productos todos o la mayoría de ellos revisten la forma de mercancía, habríamos descubierto que esto sólo acontece a base de un régimen de producción específico y concreto, el régimen de producción capitalista. Pero esta investigación no tenía nada que ver con el análisis de la mercancía. En efecto, puede haber producción y circulación de mercancías aunque la inmensa mayoría de los artículos producidos se destinen a cubrir las propias necesidades de sus productores, sin convertirse por tanto en mercancías, es decir, aunque el proceso social de la producción no esté presidido todavía en todas sus partes por el valor de cambio. La transformación del producto en mercancía lleva consigo una división del trabajo dentro de la sociedad tan desarrollada, que en ella se consuma el divorcio entre el valor de uso y el valor de cambio, que en la fase del trueque directo no hace más que iniciarse. Pero esta fase de progreso se presenta ya en las más diversas formaciones económicas sociales de que nos habla la historia. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si analizamos el dinero, vemos que éste presupone un cierto nivel de progreso en el cambio de mercancías. Las diversas formas especiales del dinero: simple equivalente de mercancías, medio de circulación, medio de pago, atesoramiento y dinero mundial, apuntan, según el alcance y la primacía relativa de una u otra función, a fases muy diversas del proceso de producción social. Sin embargo, la experiencia enseña que, para que todas estas formas existan, basta con una circulación de mercancías relativamente poco desarrollada. No acontece así con el capital. Las condiciones históricas de existencia de éste no se dan, ni mucho menos, con la circulación de mercancías y de dinero. El capital solo surge allí donde el poseedor de medios de producción y de vida encuentra en el mercado al obrero libre como vendedor de su fuerza de trabajo, y esta condición histórica envuelve toda una historia universal. Por eso el capital marca, desde su aparición, una época en el proceso de la producción social [42]</span><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">». (</span></span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Karl%20Marx" style="font-family: georgia; text-align: left;">Karl Marx</a><span style="font-family: georgia; text-align: left;">; </span><a href="http://biblio3.url.edu.gt/Libros/CAPTOM1.pdf" style="font-family: georgia;">El Capital, Tomo I</a><span style="font-family: georgia; text-align: left;">, 1867)</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><b>Anotaciones de la edición:</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[32] Nota a la 2° edición. Tampoco en Ricardo falta la consabida estampa robinsoniana: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i style="text-align: left;">«</i><i>Al pescador y al cazador
primitivos nos los describe inmediatamente cambiando su pescado y su caza como poseedores de mercancías,
con arreglo a la proporción del tiempo de trabajo materializado en estos valores de cambio, e incurre en el
anacronismo de presentar a su cazador y pescador primitivos calculando el valor de sus instrumentos de trabajo
sobre las tablas de anualidades que solían utilizarse en 1817 en la Bolsa de Londres. Los </i></span><i style="font-family: georgia; text-align: left;">«</i><i style="font-family: georgia;">paralelogramos del
señor Owen</i><i style="font-family: georgia;">»</i><i style="font-family: georgia;"> parecen ser la única forma de sociedad que este autor conoce, fuera de la burguesa». (Karl Marx; Contribución a la crítica de la economía política, 1859) </i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[33] Nota a la 2° edición:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="text-align: left;"><i>«</i></span><i>Es un prejuicio ridículo, extendido en estos últimos tiempos, el de que la forma de la
propiedad colectiva natural sea una forma específicamente eslava, más aún, exclusivamente rusa. Es la forma
primitiva que encontramos, como puede demostrarse, entre los romanos, los germanos y los celtas, y todavía hoy
los indios nos podrían ofrecer todo un mapa con múltiples muestras de esta forma de propiedad, aunque en
estado ruinoso algunas de ellas. Un estudio minucioso de las formas asiáticas, y especialmente de las formas
indias de propiedad colectiva, demostraría cómo de las distintas formas de la propiedad colectiva natural se
derivan distintas formas de disolución de este régimen. Así por ejemplo, los diversos tipos originales de
propiedad privada romana y germánica tienen su raíz en diversas formas de la propiedad colectiva india</i><i>». (Karl Marx; Contribución a la crítica de la economía política, 1859) </i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[34] Cuán insuficiente es el análisis que traza Ricardo de la magnitud del valor –y el suyo es el menos malo–
lo veremos en los libros tercero y cuarto de esta obra. Por lo que se refiere al valor en general, la economía
política clásica no distingue jamás expresamente y con clara conciencia de lo que hace el trabajo materializado en
el valor y el que toma cuerpo en el valor de uso de su producto. De hecho, traza, naturalmente, la distinción,
puesto que en un caso considera el trabajo cuantitativamente y en otro caso desde un punto de vista cualitativo.
Pero no se le ocurre pensar que la simple diferencia cuantitativa de varios trabajos presupone su unidad o
igualdad cualitativa, y por tanto, su reducción a trabajo humano abstracto. Ricardo, por ejemplo, se muestra de
acuerdo con Destutt de Tracy, cuando dice: </span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Siendo evidente que no tenemos más riqueza originaria que nuestras
capacidades físicas y espirituales, el uso de estas capacidades, una cierta especie de trabajo, constituye nuestro
tesoro originario; este uso es el que crea todas las cosas a que damos el nombre de riquezas... Además, es
evidente que todas esas cosas no representan más que el trabajo que las ha creado, y si poseen un valor, o
incluso dos valores distintos, es gracias al del −al valor del− trabajo de que brotan</span><span style="font-family: georgia;">»</span><span style="font-family: georgia;">. (Destutt de Tracy; Elementos de ideología, 1826)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Véase Ricardo «The Principles of Political Economy» (1821). Advertimos de pasada que Ricardo atribuye a Destutt un sentido profundo que es ajeno a
él. Es cierto que Destutt dice, de una parte, que todas aquellas cosas que forman la riqueza </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">representan el
trabajo que las ha creado</span><i style="font-family: georgia;">»</i><span style="font-family: georgia;">, pero por otra parte dice que obtienen sus </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">dos valores distintos</span><i style="font-family: georgia;">»</i><span style="font-family: georgia;"> </span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">el valor de uso y el
valor de cambio</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;"> del </span><span style="font-family: georgia;">«</span><span style="font-family: georgia;">valor del trabajo</span><i style="font-family: georgia;">»</i><span style="font-family: georgia;">. Cae por tanto en la simpleza de la economía vulgar, al presuponer el
valor de una mercancía −aquí, el trabajo</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;"> para luego determinar, partiendo de él, el valor de las demás. Ricardo le
interpreta en el sentido de que tanto el valor de uso como el valor de cambio representan trabajo </span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">trabajo y no
valor de éste</span><span style="font-family: georgia;">−</span><span style="font-family: georgia;">. Pero ni él mismo distingue el doble carácter del trabajo, representado de ese doble modo, como lo
demuestra el que en todo el capítulo titulado «El valor y la riqueza, sus características distintivas</span><i style="font-family: georgia;">»</i><span style="font-family: georgia;">, no hace más
que darle vueltas, fatigosamente, a las vulgaridades de un J. B. Say. Por eso, al terminar, se muestra
completamente asombrado de que Destutt esté de acuerdo con él acerca del trabajo como fuente del valor,
entendiéndose al mismo tiempo con Say al definir el concepto de éste.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[36] <span style="text-align: left;">Nota a la 2° ed. Hasta qué punto tergiversan las diversas funciones del dinero los mejores autores sobre esta
materia, lo demuestra, por ejemplo, el siguiente pasaje tomado de Fullarton: </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"><i>«</i></span><i><span style="font-family: georgia;">Por lo que se refiere a las
transacciones que se realizan en el interior de nuestro país, todas las funciones del dinero que generalmente
corren a cargo de monedas de oro o plata pueden realizarse con la misma eficacia por medio de una circulación
de billetes incanjeables que no posean más valor que este valor artificial y basado en la convención que les
asigna la ley: hecho éste que, a nuestro juicio, nadie podrá negar: un valor de esta naturaleza resolvería todos los
problemas de un valor interior y haría incluso inútil la existencia de un patrón de valor, siempre y cuando que la
cantidad representada por sus emisiones se mantuviese dentro de los límites convenientes</span></i><i style="font-family: georgia; text-align: justify;">»</i><i><span style="font-family: georgia;">. (Fullarton; Regulation of Currencies, 2° ed., Londres, 1845)</span></i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">Es decir que, según este autor, por el mero hecho de que
se la pueda sustituir en la circulación por un simple signo de valor, la mercancía dinero es inútil como medida de
valores y patrón de precios</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[42] Enrique III, rey cristianísimo de Francia, despojó a los conventos, etc., de sus reliquias, para convertirlas en dinero. Y sabido es el papel que desempeñó en la historia de Grecia el robo de los tesoros del templo de Delfos por los focios. Nadie ignora que en la antigüedad el dios de las mercancías moraba en los templos. Estos eran los «Bancos sagrados<i>»</i> de la época. Para los fenicios, pueblo comercial por excelencia, el dinero era la forma abstracta de todas las cosas. Era, pues, lógico que las doncellas que en las fiestas de la diosa del amor se entregaran a los hombres, ofrendasen a la diosa las monedas recibidas en pago.</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-88283628496689409952023-10-17T06:10:00.000+02:002023-10-17T17:10:10.563+02:00La aparición del bolchevismo y su trato de la cuestión nacional; Equipo de Bitácora (M-L), 2020<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb-1PRraiN444ZUGuFJUNpYdazGgffT212qaRyqWrwIlWejRxhfKpPTFUdvinaIJVcTTIoINyQon66MHVwWYlXuwpUIti4242Vz2APiXQeji-eHjHgs1KwVltVwzeSKLvU0EUrnaNA13uu/s1600/c4e773f06b2939bd6055699ed0e18990.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><span style="font-family: georgia;"><img border="0" data-original-height="480" data-original-width="640" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjb-1PRraiN444ZUGuFJUNpYdazGgffT212qaRyqWrwIlWejRxhfKpPTFUdvinaIJVcTTIoINyQon66MHVwWYlXuwpUIti4242Vz2APiXQeji-eHjHgs1KwVltVwzeSKLvU0EUrnaNA13uu/s640/c4e773f06b2939bd6055699ed0e18990.jpg" width="640" /></span></a></div>
<span style="font-family: georgia;"><br />
</span><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span>«</span></span><span style="font-family: georgia;">La cuestión nacional es de vital importancia para todo movimiento político emancipatorio de la clase obrera y para toda persona progresista honestamente comprometida con la transformación de la sociedad capitalista en otra donde prime la racionalidad y la humanidad. Estudiando esta cuestión, se llega necesariamente al derecho de autodeterminación de los pueblos, el cual será abanderado por todo marxista de ayer y de hoy, pues el «internacionalismo» se deriva del conocimiento de que el destino de todos los pueblos está entrelazado, siendo necesaria la colaboración, pero con consciencia de la identidad de cada pueblo y de su autonomía para determinar los asuntos que le sean propios, tanto en la época de la revolución, promoviendo la alianza internacional de la clase trabajadora, con una estrategia común y un planteamiento adaptado a cada nación, como en la etapa posterior donde los pueblos socialistas deben marchar unidos solidariamente en la construcción de su proyecto común, sin que ello implique ningún tipo de integración o separación forzosa, sino una colaboración solidaria y respetuosa con el derecho a la independencia de los pueblos para gobernarse a sí mismos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por lo tanto, en las páginas siguientes presentaremos al lector una introducción a las aportaciones de los bolcheviques en materia nacional, pues sus discusiones, experiencia −tanto sus aciertos como sus errores− e investigaciones, resultan hoy de gran utilidad para la formación de los revolucionarios y el desarrollo de nuestro programa político. Así pues, empecemos por plantearnos: ¿cuál ha sido la postura histórica de los bolcheviques sobre el derecho de autodeterminación?</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los obreros están interesados en la fusión completa de todos sus camaradas en un ejército internacional único, en su rápida y definitiva liberación de la esclavitud moral a que la burguesía los somete, en el pleno y libre desarrollo de las fuerzas espirituales de sus hermanos, cualquiera que sea la nación a que pertenezcan. Por eso, los obreros luchan y lucharán contra todas las formas de la política de opresión de las naciones, desde las más sutiles hasta las más burdas, al igual que contra todas las formas de la política de azuzamiento de unas naciones contra otras. (…) Luchando por el derecho de autodeterminación de las naciones, la socialdemocracia se propone como objetivo poner fin a la política de opresión de las naciones, hacer imposible esta política y, con ello, minar las bases de la lucha entre las naciones, atenuarla, reducirla al mínimo. En esto se distingue esencialmente la política del proletariado consciente de la política de la burguesía, que se esfuerza por ahondar y fomentar la lucha nacional, por prolongar y agudizar el movimiento nacional. Por eso, precisamente, el proletariado consciente no puede colocarse bajo la bandera «nacional» de la burguesía». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El marxismo y la cuestión nacional, 1913)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ante la confusión de la época, causada por el ascenso del chovinismo nacional entre las filas de los partidos socialdemócratas de la II Internacional, los bolcheviques habían esgrimido toda una línea científica, clara y comprensible para los revolucionarios de su tiempo sobre la problemática nacional. Lenin sintetizó así esta difícil cuestión:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sí, indiscutiblemente debemos luchar contra toda opresión nacional. No, indiscutiblemente no debemos luchar por cualquier desarrollo nacional, por la «cultura nacional» en general. El desarrollo económico de la sociedad capitalista nos muestra en todo el mundo ejemplos de movimientos nacionales que no han llegado a desarrollarse plenamente, ejemplos de grandes naciones formadas a partir de varias pequeñas o en detrimento de algunas pequeñas naciones, ejemplos de asimilación de naciones. El principio por el que se rige el nacionalismo burgués es el desarrollo de la nacionalidad en general; de aquí el carácter exclusivo del nacionalismo burgués, de aquí las estériles querellas nacionales. El proletariado, en cambio, no sólo no asume la defensa del desarrollo nacional de cada nación, sino que, por el contrario, pone en guardia a las masas contra semejantes ilusiones, defiende la libertad más completa del intercambio económico capitalista y celebra cualquier asimilación de las naciones, excepto la que se realiza por la fuerza o se basa en privilegios». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre la cuestión nacional, 1913)<span><a name='more'></a></span></i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con la revolución a las puertas, el líder del bolchevismo proclamó lo que sigue:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Queremos la unión libre y debemos por tanto reconocer la libertad de separación −sin libertad de separarse, la unión no puede ser llamada libre−. Y estamos tanto más obligados a reconocer el derecho a la separación, por cuanto el zarismo y la burguesía rusa, con su opresión, han suscitado en las naciones vecinas multitud de rencores y una gran desconfianza hacia los rusos en general; esta desconfianza hay que disiparla con hechos y no con palabras. Pero nosotros queremos la unión, y eso hay que decirlo. Decir esto en el programa del partido de un Estado nacional heterogéneo es importante en un grado tal que obliga a apartarse de la línea habitual para dar lugar a una declaración. Nosotros queremos que la república del pueblo ruso −me inclino incluso a decir pueblo gran ruso, pues es más exacto− atraiga a otras naciones, pero ¿cómo? No mediante la violencia, sino sólo mediante un acuerdo voluntario. De otro modo se romperían la unidad y la fraternal alianza de los obreros de todos los países. A diferencia de los demócratas burgueses, nosotros no planteamos como consigna la fraternidad de los pueblos, sino la fraternidad de los obreros de todas las nacionalidades, pues no confiamos en la burguesía de ningún país, la consideramos enemiga». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Revisión del programa del partido, 1917)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como se puede ver, en las obras de Lenin comprendidas entre 1913 y 1917, la temática sobre la cuestión nacional fue muy recurrente. Dedicó buena parte de su tiempo a refutar los artículos y teorías concretas de varias figuras que se destacaban por alimentar de una manera u otra el socialchovinismo. En primer lugar, a Piatakov −que escribía bajo el pseudónimo de Kievsky−, le replicó por no saber ver que: </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los obreros de una nación opresora son en cierta medida cómplices de su burguesía, en el saqueo de los obreros −y de la masa de la población− de la nación oprimida. (…) En el aspecto político, la diferencia consiste en que los obreros de las naciones opresoras ocupan una situación privilegiada, en comparación con los obreros de la nación oprimida, en toda una serie de esferas de la vida política. (…) En el aspecto ideológico o espiritual, la diferencia consiste en que los obreros de las naciones opresoras son educados siempre, por la escuela y por la vida, en un espíritu de desprecio o desdén hacia los obreros de las naciones oprimidas. Por ejemplo, cualquier ruso que se haya educado o vivido entre rusos lo ha experimentado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Una caricatura del marxismo y el «economicismo imperialista», 1916)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y una vez más, sentenció hacia él:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Es el mismo modo de pensar, el mismo error teórico y político-práctico que no percibe P. Kievsky, cometiéndolo literalmente a cada paso en su artículo. Piensa que discute únicamente contra la autodeterminación, quiere discutir únicamente contra ella, pero resulta ir en contra de su voluntad y de su conciencia, ¡y eso es lo curioso! que no aporta ni un solo argumento que no pueda ser esgrimido con el mismo fundamento contra la democracia en general!». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Respuesta a P. Kievski [Y. Piatakov], 1916)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En segundo lugar, respondiendo a Bujarin y su obra: «El eslogan del derecho de autodeterminación» (1915), Lenin le dirigió las siguientes palabras:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Los partidos socialistas que no demuestren con toda su actividad tanto hoy como durante la revolución y después de triunfar ésta que liberarán a las naciones oprimidas y establecerán con ellas relaciones basadas en la libre alianza −y la libre alianza no es más que una frase embustera sin la libertad de separación−, esos partidos cometerán una traición al socialismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación, 1916)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En tercer lugar, a Rosa Luxemburgo −que escribía bajo el pseudónimo Junius−, Lenin le reclamó por las tesis de su folleto «La crisis de la socialdemocracia alemana» (1916): </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ni siquiera en Europa se pueden considerar imposibles las guerras nacionales en la época del imperialismo. (...) Esta «época» no excluye en lo más mínimo las guerras nacionales, por ejemplo, por parte de los pequeños Estados −supongamos anexionados u oprimidos nacionalmente− contra las potencias imperialistas, de la misma manera que no excluye los movimientos nacionales en gran escala en el Este de Europa. (…) Mas esa equivocación es muy perjudicial también en el sentido político práctico: de ella se deduce la estúpida propaganda del «desarme», como si no pudiera haber más guerras que las reaccionarias; de ella se deduce asimismo la indiferencia, más estúpida todavía y claramente reaccionaria, ante los movimientos nacionales. Esa indiferencia se convierte en chovinismo cuando los miembros de las «grandes» naciones europeas, es decir, de las naciones que oprimen a una masa de pueblos pequeños y coloniales, declaran con aire de sabihondos: ¡«no puede haber ya ninguna guerra nacional»! Las guerras nacionales contra las potencias imperialistas no sólo son posibles y probables, sino también inevitables y progresistas, revolucionarias». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El folleto de Junius, 1916)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cuarto lugar, sobre Trotski y sus ideas respecto a cuestión nacional, Lenin expresó:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«¿Y Trotski? Está en cuerpo y alma en pro de la autodeterminación, pero también en sus labios ésta es una frase vacía, puesto que no exige la libertad de separación para las naciones oprimidas por «la patria» de ese socialchovinista; calla sobre la hipocresía de Kautsky y los kautskianos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca del «programa de paz», 1916)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">También, contestando al artículo de Trotski: «La nación y la economía» (1916), dijo:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Trotski y Mártov. De palabra, ambos están a favor de la autodeterminación, como Kautsky. ¿Y de hecho? (…) Nos muestra su eclecticismo habitual: de una parte, la economía fusiona las naciones; de otra, la opresión nacional las desune. ¿Conclusión? La conclusión consiste en que la hipocresía reinante sigue sin ser desenmascarada, la agitación resulta exánime, no aborda lo principal, lo cardinal, lo esencial, lo cercano a la práctica: la actitud ante la nación oprimida por «mi» nación». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Balance de la discusión sobre la autodeterminación, 1916)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Curiosamente, años después, los revisionistas modernos, aunque de jure rechazan a muchos de estos autores y se reivindican como leninistas, de facto recuperan sus ideas socialchovinistas. En otras ocasiones, el revisionismo moderno, en cualquiera de sus expresiones: el trotskismo, el titoísmo, el jruschovismo o el maoísmo, ha pintado una imagen de Stalin como si siempre fuese la máxima expresión del chovinismo ruso. Pero no existe nada más alejado de la realidad. Para empezar, hay que señalar la trascendencia de Stalin en la configuración de la propia URSS:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Fue Stalin quien, en abril de 1917, informó sobre la cuestión nacional en la Conferencia del Partido Bolchevique. (...) Stalin propuso la adopción de la concepción [bolchevique] recomendada durante el régimen zarista. La teoría fue aceptada, aunque no sin lucha; una bastante poderosa oposición vino por parte de Piatakov, y cierto número de delegados, en contra de la cláusula que establecía el derecho de las naciones a la independencia; incluso hasta el punto de la separación; temían las posibles consecuencias de esta cláusula. (…) La actitud adoptada por los bolcheviques con respecto a los problemas de las nacionalidades les trajo la simpatía de todos, sin provocar las secesiones nacionales que algunas personas esperaban. Y allí, una vez más, triunfó por completo la sabiduría lejana, en su intrépida minuciosidad. «Si Kolchak y Denikin fueron golpeados», escribió Stalin, «es porque hemos tenido la simpatía de las naciones oprimidas». (…) En 1925, en circunstancias muy solemnes, Stalin observó que, aunque la base principal de la República Soviética era la alianza de los obreros y los campesinos, la base subsidiaria de la República era la alianza de todas las diferentes nacionalidades existentes en Rusia. (…) Los hombres de Octubre de 1917, lograron llevar a cabo su Revolución en medio de una yuxtaposición extremadamente diversificada de razas y países, en la que, además, existían largas tradiciones de opresión que en muchos casos habían inculcado una idea exagerada del nacionalismo. Estos hombres, por primera vez en la historia, presentan una solución razonable y seria de este antiguo antagonismo común en todo el planeta, una fórmula lógica que combina los dos elementos esenciales irreducibles, la individualidad nacional y la federación práctica. (…) Sin embargo, cuando los soviéticos llegaron al poder por primera vez, había una concepción «asiática» algo especial sobre el problema de las nacionalidades. Se manifestó por fuertes «tendencias colonialistas», es decir, el sometimiento del país lejano y una preponderancia del elemento ruso en su administración y en el desarrollo de su asimilación soviética. Los obreros rusos y los propagandistas rusos entraron en Asia, dirigieron todo y arreglaron todo ellos mismos, la población nativa fue «descuidada por el socialismo», según la propia expresión de Stalin. Esto no estaba de acuerdo con uno de los principios del marxismo-leninismo, que era particularmente querido por Stalin, a saber, la participación sin trabas, directa y consciente de todos en el trabajo común. Entonces Stalin luchó amargamente contra estas erupciones de exclusivismo moscovita». (Henri Barbusse; Stalin. Un nuevo mundo visto a través de un hombre, 1935)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto se puede observar en las propias obras de Stalin, en donde se nota un alto esfuerzo por hacer entender a los marxistas la necesidad de ejercer un repaso histórico desvinculado de la tradicional historiografía burguesa-nacionalista. Esta era una tarea importante para una mejor comprensión de las relaciones históricas entre la nación dominante del Estado −Rusia− y el resto de naciones y nacionalidades, ¿con qué trasfondo político final? Establecer una nueva y armoniosa relación entre los pueblos, materializándose esta en 1922, con la creación de la URSS:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ahora bien, hallar la clave para la solución acertada de la cuestión nacional no significa todavía resolverla total y definitivamente, ni aplicar íntegramente esta solución en el terreno práctico concreto. Para aplicar con acierto el programa nacional planteado por la Revolución de Octubre, es preciso, además, vencer los obstáculos heredados de la etapa ya pasada de opresión nacional y que no pueden ser eliminados en poco tiempo, de golpe. Esta herencia consiste, en primer lugar, en las supervivencias del chovinismo de Gran Potencia, que es un reflejo de la pasada situación de privilegio de los grandes rusos. (...) Esta herencia consiste, en segundo lugar, en la desigualdad de hecho, es decir, en la desigualdad económica y cultural de las nacionalidades de la Unión de Repúblicas. La igualdad de derecho de las naciones, conseguida por la Revolución de Octubre, es una gran conquista de los pueblos; pero por sí sola no resuelve toda la cuestión nacional. Una serie de repúblicas y de pueblos que no han pasado o casi no han pasado por el desarrollo capitalista, que carecen o casi carecen de un proletariado propio y que, como resultado de esto, han quedado rezagados en los terrenos económico y cultural, no se hallan en condiciones de aprovechar íntegramente los derechos y las posibilidades que se les ofrecen con la igualdad de derechos de las naciones, y sin una ayuda exterior efectiva y prolongada no están en condiciones de elevarse al grado superior de desarrollo y alcanzar de este modo a las nacionalidades que se les han adelantado. Las causas de esta desigualdad existente de hecho no sólo residen en la historia de estos pueblos, sino también en la política del zarismo y de la burguesía rusa, que aspiraban a convertir las regiones de la periferia en regiones dedicadas exclusivamente a la obtención de materias primas y explotadas por las regiones centrales, desarrolladas en el sentido industrial. (…) Es un proceso prolongado, que requiere una lucha tenaz e insistente contra todas las supervivencias de la opresión nacional y de la esclavitud colonial. Pero tiene que ser superada a toda costa. Y sólo puede ser superada mediante una ayuda efectiva y prolongada del proletariado ruso a los pueblos atrasados de la Unión, para conseguir su prosperidad. De otra manera, no se puede contar con el establecimiento de una colaboración firme y acertada entre los pueblos dentro del marco de un solo Estado federal. Por eso, la segunda tarea inmediata de nuestro Partido consiste en luchar para poner fin a la desigualdad existente de hecho entre las nacionalidades, y elevar el nivel cultural y económico de los pueblos atrasados. Esta herencia consiste, por último, en las supervivencias nacionalistas en toda una serie de pueblos que han sufrido el pesado yugo de la opresión nacional y que no han podido librarse todavía del recuerdo de los viejos agravios nacionales. En la práctica, estas supervivencias hallan su expresión en cierto apartamiento nacional y en la falta de una confianza plena de los pueblos antes oprimidos hacia las medidas que emanan de los rusos. Sin embargo, en ciertas repúblicas integradas por varias nacionalidades, este nacionalismo defensivo se convierte no pocas veces en nacionalismo ofensivo, en un chovinismo rabioso de la nacionalidad más fuerte, dirigido contra las nacionalidades más débiles de dichas repúblicas. El chovinismo georgiano −en Georgia−, contra los armenios, osetios, adzharianos y abjasios; el chovinismo azerbaiyano −en el Azerbaiyán− contra los armenios, y el chovinismo uzbeko −en Bujará y Joresm− contra los turcomanos y los kirguises». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los factores nacionales en la edificación del partido y del Estado, 1923)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En todo momento, el leninismo propuso la libre y voluntaria asimilación y unión entre pueblos: </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El capitalismo en desarrollo conoce dos tendencias históricas en el problema nacional. La primera es el despertar de la vida nacional y de los movimientos nacionales, la lucha contra toda opresión nacional y la creación de Estados nacionales. La segunda es el desarrollo y multiplicación de las relaciones de todo tipo entre las naciones, el derrumbamiento de las barreras nacionales, la formación de la unidad internacional del capital, de la vida económica en general, de la política, de la ciencia, etc. Ambas tendencias son una ley universal del capitalismo. La primera predomina en los albores del desarrollo capitalista; la segunda es característica del capitalismo maduro, que marcha hacia su transformación en sociedad socialista. El programa nacional de los marxistas tiene presentes ambas tendencias: primero, defiende la igualdad de derechos de las naciones y de los idiomas −y también el derecho de las naciones a la autodeterminación, de lo cual hablaremos más adelante− y considera inadmisible la existencia de cualesquiera privilegios en este aspecto; segundo, propugna el principio del internacionalismo y la lucha implacable por evitar que el proletariado se contamine de nacionalismo burgués, aun del más sutil. Y cabe preguntar: ¿a qué se refiere nuestro bundista cuando clama al cielo contra la «asimilación»? No ha podido referirse a la violencia ejercida contra las naciones ni a los privilegios de una de ellas, porque aquí nada tiene que ver la palabra «asimilación»; porque todos los marxistas, tanto por separado como juntos, formando un todo único oficial, han condenado con firmeza, sin dejar lugar a equívocos, la menor manifestación de violencia, opresión o desigualdad nacionales. (...) El señor Libman condena la «asimilación» sin entender por ella ni la violencia, ni la desigualdad, ni los privilegios. Pero, ¿queda algo real en el concepto de «asimilación» si se excluyen toda violencia y toda desigualdad? Sí, desde luego. Queda la tendencia histórica universal del capitalismo a romper las barreras nacionales, a borrar las diferencias nacionales, a llevar las naciones a la asimilación, tendencia que cada decenio se manifiesta con mayor pujanza y constituye uno de los más poderosos motores de la transformación del capitalismo en socialismo. No es marxista, ni siquiera demócrata, quien no acepta ni defiende la igualdad de derechos de las naciones y los idiomas, quien no lucha contra toda opresión o desigualdad nacionales. Esto es indudable. Pero es igualmente indudable que el pseudomarxista que pone de vuelta y media a los marxistas de otra nación, acusándolos de «asimilistas», es de hecho un simple pequeño burgués nacionalista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre la cuestión nacional, 1914)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En la URSS, las manifestaciones nacionalistas hacia uno u otro lado estaban severamente penadas. Veamos un documento secreto sobre Kazajistán:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El golpe principal de la represión judicial de las autoridades de justicia de Zapsibkray en el campo de la lucha contra el chovinismo de gran potencia se dirigió principalmente con las manifestaciones en relación con los nacionales kazajos. (...) Los enemigos de clase, aprovechando la situación creada, comenzaron a difundir rumores salvajes e infundados, como que los kazajos «comían niños rusos» [sic], etcétera. Elementos criminales, en particular ladrones de caballos, reviviendo sus actividades criminales, al mismo tiempo difundieron intensamente rumores de que todos los robos fueron cometidos por kazajos. En el contexto de esta situación, desde finales de 1931 y casi todo 1932, tuvimos un aumento en la manifestación del chovinismo de gran potencia con respecto a los kazajos. (...) La política punitiva en estos casos se caracteriza por los siguientes datos: prisión 135; trabajos forzados 98; otras medidas de protección social 40». (Informe de las autoridades de justicia del Territorio de Siberia Occidental sobre la lucha contra las manifestaciones del chovinismo de gran potencia contra los inmigrantes kazajos, 25 de marzo de 1933)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ilustremos ahora al lector con otro caso en Bielorrusia:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Recientemente, entre los grupos sociales más diversos −obreros, oficinistas, intelectuales, estudiantes, etc.− de la República Socialista Soviética de Bielorrusia, se han observado manifestaciones significativas de chovinismo de gran potencia y un antagonismo nacional causado, principalmente, por la activación de elementos contrarrevolucionarios. La lucha contra los sentimientos chovinistas nacionales es insuficiente, y el trabajo cultural de masas sobre la educación internacionalista y la implementación de la política nacional del gobierno soviético es débil. (...) En varias instituciones de educación superior, se observa la introducción forzosa del idioma ruso. (...) El idioma bielorruso se considera «inventado». (...) Debido a la debilidad del trabajo masivo en educación, hay casos de antisemitismo, detectados principalmente entre estudiantes». (Informe especial del GPU sobre las manifestaciones chovinistas y nacionalistas en la República Socialista Soviética de Bielorrusia, 16 de marzo de 1932)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En los años 20 y 30, Stalin tuvo un rol determinante a la hora de clarificar las ideas que circulaban entre varios líderes en el movimiento comunista sobre la cuestión nacional.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En primer lugar, criticó las ilusiones liberales de que las naciones oprimidas podían encontrar perfectamente solución dentro de los regímenes democrático-burgueses, cuando la historia mostraba, y aún muestra, que esto no es sino la excepción que confirma la regla:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Semic quería decir con ello que Lenin consideraba la cuestión nacional un problema constitucional, es decir, no un problema de la revolución, sino un problema que debía ser resuelto con una reforma. Esto es completamente falso. Lenin no padeció nunca, ni podía padecer, ilusiones constitucionales. Basta examinar sus obras para convencerse de ello. (...) En la URSS también tenemos una Constitución, que refleja una determinada solución del problema nacional. Sin embargo, esta Constitución no ha nacido como fruto de un acuerdo con la burguesía, sino como fruto de la revolución triunfante. (...) Acerca del programa nacional. El punto de partida del programa nacional debe ser la tesis relativa a la revolución soviética en Yugoslavia, la tesis de que, sin el derrocamiento de la burguesía y la victoria de la revolución, el problema nacional no puede ser resuelto de un modo más o menos satisfactorio. Naturalmente, puede haber excepciones. Una excepción de éstas se dio, por ejemplo, antes de la guerra, cuando Noruega se separó de Suecia, cosa de la que Lenin habla detalladamente en uno de sus artículos. Pero esto sucedió antes de la guerra y con una coincidencia excepcional de circunstancias favorables. Después de la guerra, y sobre todo después del triunfo de la revolución soviética en Rusia, difícilmente pueden darse casos como ese. De todas formas, las probabilidades para ello son ahora tan pocas, que pueden considerarse nulas. Pero, si es así, está claro que no podemos trazar el programa basándolo en magnitudes de valor nulo. Por eso, la tesis de la revolución debe ser el punto de partida del programa nacional». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; En torno a la cuestión nacional en Yugoslavia, 1925)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En segundo lugar, criticó a aquellos que consideraban la postura a adoptar en la cuestión nacional como mera charlatanería de intelectuales de salón, incluso explicó por qué el partido revolucionario debía tener una línea clara en esta cuestión, aunque las naciones oprimidas no tuviesen un movimiento nacional muy activo por el momento:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Partiendo del hecho de que en el momento presente no existe un serio movimiento popular por la independencia entre los croatas y los eslovenos, Semic llega a la conclusión de que el problema del derecho de las naciones a la separación es una cuestión académica y, en todo caso, no de actualidad. Naturalmente, eso es erróneo. Sin embargo, incluso admitiendo que este problema no sea de actualidad en el momento presente, puede convertirse en un problema de mucha actualidad si comienza la guerra o cuando ésta comience, si la revolución se desencadena en Europa o cuando se desencadene. (...) En 1912, cuando nosotros, los marxistas rusos, estábamos trazando el primer proyecto de programa nacional; todavía no teníamos en ninguna de las regiones periféricas del Imperio Ruso un movimiento importante en favor de la independencia. Pese a ello, consideramos preciso incluir en nuestro programa el punto referente al derecho de las naciones a la autodeterminación, es decir, al derecho de cada nacionalidad a separarse y a llevar una vida estatal independiente. ¿Por qué? Porque no sólo partíamos de lo que existía ya plasmado a la sazón, sino de lo que se estaba desarrollando dentro del sistema general de las relaciones internacionales y se avecinaba; es decir, nosotros no teníamos sólo en cuenta en aquel entonces lo presente, sino también lo futuro. Y sabíamos que, si cualquier nacionalidad exigía la separación, los marxistas rusos lucharían por conseguir que se le asegurase el derecho a la separación». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; En torno a la cuestión nacional en Yugoslavia, 1925)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En último lugar, fustigó la noción reaccionaria de que las naciones oprimidas tenían que optar siempre por la separación, incluso después de una revolución. Al contrario, los bolcheviques respetaban la decisión de los pueblos, bien fuese esta la independencia o la integración. Pues cabe señalarse que esa integración no se concebía como la sumisión de la pequeña nación a la grande, sino como una decisión racional del pueblo de dicha nacionalidad que, además, debía adoptar la forma histórica y socialmente conveniente, por ejemplo, mediante la autonomía:</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El programa nacional debe incluir sin falta un punto especial acerca del derecho de las naciones a la autodeterminación, llegando incluso a la separación para formar su propio Estado. Ya he indicado más arriba por qué en las actuales circunstancias interiores e internacionales no podemos prescindir de este punto. Por último, en el programa debe figurar asimismo un punto especial sobre la autonomía nacional territorial para las nacionalidades de Yugoslavia que no estimen necesario separarse. No tienen razón quienes piensan que tal combinación debe considerarse excluida. Esto es erróneo. En determinadas condiciones, como resultado del triunfo de la revolución soviética en Yugoslavia, es bien posible que ciertas nacionalidades, como ha ocurrido aquí, en Rusia, no deseen separarse. Se comprende que, en previsión de tales casos, es preciso tener en el programa un punto referente a la autonomía, con vistas a la transformación del Estado yugoslavo en una federación de Estados nacionales autónomos, sobre la base del régimen soviético. Así, pues, derecho a la separación para las nacionalidades que quieran separarse y derecho a la autonomía para las nacionalidades que prefieran permanecer dentro del Estado yugoslavo. Para evitar equívocos, he de decir que el derecho a la separación no debe interpretarse como el deber, como la obligación de separarse. Una nación puede ejercer el derecho a la separación, pero puede también no ejercerlo, si lo desea así; eso es cosa suya y debe ser tomado en consideración. Algunos camaradas convierten el derecho a la separación en una obligación, exigiendo, por ejemplo, que los croatas se separen a toda costa. Esa posición es errónea y debe ser desechada. No se debe confundir un derecho con una obligación». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; En torno a la cuestión nacional en Yugoslavia, 1925)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En próximas publicaciones analizaremos el cambio de línea en la cuestión nacional entre los dirigentes bolcheviques y sus consecuencias<span>». (</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Equipo%20de%20Bit%C3%A1cora%20%28M-L%29">Equipo de Bitácora (M-L)</a><span>; </span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2020/04/epitome-historico-sobre-la-cuestion.html">Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero</a><span>, 2020)</span></span></div>
Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-88028686556122159922023-10-10T10:01:00.003+02:002024-01-19T22:40:38.495+01:00Plejánov contestando a Bernstein sobre el debate del marxismo y su carácter científico<p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiv5RTFUG-qXXPLUqJvWqx3-l09g3-1wtnNcGxnSgyxJIQADAIYKzWNLLJi_yYdojfB77cvDDHVBEdeWIAaJB4Fg0IJD_x7e4LzHcqf5YdU9cu5OxOyoU-6vFrv0wuHeBXOITZ7S0s2ZoN1i0Sm1GCgopiosTLqD6DNvgh42O8Hd1x6I1svuGOrHWoOmPjm/s700/P%20Y%20B.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="700" height="458" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiv5RTFUG-qXXPLUqJvWqx3-l09g3-1wtnNcGxnSgyxJIQADAIYKzWNLLJi_yYdojfB77cvDDHVBEdeWIAaJB4Fg0IJD_x7e4LzHcqf5YdU9cu5OxOyoU-6vFrv0wuHeBXOITZ7S0s2ZoN1i0Sm1GCgopiosTLqD6DNvgh42O8Hd1x6I1svuGOrHWoOmPjm/w640-h458/P%20Y%20B.png" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«La traducción al ruso del folleto de Engels «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1880), está saliendo ahora en su tercera edición. La segunda edición salió en 1892. En aquel momento, la opinión de que la teoría socialista en general no podía describirse como científica, aún no se expresaba en la literatura socialista internacional. Hoy en día, estas opiniones se proclaman con mucha fuerza y no dejan de tener influencia entre algunos lectores. Por lo tanto, consideramos oportuno examinar la pregunta: ¿qué es el socialismo científico y en qué se diferencia del socialismo utópico?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero, para empezar, escuchemos a uno de los señores «críticos». En una conferencia pronunciada el 17 de mayo de 1901, en la «Unión de Estudiantes de Berlín para el Estudio de las Ciencias Sociales» (Sozialwissenschaftlicher Studentenverein zu Berlin), el señor Bernstein planteó la misma cuestión, aunque formulada de manera diferente: «¿Es posible el socialismo científico?». Como resultado de su investigación, llegó a una respuesta negativa. Según él, ningún «ismo» puede ser una ciencia:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ismo denota una visión del mundo, una tendencia, un sistema de ideas o requisitos, y no ciencia en absoluto. La base de cualquier ciencia verdadera es la experiencia; esta construye su edificio sobre el conocimiento acumulado. El socialismo, en cambio, es la doctrina del orden social futuro, y precisamente por eso su rasgo más característico no puede establecerse científicamente». (Eduard Bernstein; Conferencia pronunciada para la Unión de Estudiantes de Berlín para el Estudio de las Ciencias Sociales, 1901)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Es esto así? Veamos. En primer lugar, hablemos de la relación entre «ismos» y ciencia. Si el señor Bernstein tuvo razón al decir que ningún «ismo» puede ser una ciencia, entonces está claro que, por ejemplo, el darwinismo tampoco es una «ciencia». Supongamos que aceptamos esto por el momento. Entonces, ¿qué es el darwinismo? Si queremos permanecer fieles a la teoría de Bernstein, entonces tendremos que clasificar esta enseñanza como un «sistema de ideas». ¿Pero no puede un sistema de ideas ser una ciencia, o no es una ciencia un sistema de ideas? Evidentemente, el señor Bernstein no lo cree así, pero se encuentra bajo un malentendido, y todo porque hay una confusión asombrosa y espantosa en su propio «sistema de ideas».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Que la ciencia construye su edificio sobre la base de la experiencia es ahora conocido por todo escolar sensato. Pero ese no es el punto en absoluto. La cuestión es: ¿qué construye exactamente la ciencia a partir de la experiencia? Solo una respuesta es posible a este interrogante: sobre la base de la experiencia, la ciencia construye ciertas generalizaciones –«sistemas de ideas»–, que a su vez forman la base de una cierta previsión de los fenómenos. Pero la previsión se refiere al futuro. Por lo tanto, no toda consideración sobre el futuro está desprovista de base científica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Qué clase de conclusión es la que dice que el socialismo es una perspectiva mundial y, por tanto, no es científica? Evidentemente, el señor Bernstein parece creer que esto es indiscutible. Pero antes de que pueda ser realmente indiscutible, sería necesario demostrar desde el principio que ninguna visión del mundo puede ser científica. El señor Bernstein no lo ha hecho ni lo hará nunca; por eso nos oponemos a él y decimos: «¡hable por usted, querido señor!». Aún más, una «tendencia» no es una «ciencia», pero la ciencia puede descubrir, y descubre diariamente, tendencias peculiares de los fenómenos que se investigan. El socialismo científico, en particular, establece una cierta tendencia –la tendencia a la revolución social– que prevalece en la sociedad capitalista actual: el socialismo era una enseñanza sobre el orden social futuro incluso antes de que emergiera de la etapa utópica.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Habría que ser un Bernstein para imaginar que la ciencia no es un «sistema de ideas». Es una sugerencia verdaderamente monstruosa. La ciencia es precisamente el conocimiento elaborado en un sistema. Ergo, Bernstein, como siempre, confunde las cosas. Se enteró de la aparición en las ciencias naturales contemporáneas de una «tendencia» a liberar completamente a la ciencia de las hipótesis, y decidió por ello que la ciencia no tenía nada en común con cualquier «sistema de ideas». De hecho, esta misma «tendencia» que llevó al señor Bernstein a su monstruosa tesis carece de fundamento. Haeckel tenía toda la razón cuando, al criticar esta «tendencia» equivocada, dijo en su obra «Los milagros de la vida» (1904): «El conocimiento no es posible sin una hipótesis». Si es cierta la proposición de que el presente está preñado de futuro, un estudio científico del presente debe darnos la oportunidad de prever algunos fenómenos del futuro –en este caso, la socialización de los medios de producción–, pero no sobre la base de algún tipo de profecías misteriosas o razonamientos arbitrarios y abstractos, sino precisamente sobre la base de la «experiencia», sobre la base del conocimiento acumulado por la ciencia.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si el señor Bernstein quisiera reflexionar seriamente sobre la cuestión que él mismo planteó acerca de la posibilidad del socialismo científico, debería haber decidido en primer lugar si la proposición que hemos indicado anteriormente era verdadera o falsa en su aplicación a los fenómenos sociales. Incluso, un momento de reflexión le habría demostrado que en este caso no era menos cierto que en todos los demás. Estando entonces seguro de esto, debería haber considerado si las ciencias sociales contemporáneas poseían tal reserva de información sobre las relaciones sociales actuales que, cuando se pusiera en práctica, permitiría a la ciencia prever una inminente sustitución de unas relaciones sociales por otras: el modo de producción capitalista por el socialista. Si hubiera observado que no hubo ni podría haber tal depósito de información, la cuestión de la posibilidad del socialismo científico se habría resuelto negativamente. Pero si hubiera estado convencido de que esta información ya existía o podía acumularse con el tiempo, habría llegado inevitablemente a una conclusión positiva sobre la cuestión. En cualquier caso, independientemente de cómo haya resuelto esta cuestión, una cosa le habría quedado perfectamente clara: lo que –debido a su método erróneo de investigación– todavía permanece para él envuelto en la bruma de un «sistema de ideas» desequilibrado y mal pensado. Habría visto que la imposibilidad de la existencia del socialismo científico sólo puede probarse si se hiciera evidente que la previsión de los fenómenos sociales era imposible, en otras palabras, que antes de resolver la cuestión de la posibilidad del socialismo científico era esencial resolver la cuestión de la posibilidad de cualquier ciencia social. Si el señor Bernstein hubiera percibido todo esto, tal vez habría observado también que el tema que había elegido para su artículo era, como dijo en su obra, «de enormes dimensiones», y, por tanto, quien no tiene otro medio de análisis que el confuso contraste entre ciencia e «ismos», entre experiencia y «sistemas de ideas», puede hacer muy poco para dilucidar sobre tal tema.<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Quizás estamos siendo injustos con nuestro autor. Los medios de análisis de que disponía no se limitaban solo a realizar tales distinciones. Así, por ejemplo, en las páginas 33 y 34 de su artículo también nos topamos con la idea de que la ciencia no tiene otro objetivo que el conocimiento, mientras que las «doctrinas políticas y sociales» se esfuerzan por resolver ciertas tareas prácticas. Durante el debate que siguió a la lectura del artículo del señor Bernstein, un miembro del público le señaló, en relación con esta idea, que la medicina tiene el objetivo práctico de curar y, sin embargo, debe ser considerada como una ciencia. Pero nuestro conferenciante respondió diciendo que la curación era tarea del arte médico, lo que en cualquier caso presuponía un conocimiento básico de la ciencia médica; pero que la ciencia médica en sí misma no apunta a la curación, sino al estudio de los medios y condiciones de la curación. A esto el señor Bernstein añadió: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Si tomamos esta distinción de concepciones como un ejemplo típico, no tendremos problemas para definir, en los casos más complejos, dónde termina la ciencia y dónde comienza el arte o la doctrina». (Eduard Bernstein; Conferencia pronunciada para la Unión de Estudiantes de Berlín para el Estudio de las Ciencias Sociales, 1901)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tomamos como nuestro «ejemplo» la «distinción de concepciones» recomendada por el señor Bernstein y argumentamos así: en el socialismo, como en la medicina, tenemos que distinguir dos lados: la ciencia y el arte. El socialismo como ciencia estudia los medios y las condiciones de la revolución socialista, mientras que el socialismo como «doctrina» o como arte político, intenta realizar esta revolución con la ayuda del conocimiento adquirido. Y añadimos que, si el señor Bernstein toma como «ejemplo típico» la distinción que hemos hecho de acuerdo con su propio ejemplo, fácilmente comprenderá exactamente dónde termina la ciencia y dónde comienza la doctrina o el arte en el sistema socialista.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Robert Owen, dirigiéndose al «público británico» en uno de sus llamamientos que sirvió de prefacio a su libro «Una nueva visión de la sociedad», escribió:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Amigos y paisanos: me dirijo a ustedes, porque sus intereses primarios y más esenciales están profundamente involucrados en los temas tratados en los siguientes ensayos. Encontrarán los males existentes descritos y los remedios propuestos. (...) Los cambios beneficiosos sólo pueden tener lugar mediante planes bien digeridos y bien organizados. (...) Sin embargo, es un paso importante cuando se determina la causa del mal. El siguiente paso es idear un remedio. (...) Descubrir ese remedio y probar su eficacia en la práctica han sido las ocupaciones de mi vida; y habiendo encontrado un remedio cuya aplicación la experiencia demuestra que es segura y segura en sus efectos, ahora estoy ansioso de que todos participéis de sus beneficios. Pero estén satisfechos, plena y completamente satisfechos, de que los principios en los que se basa la Nueva Visión de la Sociedad son verdaderos; que no se esconde en ellos ningún error engañoso y que ningún motivo siniestro da lugar a su publicidad». (Robert Owen; Una nueva visión de la sociedad, 1823)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ahora, estamos en condiciones de seguir el hilo de pensamiento de este gran socialista británico. Desde el ángulo de la «distinción de concepciones» del señor Bernstein, está claro que Robert Owen comenzó con un estudio de los males predominantes y la revelación de sus causas. Esta parte de su obra corresponde a lo que en medicina se conoce como «etiología». Luego pasó a estudiar los medios y condiciones del tratamiento de las enfermedades sociales que le interesaban. Habiendo encontrado el remedio, que le pareció bastante eficaz, procedió a ponerlo a prueba. Podríamos llamar a esto su «terapia». Sólo cuando sus experimentos dieron resultados totalmente satisfactorios, decidió ofrecer su tratamiento al «público británico», es decir, iniciar la práctica médica. Antes se dedicaba a la ciencia médica, ahora tenía que empezar a practicar el arte médico. He aquí un completo paralelismo: una vez que el señor Bernstein admite que es posible tener una ciencia de la medicina, es obvio que debe admitir que es posible tener una ciencia del socialismo, si quiere ser fiel a su propia «distinción de concepciones». </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esas mismas líneas de investigación que discernimos en Robert Owen pueden, según sus propias palabras, observarse con la misma facilidad entre los socialistas franceses, sus contemporáneos. Como ejemplo tomaremos a Fourier. Este dijo que había traído al pueblo el arte de ser rico y feliz. Esta parte de su enseñanza corresponde al arte médico. ¿En qué basó esta parte práctica de su enseñanza? Sobre las leyes de la atracción moral que, según él, habían permanecido desconocidas hasta que finalmente las descubrió después de una larga e intensa investigación. Aquí ya no se trata de arte, sino de teoría, de «conocimiento elaborado en un sistema», es decir, de ciencia. Y Fourier repitió insistentemente en sus «Manuscritos» (1851), que su arte se basaba en sus descubrimientos científicos. No hace falta decir que el señor Bernstein no está en modo alguno obligado a conceder a estos descubrimientos la misma gran importancia que le dieron Fourier y su escuela. Sin embargo, esto no afecta al punto en cuestión. Por supuesto, el señor Bernstein no se consideraba obligado a creer en la infalibilidad de todas las teorías médicas de nuestro tiempo. Pero eso no le impidió llegar a la convicción de que una cosa es el arte médico y otra la ciencia médica, y que la existencia del arte médico, lejos de excluir la existencia de la ciencia médica, la supone como condición necesaria de su propia existencia. Bien, entonces, ¿por qué no es posible tal correlación entre arte y ciencia también en el socialismo? ¿Por qué la existencia del socialismo como «doctrina» sociopolítica debería excluir la existencia del socialismo como ciencia?</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El señor Bernstein no responde a estas preguntas. Hasta que lo haga, su propuesta de «distinguir concepciones» no corroborará, sino que refutará su afirmación de que el socialismo científico es imposible. Y no puede responder a estas preguntas por la sencilla razón de que no tiene nada que responder. Por supuesto, puede y debe haber dudas sobre la justificación teórica de comparar el arte médico con el socialismo. Pero precisamente a este respecto nuestro autor no tenía ni podía tener dudas, ya que su punto de vista sobre la vida social no excluye en modo alguno tales comparaciones</span><span style="font-family: georgia;">».</span><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;"> </span><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;"><span style="font-size: medium;">(</span></span><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;">Gueorgui Plejánov; </span><a href="https://www.marxists.org/archive/plekhanov/1902/preface-utopian.htm" style="font-family: georgia; font-size: 16px;">Prefacio a la traducción de «Del socialismo utópico al socialismo científico» (1880) de Friedrich Engels</a><span style="font-family: georgia; font-size: 16px;">, 1902</span><span style="font-family: georgia; font-size: medium;">)</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><b>Anotaciones de Bitácora (M-L):</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La relación entre «arte» y «ciencia» que trata Plejánov en su discusión con Bernstein, aún puede dejar dudas al lector sobre si, efectivamente, la ciencia puede caracterizarse por ser un mero «saber», un conocimiento ajeno a toda arte. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Recordemos que la propia RAE profundiza en esta confusión. Por «ciencia», entiende: «Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente». </span><span style="font-family: georgia;">En cambio, en una de sus acepciones de «arte», trata a esta como «capacidad, habilidad para hacer algo», mientras que en otra se toma por un «conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer algo». En cuanto a la «técnica», la entiende como un «conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte». Por lo que, de nuevo, aquí se separa a la «ciencia» del «arte» y a esta de la «técnica»; es decir, al «conjunto de conocimientos» de la «capacidad, habilidad para hacer algo» y a esto de ese «conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer algo».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Consideramos que para este caso conviene recordar, aprovechando para ello las palabras de Vygotski, que técnica y ciencia son complementarias y se funden hasta hacerse incluso indistinguibles: </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La técnica es la ciencia en acción o la ciencia aplicada a la producción, y el paso de una a otra se efectúa minuto a minuto, en formas completamente inadvertidas e imperceptibles». (Lev Vygotski, Psicología Pedagógica, 1926)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dicho de otro modo, si el «arte» o «técnica» no surgen de la nada, sino como resultado de la reflexión teórica, de la observación y la constatación que hace el sujeto de la realidad externa −datos que por supuesto proporciona la propia acción de la práctica−; entonces, dichas artes o técnicas pueden ser creadas o perfeccionadas a partir de la ciencia, y viceversa, de la puesta en práctica de la técnica se obtiene un conocimiento que profundiza el saber científico. Por tanto, significa que existe un circuito interconectado a todos estos procesos de forma constante, de otro modo, ese «arte» o «técnica» se mostraría falsario, ineficiente o insuficiente para cumplir sus propósitos.</span></p><p></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-33672606225795409442023-10-02T18:35:00.005+02:002023-11-24T16:33:40.597+01:00Escuela de los Annales: génesis y mito; Equipo de Bitácora (M-L), 2023<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both;"><div class="separator" style="clear: both;"><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">[Enlaces de DESCARGA del texto en PDF al final del documento]</span></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«</span></i><span style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><i>Para los marxistas, la filosofía y la historia están íntimamente ligadas. Este no es el caso de quienes afirman que sus métodos de trabajo solo pueden ser científicos porque están −según ellos− libres de cualquier concepción filosófica y son, por lo tanto, ideológicamente neutrales. Negar la verdad del sentido del trabajo del historiador y el carácter esencial de este trabajo, en el plano ideológico y político, en última instancia solo conduce a obligarse a trabajar «gratuitamente» −la historia por la historia−, a un trabajo verdaderamente enajenado. Porque, ¿puede la investigación en historia ser otra cosa que una contribución a la constitución de una conciencia colectiva, a la que tradicionalmente siempre ha apuntado, y de la que los historiadores contemporáneos pretenden que deben y pueden emanciparse por razones científicas? ¿Es la historia «científica» cuando pretende ser una descripción de una situación o de hechos pasados aceptables y aceptados, según ella, por todos los individuos o grupos involucrados?</i></span></span><i><span style="font-family: georgia;">». (</span><span style="font-family: georgia;">Claire Pascal; Un pasado al que suscribirse: rol y métodos de la historia, 1990)</span></i></p><p style="text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«</span></i><span style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><i>Para poder construir la historia, su historia, los hombres deben integrar esta dimensión en su proyecto revolucionario. La revolución, por lo tanto, requiere la conciencia de su propia historicidad, por lo que no puede haber revolución posible en una sociedad no historizada. Esto es lo que diferencia la revolución del mito, del mesianismo o de la revuelta, una diferencia que los ideólogos burgueses se esfuerzan constantemente por negar. Así, las sociedades que han permanecido prisioneras del mito, santifican el pasado y excluyen las representaciones del tiempo histórico capaces de abrir la posibilidad de una ruptura. En cuanto al mesianismo, se refiere a la aspiración de cambio en el futuro lejano de una liberación sobrenatural. Por el contrario, la revolución solo puede darse en la realidad −frente a la utopía− y en el tiempo de una historia conscientemente asumida</i></span></span><i><span style="font-family: georgia;">». (</span><span style="font-family: georgia;">Bernard Peltier: La historia, una cuestión ideológica y política, 1990)</span></i></p></div></div></div><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6FYjqJlCpq5jh64EYxDP5h_8RGnD-ehJ0MpjhFHkJhjSIdOtDz72KnytNKfg271tFNydR-c_QjXm1o1cnReGmPeC4kvfj9d83h5nu88QuyiN497SVAniSGmDqJ04Az7nd1wnHYyBMSAu-ad7Ti5FAnDxCyxsvDfssLqpxIfnYTVgxkjEy3BRdbTtTrv1x/s782/annales.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="782" data-original-width="552" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6FYjqJlCpq5jh64EYxDP5h_8RGnD-ehJ0MpjhFHkJhjSIdOtDz72KnytNKfg271tFNydR-c_QjXm1o1cnReGmPeC4kvfj9d83h5nu88QuyiN497SVAniSGmDqJ04Az7nd1wnHYyBMSAu-ad7Ti5FAnDxCyxsvDfssLqpxIfnYTVgxkjEy3BRdbTtTrv1x/w452-h640/annales.png" width="452" /></a></div><p></p><p style="text-align: center;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;"><b>Preámbulo</b></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Todo revolucionario sabe que hoy en día el marxismo es menospreciado y vapuleado en el mundo académico. Esto no es algo nuevo, ni algo que nos deba extrañar. Para empezar, la doctrina marxista se opone al intelectualismo prepotente, superficial y servicial que predomina en las ciencias sociales. Unos rasgos y actitudes de los que hasta presumen los profesores e investigadores universitarios, acostumbrados a realizar estudios acordes a las modas e intereses de las instituciones y revistas científicas. Sin embargo, también dentro del campo de los intelectuales que se consideran más de «izquierdas», encontramos con frecuencia un cierto aprecio a doctrinas y pensadores supuestamente «progresistas», pero que, realmente, dejan mucho que desear. Este también sería el caso de la famosa Escuela de los Annales, la cual fue representante de una especie de humanismo pequeño burgués. Esta corriente terminó siendo hegemónica en Francia durante varias décadas del siglo XX y tuvo una gran repercusión internacional, incluyendo a España. En su momento ya comentamos por encima el por qué de este fenómeno:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Ha sido un secreto a voces que el marxismo está en horas bajas pese a que en su momento este movimiento político tuvo una gran transcendencia hasta el punto de que sus herramientas de análisis, el materialismo histórico y dialéctico, penetraron en todos los poros de la vida social: discusiones filosóficas, estudios académicos, debates en asociaciones vecinales, sindicatos, revistas de sociología, movimientos políticos, etc. Un ejemplo interesante de este fenómeno es observar cómo este debate permanente sobre el marxismo y su utilidad se reflejó en las ciencias sociales. Mismamente en el campo histórico, la mayoría de escuelas historiográficas del siglo XX estuvieron de una u otra forma influenciada por sus teorías y conceptos. Así ocurrió con la Escuela de los Annales o la Escuela de Frankfurt, lo que no excluye, faltaría más, que medie un abismo entre la esencia y metodología de Marx y Engels y lo que propusieron y concluyeron estas escuelas que precisamente trataron, muy desafortunadamente, de mezclar marxismo con estructuralismo, marxismo con freudismo, etc… aguando así su contenido, algo que hasta la propia CIA reconoció en sus informes confidenciales. Véase el documento de la CIA: «Francia: la defección de los intelectuales de izquierda» (1985)». (Equipo de Bitácora (M-L); <a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/04/la-cuestion-educativa-y-el-liberalismo.html">La cuestión educativa y el liberalismo de la «izquierda»</a>, 2021)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Todas las corrientes historiográficas de aquella época, incluyendo las encabezadas por el revisionismo soviético, se hicieron eco del prestigio y/o animadversión que la famosa Escuela de los Annales fue creando a su paso:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Uno de los rasgos más característicos de la literatura extranjera sobre la escuela de los Annales es la extrema polaridad de las valoraciones: desde una apología desmedida hasta una negación casi total de su significado e incluso un énfasis en la «nocividad» para la ciencia social burguesa, que en sí mismo ya es significativo; en realidad no a menudo cualquier escuela histórica burguesa es tan controvertida.</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>En trabajos especiales y cursos de conferencias en Occidente, esta escuela a menudo se evalúa como el desarrollo más significativo en la ciencia histórica mundial en los últimos 50 años. Los defensores de los «Annales» atribuyen a esta escuela la realización de «una revolución del pensamiento histórico, la única significativa en nuestro siglo», la creación de una «matriz disciplinaria» adecuada para toda la ciencia histórica. Se le otorga el derecho a «la última palabra» en el análisis y evaluación del proceso histórico, en la comprensión de sus perspectivas». (Yury Nikoláievich Afanásiev; Historicismo versus eclecticismo. La escuela histórica francesa de los Annales en la historiografía burguesa contemporánea, 1980)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Así, pues, expliquemos brevemente al lector las tres etapas de la Escuela de los Annales:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">a) Para quien no lo sepa, la primera etapa de la Escuela de los Annales (1929-46) comienza con la fundación en 1929 de una revista titulada «Annales d'histoire économique et sociale» dirigida por Marc Bloch −bien instruido en historia medieval, economía, sociología y lingüística− y Lucien Febvre −especializado en historia moderna, geografía, sociología y psicología−. Aunque sin duda, si hay que hacerse eco de algo es de la influencia que tuvieron, en ambos, los descubrimientos en las ciencias naturales y la Escuela geográfica de Paul Vidal de La Blache. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Los primeros «annalistas» destacaron por revisar y demoler la herencia en materia histórica del positivismo dominante de Langlois y Seignobos. Consideraron que esta era una forma de hacer historia inadecuada al centrarse en la mera descripción de los acontecimientos, tomar como prueba fidedigna prácticamente solo los documentos oficiales y otorgar un excesivo valor a las grandes figuras históricas y sus hazañas. Esta vez no nos detendremos en la crítica a la historiografía positivista, ya que ha sido abordada en otras ocasiones. Véase el capítulo: «<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2022/07/marxismo-y-positivismo-equipo-de.html">Marxismo y positivismo</a>» (2022).<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Las investigaciones de esta «primera generación» de los «Annales» se centraron especialmente en monografías muy detalladas sobre la Revolución Francesa y la Edad Media, algo que sigue siendo una de sus grandes aportaciones a la ciencia histórica. Sus historiadores se preocuparon por estimular las comparativas históricas, repensar la metodología y los límites del conocimiento histórico, promover la interrelación de las ciencias y dar a conocer la génesis de los conceptos y cómo estos reflejan la realidad. Esto no excluye que muchos de sus postulados, especialmente su escepticismo o distorsión del marxismo, fuesen una herencia de la crítica vulgar de autores semipositivistas como Durkheim, Burr y otros, de los que tanta influencia recibieron. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En honor a la verdad, Bloch y Febvre también contribuyeron a la ristra de mantras preferidos de esta escuela para disimular sus carencias. Expresiones típicas como «La ciencia histórica aún está por construirse» o «Cualquier definición es una prisión», sentaron el precedente para justificar una falta del objeto de estudio y dirección en la disciplina, algo que más tarde sus discípulos utilizarían en cada ocasión para no pronunciarse sobre ciertos temas de enjundia. Véase la obra de Yury Nikoláievich Afanásiev «Historicismo versus eclecticismo. La escuela histórica francesa de los Annales en la historiografía burguesa contemporánea» (1980).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por último, cabe mencionar que los sucesivos cambios de nombre: a) «Annales d' histoire économique et sociale» (1929-39); b) «Annales d'histoire sociale» (1939-42, 1945); c) «Mélanges d’histoire sociale» (1942-44); d) y «Annales; économies, sociétés, civilisations» (1946-1994) ya indicaba qué derroteros iba tomando la revista: cada vez más centrada en las costumbres, sentimientos, simbologías, etcétera. También se empezó a hacer común el análisis a nivel «micro», centrándose en lo que luego más adelante fue conocido como la «microhistoria» o la «historia regional».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">b) La segunda etapa (1947-1968), acabó estando liderada por F. Braudel, E. Labrousse y P. Renouvin. Por su implicación institucional, fueron los principales exponentes de la escuela, logrando afianzar tanto la hegemonía académica como una financiación incluso externa −llegando a tener el mecenazgo de la Fundación Rockefeller−. En realidad, se continuó priorizando la crítica a las llamadas «fuentes tradicionales» −archivos−, y destacó el acercamiento a las teorías del exmenchevique y jefe de la sociología francesa Georges Gurvitch −que negó las leyes sociales−, con el cual se colaboró muy estrechamente. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cuanto a temáticas, esta «segunda generación» destacó por el estudio de fenómenos como la evolución de los precios y salarios o sobre la influencia del clima sobre la sociedad. Sin embargo, el gran problema de la visión braudeliana de la historia fue que se centró más en estudiar «las relaciones entre el hombre y la naturaleza» en detrimento de las propias relaciones entre los seres humanos; el papel y posibilidad transformadora del sujeto comenzó a tornarse inútil ante el fatalismo ambiental-geográfico que planteó el autor. Su enfoque llevó a que sus figuras diluyeran los hechos trascendentales de la historia en un compendio de hechos estadísticos. Por lo que, por más que sus estudios pudieran ofrecer datos interesantes en cuanto a cuestiones como los efectos del clima en las cosechas, la evolución de los precios y salarios en el tiempo, o hechos similares, no permitían la comprensión de los cambios históricos en su totalidad, ni lograban crear ese pretendido concepto de «historia globalizante».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A su vez, el método braudeliano terminó diluyendo los grandes momentos de cambio histórico en un «largo plazo» de la evolución «casi inmóvil», en ocasiones no reconociendo suficientemente el papel de estas rupturas en las transformaciones sociales. Sin olvidar que sus análisis no pasaron muchas veces de un estrecho «empirismo», es decir, mero descriptivismo. Por ello, algunos consideraron que Braudel progresó de un «positivismo evolutivo» a un «positivismo estructuralista», donde el acento lo puso en investigar a nivel temporal aquello que «permanece», en vez de buscar aquello que «cambia». Véase la obra de Yury Nikoláievich Afanásiev «Historicismo versus eclecticismo. La escuela histórica francesa de los Annales en la historiografía burguesa contemporánea» (1980).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, la línea de la revista de los «Annales» y sus conceptos de «estructura» o «tiempo de larga duración» acabarían por convertirse en herramientas comunes para la historiografía francesa e internacional. El historiador francés Pierre Vilar en su obra «Introducción al vocabulario histórico» (1980) criticó los límites de estas «estructuras» de «larga duración» de Braudel por su marcado carácter «ahistórico». Esto es importante ya que Vilar siempre fue una especie de puente entre estos dos mundos, el marxismo y la Escuela de los Annales, aunque por supuesto manteniendo su fidelidad filosófica y metodológica al primero. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">c) La tercera etapa (1969-87), esta época comienza con la expulsión de Braudel en favor de sus discípulos «renovadores», marcando un cambio de rumbo clave, en donde cada vez fue haciéndose más común no solo el rechazo de la herencia marxista, sino también la promoción en la revista de artículos de autores completamente ajenos a los postulados de los «maestros» de la Escuela de los Annales −con la crítica sucesiva a los conceptos clave y herencia de Bloch, Lefebvre y Braudel−. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, la nueva línea de los «annalistas», denominada «Nueva Historia», fue capitaneada por autores como J. Le Goff, E. Le Roy Ladurie, P. Norra o F. Furet, quienes renunciaron abiertamente a la búsqueda de esa «historia global», es decir, de esa interrelación entre las ciencias y sus metodologías. Ergo, lo que primó a partir de entonces fue la vuelta a una parcelación de la historia integral en una «historia económica», una «historia militar», una «historia política», una «historia del arte», una «historia de las religiones», etcétera, como si las fronteras entre estos campos siempre fuesen tan fáciles de dilucidar, o como si no tuvieran interrelación.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En consecuencia, para mediados de los años 70 los «annalistas» convergieron cada vez más con los peores vicios y modas temporales de cada rama particular: adoptaron el «psicologismo» de freudianos como Lacan, la «antropología» de estructuralistas como Levi Strauss, la «epistemología» de posmodernos como Michel Foucault y la «historia de las mentalidades» de autores como Philippe Ariès. Todas estas expresiones se vieron abiertamente en sus publicaciones. Véase la obra de Peter Burke «La revolución historiográfica francesa. La Escuela de los Annales 1929-1984» (1990). </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como bien señaló el historiador británico Peter Burke, a estas alturas la escuela estuvo «unificada sólo a los ojos de sus admiradores extranjeros y de sus críticos del propio país», ya que «algunos miembros del grupo pasaron de la historia socioeconómica a la historia sociocultural, en tanto que otros están volviendo a descubrir la historia política y hasta la historia narrativa». Desde luego, no se puede hablar de figuras de igual prominencia. Esto fue normal dada la cantidad de autores y a la vez de tendencias ideológicas en su seno. Un totum revolutum que pronto trajo el desastre para el medio de expresión, la escuela y su prestigio. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cualquier caso, resulta necesario desmontar los mitos que se han ido consolidando en torno a este grupo.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En primer lugar, sus representantes más significativos, como Bloch, Febvre y Braudel, siempre brindaron multitud de halagos hacia las investigaciones y metodologías históricas de Marx, Engels y otros autores similares. Fueron muy conocidas las palabras de Febvre al pronunciar que: «Cualquier historiador, incluso si nunca ha leído una sola línea de Marx, incluso si se considera un feroz «antimarxista» en todos los campos excepto en la ciencia, inevitablemente estará imbuido de la forma de pensar marxista». Mientras Braudel, que estudió «El Capital» (1867) llegó a comentar que: «El genio de Marx, el secreto de la fuerza de su pensamiento radica en el hecho de que fue el primero en construir modelos sociales reales basados en una perspectiva histórica de largo plazo».</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto hizo que los grupos más conservadores, que tenían unas nociones de los procesos históricos más relativistas y espontáneas, siempre insistieran en que la Escuela de los Annales era una especie de «marxismo cultural» o, dicho de otro modo, un marxismo camuflado o edulcorado:</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En la historiografía de Alemania Occidental allá por los años 50, G. Ritter, y luego sus seguidores, vieron en los Annales una amenaza a casi la existencia misma de toda la «civilización occidental» debido al supuesto «rodaje» de esta escuela hacia la «forma de pensar marxista» y su rechazo a la originalidad espiritual de Occidente «frente al sistema soviético». Los ataques a los «Annales» desde la derecha se están llevando a cabo en la propia Francia. Uno de los oponentes constantes de los «Annales» es el filósofo idealista y politólogo más antiguo, el patriarca del anticomunismo francés, Raymond Aaron. En 1938 en su libro «Introducción a la Filosofía de la Historia», trató de demostrar que ninguna escuela histórica puede ir más allá de los límites de la subjetividad histórica, ya que «la historia es siempre la historia del espíritu, aunque sea la historia de las fuerzas productivas». En 1977, R. Aaron volvió a pronunciar un «discurso defensivo» a favor de la Europa en declive. Sin nombrar directamente los «Annales», se indignó por el «conformismo» de la intelectualidad burguesa francesa, lamentando que en Francia e Italia, las universidades y las escuelas supuestamente continúen «enseñando, difundiendo, martillando el marxismo en las cabezas». (Yury Nikoláievich Afanásiev; Historicismo versus eclecticismo. La escuela histórica francesa de los Annales en la historiografía burguesa contemporánea, 1980)</i></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, esta acusación se desmonta rápidamente. En su tesis doctoral «Repercusiones de la Escuela de los «Annales» en la enseñanza española» (1993), el historiador Primitivo Sánchez Delgado, reconoció que esta corriente, más allá de sus pretensiones iniciales, apostó claramente por «una tercera vía entre el conservadurismo y el marxismo, frente al capitalismo salvaje y al esclerotizado comunismo soviético», de hecho, se hizo común el lema «Ni reacción, ni marxismo». Esto ya descartaría a priori, como han especulado tanto simpatizantes como detractores, cualquier similitud plena entre marxismo y Escuela de los Annales.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En segundo lugar, también existen defensores de la Escuela de los Annales que insisten en la afinidad entre marxismo y los «Annales» con el siguiente argumentario: si dicha escuela pudo lograr un claro impulso de renovación historiográfica en los años 30, 40 y 50, fue gracias a que criticó las doctrinas dominantes de la época −como el neopositivismo y el neokantismo−, algo que, en parte, se lo debe al «materialismo económico» del marxismo. Nosotros no negamos tal influencia, como ya hemos señalado, pero durante el documento se comprobará que esto solo fue posible porque, como tantas otras corrientes, en diversos aspectos que le interesaban debieron servirse del marxismo, en especial de su metodología histórica, el llamado «materialismo histórico», pero no porque entendiesen esta −y mucho menos la superasen−. Esto no puede causar sorpresa ya que es completamente normal, porque cuando una corriente triunfa, se pone de moda y se populariza de forma inadecuada, como ocurrió con el marxismo en muchos países, es normal que se dieran diversas distorsiones, incluso intentos extravagantes de unificar este con positivismo, evolucionismo, neokantismo, irracionalismo y otros ismos ajenos. Véase la obra de Antonio Labriola «Filosofía y socialismo» (1897).</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Sin embargo, si esta relación entre marxismo y «Annales» fuera tan significativa −que como veremos más adelante, no lo fue−, tal prueba no mostraría la brillantez de la Escuela de los Annales, sino la grandeza del marxismo, es decir, la sumisión de dicha escuela a las evidencias que este constató continuamente. En verdad, el señalar esta falta de dirección y autonomía en la Escuela de los Annales no es ninguna exageración gratuita, ya que, como también se comprobará, a partir de los años 60 y 70 esta corriente contribuyó desde sus tribunas escritas para el desarrollo del estructuralismo y el posmodernismo en el campo histórico o, mejor dicho, no pudo resistir a la irrupción de estas corrientes y se plegó a ellas. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De hecho, hasta los propios representantes o simpatizantes de los «Annales» reconocieron que la falta de unidad en la metodología fue una carencia típica de su movimiento. El historiador «annalista» Jacques Revel, en su obra «Paradigmas de los Annales» (1979), enfatizó que desde los años 30 la metodología de investigación reflejó el «paisaje intelectual» de cada época, adaptándose a las condiciones en constante transformación, por lo que no es posible hablar de un solo «paradigma universal de los Annales», sino de una serie de paradigmas, que se sucedían uno tras otro, sin excluirse, sin embargo, entre sí. En cualquier caso, quedó demostrado que la no aplicación del materialismo histórico hasta sus últimas consecuencias conllevó a que los «annalistas» se perdiesen en una maraña de eclecticismo metodológico que, más pronto que tarde, abrió las puertas a corrientes disolventes y a su propio suicidio como corriente historiográfica. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En definitiva, debido a la importancia de esta escuela hemos decidido traducir del francés dos interesantísimos artículos de dos marxista-leninistas galos: a) el primer artículo fue escrito por Claire Pascal «Un pasado al que suscribirse: rol y métodos de la historia» (1990); b) y el segundo corresponde a Bernard Peltier «La historia, una cuestión ideológica y política» (1990). Ambos, al ser lanzados desde un órgano de expresión tan pequeño, como era por entonces «La voie du socialisme», no creemos que tuvieran una enorme difusión ni relevancia en el mundo historiográfico. Sin embargo, sus reflexiones siguen siendo absolutamente necesarias, ya que explican perfectamente parte de las limitaciones de esta escuela. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Con todo esto, dejaremos los dos artículos pertinentes:</span></p><div style="text-align: justify;"><div><span style="font-family: georgia;"><b>Notas </b></span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[1] Lectura y descarga del PDF [<a href="https://es.scribd.com/document/675072813/Equipo-de-Bitacora-M-L-Escuela-de-Los-Annales-2023">AQUÍ</a>] en <b>Scrib</b> o [<a href="https://mega.nz/file/LQ9QFbLK#VKegKr4kLbRUi31xElGLoVZ0TjXZkZ3sLjUq5UomuhA">AQUÍ</a>] en <b>Mega</b>.</span></div><div><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div><span style="font-family: georgia;">[2] Para consultar todos los documentos en PDF editados por el Equipo de Bitácora (M-L) pinche [<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Obras%20de%20Bit%C3%A1cora%20M-L">AQUÍ</a>].</span></div></div>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-15890880542687072472023-09-29T08:15:00.004+02:002023-09-29T08:16:25.454+02:00¿Es la técnica el único factor determinante en el modo de producción?<p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdCUs8icDug6To0XDqgW4SmIEBnKQq8GtrlsiUs07Jik-zbZrq_NY9k-OyJwiZLtDhWW_sUdo0_wMnXcXy3Dx0sMzmIc7N2JYMELuSXTcPnUH09nna6UIeCGe8RRmwJMssn2QzQd8EotL6C0RU8OdZYYj5Rll2jhXrM1yojA3V2FafP1CpYxHa1YOyDlMB/s1600/session-attachment-2023-09-21-183759.jpeg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1272" data-original-width="1600" height="508" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdCUs8icDug6To0XDqgW4SmIEBnKQq8GtrlsiUs07Jik-zbZrq_NY9k-OyJwiZLtDhWW_sUdo0_wMnXcXy3Dx0sMzmIc7N2JYMELuSXTcPnUH09nna6UIeCGe8RRmwJMssn2QzQd8EotL6C0RU8OdZYYj5Rll2jhXrM1yojA3V2FafP1CpYxHa1YOyDlMB/w640-h508/session-attachment-2023-09-21-183759.jpeg" width="640" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: 16.5px; text-align: left;">«</span>Al igual que el prestigio de los sexos, en la sociedad también cambia el prestigio
de los diversos grupos de edad a medida que cambian los modos de producción. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">La progresiva división del trabajo hace surgir, además, ulteriores diferencias
dentro de cada uno de los sexos, sobre todo entre los hombres. La mujer, precisamente
por la progresiva división del trabajo, está ante todo cada vez más encadenada a la
economía doméstica, cuyo ámbito disminuye en vez de aumentar, ya que ramos cada
vez más vastos de la producción se les vuelve ajenos, se independizan y caen en la
esfera de los hombres. El progreso técnico, la división del trabajo, la escisión en
diversos oficios se limitó exclusivamente, hasta el siglo pasado, al mundo de los
hombres. En la economía doméstica y en la mujer sólo se dieron escasos reflejos. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Cuanto más progresa esa división en diversos oficios, tanto más se complica el
organismo social, del que ellos son los órganos. El modo y la manera de su colaboración
en el proceso social fundamental, el económico o, con otras palabras, el modo de
producción, no es algo casual. Este resulta completamente independiente de la voluntad
de cada individuo y está determinado necesariamente por las condiciones materiales
dadas, de las que, una vez más, la técnica es el factor más importante, aquel cuyo
desarrollo influye sobre el modo de producción. Pero no es el único factor. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tomemos un ejemplo. En muchas partes se ha interpretado la concepción
materialista de la historia como si cierta técnica significara sin más, cierto modo de
producción, e incluso cierta forma social y política. Pero como esto no sucede, dado que
encontramos los mismos instrumentos en distintas condiciones sociales, se ha dicho que
la concepción materialista de la historia es falsa y que las relaciones sociales no están
determinadas solamente por la técnica. La objeción resulta justa, pero no corresponde a
la concepción materialista de la historia sino a su caricatura, que confunde la técnica
con el modo de producción.
<br /><br />Por ejemplo, se dijo que el arado sería la base de la economía campesina, pero
añadiendo: ¡qué multiformes son las condiciones sociales bajo las cuales se presenta
ésta! </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es cierto. Pero veamos solamente qué cosas determinan las derivaciones de las
diversas formas sociales que surgen a partir de una base campesina. <span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tomemos a campesinos que vivan a orillas de uno de esos grandes ríos
tropicales o subtropicales que periódicamente salen del lecho madre acarreando la ruina
o la fertilidad al terreno. En el primer caso hacen falta construcciones hidráulicas para
contener las aguas; en el otro caso, para desviarlas. Ninguna aldea tomada por separado
está en condiciones de afrontar construcción por el estilo. Debe unirse toda una serie de
tales aldeas; cada una debe aportar obreros; es necesario designar funcionarios comunes
cuya tarea consistirá en dirigir a los obreros en la construcción y conservación de esas
obras. Cuanto más poderosas son las construcciones, tanto más numerosas son las
aldeas que participan de ellas; tanto más grande la cantidad de obreros serviles con que
contribuyen y tanto mayores los conocimientos requeridos para dirigir semejantes
construcciones. Por ende, tanto mayores también son el poder y la ciencia de los
funcionarios dirigentes con respecto a la masa de la población. Así, sobre la base de la
economía campesina se forma, aquí, una casta de sacerdotes o de funcionarios como en
las cuencas fluviales del Nilo, del Éufrates o del Huanghé. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Encontramos otro tipo de desarrollo allí donde se establece una floreciente
economía campesina en un territorio fértil, fácilmente accesible y próximo a bandidos
nómadas. La necesidad de defenderse de estos nómadas obliga a los campesinos a
formar una tropa de defensa, cosa que a su vez puede suceder de distintas maneras. O
una parte de los campesinos se dedica a la fabricación de armas y se separa de los
demás, que le dan una contrapartida, o se induce a los bandidos vecinos, mediante pago de un tributo, a mantener la paz y defender de otros bandidos a sus nuevos protegidos,
o, por último, los vecinos conquistan esa tierra y se quedan en ella como señores de los
campesinos, a quienes imponen tributos pero para los cuales también representan una
defensa. </span><span style="font-family: georgia;">Con todo, el resultado siempre es el mismo: el surgimiento de una nobleza
feudal que somete y explota a los campesinos. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A veces se asocian la primera y la segunda vías de desarrollo, y entonces se
agrega la casta de los guerreros a las castas de los sacerdotes y los funcionarios. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aún de distinta manera se determina el desarrollo de campesinos que viven a
orillas de un mar surtido de buenos puertos que favorecen la navegación y con costas
cercanas de países extranjeros de rica población. Junto a la agricultura se forma la
pesca, que muy pronto se transforma en piratería y en comercio marítimo. En un puerto
particularmente adaptado se reúnen los botines y las mercancías de los mercaderes y se
forma una ciudad de ricos comerciantes. Aquí el campesino encuentra un mercado para
sus productos y surgen para él entradas de dinero, aunque, también gastos en dinero,
obligaciones, deudas. Muy pronto se convierte en el esclavo endeudado de los dueños
ciudadanos del dinero. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero la piratería y el comercio, como así también la guerra en los mares, aportan
además un numeroso y poco costoso material de esclavos al país. En este punto, los
poseedores del dinero que residen en las ciudades expulsan de sus propios predios a sus
siervos campesinos endeudados, en vez de continuar explotándolos; reúnen sus
posesiones en grandes plantaciones e introducen, en remplazo de la economía
campesina, la economía esclavista, sin que a pesar de todo tengan necesidad de cambiar −aunque fuera mínimamente− los utensilios y los instrumentos agrícolas o su técnica. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por último, encontramos un cuarto tipo de desarrollo campesino, en zonas
montañosas difícilmente accesibles. Allí el terreno es pobre, y se puede cultivar
difícilmente. Junto a la agricultura persiste de manera predominante la cría, aunque ni
una ni otra bastan para favorecer un gran incremento de la población. Pero al pie de las
montañas hay atrayentes zonas fértiles y bien cultivadas. Los montañeses intentarán
conquistarlas y explotarlas y, si encuentran resistencia, darles su exceso de población
para obtener mercenarios. A su vez su experiencia bélica, junto con la improductividad
e inaccesibilidad del país, contribuye a protegerlos de invasiones extranjeras, a las que
sin duda su pobreza ofrece muy pocos atractivos. Allí se preserva entonces la antigua
democracia campesina, mientras en los aledaños, desde hace mucho tiempo, todos los
campesinos han caído bajo la dependencia de señores feudales, de sacerdotes, de
mercaderes y de usureros. A veces una democracia primitiva como ésta introduce en un
país vecino conquistado por ella un rígido régimen de explotación en notable contraste
con su propia y tan estimada libertad. Así, durante los siglos XVI y XVII, los viejos
cantones de la patria de Guillermo Tell instauraron en el Tesino, mediante sus
munícipes, un régimen cuya terrible opresión podía eclipsar a la del legendario Gessler. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como se ve, modos de producción y divisiones en clases muy distintos resultan
compatibles con la economía campesina. Pero ¿a qué deben remitirse estas diferencias?
A veces los adversarios de la concepción materialista de la historia las remiten a la
violencia, y después a la diversidad de las ideas que se forman en los diversos pueblos.
Es cierto que en la creación de todos estos modos de producción la violencia −que,
según se sabe, Marx definía como partera de toda nueva sociedad− tuvo una gran
función. Pero ¿de dónde deriva esta función de la violencia?; ¿de qué depende el hecho
que gracias a ella venza justamente éste y no otro estrato de la población, y que la
violencia madure precisamente éstos y no otros resultados? La teoría de la violencia no
responde a todas estas preguntas. Igualmente sigue siendo un misterio para la teoría de
las ideas de dónde vienen las ideas que producen la libertad en un país montañoso, la casta sacerdotal en un país fluvial, la economía monetaria y esclavista a orillas del mar y
la servidumbre feudal en el campo acuchillado. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Vimos que estas diferencias, dentro del desarrollo de la misma economía
campesina, se fundan en diferencias existentes en el ambiente natural y social donde tal
economía se fijó. De acuerdo con la naturaleza del país, de acuerdo con el carácter de
sus vecinos, la economía campesina, manteniendo la misma técnica en la base, asume
formas sociales distintas. Además, estas particulares formas sociales son las que, junto a
los factores naturales, formarán otras bases que darán una impronta particular al
desarrollo subsiguiente. Así los germanos, cuando irrumpieron en el Imperio romano
con las invasiones bárbaras, encontraron al imperio con su burocracia, el sistema de las
ciudades, la iglesia cristiana, como condiciones sociales que, en la medida de lo posible,
asimilaron a su modo de producción. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hay que estudiar todas estas condiciones geográficas e históricas si se quiere
comprender el particular modo de producción de un país en determinado período. No
basta en absoluto el solo conocimiento de su técnica. </span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Como se ve, la concepción materialista de la historia no es ese esquema simple que pretenden habitualmente sus críticos. Los ejemplos que dimos también nos muestran cómo genera el desarrollo económico las diferencias de clase y los antagonismos de clase». (<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Karl%20Kautsky">Karl Kautsky</a>; <a href="https://www.marxists.org/espanol/kautsky/1906/1906-eticaymaterialismo-Kautsky.pdf">Ética y concepción materialista de la historia</a>, 1906)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-5916040967530332392023-09-16T16:05:00.020+02:002023-12-10T15:02:25.645+01:00¿Por qué cayeron los regímenes marxistas?; Equipo de Bitácora (M-L), 2022<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg876ot30UraIyU59a-RygwNKAS_zpBHdcwE0JCBwEgX3Dl3OGqFomYk1eQ-nDT55sd72FMbEAX3lILHcA82ZgRy9hHOVaDVaQHEcZt5AOw7dmZH26hZx6nwM982_SveuaHgk-ji7-uo_SzErU6cDbdf20HcMN7lu-ElJmFtQ3LO6FTFk01NeYQMzULG4UE/s600/Prueba%202%20fondo%20trasl%C3%BAcido.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="450" data-original-width="600" height="480" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg876ot30UraIyU59a-RygwNKAS_zpBHdcwE0JCBwEgX3Dl3OGqFomYk1eQ-nDT55sd72FMbEAX3lILHcA82ZgRy9hHOVaDVaQHEcZt5AOw7dmZH26hZx6nwM982_SveuaHgk-ji7-uo_SzErU6cDbdf20HcMN7lu-ElJmFtQ3LO6FTFk01NeYQMzULG4UE/w640-h480/Prueba%202%20fondo%20trasl%C3%BAcido.jpg" width="640" /></a></div><div><br /></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El movimiento comunista es, por su propia naturaleza, internacional. Esto no sólo significa que debemos combatir el chovinismo nacional. Esto significa también que el movimiento incipiente, en un país joven, únicamente puede desarrollarse con éxito a condición de que haga suya la experiencia de otros países. Para ello, no basta conocer simplemente esta experiencia o copiar simplemente las últimas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber asumir una actitud crítica frente a esta experiencia y comprobarla por sí mismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)</i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su día, los bolcheviques rusos, acuciados por la necesidad, por el interés y por la atracción, se vieron abocados a estudiar minuciosamente los movimientos políticos de sus antecesores más o menos lejanos. En el ámbito internacional, esto pasaba por familiarizarse con las disputas internas de las organizaciones francesas o alemanas; en el ámbito interno, tocaba repasar desde las andanzas de los primeros grupos marxistas rusos hasta las aventuras de los populistas y los decembristas. Y este proceder era totalmente lógico, pues solo a través de esta labor podían comprender racionalmente sus limitaciones, sus fracasos, pero también inspirarse, aprender de sus sorprendentes éxitos, emularlos y superarlos. Fue gracias a este magnífico trabajo que estos sujetos supieron rescatar y descubrir toda una serie de axiomas necesarios para alcanzar y desarrollar la nueva sociedad que ha de construirse. Hoy nosotros, al igual que ayer ellos, no tenemos otra salida que entender este conjunto de saberes que nos han legado las experiencias pasadas, pero no porque sea aconsejable, sino porque directamente es imprescindible adquirir este conocimiento si queremos hacer algo de valor, algo transcendente en el tiempo.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿A qué se dedica hoy por el contrario el maoísmo moderno? El famoso «balance» que realizan los miembros de la «Línea de la Reconstitución» (LR) se resume en lo de siempre: sota, caballo y rey. A repetir los eslóganes de la «Revolución Cultural» (1966-76) y la «Guerra Popular Peruana» (1980-92). Y cuando eso se queda corto, rebuscan entre las tesis del «Marxismo Occidental» −Lukács y Korsch−. Ahora bien, una vez terminan de recitar estos catecismos, no saben muy bien qué más argumentar, pues poco hay de original y valioso en las explicaciones que presentan para el análisis de las experiencias revolucionarias del siglo XX. </span></div><div><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcRS0WDZZWrylzIAO0q1HhNS2WLKEqf7xRf1EpbCviWlyUgz9t_0kASyGO7Umg7KblwwxIQdPeGgONtp6YJk2gu9kWeOxRebl4phFwtoCYPEUptnlRJUkX9g6mHSUSFKePt4068GbBzV6QUzpWC4DeGVZuzelneXuhMK71BtGXNvEk25AwWN79pcLUpQ/s2048/FRbJ9SwXoAMSfmF.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1427" data-original-width="2048" height="446" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcRS0WDZZWrylzIAO0q1HhNS2WLKEqf7xRf1EpbCviWlyUgz9t_0kASyGO7Umg7KblwwxIQdPeGgONtp6YJk2gu9kWeOxRebl4phFwtoCYPEUptnlRJUkX9g6mHSUSFKePt4068GbBzV6QUzpWC4DeGVZuzelneXuhMK71BtGXNvEk25AwWN79pcLUpQ/w640-h446/FRbJ9SwXoAMSfmF.jpg" width="640" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both;"><b><span style="font-family: georgia;">¿Apenas tiene importancia la «vigilancia revolucionaria»?</span></b></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En redes sociales, la «Línea de la Reconstitución» (LR), se manifestaba públicamente a través de su icono más pedante como sigue:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«@_Dietzgen: Eso sí, si crees que vale con la «vigilancia y depuración»... pareciera que te has perdido el siglo XX. Si la deriva de China demostrase lo erróneo de la lucha de dos líneas... ¿no demostraría el periplo de la URSS y de Albania lo insuficiente de la «vigilancia y depuración?». (Comunista; Twitter, 25 de febrero de 2021)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pues resulta que no, señor «Dietzgen»; lo que demuestran precisamente las experiencias del sistema soviético o albanés −y su ulterior ruina− es que hay un patrón común respecto a otros individuos y colectivos que jamás llegaron a tomar el poder −y pasaron sin pena ni gloria por la historia−: en todos esos casos no es necio declarar que hubo una insuficiente labor de «vigilancia» y «depuración» en cuanto a la selección, formación y desempeño de los cuadros. Ahora, dicho esto, cuando hablamos de que hubo «falta de vigilancia» no estamos haciendo una simplificación para ignorar todo el cúmulo de errores y desaciertos que hubo detrás del movimiento revolucionario −tanto en lo referido a aspectos teóricos como en su aplicación−. Nada de eso, incidimos en ello porque ignorar este factor resulta demencial; la esfera de la supervisión y el control sobre lo aprobado por el colectivo condiciona que las decisiones certeras lleguen a buen puerto, que el rumbo del proyecto revolucionario no se desvíe de sus objetivos y se fortalezca a cada paso. Así explicaba este asunto Stalin, sobre cómo evitar la degeneración en la cuestión organizativa:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Algunos piensan que basta trazar una línea acertada en el partido, proclamada públicamente, exponerla en forma de tesis y resoluciones generales y aprobado en votación unánime, para que la victoria llegue por sí sola, digámoslo así, por el curso natural de las cosas. Esto, claro está, no es cierto. Es un gran error. Así no pueden pensar más que incorregibles burócratas y aficionados al papeleo. En realidad, estos éxitos y estas victorias han sido alcanzadas, ni más ni menos, en la lucha encarnizada por la aplicación de la línea del partido. La victoria no llega nunca por sí sola: habitualmente, hay que conquistarla. Las buenas resoluciones y declaraciones en favor de la línea general del partido constituyen sólo el comienzo de la obra, pues no significan más que el deseo de triunfar, y no la victoria misma. Una vez trazada la línea certera, una vez se ha indicado la solución acertada de los problemas planteados, el éxito depende del trabajo de organización, depende de la organización de la lucha por la puesta en práctica de la línea del partido, depende de una acertada selección de hombres, del control del cumplimiento y de las decisiones adoptadas por los organismos directivos. De otro modo, la acertada línea del partido y las decisiones acertadas corren el riesgo de sufrir un serio daño. Más aún: después de trazada una línea política certera, es el trabajo de organización el que lo decide todo, incluso la suerte de la línea política misma, y su cumplimiento o su fracaso». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVIIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1934)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Dejando de lado el resto de los factores, que en un momento u otro pueden ser más importantes, no cabe duda de que estos dos aspectos, la «vigilancia» y la «depuración», son cotidianos y decisivos, tanto se esté en el poder como si, por el momento, aún no es así. ¿Por qué? Muy sencillo. Son acciones que emanan de las necesidades de la vida diaria, del actuar revolucionario y la estructura partidista: no se puede resolver prácticamente nada sin aplicar estos conceptos.<span><a name='more'></a></span></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Respecto al primero, y según la RAE, entendemos por «vigilancia» el: «Cuidado y atención exacta en las cosas que están a cargo de cada uno». Podemos estar hablando de «vigilancia» en el sentido estricto de supervisar el cumplimiento de unas instrucciones para la toma de unos objetivos militares; podemos estar «vigilantes» para tratar de no incurrir en una actuación práctica «empirista» o «pragmática» −en el sentido más peyorativo de ambos términos−; o también podemos referirnos a «estar vigilantes» en el sentido de revisar permanentemente el estado de ánimo de la militancia a fin de no deslizarse por el derrotismo y ser paralizado por los eventos. En cambio, por «depurar», la RAE entiende «purificar, limpiar, dejar sin mancha ni defecto». Nosotros podemos, bien sobrentender aquí aspectos como «depurar responsabilidades», es decir, revisar la «factura» y «pasar la cuenta» a quienes han cometido diversos descuidos o negligencias; o también «depurar» como sinónimo de expulsión a quienes son recalcitrantes y no aprenden de sus fallos. Además, y como mencionábamos antes, ambos conceptos, «vigilancia» y «depuración», están estrechamente ligados a otros factores que hemos mencionado infinidad de veces:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Como sabemos, uno, dos o tres dirigentes, por muy excelsos que sean en su desempeño, no pueden dirigir un partido comunista cuando adquiere un tamaño medio. La sobrecarga de trabajo y responsabilidades hace que estos cuadros sufran situaciones de bajo rendimiento, irritabilidad, desmoralización, gran fatiga e incluso enfermedad. La falta de cuadros conduce al partido a su liquidación. Si las piezas clave que por la edad, enfermedad, degeneración ideológica o muerte desaparecen y no son reemplazados debidamente, acaba desapareciendo también el partido, tan simple como eso. De ahí la necesidad ininterrumpida de la formación de nuevos dirigentes, de elevar el nivel ideológico general, llevar un control en base a las normas colectivas del partido, ejercitar la crítica y la autocrítica para poner freno a las tendencias regresivas y otras «leyes» del funcionamiento partidista que se conocen, pero generalmente no se aplican como se debiese. Si no se cumple a rajatabla con esto, que también es responsabilidad de cada militante, no nos podemos quejar de que tarde o temprano elementos tan increíblemente mediocres como oportunistas de la talla de Jruschov, Alia o Marco acaben liderando los respectivos partidos comunistas, ¿cómo no va a ocurrir si el resto se lo ponen tan fácil? Siendo justos, si estos partidos se convirtieron en mediocres fue, en gran parte, porque estaban liderados por mediocres, pero también porque existía una base pasiva que permitió a estos aprovechados mantenerse en el poder. Una vez se consolidan este tipo de liderazgos gracias a la inoperancia de la base, lo tienen fácil para silenciar, expulsar e incluso liquidar los pocos cuadros críticos con el revisionismo dirigente». (Equipo de Bitácora (M-L): <a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/p/filosofia_11.html">Fundamentos y propósitos</a>, 2022)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si estos defectos a los que aludimos, como la escasez de cuadros, la complacencia o los favoritismos, no fueran reales y no incidiesen en los hombres −bien por la tradición o por nuevos vicios adquiridos−, no se explicaría entonces la llegada y pervivencia de figuras como el propio Mao Zedong o Chou En-lai dentro del movimiento comunista −entre otros muchos−, elementos que habían sido criticados y degradados una y otra vez, pero que finalmente volvían a ocupar puestos de gran importancia pasado un tiempo. De todos modos, comparar y considerar como «equiparables» la experiencia soviética o albanesa con la china es una completa tomadura de pelo por múltiples razones. Sin ir más lejos, Stalin y Hoxha, aunque durante su vida incurrieron en no pocas desviaciones y cometieron varios errores de cálculo −que nosotros mismos nos hemos encargado de investigar y traer a la luz−, no menos cierto es que en el cómputo general sus méritos pesan mucho más que sus equivocaciones. Por tal razón, esto no puede compararse con la trayectoria de Mao Zedong, cuyas estimaciones, errores involuntarios y teorías que pretendían revisar el marxismo a sabiendas, penetran toda su obra política desde sus más tempranos comienzos. Hasta el más escéptico se convencería de esto si revisase con detenimiento los primeros escritos del líder chino, que no son sino una vulgarización del marxismo que no resisten la menor comparativa con los textos clásicos. Bastaría recordar cuál era la esencia del VIIº Congreso del PCCh (1945), el primer congreso oficialmente «maoísta», cuyo informe presentado por Mao −eso sí, el original− respira un espíritu muy «browderista», es decir, liberal y proestadounidense. Véase la obra: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2016/08/comparativas-entre-el-marxismo.html">Comparativas entre marxismo-leninismo y maoísmo sobre cuestiones fundamentales</a>» (2016).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Exageramos? No, en absoluto. Para muestra un botón. Esto es lo que concluían los diplomáticos y periodistas estadounidenses tras tomar contacto con la cúpula del PCCh liderada por Mao Zedong y los suyos:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El general Chou declaró que el Comité Ejecutivo Central Comunista confirmó sus negociaciones con el Partido Comunista Chino. (…) El general declaró que Mao Zedong había ordenado informar personalmente al Generalísimo que el Partido Comunista estaba preparado para cooperar con su gobierno, tanto durante el periodo interino como bajo el constitucional. Chou también dijo que el Partido Comunista creía en principio en el socialismo, pero que, en aquel momento, veían el socialismo como un sistema impráctico para las condiciones presentes de China y que, en consecuencia, suscribían la introducción de un sistema político basado en el de los Estados Unidos; que por esto él entendía que la prosperidad y la paz de China sólo podían ser alcanzadas mediante la introducción del sistema político, ciencia e industrialización estadounidenses, así como por una reforma agraria en un programa de iniciativa individual. Declaró que Mao le había ordenado informarme que el Partido Comunista estaba satisfecho con la justicia de mi actitud y de que estaban listos para cooperar con los propósitos del Gobierno de los Estados Unidos». (Mariscal General al presidente Truman, Chungking, 31 de enero de 1946)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Alguien puede pensar, leyendo esto, que este par de pájaros, Mao y Chou, podían estar un minuto más en la dirección de un partido comunista? ¿Alguien puede poner en duda que, efectivamente, hubo una falta de control sobre los cuadros que llegaban a la cúpula? Mas, dado que ahora no es momento de detenernos en ello, si el lector desea conocer las primeras andanzas del maoísmo, es mejor que vaya directamente a la documentación disponible. Véase la obra: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2016/11/las-luchas-de-los-marxista-leninistas.html">Las luchas de los marxista-leninistas contra el maoísmo: el caballo de Troya del revisionismo</a>» (2016).</span></div></div><div class="separator" style="clear: both;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV4JfE6KWGtuAKjH5azAfq914cxsuHbYzGKBnJpLr-6nOfrBNwbSqQirilX2quhBGZN1yQ3VNOkGU7RgAfM4kEiYaOtFsVbGrAxC9hQ-tQSXN-_vlgijUKloO07nf0-v2rWtvS0mj0bJNaEBa7Hl_kpLnro9Z4OQjlVJKSYPFYns65gBUIfEHkrZjRthe0/s720/mao%20y%20togliatti.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="720" height="568" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhV4JfE6KWGtuAKjH5azAfq914cxsuHbYzGKBnJpLr-6nOfrBNwbSqQirilX2quhBGZN1yQ3VNOkGU7RgAfM4kEiYaOtFsVbGrAxC9hQ-tQSXN-_vlgijUKloO07nf0-v2rWtvS0mj0bJNaEBa7Hl_kpLnro9Z4OQjlVJKSYPFYns65gBUIfEHkrZjRthe0/w640-h568/mao%20y%20togliatti.png" width="640" /></a></div><div class="separator" style="clear: both;"><b><br /></b></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Las «fuerzas productivas» como excusa para el oportunismo político</b></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">No hace falta decir que el marxismo siempre ha valorado la importancia de las fuerzas productivas, algo normal, si uno no desea caer en voluntarismos y perseguir fantasmas. De hecho, hemos afirmado varias veces con suma rotundidad que sin tal concepción no se puede entender la evolución de la humanidad. Véase la obra: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/p/filosofia_11.html">Fundamentos y propósitos</a>» (2022).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Refresquemos la memoria sobre lo que estas «fuerzas productivas» significan a nivel sociohistórico:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Son: los instrumentos de producción, con ayuda de los cuales se producen los bienes materiales; los hombres que manejan los instrumentos y efectúan la producción de los bienes materiales, por tener una cierta experiencia productiva y hábito de trabajo. Las fuerzas productivas, es decir, los medios de producción −instrumentos, máquinas, implementos, materias primas, etcétera− y la fuerza de trabajo del hombre, del trabajador, son siempre los elementos absolutamente indispensables para el trabajo, para la producción material. La productividad del trabajo social, el grado de dominio del hombre sobre la naturaleza, dependen del nivel histórico del desarrollo de las fuerzas productivas, de la perfección de los instrumentos de producción y de la experiencia productora y los hábitos de trabajo del hombre. De aquí la evidente importancia de las fuerzas productivas y de su crecimiento para la sociedad. En cada momento histórico, la vida de la sociedad depende de las fuerzas productivas de que dispone». (M. Rosental y P. Yudin; Diccionario filosófico marxista, 1940)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Ahora bien, la magnificación de su importancia −hasta hacer que toda la política gire en torno a esta cuestión− siempre ha sido caldo de cultivo para todo tipo de tesis peligrosas. Quizá el caso más paradigmático sea el de la llamada «teoría de las fuerzas productivas», un fragmento heredado del «gran legado» de la II Internacional, luego tan empleado por todos los grandes oportunistas del siglo XX −desde los kautskistas, los mencheviques, hasta los trotskistas, pasando por los maoístas−. Pero no hemos de engañarnos, algunos de los representantes más admirados de la doctrina marxista-leninista, empezando por Marx, Engels, Lenin o Stalin, también han incurrido en estas pretensiones, unas veces para superarlas, otras para rescatarlas en otros momentos, y no siempre dando muestras de superarlas del todo. Véase el capítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2023/03/entonces-nunca-ha-coqueteado-el.html">Entonces, ¿nunca ha coqueteado el marxismo-leninismo con nociones mecanicistas, místicas o evolucionistas?</a>» (2022). </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Esto se reflejó en que Marx y Engels, repasando las causas sobre las revoluciones fallidas, no siempre daban conclusiones del todo acertadas, acotando demasiado sus conclusiones a una mera cuestión de «falta de desarrollo de las fuerzas productivas»:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Si el proletariado francés, en un momento de revolución, posee en París una fuerza y una influencia efectivas, que le espolean a realizar un asalto superior a sus medios, en el resto de Francia se halla agrupado en centros industriales aislados y dispersos, perdiéndose casi en la superioridad numérica de los campesinos y pequeños burgueses. (…) Nada más lógico, pues, que el proletariado de París intentase sacar adelante sus intereses al lado de los de la burguesía, en vez de presentarlos como el interés revolucionario de la propia sociedad, que arriase la bandera roja ante la bandera tricolor». (Karl Marx; Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, 1850)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por su parte, Engels, en el prólogo a la edición de 1895, comentaba en el mismo sentido:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El que, incluso, este potente ejército del proletariado no hubiese podido alcanzar todavía su objetivo, y, lejos de poder conquistar la victoria en un gran ataque decisivo, tuviese que avanzar lentamente, de posición en posición, en una lucha dura y tenaz, demuestra de un modo concluyente cuán imposible era, en 1848, conquistar la transformación social. (...) El capitalismo tenía todavía, en 1848, gran capacidad de extensión. Pero ha sido precisamente esta revolución industrial la que ha clarificado las relaciones de clase en todas partes, la que ha eliminado una multitud de formas intermedias, legadas por el período manufacturero y, en la Europa oriental, incluso por el artesanado gremial, creando y haciendo pasar al primer plano del desarrollo social a una verdadera burguesía y a un verdadero proletariado de la gran industria. Y, con esto, la lucha entre estas dos grandes clases que, en 1848, fuera de Inglaterra, solo existía en París y a lo sumo en algunos grandes centros industriales, se ha extendido a toda Europa y ha adquirido una intensidad que en 1848 era todavía inconcebible. Entonces, reinaba la multitud de confusos evangelios de las diferentes sectas, con sus correspondientes panaceas; hoy, una sola teoría, reconocida por todos, la teoría de Marx, clara y transparente, que formula de un modo preciso los objetivos finales de la lucha. (...) Hoy, el gran ejército único, el ejército internacional de los socialistas, que avanza incontenible y crece día a día en número, en organización, en disciplina, en claridad de visión y en seguridad de vencer». (Friedrich Engels; Prefacio a la obra de Karl Marx: «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850», 1895)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En estas citas encontramos lo siguiente que ha de ser comentado con ojo crítico: </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">a) En primer lugar, Marx y Engels parten de una aseveración aparentemente lógica −a menor número de proletariado, seguramente menor experiencia política propia y mayor probabilidad de que el movimiento ande bajo tutelaje burgués−, pero solo como pretexto para acabar concluyendo que hasta que no se desarrollen a fondo las fuerzas productivas, la lucha por eliminar el capitalismo no estará aún madura, ¿por qué? Porque la sociedad no presenta «en toda su extensión» el antagonismo entre burguesía y proletariado, responde Engels. ¿Qué sentido tiene esta explicación, aplicada a cualquier otro contexto conocido? ¿Ha resistido la prueba del tiempo? Pues no. Según los datos recopilados por James S. O'Donnell en su obra «Una mayoría de Edad. Albania bajo Enver Hoxha» (1999), en 1938 el «90% de la renta nacional de Albania total provenía de la agricultura», aunque «solo el 8% de la tierra era cultivada», el «88% de la población vivía en las zonas rurales» mientras que «el 53% de los campesinos no tenía tierra» y «más del 40% de la tierra cultivable estaba en manos de los grandes terratenientes y sólo el 3% por ciento estaba en manos de campesinos». En cuanto a los niveles de mecanización: «sólo había 32 tractores en todo el país». Por lo que, siguiendo una regla de tres, según la noción dada anteriormente por Marx y Engels, en 1944 el movimiento político no podría haber hecho otra cosa que... ¿desarrollar el capitalismo unas cuantas décadas más? Para los comunistas de aquel entonces esto se mostró innecesario para la toma de poder y la puesta en marcha de cambios decisivos. Vamos aún más allá: al igual que en Rusia, el rumbo tomado hacia la transformación socialista de las antiguas relaciones de producción −ritmo que dependerá, claro está, de la situación y condiciones− brindó a Tirana un rápido y nuevo desarrollo −en las hasta entonces pobres y estancadas− fuerzas productivas. Véase la obra del PTA: «Historia del Partido del Trabajo de Albania. Segunda edición» (1982). </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">b) En segundo lugar, Engels considera −no sin unos extraños trazos de triunfalismo− que para 1895 la II Internacional «avanza incontenible y crece día a día en número, en organización, en disciplina, en claridad de visión». Pareciera que aquí hablase como si el movimiento hubiera logrado que entre los proletarios se borrase esa castrante variedad ideológica de antaño y todos marchasen al unísono bajo el marxismo. Huelga argumentar lo falso de esto. Si bien la II Internacional supuso un gran paso adelante en comparación a la desunión y desorganización de los grupos revolucionarios en las décadas previas, su funcionamiento interno no era un cuadro idílico. Si repasamos las andanzas del marxismo en Francia, por ejemplo, lo cierto es que su militancia vivía en una tensión permanente por superar los ecos del bakuninismo, el proudhonismo o el sindicalismo gremial, teniendo que enfrentar rápidamente las amenazas de sus variantes −como el posibilismo o el socialismo reformista−, sin contar ya, claro está, que en según qué épocas otros grupos rivales −como los anarquistas, los radicales o los bonapartistas− seguían cosechando gran parte de la atención de los proletarios. Sin ir más lejos, Engels había advertido de la llegada de ex radicales como Jean Jaurès en su «Carta a Paul Lafargue» (6 de marzo de 1894), calificando a este como un «ignorante en economía política» y partidario del «socialismo del Estado», el cual «representa una de las enfermedades infantiles del socialismo proletario». En cambio, un año después en su «Carta a G. Plejánov» (26 de febrero de 1895), varió en su apreciación creyendo que Jaurès estaba «en el camino correcto» porque aparentemente estaba «aprendiendo marxismo», permitiéndose el lujo de recomendar a los franceses «¡no exigir demasiada ortodoxia!» a razón de que «el partido es demasiado grande y la teoría de Marx se ha vuelto demasiado generalizada para que personas relativamente aisladas y confusas hagan demasiado daño en Occidente». Craso error. Véase el subcapítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/07/revitalizo-sorel-el-marxismo-como.html">¿En qué se basaba el incipiente marxismo francés del siglo XIX?</a>» (2021).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">c) Esta teoría tampoco estaría en capacidad de explicar, ni mucho menos, por qué el marxismo no triunfó en los EE. UU. o en la Inglaterra de mediados y finales del siglo XIX, seguramente los dos países más avanzados en cuanto a fuerzas productivas. En este último, los fabianos, los cartistas o sus parientes lejanos como la Federación Social Democrática o el Partido Laboralista, seguían cometiendo una y otra vez los mismos patinazos de los viejos movimientos socialistas de corte utópico; lo mismo en cuanto a los estadounidenses y grupos como Los Caballeros del Trabajo. Esto tampoco es una impresión nuestra, sino una cruda realidad que el mismo Engels se vio obligado de comunicar a sus íntimos allegados con signos de gran hastío. Véanse las obras de Friedrich Engels «Carta a Apolph Sorge» (10 de noviembre de 1886), «Prólogo a la edición estadounidense de la obra: «La situación de la clase obrera en Inglaterra» de 1845» (1887), «Carta a G. Plejánov» (21 de mayo de 1894) o «Carta a Schlüter» (1 de enero de 1895).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">d) Aun con todo, cuestiones como la hegemonía del movimiento sobre la población; sus tradiciones políticas erróneas, la capacidad de agitación y propaganda, sus líderes, qué conocimientos militares tenían, de cuánto tiempo libre disponían y qué material era accesible para la formación ideológica de sus militantes, entre otros, parecían ser factores descuidados por Marx y Engels en los análisis históricos de revoluciones fallidas como la «Primavera de los Pueblos» (1848) o la Comuna de París (1871). Ha de entenderse de una vez que el triunfo o fracaso de los movimientos políticos no dependía −de forma absoluta, queremos decir− del mayor o menor margen de desarrollo que tuviera el capitalismo en sus respectivos países, sino también del grado de concienciación de los protagonistas, de hacia qué objetivos apuntasen, de qué influencia, técnica, organización y disciplina tuvieran. El propio Marx sentenció muy correctamente en su obra «El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte» (1852), cómo la historia se desarrolla −para bien o para mal− en «aquellas circunstancias con que [los hombres] se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado», una «tradición de todas las generaciones muertas [que] oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos». </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;">Por tanto, como Marx dijo en «La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850» (1850), el problema en estos desafíos y en los siguientes seguía siendo que los proletarios se lanzaban «con una valentía y una genialidad sin ejemplo, sin jefes, sin un plan común, sin medios, carentes de armas en su mayor parte». Por tanto, pese a que el país contase con unas fuerzas productivas cada vez más extendidas y potentes, en cambio aún no se había resuelto otro factor decisivo para el triunfo de las fuerzas progresistas que Engels mencionó en «Contribución a la historia del cristianismo primitivo» (1894), es decir, el fenómeno inevitable de que «todo movimiento de masas es necesariamente confuso al principio», dado que «se mueve entre contradicciones, porque carece de claridad y de coherencia», entre otras cosas «a causa del papel que al comienzo juegan en él los profetas». Por ende, «esta confusión ideológica se manifiesta en la formación de numerosas sectas que se combaten entre sí con tanta saña al menos como combaten contra el enemigo común ajeno a ellas». En el caso del movimiento obrero esta situación se dilató, incluso después de la aparición del socialismo científico, por mucho más tiempo de lo esperado; en algunos casos no superándose jamás y en otros volviéndose cada cierto tiempo a coquetear con las ideas utópicas de dichas sectas que ya parecían superadas −algo que, dicho sea de paso, no dista mucho de nuestro presente−.</span></span><span style="font-family: georgia;"> Véase de nuevo el capítulo: «</span><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/07/revitalizo-sorel-el-marxismo-como.html" style="font-family: georgia;">¿En qué se basaba el incipiente marxismo francés del siglo XIX?</a><span style="font-family: georgia;">» (2021).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">e) Entendemos que, a falta de reflexiones y estudios de valor, ha sido muy tentador hasta el día de hoy recurrir a salidas fáciles y mecanicismos de manual como los que siguen: «Si aquí se han cometido «X» errores políticos, es porque ha habido poco desarrollo de las fuerzas productivas; por tanto, pocos proletarios, y eso explica la poca experiencia y la mala organización». Y su contrario: «Si aquí han ocurrido «Y» errores políticos, es porque con el gran desarrollo de las fuerzas productivas la burguesía ha sobornado a la «aristocracia obrera» y ha dividido el movimiento». Pero eso no es analizar nada de las teorías y vicios de esos movimientos. Son, como le gustaba decir a Marx, meras tautologías que redundan en lo mismo, volviendo a la casilla de salida. Retomando la falsa explicación anterior, si para tal superación del capitalismo solo se prestase necesario un «prolongado desarrollo de las fuerzas productivas» para dar luz a una «agudización de las contradicciones entre proletariado y burguesía», estaríamos sacando de la ecuación a los propios hombres, algo que va en contra de todo lo que ha predicado fundamentalmente el marxismo. Prueba de ello son obras de Karl Marx como «Carta al director de Otiechéstvennie Zapiski» (1877), o las misivas de Friedrich Engels como «Respuesta a Mr. Paul Ernst» (1890), y la «Carta a W. Borgius» (25 de enero de 1894), entre otras muchas. Además, aun si nos viéramos obligados a aceptar con toda la buena fe tal pensamiento zafio, por esa regla de tres estaríamos asumiendo que el «comunismo» debería haber triunfado ya automáticamente en la mayor parte del planeta por el mero discurrir. Una noción estrafalaria que, como se acaba de comprobar, nos dejaría en completo ridículo, porque no se sostiene por sí sola, siendo necesario, al menos para todo hombre de ciencia, que sea revaluada y, como se ha visto hasta aquí, desechada.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">f) Curiosamente, este tipo de «excesos» o «inexactitudes» fueron en parte reconocidos en ciertos pasajes conocidos de la literatura del socialismo científico. En «La ideología alemana» (1846), Marx y Engels se centran en combatir las nociones de quienes creían que se «engendraban a sí mismos» por encima de «la producción material de la vida inmediata». Pero incluso en esta obra contra el idealismo histórico se reconocía que para que una «conmoción total» −una revolución− ocurra, no solo era necesario evaluar «las fuerzas productivas existentes», sino «el derrocamiento práctico de las relaciones sociales reales», es decir, conseguir «la formación de una masa revolucionaria que se levante, no solo en contra de ciertas condiciones de la sociedad anterior, sino en contra de la misma «producción de la vida» vigente hasta ahora, contra la «actividad de conjunto»; apuntillando que «las circunstancias hacen al hombre en la misma medida en que este hace a las circunstancias». En lo relativo por ejemplo a la cuestión colonial, en su obra «Futuros resultados de la dominación británica en la India» (1853), Marx espetó lo siguiente: «Todo cuanto se vea obligada a hacer en la India la burguesía inglesa no emancipará a las masas populares ni mejorará sustancialmente su condición social, pues tanto lo uno como lo otro no sólo depende del desarrollo de las fuerzas productivas, sino de su apropiación por el pueblo». Incluso en su famoso «Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política» (1859), Marx proclamó que: «Las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo» y que, en cuanto a las metas que se pretenden alcanzar, «estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización». Por tanto, aquí no había un fatalismo absoluto como han querido ver muchos, y como ambos autores matizarían en otros tratados como su famosa «Carta a Franz Mehring» (14 de julio de 1893):</span><span style="font-family: georgia;">«En lo que nosotros más insistíamos −y no podíamos por menos de hacerlo así− era en derivar de los hechos económicos básicos las ideas políticas, jurídicas, etc., y los actos condicionados por ellas. Y al proceder de esta manera, el contenido nos hacía olvidar la forma, es decir, el proceso de génesis de estas ideas, etcétera». En otra ocasión, en su «Carta a J. Bloch» (22 de setiembre de 1890), arguyó: «Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta −las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas− ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores». </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">g) En todo caso, lo que al lector le debe quedar claro es que no hay peor «economicismo» −y, por lo tanto, materialismo vulgar− que hablar de «progreso» midiendo únicamente el nivel de las fuerzas productivas, despreciando la ideología que comanda dicho sistema político-económico. Así, de la mano de este economicismo, al que podemos catalogar además como imperialista, encontramos, por ejemplo, que el nacionalismo justificaría la dominación del nazismo sobre Europa por tener un «mayor grado de desarrollo de las fuerzas productivas» que muchos de sus pueblos subyugados. Asimismo, no hay nada más estúpido que creer que el progreso en cada época no tiene nada que ver con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, lo cual nos lleva a afirmar tajantemente que son ridículas las «propuestas alternativas» de una vuelta al capitalismo en su etapa premonopolista o incluso de la abolición de la industria, deseando indirectamente la inmolación de gran parte de los progresos de la ciencia social. En esta línea, los hippies y los anarquistas rechazarían tajantemente los proyectos de la URSS de Lenin y Stalin, que trataban de crear una potente industria pesada, red de transportes, etcétera en aras del desarrollo socioeconómico socialista y la defensa del país en caso de invasión de las potencias imperialistas. Por esto mismo, es importante entender la plena consonancia entre las «fuerzas productivas», que incluyen los lazos del hombre con la naturaleza, y las «relaciones de producción», focalizadas en los lazos que establece el hombre con otros hombres para producir. Es decir, no debe entenderse que las fuerzas productivas y las relaciones de producción son independientes entre sí, pues no existen la una sin la otra. Esta noción equivocada generalmente tiene dos variantes y, como toda buena falacia o fatalismo, parte de medias verdades, o de atisbos de posibilidad:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Primera. Allí donde el capitalismo estaba altamente desarrollado, los partidarios de «la teoría de las fuerzas productivas» consideraron que la toma de poder de los comunistas se daría de forma mecánica, que sería algo a lo que se llegaría «más temprano que tarde», porque, según ellos, subyacía de las propias problemáticas y oportunidades que presentaba el capitalismo en su laberinto histórico. Tomaban en cuenta la proletarización de la sociedad, el alto grado de desarrollo de la técnica y las sucesivas crisis económicas para argumentar este fatalismo histórico. A partir de ahí, concluían que bajo tales condiciones la victoria de las fuerzas del progreso estaba «casi» asegurada, dado que de una u otra forma, prácticamente todos los sectores de la sociedad se sentían afligidos y tendían a buscar un «socialismo» como alternativa que superase el capitalismo. Por esta razón, algunos dirigentes teorizaron que este tránsito al socialismo, como primera fase de la nueva sociedad, quizás hasta fuese comandado por fuerzas no estrictamente comunistas: </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Es necesario partir del examen del desarrollo de las fuerzas productivas, de él viene un impulso objetivo hacia el socialismo. (…) Sin embargo, en países de capitalismo muy avanzado, puede suceder que la clase trabajadora en su mayoría siga a un partido no comunista y no podemos excluir que, incluso en estos países, partidos no comunistas basados en la clase trabajadora puedan expresar el impulso que viene de la clase trabajadora hacia el socialismo. (…) [Esto plantea] cómo lograr la unidad entre las diversas fuerzas organizadas que hoy tienden, en diferentes formas, a moverse en la dirección de la sociedad socialista». (Palmiro Togliatti; Informe presentado en la sesión plenaria del Comité Central del Partido Comunista Italiano, 24 de junio de 1956)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Aquí, se ocultaba la brecha histórica que siempre ha habido entre la doctrina y los proyectos del «socialismo utópico» −y los de sus herederos: bakuninistas, proudhonistas, posibilistas, etcétera− y los del «socialismo científico» de Marx y Engels, contrarios a ese utopismo idílico e implausible. Esa concepción mecanicista de las fuerzas productivas, junto a tantas otras desviaciones, como el «cretinismo parlamentario», el «economicismo sindicalista» y el «legalismo burgués», dio pie a un moderantismo político, mezclado siempre con una despreocupación por la organización y la templanza ideológica. Entre tanto, el espíritu revolucionario de las bases proletarias fue languideciendo, siendo presos tanto de la propaganda cultural de los medios de comunicación de la burguesía −con su ocio alienante− como del espíritu conciliador, pusilánime y mezquino de sus jefes. ¿Acaso se podía esperar otra cosa?</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En resumidas cuentas, los defensores de todas estas «teorías» se oponen a la emancipación de la clase obrera, tanto en los países capitalistas desarrollados como en los subdesarrollados. Y, aunque se esfuercen por negarlo, esta tendencia rebaja el factor subjetivo en la transformación de los procesos históricos, hasta el punto de relativizar la labor de concienciación y organización política independiente. De esta forma, se sustituye la revolución por un evolucionismo pacífico y consensuado de los «elementos nacionales», que de una forma u otra están «descontentos con el sistema»; sin realizar, en ningún momento, un análisis exhaustivo de qué clases sociales, qué objetivos políticos o qué enfoques filosóficos hay detrás. Partiendo de enunciaciones grandilocuentes y cálculos arbitrarios con relación al número de proletarios o al estado de las fuerzas productivas, se permiten ser muy optimistas y anunciar que la victoria está a la vuelta de la esquina, dado que «el capitalismo tiene graves contradicciones y está en crisis», pero luego se lamentan amargamente del hecho de que aún puede resistir. ¿La razón? Que entre el «pueblo» existe una «falta de unidad» derivada de que en el movimiento político «anticapitalista» hay un exceso de «sectarismo y dogmatismo», recomendando una mayor «flexibilidad» y «pragmatismo» en materia de alianzas y exigencias ideológicas. ¡Qué sorpresivas conclusiones!</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Segunda. Otra variante de esta farsa −nos negamos a volver a llamarla «teoría»− consideraba que el «alto desarrollo de las fuerzas productivas» supone el factor determinante −cuando no el único− para propiciar una superación del capitalismo. A veces esto se unía a la noción aún más delirante de que la «revolución» había de ser «simultánea a nivel mundial» o «de otro modo el proceso fracasará». Así, en los países semifeudales o en aquellos con un escaso desarrollo del capitalismo, es decir, en aquellos aquejados por un nivel escaso de desarrollo de las fuerzas productivas y un número reducido de proletarios, se pensaba que los comunistas no podrían llevar a cabo la toma del poder, ni mucho menos transitar hacia el socialismo. Según esta concepción, sería necesaria una «etapa preparatoria» que contaría con un amplio desarrollo del capitalismo o al menos con la asistencia de un «cordón sanitario» de varios países socialistas desarrollados como garantía para «superar su atraso». En estos casos, no se dudaba en recomendar apoyar políticamente a las fuerzas capitalistas nacionales que estimulasen tal desarrollo, incluyendo potencias imperialistas extranjeras. He aquí un ejemplo de esto, en lo que dijo Po Ku, miembro del Politburó del Partido Comunista de China (PCCh) a John S. Service en 1944:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i><span style="font-family: georgia;">«Po Ku: «Intentar trasplantar a China todos los aspectos de la sociedad en la que Marx se encontraba −la revolución industrial en el siglo XIX− y los pasos −lucha de clases y la revolución violenta− que veía necesarios para que el pueblo escapara de esas condiciones, no solo sería ridículo, sino que también sería una violación de nuestros principios básicos de objetivismo realista y evitar el dogmatismo doctrinario. (...) Probablemente no podamos alcanzar el socialismo aun hasta que gran parte del resto del mundo haya llegado a esa fase. (...) Debemos aumentar nuestro nivel económico mediante una larga fase de democracia y empresa libre. Lo que los comunistas esperamos hacer es mantener a China moviéndose progresiva y constantemente hacia esta meta. Mediante, ordenadamente, un desarrollo gradual y progresivo, evitaremos ocasionar las condiciones que llevaron a Marx a sacar sus conclusiones de la necesidad −en su sociedad− de la lucha de clases: evitaremos la necesidad de una revolución violenta mediante una revolución pacífica planificada. Es imposible predecir cuanto durara este proceso. Pero podemos estar seguros de que tomara más de treinta o cuarenta años, y probablemente más de cien años». (John S. Service; Las posiciones de los comunistas chinos con respecto a la Unión Soviética y los Estados Unidos, 28 de septiembre de 1944)</span></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Huelga decir que estas patrañas hace largo tiempo que han sido refutadas por la historia en no pocas ocasiones, como se demostró en Rusia o Albania. En la práctica, que es donde se dirimen las teorías, los revolucionarios se dieron cuenta −por motivos de causa mayor− que aun en los países más atrasados, sin una base técnica de importancia, los proletarios ideológicamente más avanzados, por pocos que sean, pueden contraer una alianza o incorporar al movimiento a aquellos sujetos y capas sociales con inclinaciones revolucionarias, y que a mayor nivel de hegemonía política más fácilmente pueden encaminar con rapidez la resolución de las tareas del momento; sean estas anticoloniales, antifeudales, socialistas o cualesquiera que sean.</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En suma; sí existe la posibilidad de pasar a construir el socialismo sin necesidad de pasar por un capitalismo «plenamente desarrollado» o delegar el poder político en la burguesía nacional. Que tal proceso sea más lento o tortuoso, evidentemente dependerá del propio desarrollo de las fuerzas productivas heredado o adquirido durante la gobernanza, de la asistencia y ayuda internacional que exista, de si se vuelven sobre el país revolucionario las fuerzas contrarrevolucionarias externas o no. Pero como demostró precisamente la industrialización socialista en estos países, este camino supone un desarrollo ulterior de las fuerzas productivas mucho mayor que el que puede producir el capitalismo con su anarquía en la producción y derroche de recursos y energías. No comprender esto supone rebajarse en el mejor de los casos a un derrotista, en el peor al nivel de un economista burgués.</span></div></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOSPCS2JnVguumgWunBDmUvLL4jXV4oJg_RpKATJefWHfQUnWPc-jP_FJt0sw3WgYuLPMsxEQN3zmY_4aj5p-CCYcJYVFO23cToxb5chJ5PdMvDLIXZCl7gXY_gDihfUobofn5zFm4g189xxI4qpwy4v5eTKUBtJ7DF7RtgoCHFxTZhO7BSXFendA1lcUj/s1024/reg%C3%ADmenes%20(1).jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="660" data-original-width="1024" height="412" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOSPCS2JnVguumgWunBDmUvLL4jXV4oJg_RpKATJefWHfQUnWPc-jP_FJt0sw3WgYuLPMsxEQN3zmY_4aj5p-CCYcJYVFO23cToxb5chJ5PdMvDLIXZCl7gXY_gDihfUobofn5zFm4g189xxI4qpwy4v5eTKUBtJ7DF7RtgoCHFxTZhO7BSXFendA1lcUj/w640-h412/reg%C3%ADmenes%20(1).jpg" width="640" /></a></div><div class="separator" style="clear: both;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>¿Cuáles han sido las tendencias negativas más recurrentes durante el siglo XX?</b></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En su momento, reflexionando sobre la creación de las secciones de la Internacional Comunista (IC) y sus problemas recurrentes, Stalin hizo unas anotaciones sobre la necesidad de «bolchevizar» las estructuras del Partido Comunista de Alemania (PCA), una organización que había sufrido y habría de sufrir todavía muchos procesos calamitosos. ¿Qué significaba aquí «bolchevizar»? Pues, lejos de lo que han repetido los opositores de la Revolución Bolchevique (1917), esto no era, ni más ni menos, que tratar de adecuar los aciertos del movimiento bolchevique al resto de agrupaciones revolucionarias del mundo, es decir, lo que ellos mismos hicieron con las experiencias de Europa Occidental en Rusia. ¡Terrible!</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«1) Es necesario que el partido no se considere un apéndice del mecanismo electoral parlamentario, como en realidad se considera la socialdemocracia, ni un suplemento de los sindicatos, como afirman a veces ciertos elementos anarco-sindicalistas, sino la forma superior de unión de clase del proletariado, llamada a dirigir todas las demás formas de organizaciones proletarias, desde los sindicatos hasta la minoría parlamentaria.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>2) Es necesario que el partido, y de manera especial sus cuadros dirigentes, dominen a fondo la teoría revolucionaria del marxismo, ligada con lazos indestructibles a la labor práctica revolucionaria.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>3) Es necesario que el partido no adopte las consignas y las directivas sobre la base de fórmulas aprendidas de memoria y de paralelos históricos, sino como resultado de un análisis minucioso de las condiciones concretas, interiores e internacionales, del movimiento revolucionario, teniendo siempre en cuenta la experiencia de las revoluciones de todos los países.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>4) Es necesario que el partido contraste la justeza de estas consignas y directivas en el fuego de la lucha revolucionaria de las masas.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>5) Es necesario que toda la labor del partido, particularmente si no se ha desembarazado aún de las tradiciones socialdemócratas, se reconstruya sobre una base nueva, revolucionaria, de modo que cada paso del partido y cada uno de sus actos contribuyan de modo natural a revolucionarizar a las amplias masas, a preparar a las amplias masas de la clase obrera en el espíritu de la revolución.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>6) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor la máxima fidelidad a los principios −¡no confundir eso con el sectarismo!− con la máxima ligazón y el máximo contacto con las masas −¡no confundir eso con el seguidismo!−, sin lo cual al partido le será imposible, no sólo instruir a las masas, sino también aprender de ellas, no sólo guiar a las masas y elevarlas hasta el nivel del partido, sino también prestar oído a la voz de las masas y adivinar sus necesidades apremiantes.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>7) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor un espíritu revolucionario intransigente −¡no confundir eso con el aventurerismo revolucionario!− con la máxima flexibilidad y la máxima capacidad de maniobra −¡no confundir eso con el espíritu de adaptación!−, sin lo cual al partido le será imposible dominar todas las formas de lucha y de organización, ligar los intereses cotidianos del proletariado con los intereses básicos de la revolución proletaria y conjugar en su trabajo la lucha legal con la lucha clandestina.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>8) Es necesario que el partido no oculte sus errores, que no tema la crítica, que sepa capacitar y educar a sus cuadros analizando sus propios errores.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>9) Es necesario que el partido sepa seleccionar para el grupo dirigente fundamental a los mejores combatientes de vanguardia, a hombres lo bastante fieles para ser intérpretes genuinos de las aspiraciones del proletariado revolucionario, y lo bastantes expertos para ser los verdaderos jefes de la revolución proletaria, capaces de aplicar la táctica y la estrategia del leninismo.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>10) Es necesario que el partido mejore sistemáticamente la composición social de sus organizaciones y se depure de los disgregantes elementos oportunistas, teniendo como objetivo el hacerse lo más monolítico posible.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>11) Es necesario que el partido forje una disciplina proletaria de hierro, nacida de la cohesión ideológica, de la claridad de objetivos del movimiento, de la unidad de las acciones prácticas y de la actitud consciente hacia las tareas del partido por parte de las amplias masas de este.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>12) Es necesario que el partido compruebe sistemáticamente el cumplimiento de sus propias decisiones y directivas, sin lo cual éstas corren el riesgo de convertirse en promesas vacías, capaces únicamente de quebrantar la confianza de las amplias masas proletarias en el partido». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre las perspectivas del Partido Comunista de Alemania y sobre la bolchevización, 1925)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">«¡Qué tontería, pero si tales requisitos son de cajón!», dirán los sabiondos de siempre. Pues bien, no exageramos si decimos que las agrupaciones políticas tradicionales del siglo XX perecieron −entre otros motivos que ahora abordaremos− por no cumplir los puntos básicos aquí enunciados. A poco que uno repase el desarrollo de estos partidos, observará cómo cristalizaron −y a veces con la bendición soviética− dos extremismos: o pensamientos totalmente irreflexivos y sectarios o ilusiones sumamente pragmáticas y conciliadoras. Curiosamente, la mayoría de colectivos han pasado por ambos periodos o, mejor dicho, han manifestado un poco de esto y un poco de aquello. Véase la obra: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/02/la-responsabilidad-del-partido.html">La responsabilidad del Partido Comunista de Argentina en el ascenso del peronismo</a>» (2021). </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Es muy posible que estos defectos, que a continuación vamos a enumerar, resulten muy familiares a nuestro lector, incluso que a veces se sienta identificado. Esto no es motivo de vergüenza, pues es algo muy normal, que responde a la sencilla razón de que, por estadística, lo más probable es que se haya criado políticamente, haya reproducido o haya sido testigo de estos patrones. Y esto ocurre, simple y llanamente, ¡porque nunca han sido superados del todo en el movimiento emancipatorio!</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«No olvidemos que las peores tradiciones y las malas costumbres pesan sobre la actividad de los hombres como si se tratase de una maldición, y a veces pareciera que la voluntad o la honestidad de unos cuantos no sirven en absoluto para superar esta barrera de mediocridad, pero hay una explicación racional mucho más sencilla y no tan fatalista. Antes de nada, nunca debemos perder de vista que, aunque con mucho tiempo, dedicación y esfuerzo, son los hombres los que cambian sus circunstancias, lo que en política exige la cooperación sin titubeos entre sus miembros, algo que tiene más importancia cuando se va en contra de la corriente de opinión mayoritaria». (Equipo de Bitácora (M-L); <a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/07/mariategui-el-idolo-del-marxismo.html">Mariátegui, el ídolo del «marxismo heterodoxo»</a>, 2021)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿De qué hablamos? ¿A qué nos estamos refiriendo? Muy sencillo. En primer lugar, sintetizando el bloque de las desviaciones escoradas hacia la «izquierda» −tendientes hacia el anarquismo−, estas se podrían simplificar en:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Negarse a participar en los sindicatos y las elecciones; presentarse ante los trabajadores con una fraseología radical o intelectualoide alejada de su entendimiento; sobrestimar las fuerzas propias e infravalorar las del enemigo; bregar en cualquier momento y lugar por intentar aplicar los cuatro esquemas aprendidos sobre la revolución de memoria; seducción por los métodos terroristas; olvidar la paciente labor de educación entre las masas, dando por hecho que ellas conocen lo que la vanguardia o tachándolas inmediatamente de «reaccionarias»; el uso del eslogan machacado y el insulto como sinónimo de agitación y propaganda política en detrimento de la argumentación científica; calificar a cualquier grupo político no comunista de «fascista», etcétera</i></span><i style="font-family: georgia;">». (Equipo de Bitácora (M-L): <a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/p/filosofia_11.html">Fundamentos y propósitos</a>, 2022)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Después, en el segundo bloque de desviaciones inclinadas hacia la «derecha» −tendientes al reformismo−, las más comunes son:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El rebajar la importancia del partido como dirigente de los procesos revolucionarios, rebajar las exigencias para militar en ellos, el crear ilusiones sobre el carácter de los líderes de la socialdemocracia, realizar pactos y alianzas con los cabecillas anticomunistas, las ilusiones sobre el papel de la burguesía nacional en la revolución, el poner en tela de juicio la necesidad de la dictadura del proletariado para asegurar su poder, hablar de la posibilidad de transitar pacíficamente al socialismo mediante el parlamentarismo, las concesiones al imperialismo bajo la excusa de «evitar nuevas guerras» y otras. Todas ellas eran tesis que existían ya antes del jruschovismo, este solo se aprovechó de las debilidades que rondaban o que se habían manifestado en muchos partidos durante la etapa stalinista y oficializó estas desviaciones como nueva ruta, dándole una vuelta de tuerca más, en muchos casos, hacia la derecha</i></span><i style="font-family: georgia;">». (Equipo de Bitácora (M-L): <a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/p/filosofia_11.html">Fundamentos y propósitos</a>, 2022)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Huelga decir que estos puntos varían o se agrandan cuando nos referimos a partidos en el poder, los cuales tienen a su disposición la posibilidad y la responsabilidad de dirigir el desarrollo cultural, económico y político de una sociedad al completo. De nuevo, el lector querrá saber de qué fenómenos exactos estamos hablando, así que adelante:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Falta de comunicación entre los revolucionarios para coordinarse a nivel mundial. No hubo una conexión eficaz entre los revolucionarios de cada zona, es más, hubo concesiones al imperialismo con el pretexto de no provocarle o no darle pretextos propagandísticos. Las envidias y las desconfianzas hicieron el resto.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Mezcolanzas entre nacionalismo y marxismo. Se intentó aunar la herencia de la cultura nacional reaccionaria con la esencia universal y progresista de las formas del pensamiento y las leyes de la revolución que recoge el marxismo. Bajo la excusa de «recuperar el pasado progresista del país», «adaptar el marxismo a la realidad concreta» o «combatir el cosmopolitismo», este fenómeno marchó adelante y sin frenos.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Bandazos estratégicos y tácticos. Sin una razón de peso y bajo una ausencia de autocrítica, hubo toda una serie de vaivenes que nunca fueron explicados ante el público general, y quienes se percataban de tal torpeza quedaban perplejos por la naturalidad con que se expresaba. </i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>No asumir los fracasos como propios. No pocas veces se buscaba un «cabeza de turco» o se recurría a explicaciones fantasiosas para evitar reconocer que la línea política preconfigurada se había demostrado errada, todo en un intento de proteger a sus cabecillas y «salvar el honor del partido».</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Falta de un férreo control sobre los servicios de seguridad. Esta grave debilidad creó una paranoia generalizada entre las filas, atenazó la crítica y facilitó el ascenso de los arribistas en las cúpulas de estos organismos que eran de suma sensibilidad para la supervivencia del partido o el sistema político.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Gremialismo. En lo referido a economía, filosofía, organización, arte, etcétera, no era extraño observar una reclusión endogámica de los expertos en sus respectivos campos, apoyándose unos a otros e intentando no rendir cuentas, pidiendo, muy por el contrario, ser respetados y adulados. Muchas figuras de importancia se vieron acorralados por una oficialidad osificada, apuntalándose, en su lugar, a profesionales mediocres en los altos cargos referidos a estos campos clave de la cultura y la sociedad.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Falta de conocimientos sobre la historia del movimiento nacional e internacional. Esto suponía que tarde o temprano, al enfrentarse a tareas muy similares, cayeran en la incomprensible repetición de errores que se presuponían ya superados, ora virando hacia el anarquismo ora hacia el reformismo. </i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Metodología pedagógica muy rudimentaria. Hay registros de sobra como para concluir que muchos planes de los educadores eran demasiado rígidos o simples como para que cumpliesen la función pretendida, o en su defecto, estos eran correctos, pero había un incumplimiento descarado en los receptores y supervisores, arruinando el gran trabajo de tiempo y energía invertidos. Por lo general, este desdén al estudio teórico se justificaba con el autoengaño de que el sujeto estaba ocupándose de otras cosas más «prácticas», aunque en verdad fueran banalidades. </i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Creación de privilegios en el modo y estilo de vida. Entre militantes de la cúpula y de la base se creaban todo tipo de lazos de favoritismos, nepotismo y demás, que con el tiempo implicó una aplicación desinteresada en cuanto a los reglamentos que toda estructura colectiva necesita para ser eficaz, operando según la simpatía, cercanía y estatus a los jefes.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Culto a la personalidad. La dependencia de una gran persona bajo la justificación primitiva de que esto era necesario para movilizar a la gente, con la consiguiente exculpación y ocultamiento de los fallos del máximo líder bajo el pretexto de que dañando su imagen se daña la de todos.</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>Brecha y aislamiento entre los dirigentes y el pueblo. De la propia desconfianza de los primeros sobre el segundo para sacar adelante las situaciones complejas, tratando de resolver los problemas solo por arriba, ganándose a otros cabecillas. Por contra, se creó una enorme complacencia de la base ante los desmanes de los jefes por haberse acostumbrado al sentimentalismo y seguidismo ante sus líderes de siempre, etcétera</i></span><i style="font-family: georgia;">». (Equipo de Bitácora (M-L): <a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/p/filosofia_11.html">Fundamentos y propósitos</a>, 2022)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Y qué hay de los nuevos partidos marxista-leninistas que surgieron en los 60 para frenar la hemorragia del revisionismo? ¿Lograron revertir esta tendencia? En honor a la verdad, estas secciones se centraron en combatir lo más inmediato para ellas, es decir, las nociones más alarmantes e indignantes de las direcciones de los partidos comunistas de los cuales se habían escindido, pero hasta para eso muchas veces realizaban tal labor por mera intuición, por mera inquina personal, no por un análisis largo y reflexivo. Es de recibo mencionar las excelentes reflexiones que los marxista-leninistas franceses nos brindaron, donde ejemplificaron, con pruebas factuales muy difíciles de rebatir, que la «lucha contra el revisionismo» en Francia era más una consigna que una realidad. Por ejemplo, en el artículo de L’emancipation «La demarcación entre marxismo-leninismo y oportunismo» (1979), se demostró cómo, durante los años 60-70, todos los «colectivos antirrevisionistas» operaron a nivel general bajo los mismos esquemas y prejuicios que veinte años antes, a veces incluso más recrudecidos. Nos referimos a pecar de triunfalismo por los éxitos propios −aun cuando estos eran menores−, a lanzar pronósticos ficticios −para cuya consecución no había ningún indicio− o la pretenciosidad de prometer llevar a cabo «el necesario estudio del origen del revisionismo» −del cual luego no se hacían cargo nunca−. Para finales de los 80, todos estos grupos que se las prometían muy felices también acabaron naufragando al tomar las mismas rutas −o unas muy parecidas− del revisionismo al que combatían por consignas:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Poco a poco los partidos fueron tomados por el liberalismo; una enfermedad basada en la falta de vigilancia, la dejadez, la autocomplacencia, el descuido por la formación ideológica y la lucha por la preservación de los principios. También se hizo notar el formalismo; otro mal muy común del presente, que se basa en el olvido del contenido y la preocupación excesiva o preferente por las formas, donde el organismo se convierte en el típico club de amigos donde una camarilla trafica y hace apología nostálgica de la historia que arrastran las siglas del partido, pero no hace nada para mantener su honor y aumentar su cuota histórica de logros, por lo que el colectivo, lejos de avanzar y consolidarse, se aísla en la autocomplacencia. También hizo aparición el clásico seguidismo, que consiste en dar la razón en temas de importancia sin expresar una voz propia, algo muy clásico de personalidades pusilánimes que temen importunar al compañero o aliado. Podemos observar cómo, tan solo unos pocos años antes, incluso unos pocos meses antes de su debacle final, se atrevían a publicar toda una serie de artículos efusivos y triunfalistas a más no poder sobre diversos temas, como si nada demasiado importante pasara dentro del movimiento marxista-leninista internacional. Justo en unos momentos en que precisamente todo se estaba resquebrajando, cuando el acuerdo y la coordinación entre partidos en el ámbito internacional era casi nulo, cuando cada partido estaba perdiendo toda su militancia e influencia entre las masas, cuando caminaban directamente a su liquidación como organizaciones independientes». (Equipo de Bitácora (M-L): <a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/p/filosofia_11.html">Fundamentos y propósitos</a>, 2022)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por supuesto, los defectos que propiciaron cada «degeneración» partidista o de cada sistema político, nos dejarán siempre aspectos específicos de sumo interés para el estudio, pero en esta ocasión estamos tratando los más generales. Si el lector desea conocer por qué degeneraron los partidos de la URSS, Albania, Colombia, España, Francia, Alemania y demás, que ya hemos abordado en otras ocasiones, deberá consultar los documentos concretos sobre la organización que se requiera. Pero queremos resaltar algo más importante: ¿supone esto el fin de toda esperanza sobre el «marxismo-leninismo»? ¿Es inevitable, también para los revolucionarios del siglo XXI, la degeneración organizativa y el fracaso de la vigilancia y la depuración? </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El neomaoísta, con su derrotismo ya característico, declara o insinúa que la historia ha demostrado que, pese a la vigilancia revolucionaria, el partido degenera tarde o temprano, por eso necesitamos institucionalizar la «lucha de dos líneas» −que supone institucionalizar el modelo menchevique de partido−. Genial. De nuevo haremos un paralelismo para explicárselo con paciencia. ¿Cuántos prototipos necesitó Edison para conseguir una bombilla incandescente? ¿No es cierto que los hermanos Wright tuvieron que precisar mejor una y otra vez sus predicciones para lograr el primer vuelo de la historia? ¿Conocéis cuántas veces la burguesía falló a la hora de intentar derrocar a la nobleza y establecer su poder? No, no estamos haciendo un alegato a que sigáis dando palos de ciego a ver si «suena la flauta», sino a que echéis el freno, paréis a reflexionar sobre qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal en el siglo XX [vuestro amado «balance»]. Echad un vistazo a las citas del señor Mao de más arriba, y confesad con total sinceridad si ese es el modelo de partido que deseáis, si el pueblo puede llegar a vencer a sus enemigos bajo tales esquemas corruptos que predican convivir con ideólogos de la burguesía y otras capas intermedias. Porque existe una diferencia muy nítida entre no ejecutar una teoría en la práctica y el partir directamente de una teoría errada; y en el caso del maoísmo el desastre ocurre, entre otros motivos, porque ya partía de una teorización falsa de raíz». (Equipo de Bitácora (M-L): <a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2017/06/estudio-historico-sobre-los-bandazos.html">Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO</a>, 2017)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Entonces, la respuesta corta es que sí, puede «fallar la vigilancia», y sí que esta es sumamente importante, aunque no lo determine todo. Algunos se apresurarán en preguntar: «Entonces, ¿cuál es la fórmula para evitar la degeneración ideológica de un partido?». Bien, la realidad es que no existe una fórmula mágica o mecánica, si es lo que se busca, y quien desea o pregunta algo así demuestra cuán alejado está del mundo real. La única opción es implementar medidas que eliminen las viejas desviaciones y eviten que otras nuevas sean irrevocables cuando surjan. Lo más importante es que, para cada problema concreto, se asigne un diagnóstico correcto y una solución plausible; para lo cual, será útil haber estudiado los precedentes iguales o similares, pero nada más. Fuera de eso, no hay más «fórmulas mágicas» que anticipar, salvo que queramos dar rienda suelta al «potro de la especulación». Debe quedar claro que el error es algo inherente al ser humano, y la dirección política, que no es sino la suma colectiva de individuos humanos, también puede equivocarse −sin que ello implique ya una traición «per se» de los jefes dirigentes−. Aquí es donde entra la famosa crítica y la autocrítica, pero no como un eslogan romántico, como la ven muchos, sino como herramienta necesaria para superar los momentos críticos. Aplicarla con total profundidad, no solo reconociendo los fallos, sino estudiando su origen y depurando responsabilidades, sin ocultar sus resultados al público, es la piedra de toque de una organización sana. Por eso, desconfiamos ahora y siempre de quienes no reclaman ninguna mala decisión entre sus figuras o movimientos de referencia, algo literalmente imposible, cosa de la cual desde luego a nosotros jamás nos podrán acusar, pues ahí están las pruebas de nuestros documentos, donde dedicamos más tiempo a extraer las lecciones de las equivocaciones históricas que a repetir los méritos que todo el mundo sabe. </span></div></div><div class="separator" style="clear: both;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCTCoSLNAp5bxhe7TEmsksj-rwGv9Z2jg7-_C6dipX-kWsmrJrSiB-_oQhB3Y5Mz-2DpLLG-2VImeYey_-coaXj8_h7R8h6HSoLZbpPNKjh8QgNnmIaTy_skDGWj27T5Og-UmSqHFVzoAjywCdaLsMLlZkXa89xeVxtGcsRtqVBuMOwOeLqtipf_0Zt97q/s1528/reg%C3%ADmenes%20(2).jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1187" data-original-width="1528" height="498" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCTCoSLNAp5bxhe7TEmsksj-rwGv9Z2jg7-_C6dipX-kWsmrJrSiB-_oQhB3Y5Mz-2DpLLG-2VImeYey_-coaXj8_h7R8h6HSoLZbpPNKjh8QgNnmIaTy_skDGWj27T5Og-UmSqHFVzoAjywCdaLsMLlZkXa89xeVxtGcsRtqVBuMOwOeLqtipf_0Zt97q/w640-h498/reg%C3%ADmenes%20(2).jpg" width="640" /></a></div><div class="separator" style="clear: both;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both;"><b><span style="font-family: georgia;">Ni la idealización del «partido» ni el culto al «pueblo» son una salida sabia</span></b></div><div class="separator" style="clear: both;"><b><span style="font-family: georgia;"><br /></span></b></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Volvamos a lo que estábamos comentado. Cuando se alcanza el punto de no retorno, cuando el cúmulo de tropiezos se hace insoportable, entonces hablamos de algo más serio, puesto que se trataría ya de una degradación absoluta y consciente de la ideología fundamental del individuo o el colectivo, el cual estaría ya no solo cayendo preso del oportunismo, sino asumiéndolo como suyo voluntariamente, haciendo de él su estilo de vida política. Esto puede ocurrir en cualquiera de sus etapas −en momentos prerrevolucionarios, en etapas de efervescencia revolucionaria o tras la toma del poder−. Algo que debemos destacar es que jamás en la historia se ha dado una situación en la que una dirección equivocada en sus métodos y planteamientos haya cedido su puesto voluntariamente por fallar reiteradamente, por realizar pronósticos erróneos, por ceder al pragmatismo y empeorar la situación de su pueblo, por arrastrar por el fango el prestigio e influencia de la organización. Nada de eso. O las bases del partido y cuadros intermedios presionan para reemplazar a la dirección y salvar la situación a tiempo, o esta permanece y continúa con la degradación del partido tras un periodo de tiras y aflojas con la base y los miembros sanos de la cúpula dirigente. A decir verdad, en los momentos críticos, muchas veces se ha dado que los gerifaltes no están dispuestos a reconocer sus fallos y llegan a acusar a las masas de «no respetar la dilatada carrera de los dirigentes» y califican sus demandas como «contrarrevolucionarias» y producto de «delirios» que actúan bajo los auspicios de los «servicios secretos del imperialismo». </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Y bien; ¿qué suele ocurrir? Históricamente, el «pueblo» es tratado con veneración, como si fuese un ente sapientísimo y todopoderoso, tanto la parte del pueblo con inclinaciones partidistas como la que no −parte ante la que muchos, por cierto, se genuflexionan como si fuera el nuevo «Dios de la Razón»−. En realidad, el pueblo, en las situaciones críticas donde debió dar un impulso decisivo al rumbo político de la sociedad, exigir la depuración de las cúpulas políticas y la corrección de la línea del partido, solió contar con una menor capacidad ideológica y organizativa; algo que, en última instancia, también ha sido responsabilidad de la podrida dirección al mando, que con frecuencia promovió esa incapacidad y desidia en el pueblo, ahondando la diferenciación entre este y la dirección, aletargando su conciencia política, no siendo capaz, a fin de cuentas, de superar el desafío de estar a la delantera, de inculcar una conciencia política, de educar en los deberes que le son propios a dicha sociedad. Al final, una parte del pueblo acaba mostrando su repulsa en forma de protestas tan honestas como estériles, debido a su falta de líderes, su falta de acuerdo en las reivindicaciones a plantear, su escasa capacidad organizativa y la ausencia de capacidad resolutiva. Otra sección es presa del demagogo antimarxista de turno, por lo que no es extraño verle querer destruir las conquistas revolucionarias en pro de eslóganes vacuos sobre «libertad», «democracia» y demás. Cuando no, una gran parte de este «pueblo» se acaba sometiendo por sentimentalismo a la dirección que se ha tornado en pusilánime y reaccionaria −y tal actitud es respuesta a un modelo sentimental de relaciones cultivado durante tantos años para con los que hasta entonces han sido sus mentores y líderes−; aquí, la amistad o el apego a unas siglas y una tradición de militancia pesan mucho más que la realidad que tienen delante de sus narices, pues tratarlo de otro modo implicaría para estos individuos tanto romper con su círculo social como realizar un examen crítico de sí mismos y su colaboración en la farsa, lo cual, seamos honestos, nunca es agradable ni está al alcance de todos. </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Prueba de todo ello es la experiencia de las huelgas llevadas a cabo en la ciudad rusa de Novocherkask durante 1962. Dichas manifestaciones fueron fruto del hartazgo de los obreros de varias fábricas a causa de malas condiciones laborales, malas prácticas de trabajo y, para rizar el rizo, una pésima administración. Rápidamente, miles de trabajadores se reunieron en las calles e incluso se demandó una reunión con el comité local del PCUS. Sin embargo, y de ahí la derrota de una reacción espontánea como esta, los manifestantes ni poseían líderes, ni programa propio. Como comentaría uno de los participantes, todas las acciones que llevaron a cabo las habían aprendido «en las películas». El lector podrá encontrar más información en el vídeo del canal The Cold War «La masacre de Novocherkask 1962, el Ejército Soviético contra el pueblo» (2021).</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Lamentablemente, este ha sido hasta ahora el cariz que tomaron este tipo de eventos históricos ante una crisis de gran envergadura. Entonces, ¿recae sobre una élite todopoderosa el realizar la revolución y asegurarla? Esto sería aún más absurdo que la idea de delegarlo todo al libre albedrío de la «autoorganización». Como se suele decir, no es bueno «ni tanto, ni tan poco»:</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«La idea de construir la sociedad comunista exclusivamente con las manos de los comunistas es pueril, absolutamente pueril. Los comunistas no somos más que una gota en el océano, una gota en el océano del pueblo. Seremos capaces de llevar a la gente por el camino que hemos elegido sólo si lo determinamos correctamente, no sólo desde el punto de vista de su dirección en la historia mundial». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el XIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1922)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">En torno a la relación entre el partido y las masas, Lenin esgrimió con toda la razón del mundo algo que todos deben conocer:</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«¿Cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se controla? ¿Cómo se refuerza? Primero, por la conciencia de clase de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de vincularse, aproximarse y hasta cierto punto, si se quiere, fundirse con las más amplias masas trabajadoras, en primer término, con la masa proletaria, pero también con las masas trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado de la dirección política que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es posible la disciplina en un partido revolucionario, verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se malogran en fraseología, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Solo se forman con esfuerzos prolongados y una dura experiencia». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Estaremos de acuerdo, entonces, en que la mejor garantía para que en una nueva sociedad la estructura dirigente tenga los pies en la tierra es que logre la elevación máxima del nivel de conciencia general. De este modo, serán las secciones del «pueblo» −que no basta con mentarlo en abstracto, sino que hay que analizar las particularidades que lo componen− el que, cada vez en mayor número, entregue nuevos militantes y cuadros, el que evite la corrupción por endogamia, amoríos o amiguismos:</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i><br /></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«La mejor arma para combatir el burocratismo es la elevación del nivel cultural de los obreros y de los campesinos. Se puede censurar y criticar el burocratismo del aparato del Estado, se puede vituperar y poner en la picota el burocratismo en nuestro trabajo diario, pero si no existe cierto nivel cultural entre las amplias masas obreras, un nivel cultural que cree la posibilidad, el deseo y los conocimientos necesarios para controlar el aparato del Estado desde abajo, por las propias masas obreras, el burocratismo subsistirá, pase lo que pase. Por eso, el desarrollo cultural de la clase obrera y de las masas trabajadoras del campesinado −no solo en el sentido de fomentar la instrucción, aunque la instrucción constituye la base de toda cultura, sino, ante todo, en el sentido de adquirir hábitos y capacidad para incorporarse a la gobernación del país− es la palanca principal para mejorar el aparato del Estado y cualquier otro aparato. En eso reside el sentido y la importancia de la consigna leninista acerca de la revolución cultural». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">¿Cuál es el fin de esta elevación ideológica y cultural generalizada? Fácil, que la dirección no sea una casta de elegidos que ocupa cargos por los siglos de los siglos. Comprendemos que, en muchas ocasiones, sobre todo en periodos de desorganización, es difícil encontrar una persona que tenga la misma capacidad que otra que ya realiza su trabajo de forma excepcional, pero la única forma de no crear una devoción y una dependencia absoluta de ese «genio» es buscar otros «genios naturales» o instruir a otros hasta puedan realizar estas tareas con la misma destreza. Es precisamente a través de la práctica donde se puede comprobar quién tiene especial habilidad para «X» o «Y» trabajo. En todo caso, no debemos olvidar que, como dijo Lenin, la necesidad de la especialización en el movimiento revolucionario implica tareas complejas, pero también tareas fáciles e igualmente necesarias; por lo que, lo sentimos, pero los recursos típicos de hoy para justificar el inmovilismo, como el alegar «falta de tiempo» o «falta de habilidad», no son excusas suficientemente válidas. </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">En cuanto a los cargos de alta responsabilidad en el partido dirigente, estos deben ser ocupados por los elementos que hayan demostrado ser los más preparados y honestos. ¿Por qué? Para que así, las masas no puedan ser engañadas con tanta facilidad por la demagogia y la politiquería; para que puedan acabar estableciendo un contacto y confianza con los diversos organismos; para que de esa forma se acostumbren a participar y tener vía libre para identificar y denunciar las deficiencias; en definitiva, para que estas puedan superar la antigua separación entre gobierno, administración, partidos políticos y masas, entre gobernante y gobernado. Esta información viva, aun cuando se trate de elementos de fuera del partido dirigente, aun cuando no sea certera o justa del todo, siempre será sumamente útil para las altas instancias. ¿La razón? Sirve para mantener a los gestores con los pies en la tierra, para que no pierdan la noción de la realidad. Puede servir tanto para conocer sus propias equivocaciones como para conocer el retraso político de ciertas secciones de la población. Ligado con todo lo anterior, este equilibrio vanguardia-masas es necesario para que la rotación y purga de elementos poco fiables pueda continuar sin cesar. Todo, a fin de que no haya tiempo de que se consoliden manifestaciones negativas que causen la metástasis de la dirección y una esclerosis en toda la estructura general del partido. </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i><br /></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«Hay lugares en los que se depura el Partido apoyándose principalmente en la experiencia y en las recomendaciones de obreros sin partido, guiándose por ellas, tomando en consideración a los representantes de la masa proletaria sin partido. Y eso es lo más valioso, lo más importante. (...) Hay que depurar al Partido de los elementos que se apartan de las masas −sin hablar ya, por supuesto, de los elementos que deshonran al Partido entre las masas−. (...) Está claro que no nos someteremos a todas las indicaciones de la masa, pues la masa se deja llevar también a veces −sobre todo en años de excepcional cansancio y fatiga a consecuencia de las excesivas penalidades y sufrimientos− por estados de ánimo que no tienen nada de avanzados. Mas para juzgar a los hombres, para adoptar una actitud negativa frente a los «intrusos», frente a los que se han acostumbrado demasiado a «mandar como comisarios», frente a los «burocratizados», son valiosas en grado superlativo las indicaciones de la masa proletaria sin partido y, en muchos casos, también las de la masa campesina sin partido». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Acerca de la depuración del partido, 1921)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">He ahí resumido en unas cuantas líneas lo inútil que es idealizar bajo abstracciones demagógicas y semirreligiosas tanto a figuras individuales −los líderes−, como a elementos colectivos −ya sea el «pueblo» o el «partido»−; y advertimos esto porque no ha sido extraño ver en este sentido nociones que canonizan que el «líder», el «pueblo» o el «partido» −a veces a la vez o indistintamente− son entes que «siempre tienen razón», quienes «nunca se equivocan». La verdad nunca reside en nadie eternamente, la verdad siempre es concreta. Ni las buenas intenciones, ni la tradición de la organización y ni mucho menos el currículum personal son garantías para salvar situaciones problemáticas: lo único que lo puede hacer es un análisis «in situ» acertado con una actuación sin contemplaciones.</div></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSG-sFuAkD4Br9QUsBFvYpfiEVYazqX9HIg_yPVfu0a2cRtBk2LtE453dhpT_DlBcVRJO0Vo7ZvlzDAnBraoWgGrRE5VzIzMkPVDOHVHmZjXRGZwuiLEgBZBp4PxTWDBOuFu4Cd6jC5-k-QhyhCXRTSa5hs_pXeUdc2cIV1LkWoUGBqPLIGeP-YsfezqV6/s1936/reg%C3%ADmenes%20(4).jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1739" data-original-width="1936" height="574" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSG-sFuAkD4Br9QUsBFvYpfiEVYazqX9HIg_yPVfu0a2cRtBk2LtE453dhpT_DlBcVRJO0Vo7ZvlzDAnBraoWgGrRE5VzIzMkPVDOHVHmZjXRGZwuiLEgBZBp4PxTWDBOuFu4Cd6jC5-k-QhyhCXRTSa5hs_pXeUdc2cIV1LkWoUGBqPLIGeP-YsfezqV6/w640-h574/reg%C3%ADmenes%20(4).jpg" width="640" /></a></div><div class="separator" style="clear: both;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><b>¿No tuvieron en cuenta los soviéticos las «contradicciones antagónicas»? ¿Descuidaron la educación cultural y política de los cuadros? </b></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both;"><span style="font-family: georgia;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Antes de finalizar, nos gustaría ejemplificar cuál ha sido hasta ahora la limitada y tosca crítica del maoísmo hacia la experiencia soviética. Este lleva décadas hablando de los «errores de Stalin» de forma abstracta −sin concretar cuales son− o bajo acusaciones concretas del todo ridículas, eso sí, sin prueba alguna. Todavía recordamos a quienes, años atrás, reclamaban al Partido Bolchevique no proceder a la «abolición del Estado». Esto no merece ni ser comentado, salvo que alguien pretenda combatir el cerco imperialista sin los mecanismos de una estructura estatal. También hubo «reconstitucionalistas» que señalaban «el terrible fallo de Stalin» al proclamar en 1939 que «una vez destruidas las clases explotadoras» el «peligro principal de restauración del capitalismo» provenía del «exterior» y no tanto del «interior», como se reflejó en el artículo del Colectivo Fénix «Stalin; del marxismo al revisionismo» (2003), donde además, aderezado con un par de fórmulas de Karl Korsch y los filósofos de la Escuela de Frankfurt, reducían el «stalinismo» a la obsesión de un «maquinismo opresivo» y «burocrático»:</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«Con el problema de la restauración, Stalin rompe el vínculo entre la lucha de clases nacional e internacional del proletariado. (...) Este planteamiento ponía a la teoría del socialismo en un solo país en plena concordancia con todo ese grupo de tesis recientemente incorporadas, según las cuales en el sistema soviético no predominaba la forma económica del capitalismo de Estado, porque la propiedad jurídica de los medios de producción en manos del Estado de dictadura del proletariado los convertía en elementos socialistas; en consecuencia, no existían contradicciones antagónicas en el régimen interno de esta forma económica que pudieran favorecer el ascenso de la burguesía, ni que pudieran incubar el peligro de la restauración. Tesis que, por su parte, Stalin compartía plenamente. Cuando, a partir de principios de los años 30, con la colectivización en masa, desaparezca el peligro kulak, la tesis del peligro exterior como única posibilidad aceptada de restauración quedará definitivamente asentada, y, por esta vía, abiertos los cauces para el libre desarrollo de los elementos de la restauración capitalista desde el interior de la sociedad soviética». (Partido Comunista Revolucionario (Estado Español); La Forja; Nº28, 2003)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Otros «reconstitucionalistas» portugueses iban en el mismo sentido:</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«Como se puede ver en la década del treinta, la tesis de las fuerzas productivas del dominio de todo el corpus teórico-ideológico del bolchevismo de manera abierta. (...) Ocupa un lugar central y absorbe toda la ideología y la política de la Unión Soviética con miras al desarrollo técnico y al progreso económico que pueda orientar el proceso al comunismo». (Colectivo Conciencia e Transformació; Elementos en torno a la construcción del comunismo durante el Ciclo de Octubre, 2016)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">Si todos estos «reconstitucionalistas» se hubieran molestado en leer cualquiera de los documentos soviéticos de la época, se hubieran dado cuenta de que los dirigentes stalinistas no negaron en ningún momento el peligro de regresión interna, más bien al contrario. Eso no quita, por supuesto, que, si no somos ventajistas, el principal peligro de restauración del capitalismo que aparecía en el horizonte en el año 1939 no parecía provenir tanto del «interior», sino del «exterior» y la amenaza de guerra, especialmente contra Alemania y Japón. Por último, queda aclarar que los soviéticos tampoco infravaloraron la importancia de la educación ideológica; otra cosa bien diferente es que los «reconstitucionalistas», como investigadores pendientes aún del eterno «balance», desconozcan esto. Citaremos tres extractos que dejan en franca evidencia sus tesis: </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«El victorioso proletariado debe reprimir la resistencia de los explotadores no solo en el campo de la política y la economía, sino también en el campo de la ideología. En el campo ideológico, la resistencia resulta ser incluso la más obstinada, larga y profunda, incluso después de que se rompe la resistencia armada de las clases hostiles al proletariado. Por lo tanto, la lucha contra la resistencia ideológica de la vieja sociedad, contra los restos del capitalismo en la mente de los trabajadores, es una de las tareas más importantes de la lucha de clases del proletariado. Sin resolver este problema, no puede fortalecer su dominio político. (...) Habiendo construido una sociedad socialista en la URSS, completamos la primera parte de la tarea de la que habló Lenin: abolimos la propiedad privada de los medios de producción. Pero aún no hemos logrado destruir por completo la diferencia entre la ciudad y el campo, entre las personas de trabajo físico e intelectual, aunque se han logrado éxitos decisivos en esta dirección. (...) Todavía hay personas infectadas con la psicología de la propiedad privada, que continúan tratando el trabajo social y los bienes comunes colectivos a la antigua usanza, violan la disciplina laboral y las reglas del régimen socialista. Todavía hay personas infectadas por la adoración ante el oeste burgués. En vista de esto, es necesaria una lucha sistemática para la educación socialista, para el fortalecimiento de la actitud socialista hacia el trabajo y el deber público. (...) El principal instrumento para proteger el socialismo es el Estado socialista soviético, en cuyas funciones se expresa la lucha de clases del pueblo soviético». (Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i><br /></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«Las contradicciones antagónicas también aparecen en el campo de la ideología. La ideología burguesa y la ideología socialista son irreconciliables. (…) El pueblo soviético, en su lucha por una transición gradual del socialismo al comunismo, tiene que luchar contra los agentes burgueses que están siendo enviados a nuestro país. (...) El pueblo soviético también tiene que luchar contra las personas ideológicamente inestables, infectadas con prejuicios nacionalistas, contra los portadores de puntos de vista y morales burgueses, contra los arribistas y degenerados, contra los saqueadores de la propiedad socialista y contra los diversos restos de capitalismo en la mente de algunas personas. Por lo tanto, la vigilancia política constante y alta es la cualidad que todo el pueblo soviético necesita. (...) La crítica y la autocrítica desarrollan la iniciativa de los constructores de una sociedad comunista y aumentan la vigilancia con respecto a fenómenos ajenos y hostiles a la sociedad soviética en la teoría y la práctica». (Partido Comunista de la Unión Soviética; Sobre el materialismo dialéctico, 1953)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«El camarada Stalin ha advertido numerosas veces que nuestros éxitos tienen asimismo su aspecto negativo, que engendran en muchos de nuestros militantes responsables un estado de ánimo de placidez y cándido optimismo. Entre nosotros encontramos aún bastantes despreocupados. Precisamente, esta despreocupación de nuestras gentes constituye el terreno favorable para el sabotaje criminal. (...) En todos los sectores de la edificación económica y cultural, obtenemos éxitos. De estos hechos algunos sacan la conclusión de que el peligro del sabotaje, de la diversión, del espionaje se encuentra ya actualmente descartado». (Pravda; Espías y cobardes asesinos bajo la máscara de médicos y profesores, 13 de enero de 1953) </i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">En otra ocasión, la LR, como no supo ya qué decir, especuló con que quizás Stalin daba por hecho que la ideología revolucionaria regía en todos y cada uno de los partidos de su tiempo:<br /><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«Stalin obvia hasta tal punto la ideología: el problema de «quién dirige», que retrotraerá la teoría del partido a la época de la II Internacional. (…) . Al olvidar el problema de la ideología que dirige el partido se da a entender que se sobreentiende que se trata del marxismo-leninismo con lo cual se considera la dirección ideológica revolucionaria como algo permanente «definitivo». (Partido Comunista Revolucionario (Estado Español); La Forja; Nº27, 2003)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">¡Por supuesto! Stalin consideraba que el «marxismo-leninismo» había penetrado ya en todas las direcciones y no se preocupaba demasiado de corroborar si esto era así o no, ¿entonces a qué vino su interés en sus últimos años de vida en corregir las distorsiones que pusieron en práctica personajes tan dispares como Gomułka, Varga, Tito, Togliatti, Thorez, Ibárruri, Mao o Aidit? ¿Por qué en 1950 insistió tanto en que era «necesario que nuestros cuadros tengan un conocimiento profundo de la teoría económica marxista», −como ahora veremos−? Esto para los «reconstitucionalistas» es un misterio porque directamente no estaban en conocimiento de tales declaraciones y documentos, estaban demasiado ocupados leyendo a «fuentes heterodoxas» para justificar sus chorradas que han oído y reproducen de terceros. Por ejemplo, ¿qué hay de la famosa frase de Mao de que Stalin centraba todo en la técnica y olvidaba la formación ideológica de las masas, su movilización, etcétera? </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i><br /></i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«Stalin no destaca más que tecnología y los cuadros técnicos. Sólo quiere la técnica y los cuadros. Ignora la política y las masas». (Mao Zedong; Acerca de los «Problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética» de Stalin, 1958)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">En lo referente a la educación, el estadista bolchevique lejos de formar ideológicamente a los cuadros solo a base de citas, afirmó que estas únicamente podían servir de introducción para que las nuevas generaciones pudieran familiarizarse con el tema en cuestión, pero que debían aprender a leer las fuentes de forma directa y pensar sobre su vigencia; de otra forma la gente acabaría «degenerando» ideológicamente. Hizo hincapié una y otra vez sobre la necesidad de aprender a pensar más allá de la letra:</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><i>«La primera y vieja generación de bolcheviques era teóricamente muy sólida. Nos aprendimos </i><i>«El </i><i>Capital</i><i>»</i><i> de memoria, hicimos conceptos, mantuvimos discusiones y probamos la comprensión de los demás. Ese fue nuestro punto fuerte y nos ayudó mucho. La segunda generación estaba menos preparada. Estaban ocupados con asuntos prácticos y construcción. Estudiaron el marxismo en folletos. La tercera generación se está criando con artículos satíricos y periodísticos. No tienen ningún conocimiento profundo. Deben recibir alimentos que sean fácilmente digeribles. La mayoría se ha educado no estudiando a Marx y Lenin, sino a partir de citas. Si las cosas continúan de esta manera, la gente pronto degenerará. En Estados Unidos, la gente discute: necesitamos dólares, ¿por qué necesitamos la teoría? ¿Por qué necesitamos la ciencia? Con nosotros, la gente puede pensar de manera similar: cuando estamos construyendo el socialismo, ¿por qué necesitamos «El Capital» de Marx? Esto es una amenaza para nosotros, es degradación, es la muerte. Para no tener tal situación, ni siquiera parcialmente, tenemos que mejorar el nivel de comprensión económica». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Acta de la discusión, 24 de abril de 1950)</i></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">En resumidas cuentas, lo que queremos dejar claro es que no se pueden buscar las causas de la restauración del capitalismo en la URSS con simplificaciones tan grotescas como las vistas atrás. Estos textos «reconstitucionalistas» no pasan de construir hombres de paja para derribarlos después. La acusación no puede ser que «Stalin y su círculo no tuvieron en cuenta el peligro de regresión ideológica interna» o que «los soviéticos no se preocuparon por elevar el nivel ideológico de los cuadros» −pues hay múltiples documentos que demuestran lo contrario−, sino que, en todo caso, la crítica debe ir enfocada a que esto no se cumplió del todo como se había previsto, a investigar si los planes no eran tan buenos como se pensaba, pero, en definitiva, traer pruebas sobre ello… porque el resto es especular sin base terrenal, cuando no mentir descaradamente. ¿No fue el propio Stalin quien explicó la enorme diferencia entre proclamar una línea y su posterior cumplimiento? ¿No constituye esto un verdadero arte, una destreza importantísima para sostener o desarrollar cualquier tarea de tipo política, económica o cultural? ¿No fue Stalin el primero en advertir sobre métodos pedagógicos no adecuados? De todas formas, sobre esta cuestión referida a la experiencia soviética, invitamos al lector que repase nuestras obras sobre la URSS para escapar de estas simplificaciones. </div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">En otras críticas maoístas, el antistalinismo sí era sentido y consciente, como en el caso de Charles Bettelheim o Raymond Lotta. Pero si atendemos a esta visión sobre «las equivocaciones de la URSS stalinista», uno puede darse cuenta de que no se trataba de una crítica argumentada y constructiva, sino de una mera enumeración de acusaciones infundadas o incompletas, cuando no sacadas directamente del arsenal del trotskismo, el titoísmo y el jruschovismo. Al igual que cualquier otra corriente, en el milagroso caso de que los jefes maoístas intuyesen y criticasen correctamente las deficiencias más graves del «periodo stalinista», lejos de recomendar una restitución de los cánones del marxismo-leninismo u ofrecer una solución nueva y coherente para los nuevos tiempos, se proponía volver a las viejas recetas de su propia mercancía revisionista. Pero aquí hay algo más importante en el caso de los maoístas: siempre se daba la paradoja de criticar en Stalin los mismos defectos que no son capaces de reconocer en Mao Zedong. He aquí una de las razones por la que el maoísmo tiene la misma validez que el ladrón que grita «¡Apresad al ladrón!». Esto se comprueba rápido, por ejemplo, en torno a la cuestión nacional. En este campo el maoísmo europeo siempre ha denunciado cómo en la «era stalinista» el «nacionalismo ruso» asomó la cabeza sin disimulos, causando «graves problemas al movimiento revolucionario internacional», lo cual es cierto, como bien hemos tratado en otras ocasiones. Véase el capítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/04/el-giro-nacionalista-en-la-evaluacion.html">El giro nacionalista en la evaluación soviética de las figuras históricas</a>» (2021). Pero, extrañamente, estos mismos han callado que, en el caso del maoísmo, este chovinismo siempre fue la tónica, incluso antes de llegar al poder. ¿Y quién puede tomar en serio a quien aplica tal doble rasero? Véase el capítulo: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2021/02/puede-ser-el-apoyo-de-los-pueblos-un.html">China, ¿puede ser «el apoyo de los pueblos» un país que viola el derecho de autodeterminación en su casa?</a>» (2021).</div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;">En resumidas cuentas, los «reconstitucionalistas» son personajes análogos a otras figuras históricas del revisionismo. Por tomar en nuestra comparativa ejemplos quizás no tan conocidos, podemos afirmar que su práctica histórica es reminiscente a la del thälmanniano alemán Wolfgang Eggers, o al dengxiaopista australiano Edward Hill, quienes dedicaron toda una vida a hacer de la calumnia y las distorsiones todo un oficio. Una actitud que hacen convencidos, pues creen que desprestigiando sin pruebas a otros refuerzan su propia línea. Esto, por descontado, es una maniobra megalómana muy clásica de cualquier trotskista, pero es comprensible viendo el desarrollo histórico del maoísmo, que siempre ha vivido de esta misma técnica para sobrevivir. Sin ir más lejos, las obras originales de Mao, como así también muchas de las versiones autocensuradas, suponen un atentado teórico contra el marxismo-leninismo. Ellas recogen algunos de los epítetos más infames contra el «stalinismo» alguna vez escritos. En parte, también es normal que los maoístas se comporten así, ya que Stalin fue muy crítico con los primeros intentos solapados de Mao de establecer y propagar las desviaciones de su doctrina particular. Dejaremos un enlace con un post que, a su vez, da acceso a cuatro documentos más donde los soviéticos dan sus opiniones sobre los chinos. Véase el documento: «<a href="https://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2020/05/informe-de-ivan-kovalev-stalin-sobre.html?fbclid=IwAR3nWS-PPPkyXwARrWkszGTutCtMxtGL4RBBZqKachpIpAY2zqimIm6klRo">Informe de Kovalev a Stalin [sobre China]</a>» (1949).</div></span></div></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3VVT7stDJGpjwVEo0dFHYcZFoLvIiqsolSjXa5X-YhW6cPVaO0Xu-V_cui7_wbsjwxb5RSoAmMKOt7xtseOcEP5-8BW87SfNJ-H1V0LI7DjsD1z_njRzrRh48zfT1hXCbkgo_B7Yk2fBV50J3H1W4XhZgpw4ejDyG-bBob6iEu6M6oebng1s5AzhKu-pQ/s1200/reg%C3%ADmenes%20(1).webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="846" data-original-width="1200" height="452" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3VVT7stDJGpjwVEo0dFHYcZFoLvIiqsolSjXa5X-YhW6cPVaO0Xu-V_cui7_wbsjwxb5RSoAmMKOt7xtseOcEP5-8BW87SfNJ-H1V0LI7DjsD1z_njRzrRh48zfT1hXCbkgo_B7Yk2fBV50J3H1W4XhZgpw4ejDyG-bBob6iEu6M6oebng1s5AzhKu-pQ/w640-h452/reg%C3%ADmenes%20(1).webp" width="640" /></a></div><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><b>Los albaneses también olvidaron o no supieron aplicar las lecciones de la Historia</b></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Es por ello por lo que todo el personal administrativo, ya sea de empresas o bien sea funcionario del Estado, del partido, del sindicato, de organizaciones de masas, etc., debe realizar entre uno y tres meses de trabajo al año. Trabajo manual como obrero o campesino. Este reaprendizaje les permite volver a descubrir cómo son las condiciones de vida y de trabajo de la clase trabajadora en la vida cotidiana. Además, cuando un alto directivo ha cometido errores, se le envía a producción para que se reeduque con la ayuda de compañeros. (...) Este sistema es la única forma de escapar al desarrollo de ideas falsas dentro de una casta cerrada. Además, ayuda a prevenir la creación de dinastías reales tan extendidas en la Unión Soviética: «Soy un líder: mi hijo será un líder». (…) Por tanto, el lema de los líderes albaneses podría ser: «A veces en la base, a veces en la cima». Y este es un principio que también permite ofrecer el mismo puesto sucesivamente a varios activistas de masas. Esta experiencia contribuye a su formación política, los convierte en hombres muy firmes en el plano teórico y capaces de calidez humana, de una capacidad de contacto que los políticos franceses ofrecen solo como caricatura». (Gilbert Mury; Albania, tierra del hombre nuevo, 1970) </i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Tras la muerte de los dos principales estadistas soviéticos de referencia, Lenin y Stalin, los comunistas albaneses ya llevaban un recorrido más que suficiente como para ser conscientes de sus consejos y muchos otros lineamientos que ellos mismos habían experimentado de primera mano. Véase la obra de Jim Washington: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2015/05/el-socialismo-no-puede-construirse-en.html">El socialismo no puede construirse en alianza con la burguesía</a>» (1980).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Un fenómeno como la restauración del capitalismo no fue visto como una posibilidad lejana, sino como una realidad cercana y muy dramática. Tampoco se consideraba como algo propiciado por las viejas clases derrocadas, sino que también procedía de la posible degeneración de los «ciudadanos socialistas», de los obreros, de los dirigentes políticos, de los científicos, de los artistas, de los empleados públicos, de los soldados… unos por cuestiones como la presión del cerco capitalista hacia el país socialista, otros por sus ambiciones desmedidas, otros porque retenían pensamientos de la antigua sociedad. En fin, la lista de motivaciones y causas es sumamente variada y dinámica como para anotar aquí todos los supuestos:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La experiencia internacional y de nuestro país muestra que las esperanzas de la burguesía y la reacción para la restauración del capitalismo no se basan solamente en los remanentes de las viejas clases explotadoras ni en los espías y agentes de distracción pagados por los extranjeros. Sus esperanzas están basadas especialmente sobre otros enemigos del socialismo, que emergen de la propia sociedad socialista, en gente que está gravemente infectada por la supervivencia de viejas ideologías, en gente con tendencias individualistas y un arribismo pronunciado, en gente corrompida por las influencias de la ideología burguesa y revisionista actual, en aquellos que ceden ante la presión de enemigos internos y externos, en aquellos que eventualmente se desvían de la revolución y degeneran en contrarrevolucionarios». (Enver Hoxha; Informe en el Vº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1966)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Se apuntaba que el partido, como estructura dirigente de la nueva sociedad, no era un ente absolutamente inmunizado frente a las influencias regresivas o a las distorsiones sobre el socialismo, por lo que no es de extrañar que consciente o inconscientemente hubiera elementos que reflejasen tales sentimientos o actitudes. Esto el enemigo lo sabía con toda certeza, y siendo consciente de que justamente en el partido se focalizaba la dirección de la lucha política, económica y cultural, no podía hacer otra cosa que tratar de colocar allí a sus simpatizantes o seguidores:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La lucha de clases se refleja también en el seno del Partido, ya que, por un lado, en éste ingresan personas provenientes de diferentes capas de la población, que traen consigo toda clase de residuos y manifestaciones extrañas, y, por otro lado, los comunistas, al igual que todos los trabajadores, se encuentran bajo la presión del enemigo de clase, sobre todo de su ideología, dentro y fuera del país. Por consiguiente, tanto de entre las filas de los trabajadores como de entre las del Partido, pueden surgir y surgen personas que degeneran y que se pasan a posiciones extrañas antipartido y antisocialistas. En efecto, nuestros enemigos dan una especial importancia en su actividad a la degeneración de los miembros del Partido con el fin de lograr la degeneración del partido en general, ya que sólo así se le puede abrir el camino a la restauración del capitalismo. Hay que tener presente que, sin contradicciones de distinto carácter y sin lucha para superarlas, no sería posible la vida del Partido y su desarrollo. No se debe encubrir esta lucha so pretexto de salvaguardar la unidad, sino que se la debe desarrollar y llevar hasta el fin, fortaleciendo así la verdadera unidad del Partido, su espíritu revolucionario, su combatividad, la dictadura del proletariado». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1976)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En cuanto a la construcción del socialismo, se señalaba que este sistema aún no había alcanzado el alto grado cualitativo que se alcanzaría en la sociedad comunista, por tanto, había −por decirlo así− un mayor grado de imperfección y, por ende, mayores riesgos para el proyecto. Estas condiciones que surgen en la transición del capitalismo al comunismo, lejos de ser armónicas, son una base material más que suficiente para que proliferen todo tipo de problemas como los ya mencionados, los cuales pueden dar al traste con el viaje de transición. Las fuerzas revolucionarias, lo quieran o no, aún se encuentran pivotando sobre una base que a veces es inestable, lo que en el caso particular de Albania suponía que en ocasiones este proceso adquiriese aspectos muy crudos:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«En la sociedad socialista existe el peligro de la degeneración de determinadas personas, del surgimiento de nuevos elementos burgueses, de su transformación en contrarrevolucionarios. El marxismo-leninismo nos enseña que esto se debe, no sólo a que en la nueva sociedad socialista se conservan aún tradiciones, costumbres, comportamientos y concepciones del modo de vida de la sociedad burguesa de la cual ha surgido, sino también a ciertas condiciones económicas y sociales, que en la fase transitoria existen en esta sociedad. Las fuerzas productivas y las relaciones de producción, la forma de distribución que se basa en ellas, están aún muy lejos de ser enteramente comunistas. En este sentido, influyen asimismo las diferencias que existen en diversos terrenos, como entre el campo y la ciudad, entre el trabajo manual y el intelectual, entre el trabajo cualificado y el no cualificado, etc., que no pueden desaparecer de golpe. A todo esto, se le debe sumar la fuerte y múltiple presión que el mundo capitalista y revisionista ejerce desde el exterior. El socialismo puede limitar en gran medida el surgimiento de los fenómenos negativos, que no son inherentes a su naturaleza, pero no está en condiciones de evitarlos enteramente». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1976)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por último, y no menos importante, se intentó combatir la cándida noción de que esta esfera de la sociedad estaba exenta de esos peligros, de esa lucha a vida o muerte… cuando en realidad, la historia y la experiencia reciente mostraban que la penetración de la ideología burguesa en un campo animaba y condicionaba al resto a seguir sus pasos:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La lucha de clases se libra en todos los frentes, no solo porque los enemigos externos aplican su lucha en todas las direcciones, sino porque, en primer lugar, estamos desarrollando la revolución en todos los campos y direcciones. Lo que hace que el ejecutar la lucha de clases en esas tres direcciones fundamentales −ideológica, política y económica− sean puntos muy importantes. Si la lucha se debilita en una dirección, toda la lucha de clases se debilitará y se condenará a un mayor castigo inmediato en el futuro». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases, 1977)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Si repasamos la obra de Vahid Lama y Gramos Hysi «La lucha de clases en el campo político en el período del socialismo» (1978), se confirmará una vez más que el problema de los albaneses no fue el desconocer las causas de la resurrección del capitalismo en la antigua URSS, el saber dónde estaba el foco de las equivocaciones de dicha experiencia. </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por ejemplo, en lo relativo a la cuestión del burocratismo, el cual es un fenómeno que no se puede reducir, como hacen muchos, a los empleados públicos, sino que es un enfoque de trabajo y a veces hasta un estilo de vida, ambos autores apuntaban muy acertadamente:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«La burocracia ataca la dictadura del proletariado en sus centros nerviosos. Esto conduce a la esclerosis del partido y la clase obrera y debilita su rol de liderazgo, interrumpe los enlaces del poder del Estado con el pueblo y dificulta la participación de las masas trabajadoras en el gobierno del país, se paraliza la democracia socialista y cultiva la presunción en los cuadros, con todos los males que ello conlleva, como la vanidad y el desprecio por las masas». (Vahid Lama y Gramos Hysi; La lucha de clases en el campo político en el período del socialismo, 1978)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Al mismo tiempo, el liberalismo, entendido como relajación de los principios y concesiones ideológicas al enemigo, también fue subrayado como un punto importante que suele darse en estos procesos regresivos:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El liberalismo es un gran peligro. A través del liberalismo, se manifiestan las tendencias de laxitud hacia la política y la ideología del enemigo, a la renuncia a las normas de la moral proletaria, al espíritu de conciliación con la forma de vida revisionista-burgués y la permisión de deficiencias y debilidades, etc., penetran en el partido de la clase obrera, el Estado socialista, y las masas trabajadoras. El liberalismo se presenta a menudo con consignas engañosas acerca de la «libertad» y la «democracia», y se plantea como «un rival de la burocracia», con el objetivo de sembrar su semilla venenosa más fácilmente. La burocracia y el liberalismo, como dos peligros letales para el socialismo, se entrelazan, complementan y fomentan entre sí». (Vahid Lama y Gramos Hysi; La lucha de clases en el campo político en el período del socialismo, 1978)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Otro de los problemas es el tecnocratismo, el cual suele surgir con más fuerza en periodos donde se da la expansión de las fuerzas productivas, también estaba presente en las reflexiones de estos dos pensadores: </span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Lo mismo vale también para otras formas de manifestación como el tecnocratismo y el intelectualismo, que plantean los mismos peligros potenciales y que encuentran su expresión en la absolutización de la función de los equipos, la ciencia y la inteligencia técnica, en la sobrevalorización del trabajo mental y la subestimación del papel de las masas, en el desplazamiento de la clase obrera de la dirección del Estado y la sociedad socialista». (Vahid Lama y Gramos Hysi; La lucha de clases en el campo político en el período del socialismo, 1978)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Y, por supuesto, combatiendo al fatalismo histórico, se tomaba en cuenta que estas manifestaciones eran posibilidades, no certezas de la sociedad socialista:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«El socialismo, debido a su naturaleza, no constituye una fuente de liberalismo ni de burocracia. Estas manifestaciones no son características del socialismo. Sin embargo, siempre y cuando la lucha de clases continúe, siempre y cuando la presión hostil interna y externa esté activa y siempre y cuando las reminiscencias del pasado, junto con las diferencias esenciales del trabajo mental y físico, etc. se conserven, estas manifestaciones no pueden evitarse por completo en el socialismo». (Vahid Lama y Gramos Hysi; La lucha de clases en el campo político en el período del socialismo, 1978)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">A priori, el PTA había resumido muy bien los riesgos a los cuales se habían enfrentado otros antes y a los cuáles se enfrentaba ahora él mismo. En cuanto a las contradicciones que surgían en la sociedad socialista, vale la pena repasar los tratados filosóficos para desmentir otra montaña de tópicos:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Las contradicciones antagónicas son típicas, son características de las sociedades divididas en clases antagónicas. En la sociedad socialista, donde esas clases han dejado de existir, las contradicciones antagónicas no surgen de la naturaleza misma del orden socialista. Ellas surgen y existen como un producto de los residuos de la vieja sociedad burguesa en el interior del país y de la presión del cerco capitalista-revisionista del exterior, y estos factores existen objetivamente, pero son ajenos al mismo orden socialista y a su ideología. Por lo que, de una evaluación profunda de las contradicciones antagónicas, resulta que las contradicciones no antagónicas son características de la sociedad socialista sin clases antagónicas. Por otro lado, no debemos olvidar que las contradicciones no antagónicas pueden volverse antagónicas. Esto es precisamente lo que nuestros enemigos están tratando de lograr mediante la difusión de su ideología, cultura y forma de vida decadente, la fomentación del liberalismo y la burocracia, la discordia y el descontento, el robo y la malversación de fondos, etc. Y esto sucede siempre que la posición frente al enemigo de clase, su ideología y actividad, es oportunista y liberal, cuando la vigilancia y la lucha severa contra él se debilitan o se descuidan totalmente, cuando se sigue una política incorrecta respecto a las relaciones entre varias clases y estratos en la sociedad, entre los cuadros y las masas, etc». (Foto Çami; Contradicciones, clases y lucha de clases en el socialismo, 1980) </i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">De forma equilibrada, se explicaba con todo acierto los factores objetivos y subjetivos que podían desestabilizar y precipitar al abismo al sistema socialista:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Hay que tener en cuenta tanto los factores objetivos como pueden ser los remanentes de la ideología burguesa en los viejos elementos explotadores, en las clases socialistas e incluso entre ciertas capas del proletariado, o la evidente proyección del cerco imperialista-revisionista. (…) Factores subjetivos que pueden surgir debido a una permisión de la ampliación de las diferencias salariales entre rangos, ampliación en la diferenciación entre el campo y la ciudad, o por apatía en la lucha contra las corrientes ideológicas extrañas, fenómenos precisamente subjetivos que los revolucionarios deben buscar evitar que ocurran». (Jorgji Sota; Sobre la dictadura del proletariado y la lucha de clases en Albania; Informe presentado en la Conferencia científica sobre el pensamiento teórico del Partido del Trabajo de Albania y el Camarada Enver Hoxha, 1983)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">En diversas ocasiones, el mismísimo Enver Hoxha había advertido seriamente sobre los riesgos que se cernían en el frente externo e interno, sobre las problemáticas que acechaban al gobierno albanés en cada esquina, subrayando que todo paso en falso aquí desencadenaría una brecha que los enemigos no dudarían en aprovechar para entrar por ella. En 1983, una de sus últimas intervenciones públicas espetó lo siguiente:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Sólo realizando y rebasando los planes, sólo ahorrando y economizando, sólo con una organización y dirección científicas, afrontaremos la presión política y económica del mundo capitalista y revisionista. (...) Nuestra obligación es no bajar la guardia. (...) El alejamiento de cualquier comunista o cuadro de las normas del partido del control social no sólo perjudica la reputación del partido sino también representa un peligro para quien viola dichas normas. El enemigo empieza a comprometer partiendo de las cosas más pequeñas, de las infracciones financieras, de la moral comunista y de otras formas. Aquí deben ser activas la vigilancia personal y la social, sea del partido o de las masas. La vigilancia no debe ser concebida como monopolio o tarea sólo de un organismo del partido del Estado, sino como un problema de todos, de cada comunista, de cada ciudadano de la república. (...) La negligencia y el indiferentismo a este respecto son muy peligrosos para nuestra sociedad». (Enver Hoxha; El partido siempre fue la fuerza que salvó el país y el socialismo; Extraído del discurso de clausura en el VIIº Pleno del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania, 1983)</i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Hay muchísimas obras concretas donde se estudia este tema profundamente: «El control de la clase obrera» (1968); «Acerca de la aplicación de las decisiones del VIº Pleno del CC del PTA sobre la lucha contra las manifestaciones de intelectualismo y tecnocratismo» (1970); o «Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas» (1973). Especialmente, recomendamos una recopilación sobre los diversos comentarios que Hoxha lanzó en el último congreso del PTA al que asistió. Véase la obra: «<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2018/03/las-advertencias-de-enver-hoxha-al.html">Las advertencias de Enver Hoxha en su último congreso al frente del Partido del Trabajo de Albania</a>» (2018).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">¿Pero todo el PTA se reduce al señor Hoxha? En absoluto. Existe así mismo muchísima documentación sobre la sociedad socialista de otros autores albaneses, véase, por ejemplo, la obra de Agim Popa «Las relaciones entre los cuadros y las masas y la lucha contra la burocracia» (1976); la obra de Hysni Kapo «Importante paso para perfeccionar el estado de la dictadura del proletariado» (1976); la obra de Nexhmije Hoxha «Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases» (1977); la obra de Alfred Uçi «Sobre las contradicciones en la sociedad socialista» (1977); la obra de Vahid Lama y Gramos Hysi «La lucha de clases en el campo político en el período del socialismo» (1978); la obra de Foto Çami «Contradicciones, clases y lucha de clases en el socialismo» (1980); la obra de Foto Çami y Gramos Hysi «La constitución del socialismo triunfante» (1980); la obra de Jorgji Sot «Sobre la dictadura del proletariado y la lucha de clases en Albania» (1983); o la obra de Ismail Lleshi, «El Partido del Trabajo de Albania sobre el tratamiento y la correcta solución de las contradicciones en la sociedad socialista» (1984).</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Pero no vale la pena ahora seguir repasando, hasta el día del juicio final, estos comentarios y análisis tan acertados. Simplemente, nos interesa resaltar que con el tiempo nada de esto fue tenido en cuenta debidamente, siendo olvidado o relativizado, o simplemente lanzado al aire de cara a la galería para aparentar que todo iba correctamente. Los documentos oficiales del PTA a partir del año 1990, vistos en el capítulo anterior, ratificaban que ya para entonces se había abandonado por completo las enseñanzas sobre las experiencias de restauración del capitalismo. Conocimientos de los que años antes los albaneses parecían haber extraído todo el jugo mejor que nadie. En 1997, la propia Nexhmije reconocería que todas estas lecciones se habían tirado por la borda y, de hecho, si a alguien debemos de pasarle la factura es a ella con su actitud pusilánime en los momentos más críticos:</span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i><br /></i></span></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><i>«Por desgracia, su partido no se adhirió estrictamente a las enseñanzas leninistas sobre el indiscutible papel dirigente del partido como vanguardia de la clase obrera. No valoró la importancia de sus advertencias sobre los peligros del revisionismo moderno resucitado que amenazaba al socialismo en los países donde se estaba construyendo y a todos los partidos comunistas y obreros del mundo». (Nexhmije Hoxha; De cómo el Partido del Trabajo de Albania se alejó de sus posiciones marxista-leninistas; Discurso pronunciado en la ciudad italiana de Teramo, 1997) </i></span><span style="color: black; font-family: georgia;">(Equipo de Bitácora (M-L); </span><span style="font-family: georgia;"><a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2018/05/sobre-la-nueva-corriente-maoista-de.html">Sobre la nueva corriente maoísta de moda: los «reconstitucionalistas»</a></span><span style="color: black; font-family: georgia;">, 2022)</span></div></div>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2483779316034624943.post-81486256478624074072023-09-12T17:32:00.007+02:002023-09-12T17:35:33.057+02:00Engels una vez más sobre la relativa independencia de las «esferas ideológicas»<p style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="text-align: left;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgecqsDiiuhCZXpFeXaszWpZYflrboqafDx1oQbnvRsOnPQby90SQmYp-ddMS8GAr3QD1H_0QXG9qtWGs7v2PLH6dQ3_aURhEskQqoh4M8J7Rm8AX-sm3xsr-yIwcVvzNO4bjp1lhjbTmo3arJlIHLjAQK7orKn60-t_5NwD78bxfBUKFr6NfsERXq79WjI/s900/eeded.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="700" data-original-width="900" height="498" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgecqsDiiuhCZXpFeXaszWpZYflrboqafDx1oQbnvRsOnPQby90SQmYp-ddMS8GAr3QD1H_0QXG9qtWGs7v2PLH6dQ3_aURhEskQqoh4M8J7Rm8AX-sm3xsr-yIwcVvzNO4bjp1lhjbTmo3arJlIHLjAQK7orKn60-t_5NwD78bxfBUKFr6NfsERXq79WjI/w640-h498/eeded.jpg" width="640" /></a></span></div><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="text-align: left;"><span style="font-family: georgia;">«Con el derecho, ocurre algo parecido: al plantearse la necesidad de una nueva división del trabajo que crea los juristas profesionales, se abre otro campo independiente más, que, pese a su vínculo general de dependencia de la producción y del comercio, posee una cierta reactibilidad sobre estas esferas. En un Estado moderno, el derecho no sólo tiene que corresponder a la situación económica general, ser expresión suya, sino que tiene que ser, además, una expresión coherente en sí misma, que no se dé de puñetazos a sí misma con contradicciones internas. Para conseguir esto, la fidelidad en el reflejo de las condiciones económicas tiene que sufrir cada vez más quebranto. Y esto tanto más raramente acontece que un Código sea la expresión ruda, sincera, descarada, de la supremacía de una clase: tal cosa iría de por sí contra el «concepto del derecho». Ya en el Código de Napoleón aparece falseado en muchos aspectos el concepto puro y consecuente que tenía del derecho la burguesía revolucionaria de 1792 y 1796; y en la medida en que toma cuerpo allí, tiene que someterse diariamente a las atenuaciones de todo género que le impone el creciente poder del proletariado. Lo cual no es obstáculo para que el Código de Napoleón sea el que sirve de base de todas las nuevas codificaciones emprendidas en todos los continentes. Por donde la marcha de la «evolución jurídica» sólo estriba; en gran parte, en la tendencia a eliminar las contradicciones que se desprenden de la traducción directa de las relaciones económicas a conceptos jurídicos, queriendo crear un sistema armónico de derecho, hasta que irrumpen nuevamente la influencia y la fuerza del desarrollo económico ulterior y rompen de nuevo este sistema y lo envuelven en nuevas contradicciones <span style="text-align: justify;">–</span>por el momento, sólo me refiero aquí al derecho civil<span style="text-align: justify;">–</span>.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">El reflejo de las condiciones económicas en forma de principios jurídicos es también, forzosamente, un reflejo invertido: se opera sin que los sujetos agentes tengan conciencia de ello; el jurista cree manejar normas apriorísticas, sin darse cuenta de que estas normas no son más que simples reflejos económicos; todo al revés. Para mí, es evidente que esta inversión, que mientras no se la reconoce constituye lo que nosotros llamamos concepción ideológica, repercute a su vez sobre la base económica y puede, dentro de ciertos límites, modificarla. La base del derecho de herencia, presuponiendo el mismo grado de evolución de la familia, es una base económica. A pesar de eso, será difícil demostrar que en Inglaterra, por ejemplo, la libertad absoluta de testar y en Francia sus grandes restricciones, respondan en todos sus detalles a causas puramente económicas. Y ambos sistemas repercuten de modo muy considerable sobre la economía, puesto que influyen en el reparto de los bienes.</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Por lo que se refiere a las esferas ideológicas que flotan aún más alto en el aire: la religión, la filosofía, etcétera, éstas tienen un fondo prehistórico de lo que hoy llamaríamos necedades, con que la historia se encuentra y acepta. Estas diversas ideas falsas acerca de la naturaleza, el carácter del hombre mismo, los espíritus, las fuerzas mágicas, etc., se basan siempre en factores económicos de aspecto negativo; el incipiente desarrollo económico del período prehistórico tiene, por complemento, y también en parte por condición, e incluso por causa, las falsas ideas acerca de la naturaleza. Y aunque las necesidades económicas habían sido, y lo siguieron siendo cada vez más, el acicate principal del conocimiento progresivo de la naturaleza, sería, no obstante, una pedantería querer buscar a todas estas necedades primitivas una explicación económica. La historia de las ciencias es la historia de la gradual superación de estas necedades, o bien de su sustitución por otras nuevas, aunque menos absurdas. Los hombres que se cuidan de esto pertenecen, a su vez, a órbitas especiales de la división del trabajo y creen laborar en un campo independiente. Y en cuanto forman un grupo independiente dentro de la división social del trabajo, sus producciones, sin exceptuar sus errores, influyen de rechazo sobre todo el desarrollo social, incluso el económico. Pero, a pesar de todo, también ellos se hallan bajo la influencia dominante del desarrollo económico. En la filosofía, por ejemplo, donde más fácilmente se puede comprobar esto es en el período burgués. Hobbes fue el primer materialista moderno –en el sentido del siglo XVIII</span><span style="font-family: georgia;">–</span><span style="font-family: georgia;">, pero absolutista, en una época en que la monarquía absoluta florecía en toda Europa y en Inglaterra empezaba a dar la batalla al pueblo. Locke era, lo mismo en religión que en política, un hijo de la transacción de clases de 1688. Los deístas ingleses y sus más consecuentes continuadores, los materialistas franceses, eran los auténticos filósofos de la burguesía, y los franceses lo eran incluso de la revolución burguesa. En la filosofía alemana, desde Kant hasta Hegel, se impone el filisteo alemán, unas veces positiva y otras veces negativamente. Pero, como campo circunscrito de la división del trabajo, la filosofía de cada época tiene como premisa un determinado material de ideas que le legan sus predecesores y del que arranca. Así se explica que países económicamente atrasados puedan, sin embargo, llevar la batuta en materia de filosofía: primero fue Francia, en el siglo XVIII, respecto a Inglaterra, en cuya filosofía se apoyaban los franceses; más tarde, Alemania respecto a ambos países. Pero en Francia como en Alemania, la filosofía, como el florecimiento general de la literatura durante aquel período, era también el resultado de un auge económico. Para mí, la supremacía final del desarrollo económico, incluso sobre estos campos, es incuestionable, pero se opera dentro de las condiciones impuestas por el campo concreto: en la filosofía, por ejemplo, por la acción de influencias económicas </span><span style="font-family: georgia;">–</span><span style="font-family: georgia;">que a su vez, en la mayoría de los casos, sólo operan bajo su disfraz político, etcétera</span><span style="font-family: georgia;">–</span><span style="font-family: georgia;"> sobre el material filosófico existente, suministrado por los predecesores. Aquí, la economía no crea nada a novo, pero determina el modo cómo se modifica y desarrolla el material de ideas preexistente, y aun esto casi siempre de un modo indirecto, ya que son los reflejos políticos, jurídicos, morales, los que en mayor grado ejercen una influencia directa sobre la filosofía». (<a href="http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/search/label/Friedrich%20Engels">Friedrich Engels</a>; <a href="https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/e27-x-90.htm">Carta a Konrad Schmidt</a>, 28 de octubre de 1890)</span></p>Anderhttp://www.blogger.com/profile/10205056964761351404noreply@blogger.com0