martes, 24 de abril de 2018

Cuando la Escuela de Frankfurt negó al proletariado como clase revolucionaria


«En su día la Escuela de Frankfurt negó al proletariado como clase ascendente de la historia, como clase que debe hegemonizar la superación del capitalismo. Clamaba que, a causa de los medios masivos de información, la alienación existente entre el proletariado en los países de la «sociedad de consumo» era tan enorme que se había aburguesado, no pudiendo ser ya el sujeto determinante, transformador. Así algunos autores concluyeron que la intelectualidad o incluso al lumpenproletariado serían el elemento vanguardia, la capa social que cumpliría las veces de «clase determinante o ascendente», una completa aberración teórica por varias razones.

Gran parte de la intelectualidad en el capitalismo no puede sobrevivir sin prestar servicio a disposición de quien le paga: la burguesía; además la intelectualidad es una capa social que procede de varios extractos sociales, gran parte de ella sale de las capas acomodadas, sus miembros están muy alejados del peso del trabajo físico, por lo que corre el riesgo de alejarse del proletariado sino asimila su teoría y mantiene lazos cercanos con él. 

El lumpenproletariado por lo general es un elemento oportunista carente de todo principio ideológico y moral, es el esquirol y matón por excelencia, sobrevive gracias a cumplir los servicios de la burguesía, reúne en él los peores vicios de la sociedad burguesa, de hecho esta última se vale de su modo de pensar y actuar para hacer degenerar a los trabajadores, en especial a los jóvenes, propagando la cultura lumpen en los medios culturales como modelo a seguir para desactivar el movimiento proletario revolucionario.

La clase obrera es la única clase que por su lugar en la producción asegura su reproducción conforme el capitalismo se expande, no se restringe ni se descompone como ocurre con la pequeña burguesía, su carencia de cualquier medio de producción, su concentración en zonas de trabajo, hacen proclive su agrupamiento y la solidaridad entre sus miembros. El rol que ocupa en la producción le da una posición decisiva, suponiendo el mayor peligro para la burguesía en caso de que decida levantarse; la condición de desposeída de toda propiedad hace que a diferencia de otras viejas clases de la historia que pugnaban por el poder, la clase obrera no necesite tomar el poder para asegurar su poder y propiedad, sino para liberar al ser humano de toda explotación del hombre por el hombre, eso sumado a que es la única clase social que cuenta en sus movimientos históricos con una doctrina científica como es el marxismo-leninismo. Todo esto hace que sin discusión sea la clase obrera sea la clase de vanguardia, preparada históricamente para destruir al capitalismo.

La alienación no es un fenómeno exclusivo de la sociedad capitalista, ya estaba presente en el feudalismo y en otros sistemas, solo que los medios por los que se ejercía esta alienación eran diferentes, la clase obrera y el resto de trabajadores pueden repeler esta alienación si se agrupa, difunde su doctrina, analiza y expone las causas de los problemas candentes a los que encara por la vía revolucionaria.

Pese al bajo nivel de concienciación política en muchos lugares, a la burguesía le es muy difícil camuflar las contradicciones existentes en la sociedad de clases: 

Un proletario sabe distinguir que él está desposeído de los medios de producción y que un burgués los posee, que de ahí nace su riqueza y estatus, que bien puede permitirse hasta no supervisar sino delegar la fábrica en alguien, pero seguir obteniendo beneficios con el sudor ajeno; el burgués puede colocar a trabajar en la empresa a quien le de la gana, porque es suya, más allá de las capacidades y méritos. El trabajador sabe de sobra que en caso de perder su puesto de trabajo depende de que otro capitalista le requiera para poder ganarse la vida, que ni siquiera con una formación laboral adecuada o una larga experiencia tiene garantizado el jocoso derecho al trabajo que dice garantizar la libertad burguesa.

Es consciente de que en esta sociedad las profesiones no son valoradas como se debiera, que tiene mayor estatus social gente del mundo de la prensa rosa, la publicidad, un youtuber o un deportista de élite que un enfermero, un profesor o un obrero de obra. El trabajador es consciente de que en comparación con ellos cobra salario ridículo para el tiempo que trabaja y el esfuerzo que dedica en una labor de primera necesidad, mientras ellos ganan millones sin hacer nada de enjundia. Sabe que los primeros están mejor valorados que los segundos, que muchos de los primeros se dejan la piel para llegar a final de mes mientras algunos de los segundos no solo ganan millones si no que a veces ni siquiera hacen algo de valor para la sociedad, que su trabajo es una inmundicia que envenena a sus hijos.

Conoce de sobra que si comete una infracción la justicia no será la misma que para alguien famoso o cualquier adinerado. La experiencia le dice que las crisis no las pagan los ricos ni siquiera cuando la han provocado por especulaciones y corruptelas manifiestas, que siempre terminan siendo pagadas por los trabajadores con todo tipo de impuestos y ajustes económicos. Se da cuenta perfectamente de que los políticos que están en el poder y se postulan para entrar en él, no son de su misma clase social. 

Todo esto arrastra espontáneamente, quiérase o no, al proletariado hacia la lucha de clases, y a los que profundizan en las causas de esta lucha, hacia inclinaciones anticapitalistas. Otra cosa muy diferente es que a falta de un factor subjetivo como es la organización del proletariado y el estudio de su doctrina marxista-leninista y bajo la presión ideológica constante de la burguesía y sus agentes, no lleguen a buen puerto y el proletariado se desvíe.

Por todo esto, la llamada Escuela de Frankfurt tuvo una influencia brutal en los movimientos de mayo de 68, en la propia conformación del hipismo, del eurocomunismo y del postmodernismo. La «Escuela de Frankfurt» ha hecho las veces de «quinta columna» dentro del marxismo.

Esto tampoco nos puede dar pie a predicar una demofilia y una idealización de la clase obrera, aquella que acaba teorizando que «con brújula o sin ella las masas se liberarán solas», algo que no solo es necio y estúpido, sino que carece de rigor histórico y está más cercano al anarquismo y el luxemburgismo que al marxismo-leninismo y su comprensión de las relaciones entre vanguardia-masas. No por casualidad los bolcheviques se pasaron toda una época refutando estas ideas». (Equipo de Bitácora (M-L)Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

1 comentario:

«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»