lunes, 15 de abril de 2019

Grover Furr y sus invenciones históricas sobre el pensamiento y las acciones de Stalin; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


[Publicado originalmente en 2019. Reeditado en 2022]

«Beria y Stalin fueron los que lucharon por la reforma democrática y perdieron esa lucha. Tuvieron una oposición de la mayoría del Comité Central de esa época. (...) Hay un texto de Grover Furr que se llama «La lucha por la reforma democrática» que expresa muy bien lo que quería Stalin». (Roberto Vaquero; ¿Quién fue Stalin?, 2021) 

Últimamente existe un extraño embelesamiento hacia Grover Furr, un historiador que dice haberse propuesto como tarea desmitificar las acusaciones y distorsiones contra Stalin. En verdad, aunque en ocasiones sí realiza tal labor, otras muchas veces lo que realidad en realidad un bochornoso ejercicio de devoción absoluta. Y como el lector comprenderá, la falsificación de algunos de los aspectos clave de la trayectoria política de esta figura histórica y de la Unión Soviética en general, se convierte en un relato muy peligroso, pues el fanatismo o el seguidismo suponen siempre un estancamiento o un retroceso, pero nunca un avance. Este peculiar historiador se ha caracterizado por acometer todo tipo especulaciones sin respaldo, cuando no directamente ha incurrido en invenciones flagrantes, todo, en aras de cuadrar lo que le hubiera gustado que hubiera hecho Stalin:

«El concepto de democracia que Stalin y sus seguidores en la dirección del Partido deseaban aplicar en la Unión Soviética incluía un cambio cualitativo en el papel del Partido bolchevique en el seno de la sociedad. (...) Lo que perseguían era sacar al Partido Comunista de la dirección directa de la Unión Soviética. (...) El plan de Stalin de reformar el gobierno soviético y el papel en ello del Partido Bolchevique estaba condenado. (...) Parece ser que Stalin creyó que una vez apartado el Partido del control directo sobre la sociedad, su papel debiera quedar limitado a la agitación y a la propaganda, y a la participación en la selección de cuadros». (Grover Furr; Stalin y la lucha por la reforma democrática, 2005)

Esto que el señor Furr nos asegura, que Stalin mantenía o deseaba este concepto de partido y modelo socialista, es una completa aberración para cualquier que esté familiarizado con la sovietología. Pero no debemos llevarnos a engaño, esto no es casual. Si uno observa cual ha sido su principal fuente de formación política, notará que el señor Furr rezuma maoísmo  por los cuatro costados, por lo que se vale de sus «técnicas historiográficas» para decorar el pasado. Desde el inicio su pretensión es absurda, pues pretende vanamente mezclar agua y aceite, es decir, reunir en un eclecticismo imposible a Stalin y Mao. Para comenzar a desmontar esta sartenada de despropósitos y mirar a la historia de frente, rescataremos la reunión del Buró Político del Partido Bolchevique, celebrada en octubre de de 1952, con la cual podremos saber cuál fue la posición del estadista soviético sobre el tema:

«Stalin: Sí, tuvimos el congreso de nuestro Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Funcionó muy bien, y muchos de vosotros podrían pensar que, entre nosotros, existe una armonía y unidad plenas. Pero no tenemos esta armonía y unidad de pensamiento. Algunos de vosotros incluso se oponen y no os gusta nuestra decisión.

Dicen, ¿por qué necesitamos ampliar el Comité Central (CC)? Pero, ¿no es evidente que necesitamos inyectar nueva sangre y nuevas fuerzas al CC del PCUS? Estamos envejeciendo y tarde o temprano moriremos, pero debemos pensar a manos de quién debemos dar esta antorcha de nuestra gran empresa, ¿quién la llevará adelante y alcanzará la meta del comunismo? Para esto necesitamos gente más joven con más energía, camaradas dedicados y líderes políticos. ¿Y qué significa criar a un líder político dedicado y devoto del Estado? Necesita diez, no, quince años para que podamos hablar de un líder estatal, capaz de continuar con esta antorcha.

Pero solo desear que esto suceda no es suficiente. Educar a tales nuevos cuadros requiere tiempo y participación en el gobierno cotidiano del Estado, aprender de los asuntos prácticos que abarcan toda la gama de planes de aparatos estatales y conceptos ideológicos que eleven a un nivel más alto la construcción de una sociedad socialista, así mismo los camaradas deben ser capaces de reconocer y luchar contra todo tipo de tendencias oportunistas. (...) ¿No es evidente que debemos elevar la importancia y el papel de nuestro partido y sus comités partidarios? ¿Podemos permitirnos no seguir el deseo de Lenin de mejorar el trabajo del partido constantemente?». (Iósif Stalin; Discurso en el Buró Político del Partido Comunista de la Unión Soviética, 16 de octubre de 1952)

Estas últimas declaraciones, meses antes de fallecer, refutan de un plumazo las hipótesis del señor Furr: a) tanto aquella que vienen a especular −sin prueba alguna que Stalin pensaba algo así como disolver el Partido Bolchevique y regirse solamente por los soviets como un vulgar anarquista; b) aquella que sostiene que Stalin consideraba que el partido en la etapa socialismo debía de ser solo un mero «orientador ideológico-cultural», pero no inmiscuirse ni en la economía ni en la política −justo como teorizaban en aquel entonces los titoístas; c) como también aquella hipótesis que plantea que Stalin deseaba la creación de otros partidos y un multipartidismo en el socialismo −teoría política al gusto de maoístas y trotskistas. Elucubraciones todas ellas sin fundamentar.

Muy por el contrario, la máxima de Stalin siempre fue reforzar el papel del partido en todo aquel periodo que media del capitalismo al comunismo, algo que nosotros por decimos por decir, sino que es algo que él mismo dejó constancia en sus obras oficiales y no oficiales. Esto no significa que no pusiera condicionantes, como que esto siempre debía de ser acompañado de una elevación del nivel ideológico, que los cargos dirigentes no podían permitirse el lujo de alejarse de las masas como se acaba de observar en esta transcripción−. Es más, incluso si revisamos sus obras más conocidas, tampoco hay lugar a la duda. Allí hay un frontal ataque a las mentiras que ha creado el señor Furr −y que sus secuaces aceptan como artículos de fe. En 1936, en medio de los debates sobre el nuevo sistema legislativo soviético, planteó lo siguiente:

«Debo reconocer que el proyecto de la nueva Constitución deja efectivamente en vigor el régimen de la dictadura de la clase obrera y no cambia en nada la actual posición dirigente del Partido Comunista de la Unión Soviética. (Clamorosos aplausos) 

Si los honorables críticos consideran esto un defecto del proyecto de Constitución, no podemos hacer más que lamentarlo. Los bolcheviques lo consideramos una virtud del proyecto de Constitución. (Clamorosos aplausos)

En cuanto a la libertad para los diferentes partidos políticos, nosotros mantenemos una opinión un tanto diferente. Un partido es una parte de una clase, su parte de vanguardia.

Varios partidos y, por consecuencia, la libertad de partidos, sólo pueden existir en una sociedad en la que existen clases antagónicas, cuyos intereses son hostiles e irreconciliables; en una sociedad donde, por ejemplo, hay capitalistas y obreros, terratenientes y campesinos, kulaks y campesinos pobres, etc. Pero en la Unión Soviética ya no hay clases como los capitalistas, los terratenientes, los kulaks, etc. En la Unión Soviética no hay más que dos clases: los obreros y los campesinos, cuyos intereses, lejos de ser hostiles, son, por el contrario, afines. Por lo tanto, en la Unión Soviética no hay base para la existencia de varios partidos y, por consiguiente, para la libertad de esos partidos. En la Unión Soviética sólo hay base para un solo partido: el partido comunista. En la Unión Soviética sólo puede existir un partido, el partido comunista, que defiende valientemente y con toda consecuencia los intereses de los obreros y los campesinos. Y que no defiende mal los intereses de estas clases es un hecho que no puede ponerse en duda». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre el proyecto de Constitución de la Unión Soviética; Informe ante el VIIIº Congreso Extraordinario de los soviets de la Unión Soviética, 25 de noviembre de 1936)

En otra ocasión, durante 1948, preocupado por las formas organizativas de los revisionistas yugoslavos, encabezados en aquel entonces por Tito, tampoco dudó en comentar:

«Estamos preocupados por las condiciones presentes del Partido Comunista de Yugoslavia. Estamos asombrados por el hecho de que el Partido Comunista de Yugoslavia, el cual es el partido líder, no está aún completamente legalizado y todavía mantiene un status semilegal. Las decisiones de los órganos del partido nunca son publicados en la prensa, tampoco están los informes de las asambleas de partido. La democracia no es evidente dentro del propio Partido Comunista de Yugoslavia. El Partido Comunista de Yugoslavia, en su mayoría, no ha sido electo sino cooptado. La crítica y la autocrítica dentro no existe o apenas existe. Es característico el hecho de que el Secretario de Organización del Comité Central del partido es el Ministro de Seguridad del Estado. En otros términos, los cuadros del partido se someten de hecho a la vigilancia del Ministro de Seguridad del Estado. Según la teoría marxista, el partido debe controlar todos los órganos del Estado, incluido también el Ministerio de Seguridad del Estado, mientras que en Yugoslavia ocurre lo contrario, siendo el partido controlado de hecho por el Ministerio de Seguridad del Estado. Como se ve, esto explica que la iniciativa de las masas del partido en Yugoslavia no esté al nivel requerido. Se comprende que no podemos considerar marxista-leninista y bolchevique tal forma de organización del partido comunista. (...) Acorde con la teoría marxista-leninista el partido es considerado como la fuerza principal en el país, que tiene su programa específico y que no puede fundirse con las masas sin partido. En Yugoslavia por el contrario, el frente popular es considerado cabeza de fuerza principal y ahí una intención de disolver el partido dentro del frente». (Carta del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia; Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 27 de marzo de 1948)

Como acabamos de comprobar, Grover Furr intenta hacer pasar a Stalin por lo que nunca fue. Es cuanto menos penoso que casi todos los autodenominados «marxista-leninistas» de la actualidad rindan pleitesía a un charlatán como Grover Furr, pero ya se sabe: «Quien no conoce a Dios reza a cualquier santo». Esto recuerda a lo que en su momento ocurrió con Ludo Martens, otro maoísta, tienen una curiosa forma de defender a Stalin distorsionando su pensamiento y acciones básicas. Esta es una apología tan estéril como la que años después de su muerte hicieron algunos excompañeros suyos, como ya analizamos en otra ocasión con Mólotov. Véase el capítulo: «Sobre Mólotov» (2017).

Si las ideas de Furr tienen tan poco recorrido, ¿por qué se fabrican? Esto es, hasta cierto punto, muy normal, pues los hombres pusilánimes, como el señor Furr, siempre han necesitado de la construcción de referentes heroicos e impecables. Es por tal razón han hecho de esta técnica una tradición institucionalizada en su trabajo histórico, basada, muy especialmente, en fabricar una imagen perfecta de su personaje fetiche. En este caso a Stalin se le defiende a capa y espada, contra viento y marea, y casualmente uno no verá ni sola crítica de peso del admirador hacia el sujeto admirado, solo halagos, componendas y justificaciones haga lo que haga, incluso aunque a veces mantenga lo opuesto y cambie de opinión sin aparente razón. Esto, llevado al campo concreto de lo político, hace que incluso en las cuestiones menores se acabe falsificando todo, negando la mayor. Este espíritu servil es lo que impide hacer una evaluación cabal de lo que ha sido Stalin, con sus errores y aciertos [*]; un entendimiento preciso de su pensamiento, y trayectoria; sobre qué transcendencia ha tenido, tanto en lo bueno como en lo malo, algo que esta gente desde luego nunca realizará.

Por poner un ejemplo ficticio de todo esto, si alguien desease realizar un estudio sobre las purgas en la Unión Soviética, una mala selección de fuentes sería basarnos en criterios nacionales o regionales −solo historiadores rusos o solo en historiadores occidentales−; o en criterios ideológicos −solo en autores comunistas o solo en historiadores anticomunistas−. Igual de poco riguroso sería basarnos en las consideraciones históricas de los años 60 e ignorar toda la gama de últimos estudios al respecto. A fin de hacernos un cuadro más fidedigno, aquí el acceso a los propios archivos soviéticos, abiertos a partir de los años 90, constituiría un cambio cualitativo, un giro de 180 grados para la investigación, que ciertamente sería imposible pasar por alto si se pretende hacer un trabajo adecuado. Esto, por ejemplo, ayudaría a no reproducir los clichés de la propaganda soviética o yankee. A esto podría sumársele las memorias, diarios, entrevistas y demás. Constituyen grandes instrumentos, pero no son la panacea para resolver las manipulaciones de los documentos oficiales −judiciales, políticos, civiles y demás−. La capacidad memorística de cada persona es diferente y tiene límites muy diversos a la hora de reconstruir el pasado y, de esta forma, también puede ser un arma para defender los intereses personales y colectivos del momento. Por ejemplo, si en «X» momento histórico se está debatiendo la viabilidad de una nueva política exterior o doctrina militar, es muy posible que los protagonistas recuerden, digámoslo así, «ligeramente diferente» el cómo sucedieron las cosas −bien por una mala pasada de su memoria, o por su interés de no quedar mal parado ante la opinión pública del presente−. Por tal motivo, un gran investigador no se dejará llevar por conclusiones precipitadas porque «X» sujeto haya vivido tales sucesos y asegure que sucedió «Y» y no «Z», dado que, precisamente, su tarea es reunir más evidencias que cotejen tal cosa. Aquí es donde autores como Grover Furr no superan la prueba, como acabamos de comprobar. Pero siendo justos, no es el primero ni será el último.

A la hora de analizar la «época stalinista», son muchos los que, creyéndose ingenuamente más revolucionarios por ello, hacen gala de un nulo espíritu crítico, venerando la figura de Stalin como si de su mismísima santidad se tratase. En el peor de los casos, cuando los errores cometidos son flagrantes, estos afables individuos nos recomiendan hacer de tripas corazón frente a esta encrucijada y contentarnos con una vieja fórmula bien pragmática que para el idealista todo lo resuelve, ¿qué receta será esta? ¡Seguidismo y culto a la personalidad! En pleno siglo XXI volvemos al dogma religioso de la «infalibilidad papal»; ¡Stalin fue «impecable»! Pues debió de ser el único ser humano que en su desempeño político no erró nunca, ¡ni siquiera, aunque él en sus comentarios oficiales y extraoficiales así lo reconociese! El propio Stalin, en la reedición de 1946 de su obra «Brevemente sobre las descreencias en el partido» (1905), reconoció haber caído en el espontaneísmo durante aquellos años, dado que, según él, todavía el partido no estaba muy familiarizado con los preceptos que luego Lenin haría dominantes. Bien, roto este mito sobre el «implacable» actuar del georgiano, ¿se pueden descartar más fallos suyos? 

A todos los «marxistas» de pacotilla la crítica de los años de Lenin y Stalin es algo que asumen, pero solo de boquilla, puesto que les causa verdadero pavor: bien sea por su ignorancia en el tema, por miedo a ser acusados de «trotskistas» o «antisoviéticos», o vaya uno a saber el porqué. Y esto es totalmente comprensible, dado que en el corazón de un oportunista siempre anida un cobarde. Es precisamente con este tipo de comportamientos que los individuos ajenos a la esencia marxista-leninista se delatan muy fácilmente, pues muy contrariamente a los que dicta la lógica, el método que ellos profesan, su espíritu, su sustancia, es la de participar en una institución religiosa con sujetos de filosofía escolástica, la cual se reduce a repetir en coro las mismas cosas aprendidas una y otra vez sin matizar, profundizar, ni aportar nada de enjundia, porque, por supuesto, se teme que poniendo en tela de juicio algo indebido uno sea penado con la excomulgación de la comunidad. Muy al contrario, cualquiera que haya leído algo de Marx o Engels sabrán que ellos nunca temieron la confrontación ideológica y la rectificación en base a las evidencias científicas, recomendaron la máxima de que el alumno debe superar al maestro, pero, eso sí, con pruebas, no con charlatanería; es más, eran conscientes de que muchos misterios y bosquejos aun no claros lo serían en un futuro donde hubiera mayores medios e información para los investigadores. El materialismo histórico siempre ha exigido, pues, una crítica demoledora de sus enemigos, sí, correcto, pero también una mayor exigencia si cabe para sus movimientos y experiencias. De otro modo, no sería una doctrina científica, sino otra ideología más, otra comunidad de fieles −en el sentido más teológico del término−. 

No sería equivocado asegurar que hoy casi toda la «izquierda radical» se reclama «prosoviética» de una forma u otra. Unos reivindican los años de Lenin, otros los de Lenin y Stalin, mientras lo más oportunistas llegan a realizar una apología de la era de Jruschov, Brézhnev o Gorbachov. El caso es que todos parlotean sobre la «inexorable necesidad del estudio sobre las causas de la caída de la URSS». ¿Y bien? ¿Qué han hecho para alumbrar al público? Especialmente le preguntamos esto a aquellas organizaciones que ya se presentan como el «ariete del pueblo», la «vanguardia teórica y guía». ¿Qué nos han ofrecido hasta hoy? Pues poco o nada. Por eso, cuando el público honesto −o deshonesto− cuestiona, no pueden hacer más que balbucear frases hechas. Así ocurre cuando el típico chico que recién se interesa en la historia soviética o en los principios del marxismo les espeta: «Aun no acabo de entender una cosa, ¿por qué les fue tan fácil a los jruschovistas llevar a cabo la restauración del capitalismo tras Stalin?». En ese momento solo saben escapar a tan incómoda confesión con explicaciones burguesas sobre el discurrir de la historia, guiones sobre «buenos» y «malos», a «incorruptibles líderes» contra «elementos infiltradores, agentes y saboteadores del imperialismo», relatos donde pareciera que el pueblo, la masa, era inerte ante tales disputas. En todo caso, aceptemos tal premisa, tal visión de cómo fueron las cosas. Habría que volver a preguntar entonces, ¿qué tan buena era la salud de ese gobierno revolucionario que anidaba en la URSS para que, en 1953, su pueblo se quedase mirando mientras unos traidores desvalijaban, uno a uno, los pocos principios que aún conservaba? Es más, ¿cómo lo habrían hecho los bolcheviques para acabar sembrando la indiferencia y la pasividad en un pueblo que asistió como espectador al desguace de su futuro?». (Equipo de Bitácora (M-L)Las invenciones históricas de Grover Furr y las distorsiones sobre el pensamiento de Stalin, 2019)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[*] Como ejemplo de las críticas a los vicios, errores de cálculos y equivocaciones de la «era stalinista» recomendamos consultar los siguientes documentos:



6 comentarios:

  1. Camaradas la traducción que habeis empleado no es correcta.

    Cuando se dice "Stalin preveía la competencia de partidos políticos en su plan de elecciones abiertas" no es correcto.

    Acudid al texto original en inglés. El de su pág web está caído pero podeis escribirle que seguro que os responderá.

    http://marxism.halkcephesi.net/Grover%20Furr/Conclusion.htm

    La traducción correcta es "Dado que Stalin excluyó explícitamente a partidos políticos en su plan para las elecciones que se disputaban".

    Como se puede observar es totalmente lo contrario. Y no es la única errata de traducción en ese texto, hay más.

    Un saludo.

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  2. Camarada. La traducción la tomamos de aquí:

    https://gardenofknowledgemalta.files.wordpress.com/2017/07/lucha-reforma-democratica.pdf


    Como señalas, esa parte no la tradujeron bien:

    "Given that Stalin explicitly ruled out competing political parties in his plan for contested elections", tiene más sentido con tú traducción que la de ellos. Lo omitiremos, porque entonces carece de sentido.

    Pero en esencia, sea mejor o peor la traducción de esta gente, no hay nada que corregir en cuanto a las conclusiones que sacamos sobre que Furr especula o afirma que Stalin tenía un pensamiento titoista sobre el partido si vamos a la versión original en inglés:

    "The concept of democracy that Stalin and his supporters in the Party leadership wished to inaugurate in the Soviet Union would necessarily involve a qualitative change in the societal role of the Bolshevik Party. (...) They wanted to get the Communist Party out of the business of directly running the Soviet Union. (...) Stalin seems to have believed that, once the Party was out of direct control over society, its role should be confined to agitation and propaganda, and participation in the selection of cadres".

    Esto demuestra que Furr (como hemos demostrado con la documentación de Stalin) es un mentiroso, porque si bien no todos, está claro que conoce su postura sobre Tito y la concepción del partido, que él mismo criticó en las cartas a la dirección yugoslava durante marzo y mayo de 1948, que preceden a la resolución de la Kominform de junio de 1948. En eso estaremos de acuerdo.

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    1. ¿En dónde es posible leer esas cartas? Las citais pero no las encuentro por ningún lado. Un saludo.

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  3. En inglés están íntegras online, no te costará encontrarlas tanto la de marzo como mayo de 1948 (creo recordar que eran tres en total). En español hemos traducido alguna:

    Carta del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia; Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 27 de marzo de 1948

    http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com/2014/06/carta-del-comite-central-del-partido.html

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  4. Yo tampoco estoy de acuerdo con Grover Furr en sus posiciones sobre el Partido Comunista de la Unión Soviética y la presunta voluntad de Stalin de socavar su papel dirigente. Sin embargo, camaradas, no creo que sea correcto ser tan estrictos con él como hacéis ustedes. Por supuesto, podemos criticar sus tendencias maoístas, pero creo que también deberíamos apreciar su gran investigación histórica sobre la Unión Soviética de Stalin. Recordemos que es sobre todo gracias a la investigación histórica de Grover Furr si hoy tenemos muchos documentos y fuentes para desmentír las tesis de los revisionistas trotskistas-titoístas-maoístas y de otros anticomunistas. Así que creo que ciertamente deberíamos criticar el maoísmo de Furr, pero también creo que deberíamos apreciar su gran investigación histórica y todo lo bueno que este histórico a escrito en los últimos años sobre la Unión Soviética de Stalin. Creo que deberíamos ser más pragmáticos queridos camaradas, no está escrito por ningún lado que un maoísta no puede decir o escribír también algo correcto

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  5. Shokut Enver nadie quiera la labor de investigación de Furr, pero tampoco podemos pasar por alto que incluso documentándose como pocos, llegue a distorsionar (porque en este caso tiene conocimientos de sobra) un tema tan sensible. Al césar lo que es del césar. Ludo Martens, otro maoísta, también tiene grandes investigaciones sobre Stalin y sobre diversas cuestiones y termina (en muchas ocasiones) con conclusiones ridículas pese a la gran fuente de materiales que reunía, lo mismo le pasaba a Bill Bland.

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