«Los orígenes de los Estados se pierden en un mito, en el que hay que creer y que no se puede discutir». (Karl Marx; La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, 1850)
Hoy, hasta el más honesto de los historiadores se ve obligado a reconocer que la historia ha sido otro campo de batalla para las ideologías y las clases, una arena donde el nacionalismo burgués ha encontrado un nicho para promover su visión del mundo, el cual, por supuesto, siempre coincide con su proyecto político, económico y cultural del presente:
«El discurso identitario selecciona los padres, los héroes, las víctimas y también los villanos de la patria. Las costumbres tradicionales, los valores constituidos en nacionales, peculiares y distintos de la comunidad; es decir, la creación de un metapatrimonio de una metapatria. Es así como se surge la construcción de la doctrina nacionalista. (…) Un reconocimiento de antepasado remotísimos y, por tanto, del todo extraños de todo compromiso con el presunto corazón o raíces. (…) Y un afán por diferenciarse y distinguirse de los otros, que se traduce en rivalidad. (…) Esta forma de construir la evolución histórica obstaculiza la interpretación de una historia de Europa compartida de la que todos pudieran participar». (José Martínez Millán; La sustitución del «sistema cortesano» por el paradigma del «estado nacional» en las investigaciones históricas, 2010)
Si el lector nos ha seguido la pista, sabrá que no es la primera vez que analizamos las teorías de los distintos tipos de nacionalismos, especialmente los que recorren la Península Ibérica. En este ejercicio de intuición, mística y especulación encontramos de todo, desde aquellas ideas que consideran que sus respectivos «pueblos no sufrieron una mezcla racial con otros pueblos invasores», hasta las nociones que defienden que «ellos no recibieron préstamos culturales de pueblos vecinos», o «que solo asimilaron los mejores valores de ellos». Véase el capítulo: «Los conceptos de nación de los nacionalismos vs el marxismo» (2020).
En Rusia, lamentablemente, esto no fue una excepción, ni antes ni después de la Revolución Bolchevique (1917). Como rasgo reconocible de la ideología burguesa, las interpretaciones nacionalistas –bañadas en el idealismo más fantasmagórico–, intentaron dominar la historia rusa incluso tras el derrocamiento del capitalismo, lo que demuestra que este peligro de distorsión y manipulación histórica no cesa ni en los momentos más favorables para las fuerzas de la emancipación. Pero para hablar del enconado debate que hubo en la URSS sobre el origen de los rusos, quizás antes deberíamos conocer un poco la historia de los pueblos eslavos, sus rasgos iniciales, territorios, economía y creencias –entre otros–:
«Los eslavos [=slovene; de slovo=palabra] constituyen una de las principales ramas de la familia de pueblos de habla indoeuropea. Su territorio originario se sitúa en la región pantanosa del Pripet –Rusia occidental–; posteriormente se extienden por Polonia, Rusia Blanca y Ucrania. División tribal: eslavos orientales –o rusos; posteriormente segregados en ucranianos, rusos blancos y grandes rusos–; eslavos occidentales –polacos, pomeranios, abodritas, sorabos, checos, eslovacos–; eslavos meridionales –eslovenos, serbios, croatas, búlgaros–. La denominación común de eslavos obedece fundamentalmente a un criterio lingüístico, ya que presentan una considerable variedad de etnias. (...) Los eslavos primitivos se agrupan en clanes familiares de carácter patriarcal, unidos a su vez en federaciones, dirigidas por los más ancianos; de las federaciones surgen las tribus, dotadas de organización militar –centena, unidad básica de la leva; quiliarquía = conjunto de 1.000 hombres– y culto –veneración de los antepasados– comunes. Los jefes de clan van constituyendo poco a poco la clase aristocrática, cuyo particularismo tribal impide asociaciones superiores y, posteriormente, la transformación de estos pueblos en una gran potencia. En los grandes espacios territoriales de que disponen se dedican a la agricultura, la caza, la pesca, la ganadería y la apicultura. Las explotaciones agrícolas de los orientales incluyen numerosos clanes que practican el régimen comunitario. Existen –sobre todo en las ciudades– los oficios artesanos: carpinteros, tejedores, alfareros, curtidores, peleteros. A lo largo de las vías fluviales navegables se desarrolla un activo comercio. (...) Hay constancia del culto a los árboles y del recurso a los oráculos». (Hermann Kinder, Werner Hilgemann y Manfred Hergt; Atlas histórico mundial, 2004)
Esta etapa Lenin la describiría como sigue:
«La autoridad, el respeto, el poder de que gozaban los ancianos del clan; nos encontramos con que a veces este poder era reconocido a las mujeres (…) En ninguna parte encontramos una categoría especial de individuos diferenciados que gobiernen a los otros y que, en aras y con el fin de gobernar, dispongan sistemática y permanentemente de cierto aparato de coerción, de un aparato de violencia» (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; Sobre el Estado, 1919)
A causa de su debilidad, los primeros pueblos eslavos sufrieron algunas derrotas y, finalmente, fueron divididos entre sí:
«Tanto la penetración colonizadora de los germanos en el valle del Danubio y en los Alpes orientales –tras aniquilar el reino de los ávaros– como la migración de los húngaros –empujados, desde el este, por los pechenegos, hacia las tierras bajas, alrededor del 900–, destruyen la unidad territorial eslava: los occidentales quedan separados de los meridionales». (Hermann Kinder, Werner Hilgemann y Manfred Hergt; Atlas histórico mundial, 2004)
A nivel general, las tribus originarias de las actuales Dinamarca y Suecia, en el siglo XIII, controlaban los enclaves comerciales más importantes desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro –en la conocida Ruta comercial que iba desde los territorios varegos hasta los griegos–. Esta fue, precisamente, una zona de emigración para todo tipo de pueblos, por lo que no había una gran estabilidad étnica. Los varegos supieron hacerse poco a poco con un hueco entre todos los pueblos que iban pasando, bien a través de sus negocios, bien a punta de espada.