sábado, 31 de agosto de 2019

El nacionalismo, única ideología de ETA; PCE (m-l), 1987


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Con la muerte de Txomin Iturbe Abasolo, considerado máximo dirigente de ETA (militar), se ha vuelto a poner de actualidad, por enésima vez, la especulación sobre las dos supuestas tendencias presentes en dicha organización: la nacionalista y la marxista-leninista.

La primera, a la que pertenecería el fallecido, estaría más inclinada al diálogo y a la negociación y en la segunda estarían los «más malos», los que sólo desearían seguir pegando tiros.

De entrada, el planteamiento es claramente manipulador al querer situar a los presuntos marxista-leninistas como fanáticos amigos del gatillo y de la goma-2 y, de paso, descalificar la ideología de la clase obrera.

Pero las cosas no son así. Por supuesto que en Euskadi Ta Askatasuna (ETA) puede haber diversos matices y tendencias; de hecho, su historial de escisiones así lo demuestra, pero decir que entre esas tendencias existe la marxista-leninista es francamente excesivo.

Está claro que desde su V Asamblea –diciembre de 1966-marzo de 1967– la organización fue haciéndose, de manera confusa y francamente mal digeridas, con algunas tesis marxistas y con un vocabulario tomado de prestado de las mismas.  Posteriormente, ya bajo la monarquía, tanto ETA como Herri Batasuna (HB) y sobre todo Herri Alderdi Sozialista Iraultzailea (HASI), han cultivado un discurso que, siendo básicamente nacionalista, aparece entreverado de posiciones y argumentaciones en las que se mezclan de manera oportunista tesis socialdemócratas y tesis marxistas.

Pero insistimos, las ideas, la actividad y los objetivos de ETA y de las diversas organizaciones del bloque KAS o de HB, nunca han superado los rígidos y estrechos límites del nacionalismo, de la ideología nacionalista que les une, como un cordón umbilical, a las fuerzas más tradicionales, clericales y reaccionarias de la gran burguesía vasca, léase el Partido Nacionalista Vasco (PNV).

El propio «Argala» escribía en 1978 sobre la necesidad de arrebatar el poder «a la burguesía española y francesa», sin mencionar casualmente la vasca. En 1982 «Eraki», órgano de HASI afirmaba con claridad que «el objetivo último –de la unidad popular– es la independencia de Euskal Herria». No se trataba pues del socialismo, que es el objetivo de los marxista-leninistas. Y añadía, de manera idealista, que «partiendo del presupuesto mínimo de la lucha por la independencia, el resto vendrá por añadidura».

Más recientemente, el discurso de ETA se ha inclinado por hablar de autodeterminación, tomando el concepto del marxismo. Bien, en eso podemos estar de acuerdo. Los marxista-leninistas estamos por la autodeterminación de Euskadi desde mucho antes de la existencia de ETA. Pero mientras para el nacionalismo no hay otra salida a la autodeterminación que la separación y la independencia, los marxista-leninistas propugnamos la solución federativa y republicana como más conveniente a los intereses del proletariado de todo el Estado. Sin embargo, si el pueblo vasco opta por la independencia, respetaríamos tal decisión.

El nacionalismo de ETA no ve otra salida que la independencia a través del enfrentamiento entre pueblos; los marxista-leninistas nos atenemos a la autodeterminación.

De ahí que, pese a este supuesto punto en común del nacionalismo radical con el marxismo-leninismo –que desearíamos fuese realmente común–, las diversas organizaciones del KAS o HB, no hayan buscado nunca confluir con los marxista-leninistas, con nuestro partido, y sin embargo, no se cansen de tender puentes a la burguesía y gran burguesía industrial y financiera del PNV. Ejemplo reciente ha sido durante los pasado enero y febrero, ofreciendo a Arzallus y Garaikoetxea un «acuerdo de reconstrucción nacional».

En efecto, no hay tendencias marxista-leninistas en ETA por mucho que, en algunas declaraciones y artículos hablen de socialismo o marxismo.

La amalgama de vocabulario marxista con teología de la liberación, clericalismo, historicismo falsamente científico y conceptos étnicos de raíz racista son componentes claros de un nacionalismo exaltado no de marxismo-leninismo.

Mucho menos, además, si tenemos en cuenta que, para esta organización, socialismo es la URSS y los países bajo su órbita.

El II Congreso de HASI, en 1982, llegó incluso a afirmar que «hoy, la comunidad socialista, la forman la URSS, la RDA, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Polonia, Cuba, Laos, Mongolia y Vietnam».

Es decir, la comunidad de países revisionistas bajo control del socialimperialismo soviético y de las diversas burguesías burocráticas.

Pero una cosa es ser marxista-leninista y otra ser prosoviético. La diferencia es abismal. No luchamos contra la OTAN y el imperialismo yanqui para hacer el juego al Pacto de Varsovia y la URSS.

Sí estamos de acuerdo con Txomin cuando afirmaba que la «cuestión vasca es un problema político y no policial», y también pensamos, desde mucho antes de la muerte de Franco en 1975, que la ruptura con el franquismo es un problema clave todavía pendiente que impide todo tipo de soluciones favorables a los pueblos del Estado.

Pero mejor que cada cual se defina como lo que realmente es, y ETA es nacionalista, así nació y así permanece, pese al manejo teórico de algunas tesis y cierto vocabulario más o menos marxista». (Vanguardia Obrera, Nº 581, 1987)

Acerca de la línea política incorrecta del Politburó del CC del Partido Comunista de Yugoslavia en relación a la cuestión de la lucha de clases en Yugoslavia; PCUS, 1948


«En nuestra carta expresamos que la esencia de la política en torno a la lucha de clases no se comprende en el Partido Comunista de Yugoslavia (PCY), que los elementos capitalistas están fortaleciéndose en las ciudades y en el campo y que los líderes del Partido no están tomando ninguna medida para mantener en jaque a estos elementos capitalistas. Los camaradas Tito y Kardelj niegan todo esto y creen que nuestras consideraciones, que se refieren a un asunto de principios, son insultos hacia el PCY, evitando responder de ninguna manera a la cuestión fundamental. Sus pruebas se sustentan únicamente sobre el hecho de que «se están llevando a cabo reformas sociales consistentes en Yugoslavia». Sin embargo, este hecho carece de importancia. La reticencia de estos camaradas a ver que el fortalecimiento de los elementos capitalistas y, en conexión con ello, la agudización de la lucha de clases en el campo en las condiciones contemporáneas de Yugoslavia, deriva de una opinión oportunista de que, contrariamente a las enseñanzas del marxismo-leninismo, durante el período de transición del capitalismo al socialismo, la lucha de clases no se agudiza sino que se extingue, como ya expresaron otros oportunistas de la talla de Bujarin, que postuló una teoría decadente de la absorción pacífica de los elementos capitalistas en el seno de la estructura socialista.

Nadie podrá negar que las reformas sociales que tuvieron lugar en la URSS después de la Revolución de Octubre tuvieron un éxito general y una consistencia clara con nuestras enseñanzas. Sin embargo, esto no hizo al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) concluir que la lucha de clases en nuestro país se estaba debilitando, ni que ya no existiese el peligro del fortalecimiento de los elementos capitalistas. En 1920-1921 Lenin afirmó que «mientras vivamos en un país de pequeños propietarios existe una base económica más fuerte para el capitalismo en Rusia de lo que la hay para el comunismo», puesto que «la actividad agraria individual, a pequeña escala, engendra capitalismo y burguesía continuamente, cada día, cada hora, espontáneamente y a escala masiva». Se sabe que durante quince años tras la Revolución de Octubre la cuestión de las medidas a tomar para mantener en jaque a los elementos capitalistas y, más tarde, para proceder a la liquidación de los kulaks como la última clase capitalista que eran, nunca se desestimó ni se dejó en el tintero de la agenda de nuestro partido. Subestimar las experiencias del PCUS en cuestiones relativas al desarrollo del socialismo en Yugoslavia consiste un grave peligro, y no puede permitírsele a los marxistas, puesto que el socialismo no se puede desarrollar únicamente en las ciudades y en la industria, sino que también debe ser desarrollado en los pueblos y la agricultura.


No es ningún accidente que los líderes del PCY estén evitando la cuestión de la lucha de clases y de controlar a los elementos capitalistas del campo. Y lo que es más, en los discursos de los líderes yugoslavos no puede encontrarse mención alguna al problema de la diferenciación de clase en el campo. El campesinado se considera como un todo orgánico, homogéneo, y el partido no moviliza fuerza alguna ni hace ningún esfuerzo para superar las dificultades derivadas del desarrollo de los elementos explotadores en el campo.


Por el contrario, la situación política del campo no da motivos para la complacencia. Donde, como en Yugoslavia, no existe la nacionalización de la tierra, donde la propiedad privada de la tierra existe, se venden y compran constantemente sus distintas parcelas, donde grandes trozos de tierra están en manos de los kulaks, donde el trabajo asalariado es gratamente empleado, etc. el partido no puede educarse en el espíritu de camuflar la lucha de clases y de suavizar los conflictos de clase sin desarmarse así mismo en la lucha contra las dificultades de primer orden en el desarrollo del socialismo. Esto significa que el PCY está siendo adormecido por la teoría decadente y oportunista de la infiltración pacífica de los elementos capitalistas en el socialismo, teoría tomada de prestado de personajes como Bernstein, Völlmar y Bujarin.


Tampoco es ninguna casualidad que algunos de los líderes más prominentes del PCY se estén desviando de los principios del marxismo-leninismo en la cuestión del rol de vanguardia de la clase obrera. Mientras que el marxismo-leninismo comienza por reconocer este rol clave en el proceso de liquidación del capitalismo y del desarrollo del socialismo, los líderes del PCY son de una opinión radicalmente opuesta. No hace falta más que citar el siguiente discurso del camarada Tito en Zagreb el 2 de noviembre de 1946, publicado en «Borba»«No le decimos a los campesinos que son el pilar más sólido de nuestro Estado para conseguir sus votos, sino porque sabemos que eso es lo que son y que deberían ser conscientes de lo que son».


Semejante actitud se encuentra en completa oposición con el marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo considera que en Europa y en los países de democracia popular es la clase obrera y no el campesinado la clase más progresista y la más revolucionaria. En tanto al campesinado, o, mejor dicho, en tanto a su mayoría –los campesinos pobres y medios pueden encontrarse en unidad con la clase obrera, mientras que el rol de vanguardia de esta unión lo desempeñe la clase obrera. Por el contrario, el pasaje citado no solo niega que el rol de vanguardia le pertenece a la clase obrera sino que afirma que es el campesinado al completo, kulaks incluidos, la clase que representa el pilar más sólido en la nueva Yugoslavia. Como puede comprobarse, esta actitud es más típica de políticos pequeño burgueses que de marxistas-leninistas». (Carta del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética dirigida al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, 4 de mayo de 1948)


Anotación de Bitácora (M-L):

Para más información véase los siguientes documentos:


Carta del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia; Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 27 de marzo de 1948


Resolución: «Sobre la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia»; Kominform, 1948


A dónde conduce el nacionalismo del grupo de Tito en Yugoslavia; Stalin, 1948

domingo, 25 de agosto de 2019

Vox, el origen de sus miembros y su exaltación del fascismo


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Ciertamente Vox cumple varios de los puntos clásicos del fascismo –como el racismo, chovinismo y la pretensión de iegalizar a los partidos no afines a los conceptos anteriores, y en otros parece que está progresando hacia ese punto –como adoptar timida demagogia anticapitalista sobre los problemas de la gente y la opulencia de los ricos–. En otros todavía es pronto para saber si adoptará tal postura –como el usar la violencia para suprimir a los partidos tradicionales–.

Si uno analiza el programa de Vox para las elecciones del 28 de abril, ciertamente no es el programa de la antigua Falange de los años 30, ni siquiera el de Fuerza Nueva en los 70. Hay mayor moderación. ¿Pero que partido fascista tiene un calco de estos programas? Sería anacrónico hasta para la mente cuadriculada del fascista. Incluso en las declaraciones rutinarias en prensa encontramos mayor apego a conceptos como el «liberalismo» que a otros eslóganes propiamente fascistas –recordemos que en principio el fascismo se presenta como antagónico al liberalismo y como su superador entre él y el comunismo–. Pero quedarnos ahí sería un simplismo, ya que como hemos comentado en alguna ocasión, en España con el fin del franquismo, muchos de los elementos de las clases explotadoras que habían apoyado al franquismo tuvieron que resguardarse en distintas agrupaciones políticas como la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez, o la Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga, transformando o moderando el discurso y su política para tener éxito en el nuevo régimen –bajo la monarquía parlamentaria–. Nadie negará el desempeño fascista de los ministros franquistas y fueros estos los que aceptaron y encarrilaron el restablecimiento de la monarquía-parlamentaria. Por eso decimos que es ridículo hablar de una burguesía e individuos meramente democrático-burgueses o fascistas, ya que estos viran en función del panorama político:

«La causa de estas pugnas violentas interburguesas que se suceden a veces en los gobiernos capitalistas no solo se deben al arribismo o al autoritarismo de los individuos, sino también a la lucha entre elementos de la burguesía que quieren pasar a formas más coercitivas versus otros que desean adoptar formas de dominación más relajadas o directamente liberalizar el regimen. Estas disputas no son discusiones académicas sobre la forma de gobernar, sino que son en algunos momentos discusiones muy serias, pues de tomar una decisión u otra puede depender de que el sistema burgués salga mejor o peor parado en cada ocasion. Y, aunque como en todas las ideologías, siempre hay exaltados y románticos, estas discusiones no se producen tanto por amor a unos ideales concretos como a la forma en que creen que defenderán sus intereses económicos. Salvo excepciones de sujetos fanáticos… la burguesía no puede ser calificada de fascista ni de democráta-burguesa por naturaleza, puesto que siempre preferirá defender su bolsillo y su patrimonio en detrimento de los intereses de su nación o de su ideología concreta que en ese momento profese». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

viernes, 23 de agosto de 2019

¿Los marxistas respetan y apoyan «cualquier tipo de lucha armada»?


«¿Cuál es la actitud de Pablo Hasél y demás seguidores o simpatizantes del PCE (r)/GRAPO sobre la lucha armada?

«Hasél: Yo respeto cualquier tipo de lucha, y nunca voy a condenar una acción armada que sea ahora mismo por ejemplo (sic), pero creo que primero hay que concienciar, pero si esa concienciación va acompañada de según qué acciones, yo personalmente la respeto». (Hasél y Valtonyc; Actuación En Gracia (Barcelona) + Entrevista, 2012)

Su amigo y compañero de profesión e ideológico Valtonyc sigue sus pasos:

«Según la sala, el rapero «justifica la violencia con menciones como «y mira, yo no tengo huevos a pillar una metralleta pero al menos no condeno al que se atreve y al que la lucha se aferra». (El Confidencial; La AN condena a tres años y medio al rapero Valtonyc por su canción sobre el Rey emérito, 22 de febrero de 2017)

Por supuesto alguien que apoya los métodos terroristas de la RAF, ETA y GRAPO es bastante normal que diga esto; que un anarco-comunista como Hasél lo sostenga también entra dentro de la lógica. ¿Pero acaso los marxistas apoyan cualquier tipo del uso de la violencia? El uso del terror indiscriminado, el uso del engaño o la corrupción serían fines lícitos si «Hacen avanzar al movimiento». Más bien esto es un planteamiento cercano al pensamiento nietzschano o al fascista, de que no hay moral que valga, no hay escrúpulos para conseguir el objetivo pretendido, similar a la postura que tanto criticó Marx de la mezquina máxima jesuítica del «Fin justifica los medios». Esta moralidad influye en todos los sentidos. De aquí se comprende porqué las organizaciones revisionistas se empecinan tanto en ocultar y justificar sus errores, creyendo que con eso hacen un servicio a la «causa».

Demos una clase rápida a Hasél y Valtonyc sobre la posición marxista en torno al tema de la violencia revolucionaria en la historia:

¿Resistir o abjurar de la revolución bajo presión?


«Todos los filisteos liberales han cobrado un respeto tan grande por nosotros que chillan en coro: Sí, si los socialdemócratas quieren situarse en una base legal y abjurar de la revolución, entonces estaremos en favor de la inmediata derogación de la Ley Antisocialista. Por ello no hay duda de que en el Reichstag se les formulará a ustedes de inmediato esta sugerencia. La respuesta que ustedes den es importante. No tanto para Alemania, donde nuestros valientes muchachos la han dado en ocasión de las elecciones, como para el extranjero. Una respuesta débil destruiría de inmediato la impresión colosal producida por las elecciones. En mi opinión, el caso se plantea así: A lo largo de toda Europa, la situación política vigente es producto de revoluciones. La base legal, el derecho histórico, la legitimidad, han sido acribillados en todas partes, o tirados por tierra. Pero, está en la naturaleza de todos los partidos o clases que han llegado al poder por medio de la revolución, el reclamar que la nueva base jurídica creada por esta sea reconocida incondicionalmente y considerada sagrada. El derecho a la revolución existió –de lo contrario los gobernantes actuales no serían legales pero a partir de ahora no habrá de existir más. (...) Entretanto, las elecciones han demostrado que no tenemos nada que esperar de condescendencia, esto es, de concesiones a nuestros adversarios. Sólo por la resistencia desafiante hemos ganado respeto y nos hemos transformado en una potencia. Sólo el poder es respetado, y únicamente mientras seamos un poder seremos respetados por el filisteo. Cualquiera que le haga concesiones no podrá seguir siendo una potencia y será despreciado por él. La mano de hierro puede hacerse sentir en un guante de terciopelo, pero debe hacerse sentir. El proletariado alemán se ha convertido en un partido poderoso; que sus representantes sean dignos de él». (Friedrich Engels; Carta a August Bebel, 18 de noviembre de 1884)

martes, 20 de agosto de 2019

La línea sindical del PCE (m-l) y su tardanza a la hora de corregir los reflejos sectarios; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«La postura «leninista» sobre el tema no deja dudas:

«Pero la lucha contra «la aristocracia obrera» la sostenemos en nombre de las masas obreras y para ponerlas de nuestra parte; la lucha contra los jefes oportunistas y socialchovinistas la sostenemos para ganarnos a la clase obrera. Sería estúpido olvidar esta verdad elementalísima y más que evidente. Pero tal es, precisamente, la estupidez en que incurren los comunistas alemanes «de izquierda», los cuales deducen del carácter reaccionario y contrarrevolucionario de los cabecillas sindicales la conclusión de que es preciso ¡salir de los sindicatos!, ¡renunciar a actuar en ellos!, ¡crear formas de organización obrera nuevas, inventadas! Una estupidez tan imperdonable que equivale al mejor servicio que los comunistas pueden prestar a la burguesía. (...) No actuar en los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros aristócratas u «obreros aburguesados». (...) Precisamente la absurda «teoría» de la no participación de los comunistas en los sindicatos reaccionarios prueba del modo más patente con qué irreflexión abordan estos comunistas «de izquierda» el problema de la influencia entre «las masas» y cómo abusan de su griterío acerca de éstas. Para saber ayudar a «las masas» y conquistar su simpatía, su adhesión y su apoyo no hay que temer las dificultades, las cicaterías, las zancadillas, los insultos y las persecuciones por «los jefes» –que, siendo oportunistas y socialchovinistas, están en la mayor parte de los casos relacionados directa o indirectamente con la burguesía y la policía– y se debe actuar sin falta allá donde estén las masas. Hay que saber hacer toda clase de sacrificios y vencer los mayores obstáculos para efectuar una propaganda y una agitación sistemáticas, tenaces, perseverantes y pacientes precisamente en las instituciones, sociedades y asociaciones, por reaccionarias que sean, donde haya masas proletarias o semiproletarias. Y los sindicatos y las cooperativas obreras –estas últimas, por lo menos, en algunos casos– son cabalmente las organizaciones donde están las masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

La «stalinista» tampoco:

«En primer lugar, en el Occidente es imposible conquistar las masas de millones de obreros sin conquistar previamente los sindicatos, y, en segundo lugar, es imposible conquistar los sindicatos sin trabajar dentro de ellos y sin fortalecer allí la influencia propia. Por eso se debe conceder especial atención al trabajo de nuestros camaradas en los sindicatos. Por ahora, nada más. No se enfade conmigo por mi sinceridad y aspereza. Hoy vamos a ver, con qué facilidad el oportunismo trotskizante le encanta inventar todo tipo de chismes y hacer revaluaciones históricas basadas en el único fundamento que la mente calenturienta de sus autores». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Carta al camarada Me-rt, 28 de noviembre de 1925)


La historia de la Internacional Comunista –Komintern– dejó más que patente la necesidad de luchar contra esta desviación, subrayando la necesidad de acabar por una vez por toda con:

«La oportunista o sectaria, subestimación o descuido del tremendamente importante trabajo con los sindicatos reformistas». (Komintern; Extractos de las tesis del XIº Pleno del Comité Ejecutivo de la Komintern sobre las tareas de las secciones de la Komintern, 1931)

Por ello instó siempre a:

«Una lucha decidida contra las desviaciones oportunistas de «izquierda» que se expresan en la «teoría» izquierdista de que los obreros organizados en los sindicatos reformistas representan una masa uniforme reaccionaria, contra la subestimación izquierdista-sectaria de la táctica del frente único, contra el establecimiento de la idea de que los sindicatos reformistas son «escuelas del capitalismo», contra la actitud sectaria al trabajo dentro de los sindicatos reformistas». (Komintern; Extractos de la resolución del XIIº Pleno del Comité Ejecutivo de la Komintern, 1932)

¿Esto fue exclusivo de la «Komintern después de Lenin» y es una «alteración del leninismo» como podría alegar algún trotskista-maoísta? Ni mucho menos, estas directrices estaban inspiradas por la Komintern de la época de Lenin. En el IIº Congreso de la Komintern de 1920 se decía: 

«En lo que respecta a los sindicatos, «los comunistas deben ingresar en ellos para convertirlos en formaciones de combate contra el capitalismo y escuelas de comunistas». La salida de los comunistas de los sindicatos tendría como resultado que las masas quedasen en manos de los jefes oportunistas que colaboran con la burguesía». (Komintern; Tesis, manifiestos y resoluciones adoptados por los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, 1919-1923)

Pero no nos engañemos. La postura de contentarse con decir que los «sindicatos están en crisis» y quedarse de brazos cruzados porque su afiliación ha decaído, es un crimen imperdonable:

«Muchos de nuestros camaradas, pasando por alto la gravitación de los obreros hacia los sindicatos y ante las dificultades que ofrecía el trabajo de los sindicatos adheridos a Amsterdam, no se detenían en esta complicada tarea. Hablaban invariablemente de la crisis orgánica de los sindicatos de Amsterdam, de que los obreros abandonaban los sindicatos y perdían de vista cómo éstos, después de un cierto descenso al comienzo de la crisis económica mundial, empezaron a crecer de nuevo. (…) En los países, donde existen pequeños sindicatos rojos, les recomendamos que procuren ingresar en los grandes sindicatos reformistas, exigiendo la libertad para sostener sus opiniones propias, el ingreso de los miembros expulsados; y en los países, donde existen paralelamente grandes sindicatos rojos y reformistas, recomendamos que exijan la convocatoria de un Congreso de unificación sobre la plataforma de la lucha contra la ofensiva del capital y la salvaguardia de la democracia sindical. Hay que afirmar, del modo más categórico, que el obrero comunista, el obrero revolucionario, que no pertenece al sindicato de masas de su oficio, que no lucha por convertir este sindicato reformista en una verdadera organización sindical de clase, que no lucha por la unidad del movimiento sindical sobre la base de la lucha de clases, no cumple con su deber proletario primordial». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)

Desde sus inicios hubo un alarde de optimismo inusitado desde el Partido Comunista de España (marxista-leninista): en las publicaciones de los primeros años se había anunciado como superado el sindicalismo reformista de CC.OO. y anunciaba su próximo perecimiento por el empuje de las fuerzas revolucionarias:

«Las CC.OO. son hoy, pues, un cuerpo burocrático sin perspectivas y agonizante al que sólo infunde un soplo de vida en algunos sectores de la falta de organizaciones sindicales revolucionarias que encuadren a los obreros que se incorporan a la lucha, y la falta de visión y el oportunismo político de grupos de diverso matiz que, aterrorizados por la falta de confianza en sí mismos y en la clase obrera y sin poder concebir como va a continuar el movimiento obrero a la desaparición de las CC.OO., se aferran a ellas desesperadamente tratando de reanimarlas y repitiendo, obsesionados por el miedo, que son las más numerosas, la única forma de lucha, que es el reformismo es muy fuerte aún y demás desvaríos con los que lo único que se consigue es rendir a Carrillo y a la oligarquía un servicio de primer orden, confundir a la clase obrera y retrasar el desmoronamiento definitivo del reformismo. (…) El reformismo organizado ha sido ya ampliamente superado por la vanguardia del movimiento obrero español y ya sólo resta que las organizaciones de vanguardia, apoyadas por las masas, acabemos de derribarlo». («Emancipación»; Órgano de la Coordinadora Nacional de la O.S.O; Enterremos las agonizantes Comisiones Obreras; Extraído del documento: «Formas y variedades del revisionismo moderno en España: «Komunistak» (actualmente M.C.E.)», 1972)

Una declaración fantasmagórica. Que el PCE (m-l) se proclamase vanguardia del movimiento obrero era una ilusión cuando no había superado al revisionista Partido Comunista de España (PCE) en militantes ni en influencia; pero aún más absurdo era proclamar en lo sindical la muerte de las CC.OO y el ascenso del sindicato del partido: la Oposición Sindical Obrera (OSO). Los años no tardarían en demostrar que pese a la insistencia de la cúpula que repetiría este guión de forma infinita, esta debacle no iba a ocurrir y CC.OO. se consolidaba como un sindicato amarillista de influencia entre la clase obrera.

domingo, 18 de agosto de 2019

Nación popular, nación socialista, nación comunista; Joan Comorera, 1944


«Lenin nos ha dicho magistralmente:

«Cuando una gran empresa se convierte en gigantesca y organiza sistemáticamente, sobre la base de un cálculo exacto de múltiples datos, el abastecimiento en la proporción de los 2/3 o de los 3/4 de la materia prima de todo lo necesario para una población de varias decenas de millones; cuando se organiza sistemáticamente el transporte de dichas materias primas a los puntos de producción más cómodos, que se hallan a veces a una distancia de centenares y de miles de kilómetros uno de otro- cuando desde un centro se dirige la elaboración del material en todas sus diversas fases hasta la obtención de una serie de productos diversos terminados; cuando la distribución de dichos productos se efectúa según un solo plan entre decenas y centenares de millones de consumidores –venta de petróleo en América y en Alemania por el «Trust del Petróleo» americano–, aparece entonces con evidencia que nos hallamos ante una socialización de la producción y no ante un simple «entrelazamiento»; que las relaciones de economía y propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión, que puede permanecer en estado de descomposición durante un período relativamente largo –en el peor de los casos, si la curación del tumor oportunista se prolonga demasiado–, pero que, sin embargo, será ineluctablemente suprimida». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo fase superior del capitalismo, 1916)

Hoy está claro para todos que el «tumor del oportunismo» ha prolongado la vida del capitalismo monopolista. También está claro que la antítesis revelada por Lenin, producción social y propiedad privada de los medios de producción, se debe resolver ahora. Y que lo debemos resolver, esencialmente, nosotros. Y ese «nosotros», quiere decir nuestros partidos de hoy, la clase obrera de hoy, la masa popular de hoy.

¿Y para sustituirlo con qué, compañeros? Si reaccionamos estrictamente como sectarios contestaremos: con el socialismo. Si reflexionamos que no somos la única fuerza que necesita contar con otras fuerzas populares, que junto con nosotros combaten a muerte contra el nazi-fascismo-falangismo, que junto con nosotros deben participar en la reconstrucción del mundo, después de la victoria, que no estamos en presencia de un fenómeno aislado, localizado, sino de un fenómeno universal, que estamos ante un cambio de civilización en escala mundial: nos guardaremos mucho y bastante de forjarnos una línea rígida de aplicación nacional.

viernes, 16 de agosto de 2019

No corresponde a los socialistas ayudar a un bandido más joven y más vigoroso a desvalijar a otros bandidos más viejos y más cebados


«Desde el punto de vista de la justicia burguesa y de la libertad nacional o del derecho de las naciones a la existencia, Alemania tendría sin duda alguna razón contra Inglaterra y Francia, ya que ha sido «defraudada» en el reparto de las colonias, y sus enemigos oprimen a muchísimas más naciones que ella; en cuanto a su aliada, Austria, los eslavos por ella oprimidos gozan sin duda de más libertad que en la Rusia zarista, verdadera «cárcel de pueblos». Pero la propia Alemania no lucha por liberar a los pueblos, sino por sojuzgarlos. Y no corresponde a los socialistas ayudar a un bandido más joven y más vigoroso –Alemania– a desvalijar a otros bandidos más viejos y más cebados. Lo que deben hacer los socialistas es aprovechar la guerra que se hacen los bandidos para derrocar a todos ellos. Para esto, es preciso ante todo que los socialistas digan al pueblo la verdad, a saber, que esta guerra es, en un triple sentido, una guerra entre esclavistas para reforzar la esclavitud. En primer lugar, es una guerra que tiende a consolidar la esclavitud de las colonias mediante un reparto mas «equitativo» y una explotación ulterior mas «coordinada» de las mismas; en segundo lugar, es una guerra que persigue el reforzamiento del yugo que pesa sobre las naciones extrañas en el seno mismo de las «grandes» potencias, pues tanto Austria como Rusia –y esta mucho mas y mucho peor que aquélla– sólo se mantienen gracias a ese yugo que refuerzan con la guerra; en tercer lugar, es una guerra con vistas a intensificar y prolongar la esclavitud asalariada, pues el proletariado está dividido y aplastado, mientras que los capitalistas salen ganando, enriqueciéndose con la guerra, avivando los prejuicios nacionales e intensificando la reacción, que ha levantado la cabeza en todos los países, aun en los más libres y republicanos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)

jueves, 15 de agosto de 2019

El humanismo del marxismo no toma como base el humanismo del cristianismo


«Atacando al marxismo-leninismo, a la revolución, al socialismo, la propaganda burguesa y revisionista habla en nombre de un humanismo al margen de las clases, por encima de ellas, «para todos», del humanismo de la benevolencia cristiana. Mas un «humanismo» tal es falso y fraudulento, porque justifica el régimen de opresión y explotación burgués y revisionista, porque aleja a las masas trabajadoras de la lucha revolucionaria por su derrocamiento, porque predica la sumisión, toma bajo su defensa a los enemigos del pueblo exigiendo que éstos tengan campo libre de acción a fin de minar y derrocar el poder del pueblo allí donde ha sido instaurado y restaurar la esclavitud capitalista.

Nuestro humanismo socialista no es para todos y no puede estar por encima de las clases, tampoco es el humanismo de la misericordia cristiana hacia el enemigo. En la sociedad de clases no hay ni puede haber humanismo general, al igual que no hay ni puede haber democracia para todos, hay para la mayoría trabajadora o para la minoría explotadora, o para el pueblo o para sus enemigos. En nuestra, sociedad no hay humanismo ni piedad hacia el enemigo que atenta contra el pueblo y el socialismo. Contra él actúa con puño de hierro la dictadura del proletariado.

En la sociedad socialista el método general de la actitud hacia los trabajadores que cometen errores, es el de la crítica como camaradas, de la persuasión y educación, a fin de combatir la enfermedad y salvar al enfermo, sin negar la necesidad de las medidas legislativas y administrativas contra los que persisten en sus errores e infracciones». (Agim Popa; El socialismo, régimen verdaderamente humano, 1987)

martes, 13 de agosto de 2019

Aceptamos plenamente las particularidades naturales de cada sexo


«Dejando a los estudiosos burgueses absortos en el debate de la cuestión de la superioridad de un sexo sobre el otro, o en el peso de los cerebros y en la comparación de la estructura psicológica de hombres y mujeres, los seguidores del materialismo histórico aceptan plenamente las particularidades naturales de cada sexo y demandan sólo que cada persona, sea hombre o mujer, tenga una oportunidad real para su más completa y libre autodeterminación, y la mayor capacidad para el desarrollo y aplicación de todas sus aptitudes naturales. Los seguidores del materialismo histórico rechazan la existencia de una cuestión de la mujer específica separada de la cuestión social general de nuestros días. Tras la subordinación de la mujer se esconden factores económicos específicos, las características naturales han sido un factor secundario en este proceso. Sólo la desaparición completa de estos factores, sólo la evolución de aquellas fuerzas que en algún momento del pasado dieron lugar a la subordinación de la mujer, serán capaces de influir y de hacer que cambie la posición social que ocupa actualmente de forma fundamental. En otras palabras, las mujeres pueden llegar a ser verdaderamente libres e iguales sólo en un mundo organizado mediante nuevas líneas sociales y productivas». (Aleksandra Kolontái; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)

domingo, 11 de agosto de 2019

Sobre el cerco capitalista; Stalin, 1937


«¿Cuáles son pues los hechos que han olvidado o que simplemente no han captado nuestros camaradas del Partido? 

Han olvidado que el poder de los Soviets sólo ha triunfado en una sexta parte del globo y que las cinco sextas partes restantes, están en posesión de los Estados capitalistas. Han olvidado que la Unión Soviética se encuentra dentro del cerco capitalista. Entre nosotros existe la costumbre de hablar mucho sobre el cerco capitalista; pero en lo que se refiere a reflexionar sobre su significado, esto es algo que no suele hacerse. El cerco capitalista no es una frase hueca, es un fenómeno muy real y muy desagradable. El cerco capitalista, significa en concreto que existe un país, la Unión Soviética, el cual ha instaurado el orden socialista, y que por otra parte, hay, un gran número de países, países burgueses, que continúan llevando un género de vida capitalista y están cercando a la Unión Soviética, aguardando la menor oportunidad para atacarla, para abatirla o, en todo caso, para socavar su potencia y debilitarla. 

sábado, 10 de agosto de 2019

Engels sobre los vicios y defectos que albergan ciertos «expertos marxistas» en su método de trabajo

Karl Kautsky (1854-1935)

«Usted ha dado acertadamente en la debilidad decisiva de Kautsky. Su juvenil inclinación al juicio apresurado ha sido intensificado aun más por el defectuoso método de la enseñanza de la historia en las universidades, y especialmente en las austríacas. Allí se les enseña sistemáticamente a los estudiantes a hacer investigaciones históricas con materiales que saben son inadecuados, pero que suponen considerar adecuados; es decir, se les enseña a escribir cosas que ellos mismos deben saber que son falsas, pero que se supone son consideradas correctas. Esto ha hecho, naturalmente, que Kautsky sea enteramente engreído. Luego la vida literaria: escribir por la paga, y escribir muchísimo. De modo que no tiene absolutamente idea de lo que significa, en realidad, el trabajo científico. Varias veces se ha quemado los dedos con su historia de la población, y más tarde con sus artículos sobre el matrimonio en los tiempos primitivos. Se lo he hecho notar, amistosamente, sin ocultarle nada a este respecto: en este aspecto le critico despiadadamente todas sus cosas. Pero, afortunadamente, puedo consolarle con el hecho de que en mi imprudente juventud yo hice exactamente lo mismo, aprendiendo recién de Marx la forma de trabajar. Ello ayuda considerablemente». (Friedrich Engels; Carta a August Bebel, 24 de julio de 1885)

jueves, 8 de agosto de 2019

¿Contra la casta o aliados de la casta?; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«Es necesario recuperar la memoria para reparar en la liquidez de los planteamientos políticos y en la fragilidad de los postulados ideológicos. En 'Una nueva transición' (editorial Akal 2015), un libro firmado por Pablo Iglesias, subtitulado 'materiales del año del cambio', el líder morado expresaba la siguiente opinión: 

«Un Podemos con la fuerza suficiente para exigirle al PSOE dos ministerios importantes y entrar en el Gobierno podría ser algo que nos diera experiencia de gobierno, pero nos destruiría electoralmente. Igual que para el PSOE entrar en un Gobierno con nosotros sería terrible. Y votar a favor de ellos en una investidura nos haría muchísimo daño…nos obligaría a lo que proyectaba el diario 'El País'… sois un sustituto muy digno de IU, más listos, con más 'swing', mejor estilo, por eso con mejores resultados, pero sois una tercera fuerza política que se ubica en lo que son las terceras fuerzas políticas progresistas en Europa». (Pablo Iglesias; Una nueva transición, 2015)

Las anteriores frases se recogen en la página 115 del texto recopilatorio antes citado. Otras muchas opiniones provocarían estupor observando lo que cuatro años después de aquellas estimaciones ha ocurrido con el discurso político de Pablo Iglesias. El secretario general de Unidas Podemos ha fracasado, sin paliativos, en su gestión como dirigente de la organización. Por esa razón, en julio de 2019 pretende una vicepresidencia en el Gobierno de Sánchez, ministerios para dirigentes de su partido a cambio investir presidente del Ejecutivo al secretario general del PSOE. Iglesias no ha logrado el sorpaso al PSOE, no ha «asaltado los cielos», tampoco es «una tercera fuerza política progresista» sino cuarta en el Congreso de los Diputados y lo que es aún mucho peor: Iglesias y Montero han privatizado su partido. Para poder sostener sus liderazgos mantienen una estrategia radicalmente opuesta a la que diseñaba el zamorano en 2015. La comparación entre aquellas palabras y estos comportamientos resulta escandalosa». (El Confidencial; El Iglesias anterior: «Gobernar con el PSOE nos destruiría», 28 de junio de 2019)

Esta cita es sobradamente ejemplificativa sobre la evolución de Podemos respecto al PSOE, pero cualquiera que haya seguido la trayectoria de Pablo Iglesias sabrá que esto no debe de pillarnos por sorpresa. En 2013 reconocía que para él el PSOE no era su adversario político:

«En este momento traducir un discurso nos permitirían competir con nuestros verdaderos adversarios políticos, que no es el PSOE
». (Pablo Iglesias; Discurso en la Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista en Segovia, 2013)

Poco después, con Podemos ya formado en 2014, Pablo Iglesias aprovechó la enorme caída de popularidad del PSOE para aparentar ir contra él durante un tiempo. 

De hecho, todo el mundo sabe Podemos irrumpió en el panorama político español con unos eslóganes muy claros. Entre ellos señalaban abiertamente al bipartidismo de los partidos tradicionales del PP-PSOE, a los cuales calificaba de ser una casta política institucionalizada, culpable de los males socio-políticos de los últimos años como el desempleo, la precariedad o la corrupción endémica. 

«Está claro a qué intereses sirven gobiernos como el del PSOE o el del PP, que nos llevan al desastre. (...) Lo que está claro es que la casta política dominante, que por desgracia no son carteros de los ciudadanos, que es lo que deberían ser y no mayordomos de los bancos, forman parte del problema. (...) En nuestro país PP y PSOE cambiaron la Constitución y han votado juntos el 70% de las mociones en el Parlamento Europeo. (...) Nosotros decimos que la democracia es poder elegir otra cosa, porque nuestra casta ha demostrado que, más allá de que sean unos corruptos, además son inútiles». (Pablo Iglesias Turrión; Declaraciones a la Agencia EFE, 18 de mayo de 2014)


Aquí como vemos Podemos señalaba a estos partidos como fieles sirvientes de los intereses económicos de la oligarquía.

miércoles, 7 de agosto de 2019


«¿Cómo explicar que nuestros dirigentes, que tienen una rica experiencia de lucha contra las corrientes antipartido y antisoviéticas de todo género, se hayan mostrado en este caso tan ingenuos y tan ciegos que no hayan sabido discernir la verdadera catadura de los enemigos del pueblo, no hayan sabido reconocer a los lobos disfrazados de corderos, no hayan sabido arrancarles la máscara? ¿Podría afirmarse que la acción de sabotaje, de espionaje y de diversión de los agentes de los Estados extranjeros que actúan en el territorio de la Unión Soviética, pudiera ser para nosotros algo inesperado, algo nunca visto? No, no podríamos decirlo. Testimonio de ello son los actos de sabotaje realizados en las diversas ramas de la economía nacional en el curso de los diez últimos años, desde la época del proceso de Shajti de 1928, los cuales además están registrados en los documentos oficiales. ¿Podría afirmarse que en estos últimos tiempos no ha habido ninguna señal que nos pusiera en guardia y nos advirtiera de la actividad de sabotaje, de espionaje o de terrorismo de los agentes trotskista-zinovievistas del fascismo? No, no podríamos decirlo. Ha habido señales en este sentido y los  bolcheviques no tienen derecho a olvidarlas. El infame asesinato de Serguéi Kírov [2] de 1934 fue la primera advertencia seria de que los enemigos del pueblo iban a practicar un doble juego y lo harían camuflándose de bolcheviques, de miembros del partido, para ganarse la confianza y poder introducirse en nuestras organizaciones.

Sobre el nacionalismo en la política exterior y el peligro de degeneración...


«Pasemos al segundo peligro. Rasgo distintivo de este peligro es la falta de fe en la revolución proletaria internacional; la falta de fe en su victoria; el escepticismo respecto al movimiento de liberación nacional de las colonias y los países dependientes; la incomprensión de que, sin el apoyo del movimiento revolucionario de los otros países, nuestro país no podría mantenerse contra el imperialismo mundial; la incomprensión de que la victoria del socialismo en un solo país no puede ser definitiva, pues no puede estar a salvo de la intervención mientras la revolución no ha ya vencido en varios países, por lo menos; la in comprensión de ese requisito elemental del internacionalismo, en virtud del cual la victoria del socialismo en un so lo país no es un fin en sí, sino un medio para desarrollar y apoyar la revolución en los otros países. 

Esa es la vía del nacionalismo y la degeneración, una vía que conduce a la liquidación completa de la política internacionalista del proletariado, pues la gente atacada de esa enfermedad no ve en nuestro país una parte del todo que se llama movimiento revolucionario mundial, sino el principio y el fin de ese movimiento, considerando que los intereses de todos los demás países deben ser sacrificados a los intereses de nuestro país. ¿Apoyar el movimiento de liberación de China? ¿Para qué? ¿No será arriesgado? ¿No nos enemistará eso con otros países? ¿No será mejor establecer nuestras «esferas de influencia» en China conjunta mente con las otras potencias «avanzadas» y sacar algo de China en provecho propio? Eso sería ventajoso y no encerraría ningún peligro... ¿Apoyar el movimiento de liberación de Alemania? ¿Merece la pena arriesgarse? ¿No será mejor llegar a un acuerdo con la Entente acerca del tratado de Versalles y sacar algo a título de compensación?.. ¿Mantener la amistad con Persia, Turquía, Afganistán? ¿Merece la pena el juego? ¿No será mejor restablecer las «esferas de influencia» con alguna de las grandes potencias? Etc., etc. Tal es la «concepción» nacionalista de nuevo tipo, que trata de eliminar la política exterior de la Revolución de Octubre y que fomenta los elementos de degeneración. 

Si el origen del primer peligro, del peligro de liquidacionismo, es el fortalecimiento de la influencia burguesa sobre el Partido por el cauce de la política interior, por el cauce de la lucha entre los elementos capitalistas y los elementos socialistas de nuestra economía nacional, el origen del segundo peligro, del peligro de nacionalismo, debe verse en el fortalecimiento de la influencia burguesa sobre el Partido por el cauce de la política exterior, por el cauce de la lucha de los Estados capitalistas contra el Estado de la dictadura del proletariado. Difícilmente puede dudarse de que la presión de los Estados capitalistas sobre nuestro Estado es enorme, de que los hombres que trabajan en el dominio d e nuestra política exterior no siempre consiguen resistir esa presión, de que el peligro de complicaciones hace sugestiva a veces la vía de la menor resistencia, la vía del nacionalismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Preguntas y respuestas, 1925)

martes, 6 de agosto de 2019

Aferrarse al legalismo republicano y no aprovechar las nuevas formas de poder surgidas de las masas


«Hubo en general durante toda la guerra [1936-1939], y en particular en la primera fase de la misma, una atomización del Poder que dadas las circunstancias causó graves perjuicios a la causa popular. El que cada partido tuviera sus órganos de Poder, el que en cada provincia o región hubiera distintas formas de régimen político y social, sin que el Partido Comunista de España (PCE) supiera aprovechar el anhelo común al pueblo de resistir al fascismo, obstaculizó esa misma resistencia. Nominalmente, todos se sometían al Poder popular el Gobierno de Frente Popular, pero la verdad es que ese Gobierno tenía escasa autoridad, por no decir ninguna. Se planteaba la contradicción entre la necesidad de un Frente y un Gobierno único, por un lado, y los intereses de grupo, de clase, por otro. Pero el Partido no supo solucionar en ningún momento esa contradicción.

El pueblo en armas supo darse nuevos y variados órganos de Poder. Pero debido a la desunión y a la influencia socialreformista que aún prevalecía en la clase obrera, y por la indecisión del Partido, cayeron bajo la influencia pequeñoburguesa, en general. El surgimiento de los comités revolucionarios populares, en todas las regiones y zonas republicanas, fue algo muy positivo, porque suplantaban a las autoridades centrales de la media y la pequeña burguesía, ineficaces y pasivas frente a la contrarrevolución e incluso, a veces, traidoras. A través de esos comités revolucionarios las masas demostraban su deseo de organizarse para resistir al fascismo; sin embargo, dichos comités no eran unitarios, lo cual permitió la atomización y el cantonalismo que se produjo frecuentemente. El Partido no supo en esas circunstancias superar la atomización y la desunión. Hubiera sido preciso desarrollar esos comités revolucionarios, transformando su contenido, prestarles todo el apoyo necesario preocupándose menos de la «legalidad» pequeñoburguesa–, impulsarlos, encabezarlos y orientarlos por un camino unitario, revolucionario, de Poder popular. En vez de eso, el Partido se aferró a las viejas instituciones republicanas sobrepasadas por los mismos acontecimientos, con lo cual hizo el juego a los titubeos y temores de la pequeña y media burguesía y causó un gran mal a la causa popular. A todo lo largo de la guerra, hasta los últimos momentos veremos que el Partido no supo entender claramente cual era su verdadero papel y que, por el contrario nos referimos a la cuestión del frente unidoentendió de una forma estrecha, legalista, estática, sin movimiento, la legalidad republicana.

El Gobierno republicano era producto de una revolución democrático burguesa de viejo tipo, y de una clase vacilante, que no logró nunca llevar a cabo su propia revolución. Por lo tanto, sus órganos de Poder eran la expresión misma de sus propias vacilaciones, inestabilidad y desconfianza hacia el pueblo. Resulta evidente que la pequeña y media burguesía fue incapaz de desempeñar el papel dirigente de la lucha popular contra el fascismo y ello por su propia naturaleza e intereses de clase. Es cierto que, en los primeros momentos de nuestra guerra nacional revolucionaria contra el fascismo, había que acabar con el desorden inicial y que había que crear una autoridad centralizada de genuino Frente Popular, que había que luchar por la legalidad del gobierno republicano, mas el impacto mismo de la sublevación fascista y el auge revolucionario de las masas, destrozaron rápidamente gran parte de lo existente. Por lo tanto, la tarea era, en el marco de la legalidad republicana pero una legalidad dinámica, en evolución, crear nuevos organismos de Poder que permitieran canalizar el entusiasmo revolucionario. Los viejos organismos eran inservibles para la revolución y el aferrarse a ellos, como lo hizo el Partido, impidió a la clase obrera y a su Partido de vanguardia tomar la dirección de la guerra y de la revolución. [...]

lunes, 5 de agosto de 2019

Jesús Larrañaga hablando del fascismo


«Hay quienes quieren hacernos creer que el fascismo es un sistema de Gobierno que se levanta sobre las clases para conciliar los intereses antagónicos de la burguesía y el proletariado. Hay otros que pretenden presentar al fascismo como el Poder del Estado en manos de la pequeña burguesía revolucionaria. Pero esto no es cierto. El verdadero carácter de clase del fascismo se manifiesta por la dictadura terrorista de las capas más reaccionarias, de las capas más patrioteras e imperialistas del capital financiero y monopolista. El fascismo no supone otra cosa que un Gobierno de bandidaje, una forma sangrienta de liquidar cuentas con la clase trabajadora, una opresión contra los intelectuales y los pequeños comerciantes y pequeña burguesía, una regresión a los tiempos medievales; en suma: hambre, persecución y guerra. (En este momento se lanzan estentóreos gritos de «¡Abajo el fascismo! ¡Fuera la guerra!»).

Señala también que el fascismo, para mejor engañar a los trabajadores, se titula falazmente socialista. ¿Con qué derecho, se titula socialista el fascismo alemán? ¿Qué pueden tener de común el fascismo y el socialismo, siendo como son absolutamente antagónicos? Farsas, no; engañar a los trabajadores, no. (Aplausos)». (Jesús Larrañaga ChurrucaDiscurso de Jesús Larrañaga en el mitin del PC de Euskadi en el Frontón Urumea de Donostia en diciembre de 1935)

viernes, 2 de agosto de 2019

Un partido no depende solo de si está integrado por obreros, sino también de quién lo dirige y del contenido de su acción y su táctica política


«Por supuesto, el Partido Laborista, en su mayor parte, está integrado por obreros. Sin embargo, el que un partido sea o no un auténtico partido político obrero, no depende solamente de si está integrado por obreros, sino también de quién lo dirige y del contenido de su acción y su táctica política. Sólo esto último determina si realmente tenemos ante nosotros un partido político del proletariado. Desde este punto de vista, el único correcto, el Partido Laborista es burgués hasta la médula, pues aunque está integrado por obreros, lo dirigen reaccionarios, los peores reaccionarios, que actúan enteramente en el espíritu de la burguesía; es una organización de la burguesía, que existe para engañar sistemáticamente a los obreros, con la colaboración de los Noske y los Scheidemann ingleses». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Discurso sobre el ingreso en el Partido Laboralista Británico; IIº Congreso de la Internacional Comunista, 6 de agosto de 1920)

jueves, 1 de agosto de 2019

Sobre el feminismo que se declara en favor del socialismo...


«¿No pueden las mujeres de ambos bandos sociales, por el bien de sus aspiraciones políticas comunes, superar las barreras del antagonismo de clase que las separan? ¿No serán capaces seguramente de librar una lucha común contra las fuerzas hostiles que los las rodean? La división entre la burguesía y el proletariado es tan inevitable como otras cuestiones que nos atañen, pero en el caso de este asunto particular las feministas creen que las mujeres de las distintas clases sociales no tienen diferencias.

Las feministas continúan volviendo a estos argumentos con amargura y desconcierto, viendo nociones preconcebidas de lealtad partidista en la negativa de las representantes de la clase trabajadora a unir sus fuerzas con ellas en la lucha por los derechos políticos de las mujeres. ¿Es realmente éste el caso? ¿Existe una identificación total de las aspiraciones políticas o, en este caso, al igual que en todos los demás, el antagonismo la creación de un ejército de mujeres indivisible, por encima de las clases? Tenemos que responder a esta cuestión antes de que podamos definir las tácticas que las mujeres proletarias utilizarán para obtener derechos políticos para su sexo.

Las feministas declaran estar del lado de la reforma social, y algunas de ellas incluso dicen estar a favor del socialismo –en un futuro lejano, por supuesto– pero no tienen la intención de luchar entre las filas de la clase obrera para conseguir estos objetivos. Las mejores de ellas creen, con ingenua sinceridad, que una vez que los asientos de los diputados estén a su alcance serán capaces de curar las llagas sociales que se han formado, en su opinión, debido a que los hombres, con su egoísmo inherente, han sido los dueños de la situación. A pesar de las buenas intenciones de grupos individuales de feministas hacia el proletariado, siempre que se ha planteado la cuestión de la lucha de clases han dejado el campo de batalla con temor. Reconocen que no quieren interferir en causas ajenas, y prefieren retirarse a su liberalismo burgués que les es tan cómodamente familiar.

Pugna interimperialista en Camboya; Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1985


«La reciente ofensiva de las tropas vietnamitas que ocupan Camboya desde 1978, contra las guerrillas del Frente para la Liberación del Pueblo Jemer, ha vuelto a poner en primer plano en este país la guerra y las matanzas.

El citado Frente forma parte, junto con los seguidores del derrocado Sihanuk y con los llamados Jemeres Rojos, anteriormente en el poder bajo la dirección alucinante y sangrienta de Pol Pot, del llamado Gobierno de la Coalición de Kampuchea Democrática, que cuenta con el apoyo de EEUU, China y Tailandia.

Vietnam por su parte, y el actual gobierno camboyano implantado por sus tropas, cuentan con el apoyo de la URSS.

Estos pueblos el vietnamita y el camboyano, en su heroica lucha, primero contra el imperialismo francés y después contra el imperialismo yanqui, contaron con la simpatía y la solidaridad de todos los pueblos del mundo, de todos los demócratas y revolucionarios, se ven hoy envueltos en una guerra manipulada y repugnante, cuyos hilos son movidos y dirigidos por los diversos imperialismos que pugnan por el control de la zona dada su importancia estratégico militar de cara al conjunto de Asia.

El revisionismo vietnamita, con sus componentes de ultranacionalismo y expansionismo, empujado y movido por el socialimperialismo ruso, pretende estabilizar su control sobre Camboya, en base al control militar y al descrédito del antiguo régimen prochino de Pol Pot, que sumergió al país en un demencial baño de sangre.

Por otro lado el imperialismo yanqui, que domina a la vecina Tailandia, apoya y arma a una parte de la Coalición de Kampuchea, codo a codo y en estrecha alianza con China, que apoya y arma a la otra parte, los llamados Jemeres Rojos, a los que, años atrás, bombardeaban los aviones estadounidenses.

En definitiva un conflicto entre el imperialismo yanqui y el ruso, por países interpuestos, y con la participación de una China aspirante a superpotencia, agresiva e intervencionista, y un Vietnam, ayer heroico, y hoy imbuido de nacionalismo y expansionismo.

Los pueblos de estos países –Camboya y Vietnam– que tanto lucharon y sufrieron en el pasado por su liberación, no han conseguido hoy ni la victoria ni la paz, escamoteadas ambas por unos dirigentes oportunistas y nacionalistas sometidos a las pugnas de las superpotencias». (Vanguardia Obrera; Órgano del Comité Central del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº 490 de 1985)

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