viernes, 31 de enero de 2020

No hay ciencia que pueda desarrollarse y prosperar sin lucha de opiniones, sin libertad de crítica...


«Pregunta: ¿Ha procedido acertadamente Pravda al abrir una libre discusión sobre los problemas de la lingüística?

Stalin: Sí, ha procedido acertadamente.

En qué dirección serán resueltos los problemas de la lingüística se verá claro al final de la discusión. Pero ya ahora se puede decir que la discusión ha sido muy provechosa.

La discusión ha puesto en claro, ante todo, que en las instituciones lingüísticas, tanto en el centro como en las repúblicas, imperaba un régimen impropio de la Ciencia, impropio en los hombres de ciencia. La menor crítica de la situación en la lingüística soviética, incluso los más tímidos asomos de crítica de la llamada «nueva doctrina» en la lingüística, eran perseguidos y sofocados por los círculos lingüísticos dirigentes. Valiosos trabajadores e investigadores eran destituidos de sus cargos o rebajados a puestos de menor importancia por abordar críticamente la herencia de N.Y. Marr o expresar la menor desaprobación de su teoría. Se elevaba a los altos cargos a lingüistas, no por el índice de trabajo sino porque aceptaban incondicionalmente la doctrina de N.Y. Marr.

Todo el mundo reconoce que no hay ciencia que pueda desarrollarse y prosperar sin lucha de opiniones, sin libertad de crítica. Pero esta regla universalmente reconocida era ignorada y pisoteada sin contemplaciones. Se formó un grupo cerrado de dirigentes infalibles que, poniéndose a salvo de toda posible crítica, hacía ley de sus caprichos y arbitrariedades.

Un ejemplo: el llamado «Curso de Bakú» –las conferencias pronunciadas por N.Y. Marr en Bakú, que el autor mismo declaró defectuoso y prohibió reeditar, ha sido, no obstante, reeditado por disposición de la casta de dirigentes el camarada Meschanínov los llama «discípulos» de N.Y. Marr– e incluido, sin hacer ninguna salvedad, entre los libros de texto recomendados a los estudiantes. Eso quiere decir que se ha engañado a los estudiantes, haciendo pasar por un libro de texto de pleno valor un «Curso» reconocido como defectuoso. Si yo no estuviera convencido de la honradez del camarada Meschanínov y de otros lingüistas, diría que semejante proceder equivale a un sabotaje.

¿Cómo ha podido ocurrir eso? Ha ocurrido porque el régimen a lo Arakchéev implantado en la lingüística fomenta la irresponsabilidad y estimula tales arbitrariedades.

La discusión ha resultado muy provechosa, ante todo, porque ha sacado a la luz ese régimen a lo Arakchéev y lo ha pulverizado.

Pero el provecho reportado por la discusión no acaba ahí. La discusión no sólo ha demolido el viejo régimen imperante en la lingüística, sino que, además, ha puesto de manifiesto la increíble confusión de ideas que reina, en los problemas más importantes de la lingüística, entre los círculos dirigentes de esta rama de la ciencia. Antes de comenzar la discusión, los «discípulos» de N.Y. Marr callaban, silenciando que las cosas no marchaban bien en la lingüística. Pero, una vez comenzada la discusión, se hizo imposible callar y tuvieron que pronunciarse en la prensa. Y ¿qué ha resultado? Ha resultado que en la doctrina de N.Y. Marr hay muchas lagunas, errores, problemas sin precisar y tesis insuficientemente elaboradas. ¿Por qué se pregunta uno los «discípulos» de N.Y. Marr no han hablado de ello hasta después de abierta la discusión? ¿Por qué no se han preocupado de ello antes? ¿Por qué no lo dijeron a su debido tiempo, franca y honradamente, como corresponde a los hombres de ciencia?». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, StalinEl marxismo y los problemas de la lingüística, 1950)

martes, 28 de enero de 2020

Bebel exponiendo el cinismo de la teoría feminista del «techo de cristal»...


«Lo más notable de estas aspiraciones es que no transcienden el marco del orden social actual. No se plantea la cuestión de si se ha realizado en general algo esencial y radical para la situación de las mujeres. Apoyarse en el orden social burgués, es decir, capitalista, se considera la igualdad de derechos burgués entre el hombre y la mujer como solución definitiva de la cuestión. Uno no es consciente o se engaña en el sentido de que, por lo que se refiere a la libre admisión de la mujer a las profesiones industriales y comerciales, este objetivo se ha alcanzado realmente, y por parte de las clases dominantes recibe el más vigoroso impulso en su propio interés. Pero en las circunstancias dadas, la admisión de las mujeres a todas las actividades industriales ha de tener el efecto de que se acentúe cada vez más la lucha competitiva de las fuerzas del trabajo, y el resultado final es: disminución de los ingresos para la fuerza de trabajo femenina y masculina. (...) Es evidente que esta no puede ser la solución correcta. (...) A la gran mayoría de las mujeres les es indiferente que unos cuantos miles de sus compañeras pertenecientes a las capas mejor situadas de la sociedad lleguen a la enseñanza superior, a la práctica de la medicina o a una carrera científica o administrativa cualquiera. Ello no altera en nada la situación general del sexo. (...) El mundo femenino está especialmente interesado en combatir hombro con hombro con el mundo masculino proletario por todas las normas e instituciones que protegen a la mujer de la degeneración física y moral y le garantizan sus facultades de madre y educadora de los hijos. La proletaria tiene también en común con sus compañeros masculinos de clase y destino la lucha por la transformación radical de la sociedad, a fin de establecer una situación que facilite la completa independencia económica y espiritual de los dos sexos mediante las correspondientes instituciones sociales. Así que no solo se trata de realizar la igualdad de derechos de la mujer con el hombre en el terreno del orden social existente, lo cual constituye el objetivo del movimiento femenino burgués, sino, más aún, de eliminar todas las barreras que hacen que el hombre dependa del hombre, y, por tanto, también un sexo del otro. Esta solución de la cuestión femenina va vinculada a la solución de la cuestión social (...) Todos los socialistas debieran estar de acuerdo con las ideas fundamentales expuestas aquí. Pero no podemos decir lo mismo respecto a la manera en que pensamos realizar los objetivos finales, es decir, cómo deben de ser las medidas e instituciones individuales que fundamentan la pretendida independencia e igualdad de derechos». (August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

Véase otras exposiciones marxistas similares:


«Entonces, ¿es realmente posible hablar de las feministas como las pioneras en el camino hacia el trabajo de las mujeres, cuando en cada país cientos de miles de mujeres proletarias habían inundado las fábricas y los talleres, apoderándose de una rama de la industria tras otra, antes de que el movimiento de las mujeres burguesas ni siquiera hubiera nacido? (...) Nos resulta difícil señalar un solo hecho en la historia de la lucha de las mujeres proletarias por mejorar sus condiciones materiales en el que el movimiento feminista, en general, haya contribuido significativamente. Cualquiera que sea lo que las mujeres proletarias hayan conseguido para mejorar sus niveles de vida es el resultado de los esfuerzos de la clase trabajadora en general, y de ellas mismas en particular. La historia de la lucha de las mujeres trabajadoras por mejorar sus condiciones laborales y por una vida más digna es la historia de la lucha del proletariado por su liberación. ¿Qué fuerza a los propietarios de las fábricas a aumentar el precio del trabajo, a reducir horas e introducir mejores condiciones de trabajo, si no el temor a una grave explosión de insatisfacción del proletariado? ¿Qué, si no el miedo a los «conflictos laborales», persuade al gobierno de establecer una legislación para limitar la explotación del trabajo por el capital?». (Alejandra Kollontai; Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, 1907)

domingo, 26 de enero de 2020

El «antagonismo» entre los intelectuales y el proletariado...


«En el momento actual presenta de nuevo un vivo interés para nosotros el problema del antagonismo entre los intelectuales y el proletariado. Mis colegas se indignarán en muchos casos al ver que yo reconozco este antagonismo. Pero es que existe de hecho, y la táctica más absurda –tanto aquí, como en otros casos sería intentar deshacerse de él negando un hecho. Este antagonismo es un antagonismo social, que se manifiesta en las clases, y no en individuos aislados. Lo mismo que un capitalista, un intelectual puede, individualmente, incorporarse de lleno a la lucha de clase del proletariado. Cuando esto sucede, el intelectual cambia asimismo de carácter. En lo que sigue no trataré, principalmente, de este tipo de intelectuales, que siguen constituyendo aún excepciones en su clase. En lo que sigue, cuando no hay una advertencia especial en contra, no entiendo por intelectual sino al intelectual común, que se coloca en el terreno de la sociedad burguesa, representante característico de la clase intelectual. Esta clase se mantiene en cierto antagonismo respecto al proletariado. Este antagonismo es de un tipo distinto al que existe entre el trabajo y el capital. El intelectual no es un capitalista. Es cierto que su nivel de vida es burgués y que se ve obligado a mantener este nivel a menos que se convierta en un vagabundo, pero al mismo tiempo se ve obligado a vender el producto de su trabajo y muchas veces su fuerza de trabajo y sufre con frecuencia la explotación por los capitalistas y cierta humillación social. De este modo, no existe antagonismo económico alguno entre el intelectual y el proletariado. Pero sus condiciones de vida y de trabajo no son proletarias y de aquí resulta cierto antagonismo en su sentir y pensar. El proletario no es nada mientras sigue siendo un individuo aislado. Todas sus fuerzas, toda su capacidad de progreso, todas sus esperanzas y anhelos las extrae de la organización, de su actuación sistemática, en común con sus camaradas. Se siente grande y fuerte cuando constituye una parte de un organismo grande y fuerte. Este organismo es todo para él, y el individuo aislado, en comparación con él, significa muy poco. El proletario lucha con la mayor abnegación, como partícula de una masa anónima, sin vistas a ventajas personales, a gloria personal, cumpliendo con su deber en todos los puestos donde se le coloca, sometiéndose voluntariamente a la disciplina, que penetra todos sus sentimientos, todas sus ideas. Muy distinto es lo que sucede con el intelectual. No lucha aplicando, de un modo u otro, la fuerza, sino con argumentos. Sus armas son sus conocimientos personales, su capacidad personal, sus convicciones personales. Sólo puede hacerse valer merced a sus cualidades personales. Por esto la plena libertad de manifestar su personalidad le parece ser la primera condición de éxito en su trabajo. No sin dificultad se somete a un todo determinado como parte al servicio de este todo, y se somete por necesidad, pero no por inclinación personal. No reconoce la necesidad de la disciplina sino para la masa, pero no para los espíritus selectos. Se incluye a sí mismo, naturalmente, entre los espíritus selectos. (...) La filosofía de Nietzsche, con su culto del superhombre, para el que todo se reduce a asegurarse el pleno desarrollo de su propia personalidad, al que parece vil y despreciable toda sumisión de su persona a cualquier gran fin social, esta filosofía es la verdadera concepción del mundo del intelectual, que le inutiliza en absoluto para tomar parte en la lucha de clase del proletariado. Al lado de Nietzsche, Ibsen es un representante destacado de la concepción del mundo del intelectual, concepción que coincide con su manera de sentir. Su doctor Stockmann en el drama «Enemigo del pueblo» no es un socialista, como han pensado muchos, sino un tipo de intelectual que inevitablemente tiene que chocar con el movimiento proletario, y en general con todo movimiento popular, si intenta actuar en él. La razón está en que la base del movimiento proletario, como de todo movimiento democrático, es el respeto a la mayoría de los camaradas. El intelectual típico a lo Stockmann ve en la «compacta mayoría» un monstruo que debe ser derribado. (...) Liebknecht fue ejemplo ideal del intelectual totalmente penetrado de sentimiento proletario, que siendo brillante escritor perdió los rasgos psicológicos específicamente intelectuales, que iba en las filas sin refunfuñar, que trabajaba en todos los puestos a los que se le mandaba, que se había consagrado por entero a nuestra gran causa y despreciaba el lloriqueo blandengue sobre lo de ahogar la personalidad, que muchas veces oímos de labios de intelectuales educados en Ibsen y en Nietzsche, cuando suelen quedarse en minoría; fue un ejemplo ideal de los intelectuales que necesita el movimiento socialista. También podemos nombrar aquí a Marx, que nunca trató de ponerse en primer plano y se sometió de un modo ejemplar a la disciplina de partido en la Internacional, donde más de una vez estuvo en minoría». (Karl Kautsky; Franz Mehring, 1903)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

Este extracto de un todavía revolucionario Kautsky fue utilizado por Lenin en su famosa obra: «Un paso hacia adelante, dos hacia atrás» de 1904.

domingo, 19 de enero de 2020

¿Un gobierno PSOE-Podemos satisface los problemas de los trabajadores? ¿Es el socialdemocratismo un aliado fiable en la lucha contra el fascismo?


«a) ¿Cómo resumiríamos el pensamiento socialdemócrata?:

«En el plano interno:

(a) renunciaban tanto al leninismo como al marxismo oficialmente, declarando a ambos como obsoletos e inservibles, optaban por el socialdemocratismo reformista concretizado de los últimos años; (b) fijaban como base central de su pensamiento la «armonía entre clases» en detrimento de la lucha de clases marxista-leninista; (c) negaban la necesidad de la revolución apostando por reformas; dicho de otro modo, renunciaban a la toma del poder a través de la revolución violenta en favor de la vía pacífica a través del parlamento burgués, negando que la violencia revolucionaria de las clases explotadas contra las clases explotadoras sea una evidencia histórica; (d) creían que el Estado no es la herramienta de una clase determinada para imponer su dictadura, sino que es una herramienta para «mitigar las contradicciones entre las clases sociales y armonizarlas», creían que no era necesario derribar y destruir el viejo aparato del Estado burgués para llegar al socialismo, sino que defendían que el aparto del Estado burgués y la democracia burguesa era la democracia de todas las clases sociales y podía dar el socialismo al proletariado aprovechando el sistema parlamentarista burgués, a diferencia del concepto marxista-leninista de que la democracia burguesa es expresión de la dictadura de una clase determinada, la burguesía, y que no existe pues democracia para todos, ni existen medios a través de sus instituciones para transitar al socialismo, debido a que mantiene su poder económico y tal estructura de Estado responde además a salvaguardarlo, por tanto es necesario derribarlo a través de la toma del poder político, crear el nuevo poder de las masas populares; los soviets, y acabar con el poder económico de las clases explotadoras, para que el proletariado ejerza su dictadura, su democracia de clase en alianza con las masas populares; e) pensaban que nacionalizando ciertas empresas, creando una «economía mixta», se podría crear una cierta planificación, «acabar con las crisis del capitalismo», e incluso llamar a tal sociedad «socialista», por otro lado los marxistas-leninistas veían en esto tan solo la creación del capitalismo de Estado –propiedad colectiva de los capitalistas– frente a la abierta propiedad privada –propiedad individualizada de uno o varios capitalistas– y un intento vano de reprimir fallidamente la acción de las leyes capitalistas que por otro lado no se eliminaban y seguían operando dentro de empresas nacionalizadas, no solucionando las crisis económicas; f) teorizaban que el arte, la educación, la música, la literatura, toda la cultura en general era neutral en la sociedad capitalista-burguesa, negando la explicación marxista de que la cultura como parte de la superestructura está determinada por la base económica del Estado que es burgués, en tanto no es ni puede ser neutral; g) rehabilitaron a la religión, y concebían la posibilidad de unir la ideología socialdemócrata y la ideología religiosa y de lograr una sociedad socialista plena sin eliminar la religión, contrariamente a los marxista-leninistas que educaban a sus cuadros en el ateísmo científico, y veían incompatible el marxismo-leninismo y su materialismo-dialéctico con el idealismo-metafísica de la religión, y ligaban la cultura de la sociedad socialista al triunfo del ateísmo sobre la religión en sus miembros; h) en sus partidos no exigían unidad ideológica y de acción, dejando vía libre al eclecticismo ideológica y a las fracciones, tampoco tenían especial interés en mantener una composición social sana, ello les diferenciaba de la línea monolítica, de férrea unidad ideológica del partido marxista-leninista, y de su preocupación por agrupar a los elementos más avanzados del proletariado y del resto de clases populares que mantuvieran una ideología proletaria.

Y en el plano exterior:

(a) Anteponían los intereses nacionales a costa de los intereses internacionalistas, es decir, abandonaron el internacionalismo proletario por el socialchovinismo; b) creían que en esta época del capitalismo era posible un mejor reparto de las riquezas entre países, a diferencia de los marxistas-leninistas que concluían que en la época imperialista del capitalismo, de la monopolización, lejos de ocurrir esto, hacia más voraz a los países capitalistas imperialistas en su carrera por conquistar nuevas tierras, nuevos mercados, etc.; c) creían que la cuestión nacional y colonial era algo secundario o incluso artificial, y apoyaban las teorías chovinistas e imperialistas y de opresión nacional, frente al marxismo, que reconocía este problema y buscaba darle solución». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico, 2015)

jueves, 16 de enero de 2020

El rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos es su carácter indefinido, difuso, inaprehensible...


«Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca un rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos: su carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por «estar de acuerdo» con uno y otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos inocentes, etc., etc. El camarada E. Bernstein, oportunista en cuestiones programáticas, «está de acuerdo» con el programa revolucionario del Partido, y aunque, probablemente, desearía una «reforma cardinal» del mismo, considera que esta reforma no es oportuna ni conveniente, ni tan importante como la aclaración de los «principios generale» de «crítica» –que consisten, principalmente, en aceptar sin crítica alguna los principios y los terminajos de la democracia burguesa–. El camarada von-Vollmar, oportunista en problemas de táctica, está también de acuerdo con la vieja táctica de la socialdemocracia revolucionaria y más bien se limita igualmente a declamaciones, a ligeras enmiendas e ironías, no proponiendo nunca ninguna táctica «ministerialista» determinada. Los camaradas Mártov y Axelrod, oportunistas en problemas de organización, tampoco han dado hasta ahora tesis determinadas de principio que puedan ser «fijadas en unos estatutos», a pesar de que se les ha llamado directamente a hacerlo; también ellos desearían, indudablemente que la desearían, una «reforma cardinal» de los estatutos de nuestra organización –Iskra, núm. 58, pág. 2, columna 3–; pero con preferencia hubieran empezado por ocuparse de «problemas generales de organización» –porque una reforma efectivamente cardinal de nuestros estatutos que, a pesar del artículo primero, tienen un carácter centralista, si se hiciera en el espíritu de la nueva Iskra, conduciría inevitablemente al autonomismo, y el camarada Mártov, claro está, no quiere reconocer ni aun ante sí mismo su tendencia en principio al autonomismo–. De aquí que su posición «en principio», en cuanto al problema de organización, tenga todos los colores del arco iris: predominan inocentes y patéticas declamaciones sobre la autocracia y el burocratismo, sobre la obediencia ciega, sobre tornillos y ruedecitas, declamaciones tan inocentes, que en ellas es aún sumamente difícil distinguir lo que son efectivamente principios de lo que es en realidad cooptación. Pero cuanto más se adentra uno en el bosque tanta más leña se encuentra: los intentos de analizar y definir exactamente el odioso «burocratismo» conducen inevitablemente al autonomismo; los intentos de «profundizar» y fundamentar, llevan indefectiblemente a justificar el atraso, llevan al seguidismo, a la fraseología girondina. Por último, como único principio efectivamente definido, y que por ello mismo se manifiesta con peculiar claridad en la práctica –la práctica precede siempre a la teoría–, aparece el principio del anarquismo. Ridiculización de la disciplina –autonomismo– anarquismo: he ahí la escalera por la que ora baja ora sube nuestro oportunismo en materia de organización, saltando de peldaño en peldaño y evitando hábilmente toda formulación precisa de sus principios. Exactamente la misma gradación presenta el oportunismo en cuanto al programa y a la táctica: burla de la «ortodoxia», de la estrechez y de la inflexibilidad –«crítica» revisionista y ministerialismo– democracia burguesa». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

lunes, 13 de enero de 2020

Los métodos didácticos para formar a los comunistas...


«Una de las características imprescindibles de todos los cuadros y militantes responsables ha de ser la de pensar con su propia cabeza y actuar con iniciativa; deben de ser capaces de desmenuzar la política y las tareas generales y aplicarlas con arreglo a las condiciones y a las necesidades específicas. No es correcto serviles en bandeja soluciones ya hechas para la aplicación en los distintos lugares, ni sustituirlos a ellos. Por el contrario, debemos en primer lugar preguntar a los cuadros responsables su opinión sobre los problemas planteados, y sólo después ayudarles con nuestros criterios más amplios y completos. (...) Es preciso aprender a dirigir a otros militantes y también a las masas para que las tareas se realicen y no se queden sobre el papel, o para que no sea un mismo camarada el que lo hace todo. (...) Conocer a los cuadros significa estudiar sus características, sus cualidades y sus defectos, decidir correctamente en qué tarea pueden los distintos militantes, no solo ser más útiles al partido, sino también desarrollar mejor sus propias capacidades y aptitudes. Los dirigentes y responsables a todos los niveles deben preocuparse por los militantes y prestarles la ayuda para acelerar su formación y elevar su capacidad y sus conocimientos, sin escatimar el tiempo necesario. (...) Los comités regionales deben organizar asambleas de cuadros y activistas del partido donde se analicen y sinteticen las experiencias y los problemas de las distintas organizaciones de una misma zona o de un mismo frente de trabajo. Estas asambleas, permiten enriquecer con sus propios conocimientos y experiencias con los de camaradas de otros lugares, y, sobre esta base, generalizar experiencias positivas y aprender de los ejemplos negativos. (...) La educación política y teórica debe ser una tarea permanente y fundamental de los militantes. No puede concebirse seriamente el fortalecimiento y la expansión y organización de nuestro partido y de su influencia política entre las amplias masas obreras y populares, si no prestamos la debida atención a la elevación del nivel político y teórico de todos los militantes y en particular de los cuadros. Esta cuestión tiene especial importancia, tanto por esta coyuntura, como por los problemas a los que hemos de hacer frente, tanto a nivel nacional como internacional». (Revolución Española; Nº13, 1982)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

El documento en cuestión hace referencia a la
 IIIª Conferencia del Partido Comunista de España (marxista-leninista) de 1982.

martes, 7 de enero de 2020

El proletariado victorioso no puede imponer la felicidad a ningún pueblo extranjero sin comprometer su propia victoria


«Me pregunta usted qué piensan los obreros ingleses de la política colonial. Pues lo mismo que de la política en general; lo mismo que piensan los burgueses. Aquí no hay partido obrero, no hay más que el partido conservador y el partido liberal-radical, y los obreros se benefician tranquilamente con ellos del monopolio colonial de Inglaterra y del monopolio de ésta en el mercado mundial. A juicio mío, las colonias propiamente dichas, es decir, los países ocupados por una población europea: el Canadá, El Cabo, Australia, se harán todos independientes; por el contrario, los países sometidos nada más, poblados por indígenas, como la India, Argelia y las posesiones holandesas, portuguesas y españolas, tendrán que quedar confiadas provisionalmente al proletariado, que las conducirá lo más rápidamente posible a la independencia. Es difícil decir cómo se desarrollará este proceso. La India quizás haga una revolución, es incluso probable, y, como el proletariado que se emancipa no puede mantener guerras coloniales, habrá que resignarse a ello; eso no sucederá, evidentemente, sin destrucciones, pero son inherentes a toda revolución. Lo mismo puede ocurrir en otros sitios, en Argelia y Egipto, por ejemplo, lo que sería, por cierto, para nosotros, lo mejor. Tendremos bastante que hacer en nuestro país. Una vez Europa esté reorganizada, así como América del Norte, eso dará un impulso tan fuerte y será un ejemplo tan grande, que los países semicivilizados seguirán ellos mismos nuestra senda; de ello se ocuparán, por sí solas, las demandas económicas. Las fases sociales y económicas que estos países tendrán que pasar antes de llegar también a la organización socialista, no pueden, creo yo, ser sino objeto de hipótesis bastante ociosas. Una cosa es segura: el proletariado victorioso no puede imponer la felicidad a ningún pueblo extranjero sin comprometer su propia victoria. Bien entendido, esto no excluye, en absoluto, las guerras defensivas de diverso género». (Friedrich Engels; Carta a Karl Kautsky, 12 de septiembre de 1882)

lunes, 6 de enero de 2020

¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y de los intentos de fusionarse con ellos?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020

«En su momento Elena Ódena hizo un resumen muy breve pero muy certero sobre la unidad de la clase obrera:

«La clase obrera necesita ser consciente de sus intereses como clase, estar unida, y organizada, y contar con un Partido basado en el marxismo-leninismo. Esto no es fácil. En primer lugar, porque no todos los obreros adquieren rápidamente conciencia de sus intereses como clase. A las filas obreras llegan constantemente gentes procedentes de otras clases sociales –intelectuales progresistas, campesinos, artesanos, pequeños industriales y comerciantes que son arruinados por el capitalismo–. Estos nuevos proletarios siguen pensando durante un tiempo más o menos largo, con arreglo a su anterior condición social. (...) Los grandes capitalistas disponen, además, de la coacción económica. La misma miseria y explotación a que condenan a los trabajadores, son utilizadas por los capitalistas para reducirlos a la resignación y al sometimiento. (...) Pero el obstáculo mayor para la unidad y la conciencia de la clase obrera no proviene de ese factor, sino de las maniobras y los procedimientos, presiones y chantajes a los que la burguesía recurre para impedir que la clase obrera se convierta en la fuerza capaz de dar al traste con el régimen capitalista. Además, se sirve de los partidos y centrales sindicales reformistas y revisionistas y oportunistas, agentes ele la reacción en el seno del pueblo y enemigos de la revolución. (...) Contra todos estos medios que la gran burguesía monopolista pone en juego para impedir la unidad de la clase obrera y la formación de su conciencia revolucionaria, los obreros más avanzados tienen que llevar a cabo una lucha tenaz, paciente, prolongada, apoyándose en la indignación de las masas, en la defensa de sus reivindicaciones más sentidas, para educar a sus compañeros de clase, en la ideología del marxismo-leninismo, para organizarles y unirles». (Elena Ódena; Notas para la escuela del partido, 1981) 

jueves, 2 de enero de 2020

Los marxista-leninistas de los 70 sobre la cuestión republicana y su enfoque revolucionario


«En todo momento hemos de tener presente que la unión del pueblo ha de ser realizada por abajo, que es el pueblo el que tiene que estar unido y no los partidos o cabecillas –aunque a veces esto también sea posible–. Pero si el proletariado, el campesinado y otras capas populares no están unidas de nada servirá que los partidos firmen pactos y anuncien acuerdos pues estos no servirán de nada o en todo caso irán dirigidos y se volverán contra el proletariado y la revolución. (...) De esta forma se  consigue que sea cual sea la evolución de los partidos –y la experiencia demuestra que los partidos no proletarios oscilan y varían de táctica en un momento dado–, se mantenga la alianza fundamental: el frente. (...) En la perspectiva revolucionaria donde debemos situar la lucha por la república, entendiendo por república no sólo, e incluso no tanto, la forma de gobierno, como el conjunto de transformaciones que implaría. (...) El partido ha dejado bien claro que no renuncia a ninguna cuestión que para nosotros es de principio, como por ejemplo, el principio de la lucha armada y el de la independencia de acción e ideológica. Lo hemos dicho y repetido, tanto en la Conferencia de proclamación de la Convención Republicana de los Pueblos de España (CRPE), como en todas las oportunistas que se han presentado desde entonces, y continuaremos sosteniendo esta misma posición por un lado para que nadie se equivoque respeto a nuestras intenciones y por otro, porque nos incumbe la responsabilidad de educar a nuestros aliados, de atraeros a nuestras posiciones. (...) Precisamente eso es una de las cuestiones que nos separan a nosotros los comunistas, de los revisionistas, los socialdemócratas y los oportunistas. (...) Es una verdad de perogrullo, el que una de las causas de las desviaciones derechistas y del sectarismo de izquierda es la falta de formación ideológica. De ahí la importancia de que nos preocupemos todos, y continuamente, por las cuestiones ideológicas, pues se han dado algunos casos, por ejemplo, de incomprensión al respeto que han llevado a no plantear la cuestión de la república ligada a un contenido de clase concreto, y olvidar como señala Lenin en las «Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado» de 1919 que: «La república burguesa, aún la más democrática, no es más que una máquina para la opresión de la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)

Lenin sobre el oportunismo y el «radicalismo pasivo» hacia él


«Kautsky, la más alta autoridad de la II Internacional, es el ejemplo más típico y claro de cómo el reconocimiento verbal del marxismo ha llevado en la práctica a trasformarlo en «struvismo» o en «brentanismo». Plejánov nos ofrece otro ejemplo de ello. Mediante sofismas evidentes, se extirpa del marxismo su espíritu vivo y revolucionario, y se admite en él todo, excepto los medios revolucionarios de lucha y la propaganda y preparación de los mismos, así como la educación de las masas en ese sentido. Despreciando todo principio, Kautsky «concilia» la idea fundamental del socialchovinismo, la aceptación de la defensa de la patria en la guerra actual, con concesiones diplomáticas y ostensibles a la izquierda, tales como la abstención en la votación de los créditos de guerra, la actitud verbal en favor de la oposición, etc. Kautsky, que en 1909 escribió todo un libro sobre la inminencia de una época de revoluciones y sobre las relaciones entre la guerra y la revolución. Kautsky, que en 1912 firmó el manifiesto de Basilea sobre la utilización revolucionaria de la guerra que se avecinaba, ahora justifica y exalta el socialchovinismo por todos los medios y, como Plejánov, se une a la burguesía para ridiculizar toda idea de revolución, toda iniciativa en el sentido de una lucha revolucionaria directa.

La clase obrera no puede cumplir su misión revolucionaria universal sin librar una guerra implacable contra esa actitud de renegados, contra esa falta de principios, contra esa actitud servil hacia el oportunismo y contra ese increíble envilecimiento teórico del marxismo. El kautskismo no es fruto del azar, sino el producto social de las contradicciones de la II Internacional, de la combinación de la fidelidad verbal al marxismo con la sumisión, de hecho, al oportunismo.

Esta falsedad esencial del «kautskismo» se manifiesta de distintas formas en diferentes países. En Holanda, Roland Holst, a la vez que rechaza la idea de la defensa de la patria, aboga por la unidad con el partido de los oportunistas. En Rusia, Trotski, que también rechaza esa idea, defiende asimismo la unidad con el grupo oportunista y chovinista de Nasha Zariá. En Rumanía, Rakovski declara la guerra al oportunismo por considerarlo culpable de la bancarrota de la II Internacional, pero al mismo tiempo está dispuesto a admitir la legitimidad de la idea de la defensa de la patria. Todas estas no son más que manifestaciones del mal que los marxistas holandeses –Gorter y Pannekoek– han llamado el «radicalismo pasivo» y que se reduce a la suplantación del marxismo revolucionario por un eclecticismo en teoría, y por el servilismo o la impotencia ante el oportunismo en la práctica». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El socialismo y la guerra, 1915)