«La adopción y aplicación de los conceptos teóricos revisionistas antimarxistas del socialismo de mercado en la Unión Soviética, China, Yugoslavia, Polonia o Hungría, representa actualmente, al igual que en otros países capitalistas, un grupo de empresas capitalistas aisladas, cada una con una libertad total de acción. Cada una de ellas decide por sí misma el volumen y la estructura de la producción, tienen derecho de comprar y vender libremente no sólo en el mercado interno, sino también en el mercado internacional capitalista, los medios de producción, materias primas y los productos que necesite y fijan libremente los precios teniendo en cuenta la coyuntura del mercado, de la oferta y la demanda. El trabajo, sus resultados y los productos fabricados tienen, en la forma y en el contenido, un carácter privado con todas las características de una mercancía. El carácter útil y social del trabajo del trabajo se manifiesta a espaldas de los productores, indirectamente, en el curso del intercambio de mercancías en el mercado. En la economía de los países revisionistas las relaciones económicas entre los diversos productores se realizan a través del mercado y su mecanismo espontáneo y destructor, de la misma manera que en la economía capitalista de los países occidentales. Lo que se ha llamado el «modelo húngaro» representa la forma más abierta de economía capitalista establecida en los países revisionistas. Esta especie de «modelo» no es otra cosa que un híbrido capitalista-revisionista, aunque se denomina socialista, se caracteriza por el hecho de sus métodos y procesos capitalistas de gestión.
El capitalismo restaurado en Hungría está desprovisto de varias de las formas pseudosocialistas que existen en la Unión Soviética. En Hungría, la propiedad privada es reconocida por la ley, es alimentada en fondos financieros y bienes materiales. En este país la forma directa de la propiedad privada está extendida a vasta escala tanto en la cuidad como en el campo. El sector privado, que ocupa posiciones clave en la economía no sólo en la agricultura, sino que también en la industria, la construcción y los servicios, proporciona el 54% de la producción industrial y el 50% de los trabajos de mantenimiento y construcción de viviendas. La organización y gestión de las empresas siguen la experiencia utilizada en Occidente.
Este «modelo» tiene como trato fundamental la descentralización continua de la economía, la gestión capitalista según los imperativos del mercado y la entera independencia de las empresas, las cuales tienen como objetivo aumentar cueste lo que cueste y por todos los medios los beneficios de la burguesía. Aquí, las empresas son animadas a competir con vistas a asegurarse el máximo provecho, según el mecanismo de la ley de la oferta y la demanda y el libre juego de precios sobre el mercado. En Hungría el comercio exterior dejó de ser monopolio del Estado. Las empresas del comercio exterior no difieren en nada de la de sus homólogos en Occidente. Su independencia es tal que no solo comprar y venden lo que quieren con las empresas de Occidente, sino que compiten entre ellas en los sectores paralelos de la producción.
Esta es la razón por la que la propaganda occidental alabó el «modelo húngaro» como la «experiencia más acertada de las llevadas a cabo en el Este», mientras que los dirigentes revisionistas de Moscú con Andropov a la cabeza, los invitó a que los instruyeran en este modelo declarando que había que conceder una atención particular a «los desarrollos en otros países socialistas», en interés evidentemente del «buen funcionamiento» del capitalismo restaurado en la Unión Soviética.
Por consiguiente en la Unión Soviética socialimperialista, en China, en Yugoslavia y en otros lugares actúan con fuerza las leyes, las categorías y los fenómenos socioeconómicos clásicos de la producción capitalista. En lugar de la planificación centralizada, del trabajo y de la producción a escala de toda la sociedad, el centralismo burocrático de tipo monopolista combinado al liberalismo económico en la base, la descentralización, el desarrollo cíclico, la competencia, el libre juego de precios bajo la ley del valor actúan en estos países. En la Unión Soviética como señaló el camarada Enver Hoxha:
«Se ofrece la imagen de una dirección planificada de la economía, mientras en la práctica tienen campo libre de acción las leyes y las categorías económicas del modo capitalista de producción». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)
En lugar de ser la expresión de la distribución de los ingresos para sí, de acuerdo con la cantidad y calidad del trabajo, del 35 al 40% de los salarios en la Unión Soviética están formados de forma descentralizada por la repartición de beneficios, teniendo en cuenta las capacidad comerciales de las empresas, los truts y monopolios privados:
«Es distribuida de conformidad con el escalafón de la alta capa de la burguesía en la jerarquía estatal, económica, científica, cultural, etc». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Lejos de satisfacer las necesidades de los trabajadores, la ganancia es la única fuerza motriz en la producción de los países revisionistas. La búsqueda del beneficio es omnipotente. Todo funciona, es dirigido y se establece sobre una base comercial.
Al igual que en cualquier otro país capitalista clásico, en los países donde los revisionistas modernos están en el poder, todas las relaciones económicas y sociales en la base y en la superestructura se construyen sobre el poder del dinero. Tienen como fundamentos el capital, el lucro, la opresión y la explotación de la clase obrera y otras masas trabajadoras y la dominación política y económica de la burguesía revisionista.
En lugar de la propiedad social socialista de los medios de producción, en los países revisionistas existe y se desarrolla la propiedad capitalista de Estado y de los grupos particulares capitalistas. La unión de los productores directos con los medios de producción, trabajadores con objeto de trabajo, se realiza totalmente como en los países de Occidente, teniendo como base la libre compra de la fuerza de trabajo de estos trabajadores que aparecen en el mercado como una mercancía ordinaria». (Priamo Bollano; Crítica a ciertas teorías burguesas y revisionistas sobre el lugar y el papel de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, 1983)
Anotación de Bitácora (M-L):
Como ya advertimos en varios documentos, el revisionismo húngaro encabezado por János Kádár y sus reformas económicas iniciadas sobre todo en los 70 como: la mayor captación de inversión privada extranjera, mayor nivel de descentralización, mayor estimulación para la creación de medianas y pequeñas empresas privadas, mayor independencia de las empresas del plan, la no obligatoriedad de las cifras del plan y una total libertad de la ley del valor, no tenían otro objetivo que lograr la integración cada vez más honda de Hungría en el mercado capitalista mundial, pero también era:
«La receta desesperada capitalista dentro del mismo capitalismo de los regímenes revisionistas que andaban moribundos para intentar salir de los quebraderos de cabeza y pérdidas económicas que le creaban la propiedad capitalista monopolista de Estado en varias de sus ramas económicas por la naturaleza liberal y capitalista de actuación en su base». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
El Partido Comunista de España (marxista-leninista) liderado por la inovidable Elena Ódena diría del revisionismo húngaro y sus reformas de los 80:
«Los dirigentes húngaros han llegado por ese camino, en efecto, a autorizar, mediante el decreto en el Parlamento y del Gobierno de enero de 1982, la posibilidad para cualquier ciudadano de formar empresas industriales o comerciales privadas que explotan mano de obra asalariada, hasta 150 obreros, recurriendo para su formación, a créditos de la banca aunque sea extranjera, o la emisión de bonos (acciones) que pueden adquirir los particulares, entrando en relaciones directas con los monopolios extranjeros y en libre competencia capitalista entre ellos. Igualmente el partido revisionista húngaro anunció que regulará por ley que los salarios de los trabajadores se pagarán de acuerdo con la productividad de cada uno y que se distribuirán los puestos de trabajo en toda la industria con arreglo a criterios de rendimiento en el trabajo, mientras que se congelaran los salarios de los obreros de las empresas deficitarias, las cuales tienen libertad de despido. (…) Actualmente centenares de restaurantes, hoteles, bares, taxis, talleres, pequeñas empresas, bufetes de abogados, etc. Funcionan con arreglo a esas normas que pusieron en práctica los revisionistas húngaros desde que se puso en marcha la reforma económica de 1978 y cuyo fin declarado es para el gobierno y el partido revisionista, el fomento de la iniciativa privada». (Documentos del IVº Congreso del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1984)
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