sábado, 18 de abril de 2020

Elena Ódena sobre el falso internacionalismo de los oportunistas alemanes Koch y Eggers; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«En el anterior capítulo: «Aplicación del internacionalismo proletario y crítica a los partidos hermanos vs reconciliación con los partidos revisionistas del mundo y condescendencia con las desviaciones». Pudimos observar nítidamente como el Partido Comunista de España (marxista-leninista) tuvo varias tiranteces con el Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, en especial desde inicios de los años 80.

-El primer tema fue «el PCA/ML permaneció silencioso durante los momentos [sobre todo a partir de 1976-1978] en que el PCE (m-l) libró una dura lucha contra los oportunistas y revisionistas de Jurquet en Francia, Lefevre en Bélgica y Gilbert Etienne en Suiza siendo una lucha por los principios contra el revisionismo contra el revisionismo maoísta y el doctrinarismo, y por el derecho de los marxista-leninistas a unirse». Como el PCE (m-l) comenta en su carta al PCA/ML de 1982.


-El segundo tema, sería respecto a que el PCE (m-l) sobre la cuestión de los frentes, trabajo de masas y posibles alianzas «condenaba rotundamente la unidad de acción bilateral y a nivel máximo con los revisionistas» que el PCA/ML parecía llevar a cabo bajo diversas excusas.


-El tercer tema, sería respecto a las ilusiones que dejaba entrever el PCA/ML en su declaración del Comité Ejecutivo sobre los sucesos en Polonia –«Roter Morgen» nº51 de diciembre de 1981–, sobre el sindicato reaccionario de Solidaridad y la crisis del revisionismo polaco.


-El cuarto tema, sería la negativa del PCA/ML bajo diversos pretextos a participar en la revista conjunta «Teoría y práctica» que vería luz en 1983, la cual el PCE (m-l) había planteado junto con otros partidos para estrechar lazos y que inicialmente el partido alemán había secundado. Así mismo existían otros temas relativos a la coordinación de los partidos internacionales donde el PCE (m-l) señalaba la dejadez del partido alemán en dicha cuestión.


Horst Dieter Koch, que era una de las figuras en plena efervescencia dentro del PCA/ML, sería una de los jefes que más divergencias tendría con los dirigentes del PCE (m-l). En ocasiones parece que Koch contestó a dichas divergencias con respuestas ridículas que no podían sino envenenar las buenas relaciones entre ambos partidos, aunque no hay que menospreciar el seguidismo de otras figuras hacia dicho elemento, así como la falta de capacidad general del partido para responder a las críticas del PCE (m-l). Koch llegaría al punto de contestar a las críticas del PCE (m-l) argumentando que éste, debía prestar más atención a la refutación del revisionismo español:


«En cuanto a vuestro artículo de refutación podríamos hablar de muchos puntos que no compartimos. En esta carta no vamos a hacerlo; empero, advertimos que el camarada Hoch procede, por lo menos superficialmente, o está muy mal informado, cuando afirma «vemos falta de esfuerzo por un análisis concreto del papel que el revisionismo juega en España». Si el asunto no fuera tan grave, sería para morirse de risa. Brevemente, en nuestro periódico han aparecido 500 artículos contra el revisionismo carrillista. El primer folleto que editó nuestro partido, a raíz de su constitución, se llamaba «Adulteraciones y falsificaciones teóricas y políticas del equipo de Santiago Carrillo» de 1964, a los cuales siguieron muchos más. En todos los números de nuestra revista, «Revolución Española» aparecen textos contra el revisionismo, y no sólo el carrillista. Dese la pena el camarada Koch de leer los documentos de nuestros congresos, plenos del Comité Central, conferencias… y podrá ponerse al día de cómo los marxista-leninistas de España tratamos a los revisionistas modernos, y adláteres». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Carta al Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, 1982)

Las alegaciones alemanas eran una respuesta estúpida si tenemos en cuenta que el PCE (m-l) venía cumpliendo eso que reclamaban. La lucha contra el oportunismo se hizo de forma sistemática tanto en el ámbito nacional como internacional, siendo uno de los partidos más activos en general, en la lucha contra el revisionismo en sus distintas expresiones. Esto lo puede constatar el lector mirando los otros capítulos de este documento.


Ernst Aust, fue el Presidente del PCA/ML durante 1968-1983, tuvo el principal mérito de abanderar la lucha del partido contra el jruschovismo primero, y el maoísmo después, pero también fue copartícipe o condescendiente en muchos de los errores aquí enunciados. Sin duda, mantuvo una gran influencia hasta su muerte en 1985. A falta de documentación no podemos conocer que postura tomó ante este tipo de calumnias que sus compañeros de partido como Koch emitían para evitar responder las acusaciones externas del PCE (m-l).


Todo este estado de inestabilidad ideológica y organizativa explotaría y se manifestaría definitivamente en el Vº Congreso del PCA/ML 1983. Dándose aspectos o indicios verdaderamente graves que podían alertar a cualquier revolucionario extranjero con algo de interés en los asuntos del partido alemán.


En el congreso de 1983, en el informe político presentado por Aust ni siquiera había un solo comentario hacia el rol de la Albania de Enver Hoxha ni tampoco hacia el movimiento marxista-leninista y sus partidos. Un significativo «desliz» para un autodenominado partido marxista-leninista ante dos cuestiones de importancia máxima. Wolfgang Eggers, otra de las figuras de renombre de aquel entonces en el partido, seguramente el número tres en importancia, excusaba así a su partido y a su mentor varios años después en pleno siglo XXI:


«Circunstancias y condiciones surgieron bajo la presión derechista. De hecho el camarada Ernst Aust era ya minoría en su propio partido. Fue el congreso del avance de la derecha, un congreso que ya estaba mayoritariamente en manos de la derecha. (…) Dada la creciente influencia de la mayoría derechista, el camarada Ernst Aust se vio obligado a no incluir ciertas palabras en su informe político, a no criticar abiertamente los errores del partido. La persona de Aust no fue atacada abiertamente en el Vº Congreso. Los líderes revisionistas trotskistas alrededor de Horst Dieter Koch esperaron a abrir fuego contra nuestro líder del partido solo después del congreso». (Comentarios posteriores de Wolfgang Eggers al Informe Político de Ernst Aust en el Vº Congreso del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista de 1983)


La postura de silencio sobre esta cuestión contrastaba con la postura liderada por el propio Aust en el IVº Congreso de 1978 donde defendió en un largo informe las tareas del partido en cuanto al movimiento marxista-leninista internacional. ¿Cómo puede ser interpretado esto a falta de material para estudiar ese interrogante tan serio? Como mínimo esto evidenciaba que: 


a) Había una desunión dentro del partido como para llegar a un acuerdo y pronunciarse en tales cuestiones, lo cual no justificaba que el núcleo revolucionario hiciese tal concesión hacia los derechistas aceptando ignorar estos temas de importancia cardinal. 

b) La otra opción era que los derechistas habían contaminado y convencido al propio Aust y muchos otros de la necesidad de ignorar estos temas y de centrarse en las tareas nacionales del partido, una posibilidad menos factible pero que no se puede descartar. 

Al no existir documentos que demuestren la oposición de muchas de las principales figuras a este informe, hace que no se pueda demostrar si fueron cocnesiones o una sumisión consciente al ala oportunista del partido.

Eggers insiste en que fueron concesiones temporales, pero no nos explica exactamente qué «circunstancias y condiciones» llevaron a los teóricos marxista-leninista alemanes a realizar tales vergonzosos favores a los elementos derechistas. 

Como sabemos, los compromisos jamás pueden llegar hasta el punto de que en el informe político principal del Comité Central se hable de las cosas en un tono abstracto y formalista que nada en verdad dice. 

El deber de los revolucionarios es decir las cosas claras, directas y concisas, jamás aceptar firmar un informe pseudorevolucionario con el cual no se está de acuerdo «por el bien de mantener la paz en el partido». Y si no son capaces de imponer su visión, deben dejarlo claro de forma manifiesta. 

Tampoco sirve el parecer autocríticos hablando de «errores y tendencias equivocadas en el partido» pero sin citar los casos concretos, ya que ni la militancia de entonces y mucho menos los lectores de ahora, alcanzarán a intuir a qué se refieren los jefes, mucho menos cuando por otro lado se anunciaba en tono triunfalista que pese a todo, todo iba en general bien en el partido. 

El no decir ni una sola palabra sobre el movimiento internacional y pretender que tomen en serio tu internacionalismo proletario es escupir en la cara del resto de partidos revolucionarios, supone una broma de mal gusto.

Eggers trata de disculpar a Aust diciendo:


«Aust estaba convencido en su informe político de que el partido es capaz hacer una autocrítica bolchevique, de superar su crisis, que aún no era demasiado tarde para regresar al curso revolucionario y proletario, y que el partido se movería hacia la dirección correcta». (Comentarios posteriores de Wolfgang Eggers al Informe Político de Ernst Aust en el Vº Congreso del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista de 1983)


Ciertamente si Aust y él pensaban así se equivocaron, no evaluaron correctamente la situación, significa que no supieron darse cuenta del momento crítico en que se estaba. No evaluaron ponderadamente la peligrosidad de Koch, que como se vería inmediatamente después del congreso, era alguien que no tenía remedio y que estaba presionando para anular la influencia del núcleo sano del partido. El Vº Congreso del PCA/ML de 1983 no debía ser el congreso de las concesiones y prebendas hacia los derechistas, sino el congreso que extirpase la desviación derechista del grupo encabezado por Koch. Es más, si en dicho congreso se llega con una división entre el ala marxista-leninista y el ala oportunista donde esta última era capaz de tomar la dirección en muchos puntos importante, significa que el partido se había convertido en una arena de lucha entre fracciones, lo cual ya indica el estado de descomposición del partido. Esto indica que si los marxista-leninistas hubieran hecho sus tareas, en este congreso se hubiera pusto en su sitio a los oportunistas, se hubieran sometido a la mayoría y no al revés. 

Por último, como prueba final se dio el caso que se remplazó a su líder histórico Ernst Aust como presidente del partido por Horst Dieter Koch sin explicación coherente alguna. Este elemento después de influir negativamente en el Vº Congreso de 1983 durante 1983-85 trataría de introducir varias modificaciones en el partido, inoculando sus mercancías revisionistas. Y es que el revisionismo actúa así: dando pequeños pasos, intenta minar poco a poco la férrea fortaleza marxista-leninista, hasta que es demasiado tarde para frenar a los asaltantes. Ahora Koch se sentía fuerte y se destapaba abiertamente a medio camino entre el eurocomunismo y el trotskismo. Algo que el propio Aust en uno de sus últimos escritos antes de fallecer, denunciaría para advertir al partido de tal peligrosa deriva:

«Koch no solo está contra Stalin, sino también contra Lenin. Al igual que los eurocomunistas, predica la renuncia al leninismo para regresar a los fundadores del socialismo científico. (…) El socialismo de Koch deja a la clase obrera en manos de la burguesía. (…) Si los eurocomunistas, si Koch, intentan demostrar que el verdadero socialismo nunca ha existido, que la sociedad socialista construida por Lenin y Stalin en la URSS era una «caricatura de socialismo», es un anticomunista. El leninismo no puede romperse sin caer en contradicciones irreconciliables y absurdos lógicos. Por tanto Koch no solo ha renunciado a Stalin, sino también al leninismo. En el socialismo de Koch debería existir junto al partido de la clase obrera los partidos burgueses, la ideología proletaria debería coexistir con otras ideologías, el Estado de este socialismo debería ser un Estado en el que todas las clases y partidos tengan el poder. (…) ¿Qué significa la democracia directa? Democracia para todos, donde todos viven en paz y armonía de clase. Sin la propiedad social de los medios de producción en todas las áreas sin excepciones, sin el establecimiento de la dictadura del proletariado, nunca puede haber socialismo. En el programa de Koch ni siquiera se habla de lo que debería pasar con las corporaciones multinacionales y el capital extranjero, ¿desea que sigan obteniendo ganancias? (…) Cuando Koch dice que está luchando contra el superestado revisionista, entiendo esto como la lucha en contra de las enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Stalin, lucha contra el centralismo democrático». (Enst Aust; Disparar a la traición revisionista, 1985)


Como se vería poco después, el grupo de Koch había tenido tiempo suficiente como para influenciar en la militancia y arrebatar a un buen número de seguidores, que en poco tiempo forzarían la división que provocaría la escisión, la cual marcaría realmente el fin del PCA/ML.


Ernst Aust pese a que fuese una figura con grandes luces y pocas sombras en un balance general, destaca negativamente al igual que Elena Ódena, en que siempre llegaba tarde en descubrir y denunciar el revisionismo larvado: véase la tardanza de ambas figuras y ambos grupos en comprender y saltar contra el maoísmo. O el hecho de que ninguno de los dos llegó a denunciar públicamente el peligroso camino que Albania estaba tomando antes de fallecer ambos en 1985.


El PCE (m-l) registró de manera descriptiva en los «Vanguardia Obrera» del año 1983 algunos de estos hechos, pero no advirtió a sus lectores del aspecto anormal que mostraba el PCA/ML, bien porque no era consciente de la problemática o porque preferían no hacerlo público su preocupación. Ya que como reconoce el ahora renegado Raúl Marco: «Desde hacía tiempo, nos encontrábamos en la lucha ideológica con varios partidos», y que «esa lucha, a veces polémica, la llevábamos a cabo como era nuestra costumbre, a nivel interno», incluso «cuando públicamente nos provocaron. Como fue el caso del PCA/ML». Véase la obra de Raúl Marco: «Ráfagas y retazos de la historia del PCE (m-l) y el FRAP» de 2018. 


¡¿Con un líder así de valiente, qué puede salir mal?! Un fallo basado en las reminiscencias basadas en el temor a criticar públicamente a otros partidos, como vimos en el capítulo: «El miedo a exponer al público las divergencias con otros partidos marxista-leninistas del mundo». Y un error, que de nuevo no le hizo un favor a nadie, y que demuestra que tanto las direcciones del PCA/ML como el PCE (m-l) no estaban exentos de fallos.

La principal cabeza del PCE (m-l) durante 1964-1985, Elena Ódena, analizando brillantemente la situación internacional en el movimiento marxista-leninista, y detectando varios de los problemas que veía en los diversos partidos homólogos, reflexionaría en uno de sus últimos artículos sobre el comprender la interrelación de los factores internacionales en el desarrollo interno de cada partido:


«El papel de los factores internos, como elemento decisivo de todo desarrollo y cambio, es una de las bases y una ley del materialismo dialéctico que ningún marxista-leninista consecuente puede ni negar, ni poner en tela de juicio.


Al mismo tiempo, esas leyes y reglas generales de la dialéctica materialista están, a su vez, sujetas y vinculadas, de uno u otro modo, a situaciones y factores externos particulares que en determinadas circunstancias pueden desempeñar un papel importante en la evolución o en el desarrollo de los acontecimientos y de los fenómenos.


Por otra parte, considerar a los factores internos como determinantes de manera general, no significa que se ignoren o menosprecien los factores externos o que se excluya que, en determinadas coyunturas, éstos puedan incluso desempeñar un papel coyunturalmente primordial.


El pretender separar o ignorar absoluta y mecánicamente los factores internos de los externos, o el contraponerlos, invocando de manera metafísica y doctrinaria la ley general acerca del papel de los factores internos, significa ignorar una de las leyes básicas de la dialéctica marxista: la influencia y la repercusión de los factores esenciales en los secundarios, y el hecho de que, en determinadas circunstancias, puede modificarse el papel de unos y otros.


Así, por ejemplo, sin pretender entrar en comparaciones históricas y exhaustivas ni establecer paralelos, existen ejemplos en la historia del movimiento obrero revolucionario y en la del desarrollo de los partidos comunistas en los distintos países, que ponen de manifiesto la relación y la influencia de los factores externos en los internos.


¿Quién puede negar, por ejemplo, la influencia y el papel de la I, II y III Internacionales en el desarrollo e incluso en el surgimiento de centrales obreras y partidos comunistas en buen número de países del mundo? Si hubiera habido indiferencia de los líderes y de las Internacionales hacia el desarrollo y la creación de partidos revolucionarios en otros países que no fueran los suyos propios, si se hubieran limitado al desarrollo de los partidos en sus respectivos países, hubiera sido absolutamente criticable y antiinternacionalista. Como lo sería y de hecho sucede, el menospreciar el factor básico: la lucha de clases y el desarrollo de las fuerzas revolucionarias como motor determinante de la Historia.


Otro ejemplo de cómo acontecimientos internacionales inciden a veces de manera decisiva en el desarrollo de los partidos en los distintos países, fue la misma Revolución de Octubre.


La Revolución de Octubre de 1917 en la Rusia zarista, fue un factor decisivo para el desarrollo de los partidos comunistas, en algunos casos pequeños y jóvenes, y dio a todos los partidos comunistas del mundo, no sólo en lo organizativo, sino sobre todo en lo ideológico, un decisivo impulso, al romperse el frente de los países capitalistas y abrirse la era del socialismo y las revoluciones proletarias en el mundo, creando así las condiciones objetivas para el desarrollo impetuoso de los partidos comunistas y un amplio apoyo obrero y popular a los mismos y al marxismo-leninismo.


En 1936, la política frentista contra el fascismo trazada por la Internacional Comunista, pese a los sesgos derechistas que algunos partidos le dieron en su aplicación, antes, durante y sobre todo después de la II Guerra Mundial, fue un factor también determinante en aquella coyuntura para la ampliación y desarrollo de muchos partidos comunistas. ¿Qué hubiera ocurrido si cada partido se hubiera limitado a hacer su propio análisis y trazar su propia línea «nacional» frente al fascismo que era entonces un fenómeno surgido como consecuencia de la situación y la crisis internacional del capitalismo?


Tampoco podemos ignorar la influencia de la guerra del pueblo español contra el fascismo, entre 1936 y 1939, en el fortalecimiento y el desarrollo de muchos partidos comunistas de los países americanos, de Europa y de otras partes del mundo, que lograron un rápido desarrollo y crecimiento al organizar la solidaridad y el apoyo al pueblo español en lucha contra el nazi-fascismo.


Y es que, en ninguna circunstancia, se puede justificar una política «interior» comunista que no tenga en cuenta los factores externos internacionales, el desarrollo de los partidos y de los problemas y situaciones internacionales, con el argumento de que lo determinante es siempre promover la revolución en el marco nacional de cada país y de cada partido.


Calificar de trotskismo la necesidad de tener en cuenta el basarse en la influencia dialéctica de los factores externos en los internos y en el desarrollo de los partidos, constituye una burda tergiversación del materialismo dialéctico y un intento de confundir esto con la noción trotskista de que la revolución mundial es el factor imprescindible para el triunfo de la revolución en un país determinado, y también, justificar la no aplicación del internacionalismo proletario, fomentar un nacionalismo estrecho y negar la solidaridad internacionalista, en un burdo intento de colocar al trotskismo y el internacionalismo proletario en un mismo plano.


Se llega incluso a tergiversar a Lenin, citándole de manera truncada y unilateral, cuando afirmaba, oponiéndose a algunos charlatanes y falsos internacionalistas, que:


«Sólo hay un internacionalismo verdadero: consiste en trabajar con abnegación por el desarrollo del movimiento revolucionario y de la lucha revolucionaria en el propio país y apoyar –con la propaganda, la simpatía, la ayuda material–, esta misma lucha, esta misma línea y sólo ella en todos los países sin excepción». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas del proletariado en nuestra revolución, 10 abril de 1917)


Y Stalin amplió esta afirmación de Lenin cuando, en su escrito: «La estrategia y la táctica política de los comunistas rusos», aclara que:


«La estrategia y la táctica del partido comunista de cualquier país sólo pueden ser acertadas en el caso de que no se encierren en el círculo de los intereses de «su» país, de «su» patria, de «su» proletariado; en el caso de que, por el contrario, teniendo en cuenta las condiciones y la situación de su país, pongan en primer término los intereses del proletariado internacional, los intereses de la revolución en los demás países, es decir, si por su esencia, por su espíritu, son internacionalistas, si llevan a cabo el máximo de lo realizable en un sólo país –el suyo– para desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los países». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; La estrategia y la táctica política de los comunistas rusos, 1921)


Esto no significa tampoco, en modo alguno, que un país donde la clase obrera tiene el poder ponga en peligro su propia existencia en aras de la solidaridad internacionalista. Pero tampoco significa que ese país no apoye y no se esfuerce por unir y elevar el desarrollo de los partidos comunistas en otros países, ya que el fortalecimiento y la unidad del Movimiento Comunista constituye un esfuerzo y un apoyo imprescindible para cualquier Estado comunista.


En la actual coyuntura, en la que todavía no se han deslindado plenamente los campos contra el oportunismo, el revisionismo y el chovinismo, todos los marxista-leninistas debemos ejercer una particular vigilancia en el plano ideológico para no caer en falsas y absurdas teorizaciones que pretenden que el preconizar y fortalecer el verdadero internacionalismo proletario, en todos los terrenos y latitudes, es trotskismo.


El marxismo-leninismo, por el contrario, necesita hoy más que nunca estrechar y desarrollar la unidad y la solidaridad activa y práctica con todos los partidos marxista-leninistas, pequeños y grandes, jóvenes o veteranos, que se propongan seriamente luchar por desarrollar el partido en su propio país, defender el marxismo-leninismo y organizar al proletariado y a sus aliados para hacer la revolución.


Hoy más que nunca, frente a la lucha ideológica contra el revisionismo y el oportunismo a escala internacional que tenemos que seguir librando, es imprescindible crear las condiciones materiales de apoyo y solidaridad en todos los terrenos con los partidos y fuerzas revolucionarias del mundo, más o menos desarrollados, o cuando la importancia de su lucha en el plano internacional contra el imperialismo y la reacción lo hagan necesario –como ocurrió concretamente en 1936-1939 en España–; promover reuniones multilaterales y bilaterales y asistir a los congresos y conferencias, si no hay razones poderosas que lo impidan; establecer un verdadero y profundo diálogo y discusiones acerca de los problemas que plantea la situación internacional y nacional actuales para el desarrollo de los distintos partidos, siguiendo la gloriosa tradición internacionalista del Movimiento Comunista mundial, iniciada por Marx y Engels y desarrollada por Lenin y Stalin en toda circunstancia». (Elena Ódena; El papel de los factores internos y externos en el desarrollo de los partidos, 19 de septiembre de 1985)


Elena Ódena habla de elementos que: 


a) Negaban la influencia dialéctica de los acontecimientos externos e internacionales en la línea y tareas de los partidos –siendo metafísicos y elaborando una línea política errada y en muchas ocasiones cercana a intereses basados en un nacionalismo estrecho–; 


b) Negaban el derecho de interés en el desarrollo y actividad de los partidos marxista-leninistas de otros países –para evitar ser puestos a la luz de los principios marxista-leninistas–, y; 


c) Saboteaban la celebración de reuniones bilaterales o multilaterales entre los partidos marxista-leninistas –para evitar que el resto de partidos hermanos la lanzasen una lluvia de críticas que tanto merecían–.


Es muy posible que con en este tipo de críticas Ódena se refiriese a figuras de diversa índole del movimiento de aquel tiempo, como Horst Dieter Koch, pero también otros como el propio Wolfgang Eggers, que defendería posturas muy similares en el PCA/ML.


Efectivamente, Eggers compartía en 1985 las mismas ideas sobre el internacionalismo proletario que el señor Koch, unas ideas opuestas totalmente a las de Elena Ódena. Negaba en la praxis la necesidad de la crítica y la autocrítica entre partidos siempre que esto exigiese a su partido recibir un aluvión de críticas. Negaba la influencia de los factores externos en el desarrollo de los partidos comunistas siempre que esto supusiese reconocer que su error político estaba lastrando las relaciones con el resto de partidos del ámbito internacional y animando a los desviacionistas de otros partidos. Esto era lo que Koch había abanderado desde el PCA/ML cuando venían críticas externas del PCE (m-l) durante 1976-1984, esto es, eludir bajo diversos malabarismos la crítica y aludir que «cada partido sabe que se hace perfectamente y no necesita lecciones de nadie». Indirectamente Eggers se posicionaba junto a Koch en contra de las posturas del partido defendidas por Aust en el IVº Congreso del PCA/ML de 1978, dando con ello soporte al «nuevo camino» del aislacionismo y derechismo nacionalista en que se estaba metiendo el partido alemán.


Parte de los supuestos «marxista-leninistas» –como Eggers– ejercieron una alianza con el revisionismo derechista de su partido –encabezado por Koch– a la hora de enfrentar las críticas externas por las ideas y prácticas erróneas cometidas durante años anteriores que el PCE (m-l) remarcó varias ocasiones. Tanto unos como otros creían que no había que hacer autocrítica alguna sobre nada, pues veían el reconocer esto como una mancha para el honor del partido y sus figuras. Esto durante un tiempo supuso una victoria pírrica para Eggers, pues logró engañar a la militancia y presentarse en 1985 como un gran líder de un partido glorioso, haciendo creer que en la línea pasada y presente no había desliz alguno –cuando la propia postura del partido en el Vº Congreso de 1983 sobre el internacionalismo proletario era un despropósito–. Pero a la postre, el negacionismo histórico supondría bendecir y asumir como válidos los errores del PCA/ML, crear una militancia acrítica, y seguidista, lo que incapacitaba a Eggers para enfrentar al propio Koch y otros oportunistas cuando quisiera dar una vuelta de tuerca e imponer ideas mucho más revisionistas, pues la militancia no estaría ya acostumbrada a estas polémicas ideológicas.


El revisionista alemán Wolfgang Eggers seguramente se dio por aludido por esta crítica que Elena Ódena formuló en 1985 en alusión a los elementos como él. Afligido, elaboró un documento interno para sus fieles en 1986. ¿Pero por qué un documento secreto «solo para los más afines»? Porque ante la obvia imposibilidad de enfrentarse teóricamente a Elena Ódena en un debate público, y ante la más que plausible posibilidad de que seguramente tampoco pudiera convencer a su propia militancia, nuestro cobarde personaje creía que era mejor elaborar un documento interno para intentar convencer a su militancia en petit comité con una sola versión de los hechos. ¡Eggers solo se sintió seguro para desclasificarlo y hacer público en 2015! Más que discípulo de Ernst Aust, nuestro querido Eggers parece más bien discípulo de Raúl Marco y su famosa teoría de mantener siempre una «polémica silenciosa».


Si revisamos el documento en cuestión, se nota a la legua que ante la falta de capacidad para entrar en la materia en cuestión ideológica –incluso pese a saber que el acusado no iba a obtener derecho a réplica–, utilizaba falsamente el pretexto de que «tanto interés [de Ódena] en los fenómenos internacionales y en los partidos de otros países», tenía «motivaciones oscuras». Como siempre los revisionistas cuando no pueden argumentar ideologicamente tiran de acusaciones tan injuriosas como indemostrables. En resumidas cuentas... según Eggers, el énfasis de Ódena en defender el axioma marxista-leninista del internacionalismo proletario era «un síntoma de un desplazamiento hacia posiciones del trotskismo». En él diría tales majaderías como que el PCE (m-l) no respetaba la autonomía de otros partidos y que deseaba colocarlos a todos bajo una nueva internacional trotskista (sic):


«Considero que el artículo de Elena Ódena es un alejamiento de la línea actual en la cuestión del internacionalismo proletario y en las relaciones de los partidos fraternales marxista-leninistas y todas las fuerzas marxistas-leninistas en el mundo. (...) Me parece que Elena Ódena está construyendo contradicciones aquí para reconciliar el marxismo-leninismo con el trotskismo sobre la cuestión del internacionalismo proletario, para reemplazar la visión marxista-leninista de las relaciones entre nuestros partidos con una visión trotskista que va más allá del liquidacionismo. (...) Pero todavía tengo más que reprochar a Elena Ódena. No difiere sobre los acuerdos de los partidos, como son actualmente válidos, a saber: sobre la base de consultas y cooperación, igualdad y autosuficiencia, la no injerencia en los asuntos internos de otras partes, respeto mutuo, solidaridad y ayuda. (...) Elena Ódena no comenta sobre estos importantes principios. (...) No podemos descartar que Elena Ódena intente con este truco imponer la voluntad del PCE (m-l) a todos los demás partidos. (…) Elena Ódena trata de fundamentar sus intenciones secretas con comparaciones históricas, por ejemplo, la Tercera Internacional, la Revolución de Octubre, la Guerra Civil Española en 1936, etc., para deducir de esto la necesidad de una nueva Internacional, sin embargo, sin expresarla abiertamente». (Wolfgang Eggers; ¿Corre nuestro partido hermano PCE (m-l) en secreto a la fundación de una 4ª ½ internacional?, 29 de marzo de 1986)


Las acusaciones de Eggers como vemos son infundadas, su crítica es tan débil como una pompa de jabón. Su mejor baza en todo este embrollo en que se mete es realizar la siguiente hipótesis: «Si Elena Ódena al hablar de los factores externos y su influencia en los partidos comunistas... no repite una vez más en este artículo todos y cada uno de los principios básicos que deben regir las relaciones entre partidos, se debe concluir que los está negando. Por lo que como añadido se debe concluir que no solo tenía un interés en los acontecimientos de otros partidos, sino que desearía ocultamente ejercer una injerencia sobre ellos y exigiría pronto una sumisión absoluta de las diferentes direcciones de estos partidos a la dirección del PCE (m-l)». Una absurdez extrema: es como exigir que en cada texto sobre poder político se deba incluir con calzador el término «dictadura del proletariado» y «violencia revolucionaria», que cuando se analice la economía capitalista se deba de hablar todo el rato de la extracción de la «plusvalía», del «desarrollo de las fuerzas productivas» y las «relaciones de producción», o que sobre cultura se hable del rol de la «superestructura» y el concepto de «alienación», ya que de otro modo, según Eggers, si no se menciona a cada paso los principales conceptos del marxismo-leninismo es lo mismo que negarlos, da igual que el autor haya esgrimido ya sus opiniones mil veces, que existan recientes artículos al respecto, o que en este caso el autor intente centrarse en cuestiones más concretas y no quiera resultar redundante, el caso es que a Eggers, en cuanto a doctrinario y formalista no le gana nadie, es un especulador absoluto al que solo le interesa justificar sus desvaríos.


El PCA/ML por sus actitudes infantiles y sus posiciones políticas oportunistas, pronto se aislaría del resto de partidos marxista-leninistas: tanto con aquellos que aún mantenían los principios revolucionarios como los que estaban empezando a naufragar en el revisionismo, como los que directamente estaban ahogados en él:


«En 1985 los trotskistas ganaron en dividir nuestro partido que lleva 17 años. Ganaron en desacoplar nuestro del movimiento marxista-leninista y tomaron ventaja de esta traición para animar a los marxista-leninistas de otros países para seguir su ejemplo en unir trotskismo y marxismo-leninismo en una nueva organización asociada». (Wolfgang Eggers; El internacionalismo proletario es un arma y una ideología del proletariado contra el trotskismo, 1986)


Eggers, no sabemos si por paranoico o como farsamente que mantiene su mentira hasta el final, seguía aquí con la perorata de que «El trotskismo a nivel internacional había tomado todos los partidos marxista-leninistas», que «habían aislado al PCA/ML de sus aliados naturales» y que «querían fundar una nueva internacional». Algo realmente cómico, sino fuera porque estamos hablando de uno de los líderes de los mayores partidos marxista-leninistas de los 80. Eggers no reconocía que la culpa de que Koch tomase la dirección del partido en 1983 era responsabilidad suya, del propio Aust y de todos los cuadros que se consideraban marxista-leninistas –que no lograron persuadir a su militancia a tiempo–. Es más, cuando Koch tomó la cúpula del PCA/ML en 1983, ni siquiera Eggers había iniciado su cobarde escrito interno contra Ódena –que acabaría tres años después en 1986– por tanto difícilmente puede haber una conexión plausible. Sin pasar ya a comentar lo que es obvio: que la dirigente española siempre mantuvo posturas opuestas a las del trotskismo-eurocomunista de Koch, lo que eliminaba desde el principio cualquier realidad de este cuento producto de una mente calenturienta como la de Eggers. El aislacionismo del PCA/ML tanto con las masas alemanas como de sus antiguos aliados naturales internacionales era solo responsabilidad de la dirección del propio Eggers y su séquito.


Todas las fantasmagóricas afirmaciones que Eggers imputa a Ódena durante 1985-86 resultan más propias de un demente que otra cosa, locuras que por otro lado con el devenir de los años, nos tiene más que acostumbrados. Recordemos que Eggers es el autor de una crítica a Dimitrov y a la Internacional Comunista extremadamente quijotesca, donde también lanza acusaciones sin ton ni son, presentando cero pruebas para las acusaciones que vierte, pero siempre se ha mostrado muy orgulloso con sus conclusiones antihistóricas y anticientíficas. Véase nuestro documento al respecto: «Las invenciones del thälmanniano Wolfgang Eggers sobre el VIIº Congreso de la Internacional Comunista» de 2015.


Aunque este elemento intente calumniarla con especulaciones baratas la postura de Elena Ódena sobre las relaciones entre partidos siempre ha sido nítida:


«El internacionalismo proletario sería un principio vacío de todo contenido y efectividad si al mismo tiempo los distintos partidos no aplican a fondo, como cuestión básica, el principio de basarse en sus propias fuerzas en todos los terrenos de su actividad ideológica, política, organizativa, económica, etc. Todo partido, como cuestión de principios, debe combatir el seguidismo y oportunismo y calibrar y confirmar por él mismo la justeza o la idoneidad de tal o cual principio, política, o consigna concreta; esa es una manifestación más de internacionalismo. La experiencia del seguidismo de los distintos partidos revisionistas a los dictados del XX y XXII congresos revisionistas del PCUS, son elocuentes al respecto. (…) Al mismo tiempo, no debe caber en las relaciones entre partidos hermanos o entre distintas fuerzas revolucionarias el indiferentismo hacia problemas, necesidades u opiniones de otros partidos o movimientos revolucionarios. Siempre el indiferentismo es reflejo de una mentalidad de pusilanimidad pequeño burguesa y en el caso de un partido comunista en concreto, de estrecho nacionalismo que puede conducir a la pendiente del oportunismo». (Elena Ódena; La lucha contra el revisionismo y el oportunismo en la nueva situación mundial, 1980)


Esta es una enunciación impecable contra el oportunismo de todo tipo que sin duda perdurará en los anales del tiempo.


Precisamente el PCE (m-l) siempre destacó por denunciar un uso irregular y desigual en las relaciones entre partidos:


«Nosotros sí podemos decir porque los nuevos oportunistas se oponen ferozmente a las reuniones multilaterales: en este tipo de reuniones se plantean siempre, ineluctablemente, cuestiones de principios, de la táctica y la estrategia de la revolución, en una palabra, cuestiones del marxismo-leninismo. Y esto precisamente es lo que no pueden aceptar estos oportunistas pues tendrían que definirse, y aunque son muy hipócritas acabarían mostrando sus orejas de zorros revisionistas. Ellos prefieren las reuniones laterales –a las que nosotros no nos oponemos naturalmente–, porque en ellas, siempre en su casa, pueden exponer sus teorías apabullando con el oropel de su poderío. Y si algún partido les contradice, se niega a aceptar sus planteamientos y a dejarse comprar, entonces rompen las relaciones con él y tratan de aislarlo de los demás partidos. Esto lo sabemos por experiencia propia». (Vanguardia Obrera; Nº 216, 1-7 de enero de 1978)


El propio Enver Hoxha diría en relación a elementos como Eggers, que son personas que:


«Se han opuesto a los encuentros multilaterales de los partidos marxista-leninistas, a las reuniones donde se discutiesen los grandes problemas de la preparación y el triunfo de la revolución, de la lucha contra el revisionismo moderno y en defensa del marxismo-leninismo, donde se intercambiase experiencia y se coordinasen las acciones, etc. El motivo de esta actitud reside, entre otras cosas, en que han tenido miedo de enfrentarse con los verdaderos marxista-leninistas en reuniones multilaterales, porque hubieran sido puestas al descubierto y desenmascaradas sus teorías antimarxistas y revisionistas al servicio del capital». (Enver Hoxha; Imperialismo y revolución, 1978)


Como estamos viendo: estas tesis y excusas ridículas de Eggers sobre que la preocupación por los problemas de otros partidos hermanos y la promoción de reuniones y debates conjuntos es una desviación trotskista –evitando así dar cuentas al resto de partidos–, son las que precisamente argumentaron los jruschovistas en su momento:


«Cada partido marxista-leninista es independiente en: sus opiniones y en sus decisiones, cada uno de nuestros partidos no puede ser independiente del marxismo-leninismo y sus decisiones necesariamente deben estar conforme a nuestra teoría revolucionaria. Ningún partido debe inmiscuirse en los asuntos internos de otro partido, este es un principio justo, pero esto no impide ni debe impedir la coordinación de acciones entre los partidos sobre la base del marxismo-leninismo. (…) En este marco, no se puede desconocer, los méritos de tal o cual partido en la lucha por la causa común, desconocer sus deficiencias y sus errores eventuales ni dejar de corregirlos, no se puede tomar a mal el intercambio de opiniones entre nuestros partidos, los consejos mutuos, la discusión de los problemas y la búsqueda de una vía de acción común y más fructífera. Esto es indispensable y conforme a nuestros principios. Sin esto no hay unidad, no hay acciones comunes y nos encontraríamos desarmados ante nuestros feroces enemigos». (Enver Hoxha; El revisionismo moderno: peligro y enemigo principal del movimiento comunista y obrero internacional; Extractos de la conversación sostenida con una delegación del PC de Nueva Zelanda, 6 de octubre de 1965)


Y exactamente son las mismas excusas que los maoístas parloteaban cuando el PTA pretendía agrupar y fortalecer a los nuevos partidos marxista-leninistas:


«Tenemos el deber de fortalecer y templar continuamente la estrecha colaboración entre nuestros partidos; naturalmente sin depender y sin recibir órdenes uno del otro. Como comunistas internacionalistas es necesario intercambiar nuestra experiencia y a actuar cada uno sobre la base del marxismo-leninismo. Esto naturalmente es indispensable hacerlo apoque también la burguesía y también los revisionistas desarrollan la colaboración en su seno y lo hacen de muchas formas y de muchas maneras, incluso realizando reuniones regulares llamadas internacionalistas. Pensamos que la colaboración entre nuestros partidos marxista-leninistas, en el verdadero camino revolucionario, debe de ser múltiple. El intercambio de experiencias puede ser bilateral o multilateral, incluso pueden madurar las situaciones para llegar a una gran reunión de los representantes de todos los partidos comunistas y obreros, marxista-leninistas». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)


Estas tesis supusieron a la postre, toda una serie de choques entre los elementos prochinos y proalbaneses:


«Asimismo Hill se opone a nuestro partido en otra cuestión. Pretende que los partidos marxista-leninistas hermanos no deben invitarse a sus respectivos congresos. El argumento «teórico» que invoca en contra de esta práctica es que dichos partidos se encontrarían en una posición difícil en el congreso del partido que les invita ante los puntos de vista de éste, y no estarían en condiciones de expresar allí mismo sus juicios acerca de las concepciones del partido que los acoge. Por lo tanto, según él, las reuniones multilaterales de los partidos marxista-leninistas no son oportunas, e igualmente en el congreso de un partido hermano no deben participar representantes de los otros partidos. Hill concluye afirmando que él personalmente y su partido están en contra de estas prácticas y, que si hubiese sabido que en nuestro VIIº Congreso de 1976 se plantearían los problemas que se plantearon, se lo hubiera pensado dos veces antes de asistir al mismo». (Enver Hoxha; Los agentes de china asoman la oreja; Reflexiones sobre China, Tomo II, 16 de diciembre de 1976) 


Esto fue una directriz general lanzada desde China:


«Con la mayor desvergüenza, Keng Piao, responsable de la Dirección de Relaciones Exteriores del Comité Central del Partido Comunista de China, dijo a nuestro embajador en Pekín y a uno de nuestros camaradas. (…)


«No publicamos los materiales propagandísticos que aparecen en los periódicos de los partidos comunistas marxista-leninistas por dos razones:


a) Si publicamos en nuestra prensa artículos que dan a conocer algún éxito recién alcanzado por un partido marxista-leninista, llamaremos la atención del enemigo, el cual tomará medidas contra ese partido, y ello va tanto en contra nuestra como en contra de ese partido.


b) La experiencia de nuestro trabajo a lo largo de varios años nos enseña que no es necesario que hagamos mucha propaganda de las acciones de estos partidos, porque el enemigo actúa». (...) 


Este hombre habla abierta y cínicamente como un antimarxista, afirma con su propia boca que China ha renunciado a la revolución, que ya no ayuda a la revolución, a los partidos y a los grupos marxista-leninistas que luchan en el mundo. China se camufla tras la máscara de no querer comprometer a estos partidos y grupos ante los enemigos, cuando en realidad es ella la que quiere demostrar al imperialismo y a la burguesía que no les ayuda, que no sostiene a los comunistas, a sus enemigos. ¡Qué bajeza! Los comunistas de diversos países del mundo han hecho estallar la lucha revolucionaria, legal y clandestina, han hecho cara a la muerte, y mientras tanto los chinos tienen la desvergüenza de decir que «estos comunistas quieren venir a China para fortalecer sus posiciones internas». (Enver Hoxha; Las avispas burguesas recogen la miel del jardín de las cien flores y dejan en él su veneno; Reflexiones sobre China, Tomo II, 20 de abril de 1973)


Entonces, ¿qué decía Enver Hoxha y el PTA sobre las relaciones internacionales entre partidos? Exactamente lo mismo que el PCE (m-l) de Elena Ódena, lo mismo que el PCA/ML dirigido por Aust cuando mantenía posturas correctas que entraban dentro de los cánones marxista-leninistas:


«La idea de la oportunidad de las reuniones de muchos partidos, además de las reuniones bilaterales, que fue planteada en el VIIº Congreso de nuestro partido de 1976, era una de sus orientaciones importantes. Los partidos comunistas marxista-leninistas, en aquellos casos en que lo juzguen necesario, pueden y deben hacer reuniones multilaterales, consultarse entre ellos para realizar acciones comunes contra los enemigos del comunismo y de la revolución. En cambio, como se sabe, el Partido Comunista de China (PCCh) ha adoptado una actitud opuesta sobre esta importante cuestión. Está en contra de las reuniones de varios o de muchos partidos y pretende que la única solución es la práctica de las reuniones bilaterales. ¿Cuál es la línea de nuestro partido en relación con esta cuestión? Se atiene al principio de que los partidos comunistas marxista-leninistas deben reforzar su unidad, esclarecer los puntos en que pudieran no coincidir su estrategia y sus tácticas contra los enemigos de la revolución, y coordinar sus acciones comunes en la arena internacional. Tal actividad les templa y demuestra al enemigo que el comunismo es una fuerza invencible, que los comunistas no están divididos y que el revisionismo moderno no ha podido alcanzar su objetivo. Ya es sabido que el objetivo del revisionismo moderno es asegurar su unidad en la diversidad, para liquidar la unidad de los marxista-leninistas. (…) China teme las reuniones de muchos partidos, porque su participación en ellas exigiría que se discutiesen problemas im¬portantes para el comunismo internacional y para la revolución. Pero el PCCh no puede sostener la dis¬cusión debido a que, sobre una serie de grandes problemas para la causa del comunismo, vería desmoronarse sus fundamentos de papel. Por eso evita las reuniones de este tipo y exige que los partidos comunistas marxista-leninistas sólo lleven a cabo reuniones bilaterales y que, sin estar de acuerdo entre sí, lo estén con el PCCh». (Enver Hoxha; Las manifestaciones de los partidos marxista-leninistas y la actitud de China, Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de abril de 1977)


¿Qué opinaba precisamente Ernst Aust, líder histórico del PCA/ML? En 1978 se tenía todavía una postura afín a las posturas del PCE (m-l) y el PTA:


«Política e ideológicamente, las ideas de Mao Zedong habían ganado gran influencia sobre amplios sectores del movimiento mundial comunista que había desafiado al revisionismo de Jruschov. Esto creó una puerta de entrada al revisionismo moderno en el movimiento mundial comunista. Al mismo tiempo, los revisionistas chinos rechazaron todas las formas de consulta multilateral y reuniones de partidos hermanos para evitar que el movimiento mundial comunista se uniera estrechamente en claras posiciones marxistas-leninistas. Incluso las conversaciones bilaterales siempre han sido rechazadas por los revisionistas chinos cuando temían que surgiría una crítica de sus posiciones revisionistas. Es bien sabido que los revisionistas chinos han apoyado durante muchos años o creado organizaciones divisoras oportunistas en varios países contra los partidos marxistas-leninistas existentes. La aparición abierta del revisionismo chino sin duda ha creado dificultades para el movimiento mundial comunista. De hecho, los revisionistas chinos pudieron separar algunos partidos y ganarlos para sí mismos y su programa revisionista. Si esto es una pérdida real para el movimiento mundial comunista es más que cuestionable; porque es más que dudoso que estos partidos hayan sido algo más que grupos oportunistas pequeño burgueses, y los miembros honestos de estas organizaciones ciertamente recurrirán a las fuerzas verdaderamente marxistas-leninistas en sus países. (...) El Comité Central ha celebrado una serie de reuniones bilaterales con varias partes fraternales y también ha mantenido varios debates multilaterales importantes. Consideramos que la declaración conjunta con los partidos hermanos de Grecia, Italia, Portugal y España, las varias consultas entre nuestros partidos, es un paso importante y adecuado para fortalecer y consolidar la unidad entre nuestros partidos hermanos y en la lucha contra el revisionismo moderno. (…) Nuestro partido ha estado firmemente anclado en el frente mundial del comunismo internacional desde su fundación. Continuará inquebrantable para defender el principio del internacionalismo proletario, aprovechando todas las oportunidades para las consultas bilaterales y multilaterales y la acción conjunta de los partidos hermanos, contribuyendo así a una mayor consolidación de la unidad del movimiento mundial comunista». (Ernst Aust; Informe en el IVº Congreso del Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, 1978)


Así que no hay trotskismo alguno en Ódena, lo que había en 1985 era un maoísmo oculto profesado por gente como Eggers y Koch que operaba en contra del legado de su partido y de las posiciones de su propio partido como se ve con los documentos del IVº Congreso del PCA/ML de 1978.


Elena Ódena tiene varios artículos en contra de las teorías de maoístas como Edward Hill y criptomaoístas como Wolfgang Eggers:


«Cierto es que el surgimiento y ulterior desarrollo de las fuerzas marxista-leninistas en cada país debe estar promovido esencialmente por una dinámica y unos esfuerzos internos, lo que no excluye, sino que presupone, que los partidos más desarrollados de otros países se preocupen porque, de un lado, se produzca el surgimiento de nuevos partidos y, de otro, se apoye el desarrollo de los más débiles. Es este un principio y un deber internacionalista fundamental, que el revisionismo y, particularmente el maoísmo, abandonaron, creando la práctica de «cada cual para sí» y del indiferentismo y el localismo, cuya esencia es el abandono del internacionalismo proletario y la manifestación de una política de esencia nacionalista.


La necesidad de superar estas actitudes de indiferentismo, de insensibilidad y despreocupación en la práctica, para dar pasos adelante, de hecho y no de palabra, plantea la necesidad de estudiar la historia del Movimiento Comunista Internacional y sacar de ella las experiencias necesarias para la política y la práctica actuales internacionalistas de los comunistas.


Desde que Marx y Engels fundaron el comunismo científico, hace ya más de un siglo, basado, entre otros principios, en el internacionalismo proletario real y en la colaboración y apoyo mutuos entre los partidos comunistas, siempre se ha considerado como inseparable de la actividad y el desarrollo interno de cada partido, el fortalecimiento del Movimiento Comunista Internacional.


Junto al deber y la necesidad fundamental para todo partido, y como contribución al internacionalismo proletario, está el desarrollar la revolución en su país –so pena de caer en posiciones trotskizantes–, es de especial importancia en la actual coyuntura internacional de crisis del capitalismo a escala mundial y de amenaza de una nueva guerra imperialista, el entender y aplicar correctamente el justo principio de la solidaridad y el internacionalismo proletario, sin contraponer ningún interés particular ni nacional –so pena de caer en el nacionalismo pequeño burgués–, al conjunto del desarrollo y el fortalecimiento del movimiento revolucionario y marxista-leninista, y entre ambos no hay ni puede haber contradicción de fondo alguna». (Elena Ódena; El internacionalismo proletario y el trotskismo, 8 de noviembre de 1984)


No hay que olvidar lo que Aust decía en los años dorados del PCA/ML:


«En nuestro estatuto, leemos en un párrafo:


«El partido es una organización de lucha unificada. Se rige por una disciplina que es igualmente vinculante para todos los miembros del partido de acuerdo con los principios del centralismo democrático. La crítica y la autocrítica son una ley de desarrollo del partido». (Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista, Estatutos, 1978)


Por decirlo de otro modo, sin crítica y autocrítica, el partido no se desarrollará, no avanzará; sí, en cambio se estancará, retrocederá y finalmente degenerará. Por eso tenemos que prestar especial atención al principio de la crítica y la autocrítica, y que cada camarada está llamado a contribuir con sus críticas al desarrollo posterior de nuestro partido, porque nuestro partido debe respirar la verdad. Y no se trata solo de reconocer francamente los errores que se han cometido, sino también de descubrir las causas que los causaron y de examinar todos los medios para la eliminación inmediata de estos errores». (Ernst Aust; Por la crítica y la autocrítica, 1978)


Partiendo del ejemplo de no tratar correctamente las críticas de la militancia. Aust diría:


«¿Es de extrañar cuando algunos camaradas dicen que no tiene sentido decir algo porque nada cambiará? ¿Por qué ocurre esto? Por ignorar las críticas y no pensar demasiado en eliminar las deficiencias, porque por otro lado, a menudo no tenemos el coraje de admitir abierta y libremente una crítica cuando hemos cometido un error aquí o allá, no atendiéndola como deberíamos haber hecho adecuadamente. Ignorar la crítica, es por lo tanto, una de las causas de la falta de crítica «desde abajo». El silencio sobre las críticas y el fracaso en resolverlas, crea una desconfianza, una resignación y destruye el trabajo colectivo». (Ernst Aust; Por la crítica y la autocrítica, 1978)


Si esto lo dejamos como eslogan pero no aplicamos en las relaciones con los compañeros del propio partido o, en las relaciones con otros partidos internacionales, este mismo defecto desemboca como se ha dicho en sembrar la desconfianza, el desánimo, y, en definitiva, en aflojar los lazos entre compañeros, en laxitud ideológica, y pronto, en degeneración definitiva.


Solo entendiendo estas palabras y viendo como el PCA/ML se apartó de tales principios es que podemos entender su caída. Este es un ejercicio doloroso que no se ha realizado en Alemania ni tampoco en España con sus partidos marxista-leniistas de los años 80.


El culto a la personalidad establecido por Eggers sobre Aust, potenciado hasta la extenuación a su muerte en 1985, a lo que conllevaría no fue a salvaguardar sus principios revolucionarios, sino a glorificar a la que efectivamente fue la figura más eminente del partido, creando no una devoción consciente a una doctrina, sino un fanatismo bajo un contenido retórico vacío, que poco o nada ayudaba a crear conciencia, sino más bien a crear una adoración sentimental sobre la persona fallecida y sobre las personas que decían defender su legado. A lo que se añadía el defecto de no ver en su trayectoria más que sus principales victorias y éxitos, pero negándose a investigar y juzgar las limitaciones del «gran maestro» siendo visto ese ejercicio autocrítico como un sacrilegio. Unas limitaciones y confusiones que les duela o no estaban ahí y revoloteaban sobre el partido desde su fundación en 1968: como por ejemplo el inexplicable fetiche por las teorías y prácticas de Rosa Luxemburgo y Ernst Thälmann, que tan alejados estuvieron del marxismo-leninismo en varias cuestiones. Temas, que eran decisivos superar para que el PCA/ML pudiese desplegar una política bolchevique y así ganarse la confianza de las masas.


El negacionismo histórico sobre los errores propios, incluso con pronósticos que con el tiempo se vieron claramente como falsos, no hace avanzar a un partido, sino retroceder hasta la desmoralización y después la inoperancia, conduce tarde o temprano, al propio colapso. El PCE (m-l) también es prueba de ello a finales de los 80: por un lado, renunciando a su legado revolucionario, olvidando preservarlo, y por otro, negándose a rectificar los planteamientos y análisis que se demostraron irreales y conducían al fracaso y al aislacionismo con las masas.


En un lapso breve de tiempo, desde la muerte de Ernst Aust el 25 de agosto de 1985, el PCA/ML se vería envuelto en varias escisiones sucesivas que Wolfgang Eggers no podría controlar: la de Koch en 1985, la de Möller en 1986, más la facción de 1991, que liquidaría definitivamente los restos del PCA/ML, poniendo el broche final. Eggers puede continuar con sus cuentos emulando a los senderistas más fanáticos y fantasiosos. Puede seguir todo el tiempo que guste con su particular guión ficticio y continuar pregonando que el PCA/ML continúa operando y con fuerza. Dicen que el autoengaño es terapéutico, pero no es una línea a seguir por un sujeto marxista-leninista consecuente.


El PCA/ML fuese destruido meteóricamente tras el fallecimiento de Ernst Aust en 1985 por sectarios thälmannianos como Wolfgang Eggers, y eurocomunistas de tendencias trotskistas como Koch, en una lucha fraccional patética. El PCE (m-l) con la desaparición física de Elena Ódena ese mismo año, sufrió una rápida pérdida de influencia, todo ello mientras se daba la consolidación de dos bandos: el primero formado por elementos que se destaparían como brezhnevistas-castristas como el grupo de Raúl Marco, y por otro lado, el grupo del socialdemocratizado Manuel Chivite, ganando este último la batalla por la dirección y liquidando el partido en 1992. Esto demuestra lo endeble que era el núcleo marxista-leninista en ambos partidos tras la desaparición de la cabeza principal. Un problema que los comunistas todavía no han solucionado.


Para darnos cuenta de qué lúcidos y avispados estaban Wolfgang Eggers y otros dirigentes del PCA/ML en los 80 sobre la lucha contra el revisionismo, y en qué concepto de internacionalismo proletario se movían, solo hace falta repasar el VIIº Congreso del PCA/ML de 1988, ¡donde se consideraba al PTA de Ramiz Alia el jefe en la vanguardia en la lucha contra el revisionismo! Exactamente como hiciera Marco-Chivite en el Vº Congreso del PCE (m-l) de 1988, donde se borraba todo criticismo al incipiente revisionismo albanés como vimos en el capítulo: «La postura y las evaluaciones del PCE (m-l) sobre Albania». 


¡Qué razón tenían Ódena, Aust y Hoxha cuando decían que el deber de los marxista-leninistas era pedir cuentas a las actividades equivocadas de los partidos marxista-leninistas cuando se desviaban del camino! 


«Una de las manifestaciones prácticas del revisionismo y el oportunismo, es el abandono del espíritu y de la práctica de solidaridad y apoyo internacionalista, en función de las posibilidades de cada partido». (Elena Ódena; El internacionalismo proletario y el trotskismo, 8 de noviembre de 1984)


¡Qué necesario fue el contacto entre los partidos y practicar cuando fuese necesario la crítica camaraderil! ¡Y qué harto beneficioso fue para los revisionistas el paulatino aislamiento de cada partido marxista-leninista! De hecho, se dejó el camino labrado tan favorablemente para los revisionistas que durante los 80 apenas existen protestas internas o externas públicas sobre este proceso de liquidación del espíritu revolucionario de los partidos. 


Que diferente podría haber sido la historia para el PTA, PCE (m-l) y PCA/ml si este principio crítica y autocrítica, de ligazón internacionalista entre los partidos se hubiese mantenido por encima de siglas y figuras de renombre». (Equipo de Bitácora (M-L)Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)


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La progresiva degeneración del PCE (m-l):



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