viernes, 15 de noviembre de 2019

De la oposición al apoyo del PCE (m-l) a la Comunidad Económica Europea –actual Unión Europea–; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«El Partido Comunista de España (marxista-leninista) de 1991-1992 liderado por Chivite, incluso presentó su idea de plantear un proyecto revolucionario dentro de las instituciones de la CEE –actual UE– bajo la excusa de que: 

«Vivimos en un país industrial desarrollado, de capitalismo financiero enmarcado en el seno del proyecto de la Comunidad Europea. Nuestra táctica, por tanto, ha de entrelazarse con los proyectos y actividad reivindicativa y revolucionaria de los colectivos, organizaciones, movimientos sociales, sindicatos, personas…, de los países de ese mismo marco de cara a elaborar, frente a la táctica y estrategia de la burguesía, una táctica y estrategia continental revolucionaria de los países europeos». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cuadernos de debate para el VIº Congreso, 1991-1992)

No hay que dejarse sorprender por el lenguaje revolucionario coyuntural, ya que anteriormente en el capítulo: «De querer ser un «partido bolchevique» a emular a un «partido menchevique», la dirección de Chivite juraba que no se quería arrastrar al PCE (m-l) por la vía organizativa e ideológica del socialdemocratismo, mientras se proponía eso mismo. Aquí se opera igual manera: dado que para ellos presuntamente, no se podía escapar a dicha realidad de formar parte del proyecto europeísta de las burguesías nacionales europeas, se consideraba que esto incluso sería algo positivo ya que al estar dentro y mediante la solidaridad cada pueblo, el partido comunista y sus aliados progresistas combatirían victoriosos a sus burguesías y se cambiarían las instituciones en un nuevo panorama europeísta más progresista. ¿Les suena el cuento verdad?:

«Así se traslucía en el manifiesto-programa del PCE elaborado tras la realización del VIII Congreso: «El modelo de desarrollo económico socialista que el Partido Comunista propone para España considera que la abolición de toda forma de propiedad privada capitalista será posible hacerla de forma gradual, a medida que se multipliquen las fuerzas productivas, que se consiga la abundancia de productos y la extensión de los sistemas de servicios». (...)  Se reconocía ahora que no había existido una política europea propia y se abogaba por una independencia que permitiera el acuerdo con otras fuerzas democráticas: «El Mercado Común no es hoy un problema que pueda dividir y enfrentar entre sí a las fuerzas democráticas de nuestro país, que estorbe la búsqueda de un acuerdo para acabar con la dictadura. La solución más conveniente para  (...) la cooperación económica con Europa no está en manos de la dictadura franquista  (...) sino en la articulación de la alternativa democrática». (...) La búsqueda de la unidad de las fuerzas de oposición para articular esa alternativa democrática propiciaba despejar la discrepancia sobre el Mercado Común. El viraje proeuropeo podía servir, en efecto, para facilitar cierto acercamiento a otras fuerzas de la oposición democrática, aunque no era este el único obstáculo para un acuerdo de toda la oposición al franquismo en el que participasen los comunistas. El PCE había iniciado con la táctica del denominado «pacto para la libertad» una política dirigida a los sectores de la opinión pública más sensibilizados a favor de una alternativa democrática al régimen de Franco. Esa política podía adquirir un mayor impacto a medida que el PCE moderase y limase sus propuestas, acercándolas e incluso identificándolas en muchos aspectos con las del resto de la oposición». (Salvador Forner; La política europea del PCE (1972-1999): del viraje europeista al escepticismo, 2017)

La postura del PCE (m-l) sobre las instituciones europeas contradice lo que el partido mantuvo desde 1964-1989. En su Vº Congreso de 1988, todavía se decía con razón que este tipo de frases como la anterior, no eran sino un intento de embellecer un organismo capitalista ultrareaccionario:

«La oligarquía española lleva muchos años preparando la integración de España en la CEE. Este proyecto, que ya acariciaba durante el franquismo, ha si apoyado también por todas las fuerzas colaboracionistas, en especial el PSOE y el PCE, que han embellecido ante el pueblo esta organización capitalista, presentándola como una garantía de las libertades democráticas y fuente de riqueza y bienestar para el pueblo. (...) En aras de los intereses monopolistas europeos se han desmantelado fábricas y sectores prácticamente enteros, se están erradicando o reduciendo cultivos como la vid, el olivo y otros, con lo que está produciendo la ruina de los pequeños agricultores y el paro de jornaleros. A la vez con la progresiva desaparición de los aranceles, que será completa en 1992, se registra una avalancha de productos europeos, el aumento de los precios de ciertos bienes de consumo, etc. (...) En contraste, determinados sectores exportadores monopolísticos aumentan fabulosamente sus beneficios, gracias al bajo coste de la fuerza de trabajo en España, y a las ventajas y exenciones fiscales». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del Vº Congreso del PCE (m-l), 1988)

Es justo decir, que el PCE (m-l) de 1992 también era una fuerza colaboracionista con el poder, al apoyar a la CEE, silenciando sus medidas en perjuicio de la clase obrera y las capas trabajadoras.

Estas ilusiones sobre la Europa Unida, no eran nuevas dentro de los círculos imperialistas y oportunistas. Lenin dijo sobre estas ilusiones:

«Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales «avanzadas» y «civilizadas», los Estados Unidos de Europa, bajo el capitalismo son imposibles o son reaccionarios. (...) Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común al socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y los Estados Unidos. (...) Los Estados Unidos de Europa significarían la organización de la reacción». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La consigna de los Estados Unidos de Europa, 1915)

Como acabamos de ver hace un rato, los carrillistas apoyaron abiertamente la idea de la integración de España en la Comunidad Económica Europea (CCE), actual Unión Europea (UE) desde 1972, he aquí otro ejemplo:

«Consideramos que quienes se oponen al ingreso de España en la Comunidad Económica Europea dan la espalda a las conveniencias de un proceso democrático, progresista, en el seno de dicha Comunidad; a una construcción europea equilibrada, en la que Europa del Sur tenga el peso que le corresponda. El Partido Comunista de España, al preconizar el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea, afirma su voluntad de transformar, al lado de las demás fuerzas de izquierda de Europa, el actual carácter de la comunidad, dominada por los grandes monopolios. Aspiramos a la Europa de los trabajadores, a la Europa de los pueblos: una Europa unida en los planos económico y político, que tenga una política propia, independiente; que no esté subordinada ni a los Estados Unidos ni a la Unión Soviética, pero que mantenga relaciones positivas con ambas potencias». (Partido Comunista de España; Resolución del IXº Congreso del Partido Comunista de España, 1978)

Hoy todavía se usa dicho discurso entre Podemos, Izquierda Unida y similares. 

Este apoyo al europeísmo en abstracto, ocultando el carácter de clase burgués de la CEE y sus mecanismos democrático-burgueses de funcionamiento, venía a ser el programa básico del eurocomunismo en materia internacional, una propuesta tan criticada por los viejos marxista-leninistas por ser francamente engañosa para los trabajadores europeos:

«El Mercado Común Europeo y la «Europa unida», esta gran unión de los monopolios capitalistas y de las sociedades multinacionales para explotar a los pueblos y a las masas trabajadoras de Europa y del mundo, son para los eurocomunistas una «realidad» que debe ser admitida. Pero admitir esta «realidad» significa admitir la supresión de la soberanía y de las tradiciones culturales y espirituales de los diversos países europeos en favor de los intereses de los grandes monopolios, la liquidación de la personalidad de los pueblos europeos y su transformación en una masa de oprimidos por las multinacionales, dominadas por el gran capital estadounidense. Las consignas de los eurocomunistas de que su participación en «el parlamento y en los otros organismos de la comunidad europea conducirá a la transformación democrática» y a la creación de una «Europa de los trabajadores», son puro engaño y demagogia. Tal como la sociedad capitalista de cada país no puede transformarse en una sociedad socialista a través del «camino democrático», Europa tampoco puede llegar a ser socialista a través de los discursos que los eurocomunistas pronuncian en las reuniones propagandísticas del parlamento de la «Europa unida». Por eso la actitud de los eurocomunistas hacia el Mercado Común Europeo y la «Europa unida» es una actitud propia de oportunistas y esquiroles, que emana de su línea de reconciliación de clase y de sumisión a la burguesía, y tiende a desorientar a las masas trabajadoras, contener su ímpetu combativo en defensa de sus propios intereses de clase y los de la nación entera». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Estos ecos que planteaba Chivite en un PCE (m-l) en decadencia, entonces se podían encontrar en el discurso de Izquierda Unida (IU) –con razón era la agrupación en la que planteaban disolver al PCE (m-l)–. Dichos planteamientos de reformismo europeísta se ven en la actualidad en las distintas organizaciones reformistas como Podemos o Syriza:

«En la cuestión de la Comunidad Económica Europea, que es lo que hoy conocemos como Unión Europea, el partido griego de SYRIZA es favorable a que Grecia participe en ella, y propone como el Partido Comunista Italiano –y otras organizaciones revisionistas– en su momento cambiarla en pro del socialismo desde dentro a través del Parlamento Europeo. Para tal propósito SYRIZA se une a otros partidos de «izquierda» como Izquierda Unida de España y Podemos de España, el Partido de la Refundación Comunista en Italia –uno de los sucesores de mantener el PCI de Berlinguer– entre otros, y forman el Partido de la Izquierda Europea en el Parlamento Europeo. (...) El parlamento burgués y sus elecciones [incluidas las europeas de la UE], responden como tal, a herramientas de defensa de los intereses de la burguesía, sus mecanismos están dispuestos para que los partidos burgueses y de otras clases explotadoras tengan ventaja en tales elecciones al parlamento, sus partidos son apoyados en sus medios de comunicación y financiados por ellos, esta todo conformado precisamente para limitar las posibilidades de victoria del proletariado y las masas populares, de los verdaderos partidos comunistas. Esto tiene su respaldo científico: históricamente se ha comprobado que cuando no ya un partido comunista, sino un partido con ciertas perspectivas progresistas antifeudales, antimonopólicas, anticoloniales en su programa, y este llega al poder a través de la vía pacífica y parlamentaria no significa con ello el fin automático del poder político de la burguesía en ese país, ya que la burguesía sigue teniendo grandes cotas de poder político, en los ministerios, en la policía, en el ejército, y los refuerza gracias al poder económico que todavía alberga así como con la superestructura burguesa existente. Cuando tal gobierno progresista perjudica ciertas cotas de poder sobre todo en lo económico de algunas capas de las clases explotadoras locales y extranjeras –desde la gran burguesía extranjera, pasando por los terratenientes, kulaks o la burguesía nacional–, éstas activan todo su poder en el Estado que aún mantiene en sus manos, introducen todo tipo de presiones, incluyendo como recurso el golpe de Estado para derribar a tal gobierno; de hecho, no pocas veces hemos visto fracasar sangrientamente a gobiernos progresistas que simplemente intentaban aplicar desde meras reformas agrarias hasta medidas de nacionalizaciones contra empresas nacionales o extranjeras. Es decir, en el momento en que ciertas clases explotadoras se sienten amenazadas con razón o sin ella, y sientan que está amenazado su poder económico –es el sostén de su poder político y cultural–, estás no vacilaran en romper cualquier legalidad de la sociedad burguesa. Es por ello que los partidos reformistas y revisionistas han ido rebajando cada vez más su programa electoral por miedo a molestar a las capas de la burguesía más reaccionaria, de tal modo que terminan haciendo  todo tipo de concesiones; y esta es la razón de que todos estos partidos oportunistas que hablan de «socialismo» y vía parlamentaria, realmente en caso de llegar al poder por vía electoral, lo harían con gran beneplácito de la burguesía, y lo harán como administradores del Estado burgués y no llegarán a tocar realmente el poder económico de la burguesía». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Es Alexis Tsipras el nuevo Enrico Berlinguer?, 2015)

Incluso esta demagogia sobre Europa se puede ver en ciertos sectores del nacionalismo catalán de derechas y de «izquierda, que plantean salirse de España apelando al «democratismo» y «progresismo» de los partidos y las leyes hechas por los monopolios europeos de la UE». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)





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