domingo, 5 de julio de 2020

Carta de Cese de militancia del Partido Comunista de España (marxista-leninista) en Elche; 2020

El siguiente anexo es una carta que nos han hecho llegar un militante de Elche durante finales de junio de 2020. En ella se relata lo que supuso para él la documentación de Bitácora (M-L) para conocer la historia del viejo PCE (m-l) y para confirmar la deriva revisionista de la organización que hoy porta sus siglas. 

Siempre es interesante conocer y exponer al público cómo actúan en privado las organizaciones revisionistas a todos los niveles: nacional, regional y local, y en este caso la carta es sumamente interesante por ciertos detalles particulares sobre la forma de proceder de su antigua dirección. 

Como ya advertimos, por el propio carácter ecléctico de este tipo de organizaciones, el fraccionalismo y la escisión son fenómenos asegurados, nuestra crítica muestra al público su podredumbre interna y agudiza lo que ya es un hecho. 

Como ya ocurrió con otros documentos similares como pudo ser en su momento el referido al PCE (r) o a RC, se confirma una vez más que la crítica argumentada y científica siempre tiene eco entre los elementos honestos, los verdaderos destinatarios de nuestro trabajo. Pero como sabemos, salir de ese tipo de organizaciones retardarias es el primer paso, pero no el único:

«No queremos que se nos malinterprete en esta cuestión. No estamos diciendo que los elementos que hayan militado parte o gran parte de su vida en organizaciones revisionistas están condenados de por vida. No, el haber mantenido posturas ajenas al marxismo o el haber militado en organizaciones no marxistas es un proceso lógico que puede ocurrir en el desarrollo dialéctico de la vida, formación y maduración de un revolucionario desde sus inicios hasta que toma consciencia real y total de las cosas, y de ello dependen varios factores como el origen social, el contexto cultural del individuo, el ambiente en que se desarrolla, y los rasgos de personalidad que porta, que puede hacer que ese viraje sea más corto o más largo, tenga más ziz zags o menos. Pero tampoco nos equivoquemos, el mero hecho de separarse de un partido revisionista no significa que seas un verdadero marxista-leninista. Tal elemento debe realizar una autocrítica y examinar las razones de su salida; y si es motivada por razones de incompatibilidad ideológica debe preguntarse por qué ha militado entonces en esa organización; en caso de darse cuenta de esa incompatibilidad ideológica tiempo después de entrar a militar en dicho partido revisionista, entonces debe exponer qué es lo que ha llevado a dicho elemento a discrepar de la línea política revisionista de su partido; si finalmente se ha comprendido y expuesto correctamente el carácter revisionista de su vieja organización, debe demostrar en la práctica que no tolerará caer en el mismo lodazal de nuevo; del mismo modo que no debe obsesionarse ni dejarse deslumbrar con las desviaciones y corriente revisionista de su vieja organización, sino también estudiar y comprender el resto de desviaciones y corrientes revisionistas, así como ser consecuentes y exponerlas en igual medida». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)

En consecuencia:

«Por ello es del todo estúpido teorizar que los comunistas deben absorber automáticamente las escisiones que se dan y se seguirán dando en estas agrupaciones. Todo lo contrario: se debe tener especial cuidado, ya que la mayoría de sujetos que abandonan estas organizaciones lo hacen por cuestiones personales o por cuestiones ideológicas mínimas que no le llevan a una ruptura plena con el lugar de donde proceden. (…) Esto significa que, si realmente han roto con ellas por cuestiones de principios ideológicos, tendrán que autocriticarse sin sentimentalismos que valgan y adherirse, finalmente, a la línea comunista sin excusas de ningún tipo. Si no es así, solo podemos decir que no pasarán nunca de ser, a lo sumo, meros simpatizantes y, quizá, de aliados en alguna cuestión determinada de los comunistas, pero nada más». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2020)

Nota: Hemos reformulado el estilo estético de su escritura a nuestro formato.

El documento:


«Antes de desarrollar los motivos de mi salida de la Juventud Comunista de España (marxista-leninista) y el Partido Comunista de España (marxista-leninista), me gustaría recalcar que estos son puramente ideológicos. Quien me conoce sabe de sobra que no soy alguien a quien le mueva el ego ni el interés personal. Además, el camino fácil habría sido, evidentemente, hacerme un hueco en el partido y no romper mi status quo personal, teniendo en cuenta que durante mi militancia he podido conocer a personas que además de camaradas considero amigos.

No obstante, en sintonía con mis principios, que no son otros que los del marxismo-leninismo, considero que el PCE (m-l) se halla en la actualidad completamente alejado de lo que un día fue, habiendo abandonado hace tiempo –antes incluso de su refundación formal–, el campo del comunismo para adentrarse en el del revisionismo. 

Esta no es una decisión tomada de la noche a la mañana. Llevaba arrastrando dudas y contradicciones sobre la línea del partido desde hace más de un año. Aunque bien es cierto, y con total humildad y autocrítica, que tanto mis carencias formativas como el seguidismo y el amiguismo, me impedían dar el paso. Sin embargo, en los últimos meses estas contradicciones se han ido agudizando, llevándome a las conclusiones que motivan mi salida y que a continuación detallaré. He de subrayar la importancia que me supuso estos meses la lectura de los capítulos del documento del Equipo de Bitácora Marxista-Leninista: Ensayo sobre el auge y caída del PCE (m-l) de 2020, tanto para esclarecer las dudas que arrastraba como para darme cuenta de otros errores que no sólo desconocía, sino que en muchos casos profesaba. Aquí se expone una radiografía de más de 900 páginas, tanto del viejo PCE (m-l) como del actual, por lo que sobra decir que no existe una documentación tan exhaustiva del partido en ningún otro lado.

Cuando entré a la JCE (m-l), hace alrededor de tres años, no lo hice como consecuencia de un análisis político bien meditado. Por el contrario, esto ocurrió a raíz de una manifestación, donde nos «engacharon» a mi grupo de amigos y a mí. En aquel momento, mi formación política era prácticamente nula, por lo que hasta que esta no fue elevándose, no pude darme cuenta de que estaba en el lugar equivocado. Cabe decir, también, que mi crecimiento ideológico no ha sido, en esencia, fruto de las formaciones realizadas en mi célula, si no a través del aprendizaje individual. En mis aproximadamente 3 años de militancia, las formaciones han sido muy débiles, tanto por la cantidad como por la calidad. Apenas hemos avanzado y profundizado fuera de las obras más básicas, ni de estas formaciones se extraían conclusiones sólidas y realmente aplicables. Eran tratadas como algo prácticamente formal. De hecho, desde el pasado verano hasta el día de hoy, con suerte habremos tratado 2 pequeñas obras fuera de los documentos internos. Al respecto, asumo mi parte de responsabilidad mientras he sido militante, en cuanto a no haber sabido mejorar notablemente las formaciones de mi célula, pero lo fundamental aquí es que desde el Partido se debería llevar un control exhaustivo de las formaciones, carencias ideológicas –colectivas e individuales–, exigir rendir cuentas, etc., y esto es totalmente inexistente por parte del PCE (m-l), haciendo notar su nulo interés por lo ideológico y los principios.

Ha sido la lectura de las obras de Hoxha, Ódena, Lenin, etc., así como de los documentos del antiguo PCE (m-l) y de los artículos de Bitácora M-L, como ya he comentado, lo que me ha permitido avanzar. Obras que desde el partido se tapan, ignoran o se desvirtúan completamente.

Me gustaría hacer hincapié, por último antes de comenzar, en que las críticas que desarrollaré a continuación van dirigidas contra la cúpula del partido, que ha impuesto su línea. Soy perfectamente consciente de que hay un gran número de militantes honestos en el PCE (m-l), y más concretamente en su Juventud, que por unos motivos u otros se mantienen en la organización. Contra los primeros y por los segundos escribo esta carta.

1. Reconciliación con el revisionismo

Precederé con una explicación general sobre el revisionismo, puesto que me parece totalmente preciso dado que desde el PCE (m-l) no se hace ningún esfuerzo en tratar esta cuestión con claridad entre la militancia ni mucho menos ante las masas.

La lucha contra el revisionismo es una parte ineludible y fundamental de la lucha contra la burguesía y el capitalismo. De ninguna manera puede el Partido Comunista aunar tras de sí al grueso de las masas obreras y populares del país si no consigue apartar a estas de la influencia de fuerzas políticas reaccionarias como son los revisionistas de todo tipo de pelaje. El revisionismo, al igual que la socialdemocracia y cualquier corriente política burguesa, se opone, abierta o encubiertamente, a la revolución y a la construcción del Socialismo. 

Los revisionistas, de una forma u otra, tratan de inocular en la clase obrera elementos que son ajenos a sus intereses de clase y contrarios, por tanto, al marxismo-leninismo, que es la única teoría capaz de liberar al proletariado de su explotación. También otras fuerzas democrático-burguesas o fascistas tratan de hacer esto, es evidente. Sin embargo, los revisionistas constituyen un peligro y obstáculo enorme para la clase obrera por la forma en que lo hacen: disfrazándose de revolucionarios, de comunistas, tratan de impedir que nuestra clase pueda contar con su herramienta decisiva para su emancipación: el Partido Comunista, organizado y templado en el marxismo-leninismo. 

La naturaleza del revisionismo es burguesa y su objetivo no es otro que desviar al proletariado de la revolución para así seguir perpetuando su explotación. Es absolutamente imposible luchar contra el capitalismo sin mantener una confrontación abierta, clara e intransigente contra los revisionistas. 

Sobre el peligro particular del revisionismo, decía Hoxha:

«El mal, el peligro es que los revisionistas modernos continúan utilizando consignas que son la esencia de nuestra doctrina como guía para la acción, pero ellos despojan en su gestión de toda su fuerza y organización. No contentos de aplicar en la práctica lo contrario de estas fórmulas, las tuercen y las manipulan de un modo diabólico y tortuoso. El fin de los revisionistas modernos es, preservando ciertas fórmulas, deformar la doctrina marxista-leninista en conjunto, a la vez que se edifican toda una serie de otras nuevas teorías antimarxistas para corromper al proletariado de un país o al proletariado mundial para poder así prolongar la existencia de la burguesía capitalista, para alejar, por no poder totalmente eliminar, la revolución proletaria en un país particular dónde las condiciones maduraron para este fin o ya sea también en varios países simultáneamente». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)

El actual PCE (m-l) no responde a ese principio, no concibe (o no quiere concebir) al revisionismo como un enemigo de clase. ¿Acaso alguien puede afirmar sobriamente que el partido mantiene un combate ideológico feroz e intransigente contra el revisionismo? Basta echar un ojo a sus órganos de expresión para comprobarlo. A lo sumo, de forma extraordinaria, aparecen críticas al «derechismo», «radical-oportunismo», «sectarismo», etc., pero que no quedan en nada más que en vacua palabrería, omitiendo un enfrentamiento directo, claro y sólido contra el revisionismo. Esto, por lo que he podido comprobar, es una herencia del señor Raúl Marco y su teoría de la «polémica silenciosa», que en realidad suponía no asumir que en ocasiones las contradicciones habían llegado a un punto de no retorno y se debía criticar a los oportunistas como lo que son. Véase el capítulo:


En el PCE (m-l) no solo se evita criticar al revisionismo, sino que abiertamente se profesan dedicatorias y alabanzas al revisionismo de las cuales he sido testigo. Un ejemplo palpable y reciente sería la invitación al IX Congreso de 2019 a representantes institucionales del revisionismo cubano y a cabecillas del revisionismo patrio como Red Roja o el PCPE, que en el Octubre –periódico del partido–, se recogería así:

«En el acto de clausura contamos con la fraternal presencia de la Ministra Consejera de la Embajada de Cuba, y su responsable de prensa, que en un encendido discurso esclareció brevemente la situación de Cuba y A. Latina, denunció el imperialismo y abogó por la independencia y soberanía de los pueblos; de representantes del pueblo palestino (del FPLP y del FDLP), que explicaron la apuesta de imperialismo yanqui por la desaparición de Palestina, por el control de sus recursos y la importancia de la solidaridad internacional; de Red Roja, que subrayó la necesidad de un fuerte partido comunista; del PCPE, que situó la dificultad de la actual situación política en España al tiempo de las posibilidades que ofrece para avanzar; de Unión Proletaria, que apuntó la necesidad de unidad de los comunistas; así como de la UCR y del Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Coslada». (Octubre de enero de 2020)

Yo además desconocía muchos de los intentos de unidad y fusión de la dirección con grupos y grupúsculos revisionistas de todo tipo:


Esta reconciliación no se produce únicamente con el revisionismo patrio, sino también a nivel internacional, incluso con aquellos que llevan décadas detentando el poder político del Estado e impidiendo la construcción del Socialismo. Un reciente comunicado del PCE (m-l) sobre el último atentado a la Embajada de Cuba en EEUU decía:

«EEUU, como cualquier otro estado, está obligado a velar por la seguridad de las misiones diplomáticas en su país. Sin embargo, su propaganda continua, durante décadas, creciente con su actual gobierno y Presidente, contra una isla que erguida mantiene en alto las banderas de la dignidad, la independencia y la soberanía, crea el caldo de cultivo para este tipo de agresiones.

El PCE (m-l) condena enérgicamente este atentado, uno más, contra la soberanía cubana. Queremos mostrar nuestro apoyo solidario y fraternal al pueblo cubano y sus instituciones. Enviamos un fraternal abrazo a los compañeros de la embajada de Cuba en España.

(…) Afirmamos que ningún atentado terrorista, ninguna campaña difamatoria, ningún embargo, ha doblegado el espíritu revolucionario del pueblo cubano ni lo va a doblegar en el futuro. Cuentan, además, con la solidaridad internacional.

¡En defensa de la soberanía cubana! ¡Solidaridad con el pueblo de Cuba! ¡Viva Cuba revolucionaria!». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Condenamos la agresión a la embajada de Cuba en EEUU, 2020)

Esto simplemente va en contra de la línea del viejo PCE (m-l), que desenmascaraba la esencia del castrismo-guevarismo y otras corrientes:


¡En esto ha quedado la histórica lucha del PCE (m-l) de Ódena y del antirrevisionismo mundial contra el castrismo, en un apoyo sin condiciones al revisionismo cubano! Semejante venta de principios hace indistinguible al PCE (m-l) actual de otras organizaciones revisionistas como el PCPE, PCTE, PCE, etc., suponiendo que será esta una de las razones por las que se busca la unidad con ellos. 

¿Acaso no son Rusia y China potencias imperialistas como lo es EEUU? ¿Acaso el castrismo no ha vendido siempre la soberanía de Cuba a la potencia social-imperialista o abiertamente capitalista de turno, como fuera en un principio la URSS y después Rusia y China? ¿Acaso se olvida qué clase social detenta el poder en Cuba y la naturaleza de su régimen?

Al contrario de lo que el PCE (m-l) afirma, la «Cuba revolucionaria» está por llegar y será la Cuba que acabe de una vez por todas con el capitalismo y el castrismo que lo mantiene. Sólo cuando el pueblo cubano emprenda la gloriosa empresa de construir el socialismo, en un sentido marxista-leninista y no en el sentido «jruschovista» ni «castrista» ni «tercermundista», será soberano e independiente. Desenmascarar a estos mitos de la propaganda revisionista es una tarea primordial de todo marxista-leninista, si no se quiere repetir la misma historia, pero ni el PCE (m-l) ni el resto de partidos de la CIPOML parecen estar interesados en afrontar tal empresa, prefieren unirse al coro revisionista y lanzar halagos a Castro, Guevara y cía. Es tan lamentable la situación que hasta la juventud del partido brasileño de la CIPOML tiene la cara del Che Guevara ¡¡EN SU LOGO!! y las publicaciones en torno a este tipo de personajes pseudorevolucionarios son muy frecuentes a nivel general. ¿Y que dice el PCE (m-l) al respecto? Nada de nada.

No estoy queriendo decir que Fidel Castro o el Che Guevara no hayan sido revolucionarios, sino que estoy diciendo que lo han sido dentro de un espectro democrático-burgués, y sus teorías y prácticas revisionistas impidieron que el Partido Comunista de Cuba fuera marxista-leninista y que en Cuba se pudiera emprender la edificación del socialismo, pues el camino que se emprendió fue el de la sumisión al imperialismo y el de tener como principal forma de economía el turismo, lo cual rompe con la posibilidad de seguir la senda de la economía socialista.

Lo mismo podría decir sobre el seguidismo al revisionismo vietnamita, cosa que no hace diferente al actual PCE (m-l) del PCE y otros grupos revisionistas. Lo triste es que el PCE (m-l) de los 80 desenmascaró a esta variante del revisionismo y ahora, vuelve a recuperarlo en su propaganda:


Otra cuestión muy reveladora es el hecho de que el partido llegue al punto de financiarse con merchandising de figuras como el Ché, Allende, Ho Chi Minh, propaganda cubana y casi cualquier cosa que pueda atraer a jóvenes «de izquierda». ¿Cómo se puede ser tan sumamente oportunista, vendiendo los principios a cambio de un par de euros?

Y para más inri, estas líneas también aprobadas en el último Congreso:

«Se puede hablar de un patriotismo popular, ligado a las luchas de las clases dominadas frente a las clases dominantes, o a las luchas a favor de la soberanía nacional. En el caso de España, hay un patriotismo republicano que defendieron José Díaz, Dolores Ibárruri, Juan Negrín, Azaña, y tantos otros, frente al fascismo» (Carlos Hermida; El ascenso del fascismo y las tareas de los comunistas, 2019)

A parte del interclasismo inherente al absurdo término «patriotismo republicano», propio más de un partido socialdemócrata que de uno comunista, ¿¡Qué se pretende colocando como «ejemplos» a personajes como Ibárruri, Negrín o Azaña!? Azaña fue el principal abanderado de los capitulacionistas durante la guerra, mientras que Negrín mantuvo posiciones ultra chovinistas y claudicadoras con el fascismo, además de actuar de forma pusilánime frente a traidores y golpistas como Casado. ¡Y qué decir del caso de Ibárruri, que junto a Carillo fue el principal baluarte de la degeneración revisionista del PCE, contra la cual mantuvo una lucha extraordinaria y consecuente el antiguo PCE (m-l) desde su fundación! 

Contra estas afirmaciones me opuse en el último Congreso, ¿Y cuál fue la respuesta?: Carlos Hermida gritándome como un energúmeno –sin pedir turno de palabra, por cierto–, diciendo que mi crítica era «inadmisible» y carpetazo por parte de la dirección. Un ejemplo de debate y autocrítica comunista magnífica –entiéndase la ironía–.


Aún así, desde la dirección se trata de hacer creer a la militancia que el partido en el que militan es el mismo de Elena Ódena y tantos otros héroes y luchadores comunistas. Se reivindica la gloriosa historia del PCE (m-l) contra el fascismo, el revisionismo y el capitalismo para mantener a base del engaño algo que por su propio peso caería como plomo en agua. Y es que, basta con consultar las obras de Ódena para darse cuenta de que el actual PCE (m-l) es una caricatura del antiguo y verdadero PCE (m-l), un secuestro de sus siglas.

A pesar de la manifiesta «dificultad» del partido en poner a disposición de todo el mundo los documentos antiguos, en su web se pueden consultar diversas obras de Ódena y algunas, a cuenta gotas, del antiguo partido, que revelan la absoluta degeneración de Raúl Marco y cía. Además, en Bitácora (M-L) se puede encontrar bastante información no facilitada por el partido. Insto encarecidamente a todos los militantes, jóvenes y veteranos, a leer estos documentos y comparar con la línea del actual PCE (m-l), donde estáis militando. Es crucial conocer la verdadera historia del partido, de sus heroicas siglas, y no la que algunos se han esmerado tanto en deformar. 

Pero ya que se empeñan en reivindicar de manera oportunista a las figuras históricas del PCE (m-l), les recordaré lo que Elena Ódena decía acerca de la lucha contra el revisionismo con el que ahora se juntan:

«La lucha contra las tergiversaciones y falsificaciones ideológicas y teóricas de los revisionistas modernos es una obligación ineluctable para todo Partido marxista-leninista; es imprescindible y urgente arrancar de esas corrientes reformistas a extensas capas de la clase obrera –particularmente en los países más desarrollados–, y también de las capas bajas de la pequeña y media burguesía. Los marxista-leninistas hemos de inspirarnos en estos momentos, en la tenacidad y la perseverancia demostradas por Lenin en su lucha por los principios revolucionarios, y contra todos los revisionistas y oportunistas, ya que de otro modo, sería difícil movilizar a las amplias masas del proletariado para la lucha revolucionaria». (Elena Ódena; Algunas cuestiones de principio del marxismo-leninismo, 1967)

Durante los diversos debates que he podido mantener, especialmente en la Comisión Estatal de RRSS de la JCE (m-l), sobre la cuestión de la confrontación con el revisionismo, desde la dirección se me ha tratado de justificar nuestra no beligerancia bajo una serie de teorías que divergen absolutamente del marxismo-leninismo, las cuales expondré y criticaré por puntos a continuación:

a) «La lucha contra el revisionismo nos aleja de las masas»

De la forma más oportunista posible, se suele afirmar que el combate contra las tergiversaciones del marxismo-leninismo no solo es innecesario, sino que es contraproducente a la hora de ligarnos a las masas porque se trata de «un problema que no conciben». Esto, además de ser completamente falso, demuestra las intenciones de la cúpula del PCE (m-l): granjearse un pequeño espacio político a base de cabalgar al rebufo de las masas, prescindiendo de la función de Vanguardia del proletariado que corresponde a todo Partido Comunista que se preste. 

El PCE (m-l), consciente de su gran debilidad cuantitativa, pretende crecer en militancia o influencia, no a través del trabajo coherente y abnegado comunista, sino al modo pequeño burgués, vendiendo los principios –si es que alguno le queda– para acomodarse en la zaga, postergando la honorable tarea de organizar la revolución. De esta forma, puede acercarse a organizaciones revisionistas y socialdemócratas fácilmente, sin tener que acarrear con la «pesada» empresa de elevar la conciencia de las masas, de luchar por su dirección, que conllevaría necesariamente la confrontación con las diversas corrientes burguesas.

Que las masas obreras y populares de España sufren un atraso ideológico enorme es una realidad. Ahora bien, el papel del Partido Comunista no debe ser el de limitarse al nivel medio de conciencia de las masas para poder «ligarse a ellas», sino, sin perder de vista la táctica y la lucha por los problemas económicos y políticos más inmediatos de los trabajadores, trabajar por elevar su conciencia hacia posiciones revolucionarias. Este trabajo puede ser duro, costoso y quizás poco agradable, pero desde luego es completamente necesario si el objetivo de la revolución socialista no es mera palabrería.

Respecto a esto, el PCE (m-l) de 1977, en su II Congreso, cargaba abiertamente contra estas posiciones ultra oportunistas y derechistas:

«Es posible que algunos obreros honrados no entiendan esta actitud, opinen que los dirigentes revisionistas no son todos unos canallas, que exageramos, etc. A veces se escuchan opiniones de ese tipo entre sectores atrasados de las masas. Pero la cuestión es: ¿nosotros debemos basar nuestra política en los principios y en el análisis político científico o en las opiniones de los sectores atrasados de las masas? ¿Tenemos que ir a remolque de las masas atrasadas en las cuestiones ideológicas y políticas o somos el Partido de vanguardia de la clase obrera que tiene que marcar el camino en las cuestiones ideológicas y políticas sobre la base del marxismo-leninismo? ¿Tenemos que crear claridad entre las masas o sembrar la confusión? Esta es la cuestión.

Es preciso hoy tener la máxima claridad sobre la cuestión del revisionismo y combatir todas sus manifestaciones. Revisionismo no es solamente renegar de los principios del marxismo, renunciar a la dictadura del proletariado y a la revolución violenta, revisionismo es también predicar la unidad con los revisionistas descarados, revisionismo es también no tener una práctica consecuentemente revolucionaria, por muchas frases marxista-leninistas que se pronuncien y por muchas poses revolucionarias que se quieran tomar». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del II Congreso: nuestra batalla contra el revisionismo, 1977)

¿Acaso los bolcheviques se encontraron con un proletariado perfectamente consciente de sus intereses de clase e inmune a las influencias burguesas y revisionistas como los mencheviques? ¡No! Tuvieron que llevar a cabo un duro pero necesario trabajo de esclarecimiento político e ideológico entre las masas, contrayendo las alianzas tácticas que fueron necesarias para potenciar el avance de la revolución, pero sin cesar ni un ápice en la defensa del marxismo frente a sus tergiversadores. Si no hubiera sido así, la revolución no habría sido más que un espejismo.

Y en relación con esto viene dado el siguiente punto.

b) Subordinación de los principios a la táctica

Desde la dirección del partido se insiste en la idea de mantener, en el extraordinario caso de que se dé, una crítica adocenada hacia el revisionismo. Por poner un ejemplo concreto y reciente, hace aproximadamente dos meses, un miembro del Comité Central, sobre la cuestión de publicar o no una crítica en RRSS contra la Ministra de Trabajo y dirigente del PCE, Yolanda Díaz, en referencia a unas declaraciones suyas alabando la gestión de Amancio Ortega, decía:

«No se puede mandar algo así cuando desde el partido se está intentando trabajar conjuntamente con el PCE en cuestiones que nos interesan (…) Se la debe tratar en calidad de ministra y no saltar a cuchillo contra el PCE o contra cualquiera por cualquier declaración de una de sus militantes (…). La posición que tiene el partido es de diplomacia con todas las fuerzas de izquierda».

Y seguía:

«En el último congreso se aprobó el llevar a cabo alianzas tácticas con organizaciones progresistas de la clase obrera, los órganos de expresión del partido se adecuan a la táctica del partido. La crítica se debe hacer, pero no de manera izquierdista (…). Tenemos una táctica, el tono de la crítica debe darse en función de la táctica».


Es innegable que los comunistas no podemos trabajar de manera sectaria, negando por principio posibles alianzas tácticas con organizaciones revisionistas o progresistas en general, así como debemos participar en los sindicatos mayoritarios aunque estos estén infectados de amarillismo. Hemos de saber jugar bien nuestras cartas, valorando en cada momento cual es la mejor táctica que nos pueda permitir avanzar hacia nuestros objetivos estratégicos, reforzando el papel dirigente del partido. Pero lo que no se puede permitir bajo ningún concepto es que, por mantener X o Y alianza, debamos cercenar la independencia del partido y comprometer nuestros principios. Esa es la diferencia entre un marxista-leninista y un oportunista: someter la táctica a los principios o someter los principios a la táctica. El caso del PCE (m-l) es el segundo.

Omitir la confrontación ideológica con el revisionismo en aras de la «unidad», de las «alianzas contraídas», del «avance hacia la construcción del Frente Popular», etc., es renegar del papel director del partido, adocenarlo, y de los principios del marxismo-leninismo. 

Según el PCE (m-l), es necesaria la construcción de un Frente Popular, capaz de aglutinar a los amplios sectores populares de España, para dar solución a la gran dispersión de las fuerzas políticas de «izquierda» de nuestro país. Esto, siempre y cuando sea en base a un programa revolucionario, no es un error, sino un acierto. Ahora bien, ¿de que serviría si no se trabaja para lograr su dirección, si se prescinde de la independencia del partido y de la crítica marxista-leninista para «salvaguardar la unidad»?

Enver Hoxha era muy tajante al respecto:

«La experiencia histórica demuestra que, en su lucha revolucionaria, los comunistas se han aliado y se alían con diferentes fuerzas progresistas. (…) Siguiendo la línea de la unidad con todos los que pueden ser unidos en un frente, los partidos marxistas-leninistas, en oposición a los puntos de vista de los revisionistas modernos, deben no sólo salvaguardar su independencia y su función dirigente, sino al mismo tiempo combatir las vacilaciones de sus distintos aliados, sus tendencias reaccionarias y sus tentativas de dividir los frentes y de dedicarse a chalaneos con las fuerzas de la reacción. La línea de la unidad y de la lucha contribuye al fortalecimiento de los frentes, a su depuración de los elementos reaccionarios y contrarrevolucionarios, a la consolidación de la cohesión y del espíritu revolucionario, a la obtención de una unidad más elevada y asentada sobre una base más sólida. Aplicar únicamente la línea de la unidad y renunciar a la lucha conduce a una unidad falsa, formal, y permite a los elementos y fuerzas reaccionarias socavarla y liquidarla fácilmente, asestando así un duro golpe a la propia causa de la revolución». (Enver Hoxha; Los comunistas y las alianzas con las fuerzas progresistas, 1966)

2. Posición frente al nuevo gobierno (PSOE-UP)

Tras la proclamación del gobierno de coalición PSOE-UP, la «perspicaz» cúpula del PCE (m-l) se adecuó a una «nueva táctica». Ahora parece que incluso debemos tragarnos lo que dicen los militantes y votantes de Podemos sobre su organización, ya que el PCE (m-l) reproduce sus mismas excusas sobre el actual gobierno. En la circular interna rodada en febrero de este año se decía:

«Nuestra actitud debe tener dos vertientes que se solapan. Una, la exigencia al Gobierno del cumplimiento de sus compromisos políticos; la segunda, y partiendo de la anterior, la de «empujar», mediante la movilización y organización popular, a que lleve esos compromisos más allá, profundizando en los mismos al plantear propuestas, ampliamente sentidas por las masas, que transciendan el programa gubernamental. Así, por ejemplo, sabemos que el Ejecutivo quiere eliminar los aspectos más sangrantes de la reforma laboral del PP. Pues bien, apoyemos eso y exijamos que lo cumplan –y lo cumplan ya– pero, aprovechando y partiendo de ello, levantemos la bandera de la derogación completa de esa reforma (y también la del PSOE), ambas lesivas a la clase obrera». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Circular interna: El nuevo Gobierno y nuestra táctica. Tareas centrales, 2020)

El error aquí no viene dado por la política frentista, ni por la lucha por ciertas reformas sentidas por las masas trabajadoras. El problema viene de la anulación de la independencia del partido y su función de vanguardia de la clase obrera en aras de «la táctica». De nada sirven los esfuerzos por conquistar ciertas reformas beneficiosas para nuestra clase, ni la acumulación de fuerzas en un teórico frente, si no se trabaja paralela e ineluctablemente por separar a los obreros y sectores populares del país de la influencia de agentes reconciliadores y claudicadores, si no dedicamos los mismos esfuerzos en transformar la lucha por reformas dentro del sistema capitalista en la lucha por la abolición de este y la implantación del socialismo.

En los debates acontecidos a raíz de esta circular, tanto en mi célula como en la Conferencia Estatal de la JCE (m-l), desde la dirección del partido se ha repetido una infinidad de veces la consigna de la «oposición por conquista». Esta consigna, tal y como se ha explicado desde el partido, significa la eliminación de nuestra crítica abierta y radical al gobierno, debido a que «las masas están ilusionadas y actualmente no podemos cargar contra el gobierno porque la única alternativa es el fascismo».

En primer lugar, se pinta la proclamación del gobierno de coalición como si de la proclamación de un verdadero «gobierno del cambio» se tratase, como si la clase obrera española no hubiera tenido en la casi última década experiencias suficientes de lo que supone el populismo de izquierda de Podemos y compañía: traición a sus promesas y a la clase obrera, mantenimiento intacto del sistema socio-económico imperante e inoculación de ideas posmodernas que el grueso de los trabajadores repele. Ni que hablar que encima ellos son quien deben «controlar» al PSOE que tiene la mayoría, partido del gran capital y de gran experiencia como para maniobrar y zafarse de cualquier «control». Precisamente, debido a estas experiencias, el fascismo en España está encontrando el camino hecho entre la decepción y el descontento popular generado por la traición de la socialdemocracia y el revisionismo. Esto es un hecho que el propio PCE (m-l) lleva reconociendo años, sin embargo parece que ha encontrado ahora un contexto perfecto para hacerse un hueco entre el «progresismo» patrio.

En segundo lugar, la alternativa revolucionaria a la crisis del sistema capitalista sí existe, desde hace más de cien años, y es el socialismo. Sin embargo, es completamente cierto que en la actualidad esa «alternativa» no está materializada orgánicamente y, de hecho, parece que el camino hasta su consecución será bastante largo y difícil, teniendo en cuenta la gran debilidad del movimiento comunista actual. No obstante, partiendo de esta realidad, el trabajo de los comunistas no debe ser agarrarse a remolque de las fuerzas socialdemócratas y revisionistas, de forma ultra oportunista, sino desarrollar un trabajo brutal por separar a las masas de su influencia y lograr la reactivación y dirección de un frente auténticamente revolucionario por la superación del capitalismo. Esta «alternativa revolucionaria» no se va a conseguir disolviéndonos en el revisionismo, sino, por el contrario, diferenciándonos lo máximo posible de ellos, oponiendo la ideología proletaria a la ideología burguesa. El eclecticismo y la ambigüedad únicamente pueden llevar al reforzamiento del fascismo como única «alternativa» a la degeneración actual.

Que nadie entienda con esto que la consigna lanzada por el PCE (m-l) en esa misma circular de conformar un «amplio Frente Progresista» por la consecución de ciertas reformas es un error en sí mismo. El error viene dado por diluirnos en él, como también acostumbra a hacer Reconstrucción Comunista (RC), ocultando el papel del partido, por colocarnos a la zaga de las masas en lugar de cumplir con nuestra función de vanguardia de la clase obrera, por no tratar, desde la teórica conformación de este Frente, de dirigirlo y convertirlo en un auténtico Frente Revolucionario, para que desde su campo de actuación expulsemos las tendencias reformistas y anarquistas en el movimiento obrero rompiendo así con la hegemonía pequeño burguesa que hoy domina absolutamente todo.

¿Acaso el antiguo PCE (m-l) o el PCE de José Díaz condicionó su política al nivel medio de conciencia de las masas? Todo lo contrario. Decía José Díaz sobre la posición del PCE frente al PSOE:

«Nuestro partido, que hacía una gran campaña de frente único para la lucha contra el gobierno por su política de protección a las fuerzas reaccionarias y de represión contra el movimiento obrero, que sometía a una fuerte crítica la política llevada a cabo por el PSOE desde el poder en colaboración con la burguesía, hacía difícil la estabilización de dicho gobierno y la continuación de los socialistas en el poder. Con la salida del PSOE del poder, nuestro partido continuaba incansablemente la política de frente único para la lucha contra la reacción que cada día era más fuerte, señalando a la dirección del PSOE como la más responsable del camino antiobrero y reaccionario que había tomado la política» (José Díaz; Intervención del Partido Comunista de España en el VII Congreso de la Internacional Comunista, 1935)

Y sobre el papel de vanguardia del proletariado que debe ejercer el Partido Comunista, remataba:

«Creemos que realizamos una política justa sobre el frente único. Tratamos de eliminar de nuestro partido los restos de sectarismo y tendremos cuidado de no caer en un oportunismo de derecha, como decía en su discurso el camarada Pieck, en la aplicación práctica de la nueva táctica de frente único, ante la nueva situación, y esto lo conseguiremos siguiendo la línea trazada por Lenin y Stalin. Preparemos a las masas para luchar por sus reivindicaciones contra la guerra, el fascismo y en defensa de la Unión Soviética. Preparemos a las masas para que bajo la dirección del Partido Comunista de España a llegar lo más pronto posible al octubre victorioso en España». (José Díaz; Intervención del Partido Comunista de España en el VII Congreso de la Internacional Comunista, 1935)

Según los argumentos dados por el PCE (m-l), el mismísimo José Díaz, defensor del Frente Popular, habría pecado de «izquierdismo» y «radical-oportunismo», como se suele etiquetar a todo aquel que, no sin razón, se opone al desviacionismo de derecha de la cúpula del partido. Pero lo cierto es que el PCE de José Díaz en ningún momento renegó de una táctica ni de una amplia política de alianzas contra el fascismo, de la misma forma que jamás disoció esta de la lucha tenaz contra los falseadores del marxismo y los agentes de la burguesía en general, ni de sus objetivos máximos y su explicación detallada a las masas.

«Nosotros, partido comunista, luchamos y lucharemos siempre por la realización de nuestro programa máximo, por la implantación del gobierno obrero y campesino en España, por la dictadura del proletariado en nuestro país. Pero en estos momentos de grave peligro que amenaza a los trabajadores, con el fascismo dueño de los resortes principales del Estado, declaramos que estamos dispuestos a luchar unidos con todas las fuerzas antifascistas sobre la base de un programa mínimo de obligatorio cumplimiento para cuantos entren en la concentración popular antifascista». (José Díaz; La lucha por la unidad en plena reacción; Discurso pronunciado en el «Monumental Cinema» de Madrid, 2 de junio de 1935)

Pero esta «nueva táctica» no debe sorprender a nadie, es simplemente la consecuencia lógica de la táctica y planteamientos del partido desde hace décadas. De hecho, a pesar de que hasta minutos antes de la conformación del gobierno progre sí se llevaba a cabo una crítica al «ciudadanismo» y sus representantes –como Podemos o IU–, basta echar un ojo a las declaraciones realizadas por el PCE (m-l) sobre Syriza en 2015 para entender mejor esta venta total de principios frente a la socialdemocracia:

«Sólo mediante una dura y sostenida pelea de los trabajadores europeos contra las políticas neoliberales, y contra los Estados que las sustentan, se podrá hacer que los desastres producidos por la crisis económica recaigan sobre sus responsables y avanzar hacia la superación de su causa última, el desorden capitalista. En este sentido, una victoria de Syriza puede devolver la iniciativa a los trabajadores y abrir una fase a la ofensiva en Europa. 

(…) Para empezar, Syriza surge a partir de organizaciones de la izquierda, y desde el principio se reivindicó de la «izquierda radical». Y, pese a que el congreso de 2013 significó la disolución de los partidos que la integran, no sólo no ha ocultado su ideología, sino que ha hecho bandera de ella: así, basa su crecimiento en el acercamiento de nuevos sectores sociales a las ideas de «la izquierda plural y radical», y no en la ambigüedad y el rechazo a los principios ideológicos de clase. De hecho, en su declaración de principios de 2013, Syriza se reclama «un partido fundado sobre el pensamiento marxista y la larga historia del pensamiento emancipatorio, que trata de avanzar teniendo en cuenta todo este importante aporte teórico», y que pretende la «organización de una sociedad basada en la propiedad y gestión social de los medios de producción».

Por otra parte, Syriza ha crecido promoviendo las luchas sociales y en contacto con ellas. Buena parte del potente movimiento obrero griego se halla en su seno a través de algunas de las organizaciones originales. Así pues, pese a las contradicciones internas, lo cierto es que Syriza cuenta con un importante sector obrero en su base y en sus órganos de dirección. Más aún, sus sectores pequeñoburgueses se ven forzados, al menos de momento, a orbitar en torno al núcleo ideológico y al programa heredados de la izquierda histórica y del movimiento obrero.

(…) Por todo ello, afirmamos nuestro total apoyo a la voluntad manifestada por el pueblo griego de recuperar su plena soberanía y de romper con los partidos de los recortes, la represión y la sumisión a Berlín, que se concreta hoy en el voto a Syriza. Y nos comprometemos a desarrollar la solidaridad con la clase obrera, el pueblo y la izquierda de Grecia, y a hacer frente a las presiones que pueda ejercer el Estado español contra un eventual gobierno de la izquierda en ese país». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Nº78, En defensa del pueblo griego y su soberanía, 22 de enero de 2015)


3. Republicanismo pequeño burgués

«Junius, al parecer, quiso realizar algo semejante a la tristemente célebre «teoría de las etapas» menchevique, quiso empezar a aplicar un programa revolucionario desde el extremo «más cómodo», «más popular» y más aceptable para la pequeña burguesía. Algo así como un plan para ser «más astuto que la historia», más astuto que los filisteos. Parece que quisiera decir: nadie puede oponerse a la mejor manera de defender a la verdadera patria, y la verdadera patria es la gran república alemana, la mejor defensa es una milicia, un parlamento permanente, etc. Una vez aceptado, este programa –dice– llevaría automáticamente a la etapa siguiente: la revolución socialista. (...) No hace falta decir que es equivocada. (...) Este defecto –hubiera sido un grave error olvidarlo– no es un defecto personal de Junius, sino el resultado de la debilidad de todos los izquierdistas alemanes, enredados por todos lados en la vil maraña de la hipocresía kautskista, la pedantería y la «amistad» con los oportunistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El folleto de Junius, 1916)

El actual PCE (m-l) sitúa la conquista de la «República Popular y Federativa» como paso previo necesario a la conquista del Socialismo. Insiste en que «en el actual contexto es un error hablar de Socialismo», porque «las masas no se lo plantean» y «no se dan las condiciones necesarias para la revolución socialista», ya que antes se debe abordar la etapa de la «revolución democrática». Además, el grueso de la propaganda se articula en torno a la consecución de la «III República» y apenas se incide en la crítica al sistema capitalista, mostrando sus contradicciones y concluyendo en la necesidad del socialismo para solucionar los problemas que aquejan a las masas trabajadoras de nuestro país, acabando con la explotación del hombre por el hombre. Todo se atribuye a las maldades del «régimen monárquico del 78», evitando poner en primera línea la cuestión de clase y pregonando «la República» como solución a todos los problemas.

Siempre que he preguntado por el razonamiento de esto, se me han expuesto tanto «argumentos» en referencia a la herencia franquista del actual régimen monárquico, incidiendo en que «no hubo una ruptura democrática con el fascismo», como otros en virtud de la situación subjetiva de las masas y la «correlación de fuerzas».

En el primer caso, cabría preguntarse la diferencia esencial en cuanto a libertades democrático-burguesas entre España y otros países como Francia, Alemania o Suiza. Algunos de ellos tienen como forma de Estado la monarquía, mientras que otros son repúblicas, pero en los cuatro casos quien detenta el poder es la oligarquía burguesa mediante un régimen político democrático-burgués, más allá de los tintes autoritarios que cada uno pueda tener.

El antiguo PCE (m-l) ya pecó, en parte y salvando las distancias, de este error, tratando la cuestión de la coherente lucha táctica por las libertades democráticas frente al fascismo como una especie de fase previa necesaria a la revolución socialista. Aunque este error pueda ser más comprensible teniendo en cuenta el contexto de aquella época, el carácter político de un Estado –la España fascista de 1972– no determina de ninguna manera las tareas de la etapa a nivel general: Albania venía de varios gobiernos fascistas, y de un desarrollo bajo de fuerzas productivas, eso no supuso un obstáculo insalvable para que la clase obrera tomase el poder e iniciase medidas socialistas. 

¿Estaba más atrasada la España de 1971 que la de 2020? Sí. ¿Más que la Rusia del siglo XX? No. ¿Se daban en España las condiciones materiales objetivas para la revolución socialista? Sí.

La cuestión de si en un país hace falta o no una revolución de carácter burgués, antes de la revolución socialista, no estriba en el nivel de libertades que haya en dicho país. Aunque eso también importa, esta cuestión estriba fundamentalmente en el desarrollo de las fuerzas productivas, en las condiciones económicas. Defender las libertades de la democracia burguesa frente al fascismo o el peligro del fascismo es siempre un deber de los comunistas, pero decirle al proletariado que es necesaria una «etapa intermedia» antes de que los obreros puedan luchar por la conquista del poder político-económico en un país donde las tareas democrático-burguesas ya están completadas en lo fundamental, es una cosa completamente distinta.

En definitiva, el proletariado debe, dentro del camino hacia el socialismo, apoyar aquellas reformas que mejoren sus condiciones y que puedan suponer un avance en la lucha contra el capitalismo, pero jamás olvidar que todo se enmarca dentro de un único proceso, que es el de la revolución socialista, ni cesar de explicarlo detalladamente a los obreros. Las teorías extrañas y contradictorias de las «etapas intermedias» no hacen más que sembrar la confusión entre el proletariado y desvirtuar la auténtica lucha y tarea pendiente.

Sin embargo, a pesar de los ciertos errores del antiguo PCE (m-l), este jamás ocultó frente a las masas cuales eran sus objetivos, ni rehuyó de «hablar de socialismo», como sí hace el actual PCE (m-l) constantemente, sustituyendo la tarea de la revolución socialista por la absurda y pequeñoburguesa teoría de la «revolución democrática», plasmada en la tan anhelada «III República». En esta línea decía Ódena:

«Es innegable que dado el papel dirigente que ha de desempeñar la clase obrera en alianza con el campesinado así como con otras capas populares, bajo la dirección de su partido de vanguardia en la lucha actual contra la dictadura y la dominación yanqui, el carácter de dicha república ha de ser en gran medida de contenido socialista y ello no puede ser de otro modo dado que la mayor parte de la industria, las finanzas, las materias primas, la energía, los transportes, la mejor parte de la tierra, etc., están en manos de oligarcas o de yanquis u otros inversionistas extranjeros y que todo ello deberá ser confiscado y socializado por el Estado popular con arreglo a las modalidades y formas que establezca el nuevo poder revolucionario. Queda entendido, claro está, que en esta primera fase se mantendrá la propiedad privada de la tierra de los campesinos no latifundistas, así como la del artesanado y empresas de menor importancia. (...) También hay asustadizos, pequeños burgueses librescos, que durante años se han hecho pasar por marxista-leninistas, a quienes de pronto ofusca el que al desmenuzar y aclarar con mayor detalle el contenido de la república que preconizamos, pretenden que nos estamos deslizando hacia posiciones trotskistas, sin pensar en el ridículo con que se cubren al tratar de justificar así su actitud ante las realidades, ya que o bien no habían comprendido en modo alguno nuestra línea política establecida ya a fines de 1964, o bien pretendían darle ellos mismos, en su momento, un sentido nacionalista y pequeño burgués. De cualquier modo, si bien no podemos entrar en una serie de detalles concretos sobre esta cuestión, de lo que no puede existir duda alguna es del contenido predominantemente socialista de la república por la que luchamos. El resto dependerá del grado y modo en el que las demás fuerzas intermedias participen en la lucha y se sumen al pueblo, así como también de la fuerza objetiva del nuevo Estado Popular». (Elena Ódena; Por una República Democrática, Federal, Popular y Federativa, 1972)

Qué decir, por tanto, de las tareas del proletariado en la actualidad, cuando resulta absolutamente evidente que no queda en España ninguna tarea democrática-burguesa que resolver, ni tampoco existen vestigios feudales ni un desarrollo económico nacional atrasado, como sí ocurría en el contexto de la II República, donde la revolución democrático-burguesa no estaba aún finalizada. Pero esa no es nuestra realidad actual, por mucho que con ello se pretenda justificar la nefasta línea del partido.

La realidad es que España es un país imperialista completamente desarrollado, con injerencias evidentes de capital extranjero pero de la misma forma que los grandes monopolios españoles ejercen su dominio en una gran cantidad de países. No hay ninguna base material por la que deba haber una «revolución democrática» antes de la revolución socialista.

Y lo más surrealista y vergonzoso por parte de la dirigencia del PCE (m-l) es que se pretenden justificar estas aberrantes posiciones con citas de obras de Lenin como «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática» o «¿Qué hacer? », ¡obras donde se reflexiona sobre las tareas de los bolcheviques bajo la autocracia del zarismo, cuando la burguesía aún no se había adueñado del Estado! ¡Entonces sí era necesario llevar a cabo una «revolución democrática» que acabara con los restos feudales y creara las condiciones materiales objetivamente necesarias para la revolución socialista! Y en ningún caso se debía delegar tal tarea a la burguesía ni aminorar la resolución de las tareas para no asustarla, como insistieron siempre los bolcheviques. En la actual España imperialista, no solo se dan las condiciones materiales objetivas para la revolución socialista sino que estas están muchísimo más desarrolladas que en Rusia cuando, después de la revolución democrático-burguesa de febrero, en octubre de ese mismo año los bolcheviques llevaron a cabo la gran revolución socialista. ¡¿A quiénes pretendéis engañar?! Lenin ya demostró lo absurdo que era tratar de «no asustar a la burguesía» y llegar al poder por la «vía pacífica» a través de una «Asamblea Constituyente». Hablaba de la necesidad de la hegemonía proletaria, de los soviets, y de una insurrección popular. Qué absurdo sería hablar de otro modo. 

Concretamente, sobre el tema de la idea de la «Asamblea Constituyente», plasmada en los «8 puntos para avanzar hacia la República», redactados y defendidos por el PCE (m-l), hice una crítica en una reunión y se me dijo que «cada uno lo interprete como quiera», que «nosotros lo interpretamos como una Asamblea Constituyente después de la revolución, para establecer la nueva Constitución». Todo muy propio para un partido «comunista»… 

Para el tema del «etapismo republicano», recomiendo encarecidamente leer:


Por otro lado, sobre la cuestión de «la correlación de fuerzas», no me detendré excesivamente ya que ha sido abordada en los puntos anteriores. En resumen, el PCE (m-l) se agarra a frases pomposas que aparentan decir algo, cuando en realidad lo único que están evidenciando sus líderes es su reafirmación como carro de arrastre de la pequeña burguesía. La correlación de fuerzas se puede modificar, no es algo inmutable, pero para ello el Partido Comunista no debe infravalorar su papel y ha de luchar por la dirección de las masas allí donde se encuentren. Además, resulta especialmente llamativo que se repita constantemente el argumento –acertado– de que se debe incidir en los amplios frentes de masas, por muy reaccionarios que sean, para trabajar por conseguir la dirección de las masas y separarlas de la ideología burguesa, cuando a su vez, como dijo Carlos Hermida en una de las recientes charlas virtuales, «no se debe hablar de socialismo». Y, aún más allá, en esa misma charla, la otra ponente, al ser preguntada por cómo se podía conseguir pasar de la etapa de la «revolución democrática» a la socialista, respondió literalmente: «no sé».  En fin, pura palabrería vacía para intentar justificar lo injustificable.

El Partido Comunista ha de tener una táctica, no ha de mantener una actitud izquierdista ni anarquista frente a la posibilidad de conquistar reformas beneficiosas para la clase obrera, ni ha de mostrarse reacio a la articulación de un Frente, en el que puede converger o no con otras fuerzas políticas, pero lo que no puede hacer bajo ningún concepto es ocultar, y mucho menos olvidar, cuál es su tarea inmediata, que actualmente no es «la República», sino la revolución socialista. Sin embargo, el 18 de mayo de 2013 se celebraba haber encontrado con el PCM, IU Madrid, RPS y la Junta Estatal Republicana, «la necesidad de definir la unidad de la izquierda desde una perspectiva de ruptura con el orden establecido en el pacto de la transición». (Documentos del IIIº (VIIIº) Congreso, 2008)

¿De verdad es motivo de alegría que los cabecillas del PCE o IU se muestren de acuerdo con el proyecto republicano del PCE (m-l)? ¿No es por el contrario motivo de preocupación que estas organizaciones lo acepten de buen grado? ¿No será que el proyecto de «ruptura democrática» del PCE (m-l) no pone en jaque al proyecto político de la pequeña burguesía? Esto se comprende más fácilmente con declaraciones como esta:

«Tras escuchar las intervenciones del resto de organizaciones, el representante del PCE (m-l) comenzó la suya señalando que, «de no ser por la situación social, sería cómico este «a ver quién da más» en torno a la República, en lugar de estar discutiendo sobre cómo hacerla realidad». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El PCE (m-l) debate sobre la República en Elx, 2016)

Vamos, que lo importante es conseguir una república y a correr, ya si resulta la más reaccionaria de todas pues mala suerte. En esto ha quedado el PCE (m-l)…

4. Feminismo

Desde el PCE (m-l), aunque si bien es cierto que en bastantes documentos públicos se critica al posmodernismo por dividir a los trabajadores en torno a cuestiones abstractas o de interés burgués, se apela en la misma cantidad a la lucha por un «feminismo de clase» –en sentido supuestamente proletario–. Esto es algo que con absoluta sinceridad reconozco que yo mismo he compartido hasta hace bien poco, pero mediante la autoformación me he podido dar cuenta de mi error, por lo que sirvan estas líneas a la vez a modo de autocrítica.

Históricamente se ha combatido desde el marxismo la «teoría feminista», en todas su variantes, pues es un movimiento de origen y naturaleza burgués, utilizado por las mujeres de las clases dominantes para obtener sus intereses de clase a costa de la explotación de los trabajadores, masculinos y femeninos. Jamás se ha reivindicado desde el movimiento comunista un «feminismo marxista o proletario», por la misma razón que no se ha reivindicado un «antirracismo marxista», un «ecologismo marxista», un «movimiento LGTB marxista» o un «antifascismo marxista», por ejemplo. 

El marxismo ya contiene en su teoría el análisis y solución a la problemática de la mujer trabajadora, por lo que es absurdo hacer una distinción de la cuestión femenina como si engendrara una ideología independiente al marxismo, agarrándolo como apellido para ser completada. El posmodernismo busca parcializar todas las luchas o problemáticas, separándolas de la lucha general de la clase trabajadora, para infectarlas de un interclasismo atroz. Reivindicar ese sin sentido del «feminismo de clase» no hace más que reforzar esa visión, en vez de intentar romper las metafísicas barreras que establece el posmodernismo fragmentándolo todo y devolver al marxismo la primacía general que le corresponde, como doctrina científica global. 

Esto está explicando detalladamente aquí:


Aún así, si la confusión a la hora de abordar la cuestión femenina quedara únicamente en algo terminológico, pudiera ser un error de menor calado. Pero no es así, hay otras cuestiones sobre este tema que me parecen aún más preocupantes.

Por un lado, se insta a dividir hasta dentro del partido a la militancia por razón de género, cómo si los problemas de la mujer no se pudieran resolver de manera colectiva. Esto lo critiqué en la última Conferencia de la JCE (m-l) y se me respondió alegando que en el PCUS también existía una sección femenina y que Stalin cometió el «error» de eliminarla. Si bien lo primero es cierto, creo que no se puede comparar de ninguna forma la situación psicológica y material de la mujer de principios del siglo XX con la actual, al menos en el caso de España. Que durante los primeros años de la Unión Soviética existiera esta sección se debía al enorme atraso de la mujer en aquella época. Cuando la mujer trabajadora se fue igualando al resto de sus compañeros masculinos, esta sección dejó de ser necesaria. Perpetuar esta división, y aún más en el seno del partido, cuando las condiciones materiales y subjetivas no lo exigen, es poner trabas al desarrollo de la revolución y a la resolución de la cuestión femenina. 

Pero lo más grosero aún, es la teoría –expuesta también en la última Conferencia– de que «hemos de aceptar que el marxismo-leninismo no puede responder y dar solución a todos los problemas de la mujer». Aquí es cuando su «feminismo de clase» deja totalmente de ser un error terminológico para mostrarse claramente como lo que es, una desviación del marxismo, la presunción de una ideología distinta a este, que separa la lucha de la clase obrera. ¿Se puede saber qué parte del problema específico de la mujer trabajadora no tiene su solución entrelazada con la implantación y desarrollo del socialismo?

Sobre esto, en el informe sobre la situación de la mujer que se me encargó escribir para la última Conferencia de la JCE(m-l), el cual, por cierto, fue leído a medias, omitiendo –intencionadamente o no– las partes más importantes, decía:

«Por muchos apelativos que nos puedan arrojar, tengamos siempre claro que el marxismo-leninismo es la única herramienta que puede llevar a la mujer hacia su emancipación, en contraposición con el posmodernismo y demás corrientes burguesas, que no hacen más que retrasar esta fecha.

Se nos podrá achacar que el machismo, la violencia de género, etc., es algo ajeno a la problemática de clase y que afecta a todas las mujeres sin excepción. Esto es absolutamente falso. ¿Acaso la mujer burguesa puede depender económicamente de su marido? ¿Acaso se puede transformar culturalmente la sociedad sin una educación totalmente gestionada y controlada por el Estado y alejada de las ideas y valores burgueses que no hacen más que infestar a nuestra juventud? ¿Acaso se puede acabar con la opresión de género sin acabar antes con la opresión y explotación del hombre por el hombre –en el sentido general de la palabra– de la que emana? Para construir una sociedad nueva es necesario acabar con la vieja, y eso es lo que pensamos hacer.

Opongamos la lucha de clases al interclasismo feminista, opongamos a la mujer obrera frente a mujeres como Patricia Botín o la Reina Letizia y liguemos la lucha de la mujer con la de la clase obrera en su conjunto, ya que sus objetivos son los mismos, el derrocamiento del capitalismo y el establecimiento del socialismo es una premisa sine qua non la liberación de la mujer es impensable».

Esto, comparado con las afirmaciones posmodernas que se hicieron después y que se han hecho en otras ocasiones, no tiene NADA que ver.

5. La cuestión nacional

Al igual que en el punto anterior, he de reconocer que yo mismo he defendido algunas de las teorías que expondré a continuación. Intentaré no extenderme demasiado en este punto, ya que en este artículo de Bitácora está perfectamente explicado: 


Y aquí sobre la cuestión nacional en España en general:


En primer lugar, aunque es cierto que el PCE (m-l) reconoce abiertamente el derecho a la autodeterminación de Cataluña, Euskadi y Galicia, al mismo tiempo se afirma que España es una nación, que existe una especie de «super nación» que engloba a las naciones catalana, gallega y vasca. Esto lo afirmaba hasta Elena Ódena, pero no por ello es menos falso.

Esta idea se mantiene en base a argumentos tan incoherentes como la existencia de «una historia revolucionaria común» u otros, que si bien nos dan motivos para la esperanza de un futuro de unión voluntaria y fraternal entre los diversos pueblos hispánicos, no pueden justificar ni la existencia de esa «super nación española» ni la no existencia de las naciones vasca, catalana y gallega, a pleno efecto y en absoluta igualdad con la castellana. Se confunde la cierta existencia de una nación opresora de otras –la castellana–, con la ficticia realidad de una especie de «supranación española», que sólo tiene cabida en los mejores sueños de los nacionalistas castellanos de ayer y hoy.

Con la claridad y determinación que se echa en falta en el PCE (m-l), Joan Comorera, en sintonía con la opinión de la Internacional Comunista, decía que España era un país multinacional y que «Es justo que el PCE defienda de manera resuelta y pública el derecho de Cataluña a separarse totalmente de España», mientras «es justo que el PSUC diga que en la reivindicación y ejecución de sus derechos nacionales, Cataluña ha de reafirmar su unión con los otros pueblos de España». Véase La línea nacional del PSUC, ponencia presentada en el Comité Central del PSUC y aprobada por el Secretariado de la Internacional Comunista en 1939.

De nada sirve defender formalmente el derecho a la autodeterminación si no se acepta que, para bien o para mal, existen en España cuatro naciones: la castellana, la gallega, la vasca y la catalana, que deben ser tratadas con total igualdad. Reconocer esto no significa darle alas a estos nacionalismos, no significa colocar la cuestión nacional por encima de la de clase, ni prescindir de trabajar por una unión sólida y voluntaria de todos los pueblos hispánicos en su lucha contra la burguesía. Significa reconocer a plenos efectos los derechos de las naciones oprimidas, única posición que puede permitirnos a los comunistas ligarnos a las masas catalanas, gallegas y vascas y desplazarlas del nacionalismo burgués, atrayéndolas hacia posiciones auténticamente revolucionarias, como consiguió hacer el PSUC de Comorera.

En cambio, en el último Congreso se llegó a decir que «debíamos llevar cuidado con converger con el nacionalismo catalán en movilizaciones y frentes de masas porque las masas [se entiende, las anticatalanas] nos podrían ver como «uno más de ellos [del nacionalismo]», causando su rechazo hacia nosotros». ¿Qué pretende el actual PCE (m-l) con estas posiciones? ¿Abandonar a su suerte a los trabajadores catalanes por miedo a ser criticado por el nacionalismo castellano? Resulta especialmente curiosas estas reticencias a confluir, aunque sea espacial y temporalmente con el nacionalismo catalán cuando, por el contrario, se exige a la militancia el mayor acercamiento y confluencia posible con las organizaciones revisionistas y socialdemócratas patrias, incluso si para ello se debe prescindir de la independencia y la confrontación del partido contra las tergiversaciones del marxismo-leninismo y la revolución.

6. Falta de unidad ideológica y de autocrítica

Dentro del partido existen diversas opiniones contrapuestas respecto a un amplio número de cuestiones –feminismo, Cuba, caracterización del Estado, etc.–. Sin embargo, los esfuerzos dedicados desde el partido para solucionar esto son prácticamente nulos, en gran parte porque no interesa enzarzarse en un debate que pueda suponer dar «demasiadas explicaciones». Es mejor, al parecer, mantener el eclecticismo ideológico y las diversas facciones, siempre y cuando no se opongan a la política oportunista y claudicadora de la dirección.

Por ejemplo, antes de la salida de Murcia, desde este territorio se mantenían unas posiciones lamentables sobre la caracterización del Estado español, afirmando que este era fascista, que tras la transición no hubo ningún cambio en este aspecto, etc., y nunca fueron confrontadas con la dureza que merecían. De hecho, es tal el batiburrillo ideológico del actual PCE (m-l) que hasta se pueden ver este tipo de declaraciones en boca de sus dirigentes. La sección de Cataluña dijo el 27 de noviembre de 2018 en un comentario público de sus redes sociales: «Repudiamos cualquier nacionalismo, pero debemos estar unidos contra cualquier estado fascista que lo reprime –como el Zar en la época de Lenin que llevó a cabo un proceso democrático-burgués–. Sería del más estilo reaccionario apoyar y dar justificación a la violencia y represión de la monarquía, cualquier acción que se cometa bajo intereses del pueblo y la nación». ¡Se compara la actual España con la Rusia del zar! ¡Pero a la vez estos militantes, como bien se dice en Bitácora (M-L), son los mismos que suben a Internet fotos e información personal de su militancia!


También en los debates del último Congreso se mostró como una gran parte de los militantes más veteranos compartían esta caracterización del Estado español como fascista, pero la réplica de la dirección del partido, como siempre, brilla por su ausencia. Es más, este tema no interesa zanjarlo, puesto que esta evocación fascista es utilizada directa o indirectamente, tal y como he criticado en el punto del republicanismo, para justificar la defensa de esa absurda «revolución democrática» de la «III República».

Definir al actual Estado de España como fascista por ser represivo y por ser herencia del franquismo, es eludir que la burguesía puede hacer cambios en su forma de dominación para amortiguar la lucha de clases y regularizar la situación. Hablar a la ligera de «Estado fascista» significa hablar como si las democracias burguesas no fueran también represivas y como si no pudieran heredar elementos de regímenes anteriores que son más reaccionarios. En conclusión, si la dirección permite que haya células o elementos que den voz a estas tesis erróneas e incomprensibles para las masas –que no van solo contra el marxismo-leninismo, sino contra la línea supuestamente oficial del partido– está mostrando que la unidad ideológica y la crítica y autocrítica no le preocupa lo suficiente.

Por otro lado, existe una enorme falta de autocrítica, tanto en cuestiones recientes como antiguas. En una de las recientes formaciones virtuales un asistente preguntó por los errores reconocidos del antiguo PCE (m-l) y la respuesta fue: «Ninguno, no nos equivocamos en nada». ¿Cómo puede decir eso un comunista, y más cuando se cometieron ciertos errores como la defensa de Mao en los primeros años, la concepción metafísica de que el franquismo no podía convertirse en una democracia burguesa, la adoración hasta el último minuto del régimen de Ramiz Alia, etc.? La autocrítica no hace a los comunistas menos comunistas, sino todo lo contrario. Pero lo más patético es que la única «autocrítica» que he escuchado durante mi militancia ha sido contra la política de denuncia feroz e intransigente del PCE (m-l) de Ódena, lo cual dice mucho de las intenciones de la actual cúpula. 

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Aún con todos los defectos expuestos en esta carta, el PCE (m-l) se autodibuja como el máximo defensor de las figuras de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Díaz, Ódena, Hoxha y tantos otros. Sin embargo, los marxistas-leninistas debemos diferenciar entre la mera palabrería pseudorevolucionaria y los hechos. Y lo cierto es que, por mucho que pese a algunos, la construcción del Partido Comunista Marxista-Leninista en España, desde el triunfo de la línea revisionista en el PCE (m-l) unos años antes de su disolución, es una tarea que sigue pendiente.

Tarea que no será fácil, pero que desde luego es honorable y absolutamente necesaria si queremos que algún día el proletariado pueda conquistar el poder político, establecer su dictadura y poner fin así a su explotación. Por ello, invito camaraderilmente a todo el que lea esta carta a difundirla y a ponerse en contacto conmigo, ya sea personalmente o de forma anónima mediante el correo que facilitaré a continuación, para debatir o trasladarme sus dudas o visión sin ningún compromiso.

Como he dicho al principio de la carta, sé de sobra que hay muchos militantes honrados en la JCE (m-l), que bien por el seguidismo, el amiguismo, la falta de formación o directamente por miedo, no se deciden a romper con el revisionismo de la organización. Pero a estos, decirles que la reorganización es totalmente posible y necesaria. Al final, la «honestidad» de cada uno se medirá por su coherencia con el marxismo-leninismo y por su valentía de no optar por el camino fácil y cómodo, sino por la única senda revolucionaria, que en este caso se separa del actual y artificial PCE (m-l).

Seguramente, tras esta carta, desde la dirección se arrojará sobre mí una infinidad de adjetivos despectivos –políticos y tal vez hasta personales–, con el fin de desprestigiar mis argumentos de forma totalmente falaz, sin dar siquiera una mínima contrargumentación. Tenéis a vuestra disposición no solo mi experiencia, sino también la vuestra para contrastarlo, además de una infinidad de obras y documentos, tanto del antiguo PCE (m-l) como de los clásicos del marxismo-leninismo, que refutan con claridad las teorías oportunistas y derechistas del actual PCE (m-l).

Estoy seguro de que, al igual que yo, muchos otros militantes compartís mis críticas o la mayor parte de ellas, aunque aún no os hayáis atrevido a manifestarlas en público y a romper orgánicamente con el revisionismo. Yo he pasado bastante tiempo en esa situación, hasta que esta se me hizo completamente insostenible, tanto por la experiencia como por mi progresiva formación. En definitiva, sin querer extenderme más, tiendo la mano a cualquiera que quiera transmitirme sus dudas e inquietudes.

Hay un ilusionante futuro por conquistar. Contacto: neim365@protonmail.com». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2020)

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Las secciones anteriores referidas a los problemas fraccionales serían:

El estudio sobre los problemas y desviaciones en la concepción militar serían:



Los evidentes errores en la línea y programa serían:



El miedo del PCE (m-l) a exponer al público las divergencias con otros partidos; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia mitos aún no refutados en el PCE (m-l) [Vietnam]; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


La falta de investigaciones históricas sobre el movimiento obrero nacional e internacional en el PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2019


Conatos en el PCE (m-l) de indiferencia en la posición sobre la cultura y la necesidad de imprimirle un sello de clase; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

La progresiva degeneración del PCE (m-l):



De la oposición al apoyo del PCE (m-l) a la Comunidad Económica Europea –actual Unión Europea–; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

Los 90 y el enamoramiento con el «socialismo de mercado»; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


El actual PCE (m-l) revisionista:

De nuevo la importancia del concepto de «partido» en el siglo XXI; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


La tendencia a centrar los esfuerzos en la canonizada Asamblea Constituyente como reflejo del legalismo burgués; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y promoción de figuras revisionistas en el ámbito nacional; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y de los intentos de fusionarse con otros revisionistas?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


La antigua lucha sin cuartel contra el revisionismo internacional no tiene nada que ver con el actual PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2020


«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el feminismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


El republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo de nuestra época; Equipo de Bitácora (M-L), 2020

Elena Ódena sobre el falso internacionalismo de los oportunistas alemanes Koch y Eggers; Equipo de Bitácora (M-L), 2019

Carta de Cese de militancia del Partido Comunista de España (marxista-leninista) en Elche; 2020

Réplicas sobre algunas distorsiones de la historia del PCE (m-l):


Respondiendo a algunos comentarios del renegado Lorenzo Peña sobre Elena Ódena y el PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2020

Lecciones de cara al futuro:

Conclusiones sobre la degeneración del PCE (m-l) y las lecciones a extraer por los revolucionarios; Equipo de Bitácora (M-L), 2020

1 comentario:

  1. Hola! Me gustaría que publicaras un análisis de alguna de las obras del filósofo italiano Domenico Losurdo (1941-2018).

    Saludos,
    Petrópolis/RJ
    Brasil

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