jueves, 18 de julio de 2019

El seguidismo, formalismo y doctrinarismo hacia mitos: Vietnam; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«La propia Elena Ódena, fustigando al doctrinarismo y su fenómeno dentro del movimiento marxista-leninista, decía:

«No nos cansaremos de repetir que la esencia misma del marxismo-leninismo es la aplicación concreta de nuestros principios y nuestra teoría a las situaciones concretas y a las condiciones específicas de cada lugar, con el fin de trazar una táctica y unas tareas prácticas en cada momento y coyuntura. Sólo así pueden los partidos marxista-leninistas, sobre la base del conocimiento concreto de la realidad específica de cada lugar, organizar a la clase obrera y a las masas populares en torno a la política y a las tareas revolucionarias que el partido ha de marcar en cada momento. (...) El fenómeno del doctrinarismo y el dogmatismo, es decir, de las tendencias a limitarse a enunciar y repetir o parafrasear toda una serie de fórmulas y principios generales sin dar una aplicación concreta en los distintos terrenos, si bien fueron ya combatidas y denunciadas en el pasado, tanto por Marx y Engels como por Lenin y Stalin, entre otros, se manifiestan hoy de uno u otro modo y con importancia desigual y en grado y formas distintas, en el movimiento comunista marxista-leninista. (...) Así, por ejemplo, una actitud doctrinaria y dogmática ante la lucha contra el revisionismo y en defensa de los principios, en abstracto, sólo en términos generales, impide a los marxista-leninistas abordar aspectos concretos en los distintos planos: en el organizativo, en el político, etc., y en el de los problemas concretos que tienen planteados la clase obrera y el pueblo trabajador». (Elena Ódena; Fortalecer en la práctica el marxismo-leninismo, exige acabar con el doctrinarismo y el dogmatismo, 1979)

En realidad el PCE (m-l) de aquella época no pudo escapar a estos esquemas, a esta enfermedad que tan bien describía Ódena. En el artículo «Marxismo-leninismo y revisionismo», se decía con total seguridad:

«¿Qué dicen los revisionistas acerca del Partido del Trabajo de Vietnam, que se mantiene fiel a los principios, con Ho a la cabeza? ¿Qué del coreano? Lo mismo ocurre con el Partido Comunista de Indonesia». (Vanguardia Obrera; Nº9 de 1966)

¿Cuál es la razón para que el PCE (m-l) dijese tales necedades? Por supuesto, hay que contar con que durante los años 60 ninguna de estas corrientes estaba desenmascarada como ahora. Varias nuevas agrupaciones que pretendían reagruparse frente a la traición revisionista caerían en severos errores ideológicos, esto fue debido: a) al seguidismo de lo formalmente aceptado por otros partidos; b) la falta de formación política como para desarrollar propios análisis; c) al hecho de dejarse deslumbrar precipitadamente por nuevos modelos para oponerse al jruschovismo. Estos errores dañarían el desarrollo revolucionario de los partidos, ya que tardarían años en desprenderse de su influencia, y en según que casos llegarían a influir seriamente en su médula espinal. Hablamos desde mitos de corta duración como la ilusión y el seguidismo de algunos revolucionarios marxista-leninistas hacia la Cuba castrista y guevarista, hasta que prontamente dicha revolución fue analizada, con lo que dicho mito solamente lograría consolidarse entre la militancia de corte revisionista como los tercermundistas y las bandas terroristas. Todo esto se puede constatar en la evolución de los escritos de  «Vanguardia Obrera» hacia Cuba, con un tono crítico que evoluciona rápidamente hasta la condena más absoluta. 

Pero también hablamos de mitos de larga duración como fue el caso del maoísmo, donde hubo un silencio cuando no una directa reproducción de sus aberrantes patrones, creándose una bola de nieve que para derribarla en años posteriores requeriría de un colosal esfuerzo por parte de los marxistas-leninistas.  

En la postura inicial favorable del PCE (m-l) sobre el juche coreano, creemos que influyó la propia postura del Partido del Trabajo de Albania (PTA), la cual que fue muy timorata hasta la condena final del régimen revisionista coreano en los 70. En la postura inicial favorable del PCE (m-l) sobre el juche coreano, creemos que influyó la propia postura del Partido del Trabajo de Albania (PTA), la cual que fue muy timorata hasta la condena final del régimen revisionista coreano en los 70. Véase el capítulo: «El PCE (m-l) y la cuestión albanesa».

Eso no le exonera de responsabilidades al PCE (m-l), sino que habla una vez más de su excesiva dependencia hacia el PTA en sus primeros años. No hemos visto pronunciación ni a favor ni en contra del régimen coreano durante mediados de los 70 en los «Vanguardia Obrera», o al menos nada muy extenso, pero es cabal pensar que el régimen ya no contase con las simpatías del partido, sobre todo tras la ruptura con el maoísmo. Para comprender la esencia del revisionismo coreano véase nuestro documento: «El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «pensamiento Juche» de 2015.

Sobre el Partido Comunista de Indonesia (PCI) el desconocimiento del PCE (m-l) es también absoluto. El PCI no solo había comulgado con desviaciones jruschovistas y luego maoístas, sino que ya en época de Stalin, pese a su enorme crecimiento en cuanto a militancia, lo cierto es que reinó una lucha fraccional que hizo imposible su consolidación ideológica. Véase nuestras anotaciones en el documento de Enver Hoxha: «El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de el los comunistas» de 1966.

Lo mismo ocurriría con los revisionistas vietnamitas, aunque este caso, Vietnam tenía particularidades muy especiales.

Podríamos citar innumerables artículos, pero solo pondremos como ejemplo el de Raúl Marco publicado en «Vanguardia Obrera»: «Los mandarines chinos, nuevos gendarmes de Asia» de 1979. Allí se hace una crítica más que merecida hacia la dirección china, pero se sufre de total indolencia respecto a la dirigencia vietnamita. El PCE (m-l) llevó una amplia publicación de la cuestión vietnamita, porque obviamente llevaría una larga lucha de liberación nacional, pero incluso en los años de esta lucha, no se ve ni una sola crítica a las tendencias de la dirigencia vietnamita. Posteriormente con la reunificación de Vietnam en 1975, podemos ver de nuevo que la postura del PCE (m-l) es de un franco seguidismo al mito que se fue creando desde los 60 sobre el Vietnam dirigido por el Partido Comunista de Vietnam (PCV).

No es nuestro objetivo convencer ahora al lector no versado sobre el tema de la cuestión del revisionismo en Vietnam. Para ello hay documentos más extensos centrados en esa temática que se puede consultar en nuestro medio: «Vietnam: la capitulación de Ginebra de 1954». 

Otro análisis más genérico sobre varias de las desviaciones de los revisionistas vietnamita sería el documento: «Crítica al documento «Sobre la construcción del Partido Comunista de Vietnam» de Miguel Urbano Rodrigues» de 2014.

¿Era realmente tan difícil detectar las desviaciones de los líderes vietnamitas? Para nada, no solo porque los escritos de Ho o Le Duam fueron conocidos mundialmente, sino porque además, en la época en que el PCE (m-l) criticaba al maoísmo, debería haber visto, que el maoísmo tuvo su reflejo en partidos como el vietnamita:

1) La idea de mantener una alianza inmutable con la burguesía nacional tanto en la etapa de liberación nacional como en la «construcción del socialismo», identificarla como una clase del pueblo y teorizando la posibilidad del «tránsito pacífico» de dicha clase explotadora al socialismo. 

2) La aceptación de la teoría militar de que el «campo debe cercar a las ciudades» descuidando o abandonando el trabajo en estas últimas y tomando al campesinado como la «clase revolucionaria y dirigente del proceso», ignorando a la clase obrera.

3) La idea de que el ideal a seguir no es el comunismo de la URSS, sino el liberalismo de EEUU, y que por tanto hay que buscar su reconocimiento político y su ayuda económica, mientras se aparenta frente a la URSS estar en la línea del comunismo internacional.

5) Reducir el rol del partido, rebajando los niveles de exigencia de origen social y nivel ideológico para su reclutamiento, llegando a considerar que la mera aceptación en la membresía del partido los convertía en proletarios; incluso disolviendo el partido y actuando mediante el frente nacional para contentar a las clases explotadoras y los imperialismos extranjeros.

6) La aceptación de la teoría de la «lucha de dos o más líneas» en el partido, con el consiguiente surgimiento de fraccionalismos y líneas internas en su momento: una prosoviética, otra prochina, etc., mientras se va creando un culto a la ideología nacional y sus líderes que al final lo domina todo y excluye al resto; 

7) El mantener una lucha coyuntural contra el revisionismo internacional: tanto yugoslavo, chino, soviético mediante cuestiones nacionalistas-oportunistas y no bajo principios ideológicos, con la consiguiente la conciliación e incluso contagio de las tesis tercermundistas de estos revisionismos, y cayendo indistintamente en la órbita de uno u otro según se terciase.

8) Poner la «agricultura como base de la economía» usando la ley del valor en la economía y solicitando créditos del extranjero como sustento del maltrecho sector público capitalista que da pérdidas.

9) Ser condescendiente con el pensamiento de las religiones y tradiciones reaccionarias nacionales, incluso pretender fundirlo con el marxismo-leninismo bajo la excusa de las particularidades nacionales.

10) Poner al ejército por delante del partido y crear una casta militar que decide quien sube y baja del organigrama del partido. 

¿En dónde se origina la condescendencia del PCE (m-l) respecto a las desviaciones de los líderes vietnamitas? Seguramente de las mismas fallas que tenía el Partido del Trabajo de Albania (PTA) en esa misma cuestión. Durante el periodo de lucha contra el jruschovismo los comunistas albaneses trataron de atraerse a los líderes vietnamitas. 

Inicialmente, los líderes vietnamitas, al igual que la mayoría de partidos comunistas aceptaron las resoluciones oportunistas del XXº Congreso del PCUS de 1956. Ho Chi Minh diría en un artículo publicado en el periódico soviético «Pravda»:

«Los importantes principios teóricos presentados por el XX Congreso del PCUS sobre la coexistencia pacífica entre países con diferentes sistemas sociales, sobre la posibilidad de evitar la guerra en la fase actual y sobre el carácter multiforme del periodo de transición hacia el socialismo en diversos países, todos estos principios han contribuido a la consolidación de las fuerzas de la paz, la democracia y el socialismo. (…) Con la severa crítica de los errores de Stalin y emprendiendo una lucha resuelta contra el culto a la personalidad, el XX Congreso del PCUS nos ha dado un brillante ejemplo de audacia política». (Ho Chi Minch; Consolidación y desarrollo de la unidad ideológica entre los partidos comunistas, 3 de agosto de 1956)

Y añadía con confianza que el nuevo sendero del jruschovismo y la justeza de su línea:

«En poco tiempo la historia lo demostrará». (Ho Chi Minch; Consolidación y desarrollo de la unidad ideológica entre los partidos comunistas, 3 de agosto de 1956)

Una vez destapado el jruschovismo a nivel global, consolidada la ruptura entre el marxismo-leninismo y el jruschovismo, el grupo vietnamita mantuvo una neutralidad manifiesta, pero a diferencia de otros dirigentes  y partidos, no siempre apoyaron todas las teorías o posturas jruschovistas, tampoco pasaron a atacar al PTA con virulencia y a base de calumnias como la mayoría de partidos. Las memorias de Enver Hoxha o del propio Jruschov, corroboran esto mismo. Pero una vez enfrentados el marxismo-leninismo y el revisionismo a campo abierto, una vez conocidas todas las fechorías y la línea que adoptaba el jruschovismo y que no cambiarían con Brézhnev, los vietnamitas ya no tenían excusas para seguir a la defensiva o adoptando una línea centrista entre los revolucionarios y los jruschovistas. Y sucedió entonces que en lugar de separarse de los revisionistas soviéticos, los dirigentes vietnamitas se sometieron a su tutelaje económico-político. Si el lector quiere ver el entramado que establecía por entonces la URSS socialimperialismo con sus países satélites, véase nuestra obra: «Algunas cuestiones económicas sobre la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y su carácter socialimperialista» de 2016.

Oficialmente, Vietnam se convertiría en un país prosoviético a todas luces, entraría en el Consejo de Ayuda Económica Mutua (CAME) en 1978, apoyaría a la URSS en la cuestión de Checoslovaquia en 1968, en Afganistán en 1979 y en sucesivos eventos sin criticismo alguno, sin analizar ni la política revisionista de los líderes soviéticos ni las consecuencias que sus lazos con el revisionismo soviético traían a los revolucionarios que admiraban a Vietnam por sus sucesivas luchas de liberación en el siglo XX contra franceses, japoneses y estadounidenses.

Exactamente esta evolución de titubeos y ciertas críticas iniciales hasta el sometimiento completo fue el camino que recorrieron otros países como es el caso de Corea del Norte. Enver Hoxha diría en 1964:

«Los revisionistas jruschovistas predican esa clase de «unidad» para combatir la auténtica unidad marxista-leninista, por la cual nosotros, marxista-leninistas, luchamos y lucharemos hasta el fin, alcanzándola con toda seguridad. Los revisionistas hablan de su «unidad», pero en el seno de esta «unidad» cada día más se desarrollan numerosas formas e ideas desintegradoras, centrífugas, que conducirán a la degeneración abierta de los pseudomarxistas, cualesquiera que sean las máscaras con que se encubran. La lucha heroica y consecuente de los marxistas-leninistas arrancará muchas máscaras. Si no es hoy, en un futuro próximo serán indudablemente desenmascaradas las maquinaciones de quienes quieren jugar el papel de centristas –alusión al Partido Comunista de Rumanía, al Partido Comunista del Japón y al Partido del Trabajo de Corea–, de quienes de palabra defienden los principios, pero de hecho los deforman al socaire de la «independencia», de las «condiciones específicas», y todo para disimular su alejamiento progresivo del marxismo-leninismo y de la unidad internacionalista de los marxista-leninistas en el mundo». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de él los comunistas, 11 de mayo de 1966)

¡Lo cierto es que esto era también aplicable a Vietnam!

El PTA tuvo una postura de crítica a los líderes vietnamitas por sus posturas en favor de la URSS jruschovista. Véase la conversación de Enver Hoxha con la delegación vietnamita recogida en sus obras completas titulada: «Si se configura una política marxista-leninista llevará hasta la victoria a cualquier nación sea un país grande o pequeño» del 16 de septiembre de 1968, donde se critican duramente las posturas prosoviéticas de los vietnamitas.

En la propia obra de Enver Hoxha «Reflexiones sobre China» de 1979 se puede ver que la posición vietnamita y sus relaciones tanto con los soviéticos, chinos como estadounidenses tampoco era una posición de principios, sino oportunista, intentando ganarse a unos y otros entre bastidores, con buenas sonrisas para todos según la coyuntura. Enver Hoxha calificaba en su diario a Vietnam de abiertamente «prosoviética»:

«A China no le gusta en absoluto el prosovietismo de Vietnam, Laos y Corea del Norte. Y en ello tiene razón. Pero a estos países tampoco les gusta en absoluto que China se muestre pronorteamericana. Ambas partes siguen una política que no es de principios, que no es de clase, que no es marxista-leninista. Sus actitudes son oportunistas y están preñadas de peligros para todos». (Enver Hoxha; La política China carece de eje proletario; Reflexiones sobre China, Tomo II, 31 de julio de 1975)

Cuanto más tiempo pasaba más evidente era que los líderes vietnamitas no tenían intención de tomar una línea revolucionaria. Pero conforme pasaban los años se puede decir que la postura albanesa fue francamente ambivalente y en ocasiones hasta oportunista sobre la cuestión vietnamita. Véase el artículo de Zëri i Popullit: «¡Fuera las manos imperialistas de Vietnam!» de 1978, que es un alegato de defensa de Vietnam sin critica alguna hacia la política interna o externa de los revisionistas.

En el artículo de «Zëri i Popullit» de 1979 al menos se dice:

«Nosotros los albaneses podemos hacer las siguientes críticas a los vietnamitas y nosotros siempre se las hemos hecho saber: ni en el momento de la guerra contra los estadounidenses ni en el tiempo presente una alianza con los socialimperialistas soviéticos o cualquier otro Estado imperialista ni su unión al Consejo Económico de Ayuda Mutua (CAME) son justificables». (Zëri i Popullit; El liderazgo chino con Deng Xiaoping a la cabeza ha lanzado un ataque militar contra Vietnam, 21 de febrero de 1979)

En las obras completas de Enver Hoxha en albanés hay varios comentarios donde por ejemplo condena el Tratado de Amistad y Cooperación Mutua soviético-vietnamita de 1978 y relata la crítica realizada a los vietnamitas sobre el tema. En ese mismo artículo titulado se dice:

«Ahora los vietnamitas están conectados con los soviéticos». (Enver Hoxha; La derrota de los revisionistas chinos 7 de enero de 1979)

Pero deja entrever que tiene esperanza de que los vietnamitas no se dejen intimidar como el resto de revisionistas de Europa Oriental:

«Por lo que han sufrido». (Enver Hoxha; La derrota de los revisionistas chinos 7 de enero de 1979)

Un argumento algo sentimental sin duda. Después anota que en caso de no ser así:

«No cerraremos la boca». (Enver Hoxha; La derrota de los revisionistas chinos 7 de enero de 1979)

He aquí un error entre dirigencia de un país y su pueblo, pues hay que:

«Diferenciar con toda nitidez los intereses de las clases oprimidas, de los trabajadores, de los explotados y el concepto general de los intereses de toda la nación en su conjunto, que no es más que la expresión de los intereses de la clase dominante». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Primer esbozo de las tesis sobre los problemas nacional y colonial –para el IIº Congreso de la Internacional Comunista–, 5 de junio de 1920)

Lo cierto es que el camino de degeneración de los vietnamitas fue todavía más acelerado, pero lejos de denunciarlo públicamente jamás hubo un análisis global de la historia del PCV ni de las desviaciones presentes.

El PTA mantuvo públicamente una posición correcta sobre las dispuestas entre Vietnam y Camboya que darían pie a la invasión del primero sobre el segundo en 1978, y el posterior ataque de China sobre Vietnam como «castigo» por invadir a su aliado:

«La postura de la Albania Socialista fue, y el mundo es testigo de ello, que los desacuerdos entre dos países vecinos debían ser resueltos mediante conversaciones y sin la interferencia de los socialimperialistas chinos o soviéticos». (Zëri i Popullit; El liderazgo chino con Deng Xiaoping a la cabeza ha lanzado un ataque militar contra Vietnam, 21 de febrero de 1979)

Pero infravaloraba la política nacionalista y expansionista de Vietnam:

«Los líderes chinos están tratando de encubrir el acto agresivo que emprendieron contra Vietnam con el absurdo pretexto de que Vietnam está buscando «hegemonía a pequeña escala», pensando que de esta manera serán excusados por la hegemonía a gran escala de China. (…) El que no apoya a Vietnam hoy apoya a los belicistas». (Zëri i Popullit; El liderazgo chino con Deng Xiaoping a la cabeza ha lanzado un ataque militar contra Vietnam, 21 de febrero de 1979)

Vietnam en lo sucesivo sería una marioneta de la política exterior de la URSS y a posteriori lo sería de EEUU y del FMI, por lo tanto no era garantía de ser un país pacífico ni podía mantener relaciones de respeto con sus vecinos, porque las burguesías nacionales no pueden garantizar tal cosa, tan simple como eso.

Al menos durante 1981 Enver Hoxha públicamente exhortaría a que Camboya, ocupada por las tropas vietnamitas, decidiera su futuro sin intervención externa:

«En cuanto a Camboya, nuestro partido y nuestro Estado han condenado las sanguinarias acciones de la camarilla de Pol Pot, instrumento de los socialimperialistas chinos. Deseamos al pueblo camboyano que supere lo antes posible las dificultades con que se enfrenta, y decida por sí mismo, en plena libertad y sin ninguna «tutela», su suerte y su futuro». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

Años después, en 1982, ante los delegados vietnamitas, Enver Hoxha alaba la retirada de ciertas tropas vietnamitas de Camboya para que se cumpliera el derecho de cada país a disponer de su destino, pero justificaba dicha ocupación desde 1978 bajo el pretexto del carácter reaccionario del régimen de los jemeres rojos de Pol Pot y sus provocaciones constantes en la frontera:

«Cumpliendo rigurosamente los principios del innegable derecho de los pueblos y naciones a ser completamente libres e independientes para decidir por sí mismos, sin ninguna intervención desde el exterior, de sus destinos, el PTA aprecia la retirada de algunas tropas de Camboya que Vietnam había enviado, bajo condiciones específicas, a liquidar un foco peligroso creado por la banda criminal de Pol Pot para su libertad y su independencia. Esperamos que este proceso continúe y que en un breve periodo Camboya con su gobierno fortalezca la unidad del pueblo y supere las dificultades que enfrenta». (Boletín de información de la Agencia Telegráfica Albanesa, 11-14 de mayo de 1982)

Declarar esto era similar a aceptar que Vietnam no tenía propósitos nacionalistas y expansionistas sobre Camboya y toda Indochina. Incluso si pensásemos que Vietnam era socialista aceptar este acto sería como aceptar que «se exportase la revolución» como precisamente Enver Hoxha había criticado en 1968 ante los delegados vietnamitas que justificaban la invasión soviética sobre Checoslovaquia «por el bien del socialismo». Por supuesto, en medio de todo esto bendecir este acto significaba suponer que Vietnam no dependía ni estaba siendo manipulada por la URSS socialimperialista cuando realizaba dicha ocupación, la cual recordemos no finalizaría hasta 1989, lo que certifica que la intención de Vietnam no era simplemente pacificar el territorio para defenderse, sino establecer un control sobre el país, seguramente tener un puesto avanzado para crecer hacia otras zonas de Asia si era preciso o si las circunstancias lo requerían en un futuro.

Si analizamos la Guerra camboyano-vietnamita (1978-1989) hablamos de la pugna de dos países revisionistas fustigada por los socialimperialistas –URSS y China–. No podemos apoyar ni siquiera pasivamente a uno u otro bando porque una camarilla reaccionaria sea peor que la otra. 

El problema en 1978, era que el PTA no había investigado ni analizado la propia esencia del revisionismo vietnamita –uno precisamente de origen maoísta, y posteriormente entremezclado con el jruschovismo–, por lo que pensó que estaba apoyando a un país socialista con ciertas desviaciones y presiones de terceros –la URSS socialimperailista– frente a otro país capitalista-revisionista altamente reaccionario y totalmente manejado por un tercero –China socialimperailista–. A esto puede añadirse un sentimentalismo-pragmatismo los dirigentes albaneses a la hora de evaluar a un país [Vietnam] que además recordemos, había manteando siempre sus acuerdos con Albania tanto tras la ruptura de ella con la URSS como con China, por lo que las cuestiones de Estado pesaron y mucho. Algo que no tiene justificación.

¿Cuál debía de ser la postura marxista-leninista sobre las guerras?:

«Al igual que ocurre en relación con la cuestión de la violencia y la lucha armada, la burguesía en el poder y los oportunistas socialdemócratas, y otros, ocultan tras toda una serie de oscuras y confusas explicaciones y «razones», las verdaderas causas de las guerras y, sobre todo, los sórdidos intereses que las desencadenan. Nos referimos, claro está, a las guerras entre estados capitalistas, es decir, a las guerras imperialistas. Porque, al igual que hay distintas clases de violencia, hay también, por supuesto, distintas clases de guerras.

Desde el punto de vista del marxismo-leninismo y del materialismo histórico, para descubrir la naturaleza de una guerra y saber qué actitud adoptar hacia ella, es preciso analizar las causas reales que la desencadenan, cuáles son las clases causantes de ella y a quién interesa la misma. Para esclarecer estas cuestiones y, puesto que la guerra es la continuación de la política, es imprescindible analizar la política que precedió a la guerra y la política que condujo a la guerra. Si se trata de dos o más estados cuya política y sistema es imperialista, es decir, explotador y expansionista, entonces la guerra desencadenada por esa política es una guerra imperialista, es una guerra injusta, en la que no sólo nada tienen que ganar las masas populares, sino que además, los pueblos de una y otra parte, son víctimas de una horrible matanza y de indecibles sufrimientos en aras de los sórdidos intereses del imperialismo, que busca modificar la situación mundial existente en beneficio propio. Este tipo de guerras, y la demagogia patriotera en torno a ellas, por parte de la reacción y sus colaboradores, es preciso denunciarlas y condenarlas con la mayor energía.

Si, por el contrario, la guerra se desencadena como resultado de la lucha de clases, de liberación nacional o social de un pueblo, de un movimiento popular de masas, entonces se trata de una guerra justa, de una guerra de liberación nacional y social.

La actitud de los marxista-leninistas ante la guerra imperialista siempre ha sido la de aprovechar cualquier guerra imperialista en favor de la revolución y combatir toda actitud chovinista, conciliadora con la propia burguesía y denunciar cualquier apoyo a una guerra que significa la matanza de miles y miles de seres para defender los intereses de los explotadores y opresores bajo el pretexto de «defender la patria». (Elena Ódena; El marxismo, la lucha armada y la violencia revolucionaria y las guerras, 1979)

El PCE (m-l) demostraría una enorme personalidad al tomar una postura diferente al PTA y totalmente correcta sobre la Guerra de Vietnam con Camboya de 1978. En su artículo «Pugna interimperialista en Camboya» hizo una radiografía mucho más contundente y acertada de la esencia del conflicto y del carácter de ambos bandos de la que hicieron los comunistas albaneses:

«La reciente ofensiva de las tropas vietnamitas que ocupan Camboya desde 1978, contra las guerrillas del Frente para la Liberación del Pueblo Jemer, ha vuelto a poner en primer plano en este país la guerra y las matanzas.

El citado Frente forma parte, junto con los seguidores del derrocado Sihanuk y con los llamados Jemeres Rojos, anteriormente en el poder bajo la dirección alucinante y sangrienta de Pol Pot, del llamado Gobierno de la Coalición de Kampuchea Democrática, que cuenta con el apoyo de EEUU, China y Tailandia.

Vietnam por su parte, y el actual gobierno camboyano implantado por sus tropas, cuentan con el apoyo de la URSS.

Estos pueblos el vietnamita y el camboyano, en su heroica lucha, primero contra el imperialismo francés y después contra el imperialismo yanqui, contaron con la simpatía y la solidaridad de todos los pueblos del mundo, de todos los demócratas y revolucionarios, se ven hoy envueltos en una guerra manipulada y repugnante, cuyos hilos son movidos y dirigidos por los diversos imperialismos que pugnan por el control de la zona dada su importancia estratégico militar de cara al conjunto de Asia.

El revisionismo vietnamita, con sus componentes de ultranacionalismo y expansionismo, empujado y movido por el socialimperialismo ruso, pretende estabilizar su control sobre Camboya, en base al control militar y al descrédito del antiguo régimen prochino de Pol Pot, que sumergió al país en un demencial baño de sangre.

Por otro lado el imperialismo yanqui, que domina a la vecina Tailandia, apoya y arma a una parte de la Coalición de Kampuchea, codo a codo y en estrecha alianza con China, que apoya y arma a la otra parte, los llamados Jemeres Rojos, a los que, años atrás, bombardeaban los aviones estadounidenses.

En definitiva un conflicto entre el imperialismo yanqui y el ruso, por países interpuestos, y con la participación de una China aspirante a superpotencia, agresiva e intervencionista, y un Vietnam, ayer heroico, y hoy imbuido de nacionalismo y expansionismo.

Los pueblos de estos países –Camboya y Vietnam– que tanto lucharon y sufrieron en el pasado por su liberación, no han conseguido hoy ni la victoria ni la paz, escamoteadas ambas por unos dirigentes oportunistas y nacionalistas sometidos a las pugnas de las superpotencias». (Vanguardia Obrera; Nº 490, 1985)

El PTA cosechó grandes relaciones de amistad con el PCV como puede verse precisamente en la invitación al VIIIº Congreso del PTA de 1981, el último con Enver Hoxha en vida. En el IVº Congreso del PTA de 1961 todavía podría tener algo de sentido la invitación a los «camaradas vietnamitas», para intentar atraerlos al redil revolucionario, pero para 1981, estaba más que claro que ni estaban ni se les esperaba.

El mito de la «Vietnam Socialista» fue promovido por el PTA afectando a su vez a otros partidos y grupos marxista-leninistas. Por ejemplo, el grupo francés «L’ emancipation» que tan excelentes análisis internacionales realizaban, en el caso de Vietnam estuvieron igual de miopes como los marxista-leninistas albaneses. De hecho en su Nº 8 de mayo de 1983 publicaron este vergonzante comunicado albano-vietnamita:

«Estamos convencidos, continuó el camarada Enver Hoxha, de que en todo momento y en cualquier situación el pueblo vietnamita, su pueblo y su gobierno salvaguardaran firmemente las victorias obtenidas en la lucha contra el imperialismo y que combatirán por edificar el socialismo a la manera marxista-leninista y contra el revisionismo moderno, abierto o enmascarado». (Boletín de información de la Agencia Telegráfica Albanesa, 11-14 de mayo de 1982)

No se puede pretender que un país que en palabras de los albaneses estaban maniatados por los socialimperialistas soviéticos estaba construyendo a su vez el socialismo, ¡luchando contra el revisionismo! Esto es una contradicción manifiesta. Como los albaneses escribieron varias veces, la paciencia tiene un límite, y no se ayuda a un pueblo ocultando las faltas de sus líderes.

Incluso: que los albaneses ignorasen parte de las desviaciones vietnamitas o que las conociesen y las ocultasen, no les exime de este error, mucho menos en 1982 con todo lo que se conocía públicamente para entonces de Vietnam. Ni en vida de Enver Hoxha ni por supuesto después con Ramiz Alia, el PTA emitió un veredicto real y revolucionario de lo que era la dirigencia vietnamita.

No creemos que los líderes albaneses tuviesen un desconocimiento de la esencia revisionista de los líderes vietnamitas llegados los años 80, porque existía documentación suficiente. Ni siquiera cuando Vietnam decidió entrar bajo la dirección del capital del imperialismo occidental y del propio FMI la dirección albanesa alzó la voz.

Consideramos que la única explicación plausible es que debido a las dificultades del momento de esa década se adoptara una posición pragmática en beneficio de mantener a toda costa las relaciones diplomáticas y comerciales con Vietnam, pero a su vez era una línea que trabajó claramente en detrimento de la causa revolucionaria internacional, no criticando y desenmascarando profundamente al revisionismo vietnamita como demandaban los hechos. Estamos seguros además, que esta permisividad contra el revisionismo internacional, redundaría en todas las cuestiones nacionales e internacionales, que serían aprovechados para profundizar este pragmatismo en años siguientes. 

El PTA adoptó una posición oportunista injustificable:

«Algunos camaradas piensan que, si lo exigieran los intereses de la Unión Soviética, los partidos comunistas del Occidente deberían adoptar una política derechista. No estoy de acuerdo con eso, camaradas. Debo decir, que tal posición es totalmente incompatible con los principios que nos sirven de guía a nosotros los camaradas rusos, en nuestro trabajo. No puede concebir jamás que se dé jamás el caso de que los intereses de nuestra República Soviética exijan de nuestros partidos hermanos desviaciones hacia la derecha. Pues, ¿qué significa practicar una política derechista? Significa traicionar, de un modo u otro, los intereses de la clase obrera. No puedo concebir que los intereses de la Unión Soviética puedan exigir de nuestros partidos hermanos la traición a los intereses de la clase obrera, ni siquiera por un segundo. No puedo concebir que los intereses de nuestra república, base del movimiento revolucionario proletario en el mundo entero, no exijan el máximo espíritu revolucionario y la máxima actividad de los obreros del Occidente, sino el descenso de su actividad, el atenuamiento de su espíritu revolucionario. Tal supuesto es ofensivo para nosotros». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Discurso en la comisión alemana en el VIº Pleno ampliado del Comité Ejecutivo la Internacional Comunista, 1926)

Este defecto de los comunistas albaneses era algo que se arrastra en el movimiento comunista desde hace tiempo. Durante los años 30, 40 o 50 se pueden constatar claros casos de silencio o de directa aprobación de parte de la dirigencia soviética sobre teorías y prácticas «heterodoxas» en lo político, económico y cultural, que luego serían tachadas de derechistas, oportunistas y revisionistas tanto en lo respectivo a otros partidos comunistas –especulaciones sobre el carácter y desarrollo de las democracias populares 1944-1948– como en el propio PCUS –el caso de Varga en 1946, caso Voznesensky en 1949–. Otras veces se dejarían atrás los errores sin realizar ninguna reflexión o nada más allá de una leve autocrítica –la influencia de Thälmann y otros teóricos de la Internacional Comunista en las tácticas antifascistas–, o de autocríticas que quedaban luego sobre papel mojado –franceses e italianos en la primera Conferencia de la Kominform de 1947–. De hecho, como hemos documentado en varias ocasiones, en el interior de la URSS durante aquellos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), hubo una fuerte lucha campos como la literatura, filosofía o la economía, donde se aceptaban obras, opiniones y prácticas que después de varias reflexiones y debates serían tachadas tiempo más tarde de graves errores. El hecho de que fuese la propia dirigencia soviética quién criticase y pusiese fin a estos desmanes ideológicos, como hizo en muchas ocasiones Stalin, no significa que debamos ser condescendientes con la tardanza en reaccionar o en haber aprobado tales desviaciones durante un tiempo. Por tanto no todo fue idílico ni somos aduladores de las figuras revolucionarias que admiramos, ya que las admiramos por su balance general positivo, lo que no exime de criticar lo que consideramos que se pudo hacer mejor. Un gran documento que alberga mucha –aunque no toda– de la documentación sobre los temas mencionados, sería el artículo de Worker’s Advodate: «En defensa del marxismo-leninismo» de 1984.

Volviendo al tema. A mediados de los 80 el PCE (m-l) a diferencia del PTA empezó a esgrimir críticas sobre Vietnam, colocando al partido dirigente del país al mismo nivel que los partidos revisionistas de China y Corea del Norte:

«Los partidos comunistas de Asia tuvieron un gran desarrollo a lo largo de la II Guerra Mundial en lucha abierta contra el imperialismo japonés. Al acabar aquella, los imperialistas estadounidenses pretendieron mantener en estos países el viejo régimen semicolonial o colonial sin ninguna modificación y sin aceptar las reformas democráticas que se habían logrado en los países europeos tras la lucha contra el nazifascismo. En estas condiciones los comunistas vietnamitas, coreanos, chinos y otros se vieron forzados a seguir el combate contra el imperialismo estadounidense, francés o sus agentes. Pero estos partidos también se habían impregnado, en el curso de la lucha, de ideas y concepciones no marxistas, nacionalistas, y sus líderes, si bien estaban animados de espíritu patriótico y revolucionario estaban minados y caerían en posiciones populistas, nacionalistas, confusas y revisionistas, que en esta fase no aparecerían claramente pero que se manifestaron posteriormente». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del PCE (m-l), 1985)

No hemos encontrado ningún análisis más concreto del PCE (m-l) sobre la experiencia vietnamita. Lo que parece indicar que una vez más dejaron una cuestión tan importante en un par de declaraciones formales, resolviendo la cuestión comparando a Vietnam con la experiencia de otros países asiáticos que también se enrolaron por el camino revisionista sin analizar las características específicas de dicho revisionismo. Pero al menos el PCE (m-l) se distanció de corear a bombo y platillo al país como «socialista» y «antiimperialista» como hacían los partidos revisionistas de cualquier parte del mundo.

La verdad es que todos los dirigentes albaneses incluyendo Enver Hoxha pecaron de blandos a la hora de exponer a los dirigentes vietnamitas y su línea política, sobre todo teniendo en cuenta, las experiencias previas con el titoismo, el jruschovismo y el maoísmo en cuanto a tener excesiva paciencia con sus líderes oportunistas y no atacarlos en público pese a las hondas diferencias. Este error mayúsculo en la cuestión vietnamita nos sorprende debido a que los albaneses estuvieron a la vanguardia de la lucha y desenmascaramiento mundial de las corrientes encuadradas en el revisionismo moderno.

«Como nos enseñan los clásicos del marxismo-leninismo y toda la experiencia del movimiento comunista, el único camino justo es responder al desafío de los revisionistas con la unidad de las fuerzas de los marxistas-leninistas, con una resuelta e intransigente lucha contra los renegados revisionistas. A los golpes y a las presiones de los revisionistas, internos y externos, no se les pueden hacer frente siguiendo una línea centrista, vacilante, ni tampoco preocupándose solamente por conservar una unidad falsa y formal. Al partido no se le puede salvar, con lamentaciones ni se le debe sacrificar para salvaguardar el «prestigio» de alguien, en un momento en que este «prestigio» se está explotando sin escrúpulos para enterrar la gran causa de la clase obrera y del socialismo». (Enver Hoxha; Los revisionistas modernos en el camino de la degeneración socialdemócrata y su fusión con la socialdemocracia, 1964)

El mismo PTA y el PCE (m-l) deberían haber aplicado ese mismo rasero revolucionario con la cuestión de Vietnam y sus dirigentes desde el principio. La diferencia es resaltar que el PCE (m-l) tuvo la gallardía de salir al paso contra el revisionismo vietnamita incluso en contra de la línea del PTA, aunque con material escaso». (Equipo de Bitácora (M-L)Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

Las secciones anteriores referidas a los problemas fraccionales serían:




La importante fracción de 1981 en el PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2019

El estudio sobre los problemas y desviaciones en la concepción militar serían:




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