«Hoy todavía no son pocos los que se empeñan en buscar en el PTA un «historial antirevisionista» impecable en todo momento y lugar. Pero tratar de hallar tal pretensión de pureza es simplemente una quimera. Esto supondría que la gente nunca se equivoca y actúa al máximo de sus capacidades, mientras sus homólogos también serían algo así como «superhombres» que pueden con todo, lo cual es ridículo. Esto nunca ocurrió con Enver Hoxha, como tampoco con ninguno de sus predecesores ni discípulos, por más sabios y prudentes que sean. En la resolución de cualquier tarea siempre habrá lagunas, campos del conocimiento sin explorar, malas valoraciones, tanto en el presente como en el pasado. Esto no significa que sea imposible para el individuo la búsqueda de una actividad consecuente. Sin embargo, animamos al lector a que se cuide y sospeche de todo aquel revolucionario que no sabe hallar falencias en sus referentes ni en su mismo, puesto que supone que su nivel de ignorancia, sentimentalismo o narcisismo es demasiado alto como para ser tomado en serio. Véase el capítulo: «Entonces, ¿nunca ha coqueteado el marxismo-leninismo con nociones mecanicistas, místicas o evolucionistas?» (2022).
Seguramente, todo el mundo conocerá el famoso informe principal al VIIIº Congreso del PTA (1981) de Enver Hoxha donde este realizaba una radiografía muy precisa sobre el carácter del revisionismo soviético, chino, yugoslavo y eurocomunista. El PTA dedicó conferencias y campañas en sus periódicos, revistas, libros y radio para ampliar o matizar la información sobre cada uno, ¿pero esta «línea antirevisionista» siempre se mantuvo sin fisuras, como algunos siempre han creído? En absoluto. En esta sección repasaremos las posturas iniciales de los albaneses en relación a eventos de importancia. Los subcapítulos a desglosar serán los siguientes:
I. Unas notas preliminares sobre la lucha de los albaneses contra el revisionismo;
II. El PTA y su reacción a la rehabilitación del titoísmo (1954);
III. El PTA y su reacción ante la tesis del XXº Congreso (1956) y el «informe secreto»
IV. El PTA y la cuestión del «Grupo Antipartido» en el PCUS (1957);
V. El PTA y su papel en las conferencias internacionales de los 81 partidos (1957 y 1960);
VI. El PTA y el «Pensamiento Juche» (1955);
VII. La denuncia del «Pensamiento Mao Zedong» (1978);
VIII. El PTA y otras graves incoherencias de su política exterior (1976-84);
IX. Vincent Gouysse y Roberto Vaquero: del fanatismo a la deserción.
Anexo: Reflexiones sobre los vínculos del «stalinismo» (1925-1953) con el «jruschovismo». (1954-1964)

Unas notas preliminares sobre la lucha de los albaneses contra el revisionismo
Esta sección, que cubre especialmente los años 1953-78, debe ser vista por el lector como una parte del todo, ¿a qué nos referimos? A que para entender todo el cuadro general de las deficiencias del PTA en la lucha contra el revisionismo o la caída de su régimen es necesario que el lector continúe después con los capítulos siguientes sobre política exterior, política cultural o política económica, ya que estos muestran los zigzagueos e inconsistencias que en lo sucesivo el PTA seguiría cometiendo entre 1979-91.
Es clarividente que esta inconstancia del PTA en la lucha contra el revisionismo se reflejó en varios aspectos clave: a) como no ser capaz de percatarse a tiempo de traiciones consumadas −cuando ya se habían experimentado otras similares−; b) no ser contundente ante tales evidencias ni manifestarlo en público −por miedo a posibles campañas de intoxicación, bloqueos económicos o represarías militares−; c) contentarse con aceptar de las excusas y fórmulas estereotipadas de terceros −por parte de Tito, Jruschov o Mao−, evitando profundizar en los hechos concretos, como si las cosas se fueran a resolver mágicamente, yendo muchas veces a la zaga de los acontecimientos; d) tropezar una y otra vez con tendencias ya superadas −como las ilusiones sobre el carácter de los países del «segundo y tercer mundo»− regalando todo tipo de gestos y discursos conciliatorios. Este tipo de comportamientos no deben volver a repetirse, por lo que iremos desglosando su trasfondo con paciencia, tema a tema.
Huelga comentar que estos defectos tuvieron una incidencia directa y muy severa en la formación de los partidos proalbaneses de América, Europa o África. El erigirse bajo estas costumbres y tradición tuvo notables méritos pero fue insuficiente para conseguir la hegemonía entre los trabajadores: estos vicios y carencias no solo supuso disminuir o barrer el apoyo efectivo de elementos avanzados que pudieran ser susceptibles de sumar a su causa, sino que indirectamente debilitó la lucha efectiva contra la gran cantidad de grupos revisionistas que en ese momento enfrentaban estos partidos proalbaneses −y que en la mayoría de casos contaban con mayor experiencia, financiación y astucia−. Dicho de otro modo, las torpezas y errores no forzados causaron a la larga una desmoralización y falta de orientación entre su propia militancia que puso en bandeja de plata para que sus rivales se mantuviesen en pie o creciesen en detrimento de aquellos que en teoría debían desenmascararlos y ser superarles en todo lo importante.
Este capítulo y los siguientes corroborarán una vez más que el hecho de no acaudalar unos principios bien definidos sobre el revisionismo −o de conocerlos perfectamente, pero no aplicarlos llegados la hora− dinamita toda posible unidad del movimiento revolucionario, como ocurrió precisamente con los partidos proalbaneses de los años 70 y 80, cuyos resultados no hace falta que sean comentados aquí, ya que hoy día el público general apenas sabe o recuerda nada de estos grupos, puesto que sus resultados no pocas palidecen en comparación de sus predecesores.
Por este motivo, no nada hay peor que tratar de ignorar las derrotas de los movimientos pasados como si nada importasen; o peor, tratar de silenciar la crítica constructiva con pretextos ridículos de que supone «vulnerar el honor» de los que ya no están:
«[Marx] se entregó al desarrollo intelectual de la clase obrera que, con casi total seguridad, sería resultado de la acción combinada y la discusión mutua. Los propios eventos y vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas incluso más que las victorias, no pudieron evitar recordar a los hombres la insuficiencia de sus panaceas preferidas, y pavimentar el camino para una comprensión más completa de las verdaderas condiciones de la emancipación de la clase trabajadora». (Friedrich Engels; Prólogo a la edición rusa del Manifiesto Comunista, 1882)