«En el primer período del movimiento de masas (1896-1898), los militantes locales intentan publicar un órgano destinado a toda Rusia: Rabóchaya Gazeta; en el período siguiente (1898-1900), el movimiento da un gigantesco paso adelante, pero los órganos locales absorben totalmente la atención de los dirigentes. Si se hace un recuento de todos esos órganos locales, resultará por término medio un número al mes. ¿No es esto una prueba evidente del primitivismo de nuestros métodos de trabajo? ¿No demuestra eso de manera fehaciente el atraso que nuestra organización revolucionaria lleva del avance espontáneo del movimiento? Si se hubiera publicado la misma cantidad de números de periódicos por una organización única, y no por grupos locales dispersos, no sólo habríamos ahorrado una inmensidad de fuerzas, sino asegurado a nuestro trabajo infinitamente más estabilidad y continuidad. Olvidan con demasiada frecuencia este sencillo razonamiento tanto los militantes dedicados a las labores prácticas, que trabajan activamente de manera casi exclusiva en los órganos locales –por desgracia, en la inmensa mayoría de los casos, la situación no ha cambiado–, como los publicistas que muestran en esta cuestión asombroso quijotismo. (...) No se constriñan al principio indiscutible, pero demasiado abstracto, de la utilidad de los periódicos locales en general; tengan, además, el valor de reconocer francamente sus lados negativos, puestos de manifiesto en dos años y medio de experiencia. Esta experiencia demuestra que, en nuestras condiciones, los periódicos locales resultan en la mayoría de los casos vacilantes en los principios y faltos de importancia política. (...) Un buen mecanismo clandestino de imprenta exige una buena preparación profesional de los revolucionarios y la más consecuente división del trabajo, y estas dos condiciones son de todo punto irrealizables en una organización local aislada, por mucha fuerza que reúna en un momento dado. (...) El predomino de la prensa local sobre la central es síntoma de penuria o de lujo. De penuria, cuando el movimiento no ha cobrado todavía fuerzas para un trabajo a gran escala, cuando aún vegeta en medio del primitivismo y casi se ahoga «en las pequeñeces de la vida fabril». De lujo, cuando el movimiento ha podido ya plenamente con la tarea de las denuncias en todos los sentidos y de la agitación en todos los sentidos, de modo que, además del órgano central, se hacen necesarios numerosos órganos locales. (...) Nadiezhdin no está de acuerdo y dice: «Iskra cree que el pueblo se reunirá y organizará en torno a ese periódico en el trabajo para él. ¡Pero si le es mucho más fácil reunirse y organizarse en torno a una labor más concreta!» Así, así: «más fácil reunirse y organizarse en torno a una labor más concreta». Dice el refrán: «Agua que no has de beber, déjala correr». Pero hay gentes que no sienten reparo en beber agua en la que ya se ha escupido. ¡Qué de infamias no habrán dicho nuestros excelentes «críticos» legales «del marxismo» y admiradores ilegales de Rabóchaya Mysl en nombre de este mayor concretamiento! ¡Hasta qué punto coartan todo nuestro movimiento nuestra estrechez de miras, nuestra falta de iniciativa y nuestra timidez, que se justifican con los argumentos tradicionales de que «¡es mucho más fácil… en torno a una labor más concreta! (...) Vean en qué consiste ese «algo más concreto» en torno al que –cree él– será «mucho más fácil» reunirse y organizarse: 1) periódicos locales; 2) preparación de manifestaciones; 3) trabajo entre los obreros parados. A simple vista se advierte que todo eso ha sido entresacado totalmente al azar, por casualidad, pro decir algo, porque, comoquiera que se mire, será un perfecto desatino ver en ello algo de especial utilidad para «reunir y organizar». Y el mismo Naidezhdin dice unas páginas más adelante: «Ya va siendo hora de hacer constar sencillamente un hecho: en el plano local se realiza una labor pequeña en grado sumo, los comités no hacen ni la décima parte de lo que podrían... los centros de unificación que tenemos ahora son una ficción, son burocracia revolucionaria, sus miembros se dedican a ascenderse mutuamente a generales, y así seguirán las cosas mientras no se desarrollen fuertes organizaciones locales». No cabe duda de que estas palabras encierran, al mismo tiempo que exageraciones, muchas y amargas verdades. ¿Será posible que Nadiezhdin no vea el nexo existente entre la pequeña labor realizada en el plano local y el estrecho horizonte de los dirigentes locales, la escasa amplitud de sus actividades, cosas inevitables, dada la poca preparación de los mismos, puesto que se encierran en los marcos de las organizaciones locales?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

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