sábado, 13 de octubre de 2018

El porvenir de la religión según Bebel


«Con la religión ocurre lo mismo que con el Estado. No se «abolirá», no «se suprimirá a Dios», «a la gente no se le arrancará la religión del corazón», como se dice en los discursos tontos con que se ataca a los socialdemócratas ateos. La socialdemocracia deja esos absurdos a los ideólogos burgueses, que ensayaron esos métodos en la revolución francesa y, naturalmente, tuvieron un triste fracaso. Las organizaciones religiosas y, con ellas, las iglesias, desaparecerán gradualmente, sin ataques violentos y sin represión de las opiniones.

La religión es el reflejo transcendente del estado social del momento. A medida que avanza el desarrollo humano, que se transforma la sociedad, se transforma también la religión, es, como dice Marx, el deseo de felicidad ilusoria del pueblo, que brota de un estado social que necesita de la ilusión [1], pero desparece tan pronto como penetra en las masas el conocimiento de la felicidad verdadera y la posibilidad de realizarla. En interés propio, las clases dominantes aspiran a impedir este conocimiento, y, por eso, pretenden conservar la religión como medio de su dominación, actitud que se expresa de un modo evidente en la conocida frase: «La religión debe conservarse para el pueblo». Este negocio desempeña una función oficial importante en la sociedad basada en el dominio de clases. Se forma una casta que se encarga de esta función y emplea toda su sagacidad en conservar y ampliar la institución, porque con ello aumenta su propio poderío y prestigio.

Al principio fetichismo, en el estadio cultural más bajo, en las relaciones sociales primitivas, la religión se convierte en politeísmo en el desarrollo superior, monoteísmo en la cultura más avanzada aún. No son los dioses los que crean al hombre, son los hombres los que se hacen los dioses, a Dios. «Tomándose a sí mismo –al hombre por imagen, lo creó a Dios como modelo», y no viceversa. El monoteísmo se ha disuelto ya en un panteísmo que todo lo abarca y penetra, y cada día se volatiliza más y más. Las ciencias naturales convirtieron en un mito la doctrina de la creación de la tierra en seis días; la Astronomía, las Matemáticas y la Física han convertido el cielo en una estructura de aire, las estrellas de la bóveda celeste, donde tienen su trono los ángeles, en estrellas fijas y planetas, cuya naturaleza excluye toda vida de ángel.

La clase dominante, que ve amenazada su existencia, se aferra a la religión como sostén de la autoridad, como ha hecho hasta ahora toda clase dirigente [2]. La burguesía misma no cree en anda, y con toda su evolución, con la ciencia moderna nacida en su seno, ha destruido la fe en la religión y toda autoridad. Su fe es solo aparente, y la Iglesia acepta la ayuda de la falsa amiga porque ella misma está necesitada de ayuda. «La religión es necesaria para el pueblo».

Para la nueva sociedad no existen ningunas reservas mentales. Su bandera es el incesante progreso humano y la ciencia verdadera. Si alguien tiene todavía necesidades religiosas, puede satisfacerlas con sus semejantes. La sociedad no se preocupa de eso. También el sacerdote tiene que trabajar para vivir, y como así aprende, también para él llegará el día en que reconozca que lo supremo es: ser hombre.

Las buenas costumbres y la moral existen también sin religión; solo los imbéciles y los farsantes pueden sostener lo contrario. Las buenas costumbres y la moral son la expresión de conceptos que regulan las relaciones de los hombres entre sí y sus acciones, la religión comprende las relaciones de los hombres con seres sobrenaturales. Mas lo mismo que la religión, también los conceptos sobre la moral brotan del correspondiente estado moral de los hombres [3]. El caníbal considera la antropofagia como algo muy moral; los griegos y romanos consideraban moral la esclavitud, el señor feudal de la Edad Media, la servidumbre de la gleba y el vasallaje; al capitalista moderno le parece altamente moral la relación entre salario y trabajo, la explotación de las mujeres y la desmoralización de los niños por el trabajo asalariado [4]. Cuatro estadios sociales y cuatro conceptos de la moral, pero en ninguno de ellos impera el concepto supremo de moral. El más alto estado moral es aquél en donde los hombres se enfrentan como seres libres e iguales, en donde el principio: «No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti», rige todas las relaciones humanas. En la Edad Media regía el árbol genealógico, en el presente decide su propiedad, en el futuro regirá el hombre como hombre. Y el futuro pertenece al socialismo». (August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)

Anotaciones de la edición:


[1] Karl Marx, «Crítica a la filosofía del derecho de Hegel», Anales franco-alemanes, París, 1884, 1.ª y 2.ª entrega.

[2] La siguiente manifestación de Aristóteles muestra cómo pensaban los antiguos al respecto: «El tirano (nombre que en la antigua Grecia se daba al gobernante único) debe darse la apariencia de que se toma muy en serio la religión. Los súbditos temerán menos las injusticias cuando estén persuadidos de su religiosidad y de su respeto a la divinidad. Estarán menos dispuestos a conspirar, puesto que los dioses están de su lado». Aristóteles, Política.

«El príncipe debe tener o, mejor aún, aparentar las buenas cualidades humanas; debe muy particularmente parecer todo piedad y todo religión. Aun cuando algunos lo adivinen, se callarán, porque la majestad del poder protege al príncipe, que en razón de esta protección, y cuando su interés lo exige, puede barrer las oposiciones. La masa de sus súbditos, porque en muchas circunstancias y cuando nada le costaba haya demostrado devoción, le tendrá siempre por un hombre digno de ser honrado, hasta cuando proceda contra la fe y contra la religión. Por lo demás, el príncipe deberá muy particularmente cuidarse del culto y de la Iglesia». Machiavelli en su famosa obra: El príncipe, cap. XVIII.

[3] Véase K. Kautsky, Ethik und materialistische Geschichtsauffassung. Stuttgart, 1905.

[4] Si el burgués se ve en aprietos para justificar lo improcedente, apuesto uno contra mil a que apelará a la «moralidad». En la primavera de 1894, incluso en una asamblea del sínodo evangélico, un consejero «liberal» del Tribunal Supremo de Berlín declaró «moral» que solo tuviera derecho a votar en la Iglesia el que pague impuestos (?).

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