jueves, 22 de octubre de 2020

El trasnochado programa político de RC; Equipo de Bitácora (M-L), 2020

«Reconstrucción Comunista (RC) se caracterizaba por criticar las ilusiones del republicanismo pequeño burgués de partidos como el Partido Comunista de España (marxista-leninista) o, en su día, de Podemos, pero hoy ha caído en eso que juró combatir, no pudiendo cumplir ni dicha promesa, como ocurre con tantas otras de las que hace.

De un tiempo a esta parte lo que ha sucedido es que son confundidos con un nuevo grupo reformista o fascista, ya que sus carteles sobre «Recuperar la soberanía nacional» (*) no tienen nada que envidiar a los del Partido Comunista de España que proclaman «Soberanía productiva y energética para una reindustrialización verde y sostenible» (*); incluso Bastión Frontal reza «Solo hay una solución: nacionalizar, reindustrializar, reorganizar la producción, I+D+I» (*). Estos parecidos razonables resultan normales cuando tus militantes, miembros de una supuesta formación comunista, promueven «Exterminar a los antifascistas» (*)como ocurre en RC-FO. Esto ya indica el populismo extremo que atraviesa a todas estas formaciones, las cuales no se diferencia en lo fundamental, adoptando, sí, discursos más o menos socializantes, aunque estén a años luz de una comprensión en clave marxista-leninista. Aunque para corroborar esto lo mejor será observar de cerca la evolución en sus propuestas programáticas. 

Su nuevo programa es un intento de amoldarse al republicanismo 

En torno a 2017 desde RC se intentó montar un nuevo frente fantasma, el Frente Republicano (FR). Esta vez la intención era ver si así rascaban algún «republicano de izquierda» nostálgico, o a ver si podían convencer a algún otro de las filas de otras organizaciones revisionistas, aquellas cuya carta de presentación es este republicanismo pequeño burgués del que ahora hablaremos. 

Entre sus 6 propuestas ambiguas, destacamos cuatro de ellas por lo ridículas que suenan en el contexto:

«Establecimiento de una república federal, popular y encaminada al socialismo. (…) Se realizará una reforma agraria, expropiando a los terratenientes. Actualmente debido a los chantajes, integrados habitualmente en subvenciones de la Unión Europea, obligan a dejar campos sin cultivar mientras los campesinos no tienen ni para comer. La reforma será una de las prioridades de la nueva república, fomentando a su vez la creación de cooperativas estatales agrarias. Se acabará con los restos del imperialismo español, se solucionará la cuestión de Canarias, Ceuta y Melilla. A su vez se dejará de intentar establecer relaciones de dependencia con ningún país. Se tomará como prioridad la búsqueda de una solución para la cuestión del Sáhara. Se decretará una amnistía política para todos los presos políticos. Se abolirán todas las leyes que van en contra del progreso y la transformación de la sociedad. Se depurará la policía y el ejército, constituyendo así un nuevo ejército del pueblo y al servicio de este». (Frente Republicano; Programa, 2017)

Para un país como este, el recetar una «república popular y federativa» «encaminada al socialismo» que vaya usted a saber qué es, se puede tipificar como poco de una desviación pequeño burguesa, ya que no corresponde a las etapas de desarrollo de la España capitalista en su etapa imperialista. También el hablar en España en pleno siglo XXI de limitar la reforma agraria a que simplemente acabe con el latifundismo es un buen programa progresista para un partido liberal capitalista del siglo XIX, pero no es lo que se espera de un frente liderado por teóricos comunistas, el cual debe agrupar a los republicanos progresistas y atraerse a los medianos y pequeños campesinos, porque les deja vendidos ante las deudas y la depredación de los monopolios capitalistas. Que se hable de «buscar una solución para los restos del imperialismo», es una enunciación cuanto menos ambigua, ¿a través de qué medios? ¿Se regalará esos territorios a otros Estados, serán independientes automáticamente, se convocará un referéndum en el que los comunistas apoyarán que esos territorios se mantengan dentro? No sabemos cuál es la postura de este esperpéntico «FR», que viene a ser el frente tapadera número mil que monta RC. Por último, la propuesta de «derogar las leyes que van en contra del progreso» es otro vago intento de ir de progresistas sin concretar qué se define como «progresista», algo que un pretendido partido comunista debe enunciar para sacar de la confusión y no esperar que todo el mundo sepa a qué se refieren, aunque bueno, en este caso, ni sus militantes lo saben, ya que es un partido que cambia según sopla el viento. Aquello de decretar amnistía política para todos los presos políticos es la misma cantinela demagógica de siempre. ¿Se consideran «presos políticos» a los que han atentado indiscriminadamente contra los trabajadores? O mejor dicho, ¿un gobierno comunista liberaría a estas personas que son un peligro social? Según lo que expone RC suponemos es un sí rotundo, pues esa ha sido siempre su postura en diferentes publicaciones a favor de las bandas terroristas y sus figuras, algo que ha utilizado para intentar ganarse al público más anarcoide. Lo de depurar la policía y el ejército es una medida cuanto menos insuficiente como se ha visto históricamente en todos los procesos reformistas, algo que deja intacta la estructura del ejército burgués, para pertrechar golpes de Estado y encañonar a los trabajadores cuando la burguesía lo necesita, por tanto, proclamar esto como supuesta panacea que abre el camino al socialismo, son ilusiones socialdemócratas, sobre todo, de cara a una organización que no tiene claro sus referentes políticos, que hoy se llama maoísta, mañana «crítica» del mismo sin despegarse de sus teorías y amistades, pasado mañana se declara amante del «socialismo kurdo», etc. 

En general este penoso programa son medidas todas ellas en las que vemos que efectivamente Roberto Vaquero no solo aspira a ser el nuevo Arenas para el coro de lumpens del que se rodea, sino que por su programa republicano se ha convertido definitivamente en el nuevo Raúl Marco. Si hacemos otra analogía más lejana en el tiempo, este programa es calcado al programa republicano burgués del Partido Comunista de España (PCE) de 1960 que abanderaba por entonces el infame Carrillo. Por lo que véase que desfasado y oportunista es.

¿Es el socialismo la aspiración del proletariado en nuestra época?

Cualquier marxista-leninista reconocerá el axioma de que en un país capitalista que ha alcanzado su etapa monopolista, es decir, imperialista, el objetivo es la revolución socialista:

«El antiguo capitalismo anterior al monopolio se caracterizó por el dominio de la libre competencia. Pero el curso del desarrollo de la producción y la competencia capitalista naturalmente condujeron y conducen a una concentración y centralización cada vez mayor de la producción y el capital. (...) El curso del desarrollo del modo de producción capitalista, no solo supone el desplazamiento de las formas de producción precapitalistas, sino el desplazamiento de los productores independientes, artesanos y campesinos, el desplazamiento de los capitalistas más pequeños por los más grandes. (...) La propiedad capitalista de los medios de producción se ha convertido en un grillete para el desarrollo de las fuerzas productivas. (...) Las crecientes fuerzas productivas requieren el reconocimiento de otra naturaleza social, su uso no capitalista, sino socialista. (...) El capitalismo monopolista crea todos los requisitos materiales para una transición revolucionaria al socialismo». (Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)

Lenin dijo sobre las etapas de la revolución:

«Ocurrió, en efecto, tal y como nosotros dijimos. La marcha de la revolución ha confirmado el acierto de nuestro razonamiento. Al principio, del brazo de «todos» los campesinos contra la monarquía, contra los terratenientes, contra el medievalismo –y en este sentido, la revolución sigue siendo burguesa, democrático-burguesa–. Después, del brazo de los campesinos pobres, del brazo del semiproletariado, del brazo de todos los explotados contra el capitalismo, incluyendo los ricachos del campo, los kulaks, los especuladores, y en este sentido, la revolución se convierte en socialista. Querer levantar una muralla china artificial entre ambas revoluciones, separar la una de la otra por algo que no sea el grado de preparación del proletariado y el grado de su unión con los campesinos pobres, es la mayor tergiversación del marxismo, es adocenarlo, reemplazarlo por el liberalismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)

Véase como se subraya aquí que separar unas tareas de las otras por algo que no sea el grado de preparación del proletariado es reemplazarlo por liberalismo. ¿A qué se dedican nuestros revisionistas, a organizar esa concienciación del proletariado de su fuerza y objetivos, o a parlotear que las condiciones económicas no se dan en España? Lo segundo.

¿Acaso les sirve a los oportunistas el ejemplo de la Rusia del siglo XX para justificar su oportunismo?

En la Rusia del siglo XX, incluso sin que el gobierno de coalición burgués hubiera cumplido todas sus promesas de reformas democrático-burguesas, el líder de los bolcheviques escribía en septiembre de 1917, que el proceso objetivo del desarrollo socio-económico era tal que partiendo de los monopolios modernos, que ya tenían una presencia a tomar en cuenta en el país:

«Ya antes de la revolución de 1905, habían comenzado los capitalistas a organizarse en agrupaciones para elevar los precios de las mercancías dentro del país, destinando los sobrebeneficios conseguidos de este modo a un fondo de fomento de las exportaciones, con objeto de poder lanzar las mercancías al mercado exterior a bajo precio y conquistar así los mercados extranjeros. Estas agrupaciones organizadas por los capitalistas –monopolios– llamábanse trusts o consorcios. Después de la revolución, el número de trusts y consorcios capitalistas fue en aumento. Aumentó también el número de los grandes bancos, creciendo la importancia de éstos en la industria. Y creció asimismo la afluencia de los capitales extranjeros a Rusia. Por tanto, el capitalismo, en Rusia, se iba convirtiendo cada vez más en un capitalismo monopolista, imperialista». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938) 

Por ello, en septiembre de 1917, el líder bolchevique proclamaba que no se podía marchar hacia otra cosa que no fuera el socialismo siendo este, la contradicción fundamental:

«Nuestros eseristas y mencheviques enfocan el problema del socialismo de manera doctrinaria, desde el punto de vista de una doctrina aprendida de memoria y mal asimilada. Presentan el socialismo como un lejano, desconocido y nebuloso futuro. Pero el socialismo asoma ya por todas las ventanas del capitalismo moderno; el socialismo se perfila en forma directa, práctica, en toda medida importante que constituye un paso adelante sobre la base de este capitalismo moderno. (...) Los pseudomarxistas al servicio de la burguesía, a los que se han sumado los eseristas, discurren de ese modo, no comprenden –como lo demuestra un análisis de las bases teóricas de su opinión– qué es el imperialismo, qué son los monopolios capitalistas, qué es el Estado, qué es la democracia revolucionaria. Porque si se comprende eso no puede dejar de reconocerse que es imposible avanzar sin marchar hacia el socialismo. Todo el mundo habla del imperialismo. Pero el imperialismo no es otra cosa que el capitalismo monopolista. (...) En Rusia el capitalismo se ha transformado en capitalismo monopolista. (...) ¿Y qué es el Estado? Es la organización de la clase dominante. (...) O bien en interés de los terratenientes y los capitalistas, en cuyo caso no tendremos un Estado democrático revolucionario, sino un Estado burocrático reaccionario, es decir, una república imperialista; o bien en interés de la democracia revolucionaria y entonces es un paso hacia el socialismo. (...) No cabe término medio. El proceso objetivo del desarrollo es tal que no es posible avanzar partiendo de los monopolios –cuyo número, papel e importancia han sido decuplicados por la guerra– sin marchar hacia el socialismo. (...) Es imposible avanzar sin marchar hacia el socialismo, sin dar pasos hacia él –pasos condicionados y determinados por el nivel técnico y cultural–. (...) O bien tenemos que ser demócratas revolucionarios en los hechos, en cuyo caso no debemos temer dar ningún paso hacia el socialismo. O bien tememos dar los pasos hacia el socialismo, los condenamos, al estilo de Plejanov, Dan y Chernov, alegando que nuestra revolución es una revolución burguesa, que no se puede «implantar» el socialismo, etc., etc., en cuyo caso nos deslizamos fatalmente hacia el nivel de Kerensky, Miliukov y Kornilov, es decir, hacia la represión burocrática reaccionaria de las aspiraciones «democráticas revolucionarias» de las masas obreras y campesinas. No hay término medio. Y en esto reside la contradicción fundamental de nuestra revolución». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La catastrofe que nos amenaza y cómo luchar contra ella, 1917)

¿Pero en qué etapa está España? ¡¿En una etapa fundamental donde la lucha es principalmente contra el medievalismo feudal o contra el capitalismo monopolista?! La respuesta sobra. Salvo que alguien se atreva a afirmar la locura de que España no ha alcanzado el capitalismo, más concretamente su etapa monopolista, nadie en su sano juicio hablaría de que hay pendiente una revolución «democrática-nacional» o «democrático-burguesa» más allá de los remanentes del pasado que pueda haber en la España del siglo XXI, sino que afirmará que lo que tiene pendiente el país es la revolución socialista. Por si acaso hay escépticos, demos algunos datos:

«Las tres mayores empresas eléctricas que operan en España –Endesa, Iberdrola y Gas Natural– copan entre el 80% y el 90% del mercado, según explicaba a este diario el economista Alejandro Inurrieta, para quien estamos ante «un claro ejemplo de oligopolio que nos empuja a pagar un precio muy superior al coste de creación de la energía». En su opinión, llevamos varios años «sobrepagando» con nuestras facturas las industrias hidroeléctricas y nucleares, cuyos principales costes ya están amortizados. (...) El margen de beneficio que obtienen las grandes petroleras en España es muy alto, gracias a la gran rentabilidad que consiguen por cada litro de gasolina vendido: si se dejan aparte los impuestos, el coste por litro que paga el consumidor español es el quinto más caro de la UE. El marcado descenso que ha venido experimentando el precio del petróleo internacional desde hace más de un año –hasta un 52,4% a lo largo de la segunda mitad de 2015– no se ha traducido en España en rebajas en el precio final al consumidor comparables a las disfrutadas en otros países europeos. (...) Repsol, Cepsa y BP. Estas compañías suministran al 83% de las gasolineras de todo el país, en un régimen que favorece las prácticas oligopólicas. (...) Según el informe Indicadores Financieros Estructurales de la UE, publicado por el Banco Central Europeo en 2015, España ha liderado la concentración bancaria en la Unión durante los últimos años, en lo que parece un camino claro hacia una situación de oligopolio. De acuerdo con este estudio, en 2008, al comienzo de la crisis, y antes de que comenzasen las fusiones de las antiguas cajas, las intervenciones del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) y las uniones no forzadas para ganar tamaño, los cinco mayores grupos bancarios españoles –Santander, BBVA, Popular, La Caixa y CajaMadrid– controlaban el 43% de los activos totales de la banca. España ocupaba entonces el puesto 22 de 27 países europeos en lo que respecta a concentración bancaria. En 2013, el porcentaje superaba ya el 56%, es decir, alrededor de 13 puntos más». (20 minutos; Electricidad, gasolina, móviles y hasta el turrón: el poder de los oligopolios, 9 de mayo de 2016)

Incluso las empresas monopolísticas españolas, se han convertido con el tiempo en grandes multinacionales que aspiran a saquear los recursos en tierras ajenas e influir en los gobiernos de terceros países:

«América Latina fue el sueño de las empresas españolas. La tierra prometida. Tras salir en desbandada a partir de los años noventa hacia países como Chile, Argentina y México en busca de nuevos mercados, las corporaciones españolas se hicieron fuertes al otro lado del Atlántico, donde se convirtieron en multinacionales. Una experiencia que utilizaron con los albores del siglo XXI para expandirse por todo el mundo y transformarse en multinacionales globales. (...) Con el paso de los años, la inversión española en América Latina ha adquirido unas cifras multimillonarias. Es la segunda más importante del mundo tras la de Estados Unidos. Entre 1993 y 2015 la inversión bruta acumulada por las empresas españolas allí superó los 207.000 millones de euros –el equivalente al 20% del PIB nacional–». (El País; España echa cuentas con Latinoamérica, 3 de septiembre de 2019)

¿Se puede luchar por la «democratización» de la sociedad sin romper el capitalismo? 

En este contexto, donde el capital monopolista domina la política, hay fuerzas como el PCE (r), RC o el actual PCE (m-l) que nos hablan de la necesidad de la «profundización de la democracia» y recomiendan que «no debemos plantear la revolución socialista a las masas como objetivo inmediato». Y con toda sinceridad creen que con esta posición están planteando una «visión dialéctica del desarrollo histórico» de España. Observemos caso a caso las explicaciones de cada partido revisionista.

«El pasado jueves, 14 de abril, el PCE (m-l) participó junto a PCPV, PCPE y REM en un coloquio que, bajo el título ¿Quin tipus de República volem? (…) A continuación, nuestro camarada situó el problema de la República en términos ideológicos. (...) Mostró su acuerdo con el objetivo de una República socialista, pero no situándola como una reivindicación inmediata. (...) También citó nuestro portavoz a Lenin al recalcar que la profundización de la democracia, encarnada en una República Popular, Democrática y Federativa facilita la organización y la lucha ideológica y política del proletariado, además de mostrar al desnudo cómo el origen de la explotación y la opresión se halla en el capitalismo, lo cual pondrá sobre la mesa la necesidad de la revolución proletaria. En este sentido, recordó asimismo la idea de Stalin de que no hay una muralla china entre las tareas de la revolución democrática y de la revolución socialista; lo cual exige, advirtió, una visión dialéctica del desarrollo histórico. (...) Nuestro rechazo tanto hacia el abandono de los principios por espurias promesas electoreras, como a plantear objetivos inmediatos que las masas no perciben, ni entienden, como tales necesidades. Con todo, nuestro camarada dejó claro que no estamos por colocarnos a la zaga de las masas, ni por plantear respuestas fáciles o acomodaticias, sino todo lo contrario. (...) Plantearse los problemas en cada momento histórico y a luchar por su resolución, en la perspectiva de su emancipación como clase. Lo contrario, advirtió, «sería convertirnos en una especie de telepredicadores». (Partido Comunista de España (m-l); El PCE (m-l) debate sobre la República en Elx, 17 de abril de 2016)

Imaginemos en un esfuerzo de imaginación que en un futuro se diera el gran milagro de que el PCE (m-l), junto a sus aliados revisionistas, lograse llegar al poder y tratasen de llevar a cabo su «república popular y federativa». Una vez hecho esto, ¿qué haría el PCE (m-l)? ¿Le explicaría de cero a las masas que tras años de propaganda por un vago concepto de república y un proceso constituyente, promover un capitalismo de «rostro humano» y cultura bañada en un humanismo abstracto, de repente ahora deben de hacer una revolución de tipo socialista, cuando precisamente se le ha ocultado lo que significa la dictadura del proletariado, la economía socialista o la cultura proletaria? Esto sería cómico y nefasto para sus intereses, pues lógicamente las masas no aceptarían que el partido haya estado durante años proponiendo una república que no sobrepasa el régimen burgués, para que posteriormente les intente convencer repentinamente de que esa república por la que han luchado no es suficiente. Sin duda no conocemos un proceso así salvo en las mentes de estos soñadores, a este oportunismo se le puede llamar utopismo sansimonisma. Los marxista-leninistas, incluso cuando han cometido errores, siempre han tenido que acabar diciéndole tarde o temprano la verdad al pueblo para avanzar hacia la revolución, y en algunos casos haciendo autocrítica precisamente por no saber explicarlo debidamente la etapa y las tareas a las que se enfrentaban. Por el contrario, las experiencias que empezaron y continuaron con esa nebulosa terminología y los juegos de equilibrismo teórico, nunca sobrepasaron el capitalismo, siguieron siendo regímenes dependientes del imperialismo o se convirtieron en propias potencias imperialistas.

Claro está que, sin mejoras inmediatas, sin liderar las luchas más básicas, no se puede tener ni credibilidad ni fuerza para acometer luchas mayores. Pero dejar de presentar la necesidad de conquistar esas tareas mayores para cuando se consigan todas y cada una de las victorias más básicas, sería drenar de contenido e intención revolucionarias de esas luchas menores, sería no asumir la necesidad de concienciación y radicalización del pueblo, y finalmente, sería hacer imposible encadenar los objetivos menores con los mayores. Pero ante lo que estamos aquí es una renuncia abierta del rol de concienciación de las masas.

Los cabecillas del actual PCE (m-l) están convencidos de que esa república en que todos nos debemos centrar en conseguir, acabará con la oligarquía y la influencia del imperialismo en el país, pero que no debe plantearse tareas socialistas. Curiosamente van en contra de su propio pasado. Elena Ódena en su artículo «Por una República Democrática, Federal, Popular y Federativa» de 1972, dedicó unas palabras aclaratorias contra los elementos como Lorenzo Peña que trataban de arrastrar la línea del partido hacia la derecha tanto en lo político como económico: «Es innegable que dado el papel dirigente que ha de desempeñar la clase obrera en alianza con el campesinado así como con otras capas populares, bajo la dirección de su partido de vanguardia en la lucha actual contra la dictadura y la dominación yanqui», dejando claro que «el carácter de dicha república ha de ser en gran medida de contenido socialista», porque «la mayor parte de la industria, las finanzas, las materias primas, la energía, los transportes, la mejor parte de la tierra, etc., están en manos de oligarcas o de yanquis u otros inversionistas extranjeros y que todo ello deberá ser confiscado y socializado». 

No podía existir otra conclusión. El PCE (m-l) con ello estaba negando sus primeros pasos maoístas como ya vimos. Véase el capítulo: «Los duros comienzos del PCE (m-l) bajo la España franquista y ante la hegemonía del revisionismo» de 2020.

El hecho de que hoy el PCE (m-l) se base en las tesis de Lorenzo Peña y no en las de Elena Ódena demuestra su retroceso ideológico. Al tiempo tiempo, que RC copie las tesis del PCE (m-l) actual, significa que tiene más en común con la pantomima que es ahora que con el antiguo de los 70, y de paso, nos demuestra que no se ha desprendido de su maoísmo, como siempre hemos mantenido. Véase el capítulo: «El maoísmo solapado de RC es una negación de las luchas y lecciones de los marxista-leninistas» de 2016.

Con los datos socio-económicos actuales ya comentados y las teorías que hemos expuesto de estos partidos revisionistas, sería más que suficiente para ver que el modelo político que proponen los revisionistas para España no tiene nada que ver con un análisis de la realidad ni guarda relación con los axiomas del marxista. Este repaso bastaría dar carpetazo a la cuestión. Pero seamos indulgentes y continuemos desglosando el pensamiento de estos señores aunque solo sea por diversión, y es que así veremos que los revisionistas de hoy solo reproducen lo que escucharon de sus predecesores.

«En España no queda más revolución pendiente que la socialista, y en consonancia con ese objetivo estratégico se avanzan algunas de las medidas que van a permitir acercarnos a ese periodo de comienzo de la reestructuración socialista. Para ese comienzo, no pueden ser lanzadas consignas netamente socialistas, tales como poder obrero o dictadura del proletariado, que ni serían comprendidas ni aceptadas por las grandes masas. A esa etapa corresponden consignas de carácter democrático-revolucionario que pueden ser compartidas por amplios sectores de la población». (Antorcha núm. 3, junio de 1998)

Cuando el actual PCE (m-l), el PCE (r) o RC hablan de que no consideran el socialismo como objetivo inmediato porque las masas o parte de ellas «no perciben, ni entienden, como tales necesidades», es exactamente el mismo argumento que los jefes de Podemos esgrimen cuando la gente honesta pide que se realice agitación y propaganda para expulsar a la monarquía, bien, y si así fuese, ¿no se supone que deben de ser los propios partidos de «izquierda», y sobre todo, los autodenominados «marxistas» los que pongan en la agenda política cuestiones como el republicanismo o el anticapitalismo consecuente y combativo? ¿No deben de ser su programa y acción los que traten de inyectar y elevar la conciencia de clase? ¿Acaso esperan que lo hagan otros? Desde el punto de vista de la izquierda, ¿acaso esperan que lo haga la derecha? Desde el punto de vista de los marxistas, ¿acaso esperan que lo haga el revisionismo que tiende al reformismo o al anarquismo? ¿No son estas posturas la muestra más evidente de que no solo sufren una falta de hegemonía, sino que van a zaga de las capas atrasadas, siendo el hazmerreír para la burguesía?

«En lugar de dirigir el movimiento espontáneo, de inculcar a las masas los ideales socialdemócratas y orientarlas hacia nuestro objetivo final, esta parte de los socialdemócratas rusos se había convertido en un instrumento ciego del propio movimiento; y seguía ciegamente al sector de los obreros poco desarrollados, limitándose a exponer las necesidades y las exigencias de que tenían conciencia en aquel momento las masas obreras. En una palabra, permanecían inmóvil, llamando a una puerta abierta, sin atreverse a entrar en la casa. Esta parte de la socialdemocracia rusa se mostró incapaz de explicar a las masas obreras el objetivo final, el socialismo. (...) Consideraba todo esto como algo inútil y hasta perjudicial. Para ella el obrero ruso era un niño pequeño, al que temía asustar con ideas tan audaces». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El partido socialdemócrata ruso y sus tareas inmediatas, 1901)

En conclusión:

«No hay duda de que la creación de una situación revolucionaria depende ante todo de las condiciones objetivas, de que las revoluciones no se hacen según el deseo y el querer de tal o cual persona. El hecho de perder de vista esto puede conducir al aventurismo y a errores graves. Pero al mismo tiempo no hay que olvidar que el papel del factor subjetivo en la revolución. Dar al factor objetivo un papel absoluto y dejar de lado el factor subjetivo, es dejar de hecho la causa de la revolución a la espontaneidad y causa un gran daño a la clase obrera. Para la preparación de las condiciones para la revolución, además de los factores objetivos, depende en gran medida, la cuestión de cómo el partido revolucionario de la clase obrera prepara a las masas para la revolución, en qué sentido educa a las masas: en el espíritu de una lucha resuelta revolucionaria o bien en el espíritu reformista. (…) Dirigir no quiere decir de ningún modo dictar e imponer su voluntad a otros, dirigir quiere decir convencer, organizar y movilizar a las masas, dirigir sus propios esfuerzos y el de sus organizaciones sociales hacia un solo fin mostrándoles claramente los objetivos y las vías que hay que seguir para alcanzarlos». (Zëri i Popullit; A propósito de las tesis concernientes al Xº Congreso del Partido Comunista Italiano, 18 de noviembre de 1962)

Pasemos ahora con Reconstrucción Comunista (RC). En su meteórica derechización, ha dado un volantazo hacia el socialchovinismo español, calificando a Cataluña y Euskadi de «naciones moribundas», difundiendo la teoría constitucionalista de que España es una «nación de naciones» y ha acabado atacando los locales de las organizaciones nacionalistas, para aplauso de Armesilla y fascistas variopintos, pero eso ya lo veremos luego. Véase el capítulo: «Los nuevos socialchovinistas: la postura de RC sobre la cuestión nacional» de 2020.  

Pero aparte de esto, que forma parte de su nuevo «programa», ahora RC nos trae también a colación el clásico análisis trasnochado del maoísmo sobre las etapas y las tareas de la revolución en España. Nos quieren convencer de que España debido a su «régimen monárquico, heredero de la dictadura y supeditado a la Unión Europea», debido a que «es necesaria una reforma agraria», a que «existe un concordato con el Vaticano, por el cual la Iglesia Católica tiene múltiples privilegios», el país no tiene las condiciones materiales para una revolución socialista –una vez más Roberto Vaquero se inspira en sus mentores Raúl Marco y Arenas–:

«Llamar hoy, actualmente en España a la revolución socialista solo sirve para criminalizar y ridiculizar nuestra causa. (...) Es necesaria una profundización democrática, una amplia concienciación de la sociedad, la organización obrera, etc. Es imposible implantar el socialismo sin solucionar varios de los problemas mencionados. (...) La etapa democrática no tiene por qué ser larga, puede ser un periodo corto y acelerado gracias a una correlación de fuerzas positivas. (...) Por esta razón nuestra apuesta para España es la República Popular y Federal, encaminada claro está a algo superior, al socialismo». (Revista de Acero; Nº16, 2020)

He aquí RC repitiendo una frase que ha causado la mofa entre los sujetos con algo de formación ideológica marxista. Esta declaración bien podría haberla firmado cualquiera de las tradicionales agrupaciones revisionistas que antaño RC criticaba con saña por su rancio derechismo. Aunque ahora, visto lo visto, nos hace dudar si antes hacía esto por mera pose revolucionaria y sin comprender absolutamente nada. Aunque esto es indiferente; uno podría caer fácilmente en la locura si tratase de comprender todos los bandazos ideológicos que Roberto Vaquero es capaz de obligar a adoptar a su organización. 

Lo importante aquí es que ahora RC se lamenta de que estos factores harían a España un país inmaduro, histórica y económicamente hablando, para la transición al socialismo. La estancia de España en la Unión Europea (UE) o el Concordato con el Vaticano son para él problemas muy sensibles a resolver, como también nos repite el constitucionalista Pablo Iglesias siempre que puede. Lo cierto es que no lo son. En caso de que el proletariado tomase el poder e implantase medidas revolucionarias, la monarquía, el poder económico de la iglesia, la cuestión de la improductividad o la posesión de la tierra… son cuestiones que en un país imperialista como España serían resueltas mucho más rápidamente de lo que hemos visto en varias experiencias históricas, donde el atraso de las fuerzas productivas era mucho mayor.  

Derivado de acabar con la propia monarquía, confiscar los grandes medios de producción, reprimir a los explotadores y expulsar bien de forma pacífica o violenta cualquier base extranjera en el territorio del país, automáticamente desencadenaría que países y organismos como el Vaticano, la UE o los EE.UU. sancionasen y finalmente rompiesen dichos pactos con el nuevo gobierno. En caso de no ser así, este debería de tomar tal iniciativa para finalizar tales acuerdos que le son perjudiciales y reducen su capacidad de maniobra. Cualquiera con algo de conocimiento en economía política conoce que la cuestión de la «falta de soberanía nacional» económica y política solo pueden ser resueltas completamente a través de un desarrollo de las tareas de construcción socialistas; plantear cualquier otra receta intermedia es andar por un sendero pequeño burgués que solo conduce a un laberinto del cual no podrá salir para solucionar las contradicciones de su país:

«La revolución antiimperialista –socialista– pone el acento sobre la independencia económica como condición para el mantenimiento de la independencia política y se caracteriza por la prioridad consagrada a la industria de medios de producción, mientras que la revolución anticolonial –democrática-burguesa– espera aprovechar de una mejor –o «más equitativa»– integración en la división internacional del trabajo. Como marxistas, nos negamos pues a asimilar toda medida de nacionalización como socialismo, sea en países imperialistas o en países dependientes. Las nacionalizaciones pueden tener un carácter socialista solamente si se acompaña de la expropiación sin indemnización de la burguesía en conjunto, imperialista como nacional –compradora como patriótica–. (...) Es esencial diferenciar entre las dos categorías de revoluciones antiimperialistas: de una parte la revolución antiimperialista consecuente, que llevada a su conclusión lógica, se transforma en una revolución socialista como necesidad de preservar los logros de la lucha de liberación nacional y no se encuadra en una forma de dependencia semicolonial –lo que Stalin llamó «dawisation»–, y la otra revolución democrático-burguesa anticolonial, que está fuera de la dirección del proletariado y por ello quiere integrarse en el juego del comercio y las alianzas internacionales, trayendo la diferenciación de los antiguos países coloniales en países dependientes semicoloniales de una parte, y en nuevos países imperialistas por otro lado». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

Que el actual PCE (m-l) o RC nos intenten convencer de que en la España imperialista del siglo XXI se debe de realizar primero una «revolución democrática» y encadenarla luego con una «revolución socialista», recuerda demasiado a los charlatanes de los años 70 que querían trasladar a nuestro país la teoría de la «nueva democracia» maoísta –que no era sino una repetición de la teoría menchevique de las fuerzas productivas–, como si España fuera un «régimen atrasado y con características semifeudales» –cuando los monopolios ya manejaban los hilos de la economía del país–. Rememoran a todos aquellos maoístas como Lorenzo Peña que argumentaban que España necesitaba «pasar por una larga etapa de revolución democrático-burguesa, de promoción del capitalismo y coexistencia con las clases explotadoras nacionales», para así poder plantear más tarde la necesidad de una revolución proletaria y la construcción del socialismo «sin demasiados estragos» económicos, políticos o ideológicos para la población. Este tipo de tesis fatalistas y derechistas que todavía algunos tratan de implementar incluso en países altamente desarrollados, es negar indirectamente la propia historia misma del movimiento revolucionario, pero seamos serios, ¿qué le vamos a pedir a aquellos que no tienen nada que decir del pasado salvo repetir clichés y gritar hurras? 

¿Qué nos dice la historia de los países más subdesarrollados y el socialismo?

Lenin ya habló de que seguramente en muchos de estos países, las tareas antiimperialistas y antifeudales se intercalarían con las socialistas:

«Naturalmente, en la situación histórica concreta se entrelazan los elementos del pasado y del porvenir, se confunden uno y otro camino. El trabajo asalariado y su lucha contra la propiedad privada existe también bajo la autocracia, nace incluso bajo el régimen feudal. Pero esto no nos impide en lo más mínimo distinguir lógica e históricamente las grandes fases del desarrollo. Pues todos nosotros contraponemos la revolución burguesa y la socialista, todos nosotros insistimos incondicionalmente en la necesidad de establecer una distinción rigurosa entre las mismas, pero ¿se puede negar que en la historia elementos aislados, particulares de una y otra revolución se entrelazan? ¿Acaso la época de las revoluciones democráticas en Europa no registra una serie de movimientos socialistas y de tentativas socialistas? ¿Y acaso la futura revolución socialista en Europa no tendrá todavía mucho que hacer en el sentido del democratismo? (...) No debe olvidar nunca, ni por un instante, la inevitabilidad de la lucha de clase del proletariado por el socialismo, contra la burguesía y la pequeña burguesía más democráticas y republicanas. Esto es indiscutible. De esto se desprende la necesidad absoluta de un partido separado e independiente y rigurosamente clasista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, 1905)

Esto se cumplió tanto en Rusia como fuera de ella. Véase el caso albanés:

«La Lucha Antifascista de Liberación Nacional siguió siendo hasta el final una revolución antiimperialista, democrática. Sin embargo, en su seno se desarrollaron también elementos de la revolución socialista, o sea la burguesía fue despojada del poder político, fue establecida la dirección única del Partido Comunista en el nuevo poder, etc. (...) En las nuevas condiciones políticas, cuando el poder había comenzado a ejercer las funciones de dictadura del proletariado, el Partido no podía posponer ni pospuso la realización de las tareas de carácter socialista en el terreno económico-social a la solución previa de todas las tareas democráticas. La correlación de fuerzas políticas de clase en Albania permitía que, paralelamente a las transformaciones democráticas, se pasara también de inmediato a la introducción de transformaciones socialistas. Entre estas transformaciones, la más importante y decisiva era la socialización de los principales medios de producción mediante su nacionalización. El control estatal sobre la producción y la distribución, establecido desde el mes de diciembre de 1944, sirvió como primer paso y medida previa a la nacionalización de los principales medios de producción. Este control representaba al mismo tiempo una forma de control obrero. (...) En diciembre de 1944 se nacionalizaron las minas y los bienes de los exiliados políticos. Un mes más tarde, una ley decretaba la confiscación de todos los bienes de los ciudadanos italianos y alemanes en Albania. Con la aplicación de esta ley pasaron a manos del Estado albanés, sin indemnización alguna, el Banco Nacional y los otros bancos, así como las propiedades de 111 sociedades anónimas de capitalistas extranjeros, convirtiéndose en patrimonio común del pueblo albanés. En abril de 1945 el gobierno requisó, previa una determinada compensación, todos los medios de transporte que pertenecían a los propietarios privados. Estas nacionalizaciones tuvieron gran importancia. Con la liquidación de las posiciones económicas del capital extranjero se puso fin a la dependencia económica del país respecto a las potencias imperialistas y se fortaleció aún más su independencia política. Desde el punto de vista de la forma, las nacionalizaciones del año 1945 eran medidas de carácter democrático general, mientras que, desde el punto de vista del contenido social y económico, representaban transformaciones que superaban ese límite. Las nacionalizaciones se realizaron en interés de las masas trabajadoras, y los medios de producción nacionalizados fueron puestos directa y enteramente a su servicio. Por lo tanto, estas nacionalizaciones eran en esencia una socialización de carácter socialista de los principales medios de producción. Sobre esta base, en la economía popular nació el sector estatal socialista. (...) En julio de 1945 comenzaron a organizarse en la ciudad 202 las cooperativas de consumo para obreros y empleados. Se trata de las primeras organizaciones económicas de masas. En estas condiciones, cuando el sector estatal en el comercio era aún muy pequeño, estas cooperativas jugaban un gran papel en el abastecimiento regular de los trabajadores de la ciudad y en la lucha contra la especulación y el mercado negro. Paralelamente a la organización de las cooperativas de consumo, el Partido desplegó asimismo una gran labor de esclarecimiento y persuasión entre los artesanos para promover su cooperación. (...) La Ley de Reforma Agraria fue promulgada en agosto de 1945. Según esta ley, fueron expropiadas y enajenadas todas las propiedades del anterior Estado, así como las de las instituciones religiosas, y todas las tierras privadas que rebasaban los límites estipulados por la ley». (Historia del Partido del Trabajo de Albania, 1982)

Como aquí se ve, no es que Albania construyese el nuevo sistema ipso facto. En la ciudad gran parte de las tareas socialistas se encauzaron con las socializaciones en 1944-1946 del comercio, transportes, industria y bancos. La reforma agraria supuso el reparto de tierras, pero también se desató el inicio de la cooperativización que no terminaría hasta muchos años después −debido a la necesidad de una industrialización y mecanización del campo, el trabajo de persuasión del partido entre los campesinos y otros factores−. Por lo que como vemos, había una conexión entre tareas antifeudales, antiimperialistas y anticapitalistas. En otros países de Europa del Este el período fue más lento o más rápido en diferentes campos, pero no se puede pretender, por ejemplo, plantear que la hegemonía política, el sector económico socialista y la nueva cultura socialista aparecen solamente y logran asentarse mágicamente solo en 1948 o después, como si las medidas de 1944-1947 no tuviesen relevancia, como si en muchos casos no tuvieran en su seno el germen.

¿Qué fue el plan sexenal de la economía de Polonia sino la continuación y extensión del plan trienal previo? 

¿Qué fue en Bulgaria el inicio de la creación de granjas estatales sino muchas veces una elevación de las primeras cooperativas a ese nuevo estatus superior?

¿Qué fue en 1948 el reconocimiento oficial en Hungría del liderazgo del partido comunista en el frente popular sino el resultado de la liquidación de los partidos burgueses y pequeño burgueses durante 1944-1947? 

¿Qué fueron en Checoslovaquia las incipientes luchas contra el idealismo religioso, el machismo, el chovinismo o el nihilismo nacional sino tareas «democráticas» que a la vez se confundían ya con la creación o reforzamiento de la conciencia y cultura socialista? 

Quien no entienda esto no entiende el desarrollo dialéctico, es un profundo metafísico. 

Si Albania logró gran parte de estas medidas en un tiempo relativamente corto tras salir de una dominación fascista extranjera y con el nivel económico más bajo de Europa, ¿de verdad debemos pensar que países más avanzados de la actualidad tendrían más problemas en lo económico o político? He ahí la ridiculez de los planteamientos de algunos.

«La experiencia de Albania muestra que también un país pequeño, con una base material-técnica atrasada, puede alcanzar un desarrollo económico y cultural muy rápido y multilateral, puede garantizar su independencia y hacer frente a los ataques del capitalismo y del imperialismo mundial, cuando está dirigido por un auténtico partido marxista-leninista, cuando está dispuesto a luchar hasta el fin por sus ideales y cuando tiene confianza en que puede realizarlos». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)

Es más, los albaneses eran conscientes de que este tipo de argumentarios eran muy socorridos por los revisionistas. Por esto mismo se esforzaron por recordar a los revolucionarios del mundo sus propias lecciones, instándoles a que confiaran en sus fuerzas y su potencial. 

En primer lugar, en el ámbito político:

«Lenin relacionó la transición de los países subdesarrollados al socialismo con la teoría del imperialismo, de la transformación de la revolución democrático-popular en la revolución socialista, de la realización de la revolución política y de la toma del poder estatal como una condición decisiva para allanar el camino a la creación de las premisas socioeconómicas del socialismo. Destruyó el concepto determinista-mecanicista de Kautsky que proclamó como un dogma: «Si no se ha alcanzado la madurez económica la revolución política no se debería llevar a cabo». La exitosa realización de la revolución democrático-popular exige que sea liderada por la clase obrera y su partido, que el poder político pase a las manos de las masas trabajadoras. Este es un axioma para una auténtica revolución democrática del pueblo, de modo que no debiera permanecer a mitad del camino, sino que debe continuar ininterrumpidamente hasta que se transforme en una revolución socialista mediante profundas transformaciones políticas, económicas, sociales, ideológicas, culturales y otras. Esta tarea fue abordada por Lenin, que al mismo tiempo mostró el camino hacia su solución. (...) Una revolución democrático-burguesa convencional, incluso en su forma específica para los países subdesarrollados, no puede servir de base para la transición al socialismo. La historia de las tres décadas pasadas ha proporcionado la prueba indiscutible de que varios países de Asia y África, que consiguieron la independencia estatal después de la Segunda Guerra Mundial, pero donde el poder político no pasó a las manos de las masas trabajadoras conducidas por su partido marxista-leninista, no sólo no emprendieron el camino del desarrollo socialista, sino que también permanecieron económicamente dependientes al imperialismo en su forma neocolonialista». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

En segundo lugar, el campo económico:

«La transformación de la estructura económica en los países subdesarrollados a fin de preparar la transición al socialismo, requiere la solución de algunos problemas específicos propios de estos países. Estos son, por ejemplo, la liquidación de la dependencia económica respecto al capital extranjero y al imperialismo; la eliminación de las relaciones precapitalistas; la transformación de las relaciones agrarias en interés del campesinado trabajador; la liquidación del carácter unilateral de la economía nacional, garantizar el empleo para la población que crece rápidamente, etc. La historia ha demostrado que para eliminar la dependencia económica respecto al capital extranjero y al imperialismo, para conseguir la verdadera independencia política es necesario nacionalizar tanto la propiedad de los monopolios extranjeros como la de la burguesía compradora. Debe ser creado el sector estatal de la economía con los medios nacionalizados. Desde el punto de vista de las relaciones socio-económicas, de la organización y dirección del trabajo y la producción, las características del socialismo deben prevalecer en este sector que debe representar el embrión de la base económica socialista y dar un poderoso apoyo para preparar la transición en todo el país de las viejas relaciones económicas al establecimiento de las relaciones socialistas. (...) La realización inicial de la reforma agraria revolucionaria en interés del campesinado trabajador, según el principio de «la tierra para quien la trabaja» sirve a este objetivo. La cooperación de los campesinos trabajadores es absolutamente esencial a fin de poner al campo en el camino del socialismo y desarrollar rápidamente las fuerzas productivas en la agricultura». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

En tercer lugar, en lo cultural:

«Un problema fundamental para la transformación de la superestructura en los países subdesarrollados, es la realización de una profunda revolución en la cultura. Por regla general, esta revolución debe pasar por dos etapas principales, estrechamente relacionadas y conectadas. En la primera etapa, la extensión de la cultura en amplitud aparece como el objetivo más próximo e inmediato. Su objetivo es la eliminación del analfabetismo entre los adultos, la extensión de los distintos niveles de educación en todo el país, y en particular en el campo, a fin de crear las premisas para elevar el nivel cultural general de la población. En la segunda etapa, el principal objetivo de la revolución es la transformación de la propia cultura, que es un proceso más complicado y difícil que su simple extensión. Por lo general, los países atrasados conocen dos culturas antes de la revolución: la cultura de los feudos o castas y la del imperialismo, la cultura de los explotadores y opresores, siempre combinadas y asociadas con el misticismo religioso. La cuestión es pasar a una nueva cultura de masas, sobre la base de la ideología proletaria, en beneficio del socialismo y del fortalecimiento de su posición en todos los campos de la vida». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

¿Cómo deben entender los marxistas la cuestión de la soberanía nacional?

Nótese la gran diferencia que hay entre el modelo marxista y el modelo de cualquier líder nacionalista tercermundista en cuanto a conceptos como «planificación», «soberanía nacional», «antiimperialismo» o «socialismo». Véase la obra: «Peronismo, la quinta esencia del populismo, el falso antiimperialismo y el anticomunismo por antonomasia» de 2017

Evidentemente el tipificar como «colonia» a España como se hizo en algunas publicaciones de los años 60 del PCE (m-l) era una equivocación terminológica. En un famoso artículo escrito por Lorenzo Peña, pero aprobado por toda la cúpula se decía:

«España [ha] sido reducida a la condición de colonia estadounidense». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Adulteraciones del equipo de Santiago Carrillo, 1966)

España era una neocolonia, en el sentido de que tenía soberanía estatal pero su economía y política estaba atada a otro país. Esto sería corregido a posteriori, pero la descripción y conclusiones de la economía española eran correctas más allá de este detalle terminológico, de hecho, en las variadas descripciones del estatus de España frente al imperialismo yanqui era descrita como lo que era: una neocolonia. 

Para algunos que no entienden bien las contradicciones que guarda el capitalismo, era y sigue siendo inconcebible que un país imperialista dependa de otro. Un país imperialista puede atar a otro económicamente y por ende políticamente, mientras el segundo país imperialista a su vez tiene su círculo de influencia sobre otros. Esto pudo verse al término de la Segunda Guerra Mundial con el caso de Francia, que pese a tener un imperio colonial y mantener un control neocolonial sobre tantos otros países, por las circunstancias del momento tuvo que adherirse a una política que dejaba penetrar ampliamente al capital estadounidense y sus mercancías en su economía, fue obligada a entrar en sus pactos militares, y en general debía aceptar todas sus recetas políticas como la expulsión de los comunistas del gobierno de coalición de la posguerra. Eso no implica que dicho país intente desquitarse de esa influencia externa, como precisamente pasaría después en el caso francés, cada burguesía siempre intentará acercarse o alejarse de otra, según la correlación de fuerzas y los peligros que le amenacen. Quien no entienda esto simplemente no entiende de geopolítica ni de historia.

Hay que decir que negar los vínculos hispano-estadounidenses era negar una realidad. Véase el documento del PCE (m-l): «La dominación yankee sobre España» de 1968. De hecho, esto fue una de las líneas fundamentales de Carrillo:

«La política que, en este terreno sigue el equipo revisionista de Santiago Carrillo está movida por el deseo de granjearse la benevolencia o, al menos la neutralidad del imperialismo yanqui. Su preocupación principal es no enfrentarse con el imperialismo, no oponerse a él. Con ese fin niegan o minimizan el enorme grado de sojuzgamiento económico, político y militar que ejercen los EE.UU. sobre España». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Adulteraciones del equipo de Santiago Carrillo, 1966)

Posteriormente se confirmaría que la postura proimperialista de Carrillo no era por falta de datos e información como defendían algunos, sino que había adoptado un papel totalmente consciente de sumisión hacia el imperialismo, hasta sus últimas y ridículas consecuencias:

«Los americanos pueden estar en España mientras los rusos mantengan tropas en Checoslovaquia». El secretario general del PCE en 1975, Santiago Carrillo, defendió así la presencia de las bases que por entonces tenía EEUU en suelo español, según un informe del espionaje de EEUU desclasificado esta misma semana por la CIA. (...) Carrillo informó además a su interlocutor de que sus intenciones eran «restaurar las libertades civiles y las instituciones democráticas» y no «instaurar el socialismo», siempre según el documento. «Eso vendrá después», señaló a su interlocutor». (El Diario.es; La CIA desvela que Santiago Carrillo defendió la permanencia de las bases de EEUU en España en 1975, 19 de enero de 2017)

Aunque parezca extraño, en los años 60 algunos maoístas, trotskistas, como algunos socialdemócratas y los jruschovistas que después algunos de ellos se llamarían eurocomunistas, todos ellos negaban vínculos de España con el imperialismo o ponían bajo un sospechoso relativismo su importancia. Algunos incluso intentaban acusar al PCE (m-l) de «oportunismo derechista» y de «desviarse de la revolución proletaria» por recordar estos vínculos y abordarlos en sus análisis. ¿Pero qué decían los comunistas en los 50 sobre el tema? ¿Era esto una idea exclusivamente para los países coloniales o era posible conjugar dichas tareas en los países desarrollados –o mínimamente desarrollados–?:

«La lucha del proletariado y el pueblo liderado por él para el mundo se fusiona con la lucha por la independencia nacional. Los imperialistas estadounidenses, esforzándose por cumplir sus planes de dominación mundial, burlan la independencia nacional de los pueblos de Europa, Asia y otros continentes. Las políticas imperialistas de los círculos gobernantes de los Estados Unidos se esconden detrás de la ideología del cosmopolitismo. (...) Los imperialistas son asistidos diligentemente por las clases explotadoras dominantes de los países de Europa occidental y sus agentes. (...) En tales condiciones históricas, para el proletariado de los países de Europa occidental, la cuestión de la relación entre sus tareas de clase y las tareas nacionales se plantea de una manera nueva. El proletariado es ahora la única clase capaz de reunir a todas las fuerzas democráticas y patrióticas y tomar en sus manos el estandarte de la defensa de la independencia nacional y la soberanía nacional. Su lucha por la paz, por la independencia nacional, por la democracia está inevitablemente vinculada con la lucha por el socialismo. (...) En vista de esto, los partidos comunistas al frente de las fuerzas democráticas enfrentan la tarea de expandir la lucha contra el imperialismo estadounidense, sus aliados y cómplices. Los partidos comunistas deben asumir la protección de la independencia nacional y la soberanía de sus países, reuniendo a su alrededor a todas las fuerzas democráticas y patrióticas del pueblo». (Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950) 

La «lucha contra la penetración e injerencia del imperialismo», y en general la lucha por la «independencia nacional» acaban siendo consignas de carácter reformistas u oportunistas –en el más sentido más clásico y falso del liberalismo–, cuando el pretendido partido comunista lo hace apoyando al gobierno burgués de turno que, como es normal, precisamente no hace nada en esta cuestión o solo admite medidas tibias que desmoralizan a las masas. O en su defecto, cuando los comunistas proponen un programa abstracto que deja de lado toda cuestión relativa al socialismo. Pero estas cuestiones son tareas básicas que en muchos países dependiendo el caso, el proletariado debe liderar con más o menos ahínco, pero es indudable que siempre estará presente. Ahora, sabemos que como en la cuestión del peligro de la guerra, la cuestión de género, la lucha contra el idealismo religioso, la cuestión ecológica, una educación de calidad y tantas otras, no podrá haber una solución definitiva en ese campo sin que haya una completa revolución política, económica y cultural, sin la emancipación social del proletariado, sin el establecimiento del socialismo como sistema social en dicho país, y en algunos casos, incluso habrá que esperar al triunfo del socialismo en una gran parte del planeta. De ahí que todo lo que no sea ligar las cuestiones concretas a la cuestión global, será dar palos de ciego, será poner una venda para una herida que seguirá sangrando.

Históricamente ha habido distorsiones y errores muy graves entre los presuntos comunistas que enfrentaron tales desafíos. Solo hay que echar un vistazo, por ejemplo, a las concepciones de algunos líderes del Partido Comunista Francés (PCF) como Thorez y Duclos, que causaron la indignación en el movimiento comunista de la época. Véase la obra: «La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

Estos defectos no fueron casualidades, los defectos del PCF en época de Stalin, pese a ser críticos renacieron ya sin disimulo en época de Jruschov, asumiendo con orgullo una defensa del reformismo social y el cretinismo parlamentario, un apoyo a la política colonial de Francia o la directa unión con la burguesía nacional para enfrentar el peligro del revanchismo alemán. El eurocomunismo no fue sino el producto de no aprender sobre los defectos y los signos de degeneración que afloraban, el resultado de no purgar a tiempo a los líderes oportunistas. 

¿Cómo lo afronta hoy RC esta cuestión particular? 

«La República Popular Federal será la garantía de recuperar la soberanía nacional». (Frente Obrero; ¿Quiénes somos?, 2020)

En su nueva línea patriotera vemos eslóganes como «¡Recuperar la soberanía nacional!». Este lema «thoreziano» es demagógico, claramente un eslogan demagogo copiado de los populismos nacionalistas. ¿En qué momento los obreros de sus diversos pueblos han tenido bajo su mano los resortes del Estado, acaso han tenido el poder político para que los pueblos ejerzan hasta sus últimas consecuencias el derecho de autodeterminación? ¿Se ha edificado en lo económico el socialismo, cuyo modo de producción es el único régimen que permite adquirir una verdadera soberanía nacional para los explotados? ¿En qué momento España ha tenido verdadera soberanía nacional y ha sido totalmente independiente de la influencia de sus competidores imperialistas señor Vaquero? Ni lo uno ni lo otro ha sucedido jamás. Como se ve, el eslogan es falso en su propia naturaleza. 

De nuevo intentan plantear una cuestión seria a través de un par de frases manidas para salir del paso:

«Debido a las medidas impuestas por Europa, nos hemos convertido en un país de servicios dependiente de aquellos países que siguen produciendo. Vivimos del turismo y de todo lo que le rodea.

Es de vital importancia volver a industrializar el país para no depender de nadie y ser autosuficientes, para que el país pueda desarrollarse y llegar a niveles muy superiores productivamente a los tenidos nunca. Apostar por una reindustrialización que sea respetuosa con el medio ambiente dentro de las posibilidades del momento. Crear una economía que fomente la destrucción del medio ambiente y una incorrecta gestión de los recursos, sería condenar nuestro futuro.

Sin una correcta planificación en el aumento de la capacidad productiva, jamás podremos ser independientes, jamás podremos ser libres ni avanzar hacia la sociedad nueva, hacia el socialismo.

Qué país podemos ser si nos convertimos en el sitio al que viene la gente pudiente a beber, drogarse y tener sexo de pago. Qué imagen queremos dar a nuestros hijos, qué producción vamos a tener si todo se invierte en turismo. La patria necesita ser salvada de la banda de corruptos y mafiosos capitalistas que han vendido nuestra soberanía y, para recuperarla, el paso de la industrialización es algo de vital importancia». (Reconstrucción Comunista; Programa, 2020)

RC como acostumbra, nunca ha detallado mucho más para intentar no pillarse los dedos. Simplemente propone en general una reindustrialización para asegurar una independencia económica del país, más una futura planificación que acompañará al «socialismo» en el futuro, ya que como hemos visto, esta es tarea que RC considera como una «cuestión lejana». ¿Pero a qué «socialismo» y «planificación» se aspiran? RC nunca lo ha aclarado. Dado que ha coqueteado con el guevarismo, el maoísmo y hasta con el modelo del nacionalismo kurdo de Öcalan, considerándolo una «revolución socialista». ¿O quizás su paradigma son las reformas y el «nuevo curso» derechista del antistalinista Beria en la URSS?

Véase el capítulo: «El nacionalismo nacionalista kurdo, sus desviaciones anarco-feministas, sus vínculos con el imperialismo y el silencio cómplice de los oportunistas» de 2017.

Véase el capítulo: «Rehabilitando a un revisionista: el caso Beria» de 2017.

No sabríamos decir que tiene en mente como «socialismo», pero seguro que cualquiera de estas variantes pequeño burguesas.

Criticando al gobierno y hablando de recuperar la «soberanía nacional», RC no se diferencia de lo que puede decir cualquier demagogo nacionalista de tres al cuarto:

«Manifestaba hace poco José Álvarez, secretario general del sindicato Unión General de Trabajadores, que el acuerdo de reestructuración que se lleve a cabo en España tras la crisis del coronavirus debe abordar la nacionalización de empresas. Lamentaba, entre otros aspectos, que España ha desaparecido de todos los sectores estratégicos y también planteaba convertir Bankia en un banco público, aprovechando que el Estado es actualmente el accionista mayoritario. Los falangistas nos alegramos de que el representante de uno de los sindicatos mayoritarios de España haya visto la necesidad de nacionalizar empresas fundamentales, reindustrializar el país y garantizar la producción en nuestro territorio, además de plantear la necesidad de una entidad de crédito pública; es decir, lo que llevamos ocho décadas reivindicando para asegurar un futuro digno y estable para los españoles. (...) No obstante, no podemos ser optimistas en cuanto al futuro de estas propuestas lanzadas desde el sindicalismo oficial del Régimen de 1978. España debe nacionalizar sectores estratégicos, como es el caso de la banca, y reindustrializarse para garantizar la supervivencia de nuestro pueblo y no depender de lo que sobre a terceros países».  (Falange Española; En marcha, Nº35, 2020)

Recordemos que en muchos puntos, el viejo fascismo español también hablaba de planificación:

«El Estado nacional-sindicalista se propone resolver el problema social a base de intervenciones reguladoras, de Estado. (...) Su radicalismo en este aspecto depende de la meta que señalen la eficacia económica y las necesidades del pueblo. (...) Es más, esa influencia estatal en la sistematización o planificación económica, sólo, se logra en un Estado de hondísimas raigambres nacionales». (Ramiro Ledesma; Manifiesto político de las JONS, 1931)

¿Cuáles son las tareas de la revolución hoy?

«Cualquier país que posea más colonias, capital y tropas que el «nuestro» «nos» priva de ciertos privilegios, de ciertos beneficios o superbeneficios. Igual que entre distintos capitalistas los superbeneficios van a aquel cuyas máquinas son superiores al promedio, o a quien es dueño de ciertos monopolios, así también entre las naciones, aquella que está económicamente en mejores condiciones es la que obtiene superbeneficios. Es cuestión de la burguesía luchar por obtener privilegios y ventajas para su capital nacional, y engañar al pueblo o a la gente sencilla». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo y socialismo en Italia, 1915)

En la era de la globalización, todo país, incluso los países imperialistas, tienen grandes vínculos económicos entre ellos, algunos incluso dependen de otras potencias imperialistas de mayor peso o han delegado su soberanía en grandes organismos supranacionales como la UE. Eso no implica plantear la ridiculez de que en España las tareas de la revolución se centran gran parte en un antiimperialismo casi tercermundista como aquí nos intentan plantear algunos. 

Actualmente España es el séptimo país del mundo en exportación de armas, con datos aproximados de 5.000 millones de euros. Del mismo modo es el segundo país de Europa con mayor producción de vehículos, el noveno a nivel mundial con una producción de tres millones. En cuanto a producción agrícola, España vendría a ser el cuarto país de la UE, en torno a 50.600 millones de euros. Más allá que estos datos cambien levemente año a año, esto demuestra el papel de España frente a la UE, no precisamente como socio menor. El PIB anual de Rusia es de 1.518.813 euros en 2019, mientras que el de España fue 1.244.757 euros, una diferencia mínima frente a otra potencial mundial. En un contexto en donde las multinacionales españolas esquilman los recursos de América por doquier, tratar de dar primacía en las tareas revolucionarias político-económicas del país a rasgos inexistentes de feudalismo o centrar todo en la influencia de otros imperialismos en los manejos del país sería poco menos que emular los peores posicionamientos socialchovinistas.

España es un país imperialista y uno de los que más presencia tiene a lo largo del globo, su problema no es ni puede ser la falta de desarrollo de fuerzas productivas, no se enfrenta a problemas culturales de analfabetismo, tampoco se puede esperar que la falta de libertades democráticas o la venta de la soberanía nacional sean resueltas por la burguesía española de la cual conocemos su historial. Pero tampoco podemos esperar solución a estos problemas por parte de los revisionistas que hablan de socialismo en términos marxistas pero no tienen ni la más remota idea de qué es. La falta de conciencia socialista actual no reside en la inexistencia material de proletariado como dicen algunos posmodernos, ni en que la burguesía haya desarrollado herramientas de alineación que hagan imposible la revolucionarización de los trabajadores como afirmaban los seguidores de la Escuela de Frankfurt, simplemente la historia ha demostrado que aunque el nivel de vida descienda y las contradicciones sociales se agudicen socialmente, si se sufre la ausencia de un agente colectivo que dé impulso a la verdadera ideología revolucionaria, que en nuestra época es el marxismo, no habrá proceso alguno de transformación, no se dará pie a emancipaciones sociales reales, a lo sumo conatos de revolución, con suerte a pseudorevoluciones. Por consiguiente, en lo que se refiere a este tipo de países, no hay medias tintas posibles, no hay otra alternativa posible para las masas trabajadoras que el socialismo en sentido marxista, como primera etapa de la sociedad comunista, para cuya consecución hace falta la dirección del proletariado bajo el partido comunista, que debe organizarse y concienciar a los trabajadores para lanzarse a la toma de poder cuando sea el momento adecuado, y a partir de ahí realizar las medidas económico-culturales que posibiliten tal transición. 

¿Qué intentan vender los revisionistas?

Para vendernos mejor su programa de «lenta pero progresiva evolución» donde «poco a poco las cosas irán mejorando», los revisionistas nos quieren hacer creer que los principales problemas que impiden en España el desarrollo del socialismo son «el atraso en las fuerzas productivas», «la falta de libertades», etcétera, algo que podría firmar, desde distintos ángulos, desde un liberal hasta un socialdemócrata. En cambio, los verdaderos problemas que enfrentarán el partido revolucionario antes, durante y después de la toma de poder se centrarán en otros temas. 

Deberá granjearse la confianza entre la mayoría de la clase obrera en un país donde históricamente los marxistas nunca han logrado tal proeza, en un escenario donde actualmente la aristocracia obrera mantiene mucho poder y una gran influencia, en un movimiento obrero donde el nivel de sindicalización es bajo y donde los revolucionarios apenas tienen experiencia en el trabajo sindical, que en palabras de Lenin debe de convertirse en la «escuela del comunismo». Se deberá combatir las múltiples herramientas de alienación que la burguesía ha desarrollado durante décadas en la llamada sociedad de consumo; medios que ejercen un enorme rol desmovilizador, especialmente entre la juventud, pero que son igualmente vencibles. Otra tarea fundamental versará en si los revolucionarios son capaces de vincular estrechamente los intereses de la clase obrera con los potenciales aliados del resto de las capas trabajadoras, en un país donde la división entre el campo y la ciudad también se ha reflejado en un abandono histórico de los comunistas en el trabajo en el campo y zonas más aisladas. Para poder implantar medidas socialistas con el beneplácito de la mayoría de los oprimidos antes se deberá haber hecho un gran trabajo previo sobre la influencia que el revisionismo ejerce entre los trabajadores −sea en su versión reformista o anarquista−. Dicho de forma clara: hay que quebrar e inutilizar el radio de su influencia, tarea hercúlea si tenemos en cuenta que hoy hegemoniza todo el movimiento obrero, cuando somos testigos de cómo se discute estérilmente sobre mil «modelos de socialismo», pero sin conclusión de valor alguna, sin atenerse con argumentos científicos a los aciertos y errores de las experiencias ya cosechadas, todo en base a deseos y filias subjetivistas. Sin desdeñar que, en caso de que finalmente ocurra tal revolución, habrá que ver cómo se responde al intervencionismo de la reacción extranjera y la respuesta del proletariado mundial ante esta más que esperada movilización del imperialismo internacional. En último, y no por ello menos importante, está la cuestión nacional en España, es decir, la libertad de sus pueblos a elegir su futuro en unión o por separado, algo que, como ha quedado más que demostrado, nunca ha obtenido una solución completa bajo los diversos regímenes burgueses, por lo que es otra cuestión en la que el socialismo deberá completar lo que el capitalismo ha impedido por siglos. Todas estas cuestiones son las que marcarán el rápido o no tan rápido avance en las cuestiones políticas, económicas y culturales socialistas de la revolución. 

Ahora, teorizar, como hacen los patanes del PCE (m-l) o RC-FO, que en nuestra época, hay que «profundizar la democracia» o incluso que se nos traiga la necesidad de un «proceso constituyente» es volver a posiciones mencheviques, significa no haber sintetizado nada de la lucha de clases en el siglo XX, es traer a colación los viejos programas eurocomunistas que a su vez recuperaban el «evolucionismo» y el «posibilismo» de la II Internacional:

«Según Georges Marchais, se accederá al socialismo a través del desarrollo de la democracia y libertades burguesas. (…) Presentar y defender la tesis de la democracia y libertades burguesas, como la vía al socialismo, es mistificar a las masas, es darle brillo a la sociedad capitalista. Todo el mundo sabe que en la época del imperialismo, no puede haber, en el cuadro de la sociedad burguesa, de un desarrollo progresista de las libertades y de la democracia para las masas. Lo que crece y se acentúa por el contrario en este cuadro son las fuerzas de la reacción, la militarización de la producción y de otros aspectos de la vida, la opresión del proletariado y de las naciones. (…) Sólo la revolución violenta y la instauración de la dictadura del proletariado aseguran las condiciones necesarias para la expansión de la libertad y de la democracia para las amplias masas populares». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)

Si comparamos la visión del actual PCE (m-l) y demás grupos con las teorías fundamentales del viejo jruschovismo sobre la «revolución», veremos que son como dos gotas de agua:

«Han sido sustituidas por el descubrimiento de una «nueva teoría», sobre la llamada «vía no capitalista de desarrollo». Este camino es presentado por los revisionistas como una formación de transición, que, según afirman, debe preparar las condiciones materiales y subjetivas preliminares para el socialismo en los países subdesarrollados, así como el capitalismo prepara estas condiciones en los países desarrollados. Asignándole tal papel, esta formación es presentada como una amalgama, un equilibrio inerte de fuerzas políticas, ideológicas, de clase y económicas opuestas. En esencia, el camino no capitalista de los revisionistas representa el desarrollo capitalista convencional revestido con una falsa cáscara socialista. (...) El contenido principal de este proceso debe ser la transformación revolucionaria ininterrumpida de la superestructura y la estructura económica de la sociedad, el continuo cambio de la proporción de fuerzas de clase en beneficio del socialismo, la lucha contra el imperialismo y todas las fuerzas reaccionarias internas». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

El revolucionario albanés nos advertía del engaño con que los revisionistas tratan de convencernos con sus programas sobre nacionalización:

«Es dañino, verdaderamente dañino, y es una ilusión igualar cualquier tipo de sector estatal y el socialismo, independientemente del carácter de clase del poder político. Tal posición lleva el agua al molino de la burguesía y del imperialismo, del capitalismo y la contrarrevolución». (Hekuran Mara; Posibilidades de construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado, 1973)

Efectivamente, no debemos confiar ni un gramo en partidos e ideólogos del revisionismo que apoyan al castrismo o al movimiento nacional kurdo como referentes de «antiimperialismo» y «socialismo», no se les puede tomar en serio en cuanto al modelo que pretenden implantar en un futuro. Y como ya dijimos, el socialismo no se construye de forma espontánea con gente que desconoce su esencia.

Los esquemas mencheviques y titoístas en cuanto a las relaciones del partido y el frente

Debido a su fracaso a la hora de popularizar la línea y el programa de Reconstrucción Comunista (RC), la dirección no ha optado por replantearse sus métodos de agitación y propaganda, sino que ha decidido inclinarse hacia la derecha; primero, creando artificialmente un frente-fantasma «republicano», el Frente Republicano y, luego, un frente-fantasma «obrero», el Frente Obrero. El siguiente paso ha sido diluir el antiguo programa de RC rebajándolo a las propuestas de estos, amoldándose así a un republicanismo pequeño burgués clásico. Hoy ya no hay diferencia alguna entre los programas de RC y sus frentes. 

«Es necesario apostar de frente por una república popular y federal encaminada al socialismo». (Reconstrucción Comunista; Programa, 2020)

«Será derribada por un movimiento popular organizado que instaurará, en su lugar, una república federal, popular y encaminada al socialismo». (Frente Obrero, programa, 2020)

¿Qué significa todo esto? Una repetición de los esquemas mencheviques-titoístas. Ahora el lector nos entenderá mejor:

«La Kominform considera que la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia revisa la doctrina marxista-leninista sobre el partido. Según la teoría marxista-leninista, el partido es la fuerza dirigente principal en el país, con programa propio y sin diluirse en la masa de los sin partido. El partido es la forma superior de organización y el arma más importante de la clase obrera. Pero en Yugoslavia es el frente popular y no el partido comunista el que está considerado como la fuerza principal dirigente en el país. (…) El hecho de que en Yugoslavia solo el frente popular actúa en la arena política, mientras que el partido y sus organizaciones no se presentan abiertamente, en nombre propio, ante el pueblo, no solo rebaja el papel del partido en la vida política del país, sino que socava al partido como fuerza política independiente llamada a conquistar la creciente confianza del pueblo y a atraer bajo su influencia a masas cada vez más amplias de trabajadores mediante una actividad política propagandística abierta de sus puntos de vista y de su programa. Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia repiten los errores de los mencheviques rusos respecto a la disolución del partido marxista en la organización de las masas de los sin partido». (Kominform; Resolución sobre la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia, 1948)

Como cualquier testigo objetivo puede reconocer, la actividad de RC ha sido totalmente opacada y delegada en sus frentes, a quienes expone y publicita con mayor ahínco que al supuesto «partido de vanguardia». Las publicaciones principales recaen ya sobre el Frente Obrero o en su defecto, en los medios personales de su Secretario General, mediante los cuales recauda dinero para sí mismo, como Formación Obrera (*) o su cuenta en Patreon (*). Esto certifica muy claramente cuales son los principales intereses para Roberto Vaquero, y de nuevo los paralelismos históricos son más que notorios:

«Concebido como una organización popular de masas dirigida por la clase obrera y su organización, el partido comunista, y siendo visto como una herramienta para activar la acción contra la reacción local y extranjera y sus miembros reaccionarios, el frente popular podría haber jugado un papel importante en la consolidación del régimen democrático popular. Pero en vez de eso, fue construido por los titoístas para absorber, y eventualmente sustituir al Partido Comunista de Yugoslavia. ¿Cuál fue el resultado? El Partido Comunista de Yugoslavia estaba escondido, oculto frente a su gente. En un régimen que se suponía iba a ser dirigido por los comunistas, el partido tenía un estatus semilegal. Si uno paseaba por Belgrado ya fuera en 1946 ó 1947, uno no podría haber encontrado abierta ninguna oficina del Partido Comunista de Yugoslavia. No había declaraciones, resoluciones, hechas por el partido comunista. El número de miembros del partido era ocultado a la clase obrera. Incluso «Borba», el diario del Partido Comunista de Yugoslavia, no proporcionaba casi nada en cuanto a noticias o enviar información sobre la vida del partido y sus actividades. Entre la liberación del país y julio de 1948, ni una sola decisión del partido fue publicado por «Borba». (James Klugmann; De Trotski a Tito, 1951)

Pasemos a lo siguiente». (Equipo de Bitácora (M-L)Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2020)

4 comentarios:

  1. "Aquello de decretar amnistía política para todos los presos políticos es la misma cantinela demagógica de siempre. ¿Se consideran «presos políticos» a los que han atentado indiscriminadamente contra los trabajadores? O mejor dicho, ¿un gobierno comunista liberaría a estas personas que son un peligro social? Según lo que expone RC suponemos es un sí rotundo, pues esa ha sido siempre su postura en diferentes publicaciones a favor de las bandas terroristas y sus figuras, algo que ha utilizado para intentar ganarse al público más anarcoide."

    Hola, no entiendo esto.
    ¿No se supone que todos esos grupos son desviaciones? Es decir, en su falta de educación o en su desesperación, realizan acciones armadas bajo banderas rojas (o negras) atrasando la revolución realizando insurrecciones cuando no hay condiciones suficientes. Sí, que pueden ser fruto de la pequeña burguesía, de intelectuales desesperados, etc...

    Pero estas desviaciones... ¿no son víctimas de un mismo sistema que no les deja corregir su desviación? ¿No sería una solución educarles correctamente en el marxismo-leninismo y liberarles? Al menos intentarlo en ciertos individuos. Muchas de ellas se caracterizan por apoyar lo que suene a "bandera roja", un nuevo estado marxista-leninista real superaría cualquier "bandera roja" revisionista que apoyan, y allí se podrían educar y ver quiénes de verdad están en contra y a favor del socialismo.
    No entiendo que el blog parezca decir, si entiendo correctamente, que haya que dejar encarcelados a todos los miembros de esos grupos en todos los casos. No creo que se pueda decir que todos los grupos hayan atentado contra los trabajadores, sino que algunos han seleccionado a objetivos específicos que no son trabajadores. Este último tipo de desviados, ¿qué peligro social son? En mi opinión atrasan la revolución y por lo tanto no deberían de existir, pero no dañan a otros trabajadores y por lo tanto en una situación pos-revolucionaria no tienen por qué suponer un peligro social, por lo que se les puede conceder una amnistía, sean anarcoides o no; o por lo menos el indulto después de admitir que fue un error y se habían desviado del marxismo-leninismo. Aunque ponerles esa condición me parece sectario y "pijo" teniendo en cuenta que justo después de la revolución hay gente con conciencia más atrasada y no las metemos en las cárceles, sino que la intentamos educar.

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  2. Por supuesto, se dice claramente que no tiene sentido liberar a personas que han cometido un acto indiscriminado contra el pueblo y además no se arrepienten de ello. La cuestión se explica detalladamente en el documento del PCE (r)/GRAPO. Reproduzco los párrafos más importantes:

    (...) Por fuerza de principios, en un futuro régimen socialista, no se podría aplicar una justicia colectiva haciendo que paguen justos por pecadores. El pretender juzgar de forma colectiva a todo un colectivo es algo más cercano a la jurisprudencia del feminismo, pero no del marxismo. En cambio, el Estado socialista deberá atender cada caso individualmente, puesto que es imposible meter en el mismo saco a alguien que colocaba bombas de forma indiscriminada, que a quien, a lo sumo guardó alguna vez un panfleto de dicha banda armada.

    Para el primer caso, si en esos elementos se le descartase una psicopatía, habría que evaluar si hay un hondo arrepentimiento y una consciencia de su labor contrarrevolucionaria en el pasado, de otro modo jamás podrán convivir en una sociedad socialista.

    Al contrario, las personas que no hayan pertrechado delitos de sangre contra los trabajadores pero que hayan estado influidos por estos grupos deberán recibir un trabajo de educación política con ellos para ser recuperados a la causa lo más pronto posible.

    En resumen, en una futura sociedad socialista estas bandas no serían conmemoradas sin criticismo alguno como «Luchadores contra el sistema» que «ayudaron a derrocar el sistema». Esto sería absurdo y dicho estatus es imposible, dado que varios de estos grupos hasta ahora no solo se han dedicado a criminalizar la lucha armada con su aventurerismo y terrorismo indiscriminado, sino que además se han caracterizado por calumniar y perseguir a los partidos marxista-leninistas de su país. Otra cosa distinta, como decimos, es la militancia de base, que como en cualquier sindicato, partido o asociación política de cualquier tipo, habría que explicarles las cosas con paciencia teniendo en cuenta de dónde vienen; los marxista-leninistas deben separar de las filas de estos grupos a todo elemento honesto que haya irradiado estas tendencias.

    Históricamente se ha visto cómo los elementos recalcitrantes de estas corrientes ante la incapacidad de asimilar la teoría y a causa de su inestabilidad pequeño burguesa, acaban siendo un obstáculo para la revolución e incluso acaban yendo contra ella una vez establecido el poder revolucionario. Ejemplo de ello fueron los eseristas de izquierda, que tras una breve alianza con los bolcheviques dieron la espalda a la revolución y acabaron atentando contra los bolcheviques, siendo famoso el atentado contra Lenin en 1918, así como el asesinato logrado contra algunos dirigentes bolcheviques, varios de sus líderes serían jugados públicamente en 1922. (...)

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  3. Eso no excluye ser indulgente con estas gentes aunque no tengan delitos de sangre:

    (...) Precisamente la excusa preferida de los grupos lumpenizados ha sido siempre decir que «desde el punto de vista marxista» a los sujetos que ejercen el bandolerismo, tráfico de drogas, robos, estafas, hooliganismo, pandillerismo, negocios de prostitución, etc… no se les puede condenar de ninguna forma porque simplemente son «productos del sistema capitalista», exculpando a los sujetos de cualquier responsabilidad, incluyendo también el tema del terrorismo que lo presentan como «una reacción desesperada ante el injusto sistema».

    Estos ideólogos hacen verdaderos malabarismos con el tema de la influencia capitalista sobre este tipo de sujetos, y justifican todo en base al concepto de «alineación» para dar carpetazo final al tema. Esto que dicen es cierto: son productos del propio sistema y sus deficiencias, son sujetos alienados. Hemos hablado infinidad de veces de la presión ideológico-cultural que se ejerce desde la superestructura sobre los sujetos sociales, pero cuando se exponen los errores de estos elementos y persisten sus errores no puede existir compasión posible con ellos.

    Hacer la vista gorda sobre este tipo de actitudes en períodos de desorganización y falta de clarividencia ideológica es más peligroso aún; insistir en un trato amigable, aparcar las diferencias y confiar en una reeducación futura –incluso de sujetos abiertamente recalcitrantes– no deja de ser un ideario liberal del todo estúpido, que se acerca más a una premisa cristiana de ejercer el perdón automático sin rencor ni reflexión alguno que a una actitud marxista.

    Cuando varios elementos que no quieren, o no pueden rectificar, son un claro obstáculo para el progreso, ¿quién si no los comunistas deben analizar en profundidad y criticar estas actitudes que perjudican la causa? ¿Se lo dejamos a los liberales burgueses y sus intelectuales para que creen teorías como que todo el proletariado ha degenerado en lumpemproletariado o que el comunismo es igual a ejercer el viejo terrorismo individualista o de un pequeño grupo conspirativo?

    Además, para evidenciar la falsedad de esta teoría que justifica estos actos solo hay que mirar una vez más el rastro de la historia, observar que dentro de las experiencias históricas donde se ha puesto en pie una sociedad socialista, creándose condiciones económicas propicias para que el sujeto pudiera desarrollar en gran medida sus habilidades físicas y mentales, incluyendo una oportunidad no solo de redimirse en lo moral, sino de vivir dignamente en lo económico, siempre ha habido y habrá elementos que han rechazado tomar este camino de reinsertarse-reeducarse, que han preferido seguir con su modo de pensar y actuar contra el sistema socialista. No es casualidad que muchas de estas figuras hayan acabado siendo parte de las filas de la contrarrevolución por su indisciplina, individualismo, egolatría, falta de autocrítica y de escrúpulos.

    Debe concluirse que por supuesto las condiciones materiales tienen el peso decisivo que dan luz a estos fenómenos, en eso hemos insistido siempre, pero no olvidemos la personalidad de cada sujeto y el nivel de fuerza de voluntad de cada uno para autotransformarse, ya que no somos elementos pasivos condenados al error. No olvidemos que, en una futura sociedad socialista, el espíritu liberal e individualista, el afán autojustificador no le va a valer a nadie de excusa para causar un perjuicio al bien colectivo ni a la propiedad común, no servirá para estar por encima de las leyes populares. (...)

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    1. Soy quien puso el primer comentario, respondo para decir que me has convencido y gracias.

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«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»