viernes, 24 de abril de 2020

Medidas extraordinarias, filantropía y caridad de los explotadores en tiempos de crisis; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


[Publicado originalmente en 2020. Reeditado en 2021]

«Antes de abordar el tema de las «medidas extraordinarias» y las «aportaciones filantrópicas», hay que ponernos en contexto sobre lo que suele ocurrir ante este tipo de crisis, como puede ser hoy la actual pandemia.

a) ¿Cómo se preparan los gobiernos para afrontar el desastre?

El gobierno de España, y muchos otros del resto del mundo, se están viendo obligados a implementar medidas extraordinarias:

«En una rueda de prensa desde la Moncloa, Ribera defendió las medidas adoptadas por el Gobierno para garantizar suministros esenciales como la luz, el gas natural y el agua en este estado de alarma y aseguró que «ningún español que piense que está pasando una situación de dificultad va a sufrir ningún corte» de ninguno de ellos». (El Confidencial; El Gobierno modificará el bono social para incluir a los afectados por el coronavirus, 19 de marzo de 2020)

En materia logística y de mando de la sanidad es de destacar que:

«Por primera vez en la historia de la democracia España dejará de tener 18 sanidades diferentes, la militar más las de las 17 comunidades autónomas, Un 155 sanitario, como han dicho algunos presidentes autonómicos. No se nacionaliza la Sanidad como explicó ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pero se pone «al servicio del Ministerio de Sanidad todas las instituciones civiles, militares, públicas y privadas». (ABC; La Sanidad queda bajo un mando único en España por el coronavirus, 16 de marzo de 2020)

Entre otras medidas, se ha dado una moratoria hipotecaria:

«Se considera que un cliente está en situación de vulnerabilidad cuando «el deudor hipotecario pase a estar en situación de desempleo o, en caso de ser empresario profesional, sufra una pérdida sustancial de sus ingresos o una caída sustancia de sus ventas». También se considerará que es beneficiario de esta medida los clientes que hayan rebajado sus ingresos hasta el equivalente a a tres veces el IPREM anual de 14 pagas». El IPREM está situado en 7.519,59 euros anuales. Otra manera de considerar a un deudor como vulnerable es «cuando el esfuerzo que representa la carga hipotecaria sobre la renta familiar se haya multiplicado por al menos 1,3» a causa de la bajada de ingresos. Si se trata de un autónomo, podrá considerarse vulnerable si ha sufrido «una caída» de al menos del 40% de sus ingresos. El borrador con el que trabaja el Gobierno es que la moratoria no «devengarán intereses». (La Vanguardia; El Gobierno impone una moratoria en las hipotecas durante la crisis del coronavirus, 17 de marzo de 2020)

Aún está por ver que estas medidas se cumplan íntegramente, cosa que dudamos. Por citar un ejemplo, también «los gobiernos del cambio» de Podemos prometieron el fin de los desahucios, la inseguridad, la especulación mobiliaria, y nada cambió. Aunque, muy seguramente, después de la nefasta gestión gubernamental PSOE/Podemos ambas formaciones deban esforzarse en cumplir alguna de estas medidas en pro de frenar la sangría de votos que se avecina en las próximas elecciones.

[Nota de 2021: En realidad la falta de cumplimiento de las promesas del gobierno ha sido tal que ha superado nuestras expectativas. Véase el capítulo: «Los oportunistas al rescate del «gobierno del cambio» de 2021.]

En Francia se han tomado medidas más contundentes para garantizar la subsistencia de sus ciudadanos:

«En una alocución televisada, el presidente francés explicó que se dedicarán 300.000 millones de euros a salvar las empresas. Ninguna de ellas debe quebrar debido al coronavirus. El Estado asumirá el pago de los créditos bancarios contraídos. También se suspenderá el pago de impuestos y cotizaciones sociales, de las facturas de agua, luz y gas, así como los alquileres. No quedó claro si esto último se aplicará a las empresas o a toda la población, pero Macron insistió en que «ningún francés quedará sin recursos». (La Vanguardia; Francia asume los créditos y suspende el pago de alquileres, impuestos y recibos de luz, gas y agua, 16 de marzo de 2020)

El gobierno de EE.UU. que inicialmente despreció la crisis, ha acabado reculando. Esta gestión negligente ha hecho que el principal banco del país tome medidas excepcionales que en otra situación no tomaría:

«La Reserva Federal (Fed) estadounidense ha anunciado finalmente este domingo que baja los tipos de interés hasta el 0% e inyecta 700.000 millones de dólares −625.000 millones de euros−». (ABC; La Reserva Federal rebaja al 0% los tipos de interés y anuncia una inyección de 700.000 millones, 15 de marzo de 2020)

¡¿Dónde se ha visto que un banco público o privado conceda un interés del 0%?! El Banco Central Europeo (BCE), después de no ver la crisis tan seria como para actuar con determinación, también ha acabado cambiando de opinión, ofreciendo un pack de ayuda con grandes rebajas en los tipos de interés:

«Giro radical del Banco Central Europeo (BCE) en una semana. La autoridad monetaria lanzó anoche un programa especial de 750.000 millones de euros para adquirir títulos de deuda, lo que relaja las primas de riesgo tras el estrés de las últimas semanas. El desplome de la rentabilidad de los bonos soberanos se sitúa entre el 20% y el 50%, mientras que la bolsa cotiza con leves caídas tras iniciar la sesión con fuertes alzas. «Si el mensaje al mercado del BCE de la semana pasada fue un ‘haré lo que pueda’, con la acción de la pasada noche, el mismo ya empieza a mutar a un ‘haré lo que sea necesario». (El Confidencial; El BCE abarata el coste de la deuda hasta un 50%: «Vuelve al 'haré lo necesario», 19 de marzo de 2020)

Algunos dirán que esta medida del BCE solo acrecentará más la dependencia de los países europeos hacia dicho banco, lo cual es cierto, pero de nuevo insistimos, dentro de la lógica capitalista, los gobernantes tienen dos alternativas ante este abismo: o aceptar dicha ayuda y endeudarse más, o sucumbir a que su economía pueda declararse en bancarrota en breve. El BCE bien podría haber exigido en una situación como la actual unos intereses mayores aludiendo «la avalancha en la demanda de préstamos», pero precisamente los ha rebajado porque no le interesa poner en riesgo el sistema económico mundial, eso también implica indirectamente evitar que caiga una pieza y se vea un efecto dominó. Aquí se ve de manera clara como están íntimamente entrelazados el capital bancario y el industrial, formando lo que ya Lenin llamaba capital financiero. Los bancos necesitan las industrias para generar dinero a base de intereses y los empresarios industriales se hallan necesitados constantemente de créditos bancarios para poder mover la inmensa cuantía de capital que necesitan para crecer. Si cae uno de los dos en pánico, repercute de la misma forma en el otro, es la anarquía de la producción, su organización y distribución. Por ello, la economía global capitalista se asemeja a un juego de equilibrismos −en el cual casi siempre salen perdiendo los asalariados, a menos que muevan el trasero−.

b) ¿Es la primera vez que vemos a la burguesía dar concesiones ante una emergencia sanitaria?

¿Es acaso esto nuevo? Quizás para los que no han cogido un libro de historia en su vida, estas medidas suponen algo extrañísimo de explicar, algunos incluso lo calificarán de «cambio inevitable en el paradigma económico», otros de «un cambio de mentalidad de los poderosos», pero ni siquiera es un fenómeno nuevo ni propio del capitalismo:

«Al igual que los Estados industriales de la actualidad, también las sociedades preindustriales conocían procedimientos y mecanismos para aliviar un poco las evidentes desigualdades en el reparto de la fortuna y los ingresos. (...) Correspondía un papel importante a las transferencias voluntarias de bienes y de ingresos en forma de fundaciones y de donaciones caritativas. (...) Su principal objetivo ni en modo alguno era esa la intención no era la diversificación de la demanda ni el incremento del estándar de vida, sino asegurar los medios de subsistencia de las capas de la población, y con ello, evitar hambrunas, inquietud y rebeldía». (Ernst Hinrichs; Introducción a la historia de la Edad Moderna, 2012)

Hoy ocurre igual, hace tiempo que está más que demostrado que el capitalismo se sabe adaptar a las situaciones de crisis, incluso aprovecha tales situaciones para presentarse como un sistema benévolo. Es más, en situaciones de epidemias, Engels observó cómo «la clase capitalista dominante no puede permitirse impunemente el placer de favorecer las enfermedades epidémicas en el seno de la clase obrera, pues sufriría ella misma las consecuencias», y «el ángel exterminador es tan implacable con los capitalistas como con los obreros». Una vez sabido esto, no cuesta entender entonces que:

«Desde el momento en que eso quedó científicamente establecido, los burgueses humanitarios se encendieron en noble emulación por ver quién se preocupaba más por la salud de sus obreros. Para acabar con los focos de epidemias, que no cesan de reanudarse, fundaron sociedades, publicaron libros, proyectaron planes, discutieron y promulgaron leyes. Se investigaron las condiciones de habitación de los obreros y se hicieron intentos para remediar los males más escandalosos». (Friedrich Engels; Contribución al problema de la vivienda, 1873)

Analizando los brotes de enfermedades en el siglo XIX, Engels ya expuso que la clase dominante se había visto obligada a tomarse muy en serio estas situaciones, ya que, lejos de lo que pudieran pensar algunos necios burgueses, la infección y propagación de enfermedades en los barrios obreros repercutía directamente sobre la mercancía que ellos contratan en el mercado laboral, por lo que esto −tarde o temprano− se traducía en una pérdida de la mano de obra empleada, en el cierre de puertos, de urbes, es decir, producía derivar en una bajada o paralización de la productividad y la producción. Pero no solo eso, sino que corrían el riesgo de que la enfermedad se propagase hasta el último rincón de sus ciudades, incluso sus lujosas casas y mansiones:

«Las ciencias naturales modernas han demostrado que los llamados «barrios insalubres», donde están hacinados los obreros, constituyen los focos de origen de las epidemias que invaden nuestras ciudades de cuando en cuando. El cólera, el tifus, la fiebre tifoidea, la viruela y otras enfermedades devastadoras esparcen sus gérmenes en el aire pestilente y en las aguas contaminadas de estos barrios obreros. Aquí no desaparecen casi nunca y se desarrollan en forma de grandes epidemias cada vez que las circunstancias les son propicias. Estas epidemias se extienden entonces a los otros barrios más aireados y más sanos en que habitan los señores capitalistas. La clase capitalista dominante no puede permitirse impunemente el placer de favorecer las enfermedades epidémicas en el seno de la clase obrera, pues sufriría ella misma las consecuencias, ya que el ángel exterminador es tan implacable con los capitalistas como con los obreros». (Friedrich Engels; Contribución al problema de la vivienda, 1873)

Claro es que, dado el actual desarrollo de capitalismo monopólico y la globalización, la nueva variable observable es la velocidad con que una nueva enfermedad contagiosa pasa de afectar a una pequeña zona geográfica a amenazar a todo el planeta e incluso a la sociedad humana en tiempo récord, algo que solo puede ser contrarrestado con una rápida respuesta, que como se ha visto, brilla por su ausencia. Y que por lo demás no solo se trata de una crisis sanitaria, sino que trae consigo una crisis económica que podría no tener precedentes. Si bien de momento hay acceso a productos de primera necesidad, en el momento en que esto no esté garantizado derivará en una creciente inseguridad social.

La donación de los empresarios y diversos países capitalistas de material médico, alimentos, tecnologías y demás, no corresponde fundamentalmente a la filantropía de las figuras que los dirigen, sino que, en casi todos los casos, se explica como un aprovechamiento del momento para realizar un lavado de imagen. Aquí encontramos como la derecha tradicional defiende a figuras empresariales como Amancio Ortega, bien conocidas por evadir impuestos, la tenencia de trabajadores en condiciones paupérrimas e incluso practicar la explotación asalariada infantil en los países del llamado «tercer mundo».

¿Mentimos? En absoluto. El empresario Amanacio Ortega ha donado 300.000 mascarillas a la sanidad pública, dicha empresa ha sido de los primeros en decretar un Erte a 45.000 trabajadores, aunque dice garantizar su sueldo durante la suspensión. Fuera de España cuenta con 145.000 trabajadores, lo que ya da a entender que como para cualquier burgués: su prioridad no es el desarrollo de su patria sino el de su bolsillo. Existe toda una legión de periodistas afines a él como Juan Manuel López-Zafra, que afirman que es mentira que desarrolle actividades de explotación infantil. Lo cierto es que Zara, otra de las empresas de Ortega, tuvo que pagar una multa precisamente por esa causa. La Agencia EFE reportaba que:

«La multinacional española Zara deberá pagar 5 millones de reales −1,5 millones de dólares− en Brasil en el marco de un nuevo acuerdo firmado con la Fiscalía por un caso de trabajo esclavo registrado en 2011, informó hoy el Ministerio Público del Trabajo (MPT) de Sao Paulo». (El periódico; Zara deberá pagar 1,5 millones dólares en Brasil por caso de trabajo esclavo, 13 de mayo de 2017)

Parte de la fortuna de este gran «patriota», se ha cosechado evadiendo impuestos al Estado a través de diversas fórmulas:

«Amancio Ortega, dueño y fundador de la empresa textil Inditex es, con un patrimonio estimado de más de 61.000 millones de euros, el segundo hombre más rico del mundo según el ranking de la lista Forbes. La multinacional que controla su buque insignia, Zara, declaró en 2015 un beneficio neto de 2.880 millones de euros, pero no es oro todo lo que reluce. De hecho, y según un estudio presentado este jueves, sólo entre 2011 y 2014 Inditex se sirvió de «agresivas técnicas de ingeniería fiscal» para evitar pagar 585,72 millones de euros en impuestos. Y esta cantidad sólo supone una estimación de la elusión fiscal-legal, a diferencia de la evasión fiscal- practicada por el gigante textil sirviéndose de su red de empresas en Holanda, Irlanda y Suiza, aunque el estudio en cuestión advierte de que la cifra exacta podría ser mucho más elevada. (...) Estos son sólo algunos de los datos del informe presentado este jueves en el Europarlamento por varios eurodiputados del grupo de Los Verdes/ Alianza Libre Europea en rueda de prensa. A lo largo de una treintena de páginas, el estudio Tax Shopping: explorando el negocio de elusión fiscal de Zara, que firma el economista Marc Tataret -Universidad de Barcelona (UB)-, documenta algunas de las «técnicas clásicas» empleadas por la empresa matriz para eludir impuestos». (El Público; Inditex esquivó 600 millones en impuestos gracias a la ingeniería fiscal, 7 de diciembre de 2016)

Casualmente, los economistas que niegan estas triquiñuelas de la economía sumergida, son los mismos que luego se echan las manos a la cabeza con la aparición de los «Papeles de Panamá».

En su momento, Friedrich Engels ya comentaba en sus tiempos las actividades de estos «pajarracos»:

«¡Establecimientos de beneficencia! ¡Como si fuese ayudar al proletario el comenzar por explotarlo hasta sangrar para luego poder desagraviarlo con complacencia y farisaísmo con vuestro prurito de caridad y presentaros ante el mundo como grandes benefactores de la humanidad, mientras devolvéis a ese desdichado que habéis exprimido hasta la médula, la centésima parte de lo que le corresponde! ¡Beneficencia que degrada aún más a aquel que la práctica que a aquel que la recibe; beneficencia que hunde todavía más en el polvo al desafortunado que se ha pisoteado, que implica que el paria deshumanizado, excluido de la sociedad, renuncia en primer lugar a la última cosa que le queda, a su aspiración a la cualidad de hombre, y mendiga primeramente su benevolencia al lado de la burguesía, antes que ella le haga el favor de estamparle en la frente, al darle la limosna, el sello de la deshumanización!». (Friedrich Engels; La situación de la clase obrera en Inglaterra, 1845)

Ergo ya en la era preindustrial los mandatarios habían desarrollado mecanismos para mantener su sistema a flote durante periodos de crisis. Las clases explotadoras incluso se tomaban las donaciones como signo de prestigio y estatus social:

«Para los que daban limosnas, la donación caritativa no solo era un deber religioso, sino también una demostración social; el agolpamiento de mendigos entorno a su persona y a su casa no se consideraba una carga, sino la confirmación de su prestigio social. (...) Las limosnas y los donativos de los particulares acomodados, de las instituciones eclesiásticas y estatales, paliaron un poco las consecuencias de la pobreza estructural de la Europa preindustrial. (...) Sin embargo sólo era un modesto paliativo del que no cabía esperar, ni se esperaba, el fin de la desigualdad». (Ernst Hinrichs; Introducción a la historia de la Edad Moderna, 2012)

Por su parte, Karl Marx vinculaba la práctica de la caridad con la influencia del idealismo filosófico de la religión, que es el arma perfecta de las clases explotadoras para engañar a los explotados, para aliviar su conciencia ante una situación de precariedad y sufrimiento:

«Los principios sociales del cristianismo han tenido ya dieciocho siglos para desenvolverse. (...) Los principios sociales del cristianismo predican la necesidad de que exista una clase dominante y una clase dominada, contentándose con formular el piadoso deseo que aquella sea lo más benéfica posible. Los principios sociales del cristianismo dejan la desaparición de todas las infamias para el cielo, justificando con esto la perpetuación de esas mismas infamias sobre la tierra. Los principios sociales del cristianismo ven en todas las maldades de los opresores contra los oprimidos el justo castigo del pecado original y de los demás pecados del hombre o la prueba a que el Señor quiere someter, según sus designios inescrutables, a la humanidad. Los principios sociales del cristianismo predican la cobardía, el desprecio de la propia persona, el envilecimiento, el servilismo, la humildad, todas las virtudes del canalla». (Karl Marx; El comunismo del Rheinischer Beobachter, 12 de septiembre de 1847)

b) ¿China y Cuba como «modelos a seguir»?

¿Y a qué se ha dedicado la «izquierda hegemónica»? Pues resulta que durante la crisis publicita la actuación de países imperialistas como China; ese mismo que se ha dedicado a intentar hacer negocio durante la crisis vendiendo tests rápidos sin controles de calidad, un régimen como el asiático que precisamente es conocido por la falta de derechos laborales, por llevar a cabo una política exterior agresiva en lo militar y económico:

«José Luis Centella: Se ha demostrado la prioridad del sector público, una planificación de la economía bajo diversas formas. (…) Se ha demostrado que la propiedad privada y la economía de mercado se ponen siempre al servicio del control estratégico del poder público, del gobierno. (…) De manera que la redistribución de la riqueza se plantea desde una sinergia entre el sistema socialista y una economía de mercado socialista que permite liberar las fuerzas productivas». (Partido Comunista de España; Acto «China en el nuevo escenario mundial», 19 de octubre de 2020)

Aunque los representantes de esta «izquierda» antimarxista también tienen tiempo en publicitar a todas horas a países como Cuba; que han mantenido buenas relaciones con países fascistas y han mantenido desde el principio una política de sumisa dependencia económica hacia los imperialismos −como la propia España−:

«Todos estos hechos ponen manifiesto la superioridad de una sociedad con la economía planificada como la China que, finalmente y tras una batalla ejemplar en la que las personas fueron el centro de toda su gestión, no solo ha sido capaz de vencer la pandemia, sino que está en condiciones de ofrecer, junto a Cuba y sus brigadas médicas, su solidaridad internacionalista al mundo. HOY VENCER AL COVID-19. MAÑANA DERROTAR AL CAPITALISMO». (Partido Comunista de todos los Pueblos de España; 200.000 millones, no es un escudo, es un plan de rescate empresarial con un limitado anexo social, 2020)

Pero, aun con todo, tratan de vendernos a ambos como «modelos de socialismo a seguir y apoyar por sus excelsas políticas exteriores internacionalistas». Este es un ejemplo de los muchos que existen. Para refutar estas afirmaciones recomendamos los siguientes documentos.

Sobre China lo siguiente consúltese lo siguiente:

Véase el capítulo: «China como un «país pacífico que no se mete en asuntos externos» de 2018.

Véase el capítulo: «La política socialimperialista de los gobernantes chinos no es casual, es un reflejo de su política opresiva y explotadora en el interior» de 2018.

Sobre Cuba consúltese lo siguiente:

Véase el capítulo: «Sobre el supuesto intachable e innegable internacionalismo de Cuba» de 2017.

Véase la obra: «Reflexiones sobre el VIIº Congreso del Partido «Comunista» de Cuba y su línea económica» de 2016.

En estos últimos dos casos, en el supuesto de que fuese cierto que los aportes se hacen por humanismo, les recordamos que la historia ha registrado casos de altruismo entre bondadosos filántropos burgueses, que varios países capitalistas han prestado gratuitamente o con intereses ayuda durante ciertos desastres naturales recientes −véase los millones que tanto del gobierno español, ONGs, Cruz Roja, como particulares, aportaron tras el terremoto que asoló Haití en 2010−. Eso no borra las relaciones de producción de sus respectivos países ni su política exterior, y cuando subrayamos esto, por supuesto incluimos en esta lista tanto a los países capitalistas «tradicionales» como a los países capitalistas del revisionismo que se hacen pasar por «socialistas» y seguidores de las ideas de Marx y Engels. Tampoco el tener un gran sistema sanitario o buenos servicios públicos es sinónimo de «socialismo» como pregonan algunos, si eso fuese así, países como Suiza, Singapur, Francia, Andorra o la propia España que siempre ha salido en las listas de los países con mejores sistemas sanitarios sanitario, serían más «socialistas» que nadie. Sobre los logros sociales como sinónimo de «socialismo» marxista. Si consultamos lo que escribía el señor Gouysse antes de vender su pluma a Pekín, este apuntaba con toda razón:

«Nos parece esencia aquí empezar con una digresión sobre los términos tan distorsionados como son las palabras «izquierda» y «socialismo». Para todo socialdemócrata como para todo revisionista y para todo pequeño burgués, estas palabras definen no una sociedad donde es abolida la esclavitud asalariada, sino una sociedad donde el bienestar material es asegurado a todos o casi todos y donde es garantizado una cierta seguridad sobre el plan social y de empleo. Para un no marxista se representa el socialismo como un simple asunto de redistribución de las riquezas o se manifiesta por la baja pobreza o de desigualdades, el socialismo es para él un índice de progresismos. Lo mismo que un pequeño burgués contempla los «logros sociales» solo en el estrecho marco nacional de su país, haciendo caso omiso del lugar que ocupan las relaciones de producción. Para todos aquellos que se horrorizaron por el análisis de las relaciones de producción, para aquellos que están tentados de continuar clamando que «a pesar de todo» es decir a pesar de la existencia de una burguesía monopolista de Estado, los países revisionistas permanecieron como países «socialistas», «más igualitarios», tomemos en serio sus enfoques por un momento. Si tomamos como indicador de socialismo el criterio de distribución menos desigual de la riqueza, solo tenemos que comparar a los países bajo el coeficiente de Gini. El coeficiente de Gini indica en qué medida se da la distribución del ingreso de los hogares y como se apartan de una igualdad perfecta. Varía de 0 a 100, presentando 0 la igualdad perfecta y 100 la desigualdad máxima. (...) En 2005 el indicie de Gini daba un 67 a la media mundial. Países como Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca poseen actualmente las disparidades más reducidas de renta, materializándose en un coeficiente superior a 20 pero inferior a 30 en tal índice». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

c) Incluso estos «actos benévolos» no pueden enmascarar la esencia del sistema

En resumen, como se está viendo, en España y otros países el gobierno se ha visto obligado a asumir parte de la carga de la crisis con medidas como subvencionar parcialmente a las empresas la reducción de jornada o la baja temporal. ¿Por qué, por «buena voluntad»? No, para escapar a un escenario peor donde el pánico de los empresarios por no sufrir los efectos de la recesión produjese una avalancha mayor de despidos preventivos que, a su vez, crease una crisis más honda para el gobierno con un número de desempleados permanentes que serían mantenidos directamente por él, lo que indirectamente llevase aparejada una bajada de la productividad y de la producción nacional:

«El primer objetivo es evitar que se dispare el desempleo, por lo que «se priorizará la suspensión de los contratos y la reducción de las jornadas», ha señalado Sánchez. El Gobierno va a flexibilizar los Expedientes de Regulación de Empleo Temporal (ERTEs) para que las empresas ajusten sus plantillas sin recurrir al despido. El Gobierno asumirá el pago del 70% de la base reguladora a los trabajadores −medida por la cotización de los últimos 180 días− y, además, bonificará las cuotas a la Seguridad Social de los empleadores, para que no tengan que soportar ningún coste laboral extra. (...) Todos los trabajadores afectados por ajustes de plantilla tendrán acceso a la prestación por desempleo sin excepción. Esto significa que también la cobrarán aquellos que no hayan cotizado lo suficiente para ser beneficiarios. En el caso de los autónomos, el Consejo de Ministros ha aprobado facilitar el acceso de todos ellos al cese de actividad, prestación conocida como el 'paro de los autónomos'. Todos los cotizantes del RETA cuyo negocio se haya visto gravemente afectado por la pandemia y sus consecuencias económicas, tendrá acceso a esta prestación. Además, durante ese periodo tendrán bonificadas las cuotas a la Seguridad Social y, si tiene asalariados, podrá acogerse a los ERTEs. El Gobierno también ha aprobado un paquete de ayudas de 600 millones de euros para mejorar la atención de los servicios sociales dedicados a las familias vulnerables. Estos fondos se destinarán a las comunidades autónomas y corporaciones locales para reforzar sus líneas de asistencia social». (El Confidencial; El Gobierno movilizará 200.000 millones para amortiguar la crisis del coronavirus, 17 de marzo de 2020)

En ciertas empresas la implementación de los ERTE es casi una obligación debido al papel que desempeñan. Se alza la cuestión de la subsistencia de los trabajadores que en teoría tanto el gobierno como las empresas dicen que van a asegurar. Varias empresas como IKEA, Corte Inglés, Inditex han anunciado «pagar íntegramente el sueldo a su plantilla» al menos durante las próximas semanas, otras afirman que lo harán «todo lo que dure la cuarentena». Se vende desde el capitalismo que «quien no trabaja es porque no quiere», cosa que como sabemos no solo no es cierta, sino que además en una situación en la que el gobierno no puede garantizar un desempeño «normal» de la producción y por tanto de la búsqueda de empleo para el proletariado por las condiciones existentes −en este caso por una causa externa como el virus−, lo mínimo es que las empresas con ganancias multimillonarias y el propio Estado asuman la carga recortando de donde haga falta. ¿Pero se puede esperar que esto se haga? No. En todo caso, más le valdría a los trabajadores organizarse y hacer valer tales peticiones defensivas, y no fiarse simplemente de las bonitas declaraciones de los empresarios y políticos, porque si esperan que el Estado burgués les rescate van muy mal encaminados: ya estamos viendo la respuesta deficiente que está dando durante la crisis. Muy seguramente el gobierno al no buscar modificar y aumentar sus métodos de ingreso −empezando por cortar el grifo a los parásitos−, su solución chapucera será asumir gran parte de la carga a costa de endeudarse y/o tratando de cargar la deuda sobre los trabajadores en un futuro cercano.

En otras empresas debido a su actividad deben permanecer abiertas como ocurre con los servicios de correos, pero lejos de regularse que servicios son prioritarios y cuales no, se mantiene actividad normal, obligando a los trabajadores a mantener una alta movilidad para servicios del todo innecesarios, y sobre todo, sin las condiciones de higiene y protección debidas como denuncian sus trabajadores. Otras empresas como Carrefour o Mercadona tampoco pueden cerrar debido a que son empresas de alimentos básicos, aquí, aunque han reducido el horario, también los asalariados también demandan que las medidas de seguridad se han implementado semanas tarde, estando los trabajadores expuestos varias horas a multitud de personas. Un caso todavía más vergonzante es la situación inhumana en la que se encuentran los jornaleros de la fresa de zonas como Huelva o Almería, allí cerca de 500 trabajadores denuncian que a estas alturas de la epidemia aún no tienen ningún tipo de protección frente al coronavirus, eso sin contar con el hecho de que habitan en hacinamientos forzosos, lo que aumenta las posibilidades de contagio.

Bajo estas medidas, la reducción de personal no evitará que muchas empresas, pese a todo, sigan teniendo pérdidas o una reducción sustancial de sus beneficios −mientras otras como las de alimentación seguramente hasta experimenten un aumento de las ventas−. Paralelo a esto algunos «conspiranoicos» creen que la crisis ha sido forzada para llevar a cabo una «transformación tecnológica» donde de ahora en adelante las empresas no necesitaran a tantos empleados, y que de ahí viene toda esta crisis autoinducida. Lo cierto es que al terminar la crisis puede haber ciertos avances tecnológicos −o ninguno en especial−, pero de lo que estamos seguros es que no los habrá en tal número ni en tal distribución que permitan a todas las empresas seguir con el mismo número de plantilla de empleados que durante la crisis. La razón de esto es simple: cualquier sistema económico desarrolla mecanismos defensivos para así maniobrar y contrarrestar las crisis −bien hablemos de periodos de turbulencias económicas o de sangrías demográficas−.

Ahora, estos son mecanismos en muchos casos son espontáneos, intuitivos y desiguales −pues no llegan a todas las empresas ni a todos los países−, por lo que cuando la demanda vuelve a subir, y con ello la demanda de mano de obra, dichas empresas que hayan sobrevivido se verán obligadas a reincorporar a dichos empleados suspendidos temporalmente, a volver a introducir la jornada completa en otros casos, y a contratar a nuevos empleados −algunos incluso de los que previamente habían despedido−, o a introducir nuevos métodos de productividad para compensar; y en caso de no poder satisfacer dicha capacidad de ampliación serán absorbidas por los monopolios, como ya habrá ocurrido durante la crisis con las empresas que entraron en quiebra. Esa es la dinámica del capitalismo en su etapa monopolista. Muchos economistas del reformismo niegan esto y creen que todo puede ser salvado a base de recetas keynesianas para la sociedad, pero hasta el momento no han demostrado ser capaces de revertir esta tendencia. Otros incluso niegan el proceso de monopolización, pero esto no es una opinión nuestra, no es algo debatible, en definitiva... solo estamos recogiendo los resultados de la historia sobre las crisis capitalistas. Véase el capítulo: «El programa económico socialdemócrata de Podemos» de 2015.

Por último, no debemos olvidar que el gobierno ha inyectado dinero una vez más a los bancos para evitar una crisis crediticia. Para quien no lo entienda, esto significa que inyectará dinero a los bancos a través de dinero estatal y a través de las empresas privadas −que seguramente en el futuro obtengan un interés por dichos préstamos−:

«La mayor parte del paquete de medidas no tendrá coste presupuestario, ya que se trata de líneas de liquidez a las empresas a través de avales y préstamos para evitar una crisis de crédito «credit crunch». En total, la línea de avales del Estado ascenderá a 100.000 millones de euros, lo que significa que será el Gobierno quien asuma el riesgo de morosidad para así aliviar a los bancos y garantizar que siguen prestando». (El Confidencial; El Gobierno movilizará 200.000 millones para amortiguar la crisis del coronavirus, 17 de marzo de 2020)

Todo esto indica que no es que el «capitalismo haya provocado apropósito esta crisis» ni que se trate de «pugnas imperialistas», sino que el capitalismo −en general− no está preparado para solventar una debacle de este tipo −una pandemia vírica− pese a tener los recursos materiales de sobra a su alcance, que no sabe coordinarse a tiempo pese a ver lo que estaba sucediendo en otras latitudes. La incompetencia gubernamental para frenar este tipo de fenómenos va a dar una oportunidad para que efectivamente, unos sectores capitalistas saquen muchos beneficios −como el caso de la industria alimenticia o farmacológica− pero esto es algo que ocurre en muchísimas situaciones −ocurre con las recesiones económicas, guerras, adquisición de patentes y otro tipo de epidemias−. La competición por ver quien obtiene la primera vacuna en la que están inmersos ahora mismo China, EE.UU., Rusia y Alemania, es buena prueba de ello, pero no se puede calcular en qué momento y en qué proporciones se distribuirá la dichosa vacuna, quizás cuando se logre el problema haya concluido o esté por hacerlo.

En otro orden de cosas, hay que decir que la cuestión del coronavirus va a hacer que los gobiernos se vean abocados a inyectar dinero para mantener a flote muchas otras empresas importantes, pero también va a dedicar recursos en sectores apremiantes del momento como buscar material y personal sanitario, mantener el flujo de alimentos o acondicionar edificios para los más necesitados −ya se ha visto como el gobierno español demagógicamente va a condicionar lugares para los sin techo como si estas personas antes de la pandemia no necesitasen de tal necesidad básica que en teoría recoge la Constitución de 1978−. El Ministro de Sanidad Salvador Illa ha anunciado una compra masiva a China de respiradores, mascarillas, tests rápidos, guantes y demás por valor de 432 millones de euros. A esto un inciso; más de 700.000 tests rápidos de la empresa china Shenzhen Bioeasy Biotechnology resultaron defectuosos, ante lo cual el gobierno chino comentó que dichos productos no habían pasado las inspecciones requeridas según la legislación china pero que en cambio sí se podían vender al mercado internacional.

Todo esto significa que se va a estar otorgando financiación estatal que bien se podría aprovechar en invertir −desde la óptica capitalista− en otros sectores mucho más suculentos en cuanto a ganancias −como sería exportar capital a otros países o en crear nuevas empresas−. Con lo que el destino de ese dinero es en muchas ocasiones una inversión de no retorno en servicios que demanda la crisis sanitaria; un capital totalmente desperdiciado desde el punto de vista de la rentabilidad capitalista.

¿Acaso alguna de estas medidas hubiera sido tomada sin la aparición del coronavirus? ¿De verdad alguien cree que este pozo sin fondo que está siendo el coronavirus en lo económico, es celebrado en secreto por los líderes políticos de los países implicados? ¿Acaso dichas medidas extraordinarias en materia de exención de impuestos, refuerzo de la sanidad, intereses bajos en los préstamos, etcétera... no serán derogadas cuando la crisis acabe porque suponen un lastre para el burgués?

d) Coronavirus y represión gubernamental

Sobre la restricción de circulación, no es nada extraño, siendo algo contemplado en la legislación de los países capitalistas −pero es que los revisionistas igual que carecen de conocimientos de historia o economía, no le podemos pedir conocimientos en jurisprudencia−. Pero tampoco es específico de un país capitalista, viene a ser lo normal en una situación de este tipo, imperen las relaciones de producción que imperen; no se hace porque «la revolución esté a la vuelta de la esquina», que no se engañe el lector con tal imbecilidad, sino porque es la única manera de cortar las vías de transmisión de la enfermedad, o al menos frenarla; son medidas epidemiológicas de manual. El problema fundamental estaría en la prolongación del estado de alarma o excepción cuando la epidemia ya esté superada, cuando no hay necesidad, pero no podemos adelantarnos a ese panorama futuro, y por supuesto, en los abusos que se pueden cometer durante las medidas lógicas a la hora de tratar una crisis sanitaria excepcional. Recordemos que como contrapartida en estos momentos extraordinarios también se permite vulnerar legalmente los derechos democrático-burgueses contemplados en las cartas magnas, lo que otorga una facilidad mayor para hacer pesquisas y redadas, físicas y cibernéticas.

¿A qué nos referimos? Durante momentos delicados como guerras hemos visto como los gobiernos obtienen el poder absoluto de investigar, censurar y suprimir organizaciones o individuos, también se llevan a cabo nacionalizaciones del transporte y la industria si se alega que así es necesario «para salvaguardar los intereses de la nación», por lo que no es ni una inclinación hacia la estatización en lo económico ni una fascistización per se en lo político, sino un mecanismo temporal del sistema para asegurarse mejor su gestión durante la crisis. Sea como sea eso no justifica ni los casos de abusos de los cuerpos de seguridad a la hora de multar y arrestar a ciertos individuos, ni que el ambiente sea aprovechado para vulnerar otros derechos como tumbar la privacidad o el ya de por sí falso «derecho al trabajo», «derecho a la libertad» y a la «vivienda digna». El trabajo de los revolucionarios no está en promover una defensa abstracta de la libertad como hacen los anarquistas y revisionistas, sino en explicar el papel del Estado en una sociedad de clases. En explicar las dinámicas económicas del capitalismo que hacen del desempleo una necesidad, y de la especulación de la vivienda su rutina.

En algunos países como Rusia −de referencia para muchos de estos grupos como el mencionado PCE (r)−, el salir a la calle ha sido penado mucho más rigurosamente que en España:

«Escapar del confinamiento puede implicar incluso penas de prisión. La pena más grave −cinco años− se da en caso de escapar de la cuarentena doméstica, infectar a alguien y que la persona infectada muera. Si las acciones de la persona enferma sólo condujeron a la infección múltiple de otras personas −sin muertes− afronta una multa de hasta mil euros al cambio actual, trabajo comunitario o un año de privación de libertad. Estos castigos están previstos en el artículo 236 del Código Penal de la Federación de Rusia sobre violación de las normas sanitarias y epidemiológicas». (El Mundo; Penas de cinco años de prisión por violar la cuarentena domiciliaria por coronavirus en Rusia, 9 de marzo de 2020)

En el extremo opuesto están aquellos que parece que todavía no comprenden la gravedad del asunto y piden la normalización y libre circulación de personas como si nada pasase; véase el trotskismo y sus organizaciones en Argentina. En la misma línea, esta es la receta planteada por el gobierno del Frente Sandinista en Nicaragua, allí, los cónyuges presidenciales Ortega-Murillo no han tomado ninguna medida encaminada a impedir la transmisión de la enfermedad, no solo han hecho caso omiso a las recomendaciones de la OMS, sino que han hecho lo contrario, tan absurdo es que convocaron una marcha en contra del coronavirus: la llamaron «Amor en tiempos del coronavirus» claramente influenciados por el pensamiento mágico-religiosos del que hacen gala e inspirados en el literario «realismo mágico», tal parece que en lugar de evitar el contagio de la enfermedad su objetivo vaya en dirección opuesta. Coinciden con Bolsonaro en la forma de encarar el problema, que calificó de «lunático» estúpido al gobernador de Sao Paulo por decretar la cuarentena que incluye restricciones de circulación o cerrar los comercios, ya que según él los efectos del virus iba a ser casi indetectables para la mayoría de la población. El negacionismo en la gravedad sanitaria también fue obra de Obrador en México. Semanas después parece que, ni «derecha» ni «izquierda», ni unos ni otros, tienen tan firmes sus antiguas convicciones sobre el coronavirus». (Equipo de Bitácora (M-L)Algunas consideraciones sobre el COVID-19 [Coronavirus], 2020)

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