viernes, 10 de abril de 2020

Pablo Picasso, su arte, su mito y su significado


«Los revisionistas y los revolucionarios que aún padecen de deficiencias formativas afirman que «no existe cultura proletaria», que «no existen pautas para configurar algo así». También los hay que sentencian que «la cultura es neutra y, por tanto, todas las clases deben aportar parte de su cosmovisión en la nueva cultura progresista y socialista». Estos puntos de vista coinciden con los postulados del revisionismo eurocomunista, en especial con los del revisionismo francés. El Partido Comunista Francés (PCF) siempre simpatizó y se rodeó de un círculo de intelectuales que sucumbieron a la presión de la ideología burguesa, renegando así del marxismo-leninismo, como de tantos otros que nunca fueron marxistas –hablamos de los André Malraux, Pablo Picasso, André Stil, Louis Aragon, y de los Sartre–. Estos autores acabaron clamando por la «completa liberación en el arte y la cultura» amparándose en falacias repetidas hasta la náusea tales como que «Marx no se interesaba en absoluto por el arte» o «que era un ignorante en esta materia», o que Lenin «habría preconizado la libertad absoluta de creación». Aquí encontramos la razón por la que, en lugar de adherirse al realismo socialista y propagar una cultura proletaria, estos hombres ponían en práctica el famoso eslogan liberal burgués del revisionismo chino: «Que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento». 

El cubismo de autores como Picasso o Apollinaire, se basa en una descomposición geométrica extremadamente exagerada de los objetos a observar, cuyo fin es que el espectador deba recomponerlos ya veces, interpretarlos libremente. Muchas de estas obras cuentan con una técnica de deformación de la realidad tal, que ni siquiera tras una explicación propia del autor –sobre su intención a plasmar–, el observador puede intuir que la obra representa en efecto lo que el autor afirma, teniendo que hacer verdaderos actos de fe para ello. En poesía, destacan los caligramas, es decir, el texto manuscrito que está configurado sobre el papel de tal forma que crea una imagen que representa lo que la poesía describe, siendo esta técnica paradójicamente las pocas expresiones cubistas que pueden dar al espectador una idea clara de la intención del autor con su obra y su significado.

Centrémonos en el caso de Piccaso, que no solo es admirado por grupos socialdemócratas, sino también por algunos ultraizquierdistas. Por ejemplo, el grupo británico de Bill Bland, de tendencias «thälmannianas», quien diría lo siguiente en su artículo: «El problema de Pablo Picasso (1881-1973)»:

«Argumentamos que Picasso finalmente estuvo del lado de la clase obrera. (...) En cuanto al valor de su arte, donde retuvo imágenes y formas realistas, mostró un poder que el pueblo entendía. Pero estaba constantemente volviendo a formas e imágenes decadentes que se colocaban a una distancia inmediata entre el pueblo y su arte. En su mejor momento, movilizó al pueblo. Y en esa inquietante obra «Guernica», sin duda, ha conmovido y afectado a las generaciones que la han visto. Nuevamente, evidentemente, no es una pieza de «arte socialista», pero a pesar de sus obvias formas antirrealistas, transmite un mensaje muy real y realista: «¡Abajo la guerra!». (...) Lo que es aún más interesante es que a pesar de su «temporada en el infierno», Picasso nunca se retractó de su lealtad al partido. (...) Claramente creía en las mentiras del revisionista Jruschov, pronunciadas en el llamado «discurso secreto». Pero preguntó, «Y los trabajadores, ¿siguen siendo dueños de sus fábricas, y los campesinos, los dueños de sus tierras? Pues bien, todo lo demás es secundario». (...) Él todavía era solo un artista, y no un teórico político ni un líder. (...). Lo que en un artista es excusable «es inexcusable en aquellos que dicen ser «líderes de la vanguardia de la clase obrera». (¡Alliance!» Marxist-leninist; Issue 52 April 2003)

Primero, no se argumenta por qué Picasso estaba «del lado de las clases trabajadoras», lejos de eso, su biografía oficial y extraoficial muestra como un vividor, mujeriego y megalómano, totalmente ajeno a la crítica de las masas sobre su arte. 

En el segundo caso, el «Guernica» de 1937 no es un cuadro que destaque porque precisamente el público pueda entenderlo... cualquier antifascista español de la época podía ver la obra y no relacionarla con los eventos de su época. Hoy, esta obra es la clásica pintura que ha transcendido por la propaganda y las explicaciones sobre el gran «simbolismo» que contiene. Otro ejemplo sería su obra sobre la «Masacre en Corea» de 1951, en ella cualquier admirador de Goya podría saber que hay una referencia a la obra de los «Fusilamientos del 2 de mayo» de 1808, pero aparte de ese homenaje, ¿qué hay en el cuadro que nos haga entender que es una denuncia de las atrocidades estadounidenses en Asia? Nada. ¿Es esta la mejor forma de conectar con el público? Obviamente que solo puede pensar así un individualista que no le importa que el público no pueda entender sus obras. 

Tercero, el eslogan «¡Abajo la guerra!», como sabemos, no es una idea marxista, sino pacifista, que no distingue entre guerras justas e injustas. 

Cuarto, se nos intenta presentar a Picasso como un hombre comprometido con los problemas del pueblo en sus obras, pero se ignora el hecho de que la mayoría de la producción de Picasso fue cubista y no realista, lo que elimina cualquier posibilidad de que sea cierto, y en el caso de las obras realistas, muchas de ellas carecían de ligazón con los problemas generales del pueblo. 

Quinto, se intenta justificar el arte de Picasso bajo excusas inconexas como que militaba en un partido comunista, ¡lo cual sería lo mismo que responder ante acusaciones de que ser un mal militante con el hecho de alegar que eres buen artista! 

Sexto, partiendo de una verdad obvia: que los líderes son más responsables de los errores teóricos que los militantes de base, y con eso se trata de exonerar a Picasso de sus obligaciones político-ideológicas, concluyendo que su adhesión al jruschovismo es «normal», ya que era un artista y no un teórico político. ¿Pero acaso cuando aceptó el carnet y los estatutos de un partido comunista no eran obligatorios para un artista como él? ¿Ese es el tipo de militancia que propone esta gente?

¿Qué decían los comunistas contemporáneos de Picasso? Veamos el debate sobre arte que hubo entre los comunistas australianos, el cual no es muy conocido, pero resume a la perfección la esencia de la obra artística picassiana:

«El Camarada Oldham nos dijo que Picasso «profesó a lo largo de toda su vida un profundo amor por la humanidad», y hace mención de sus trabajos tempranos, inspirados en la gente corriente, además de a su apoyo a las fuerzas democráticas en España y su participación en la resistencia francesa. ¿Pero esto qué tiene que ver con la cuestión principal? Está en desacuerdo con la afirmación de Derek Kartun según la cuál los Picasso «padecen de 40 años de mera experimentación con la forma, en la que los artistas más talentosos del mundo muestran con indulgencia su desesperación con el mundo en que se encuentran». Aún así dedica útilmente un espacio a [analizar] el efecto del capitalismo en el arte y el artista. Pero se excusa. No nos dice si está de acuerdo o no con Kartun en que, mientras que «la obra pictórica de Picasso refleja la agonía, el horror y el profundo movimiento de los tiempos en que vivimos. Es igualmente cierto que la pintura de Picasso apenas propone, o no lo hace en absoluto, la dirección hacia la que progresar». Sus protestas han sido negativas, y «apenas presenta una línea de su trabajo en que se hable del futuro con alegría o esperanza». Como dijo el Camarada Fox (Review, Nov. 1947), el hecho es que «la obra tardía de Picasso es oscura, las gente corriente no la comprende y –salvo contadas excepciones– no les inspira en su marcha hacia adelante», siendo que Picasso está –citando a D. Kartun– «desconectado de cualquier masa considerable del pueblo». Un artista que no sea entendido por la gente corriente, que no la atrae, no es un gran artista. Un artista desligado de una masa considerable de gente es un mal artista. Un pintor cuya obra nadie entiende –especulaciones aparte– no es un artista. (...) El Camarada Mortier dice que (Review, Feb. '48) tiene razón al demandar que el arte tenga significado. Que aquéllo que carece del mismo no sea considerado como arte, aunque sea un medio empleado por los artistas. Sin embargo, incluso la ilustración de Oldham tiene algún significado, placentero pero, muy seguramente, soporífero; lo así llamado «escapista». Por ello no es un arte para el pueblo, para marchar por el camino hacia adelante; por ello no es bueno en el sentido de que sea deseable para el pueblo –aunque la obra sea inteligente–. Pese a esto, el arte-entretenimiento como este puede jugar un rol progresista si es recreativo, estimulante y no adormecedor –salvo que se necesite dormir–. La definición de arte presentada por el camarada Oldham es una definición limitada; es una definición propia de un arquitecto y la ilustración de la silla es muy válida para servir a semejante definición limitada. El camarada Mortier parece rechazar por entero semejante definición y se muestra confuso en relación al valor de uso y al objeto del arte. No percibe los dos aspectos del valor de uso de algunos productos artísticos. Una casa, un lugar donde vivir y su apariencia, interna y externa. La ilustración de las sillas de Oldham.  Una simple caja puede ser un asiento, una silla puede diferir poco de una caja, una silla puede ser cómoda, pero fea, o tener todas las cualidades en orden, incluyendo una bonita apariencia. La calidad artística de muchos productos puede diferenciarse de su simple cualidad como útil. El camarada Oldham quiere que aceptemos al artista que acude a la lucha de clases, que se une al partido comunista, así como aceptamos a cualquier otro artesano especializado a quien no le pedimos que construya el esto o el aquello comunista. ¡Claro! Pero nosotros esperamos del carpintero construya una casa habitable y comprensible, etc. Queremos sillas que sean bonitas así como también sólidas y cómodas. ¿Podemos tolerar la mala conducta de un miembro del partido, de un sindicalista, de un antifascista? ¡No! Anhelamos la corrección. ¿Toleramos el mal trabajo de un artesano porque tenga un carnet del partido? ¡No! No ponemos un cierto listón en el nivel mínimo de técnica para la admisión de los miembros, pero consideramos que en todo caso deberían luchar por convertirse en hábiles artesanos. Mas el paralelismo entre la figura del artesano y la del artista es limitado. El artista es más que un artesano: es un ideólogo –sea o no consciente de ello–. Puede ser hábil pero reaccionario, o puede ser menos hábil, que produzca menos ideas, pero que luche por el pueblo. Este último tipo conseguirá generar ideas de modo más prolífico al estudiar el marxismo-leninismo, al inmiscuirse en la lucha actual del campo antiimperialista, democrático y en pugna por la paz, y gracias a su inspiración en todo esto y a su constante puesta en práctica artística, conseguirá asimismo ser un artista mucho más hábil». (Jack Miles; Arte para el pueblo, 1948)

Queda más que demostrado, que solo pueden apoyar el arte y la militancia de Picasso aquellos que no tengan un mínimo conocimiento de arte o de política». (Equipo de Bitácora (M-L); Pablo Picasso, su arte, su mito y su significado, 2020)

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«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»