sábado, 27 de marzo de 2021
Si el hombre es formado por las circunstancias, se deben formar humanamente las circunstancias
martes, 23 de marzo de 2021
¿Qué errores históricos debemos evitar en la cuestión educativa?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
domingo, 21 de marzo de 2021
El peso de la educación, la tradición y la de costumbre sobre el obrero
«No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La organización del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence todas las resistencias; la creación constante de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo y, por ello, el salario a tono con las necesidades de crecimiento del capital, y la presión sorda de las condiciones económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero sólo en casos excepcionales. Dentro de la marcha natural de las cosas, ya puede dejarse al obrero a merced de las «leyes naturales de la producción», es decir, puesto en dependencia del capital, dependencia que las propias condiciones de producción engendran, garantizan y perpetúan». (Karl Marx; El capital, Tomo I, 1867)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
lunes, 15 de marzo de 2021
El viejo chovinismo: la Escuela de Gustavo Bueno; Equipo de Bitácora (M-L); 2021
[Enlaces de DESCARGA del texto en PDF al final del documento]
«¿Es el Imperio español el mayor imperio que hubo jamás en cuanto a qué señor Bueno? ¿Más trascendente en la historia que el Imperio romano? ¿Más extenso que el británico o el mongol? Ni en lo uno ni en lo otro acertaría. ¿Qué nos ofrecen aquí los libros y comentarios de Bueno? Paparruchas de un simio extremadamente territorial que se golpea el pecho sin que nadie sepa por qué. (...) ¡Claro! ¡Todo el mundo quiere ser español! ¿Empezando por los catalanes, vascos y gallegos, verdad? Los ciudadanos de Cuba, Venezuela, Filipinas, y las Islas Marianas ruegan reincorporarse al Imperio hispánico todos los días, mientras los ciudadanos de Laponia se lamentan de no haber disfrutado del privilegio de haber formado parte del «imperio generador» de Felipe II. ¿En qué mundo paralelo vive este ser? Para más ridículo habla de que ser español vendría a proporcionar al sujeto una especie de superpoder que le hace sentirse seguro, pues… le decimos que ciertamente no creemos que esa españolidad haya salvado a nadie cuando los reyes, nobles, obispos, burgueses y todo tipo de parásitos han arrastrado a los trabajadores de la península a guerras, hambre, paro, represión y desolación. Las conclusiones a las que llegan estas personas jamás podrían ser calificadas como productos de una visión pertrechada en el materialismo histórico –naturalmente que ultraderechistas como Jesús G. Maestro están exentos de esta riña–, pues como vamos exponiendo en el presente documento, no se trata de un discurso patriota e internacionalista, sino de la clásica prédica antimarxista que bebe del nacionalismo más subjetivista y distorsionador de la verdad histórica, la cual intenta estirar hasta el máximo un relato engrandecido de lo propio y denigrante de lo ajeno. Por eso se torna tan patético y casposo. (...) Atribuir en el caso del Imperio hispánico o de cualquier otro imperialismo de cualquier época unas intenciones que no fueran el pillaje, la acumulación de tierras y la fama, es una completa tomadura de pelo, solo posible para un ultranacionalista sin escrúpulos y el blanqueamiento del imperio que defiende». (Equipo de Bitácora (M-L); El viejo chovinismo: la Escuela de Gustavo Bueno, 2021)
¿Qué nos vamos a encontrar en este extenso documento? Principalmente nos centraremos en su visión sobre la cuestión nacional, ya que es verdaderamente la idea que nuclea todo el pensamiento del «materialismo filosófico» de Gustavo Bueno, pero durante la exposición se observará también las bases filosóficas, las recetas económicas, las nociones políticas o las propuestas culturales de esta escuela de sofistas. Consideramos que el combate sin piedad hacia todos los nacionalismos habidos y por haber no es algo opcional sino imprescindible. ¿El motivo? Unos y otros se complementan y retroalimentan para desviar a los trabajadores de su camino de emancipación social: la abolición de las clases sociales. En concreto, en lo tocante al nacionalismo español, la Escuela de Gustavo Bueno ha sido sin ningún género de duda la cuna de muchos de los personajes, libros y argumentarios que han salido de esta bancada, por lo que viene siendo hora de desnudar sus más que evidentes contradicciones. Esta última es una labor ideológica que lamentablemente no hemos visto registrada en ninguno de sus supuestos enemigos ideológicos, al menos no en una profundidad argumentativa y pedagógica que sirva como referencia, y esto es justamente lo que nosotros –sin ninguna falsa modestia– reconocemos que buscamos con el contenido de la presente obra. Al igual que en cualquiera de las otras ocasiones queremos advertir a los sujetos que serán objeto de crítica que a aquí priori no hay ninguna inquina personal: la crítica frontal y demoledora realizada hacia los distintos personajes de turno que irán apareciendo en el texto –Gustavo Bueno, Santiago Armesilla, Pedro Ínsua o Jesús G. Maestro– es solo la excusa, el pretexto idóneo o el marco de referencia para abordar una problemática mucho mayor que transciende a estos personajes, pues solo son unos de tantos representantes de una postura equivocada, de una visión distorsionada del mundo, de un vicio a eliminar.
Aunque en todos y cada uno de los planteamientos de Gustavo Bueno se subyace un vitalismo avasallador e irracional –típico del fascismo del siglo XX–, él intentó conjugar dicho instinto –a todas luces ramplón y reaccionario– con una bonita carcasa filosófica, cuyo fin no era otro que disimular las barbaridades que deseaba implantar. Así, pues, mediante un lenguaje «técnico» y una explicación aparentemente «racional» estuvo mucho mejor pertrechado para relativizar o disimular las opiniones tan polémicas que acostumbraba a lanzar. Pero ahí no acababa este ejercicio maquiavélico: trató de justificar sus complicadas y enmarañadas teorías como algo solo apto para «entendidos», no para el vulgo, según él, incapaz de entender y aceptar su «trascendental filosofía». En el «materialismo filosófico» hay una clara inspiración en autores mundialmente conocidos, pero se nota especialmente la influencia de Ortega y Gasset y Unamuno, quienes no parece casualidad que en su momento hayan sido las fuentes castizas que estimularon el pensamiento falangista en España. Gustavo Bueno creyó preciso que para coronar su empresa debía aspirar a algo más cercano a Hegel que a Unamuno: no bastaba con intentar elaborar reflexiones fragmentarias, chocantes o elocuentes, sino que debía construirse un gran bloque compacto con un argumentario definido, en definitiva, un gran sistema filosófico que causase asombro por la infinidad de temas a abordar y que crease un nuevo lenguaje que le hiciera reconocible ante sus adeptos. No obstante, si por fortuna nuestro amado lector no es una persona fácilmente impresionable, podrá detectar a las primeras de cambio que los representantes de esta escuela no tienen nada de eruditos, a lo sumo son charlatanes profesionales, y la mayor prueba está en que intentan defender lo indefendible con una retórica de secta endogámica, la cual comienza y acaba por un constante ritual de culto a la personalidad hacia su «maestro» que acaba resultando enfermizo. Paradójicamente hablamos de una de las debilidades que también ha adolecido el marxismo y otras doctrinas político-filosóficas en el siglo anterior, pero que ellos, lejos de superar, parecen perpetuar sin complejo alguno. A la vista está también que si tuviesen algún tipo de pretensión popular no utilizarían teorías y conceptos tan sumamente complejos como estúpidos, los cuales no se molestan en adaptar o disimular frente a los trabajadores de a pie.
¿Cuál es el perfil de los adeptos a la Escuela de Gustavo Bueno? Muchos de ellos son orgullosos seguidores de las tesis del asturiano y se reconocen como fervorosos nacionalistas españoles, pero algunos otros, como ocurría con el propio Sr. Bueno, tienen la desvergüenza de autodenominarse «marxistas» o al menos prometen estar muy influenciados por dicha corriente… en la práctica no hay nada más lejos de la realidad. Esta escuela filosófica se declara «ni de izquierdas ni de derechas», otras, se presenta como valedora y superadora de los «límites del marxismo», sea como sea, sus planteamientos son tan sumamente reaccionarios y excéntricos que se refutan a sí mismos, pero sin una ordenación y exposición correcta, no todos tendrán esto tan claro. He aquí una de las razones por las que era hora que refutar este mito de Gustavo Bueno como «gran filósofo», uno que, como era de esperar, también ha calado muy hondo entre el revisionismo patrio, y entiéndase que podemos englobar en este bloque a todos aquellos que se hacen pasar por marxistas para introducir luego mejor su mercancía antimarxista, aunque en honor a la verdad existen algunas excepciones donde este es un actuar inconsciente fruto de la ignorancia.
Si bien su influencia es ínfima entre los verdaderos revolucionarios, los argumentos de la Escuela de Gustavo Bueno sí han permeado entre parte de la población, quizás no tanto por su propio esfuerzo ni su alcance, sino porque recuperan y continúan el legado del nacionalismo español decimonónico y los viejos dogmas del falangismo, asimilados por la población durante siglos. En consecuencia, mientras continúe el sistema actual, siempre hay posibilidad de que este discurso tenga repercusión entre las capas de trabajadores más atrasados, en el joven romántico, y por supuesto, entre la intelectualidad conservadora. Por ello debe realizarse un esfuerzo en desenmascarar su demagogia y su hipocresía, sus intentos de establecerse como quinta columna bajo cualquier excusa aparentemente inocente, como en este caso pudiera ser «combatir el supremacismo del nacionalismo catalán» o «cultivar un sano amor a la tierra, su cultura y sus gentes».
La burguesía española siempre ha estado muy complacida con las actuaciones de estos mercenarios académicos, y tiene toda lógica puesto que la Escuela de Gustavo Bueno le sirve –en el sentido de vasallaje y en el sentido de utilidad– para confundir y seducir a propios y extraños, es por esta razón y no otra que financia sus asociaciones con dinero público y privado para mantener ese nicho seguro. Pero, seamos francos, el poder necesita algo menos frívolo y más cercano a las masas como para hacer que el trabajador asalariado consuma el narcótico nacionalista. Recordemos que un buen propagandista no es aquel que convence a quienes ya están convencidos, sino aquel que persuade a quienes todavía dudan o son abiertamente hostiles. Por ello, una corriente ideológica más centrada en propagar y emular las epopeyas de un imperio colonial pasado que en plantear planes eficaces para solucionar los atolladeros de la política burguesa presente, nunca puede resultar útil del todo. Cumplirá un gran papel en las universidades y será un gran pasatiempo para distraer a los exaltados, nostálgicos y similares, pero nunca será la plataforma idónea para embaucar en masa a todos esos millones de trabajadores anónimos.
En conclusión, la Escuela de Gustavo Bueno tiene un techo de crecimiento muy evidente. Entiéndase que personas cuya mayor emoción es disfrazarse de un soldado de los tercios y que tiene como insignias de referencia a figuras de la realeza de siglos pasados, no solo es anacrónico y reaccionario, sino completamente freak para cualquier persona con dos dedos de frente, sepa de política o no. Dicho lo cual, el capitalismo nacional, aunque les agradece sus esfuerzos, prefiere apostar mayores cuotas de dinero en otras corrientes políticas de mayores garantías. Puestos a elegir, opta más por los clásicos políticos que salen a escena vestidos de corbata, que manejan discursos fáciles y emocionales; no a gente extraña que habla de «Imperios Generadores», «Dialécticas de Estados», «Izquierdas Indefinidas» y patochadas de ese estilo, algo que para el trabajador medio de Amazon, Repsol o Zara ni capta ni tiende tiempo de detenerse en tratar de comprender de qué demonios le está hablando. En su conjunto los capitalistas se fían más de los políticos modernos que en sus redes sociales sonríen, cocinan, toman café, juegan con el perro o hacen alpinismo para aparentar cotidianidad, eso tiene gancho, crea afinidad con la masa social; todo lo contrario de lo que ocurre con las redes sociales de los gustavobuenistas quienes respiran más folclore que una zarzuela, engalanándose con imágenes y simbología de reyes, conquistadores y exploradores castellanos muertos que hoy el ciudadano medio ni conoce. La pregunta es, ¿en serio no se dan cuenta de su bufonada teórica y estética que portan? ¿Serán así de imbéciles o es porque les pagan? Misterios sin resolver.
sábado, 13 de marzo de 2021
¿A estas alturas con la cantinela de las «fuerzas productivas»?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Si bien anteriormente comprobamos que las estadísticas de inversión extranjera directa de China en América Latina confirman que gran parte eran con fines especulativos y rentistas, esta es justamente la misma estrategia que el gigante asiático sigue en África:
«Las industrias extractivas −entre las que se incluye la petrolera− suponían 22.5% del PIB en 2010. Frente a ello, se contraponen sectores marcadamente tradicionales, como la agricultura o parte importante de los servicios (gráfica 4). Al ser China el comprador casi exclusivo del petróleo sudanés, se volvió en el gran financiador externo de la economía del país. Así, no sólo era el principal inversor, sino también el principal mercado del petróleo y, por lo tanto, de las exportaciones sudanesas (gráfica 5) [de un 3% de las exportaciones hacia China en 1999 a un 80% en 2010]. (...) Llama la atención que esta «lluvia de millones» no haya ido acompañada de un nuevo equilibrio del sector exterior, sino que hubiera déficits comerciales importantes. Esto no fue más que resultado del crecimiento sin precedentes de las importaciones como respuesta a la momentánea superación de la falta de liquidez. (...) China actuó como el primer financiador de la economía sudanesa y aportó un volumen creciente de manufacturas. Sin embargo, no desplazó del todo a los países europeos como fuente de aprovisionamiento industrial, ni se implicó en el desarrollo de sectores productivos propios más allá del petróleo ni en la construcción de infraestructuras (Bosshart, 2007). (...) Además, ha apoyado activamente con asistencia tecnológica y cesión de patentes el desarrollo del Complejo Industrial Militar. Todo ha favorecido al nuevo Estado islamista de corte neoliberal a partir de los años noventa». (Alfredo Langa Herrero & Daniel Coq Huelva; Renta petrolera y dependencia económica. El papel de China en los nuevos procesos de crecimiento en África: el caso sudanés (1989-2011), 2018)
El señor Gouysse no solo se ha vuelto prochino, sino que ahora también se ha vuelto católico y cree en los milagros. ¡Aleluya! Por eso asegura que existe, por un lado, un cierto «altruismo chino» que «impulsa» la economía de estos países mientras que, por el otro, existe una burguesía nacional en los países latinoamericanos con la predisposición de abandonar la rentabilidad a corto plazo, recortar los lujos y la corrupción de sus dirigentes «por el bien común». Resulta que ahora, gracias a las «desinteresadas inversiones chinas», la mayoría de estos Estados construirán lo que llevan siglos sin conseguir: una industria nacional independiente de los imperialismos foráneos −extracontinentales o regionales−. Parece que, a estas alturas, el señor Gouysse no es consciente de aquello que hasta los chavistas venezolanos reconocen: que el país, tras varias décadas de «socialismo del siglo XXI», no ha sido capaz de escapar del modelo extractivo del petróleo, quedando su economía sujeta a los vaivenes del precio del crudo en el mercado internacional. Vamos, lo que él mismo se encargó de reportar en su obra: «Imperialismo y antiimperialismo» (2007). Véase nuestro capítulo: «Las causas reales de la permanente crisis político-económica venezolana» de 2018.
Parece ser que el nuevo lacayo de Pekín intenta disimular algo tan simple como que la división internacional del trabajo también genera superganancias a China, pero solo gracias a una balanza comercial favorable en detrimento de América Latina o África. Los gobiernos latinoamericanos son presionados constantemente por esa supuesta China «librecambista» para que, en lugar de exportar sus productos procesados, se centren en la producción y exportación de materias primas. ¿Qué sorpresa, verdad?
«Existen otros factores que no permiten la diversificación del comercio y afectan su composición. China impone barreras comerciales, incluyendo aranceles relativamente altos e instrucciones a las empresas de propiedad del estado para que prioricen la compra de bienes nacionales. Las restricciones comerciales también tienden a aumentar con el grado de procesamiento y el valor agregado del bien comercializado. Por ejemplo, Argentina entró en una disputa comercial con China cuando trató de exportar a ese país aceite de soya en lugar de soya en grano. Cuando el embarque fue considerado inaceptable debido a supuestas preocupaciones sanitarias, Argentina tuvo que ceder y volvió a enviar soya en grano. Finalmente, las políticas cambiarias de China, que mantienen bajo el valor del yuan, sirven para aumentar el precio de las exportaciones de América Latina a China. Todas estas restricciones en conjunto hacen más complicados los esfuerzos para ampliar las exportaciones de bienes procesados y manufacturados. (…) El auge en las exportaciones basado en solo unos cuantos productos primarios tiene sus riesgos. Una contracción significativa en la economía de China tendría un impacto importante en el crecimiento en América Latina, ya que los flujos comerciales y de inversión disminuirían. Además, más allá del hecho de que el incremento de las exportaciones basado en solo unos pocos productos primarios deje al país vulnerable a la volatilidad de precios». (Econ South; El comercio estrecha vínculos entre China y América Latina, Volumen 13, N2, 2018)
Países potentes como Brasil, una potencia regional −aunque incapaz de rivalizar con el dragón asiático−, demuestran que el comercio con China y la política de su gobierno no conducen, precisamente, a su industrialización, sino a la desindustrialización progresiva, lo que, como es de esperar, levanta aireadas reacciones:
«El aumento galopante en importaciones de China, que creció 61 por ciento entre los años 2009 y 2010, y 47 por ciento en los dos primeros meses del 2011, ha causado una alarma considerable entre los fabricantes brasileños y ha creado continuas tensiones entre los dos países. En 2010, el 84 por ciento de las exportaciones de Brasil a China fueron materias primas, entre las cuales el hierro, la soya y el crudo representaban tres cuartos de las exportaciones. Por otro lado, el 98 por ciento de las importaciones de China fueron productos manufacturados, encabezando la lista los televisores, pantallas LCD y teléfonos. La política cambiaria de China, que sirve para mantener subvaluada su moneda, combinada con la fortaleza de la moneda brasileña, el real, exacerbaron las presiones sobre los fabricantes brasileños. El fuerte impacto sobre las industrias textiles y de calzado ha llevado a la Confederación Nacional de Industrias a realizar advertencias sobre la desindustrialización en aquellos sectores. Algunos sectores manufactureros han logrado tener éxito al pedir protección del gobierno, tal como sucedió en diciembre de 2010, cuando Brasil aumentó sus aranceles de importación aplicables a una lista de juguetes, pasando de 20 a 35 por ciento. Brasil también ha iniciado una serie de investigaciones anti-dumping contra productos chinos». (Econ South; El comercio estrecha vínculos entre China y América Latina, Volumen 13, N2, 2018)
¿Cómo han evolucionado las relaciones comerciales entre ambos países? ¿Ha cesado ese intercambio desigual y desindustrializador en detrimento de la independencia económica de Brasil o por el contrario se ha seguido en la misma línea?
«En 2018, solo tres productos −soja, petróleo, mineral de hierro− sumaron el 82% de las exportaciones brasileñas a China (Figura 1). En el sentido opuesto, las importaciones brasileñas de China son casi 100% de productos manufacturados, sobre todo productos electrónicos, productos químicos, máquinas y equipos». (Luis Antonio Paulino, revista relaciones internacionales; las relaciones Brasil-China en el siglo, 2020)
jueves, 11 de marzo de 2021
Arenga a los trabajadores sobre su futuro a conquistar...
«Nosotros no decimos a los obreros que son los parias de la sociedad moderna, porque esto no sería decirles nada positivo ni preciso. Para encarecer su lastimoso estado no es menester llamarles parias: basta llamarles proletarios, basta llamarles trabajadores; porque tan discreta y equitativa es la distribución de bienes y males en el estado social presente que llamarse propiamente trabajador quiere decir, con elocuencia compendiosa, estar sujeto a las más acerbas tribulaciones humanas; así como no ser trabajador, gozar de lo superfluo con todas sus inmundicias y prerrogativas. No llamamos parias a los trabajadores; sin metáfora alguna afirmamos que el obrero está supeditado económica y políticamente a la clase poseedora; que la libertad no se ha conquistado para él; que aún existe la estratificación de clases, y que la trabajadora está debajo sufriendo la tiránica pesadumbre de la clase poseyente; que si ha cambiado de forma de las relaciones entre las clases poseedoras y la clase que viene desnuda de todas armas a la lucha por su existencia, subsisten en el fondo y la esencia de esas relaciones, por cuya virtud, o, mejor, por cuyo vicio, una parte de la humanidad se alza con el dominio que le da el trabajo ajeno. (...) Si el esclavo era una propiedad, si el siervo era un usufructo, el obrero actual no tiene más representación social que la de una mercancía que sólo puede subsistir vendiéndose a diario hasta la muerte. (...) ¿Basta consignar esta igualdad en el derecho para que exista el hecho? ¿Pueden ser iguales en lo político los que en lo económico se hallan en condiciones diametralmente opuestas? (...) La incultura de la clase obrera –como toda otra esclavitud, y no es esta la menos dolorosa– de la supeditación económica depende; muchos son ignorantes porque son obreros. ¿Acaso la distribución de los hombres en clases se hace por sus aptitudes mentales? ¿Acaso los obreros son hombre de otra raza intelectualmente inferiores a los poseedores del capital? Ahí está la realidad para demostrar lo contrario. Bien se ha dicho que el dinero no sigue la ley de la gravedad; así se explica que tantas calabazas llenas de oro sobrenaden en el océano social. (...) A pesar de las enseñanzas de la ciencia positiva y de las corrientes avasalladoras del pensamiento moderno, no habéis podido desechar de vuestros cerebros la herrumbre de las concepciones estáticas de la naturaleza y la humanidad. ¡Buena idea de progreso la vuestra, que sólo concebís el cambio en lo accesorio, en lo puramente formal o exterior, sin acertar a comprender que la evolución alcance en la naturaleza o a los caracteres fundamentales de tipo orgánico, y en la humanidad al fondo mismo de las relaciones sociales! Conviene, por el contrario, que os vayáis acostumbrando a la idea de que el sistema actual de producción y de cambio no es permanente, sino transitorio; que así como no es el primer término de la evolución económica, no es tampoco el último; que si nació ayer con la revolución burguesa, morirá mañana con la revolución proletaria. Esto es lo que en primer término debe de saber todo obrero, puesto que es el fundamento de seguras esperanzas de redención: que su condición de proletario no es eterna; que el salario no es un hecho natural, necesario para la existencia de la sociedad, ni siquiera un hecho normal, sino un estado de las relaciones económicas accidental, transitorio, traído por el desarrollo histórico, que el mismo ha de sepultar, y no tarde, en el panteón de las instituciones odiosas. Y esto es lo que no acertamos a comprender cómo se oculta a vuestro talento y a vuestra cultura; pues si acaso prescindierais a sabiendas de esta verdad, si la tendencia natural del desarrollo económico apareciera a vuestra vista con la claridad y evidencia que a la nuestra, no habría crimen tan abominable como el de esforzaros en retardar una evolución salvadora, poniendo vuestro empeño en prolongar un estado social que la ciencia y la justicia condenan al mismo tiempo. (...) Bien que los poseedores del capital, cuyo es el imperio del mundo, mirando las cosas a través de sus intereses, sustenten aquel error, incompatible con el saber actual; pero vosotros, hombres de ciencia que no seáis capitalistas, al constituiros en abogados de la opresión burguesa, no sólo vais contra la verdad científica; vais también contra vuestros intereses fundamentales; por una paga siempre mezquina, por un dominio ilusorio y efímero, vendéis los derechos sagrados del trabajo, derechos que también son vuestros, pues también vosotros tenéis el cuello bajo el pie de la burguesía, cuyos egoísmos estáis obligados a defender. ¡Y qué ilusión si os juzgáis los directores del mundo, y no los servidores pagados de la burguesía! Sería ilusión comparable a la del lacayo, orgullo de su librea, que en lo alto del pescante se creyera superior al amo que le paga y árbitro de dirigirlo a su antojo. Y hay una condición más miserable que la de oprimido por fuerza: la del lacayo voluntario». (Jaime Vera López; Informe ante la comisión de reformas sociales, 1884)
El asistencialismo, demagogia y el culto al líder como pilares fundamentales del régimen peronista; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«El primer objetivo de un movimiento femenino que quiera hacer bien a la mujer… que no aspire a cambiarlas en hombres, debe ser el hogar. Nacimos para constituir hogares. No para la calle». (Eva Perón; La razón de mi vida, 1951)
Es curioso que el feminismo argentino contemporáneo reivindique la política del justicialismo de Perón Evita, ya que, por ejemplo, en el último gobierno de Perón:
«A inicios de 1974 Perón puso importantes límites al acceso de la pastilla anticonceptiva: pasó a regularse su comercialización, exigiendo para su venta una receta por triplicado, y se suspendió su distribución. Los consultorios de Planificación Familiar que funcionaban en los hospitales fueron cerrados, prohibiendo las actividades vinculadas con el control de la natalidad en los espacios públicos. Esto estaba en línea con la encíclica Humanae Vitae lanzada en 1968 por el Papa Pablo VI que prohibía el uso de anticonceptivos. Incluso las vertientes más «de izquierda» de la Iglesia como el movimiento de curas tercermundistas que radicalizó su accionar en los 70, tuvieron una posición conservadora en relación a los derechos de las mujeres». (Izquierda Diario; Peronismo y feminismo en la historia: mitos y verdades, 4 de marzo de 2020)
Una de las claves para mantener el apoyo popular al peronismo fue la Fundación Eva Perón. Fundada en 1948, ésta constituyó la base del asistencialismo en Argentina –en el caso de Eva, bajo la falsa modestia tan típica del cristianismo, en especial del jesuita–, siendo este uno de los puntos que unen al peronismo con su populismo:
«¿Qué es el populusmo? Si nos plegamos a sus raíces etimológicas tendríamos que comprenderlo como relativo a pueblo; pero resulta evidente que los términos evolucionan en su contenido y significado y se alejan de sus raíces. Dicho esto, y a efectos de este espacio, populismo es aquella «estrategia» en el marco del ejercicio del poder –como gobernante o como opositor– bajo la dictadura de la burguesía ya sea en su forma democrático burguesa o en su forma fascista que es indisoluble a la demagogia, el pragmatismo y el oportunismo. Su función principal es enmascarar el verdadero sentido de las políticas que tienen por objeto el fortalecimiento de la clase en el poder pero justificadas en un «pretendido bien superior»; por ejemplo y el más común: «el bien general del pueblo»; dicho de otro modo, su objetivo es la alienación de las masas.
Vale decir que el populismo no es una característica exclusiva de la izquierda burguesa –revisionista, reformista, etc.–, sino de todo el espectro político burgués, su cara visible es el asistencialismo-caritativo; por ejemplo: el ultraderechista Álvaro Uribe desarrolló en Colombia programas de asistencia escolar, merienda escolar, programas de vivienda, etc., al tiempo que profundizaba el vaciamiento de contenido de los derechos económico-políticos a través de la extinción de los derechos laborales, etc. El mismo procedimiento emplean los gobernantes de izquierda burguesa en Latinoamérica que engañan a los pueblos diciendo que ese asistencialismo es un embrión del socialismo, cuando se trata del capitalismo de siempre. Lo esencial a comprender es que esta estrategia, allá donde se ejerce, tiene como finalidad aminorar las «condiciones objetivas» que conduzcan a procesos revolucionarios proletarios; al tiempo que con la propaganda reducen las «condiciones subjetivas». Es decir, es un mecanismo destinado a prolongar artificialmente al capitalismo en crisis, no obstante, a veces se desarrolla con objetivos meramente cosméticos, los ejemplos más oportunos son los «programas sociales» de las entidades empresariales monopólicas. El fascismo también ha utilizado de forma constante el populismo, sobre todo desde la oposición política –a veces sirviendo como trampolín al poder–. Lo ha hecho apoyándose en casos de corruptelas del gobierno burgués de turno –jurando que ellos acabarían con esa corrupción–, de humillaciones nacionales de la Patria por otras potencias –jurando restablecer ante el pueblo el «honor nacional»–, pretendiendo sentir repulsa por los «abusos de las clases altas» –clamando su fin– y queriéndose proclamar siempre como una «tercera vía» entre los «abusos de las clases altas» hacia el pueblo y el radicalismo y ateísmo del marxismo que quiere destruir a las clases altas como tal –hablamos de «clases altas» y no de clases explotadoras, siguiendo el hilo de que los fascistas no reconocen los análisis marxistas sobre la plusvalía y no ven explotación en el sistema capitalista–, elementos que desembocan en engañar a las masas trabajadoras, distraerlas y desviarlas de la revolución». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico: Populismo, 2015)
¿Qué decir de la propaganda peronista? Es imposible no mencionar las frases ridículas que formaban parte del temario impartido en las escuelas, como «Mama y Papa nos aman, Perón y Evita nos aman», «¡La vida por Perón!» o el «¡Perón y todos de pie, carajo!» que aún a día de hoy quedaron alojados en la «memoria colectiva».
domingo, 7 de marzo de 2021
¿Vivimos en un patriarcado?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Con el feminismo como factor aglutinador, surgen diversos movimientos socio-políticos y filosóficos que se han convertido en moda, logrando imponer sus debates y terminología a la sociedad. «Hetero-patriarcado», «micromachismos», «cultura de la violación», «brecha salarial», «techo de cristal», «violencia de género», «espacios seguros» son términos que a todos nos resultan conocidos, sepamos o no sobre feminismo. El contenido que tienen todos estos conceptos o la connotación que le agrega el feminismo desde su lógica dan como resultado la inoculación de toda una serie de perjuicios y confusiones ideológicas entre la población, y esto, como ocurre con toda corriente de moda, acaba afectando también a los elementos que, a priori, gozan de una mayor formación política, los sectores más conscientes de la población. Esta situación, salvando las distancias, es reminiscente a la de los años 60, momento en que el maoísmo era tendencia en universidades, tertulias y movimientos políticos. Claro que, después de la sucesión de escándalos y grandes polémicas ideológicas, el maoísmo perdió suficiente vigor como para seguir captando la atención en general –y, sobre todo, para engañar a las capas más avanzadas–. Pero lo valiente era haberlo combatido cuando sus picos de popularidad estaban en alza, cuando, podemos decir, era la corriente mayoritaria entre algunos movimientos políticos de la población. Lo mismo ocurre con el feminismo. Por eso es hoy, y no mañana, cuando toca combatir a esta ideología.
El feminismo centra su discurso en el «patriarcado». Pero, al igual que muchos antifascistas con el «fascismo», o muchos nacionalistas con la «nación», no saben de lo que hablan, no tienen una definición científica, empíricamente constatable y de fácil comprensión para el público general. Lo único que hacen es lanzar fórmulas abstractas y místicas, conceptos producidos en masa e introducidos a toda prisa, como ocurriría en la cadena de montaje de una fábrica donde se trabaja a destajo. Esta falta de formación ideológica que tienen los miembros de estos movimientos es notable. Y la verdad es que no podemos esperar menos, porque en las organizaciones políticas, se centren en lo que se centren –nacionalismo, feminismo, reformismo, anarquismo, o todo ello a la vez–, lo que exigen aquí los «directores de producción» –los jefes de estas organizaciones– es poner en circulación rápidamente «mercancías» que inunden rápidamente el mercado, aunque no sean de calidad. Por eso no se preocupan de sus prestaciones –que en este caso sería la formación y desempeño del militante medio frente al público consumidor–. ¡Qué le vamos a hacer! Así operan ellos, es su naturaleza pequeño burguesa. Piensan que si no producen y lanzan tal «producto» en cadena –el militante incapacitado para toda tarea seria de agitación y propaganda– otro producto de la competencia –un militante de otra organización– será comprado y fidelizado por el consumidor –el público no politizado– en el mercado de las ideas políticas. La falta de originalidad y la precariedad de su producto merma sus ganancias, hace que el público no fidelizado siga comprando su mismo producto de siempre sin interesarse por el suyo –por ejemplo, la feminista sigue siendo feminista porque no ve nada atractivo en el antifeminismo que le ofrecen–, todo porque estos «artesanos» de la política no saben explicar las bonanzas y ventajas de su artículo si es que las tuviese –que en el caso de estos movimientos es algo dudoso–. De hecho, estos cuentistas son famosos por la «publicidad engañosa» hacia los trabajadores, y su confusión de ideas vendría a ser una «obsolescencia programada» que les condena a la ruina y escisión continua.
Mucha gente nacida en los años 80, a falta de un partido marxista-leninista que pusiera los puntos sobre las íes, se ha tragado sin problemas los diversos mitos cocinados desde las instituciones políticas y las universidades burguesas. Aquí tenemos de todo. Está, por ejemplo, el famoso discurso que asegura que «el feminismo no tiene nada que ver con una lucha de sexos», sino que defiende «la igualdad de hombres y mujeres». Otros, pese a considerar al feminismo como una rama «transversal» en lo político-filosófico, piensan seriamente que sus intereses multiclasistas y su eclecticismo ideológico son perfectamente conjugables con los lineamientos fundamentales tan definidos que tiene el marxismo. Los hay que plantean que «las marxistas del siglo XIX eran las feministas de hoy», adoptando el famoso «feminismo de clase» en el que funden feminismo y marxismo como si se tratase de una misma cosa. Por último, existen los oportunistas que conocen sobradamente que «feminismo y marxismo tienen diferencias irreconciliables», pero opinan que «es imposible ganar la batalla cultural» al feminismo y, por tanto, deberíamos plegarnos ante sus términos y no enfrentarlo frontalmente pudiendo así ganarnos mejor la atención de sus huestes. ¿Es todo esto cierto estas concepciones o estrategias respecto al feminismo? La respuesta corta es no. La respuesta larga la tiene el lector en el documento que brindamos a continuación.
Concepción espiritual y juegos de palabras idealistas para justificar el «sistema patriarcal»
Comencemos con cómo describía una antropóloga feminista al supuesto «patriarcado» que hoy regiría España:
«La universalización del «yo» masculino es uno de los fundamentos de la dominación patriarcal. Su masculinidad hegemónica afirma su objetividad. El hombre se presenta como término neutro, objetivo, sujeto universal fagocitando a la mujer. En el proceso de formación de dicho orden, el hombre ha construido un mundo narcisista creado a su propia imagen. (...) El concepto de virilidad y el linaje entronca con el concepto de «Honor» versus «Virginidad en la mujer». La mayoría de crímenes contra la mujer tienen este origen. Un problema actual y universal como son el maltrato a las mujeres y los crímenes de «honor» no se resolverán definitivamente sin extirpar antes la raíz del núcleo que lo genera. (...) A través de las «supervivencias culturales» esta subordinación de las mujeres se ve como natural y se torna, por tanto, invisible». (Dolors Reguant; Explicación abreviada del patriarcado, 2014)
¿«Honor», «linajes», «virtud de la virginidad»? Reguant de verdad cree que la sociedad actual sigue correspondiéndose con la del cantar del Mío Cid. Esto es solo una pequeña muestra de las propuestas del feminismo. En España, los partidos políticos Unidas Podemos, PSOE, BNG, Bildu, CUP y también gran parte de las pequeñas organizaciones pseudomarxistas –los revisionistas– sostienen la idea de que existe un sistema «patriarcal» que se sustenta de «forma estructural». Ahora, resulta bastante cómico que sean incapaces de demostrarlo apoyándose en leyes, instituciones jurídicas, ni declaraciones del gobierno –pues la mayoría simpatizan y miman al movimiento feminista–, con lo cual esta declaración no deja de ser una mera expresión vacía, un acto de fe idealista y voluntarista, casi similar a las tesis «conspiranoicas» sobre las sociedades secretas que controlan el sistema desde las sombras.
martes, 2 de marzo de 2021
El peronismo como caballo de troya de la burguesía para desactivar el movimiento obrero; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Yo llamo a la reflexión a los señores para que piensen en manos de quien estaban las masas obreras y cuál podía ser el porvenir de esas masas, que en un crecido porcentaje estaban en manos de los comunistas. (...) Un objetivo inmediato del gobierno ha de ser asegurar la tranquilidad social del país, evitando por todos los medios un posible cataclismo de esta naturaleza [la revolución], ya que si se produjera de nada valdrían las riquezas acumuladas, los bienes poseídos, ni los campos, ni los ganados». (Juan Domingo Perón; Discurso de la bolsa de comercio, 25 de agosto de 1944)
El «gran Coronel Perón» enseñó al público de la bolsa de comercio un inolvidable manual sobre cómo ha de ganarse la oligarquía financiera a la clase obrera para neutralizar sus inclinaciones revolucionarias:
«Se ha dicho señores, que soy un enemigo de los capitales y si ustedes observan lo que les acabo de decir, no encontrarán ningún defensor, diríamos, más decidido que yo, porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa del mismo Estado. No se asusten de mi sindicalismo, nunca mejor que ahora estará seguro el capitalismo, ya que también lo soy, porque tengo estancia y en ella operarios. (...) Lo que quiero es organizar estatalmente a los trabajadores para que el Estado los dirija y les marque rumbos, de esa manera se neutralizarán en su seno las corrientes ideológicas y revolucionarias que pueden poner en peligro nuestra sociedad capitalista de posguerra. Por eso creo que si yo fuera dueño de una fábrica no me costaría ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con inteligencia. Muchas veces se logra con el médico que va a casa de un obrero que tiene un hijo enfermo; con un pequeño regalo en un día particular; o el patrón que pasa y palmea amablemente a sus hombres y les habla de cuando en cuando, así como lo hacemos nosotros con nuestros soldados». (Juan Domingo Perón; Discurso de la bolsa de comercio, 25 de agosto de 1944)
¡Burgueses del mundo, aprendan! ¡Es más fácil manejar a los obreros y hacer que no dejen de producir otorgándoles ciertos derechos, que cometer el torpe error de despreciarlos en público, siendo tozudos y desatendiendo sus reivindicaciones económicas! Con esto, Perón venía a decir a la burguesía, que si actuaba con astucia, y gracias a unas cuantas migajas, podría obtener la paz social, pues el proletariado estaría contento, sumiso, por lo que apoyaría su política e incrementaría la producción, incluso querría a los líderes burgueses. Obviamente estos cálculos no eran del todo correctos, puesto que como veremos más adelante, otorgar dichas concesiones depende del contexto político-económico nacional e internacional, crea tiranteces entre el gobierno y las capas de la burguesía que siempre buscan el máximo beneficio, y además media el trabajo de los revolucionarios para desmontar la insuficiencia e hipocresía de dichas reformas. Pero, por el momento, el peronismo contaba con una coyuntura internacional favorable, un superávit económico tras su papel de proveedor durante la guerra y, además, podía contar con la tranquilidad de ver que ni los comunistas, anarquistas o socialistas tenían intención o poder como para alterar la paz social seriamente.