«Una buena respuesta la tenemos en el reciente plebiscito hecho al pueblo colombiano para aceptar o rechazar los acuerdos entre el gobierno y la guerrilla, que dieron de saldo un NO a la «aprobación e implementaciones de los acuerdos de paz con un 50, 2% de votos.
La próxima influencia de las FARC-EP y su organización política en Colombia depende de muchos factores, pero en general, hemos visto que las guerrillas y bandas armadas que se hallaban prácticamente derrotadas que pasan a integrarse en el juego de la democracia burguesa y aceptan sus reglas y legalidad, no suelen ser partidos políticos que tengan un buen reclamo y futuro. Véase el caso de MOVADEF en Perú que carecen de relevancia y apoyo, y son un grupo de apoyo a los presos más que otra cosa, los Tupamaros en Uruguay que acabaron siendo un club de amigos y nostálgicos dentro de la coalición del Frente Amplio donde carecen de influencia, o el caso de SORTU y Bildu en España, donde pese a los eufóricos pronósticos iniciales actualmente están perdiendo su influencia y votos en favor de otras marcas reformistas y revisionistas. Los únicos casos reseñables de una guerrilla o grupo armado que abandona las armas y obtiene el poder vía electoral fue el caso del FMLN en El Salvador, que cuenta con el hecho que fue una guerrilla que al firmar los «procesos de paz» en 1992 gozaba de un buen estado de salud y de un apoyo interno y externo notable, además de que no existió desde su entrega de armas otra organización autodenominada de «izquierdas» que hiciera frente en el espacio político salvadoreño, siendo muy fácil su acogida. Por otro lado el Sinn Féin en Irlanda, que viene de varias de las ramificaciones del IRA, y que en base a su socialdemocratismo y nacionalismo ha podido mantener una gran influencia en la sociedad irlandesa pero sin llegar a cumplir sus objetivos principales de toma de poder ni reunificación del país.
En el momento en que una guerrilla se instala en el sistema político democrático-burgués, dependiendo además de su influencia en las masas para defenderse en el nuevo espacio, de cómo el partido gobernante del momento y sus aliados permitan que sea esa entrada del nuevo partido ex guerrillero; si se ve y se desea desde las instituciones gubernamentales que el nuevo partido pueda ser un nuevo sostén –en el gobierno o en la oposición– para el juego de la burguesía y formar parte de la izquierda «domesticada» o «constitucional» como la llama la burguesía, se le dará la bienvenida sin problemas y su entrada se consolidará, pero si tras la reciente «paz» en algún momento la burguesía gobernante siente que este nuevo partido ex guerrillero va a volver a las armas o supone un verdadero obstáculo para el dominio político de la burguesía gobernante se procederá a una venganza sistemática contra el nuevo partido de los ex guerrilleros, y a través de trámites legales se irán ajustando cuentas a sus líderes e incluso se ilegalizará la organización bajo las acusaciones que estimen pertinentes. En este juego en que también domina la «guerra fratricida» entre las fracciones de la burguesía no se puede adelantar nada. Por ello solo se puede estar seguro bajo el paraguas en el sistema político de la burguesía aceptando sus reglas y siendo sumisos a su dominación política y no rivalizando para romper su hegemonía en el poder. Y eso solo lo logran los reformistas y revisionistas más sumisos que no disputan el poder a la burguesía gobernante, o que seducen a otras fracciones de la burguesía garantizando que su poder económico no será alterado, pero dicha seguridad no se garantizará nunca a los revolucionarios y comunistas que son acosados y masacrados diariamente debido a que no respetan un poder basado en la explotación, quienes saben que para tomar el poder, derrocar el capitalismo y construir el socialismo, hay que quebrantar la misma hipócrita legalidad burguesa que ni la misma burguesía respeta.
Es difícil por tanto augurar en principio mucho futuro a una organización que derive de las FARC-EP, ya que cualquier organización rival puede incidir –si quiere– en sus cuantiosos errores del pasado –que en mayor o menor medida son conocidos por toda la población colombiana, en especial en lo referente al terrorismo y secuestro–. Por esto mismo este tipo de organizaciones no pueden tener demasiada influencia en el espacio político –al menos en su andadura inicial–, ya que dependen de la «cancha» que desde el gobierno se les dé a partir de su inclusión en el panorama político, la única posibilidad de tener éxito nadando a contracorriente ante un posible ataque repentino del gobierno es que cuenten con una política propia de movilizaciones de masas –que las FARC-EP dicen tener pero que no es apreciable– para aguantar el embiste, así como de las alianzas que contraigan con otros movimientos –sin caer en disolverse en ellas– y por supuesto del lavado de cara que hagan o le hagan –e insistimos aquí es fundamental la posición del gobierno–. De otro modo sus posibilidades políticas son nulas debido a que arrastran en la conciencia colectiva sus errores, se les puede criminalizar aún más desde el gobierno, se les puede descabezar e ilegalizar de nuevo fácilmente como ya hemos comentado». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)
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