«Por definición, el liberalismo rechaza la lucha ideológica y trata de justificar y cubrir los fallos, errores, modos incorrectos de actuar, buscando siempre justificaciones de carácter secundario o echando la culpa a causas externas, cuando no lejanas. Algunos camaradas responsables se hacen cómplices del liberalismo pensando que si dejan pasar las cosas actúan como personas comprensivas, bien intencionadas y deseosas de que prevalezca la paz y la tranquilidad entre los camaradas. (...) El liberalismo en las filas del Partido se suele manifestar, por lo general, en no criticar a un camarada cuando éste no han cumplido con sus tareas o lo ha hecho de manera insatisfactoria, a medias; cuando un camarada responsable acepta cualquier excusa superficial para justificarlo; en desobedecer las orientaciones e instrucciones de los órganos de dirección y colocar las opiniones personales en primer plano; en no indignarse o preocuparse cuando se cumplen mal, o no se cumplen por negligencia, las tareas del Partido; en no adoptar las medidas prácticas, concretas, para la ejecución o el control de las tareas planteadas y dejarlo «a ver si salen o no salen», por menospreciar la importancia de los detalles concretos y descuidar la minuciosidad y la mayor exactitud en todos los terrenos de la acción partidaria». (Elena Ódena; Contra el liberalismo, 1974)
martes, 7 de febrero de 2017
El liberalismo ideológico como base para la justificación banal de errores y deficiencias
«Por definición, el liberalismo rechaza la lucha ideológica y trata de justificar y cubrir los fallos, errores, modos incorrectos de actuar, buscando siempre justificaciones de carácter secundario o echando la culpa a causas externas, cuando no lejanas. Algunos camaradas responsables se hacen cómplices del liberalismo pensando que si dejan pasar las cosas actúan como personas comprensivas, bien intencionadas y deseosas de que prevalezca la paz y la tranquilidad entre los camaradas. (...) El liberalismo en las filas del Partido se suele manifestar, por lo general, en no criticar a un camarada cuando éste no han cumplido con sus tareas o lo ha hecho de manera insatisfactoria, a medias; cuando un camarada responsable acepta cualquier excusa superficial para justificarlo; en desobedecer las orientaciones e instrucciones de los órganos de dirección y colocar las opiniones personales en primer plano; en no indignarse o preocuparse cuando se cumplen mal, o no se cumplen por negligencia, las tareas del Partido; en no adoptar las medidas prácticas, concretas, para la ejecución o el control de las tareas planteadas y dejarlo «a ver si salen o no salen», por menospreciar la importancia de los detalles concretos y descuidar la minuciosidad y la mayor exactitud en todos los terrenos de la acción partidaria». (Elena Ódena; Contra el liberalismo, 1974)
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