«Es muy probable que las FARC-EP como partido se integre o al menos entre en alianza electoral dentro de la Marcha Patriótica, un frente de varias organizaciones como el Partido Comunista Colombiano (PCC), la Asociación Nacional de Zonas de Reservas Campesinas (ANZORC), la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC), la Coordinación Nacional de Organizaciones Agrarias y Populares (CONAP), la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro). De hecho a su creación en 2012, la Marcha Patriótica ha sido el primer adalid de las negociaciones y los Acuerdos de Paz entre las FARC-EP y el gobierno, su propaganda pro-FARCP-EP les ha valido el objeto de acusaciones –con razón– de que sus integrantes son miembros o simpatizantes de las FARC-EP y que la formación de la plataforma tenía el verdadero objetivo de volver a crear una organización política legal paralela a la guerrilla. Aunque sus miembros niegan estas acusaciones todo indica que es cierto, precisamente ellos aluden que esto solo lo puedes afirmar si eres un periodista, diputado o votante de derechas, y que si no lo eres resultas ser un ultraizquierdista que hacen piña o estas a sueldo de la derecha, el imperialismo, la CIA y vete a saber quién más, pero existe una cascada de evidencias que dan a sostener y exponer esto, los hechos son los hechos, no se puede negar que llueve hacia abajo señores. La ideología misma de la Marcha Patriótica parte de una repetición de los esquemas del «socialismo del siglo XXI» y está englobado en la plataforma del Foro de São Paulo uno de los foros de exposición de esta ideología en los últimos años, lo que hace más sospechosa si cabe su nexo con las FARC-EP, que desde hace tiempo ha virado hacia esas posiciones ideológicas, y tiene también a sus principales valedores del exterior en países del «socialismo del siglo XXI», esto sin entrar a analizar las caras de los miembros de la organización. Resulta tan ridículo negar esto como cuando en España negaban muchos reformistas y revisionistas que Podemos era filotrotskista, cuando la mayoría de sus miembros venían del partido socialdemócrata-trotskista Izquierda Anticapitalista (IA) o de sectores «trotskizantes» de Izquierda Unida (IU), pero sus defensores son muy tercos –y por vergüenza o deber del guión– siguieron y siguen erre que erre, así que cuando la propia IA reconocía en sus documentos posteriores que Podemos surgió a iniciativa de ellos mismos también lo negaron. No hay más ciego que quién no quiere ver. Pero el tiempo expondrá si cabe todavía más esta cuestión.
Viendo todo esto seguramente la estrategia de las FARC-EP sea conformar un partido o un frente –bloques de partidos, sindicatos y asociaciones– donde oficialmente se denominen seguidores del «socialismo del siglo XXI», aunque en pleno declive de esta corriente por sus nefastos resultados en la región –no hay más que ver la crisis económica y política en la vecina Venezuela– es muy probable que los líderes de las FARC-EP como buenos camaleones adopten oficialmente otra ideología política de moda, e incluso que se refugien mediante la propaganda en la creación de una doctrina nacional específica de «socialismo» en base a la historia mitificada de las FARC-EP.
En realidad ya existe una idea general de lo que los dirigentes de las FARC-EP vislumbran como su nuevo partido. Jesús Santrich, declaró recientemente que el carácter ideológico del partido debía de ser:
«Mucho más amplio que la sola izquierda, porque la Colombia de hoy no solo está conformada por mentalidad de izquierda, pero si debe ser conformada esa posibilidad con sectores democráticos, no sectores fascistas». (Pazifico Noticias; El nuevo partido debe ser más amplio que la izquierda, afirma Jesús Santrich, 27 de septiembre de 2016)
Las declaraciones de Jesús Santrich exponen claramente unos planteamientos ultraoportunistas.
Santrich declara que el nuevo partido salido de las FARC-EP debe de agruparse en torno a la izquierda; que recordemos es un término ambiguo utilizado por los oportunistas para sus fines, pues sabemos que en nuestra época –fase imperialista del capitalismo– en medio de la lucha entre proletariado-burguesía, el marxismo-leninismo es la única doctrina que se coloca a la izquierda del tablero de esa lucha, mientras que el resto de ideologías burguesas y pequeño burguesas quedan a la derecha y defienden o asisten a la burguesía, siendo doctrinas que mantienen la sociedad clasista, la explotación salariada y en general la estructura y superestructura del sistema capitalista. Por tanto hablando desde una perspectiva de clase proletario las ideologías como el anarquismo, la socialdemocracia, el tercermundismo, etc. no pueden ser parte de una llamada «izquierda» –como dicen en los medios de comunicación burgueses–, sino que es una falsa izquierda, es una izquierda domesticada, antiproletaria. Igualmente, Santrich llega al punto en que recoge la bandera de los ultrarevisionistas más descarados y se atreve a decir que la «izquierda» ya no es suficiente y que el partido debe incluir un cuadro más amplio de ideologías, es decir que se permitirá que el partido se llene de ideologías –y por supuesto facciones– de la llamada «izquierda» –imaginamos: socialismos del siglo XXI, castrismo-guevarismo, etc.– pero también de la llamada oficialmente derecha –liberales, demócrata-cristianos, e incluso neoliberales–, y justifica esto debido a las «condiciones específicas» de Colombia, he aquí otra vez la manida maniobra de los oportunistas y su apelación al particularismo para justificar sus desviaciones, ¿qué extraño verdad?
Y sobre la futura política de alianzas con otras organizaciones, se comentó:
«Obviamente ese partido tiene que convergen con todos y seguramente vamos a concitar la atención programática de otras fuerzas políticas importantes que hay en el país, estos son temas que está discutiendo la conferencia pero con seguridad va a haber un partido y una línea de convergencia con otras organizaciones». (Pazifico Noticias; El nuevo partido debe ser más amplio que la izquierda, afirma Jesús Santrich, 27 de septiembre de 2016)
Vamos que según él la programática del nuevo partido atraerá a otras organizaciones tanto de «izquierda» como de derecha para ir de la mano en coalición –como decíamos–. Aquí las organizaciones que él llama «democráticas, no fascistas», se refiere a los defensores del régimen constitucional democrático-burgués. Santrich y sus colegas están clamando por una confluencia común de los demócratas –burgueses– colombianos para promover:
«Una cultura política democrática y participativa debe contribuir a la igualdad entre ciudadanos y ciudadanas, al humanismo, la solidaridad, la cooperación social y a dar un manejo trasparente a la gestión pública proscribiendo las prácticas clientelistas y la corrupción». (Acuerdo sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP, 23 de junio de 2016)
¡Vaya, al final el objetivo de esta organización es contribuir a promover una bella democracia burguesa donde los mejores «demócratas» de la nación velen por falsos derechos constitucionales del humanismo burgués que son violados cada día! ¡El famoso revisionista italiano Palmito Togliatti, al igual que su delfín Enrico Berlinguer, allá donde estén, seguro que estarán verdaderamente orgullosos de tal discípulo sudamericano que les ha salido con Jesús Santrich! ¡La vieja socialdemocracia alemana o los socialistas franceses tienen grandiosos sucesores de su política reformista!
Estos argumentos ahora usados por los dirigentes de las FARC-EP, fueron ridiculizados en su día por Lenin cuando confrontaba a los seguidores de la II Internacional:
«Hay que elegir»: este es el argumento con que siempre han tratado y tratan de justificarse los oportunistas. De golpe no puede lograrse nunca nada importante. Hay que luchar por cosas pequeñas pero asequibles. ¿Y cómo saber que algo es asequible? Por la aprobación de la mayoría de los partidos políticos o de los políticos más «influyentes». Cuanto mayor sea el número de políticos que se muestren de acuerdo con una mejora, por pequeña que sea, más fácil será lograrla, más asequible será. No debemos ser utopistas, ni aspirar a cosas grandes. Debemos ser políticos prácticos, saber plegarnos a la demanda de cosas pequeñas, las cuales facilitarán la lucha por las cosas grandes. Las cosas pequeñas representan la etapa más segura en la lucha por las cosas grandes. Así argumentan todos los oportunistas, todos los reformistas, a diferencia de los revolucionarios. (...) Debemos elegir entre el mal presente y la mínima corrección de este mal, por lo cual está la inmensa mayoría de quienes se sienten descontentos con el mal presente. Conseguido lo pequeño, facilitaremos la lucha por obtener lo grande. (...) Es este –repetimos– el argumento fundamental, el argumento típico de todos los oportunistas en el mundo entero. Ahora bien, ¿qué conclusión se desprende inevitablemente de él? La conclusión de que no hace falta un programa revolucionario, un partido revolucionario ni una táctica revolucionaria. Lo que se necesita son reformas, y asunto concluido. ¿Para qué un partido socialdemócrata revolucionario [así se llamaban los marxistas revolucionarios, hasta que tras la Primera Guerra Mundial se autodenominaron comunistas, para diferenciarse de la socialdemocracia de la II Internacional - Anotación de Bitácora (M-L)]? Basta con un partido de reformas democráticas y socialistas. En efecto, ¿no es evidente que siempre habrá en el mundo personas para quienes el estado de cosas existente es insatisfactorio? Siempre las habrá, naturalmente. ¿Y no es también evidente que la inmensa mayoría de los descontentos se pronunciará siempre a favor de ir mejorando esta situación insatisfactoria mediante pequeñas modificaciones? Siempre se pronunciará así, naturalmente. De aquí se deduce que nuestra misión, la misión de los hombres avanzados y «conscientes», consiste en apoyar siempre las reivindicaciones más pequeñas para ir corrigiendo el mal. Es lo único seguro y práctico, y todo lo que sea hablar de aspiraciones «fundamentales», etc., es pura palabrería de «utopistas», mera «fraseología revolucionaria». Debemos elegir, y elegir siempre entre el mal existente y el más moderado de los proyectos que se presentan para corregirlo. Así es como argumentos los oportunistas de la socialdemocracia alemana». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Otra vez el ministerio de la Duma, 1906)
Esta es una política reformista y ridícula que embellece la podrida democracia burguesa y es el furgón de cola de los partidos de la burguesía liberal:
«¿En qué reside el error fundamental de todos estos argumentos oportunistas? En que suplantan en realidad la teoría socialista de la lucha de clases, única fuerza motriz verdadera de la historia, por la teoría burguesa del progreso «solidario», «social». Según la teoría del socialismo, es decir, del marxismo –hoy no puede hablarse en serio de un socialismo no marxista–, la fuerza motriz verdadera de la historia es la lucha revolucionaria de clases; las reformas son un producto accesorio de esta lucha; accesorio, por cuanto expresan el resultado de los intentos frustrados por atenuar esta lucha, por debilitarla, etc. Según la teoría de los filósofos burgueses, la fuerza motriz del progreso es la solidaridad de todos los elementos de la sociedad, que comprenden el carácter «imperfecto» de tal o cual institución. La primera teoría es materialista, la segunda idealista. La primera es revolucionaria. La segunda, reformista. La primera sirve de base a la táctica del proletariado en los países capitalistas modernos. La segunda sirve de base a la táctica de la burguesía. De la segunda teoría se deriva lógicamente la táctica de los progresistas burgueses comunes: apoyar siempre y en todas partes «lo mejor»; elegir entre la reacción y la extrema derecha de las fuerzas que se oponen a esa reacción. De la primera teoría se deriva lógicamente la táctica revolucionaria independiente de la clase avanzada. Nuestra tarea no se limita, en modo alguno, a apoyar las consignas más difundidas de la burguesía reformista. Nosotros mantenemos una política independiente y sólo proponemos reformas que interesan incuestionablemente a la lucha revolucionaria, que incuestionablemente contribuyen a elevar la independencia, la conciencia de clase y la combatividad del proletariado. Sólo con esta táctica podemos tornar inocuas las reformas desde arriba, reformas que son siempre mezquinas, siempre hipócritas, que encierran siempre alguna trampa burguesa o policial. Más aún. Sólo con esta táctica impulsamos realmente la lucha por reformas importantes. Puede parecer paradójico, pero esta aparente paradoja es una verdad confirmada por toda la historia de la socialdemocracia internacional; la táctica de los reformistas es la menos apta para lograr reformas reales. El medio más efectivo para alcanzarlas es la táctica de la lucha revolucionaria de clases. En la práctica las reformas son arrancadas siempre por la lucha revolucionaria de clase, por su independencia, su fuerza de masas, su tenacidad. Las reformas son siempre falsas, ambiguas e impregnadas de espíritu zubatovista; sólo son reales en consonancia con la intensidad de la lucha de clases. Al fundir nuestras propias consignas con las consignas de la burguesía reformista, debilitamos la causa de la revolución y también, como consecuencia de ello, la causa de las reformas, ya que con ello debilitamos la independencia, la firmeza y la energía de las clases revolucionarias». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Otra vez el ministerio de la Duma, 1906)
Vamos que visto lo visto, estos pseudorevolucionarios colombianos siguen la estela de la política de la subestimación de las ideologías y de la reconciliación de clases que Gorbachov quiso vender al mundo a finales de los 80:
«Gorbachov ha asumido unir en un todo las ideologías y las filosofías contrarías, haciendo de la Perestroika y del «nuevo pensamiento político» el denominador común de todas las clases, sistemas sociales, pueblos y naciones de la época actual. Exige que todo el mundo, los opresores y los oprimidos, tengan un nuevo pensamiento común, una conciencia común o, como él la calificó, «conciencia del carácter común de nuestros destinos objetivos». En el fondo, bajo un nuevo ropaje se sirve en bandeja la vieja idea de los oportunistas de toda laya, la de la reconciliación de clases, que ha sido y sigue siendo el arma ideológica preferida de las clases opresoras y explotadoras para justificar y perpetuar la explotación y la opresión de los hombres del trabajo y de los pueblos. Estas prédicas, denunciadas hace tiempo por el marxismo-leninismo y rechazadas por toda la experiencia histórica mundial, son ofrecidas por Gorbachov como un nuevo descubrimiento, como una nueva ideología de la humanidad. (...) Ahora Gorbachov ha descubierto una «nueva ley». Si la historia de los siglos y milenios pasados ha sido, debido a la incompatibilidad de intereses e ideologías contrarios, una historia de duras luchas y batallas de clases, que han abierto el camino al progreso social, hoy hemos entrado, dice él, en una nueva época en la que toda esa ley no es sino una reminiscencia del pasado, puesto que «el progreso ulterior del mundo es posible gracias a los esfuerzos por un consenso general humano», y puesto que «el nuevo orden mundial estará determinado por los intereses generales humanos», etc. Esta «nueva» filosofía de Gorbachov ha sido desenmascarada desde hace tiempo por Lenin y es rechazada por la propia realidad de nuestros días en todo el mundo». (Agim Popa; Perestroika: ataque frontal contra el marxismo, la revolución y el socialismo, 1989) (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)
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