«Sin analizar ahora mismo los efectos económicos y sociales de la sustitución del neocolonialismo socialimperialista en detrimento del dominio colonial que data del período anterior a la guerra, el nuevo yugo neocolonial del socialimperialismo soviético hizo a estos países meros proveedores de materias primas. Con el desarrollo del capitalismo industrial en estos países se desarrolló rápidamente algunas ramas de la industria, pero estos países se quedaron sin una industria de fabricación de los medios de producción, que es la única manera de lograr las transformaciones socialistas en toda la economía y legó en cambio una vinculación esclava de estos países a la «división internacional del trabajo», que los convertía en simples juguetes en manos de las potencias imperialistas rivales. La Albania socialista, deseosa de seguir siendo un país socialista verdadero, libre e independiente, abandonó el Consejo de Ayuda Mutua Económica en 1961.
Los revisionistas procuraban probar que:
«La división socialista internacional del trabajo no tiene nada que ver con la monstruosa división internacional del trabajo, que bajo el capitalismo consagra a los países poco desarrollados a ser los proveedores de materias primas para los Estados imperialistas». (El Consejo de Ayuda Mutua Económica, ayer y hoy; Agencia de prensa «Novosti», 1973)
Cavando más el foso entre los países ricos y pobres. Pero ellos afirmaban:
«Los éxitos obtenidos en todas las ramas de la economía nacional, de la ciencia y de la técnica en los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica así como la actividad práctica de esta organización atestiguan las grandes posibilidades que ofrece la división socialista internacional del trabajo practicada por los países socialistas». (El Consejo de Ayuda Mutua Económica, ayer y hoy; Agencia de prensa «Novosti», 1973)
Y sin embargo, si de verdad nos paramos a mirar los resultados prácticos del Consejo de Ayuda Mutua Económica, y si se intenta por tanto ir más lejos que simplemente admirar los discursos engañosos de los revisionistas cuando procuraban adornar la realidad neocolonialista de la Unión Soviética revisionista, es innegable que la «división «socialista» internacional del trabajo» tuvo exactamente los mismos efectos que la «división internacional del trabajo» bajo el «capitalismo clásico»: rechazó el desarrollo económico «autárquico» [como ellos llamaban al país que intentaba basarse en sus propias fuerzas - Anotación de Bitácora (M-L)] para llegar a transformar los países más atrasados económicamente en apéndices de la economía de los países más poderosos. ¿Cómo sucede que tal diferencia [entre la «división «socialista» internacional del trabajo» de la Unión Soviética socialimperialista y la «división internacional del trabajo» de los países imperialistas clásicos - Anotación de Bitácora (M-L)] pudiera haber sobrevenido entre las previsiones teóricas eufóricas y los resultados prácticos catastróficos? ¿Dónde está la dichosa diferencia? Está en que los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica se especializaron en algunas producciones importantes principalmente para la exportación. Incluso cuando se trata de productos de tecnología, maquinaria, máquinas de herramientas, etc. ninguno de los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica, a excepción de la Unión Soviética, se suponía que de acuerdo con los principios de la división «socialista» internacional del trabajo, tenía un tamaño suficiente para tener una industria diversificada, especialmente con respecto a las ramas de la industria pesada, que se juzgaba rentable.
¡Evidentemente, no vamos a pedir a Polonia que deje de producir limones, ni que Cuba abandone totalmente la producción azucarera! En este sentido, subsistirá una cierta forma de división internacional del trabajo, hasta bajo el comunismo, en tanto que siga existiendo como inevitablemente existirán, sociedades humanas diseminadas bajo diferentes climas. Pero si inevitablemente se mantiene alguna forma de división internacional del trabajo en el campo de la producción de ciertos bienes de consumo, todos los países socialistas, sin embargo, deben ser capaces de producir por sí mismos los medios esenciales de trabajo necesarios para que su economía marche hacia adelante, es decir el equipo industrial pesado, muy poco dependientes del entorno geográfico y climático, que asegure una economía socialista que pueda avanzar en todos los dominios esencialmente contando con sus propias fuerzas, y no comprando de manera inmutable los medios de producción a otros países, sean estos terceros socialistas o no socialistas: además el hecho de no acostumbrar a los trabajadores a depender de la ayuda exterior puede movilizarlos en las tareas de la edificación de la economía y de la sociedad socialista, sin citar que la alta composición orgánica y la industria de producción de medios de producción cuya fabricación es reservada para los países económicamente más poderosos, es un motor inevitable del endeudamiento de los países más débiles económicamente. ¿Cuánto cuesta que un país atrasado tenga que vender toneladas de azúcar o de mineral de hierro para adquirir tractores, una fábrica de productos de tractores con una mano de obra altamente cualificada y muy dispendiosa? ¿No vale la pena que mejor compre los equipos que le permitan edificar una industria de construcciones mecánicas que sea capaz de producir todos los equipos industriales?
Para evitar este desequilibrio comercial que existe aun cuando los bienes son vendidos estrictamente por su valor, tendría que ser la productividad de trabajo y la remuneración de trabajo las mismas en ambos países. Sin embargo, esta igualdad no es posible si un país económicamente se retrasa sobre el otro en cuestión, ya que ese retraso depende de la cantidad de riquezas producidas por cabeza. Para alcanzar y recortar este retraso, hay que pues aumentar rápidamente y en grandes proporciones el nivel de producción por cabeza. Pero querer extenderlo así por la vía exclusiva de los intercambios comerciales, como los hacen los nacionalistas-burgueses y los revisionistas, es imposible: hay que comprar demasiadas fábricas y máquinas agrícolas que las exportaciones que están limitadas a causa de la débil productividad de trabajo, no bastan para cubrir. ¡Y durante este tiempo, el nivel de vida aumenta más rápidamente incomparablemente en los países que gozan de estos productos de exportación que los países atrasados producen a bajo coste! La solución a este arduo problema, el único vínculo que puede ayudar a romper este círculo vicioso, es la construcción de una industria de producción de medios de producción, este es el «nudo gordiano» del problema y sin el cual ninguna de las tareas fundamentales de la construcción económico-social del socialismo pueden ser completadas.
Es por eso, que contrariamente a lo que afirmaba Nikita Jruschov en 1961, de ninguna manera son:
«Los imperialistas estadounidense los que se llevan la palma en cuanto a hermosas frases sobre su asistencia». (Nikita Jruschov; Informe sobre el programa del Partido Comunista de la Unión Soviética, 1961)
Diseñadas para embellecer el saqueo de los países dependientes, sino que el mejor «premio» a la hipocresía sin duda lo ganaron los revisionistas soviéticos.
En octubre de 1945, en su informe presentado ante la IVº Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista de Albania, Enver Hoxha insistía en la importancia primordial de disponer de una economía sólida y diversificada:
«En caso de no mejorar el sector económico las obligaciones hacia nuestro pueblo y hacia los Estados con los que tenemos relaciones comerciales, nos conducirán a una dependencia política. Esto no debemos olvidarlo nunca, nuestro pasado ha sido amargo». (Enver Hoxha; Informe presentado en el IVº Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania: Obras Escogidas, Tomo I, 17 de octubre de 1945)
En febrero de 1946, es decir en el momento de la proclamación de la República Popular de Albania, en su informe presentado ante el Vº Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania, Enver Hoxha precisaba que la construcción del socialismo pasaba necesariamente por la creación de una industria pesada capaz de asegurar la base material necesaria para la reorganización y auge de toda la vida económico-social:
«La existencia de nuestro Estado y su porvenir están, estrechamente ligados a la existencia y el fortalecimiento del sector estatal y cooperativista. El sector estatal no se refuerza únicamente con la nacionalización de las explotaciones mineras y de los bancos, con el control del sector privado y con la creación del monopolio del comercio exterior, sino con la organización de todos estos sectores y el fortalecimiento de una industria pesada estatal que sirva de punto de apoyo para levantar la industria ligera y para desarrollar la economía de nuestro país en su conjunto». (Enver Hoxha; Informe presentado en el Vº Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania: Obras Escogidas, Tomo I, 21 de febrero de 1946)
¡Sin embargo, en esta época, Albania no producía un gramo de acero! Estos son algunos de los principales que claramente marcan la diferencia. Lenin señaló que existen leyes generales de la revolución y la construcción socialista, válidas para todos los países, independientemente de su nivel de partida en el desarrollo económico; y al contrario de los revisionistas –bajo cualquier máscara que se presenten– la concepción materialista dialéctica del mundo nos dice que la expropiación de la burguesía y el rol predominante de la industria de producción de medios de producción son requisitos necesarios para la edificación del socialismo.
Como condición para la construcción de la base económica necesaria para la liquidación de las relaciones de producción capitalistas en la ciudad y el campo y el desarrollo de las relaciones de producción socialistas bajo el contexto del cerco capitalista-imperialista, Lenin y Stalin siempre insistieron en la necesidad de edificar una poderosa industria pesada de producción de medios de producción, siendo la única manera de romper el cerco capitalista y permitir el desarrollo proporcionado y acelerado de la economía, de acuerdo con las enseñanzas de Marx sobre la reproducción ampliada. Los comunistas albaneses jamás buscaron –como Bujarin, Tito, Mao Zedong u otros revisionistas– el «integrar» la burguesía nacional en el socialismo a través de su participación en el sector del Estado. Siguieron las enseñanzas leninistas que consistían en nacionalizar el conjunto de la gran industria y en permitir –según reglas estrictas y solamente durante la fase de enderezamiento de la economía nacional asolada– el desarrollo del pequeño capital privado –en la agricultura, artesanía, y la industria ligera–, sin olvidar jamás que una vez la base industrial pesada fuera creada, la economía en su conjunto debía ser reorganizada y ver triunfar las relaciones de producción socialistas. Esa fue la marcha que siguieron los marxista-leninistas, tanto en Rusia como en Albania. ¡Pretender seguir una vía «específica», diferente de ésta, es seguir un camino diferente de aquel que lleva a la construcción del socialismo!
¿Podemos pretender «construir el socialismo», mientras nos introducimos bajo la «división internacional de trabajo» bajo el pretexto de «tratados comerciales entre naciones»? Para los marxista-leninistas es algo inconcebible e imposible: si hay una cosa esencial que Iósif Stalin demostró en su lucha de los años 20 contra los capituladores trotskistas es que el principio de «apoyarse en sus propias fuerzas» es la base principal de la economía socialista, de la que depende todo lo demás, incluyendo la revolución social. Stalin demostró enérgicamente que la construcción del socialismo en el contexto del cerco capitalista-imperialista no podía obviamente ser a través del uso del capital e inversiones extranjeras, o a través del saqueo de materias primas y la explotación del trabajo en los países coloniales, sino que debía basarse en el valor de los recursos internos del país, cosa únicamente posible cuando la industria es concentrada en las manos del Estado socialista.
«Apoyarse en sus propias fuerzas», no es renunciar a la revolución mundial, como claman desde décadas los agentes «marxistas» del neocolonialismo y el cosmopolitismo burgués como eran objetivamente los trotskistas de la Unión Soviética de los años 20, sino que por el contrario significa proteger el embrión de la revolución socialista internacional y permitirle reforzarse, y así con su ejemplo servir de cabeza de puente a la revolución socialista internacional. También, renegar de este principio fundamental continuando proclamando a su vez «la fidelidad al socialismo», es colocarse en el campo de los enemigos del socialismo.
El abismo que separaba la ayuda internacionalista de Stalin de la ayuda esclavizadora de los revisionistas soviéticos, ayudó a los comunistas albaneses a tomar conciencia de la traición revisionista: con éstos últimos tuvieron en seguida la misma sensación inquietante que con la ayuda económica concedida por Tito. Así, los comunistas albaneses, fueron las almenas desde las que se denunciaron las ambiciones imperialistas de los revisionistas soviéticos. En el capítulo: «¿Marxista-leninistas? No, mercachifles» de la obra de Enver Hoxha: «Los jruschovistas» de 1980, se cuenta como en 1953 las «ayudas» soviéticas debían servir de pretexto para la transformación de Albania en una apéndice agrario que debía importar petróleo, hidroelectricidad, etc. y sobre todo no edificar una industria pesada, juzgada por los jruschovistas como «no rentable».
[Reproducimos la cita a la que hace referencia Vincent Gouysse de la obra de Enver Hoxha:
«Nikita Jruschov: Así, pues, en lo que atañe a las cuestiones económicas debemos calcular con lápiz tanto nosotros como ustedes y, si en su país existen provechosas fuentes de petróleo, bien, les otorgaremos créditos. Pero aun haciendo las cuentas de esta manera, resulta más ventajoso que les suministremos petróleo del nuestro. En todo hay que ver la rentabilidad –prosiguió Jruschov–. Tomemos la industria. Comparto su opinión de que Albania debe tener su propia industria. Pero ¿qué tipo de industria? Estimo que en su país debe desarrollarse la industria alimenticia, por ejemplo de las conversa, de elaboración de pescado, frutas, leche, aceite, etc. Ustedes quieren desarrollar la industria pesada. Esto hay que verlo bien. (…) Por lo que respecta a la industria de tratamiento de los minerales, a la producción de metales, estas ramas para ustedes no resultan rentables. Nosotros tenemos metales y podemos darles cuanto quieran. Con un día de nuestra producción, podemos satisfacer todas sus necesidades del año. Lo mismo dijo refiriéndose a la agricultura. Su país –prosiguió– debe desarrollar los cultivos que crecen mejor y que son más ventajosos». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980) - Anotación de Bitácora (M-L)]
¿Pero algunos dirán posiblemente, si se rechaza por principio de toda ayuda como podremos ser capaces de discernir la diferencia entre una verdadera ayuda internacionalista y de una «ayuda» esclavizadora de carácter imperialista? Aquí el método de percepción de tales ayudas como fijarse en las tasas de intereses que se cobra es insuficiente y engañoso para definir el carácter de una «ayuda», estos factores reflejan sólo el aspecto cuantitativo –si es más o menos esclavizante–. Lo que determina el carácter verdaderamente internacionalista de una ayuda, es pues el aspecto cualitativo, por lo que el primer objetivo que desprende es: o bien la transformación del país «ayudado» en un apéndice neocolonial –si es necesario a través de un periodo de transición en el que se integrará en la «división internacional del trabajo» que vaya cavando una deuda exterior e induzca a una dependencia económica y política– o bien se procura ayudar a este país a que produzca él mismo los medios de producción necesarios para su economía que le permitan a los trabajadores de ese país administrar ellos mismos sus asuntos de manera creciente. Y ciertamente, cuando se toma este criterio por base –en realidad el único criterio que un materialista podría elegir– es innegable que la Unión Soviética de Stalin aportó una preciosa y generosa ayuda internacionalista a los países del campo socialista después de la Segunda Guerra Mundial, ayudándoles a edificar una industria de producción de medios de producción que debía facilitarles en el futuro el realizar ellos sus propias grandes transformaciones económico-sociales socialistas, y con ello ayudándolas concretamente a preservarse de las finalidades rapaces del imperialismo mundiales sobre estos países. A la inversa, vemos en que se basaban los marxista-leninistas al denunciar al socialimperialismo soviético: para los revisionistas soviéticos el comercio se proclamaba como «justo y equitativo y posible», en tanto como la Unión Soviética revisionista detentara el monopolio de los medios de producción y se procurara de animar una especialización económica esclavizadora en los países de Europa del Este y el resto de países de su esfera neocolonial, lo que le planteaba como una potencia imperialista. Incluso las materias primas importadas por la Unión Soviética de estos países eran pagadas a tasas más altas que la de los precios mundiales!
[Expongamos un ejemplo de esto:
«Con los mercados de estos países, así como sus ramas productivas, bajo su control, la Unión Soviética les obliga a comprar materias primas soviéticas a precios elevados, y vender sus bienes a ella a precios bajos. Por medio de estos precios «tijeras», la Unión Soviética consigue miles de millones de los miles de millones de rublos que se beneficia con estos países. Dentro de solo los últimos 15 años, de esta forma garantizada ha obtenido de estos países más de 15 mil millones de rublos. De acuerdo con las estadísticas oficiales, la Unión Soviética vende mineral de hierro a sus países satélites a un precio de 80-100% superior a la República Federal de Alemania. Se vende petróleo a ellos por 25-36% más que a Japón e Italia, y de hasta el 100% más que en la República Federal de Alemania, Suiza, Francia, España, etc». («Zëri i Populitt»: Los neocolonialistas del Kremlin oprimen y saquean a los pueblos, 1975) - Anotación de Bitácora (M-L)]
Los acuerdos comerciales entre la Unión Soviética revisionista y Cuba son perfectamente representativos desde el punto de vista de la especialización animada por el socialimperialismo soviético –más allá de los llamativos discursos «antiimperialistas» de sus dirigentes–, ya que los términos de estos acuerdos especificaban la exportación de productos agrícolas –azúcar– y de materias primas que provenían de la industria de extracción –cobre, níquel– contra la importación de maquinas y de bienes de consumo. Desde luego esta «especialización» no era un accidente, sino que reflejaba una necesidad económica para la dirección revisionista soviética: el de encontrar salidas para los productos manufacturados y de proporcionarse materias primas a bajo coste.
El mérito imperecedero de los marxista-leninistas albaneses, a pesar de las muy difíciles condiciones interiores y exteriores, es haber comprendido esta verdad desde el principio de la construcción del socialismo, y de haberlo sabido utilizar como referente en un curso de más de cuarenta años, tanto para realizar las tareas de edificación de la economía y de la sociedad socialista, como para desenmascarar las finalidades rapaces de los imperialistas y socialimperialistas, así como el rol de traición de los regímenes nacionalistas-burgueses de los países dependientes.
Ignorar estos problemas concretos, es ignorar todo de la aplicación de las enseñanzas fundamentales del marxismo-leninismo a la edificación de la sociedad socialista y es colocarse del lado del neocolonialismo. Sea conscientemente o no, esto importa poco: el resultado es de todos modos el mismo, ya que las leyes de la producción mercantil se encargan de quebrantar las funestas utopías «equitativas» de los pequeños burgueses y de los revisionistas.
¡No puede haber un «comercio justo mutuamente beneficioso», incluso entre los países socialistas, siempre y cuando la producción de medios de producción siguen siendo el monopolio de algunos países! Esta es la verdad que debe asimilar todo verdadero comunista y activista antiimperialista.
Es por eso que la línea política defendida por Stalin en esta área fue perfectamente justa y era la única verdadera ayuda internacionalista que un país socialista podía llevar a otros destacamentos del proletario mundial que victoriosamente habían sacudido el yugo del capitalismo y el imperialismo, ya que la ayuda pretendía construir en cada país socialista una industria pesada de producción de medios de producción, lo que garantizaba una independencia económica y política total de los ex-países coloniales de cara a todo el cerco imperialista, lo que garantizaba la construcción de las relaciones socialistas de producción en todas las ramas de la economía». (Vincent Gouysse; El socialimperialismo soviético: génesis y colapso, 2007)
Los revisionistas procuraban probar que:
«La división socialista internacional del trabajo no tiene nada que ver con la monstruosa división internacional del trabajo, que bajo el capitalismo consagra a los países poco desarrollados a ser los proveedores de materias primas para los Estados imperialistas». (El Consejo de Ayuda Mutua Económica, ayer y hoy; Agencia de prensa «Novosti», 1973)
Cavando más el foso entre los países ricos y pobres. Pero ellos afirmaban:
«Los éxitos obtenidos en todas las ramas de la economía nacional, de la ciencia y de la técnica en los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica así como la actividad práctica de esta organización atestiguan las grandes posibilidades que ofrece la división socialista internacional del trabajo practicada por los países socialistas». (El Consejo de Ayuda Mutua Económica, ayer y hoy; Agencia de prensa «Novosti», 1973)
Y sin embargo, si de verdad nos paramos a mirar los resultados prácticos del Consejo de Ayuda Mutua Económica, y si se intenta por tanto ir más lejos que simplemente admirar los discursos engañosos de los revisionistas cuando procuraban adornar la realidad neocolonialista de la Unión Soviética revisionista, es innegable que la «división «socialista» internacional del trabajo» tuvo exactamente los mismos efectos que la «división internacional del trabajo» bajo el «capitalismo clásico»: rechazó el desarrollo económico «autárquico» [como ellos llamaban al país que intentaba basarse en sus propias fuerzas - Anotación de Bitácora (M-L)] para llegar a transformar los países más atrasados económicamente en apéndices de la economía de los países más poderosos. ¿Cómo sucede que tal diferencia [entre la «división «socialista» internacional del trabajo» de la Unión Soviética socialimperialista y la «división internacional del trabajo» de los países imperialistas clásicos - Anotación de Bitácora (M-L)] pudiera haber sobrevenido entre las previsiones teóricas eufóricas y los resultados prácticos catastróficos? ¿Dónde está la dichosa diferencia? Está en que los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica se especializaron en algunas producciones importantes principalmente para la exportación. Incluso cuando se trata de productos de tecnología, maquinaria, máquinas de herramientas, etc. ninguno de los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica, a excepción de la Unión Soviética, se suponía que de acuerdo con los principios de la división «socialista» internacional del trabajo, tenía un tamaño suficiente para tener una industria diversificada, especialmente con respecto a las ramas de la industria pesada, que se juzgaba rentable.
¡Evidentemente, no vamos a pedir a Polonia que deje de producir limones, ni que Cuba abandone totalmente la producción azucarera! En este sentido, subsistirá una cierta forma de división internacional del trabajo, hasta bajo el comunismo, en tanto que siga existiendo como inevitablemente existirán, sociedades humanas diseminadas bajo diferentes climas. Pero si inevitablemente se mantiene alguna forma de división internacional del trabajo en el campo de la producción de ciertos bienes de consumo, todos los países socialistas, sin embargo, deben ser capaces de producir por sí mismos los medios esenciales de trabajo necesarios para que su economía marche hacia adelante, es decir el equipo industrial pesado, muy poco dependientes del entorno geográfico y climático, que asegure una economía socialista que pueda avanzar en todos los dominios esencialmente contando con sus propias fuerzas, y no comprando de manera inmutable los medios de producción a otros países, sean estos terceros socialistas o no socialistas: además el hecho de no acostumbrar a los trabajadores a depender de la ayuda exterior puede movilizarlos en las tareas de la edificación de la economía y de la sociedad socialista, sin citar que la alta composición orgánica y la industria de producción de medios de producción cuya fabricación es reservada para los países económicamente más poderosos, es un motor inevitable del endeudamiento de los países más débiles económicamente. ¿Cuánto cuesta que un país atrasado tenga que vender toneladas de azúcar o de mineral de hierro para adquirir tractores, una fábrica de productos de tractores con una mano de obra altamente cualificada y muy dispendiosa? ¿No vale la pena que mejor compre los equipos que le permitan edificar una industria de construcciones mecánicas que sea capaz de producir todos los equipos industriales?
Para evitar este desequilibrio comercial que existe aun cuando los bienes son vendidos estrictamente por su valor, tendría que ser la productividad de trabajo y la remuneración de trabajo las mismas en ambos países. Sin embargo, esta igualdad no es posible si un país económicamente se retrasa sobre el otro en cuestión, ya que ese retraso depende de la cantidad de riquezas producidas por cabeza. Para alcanzar y recortar este retraso, hay que pues aumentar rápidamente y en grandes proporciones el nivel de producción por cabeza. Pero querer extenderlo así por la vía exclusiva de los intercambios comerciales, como los hacen los nacionalistas-burgueses y los revisionistas, es imposible: hay que comprar demasiadas fábricas y máquinas agrícolas que las exportaciones que están limitadas a causa de la débil productividad de trabajo, no bastan para cubrir. ¡Y durante este tiempo, el nivel de vida aumenta más rápidamente incomparablemente en los países que gozan de estos productos de exportación que los países atrasados producen a bajo coste! La solución a este arduo problema, el único vínculo que puede ayudar a romper este círculo vicioso, es la construcción de una industria de producción de medios de producción, este es el «nudo gordiano» del problema y sin el cual ninguna de las tareas fundamentales de la construcción económico-social del socialismo pueden ser completadas.
Es por eso, que contrariamente a lo que afirmaba Nikita Jruschov en 1961, de ninguna manera son:
«Los imperialistas estadounidense los que se llevan la palma en cuanto a hermosas frases sobre su asistencia». (Nikita Jruschov; Informe sobre el programa del Partido Comunista de la Unión Soviética, 1961)
Diseñadas para embellecer el saqueo de los países dependientes, sino que el mejor «premio» a la hipocresía sin duda lo ganaron los revisionistas soviéticos.
En octubre de 1945, en su informe presentado ante la IVº Sesión Plenaria del Comité Central del Partido Comunista de Albania, Enver Hoxha insistía en la importancia primordial de disponer de una economía sólida y diversificada:
«En caso de no mejorar el sector económico las obligaciones hacia nuestro pueblo y hacia los Estados con los que tenemos relaciones comerciales, nos conducirán a una dependencia política. Esto no debemos olvidarlo nunca, nuestro pasado ha sido amargo». (Enver Hoxha; Informe presentado en el IVº Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania: Obras Escogidas, Tomo I, 17 de octubre de 1945)
En febrero de 1946, es decir en el momento de la proclamación de la República Popular de Albania, en su informe presentado ante el Vº Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania, Enver Hoxha precisaba que la construcción del socialismo pasaba necesariamente por la creación de una industria pesada capaz de asegurar la base material necesaria para la reorganización y auge de toda la vida económico-social:
«La existencia de nuestro Estado y su porvenir están, estrechamente ligados a la existencia y el fortalecimiento del sector estatal y cooperativista. El sector estatal no se refuerza únicamente con la nacionalización de las explotaciones mineras y de los bancos, con el control del sector privado y con la creación del monopolio del comercio exterior, sino con la organización de todos estos sectores y el fortalecimiento de una industria pesada estatal que sirva de punto de apoyo para levantar la industria ligera y para desarrollar la economía de nuestro país en su conjunto». (Enver Hoxha; Informe presentado en el Vº Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Albania: Obras Escogidas, Tomo I, 21 de febrero de 1946)
¡Sin embargo, en esta época, Albania no producía un gramo de acero! Estos son algunos de los principales que claramente marcan la diferencia. Lenin señaló que existen leyes generales de la revolución y la construcción socialista, válidas para todos los países, independientemente de su nivel de partida en el desarrollo económico; y al contrario de los revisionistas –bajo cualquier máscara que se presenten– la concepción materialista dialéctica del mundo nos dice que la expropiación de la burguesía y el rol predominante de la industria de producción de medios de producción son requisitos necesarios para la edificación del socialismo.
Como condición para la construcción de la base económica necesaria para la liquidación de las relaciones de producción capitalistas en la ciudad y el campo y el desarrollo de las relaciones de producción socialistas bajo el contexto del cerco capitalista-imperialista, Lenin y Stalin siempre insistieron en la necesidad de edificar una poderosa industria pesada de producción de medios de producción, siendo la única manera de romper el cerco capitalista y permitir el desarrollo proporcionado y acelerado de la economía, de acuerdo con las enseñanzas de Marx sobre la reproducción ampliada. Los comunistas albaneses jamás buscaron –como Bujarin, Tito, Mao Zedong u otros revisionistas– el «integrar» la burguesía nacional en el socialismo a través de su participación en el sector del Estado. Siguieron las enseñanzas leninistas que consistían en nacionalizar el conjunto de la gran industria y en permitir –según reglas estrictas y solamente durante la fase de enderezamiento de la economía nacional asolada– el desarrollo del pequeño capital privado –en la agricultura, artesanía, y la industria ligera–, sin olvidar jamás que una vez la base industrial pesada fuera creada, la economía en su conjunto debía ser reorganizada y ver triunfar las relaciones de producción socialistas. Esa fue la marcha que siguieron los marxista-leninistas, tanto en Rusia como en Albania. ¡Pretender seguir una vía «específica», diferente de ésta, es seguir un camino diferente de aquel que lleva a la construcción del socialismo!
¿Podemos pretender «construir el socialismo», mientras nos introducimos bajo la «división internacional de trabajo» bajo el pretexto de «tratados comerciales entre naciones»? Para los marxista-leninistas es algo inconcebible e imposible: si hay una cosa esencial que Iósif Stalin demostró en su lucha de los años 20 contra los capituladores trotskistas es que el principio de «apoyarse en sus propias fuerzas» es la base principal de la economía socialista, de la que depende todo lo demás, incluyendo la revolución social. Stalin demostró enérgicamente que la construcción del socialismo en el contexto del cerco capitalista-imperialista no podía obviamente ser a través del uso del capital e inversiones extranjeras, o a través del saqueo de materias primas y la explotación del trabajo en los países coloniales, sino que debía basarse en el valor de los recursos internos del país, cosa únicamente posible cuando la industria es concentrada en las manos del Estado socialista.
«Apoyarse en sus propias fuerzas», no es renunciar a la revolución mundial, como claman desde décadas los agentes «marxistas» del neocolonialismo y el cosmopolitismo burgués como eran objetivamente los trotskistas de la Unión Soviética de los años 20, sino que por el contrario significa proteger el embrión de la revolución socialista internacional y permitirle reforzarse, y así con su ejemplo servir de cabeza de puente a la revolución socialista internacional. También, renegar de este principio fundamental continuando proclamando a su vez «la fidelidad al socialismo», es colocarse en el campo de los enemigos del socialismo.
El abismo que separaba la ayuda internacionalista de Stalin de la ayuda esclavizadora de los revisionistas soviéticos, ayudó a los comunistas albaneses a tomar conciencia de la traición revisionista: con éstos últimos tuvieron en seguida la misma sensación inquietante que con la ayuda económica concedida por Tito. Así, los comunistas albaneses, fueron las almenas desde las que se denunciaron las ambiciones imperialistas de los revisionistas soviéticos. En el capítulo: «¿Marxista-leninistas? No, mercachifles» de la obra de Enver Hoxha: «Los jruschovistas» de 1980, se cuenta como en 1953 las «ayudas» soviéticas debían servir de pretexto para la transformación de Albania en una apéndice agrario que debía importar petróleo, hidroelectricidad, etc. y sobre todo no edificar una industria pesada, juzgada por los jruschovistas como «no rentable».
[Reproducimos la cita a la que hace referencia Vincent Gouysse de la obra de Enver Hoxha:
«Nikita Jruschov: Así, pues, en lo que atañe a las cuestiones económicas debemos calcular con lápiz tanto nosotros como ustedes y, si en su país existen provechosas fuentes de petróleo, bien, les otorgaremos créditos. Pero aun haciendo las cuentas de esta manera, resulta más ventajoso que les suministremos petróleo del nuestro. En todo hay que ver la rentabilidad –prosiguió Jruschov–. Tomemos la industria. Comparto su opinión de que Albania debe tener su propia industria. Pero ¿qué tipo de industria? Estimo que en su país debe desarrollarse la industria alimenticia, por ejemplo de las conversa, de elaboración de pescado, frutas, leche, aceite, etc. Ustedes quieren desarrollar la industria pesada. Esto hay que verlo bien. (…) Por lo que respecta a la industria de tratamiento de los minerales, a la producción de metales, estas ramas para ustedes no resultan rentables. Nosotros tenemos metales y podemos darles cuanto quieran. Con un día de nuestra producción, podemos satisfacer todas sus necesidades del año. Lo mismo dijo refiriéndose a la agricultura. Su país –prosiguió– debe desarrollar los cultivos que crecen mejor y que son más ventajosos». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980) - Anotación de Bitácora (M-L)]
¿Pero algunos dirán posiblemente, si se rechaza por principio de toda ayuda como podremos ser capaces de discernir la diferencia entre una verdadera ayuda internacionalista y de una «ayuda» esclavizadora de carácter imperialista? Aquí el método de percepción de tales ayudas como fijarse en las tasas de intereses que se cobra es insuficiente y engañoso para definir el carácter de una «ayuda», estos factores reflejan sólo el aspecto cuantitativo –si es más o menos esclavizante–. Lo que determina el carácter verdaderamente internacionalista de una ayuda, es pues el aspecto cualitativo, por lo que el primer objetivo que desprende es: o bien la transformación del país «ayudado» en un apéndice neocolonial –si es necesario a través de un periodo de transición en el que se integrará en la «división internacional del trabajo» que vaya cavando una deuda exterior e induzca a una dependencia económica y política– o bien se procura ayudar a este país a que produzca él mismo los medios de producción necesarios para su economía que le permitan a los trabajadores de ese país administrar ellos mismos sus asuntos de manera creciente. Y ciertamente, cuando se toma este criterio por base –en realidad el único criterio que un materialista podría elegir– es innegable que la Unión Soviética de Stalin aportó una preciosa y generosa ayuda internacionalista a los países del campo socialista después de la Segunda Guerra Mundial, ayudándoles a edificar una industria de producción de medios de producción que debía facilitarles en el futuro el realizar ellos sus propias grandes transformaciones económico-sociales socialistas, y con ello ayudándolas concretamente a preservarse de las finalidades rapaces del imperialismo mundiales sobre estos países. A la inversa, vemos en que se basaban los marxista-leninistas al denunciar al socialimperialismo soviético: para los revisionistas soviéticos el comercio se proclamaba como «justo y equitativo y posible», en tanto como la Unión Soviética revisionista detentara el monopolio de los medios de producción y se procurara de animar una especialización económica esclavizadora en los países de Europa del Este y el resto de países de su esfera neocolonial, lo que le planteaba como una potencia imperialista. Incluso las materias primas importadas por la Unión Soviética de estos países eran pagadas a tasas más altas que la de los precios mundiales!
[Expongamos un ejemplo de esto:
«Con los mercados de estos países, así como sus ramas productivas, bajo su control, la Unión Soviética les obliga a comprar materias primas soviéticas a precios elevados, y vender sus bienes a ella a precios bajos. Por medio de estos precios «tijeras», la Unión Soviética consigue miles de millones de los miles de millones de rublos que se beneficia con estos países. Dentro de solo los últimos 15 años, de esta forma garantizada ha obtenido de estos países más de 15 mil millones de rublos. De acuerdo con las estadísticas oficiales, la Unión Soviética vende mineral de hierro a sus países satélites a un precio de 80-100% superior a la República Federal de Alemania. Se vende petróleo a ellos por 25-36% más que a Japón e Italia, y de hasta el 100% más que en la República Federal de Alemania, Suiza, Francia, España, etc». («Zëri i Populitt»: Los neocolonialistas del Kremlin oprimen y saquean a los pueblos, 1975) - Anotación de Bitácora (M-L)]
Los acuerdos comerciales entre la Unión Soviética revisionista y Cuba son perfectamente representativos desde el punto de vista de la especialización animada por el socialimperialismo soviético –más allá de los llamativos discursos «antiimperialistas» de sus dirigentes–, ya que los términos de estos acuerdos especificaban la exportación de productos agrícolas –azúcar– y de materias primas que provenían de la industria de extracción –cobre, níquel– contra la importación de maquinas y de bienes de consumo. Desde luego esta «especialización» no era un accidente, sino que reflejaba una necesidad económica para la dirección revisionista soviética: el de encontrar salidas para los productos manufacturados y de proporcionarse materias primas a bajo coste.
El mérito imperecedero de los marxista-leninistas albaneses, a pesar de las muy difíciles condiciones interiores y exteriores, es haber comprendido esta verdad desde el principio de la construcción del socialismo, y de haberlo sabido utilizar como referente en un curso de más de cuarenta años, tanto para realizar las tareas de edificación de la economía y de la sociedad socialista, como para desenmascarar las finalidades rapaces de los imperialistas y socialimperialistas, así como el rol de traición de los regímenes nacionalistas-burgueses de los países dependientes.
Ignorar estos problemas concretos, es ignorar todo de la aplicación de las enseñanzas fundamentales del marxismo-leninismo a la edificación de la sociedad socialista y es colocarse del lado del neocolonialismo. Sea conscientemente o no, esto importa poco: el resultado es de todos modos el mismo, ya que las leyes de la producción mercantil se encargan de quebrantar las funestas utopías «equitativas» de los pequeños burgueses y de los revisionistas.
¡No puede haber un «comercio justo mutuamente beneficioso», incluso entre los países socialistas, siempre y cuando la producción de medios de producción siguen siendo el monopolio de algunos países! Esta es la verdad que debe asimilar todo verdadero comunista y activista antiimperialista.
Es por eso que la línea política defendida por Stalin en esta área fue perfectamente justa y era la única verdadera ayuda internacionalista que un país socialista podía llevar a otros destacamentos del proletario mundial que victoriosamente habían sacudido el yugo del capitalismo y el imperialismo, ya que la ayuda pretendía construir en cada país socialista una industria pesada de producción de medios de producción, lo que garantizaba una independencia económica y política total de los ex-países coloniales de cara a todo el cerco imperialista, lo que garantizaba la construcción de las relaciones socialistas de producción en todas las ramas de la economía». (Vincent Gouysse; El socialimperialismo soviético: génesis y colapso, 2007)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»