«Todos los Estados capitalistas y revisionistas se esfuerzan por hacer recaer las consecuencias de la crisis sobre las espaldas de las masas trabajadoras. Y de hecho, por todas las partes, las burguesías, los monopolios y todos los explotadores, con el fin de preservar sus beneficios, acentúan la opresión y la explotación del proletariado y de los trabajadores, reduciendo sus medios de existencia y limitando sus derechos. En estos momentos de grave crisis las potencias imperialistas, socialimperialistas y el poder de las burguesías de cada país, millones de obreros son arrojados a las calles. Su número actualmente se ubica en cien millones, la inflación se desarrolla de forma galopada, los precios de los objetos de primera necesidad se hacen inasequibles. En la actual sociedad capitalista y revisionista ocurre precisamente el fenómeno de polarización indicado por Karl Marx: por una parte asistimos a la pauperización de los trabajadores, y por el otro al enriquecimiento de los capitalistas de la otra. En esta grave situación, el gran capital y su poder, la socialdemocracia, los revisionistas y otros oportunistas, acompañan esta feroz política de opresión y explotación de una vasta propaganda mentirosa, que pretende convencer a las masas trabajadoras que las conmociones actuales serían supuestos fenómenos pasajeros, que todo regresará al estado anterior, y que deben pues, sostener la carga pesada que los abruma y no buscar las causas de esta situación ni la revuelta. Se esfuerzan por todos los medios de evitar lo más grave, la revolución, la única vía que permite escapar de una buena vez del sistema opresivo capitalista y revisionista.
Para sus fines contrarrevolucionarios, la burguesía y su poder también utilizan los sindicatos en los que han enmarcado al proletariado y las masas trabajadoras en los países burgueses.
Estas organizaciones que se pretenden democráticas, no distan de ser independientes de los patrones y de los diversos partidos «democráticos», «socialistas» y otros. En realidad estos pretendidos sindicatos, son manipulados abiertamente por los partidos burgueses y son dirigidos por la aristocracia obrera, luchando por todos los medios para desorientar a los trabajadores, para sabotear su lucha revolucionaria. Incluso las leyes que conciernen a la actividad y lucha de los obreros por las reivindicaciones económicas, sociales, etc. son concebidas y dosificadas por el gran capital de modo que cada acción sea tomada en el marco tolerado por la burguesía, que nada vaya a perjudicar sus intereses, ni particularmente que amenace los pilares del poder capitalista. En cuanto considera imposible hacer frente a las revueltas de los obreros y el pueblo bajo formas pseudodemocráticas o por la verborrea parlamentaria entonces el Estado burgués interviene, con sus leyes, con la violencia, con el garrote. Esto es lo que está sucediendo en la mayoría de los países, donde la crisis ha exacerbado las contradicciones entre trabajo y capital, y donde las revueltas de los trabajadores frente de la situación creada sigue creciendo exponencialmente.
En estas circunstancias, el peligro del fascismo es cada vez más amenazante. Sabemos que cuando el capital se mete en un callejón sin salida y está expuesto a los poderosos golpes de la clase obrera, se ve obligado o bien a quebrarse o bien a establecer la dictadura fascista y marchar a la guerra». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)
En estas circunstancias, el peligro del fascismo es cada vez más amenazante. Sabemos que cuando el capital se mete en un callejón sin salida y está expuesto a los poderosos golpes de la clase obrera, se ve obligado o bien a quebrarse o bien a establecer la dictadura fascista y marchar a la guerra». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)
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