sábado, 8 de julio de 2017

El factor interno en la creación del PCE(r); Equipo de Bitácora (M-L), 2017


«España había dejado de tener su partido marxista-leninista poco después de 1942 tras el fallecimiento paulatino de algunos líderes de enorme transcendencia:

«[En 1932] se formó pues un claro nuevo núcleo de dirigentes entre los que destacamos por su adhesión bolchevique hasta el final a: Pedro Checa –fallecido en el exilio mexicano en 1942–, Trifón Medrano Elurba –fallecido durante la guerra en 1937–, Cristóbal Valenzuela Ortega –fusilado por los franquistas en 1939–, Hilario Arlandis –fusilado por los franquistas en 1939–, Saturnino Barneto Atienza –fallecido en el exilio soviético en 1940–, Daniel Ortega Martínez –fusilado por los franquistas en 1941–, José Silva Martínez –fallecido en el exilio venezolano en 1949– y sobre todo José Díaz –fallecido en el exilio soviético en 1942–. A esto se le podría sumar la caída de otros valiosos cuadros de mayor o menor altura como Isidoro Diéguez Dueñas –fusilado por el franquismo en 1942 o Puig Pidemunt –fusilado por el franquismo en 1949–. Con esta verdadera sangría de militantes sufrida entre 1932-1942, se puede observar que el PCE sufrió un total descabezamiento de sus piezas claves, lo que brindó una buena oportunidad para que los oportunistas como Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo, Francisco Antón, Enrique Líster, Antonio Mije, y más tarde también los Fernando Claudín, Jorge Semprún o Ignacio Gallego se afianzasen cada vez más en las altas esferas del PCE. Aunque para ser justos, ese ascenso meteórico de diversas figuras no hubiera sido posible sin la implementación de maquiavélicas técnicas desde la nueva dirección del PCE, las cuales desataron, contra los que dudaban o se oponían a sus aberraciones, unos métodos brutales de supresión para afianzarse en el poder, promoviendo infames juegos como: calumniar de «provocadores» a grandes y probados dirigentes –Heriberto Quiñones en 1942 y Jesús Monzón en 1947–, delatar o ajusticiar a quienes eran sospechosos de «no ser leales» a la nueva dirección –como a José San José alias Aldeano en 1944, León Trilla en 1945, Alberto Pérez alias César en 1945, Cristino García Granda en 1945, Víctor García en 1948, Luis Montero Álvarez en 1950–». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero, 2020)

Se puede decir que incluso a partir del control absoluto del PCE por parte de Ibárruri y Carrillo en los años 40, fueron más allá de lo aceptado por la época, ya que en varias ocasiones anticiparon el curso que luego Jruschov daría como receta a los partidos comunistas. He ahí el discurso y el lenguaje del amorfo frente nacional de 1942, el abandono del trabajo en las organizaciones de masas, la falta de apoyo a los guerrilleros, los conatos y propuestas desesperadas de terrorismo individual, los bandazos a izquierda y derecha sobre la postura a adoptar frente a la socialdemocracia durante la posguerra… y finalmente la línea de «reconciliación nacional» establecida en 1956.

Véase el capítulo: «El rescate de las figuras progresistas vs la mitificación y promoción de figuras revisionistas en el ámbito nacional» de 2020.

Sin entrar ya en la expulsión, calumnia y persecución de todos los militantes opuestos a estas medidas. 

En la época gloriosa durante la cual el PCE comandado por José Díaz y el PSUC con Joan Comorera, los comunistas se granjearon la confianza de las masas y aumentaron su prestigio hasta cuotas insospechadas. Fue una época dorada que ningún periodo posterior de estos mismos partidos, bajo mandato revisionista, pudo emular, lo que reafirma la justa línea política de los marxista-leninistas de esta época:

«La resuelta actitud del partido comunista frente al ataque fascista, el audaz ejemplo que dio colocándose al frente de las masas para impedir que el fascismo pasara, el ejemplo de sus militantes, el 60 por ciento de los cuales fueron enviados a los diversos frentes de lucha, aumentaron en gran medida la autoridad y el prestigio del partido entre las masas del pueblo. Un partido crece, gana autoridad y se convierte en dirigente de las masas cuando cuenta con una línea clara y se lanza audazmente a la lucha por llevarla a la práctica. El Partido Comunista de España se convirtió en un partido tal en el curso de la guerra civil. Desde la insurrección fascista en julio de 1936 hasta finales de ese mismo año, el partido comunista triplicó el número de sus miembros. Y, aunque en aquellos días la gente se integraba en el partido para ofrendar su vida, y no para dar su voto en las elecciones, jamás ni nadie, ni el llamado partido comunista de Santiago Carrillo, ni los otros partidos revisionistas, que han abierto sus puertas a todo aquel que quiera ingresar en ellos, laico o religioso, obrero o burgués, podrá hablar de un crecimiento de la autoridad e influencia como las que adquirió el digno Partido Comunista de España durante el período de la guerra civil». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Enver Hoxha, como testigo y simpatizante de la heroica lucha de los pueblos de España, comentaría las causas de la degeneración del PCE: las grandes pérdidas del partido durante la guerra, el creciente derrotismo que se imprimiría desde entonces, las duras condiciones para operar dentro de la España franquista, la dificultad de organizarse también desde el exilio, muchas veces en condiciones forzadas de absoluta clandestinidad. En resumen, cómo a raíz de la pérdida de la guerra contra el fascismo los elementos como Ibárruri y Carrillo –en ese orden de importancia en el PCE hasta los 60– se aprovecharon para imponer su dominio revisionista en tal panorama difícil y confuso:

«La Guerra de España tocó a su fin a comienzos del año 1939, cuando la dominación de Franco se extendió a todo el territorio nacional. En aquella guerra el Partido Comunista de España no escatimó esfuerzos ni energías para derrotar al fascismo. Y si el fascismo venció, fue debido, aparte de los diversos factores internos, en primer lugar a la intervención del fascismo italiano y alemán y a la política capitulacionista de «no intervención» de las potencias occidentales con respecto a los agresores fascistas. Muchos militantes del Partido Comunista de España inmolaron sus vidas durante la guerra civil. Otros fueron víctimas del terror franquista. Otros miles y miles fueron arrojados a las cárceles donde permanecieron por largos años o murieron en ellas. Después del triunfo de los fascistas, en España reinó el más feroz terror. Los demócratas españoles, que lograron escapar de los campos de concentración y de los arrestos, tomaron parte en la resistencia francesa donde combatieron heroicamente, mientras que los demócratas españoles que se fueron a la Unión Soviética se integraron en las filas del Ejército Rojo y muchos de ellos dieron su vida combatiendo al fascismo. Pese a las condiciones sumamente graves, los comunistas continuaron su lucha guerrillera y la organización de la resistencia también en España. La mayor parte cayeron en manos de la policía franquista y fueron condenados a muerte. Franco golpeó duramente la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y de las masas populares de España y esto tuvo consecuencias negativas para el partido comunista. Al haber desaparecido en la lucha armada y bajo los golpes del terror fascista los elementos más sanos, más preparados ideológicamente, más resueltos y valientes, del Partido Comunista de España, cobró supremacía y ejerció su influencia negativa y destructora el elemento cobarde pequeño burgués e intelectual como son Santiago Carrillo y compañía. Estos fueron transformando gradualmente al Partido Comunista de España en un partido oportunista y revisionista. (...) En otras palabras, Santiago Carrillo es un agente de los más rastreros y ordinarios del capitalismo mundial. Pero sus «teorías» no aportarán muchos beneficios al capitalismo, dado que, tal como son presentadas por Carrillo, desenmascaran en realidad el pseudomarxismo de los revisionistas modernos, Carrillo, por un lado, sirve al imperialismo y al capitalismo mundial, porque se opone a la revolución, niega las ideas marxista-leninistas que inspiran al proletariado y a los pueblos de todo el mundo, y, por el otro, arranca las máscaras y desenmascara a los otros revisionistas modernos, pone al descubierto sus verdaderos objetivos ante los ojos del proletariado y de los pueblos. Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista de España, es un revisionista bastardo de bastardos. Ha tomado del revisionismo moderno lo que de más vil y contrarrevolucionario tenía y se ha convertido en apologista de la traición y de la completa capitulación». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Finalmente, con la abierta adhesión del PCE al jruschovismo en los 50 y más tarde al eurocomunismo en los 70, los marxista-leninistas españoles se agruparon en el Partido Comunista de España (marxista-leninista) en el periodo de 1963-64. 

Uno de sus folletos iniciales se explicaba así las razones para tal conformación de un nuevo partido independiente:

«No es casual que surja hoy el Partido Comunista de España (marxista-leninista). La dirección revisionista del Partido Comunista de España se ha empeñado en transformar a éste de instrumento revolucionario en doméstica y pacífica batidora reconciliadora de clases: es decir, ha tratado de liquidar al partido como instrumento revolucionario del proletariado. Ha querido que abandone su papel de vanguardia y guía de la clase obrera. Ahora bien, el grupo revisionista antipartido podía empujar a éste a que desertara de su papel, lo que era ya mucho más difícil de admitir, es que el partido pudiera llegar a hacerlo y, sobre todo, que el proletariado renunciara a tener su dirección, a tener su partido de clase. Ahí están las raíces del Partido Comunista de España (marxista-leninista); esta es la explicación de que surja nuestro partido. La base del partido no está dispuesta a conformarse con ese destino que el grupo revisionista su papel dirigente por parte de los dirigentes revisionistas del PCE significaba desarmarlo virtualmente y colocarlo a remolque de las clases más titubeantes y timoratas. El grupo revisionista encaramado en la dirección del PCE ha pretendido sustituir el principio de la lucha de clases, que es el motor de la historia y el punto de partida de toda política verdaderamente revolucionaria, por una política de oportunismo y seguidismo. Esta crisis, provocada por los revisionistas, no es un fenómeno estrictamente nacional, sino que es el reflejo de la crisis del Movimiento Comunista Mundial, suscitada por el revisionismo moderno, a la cabeza del cual se encuentra la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética. (...) Al igual que en el mundo entero se ha producido una reacción de todos los revolucionarios honrados, también en España, los marxista-leninistas de dentro y fuera del partido se han opuesto resueltamente a la política de traición y reconciliadora del grupo oportunista de la dirección del PCE y ha resuelto reconstituir el partido sobre las bases científicas del marxismo-leninismo». (Elena Ódena; ¡Viva el Partido Comunista de España (marxista-leninista)!, 1965)

El PCE (m-l) acabaría siendo el primer grupo que se escindía del PCE –el resto de miembros que permanecieron y crearon escisiones en años sucesivos serían fracciones igualmente revisionistas que el carrillismo–. 

1) En aquel entonces hubo una gran sopa de siglas que se fue creando poco a poco: 

–Partido Comunista de España (Internacional) en 1967 –futuro Partido Comunista del Trabajo (PTE)–;

–Organización Comunista de España (Bandera Roja) en 1968;

–Komunistak en 1969 futuro Movimiento Comunista de España (MCE);

–Organización Marxista-Leninista de España (OMLE) en 1968 –futuro Partido Comunista de España (Reconstituido)–.

–Partido Comunista de España (VIII-IX Congresos) en 1968;

–Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) en 1969;

–Partido comunista Obrero Español (PCOE) en 1973; 

–Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) en 1984;

Y muchos más...

Todos estos autodenominados grupos comunistas salieron como escisiones del PCE. ¿Por qué entonces todos estos grupos y las personalidades no se sumaron a la polémica y famosa escisión de 1964 en contra Carrillo-Ibárruri que daría pie al PCE (m-l)? Simplemente porque o bien se dieron cuenta tarde de la traición ideológica del carrillismo o porque las divergencias con el carrillismo eran por motivos personales no por motivos ideológicos, y en algunos casos, porque los motivos ideológicos divergentes con el carrillismo se planteaban desde otras posturas revisionistas diferentes.

Ha sido famoso hasta hace poco la idea –por influjo y dominio del revisionismo en España– de que los líderes del Partido Comunista de España (reconstituido) fueron los primeros en oponerse al carrillismo, pero lo cierto es que los miembros del futuro PCE (r) en 1964 siguieron dentro del PCE o sin partido hasta la creación en el exilio, casi cinco años después, de la fundación de la Organización Marxista-Leninista de España (OMLE) ¡Es decir en 1964 la gente del futuro PCE (r) ignoró la lucha de los revolucionarios anticarrillistas, y solamente en 1968 crearon una organización que no era un partido ni tenía presencia en el interior! ¡Y solo en 1975 pasaron a fundar el pretendido partido del PCE (r)!

Gracias a la difusión de varios mitos del revisionismo y en especial del PCE (r) se ha calumniado la historia del PCE (m-l).

Antes de que estuvieran fundados todas estas organizaciones oportunistas el PCE (m-l) ya imprimía y difundía grandes textos revolucionarios contra el revisionismo como «Adulteraciones del equipo de Santiago Carrillo» de 1966:

«Esta obra constaba de ocho capítulos, todos ellos significativos y de una actualidad permanente: ¿«Reconciliación nacional» o violencia revolucionaria?; Los objetivos políticos del equipo revisionista de Carrillo; El abandono de la revolución bajo el nombre de la «vía pacífica»; El equipo de Carrillo ha abandonado la lucha por la independencia nacional y se ha colocado al servicio del imperialismo yanqui; De la reconciliación nacional a la colaboración activa con las fuerzas oligárquicas; El equipo revisionista de Carrillo como traidor al internacionalismo proletario; Liquidación del Partido Comunista, en cuanto a vanguardia y Estado Mayor de la clase obrera en la lucha revolucionaria; La alternativa patriota y revolucionaria del PCE (m-l)». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1985)

2)  Pese a estas evidentes labores revolucionarias a respetar, más tarde, como nos ha tenido acostumbrado a lo largo de toda su historia, la dirección del PCE (r), acomplejada por su propia ausencia en estos años, intentó justificar su aparición tardía y su no participación en estos hitos alegando que sus militantes en aquel entonces no se sumaron al proyecto debido a que el PCE (m-l) era el resultado de la «unión de grupos en el extranjero», que eran «heterogéneos ideologicamente» y una «mala copia» seguidista de las fórmulas de Pekín:

«La oposición a que hemos hecho referencia, logró agruparse y de ahí salió el llamado «Partido Comunista de España (m-l)». Este llamado Partido nace en el extranjero, con la fusión de varios grupos de lo más heterogéneo y sobre una base programática que era una mala copia, a retazos, de la línea aplicada en la revolución china». (Partido Comunista de España (reconstituido); Informe en el Iº Congreso del PCE (r), 1975)

Esto era una calumnia desesperada que pretendía desacreditar la trayectoria de nada más y nada menos el primer partido que surgió como reacción al carrillismo. 

Las ramas principales del PCE (m-l) como eran La Chispa, Proletario, Mundo Obrero y Partido Comunista de España Reconstituido sí nacieron en el interior de España como reacción a la política reformista del PCE de Carrillo-Ibárruri:

«A finales de 1963 y comienzo de 1964 surgieron cuatro grupos marxista-leninistas de las filas propias del PCE. Su existencia fue al principio clandestina en el interior del partido, pero durante los primeros meses de 1964 pasaron a actuar públicamente, cuando se declararon en abierta rebelión contra la línea revisionista de Carrillo-Ibárruri». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1985)

De hecho los dirigentes carrillistas tuvieron que desarrollar toda una política de veto, chantajes y expulsiones para acallar la valiente lucha de estos grupos:

«La reacción de Carrillo y su equipo dirigente fue la típica de todos los oportunistas: empezaron a maniobrar para dividir a los que se oponían a su política, enviaban a sus burócratas del aparato del Comité Central a todas las organizaciones, no para discutir, sino para sancionar, aislar y expulsar. No vacilaron en lanzar calumnias contra camaradas que conocían desde hacía muchos años, que sabían que eran verdaderos comunistas, que habían sido incluso en algunos momentos colaboradores de la dirección del partido. No vacilaron en utilizar el chantaje, ofrecieron prebendas, viajes de estudio a la URSS, puestos de responsabilidad, etc. hubo muchos que cedieron a las presiones carrillistas, otros que se dejaron comprar, otros que se desmoralizaron y abandonaron la lucha. Al principio los marxista-leninistas empezaron clandestinadamente a organizarse en grupos para el estudio de las principales obras de Lenin, Stalin y otros textos. Hubo lugares en los que el 90 por 100 de la organización defendía posturas marxista-leninistas contra Carrillo y sus enviados». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1985)

3) En cuanto a su composición, la del PCE (m-l) como veremos a continuación, sería mucho más homogénea en lo social e ideológico que la del PCE (r) cuando se forme en 1975 como veremos más adelante:

«Oposición Revolucionaria Comunista de España. Compuesto en más del 95% de militante del PCE, predominantemente obrero un 90% y algunos empleados e intelectuales. Contaba con sus filas con algunos veteranos de guerra y varios cuadros medios del partido. Su implantación se centraba en Madrid, Barcelona, Andalucía y Suiza, con elementos dispersos en otras ciudades españoles y del extranjero. Era el grupo más cohesionado, más consecuente, y el que más a fondo llevó a cabo la lucha contra el revisionismo desde dentro del partido. Editada un periódico con el nombre de la Chispa con el que también se conocía a este grupo. (…) Proletario. El nombre con que era conocido este grupo era el de un periódico que editaba con ese título. Contaba entre sus filas con viejos militantes del partido, si bien en general predominaba la juventud que en algunos casos no había militado anteriormente. Aunque también formaban parte de él obreros, este grupo estaba caracterizado en un principio, por el origen de clase pequeño burgués de la mayor parte de sus militantes que eran estudiantes con un nivel político desigual y gran heterogeneidad en el plano ideológico. Esta organización tenía su núcleo principal en Madrid –que publicaban el periódico El Comunista–, Bilbao, París y Bruselas. (…) El Partido Comunista Reconstituido. Conocido también con el nombre de Mundo Obrero Revolucionario o MOR que era el periódico que editaba. Fundamentalmente sus componentes eran de extracción proletaria y la mayor parte procedía del PCE aunque eran de reciente ingreso y no habían desarrollado una lucha ideológica contra la dirección revisionista del PCE. Tenía núcleos de militantes en Madrid y París, Lausana –Suiza– e Inglaterra. (…) Grupo de Colombia. Además de estos tres grupos, la totalidad menos uno de los militantes del PCE en Colombia, que formaba un pequeño núcleo sin implantación en España, venía publicando un periódico legal con el título España Democrática, nombre con el cual también fue conocido este grupo. Contribuyó escasamente al proceso de unificación entre los grupos». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de Historia del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 1985)

Estos crudos procesos de lucha y desenmascaramiento se daban en el interior del PCE tanto en España como en el exilio, mientras por otro lado los miembros del futuro PCE (r) todavía estaban dentro de organizaciones revisionistas o nadie sabe donde estaban. 

En los desarrollos posteriores el PCE (r) como hoy sabemos, y como indican diversos estudios afines y no afines, dicha organización tuvo y sigue teniendo mucho atractivo entre las capas del lumpen, sobre todo entre los jóvenes:

«El principal fracaso de Arenas ha sido, sin lugar a dudas, la escasa incidencia que el partido, ha alcanzado, hasta ahora, entre la clase obrera, especialmente entre las grandes fábricas. (…) El PCE (r) tuvo que cubrir las bajas de dirigentes obreros con jóvenes sin experiencia política, y además, sin relación directa con las grandes fábricas o centros de trabajo. (…) La falta de obreros se ha convertido en el talón de Aquiles del PCE (r) y de los GRAPO». (Rafael Gómez Parra; Los hijos de Mao, 1991)

4) Si bien es cierto que el PCE (m-l) nació como tantos otros nuevos partidos marxista-leninistas con la carga del maoísmo en su seno, es igualmente cierto que el maoísmo en aquel entonces no estaba destapado a nivel internacional como una corriente revisionista, suponiendo para él como para el resto de partidos una de las principales fuentes de los errores que cometerían.

Ya explicamos en otros documentos la incidencia perjudicial del maoísmo en los nuevos partidos marxista-leninistas de los años 60 y 70:

«El maoísmo supuso un grave problema para estos nuevos partidos, ya que los partidos que no fueron capaces de librarse de este lastre y adoptaron los conceptos y teorías del maoísmo como la «nueva democracia» en lo político-económico; la «lucha de dos líneas» en el concepto partidista; o la «guerra popular prolongada» en lo militar. Por ello no fueron capaces de tomar una forma organizativa eficiente y unida, tener una línea ideológica de pensamiento y acción coherente: dándose de bruces con la realidad constantemente. En muchas ocasiones tampoco llegaban a comprender y refutar a las expresiones del revisionismo moderno de forma correcta y completa, ya que al seguir las recetas de la doctrina revisionista china, o seguir a ciegas directamente cada vaivén político de Pekín, perdían toda estabilidad en su línea política, toda credibilidad, y confundían a la militancia y a las masas simpatizantes. Y es que recordemos: al basarse fundamentalmente en otro revisionismo no se está en condiciones de tener un cuerpo teórico sólido y científico para refutar a ninguna otra corriente revisionista, para organizar un partido, ni para asegurar la unidad ideológica del partido. Algo que todavía no han aprendido muchos: criticar a un revisionismo desde una posición teórica y práctica alejada de los principios marxista-leninista conduce a que puedas cometer esos mismos errores, basar el partido en métodos organizativos revisionistas no garantiza su unión, y basarse en una doctrina ecléctica no puede garantiza la existencia de una única línea de pensamiento». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de los marxista-leninistas contra el maoísmo: el caballo de Troya del revisionismo durante los 60 y 70 en el movimiento marxista-leninista, 2016)

Para inicios de los 70 el PCE (m-l) ya se había distanciado de forma crítica con Pekín, a diferencia del PCE (r) que pretendía ocupar su lugar. Uno de sus exmilitantes más críticos con la dirección, diría:

«Para esa época [1972] los chinos habían roto con el PCE (m-l), al que en la embajada apodaban despectivamente «la banda de Benita» para regocijo de la colonia exiliada [es decir el PCE (r)].Una vez más, empero, fallamos al intentar ocupar el hueco dejado por otros». (Pío Moa; De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-1978): La oposición durante el franquismo, 2002)

Durante la disputa sino-albanesa el PCE (m-l) se posicionó con Albania:

«Al año siguiente [1978] se producirá, ¡por fin!, la ruptura del PCE (ml) con China, la inversa había tenido lugar ya en 1970, en realidad el PC chino nunca había apoyado al PCE (m-l). Tal ruptura fue más lejos, conllevando [el PCE (m-l)] una condena a todo el pensamiento Mao Zedong». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)


El PCE (r) siguió manteniendo el mito de Mao, defendiendo su ideología frente a partidos marxista-leninistas que estaban abriendo los ojos respecto al revisionismo chino.

Por supuesto, nosotros pensamos que fue un grave error para el PCE (m-l) haberse fundado bajo conceptos e ideas maoístas, vemos una concesión injustificable no haber roto relaciones con China cuando recibía a Carrillo como aliado en 1970, y cuando en 1973 restableció relaciones con Franco, prefiriendo alejarse sin hacer demasiado ruido hasta denunciar al maoísmo abiertamente en 1978, y solo comenzando en 1979 a reconocer la infralavaloración que se había hecho de la teoría y práctica revisionista de Mao. Aunque la autocrítica no fue completa. Véase el capítulo del presente documento titulado: «El PCE (m-l) y su tardía desmaoización».

Pero al César lo que es del César, el PCE (r) no puede dar lecciones de moral a nadie y criticar bajo la acusación de seguidismo a ningún partido en ninguna época, pues siempre se limitó a actuar como poliagente de los diferentes revisionismos en España: empezó siendo maoísta, luego rehabilitó el jruschovismo, el castro-guevarismo, el peronismo, etc. Sin abandonar ese maoísmo de marca tercermundista, hoy se ha hecho notar como nostálgico de los días del socialimperialismo ruso, por lo que apoya al imperialismo ruso de Putin sin pasar vergüenza alguna. El PCE (r) recuerda al chiste del médico que con un cigarrillo en la boca, aconseja a su paciente dejar de fumar. 

5) El PCE (r) pese a lo que acusaba al resto de partidos, él si era un partido que nació de la migración y fusión de varios grupúsculos revisionistas en junio de 1975. Eso en un país fascista, era bastante aceptable a priori, pero lo fundamental es el nivel de trabajo en el interior del país, en cuanto a su eclecticismo, nunca se limpió de él, dando bandazos ideológicos constantes y no una evolución dialéctica de madurez:

«En el año 1967 se escinde de la organización del PCE en París un sector maoísta que adopta el nombre de Organización de Marxistas Leninistas Españoles (OMLE). En sus orígenes también entran militantes procedentes del PCE (ml) y de los Círculos Guevaristas, además de otros procedentes de Organización Obreira. (...) La OMLE, en su primer congreso, celebrado en 1975, decide autodisolverse para formar el PCE (reconstituido), el cual se dotará de un brazo armado para combatir a la dictadura: Los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO)». (Fernando Vera Jiménez; La diáspora comunista en España, 2009)


Pese a la evidente diferencia de méritos entre unos y otros durante los años del franquismo, desde el PCE (r) se acusó en repetidas ocasiones a la cúpula del PCE (m-l) de ser «falangistas y provocadores» ¡que obstaculizaban la reorganización del partido! (sic). Curiosamente el que sería años después principal Secretario General del PCE (r), el famoso «Camarada Arenas» venía de los círculos semitrotskistas del PCE (i), y había renunciado a su militancia en la cárcel siendo acusado fuertemente por uno de sus jefes de claudicador, dictador en sus métodos y dejaba caer que seguramente hubiera obtenido su libertad colaborando con la policía:

«En 1968, Arenas andaba a la búsqueda de una idea que diese salida a sus disputas con los popes de CC.OO. y del PCE, y así encontró a los militantes del PCE (i), un partido que entonces se columpiaba entre el trotskismo y el maoísmo. (…) De sus filas salieron, en una escisión por la derecha, los principales dirigentes del Partido del Trabajo de España (PTE), que llegaría a ser, junto con la ORT y el MCE, uno de los tres grandes grupos que se disputarían a Carrillo el ala parlamentaria de izquierdas en las elecciones de 1977. En el seno del PCE (i) vivió Arenas las típicas luchas internas propias de un partido izquierdista, escisiones, contraescisiones, discusiones sin límites… No debieron ir muy bien las cosas a Arenas en el PCE (i) ya que desde entonces uno de sus dirigentes M. Valverde, le persigue con una saña sin límites, y ha llegado a escribir artículos en la prensa donde vierte sus dudas sobre la actitud de Arenas en la detención conjunta que ambos sufrieron en la primera de 1970. La secretaria general del PCE (i) dice, en un documento enviado a la prensa en septiembre de 1985, que Arenas actuaba ya, en 1970, como un pequeño dictador «explotando» a otros compañeros de la construcción con los que había formado una cuadrilla y que era raro que no fuera torturado como los demás detenidos del PCE (i) en la comisaría, así como que había sido «visto por los demás bebiendo con ellos cerveza y coñac». Arenas negó estas acusaciones como rotundamente falsas y replicó diciendo que el PCE (i) no era más que un engendro cuya única actividad ha sido atemorizar a las floristas y a los pacíficos paseantes de las Ramblas barcelonesas. Sea como fuere, al salir de la cárcel deja el PCE (i), y con su pequeño grupo entra en contacto con un militante de la OMLE. (…) Éste le pone en contacto con Enrique Cerdán Calitxo y comienzan las discusiones para la fusión de ambos grupúsculos. (…) Lo mismo ocurrió con José Antonio Teijelo, un destacado dirigente del PCE (r), salido de la Universidad de Sevilla y procedente del PCE (i)». (Rafael Gómez Parra; Los hijos de Mao, 1991)

Si estos actos de Arenas se comprueban en un futuro como ciertos, solo explicaría –en parte– las aberraciones ideológicas posteriores de su grupo político. Pero no nos hace falta que sea cierto para explicar fácilmente el despropósito que lo que sería luego el PCE (r).

Apuntar que la OMLE, organización que sería el núcleo principal del futuro PCE (r), nace en 1968 al calor del Mayo del 68 francés, movimiento influenciado por el existencialismo, el estructuralismo, el trotskismo, el anarquismo, el tercermundismo, el maoísmo más anarquista de la Revolución Cultural, y un sinfín de variantes antimarxistas que tenían su nexo en el antistalinismo y las simpatías por el maoísmo. Además, que no fue hasta bien tarde que empezó a tener un par de células en el interior de España:

«Las primeras bases organizadas de la OMLE en España se efectúan con el retorno de militantes de la emigración. Entre 1969 y 1970 se forman las primeras células en Madrid y Cádiz». (Lorenzo Castro Moral; «PCE(r), GRAPO. Análisis de un proceso de violencia política, 1990)

El PCE (r) también es el resultado de la unificación de guevaristas y de los elementos vistos con mejores ojos por Pekín, esto se reflejó cuando el PCE (r) vino a recoger los restos de los elementos derrotados del PCE (m-l) que contarían con firmes apoyos de Pekín en lo sucesivo.

Un testigo y ahora exmiembro del PCE (m-l), diría:

«Tras el Pleno ese puñado de irreductibles –con Suré a la cabeza– formará un grupo con la misma denominación del PCEml, sólo que ellos escribieron con mayúsculas la coletilla «(MARXISTA-LENINISTA)»; dudo que fuera deliberada esa sutil diferencia. Publicaron una revista que se llamó Mundo Obrero –igual que el órgano del PCE que dirigía Carrillo–. Mencionar a ese inoperante grupúsculo tendría escaso sentido –ni significaba nada ni tenía posiciones ideológicas propias (casi habría que decir que tampoco no propias)–si no fuera porque el partido comunista chino siempre le dio un respaldo económico y moral». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Otro testigo y exmiembro del PCE (r) diría:

«No debe, pues, extrañar de aquellos «obreros degenerados» vieran su honor restituido por el propio PCE (r), cuando se les recordó como los «elementos sanos del grupo que apoya a Suré» y que junto con otros militantes comunistas, pasaron a formar las OMLE. (...) Los referidos obreros eran quienes habían rehusado crear en el 1964 el PCE (m-l) al lado de Elena Ódena». (Pío Moa; De un tiempo y de un país. La izquierda violenta (1968-1978): La oposición durante el franquismo, 2002)

El PCE (r) acusaría al PCE (m-l) en los 70 de padecer sus propios defectos: de ser una copia mecánica y metafísica de las tesis maoístas, de realizar seguidismo, de ser una unificación de grupos heterogéneos.

5) También en las acusaciones del PCE (r) al PCE (m-l) se incluía una crítica o mejor dicho difamaciones contra el programa del PCE (m-l):

«Basta recordar, entre los ejemplos más conocidos, los programas que tanto el PCE (m-l) como la ORT han venido sosteniendo en los últimos años acerca de la «revolución nacional antiimperialista», copias, sin apenas ninguna variación, de la revolución china de nueva democracia». (Manuel Pérez Martínez, «Arenas»; Atreverse a hablar y pensar con voz propia, publicado en Bandera Roja, 2ª época-año IV – nº 41, noviembre de 1978)

Esta acusación ya la había repetido el líder de la escisión del PCE (m-l) de 1976, quien diría:

«Su línea política es, en lo fundamental, una transposición mecánica de las tesis maoístas elaboradas para unas condiciones muy concretas de la China prerevolucionaria, atrasada, semicolonial y con unas condiciones de una España capitalista en lo fundamental, aunque con una economía atrasada en algunos sectores y dependiente, pero que había entrado ya en la fase del capitalismo monopolista de Estado, con una población mayoritariamente obrera y urbana». (Alejandro Diz; La sombra del FRAP; Génesis y mito de un partido, 1977)


Decir en 1977-78 que el PCE (m-l) tenía un programa copia de la «nueva democracia» era faltar a la verdad, ya que el PCE (m-l) se había alejado de cualquier esquema parecido años atrás.

Esto es otra calumnia más que el PCE (r) vertió sobre el PCE (m-l) para intentar desacreditarle presentándolo como un partido que copiaba de forma mecánica un programa de otra experiencia, o que su programa era derechista. Claro es que el PCE (m-l) andaba imbuido del maoísmo hasta las cejas, pero las diferencias con las ideas maoístas y los programas que otros partidos maoístas adoptaban mecánicamente de la experiencia china eran notables.

El programa de «nueva democracia» de Mao incluía: 1) negar la hegemonía de cualquier clase o partido en esta etapa; 2) no obstaculizar sino primar el desarrollo del sector privado considerándolo «beneficioso para el pueblo»; 3) pedir créditos para industrializar el país; 4) considerar a la burguesía compradora y al neocolonialismo como enemigos, tomando a la burguesía nacionalista no solo como una aliada importante del proceso sino como parte del «pueblo», esquema de la alianzas que también decían era posible «durante la construcción del socialismo». Quien se atreva hoy a negar esto no podemos hacer nada por él, simplemente le aleccionamos a que repase las obras originales del autor chino sin adulteradores. Véase nuestra obra: «Comparativas entre el marxismo-leninismo y el revisionismo chino sobre cuestiones fundamentales» de 2016.

Pero el programa del PCE (m-l) no tenía nada que ver con el programa antimarxista de nueva democracia de Mao ni en lo político ni en lo económico.

El PCE (m-l), que claramente en los años 60 andaba imbuido de maoísmo hasta las cejas, emuló algunas declaraciones iniciales sumamente ambiguas y laxas sobre el nuevo régimen que se debía adoptar o sobre el carácter de la revolución. En honor a la verdad, como en tantos otros temas, la mayoría de los escritos que se acercaron a esta visión fueron por influencia de Lorenzo Peña. Pero no es menos importante a señalar que la dirección, como en tantos otros temas, permitió que se publicasen tales análisis en nombre del partido.

Pero poco a poco se fueron superando estos defectos heredados del maoísmo en la concepción de partido, alianzas, concepto de lucha armada y otros. Precisamente en sus arremetidas contra el PCE de Carrilló-Ibárruri, el PCE (m-l) criticaba la visión deformada sobre la fase de la revolución en la que se encontraba España:

«¿Cuál es el carácter de la revolución española en su etapa actual?. (…) Los revisionistas afirmaban ya entonces: «En su fase inmediata la revolución Española es la de una revolución democrático-burguesa» (3), empleando Carrillo también en otros lugares la definición de una «revolución antifeudal y antimonopólica». Ahora bien, el PCE (m-l) ya señaló desde 1966 en el libro «Adulteraciones del Equipo de Santiago Carrillo» que semejantes definiciones son falsas de raíz. (…) No era tal caso de España en los años 60, y menos todavía a medida que pasaba el tiempo. (…) Partiendo de su concepto de la «revolución» española como una revolución burguesa y antifeudal. Carrillo entiende, lógicamente, que su objetivo es el desarrollo del capitalismo y la burguesía. (…) La revolución española en esta etapa no puede ser una revolución burguesa. Sino una revolución popular de contenido socialista dirigida por el proletariado. (…) [El franquismo] recurrió a la implementación del capitalismo monopolista de Estado para acelerar el proceso de acumulación del capital. (…) Que la carácter de la clase dominante en nuestro país es el de una oligarquía de carácter predominantemente capitalista y financiera, endeudada al imperialismo estadounidense, y que esta clase es que detenta el poder estatal; que la construcción fundamental es la existente entre el carácter social de la producción y el carácter privado capitalista, de la apropiación, contradicción que se resuelve mediante la revolución socialista. (…) La lucha por la revolución socialista se entremezcla con la lucha por objetivos y tareas democrático-revolucionarias, antiimperialistas, antifascistas, formando un movimiento revolucionario que tiene como objetivo la destrucción del Estado reaccionario de la oligarquía y el imperialismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de la historia del PCE (m-l), 1985)

No hay que olvidar que estas teorizaciones, son las mismas que luego daban pie a presentar la idea de que la burguesía nacional era progresista, la alianza con ella era posible y necesaria... así como  otros inventos que hoy repiten muchos de sus discípulos:

«Los que separan franquismo de capitalismo, los que embellecen a la burguesía presentándonosla con una supuesta naturaleza intrínsecamente democrática, son verdaderos juglares de un capitalismo ideal, capaz de asegurar un no menos ideal «desarrollo equilibrado», de llevar a cabo soñadas reformas agrarias, de sumarse a una al parecer inconclusa revolución democrático-burguesa o de «converger» con el proletariado. Este capitalismo mítico no ha tenido, ni tiene, ni tendrá existencia real en España por la sencilla razón de que el existente es otro capitalismo por la sencilla razón de que la acumulación capitalista en la España de los últimos cuarenta años, el saqueo de España por los monopolios extranjeros, la concentración y centralización del capital en manos de la gran banca y el conjunto de la oligarquía financiera, es decir, la verdadera y única historia del capitalismo en España, ha necesitado para realizarse, prolongar el estado de guerra civil declarada contra el proletariado y los pueblos de España en 1936, es decir, ha necesitado escudarse tras las bayonetas del franquismo «victorioso» porque, de lo contrario, no se hubiera escrito la historia del capitalismo, sino la historia de la revolución española. Según los teóricos revisionistas «la burguesía española fue impotente para realizar, a su tiempo, su propia revolución», por lo cual ellos han venido insistiendo en tomar como blanco de la lucha revolucionaria las «estructuras feudales» que, siempre, según ellos, se han mantenido «inmutables en lo fundamental». En realidad hace ya mucho que los teóricos revisionistas mantienen el punto de vista del progresismo burgués y es desde ese punto de vista de donde se sacaron la perspectiva de una revolución democrático-burguesa supuestamente inacabada, como objetivo revolucionario. Pero la verdad es que mientras los quijotes revisionistas desviaban sus lanzas contra los molinos de viento de las llamadas fuerzas feudales, «ancestrales», «tradicionales», «arcaicas», etc., procedentes del «Antiguo Régimen»; mientras insistían en sus críticas a las «estructuras económicas» o a las «superestructuras políticas» vigentes, que según ellos dificultaban el desarrollo de las fuerzas productivas por la vía capitalista; mientras se limitaban a criticar las contradicciones inherentes al forzado proceso de actuación capitalista de los años sesenta contraponiéndolas a un mitológico «desarrollo equilibrado», «autosostenido», «acelerado», etc., la burguesía española, bajo la égida de la oligarquía financiera franquista aliada al imperialismo norteamericano «desarrollaba» el capitalismo español hasta sus últimas fases y consecuencias». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

El PCE (m-l) proclamaba en cambio:

«El punto de vista del proletariado revolucionario, de nuestro Partido, es diametralmente opuesto. Y ello porque si bien España es hoy un país de economía débil, dependiente, con un mercado interior estrecho y fuertes desequilibrios regionales y sectoriales en su economía, debido fundamentalmente a la expoliación y al dominio del imperialismo yanqui y a la misma naturaleza parasitaria, especuladora y antinacional de la oligarquía fascista en el Poder, es también un país donde los objetivos económicos y políticos –«democráticos»– de las clases medias han sido sobrepasados y superados históricamente. España es un país con un pasado colonialista, con una clase dominante que, repentinamente, ha intentado participar y sacar alguna migaja en los recientes repartos imperialistas del mundo, un país donde el capitalismo ha llegado a sus últimas fases, la concentración monopolista, el capitalismo monopolista de Estado y la omnipotencia de la oligarquía financiera sobre el conjunto de la sociedad. Esta oligarquía que históricamente ha estado subordinada a una u otra potencia imperialista y que hoy se reparte el «negocio» con sus amos los imperialistas yanquis, ha alcanzado todos sus objetivos. Ya no puede ir más lejos, ni económica ni políticamente. Puede «reformar», «mejorar» o «modernizar» su sistema de explotación y de opresión, su dictadura, pero no puede cambiarlos». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

De ahí lo triste que es que hoy algunos viejos líderes del PCE (m-l), los republicanos o los cabecillas de Reconstrucción Comunista (RC) nos hablen como Carrillo de la necesidad en pleno siglo XXI de una «revolución democrática» en España, cuando esto ya se descartaba en lo fundamental viendo la propia fisonomía económica de la España y su evolución tras el «desarrollismo» franquista, viendo el papel histórico de la burguesía. Sin olvidar el error en el que todavía hoy insisten los restos del viejo PCE (r), cuando aludiendo a su dogma de que «España sigue siendo fascista», pretenden exponer que la forma de dominación política es la que determina las tareas de la revolución, poniendo por delante la superestructura a la base económica, y no al revés. Véase el capítulo: «El republicanismo abstracto como bandera reconocible del oportunismo de nuestra época» de 2020.

Más allá de sus errores y ambigüedades iniciales, para inicios de los 70 el PCE (m-l) rechazaba en el tema de alianzas ese supuesto papel necesario a desempeñar en la revolución por los «elementos progresistas» de la «burguesía media», comentando que las incorporaciones particulares de los representantes de este extracto eran algo secundario, no decisivo, muy contrariamente al dogma maoísta que siempre ponía el foco sobre ello en cualquier país y que tuvo su mejor representante en Lorenzo Peña. Pero proclamar tal idea maoísta en un país que había visto como la «burguesía progresista» traicionaba una y otra vez la revolución, significaba tropezar una y otra vez con la misma piedra:

«Resulta evidente que la clase obrera no puede ni debe esperar a haber logrado arrastrar a la lucha a esas capas intermedias, para iniciar su propia lucha y la formación del Frente, sino bien al contrario, ya que sólo en la medida en que haya desarrollado su propia fuerza, la clase obrera gozará de la fuerza y de la autoridad necesarias para ejercer una influencia determinante en el seno de las demás capas no proletarias. De la doble naturaleza de las distintas capas burguesas, que de un lado son ellas mismas expoliadas y oprimidas por la oligarquía y el imperialismo yanqui, y de otro, ellas mismas explotan a una parte del proletariado y del campesinado, se desprende su carácter inestable y su comportamiento titubeante, poco firme y decidido, particularmente ante las dificultades y reveses de la lucha –recuérdese el comportamiento claudicante de la mayoría durante nuestra guerra nacional revolucionaria de 1936-1939–. Además, en lo que a España concretamente se refiere, las capas intermedias burguesas tienen escasa entidad política, ya que de manera general hasta el presente, se han colocado a la zaga de la oligarquía terrateniente y financiera. Por lo que resulta evidente que su papel no puede ser en modo alguno el de dirigir la fase actual de la revolución española y que el papel dirigente le incumbe al proletariado en alianza con el campesinado pobres». (Elena Ódena; ¿Qué fuerzas deben formar el frente?, 1971)


En el Iº Congreso del PCE (m-l) de 1973, se dijo de nuevo: «Para la puesta en pie de un Frente Revolucionario y Patriótico no es necesario esperar a que se incorporen al mismo sectores amplios de la burguesía media. Supeditar la creación de un Frente a la eventual participación de amplios sectores de la burguesía media, sería supeditar el proceso revolucionario a la actitud de una clase extremadamente endeble y vacilante».

Es más, dentro del propio PCE (m-l) se rechazó a quienes quisieron alterar el carácter del programa por la derecha como pretendía Lorenzo Peña:

«También hay asustadizos, pequeños burgueses librescos, que durante años se han hecho pasar por marxista-leninistas, a quienes de pronto ofusca el que al desmenuzar y aclarar con mayor detalle el contenido de la república que preconizamos, pretenden que nos estamos deslizando hacia posiciones trotskistas, sin pensar en el ridículo con que se cubren al tratar de justificar así su actitud ante las realidades, ya que o bien no habían comprendido en modo alguno nuestra línea política establecida ya a fines de 1964, o bien pretendían darle ellos mismos, en su momento, un sentido nacionalista y pequeño burgués. De cualquier modo, si bien no podemos entrar en una serie de detalles concretos sobre esta cuestión, de lo que no puede existir duda alguna es del contenido predominantemente socialista de la república por la que luchamos. El resto dependerá del grado y modo en el que las demás fuerzas intermedias participen en la lucha y se sumen al pueblo, así como también de la fuerza objetiva del nuevo Estado Popular». (Elena Ódena; Por una República Democrática, Federal, Popular y Federativa, 1972)

En su primer congreso se decía:

«El objetivo general del Partido Comunista de España (marxista-leninista) es el de poner fin al régimen de los capitalistas y terratenientes, conquistar el poder para la clase obrera, instaurar la dictadura del proletariado y construir el socialismo y el comunismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Programa, 1973)

Más claro que el agua.

Pese a que España hubiese entrado en la etapa monopolística por el considerable grado de concentración del capital, esto no implicaba como hacían algunos revisionistas de derecha e izquierda que se tuvieran que negar tareas como la lucha contra los pactos hispano-estadounidenses de 1953 que implicaban la innegable penetración militar y económica de Estados Unidos. Es más, la introducción de cambios en las políticas económicas franquistas de 1958 fueron instigadas desde la administración estadounidenses y financiadas con su apoyo económico, ellas fueron clave para que la economía española emitiese reformas que modernizasen dicha economía. Por tanto, negar la injerencia y la dependencia político-económica de la España franquista respecto al imperialismo estadounidense era tan ridículo como negar que la economía española ya no era la misma de 1931, existiendo ahora una mayor concentración económica y una mayor proletarización de la población. 

Evidentemente el tipificar como «colonia» a España como se hizo en algunas publicaciones de los años 60 del PCE (m-l) era una equivocación terminológica. España era una neocolonia, en el sentido de que tenía soberanía estatal pero su economía y política estaba atada a otro país, esto sería corregido a posteriori, pero la descripción y conclusiones de la economía española eran correctas más allá de este detalle, de hecho en las variadas descripciones del estatus de España frente al imperialismo yanqui era descrita como lo que era: una neocolonia. Para algunos que no entienden bien las contradicciones que guarda el capitalismo, era y sigue siendo inconcebible que un país imperialista dependa de otro. Un país imperialista puede atar a otro económicamente y por ende políticamente, mientras el segundo país imperialista a su vez tiene su círculo de influencia sobre otros. Esto pudo verse al término de la Segunda Guerra Mundial con el caso de Francia, que pese a tener un imperio colonial y mantener un control neocolonial sobre tantos otros países, debido a las circunstancias del momento tuvo que adherirse a una política que dejaba penetrar ampliamente al capital estadounidense y sus mercancías en su economía, fue obligada a entrar en sus pactos militares, y en general debía aceptar todas sus recetas políticas como la expulsión de los comunistas del gobierno. Eso no implica que dicho país intente desquitarse de esa influencia externa, como precisamente pasaría después en el caso francés, cada burguesía siempre intentará acercarse o alejarse de otra, según la correlación de fuerzas y los peligros que le amenacen, quien no entienda esto simplemente no entiende de geopolítica ni de historia.

Hay que decir que negar los vínculos hispano-estadounidenses era negar una realidad. Véase el documento del PCE (m-l): «La dominación yankee sobre España» de 1968.

Pero aunque parezca extraño, en los años 60 algunos maoístas, trotskistas, como algunos socialdemócratas y los que después se llamarían eurocomunistas, negaban estos vínculos de España con el imperialismo o ponían bajo un sospechoso relativismo su importancia. Algunos incluso intentaban acusar al PCE (m-l) de «oportunismo derechista» y de «desviarse de la revolución proletaria» por recordar estos vínculos y abordarlos en sus análisis. ¿Pero qué decían los comunistas en los 50 sobre el tema? ¿Era esto una idea exclusivamente para los países coloniales o era posible conjugar dichas tareas en los países desarrollados o mínimamente desarrollados?:

«La lucha del proletariado y el pueblo liderado por él para el mundo se fusiona con la lucha por la independencia nacional. Los imperialistas estadounidenses, esforzándose por cumplir sus planes de dominación mundial, burlan la independencia nacional de los pueblos de Europa, Asia y otros continentes. Las políticas imperialistas de los círculos gobernantes de los Estados Unidos se esconden detrás de la ideología del cosmopolitismo. (...) Los imperialistas son asistidos diligentemente por las clases explotadoras dominantes de los países de Europa occidental y sus agentes. (...) En tales condiciones históricas, para el proletariado de los países de Europa occidental, la cuestión de la relación entre sus tareas de clase y las tareas nacionales se plantea de una manera nueva. El proletariado es ahora la única clase capaz de reunir a todas las fuerzas democráticas y patrióticas y tomar en sus manos el estandarte de la defensa de la independencia nacional y la soberanía nacional. Su lucha por la paz, por la independencia nacional, por la democracia está inevitablemente vinculada con la lucha por el socialismo. (...) En vista de esto, los partidos comunistas al frente de las fuerzas democráticas enfrentan la tarea de expandir la lucha contra el imperialismo estadounidense, sus aliados y cómplices. Los partidos comunistas deben asumir la protección de la independencia nacional y la soberanía de sus países, reuniendo a su alrededor a todas las fuerzas democráticas y patrióticas del pueblo». (Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950) 

La «lucha contra la penetración e injerencia del imperialismo», y en general la lucha por la «independencia nacional» solo pueden ser unas consignas de carácter reformistas u oportunistas, en el más sentido más clásico y falso del liberalismo, cuando un partido comunista lo hace apoyando al gobierno burgués o pequeño burgués de turno que precisamente no hace nada en esta cuestión o solo admite medidas tibias que desmoralizan a las masas. Pero es una tarea básica en muchos países el proletariado debe liderar. Sabemos que como en la cuestión del peligro de la guerra, la cuestión de género, la lucha contra el idealismo religioso, la cuestión ecológica y tantas otras, no podrá haber una una solución definitiva en ese campo sin que haya una completa revolución política, económica y cultural, sin la emancipación social del proletariado, sin el establecimiento del socialismo como sistema social en dicho país, y en algunos casos, incluso habrá que esperar al triunfo del socialismo en una gran parte del planeta. De ahí que todo lo que no sea ligar las cuestiones concretas a la cuestión global, será dar palos de ciegos, será poner una venda para una herida que seguirá sangrando.

Históricamente ha habido distorsiones y errores muy graves entre los presuntos comunistas que enfrentaron tales desafíos. Solo hay que echar un vistazo, por ejemplo, a las concepciones de algunos líderes del Partido Comunista Francés (PCF), que causaron la indignación en el movimiento comunista. Véase la obra:  «La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

En la España de los años 60 ese negacionismo de la injerencia imperialista yanqui, bajo la excusa vulgar o rimbombante que fuese, significaba –consciente o inconscientemente– ponerse al servicio de los agentes del imperialismo –como hacía precisamente el propio Carrillo–. En cambio el tener en cuenta estos obstáculos –como eran los vínculos de EE.UU. con España– era una necesidad y a la vez una oportunidad para fortalecer al partido y hacer avanzar la revolución socialista –como se verá en las propuestas del PCE (m-l) sobre las propiedades estadounidenses–. 

Los líderes del PCE (m-l) parece ser que no gastaron demasiado tiempo en refutar las calumnias sobre lo que el partido proponía, pues era obvio con solo mirar sus documentos iniciales donde ya había posiciones sumamente correctas: 

«El imperialismo yanqui será arrojado del país y las propiedades robadas por él, al pueblo le serán devueltas. La oligarquía interna será igualmente expropiada y privada de derechos políticos. (…) La confiscación de los bienes de la oligarquía antipatriótica y los que están en manos de los monopolistas yanquis, pasarán a ser en su mayoría propiedad de todo el pueblo. Esto es, al mismo tiempo que se realizan las transformaciones de la revolución democrática pendientes, se instaurará un fuerte sector socialista. Sector que, así como permitía a la oligarquía proimperialista la dominación política exclusiva, dará al proletariado la hegemonía en el poder común de las clases populares que hayan participado en la revolución». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Revolución Española, Nº1, 1966)

Pero igualmente se pueden ver algunas respuestas a las calumnias de grupos como la OMLE, núcleo del futuro PCE (r), donde se aclaraba de nuevo:

«Algunos elementos cortos de vista y mal intencionados políticamente, entre los que se encuentran naturalmente los cabecillas trotskistas, los neorrevisionistas y algunos pseudo-marxista-leninistas librescos de corto vuelo y poco valor, pretenden que al colocar la lucha por la independencia nacional paralelamente a la lucha contra la dictadura fascista, preconizamos en realidad un régimen democrático-burgués nacionalista. Pero nada más lejos de la realidad y de nuestros verdaderos objetivos para cualquiera que haya estudiado nuestra Línea Política sin tergiversarla y sin agarrarse a formulaciones aisladas, ya que la esencia de República Popular y Federativa está claramente expuesta. (...) Es innegable que dado el papel dirigente que ha de desempeñar la clase obrera en alianza con el campesinado así como con otras capas populares, bajo la dirección de su partido de vanguardia en la lucha actual contra la dictadura y la dominación yanqui, el carácter de dicha república ha de ser en gran medida de contenido socialista y ello no puede ser de otro modo dado que la mayor parte de la industria, las finanzas, las materias primas, la energía, los transportes, la mejor parte de la tierra, etc., están en manos de oligarcas o de yanquis u otros inversionistas extranjeros y que todo ello deberá ser confiscado y socializado por el Estado popular con arreglo a las modalidades y formas que establezca el nuevo poder revolucionario. Queda entendido, claro está, que en esta primera fase se mantendrá la propiedad privada de la tierra de los campesinos no latifundistas, así como la del artesanado y empresas de menor importancia». (Elena Ódena; Por una República Democrática, Federal, Popular y Federativa, 1972)

Si podemos achacar otro error formal terminológico, es el uso del término «república popular y federativa» que el PCE (m-l) repetía constantemente en sus publicaciones, aunque como hemos visto en el contenido de su programa dicha república era planteada bajo la hegemonía del proletariado y el planteamiento de resolución de tareas socialistas. 

Sobre el término federativo, era defendible que el partido lo popularizase como su solución para los pueblos de España en su programa, pero chocaba con otras realidades como negar la fisonomía de nación a ciertas regiones. Estos son temas recurrentes hoy, por eso no debemos olvidar que:

«Negar el auge de la conciencia nacional de los pueblos pero querer adjudicar a tu partido como «la única organización consecuente a la hora de defender el derecho de autodeterminación» es una broma, sobre todo mientras se trata de imponer un federalismo acompañado de campañas que hieren el orgullo nacional de otros pueblos, como justamente hace hoy RC. Ello supone tratar de imponer un federalismo unitario, forzoso, que nunca calará en los pueblos.  De la misma forma que negar la federación como posible respuesta de los pueblos en la ejecución del derecho de autodeterminación como hace Armesilla, es negar tal derecho de autodeterminación en sí. No digamos ya, de aquellos que como él, directamente se niegan a celebrar un futuro referéndum donde los pueblos elijan la libre federación, secesión o la fórmula que crean precisa. No existe mayor chovinismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Epítome histórico sobre la cuestión nacional en España y sus consecuencias en el movimiento obrero, 2020)

En cuanto a términos como «democracia popular» o «república popular» y que significaba según estos grupos, no nos explayaremos, ya que podremos verlo luego cuando analicemos el propio programa del PCE (r) de 1998. Véase el capítulo: «Unas notas sobre el fantasioso programa del PCE (r)».

Pasemos al entender el influjo externo en la creación del PCE (r)». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

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