«El marxismo-leninismo nos enseña y la práctica ha confirmado plenamente que la burguesía, al estar relacionada con la explotación capitalista y siendo la protagonista de esta explotación, no sólo no puede tener ni tiene tendencia socialista alguna, por lo que no puede ser tratada como fuerza motriz del proceso de transición al socialismo y mucho menos como fuerza dirigente de este proceso, sino que además, objetivamente se alinea al frente de los enemigos de la revolución y del socialismo, inclusive a lo largo del desarrollo de la revolución de liberación, democrática y antiimperialista, debido a sus propias posiciones económicas y de clase. Se caracteriza por sus vacilaciones y sus compromisos con el imperialismo y la reacción interna, y por lo tanto no está en condiciones de llevarla hasta el fin. Tampoco pueden jugar el papel dirigente de la revolución las capas de la pequeña burguesía, puesto que tienen exigencias limitadas, individualistas, están bajo la influencia de la ideología anticientífica y dan bandazos ora a la «derecha», ora a la «izquierda», deslizándose hacia el oportunismo y el aventurerismo. Tampoco las capas de la intelectualidad pueden ser una fuerza independiente, porque proceden de diversas clases, por naturaleza son vacilantes política e ideológicamente y tampoco pueden desempeñar un papel dirigente en la revolución.
El papel hegemónico del proletariado en la revolución es insustituible, porque de todas las clases, capas y grupos sociales, en el capitalismo, es la, clase más progresista y consecuentemente revolucionaria. Y lo es porque no dispone de nada, excepto de su fuerza de trabajo, que para no morir de hambre se ve obligada a venderla a los patrones capitalistas, dueños de los medios de producción, siendo salvajemente explotada. La clase obrera realiza la producción material, soporta el peso de la existencia y del desarrollo social, pero sin embargo no goza de los frutos de su trabajo. De este modo, su situación material, política y la posición que ocupa en la sociedad burguesa la obligan a organizarse y a lanzarse a la resuelta lucha revolucionaría para destruir el viejo régimen y construir la sociedad socialista. El proletariado trabaja y está ligado al sector más avanzado de la economía, a la gran producción industrial y al estar compuesto por centenares y decenas de miles de personas, se convierte no solo en la clase más progresista que aspira y lucha por establecer el modo más avanzado de producción, el modo socialista, sino que dispone de grandes posibilidades y de mejor organización para emprender acciones revolucionarias. La conciencia para organizarse y realizar tales acciones se la da su teoría científica, el marxismo-leninismo que le aclara las condiciones de la lucha y de la victoria. Crea asimismo su estado mayor dirigente, su partido combativo marxista-leninista, que le inspira, le organiza y le dirige en la realización de su gran misión histórica.
Debido a todas estas circunstancias tomadas en su conjunto, es al proletariado al que le corresponde desempeñar su papel hegemónico en la revolución, y no solo en la etapa socialista, donde es indiscutible, sino también en la democrática de liberación. Lenin, refiriéndose a la revolución democrático-burguesa de Rusia de 1905-1907 subrayaba que el hecho:
«De que el contenido burgués de esta revolución no se puede extraer la conclusión trivial de que la burguesía es el motor de la revolución, de que las tareas del proletariado en la misma son auxiliares, de que no es posible que la revolución la dirija el proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Prefacio a la traducción rusa de las cartas de K. Marx a L. Kugelmann, 1907)
Demostró que el proletariado tiene la posibilidad y debe ser hegemónico en la revolución democrático popular, de carácter general antiimperialista y antifeudal, porque más que cualquier otra fuerza social está interesado y es capaz de llevarla hasta sus últimas consecuencias, a su triunfo definitivo y de crear las posibilidades para su transformación ininterrumpida y en un tiempo relativamente breve en revolución socialista. La fuerza y las posibilidades del proletariado para desempeñar su papel hegemónico y dirigente en la revolución y para cumplir su misión histórica no depende de su número. El camarada Enver Hoxha ha subrayado que:
«El papel dirigente de la clase obrera lo desempeña a través de su partido, que, tal como demuestra también el ejemplo de nuestro país, puede ser creado y encabezar la lucha revolucionaria incluso siendo la clase obrera poco numerosa y no estando organizada». (Enver Hoxha; Cuestiones de la revolución y de la construcción socialista, 1979)
La dirección exclusiva e incompartible del partido marxista-leninista en la dura lucha de clases contra la burguesía y la reacción, en la lucha de liberación nacional, en la revolución y en la construcción del socialismo, es una necesidad objetiva, de la que no puede ser excluido ningún país, desarrollado o no desde el punto de vista económico y cultural. Esta exigencia adquiere una importancia particular en nuestros días, cuando en diversos países del mundo han aparecido y aparecen situaciones revolucionarias. El partido marxista-leninista debe necesariamente hacer consciente al proletariado de su misión histórica, aclararle los objetivos de la lucha, así como las vías para su consecución. La revolución y la construcción del socialismo son procesos conscientes, que se realizan sobre la base de la ideología científica marxista-leninista, y es el partido proletario el que porta, elabora y transmite esta ideología a la clase obrera y a las masas trabajadoras. En la dura lucha de clases y en la revolución, el proletariado se enfrenta a numerosos y poderosos enemigos, a la burguesía y a las clases explotadoras, a la reacción y a los oportunistas y revisionistas, que están organizados en Estado y en partidos y que tienen experiencia de dominación y de represión de los movimientos revolucionarios. El proletariado no puede oponérseles, vencerlos y salir victorioso sobre ellos sino actúa como una clase compacta, con su propio partido, en sólida unidad de pensamiento y acción. La lucha del proletariado contra sus enemigos es compleja y multilateral. En esta lucha contrae alianzas con otras fuerzas sociales y arrastra tras de sí a éstas. Pero para el éxito de la revolución es necesario que todos los hilos del movimiento revolucionario se concentren en un único e incompartible centro dirigente, orientador y coordinador. Este único centro y fuerza lo es únicamente el partido marxista-leninista de la clase obrera, porque como ha señalado Stalin, solo él es el destacamento de vanguardia y organizado de la clase obrera, la más alta forma de organización de clase del proletariado y arma en manos de la clase obrera para la instauración de la dictadura del proletariado, para su continua consolidación y perfeccionamiento, es una unidad de voluntades incompatibles con la existencia de fracciones y que se fortalece depurándose de los elementos oportunistas, revisionistas y desviacionistas». (Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista», 1984)
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