«Poder soviético» o parlamento burgués, sea cual fuere su rotulo –Asamblea «Nacional» o «Constituyente»–.
Así está planteada la cuestión por la historia en el mundo entero. Ahora esto puede y debe afirmarse, sin temor a pecar de exagerados.
El «poder soviético» es el segundo paso, o la segunda etapa, de trascendencia histórica mundial, en el desarrollo de la dictadura del proletariado. El primer paso fue la Comuna de París. El análisis genial del contenido e importancia de la Comuna, hecho por Marx en su obra: «La guerra civil en Francia» de 1871, demostró que la Comuna había creado un nuevo tipo de Estado, el Estado proletario. Todo Estado, comprendida la república más democrática, no es sino una máquina para el aplastamiento de una clase por otra. El Estado proletario es una máquina para el aplastamiento de la burguesía por el proletariado, y ese aplastamiento es necesario debido a la resistencia furiosa, desesperada, que le ofrecen, sin detenerse ante nada, los terratenientes y capitalistas, toda la burguesía y todos sus lacayos, todos los explotadores, cuando comienza su derrocamiento, cuando comienza la expropiación de los expropiadores.
El parlamento burgués, aun el más democrático de la mas democrática república, en la que se mantiene la propiedad de los capitalistas y el poder de estos, es una máquina para el aplastamiento de millones de trabajadores por un puñado de explotadores. Los socialistas, que luchan por liberar a los trabajadores de la explotación, hubimos de utilizar los parlamentos burgueses como una tribuna, como una base para hacer propaganda y agitación, como una base para organizar, mientras nuestra lucha se circunscribía al marco del régimen burgués. Ahora, cuando la historia universal ha puesto a la orden del día la cuestión de destruir todo ese régimen, de derrocar y aplastar a los explotadores, de pasar del capitalismo al socialismo, circunscribirse al parlamentarismo burgués, circunscribirse a la democracia burguesa, pintar esta democracia de color de rosa, como «democracia» en general, velar su carácter burgués, olvidar que el sufragio universal será una de las armas del Estado burgués mientras exista la propiedad de los capitalistas significa traicionar ignominiosamente al proletariado, pasarse al lado de su enemigo de clase, de la burguesía, ser un traidor y un renegado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a los obreros de Europa y América, 24 de enero de 1919)
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