lunes, 11 de mayo de 2015

El marco económico capitalista del «socialismo del siglo XXI»; Equipo de Bitácora (M-L), 2013


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El llamado marco económico en el «socialismo del siglo XXI» cumple todas las expectativas de los negacionistas de las tesis económico-políticas de Marx, Lenin y Stalin. Este no es más que la cristalización de todo lo ya expresado, pero en lo económico debe aclararse al lector menos instruido una premisa básica; «todo lo que no es integralmente socialismo ha de ser considerado esencial e irrevocablemente capitalismo»; además, la economía es el instrumento en el que se apoya la superestructura ideológica de un Estado, y por tanto la cultura. Este punto, que quizás se puede decir que es el más importante a desarrollar en este documento, tendrá una extensión mayor a la de otros puntos debido a su importancia. Esto debe de quedar claro para no aminorar la importancia del sector económico en la transformación de la sociedad:

«El comunismo se distingue de todos los movimientos anteriores en que echa por tierra la base de todas las relaciones de producción y de intercambio que hasta ahora han existido y por primera vez aborda de un modo consciente todas las premisas naturales como creación de los hombres anteriores, despojándolas de su carácter natural y sometiéndolas al poder de los individuos asociados. Su institución es, por tanto, esencialmente económica, la elaboración material de las condiciones de esta asociación; hace de las condiciones existentes condiciones para la asociación». (Karl Marx; La ideología alemana, 1845-1846)

Del mismo modo Engels recalca lo mismo para disipar dudas:

«La concepción materialista de la historia parte del principio de que la producción, y, junto con ella, el intercambio de sus productos, constituyen la base de todo el orden social; que en toda sociedad que se presenta en la historia la distribución de los productos y, con ella, la articulación social en clases o estamentos, se orienta por lo que se produce y por cómo se produce, así como por el modo como se intercambia lo producido. Según esto, las causas últimas de todas las modificaciones sociales y las subversiones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres, en su creciente comprensión de la verdad y la justicia eternas, sino en las transformaciones de los modos de producción y de intercambio; no hay que buscarlas en la filosofía, sino en la economía de las épocas de que se trate». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)

Esto de paso nos sirve para criticar a revisionismos como el revisionismo chino que hacen énfasis en la superestructura creyendo que es superior a la base económica, muy a pesar de que, como acabéis de ver, Marx y Engels expresaran precisamente lo contrario. Ellos alcanzan esa conclusión creyendo metafísicamente que con voluntarismo idealista se puede lograr lo que sea, de ahí la creencia absurda de esta doctrina que piensa que el campo debe de ser la base de la economía. Pero no llegan a comprender que donde existe una economía de varias personas bajo un régimen de cultivo de la tierra individual, precisamente para lograr aumentar la producción y las fuerzas productivas del campo se requiere de la reunión de los campesinos individuales en colectividades con un potente equipo de máquinas de campo que sólo es posible proporcionarles a través del Estado y que este haya desarrollado previamente un gran tejido industrial que pueda dotar de esa maquinaría para el campo y las colectividades, este es el camino a seguir, y no por el voluntarismo de gran número de mano de obra sin técnica. Este es el camino que correctamente siguió la Unión Soviética y el resto de países de Europa del Este hasta la década de los 50 en que se imponen las reformas jruschovistas.

En el caso que nos ocupa sucede lo mismo, los ideólogos y actores del «socialismo del siglo XXI» creen en un alarde nunca antes visto –quizás solo por el revisionismo eurocomunista– de idealismo y metafísica, que se puede ir al socialismo mediante la unión con la burguesía en el ejercicio del poder político, unión con la herencia cultura capitalista incluyendo la ideología religiosa, y de unión con la propiedad privada en el marco económico, esta última unión es la que nos compete aquí.

Daniel Ortega lo expresa de la siguiente manera:

«Hoy en este segundo aniversario de Tomás, con Carlos, con el Coronel Santos López, con Sandino, estamos viviendo una etapa de lo que podríamos llamar un proceso que permita fortalecer, darle una mayor estabilidad, una mayor seguridad al país para que este proceso democrático, profundamente democrático, siga abriéndonos caminos para continuar librando la lucha por el empleo, la lucha por la salud, la lucha por la educación, la lucha en beneficio de las cooperativas, la lucha con todas las fuerzas económicas de nuestro país, fortalecer esa gran alianza que viene caminando y se viene consolidando entre los empresarios, los trabajadores de la ciudad y el campo y el pueblo nicaragüense, todos juntos en esta gran alianza, que es la alianza que nos permite sentar las bases con mayor firmeza». (Daniel Ortega; Acto del II aniversario del paso a la inmortalidad del comandante Tomás Borge y del Día Internacional de los Trabajadores, 30 de abril del 2014)

Marx y Engels, ya esgrimieron que la propiedad privada es la máxima representación de la explotación de la clase obrera y la base medular del capitalismo, por lo que se hace necesario acabar con toda ella para la construcción económica socialista:

«La propiedad privada actual, la propiedad burguesa, es la última y más acabada expresión del modo de producción y de apropiación de lo producido basado en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos por los otros. En este sentido los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula única: abolición de la propiedad privada». (Marx y Engels; Manifiesto del partido comunista, 1848)

Puntualizar que todos los revisionismos han mantenido vigente la propiedad privada, ya fuera en su forma tradicional de la abierta propiedad privada de un individuo o varios, mediante el capitalismo de Estado, o en formas cooperativas de propiedad.

En ese sentido ciertos ideólogos encuadrados dentro del «socialismo del siglo XXI» utilizan tesis de varios revisionismos como el chino o el eurocomunista y defienden que el capitalismo de Estado, es igual a socialismo. La mera nacionalización de una empresa, o de un tanto por ciento de la empresa, no significa crear el sector socialista. Ignoran entonces las relaciones de producción capitalistas que rigen en las empresas, como en el caso descarado de las empresas con un tanto por ciento en manos burguesas, las «célebres» empresas mixtas –mitad sector estatal mitad sector privado– en donde se le reportan grandes beneficios al ser todavía propietario, o lo que es lo mismo, hay continuidad en la apropiación parasitaria del plus valor. También se recurre a tesis del revisionismo yugoslavo, quién a su vez copió en su día las tesis del anarco-sindicalismo para convencer a las masas que la propiedad estatal es una forma «indirecta de la propiedad colectiva», ergo dicen que la forma directa sería la autogestión empresarial, la cual reniega abiertamente de cualquier plan centralizado a escala nacional y no hace distinción entre las clases trabajadoras, negando una vez más el papel protagónico a la clase obrera. De igual modo, los seguidores del «socialismo del siglo XXI» copian otro modelo del revisionismo yugoslavo, chino o cubano en lo concerniente a la creación de empresas mixtas con capital de los países extranjeros imperialistas, estos aluden que al tener el 51% de la empresa, no se incurre en una explotación de los obreros de la empresa, estupidez donde las haya, porque gran parte del esfuerzo del obrero no es puesto a disposición del presunto Estado socialista y este se reporta directamente al imperialismo como beneficio, sin contar con el hecho de que el imperialismo está obteniendo superganancias desde el mismo momento en que invierte su capital exportado en un país con unos costos de producción mucho más baratos que si invirtiera en el propio país. Y por último también se recupera la teoría del anarquismo, luego copiada por el revisionismo estadounidense y el revisionismo chino –añádase su variante vietnamita–, y actualmente en auge entre el revisionismo cubano: de que existe un capitalismo bueno, o sea el capitalismo no monopolista, de pequeñas y medianas empresas, a partir de ahí los ideólogos y defensores del «socialismo del siglo XXI» se pierden en la búsqueda de un capitalismo «productivo».
Todas estas recetas mencionadas las podemos ver resumidas en el programa económico del Partido Socialista Unido de Venezuela:

«Bases del modelo productivo de la transición al socialismo: 1) Eliminación de propiedad privada monopólica nacional y extranjera sobre los medios de producción, especialmente los esenciales. 2) Promoción de la propiedad privada no monopólica con función social. 3) Promoción de empresas mixtas con mayoría accionaría del Estado y progresivo control de los trabajadores y trabajadoras, bajo las siguientes condiciones: a) Con empresas extranjeras: transferencia tecnológica y del conocimiento, realización de inversiones sociales correlativa al monto de la inversión, cumplimiento riguroso de las leyes y el contrato establecido, garantía de respeto a la madre tierra y la soberanía nacional. b) Con consejos comunales: transferencia progresiva de propiedad estatal a propiedad comunal, en función de la eficiencia, honestidad en la administración del bien y acumulación comunitaria del excedente económico. 4) Promoción de la propiedad comunal, forma de propiedad colectiva que sólo puede usufructuarse en comunidad. 5) Propiedad estatal, como forma indirecta de la propiedad colectiva. 6) Propiedad personal consistente en el patrimonio personal y familiar, que no puede usarse para la explotación de trabajo ajeno». (Partido Socialista Unido de Venezuela; Bases programáticas, aprobadas por el Iº Congreso Extraordinario del PSUV, 2010)

En cuanto a la abierta promoción de la propiedad privada –sólo con ese punto nos bastaría para cerrar el documento demostrando victoriosos que Venezuela es un país capitalista como otro cualquiera, pero profundicemos en el significado que tiene hablar de socialismo y propiedad privada–. Algunos han intentado evitar durante cierto tiempo este punto fundamental del proceso, que además aleja completamente a ese proceso del socialismo tanto en lo teórico como en lo práctico, esperando ingenuamente una radicalización –algo imposible con un partido reformista que conduce dicho proceso–, con la esperanza de que sus dirigentes –desconocedores de la teoría económica marxista-leninista– en algo así como un ataque de epifanía repentina, atacaran definitivamente el poder económico de la burguesía eliminando la propiedad privada. Sentimos decir, que son vanas ilusiones, dichos sueños se diluyen rápidamente cuando los actores del «socialismo del siglo XXI», desde sus variadas tribunas, predican abiertamente la defensa y perpetuación de la propiedad privada para su nuevo modelo. Al poco observar nos daremos cuenta que el Partido Socialista Unido de Venezuela de la época de Hugo Chávez tenía esa concepción económica; ahora, bajo mandato de Nicolás Maduro esa concepción sigue absolutamente vigente haciendo ostentación de los ya mencionados varios tipos de propiedad:

«Hoy tenemos más de 900 empresas de todo el país, de punta a punta, bienvenidos empresarios nacionales, públicos y privados, empresas mixtas, todos bienvenidos». (Nicolás Maduro; 1ra. gran feria nacional e internacional económica e industrial de la vivienda y hábitat, 11 de junio del 2014)

Hugo Chávez no se cansó de insistir en que su revolución, era una revolución que se guiaría por sus pautas, que no tenía ningún catecismo para construir el socialismo, incluso que le pese a quién le pese, en su socialismo hay y habría propiedad privada:

«De la transición al socialismo, porque ahora tenemos que fortalecer, mejorar, rectificar muchas cosas, renovar, dentro de la revolución socialista renovar, la renovación creo que se impone, renovar, reimpulsar y el socialismo nuestro está aquí contenido, es totalmente falso todo eso que por ahí se ha repetido no sé cuántas veces, que Chávez va a eliminar la propiedad privada, pero ya tengo 14 años aquí, no tengo un año y allí están muchas grandes empresas privadas, nacionales, internacionales, a ellos les hago un llamado a que sigamos trabajando impulsando el desarrollo económico del país, aquí está, aquí está el marco constitucional macropolítico del modelo socialista que nosotros estamos aquí comenzando a construir, hemos echado las bases, los cimientos de una nueva sociedad, un nuevo sistema pero es este sistema democrático, democrático». (Hugo Chávez; Rueda  de prensa del Presidente Hugo Chávez con medios nacionales e internacionales, 9 de octubre del 2012)

Pero incluso, en esta nueva «sociedad socialista» no veía problema alguno en la invasión de capital extranjero, e incluso lejos de disminuir, Hugo Chávez quiso agrandar el peso económico de las inversiones y empresas extranjeras. Y aluden, como los viejos revisionistas polacos, que de otro modo, sin esta ayuda exterior la economía no se puede sostener y el socialismo no se puede construir:

«Y bueno lo hemos venido demostrando, la inversión ha venido incrementándose y yo aprovecho para hacer un llamado al sector privado al que tú te referías, bueno que hagamos un esfuerzo, nosotros estamos dispuesto a hacerlo incluso para ayudarle a que la inversión privada en Venezuela se continúe incrementando, se incremente. Ayer lo decía creo que Rafael Ramírez, tú también lo has dicho muchas veces y esto no es algo reciente, no es algo de los años de la revolución, no, desde los años ochenta, la inversión privada en Venezuela se vino abajo, se vino abajo. Y eso es una de las razones de la quiebra del país, porque ni invertían los privados y el Estado estaba quebrado, ¿quién invertía aquí? Nadie. Quebró el país pues. Ahora en una economía dinámica esta, inversionistas privados, empresarios verdaderos vengan a trabajar. Yo vuelvo a insistirles, no se dejen meter aquí en la cabeza el cuento ese del coco, que vamos a expropiarles, no, no, no, lo que queremos es trabajar juntos». (Hugo Chávez; Intervención íntegra del Comandante Chávez en el Consejo de Ministros, 8 de noviembre del 2012)

Pero aquí no acaba la cosa. Esta teorización de socialismo con propiedad privada nacional y extranjera, es santificada como una genialidad de creación del modelo económico para el siglo XXI, que rompe con los esquemas «stalinistas»:

«Es más, digo más, si empresas internacionales quieren venir a Venezuela, oído, y asociarse a capital privado nacional, asociarse a capital público nacional, o ellos solitos, solitos cumpliendo las leyes, quieren hacer su inversión ellos solitos, vengan a Venezuela. Venezuela es el país de las oportunidades de la unión de América, vengan para acá todos los inversionistas que quieran venir. (...) Venezuela es el país clave, clave y un poquito más abajo hacia el Atlántico, la gran Brasil, la gran Suramérica, vengan a invertir en transporte marítimo, acuático, en transporte aéreo, vengan a invertir, siéntense con nosotros aquí en esta mesa y nosotros le garantizamos todas, todas las condiciones para que su inversión sea productiva. (...) El comandante Chávez construyó un pensamiento alternativo al neoliberalismo y al capitalismo. Un pensamiento económico de nuevo tipo, para dirigir la transición hacia el socialismo, de eso nos dejó un legado bastante preciso, muy alejado del viejo dogmatismo de los manuales stalinistas, muy alejado de los viejos dogmatismos». (Nicolás Maduro; Reunión del presidente Nicolás Maduro con el gabinete económico, 17 de agosto del 2013)

A este pobre iluso hay que recordarle que no es «stalinismo» el hecho por ejemplo de querer eliminar la propiedad privada para poder hablar de socialismo, es anterior a la existencia del propio Stalin, es algo concluido por Marx y Engels como hemos visto en la obra fundamental del comunismo como es el «Manifiesto del Partido Comunista», escrito por los creadores del comunismo en 1848, obra que parece que este pseudomarxista, no pudo leer a causa de falta de tiempo o por desidia, que por otro lado parece ser, según los textos míticos del idealismo religioso que destila. Pero repitamos, a riesgo de resultar cansinos otro recordatorio de la mano de los pensadores del marxismo para demostrar la errada visión económica de estos señores que se visten de marxistas y cacarean socialismo, vaya a saber que socialismo:

«El proletario se libera suprimiendo la competencia, la propiedad privada y todas las diferencias de clase. (...) ¿Cómo debe ser ese nuevo orden social? Ante todo, la administración de la industria y de todas las ramas de la producción en general dejará de pertenecer a unos u otros individuos en competencia. En lugar de esto, las ramas de la producción pasarán a manos de toda la sociedad, es decir, serán administradas en beneficio de toda la sociedad, con arreglo a un plan general y con la participación de todos los miembros de la sociedad. Por tanto, el nuevo orden social suprimirá la competencia y la sustituirá con la asociación. En vista de que la dirección de la industria, al hallarse en manos de particulares, implica necesariamente la existencia de la propiedad privada y por cuanto la competencia no es otra cosa que ese modo de dirigir la industria, en el que la gobiernan propietarios privados, la propiedad privada va unida inseparablemente a la dirección individual de la industria y a la competencia. Así, la propiedad privada debe también ser suprimida y ocuparán su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de bienes. La supresión de la propiedad privada es incluso la expresión más breve y más característica de esta transformación de todo el régimen social, que se ha hecho posible merced al progreso de la industria. Por eso los comunistas la plantean con razón como su principal reivindicación». (Friedrich Engels; Principios del comunismo, 1847)

¿Quizás el señor Nicolás Maduro tampoco leyó a Lenin que recupera el axioma anterior de Friedrich Engels sobre la propiedad privada? ¿¡O es que Engels y Lenin era unos «dogmáticos stalinistas»!?

«Es evidente que, para suprimir por completo las clases, no basta con derrocar a los explotadores, a los terratenientes y a los capitalistas, no basta con suprimir  su  propiedad, sino que es imprescindible también suprimir toda propiedad privada sobre los medios de producción; es necesario suprimir la diferencia existente entre la ciudad y el campo, así como entre los trabajadores manuales e intelectuales. Esta obra exige mucho tiempo. Para realizarla, hay que dar un gigantesco paso adelante en el desarrollo de las fuerzas productivas, hay que vencer la resistencia –muchas veces pasiva y mucho más tenaz y difícil de vencer– de las numerosas supervivencias de la pequeña producción, hay que vencer la enorme fuerza de la costumbre y la rutina que estas supervivencias llevan consigo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Una gran iniciativa, 1919)

Pensemos eso, y no, que habiéndolo leído disimula su conocimiento sobre el tema. Por supuesto, en Venezuela, y este tipo de países, ni siquiera se ha acabado con la burguesía ni con los terratenientes, pero estas citas de Engels y Lenin serán importantes cuando veamos como justifican la propiedad privada a mediana y baja escala, e incluso a gran escala.

En las nuevas experiencias del «socialismo del siglo XXI», se apegan a que se supone que están creando una teoría y práctica económica nueva –aunque sean tan viejas como el reformismo mismo– para romper con los esquemas del marxismo-leninismo, del que en teoría solo aceptaran «críticamente» lo que les interesa de vez en cuando, por lo que en teoría no deben rendirle cuenta al 100% de su práctica económica, una argucia sin duda para imbéciles, pero este sofisma no resiste un análisis serio, teoría marxista-leninista existe una, se acepta sus contenidos científicos o no, no vale decir que se quiere transitar al socialismo y al comunismo usando como teoría el rescate como un puzle de teorías del anarquismo, marxismo, premarxismo, etc. En el caso particular de los reformistas nicaragüenses del Frente Sandinista de Liberación Nacional, quienes hace tiempo que se ha declarado seguidores del «socialismo del siglo XXI», sus ideólogos toman como base para justificación de su traición la experiencia económica antimarxista de la década de los 80 con su partido en el gobierno, periodo en el cual ya establecieron la dichosa economía mixta y la alianza con la burguesía nacional; aluden a esta experiencia, como justificación de que ellos ya tenían esa práctica económica en el pasado, y que si bien no se apegaron al marxismo-leninismo entonces, no tienen porque hacerlo ahora:

«En los años ochenta, cuando gobernaban quienes ahora nos acusan de no ser revolucionarios por tener un marco de entendimiento con la gran empresa privada, jamás en Nicaragua predominó la propiedad social en su conjunto –ya no se diga la propiedad estatal–, sino que siempre la hegemonía económica estuvo en manos de la empresa privada». (Carlos Fonseca Terán; Entrevista, 17 de enero del 2013)

Visto lo visto. ¿Se puede transitar al socialismo bajo la alianza con la burguesía, con la promoción de la propiedad privada nacional y extranjera? Obviamente que no, al menos no al socialismo marxista-leninista. Se podrá hablar de una especie de socialismo, llamémoslo como hacen «socialismo del siglo XXI», «socialismo bolivariano», «socialismo nicaragüense cristiano y solidario» «socialismo democrático», pero éste y a pesar de los nombres cada vez más patéticos que se les dé, no tendrá nunca relación con la teoría y praxis del marxismo.

Para empezar a desmontar la mentira de la economía «socialista» de estos países capitalistas, hay que explicar un poco el significado de los tipos de propiedad que hemos visto en el programa del Partido Socialista Unido de Venezuela, y de las teorías económicas que barajan sus dirigentes.

Hay que dejar claro, que dejando a un lado, la abierta propiedad privada, la propiedad cooperativa, y las empresas mixtas, el sector conocido como estatal o «público» en los países del «socialismo del siglo XXI», que a veces no ronda ni el 50% de todas las empresas o de toda la producción, no es tampoco un sector socialista. Para empezar, en estas «nacionalizaciones» generalmente no han procedido bajo la confiscación de los medios de producción que golpeara seriamente el poder económico de la burguesía, sino que se han basado en otorgar una compensación económica que permite a la burguesía mantener su poder económico, e incluso invertir esa compensación en la refundación de dicha empresa en otro punto nacional o internacional. En muchos de estos casos se deja al viejo propietario ocupando puestos en instancias administrativas de la misma empresa, además de recibir sueldo desorbitado comparado con el de los trabajadores manuales, en otras ocasiones las compensaciones económicas son sustituidas o apoyadas con concesiones de acciones de la empresa nacionalizada. Como vemos la explotación  y la extracción de plusvalía no cesa de una manera u otra y el poder económico de la burguesía no cesa, ya que o bien se mantiene dentro de la propia empresa nacionalizada y sigue obteniendo beneficios, o bien se le deja mantener un poder económico suficiente como para reorganizarse, algo que en las sociedades «socialistas del siglo XXI» no es problema, ya que recordemos que se ve con buenos ojos la creación de nuevas empresas privadas por parte de la burguesía nacional. Debemos comparar rápidamente esto con las medidas revolucionarias de las experiencias de las revoluciones socialistas del siglo XX; en el caso soviético:

«Ya el primer día de la dictadura del proletariado, el 26 de octubre de 1917 –8 de noviembre de 1917–, fue abolida la propiedad privada de la tierra y fueron expropiados sin indemnización los grandes propietarios de la tierra. En unos meses fueron expropiados, también sin indemnización, casi todos los grandes capitalistas, los dueños de fábricas, empresas de sociedades anónimas, bancos, ferrocarriles, etc.». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La economía y la política de la dictadura del proletariado, 7 de noviembre de 1919)

En el caso albanés:

«Las característica fundamental de la nacionalización en Albania fue el método profundamente revolucionario y consecuente de su aplicación: el método de la confiscación total, inmediata y sin pagar ninguna indemnización a los propietarios capitalistas. La nacionalización a través de la confiscación fue la única forma utilizada para liquidar en las ciudades la grande y mediana propiedad capitalista, que sería sustituida por la propiedad socialista. En Albania, por lo tanto, nosotros no recurrimos ni a formas de transición, ni a formas intermedias, ni a formas de capitalismo de Estado y ni mucho menos a formas de indemnización a los propietarios capitalistas por la totalidad o una parte de los medios de producción nacionalizados. Una indemnización o la copropiedad de estos medios de producción, en cualquier forma que se presentara, hubiera significado dejarles en posesión de dinero y en el mantenimiento de posiciones económicas, así como la posibilidad de acumulación y privilegios monetarios». (Veniamin Toçi; La nacionalización socialista de los principales medios de producción en Albania, sus consecuencias económicas y sociales, y sus particularidades  1944-1946, 1986)

También otro punto por supuesto, es que en caso de no existir una preparación adecuada en la gestión de fábricas por ejemplo, es permisible que los viejos burgueses ahora expropiados, participen como especialistas en las empresas, e incluso bajo grandes salarios comparados con sus homólogos especialistas no burgueses de otras fábricas, que el Estado socialista adquiera cuadros con esta experiencia es determinante para la creación de un buen funcionamiento de las empresas, pero este régimen de sueldos debe acabar tan pronto como se haya creado la nueva camada de obreros cualificados que puedan sustituir los servicios de estos viejos burgueses:

«Con el fin de minimizar los trastornos económicos el Partido Comunista de Albania estaba dispuesto a mantener especialistas burgueses formados en las empresas nacionalizadas y a mantenerles con sus altos salarios hasta que se pudiera prescindir de ellos, algo similar a lo utilizado en la Rusia soviética hasta la formación de cuadros cualificados. Pero Enver Hoxha explicó que se debía supervisar estrechamente esta situación excepcional, y no sólo desde arriba, sino desde abajo, mediante la alerta constante de las masas. (...) Con la aplicación del Segundo Plan Quinquenal en 1955, los altos salarios que el Estado había estado pagando a los especialistas, y que Enver Hoxha los describía como parásitos e inadmisibles por estar tan por encima de los salarios de las masas obreras, fueron anulados». (Jim Washington; El socialismo no puede construirse en alianza con la burguesía, 1980)

Como vemos, con la adquisición de nuevos cuadros obreros especializados, y nuevos conocimientos, esta situación cesó. Sabemos, que es todo lo contrario a lo que sucedió en los países capitalistas-revisionistas, dónde a veces el burgués no había sufrido alteración alguna de los medios de producción de su fábrica por haber colaborado en la etapa anticolonial, o donde sólo se le había sometido a una nacionalización parcial con las empresas mixtas, otorgándole acciones en la empresa por ejemplo. En ambos casos seguía manteniendo su puesto u otro parecido y también se le mantenía su estratosférico sueldo hasta el fin de sus días, e incluso donde las diferencias entre obreros cualificados y no cualificados lejos de ir reduciéndose fueron en aumento.

Pero recapitulemos sobre el carácter de dicho sector estatal en los países burgueses y la función que cumplen: las nacionalizaciones de empresas, no significan medidas socialistas per se, incluso históricamente la burguesía ha nacionalizado empresas, ha sido un programa clave de la socialdemocracia a mediados del siglo XX, y actualmente, pese a la ola de privatización, existen grandes sectores estatales en Estados burgueses y capitalistas. Estos tira y afloja sobre nacionalizar sectores estratégicos, a la vez que se permite y alienta la iniciativa privada: a veces incluyendo la nacionalización de la banca otras no, a veces nacionalizando una industria o transporte y después entregándolo al sector privado de nuevo, a veces prometiendo y directamente retrocediendo en su ejecución, eran la política clásica de los gobiernos socialdemócratas, y de los programas eurocomunistas en Europa, inclusive el Partido Socialista Obrero Español de Felipe González en los años 80, que en ocasiones hablaba de realizar tales nacionalizaciones, y en ocasiones, llegaba a realizarlas. De hecho, en España, ese es el programa actual de los partidos revisionistas del «socialismo del siglo XXI» europeos como Izquierda Unida o Podemos, la nacionalización de «sectores estratégicos» junto a la promoción de la «iniciativa» de la propiedad privada, y a las empresas privadas extranjeras, a las que anima a invertir en el país a las que se pretende «apretar las tuercas» con los impuestos.

Lo cierto es que lo que crean con estas nacionalizaciones los partidos y Estados burgueses es capitalismo de Estado, ese es su carácter, una maniobra normal dentro del sistema burgués y capitalista, en donde el objetivo general, su función, es que el Estado asuma sectores no rentables, o que han dejado de serlo. Estas nacionalizaciones no suponen nada especial respecto a las relaciones de producción capitalistas de dichas empresas, cualquier marxista-leninista sabe que nacionalizar no es sinónimo de socialismo:

«De un modo o de otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción. La necesidad a que responde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transportes y comunicaciones, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles». (Friedrich Engels; Del socialismo utópico al socialismo científico, 1892)

El mito socialdemócrata del «sector público-estatal», etc. lo explicaron bien Marx y Engels, cuando socialistas pequeño burgueses pretendían ligar tal concepto de nacionalización desarrollado por la burguesía como simple llegada al socialismo:

«Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III, por un hombre muy listo». (Friedrich Engels; Del socialismo utópico al socialismo científico, 1892)

Todos los marxista-leninistas de la historia, han sabido, que un monopolio capitalista de Estado, sólo supone un avance respecto a la propiedad privada dispersa y descentralizada, pero no significa que la empresa sea socialista, que se oriente por sus leyes económicas, ni que sea dominada por la clase obrera, ni que cese por tanto los beneficios para el burgués. Veamos con una comparativa del soviético Naum Farberov la diferencia que existe entre una empresa bajo el capitalismo de Estado y bajo el socialismo:

«En la producción capitalista de Estado los beneficios van a parar a manos de los capitalistas y que esta forma de producción está basada en la existencia de dos clases antagónicas: la burguesía que posee los medios de producción y el proletariado, explotado, que los hace funcionar. Sin embargo en los países de democracia popular sólo la clase obrera está representada en las empresas del Estado, y esta clase, aliada a todas las categorías de trabajadores, posee los principales instrumentos y medios de producción. Es decir, que las empresas del Estado no trabajan para los capitalistas, sino para el mejoramiento de la situación material de los trabajadores». (Naum Farberov; Las democracias populares, 1949)

Lenin también resaltaba la ligazón entre el sector estatal de la burguesía, y el sector privado de la misma para la coordinación de sus objetivos imperialistas:

«Es hora ya de que nuestros socialistas de Estado, que se dejan deslumbrar por principios brillantes, comprendan, por fin, que en Alemania los monopolios no han perseguido nunca como fin, ni han dado como resultado, proporcionar beneficios a los consumidores o, por lo menos, poner a disposición del Estado una parte de los beneficios patronales, sino que han servido para sanear a costa del Estado la industria privada, que ha llegado casi al borde de la bancarrota. (...) Aquí vemos patentemente como, en la época del capital financiero, los monopolios de Estado y los privados se entretejen formando un todo y cómo, tanto los unos como los otros, no son, en realidad, más que distintos eslabones de la lucha imperialista entre los más grandes monopolistas por el reparto del mundo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)

Viviendo la época dorada del llamado «Estado de bienestar»; en la que los Estados burgueses dieron tanto uso de las nacionalizaciones, Enver Hoxha hizo un lúcido análisis de las políticas de nacionalizaciones de la socialdemocracia así como de la promoción de los programas eurocomunistas sobre nacionalizaciones que tan de moda estaban por aquellos días, programas que igualmente recordemos, alentaban al mismo tiempo a la iniciativa de la propiedad privada. El albanés explicó de modo magistral las características, los objetivos, de estas nacionalizaciones:

«En cuanto al llamado «sector público», cuya existencia la prevé el «socialismo eurocomunista», nos encontramos ante una simple especulación en materia de terminología, ante un trivial intento de hacer pasar por sector socialista de la economía, el sector del capitalismo de Estado, que actualmente en una u otra medida existe en todos los países burgueses. El sector del capitalismo de Estado, o el «sector público», como lo llama la burguesía, es sabido cómo y por qué ha sido creado». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Aquí, se hace un inciso, para explicar, como adelantábamos, que estas políticas se habían incrementado tras la Segunda Guerra Mundial, de algún modo, como medio de engañar al simpatizante del comunismo, y emular un cierto control en la economía como hacían los países socialistas:

«El capitalismo de Estado en los países industrializados de Europa ha existido ya con anterioridad, pero fue a partir de la Segunda Guerra Mundial cuando empezó a tomar un notable desarrollo. Su creación fue resultado de algunos factores. En Italia por ejemplo, fue instaurado por la burguesía como resultado de la agudización de la lucha de clases y de la gran presión de las masas trabajadoras que exigían la expropiación del gran capital, en especial del capital ligado con el fascismo y que era el responsable de la catástrofe que sufrió el país. Para evitar una radicalización ulterior de la lucha de las masas trabajadoras y los estallidos revolucionarios, la debilitada burguesía italiana procedió a estatizar algunas grandes industrias, estatización que satisfacía las exigencias mínimas de los partidos comunistas y socialistas, que salían fortalecidos de la guerra. En Inglaterra, la creación del «sector público», como el ferroviario o el del carbón, fue resultado del abandono por parte del gran capital de algunas ramas atrasadas y no rentables. Estas se las traspasó al Estado para que las subvencionara con los ingresos de su presupuesto, con las sumas aportadas por los contribuyentes, mientras que sus propios capitales los destinó a los sectores de las nuevas industrias dotadas de alta tecnología, donde se obtenían superganancias más jugosas y con mayor rapidez. Estatizaciones de este tipo se han hecho y siguen realizándose por una u otra razón en otros países, pero no han modificado ni jamás podrán modificar la naturaleza capitalista del sistema vigente, no podrán eliminar la explotación capitalista, el desempleo, la pobreza, la falta de libertades y de derechos democráticos. El capitalismo de Estado, tal como ya lo ha probado una larguísima experiencia, es mantenido e impulsado por la burguesía, no para crear las bases de la sociedad socialista, contrariamente a lo que sostienen los revisionistas, sino para reforzar las bases de la sociedad capitalista, de su Estado burgués, para explotar y oprimir aún más a los trabajadores. Quienes dirigen el «sector público» no son los representantes de los obreros, sino gente del gran capital, son los que manejan los hilos de toda la economía y del Estado. La posición social del obrero en las empresas del «sector público» no se diferencia en nada de la que tiene en el sector privado; su posición respecto a los medios de producción, a la gestión económica de la empresa, a la política inversionista, salarial, etc., es la misma. En estas empresas es el Estado burgués, es decir, la burguesía, quien se apropia de las ganancias. Únicamente los revisionistas pueden encontrar diferencias entre el carácter «socialista» de las empresas del IRI y el carácter «burgués» de la FIAT, entre los obreros «libres de la Renault y los «oprimidos» de la Citroën». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Como se había dejado claro, con esta exposición, con estas medidas económicas, no había ninguna diferencia cualitativa entre las medidas de carácter reformista, que arengaban la socialdemocracia y los eurocomunistas de Europa y también de otros movimientos, pese a que muchos de estos movimientos especularan que dichas nacionalizaciones eran la creación del socialismo, al que también le pusieron los calificativos de «socialismo democrático», «socialismo autogestionado», «socialismo de rostro humano», etc. para tapar su esencia burguesa:

«La sociedad del «socialismo democrático», que predican ahora los eurocomunistas, es la sociedad burguesa actual que existe en sus países. A esta sociedad buscan darle sólo algunos retoques de modo que la vieja burguesía europea al borde de la tumba, torne el aspecto de una moza lozana y llena de vitalidad. Según los eurocomunistas, bastan algunos retoques, basta conservar el sector capitalista del Estado al lado del privado, crear algún consejo obrero consultivo anejo a las direcciones empresariales, permitir que los bonzos sindicalistas reclamen justicia e igualdad en las plazas, dejar que los revisionistas ocupen algún sillón en el gobierno y el socialismo viene por sí solo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

La sentencia de Enver Hoxha sobre el programa eurocomunista para la sociedad socialista eurocomunista se podría aplicar a la sociedad «socialista» del «socialismo del siglo XXI», la que presupone la existencia de varios tipos de propiedad: 1) la propiedad privada de la burguesía nacional o de las burguesías extranjeras; 2) la propiedad cooperativa; 3) el capitalismo de Estado de las empresas mixtas; mitad sector público, mitad privado; y además 4) el sector «público» estatal, que como hemos demostrado, no es sino otra variante del capitalismo de Estado, donde rigen las relaciones de producción capitalistas.

Sobre la llamada «autogestión», hay que decir que se ha puesto de moda recuperar esta teoría para promocionar la propiedad privada a mediana y baja escala, sobre todo encuadrada dentro de la propiedad cooperativa aunque esta sea más bien un actor económico minoritario; hablaremos más adelante sobre todo de las cooperativas del campo. En ese sentido, habría que explicar brevemente como nacen estas desviaciones, y como se permiten que salgan a flote: dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional, como partido socialdemócrata, existe un fraccionalismo extremo, lo que ha llevado a que emerjan todo tipo de corrientes ideológicas en lo económico, un ejemplo de ello son las formulaciones de Orlando Núñez Soto, asesor presidencial del gobierno de Nicaragua, que expresa su admiración por el revisionismo yugoslavo, y aunque dice ser de afiliación anarquista –lo que queda demostrado en parte en su defensa del revisionismo yugoslavo y su economía autogestionaria–, muestra una gran afinidad y admiración por las teorías contrarrevolucionarias de Tito. Además, pertenece a la expresión pública que defiende la aplicación del «socialismo del siglo XXI»; lo que demuestra que todas las corrientes antimarxistas convergen. Veamos que expresa en lo económico sobre la llamada autogestión yugoslava:

«En Yugoslavia se combinó un régimen de carácter democrático con una gestión generalizada de empresas autogestionarias y de repúblicas federadas que se turnaban la conducción del Estado federado. Experiencia que se separó tanto del socialismo soviético, como del socialismo de la socialdemocracia europea. Lamentablemente, esta experiencia es menos conocida y fue brutalmente descuartizada por las tropas del Tratado del Atlántico Norte –OTAN–, apadrinado por el imperialismo estadounidense. A mi modo de ver es la experiencia donde el socialismo alcanzó su mejor nivel, tal como lo definía el marxismo, una  verdadera unión de trabajadores libremente asociados». (Orlando Núñez; La vía asociativa hacia el socialismo, 2012)

Mucha gente que no ha tenido la oportunidad de tener un libro marxista entre sus manos apuntala a la experiencia yugoslava como la mejor, debido en lo fundamental, a la publicidad ejercida durante la guerra fría por el imperialismo estadounidense y por el propio revisionismo yugoslavo en los países de África, América y Asia. Pero en acción, como los autores originales de dicha teoría, no saben explicar muy bien el por qué de esta preferencia ni cómo funcionaba la «autogestión». El hecho de que estos ideólogos rehabiliten y acuñen el bluff de la autogestión yugoslava en el seno de estos procesos dice mucho del bajo nivel teórico marxista de estas organizaciones, siendo o bien ignorantes de la lucha desarrollada contra el anarquismo por Marx y Lenin, contra anarcosindicalismo por Lenin y contra el titoismo por Stalin, o bien cínicos de campeonato que hacen anotaciones y caracterizaciones margínales de economía a pesar de tener debida constancia de esas pugnas sobre teoría económica y sus razones.

La autogestión puede definirse como la evasión de la propiedad estatal en las empresas y la búsqueda de auto regirse, por tanto niega el poner dicha empresa en propiedad y a disposición del bienestar general de todas las clases trabajadoras, es decir, es la perpetuación de la propiedad privada. Estas empresas no dependían ni se organizaban bajo ninguna pauta lógica, sino que estaban a merced del «libre arbitrio» de sus nuevos propietarios y del mercado anárquico no planificado. En lo referente a la planificación y organización, significaba una descentralización de las empresas que sumado al tema anterior de la propiedad, conducía a la competencia entre las diferentes empresas, ya que no tenían ningún impedimento en decidir a qué productos dedicar la fábrica, cuando y cuanto vender, y a qué precio, ya que no se regían bajo un mismo plan nacional estatal y centralizado:

«Nuestra sociedad está obligada a actuar de esta manera, ya que se ha se decidido por el autogobierno, y también el autogobierno en la propiedad social está en contra de la perpetuación de las formas de propiedad estatales de las relaciones socialistas de producción». (Edvard Kardelj, Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

A esto se le añade el énfasis en la descentralización:

«La clave del desarrollo es la descentralización; la descentralización del gobierno, la descentralización de la economía, la descentralización del partido comunista. «La descentralización –dice Moša Pijade, uno de los líderes teóricos de los yugoslavos–, es el primer y más importante paso para la democracia y el camino del socialismo». (Fred Warner Neal; El titoismo en acción; las reformas después de 1948)

Dicha teoría antimarxista y capitalista de la autogestión es, lo que ahora, los ideólogos burgueses de peor calaña, están intentando reintroducir como teoría innovadora:

«Por su parte, el nuevo modelo económico socialista consistiría en la socialización autogestionaria o cuentapropista de la propiedad sobre los medios de producción para el ejercicio directo de la propiedad y el control de la producción por los trabajadores. (...) Estamos refiriéndonos, pues, al paso del viejo socialismo –estatista en lo económico y burocrático en lo político– al nuevo socialismo –autogestionario o cuentapropista en lo económico y protagónico en lo político–, el cual como nuevo modelo histórico se encuentra en construcción práctica y teórica». (Carlos Fonseca Terán; Revolución, socialismo y vanguardia; Vigencia de Lenin, Che y Chávez, 2010)

También en la descentralización copian al revisionismo yugoslavo, el caso más revelador es el venezolano. Pero veamos también lo que dice uno de los representantes del actual revisionismo cubano, como Abiel Prieto, ex-ministro de cultura cubano, gran defensor del «socialismo del siglo XXI». Y es que el revisionismo cubano, apoya e implementa desde los años 70 políticas claramente descentralizadoras similares a las del «socialismo del siglo XXI»; con el surgimiento de los países del «socialismo del siglo XXI» se aprecia que las nuevas reformas económicas cubanas se mueven en la misma dirección:

«El tema de la productividad tiene que ver con lo que pueden hacer estas empresas estatales que si van a ser transformadas, van a tener más libertad de acción, van a estar menos maniatadas. Nosotros hemos tenido un exceso de centralismo, que ha maniatado a veces las fuerzas productivas». (Abiel Prieto; Entrevista en la televisión argentina, 15 de junio del 2013)

Para mala fortuna de estos aventureros teóricos, rascaron el boleto y perdieron una vez más. La dichosa «autogestión» que tanto hablan, es una teoría pequeño burguesa que va en contra de lo teorizado por los creadores del marxismo. Lenin también expresó su rechazo a estas concepciones de la autogestión, que no eran sino la teoría pequeño burguesa de entregar los medios de producción a particulares y que estos rigieran como gustasen la producción. Tanto en los primeros días de la revolución de octubre de 1917, como después en los años 20 con las desviaciones anarco-sindicalistas de su partido, Lenin combatió estas teorías antimarxistas:

«Toda legislación, ya sea directa o indirecta, sea de la posesión de su propia  producción por los obreros de una fábrica o de una profesión tomada en  particular, con derecho a moderar o impedir las órdenes del poder del Estado en general, es una burda distorsión de los principios fundamentales del poder soviético y la renuncia completa del socialismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre la democratización y el carácter socialista del poder soviético, 1918)

Marx y Engels, como Lenin y Stalin después, hablaron de la necesidad de acabar con el poder económico de las clases explotadoras y de centralizar esos medios de producción, no entregarlo a particulares, ni descentralizar nada:

«El proletariado se valdrá del poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas». (Marx y Engels; Manifiesto comunista, 1848)

Por eso, siempre hemos insistido en nuestros documentos, e introducciones a terceros documentos, que el revisionismo yugoslavo, que ahora se pretende rescatar, comparte un paralelismo atroz con el anarquismo en su forma de no estudiar o comprender el marxismo como tal:

«El socialismo es inconcebible sin la gran técnica capitalista basada en la última palabra de la ciencia moderna, sin una organización estatal armónica que someta a decenas de millones de personas a las más rigurosa observancia de una norma única en la producción y distribución de los productos. Los marxistas hemos hablado siempre de eso, y no merece la pena gastar dos segundos en conversar con gentes que no han comprendido ni siquiera eso –los anarquistas y buena mitad de los eseristas de izquierda–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1921)

Pero el ridículo de los «nuevos titoistas» del «socialismo del siglo XXI» no acaba aquí. Una técnica, también sacada del anarco-sindicalismo, es la de borrar las diferencias de clase entre las distintas capas de la sociedad para igualar al pequeño propietario al obrero, y legitimar de paso, la propiedad privada a mediana y baja escala, que no es otra cosa que la de mantener vigente a esa forma de propiedad:

«Nuestra hipótesis es que en nuestras sociedades los trabajadores ya se han convertido en productores, aunque por una vía diferente a la industrialización capitalista de los países metropolitanos. Tenemos una masa mayoritaria que nosotros hemos llamado proletariado por cuenta propia, para diferenciarlos del proletariado por cuenta del capital, como hemos estado acostumbrados a conocerlos. Trabajadores-productores que han sido expulsados o no tienen esperanza alguna de convertirse en obreros asalariados. Nos referimos a los trabajadores-productores –la economía familiar, los campesinos, los artesanos, los pescadores, los madereros, los manufactureros, los pequeños transportistas, las cooperativas de acopio, crédito y otros servicios–. Son trabajadores directos que además de haberse convertido en trabajadores-productores, se han amparado de gran parte de los medios de producción». (Orlando Núñez Soto; La vía asociativa hacia el socialismo, 2012)

Pedimos perdón por el ladrillo teórico aquí reproducido de la mano de Orlando Núñez, pero creemos que al menos se ha entendido como hemos visto que se defiende la propiedad privada y se le cambia el nombre a la clase social en un intento ridículo de pasar al pequeño productor por un obrero asalariado, no comprendiéndose que uno carece de cualquier medio de producción, mientras el otro sí detenta un medio de sustento propio. Lenin también refutó dicho concepto de intentar a todas las capas de trabajadores como iguales:

«Marx y Engels combatieron implacablemente a quienes olvidaban la diferencia existente entre las clases, a quienes hablaban de los productores, del pueblo o de los trabajadores en general. Quien conozca algo las obras de Marx y Engels no puede olvidar que en todas ellas se ridiculiza a quienes hablan de los productores, del pueblo y de los trabajadores en general. No hay trabajadores en general, ni gente que trabaja en general: existe o bien el pequeño propietario, que posee medios de producción y cuya psicología y cuyos hábitos de vida son enteramente capitalistas –y no pueden ser otros–, o bien el obrero asalariado de la gran industria, cuya psicología es completamente distinta, y que ocupa una posición de antagonismo, de contradicción y de lucha con los capitalistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe al Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia; 1921)

Pese a que a veces se hace mucha propaganda sobre que el enemigo principal del proceso es el imperialismo estadounidense y sus aliados, se aceptan sin rechistar sus inversiones, créditos, préstamos, y empresas privadas en el país. El capital extranjero por tanto, pese a que le dediquen tinta y saliva al imperialismo del que proviene, tiene sus intereses asegurados en estos regímenes. No podemos dejar de denunciar, pues de otro modo pasaríamos por alto algo muy importante; que si bien la perfidia del imperialismo estadounidense se denuncia en la propaganda teórica, en la práctica muchas veces el trato comercial ocupa el mayor volumen con este país, y sobre todo: se aceptan los tentáculos de su capital; en el caso de otros imperialismos se aceptan también su capital con gusto, pero en sus discursos y propaganda se intenta justificar dicha práctica como una ayuda «internacionalista», se presenta a estos imperialismos con conflictos con el imperialismo estadounidense como Estados no imperialistas, incluso no capitalistas y antiimperialista, como es el caso de China y Rusia. Sobra decir que tanto el revisionismo cubano como el revisionismo del «socialismo del siglo XXI» consideran al revisionismo chino como un Estado socialista.

Es decir, en los países del «socialismo del siglo XXI» se acepta la propiedad privada extranjera como se acepta la propiedad privada nacional, bien sea de varios tipos: la propiedad privada de empresas extranjeras, la propiedad privada mixta entre empresas privadas nacionales y extranjeras, o la propiedad mixta entre propiedad del Estado y propiedad privada de una empresa extranjera. Esto no es sino la repetición de viejas estrategias revisionistas, que aceptaban los créditos, los préstamos, la contratación de acuerdos con Estados o empresas imperialistas para sostener la economía nacional que estaba destrozada a causa de que no conocían y no aplicaban las leyes de construcción socialista, por lo que no les quedaba más salida a estos revisionismos que pedir ayuda al exterior aunque perjudicaran seriamente la soberanía del país. Es necesario extendernos en este punto con todo tipo de explicaciones y muestra de datos y ejemplos históricos. Hagamos una introspectiva de los viejos revisionismos y su ligazón con el capital extranjero:

«La situación es tan crítica en algunos países, entre ellos Polonia y Rumanía, que ya no son capaces de pagar los intereses de sus préstamos y han pedido a la burguesía nuevos préstamos para pagar éstos, extendiendo los plazos de pago para no declarasen insolventes. En cuanto a la Unión Soviética, frente a las demandas de la burguesía monopolista internacional para el rembolso de sus préstamos y el pago de sus intereses, no le dejó otra solución que vender sus reservas de oro, platino y diamante en el mercado mundial. Concediendo estas ayudas y créditos a los países revisionistas, la burguesía internacional se asegura considerables ganancias económicas y políticas. Encuentra así nuevos mercados en tiempos de crisis, despacha la existencia de sus mercancías y aumenta sus capitales. Si en 1979, los países revisionistas pagaron a los acreedores occidentales cerca de 5 mil millones de dólares en intereses, para 1980 esta suma alcanzó los 7 mil millones de dólares y actualmente está cerca de los 8,5 mil millones de dólares». (Prof. Hasan Banja y Lulëzim Hana; La degeneración del Consejo de Ayuda Mutua Económica en una organización capitalista, 1986)

Muchas veces, la introducción del capital extranjero se hacía bajo la impresión de que esto procede a un plan para modernizar al país, ponen incluso la contratación de estos acuerdos como algo imperioso para construir el socialismo. Dicha táctica de cara al pueblo trabajador es la misma que ahora repiten los «socialistas del siglo XXI», pero que como decimos ya tiene una vieja práctica:

«[Los revisionistas chinos - Anotación de Bitácora (M-L)] Con el fin de librarse de su difícil situación económica, con el fin de intensificar su carrera armamentística, que absorbe alrededor del 40% de su presupuesto estatal, han salido abiertamente en busca de préstamos y créditos, llamando a la puerta de los monopolios y los países capitalistas desarrollados. Los hechos acerca de las conexiones que se están estableciendo y los acuerdos que se están celebrando son numerosos. (...) Están tratando de presentar su colaboración con los grandes monopolios y los países capitalistas desarrollados, los préstamos concedidos y las inversiones realizadas por los capitalistas extranjeros como un «nuevo y rentable camino» que han descubierto para la construcción del socialismo». (Tomor Cerova; Los procesos de desarrollo capitalista de la economía china, 1980)

Cierto es que los dirigentes revisionistas muchas veces cuando realizaban concesiones en su economía al capitalismo extranjero, ni siquiera miraban si dicha empresa entregaba a merced del imperialismo y su capital un sector clave para el desarrollo económico y bienestar de la población, o si el crédito iba a poder ser devuelto sin que la población sufriera graves consecuencias. Así mismo, en vez de reducir la intervención extranjera, cada vez se promulgaban leyes que aumentaban el campo de actuación de las empresas privadas extranjeras, lo que demostraba que no era un reajuste y una concesión temporal de la economía, sino que la existencia de empresas extranjeras en el país iba a ser un axioma inquebrantable para los revisionismos. Junto a los créditos y préstamos de Estados imperialistas como Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, u organismos como el Fondo Monetario Internacional. También se incluía por supuesto la entrada de empresas mixtas: entre empresas del país privadas o estatales y empresas privadas extranjeras. Todo esto es lo mismo que desde siempre han promovido los países del «socialistas del siglo XXI»:

«Las empresas chinas ya han dado el derecho de hacer contactos directos con los monopolios extranjeros y mantener y compartir, como ya hace el modelo yugoslavo, parte de los beneficios. (...) La reciente sesión de la Asamblea Nacional de China donde se aprobó una nueva ley que entró inmediatamente en vigor, en virtud de la cual se alienta a las inversiones de capital extranjero en China y protege los derechos de los inversionistas extranjeros. Esta ley permite la creación de las llamadas «empresas conjuntas» que une el capital extranjero y chino en diversas ramas de la economía donde se garantiza a los inversionistas extranjeros no sólo el derecho de participación en las ganancias de acuerdo a la cantidad de capital invertido, así como el derecho de aprovechar la ganancias obtenidas fuera de China; sino que incluso les concede el privilegio de estar exentos del pago de impuestos sobre los beneficios. También de acuerdo con la ley anterior, los inversionistas extranjeros también tendrán el derecho de nombrar a los directores y vicedirectores de las «empresas conjuntas», a través del cual podrán dictar tanto los planes de producción y venta, así como la contratación o el despido de los trabajadores y el nivel de sus salarios». (Tomor Cerova; Los procesos de desarrollo capitalista de la economía china, 1980)

Por supuesto como hemos visto, en vez de reducir, las experiencias revisionistas demuestran que sus gobiernos cada vez dan más facilidades en las leyes internas para la penetración del capital extranjero. Esta praxis fue y es la común de los países revisionista-capitalistas que aún perduran hoy como: Corea del Norte, Cuba y Vietnam. Cada vez aumentaban el peso del capital extranjero en su economía, en tanto no se hacía nada para intentar acabar con esta dependencia; estos países citados iniciaron esta práctica desde los años 70 y 80. Y no sólo estos países citados, sino que precisamente, la caída de los Estados revisionista-capitalistas de Yugoslavia, Rumanía, Polonia, etc., sobrevino en gran parte, a que la estructura económica de estos países estaba maniatada por una gran deuda hacía los Estados y organismos imperialistas. Al no tener una economía socialista que pudiera satisfacer las necesidades de la población y de la economía en general, estas dirigencias veían el continuo círculo viciosos de los créditos y préstamos como su única salida:

«La usurpación del poder por los revisionistas modernos, y su transformación de Polonia en país capitalista, inevitablemente provocó que la contradicción entre el trabajo y el capital, la burguesía y el proletariado, se exacerbaran e hicieran cada vez más profundas. Como resultado de la operación de las leyes capitalistas, la situación era cada vez más onerosa para el proletariado polaco. El día [la situación de agitación social - Anotación de Bitácora (M-L)] estaba predestinado a venir cuando los trabajadores no pudieran tolerar más la catástrofe económica que afecta al país, el aumento de la pobreza y la escasez en el mercado, la gran diferenciación de clases, las grandes injusticias socioeconómicas que fueron perpetradas abiertamente a su costa, la espiral de los precios, el desempleo crónico, la alta inflación, las deudas catastróficas, la declinación continua del producto nacional total y el nivel de vida, etc.». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)

¿Les suena la musiquita de inflación, desempleo, diferenciación entre clases, baja producción nacional, revuelta social, etc.? ¿Alguien ha caído en la cuenta que estos síntomas capitalistas de las sociedades revisionista-capitalistas de esos países se repiten sin cesar en los actuales países del «socialismo del siglo XXI»?

Por ejemplo entre las causas de las huelgas de la década de los 70 en Polonia y la caída del revisionista Władysław Gomułka, fue la excesiva deuda contraída con países imperialistas que afectaban directamente al nivel de vida de las masas trabajadoras polacas. Años después, la ruinosa economía revisionista polaca, siguió acumulando deuda. Repasemos un poco el tránsito histórico del revisionismo polaco hasta alcanzar tal situación:

«Para aliviar un poco la situación [en 1970] el equipo de Gomułka eligió dos platos principales: 1) El incremento de la deuda externa. En 1965 los 500 millones de dólares de la deuda de 1957 había crecido a 950 millones de dólares, mientras que en los años 1966-1969 se alcanzó los 1.100 millones de dólares. Después de 1976, el rápido ritmo de la industrialización disminuyó. En contra de la voluntad de Gierek, sin embargo, aunque el ritmo de la industrialización se redujo, la tasa de aumento de la deuda de Polonia no disminuía a la par, sino que iba en aumento. Mientras que las deudas totales en 1976 ascendían a 10 mil millones de dólares –es decir un promedio de aumento de 1,5 millones de dólares por año a partir de 1971–, en 1978 llegaron a 15 mil millones de dólares –es decir, un promedio aumento del 2,5 millones de dólares al año–». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)

Lo que nunca han entendido estos dirigentes revisionistas burgueses, es que la ayuda económica del exterior es algo secundario, un país socialista no puede vivir y depender económicamente de las inversiones, créditos y préstamos del exterior, si ocurre esta dependencia extrema de terceros significa que certificas delante de todos que tu país no es un país socialista y autosuficiente que puede valerse por sí mismo, y no sólo eso, sino que además, quiérase o no, implica una pérdida de libertad económica y soberanía política de dicho país. Esto lo resumieron muy correctamente los comunistas albaneses:

«Es cierto que la ayuda proveniente de los verdaderos amigos siempre es valiosa, pero a pesar de esto nunca puede ser determinante para la independencia y el desarrollo económico de un país. Nuestro pueblo tiene un refrán: «No se puede vivir de pan prestado». Esto significa que, independientemente de la ayuda que un país recibe de sus amigos, deben ser los propios trabajadores de un país los que tienen que llevar a cabo la tarea de promover su desarrollo gracias a su propio sudor y trabajo». (Enver Hoxha; Apoyándose en las masas, el Partido marxista-leninista asegura la libertad del pueblo y la independencia de la patria; Entrevista con una delegación de la República Popular del Congo, 7 de octubre de 1970)

Históricamente, ya en época de Stalin, fue el revisionismo yugoslavo el primero que permitió la entrada masiva de inversiones, créditos y empresas de Estados Unidos, pese a que todos los comunistas precisamente estuvieran luchando contra tal proceso de neocolonización que Estados Unidos estaba ejerciendo a través del Plan Marshall en Francia, Italia, Bélgica, Alemania Occidental, Grecia, etc. Oficialmente las «ayudas» tanto al régimen franquista de España como al régimen titoista de Yugoslavia no entraban oficialmente dentro del Plan Marshall, pero las ayudas tenían el mismo objetivo neocolonizador. Después, tras la muerte de Stalin, los diferentes «revisionismos menores», copiaron la vía yugoslava de «construcción del socialismo con asistencia del capital imperialista»:

«Los chinos nos dicen que su liderazgo entiende porque Rumanía está recibiendo créditos de los imperialistas y aplicando una política conciliadora con los titoistas, porque no tiene otra alternativa, de lo contrario Rumanía se arruinaría. Este punto de vista de los camaradas chinos es totalmente revisionista. En otras palabras, los chinos sostienen que los créditos de los Estados Unidos pueden ser aceptados, y creen que el socialismo puede ser asistido por el imperialismo. (...) ¡No! Nunca nos pondremos de acuerdo con estos puntos de vista oportunista de los camaradas chinos! ¿Qué sucede con las tesis de que «el socialismo debe ser construido sobre la base de la autosuficiencia», cuando, según ellos, puede aceptar créditos, incluso desde los Estados Unidos?». (Enver Hoxha; Esto quiere decir que cambia de cualquier forma el golpe del viento; Reflexiones sobre China; Tomo I, 18 de agosto de 1964)

Se vuelve a dejar claro además, el papel de la asistencia exterior entre el país socialista y la ayuda internacionalista de otras fuerzas comunistas:

«Es sólo sobre la base de la línea correcta de un partido que el socialismo puede ser construido. Los créditos y la ayuda de amigos son secundarios y una consecuencia de que ésta es correcta». (Enver Hoxha; Esto quiere decir que cambia de cualquier forma el golpe del viento; Reflexiones sobre China; Tomo I, 18 de agosto de 1964)

Además, es muy diferente la ayuda desinteresada e internacionalista entre países y partidos marxista-leninista, que la ayuda siempre condicionada e interesada de los países, partidos y organizaciones imperialistas. Por ello, teorizar el condicionar la construcción del socialismo no ya a la ayuda de los países socialistas sino a la de los países capitalistas, es caer en posiciones cobardes, capituladoras, derrotistas y antimarxistas, y se estaría coincidiendo de cabo a rabo con las posturas mantenidas por los trotskistas de la Unión Soviética en los años 20 y 30 sobre este tema.

Pero el revisionismo polaco, al igual que habían hecho, hacen o harían poco después otros revisionismos –como el cubano, coreano, vietnamita, chino, yugoslavo, y un infinito etc.–, no llegaron nunca a comprender el significado real de la entrada del capital extranjero y los peligros que el mismo entrañaba, sobre todo para una economía que se había mostrado tan poco fiable como era la polaca de entonces, o como es hoy la de Venezuela, Uruguay, Nicaragua, Bolivia, etc.:

«El capitalismo nunca puede invertir en otros países, conceder préstamos y exportar capitales, sin calcular de antemano los beneficios que se embolsará. Si a los grandes monopolios y bancos, que se han extendido como una telaraña por el mundo capitalista y revisionista, no se les presentan datos concretos sobre los posibles ingresos a obtener de la explotación de una mina, de las tierras, de la extracción del petróleo o del agua en un desierto, no dan créditos. También hay otras formas de conceder créditos, que se practican de cara a los Estados pseudosocialistas que buscan camuflar el camino capitalista que siguen. Estos créditos, que alcanzan grandes sumas, se conceden en forma de créditos comerciales y se liquidan, naturalmente, a corto plazo. Tales créditos son dados conjuntamente por muchos países capitalistas, los cuales han calculado de antemano los beneficios económicos, y también los políticos, que van a sacar del Estado que los recibe, teniendo en cuenta tanto el potencial económico, como la solvencia de los mismos. Los capitalistas en ningún caso dan créditos para construir el socialismo, sino para destruirlo. (...) Es sabido que el capitalista no concede ayudas a nadie sin antes considerar, en primer lugar, su propio interés económico, político e ideológico. No se trata únicamente del porcentaje que obtiene como ganancia. El país capitalista que concede el crédito, junto con él, introduce en el país que recibe la «ayuda», también su modo de vida, su modo de pensar capitalista, crea sus bases y se extiende insensiblemente como una mancha de aceite, amplía su telaraña y la araña está siempre en el centro y chupa la sangre a todas las moscas que caen en sus redes. (...) El endeudamiento de cualquier país, grande o pequeño, con un imperialismo u otro, con sus entidades públicas o privadas, siempre conlleva peligros inevitables para la libertad, la independencia y la soberanía del país que toma este camino, tanto más para países económicamente pobres». (Enver Hoxha, El imperialismo y la revolución, 1978)

En parte por esa política respecto al capital extranjero, esta era la realidad de la paupérrima economía del revisionismo polaco:


«Para los próximos dos o tres años, Polonia estaba comprometido en un juego ridículo: exportó su ganado y productos agrícolas a Occidente e importó productos agropecuarios también desde el Oeste. Gierek y compañía estaban haciendo trompos con impotencia como resultado del curso antimarxista que habían adoptado y aplicado celosamente. El año 1979 trajo tristeza real para la vida económica de Polonia. Por primera vez desde 1945, en 1979 la producción nacional total disminuyó 3 por ciento en comparación con el año anterior, la inflación se disparó a más del 10 por ciento, las inversiones fueron reducidas al 7 por ciento y la cosecha de grano fue del 16,9 por ciento menos. Las deudas con el Oeste subieron a entre 18 y 19 miles de millones de dólares y en 1979 los polacos estaban obligados a pagar 3 mil millones de dólares simplemente como intereses sobre las deudas. Las importaciones de cereales en 1979 alcanzaron la cifra de 8 millones de toneladas, mientras que en 1980 Polonia tendría que importar hasta 10-12 millones de toneladas». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)

Los préstamos, créditos y todo tipo de contactos con el capital privado extranjero de los países imperialistas, acabaría no sólo en un enredo de deudas económicas, sino que como ya se ha expresado, pérdida de soberanía; por lo tanto la subyugación económica a los imperialismos y sus organizaciones, se traducía siempre en los regímenes pseudosocialistas, en una subyugación política, ¿y cómo se traducía en hechos?, en hacer reformas a gusto del acreedor de la «ayuda» económica. Y cuando al igual que cualquier otro país capitalista occidental, los países revisionistas-capitalistas se introdujeron en el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc., el seguidismo en las reformas fue bestial:

«La participación en el Fondo Monetario Internacional en algunos países de Europa del Este, como Yugoslavia, que ha sido miembro desde su fundación, Rumanía, que lo es desde principios de los años 70, Hungría desde 1982 y Polonia desde 1985, y la necesidad de nuevos préstamos para cubrir los antiguos, fue aprovechada por esta organización para lograr  sus intereses. En primer lugar, le pidió a estos países a que tomaran nota de la situación actual de la economía y definieran el camino a seguir para transformarlo, hacerle modificaciones estructurales, limitaciones de las importaciones e inversiones, etc. Es en este contexto que encaja las medidas adoptadas en estos países para elevar los precios de los bienes de consumo y devaluar su moneda frente al dólar. En los años 1981, 1983 y 1984, Rumanía ha devaluado tres veces el leu y el dólar subió 4,5 a 21,5 frente al leu. Polonia, con su entrada en el FMI, operaba con una devaluación del zloty en un 30 por ciento, mientras que Hungría ha pasado el dólar 41,3 a 51 forint. De modo general, la política del FMI con respecto a los países que piden préstamos, independientemente de los matices y los rasgos específicos que revistan según los diferentes Estados y los grupos de Estados, parece estar destinado a aumentar la explotación y la expoliación de las amplias masas trabajadoras y acentuar todavía la dependencia de su economía hacia sus exportaciones en las metrópolis. Además, el FMI pregunta y pide informes detallados sobre la situación de la economía de los países prestatarios, sobre sus perspectivas de desarrollo, sobre la política económica que aplicarían según las medidas propuestas por él, y se le ha sido reconocido también el derecho a proceder periódicamente a la comprobación de la aplicación de esta política. Su no aplicación puede conducir hasta el cese de los créditos». (Lulzim Hana; La deuda externa y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclaviza a los pueblos, 1988)

Hay que buscar en este tipo de análisis científicos, las causas de la caída de los regímenes revisionistas-capitalistas. En los países de la «izquierda latinoamericana» o los autodenominados como países del «socialismo del siglo XXI», siguen la misma estela, también confían en los organismos del neoliberalismo global como el Fondo Monetario Internacional para «evaluar la viabilidad de su economía» y de sus «ayudas» para «desarrollar su economía», y se basan en su aprobación para sacar pecho ante su militancia, es el caso de Argentina, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, etc.; e incluso han llegado a modificar sus marcos constitucionales y soberanos para facilitar la llegada del capital extranjero. Sólo un ejemplo, para que se demuestre, que estos revisionistas no han aprendido de las experiencias y bochornoso final de sus predecesores:

«El gobierno nicaragüense, pese a las buenas calificaciones obtenidas, considera necesario continuar con el acompañamiento del FMI, como asesor de confianza, porque en ese sentido, la entidad mundial podrá ofrecer al país sus opiniones y recomendaciones sobre la implementación del programa económico y financiero nacional». (Voz del Sandinismo; Otorgó Fondo Monetario Internacional buenas notas a macroeconomía nicaragüense, 26 de septiembre de 2013)

En una cita anterior de este capítulo, vimos como el ideólogo pequeño burgués Orlando Núñez Soto, llega a pretender que las masas piensen que la propiedad privada individual no conlleva nada de «maligno» para el bien social colectivo; y que incluso es una forma de propiedad que guarda una «esencia socialista». Pues bien, eso también lo defiende el secretario internacional adjunto del Frente Sandinista de Liberación Nacional:

«No se debe confundir, pues, lo privado con lo individual, ni estigmatizar esto último como necesariamente contrario a lo colectivo y lo social. (…) La propiedad social no tiene por qué limitarse a su forma estatal, pudiendo ser comunitaria, asociativa, cooperativa y hasta individual». (Carlos Fonseca Terán; La perpendicular histórica, 2011)

Carlos Fonseca Terán, al igual que Nicolás Maduro, intenta convencernos de que la propiedad privada no implica contradicción con el colectivo de la sociedad, que la propiedad privada no implica contradicción socialismo, se «olvida» pues, de las claras citas de Engels y Lenin sobre la propiedad privada y su erradicación. Legitimar la variedad de tipos de propiedad en la economía, lo que se popularizó como «economía mixta», o dicho de otro modo: la existencia de la propiedad privada y la no eliminación de la explotación del hombre por el hombre, fue una teoría económica desarrollada y utilizada por la socialdemocracia que influenció mucho a los distintos revisionismos; este tipo de economía que no cambia la naturaleza económica del Estado capitalista, ha sido la que han adoptado los «socialistas del siglo XXI» en el poder, y no podía ser de otro modo al comprobarse como vimos, que su estructura de partido está tomada por el elemento burgués, al igual su ideología, pues es la ideología de defensa de la burguesía la que procesan precisamente.

Como curiosidad reflexionemos hasta qué punto ha servido a la burguesía y el capitalismo el mito de la «economía mixta»: esta fue tipificada en la constitución de Nicaragua de 1987 bajo mandato del Frente Sandinista de Liberación Nacional  como seña de identidad de la Revolución Sandinista. Como sabemos el Frente Sandinista perdió el poder mediante elecciones multipartidistas y burguesas en 1990. Lo curioso, es que la constitución revolucionaria suponía tan poco peligro para la oposición sandinista, la burguesía vinculada con el imperialismo estadounidense, que jamás la cambió, salvo algunas reformas parciales. La Unión Nacional Opositora –UNO– bajo liderazgo de Violeta Barrios se basó en la constitución de 1987 y en la «economía mixta». Hoy en día, con la vuelta al poder del sandinismo en 2006, por supuesto la «economía mixta» sigue ocupando su lugar en la constitución que no ha sido alterada en ese punto. En el último capítulo del documento lo veremos más profundamente como las constituciones de los países del «socialismo del siglo XXI» perpetuán la propiedad privada nacional y extranjera, y como sus dirigentes afirman que no hay socialismo posible sin estas constituciones.

También, como lo han hecho a lo largo de la historia los socialistas de la II Internacional, el revisionismo estadounidense, yugoslavo, chino, vietnamita, eurocomunista etc., se aboga por un desarrollo del capitalismo no monopolista. Como vimos en el programa del Partido Socialista Unido de Venezuela, se aboga por una «promoción de la propiedad privada no monopólica con función social», por tanto, en Venezuela nunca va a desaparecer la propiedad privada y en consecuencia nunca va a desaparecer las clases sociales:

«El socialismo bolivariano nosotros tenemos que construirlo en el marco de la constitución bolivariana, nosotros no tenemos previsto la eliminación de la propiedad privada ni la grande ni la pequeña». (Hugo Chávez; Entrevista realizada al candidato Hugo Chávez por los periodistas Vanessa Davies, Vanessa Sánchez y Ernesto Villegas, 4 de octubre del 2012)

Similares declaraciones vemos en otros representantes del «socialismo del siglo XXI» de otros países, como en el caso ecuatoriano:

«Tampoco podemos eliminar la propiedad privada. En su lugar, debemos apostar por la democratización de la propiedad y de los medios de producción, sin descartar, por supuesto, que el Estado sea también propietario de importantes sectores estratégicos. Pero, uno de los grandes retos del socialismo del siglo XXI es buscar que los trabajadores, las comunidades, y los ciudadanos de a pie, se vuelvan dueños de los medios de producción. Queremos una patria repartida, un país de pequeños propietarios». (Rafael Correa; La crisis económica y el cambio progresista en América Latina, 1 de marzo del 2010)

Según ellos contar con la «iniciativa de la propiedad privada» reportaría un amplió beneficio para la nación, un bien común de burgueses y proletarios, quitando espacios y siendo afectada la burguesía burocrática –que es la burguesía que está ligada política y económicamente al imperialismo extranjero y contrae por tanto una alianza con ellos– y los propios imperialismos extranjeros. Un ejemplo precedente de esta práctica lo encontramos en el revisionismo chino:

«Un lugar importante en el «pensamiento Mao Zedong» está ocupado por las distorsiones revisionistas de una serie de problemas fundamentales del marxismo-leninismo relacionados con la economía. Partiendo de la idea de Mao Zedong de que el desarrollo del capitalismo va supuestamente en interés de la gente, que las contradicciones entre la clase obrera y la gran burguesía en las condiciones chinas son supuestamente contradicciones «entre el seno del pueblo» y alegando que por tanto dichas contradicciones deben de ser resueltas a través de los métodos democráticos, se han promulgado, y continúa la promulgación de numerosos decretos y leyes que no afectan a los intereses de la gran burguesía, los kulaks y los monopolios extranjeros, lo que hace y seguirá haciendo muchas concesiones a estas fuerzas en detrimento de los intereses de las masas trabajadoras». (Tomor Cerova; Los procesos de desarrollo capitalista de la economía china, 1980)

Los líderes del «socialismo del siglo XXI» también proclaman que la frescura e iniciativa de la propiedad privada es buena, y va en interés del pueblo. Por tanto aquí, a diferencia de lo que ha planteado siempre el marxismo-leninismo no se busca destruir la burguesía nacional, sino desarrollarla en todo su esplendor, ya que según ellos la burguesía «apátrida» ligada al imperialismo y el imperialismo en sí que dominaba el país en lo económico no la ha dejado emerger como debiera, y esta por tanto es «revolucionaria» y puede formar parte del socialismo con su propiedad privada no demasiado grande, no monopólica. Este ha sido el esquema teórico básico de los revisionismos en países atrasados, la China, Vietnam, Corea del Norte, etc. Mao Zedong, y sus vástagos teóricos maoístas como Deng Xiaoping y Hua Kuo-feng, Hồ Chí Minh y Lê Duẩn en Vietnam, Kim Jong-il en Corea del Norte, no se han casado de teorizar sobre la necesidad de la unión de la burguesía nacional en todos los ámbitos, lo que por supuesto acarreo el desarrollo de desviaciones cada vez más nacionalistas-burguesas en el seno de los partidos comunistas, a las cuales las han institucionalizado como teorías e incluso doctrinas. 

El problema de esa lógica es que tanto los viejos como los actuales revisionistas no realizan una lectura científica del proceso, en tanto, pasan por alto que la burguesía nacionalista es una clase explotadora, que al estimularla no sólo dominara el ámbito económico, sino también tarde o temprano el político y perpetuará todavía más su dominio en lo cultural. En lo económico una vez alcance su máximo desarrollo tenderá a insertarse en el mercado global, habiendo dejado precisamente cualquier rasgo antiimperialista que tuviera temporalmente durante la etapa anticolonial; esta máxima expansión de la burguesía nacional es obvio que no se ha desarrollado en todos los casos citados, pero si se ven rasgos de su expansión paulatina como en Nicaragua, o es el caso directo de algunos de ellos donde incluso su burguesía ha alcanzado la etapa imperialista como sucedió en China con el dominio de una burguesía nacionalista que viro hacía la transformación de una burguesía de corte imperialista convirtiéndose ella además, en autosuficiente en el plano local e internacional. Por ejemplo, el hecho que caracteriza al proceso sandinista en Nicaragua, podríamos agruparlo como un caso de una evidencia de marcados rasgos de desarrollo de la burguesía nacional sin llegar a la expansión plena. En la actualidad muestra como sus antiguos burgueses nacionalistas han hecho gala de su vacilación clásica de clase frente al imperialismo y en  ocasiones se han convertidos en los elementos o representantes de lo que podríamos calificar seriamente de:

1) Una burguesía ligada y rendida al imperialismo exterior, y este tipo de burguesía busca una cooperación económica directa con los imperialismos extranjeros para mantener y sostener el sistema económico. Recordemos que una burguesía de este tipo no excluiría tampoco el carácter imperialista de ésta cuando logre su desarrollo  máximo como fue el caso de China, pero es obvio que cuando se logre una expansión máxima no se valdrá tanto del imperialismo porque podrá implementar sus planes hegemónicos de clase a nivel local e internacional sin asistencia de ningún tipo.

2) Es una burguesía que no da más de sí como clase social y obstaculiza el progreso social del país porque ya ha cumplido lo máximo que podía dar en su rol. Recapitulemos en el proceso nicaragüense un poco más para situarnos sobre este tema en concreto:

En la década de los 80 en Nicaragua se desarrolló una revolución de índole liberal-pequeño burguesa bajo mando del Frente Sandinista de Liberación Nacional, de hecho los marxistas-leninistas integrados y representados por entonces por el Movimiento Acción Proletaria Marxista-Leninista fueron perseguidos y encarcelados en el año 1980, sus medios de comunicación clausurados, etc. –un trato que irónicamente la burguesía contrarrevolucionaria no recibiría ni en los tiempo más álgidos de contrarrevolución armada–. En el periodo transcurrido desde la pérdida del poder en 1990 hasta la recuperación del mismo en el 2006 esa pequeña burguesía que se había hecho con la dirigencia del partido, junto a otros elementos de extractos no proletarios que se fueron sumando, se fue transformando hasta convertirse un partido con una alta participación de elementos de la burguesía nacionalista y de la vieja pequeña burguesía que había crecido hasta elevarse al grado de mediana y gran burguesía nacional; en la actualidad y bajo la influencia del «socialismo del siglo XXI» como ella misma proclama en su prensa, esa burguesía nacionalista ha convertido el periodo actual en uno de carácter liberal-burgués mediante el cual esa burguesía busca insertarse en el mercado global; para ello han puesto en práctica una serie de pautas económicas que en la praxis adolece absolutamente de antiimperialismo, como es el caso de lo concerniente al Proyecto Gran Canal Interoceánico de Nicaragua [1], aunque lo justifican precisamente diciendo que tal proyecto dará una independencia económica de la metrópolis, absurdo.

El proceso venezolano busca el mismo destino:

«Se trata del socialismo del siglo XXI. Nosotros no estamos hablando de la dictadura del proletariado. Es convertir al país en una potencia suramericana. Yo no tengo un catecismo para construir el socialismo». (Hugo Chávez; Declaraciones, 4 de octubre del 2012)

Se ve nítidamente que se busca la perpetuación de la dictadura de la burguesía y el capitalismo, con la consiguiente intención de lograr la conversión de Venezuela en una potencia regional –siguiendo los pasos de otros movimientos de pseudoizquierda que tanto han cacareado ser alternativa al capitalismo, es el caso del Partido de los Trabajadores de Brasil de Lula Da Silva y Dilma Rousseff–. Para cumplir tal tarea se deberá seguir unas etapas como hemos visto en otros países capitalistas que querían convertirse en superpotencias y «ocupar su lugar en el mundo»:

«En estas condiciones, para llegar a superpotencia, China tendrá que pasar por dos fases principales: la primera, solicitar créditos e inversiones del imperialismo estadounidense y de los otros países capitalistas desarrollados, adquirir tecnología moderna para explotar las riquezas de su país, la mayor parte de las cuales pasará a título de dividendos a los acreedores. La segunda, invertir la plusvalía obtenida a expensas del pueblo chino en estados de diversos continentes, como hacen en la actualidad los imperialistas estadounidenses y los socialimperialistas soviéticos». (Enver Hoxha; El Imperialismo y la revolución, 1978)

En la actualidad, China ya hace tiempo que es una superpotencia capitalista que invierte la plusvalía de las clases trabajadoras chinas en diversos países subdesarrollados, como es el caso de su cada vez más pujante influencia en países, latinoamericanos, africanos y asiáticos.

Y en el caso de Latinoamérica, tenemos a ese Brasil gobernado por el Partido de los Trabajadores de Brasil, quien desarrolla una política similar a la llevada a cabo por el maoísmo en su momento, y en la actualidad su dinámica económica capitalista tienen tintes imperialistas con su masiva exportación de capitales en la región, aunado a su creciente industria armamentística.

En el mismo sentido, podemos observar como Venezuela es quién solicita créditos e inversiones del imperialismo chino ya desarrollado, si lograra desarrollarse, veremos la metamorfosis imperialista de su burguesía que pasará a exportar capitales a gran escala a otros países de la región o de otros continentes.

No deberíamos tocar en este documento la colectivización del campo, pues este proceso es minúsculo o inexistente. Los campos de los países del llamado «socialismo del siglo XXI» nadan en un mar de pequeños propietarios privados, ¡qué casualidad!, parecen que es otro tema en que divergen compartiendo la política de la Yugoslavia titoista que jamás llevo en serio una colectivización del campo o de la Polonia gomulkista que vendió los medios de producción como tractores y demás máquinas a cada cooperativa, arruinándose la más atrasadas, lo que llevaría a desarticular las colectividades bajo la excusa de la no rentabilidad. Con ello, llevó consigo el panorama clásico del campo capitalista de empobrecimiento y diferenciación del campesinado entre clases ricas y pobres. Pero la quizás existencia de lectores noveles en el marxismo, que están leyendo el presente documento, hace imperiosa la necesidad de explicar un poco al menos, el proceso que debe darse en el campo para construir el socialismo y el porqué los países del «socialismo del siglo XXI» están muy lejos de tal camino. Hay que recordar, que el socialismo, no sólo se construye en la ciudad, sino también en el campo, algo que aquí algunos parecen olvidar.

Los únicos proyectos relacionados con la colectivización pueden ser las llamadas «comunas» en Venezuela, y se supone que deberíamos incluir las cooperativas de Nicaragua. En el gobierno de Venezuela, como vemos en su propaganda, consideran a su comuna como el tipo de propiedad real del socialismo, y no la estatal. Emulando la experiencia yugoslava y china, estas llamadas comunas no son comunas según el concepto tradicional, son colectividades, cooperativas que se autogestionan, que están descentralizadas y apartadas de cualquier planificación a nivel nacional. Además de ello, por supuesto siguen el modelo soviético y chino de la época de las reformas agrarias de Jruschov y Mao Zedong donde los medios de producción allí empleados, no son del Estado, sino que se entregan a dicha cooperativa, para ser autogestionados, algo que como hemos visto con la cita de Klement Gottwald y Enver Hoxha no corresponde con el método de la Unión Soviética ni las demás experiencias socialistas, ni tampoco está escrito en ningún libro marxista, es una invención antimarxista adoptada por viejos revisionismos, y que hora los «socialistas del siglo XXI» incluyen en su teorías y praxis  premarxistas y anarquistas que presentan como superación del marxismo-leninismo, considerando además que este tipo de colectividad cooperativa es de una enorme similitud con la puesta en marcha en la Inglaterra de la revolución industrial.

En el caso nicaragüense, sus cooperativas no se diferencian en nada de las cooperativas capitalistas de cualquier otro país. ¿Cuál es lo novedoso de esto? sencillamente nada. ¡Pero lo interesante es que sus ideólogos han intentado justificar el hecho bastardeando el pensamiento de Marx y Engels diciendo que ambos pronosticaron que para superar el capitalismo había que organizar a obreros y campesinos en cooperativas, autogestionadas, descentralizadas, y donde por supuesto los medios de producción estuvieran a cargo de la cooperativa y no del Estado!

Y resulta no menos interesante observar en ¿dónde se inspiran los «socialistas del siglo XXI» a la hora de alentar la autogestión? Pues como no podía ser de otro modo, de su padrino doctrinario, el revisionismo cubano; este a su vez copió las medidas capitalistas del campo del revisionismo jruschovista-brezhnevista, desviación que podemos considerar en gran medida el padre ideológico del revisionismo referido –no cabe pasar por alto que los neorevisionistas postmodernos también toman como paradigma de la autogestión y de la propiedad socialista al revisionismo yugoslavo como ya se ha demostrado en líneas anteriores–.

«No es por casualidad que en las experiencias socialistas aparecieron diversas formas de cooperativas, consejos de obreros y campesinos, comunas, empresas autogestionarias, etc. Es muy significativo el caso del país que más largo ha llevado la estatización del campo, como es Cuba, al crear las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), por medio de las cuales el capital agropecuario, antes en manos del Estado, pasó a ser gestionado por los trabajadores». (Voz del Sandinismo; Socialismo del siglo XXI, nuevo modelo para el agro, 25 de marzo del 2009)

Pero para mala suerte de estos adocenados, nosotros si conocemos realmente los escritos de Karl Marx y podemos volver a dejar en evidencia su manipulación, por lo que tal afirmación engañosa, parece que les va a salir cara debilitando aún más su poca credibilidad:

«Marx y yo no dudábamos de que en la transición a la economía comunista completa tendríamos que usar el sistema cooperativo como una etapa intermedia a gran escala. Debe ser tan organizada en la sociedad, que en un principio el Estado conserve la propiedad de los medios de producción para que los intereses  privados frente a frente a los de la cooperativa en su conjunto no puedan deformar a esta última». (Carta de Friedrich Engels a August Bebel, Berlín; 20 de enero de 1886)

El proceso real de construcción del campo, pasa pues, como aquí indica Friedrich Engels, por tener un gran número de pequeños propietarios de tierra –campesinos–, a inducirlos a que se unan todos los campesinos bajo una cooperación de explotación conjunta de la tierra en las nuevas granjas colectivas a gran escala que sustituirán la vieja explotación individual de las parcelas de los campesinos individuales. Para persuadir a los campesinos, de las ventajas de la producción a gran escala, se deberá mostrar los avances técnicos en la explotación de la tierra, por ello el Estado creará las redes de estaciones de máquinas y tractores, que suministraran a las granjas colectivas los medios de producción que necesiten, las piezas de reparación, inversiones, etc., pero como dijo Friedrich Engels, sin que nunca lleguen a entregar a la cooperativa los medios de producción –por mucho que le pese a los revisionistas modernos–: este último punto es fundamental, la distorsión de los revisionistas sobre vender los medios de producción es algo típico de los revisionistas soviéticos, chinos, cubanos y yugoslavos que como hemos visto es totalmente antimarxista. Veamos cómo explican esto los marxista-leninistas de las experiencias de Europa del Este, que se fijaron a su vez en la victoriosa experiencia soviética de los años 30:

«Debemos convertirnos en un ejemplo, y modelo visibles en el campo, capaces de demostrar en la práctica a los campesinos pequeños y medios las ventajas de la agricultura socialista a gran escala. Es necesario aumentar considerablemente la red estatal de estaciones de tractores y máquinas. La alianza de la clase obrera con las principales masas de campesinos es necesaria para la transición del campo al socialismo. En los próximos años, el trabajo en el campo adquirirá aún mayor importancia. Surge, por lo tanto, el problema: sin la transición de nuestro campo al socialismo, el socialismo no puede ser construido en nuestro país, pero la transición del campo al socialismo no es posible sin la alianza de la clase obrera con las masas principales de campesinos pequeños y medios». (Klement Gottwald; Informe en el IXº Congreso del Partido Comunista de Checoslovaquia, 1949)

Aparte de las razones, esgrimidas anteriormente por Friedrich Engels, ¿por qué los medios de producción deben de ser del Estado en las cooperativas o también llamadas colectividades?

«La necesidad del sistema de la red de estaciones de maquinaría y tractores, está dictada por tres factores principales: 1) Por el hecho de que los medios de producción en la agricultura como en otras ramas de la producción deben permanecer en manos del Estado que representa los intereses de toda la sociedad. 2) Porque la técnica no permanece inmóvil, se encuentra en constante desarrollo y perfeccionamiento. La técnica antigua es suplantada por la tecnología nueva y este proceso va acompañado de grandes gastos, de una inversión de fondos considerables. Estas grandes inversiones en beneficio de la producción agrícola no pueden aseguradas con éxito de otro modo que a través del Estado. 3) Porque sólo la concentración de los medios de producción en manos del Estado permite ayudar de la manera más justa a todas las cooperativas en los distritos y zonas donde pueden ser empelados los medios mecanizados, interesándose sobre todo por las cooperativas menos sólidas». (Respuestas a las preguntas sobre Albania; Características principales del desarrollo de la base material y técnica en el socialismo, 1969)

En este punto: la colectivización del campo, al campesino aún se le permitirá en dicha colectividad una pequeña parcela para uso individual y ciertas cifras de animales con el mismo fin, también ha de decirse que en esa etapa aún mantendrá muchos prejuicios pequeñoburgueses. En este punto las relaciones de compraventa entre la cuidad y el campo, aún necesitará del uso del dinero, pero la ley del valor empezará a dejar de ser imprescindible, pues la planificación de precios empieza a influir seriamente. Así mismo, el Estado debe de lograr tiempo después, elevar dicha granja colectiva a una granja estatal, eliminado los últimos resquicios de propiedad individual de tierras y animales, donde el trabajador se encontrará trabajando en una propiedad de similar carácter al del trabajador de la fábrica de la cuidad. En este punto las relaciones entre la cuidad y el campo, se irá eliminando la necesidad del uso de la ley del valor, finalmente y más adelante la función del dinero, y se producirá el «trueque» a la hora de comerciar la cuidad y el campo. Veamos como lo explica uno de los teóricos marxista-leninistas estas partes del proceso:

«La elevación de la propiedad colectiva a la propiedad socializada es un proceso que está en constante evolución en la forma, pero en esencia consiste en una cadena de cambios cualitativos y difiere fundamentalmente de la fórmula gradual propuesto por los ideólogos del revisionismo. La esencia de la cooperación entre el Estado socialista y la granja colectiva se cambia radicalmente como consecuencia del hecho que el Estado socialista conserva la propiedad del medio principal de producción. El intercambio de trabajo entre las granjas colectivas y el Estado cambia cualitativamente si lo comparamos con la época ya superada en que el Estado se veía obligado a negociar con los productores independientes –campesinos con parcelas privadas y sin colectivizar– que eran dueños de todos los medios de producción y por lo tanto, también eran dueños de todos los productos de su producción. Pero en el caso de las relaciones entre el Estado y las granjas colectivas, la ley del valor no se convierte necesariamente en el regulador del intercambio de trabajo. El plan socialista es una fuerza externa que interactúa con la granja colectiva a través del mercado. Por otro lado, está claro que el hecho de que el Estado socialista tiene la prerrogativa de aplicar una política de precios dado, no cambia la esencia de esta relación económica existente en un campo sin colectivizar. Quiéranlo o no los economistas del plan, a la larga, la ley del valor se convertirá en el principal criterio para la fijación de precios si no se lleva a cabo la colectivización y por tanto el fin de la explotación de parcelas privadas individuales. De ahí la importancia de muchas experiencias que reniegan de la colectivización y jamás pueden desprenderse de la ley del valor ni siquiera limitarla». (Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006)

En por esto que insistimos. Aparte de las propias leyes capitalistas que sabemos que dominan en la economía de estos países del «socialismo del siglo XXI», sin una colectivización del campo, toda planificación económica es superflua. Al no existir una colectivización del campo, dependerá como dice el texto, de la voluntad de los pequeños productores del campo y de lo que deseen hacer con la producción. No hablemos ya, si existe, como realmente existe en los países del «socialismo del siglo XXI», un predominio de la propiedad privada no sólo en el campo, sino también en la cuidad.

Para dejar claro la cuestión rural, la triste realidad es que de hecho muchas veces todavía no se ha llevado una reforma agraria seria que destruya latifundio, que es sinónimo de feudalismo. En Venezuela en el 2005, según datos económicos del ministerio del poder popular para la agricultura y tierras del gobierno bolivariano, existían aún 46% tierras en estado de latifundio.

Con este tipo de estructura en el campo, como explicó Stalin, es imposible tener y abastecer y ampliar a la  gran industria. Stalin al criticar la teoría del «equilibrio» lo hacía partiendo que en la Unión Soviética, existía una industria socialista, y un campo todavía capitalista, ténganse en cuenta, que en los países del «socialismo del siglo XXI» ni siquiera hay un monopolio estatal en las industrias, y las pocas industrias estatales que encontramos se rigen por relaciones de producción capitalistas, siendo mero capitalismo de Estado. Observemos igualmente la crítica de Stalin a las teorías que pretendían que la industria puede abastecerse y ampliarse con un campo de pequeños propietarios privados:

«Sabréis, sin duda alguna, que a estas alturas todavía circula entre los comunistas la llamada teoría del «equilibrio» de los sectores de nuestra economía nacional. Esta teoría no tiene, naturalmente, nada de común con el marxismo. Sin embargo, la propagan algunos individuos del campo de los desviacionistas de derecha. Según esa teoría, tenemos ante todo un sector socialista, que forma una especie de compartimiento, y, además, un sector no socialista, capitalista si queréis, que forma otro compartimiento diferente. Ambos compartimientos se deslizan por carriles distintos y avanzan tranquilamente, sin rozarse siquiera. La geometría nos dice que dos líneas paralelas no se encuentran nunca. Pero los autores de esta magnífica teoría entienden que esos sectores paralelos llegarán a reunirse un día, y que el día en que se reúnan advendrá en nuestro país el socialismo. Esa teoría no tiene en cuenta que detrás de tales «compartimientos» están las clases, y que los «compartimientos» en cuestión avanzan en medio de una furiosa lucha de clases, de una lucha a vida o muerte, de una lucha bajo el signo de «quién vencerá a quién». (...) ¿Se puede impulsar con ritmo acelerado nuestra industria socializada, teniendo una base agrícola como la pequeña hacienda campesina, incapaz de la reproducción ampliada y que, por si fuera poco, es la fuerza predominante de nuestra economía nacional? No, no es posible. ¿Se podría, durante un período más o menos largo, asentar el poder soviético y la edificación socialista sobre esas dos bases distintas: sobre la base de la industria socialista, la más grande y concentrada, y sobre la base de la pequeña economía mercantil campesina, la más dispersa y atrasada? No, esto no sería posible. Tarde o temprano conduciría necesariamente a un total derrumbamiento de toda la economía nacional. ¿Dónde está, pues, la solución? La solución está en ampliar las haciendas agrícolas, en hacer la agricultura apta para la acumulación, para la reproducción ampliada, transformando de este modo la base agrícola de la economía nacional. Pero ¿cómo conseguirlo? Para ello hay dos caminos. Existe el camino capitalista, que consiste en ampliar mediante su fusión las haciendas agrícolas implantando en ellas el capitalismo, lo cual implica el empobrecimiento del campesino y el desarrollo de empresas capitalistas en la agricultura. Nosotros rechazamos ese método como incompatible con la economía soviética. Pero hay otro camino, el camino socialista, el cual consiste en organizar en la agricultura los koljoses y sovjoses [colectividades y granjas estatales – Anotación de Bitácora (M-L)] y que conduce a la agrupación de las pequeñas haciendas campesinas en grandes haciendas colectivas, equipadas con los elementos de la técnica y la ciencia y capaces de seguir  progresando, puesto que pueden ejercer la reproducción ampliada. Por tanto, la cuestión está planteada así: o un camino, u otro; o marchamos hacia atrás, hacia el  capitalismo, o hacia adelante, hacia el socialismo. No hay ni puede haber un tercer camino». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Entorno a las cuestiones de la política agraria de la Unión Soviética, 1929)

La otra teoría que Stalin genialmente fustigó, fue la de que aunque el campo estuviera en manos de campesinos, o sea de pequeños propietarios individuales, este gradualmente se iría integrando solo, por inercia, en el socialismo. Es la llamada teoría de la «espontaneidad»:

«Bajo el capitalismo, el campo seguía espontáneamente a la ciudad, porque la economía capitalista de la ciudad y la pequeña economía mercantil del campesino individual son, en el fondo, un solo tipo de economía. Naturalmente, la pequeña economía mercantil del campesino no es aún una economía capitalista. Pero, en el fondo, es el mismo tipo de economía que el capitalismo, puesto que se apoya en la propiedad privada sobre los medios de producción. Lenin tiene mil veces razón cuando, en sus notas relativas al folleto «La economía del período de transición» de Bujarin, habla de la «tendencia mercantil-capitalista de los campesinos» en contraste con la «tendencia socialista del proletariado». Eso, precisamente, explica por qué «la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, espontáneamente y en masa» como decía Lenin. ¿Puede afirmarse que la pequeña economía mercantil campesina sea también, en esencia, un mismo tipo de economía que la producción socialista de la ciudad? Es evidente que no puede afirmarse tal cosa sin romper con el marxismo. De otro modo, Lenin no diría que «mientras vivamos en un país de pequeñas haciendas campesinas, el capitalismo tendrá en Rusia una base económica más sólida que el comunismo». Por tanto, la teoría de la «espontaneidad» en la edificación socialista es una teoría podrida, antileninista. Por tanto, para que el campo, con sus pequeñas haciendas campesinas, siga a la ciudad socialista, hace falta, aparte de todo lo demás, una cosa: implantar en el campo grandes haciendas socialistas, bajo la forma de sovjoses y koljoses, como base del socialismo, capaces de arrastrar consigo, con la ciudad socialista a la cabeza, a las grandes masas campesinas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Entorno a las cuestiones de la política agraria de la Unión Soviética, 1929)

En estos países brilla por su ausencia la planificación económica, ¿pero cómo definen los marxista-leninistas la importancia de la planificación económica?:

«Mientras que en nuestras empresas del sistema se unen sobre la base de la propiedad socialista. La economía planificada no es algo que queramos, es una obligación, de lo contrario todo se vendría abajo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cinco conversaciones con economistas soviéticos, 1941-1952)

A esto agregó que en cuanto a los principales objetivos de la planificación, siendo el primero:

«El primer objetivo es planificar de una manera que se garantice la independencia de la economía socialista del cerco capitalista. Esto es obligatorio y es lo más importante». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Cinco conversaciones con economistas soviéticos; 1941-1952)

¿Más de uno entenderá ahora el porqué de la dependencia exterior de estos países con su no planificación? En los pocos países que se intenta controlar algo la economía, no deja de ser el clásico intervencionismo del Estado burgués: pero como dirían los marxista-leninistas albaneses denunciando carácter artificial y falsa de la planificación revisionista, es un intento de controlar la economía donde se veían confrontadas las contradicciones entre el centralismo burocrático con el liberalismo económico de su base, donde se:

«Da una imagen de una gestión planificada de la economía, mientras que en la práctica las leyes y categorías económicas del capitalismo tienen un campo de acción libre en la producción». (Hysen Xhaja; La descentralización anarquista y la supuesta planificación socialista en la economía capitalista soviética actual, 1989)

Es por esto que bajo la «planificación» revisionista las cifras de control «no tienen un carácter obligatorio» como en una verdadera economía socialista. La conclusión de esta vía, ahora repetida por los neo-revisionistas, llevaba a los viejos revisionistas a:

«La desorganización en la producción, la aparición de desproporciones, a la baja de las rentas de la población, y a la polarización de clase, a la inestabilidad de los ritmos de desarrollo económico, etc.». (Hysen Xhaja; La descentralización anarquista y la supuesta planificación socialista en la economía capitalista soviética actual, 1989)

Es obvio que hay una diferencia fundamental entre la economía socialista planificada y la planificación en los países burgueses-revisionistas. Ya en los años 20 Iósif Stalin denunció la pseudoplanificación en los países burgueses como:

«Planes-pronósticos, planes conjetura, que no son obligatorios para nadie y sobre cuya base no puede dirigirse la economía del país». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)

Todo lo contrario de los planes y pronósticos característicos de una economía socialista. Esto puede servir muy fácil para ilustrar el porqué de su pseudoplanificación.

Tampoco en ninguno de estos gobiernos se realiza una planificación centralizada de la economía nacional, otro rasgo característico de la sociedad socialista. Y como hemos recalcado, tampoco existe una propiedad socialista en dichos países; si bien al principio pueden existir otras formas de propiedad, como el sector cooperativista, donde igualmente el Estado deberá detentar los medios de producción; el sector estatal socialista es primordial para coordinar esta planificación, sin tal sector es imposible hablar de planificación exitosa:

«Otro índice de los éxitos obtenidos en los países de democracia popular reside, en la realización de los planes bienales y trienales de restablecimiento económico y en el paso a los planes de mayor duración de desarrollo y reorganización económica. (...) El paso a los planes en perspectiva de cinco años o más, se ha hecho posible por la extensión y fortalecimiento del sector del Estado –socialista– como palanca esencial de toda la actividad económica». (Naum Farberov; Las democracias populares, 1949)

Uno de los marxista-leninistas más expertos en cuanto a economía-política, el polaco Hilary Minc, desterró como haría Stalin, en la cuestión del campo, muchos mitos pseudomarxistas sobre la planificación económica de los países socialistas:

«Durante los últimos años, los partidos obreros y comunistas en las democracias populares tuvieron que llevarse a cabo una gran lucha para destruir completamente diferentes desviaciones de derecha y nacionalistas, los partidarios de los que abogaban por la teoría podrida de un Estado en las democracias populares como una especie de compromiso entre la dictadura del proletariado y el Estado capitalista. Los puntos de vista sobre que la planificación de la economía nacional en las democracias populares es una tercera vía, un «nuevo» camino en la regulación de la economía nacional, un camino intermedio entre el camino capitalista de la crisis y las contradicciones y la planificación socialista soviética, se ha revelado a sí mismos y, a veces todavía se revela, incluso ahora, como parte integrante de esta «teoría». Es obvio que estos puntos de vista son, en esencia, un rechazo de la planificación real, que conducen a la liberación de los elementos capitalistas y completan la mera  capitulación ante ellos. (...) Por lo tanto, la planificación de las democracias populares, que son Estados de tipo socialista, no es y no puede ser algo a medio camino entre la anarquía capitalista y la planificación soviética. Es la planificación socialista en su esencia de clase, del mismo tipo que la planificación soviética». (Hilary Minc; En cuanto a la base de la planificación en las democracias populares, 1949)

En el caso de los gobiernos del «socialismo del siglo XXI», como permiten la existencia de varios tipos de propiedad, además de la poca influencia del sector estatal, que por lo demás se  rige por relaciones de producción capitalista, y añadiendo el hecho de que no se preocupan por crear una planificación económica en su economía; podemos concluir que estos países no tienen una perspectiva de futuro clara para controlar y distribuir la producción, no saben bien en dónde deben invertir, en que rama,  dónde arrimar el hombro con más énfasis, porque como ya se ha demostrado no conocen la teoría marxista-leninista, su economía política, y con la estructura capitalista de su economía dependen de la variabilidad de la economía capitalista y sus sorpresas.

Al no existir un proceso de construcción de socialismo ni en la cuidad ni en el campo, ni de planificación económica global del país y de ligazón entre la cuidad y campo, no podemos criticar mucho más respecto a ello. Sólo decir que en conjunto son rasgos que indican que estos gobiernos están lejos, no, lejísimos de ser socialistas, sobre todo si contamos con que además tienen un campo con latifundios, terratenientes, kulaks, sumado a los campesinos aislados que cultivan su parcela individualmente o que no tienen tierras, todo ello está englobado bajo un mercado interno que se rige por la ley de la oferta y la demanda, pues este es desregulado y no puede llegar a ser regulado bajo esa condicionalidad en la que se encuentran sus economías, un mosaico de propiedad privada, capitalismo de Estado, empresas mixtas. Y en los países bajo el «socialismo del siglo XXI» que intenten alguna regulación de los desmanes de esta anárquica economía, no podrá ser aplicada por la fortaleza de las clases explotadoras y sus posiciones, sobre todo en el campo como explicaba Stalin:

«En el período inicial, las principales posiciones del Estado fueron insuficientes o demasiado débiles para hacer posible la amplia regulación planificada de la agricultura individual. La industria estatal fue poco desarrollada y mal organizada, la banca no se acomoda a las nuevas tareas de la reorganización socialista del país, en gran medida, las cooperativas todavía sirven a los intereses de los kulaks en el campo, y el mecanismo de la oferta seguía siendo sobre todo en las manos del capital privado. A pesar de los cambios decisivos en el campo, como resultado de la reforma agraria, el papel de regulación planificada del Estado durante este período era débil, ya que la casa campesina individual dependía en gran medida del comerciante particular y el kulak, efectuándose no tan tanto por el Estado como por el desarrollo de las relaciones de mercado de forma espontánea. Más de una vez durante este período, los caprichos del mercado pegaron fuertes golpes a la política económica del Estado, trastornando los planes o dificulten su realización». (Hilary Minc; En cuanto a la base de la planificación en las democracias populares, 1949)

Esto sólo puede ser resuelto fortaleciendo las posiciones del Estado en la cuidad y extendiendo la colectivización en el campo:

«El pivote de tal desarrollo planificado de las fuerzas productivas es la industria que se ha convertido en propiedad del Estado. Esta industria constituye la posición de liderazgo del Estado y en conjunto con otros sectores en manos del Estado –el transporte, la banca, el monopolio del comercio exterior, y los puestos de cabeza del Estado y de cooperación en el comercio al por mayor y al por menor– hace que sea posible, sobre la base de dirección planificada, para dirigir el desarrollo de la economía nacional en su conjunto. (...) Un elemento vital de las posiciones de liderazgo en las manos del Estado, lo que hace posible la dirección planificada de la economía nacional, es el monopolio del comercio exterior ya asegurado en las democracias populares. (...) En consecuencia, como la industria estatal se consolidó y la banca se ajustó a las nuevas tareas, como las cooperativas ahora empezaban a servir a los intereses de la masa del pueblo se reorganizaron radicalmente, ya que el capital privado se vio parcialmente exprimido en una encarnizada lucha de clases en la esfera de la distribución en el campo por el comercio de Estado y de cooperación, y a consecuencia de que tanto los medios de producción y distribución se concentró en manos del Estado. Esta transición se llevó a cabo en condiciones de una feroz lucha de clases, cuando se estaban rompiendo las fuerzas políticas que se esforzaron por la restauración del capitalismo. Durante este nuevo periodo, en el lugar de desarrollar de forma espontánea las relaciones de mercado, el papel de regulación planificada del Estado fue cada vez más un factor decisivo en el desarrollo de la agricultura». (Hilary Minc; En cuanto a la base de la planificación en las democracias populares, 1949)

Pero como justamente dice Hilary Minc, no se puede realizar estas colosales tareas teniendo a la cabeza de un proceso a un partido no comunista, contando en su dirigencia a miembros que han demostrado de sobra carecer de todo vínculo con la literatura marxista en economía política:

«Para planificar con éxito es necesario planificar en líneas socialistas. Pero para planificar en líneas socialistas primero tiene que haber un Estado de tipo socialista; es necesario recurrir a la fuerza creciente de este Estado, en el creciente poder y la organización de la economía nacional, sobre la creciente actividad y la conciencia de los trabajadores dirigidos por un avanzado partido marxista-leninista». (Hilary Minc; En cuanto a la base de la planificación en las democracias populares, 1949)

Obviamente en países gobernados por partidos reformistas y revisionistas, miembros reformistas y revisionistas, que reniegan abiertamente de la dictadura del proletariado, de la lucha de clases y que justifican la propiedad privada, es como dice el polaco, imposible planificar nada y proporcionar una economía bajo líneas socialistas.

Georgi Dimitrov, como veréis luego, hizo unas grandísimas reflexiones sobre el periodo en que en Bulgaria se tomo el poder, pero todavía no se había iniciado la construcción económica: él expresó seriamente, que pese al poder político que puedas tener con tu partido, la burguesía, los terratenientes y los kulaks seguirán saboteando, especulando y robando y esto entra dentro de los normal de los intereses de su clase, y hará y seguirá haciendo todo lo que desee mientras no se quiebre el poder económico que le permite tales acciones. Algo parecido a lo ya comentado aquí por Hilary Minc.

Otro problema cardinal en el desarrollo de las tesis económicas revisionistas que hoy hacen suyas los neorevisionistas, es que se sigue pensando y actuando como los partidos socialistas de la II Internacional; es decir, entendían que su país necesitaba la ayuda del capitalismo para ponerse en pie y hacer la revolución socialista, y por ello pronosticaban una etapa previa que sería muy larga en la que se estimulará la libre propiedad privada. Esta teoría menchevique-trotskista de las fuerzas productivas, se justificaba además con la teoría hermana de que se debía hacer esto debido a la poca clase obrera allí existente, que no podía ponerse al mando por su número tan pequeño, una teoría rescatada por pensadores revisionistas como Earl Browder para los países coloniales y semicoloniales. Varios revisionismos que se desarrollaron en países coloniales y semicoloniales copiaron esta tesis, es el caso de uno de los ídolos del «socialismo del siglo XXI», Mao Zedong:

«La lucha por la democracia en china requiere de un prolongado periodo. Sin una nueva democracia, un Estado unido, sin un desarrollo de la nación democrática, sin un libre desarrollo de la economía privada capitalista y la economía cooperativa, sin un desarrollo nacional, científica y popular cultura de nueva democracia, sin la emancipación y desarrollo de miles de millones de personas, en breve tiempo, sin ser cuidadosos con la nueva revolución democrático-burguesa, el tratar de construir una sociedad socialista sobre las ruinas del orden colonial, semicolonial y semifeudal sería un sueño utópico». (Mao Zedong; La lucha por la nueva china; informe al VIIº Congreso del Partido Comunista de China, 1945)

Earl Browder como buen heredero de Karl Kautsky, también estaba de acuerdo con el libre desarrollo de la economía privada durante un largo periodo en los países poco desarrollados, hablando del concepto de Mao Zedong decía:

«El juicio fundamental en este caso es correcto. (...) Sólo un «periodo prolongado» de «libre desarrollo de la economía privada»  puede producir el material requerido para la transición al socialismo». (Earl Browder; Lecciones chinas para los marxistas americanos, 1949)

Y se basaba, como muchos seguidores de la II Internacional, como Kautsky, en la teoría de las fuerzas productivas y en el número de la clase obrera como habíamos adelantado:

«En China el proletariado, portador, del socialismo, está maduro para el socialismo «subjetivamente», en sus aspiraciones, pero el proletariado es una pequeña fracción de la nación, que además materialmente no está preparada». (Earl Browder; Lecciones chinas para los marxistas americanos, 1949)

Estas ideas, ya fueron refutadas hace largo tiempo por Lenin:

«En tales países casi no hay proletariado industrial. No obstante, también en ellos hemos asumido y debemos asumir el papel de dirigente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe de la comisión para los problemas nacional y colonial, 1920)

Por tanto, con esas viejas ideas de la socialdemocracia del siglo XIX y XX, Mao Zedong y Earl Browder pretendían decir que China debía desarrollar el capitalismo durante un largo periodo, a diferencia de como lo harían los países de democracia popular como Albania, Hungría, o Polonia, que instaron en cuanto resolvieron las tareas democrático-burguesas a la edificación del socialismo.

Pero a todo esto, y yendo a lo importante ¿Acaso era lo que había pronosticado Lenin y Stalin, o la Komintern para China? Obviamente no.

Primero, respecto al comentario de Mao Zedong, de que la lucha por la revolución democrático-burguesa durará décadas:

«Levantar un muro artificial entre la revolución democrático burguesa y la revolución socialista es la mayor tergiversación del marxismo, es adocenarlo, reemplazarlo por el liberalismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918)

Iósif Stalin lo comentó de igual forma:

«Además, los héroes de la II Internacional afirmaban –y siguen afirmando– que entre la revolución democrático-burguesa, de una parte, y la revolución proletaria, de otra, media un abismo o, por lo menos, una muralla de China, que separa la una de la otra por un lapso de tiempo más o menos largo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin, Fundamentos del leninismo, 1924)

Y esto, lo demostró como decíamos, la experiencia albanesa. Un país muy pobre y atrasado, que sí siguió los consejos de la Komintern sobre evitar la fase de desarrollar el capitalismo, y pasar al socialismo con la ayuda internacional de los países socialistas desarrollados:

«La transición de nuestro país directamente de una situación técnico-económica atrasada y semifeudal a la construcción del socialismo, superando la etapa del capitalismo industrial avanzado, le ha planteado a nuestro partido, como una de las tareas más vitales y urgentes, la creación de la industria a través de la industrialización socialista y de la electrificación del país». (Enver Hoxha; Informe presentado ante el IVº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1961)

Por tanto la teoría de Mao Zedong, de estancarse en la primera etapa, es una concepción oportunista digna de los socialistas de la II Internacional como decía Stalin.

Segundo, sobre la teoría de Mao Zedong sobre que el desarrollo del capitalismo es necesario en los países semicoloniales y semifeudales. Lenin ya rompió ese viejo esquematismo de Kautsky:

«La cuestión ha sido planteada en los siguientes términos: ¿podemos considerar justa la afirmación de que la fase capitalista de desarrollo de la economía nacional es inevitable para los pueblos atrasados que se encuentran en proceso de liberación y entre los cuales ahora, después de la guerra, se observa un movimiento en dirección al progreso? Nuestra respuesta ha sido negativa. Si el proletariado revolucionario victorioso realiza entre esos pueblos una propaganda sistemática y los gobiernos soviéticos les ayudan con todos los medios a su alcance, es erróneo suponer que la fase capitalista de desarrollo sea inevitable para los pueblos atrasados. En todas las colonias y en todos los países atrasados, no sólo debemos formar cuadros propios de luchadores y organizaciones propias de partido, no sólo debemos realizar una propaganda inmediata en pro de la creación de Soviets campesinos, tratando de adaptarlos a las condiciones precapitalistas, sino que la Komintern habrá de promulgar, dándole una base teórica, la tesis de que los países atrasados, con la ayuda del proletariado de las naciones adelantadas, pueden pasar al régimen soviético y, a través de determinadas etapas de desarrollo, al comunismo, soslayando en su desenvolvimiento la fase capitalista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe de la comisión para los problemas nacional y colonial, 1920)

Volvemos a exponer también la réplica de la Komintern de la época de Stalin a los argumentos de Mao Zedong:

«En los países todavía más atrasados –como en algunas partes de África–, en los cuales no existen apenas o no existen en general obreros asariados, en que la mayoría de la población vive en las condiciones de existencia de las hordas y se han conservado todavía los vestigios de las formas primitivas –en que no existe casi una burguesía nacional y el imperialismo extranjero desempeña el papel de ocupante militar que ha arrebatado la tierra–, en esos países la lucha por la emancipación nacional tiene una importancia central. La insurrección nacional y su triunfo pueden en este caso desbrozar el camino que conduce al desarrollo socialista, sin pasar en general por el estadio capitalista si, en efecto, los países de la dictadura del proletariado conceden su poderosa ayuda». (Programa y estatutos de la Komintern aprobados en el VIº Congreso celebrado en Moscú; 1 de septiembre de 1928)

Por tanto Mao Zedong estaba ignorando la ayuda industrial que podía proporcionar –y que proporcionó efectivamente– la Unión Soviética a China para desarrollar sus fuerzas productivas, estaba así mismo ignorando la ayuda de los cuadros chinos que podían –y así fue– ir a la Unión Soviética e instruirse, para Mao Zedong esto es «sueño utópico» o una «quimera», y prefirió fomentar el sector privado pese a la  ayuda de la Unión Soviética. Es más, si miramos exactamente los documentos de Stalin sobre China, él hace énfasis en no desarrollar libremente el capitalismo y en que China puede superar su atraso por el factor de la ayuda soviética:

«El futuro poder revolucionario en china guardara un parecido, en general, es decir, será una especie de dictadura democrática del proletariado y del campesinado, si bien con la diferencia de que, primordialmente, será un poder antiimperialista. Será un poder transitorio hacia un desarrollo no capitalista, hacia un desarrollo socialista de China. Esta es la dirección que deberá seguir la revolución China. Tres circunstancias facilita este camino de desarrollo de la revolución: primero: que la revolución en China, como revolución de liberación nacional, estará enfilada contra el imperialismo y sus agentes en China; segunda: que la burguesía nacional en China es débil, más débil que la burguesía nacional de Rusia de 1905, lo que facilita la hegemonía del proletariado, la dirección del campesinado por el partido proletario; tercero: que la revolución China se desarrollará en circunstancias que le permitirán utilizar la experiencia y la ayuda de la revolución victoriosa de la Unión Soviética». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Las perspectivas de la revolución en China, 1926)

Cierto es, por tanto, que los consejos de la Komintern no estaban errados, la revolución en Albania demostró que era posible evitar la etapa del capitalismo siempre y cuando se contara con la ayuda industrial y técnica de un país socialista consolidado que contara con una buena salud económica –como la Unión Soviética-, lo mismo se puede decir de Mongolia, o de las experiencias de las repúblicas asiáticas en la Unión Soviética y su éxito en el ámbito de la industria y la  colectivización.

En Albania, por supuesto, también salieron al paso desviacionistas que pedían desarrollar el capitalismo en Albania, e incluso bajo la excusa de que tan sólo se otorgaran los mismos créditos al sector privado de la burguesía nacional como al sector estatal socialista, instando a una «sana competición» en beneficio del pueblo, fue el caso de desviacionistas como Sejfulla Malëshova, de quién se decía que era un viejo admirador de Bujarin cuando estuvo en la Unión Soviética. Él propuso que Albania como país atrasado, no podía sino desarrollar el capitalismo si quería llegar al socialismo:

«Junto con la creación del sector socialista y su fortalecimiento, luchábamos por la transformación socialista de los pequeños productores de la ciudad. El oportunista Sejfulla Malëshova intentó desviar este justo proceso, pretendiendo que «debe concederse ayuda en créditos y materiales al sector privado a cargo del sector socialista, del Estado, y el sector socialista debe entrar en competencia con el sector privado, de este modo se producirá la integración pacífica del capitalismo en el socialismo». Su teoría antimarxista fue rechazada por el partido, fue desenmascarada ante el pueblo y Sejfulla Malëshova expulsado del Buró Político del Comité Central y del partido». (Enver Hoxha; Nuestro partido desarrollará como siempre con consecuencia, audacia y madurez la lucha de clases, 1966)

Esto fue bastante común entre los desviacionistas protitoistas de toda Europa del Este:

«Ciertos errores han sido cometidos igualmente en la dirección del Partido Obrero (Comunista) Búlgaro, principalmente por la subestimación de la necesidad de intensificar la lucha de clases en el período de transición que va del capitalismo al socialismo. Se ha hablado en Bulgaria –como también en Polonia y Rumanía– de las relaciones armónicas que serían posibles entre los tres sectores de la economía nacional –sector del Estado, sector capitalista, sector del pequeño comercio y de los tenderos–. Esta teoría de las relaciones armónicas entre los tres sectores era de hecho equivalente a la teoría del equilibrio» fustigada por Iósif Stalin en 1929 en su discurso conocido como: «En torno a las cuestiones de política agraria en la Unión Soviética». (Naum Farberov; Las democracias populares, 1949)

Como comenta Enver Hoxha, Albania recibió la ayuda directa de la Unión Soviética para el desarrollo de sus fuerzas productivas sin la necesidad de volcar la economía en el desarrollo y estímulo de la propiedad privada para elevar el nivel de las fuerzas productivas, esta ayuda se dio en materia militar, industrial, técnica, así como las becas para los estudiantes albaneses para que fueran allí a empaparse en todas las materias posibles para que en el futuro Albania no dependiera de la ayuda soviética. Muchas de las veces, recalcó Enver Hoxha, esa ayuda era gratuita e internacionalista.

Obviamente como todo el mundo sabe a estas alturas, los revisionismos ignoraron este y otros consejos de la Komintern primero y la Kominform después, y prefirieron zozobrar en el capitalismo. De hecho Lenin, hablando de la revolución rusa, decía que hubiera deseado ese «atajo» para Rusia del que hablaba en sus tesis sobre los países coloniales y semicoloniales. O sea nos referimos a la ayuda industrial y de otras facetas para su país que se proporcionarían desde otro país socialista; con esa ayuda Rusia no habría tenido que recurrir a la NEP –Nueva Política Económica–, pudiendo ser capaz de ir al socialismo mucho antes:

«Debéis recordar que nuestro país soviético, sumido en la miseria tras largos años de pruebas, no está rodeado de una Francia o una Inglaterra socialistas, que podrían ayudarnos con su alto nivel técnico e industrial. ¡Nada de eso! Debemos recordar que ahora toda su técnica adelantada y su industria desarrollada pertenecen a los capitalistas, los cuales obran contra nosotros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La nueva política económica y las tareas de los comités de instrucción política, 1921)

Este pequeño resumen, desmonta la teoría de que los países atrasados necesitan necesariamente un libre desarrollo del capitalismo.

En nuestra época, los países deben intentar transitar al socialismo tan rápido como les sea posible, pero obviamente se encontrarán con más trabas que si la victoria hubiera sido en un país imperialista desarrollado, condicionado tanto por las condiciones objetivas como subjetivas. A día de hoy, sin la existencia de un Estado socialista fuerte en lo económico en el panorama mundial que pueda apoyar el desarrollo de las fuerzas productivas en terceros países, está claro, que los nuevos países atrasados que quieran emprenden el tránsito al socialismo tardaran bastante más que otras experiencias de países atrasados como Albania, que en su momento recibieron la ayuda de la Unión Soviética y otros países. En la actualidad los países que se declaran «socialistas», que obviamente no lo son, no tienen el desarrollo económico como para apoyar el desarrollo al socialismo de terceros, algo que deriva del no desarrollo de una propia industria pesada –es la productora de medios de producción–. Todo país que pretenda enrumbarse al socialismo necesariamente habrá de transitar por el sector estatal socialista de todo el pueblo, pero entendemos que será necesario que en los países atrasados se usen métodos como el capitalismo de Estado en la industria de modo temporal. Debe decirse que estas concesiones en países coloniales y semicoloniales condicionadas por la situación objetiva, no deben de ser ajenas a los principios generales de construcción socialista como muchos han pretendido bajo la excusa de las «condiciones específicas nacionales». En cuanto estas concesiones deben de cumplir con ciertas condiciones:

1) Se tiene que dar bajo la dictadura democrática del proletariado y el campesinado que deberá ir evolucionando paulatinamente hacía la dictadura del proletariado [2]; y ningún caso bajo la dictadura de la burguesía y mucho menos procurando un estancamiento en ésta como ya hemos insistido. Tampoco es posible como hemos insistido un Estado socialista entre clases explotadoras y explotadas, cualquier alianza con las capas explotadoras heredada de la etapa anticolonial, antiimperialista, antifascista, etc. finaliza con el inicio de la construcción económica del socialismo. 

2) Esta dictadura debe ser ejercido por el partido comunista, por un verdadero partido de comunistas, no un partido comunista de «nombre», ni un frente donde aniden comunistas sueltos, o un frente donde los comunistas compartan el poder, el tránsito al socialismo sólo puede darse vanguardizado por un partido de clase proletaria.

3) El Estado debe mantener amarradas en su totalidad las ramas importantes de la industria –estatizar–, transportes, bancos, etc. e ir amarrando el resto de puestos de la economía sin pausa. No debe confundir como propiedad socialista ni el capitalismo de Estado, ni la propiedad privada a baja escala, etc. A la hora de acabar con el poder económico de las clases explotadas, no debe hacerse ilusiones con la «integración» de estas en el socialismo: ni del empresario privado burgués, ni del empresario burgués en régimen de concesión por el Estado, ni del terrateniente, kulak, etc. El objetivo deberá ser acabar lo más temprano posible con cada uno de estas clases explotadoras, y en el lapso adecuado para cada una, por ejemplo, si bien la burguesía industrial debe ser eliminada en las primeras fases del proceso de construcción socialista, el kulak sin embargo siempre es la última clase explotadora a liquidar, pues es la burguesía rural, y el campo siempre es el último foco de capitalismo por su producción privada. Toda ilusión de una «integración» de estas clases en el Estado socialista sin el rescate de los medios de producción es reaccionaria y perpetua la explotación. Tampoco hay que hacerse ilusiones sobre los métodos para rescatar los medios de producción, cuanto más leve se sea con las clases explotadas, otorgándoles por ejemplo compensaciones a cambio de los medios de producción, mantener el puesto bajo salarios estratosféricos, etc., más recursos tendrán para realizar su labor de zapa, para fundar empresas en el ámbito nacional o extranjero, para corromper a terceos, para financiar complots, etc., los comunistas deben ser conscientes de esto. Por eso es recomendable utilizar la confiscación sin indemnización, y en cuanto a la utilización de viejas clases explotadoras como especialistas bajo grandes sueldos –mayor incluso que sus homólogos del rango– debido a la ignorancia en la gestión de fábricas, esto será aceptable sólo hasta que se haya formado una nueva camada de directores de origen proletario que puedan relevarlos.

4) Estas concesiones además siempre serán hechas con un objetivo concreto, por ejemplo: para sacar al país del atraso económico con el objetivo de construir un tejido industrial que pueda abastecer las demás ramas industriales y ayudar a la colectivización del campo con el abastecimiento de maquinaria, jamás sin fin concreto, ni como establecimiento de un nuevo modelo económico, que por otra parte no tendría nada en común a las tesis económicas marxistas.

5) Para transitar al socialismo, recordemos, es necesario crear la propiedad estatal de todo el pueblo, tanto en la cuidad como en el campo. La tarea en países coloniales y semicoloniales será pues, como dice Lenin limitar al capitalismo y encauzarlo poco a poco por vías estatales para que pueda desarticularse a la burguesía rural, y lanzar una ofensiva inmediata cuando se tenga las suficientes fuerzas como para aniquilarla definitivamente como clase –despojarla completamente de los medios de producción–, jamás estos países deben contentarse con una mera limitación del capitalismo, eso sería reformismo, sino que se debe acabar tarde o temprano con la propiedad privada intrínseca que lleva el capitalismo, ha habido muchos casos como en el del revisionismo chino, que las habladurías teóricas y distorsiones prácticas de limitación del capitalismo acabaron no es una limitación, sino promoción y extensión del capitalismo. Una de las tareas como hemos ido diciendo, será la de pasar a la forma socialista inclusive en el campo, por lo tanto, acabar con el régimen cooperativo de los campesinos y los artesanos y pasar a las granjas estatales, es  decir, la propiedad estatal de todo el pueblo cuando sea posible, sin retrasarlo pero sin caer en aventurismos, recordando además, que los campesinos son el principal aliado del obrero en la alianza obrero-campesina, algo de gran importancia en los países atrasados, aunque para cuando hablemos de esta etapa de paso del régimen cooperativo a la propiedad estatal en el campo, se presupone ya un gran avance en las fuerzas productivas a través de la industria pesada, lo que habrá dotado al país de un gran avance industrial y el paso de un país basado en la agricultura a un país basado en la industria con gran proporción de obreros, no como en la época en que se liberó al país del colonialismo o neocolonialismo dónde ni siquiera estaba consolidado el régimen cooperativista, en el que existía una mayor proporción de campesinos y un gran retraso técnico. Es posible que durante algún tiempo se pueda hacer más énfasis en la agricultura o en la industria ligera bajo condiciones excepcionales como la devastación de éstas para una guerra, pero como hemos explicado durante el documento, una vez restituidas en lo básico éstas, y finiquitado el riesgo de colapso por carencia de productos de consumo básicos y hambruna, las inversiones deberán recaer en la expansión de la industria pesada, para precisamente poder encadenar las etapas que hemos ido contando en este punto concreto del documento.

6) Lo mismo ha de decirse si existen empresas en régimen de concesión de capitalismo de Estado nacional o extranjero, dónde se deberá expulsar al burgués y recuperar la fábrica tan pronto como sea posible, nacionalizando o renacionalizando la fábrica con todas sus consecuencias como se hizo en la Unión Soviética a mediados de los años 20 con las  fábricas en este estado de concesión, a estas alturas, sobra explicar de nuevo, la peligrosidad de la influencia temporal del capital nacional o extranjero en un país que se diga socialista para su soberanía e independencia política y económica.

Un proceso bajo estas circunstancias y aceptando estas condiciones si revestiría de paralelismo con la NEP, además de que cumpliría con  las perspectivas de la marcha al socialismo, pero a diferencia de ello, los procesos ligados al «socialismo del siglo XXI» no solo no intentan emular a la NEP en su esencia, sino que no tienen ninguna perspectivas de marchar al socialismo. En cualquier caso, entendemos que el proceso al socialismo es arduo y reviste de no pocas dificultades como hemos venido demostrando a los largo del documento, en tanto no cabe menospreciar las dificultades a que se han de enfrentar todos aquellos países que intenten navegar hacia el socialismo; pero como hemos demostrado, los procesos latinoamericanos están lejos de la construcción del socialismo, estos son procesos reformistas que utilizan el nombre del marxismo de vez en cuando para legitimar eso que pretenden socialismo, que dicho sea de paso, no tiene absolutamente nada que ver con la etapa intermedia entre el capitalismo y el comunismo de Marx y Engels.

¿Acaso tendrá sentido la perorata sobre desarrollar el capitalismo en los países imperialistas desarrollados para pasar al socialismo? Ni mucho menos:

«Se olvidan de sólo un «detalle»: la NEP se hizo obligatoria en los primeros años de poder bolchevique como consecuencia de la situación de la economía en particular del atraso de la joven Unión Soviética que debido a los estragos de la guerra, estuvo en un momento en peligro de romper la alianza entre obreros y campesinos si se trataba de mantener la política del «comunismo de guerra», mientras existía un predominio del elemento de la pequeña burguesía en la economía, mientras cundía la inexistencia de una concretada red de transportes y de comercio herencia de la Rusia zarista, que hacía el aprovisionamiento a la población una tarea muy difícil, mientras que existía la falta de cultura –con el analfabetismo– más la carencia de experiencia de los obreros en la gestión de la economía que permitía el desarrollo de los especuladores, y algunas causas más. ¿Podemos decir que estas dificultades serían las mismas cuando los trabajadores de un país imperialista poderoso derroquen el yugo del capital en su país? ¡No! ¡Si bien habrá dificultades, que se derivaran de unas secuelas dejadas por la masa innumerable de elementos pequeño burgueses, por la crisis económica y/o guerra imperialista, siempre serán, en proporciones incomparablemente inferiores a las dificultades que consiguieron superar los trabajadores soviéticos y el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética entre los años 1921 y 1927! Los trabajadores de un antiguo país imperialista, podrán demostrar la superioridad económica del socialismo en sus primeros años de revolución socialista, expropiando primero directamente y sin ningún tipo de indemnización a la gran y mediana burguesía, tomando en posesión los medios de producción de la mayoría del sector productivo, que precisamente durante la etapa imperialista consisten en medianas, grandes y muy grandes empresas, luego encarando a los elementos pequeño burgueses, se procederá a la reorganización y desarrollo de de todas las ramas de la economía sobre la base de la propiedad socialista». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

Como vemos muchas de las condiciones por las que se utilizaron en Rusia la NEP, no coinciden a veces ni siquiera con la de los actuales países coloniales y semicoloniales –alfabetismo, casi inexistencia de redes de transporte y comercio– que puedan realizar una revolución  actualmente, mucho menos con la de los países imperialistas, aunque algunas se podrían dar –guerras, crisis económicas–. Cada revolución deberá saber ponerse en orden ya que los marxistas tanto de 1917 como de los años 40, supieron adaptarse a las ventajas y desventajas.

Compréndase que las diferencias en los ritmos de ejecución dependiendo de las situaciones concretas de cada país no significa que se tengan que estancar y nunca construir el socialismo como ha pasado en muchos países que cayeron en posiciones oportunistas.

Este último consejo, lo supo captar muy bien el búlgaro Georgi Dimitrov en 1948, quién en plena lucha internacional contra el revisionismo yugoslavo, se dio cuenta de lo que suponían las teorías del «capitalismo controlado», la teoría del «equilibrio entre sector estatal y privado», la teoría de la «integración pacífica de la burguesía nacional y el kulak en el socialismo», la teoría de «ir al socialismo sin dictadura del proletariado», etc., El veterano marxista-leninista Dimitrov nos regaló las siguientes reflexiones precisamente sobre las teorías revisionistas, que como en cita anterior de Naum Farberov se decía, acecharon incluso al Partido Obrero (Comunista) Búlgaro durante un tiempo, y que ahora quieren los «socialistas del siglo XXI» recuperar y afianzar en sus partidos como fundamentos teóricos [3]:

«El camino fue abierto para un desdoblamiento completo de las tareas constructivas del gobierno popular, para  efectuar los cambios revolucionarios de nuestra economía nacional, para la eliminación de la base económica de la reacción capitalista, para la transición del capitalismo al socialismo; tareas y fines concretos que desde luego no pueden ser comprendidos sin emprender una lucha de clases inflexible contra los elementos capitalistas. En esta situación, el partido tenía que formular nuevas tareas con el fin de armar a sus propios cuadros tanto en el partido, como en el Frente de la Patria, mediante una clara perspectiva. Hubo, sin embargo, un cierto retraso. Después de que las principales tareas del período anterior fueran en su mayor parte resueltas [se refiere a las tareas antifascistas, antifeudales, etc. - Anotación de Bitácora (M-L)], el partido en general y equivocadamente, continuó guiándose por sus viejas consignas. Hemos permitido un cierto retraso en la destrucción de la oposición reaccionaria. Hemos continuado hablando de modo erróneo de la posibilidad de coordinar los intereses de los empresarios y comerciantes privados con los intereses generales del Estado en un momento en que toda la situación ya permitía tomar medidas radicales para la eliminación de la ley de los capitalistas en la economía nacional, cuando efectivamente se habían abierto los cauces necesarios para llevar a cabo las bases del socialismo en toda su esencia. Esto no se podía permitir». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)

Estas lecciones no deben ser olvidadas, son un tesoro escrito para la clase obrera y sus partidos. Pero lamentablemente, como hemos aclarado y declarado, los ideólogos del neorevisionismo se rinden como adoradores de las tesis revisionistas, al tiempo las que utilizan en su aventuras contrarrevolucionarias.

Continuemos:

«¿Podemos expropiar –compensando a los propietarios– o confiscar a los propietarios de medios de producción? Obviamente que no, dada la existencia mayoritaria de pequeños y medianos productores mercantiles. Sería un verdadero suicidio tanto desde el punto de vista político como económico, pues estaríamos afectando a la mayoría de la población. ¿Podemos expropiar o confiscar a los grandes capitales locales o a las corporaciones internacionales? Igualmente, parece muy difícil, dado que gran parte de su patrimonio está internacionalmente dislocado». (Orlando Núñez; La vía asociativa hacia el socialismo, 2012)

Esto es lo que Stalin denominó charlatanería y oportunismo:

«Los obreros dirán a los comunistas –y con razón–: si tenemos soviets, y los soviets son órganos de poder, ¿no se podría estrechar a la burguesía y expropiarla «un poquito»? Los comunistas serán unos redomados charlatanes si no emprenden el camino de expropiación de la burguesía cuando existan soviets de diputados obreros y campesinos. (...) ¿Se puede y se debe renunciar a la expropiación de la burguesía en el futuro, cuando existan soviets de diputados obreros y campesinos? No, no se debe». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; La revolución en china y las tareas de la Komintern, 1927)

A los medianos y pequeños propietarios no se les puede privar de sus medios de producción de una. Marx y Engels a diferencia de los anarquistas, no hablaron de la expropiación de las pequeñas empresas durante los primeros días de la revolución:

«Por supuesto, todas estas medidas no podrán ser llevadas a la práctica de golpe. Pero cada una entraña necesariamente la siguiente. Una vez emprendido el primer ataque radical contra la propiedad privada, el proletariado se verá obligado a seguir siempre adelante y a concentrar más y más en las manos del Estado todo el capital, toda la agricultura, toda la industria, todo el transporte y todo el cambio». (Friedrich Engels; Principios del comunismo, 1847)

Iósif Stalin comenta la carga que este error supondría:

«Después de la toma de poder por el proletariado, emprender la expropiación de la burguesía media y pequeña burguesía, tomando sobre sí la inmensa carga que supone dar trabajo y asegurar medios de vida a millones de nuevos sin trabajo, llevados artificialmente a esa situación. Basta con plantear ese problema para comprender lo incongruente y lo absurdo que sería tal política para la dictadura proletaria». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Pleno del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1928)

Entonces, a los medianos y pequeños propietarios se les lleva al socialismo mediante la colectivización, hasta convertir su unión en propiedad estatal de todo el pueblo. Pero respecto a los propietarios de las grandes empresas nacionales o extranjeras, que además detentan sectores de la economía estratégicos, se incurre en un error oportunista al decir que no es necesaria la inmediata confiscación de sus bienes. En el caso de la anterior cita de Orlando Núñez, se observan excusas tan patéticas que perfilan que no se debe expropiar al burgués porque su patrimonio en su mayoría está fuera del país: primero habría que analizar si eso en cada caso es cierto, y segundo; en caso de estar en lo que sospecha, no borra la contradicción principal de todo esto: el trabajo asalariado que brinda la propiedad privada. De todos modos, en esa cita se habla como si en la época de Lenin, Enver Hoxha, Georgi Dimitrov, y otros, esto no hubiera ocurrido con los bancos, industrias, y demás sectores económicos de sus respectivos países.

Como vemos pues, es el todo vale para defender y proclamar la idea antimarxista de que la propiedad privada sigue teniendo un papel destacado; y por extensión la burguesía. Estos intelectuales burgueses nada han estudiado respecto a las experiencias históricas del campo socialista –o la ignoran a propósito de sus tesis–, a las que suelen despreciar mientras alaban a conocidos revisionistas, como hemos visto con anterioridad como este autor antimarxista alaba la praxis de los renegados Tito, Bujarin, Mao Zedong, etc.

Además, la tesis de que «no se puede expropiar a las clases explotadoras» generalmente está unido a la idea concebida de la «integración pacífica de la burguesía nacional y el kulak en el socialismo», que ahora además los seguidores del «socialismo del siglo XXI» la complementan dándole la capa de barniz, de la misericordia y bondad de las personas y su transformación espiritual, sacada de los dogmas cristiana de la que se impregnan estos ideólogos.

Queda demostrado que por muchos discursos apasionados que den sobre su marxismo, están lejos de comprender temas como el materialismo histórico y sus enseñanzas sobre las clases y las transformaciones sociales:

«No pueden presentarse las cosas de manera como si las formas socialistas fueran a desarrollarse desalojando a los enemigos de la clase obrera y los enemigos se avinieran a retroceder en silencio, cediendo paso a nuestro avance, y como si después de nuevo fuéramos a avanzar y ellos de nuevo a  retroceder, para, finalmente, de manera «inesperada», «de pronto», «sin darse cuenta», sin luchas ni zozobras encontrarse todos los grupos sociales sin excepción, tanto los kulaks como los campesinos pobres, tanto los obreros como los capitalistas, en el seno de la sociedad socialista. Tales lindezas no ocurren ni pueden ocurrir en general, ni sobre todo en la dictadura del proletariado. Nunca ha ocurrido ni ocurrirá que las clases agonizantes entreguen sus posiciones voluntariamente, sin hacer intentos de organizar resistencia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Pleno del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1928)

Con toda justeza, e hilando con la última línea, se concluye por tanto que:

«En la historia no se ha dado jamás el caso de que las clases moribundas se retirasen voluntariamente de la escena. No se ha dado jamás en la historia el caso de que la burguesía agonizante no apelase a sus últimas fuerzas para defender su existencia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1929)

Volviendo al tema clave, pero sin dejar de tener relaciones con las últimas citas de Stalin; sin la eliminación del poder político y económico de la burguesía no hay poder efectivo para el partido comunista y la clase obrera, mientras la burguesía y el resto de clases explotadoras mantengan su poder político y económico, seguirá siendo de su propiedad también la cultura del país. El partido que en teoría quiere ir al socialismo no puede permitir estancarse en la tarea de primero establecer la dictadura del proletariado, y segundo, emprenden la edificación económico del socialismo, que empieza mediante la expropiación de las grandes industrias, bancos, transportes, etc. Mientras esa situación persista, seguirá existiendo el desempleo, la inflación, la especulación, el robo al obrero por la apropiación de la plusvalía, y en resumen para quién no lo entienda: seguirá existiendo la sociedad de ricos y pobres, de explotados y explotadores. Georgi Dimitrov, explica, que incluso aunque el partido comunista, tenga el poder entre sus manos, hasta que no inicie el poder y control en la economía, la burguesía seguirá entorpeciendo cada medida gubernamental.

«Es cierto que los capitalistas ya no eran dueños absolutos de sus empresas y capitales. El control público se instituyó poco a poco. El papel de los sindicatos creció inmensamente. Pero por mucho que el dominio de los capitalistas fuera limitado, al seguir siendo los propietarios de las empresas ellos explotaban este incontestable hecho con el fin de impedir por todos los medios, el desarrollo de la producción y de las medidas gubernamentales. Al tener la posesión de una base económica, fueron capaces de ejercer una cierta presión sobre el régimen popular. Todavía habría que librar una dura lucha para eliminar por completo a los elementos capitalistas de sus posiciones políticas y económicas». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)

Y otro apunte no menos importante, cuando oímos estos días hablar de un «surgimiento del fascismo» en los países del «socialismo del siglo XXI».  Sin eliminar en lo económico la propiedad privada no puede borrarse el peligro de que el fascismo tenga un sostén económico para alzarse. Y recuérdese que el hecho de que la burguesía mantenga el poder económico y político automáticamente hace extender tal ventaja hacía otras cuestiones como la cultural; la burguesía al tener gran influencia en la cultural no sólo le posibilita la promoción de la mentalidad burguesa y capitalista en la sociedad en general, sino que puede crear adeptos al fascismo como medida para mantener su sistema de explotación.

Como se sabe, lo que engendra al fascismo no es otra cosa que el capitalismo como efectivamente señalaron figuras como Bertolt Brecht. Es la propiedad privada la que da luz a la clase social que necesita al fascismo, la burguesía. Esta burguesía necesita al fascismo cuando ve que no puede explotar al obrero y al resto de clases trabajadoras bajo la democracia burguesa, entonces recurre a la dictadura terrorista abierta del fascismo para mantener el sistema de explotación. Esta es una evidencia histórica que los ideólogos del «socialismo del siglo XXI» pretender ignorar cuando se niegan a destruir a la burguesía y al kulak como clase, cuando usan las excusas de mantener la «paz de clases» para «no romper el marco democrático de la constitución», mientras rezan para que el ejército «respete las libertades democráticas»:

«En las condiciones creadas por las elecciones a la gran asamblea nacional y con la formación de un gobierno bajo la dirección directa del Partido Obrero (comunista) Búlgaro, no se podía alcanzar un mayor desarrollo de las fuerzas productivas, de la economía nacional o del bienestar de los trabajadores, sin la liquidación radical de la base económica de la clase capitalista. En Bulgaria se volvió a confirmar mediante la propia experiencia la tesis de Lenin y Stalin sobre la descomposición del capitalismo. Este sistema –la democracia burguesa capitalista– cuando ve peligrar su propia existencia, de su misma crisis inherente e insoluble da a luz al fascismo, de ello podemos extraer que ningún cambio democrático serio y permanente es posibles bajo éste, y por lo tanto ningún progreso es factible sin atacar las bases mismas del sistema capitalista, sin tomar medidas en la dirección del socialismo». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 1948)

Es por ello que recomendamos a todos esos pseudomarxistas que tanto hablan del surgir del fascismo —como Nicolás Maduro–, o como Orlando Núñez que no escatiman en alabanzas a las teorías antimarxista y capitalista de Tito, que en lugar de hablar de respetar a la burguesía y su propiedad se den a la tarea de estudiar y divulgar el carácter del fascismo, así como la economía política del socialismo de la mano de verdaderos marxista-leninista como es el caso del búlgaro Georgi Dimitrov, quien por cierto, no sólo estudio al fascismo o las leyes de construcción socialista con esmero, sino que también contribuyó enormemente a desenmascarar el revisionismo yugoslavo.

Desafortunadamente la comprensión económica que desarrolla el neorevisionismo es exactamente la misma que ya fuera desarrollada por los revisionismos que le antecedieron; con ingredientes de la socialdemocracia, del keynesianismo, e incluso del hayekianismo –base teórica del neoliberalismo–. En esencia se trata del resultado objetivo de ese compendio de teorías enfrentadas que intentan conciliar. Y que si bien se ha traducido en un crecimiento económico sostenido en toda la región –siempre ha habido crecimiento plasmado en los macronúmeros, y las endebles economías regionales siempre tienen margen de crecimiento– lo cierto es que la misma está beneficiando en exclusiva a la clase dominante que en conjunto ha experimentado un crecimiento en torno al 35% de su capital desde el 2005, esto no ha sido diferente para ninguna nación del entorno –desde Venezuela, pasando por Ecuador, Nicaragua, Brasil, etc.–. Tomemos nuevamente el ejemplo de Nicaragua con el Frente Sandinista de Liberación Nacional en el gobierno:

Según Wealth-X, el patrimonio del conjunto de la clase burguesa nicaragüense ha crecido en un 20%, al tiempo que el número de supermillonarios ha pasado de 180 a 190 –un 4% más desde el 2012– tomando en consideración que los que reciben este apelativo tienen de patrimonio activo 26 millones de dólares o más; no incluye el patrimonio pasivo como obras de arte, vivienda, etc. Pero agreguemos otros datos, según FIDEG el 42,7% de la población se encuentra inmerso en la pobreza y el 7,6 % bajo el flagelo de la extrema pobreza –que viven con menos de un dólar al día–. Esto arroja una verdad incontrovertible, y es que el conjunto de la fuerza productiva del país y el resultado de ese trabajo, el plus valor, sigue siendo usurpado por la clase dominante en detrimento de las mayorías, o lo que es lo mismo, hay un marco político-económico que permite esa parasitaria usurpación. Es decir, el patrimonio en millones de dólares de los 190 supermillonarios nicaragüenses, siempre que tengan 26 millones por sujeto; haciende a nada más y nada menos que a: $ 4.940.000.000. Si repartiéramos esa cantidad a partes iguales entre todos los nicaragüenses según el último censo saldríamos a $ 960.70, son 32.933.333, 34 salarios mínimos interprofesionales que estaría en unos 150 dólares mensuales –es un promedio, no hay un salario mínimo interprofesional sino que hay salarios mínimos por ramas–; se podrían comprar 14,5 satélites de comunicación valorados en $ 346 millones; se podrían construir 310 hospitales como el proyectado por el Ministerio de Defensa de alta especialización y tecnología punta, 474 camas y 41 mil metros cuadrados; y así sucesivamente.

A la luz de esos números consideremos el nivel de desarrollo del sistema sanitario, en consecuencia de atención a ese pilar social. Aclarar que en estos números se incluyen tanto la medicina privada como pública, en esta última no se incluyen los programas de cooperación en el campo sanitario desarrollados en el marco del ALBA y ejecutados en terceros países; pero si las misiones desarrolladas por las brigadas en territorio nacional. Y es que según datos de la OMS-OPS en el 2006 Nicaragua tenía 0,3333 médicos por cada 1.000 habitantes, en el 2013 hay 0,4 médicos por cada 1.000 habitantes. Pero atendamos otro dato que no puede ser despreciado, el número de camas por habitantes en el 2008 era de 1 por cada 1.000 habitantes; en el 2012 es de tan solo 0,9 camas por cada 1.000 habitantes. Es decir, hay un crecimiento escueto respecto a la proporción de médicos por habitantes, y que esa proporción es marginal, diría incluso que despreciable; al tiempo que el número de camas disponibles por habitantes se han reducido. Indicar que esta lógica es una transversalización de la realidad, pues evidentemente hay una mayor concentración de médicos en determinadas zonas geográfica respecto a otras. Esto tiene tres lecturas inmediatas: primero que dado el infradesarrollo del sistema sanitario nicaragüense casi cualquier incidencia de una enfermedad adquiere dimensiones epidémicas; segundo que el crecimiento económico no se está reflejando en el sector sanitario y tercero y más importante: ¿Dónde estás socialismo que no te vemos?

Precisamente esas contradicciones, el imperio de la usurpación de la plus valía por la clase dominante es lo que ha dado lugar a las convulsiones sociales ocurridas en el Brasil a mediados del 2013, bajo gobierno del Partido de los Trabajadores, de la nefasta tecnócrata Dilma Rousseff, cuya política económica no es muy diferente a la desarrollada por sus predecesores neoliberales encaminadas a proteger al capital privado y dar asistencialismo al pueblo, sin menospreciar el sacrosanto «pan y circo», un ejemplo: la visita de Bergoglio, conocido como el «Papa Francisco», el colaborador de la dictadura fascista argentina costó 59 millones de dólares, más los 500.000 dólares en conceptos de costos del transporte del Papa –ese que los manipuladores demagogos del «socialismo del siglo XXI» como José Alberto Mujica llaman revolucionario–. No despreciemos que el motivo de la visita se enmarcó en la XXVIIIº Jornada Mundial de la Juventud Católica cuyo coste se estimó en 220 millones de dólares. ¿Se imaginan cuantos problemas de la sociedad brasileña podrían ser solucionados con el presupuesto gastado en fútbol y religión? ¿Tenemos que compadecer a la pobre necia de Dilma Rousseff que clama apenada que no entiende por qué el brasileño de a pie no está contento con que el campeonato mundial de fútbol se celebre en Brasil? ¿Tendrá algo que ver el dinero gastado en sus nuevas infraestructuras como estadios de fútbol mientras el pueblo brasileño pide cosas tan básicas como pan, sanidad digna, educación igualitaria, etc.?

Reafirmamos que si bien los nuevos y presuntos procesos al «socialismo» han supuesto una mejora de las condiciones general de vida de los pueblos respecto al neoliberalismo, en ese sentido tampoco podemos pasar por alto que esa respuesta desarrollada en este momento no es más que una solución construida desde el capitalismo y dentro del capitalismo. Aún no se ha dado una respuesta al margen del sistema a los coyunturales problemas existentes. Y mientras eso no ocurra el crecimiento económico no será más que una cifra estampada en una estadística que se acompaña con programas de asistencia que distan de ser resolutivos.

¿Quién que se autodenomine marxista-leninista puede defender que estos países tienen una política si quiera relacionada con el socialismo, cuando las políticas de estos gobiernos indican en la teoría –están sus declaraciones y obras–, y en la práctica; que estamos antes sociedades capitalistas y que se empeñan en sostenerlas?». (Equipo de Bitácora (M-L)El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)

Notas

[1] Ver la obra del Equipo de Bitácora (M-L): De satélites y canales de 2013 y la obra del Equipo de Bitácora (M-L): Algunos apuntes más sobre el Proyecto Gran Canal Interoceánico de Nicaragua de 2013.

[2] Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La economía y la política en la época de la dictadura del proletariado, 1919.

[3] Georgi Dimitrov; Informe al Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948.

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