«El silencio sobre el papel de la industria pesada es un rasgo de la economía revisionista del «socialismo del siglo XXI» que merece especial atención. Considerando que a lo largo de la historia los revisionistas siempre han tratado de disipar el papel de la industria pesada, la cual es pilar en la construcción del socialismo, con diferentes objetivos, unas veces rentabilidad en el plano interior, otras las proponían como métodos de sometimiento económico. Históricamente los diferentes revisionismos han salido con diferentes teorías para negar tal axioma, los revisionistas soviéticos, y su cohorte de líderes nacionalistas-jruschovistas en los países revisionistas donde dominaba el revisionismo soviético, apoyaron la teoría de superar los «errores de Stalin» que hacían «demasiado énfasis» en la industria pesada y «descuidaba el crecimiento de la industria ligera y la agricultura», todas las reformas económicas sucesivas que además implementaban la rentabilidad a través de la ley del valor, de una forma u otra iban dirigidas en este sentido, a negar la industria pesada y su rol. Este ajuste de inversión, sería calificado de gran avance en la teoría marxista-leninista de Jruschov durante los 60. Por supuesto, aplicar esta teoría tendría diferentes consecuencias para la Unión Soviética, que ya tenía un gran tejido industrial, que para los países en plena industrialización.
Lo importante a resaltar no solo es la influencia del jruschovismo en la negación de la industria pesada, sino que en esta teoría revisionista soviética de ajustar las inversiones a la industria pesada hacia otras ramas, iba a su vez relacionada con la «recomendación» al resto de países con relaciones económicas con la Unión Soviética, a adaptarse a una economía similar que desarrollara más énfasis en la industria ligera y la agricultura, como se estaba haciendo en la propia Unión Soviética revisionista, pero las propuestas de los revisionistas soviéticos no iban sólo en el marco de acoplamiento de esta teoría económica capitalista en los partidos y países comunistas, sino que, conocedores de la no completa industrialización en los países socialistas ahora dominados por jruschovistas, el hecho de copiar tales teorías suponía esquilmar la soberanía de estos países y alimentar una dependencia de estos países para con la Unión Soviética en un marco dónde los revisionistas soviéticos fueran los productores de medios de producción –como realiza la industria pesada– y el resto de países revisionistas dedicándose a una industria ligera y una agricultura ni siquiera diversificada, sino de productos locales, una especialización que a la burguesía imperialista le ha encantado siempre, unos planes neocolonialistas propuestos y aplicados por los revisionistas soviéticos que se harían famosos en la teoría burguesa e imperialista de la «división socialista internacional del trabajo»: El ejemplo más conocido obviamente es la Cuba de Fidel Castro, pero no fue el único país en someterse a esas directrices revisionistas.
Esto escribiría Enver Hoxha sobre los planes imperialistas de la Unión Soviética de Jruschov sobre la pequeña Albania:
«Nikita Jruschov: Así, pues, en lo que atañe a las cuestiones económicas debemos calcular con lápiz tanto nosotros como ustedes y, si en su país existen provechosas fuentes de petróleo, bien, les otorgaremos créditos. Pero aun haciendo las cuentas de esta manera, resulta más ventajoso que les suministremos petróleo del nuestro. En todo hay que ver la rentabilidad –prosiguió Jruschov–. Tomemos la industria. Comparto su opinión de que Albania debe tener propia industria. Pero ¿qué tipo de industria? Estimo que en su país debe desarrollarse la industria alimenticia [industria ligera – Anotación de Bitácora (M-L)], por ejemplo de las conserva, de elaboración de pescado, frutas, leche, aceite, etc. Ustedes quieren desarrollar la industria pesada. Esto hay que verlo bien. (…) Por lo que respecta a la industria de tratamiento de los minerales, a la producción de metales, estas ramas para ustedes no resultan rentables. Nosotros tenemos metales y podemos darles cuanto quieran. Con un día de nuestra producción, podemos satisfacer todas sus necesidades del año. Lo mismo dijo refiriéndose a la agricultura. Su país –prosiguió– debe desarrollar los cultivos que crecen mejor y que son más ventajosos». (Enver Hoxha; Los jruschovistas –memorias–, 1980)
Visto lo ocurrido en otros países que sí se quedaron en la órbita del revisionismo soviético, está claro que de haber rechazado la industrialización socialista en Albania, con la industria pesada como pivote, hubiera supuesto la sumisión económica, política, y cultural bajo la teoría antimarxista de la «división internacional del trabajo socialista»:
«En última instancia, su objetivo es convertir a estos países en provincias de su imperio socialimperialista o en dominios económicos. Para ello utilizan tanto los dictados como la demagogia, viene con lemas tales como la división internacional del trabajo, la especialización, la cooperación y la concentración de la producción, la eficacia y la rentabilidad de la producción a escala internacional». (Kiço Kapetani y Veniamin Toçi; El COMECON revisionista: un instrumento al servicio del socialimperialismo soviético, 1974)
El revisionismo chino de la mano de Mao Zedong, empezaría, como era normal esperar, en los 50, por aceptar esta teoría jruschovista para agradar a Nikita Jruschov, pero el revisionismo chino usaría esta «rectificación en las inversiones» propuesta por los soviéticos en la industria pesada, para acabar vociferando su propia teoría de que en su caso «el campo era la base de la economía» [1], y que las inversiones en industria pesada y ligera iban siempre en segundo orden, comparadas con las del campo, así se reflejó en el «Manual de economía de Shanghái» de 1974:
«Los autores declaran abiertamente que la agricultura es la base de la economía nacional: «En la organización del desarrollo de la economía nacional, el país socialista debe aplicar conscientemente las leyes objetivas de la agricultura como base de la economía nacional». (Manual de economía de Shanghái, 1974) Esta declaración va mucho más allá de la comprensión sobre la agricultura en un país con una abrumadora mayoría de campesinos, donde la agricultura tiene que jugar un papel muy importante por la razón evidente de que hay una desproporción económica clara al comienzo del desarrollo económico del país. No es eso, estamos tratando aquí con una nueva comprensión de la dirección del desarrollo de la economía de transición en un país relativamente atrasado como China. Cuando los autores apelan al principio de la agricultura como base de la economía nacional, dan a entender que la agricultura debe ser una prioridad en la economía nacional: «Dado que la agricultura es la base de la economía nacional, es necesario tratar el desarrollo de la agricultura como una prioridad de la economía nacional. Sólo cuando la agricultura se desarrolla como la base de la economía nacional puede iluminar la industria, la industria pesada, y otras empresas económicas, culturales y educativas se podrán desarrollar así mismo». (Manual de economía de Shanghái, 1974) En este punto, no hay una aparente lógica, sino que se utiliza profundamente un argumento antimarxista». (Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006)
¡Por supuesto, esto era calificado también de genialidad del revisionista Mao Zedong que enriquecía el marxismo!:
«En su discurso: «Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo» pronunciado en 1957, el presidente Mao Zedong afirmó: «La industria pesada es el núcleo de la construcción económica de China. Al mismo tiempo, se debe prestar plena atención al desarrollo de la agricultura y la industria ligera». Más tarde, explicando la teoría que la agricultura es la fundación de la economía nacional, el presidente Mao Zedong lo resumió en estas palabras: «Tomar la agricultura como la base de la economía y la industria como el factor principal». Que constituye el principio general para el desarrollo de la economía nacional. Él indicó que se debe dar el primer lugar al desarrollo de agricultura. Estas instrucciones del presidente Mao son en profundidad dialécticas; ellas revelan las leyes objetivas que gobiernan el crecimiento de economía socialista en China y son un desarrollo de la economía política del marxismo». (Pekín Informa; Vol. 15, Nº 34, 25 de agosto de 1972)
Sobra añadir que eso de que «sólo cuando la agricultura se desarrolla como la base de la economía nacional puede iluminar la industria, la industria pesada, y otras empresas económicas, culturales y educativas se podrán desarrollar así mismo», algo sostenido teóricamente por el «Pensamiento Mao Zedong», es una «perita en dulce» para la actual dirigencia de China, a la hora de imponer, como hicieron en su día los revisionistas soviéticos, su teoría económica imperialista a otros países y limitarles su desarrollo. Como siempre Mao Zedong legó una gran teoría nacionalista-burguesa para los intereses de sus sucesores.
Como vemos las teorías y excusas para negar el papel de la industria pesada son muy variadas y peculiares. Ahora repasaremos el porqué de la importancia de la industria pesada, el porqué de su innegable necesidad para la construcción del socialismo.
En el caso del «socialismo del siglo XXI» sus teorías premarxistas, tampoco se diferencian mucho a las pasadas revisiones sobre la industria pesada: aunque a veces hablan de crear una potente industria, no hablan a través de qué medios, lo cierto es que lamentablemente el silencio como en otros temas, es su mejor arma. Claro que el rechazo, a veces silencio, sobre la industria es normal si se tienen en cuenta las aspiraciones pequeño burguesas y premarxistas de la que hacen gala muchos de sus dirigentes, las cuales se reducen a desarrollar un capitalismo más «benigno» y muchas veces ni siquiera a un antiimperialismo sincero, sino a uno que cambia de amo según que imperialismo les proporcione más «ayuda» económica. Dejando esto a un lado, siempre hay que tener en cuenta que la industria pesada es el vehículo que ayuda a la proletarización de las masas: pues produce medios de producción, permite la creación de las fábricas industriales, estas fábricas atraen cada vez más a elementos no proletarios donde se proletarizan, y además permite el desarrollo de tanto de la industria ligera en su conjunto como la industrialización del agro.
«La gran industria –ha dicho Lenin, hablando de su papel en la edificación de la sociedad socialista– representa la base de la transición al socialismo y desde el punto de vista del estado de las fuerzas productivas, es decir de los principios del desarrollo social, es la base de la organización económica socialista, porque agrupa a los obreros industriales avanzados, a la clase que ejerce la dictadura del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Obras Escogidas, Tomo 33, edición albanesa)
Pero además esta industria permite –con la producción de maquinaria– dotar al campo de colectividades superiores en técnica y producción a la parcela individual, algo que facilita la persuasión del campesino pequeño burgués de la superioridad de la granja colectiva respecto a su parcela individual, ayudándose de este modo al paso voluntario del pequeño propietario y su parcela a la colectividad. Por supuesto, sin este paso, es imposible hablar de un posterior paso de esta granja colectiva a una granja estatal. Esta situación también significa otro proceso de proletarización entre las clases trabajadoras, en el campesinado en este caso.
Esto ya fue explicado en el capítulo anterior, con la cita de Stalin criticando la teoría del «equilibrio» que auguraba un sector privado en el campo junto al sector estatal socialista de la cuidad. Recordemos, con una breve exposición, por qué con este esquema de una cuidad-socialista y un campo-capitalista es imposible elevar las fuerzas productivas tanto de cuidad como de campo:
«La industria nacionalizada, desarrollándose en conformidad con las leyes de expansión de reproducción socialista, es decir, en el aumento anual de su producción y el establecimiento de nuevas empresas, presentará demandas cada vez mayores en cuanto a alimentación y materias primas agrícolas. Las necesidades crecientes de la industria, de la población urbana y del ejército no pueden estar satisfechas por la pequeña economía privada rural, la cual tiene una productividad baja. Esto levanta el problema de una reconstrucción socialista en la economía rural simultáneamente con la reconstrucción socialista en el desarrollo de la industria. Uno no puede pretender por mucho tiempo que en su querida democracia popular que tiene el objetivo de la construcción socialista convivan sobre dos principios completamente opuestos, me refiero obviamente a la gran escala de la industria socialista ligada en una mezcla junto a la pequeña producción de materias primas privadas del ámbito rural. La economía rural por ello, debe ser transformada gradualmente, sistemáticamente y categóricamente hacía el punto que se alcance la nueva técnica básica, para esto la producción a gran escala en granjas privadas debe sustituirse por las grajas cooperativas mecanizadas». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)
Deduzcamos también, que los ideólogos del «socialismo del siglo XXI» no han entendido, o no han querido entender, que sin socialismo en lo económico no hay independencia económica, y que esa independencia se conquista mediante el desarrollo de las fuerzas productivas, que dichas fuerzas productivas en el campo y la cuidad no pueden ser impulsadas a través de las buenas cosechas del campo ni de la producción de bienes de consumo de la industria ligera, sino a partir de la industria pesada, ya que es la industria encargada de «producir más máquinas» –medios de producción– dicho vulgarmente. Lenin lo planteó como regla general para los países que se quisieran llamar así mismos socialistas:
«La base material del socialismo no puede ser sino la gran industria mecanizada capaz de reorganizar también la agricultura. Pero no debemos limitarnos a este principio general. Hay que concretarlo. Una gran industria, a la altura de la técnica moderna y capaz de reorganizar la agricultura, supone la electrificación de todo el país». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe al IIIº Congreso de la Komintern, 1921)
La necesidad de una potente industria para no depender del material industrial importado del exterior es algo sabido por todo marxista-leninista; Georgi Dimitrov por ejemplo, también era conocedor de esta cuestión, y así lo hacía saber constantemente:
«Nuestras tareas principales en la edificación de las bases económicas y culturales del socialismo pueden ser formuladas de este modo: (...) 7. Cambiar la proporción entre industria ligera e industria pesada a favor del ésta última por contar entre sus filas con el desarrollo de energía eléctrica, la extracción carbón y minerales, la construcción de máquinas, los productos químicos, el caucho y otras industrias, los cuales son indispensables todos ellos para aumentar el bienestar del pueblo por reducir de forma notable la dependencia de nuestra economía nacional de las importaciones extranjeras». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)
Esto no se podía hacer de otra manera que siguiendo las líneas de la propiedad socialista no de la propiedad privada, esto demostraría, como se hizo y como se haría en otros países, que a diferencia de lo que decían los clichés la clase obrera podía ser autosuficiente y levantar la economía sin necesidad de las clases explotadoras parásitas:
«Los éxitos indiscutibles, alcanzados por el socialismo en la Unión Soviética en el frente de la edificación han demostrado claramente que el proletariado puede gobernar con éxito el país sin burguesía y en contra de la burguesía, puede levantar con éxito la industria sin burguesía y en contra de la burguesía, puede dirigir con éxito toda la economía nacional sin burguesía y en contra de la burguesía, puede edificar con éxito el socialismo, a pesar del cerco capitalista». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El carácter internacional de la revolución de octubre, 1927)
Dicho axioma, la primacía de la industria pesada en la economía, dentro de la economía política marxista sirve para diferenciar a los verdaderos comunistas de los que pretende ser comunista soportando tesis negacionistas de la predominancia y preponderancia de la industria pesada:
«Debo poner de relieve una vez más que la única base económica del socialismo es la gran industria mecanizada. Quién olvide esto no es comunista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe al IIIº Congreso de la Komintern, 1921)
Que tampoco debía de ser ignorado en países pequeños o subdesarrollados:
«La prioridad dada al incremento de la producción de medios de producción con respecto a la producción de artículos de consumo, constituye otro rasgo distintivo del presente quinquenio, y es el resultado de la política económica que nuestro partido ha seguido en el terreno de la industrialización del país y en la distribución de las inversiones entre las diversas ramas de la economía. (...) Como puede verse, en su política económica relativa a la industrialización socialista del país, nuestro partido, no obstante la existencia de particularidades concretas, tiene siempre en consideración la tesis leninista de que la industria pesada constituye la base de la industrialización socialista, que, en este proceso, la producción de medios de producción debe aumentar a ritmos más altos que la producción de artículos de consumo». (Enver Hoxha; Informe ante el IVº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1961)
Así se explicaba en la Unión Soviética la razón por la que debía de darse prioridad a la industria pesada frente a las otras ramas, algo que ya explicamos:
«El camarada Dzerzhinski tiene razón al decir que nuestro país puede y debe convertirse en un país metalúrgico. La enorme importancia de este hecho tanto para el desarrollo interno de nuestro país como para la revolución internacional apenas necesita la prueba. No hay duda que desde el punto de vista de nuestro desarrollo interno, el desarrollo de nuestra industria metalúrgica y la importancia de su crecimiento es colosal, ya que este desarrollo se traduce en el crecimiento de nuestra industria total y de nuestra economía en tono global, debido a que la industria metalúrgica es la piedra angular de toda la industria, véase que para levantar la industria ligera, para el transporte, para la industria de combustibles, para la electrificación, y para la agricultura no se podrán realizar a no ser que se cuente con una buena industria metalúrgica poderosamente desarrollada». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los resultados de los trabajos de la XIVº Conferencia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 9 de mayo de 1925)
El polaco Hilary Minc, explica muy bien lo ya más o menos explicado aquí con las citas de Lenin, Georgi Dimitrov, Stalin y Enver Hoxha sobre la primacía de la industria pesada, su interrelación con otras ramas de la economía, y el mantener tal principio en los países poco desarrollados:
«El pivote de tal desarrollo planificado de las fuerzas productivas es la industria que se ha convertido en propiedad del Estado. Esta industria constituye la posición de liderazgo del Estado y en conjunto con otros sectores en manos del Estado –el transporte, la banca, el monopolio del comercio exterior, y los puestos de cabeza del Estado y de cooperación en el comercio al por mayor y al por menor– hace que sea posible, sobre la base de dirección planificada, para dirigir el desarrollo de la economía nacional en su conjunto. (...) En la mayoría de las democracias populares del legado del sistema capitalista era una industria atrasada, subdesarrollada, donde predominaba la industria ligera. Es obvio que si la industria se había mantenido en este nivel no habría sido capaz de jugar un papel de liderazgo en la transformación socialista del país. Por lo tanto, se hacía necesario para asegurar un rápido desarrollo, integral de la industria, dar preferencia a la industria de la producción de los medios de producción. Sin embargo, poner énfasis en el desarrollo de la industria pesada no significa que la industria ligera no debe ser desarrollada. Por el contrario, el desarrollo de la industria ligera es esencial, tanto desde el punto de vista de la satisfacción de las crecientes demandas de los trabajadores cuyo bienestar constante mejora bajo la economía planificada, como desde el punto de vista de usar una parte de las acumulaciones en la industria ligera, donde el volumen de ventas de fondos es más rápido, para construir la industria pesada». (Hilary Minc; En cuanto a la base de la planificación en las democracias populares, 1949)
Está claro, como decíamos al principio del capítulo, que tanto la burguesía como la pequeña burguesía nerviosa y cortoplacista prefieren centrar la economía alrededor de la industria ligera de producción de bienes de consumo o de la agricultura, porque es más «rentable» que la cara industria pesada. Si a esto sumamos que desean que en la sociedad socialista prime la ley del valor, comprenderemos porque hubo desarrollos teórico-prácticos revisionista que pretenderían, como hicieron en su día Jruschov y Mao Zedong –y con ello todos los líderes revisionistas que estos influenciaban–, virar la economía hacía la industria ligera en vez de hacía la industria pesada. No es casualidad que todos los países revisionistas hayan dejado de lado la industria pesada para basar sus economías en la industria ligera, el campo, o incluso el sector servicios. Enver Hoxha desmonto la desviación del revisionismo soviético y chino que atacaba a la industria pesada:
«En el primer punto de su «decálogo» Mao Zedong presenta la tesis antimarxista de que hay que dar prioridad a la industria ligera y a la agricultura con relación a la industria pesada. Mao Zedong justifica esta desviación revisionista de Kosyguin pretendiendo que las inversiones en la industria pesada son muy elevadas y que no son rentables, mientras que la industria de los caramelos y de las zapatillas, son más ventajosas, más rentables. Y que en cuanto a la agricultura, que asegura la alimentación de la población. Esta tesis antimarxista de Mao Zedong no aumenta sino que al contrario frena el desarrollo de las fuerzas productivas. La agricultura y la industria ligera no pueden desarrollarse a la cadencia requerida si su desarrollo no se acompaña del de la industria minera, si no se produce acero, petróleo, si no se produce tractores, vagones, automóviles, buques, si no se pone en pie una industria química, etc.». (Enver Hoxha; Algunos juicios sobre el discurso «decálogo» de Mao Zedong; Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de diciembre de 1976)
Stalin igualmente, se adelantó a estas teorías antimarxistas, y explicó tanto el efecto de la ley del valor, como el porqué en la sociedad socialista esta ley no puede ser el regulador de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción:
«Es también completamente errónea la afirmación de que en nuestro sistema económico actual, en la primera fase de desarrollo de la sociedad comunista [la etapa del socialismo - Anotación de Bitácora (M-L)], la ley del valor regula las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se desarrolla al máximo la industria ligera, la más rentable, dándole preferencia frente a la industria pesada, que con frecuencia es menos rentable y a veces no lo es en absoluto. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se cierran las empresas de la industria pesada que por el momento no son rentables y en las que el trabajo de los obreros no da el «resultado debido» y no se abren nuevas empresas de la industria ligera, indiscutiblemente rentable, en las que el trabajo de los obreros podría dar «mayor resultado». Si eso fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se pasa a los obreros de las empresas poco rentables, aunque muy necesarias para la economía nacional, a empresas más rentables, como debería hacerse de acuerdo con la ley del valor, a la que se atribuye el papel de regulador de las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las ramas de la producción. Es evidente que, de hacer caso a esos camaradas, tendríamos que renunciar a la primacía de la producción de medios de producción en favor de la producción de medios de consumo. ¿Y qué significa renunciar a la primacía de la producción de medios de producción? Significa suprimir la posibilidad de desarrollar ininterrumpidamente nuestra economía nacional, pues es imposible desarrollarla ininterrumpidamente si no se da preferencia a la producción de medios de producción. Esos camaradas olvidan que la ley del valor sólo puede regular la producción bajo el capitalismo, cuando existen la propiedad privada sobre los medios de producción, la concurrencia, la anarquía de la producción y las crisis de superproducción. Olvidan que la esfera de acción de la ley del valor está limitada en nuestro país por la existencia de la propiedad social sobre los medios de producción, por la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía y, por consiguiente, también por nuestros planes anuales y quinquenales, que son un reflejo aproximado de las exigencias de esta última ley». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)
Y Stalin sigue explicando de forma sencilla pero magnífica, que eso no significa que en el socialismo no se busque la rentabilidad en las empresas, pero desde luego no sobre la ley capitalista del valor:
«Algunos camaradas deducen de aquí que la ley del desarrollo armónico de la economía del país y la planificación de la misma destruyen el principio de la rentabilidad de la producción. Eso es completamente erróneo. En realidad, ocurre todo lo contrario. Si consideramos la rentabilidad, no desde el punto de vista de esta o aquella empresa o rama de la producción, y no en el transcurso de un año, sino desde el punto de vista de toda la economía nacional y en un período, por ejemplo, de diez a quince años ésta sería la única forma acertada de enfocar el problema, veríamos que la rentabilidad temporal e inconsistente de esta o aquella empresa o rama de la producción no puede en absoluto compararse con la forma superior de rentabilidad, sólida y constante, que nos dan la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional y la planificación de la misma, librándonos de las crisis económicas periódicas, que destruyen la economía nacional y causan a la sociedad tremendos daños materiales, y asegurándonos el desarrollo ininterrumpido de la economía nacional y el elevado ritmo de este desarrollo. En pocas palabras: no cabe duda de que en las condiciones socialistas de la producción que existen actualmente en nuestro país la ley del valor no puede «regular las proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)
Lamentable, hoy, entre las nuevas corrientes autodenominadas de «izquierda», entre las que se incluyen el «socialismo del siglo XXI», callan ante esta cuestión, ya niegan el predominio del sector estatal de por sí, pero además niegan el papel de la industria pesada en la economía. Son profundamente cortoplacistas y siempre apremian el desarrollo de la agricultura, de la industria ligera –excusándose en la rentabilidad capitalista–,nunca favorecen el sector estatal de la industria pesada, algunos de sus defensores creen que el desarrollo de la industria estatal no se ha podido lograr por ciertos factores: lo dicen excusándose en las condiciones de su industria –aunque países más atrasados que el suyo si lo hayan logrado–, en el poder económico que todavía tienen las clases explotadoras –culpa que sólo recae en el partido gobernante que lo permite–, en el poder e influencia de dichas clases explotadoras en la mentalidad de las masas para tal transformación social –pero siguen dejando a tales clases explotadoras mantener el dominio de los medios de comunicación–, a la vacilación de otros partidos políticos que apoyan el «proyecto socialista» –excusa togliattista donde las haya–, el acoso del imperialismo que atacaría si se radicaliza el proceso –el clásico miedo pequeño burgués que sobreestima al enemigo– etc.
Se cita todo esto como razones por las que según ellos incapacitaría a su país desarrollar un proyecto socialista verdadero que tomara partida por un gran sector estatal en la industria. Pero sabemos, que no es culpa ni del resto de partidos, ni del imperialismo ni de las miles de excusas. Ya hemos visto que sus dirigentes han negado abiertamente que alguna vez vayan a acompañar a la clase obrera a tomar en sus manos los medios de producción y establecer la dictadura del proletariado, y eso incluye el tema de la industria pesada y su desarrollo en detrimento del sector privado que comanda la burguesía nacional.
Todas estas excusas quedaron hace tiempo en agua de borrajas cuando se ven otras experiencias históricas:
«La conquista de la independencia económica junto a la política, la garantía de la defensa del país por nuestro propio pueblo, la educación y el temple de las masas trabajadoras en la ideología marxista-leninista, son los firmes e inconmovibles pilares sobre los que se levanta nuestra fortaleza socialista, son los rasgos fundamentales que caracterizan a un Estado verdaderamente socialista. Estas realizaciones, tomadas en su conjunto, constituyen a su vez la experiencia histórica del socialismo en Albania. La experiencia de Albania muestra que también un país pequeño, con una base material-técnica atrasada, puede alcanzar un desarrollo económico y cultural muy rápido y multilateral, puede garantizar su independencia y hacer frente a los ataques del capitalismo y del imperialismo mundial, cuando está dirigido por un auténtico partido marxista-leninista, cuando está dispuesto a luchar hasta el fin por sus ideales y cuando tiene confianza en que puede realizarlos». (Enver Hoxha; Informe al VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1981)
Lo cierto es que no se realiza la revolución proletaria por esas razones en las que se escudan, sino porque para empezar, como en otras cuestiones económicas, no forman parte de las fuerzas del socialismo científico marxista-leninista, y no tienen el conocimiento necesario para poder llevar a cabo tal proyecto industrial. Entre una cosa y otra, por eso siempre veremos a estos países del «socialismo del siglo XXI» con una industria dependiente e importadora, por eso veremos que, en estos países, dadas sus características ideológicas revisionistas todavía más descaradas, pese a que puede que tengan cierto tejido industrial casi toda su industria sigue en manos privadas –y por lo tanto indiscutible el papel de la burguesía en ellas–, ni siquiera camuflan la industria propiedad de la burguesía bajo el monopolista capitalismo de Estado, como hicieron otros revisionismos, aunque puede que este sector tome grandes proporciones en próximos años. Por eso también en el terreno de la teoría económica, los pocos teóricos que conocen el axioma de la industria pesada prefieren ignorarlo demostrando que no les gusta el socialismo científico, que les gusta más el suyo, ese socialismo –pseudosocialismo– que llaman nuevo pero que es tan viejo como el oportunismo mismo que contiene. Y no es cuestión de gustar o preferir, sino de que teoría económica marxista hay una, las leyes de la construcción socialista son científicas, en tanto no pueden existir varias teorías. Negar tal axioma es síntoma aparente como habéis visto con la cita de Lenin de no ser un verdadero comunista pese a proclamarlo.
Uno de los argumentos más gastados por el oportunismo reformista y revisionista en lo económico, ha sido el presentar siempre su programa económico como una «NEP adecuada a las condiciones del país». En realidad, los ideólogos y economistas que dicen esto, no saben –o son unos falseadores de campeonato– lo que fue realmente la NEP, o que objetivos tenía, y sobre todo olvidan que no era una etapa eterna, pero usan tal periodo porque saben que fue un periodo durante el cual el gobierno bolchevique tuvo que hacer ciertas concesiones al capitalismo, por tanto usan tal etapa para justificar su política oportunista y vacilante. Por ejemplo, el revisionismo cubano [2], tras renegar del uso de la industria pesada como impulsora de sus fuerzas productivas, jamás pudo industrializarse, y tras la caída del bloque soviético revisionista, a finales de los 80, se encontró en un panorama dónde además había perdido la mayoría de los países con los que tenía intercambio comercial, en consecuencia también perdió su fuente de importación de industria. Desde entonces, se dice, que el país está en una restructuración económica, parecida a la NEP soviética, pero no es cierto, en Cuba no se ha trazado un plan que permita a dicho país industrializarse, ni siquiera las grandes concesiones hechas al capital extranjero en cuestiones como el de los hoteles y demás, que pertenecen al sector servicios y que actualmente juegan un rol decisivo en la economía cubana, han servido como método acumulativo para reflotar la economía e invertir luego decididamente en la industrialización del país [3]. Además, de otorgar grandes concesiones desde la década de los 80 y 90 –las cuales ahora están siendo si cabe más ampliadas– a la entrada de capital extranjero, el revisionismo cubano, en vez de fortalecer la propiedad coooperativista y estatal, desarrollan la propiedad privada a pequeña mediana y con ello dicen estar desarrollando un nuevo sistema económico, ¿cuál es este «novedoso» sistema económico para resolver los males de Cuba? El famoso cuentapropismo, o sea la disolución poco a poco de la propiedad cooperativa y estatal hacía la formación de la propiedad privada «autogestionada» a pequeña y mediana escala. He aquí lo que dice el ahora ex-ministro de cultura de Cuba, Abiel Prieto [4]:
«Nosotros lo que estamos haciendo es nuestro modelo económico, perfeccionarlo, hacerlo más eficiente, darle paso a formas no estatales de gestión». (Abiel Prieto; Entrevista en la televisión argentina, 15 de junio del 2013)
También, si añadimos esto a las ya de por si aplicadas reformas cubanas de los 70 que explicamos, y que fueron en plena consonancia con las reformas soviéticas de Leonid Brézhnev; vemos que se le ha dado una vuelta de tuerca más a las empresas, pidiéndolas más rentabilidad, dándoles autonomía y descentralizándolas. Nos es de sobra conocidos estos planteamientos sobre la búsqueda de la «rentabilidad económica» en la industria, slogans que ya llevan presentando los economistas cubanos desde hace décadas, y que ni siquiera se diferencian formalmente de los argumentos del revisionismo soviético o chino.
Por tanto sabemos por el sendero que van estas nuevas declaraciones:
«El tema de la productividad tiene que ver con lo que pueden hacer estas empresas estatales que si van a ser transformadas, van a tener más libertad de acción, van a estar menos maniatadas. Nosotros hemos tenido un exceso de centralismo, que ha maniatado a veces las fuerzas productivas, aspiramos a que esas fuerzas productivas crezcan a través de la empresa estatal y a través de las cooperativas». (Abiel Prieto; Entrevista en la televisión argentina, 15 de junio del 2013)
En las reformas cubanas no hay por tanto ningún paralelismo con la NEP de la Unión Soviética. Sí, con los procesos que restauraron el capitalismo en Europa del Este en los años 50 y 60 a través de este tipo de reformas económicas, o también se puede comparar este estilo de dirigir la economía con los actuales procesos en los países del «socialismo del siglo XXI». En estos países dominados por la influencia del revisionismo cubano como los del «socialismo del siglo XXI» siempre han sido y serán bienvenidas las teorías que niegan la propiedad estatal proponiendo la autogestión; las que en vez de limitar la propiedad privada, alababan lo «beneficioso» de la proliferación de la propiedad privada en la economía; las que no ven problema alguno en el gran peso del capital extranjero en la economía; las que niegan el papel a jugar por la industria en la extensión de las fuerzas productivas del país; las que abogaban por el uso de la ley del valor y por extensión la «rentabilidad» ante todo; las que entienden correcto la venta de los medios de producción a particulares; las que proponen la descentralización de las empresas; las que piden más y más autonomía de la empresa respecto a la planificación etc.
Tal vez, para los críticos del «stalinismo», estas leyes de la construcción del socialismo les sean ajenas, las entiendan como receta preparada o las califiquen de catecismo a la soviética, pero como la historia ha demostrado y sigue demostrando, quién se desvía de este camino tarde o temprano zozobra en el capitalismo. El francés Vincent Gouysse en su obra «Imperialismo y antiimperialismo» de 2007, que por cierto dedica todo un capítulo a la revolución cubana que recomendamos, afirmaría lo siguiente respecto a los revisionistas modernos y la NEP:
«Los que suelen ser tan cautelosos cuando se trata de determinar las características generales universales de la revolución socialista son sin embargo muy rápidos para construir «vías específicas» o «modelos de socialismo» donde se entusiasman con la «creatividad» de la NEP». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Es preciso por tanto dar respuesta a la charlatanería de muchos intelectuales del revisionismo cubano o del «socialismo del siglo XXI» que se visten de marxistas, y que intentan excusarse en la Nueva Política Económica –NEP– de 1921 desarrollada en la Rusia soviética de la época de Lenin, para intentar justificar que en sus países se esté produciendo un libre y prolongado desarrollo del capitalismo. No pueden incurrir en peor bajeza a la hora de engañar a la gente.
En este sentido hay que aclarar que el rasgo fundamental de la NEP es que se trató de una medida del gobierno bolchevique para ajustar la economía a las circunstancias del fin de la guerra civil de los años 20, que había contado además con la intervención de ejércitos de las potencias imperialistas. Esta medida pretendía como objetivo principal la restauración económica para salvar al país de la ruina económica y el hambre, por eso Lenin insistía como tarea primordial restaurar y desarrollar las fuerzas productivas de los campesinos, asegurando así la alianza obrero-campesina. Las medidas tenían que ver con permitir por ejemplo a los pequeños propietarios tras pagar el impuesto en especie, vender el excedente que no quedara dentro de tal impuesto, cosa que antes con las medidas económicas del comunismo de guerra en la época guerra civil no estaba permitido ni era posible, la nueva medida hacía florecer el intercambio de productos, y el enriquecimiento de varios elementos; incluso se permitieron ciertas cooperaciones con empresas extranjeras, con la creación de empresas mixtas, se hacía esto debido a que el Estado no tenía medios para ponerlas a funcionar, o no podía hacerlas funcionar de modo correcto. Así resume Stalin las medidas de la NEP:
«Todo lo que excediese del impuesto se dejaba a la libre y plena disposición del campesino, a quien se concedía libertad de vender estos productos. Al principio, la libertad de venta se traduciría –decía Lenin en su informe al Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia– en una cierta reanimación del capitalismo dentro del país. Será necesario consentir el comercio privado y autorizar a los particulares dedicados a la industria la apertura de pequeñas empresas. Pero no había por qué tener miedo a esto. Lenin entendía que una cierta libertad de circulación de mercancías estimularía el interés económico del campesino, incrementaría la productividad de su trabajo y elevaría rápidamente el rendimiento de la agricultura; que sobre esta base se restauraría la industria del Estado y se desalojaría al capital privado; que, después de acumular fuerzas y recursos, se podría crear una potente industria, base económica para el socialismo, y luego pasar resueltamente a la ofensiva, para destruir los restos del capitalismo dentro del país». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)
Pero estas medidas estaba impuesta por la situación, y no eran eternas, de ahí que un año después de la proclamación de la NEP, se empezara a preparar al partido para la ofensiva contra el sector privado como se comentó en el XIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética de 1922.
Lenin en su libro «Sobre el impuesto en especie» de 1921, explicó detalladamente que al inicio de la NEP existían cuatro elementos económicos: la propiedad campesina patriarcal, la pequeña producción mercantil, la propiedad privada, el capitalismo de Estado, y el socialismo estatal. El objetivo del Estado proletario en condiciones de la NEP según palabras de Lenin, era en esa época aislar y eliminar la propiedad privada fomentando el comercio controlado bajo el Estado, a la vez que se mantenía y extendía en la medida de lo posible el control estatal socialista en los sectores de la economía. El enemigo principal para el Estado era el elemento pequeño burgués, el pequeño propietario que eludía el control del Estado y pretendía especular con la producción y los precios:
«Debemos apoyar, nos conviene apoyar el mercado «correcto» que no elude el control estatal. Pero la especulación no puede distinguirse del comercio «correcto» si se la toma como un concepto de la economía política. La libertad de comercio es capitalismo, y el capitalismo es especulación; sería ridículo no quererlo ver». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1921)
Refiriéndonos al tema de las inversiones del Estado en los diferentes sectores de la economía, se podría decir que la NEP fue el procedimiento que tenía por objetivo la restauración económica a causa las sucesivas guerras sufridas, cuyo primer objetivo era reparar la industria ligera y la agricultura, básicamente no porque fuera un plan más o menos socialista –como pretenden presentarlos los negacionistas del papel de la industria pesada– sino porque directamente la población en aquel periodo se moría de hambre por los estragos económicos de varias guerras entrelazadas. Además, sin una agricultura que rindiera como mínimo como antes de la guerra, no se podría abastecer a la industria. A partir de ahí, cuando eso se solucionó con franca rapidez, la base económica del partido bolchevique desde mediados de los años 20 fue el énfasis en la industria pesada, rebajar los costes industriales, y surtir de toda la técnica y maquinaria posibles al campo.
Si seguimos el orden histórico de la revolución bolchevique, poco tiempo después se aplican los planes quinquenales, ya que los bolcheviques habían aprendido a controlar y planificar la economía durante los años de la NEP –eso incluía la creación de sus propios especialistas salidos de la clase obrera, no necesitando el pago a viejos especialistas burgueses–, pero sobre todo fue posible ya que se había recuperado notablemente el sector campo-industrial, sobretodo la industria ligera. Los textos soviéticos manifestaban al comentar el proceso de rápida industrialización, que su país pese a no contar con el expolio de colonias, característico del capitalismo, ni de beneficios por la exportación de capitales –capital financiero– que le rentaran, tenía otras ventajas para la industrialización que los países capitalistas no contaban: casi todas las empresas dadas en concesión del capitalismo de Estado –que jamás fueron las que pertenecían a los sectores claves– fueron recuperadas, completándose toda la industria como sector estatal socialista. Y puesto que no existía ya una clase parasitaria que teniendo suya la fábrica, sólo pensara en retener el máximo beneficios de la industria para sí misma, la clase obrera ahora dominante en el nuevo Estado, podía destinar todos los beneficios e inversiones que se quisieran hacía una reproducción ampliada continua de la industria, o sea para la extensión de nuevas fábricas, tampoco tenían contraída una deuda exterior ya que los bolcheviques se negaban a pagarla directamente por ilegítima. Estas ventajas, es algo inherente a la construcción del socialismo que olvidan los miedosos y negacionistas de la industrialización acelerada.
En el campo se arrastraba una propiedad privada de pequeños productores, la cual no se había recuperado tan bien como la industria, algo normal, teniendo en cuenta, que a diferencia de la industria, el campo seguía siendo un océano de pequeños propietarios privados, ya vimos además con Georgi Dimitrov el por qué sería imposible que el campo capitalista de los pequeños propietarios siguiera el adelantado paso de reproducción y rápida extensión de la industria socialista. El campo nunca podría otorgar una producción acorde al crecimiento de la industria socialista si no se terminaba con la propiedad privada individual y la escasa técnica. Se propuso para paliar dicho problema la colectivización en 1927: ya que por entonces si se podía contar con el apoyo de una industria pesada con una producción recuperada y sana y con un notable progreso en la diversificación de todas las ramas industriales. Este proceso se iniciaría poco después en 1929 cuando se vio factible la oportunidad al resolverse la poca influencia que aún mantenía el partido en el campo con los campesinos, y gracias también a la conciencia de la lucha de clases adquirida por los campesinos contra el kulak, factores que entre otros factores obligaban al partido a negarse a emprender dicha empresa apresuradamente.
Gracias a la nacionalización de la industria durante los primeros meses de la revolución, y a la expansión de ésta durante la NEP, y durante los planes quinquenales, se pudo abastecer al campo con una maquinaria moderna y recuperar los datos de producción de antes de la guerra, e incluso superarlos. Pero obviamente todas estas medidas que inicialmente hemos rememorado sobre el periodo de la NEP al repasar la historia de la revolución bolchevique, fueron «transitorias» y «obligadas» por las condiciones materiales concretas de Rusia y de su economía en el momento:
«La NEP se hizo obligatoria en los primeros años de poder bolchevique como consecuencia de la situación de la economía, en particular del atraso de la joven Unión Soviética que debido a los estragos de la guerra estuvo en un momento en peligro de romper la alianza entre obreros y campesinos si se trataba de mantener la política del «comunismo de guerra», mientras existía un predominio del elemento de la pequeña burguesía en la economía, mientras cundía la inexistencia de una concretada red de transportes y de comercio herencia de la Rusia zarista, que hacía el aprovisionamiento a la población una tarea muy difícil, mientras que existía la falta de cultura –con el analfabetismo– más la carencia de experiencia de los obreros en la gestión de la economía que permitía el desarrollo de los especuladores, y algunas causas más». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Lenin diría sobre estas condiciones:
«Y si en nuestro país, dadas las condiciones de atraso en las que estábamos, al hacer la revolución no existe el necesario desarrollo industrial, ¿qué debemos hacer? ¿Renunciar al camino emprendido? ¿Desanimarnos? Emprendemos una labor ímproba, porque el camino iniciado es certero. (…) Esa es la causa de nuestro repliegue. Esa es la razón de que debamos replegarnos hacia el capitalismo de Estado, hacia la explotación de empresas en régimen de concesión, hacia el comercio. Sin eso, dado el actual estado de ruina, no podremos restablecer los debidos nexos con el campesinado. (…) Una política tal está dictada por nuestro estado de miseria y de ruina y por el tremendo debilitamiento de nuestra industria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Política interior y exterior de la República, 1921)
Pero recordemos, estas concesiones no supusieron un freno en la lucha de clases:
«La determinación de la medida y de las condiciones en las que el arrendamiento de empresas en régimen de concesión es conveniente y no ofrece peligro para nosotros depende de la correlación de fuerzas y se decide por la lucha, puesto que también las concesiones son también un tipo de lucha, la continuación de la lucha de clases en otra forma, pero de ninguna manera la lucha de las clases es remplazada por la paz de clases». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1921)
Veamos como Enver Hoxha lo expresa de modo exacto y resumido:
«Lenin consideraba la NEP como algo provisional que venía impuesto por las condiciones concretas de la Rusia de entonces, arruinada por la larga guerra civil, pero no como una ley general de la construcción socialista. De hecho, un año después de la proclamación de la NEP, Lenin puntualizaba que la retirada ya había terminado y lanzó la consigna de preparar la ofensiva contra el capital privado en la economía». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Iósif Stalin comentaría, que lo único, que seguro sí iban a transitar todas las revoluciones respecto a la NEP, era que como Marx y Engels, habían pronosticado, no se podía expropiar la pequeña y mediana propiedad privada de la noche a la mañana, pues causaría un desabastecimiento y un descontrol generalizado en la producción y que por lo tanto el campo lleno de pequeños productores privados tenían que ser organizado por colectividades, hasta pasar a granjas estatales, de igual modo con los pequeños propietarios de la cuidad, y que bajo este proceso en el campo sobre todo existiría una aguda lucha de clases por la diferenciación entre las capas de las clases sociales sobre todo del campo, sus intereses y objetivos.
Por supuesto, por eso, aquí hay que recalcar otro aspecto; la NEP siempre estuvo bajo la dictadura del proletariado, y nunca hubo negación de la lucha de clases sino agudización de la misma, tampoco hubo concesiones políticas, o culturales, y menos una unidad táctico-estratégica con la burguesía nacional o internacional como plantean los procesos en desarrollo en Latinoamérica. Lenin comprendió que se debía dar esta implacable lucha de clases para lograr el sostenimiento inquebrantable de la Estado proletario debido al peligro que suponía la flexibilidad de la NEP y del marco económico, de ahí que subrayó la importancia de los puestos claves de la economía:
«He dicho antes que nuestro capitalismo de Estado se diferencia del capitalismo de Estado, comprendido literalmente, en que el Estado proletario tiene en sus manos no sólo la tierra, sino también las ramas más importantes de la industria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial, 1921)
Claro queda que el «socialismo del siglo XXI» que instrumentaliza tanto a la NEP para justificar no hacer sus deberes económicos. Y si a eso le sumamos el hecho de que no ven como un «peligro» la existencia de propiedad privada en el campo y la cuidad, comprenderemos entonces que no puede haber conexión alguna entre ésta doctrina y el marxismo-leninismo:
«La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se halla decuplicada por su derrocamiento –aunque no sea más que en un solo país– y cuya potencia consiste, no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de las relaciones internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Pues, por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha y mucha pequeña producción y ésta engendra al capitalismo y a la burguesía constantemente, cada día, cada hora, por un proceso espontáneo y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1918)
He aquí pues desmontada entonces, la falsificación hecha por los revisionistas y reformistas, que han pretendido comparar y encontrar en la economía de transición desarrollada en la Rusia bolchevique el elemento económico para justificar su sofisma de: ¡miradnos, nosotros también estamos en periodo de ir al socialismo, de construcción al socialismo, como la NEP de la Rusia soviética de Lenin! Lo cierto es que poco barajan de teoría económica marxista en sus discursos, pero nada puede descartarse, nadie puede negar que en unos años usen el lenguaje marxista con mayor regularidad también en el terreno económico. Como unas veces juegan en sus discursos y tesis a creerse herederos del marxismo-leninismo, y como otras lo insultan, lo guardan en el baúl bajo llave por «dogmático», y lo lanzan al mar de la traición de forma abierta, no podemos cerrar la puerta a un cambio de opinión y como decimos puede que en años siguientes intenten utilizar más las tesis económico-políticas del marxismo –para camuflar sus intereses burgueses claro–, en cuyo caso por supuesto le dedicaremos otro nuevo espacio». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Notas
[1] [Capítulo] El carácter premarxista del postulado de la agricultura como base de la economía. Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006.
[2] Equipo de Bitácora; La nueva Ley de Inversión Extranjera en Cuba romperá con el bloqueo fuera de EEUU, 2014.
[3] Revisionismo cubano [Etiqueta del blog Bitácora Marxista-Leninista con varias entradas y documentos sobre tal rama del revisionismo].
[4] Equipo de Bitácora; Crítica a la entrevista a Abiel Prieto, ex ministro de cultura de Cuba, 15 de junio de 2013.
Lo importante a resaltar no solo es la influencia del jruschovismo en la negación de la industria pesada, sino que en esta teoría revisionista soviética de ajustar las inversiones a la industria pesada hacia otras ramas, iba a su vez relacionada con la «recomendación» al resto de países con relaciones económicas con la Unión Soviética, a adaptarse a una economía similar que desarrollara más énfasis en la industria ligera y la agricultura, como se estaba haciendo en la propia Unión Soviética revisionista, pero las propuestas de los revisionistas soviéticos no iban sólo en el marco de acoplamiento de esta teoría económica capitalista en los partidos y países comunistas, sino que, conocedores de la no completa industrialización en los países socialistas ahora dominados por jruschovistas, el hecho de copiar tales teorías suponía esquilmar la soberanía de estos países y alimentar una dependencia de estos países para con la Unión Soviética en un marco dónde los revisionistas soviéticos fueran los productores de medios de producción –como realiza la industria pesada– y el resto de países revisionistas dedicándose a una industria ligera y una agricultura ni siquiera diversificada, sino de productos locales, una especialización que a la burguesía imperialista le ha encantado siempre, unos planes neocolonialistas propuestos y aplicados por los revisionistas soviéticos que se harían famosos en la teoría burguesa e imperialista de la «división socialista internacional del trabajo»: El ejemplo más conocido obviamente es la Cuba de Fidel Castro, pero no fue el único país en someterse a esas directrices revisionistas.
Esto escribiría Enver Hoxha sobre los planes imperialistas de la Unión Soviética de Jruschov sobre la pequeña Albania:
«Nikita Jruschov: Así, pues, en lo que atañe a las cuestiones económicas debemos calcular con lápiz tanto nosotros como ustedes y, si en su país existen provechosas fuentes de petróleo, bien, les otorgaremos créditos. Pero aun haciendo las cuentas de esta manera, resulta más ventajoso que les suministremos petróleo del nuestro. En todo hay que ver la rentabilidad –prosiguió Jruschov–. Tomemos la industria. Comparto su opinión de que Albania debe tener propia industria. Pero ¿qué tipo de industria? Estimo que en su país debe desarrollarse la industria alimenticia [industria ligera – Anotación de Bitácora (M-L)], por ejemplo de las conserva, de elaboración de pescado, frutas, leche, aceite, etc. Ustedes quieren desarrollar la industria pesada. Esto hay que verlo bien. (…) Por lo que respecta a la industria de tratamiento de los minerales, a la producción de metales, estas ramas para ustedes no resultan rentables. Nosotros tenemos metales y podemos darles cuanto quieran. Con un día de nuestra producción, podemos satisfacer todas sus necesidades del año. Lo mismo dijo refiriéndose a la agricultura. Su país –prosiguió– debe desarrollar los cultivos que crecen mejor y que son más ventajosos». (Enver Hoxha; Los jruschovistas –memorias–, 1980)
Visto lo ocurrido en otros países que sí se quedaron en la órbita del revisionismo soviético, está claro que de haber rechazado la industrialización socialista en Albania, con la industria pesada como pivote, hubiera supuesto la sumisión económica, política, y cultural bajo la teoría antimarxista de la «división internacional del trabajo socialista»:
«En última instancia, su objetivo es convertir a estos países en provincias de su imperio socialimperialista o en dominios económicos. Para ello utilizan tanto los dictados como la demagogia, viene con lemas tales como la división internacional del trabajo, la especialización, la cooperación y la concentración de la producción, la eficacia y la rentabilidad de la producción a escala internacional». (Kiço Kapetani y Veniamin Toçi; El COMECON revisionista: un instrumento al servicio del socialimperialismo soviético, 1974)
El revisionismo chino de la mano de Mao Zedong, empezaría, como era normal esperar, en los 50, por aceptar esta teoría jruschovista para agradar a Nikita Jruschov, pero el revisionismo chino usaría esta «rectificación en las inversiones» propuesta por los soviéticos en la industria pesada, para acabar vociferando su propia teoría de que en su caso «el campo era la base de la economía» [1], y que las inversiones en industria pesada y ligera iban siempre en segundo orden, comparadas con las del campo, así se reflejó en el «Manual de economía de Shanghái» de 1974:
«Los autores declaran abiertamente que la agricultura es la base de la economía nacional: «En la organización del desarrollo de la economía nacional, el país socialista debe aplicar conscientemente las leyes objetivas de la agricultura como base de la economía nacional». (Manual de economía de Shanghái, 1974) Esta declaración va mucho más allá de la comprensión sobre la agricultura en un país con una abrumadora mayoría de campesinos, donde la agricultura tiene que jugar un papel muy importante por la razón evidente de que hay una desproporción económica clara al comienzo del desarrollo económico del país. No es eso, estamos tratando aquí con una nueva comprensión de la dirección del desarrollo de la economía de transición en un país relativamente atrasado como China. Cuando los autores apelan al principio de la agricultura como base de la economía nacional, dan a entender que la agricultura debe ser una prioridad en la economía nacional: «Dado que la agricultura es la base de la economía nacional, es necesario tratar el desarrollo de la agricultura como una prioridad de la economía nacional. Sólo cuando la agricultura se desarrolla como la base de la economía nacional puede iluminar la industria, la industria pesada, y otras empresas económicas, culturales y educativas se podrán desarrollar así mismo». (Manual de economía de Shanghái, 1974) En este punto, no hay una aparente lógica, sino que se utiliza profundamente un argumento antimarxista». (Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006)
¡Por supuesto, esto era calificado también de genialidad del revisionista Mao Zedong que enriquecía el marxismo!:
«En su discurso: «Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo» pronunciado en 1957, el presidente Mao Zedong afirmó: «La industria pesada es el núcleo de la construcción económica de China. Al mismo tiempo, se debe prestar plena atención al desarrollo de la agricultura y la industria ligera». Más tarde, explicando la teoría que la agricultura es la fundación de la economía nacional, el presidente Mao Zedong lo resumió en estas palabras: «Tomar la agricultura como la base de la economía y la industria como el factor principal». Que constituye el principio general para el desarrollo de la economía nacional. Él indicó que se debe dar el primer lugar al desarrollo de agricultura. Estas instrucciones del presidente Mao son en profundidad dialécticas; ellas revelan las leyes objetivas que gobiernan el crecimiento de economía socialista en China y son un desarrollo de la economía política del marxismo». (Pekín Informa; Vol. 15, Nº 34, 25 de agosto de 1972)
Sobra añadir que eso de que «sólo cuando la agricultura se desarrolla como la base de la economía nacional puede iluminar la industria, la industria pesada, y otras empresas económicas, culturales y educativas se podrán desarrollar así mismo», algo sostenido teóricamente por el «Pensamiento Mao Zedong», es una «perita en dulce» para la actual dirigencia de China, a la hora de imponer, como hicieron en su día los revisionistas soviéticos, su teoría económica imperialista a otros países y limitarles su desarrollo. Como siempre Mao Zedong legó una gran teoría nacionalista-burguesa para los intereses de sus sucesores.
Como vemos las teorías y excusas para negar el papel de la industria pesada son muy variadas y peculiares. Ahora repasaremos el porqué de la importancia de la industria pesada, el porqué de su innegable necesidad para la construcción del socialismo.
En el caso del «socialismo del siglo XXI» sus teorías premarxistas, tampoco se diferencian mucho a las pasadas revisiones sobre la industria pesada: aunque a veces hablan de crear una potente industria, no hablan a través de qué medios, lo cierto es que lamentablemente el silencio como en otros temas, es su mejor arma. Claro que el rechazo, a veces silencio, sobre la industria es normal si se tienen en cuenta las aspiraciones pequeño burguesas y premarxistas de la que hacen gala muchos de sus dirigentes, las cuales se reducen a desarrollar un capitalismo más «benigno» y muchas veces ni siquiera a un antiimperialismo sincero, sino a uno que cambia de amo según que imperialismo les proporcione más «ayuda» económica. Dejando esto a un lado, siempre hay que tener en cuenta que la industria pesada es el vehículo que ayuda a la proletarización de las masas: pues produce medios de producción, permite la creación de las fábricas industriales, estas fábricas atraen cada vez más a elementos no proletarios donde se proletarizan, y además permite el desarrollo de tanto de la industria ligera en su conjunto como la industrialización del agro.
«La gran industria –ha dicho Lenin, hablando de su papel en la edificación de la sociedad socialista– representa la base de la transición al socialismo y desde el punto de vista del estado de las fuerzas productivas, es decir de los principios del desarrollo social, es la base de la organización económica socialista, porque agrupa a los obreros industriales avanzados, a la clase que ejerce la dictadura del proletariado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Obras Escogidas, Tomo 33, edición albanesa)
Pero además esta industria permite –con la producción de maquinaria– dotar al campo de colectividades superiores en técnica y producción a la parcela individual, algo que facilita la persuasión del campesino pequeño burgués de la superioridad de la granja colectiva respecto a su parcela individual, ayudándose de este modo al paso voluntario del pequeño propietario y su parcela a la colectividad. Por supuesto, sin este paso, es imposible hablar de un posterior paso de esta granja colectiva a una granja estatal. Esta situación también significa otro proceso de proletarización entre las clases trabajadoras, en el campesinado en este caso.
Esto ya fue explicado en el capítulo anterior, con la cita de Stalin criticando la teoría del «equilibrio» que auguraba un sector privado en el campo junto al sector estatal socialista de la cuidad. Recordemos, con una breve exposición, por qué con este esquema de una cuidad-socialista y un campo-capitalista es imposible elevar las fuerzas productivas tanto de cuidad como de campo:
«La industria nacionalizada, desarrollándose en conformidad con las leyes de expansión de reproducción socialista, es decir, en el aumento anual de su producción y el establecimiento de nuevas empresas, presentará demandas cada vez mayores en cuanto a alimentación y materias primas agrícolas. Las necesidades crecientes de la industria, de la población urbana y del ejército no pueden estar satisfechas por la pequeña economía privada rural, la cual tiene una productividad baja. Esto levanta el problema de una reconstrucción socialista en la economía rural simultáneamente con la reconstrucción socialista en el desarrollo de la industria. Uno no puede pretender por mucho tiempo que en su querida democracia popular que tiene el objetivo de la construcción socialista convivan sobre dos principios completamente opuestos, me refiero obviamente a la gran escala de la industria socialista ligada en una mezcla junto a la pequeña producción de materias primas privadas del ámbito rural. La economía rural por ello, debe ser transformada gradualmente, sistemáticamente y categóricamente hacía el punto que se alcance la nueva técnica básica, para esto la producción a gran escala en granjas privadas debe sustituirse por las grajas cooperativas mecanizadas». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)
Deduzcamos también, que los ideólogos del «socialismo del siglo XXI» no han entendido, o no han querido entender, que sin socialismo en lo económico no hay independencia económica, y que esa independencia se conquista mediante el desarrollo de las fuerzas productivas, que dichas fuerzas productivas en el campo y la cuidad no pueden ser impulsadas a través de las buenas cosechas del campo ni de la producción de bienes de consumo de la industria ligera, sino a partir de la industria pesada, ya que es la industria encargada de «producir más máquinas» –medios de producción– dicho vulgarmente. Lenin lo planteó como regla general para los países que se quisieran llamar así mismos socialistas:
«La base material del socialismo no puede ser sino la gran industria mecanizada capaz de reorganizar también la agricultura. Pero no debemos limitarnos a este principio general. Hay que concretarlo. Una gran industria, a la altura de la técnica moderna y capaz de reorganizar la agricultura, supone la electrificación de todo el país». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe al IIIº Congreso de la Komintern, 1921)
La necesidad de una potente industria para no depender del material industrial importado del exterior es algo sabido por todo marxista-leninista; Georgi Dimitrov por ejemplo, también era conocedor de esta cuestión, y así lo hacía saber constantemente:
«Nuestras tareas principales en la edificación de las bases económicas y culturales del socialismo pueden ser formuladas de este modo: (...) 7. Cambiar la proporción entre industria ligera e industria pesada a favor del ésta última por contar entre sus filas con el desarrollo de energía eléctrica, la extracción carbón y minerales, la construcción de máquinas, los productos químicos, el caucho y otras industrias, los cuales son indispensables todos ellos para aumentar el bienestar del pueblo por reducir de forma notable la dependencia de nuestra economía nacional de las importaciones extranjeras». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)
Esto no se podía hacer de otra manera que siguiendo las líneas de la propiedad socialista no de la propiedad privada, esto demostraría, como se hizo y como se haría en otros países, que a diferencia de lo que decían los clichés la clase obrera podía ser autosuficiente y levantar la economía sin necesidad de las clases explotadoras parásitas:
«Los éxitos indiscutibles, alcanzados por el socialismo en la Unión Soviética en el frente de la edificación han demostrado claramente que el proletariado puede gobernar con éxito el país sin burguesía y en contra de la burguesía, puede levantar con éxito la industria sin burguesía y en contra de la burguesía, puede dirigir con éxito toda la economía nacional sin burguesía y en contra de la burguesía, puede edificar con éxito el socialismo, a pesar del cerco capitalista». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El carácter internacional de la revolución de octubre, 1927)
Dicho axioma, la primacía de la industria pesada en la economía, dentro de la economía política marxista sirve para diferenciar a los verdaderos comunistas de los que pretende ser comunista soportando tesis negacionistas de la predominancia y preponderancia de la industria pesada:
«Debo poner de relieve una vez más que la única base económica del socialismo es la gran industria mecanizada. Quién olvide esto no es comunista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe al IIIº Congreso de la Komintern, 1921)
Que tampoco debía de ser ignorado en países pequeños o subdesarrollados:
«La prioridad dada al incremento de la producción de medios de producción con respecto a la producción de artículos de consumo, constituye otro rasgo distintivo del presente quinquenio, y es el resultado de la política económica que nuestro partido ha seguido en el terreno de la industrialización del país y en la distribución de las inversiones entre las diversas ramas de la economía. (...) Como puede verse, en su política económica relativa a la industrialización socialista del país, nuestro partido, no obstante la existencia de particularidades concretas, tiene siempre en consideración la tesis leninista de que la industria pesada constituye la base de la industrialización socialista, que, en este proceso, la producción de medios de producción debe aumentar a ritmos más altos que la producción de artículos de consumo». (Enver Hoxha; Informe ante el IVº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1961)
Así se explicaba en la Unión Soviética la razón por la que debía de darse prioridad a la industria pesada frente a las otras ramas, algo que ya explicamos:
«El camarada Dzerzhinski tiene razón al decir que nuestro país puede y debe convertirse en un país metalúrgico. La enorme importancia de este hecho tanto para el desarrollo interno de nuestro país como para la revolución internacional apenas necesita la prueba. No hay duda que desde el punto de vista de nuestro desarrollo interno, el desarrollo de nuestra industria metalúrgica y la importancia de su crecimiento es colosal, ya que este desarrollo se traduce en el crecimiento de nuestra industria total y de nuestra economía en tono global, debido a que la industria metalúrgica es la piedra angular de toda la industria, véase que para levantar la industria ligera, para el transporte, para la industria de combustibles, para la electrificación, y para la agricultura no se podrán realizar a no ser que se cuente con una buena industria metalúrgica poderosamente desarrollada». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los resultados de los trabajos de la XIVº Conferencia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 9 de mayo de 1925)
El polaco Hilary Minc, explica muy bien lo ya más o menos explicado aquí con las citas de Lenin, Georgi Dimitrov, Stalin y Enver Hoxha sobre la primacía de la industria pesada, su interrelación con otras ramas de la economía, y el mantener tal principio en los países poco desarrollados:
«El pivote de tal desarrollo planificado de las fuerzas productivas es la industria que se ha convertido en propiedad del Estado. Esta industria constituye la posición de liderazgo del Estado y en conjunto con otros sectores en manos del Estado –el transporte, la banca, el monopolio del comercio exterior, y los puestos de cabeza del Estado y de cooperación en el comercio al por mayor y al por menor– hace que sea posible, sobre la base de dirección planificada, para dirigir el desarrollo de la economía nacional en su conjunto. (...) En la mayoría de las democracias populares del legado del sistema capitalista era una industria atrasada, subdesarrollada, donde predominaba la industria ligera. Es obvio que si la industria se había mantenido en este nivel no habría sido capaz de jugar un papel de liderazgo en la transformación socialista del país. Por lo tanto, se hacía necesario para asegurar un rápido desarrollo, integral de la industria, dar preferencia a la industria de la producción de los medios de producción. Sin embargo, poner énfasis en el desarrollo de la industria pesada no significa que la industria ligera no debe ser desarrollada. Por el contrario, el desarrollo de la industria ligera es esencial, tanto desde el punto de vista de la satisfacción de las crecientes demandas de los trabajadores cuyo bienestar constante mejora bajo la economía planificada, como desde el punto de vista de usar una parte de las acumulaciones en la industria ligera, donde el volumen de ventas de fondos es más rápido, para construir la industria pesada». (Hilary Minc; En cuanto a la base de la planificación en las democracias populares, 1949)
Está claro, como decíamos al principio del capítulo, que tanto la burguesía como la pequeña burguesía nerviosa y cortoplacista prefieren centrar la economía alrededor de la industria ligera de producción de bienes de consumo o de la agricultura, porque es más «rentable» que la cara industria pesada. Si a esto sumamos que desean que en la sociedad socialista prime la ley del valor, comprenderemos porque hubo desarrollos teórico-prácticos revisionista que pretenderían, como hicieron en su día Jruschov y Mao Zedong –y con ello todos los líderes revisionistas que estos influenciaban–, virar la economía hacía la industria ligera en vez de hacía la industria pesada. No es casualidad que todos los países revisionistas hayan dejado de lado la industria pesada para basar sus economías en la industria ligera, el campo, o incluso el sector servicios. Enver Hoxha desmonto la desviación del revisionismo soviético y chino que atacaba a la industria pesada:
«En el primer punto de su «decálogo» Mao Zedong presenta la tesis antimarxista de que hay que dar prioridad a la industria ligera y a la agricultura con relación a la industria pesada. Mao Zedong justifica esta desviación revisionista de Kosyguin pretendiendo que las inversiones en la industria pesada son muy elevadas y que no son rentables, mientras que la industria de los caramelos y de las zapatillas, son más ventajosas, más rentables. Y que en cuanto a la agricultura, que asegura la alimentación de la población. Esta tesis antimarxista de Mao Zedong no aumenta sino que al contrario frena el desarrollo de las fuerzas productivas. La agricultura y la industria ligera no pueden desarrollarse a la cadencia requerida si su desarrollo no se acompaña del de la industria minera, si no se produce acero, petróleo, si no se produce tractores, vagones, automóviles, buques, si no se pone en pie una industria química, etc.». (Enver Hoxha; Algunos juicios sobre el discurso «decálogo» de Mao Zedong; Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de diciembre de 1976)
Stalin igualmente, se adelantó a estas teorías antimarxistas, y explicó tanto el efecto de la ley del valor, como el porqué en la sociedad socialista esta ley no puede ser el regulador de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción:
«Es también completamente errónea la afirmación de que en nuestro sistema económico actual, en la primera fase de desarrollo de la sociedad comunista [la etapa del socialismo - Anotación de Bitácora (M-L)], la ley del valor regula las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se desarrolla al máximo la industria ligera, la más rentable, dándole preferencia frente a la industria pesada, que con frecuencia es menos rentable y a veces no lo es en absoluto. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se cierran las empresas de la industria pesada que por el momento no son rentables y en las que el trabajo de los obreros no da el «resultado debido» y no se abren nuevas empresas de la industria ligera, indiscutiblemente rentable, en las que el trabajo de los obreros podría dar «mayor resultado». Si eso fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se pasa a los obreros de las empresas poco rentables, aunque muy necesarias para la economía nacional, a empresas más rentables, como debería hacerse de acuerdo con la ley del valor, a la que se atribuye el papel de regulador de las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las ramas de la producción. Es evidente que, de hacer caso a esos camaradas, tendríamos que renunciar a la primacía de la producción de medios de producción en favor de la producción de medios de consumo. ¿Y qué significa renunciar a la primacía de la producción de medios de producción? Significa suprimir la posibilidad de desarrollar ininterrumpidamente nuestra economía nacional, pues es imposible desarrollarla ininterrumpidamente si no se da preferencia a la producción de medios de producción. Esos camaradas olvidan que la ley del valor sólo puede regular la producción bajo el capitalismo, cuando existen la propiedad privada sobre los medios de producción, la concurrencia, la anarquía de la producción y las crisis de superproducción. Olvidan que la esfera de acción de la ley del valor está limitada en nuestro país por la existencia de la propiedad social sobre los medios de producción, por la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía y, por consiguiente, también por nuestros planes anuales y quinquenales, que son un reflejo aproximado de las exigencias de esta última ley». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)
Y Stalin sigue explicando de forma sencilla pero magnífica, que eso no significa que en el socialismo no se busque la rentabilidad en las empresas, pero desde luego no sobre la ley capitalista del valor:
«Algunos camaradas deducen de aquí que la ley del desarrollo armónico de la economía del país y la planificación de la misma destruyen el principio de la rentabilidad de la producción. Eso es completamente erróneo. En realidad, ocurre todo lo contrario. Si consideramos la rentabilidad, no desde el punto de vista de esta o aquella empresa o rama de la producción, y no en el transcurso de un año, sino desde el punto de vista de toda la economía nacional y en un período, por ejemplo, de diez a quince años ésta sería la única forma acertada de enfocar el problema, veríamos que la rentabilidad temporal e inconsistente de esta o aquella empresa o rama de la producción no puede en absoluto compararse con la forma superior de rentabilidad, sólida y constante, que nos dan la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional y la planificación de la misma, librándonos de las crisis económicas periódicas, que destruyen la economía nacional y causan a la sociedad tremendos daños materiales, y asegurándonos el desarrollo ininterrumpido de la economía nacional y el elevado ritmo de este desarrollo. En pocas palabras: no cabe duda de que en las condiciones socialistas de la producción que existen actualmente en nuestro país la ley del valor no puede «regular las proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)
Lamentable, hoy, entre las nuevas corrientes autodenominadas de «izquierda», entre las que se incluyen el «socialismo del siglo XXI», callan ante esta cuestión, ya niegan el predominio del sector estatal de por sí, pero además niegan el papel de la industria pesada en la economía. Son profundamente cortoplacistas y siempre apremian el desarrollo de la agricultura, de la industria ligera –excusándose en la rentabilidad capitalista–,nunca favorecen el sector estatal de la industria pesada, algunos de sus defensores creen que el desarrollo de la industria estatal no se ha podido lograr por ciertos factores: lo dicen excusándose en las condiciones de su industria –aunque países más atrasados que el suyo si lo hayan logrado–, en el poder económico que todavía tienen las clases explotadoras –culpa que sólo recae en el partido gobernante que lo permite–, en el poder e influencia de dichas clases explotadoras en la mentalidad de las masas para tal transformación social –pero siguen dejando a tales clases explotadoras mantener el dominio de los medios de comunicación–, a la vacilación de otros partidos políticos que apoyan el «proyecto socialista» –excusa togliattista donde las haya–, el acoso del imperialismo que atacaría si se radicaliza el proceso –el clásico miedo pequeño burgués que sobreestima al enemigo– etc.
Se cita todo esto como razones por las que según ellos incapacitaría a su país desarrollar un proyecto socialista verdadero que tomara partida por un gran sector estatal en la industria. Pero sabemos, que no es culpa ni del resto de partidos, ni del imperialismo ni de las miles de excusas. Ya hemos visto que sus dirigentes han negado abiertamente que alguna vez vayan a acompañar a la clase obrera a tomar en sus manos los medios de producción y establecer la dictadura del proletariado, y eso incluye el tema de la industria pesada y su desarrollo en detrimento del sector privado que comanda la burguesía nacional.
Todas estas excusas quedaron hace tiempo en agua de borrajas cuando se ven otras experiencias históricas:
«La conquista de la independencia económica junto a la política, la garantía de la defensa del país por nuestro propio pueblo, la educación y el temple de las masas trabajadoras en la ideología marxista-leninista, son los firmes e inconmovibles pilares sobre los que se levanta nuestra fortaleza socialista, son los rasgos fundamentales que caracterizan a un Estado verdaderamente socialista. Estas realizaciones, tomadas en su conjunto, constituyen a su vez la experiencia histórica del socialismo en Albania. La experiencia de Albania muestra que también un país pequeño, con una base material-técnica atrasada, puede alcanzar un desarrollo económico y cultural muy rápido y multilateral, puede garantizar su independencia y hacer frente a los ataques del capitalismo y del imperialismo mundial, cuando está dirigido por un auténtico partido marxista-leninista, cuando está dispuesto a luchar hasta el fin por sus ideales y cuando tiene confianza en que puede realizarlos». (Enver Hoxha; Informe al VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1981)
Lo cierto es que no se realiza la revolución proletaria por esas razones en las que se escudan, sino porque para empezar, como en otras cuestiones económicas, no forman parte de las fuerzas del socialismo científico marxista-leninista, y no tienen el conocimiento necesario para poder llevar a cabo tal proyecto industrial. Entre una cosa y otra, por eso siempre veremos a estos países del «socialismo del siglo XXI» con una industria dependiente e importadora, por eso veremos que, en estos países, dadas sus características ideológicas revisionistas todavía más descaradas, pese a que puede que tengan cierto tejido industrial casi toda su industria sigue en manos privadas –y por lo tanto indiscutible el papel de la burguesía en ellas–, ni siquiera camuflan la industria propiedad de la burguesía bajo el monopolista capitalismo de Estado, como hicieron otros revisionismos, aunque puede que este sector tome grandes proporciones en próximos años. Por eso también en el terreno de la teoría económica, los pocos teóricos que conocen el axioma de la industria pesada prefieren ignorarlo demostrando que no les gusta el socialismo científico, que les gusta más el suyo, ese socialismo –pseudosocialismo– que llaman nuevo pero que es tan viejo como el oportunismo mismo que contiene. Y no es cuestión de gustar o preferir, sino de que teoría económica marxista hay una, las leyes de la construcción socialista son científicas, en tanto no pueden existir varias teorías. Negar tal axioma es síntoma aparente como habéis visto con la cita de Lenin de no ser un verdadero comunista pese a proclamarlo.
Uno de los argumentos más gastados por el oportunismo reformista y revisionista en lo económico, ha sido el presentar siempre su programa económico como una «NEP adecuada a las condiciones del país». En realidad, los ideólogos y economistas que dicen esto, no saben –o son unos falseadores de campeonato– lo que fue realmente la NEP, o que objetivos tenía, y sobre todo olvidan que no era una etapa eterna, pero usan tal periodo porque saben que fue un periodo durante el cual el gobierno bolchevique tuvo que hacer ciertas concesiones al capitalismo, por tanto usan tal etapa para justificar su política oportunista y vacilante. Por ejemplo, el revisionismo cubano [2], tras renegar del uso de la industria pesada como impulsora de sus fuerzas productivas, jamás pudo industrializarse, y tras la caída del bloque soviético revisionista, a finales de los 80, se encontró en un panorama dónde además había perdido la mayoría de los países con los que tenía intercambio comercial, en consecuencia también perdió su fuente de importación de industria. Desde entonces, se dice, que el país está en una restructuración económica, parecida a la NEP soviética, pero no es cierto, en Cuba no se ha trazado un plan que permita a dicho país industrializarse, ni siquiera las grandes concesiones hechas al capital extranjero en cuestiones como el de los hoteles y demás, que pertenecen al sector servicios y que actualmente juegan un rol decisivo en la economía cubana, han servido como método acumulativo para reflotar la economía e invertir luego decididamente en la industrialización del país [3]. Además, de otorgar grandes concesiones desde la década de los 80 y 90 –las cuales ahora están siendo si cabe más ampliadas– a la entrada de capital extranjero, el revisionismo cubano, en vez de fortalecer la propiedad coooperativista y estatal, desarrollan la propiedad privada a pequeña mediana y con ello dicen estar desarrollando un nuevo sistema económico, ¿cuál es este «novedoso» sistema económico para resolver los males de Cuba? El famoso cuentapropismo, o sea la disolución poco a poco de la propiedad cooperativa y estatal hacía la formación de la propiedad privada «autogestionada» a pequeña y mediana escala. He aquí lo que dice el ahora ex-ministro de cultura de Cuba, Abiel Prieto [4]:
«Nosotros lo que estamos haciendo es nuestro modelo económico, perfeccionarlo, hacerlo más eficiente, darle paso a formas no estatales de gestión». (Abiel Prieto; Entrevista en la televisión argentina, 15 de junio del 2013)
También, si añadimos esto a las ya de por si aplicadas reformas cubanas de los 70 que explicamos, y que fueron en plena consonancia con las reformas soviéticas de Leonid Brézhnev; vemos que se le ha dado una vuelta de tuerca más a las empresas, pidiéndolas más rentabilidad, dándoles autonomía y descentralizándolas. Nos es de sobra conocidos estos planteamientos sobre la búsqueda de la «rentabilidad económica» en la industria, slogans que ya llevan presentando los economistas cubanos desde hace décadas, y que ni siquiera se diferencian formalmente de los argumentos del revisionismo soviético o chino.
Por tanto sabemos por el sendero que van estas nuevas declaraciones:
«El tema de la productividad tiene que ver con lo que pueden hacer estas empresas estatales que si van a ser transformadas, van a tener más libertad de acción, van a estar menos maniatadas. Nosotros hemos tenido un exceso de centralismo, que ha maniatado a veces las fuerzas productivas, aspiramos a que esas fuerzas productivas crezcan a través de la empresa estatal y a través de las cooperativas». (Abiel Prieto; Entrevista en la televisión argentina, 15 de junio del 2013)
En las reformas cubanas no hay por tanto ningún paralelismo con la NEP de la Unión Soviética. Sí, con los procesos que restauraron el capitalismo en Europa del Este en los años 50 y 60 a través de este tipo de reformas económicas, o también se puede comparar este estilo de dirigir la economía con los actuales procesos en los países del «socialismo del siglo XXI». En estos países dominados por la influencia del revisionismo cubano como los del «socialismo del siglo XXI» siempre han sido y serán bienvenidas las teorías que niegan la propiedad estatal proponiendo la autogestión; las que en vez de limitar la propiedad privada, alababan lo «beneficioso» de la proliferación de la propiedad privada en la economía; las que no ven problema alguno en el gran peso del capital extranjero en la economía; las que niegan el papel a jugar por la industria en la extensión de las fuerzas productivas del país; las que abogaban por el uso de la ley del valor y por extensión la «rentabilidad» ante todo; las que entienden correcto la venta de los medios de producción a particulares; las que proponen la descentralización de las empresas; las que piden más y más autonomía de la empresa respecto a la planificación etc.
Tal vez, para los críticos del «stalinismo», estas leyes de la construcción del socialismo les sean ajenas, las entiendan como receta preparada o las califiquen de catecismo a la soviética, pero como la historia ha demostrado y sigue demostrando, quién se desvía de este camino tarde o temprano zozobra en el capitalismo. El francés Vincent Gouysse en su obra «Imperialismo y antiimperialismo» de 2007, que por cierto dedica todo un capítulo a la revolución cubana que recomendamos, afirmaría lo siguiente respecto a los revisionistas modernos y la NEP:
«Los que suelen ser tan cautelosos cuando se trata de determinar las características generales universales de la revolución socialista son sin embargo muy rápidos para construir «vías específicas» o «modelos de socialismo» donde se entusiasman con la «creatividad» de la NEP». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Es preciso por tanto dar respuesta a la charlatanería de muchos intelectuales del revisionismo cubano o del «socialismo del siglo XXI» que se visten de marxistas, y que intentan excusarse en la Nueva Política Económica –NEP– de 1921 desarrollada en la Rusia soviética de la época de Lenin, para intentar justificar que en sus países se esté produciendo un libre y prolongado desarrollo del capitalismo. No pueden incurrir en peor bajeza a la hora de engañar a la gente.
En este sentido hay que aclarar que el rasgo fundamental de la NEP es que se trató de una medida del gobierno bolchevique para ajustar la economía a las circunstancias del fin de la guerra civil de los años 20, que había contado además con la intervención de ejércitos de las potencias imperialistas. Esta medida pretendía como objetivo principal la restauración económica para salvar al país de la ruina económica y el hambre, por eso Lenin insistía como tarea primordial restaurar y desarrollar las fuerzas productivas de los campesinos, asegurando así la alianza obrero-campesina. Las medidas tenían que ver con permitir por ejemplo a los pequeños propietarios tras pagar el impuesto en especie, vender el excedente que no quedara dentro de tal impuesto, cosa que antes con las medidas económicas del comunismo de guerra en la época guerra civil no estaba permitido ni era posible, la nueva medida hacía florecer el intercambio de productos, y el enriquecimiento de varios elementos; incluso se permitieron ciertas cooperaciones con empresas extranjeras, con la creación de empresas mixtas, se hacía esto debido a que el Estado no tenía medios para ponerlas a funcionar, o no podía hacerlas funcionar de modo correcto. Así resume Stalin las medidas de la NEP:
«Todo lo que excediese del impuesto se dejaba a la libre y plena disposición del campesino, a quien se concedía libertad de vender estos productos. Al principio, la libertad de venta se traduciría –decía Lenin en su informe al Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia– en una cierta reanimación del capitalismo dentro del país. Será necesario consentir el comercio privado y autorizar a los particulares dedicados a la industria la apertura de pequeñas empresas. Pero no había por qué tener miedo a esto. Lenin entendía que una cierta libertad de circulación de mercancías estimularía el interés económico del campesino, incrementaría la productividad de su trabajo y elevaría rápidamente el rendimiento de la agricultura; que sobre esta base se restauraría la industria del Estado y se desalojaría al capital privado; que, después de acumular fuerzas y recursos, se podría crear una potente industria, base económica para el socialismo, y luego pasar resueltamente a la ofensiva, para destruir los restos del capitalismo dentro del país». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)
Pero estas medidas estaba impuesta por la situación, y no eran eternas, de ahí que un año después de la proclamación de la NEP, se empezara a preparar al partido para la ofensiva contra el sector privado como se comentó en el XIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética de 1922.
Lenin en su libro «Sobre el impuesto en especie» de 1921, explicó detalladamente que al inicio de la NEP existían cuatro elementos económicos: la propiedad campesina patriarcal, la pequeña producción mercantil, la propiedad privada, el capitalismo de Estado, y el socialismo estatal. El objetivo del Estado proletario en condiciones de la NEP según palabras de Lenin, era en esa época aislar y eliminar la propiedad privada fomentando el comercio controlado bajo el Estado, a la vez que se mantenía y extendía en la medida de lo posible el control estatal socialista en los sectores de la economía. El enemigo principal para el Estado era el elemento pequeño burgués, el pequeño propietario que eludía el control del Estado y pretendía especular con la producción y los precios:
«Debemos apoyar, nos conviene apoyar el mercado «correcto» que no elude el control estatal. Pero la especulación no puede distinguirse del comercio «correcto» si se la toma como un concepto de la economía política. La libertad de comercio es capitalismo, y el capitalismo es especulación; sería ridículo no quererlo ver». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1921)
Refiriéndonos al tema de las inversiones del Estado en los diferentes sectores de la economía, se podría decir que la NEP fue el procedimiento que tenía por objetivo la restauración económica a causa las sucesivas guerras sufridas, cuyo primer objetivo era reparar la industria ligera y la agricultura, básicamente no porque fuera un plan más o menos socialista –como pretenden presentarlos los negacionistas del papel de la industria pesada– sino porque directamente la población en aquel periodo se moría de hambre por los estragos económicos de varias guerras entrelazadas. Además, sin una agricultura que rindiera como mínimo como antes de la guerra, no se podría abastecer a la industria. A partir de ahí, cuando eso se solucionó con franca rapidez, la base económica del partido bolchevique desde mediados de los años 20 fue el énfasis en la industria pesada, rebajar los costes industriales, y surtir de toda la técnica y maquinaria posibles al campo.
Si seguimos el orden histórico de la revolución bolchevique, poco tiempo después se aplican los planes quinquenales, ya que los bolcheviques habían aprendido a controlar y planificar la economía durante los años de la NEP –eso incluía la creación de sus propios especialistas salidos de la clase obrera, no necesitando el pago a viejos especialistas burgueses–, pero sobre todo fue posible ya que se había recuperado notablemente el sector campo-industrial, sobretodo la industria ligera. Los textos soviéticos manifestaban al comentar el proceso de rápida industrialización, que su país pese a no contar con el expolio de colonias, característico del capitalismo, ni de beneficios por la exportación de capitales –capital financiero– que le rentaran, tenía otras ventajas para la industrialización que los países capitalistas no contaban: casi todas las empresas dadas en concesión del capitalismo de Estado –que jamás fueron las que pertenecían a los sectores claves– fueron recuperadas, completándose toda la industria como sector estatal socialista. Y puesto que no existía ya una clase parasitaria que teniendo suya la fábrica, sólo pensara en retener el máximo beneficios de la industria para sí misma, la clase obrera ahora dominante en el nuevo Estado, podía destinar todos los beneficios e inversiones que se quisieran hacía una reproducción ampliada continua de la industria, o sea para la extensión de nuevas fábricas, tampoco tenían contraída una deuda exterior ya que los bolcheviques se negaban a pagarla directamente por ilegítima. Estas ventajas, es algo inherente a la construcción del socialismo que olvidan los miedosos y negacionistas de la industrialización acelerada.
En el campo se arrastraba una propiedad privada de pequeños productores, la cual no se había recuperado tan bien como la industria, algo normal, teniendo en cuenta, que a diferencia de la industria, el campo seguía siendo un océano de pequeños propietarios privados, ya vimos además con Georgi Dimitrov el por qué sería imposible que el campo capitalista de los pequeños propietarios siguiera el adelantado paso de reproducción y rápida extensión de la industria socialista. El campo nunca podría otorgar una producción acorde al crecimiento de la industria socialista si no se terminaba con la propiedad privada individual y la escasa técnica. Se propuso para paliar dicho problema la colectivización en 1927: ya que por entonces si se podía contar con el apoyo de una industria pesada con una producción recuperada y sana y con un notable progreso en la diversificación de todas las ramas industriales. Este proceso se iniciaría poco después en 1929 cuando se vio factible la oportunidad al resolverse la poca influencia que aún mantenía el partido en el campo con los campesinos, y gracias también a la conciencia de la lucha de clases adquirida por los campesinos contra el kulak, factores que entre otros factores obligaban al partido a negarse a emprender dicha empresa apresuradamente.
Gracias a la nacionalización de la industria durante los primeros meses de la revolución, y a la expansión de ésta durante la NEP, y durante los planes quinquenales, se pudo abastecer al campo con una maquinaria moderna y recuperar los datos de producción de antes de la guerra, e incluso superarlos. Pero obviamente todas estas medidas que inicialmente hemos rememorado sobre el periodo de la NEP al repasar la historia de la revolución bolchevique, fueron «transitorias» y «obligadas» por las condiciones materiales concretas de Rusia y de su economía en el momento:
«La NEP se hizo obligatoria en los primeros años de poder bolchevique como consecuencia de la situación de la economía, en particular del atraso de la joven Unión Soviética que debido a los estragos de la guerra estuvo en un momento en peligro de romper la alianza entre obreros y campesinos si se trataba de mantener la política del «comunismo de guerra», mientras existía un predominio del elemento de la pequeña burguesía en la economía, mientras cundía la inexistencia de una concretada red de transportes y de comercio herencia de la Rusia zarista, que hacía el aprovisionamiento a la población una tarea muy difícil, mientras que existía la falta de cultura –con el analfabetismo– más la carencia de experiencia de los obreros en la gestión de la economía que permitía el desarrollo de los especuladores, y algunas causas más». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)
Lenin diría sobre estas condiciones:
«Y si en nuestro país, dadas las condiciones de atraso en las que estábamos, al hacer la revolución no existe el necesario desarrollo industrial, ¿qué debemos hacer? ¿Renunciar al camino emprendido? ¿Desanimarnos? Emprendemos una labor ímproba, porque el camino iniciado es certero. (…) Esa es la causa de nuestro repliegue. Esa es la razón de que debamos replegarnos hacia el capitalismo de Estado, hacia la explotación de empresas en régimen de concesión, hacia el comercio. Sin eso, dado el actual estado de ruina, no podremos restablecer los debidos nexos con el campesinado. (…) Una política tal está dictada por nuestro estado de miseria y de ruina y por el tremendo debilitamiento de nuestra industria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Política interior y exterior de la República, 1921)
Pero recordemos, estas concesiones no supusieron un freno en la lucha de clases:
«La determinación de la medida y de las condiciones en las que el arrendamiento de empresas en régimen de concesión es conveniente y no ofrece peligro para nosotros depende de la correlación de fuerzas y se decide por la lucha, puesto que también las concesiones son también un tipo de lucha, la continuación de la lucha de clases en otra forma, pero de ninguna manera la lucha de las clases es remplazada por la paz de clases». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1921)
Veamos como Enver Hoxha lo expresa de modo exacto y resumido:
«Lenin consideraba la NEP como algo provisional que venía impuesto por las condiciones concretas de la Rusia de entonces, arruinada por la larga guerra civil, pero no como una ley general de la construcción socialista. De hecho, un año después de la proclamación de la NEP, Lenin puntualizaba que la retirada ya había terminado y lanzó la consigna de preparar la ofensiva contra el capital privado en la economía». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Iósif Stalin comentaría, que lo único, que seguro sí iban a transitar todas las revoluciones respecto a la NEP, era que como Marx y Engels, habían pronosticado, no se podía expropiar la pequeña y mediana propiedad privada de la noche a la mañana, pues causaría un desabastecimiento y un descontrol generalizado en la producción y que por lo tanto el campo lleno de pequeños productores privados tenían que ser organizado por colectividades, hasta pasar a granjas estatales, de igual modo con los pequeños propietarios de la cuidad, y que bajo este proceso en el campo sobre todo existiría una aguda lucha de clases por la diferenciación entre las capas de las clases sociales sobre todo del campo, sus intereses y objetivos.
Por supuesto, por eso, aquí hay que recalcar otro aspecto; la NEP siempre estuvo bajo la dictadura del proletariado, y nunca hubo negación de la lucha de clases sino agudización de la misma, tampoco hubo concesiones políticas, o culturales, y menos una unidad táctico-estratégica con la burguesía nacional o internacional como plantean los procesos en desarrollo en Latinoamérica. Lenin comprendió que se debía dar esta implacable lucha de clases para lograr el sostenimiento inquebrantable de la Estado proletario debido al peligro que suponía la flexibilidad de la NEP y del marco económico, de ahí que subrayó la importancia de los puestos claves de la economía:
«He dicho antes que nuestro capitalismo de Estado se diferencia del capitalismo de Estado, comprendido literalmente, en que el Estado proletario tiene en sus manos no sólo la tierra, sino también las ramas más importantes de la industria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Cinco años de la revolución rusa y perspectivas de la revolución mundial, 1921)
Claro queda que el «socialismo del siglo XXI» que instrumentaliza tanto a la NEP para justificar no hacer sus deberes económicos. Y si a eso le sumamos el hecho de que no ven como un «peligro» la existencia de propiedad privada en el campo y la cuidad, comprenderemos entonces que no puede haber conexión alguna entre ésta doctrina y el marxismo-leninismo:
«La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se halla decuplicada por su derrocamiento –aunque no sea más que en un solo país– y cuya potencia consiste, no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de las relaciones internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Pues, por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha y mucha pequeña producción y ésta engendra al capitalismo y a la burguesía constantemente, cada día, cada hora, por un proceso espontáneo y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1918)
He aquí pues desmontada entonces, la falsificación hecha por los revisionistas y reformistas, que han pretendido comparar y encontrar en la economía de transición desarrollada en la Rusia bolchevique el elemento económico para justificar su sofisma de: ¡miradnos, nosotros también estamos en periodo de ir al socialismo, de construcción al socialismo, como la NEP de la Rusia soviética de Lenin! Lo cierto es que poco barajan de teoría económica marxista en sus discursos, pero nada puede descartarse, nadie puede negar que en unos años usen el lenguaje marxista con mayor regularidad también en el terreno económico. Como unas veces juegan en sus discursos y tesis a creerse herederos del marxismo-leninismo, y como otras lo insultan, lo guardan en el baúl bajo llave por «dogmático», y lo lanzan al mar de la traición de forma abierta, no podemos cerrar la puerta a un cambio de opinión y como decimos puede que en años siguientes intenten utilizar más las tesis económico-políticas del marxismo –para camuflar sus intereses burgueses claro–, en cuyo caso por supuesto le dedicaremos otro nuevo espacio». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Notas
[1] [Capítulo] El carácter premarxista del postulado de la agricultura como base de la economía. Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006.
[2] Equipo de Bitácora; La nueva Ley de Inversión Extranjera en Cuba romperá con el bloqueo fuera de EEUU, 2014.
[3] Revisionismo cubano [Etiqueta del blog Bitácora Marxista-Leninista con varias entradas y documentos sobre tal rama del revisionismo].
[4] Equipo de Bitácora; Crítica a la entrevista a Abiel Prieto, ex ministro de cultura de Cuba, 15 de junio de 2013.
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