jueves, 29 de noviembre de 2018

Néstor Kohan como promotor de un histórico antileninista como Georg Lukács; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


«Néstor Kohan es un trotskista de notable influencia en Argentina, Venezuela y sobre todo en la trotskizada Cuba. Es famoso por loar constantemente a Bolivar, Trotski, Guevara, Castro y toda figura que resulte agradable a ojos de los actuales socialistas del siglo XXI y demás oportunistas modernos. Pero por supuesto, a Kohan también le gusta ensalzar al filósofo y poeta Lukács, en especial por su lucha por reivindicar una revaluación del hegelianismo en «tiempos del stalinismo»:

«Con todos esos trabajos preparatorios, Lukács redacta en Moscú «El joven Hegel. Problemas de la sociedad capitalista». Lo termina en 1938 y lo presenta como tesis doctoral en diciembre de 1942. Aunque Lukács logra doctorarse –recibe el título en agosto de 1943–, la obra es recibida con silencio, signo de evidente desaprobación oficial. El joven Hegel no se publicó en la Unión Soviética. A él le dolió en el alma. Pero no pudo hacer nada. Su libro recién apareció en 1948 en Viena/Zürich y, seis años después, en 1954, en Alemania oriental. El silencio oficial y la no publicación en la URSS no fueron casuales. A pesar de haberlo terminado en 1938, tuvo que esperar toda una década para que viera la luz pública. No obstante pese a sus «autocríticas», los soviéticos no confiaban en él». (Néstor Kohan; En la selva. Los estudios desconocidos Che Guevara. A propósito de sus «Cuadernos de lectura de Bolivia», 2011)

No nos pararemos excesivamente en explicar absolutamente todos los bandazos históricos a izquierda y derecha de Lukács pues darían para todo un artículo, ni podemos tampoco pararnos demasiado en comentar los eventos que aquí son mencionados. Nos quedaremos simplemente con el hecho de que Kohan nos viene a decir que Lukács fue un intelectual ampliamente criticado por sus obras en la Unión Soviética, por lo cual era marginado, o que incluso sus obras no eran publicadas, lo cual es normal, debido a las teorías que escribía. Ni el Estado del proletariado ni los partidos comunistas del mundo tienen porqué gastar un centavo en promocionar obras que no valen el coste en producirlas ya que les son extraños. Y esto es algo que los intelectuales de partido y apartidistas más individualistas nunca han llegado a entender, que el gobierno revolucionario o el partido comunista que está luchando contra el capital nacional e internacional no está para hacer de mecenas y financiar sus aventuras doctrinales sino contribuyen a la causa del pueblo, a sus luchas cotidianas. Esto toma más significación si cabe, cuando hablamos de los artistas como músicos, poetas, pintores etcétera, que se suelen desviar fácilmente por la temática personal, por contarnos sus sensibilidades y diversos affaires de intelectual, que muchas veces son ajenos a la sociedad general, y a la clase obrera en particular.

De hecho Lukács es el clásico autor revisionista que cuando lanzaba sus obras recibía críticas en forma de avalancha por parte de sus camaradas nacionales e internacionales, ante lo cual, siendo un ser de endeble voluntad como para mantener sus pensamientos con firmeza, caía en pánico y decidía realizar una autocrítica prometiendo no volver a cometer dichos errores de forma cínica. 

Pero Lukács no siempre fue un ultraderechista, sino que como tantos otros famosos derechistas del mundo revisionista como Bujarin, en sus inicios fueron teóricos abanderados con rasgos claros de ultraizquierdismo trotskista, y luxemburguista –corrientes que recordemos tienen concepciones tanto a la derecha como a la izquierda, desde socialdemócratas a anarquistas en contraposición al marxismo-leninismo–. Como ejemplo veamos lo que Lukács diría:

«Nuestra revista contribuía al sectarismo mesiánico porque aplicaba el método más radical en todos los asuntos, proclamando en todos los campos una ruptura total con las instituciones y las formas de vivir heredadas del mundo burgués. Se trataba, pues, de reforzar una conciencia de clase sin falsificaciones en las vanguardias, en los partidos comunistas y en las organizaciones juveniles comunistas. Un ejemplo típico de esta actitud es mi ensayo polémico contra la participación en los parlamentos burgueses. (…) No debe extrañarnos, pues, que la revista Kommunismus, surgida en esas circunstancias, se convirtiera por algún tiempo en el órgano principal de las corrientes de extrema izquierda en la III Internacional. Además de los comunistas austríacos y de los emigrados húngaros y polacos, que constituían el núcleo directivo interno y el grupo de colaboradores permanentes, también simpatizaron con la revista, y aportaron sus esfuerzos, italianos de extrema izquierda como Bordiga y Terracini, holandeses como Pannekoek y Roland Holst. Etc. (…) Como miembro del colectivo interno de la revista Kommunismus participé intensamente en la elaboración de una línea político-teórica de «izquierda». Esta línea se basaba en la confianza, todavía muy viva entonces, de que la gran oleada revolucionaria que había de llevar en breve al mundo entero, o por lo menos a tenia Europa, al socialismo». (Georg Lukács; Introducción a la reedición obra: «Historia y conciencia de clase», 1967)

Este tipo de idealismo-romanticismo evidenciaba a la perfección que este tipo de líderes húngaros como Lukács no estaban capacitados para lograr aquella dirección y persuasión de los trabajadores, aquella revolución de la que tanto parloteaban:

«La crítica –la más violenta, más implacable, más intransigente– debe dirigirse no contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben –y aún más contra los que no quieren– utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna parlamentaria a la manera revolucionaria, a la manera comunista. Sólo esta crítica –unida, naturalmente, a la expulsión de los jefes incapaces y a su sustitución por otros más capaces– constituirá un trabajo revolucionario útil y fecundo que educará a la vez a los «jefes» para que sean dignos de la clase obrera y de las masas trabajadoras, y a las masas para que aprendan a orientarse como es debido en la situación política y a comprender los problemas, a menudo sumamente complejos y embrollados, que resultan de semejante situación»». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

En los escritos tempranos de Lukács también puede verse la mano de Rosa Luxemburgo:

«Rosa Luxemburgo, precisamente, ha suministrado al conocimiento de la esencia objetivamente revolucionaria de la situación un fundamento teórico en su libro clásico «La acumulación del capital», libro todavía poco conocido y utilizado, lo que es un gran perjuicio para el movimiento revolucionario». (Georg Lukács; Historia y consciencia de clase, 1923)

Añadir a su baúl de teorías las ideas luxemburguistas sobre la acumulación del capital que pretendían superar los esquemas «incompletos» de Marx, sería determinante para el desarrollo de sus teorías en años posteriores:

«El Capital le pareció a Rosa como «incompleto», un «tronco»; tenía «pozos» que debían ser cubiertos. Marx había «representado el proceso de acumulación de capital en una sociedad compuesta sólo por capitalistas y obreros»; en su sistema él «pasó por encima del comercio exterior» de manera tal que es «tan necesario como al mismo tiempo imposible, realizar la plusvalía en su sistema fuera de las dos clases sociales existentes». En Marx, la acumulación de capital «se ha metido en un círculo vicioso»; su obra contiene «evidentes contradicciones», que ella se puso como propósito superar». (Paul Mattick; Luxemburgo vs Lenin, 1935)

Esto es básicamente, lo que todos los revisionistas han anunciado a lo largo de la historia, que Marx, Engels y Lenin no solo cometieron ciertos errores o previsiones, y lo más osados directamente desacreditan todo su pensamiento central. Los revisionistas coreanos o juches dicen:

«En la primera época de la etapa universitaria, el Camarada Kim Jong Il profundizó en el estudio de numerosas obras de los clásicos, entre otros: «Manifiesto del Partido Comunista», «El capital», «El imperialismo, fase superior del capitalismo» y «El Estado y la revolución», y al margen de cada página leída anotaba sus opiniones, tales como: «teoría que no se ajusta a nuestra época» y «se limitó a describir el entorno, sin desarrollar más». (Partido del Trabajo de Corea; Una breve historia sobre Kim Jong Il, 1997)

Podríamos citar más ejemplos, pero como se ve, todo revisionismo recorre el mismo sendero para negar el marxismo, sea del pelaje que sea. Bien tachando las teorías previas de válidas pero ya inservibles pero sin demostrar una argumentación sólida de los nuevos axiomas, o directamente tachando los axiomas anteriores de errados y presentando los nuevos planteamientos como corrección de dichos errores:

«Rebajarse a las declaraciones formales sobre la unión de todas las «corrientes comunistas» es la forma más descarada de oportunismo, ya que corriente solo hay una; marxismo-leninismo, comunismo, socialismo científico, o como quiera decorarse a la hora de nombrarse, y estipula claramente con su teoría y práctica que figura está y quién no está dentro de esta corriente, que principios y axiomas y cuáles conforman la doctrina y cuáles no, otro caso totalmente diferente sería, que el individuo no encuentre patrón a seguir dentro de la teoría marxista-leninista sobre un caso concreto, ni sepa descifrarlo con las herramientas que el marxismo-leninista proporciona gracias al materialismo-dialéctico, en este tipo de casos los errores que pueden emanar de una situación extraordinaria pueden ser perdonables los errores, ya que la dialéctica de los fenómenos nos pone ante nuevos retos y nos pondrá ante otros inimaginables, otra cosa diferente es como decimos, errar bajo teorizaciones conscientes quebrantando axiomas conocidos sin aportar prueba de porqué se atenta contra él, mucho más imperdonable es cuando se hace esto cargando con la fanfarronería que la «neoteoría» creada es mejora y superior a cualquier exposición del marxismo-leninismo en dicho tema». (Equipo de Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad entre marxista-leninistas y la unión ecléctica de pretendidos o simpatizantes de dicha doctrina, 2013)

En concreto las ideas de Luxemburgo respecto al imperialismo y el «colapso inevitable del capitalismo», fue una teoría basada en el supuesto de que el capitalismo de los países desarrollados, dejaría de ser viable cuando hubiera amasado los recursos de los países precapitalistas, una teoría muy popular entre aquellos años. Para el autor húngaro Lukács esta teoría era genial, ya que «estimulaba al obrero de forma optimista» por su futuro próximo (sic):

«La duda en la posibilidad de la acumulación se desembaraza en Rosa Luxemburgo de su forma absolutista. Se convierte en cuestión histórica de las condiciones de la acumulación y, así, en la certeza de que una acumulación ilimitada es imposible. Por el hecho de ser tratada en su medio social de conjunto, la acumulación se torna dialéctica. Ella se desarrolla en dialéctica del sistema capitalista entero. Dice Rosa Luxemburgo que:

«Desde el momento en que el esquema de la reproducción ampliada, según Marx, corresponde a la realidad, él indica el término, el límite histórico del movimiento de acumulación, es decir, el fin de la producción capitalista. La imposibilidad de la acumulación significa, al nivel capitalista, la imposibilidad de un desarrollo ulterior de las fuerzas productivas y, en consecuencia, la necesidad histórica objetiva de la decadencia del capitalismo. De ahí proceden todas las contradicciones en el movimiento de la última fase, la fase imperialista, período terminal de la carrera histórica del capital». (Rosa Luxemburgo; Acumulación del capital, 1913)

Al transformarse en certidumbre dialéctica, la duda abandona, sin dejar rastro, todos los aspectos pequeño burgueses y reaccionarios provenientes del pasado: se convierte en optimismo, en certidumbre teórica de la revolución social que se aproxima». (Georg Lukács; Historia y consciencia de clase, 1923)

Tal teoría del «colapso» del sistema capitalista estaba pensada de modo que una vez repartido el mundo precapitalista entre las potencias capitalistas desarrolladas –imperialistas–, ellas entrarían en crisis debido a que una vez dominadas y explotadas esas zonas precapitalistas, no se podría mantener una tasa de superganancias en los países imperialistas:

«La plusvalía destinada a capitalizarse, y la parte de la masa de productos capitalistas que a ella corresponde, no pueden realizarse dentro de los círculos capitalistas, y, necesariamente, han de buscar su clientela fuera de estos círculos, en capas y formas sociales que no produzcan en forma capitalista». (Rosa Luxemburgo; Acumulación del capital, 1913)

Lejos de lo anticipado por Luxemburgo, el reparto de los mercados siempre ha podido reconfigurarse, tanto tras el fin del reparto colonial, como con el fenómeno del neocolonialismo, donde las zonas de influencia son repartidas una y otra vez en formas pacíficas o violentas. Pero lo más importante de resaltar es que como se ve en la actualidad, el imperialismo busca sacar plusvalía tanto a través de la exportación de mercancías –con el comercio exterior– como de capital –con la inversión de capitales– no solo en «zonas precapitalistas» sino también en zonas capitalistas igual de desarrolladas o más que el país de origen: la búsqueda de con qué país se comercia o con cual se decide invertir –que suele ser primordial en la etapa imperialista de un país–, tiene que ver directamente con las posibilidades que otorga el lugar de destino como garantía, para lo cual de nuevo intervienen cuestiones como la solvencia de la moneda, las legislaciones, la política exterior del país, el nivel de deuda, etc., por lo que el nivel del desarrollo de fuerzas productivas –si es un capitalismo incipiente o un país imperialista en fase de altos monopolios– es secundario en muchas ocasiones. Para indagar más sobre el capitalismo en su etapa monopolística o también llamada imperialista véase nuestra obra: «Las perlas antileninistas del economista burgués Manuel Shuterland; Una exposición de la vigencia de las tesis leninista sobre el imperialismo» de 2018.

En realidad el capitalismo entra en crisis cuando no puede mantener una tasa de ganancia, no de superganancia, ya que como dijo Lenin la expansión imperialista «no sirve tanto para la realización de la plusvalía sino para aumentar la masa de beneficios». La no obtención de superganancias puede redundar en una crisis para un entorno capitalista dependiendo de otros factores como podría la puesta en marcha de una ofensiva de sus competidores gracias a la obtención de una mayor tasa de sueperganancias, pero no es una condición sine qua non para el desencadenamiento de una crisis per se. Estos errores basados en silogismos económicos sencillos del tipo: si un rival gana más que yo en dicho lugar, yo no gano tanto, entonces, entro en crisis, responden a una lógica metafísica que deja de tener en cuenta el resto de factores en economía.

Lenin señaló que las crisis del capitalismo no solo surgen a relación de la falta de obtención de plusvalía, sino a distintas causas internas de naturaleza mucho más complejas:

«Los señores V. V. y N. no se imaginaban haber emitido un profundo juicio de las contradicciones del capitalismo al señalar las dificultades para realizar la plusvalía. En realidad, han enjuiciado las contradicciones del capitalismo de manera en extremo superficial, pues si se habla de «dificultades» de la realización, de las crisis que con este motivo surgen, etc., es preciso reconocer que esas «dificultades», además de posibles, son necesarias con respecto a todas las partes del producto capitalista y en modo alguno con respecto sólo a la plusvalía. Las dificultades de ese género, dependientes de la falta de proporcionalidad en la distribución de las distintas ramas de la producción, brotan constantemente no sólo al realizar la plusvalía, sino también al realizar el capital variable y el constante; no sólo en la realización del producto en artículos de consumo, sino también en medios de producción. Sin «dificultades» de este género y sin crisis en general no puede existir la producción capitalista, producción de productores aislados para el mercado mundial, desconocido por ellos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El desarrollo del capitalismo en Rusia, 1908)

Ha de apuntarse también que incluso para las épocas de mayor crisis, el sistema capitalista tiene «válvulas de escape» como los reajustes fiscales, el cobro de deudas o la renegociación de la misma, las guerras o el desempleo masivo. 

Lo cierto es que el capitalismo sí tiene «salida» a sus crisis como ya hemos afirmado, lo hemos visto históricamente en las últimas crisis capitalistas: rescatar a la banca privada con dinero público, cargar sobre los hombros de los trabajadores mayores horas de producción y mayores impuestos, flexibilizar los contratos laborales en beneficio del fácil despido y abaratar la indemnización, recortes en campos públicos sensibles para los trabajadores –sanidad, educación–, petición de nuevos créditos y renegociación de la deuda ya existente, devaluación de la moneda, búsqueda de nuevos mercados –incluso a costa de poder iniciar una guerra–, y muchísimas variables más que dependen del tipo de país que sea y de donde se produzcan los déficits a tratar. Recetas a derecha e izquierda que no alterarán el elemento indispensable que da luz a las crisis: la propiedad privada y las leyes económicas fundamentales del capitalismo como la ley del valor, popularmente conocida como ley de oferta y demanda. Ciertamente en las crisis se destruye parte de las fuerzas productivas, el capitalismo no «se hunde», la teoría del «colapso del capitalismo» se ha mostrado falsa a todas luces, y precisamente a lo que contribuye es a avivar la espontaneidad, creyendo que el capitalismo tiene un pie en la tumba y el proletariado solo debe esperar a «que la manzana madura caiga en sus manos».

La teoría de la acumulación de capital de Luxemburgo iba unida inexorablemente también con la idea de que los países subdesarrollados no cumplían ningún rol revolucionario en la etapa imperialista, y que los pueblos oprimidos estaban destinados a ser asimilados por los pueblos imperialistas más desarrollados económica y culturalmente. Por tanto no podía haber ya luchas de liberación nacional progresistas; la enconada lucha de Lenin contra Luxemburgo en este tema fue crucial para el movimiento comunista de años posteriores. Lejos de lo que vaticinaba Luxemburgo, Lenin llevaba razón y las luchas de liberación nacional sí han tenido lugar y sí han agudizado la crisis del imperialismo en el sentido de disminuir o perder directamente mercados agudizando la división internacional del trabajo, así como gastar una ingente cantidad de recursos políticos, económicos, militares y culturales para mantener su influencia colonial o neocolonial.

Mientras el nivel de concienciación y organización de la clase obrera sea bajo, estas medidas serán fácilmente aplicables para la burguesía. Las futuras crisis que aguardan sin un partido marxista-leninista sólido y sin una influencia en las organizaciones de masas, no presupondrán una revolución, ni siquiera se podrá evitar la ofensiva del capital que pretenderá cargar sobre los hombros de los trabajadores la crisis. Ello será así no porque seamos pesimistas, sino porque los trabajadores desorganizados no tienen posibilidades de defenderse ni de atacar eficazmente. Por tanto estas crisis siempre les serán dolorosas, y en todo caso, serán aprovechadas por distintas capas burguesas ajenas al proletariado en sus luchas de poder particulares contra la burguesía gubernamental.

Los marxista-leninistas de verdad siempre han proclamado que las crisis, proporcionan un factor objetivo, pero sin el factor subjetivo la revolución socialista y el fin del capitalismo es imposible:

«Los marxista-leninistas luchan en esta cuestión en dos direcciones: una contra los revisionistas modernos, y por otro lado, contra las tendencias de «izquierda» y sus representantes que sobrestiman el papel de la «actividad subjetiva» en la transformación de la realidad, absolutizan este papel y niegan el papel de las condiciones objetivas y las posibilidades reales de la situación. Creen con autoridad que solamente con la voluntad de los revolucionarios para actuar y su determinación en el combate, independientemente de las circunstancias y la situación de sus representantes se puede triunfar. Que aunque no exista una situación revolucionaria, esta puede y debe ser creada artificialmente por ellos a través de «acciones» de un grupo de combate que constaría de valientes personas armadas y decididas. Esto de hecho es la teoría del héroe, que niega el papel de las masas como creadoras de la historia. El revolucionario es un hombre de acción, no espera a que llega el «gran día» de la revolución, sino que trabaja continuamente para prepararla. Sin embargo, la dirección y las formas de su actividad deben cumplir siempre las condiciones objetivas, estar dentro de las condiciones reales. Una transformación que no cumpla con la realidad objetiva y la conciencia de las masas es imposible llevarla a cabo. Estas tareas sólo pueden resolverse con éxito si cumplen con los requisitos de la evolución histórica de cada país y el nivel de concienciación y organización de las masas. De lo contrario, la vanguardia revolucionaria acaba separa de las masas y se desliza hacia el aventurismo. (...) Es necesario que la mayoría de los trabajadores entiendan la necesidad del cambio y estén listos para ponerse en pie y emprenden acciones revolucionarias de masas, es necesario que el partido comunista tenga el firme apoyo de la clase obrera y las masas trabajadoras, y que las otras capas de las clases trabajadoras que no siguen la línea del partido, adopten una posición al menos de neutralidad». (Foto Çami; Los factores objetivos y subjetivos de la revolución, 1973)

Precisamente el marxista-leninista español José Díaz tuvo que enfrentarse a estas tesis optimistas e irreales en España que pronosticaban el próximo fin automático del gobierno radical-cedista por sus casos de corrupción, ineficiencia económica y medidas represivas antipopulares; enseñando que el partido debía encargarse de encabezar siempre desde las luchas cotidianas a las más importantes para que elevasen el nivel ideológico de la población, explicando la causa de los fenómenos para que fuesen conscientes, y una vez el pueblo trabajador haya tomado conciencia, organizando y liderando sus luchas, utilizar de forma efectiva sus fuerzas para derrocar a dicho nefasto gobierno:

«Camaradas, es preciso que nos preguntemos por qué se mantienen en el poder gobiernos tan impopulares como los que padecemos, representantes de una minoría del país, en contra de la voluntad de la gran mayoría del pueblo. Y, naturalmente, tenemos que repetir que un gobierno, por muy podrido que esté, no cae solo. Hay que empujarlo para que caiga, y empujarlo de manera que no pueda levantarse más». (José Díaz: El VIIº Congreso de la Komintern señala el camino; Discurso pronunciado en el Coliseo Pardiñas de Madrid, 3 de noviembre de 1935)

Volviendo al tema principal: la admiración de Lukács por Luxemburgo no solo estribaba en lo económico sino en lo organizativo. Loando el escrito antibolchevique de Luxemburgo sobre la revolución rusa, Lukács abogaría por demoler todo el bolchevismo como tal:

«No son ya, esta vez, la autoridad del partido comunista alemán ni la confianza en la política de la Tercera Internacional las que deben ser sacudidas, sino los fundamentos teóricos de la organización y la táctica bolcheviques. La respetable autoridad de Rosa Luxemburgo debe ser puesta al servicio de esta causa. Su obra póstuma debe suministrar la base teórica para la liquidación de la Tercera Internacional y sus secciones». (Georg Lukács; Historia y consciencia de clase, 1923)

No hace falta comentar demasiado que Lukács estaba en pugna directa con el leninismo, y que para ello se basaba en las ideas mencheviques o anarquistas más censurables de Rosa Luxemburgo. Sin duda al igual que otras figuras revolucionarias del ala izquierda del Partido Socialdemócrata Alemán, Luxemburgo tuvo grandes méritos en su carrera política como apuntaban Lenin o Stalin, pero no por ello había que negar sus errores y mucho menos elevar a dichas figuras a un estatus que no se merecían:

«Naturalmente, los izquierdistas en Alemania no tienen sólo en su haber serios errores. También tienen en su haber grandes y serios hechos revolucionarios. Me refiero a sus múltiples méritos y acciones revolucionarias en las cuestiones de política interior y, particularmente, de la lucha electoral, en las cuestiones de la lucha parlamentaria y extraparlamentaria, de la huelga general, de la guerra, de la revolución de 1905 en Rusia, etc. Precisamente por esto, los bolcheviques les tomaban en consideración como izquierdistas y les apoyaban, les empujaban hacia adelante. Pero esto no desmiente, ni puede desmentir que los socialdemócratas de izquierda de Alemania tenían, al mismo tiempo, la contrapartida de múltiples errores políticos y teóricos muy graves; que no se habían liberado aún del lastre menchevique y necesitaban, por lo tanto, la crítica más severa por parte de los bolcheviques». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo, 1931)

Entre las ideas y errores ideológicos de Rosa Luxemburgo encontramos errores tanto derechistas como izquierdistas, entre ellos destacan:

«1) La idea de que la sociedad capitalista sólo podría resolver el problema de la acumulación de capital sólo por la expansión en las economías precapitalistas, y que cuando se han absorbido estas áreas, el capitalismo se derrumbaría como un castillo de naipes.

2) La idea de que en la etapa imperialista del capitalismo, no pueden existir guerras de liberación nacional porque entre otras cosas sería ayudar y alentar a las burguesías nacionales y crear desconcierto entre las masas revolucionarias, yendo el contra del derecho de autodeterminación del leninismo.

3) La idea –hilando con la anterior– de que el derecho a la autodeterminación era contrarrevolucionario, criticando a los bolcheviques por ejercerlo.

4) La desconfianza en el campesinado, que como Trotsky, pensaba que más pronto que tarde terminaría oponiéndose al socialismo, pugnando entonces contra el proletariado intentando derrocar la dictadura del proletariado, negando la teoría leninista de la alianza obrero-campesina y volviendo a los esquemas de que la revolución sólo sería posible en países con alta concentración y número de proletarios.

5) La afirmación –hilando con su antietapismo– de que era un error por parte de los bolcheviques la incautación de la tierra a los terratenientes y su distribución inmediata a los campesinos pobres, ya que repartir las tierras entre el «contrarrevolucionario» campesinado, haría que éste defendiera su parcela de tierra recién adquirida, e intentaría agredir e incluso derrocar el poder proletario cuando los comunistas intentara llevar la colectivización, llegando a calificar a estos campesinos como un estrato social enemigo del socialismo mucho mayor y más peligroso que los antiguos terratenientes.

6) La creencia de que el Tratado de paz de Brest-Litvosk de 1918 «no era más que una capitulación del proletariado revolucionario ruso ante el imperialismo alemán».

7) La idea de que la huelga de las masas de carácter espontáneo era la forma decisiva de la lucha revolucionaria de la clase obrera, que ello era lo determinante para el movimiento de masas.

8) La oposición al centralismo democrático leninista calificándolo de un engendro de burocratismo que degenera la estructura del partido, de método blanquista y ultracentralista, promoviendo en cambio el autonomismo de partido que Lenin tanto combatió.

9) La negación de la posibilidad de la construcción del socialismo en un sólo país que Lenin defendía, abogando por la tesis menchevique-trotskista de la revolución permanente sacado del socialdemócrata alemán Parvus, creyendo que la construcción en un sólo país y en especial en Rusia era imposible sin la ayuda de la revolución triunfante en los países desarrollados.

10) El pensamiento liberal sobre el derecho de la libertad de prensa y la libertad de expresión para todas las tendencias autodenominadas «marxistas» o «socialistas». Condenando la política bolchevique que negaba dicho derecho los grupos como los mencheviques, socialrevolucionarios, anarquistas, etc. que antes durante y después de la Guerra Civil Rusa 1917-1923 se posicionaron de lado de la burguesía –a veces con ayuda de las potencias del extranjero–.

11) La creencia de que los bolcheviques no ejercían la dictadura del proletariado sino que se reducía a la «dictadura de los jefes», ignorando el principio leninista de que la dictadura del proletariado se ejerce con el partido de la clase obrera –que concentra a los elementos más avanzados de esta clase– y que gobierna a través de los soviets y no en detrimento de ellos». (Equipo de Bitácora (M-L); La lucha de Lenin y los bolcheviques contra las vacilaciones mencheviques de Rosa Luxemburgo, 2016)

Debido a las muchas desviaciones derechistas e izquierdistas pero ajenas en todo caso al marxismo que Lukács propagó en lo político y cultural, su situación dentro de los círculos comunistas húngaros y soviéticos empezaba a ser incómoda para él, por lo cual realizó una autocrítica en 1929. Años después confesó que su autocrítica de entonces fue fingida y que desató en cambio una consciente labor de zapa para seguir promoviendo sus tesis, lo cual muestra una actitud antipartido evidente. ¡Trotskismo puro!:

«Renuncie a la lucha e hice una «autocrítica» pública. Desde luego seguía convencido de que mi punto de vista era el correcto. (...) Cuan poco se trata de una autocrítica efectiva lo demuestra el hecho de que el viraje en la actitud fundamental que se encontraba en la base de esa tesis, aun si haber recibido una expresión aun sólo aproximadamente adecuada, constituyó a partir de ese momento el hilo conductor de mi actividad sucesiva, tanto práctica como teórica». (Georg Lukács; Introducción a la reedición obra: «Historia y conciencia de clase», 1967) 

No es casualidad que como dice Kohan la obra de Lukács siguiese viéndose por los comunistas oficiales como un resquicio de desviacionismo antimarxista herencia del pasado:

«Los que conocen la historia del movimiento comunista húngaro saben que las opiniones literarias sostenidas por el compañero Lukács desde 1944 hasta 1949 se encuentran estrechamente vinculadas con anteriores opiniones políticas, que sostuvo con respecto al desarrollo político en Hungría y a la estrategia del partido comunista a fines de los años veinte» (Josef Révaí: Literarische Studien, 1950)

Después anota que pasado un tiempo pasó a ser una oposición «teórica» del «stalinismo» hasta la llegada en 1956 del revisionista Imre Nagy al poder en Hungría:

«Por consiguiente, renuncié de buena fe a la carrera política para volver a dedicarme a la actividad teórica. De esta decisión no me arrepentí nunca. Sólo en 1956 tuve que asumir un cargo ministerial». (Georg Lukács; Introducción a la reedición obra: «Historia y conciencia de clase», 1967)

Si el lector desea repasar los objetivos y los resultados de la «desestanilización» de Nagy en Hungría véase el extracto «Las reformas capitalistas en Hungría» auspiciadas por Imre Nagy y los revisionistas soviéticos» del libro de Vincent Gouysse: «Imperialismo y antiimperialismo» de 2007.

Lukács fue alguien que solamente tras la muerte de Stalin y el triunfo del jruschovismo se atrevió a mantener, ahora sí, de forma permanente, sus ideas «heterodoxas» sacando pecho de «crítico del stalinismo» en público. Es decir en verdad fue un hombre inconsecuente con su obra en vida de Stalin, un cobarde, cuya actitud precisamente ha sido denunciada por muchos elementos por hipócrita. 

Por sus postulados «heterodoxos» los propios anarquistas españoles de los años 50 –conocidos por su antistalinismo– consideraban a Lukács uno de los suyos, como una figura que había luchado contra el leninismo y así había influenciado al resto de heterodoxos a alejarse de dicho sendero:

«El inconformismo de los comunistas húngaros con el leninismo dejó su huella durante mucho tiempo en los futuros comunistas que irían a convertirse en un anarquista como el esteta Lukács y un marxista como el economista Varga». (Solidaridad Obrera; Portavoz de la Confederación Nacional del Trabajo de España, Nº374, 1959)

Es decir los anarquistas toman como suyos, a un declarado antileninista como Lukács, pero también a Varga quien había sido protagonista en la URSS de los años de Stalin por su programa económico revisionista, véase una prueba:

«Los puntos de vista de Malenkov encajaban con los argumentos de Eugene Varga, que afirmaban que los cambios institucionales en el Estado estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial habían hecho un competidor internacional más fuerte pero menos agresivo, más capaz de controlar los impulsos agresivos de los monopolios capitalistas. (...) Malenkov buscó un apoyo para estas tesis entre las clases medias urbanas y la intelectualidad cultural y técnica. (...) Los cargos asestados por los inquisidores zhdanovistas contra el libro de Varga expusieron el perfil de Malenkov como consecuentemente: «técnico» y «apolítico», que sufría de «empirismo», «objetivismo burgués» y un punto de vista «sin partido». Durante las discusiones de la obra Varga fue obligado a rectificar en todas sus posiciones. La famosa obra de Stalin «Problemas económicos del socialismo en la URSS» de 1952, en gran parte: «Estaba claramente dirigido contra Varga». (Erik P. Hoffmann, Robbin Frederick; La política exterior soviética 1917, 2009)

Como sabemos y hemos expuesto en otros documentos Varga no solo fue rehabilitado ideológicamente sino que sería condecorado por Malenkov y Jruschov como hemos demostrado en varias obras.

Otro ejemplo de a quién ha influenciado Lukács es el hecho de que el actual y putrefacto Partido Comunista de España (PCE) publicó un artículo donde daba voz al anticomunista Leszek Kołakowski. Este a su vez nos comentaba que sus obras se vieron inspiradas en diferentes «autores marxistas del siglo XX», entre ellos el «marxista» Lukács:

«El libro tercero, «El colapso» abarca desde el estalinismo, el pensamiento de Trotsky y el de una variedad de teóricos marxistas del siglo XX, como A. Gramsci, G. Lukács, K. Korsch, E. Bloch, los teóricos de la Escuela de Frankfurt y H. Marcuse, entre otros». (Cuadernos de Pensamiento Político: Cuadernos de Pensamiento Político - Número 22 – 2009)

Sin ir más lejos en España Antonio Escohotado, ese «gran filósofo» que militó en las filas carrillistas del PCE y que ahora es todo un ultrarreacionario más del montón que trabaja para la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), nos dice lo siguiente, que no ve idealismo en Hegel:

«No me cabe en la cabeza que alguien diga que Hegel es idealista, eso es una chorrada gigantesca que no se le ocurre nada más que a un ignorante o a un loco». (Revista Leer; Escohotado: «Decir que Hegel era idealista es de ignorantes», 10 de febrero de 2014)

Claro, suponemos que el simple hecho de que en todo el sistema hegeliano Dios aparezca en la última casilla del problema concreto a plantear, un poco al estilo de Descartes, no fuese razón suficiente para calificarlo de idealista, como si su concepción histórica de la humanidad o el mesianismo germánico que propone no fuese lo más idealista que puede haber. ¡Qué va!

Por supuesto Marx es el único idealista y voluntarista:

«En este segundo volumen de Los enemigos del comercio dedico unas cuantas páginas a desmontar la necedad esa de que él tenía el mundo cabeza abajo y Marx lo pone cabeza arriba. El único idealista de la película es Marx. Lo llaman determinismo, pero es voluntarismo puro y duro». (Revista Leer; Escohotado: «Decir que Hegel era idealista es de ignorantes», 10 de febrero de 2014)

La minuciosidad en la crítica a Blanqui o a los utópicos por parte de Marx y Engels es suficiente para desmentir tal insulto gratuito. Es más, veamos como Marx critica a Proudhon remitiéndose, a que su concepto de la historia no es sino una repetición de «viejos trapos hegelianos», es decir idealismo puro:

«¿Por qué el señor Proudhon habla de Dios, de la razón universal, de la razón impersonal de la humanidad, razón que nunca se equivoca, que siempre es igual a sí misma y de la que basta tener una idea acertada para ser dueño de la verdad? ¿Por qué el señor Proudhon recurre a un hegelianismo superficial para fingirse un pensador profundo? (...) Esto es lo que el señor Proudhon no ha sabido comprender y, menos aún, demostrar. Incapaz de seguir el movimiento real de la historia, el señor Proudhon nos ofrece una fantasmagoría con pretensiones de dialéctica. No siente la necesidad de hablar de los siglos XVII, XVIII y XIX, porque su historia discurre en los medios nebulosos de la imaginación y se eleva, muy alto, por encima del tiempo y del espacio. En una palabra, eso no es historia, sino viejos trapos hegelianos, no es una historia profana –la historia de los hombres–, sino una historia sagrada, la historia de las ideas. A su modo de ver, el hombre no es más que un instrumento del que se vale la idea o la razón eterna para desarrollarse. Las evoluciones de que habla el señor Proudhon son concebidas como evoluciones que se operan en el seno de la mística idea absoluta. Si arranca uno el velo de este lenguaje místico, verá que el señor Proudhon le ofrece el orden en que las categorías económicas se hallan alineadas en su cabeza. No hará falta que me esfuerce mucho para probarle que éste es el orden de una mente muy desordenada». (Karl Marx; Carta a P. V. Annenkov, 28 de diciembre de 1846)

Escohotado ve perfectamente relación entre el comunismo y el «totalitarismo» y conexiones entre los comunistas y los nazis o Ramiro Ledesma y Primo de Rivera:

«Tiene muchísima gracia que los comunistas y los marxistas hablen de los fascistas como alguien distinto de ellos. ¿Es que no se han enterado de que nazi significa nacional socialista y de que lo único que tienen en común de verdad Lenin y Stalin con Hitler es el socialismo en sentido totalitario? La gran diferencia se da entre el socialismo democrático, al estilo de Saint-Simon, y los socialistas mesiánicos o comunistas propiamente dichos. Es increíble que un comunista propiamente dicho diga que Hitler, que considera a Lenin la gran figura del siglo, no es comunista. En España, por ejemplo, Ledesma Ramos es comunista y José Antonio, también, en gran medida. Basta leer los textos». (Revista Leer; Escohotado: «Decir que Hegel era idealista es de ignorantes», 10 de febrero de 2014)

Se nota sus días en el PCE y los argumentos del totalitarismo sacados de la Escuela de Frankfurt. 

¡Para este idiota, un defensor de la propiedad privada, de las tradiciones ultraconservadoras, la religión católica y del chovinismo como Ramiro Ledesma o José Antonio Primo de Rivera son iguales a los pensamientos de los comunistas!

Define al creador del psicoanálisis Freud:

«Freud es un genio». (Revista Leer; Escohotado: «Decir que Hegel era idealista es de ignorantes», 10 de febrero de 2014)

A su vez declara a Hume, Hegel y Freud sus maestros:

«Sí, me resultaba muy atractiva la combinación de Hegel y Freud que hace Marcuse, porque en Marcuse el marxismo es muy cutáneo. Además, ambos, Hegel y Freud, son maestros míos, junto con Aristóteles. Sólo ya en la ancianidad descubrí a Hume como el cuarto tutor de mi espíritu. En el tercer tomo, cuando hable de la revisión que hizo la Escuela de Fráncfort, voy a seguir diciendo que Marcuse es el único que tiene alguna cosa que decir». (Revista Leer; Escohotado: «Decir que Hegel era idealista es de ignorantes», 10 de febrero de 2014)

Se declara gratamente sorprendido por Marcuse, reconoce que leía a Lukács, a Luxemburgo, y las ediciones del PCE carrillista:

«Entre otros, leíamos a Lukács, El asalto a la razón, e Historia y conciencia de clase. Ahora, al hacer este segundo tomo, me he dado cuenta de que Lukács viene de Rosa de Luxemburgo, emplea textualmente las mismas palabras y sigue las mismas líneas de razonamiento. Pero sobre todo, leíamos Nuestra Bandera y Mundo Obrero». (Revista Leer; Escohotado: «Decir que Hegel era idealista es de ignorantes», 10 de febrero de 2014)

En Libertad TV, durante su entrevista con el oportunista Pablo Iglesias de 2018, Escohotado nos dejó ver su pensamiento totalmente trasnochado. Siguiendo los pasos de autores como Federico Jiménez Losantos o Pío Moa, declaraba sin ningún reparo que: «El comunismo ha cometido las mayores atrocidades de toda la historia». En cambio parece olvidar poner en la balanza todas las víctimas producidas por los países capitalistas durante la colonización y las guerras imperialistas; califica a EE.UU., uno de los mayores países expansionistas desde su creación, como un país que «no quiere colonias», oculta la salvaje expoliación de recursos a través del neocolonialismo y las propias intervenciones militares en el último siglo; defiende el lanzamiento de las bombas nucleares de 1945 sobre Japón y opina que el chantaje atómico de las superpotencias «ha garantizado la paz»; cree que Haití esta subdesarrollada no por las constantes injerencias políticas, económicas y militares de los imperialistas, sino por culpa de la revolución antiesclavista del siglo XIX; pese al enorme peso del gasto militar y burocrático que mantienen los países capitalistas, y pese a que  no se puede comparar los medios de represión de un sistema infradesarrollado de la antigüedad con uno desarrollado y perfeccionado como el capitalismo, considera sin sonrojarse a este último como «el sistema político que menos medios coactivos utiliza de todos los recordados». Esta entrevista es una sucesión de argumentos delirantes que no tiene desperdicio; expone hasta la ignorancia de los que elevan a esta figura como si fuera un erudito, cuando no deja de ser una caricatura.

Sabíamos que la UNED –universidad a distancia pública– estaba bastante mal –como estiman los últimos datos de calificación y de cada vez menos matriculaciones–, pero después de ver que este tipejo es el que da charlas ahí demuestra que ha tocado fondo la educación burguesa; ¿pero qué vamos a esperar de una «universidad seria» que ofrece cosas como las «Jornadas sobre Educación Holística» –pseudociencia barata–? 

Esta es la prueba de la decadencia educativa en las universidades públicas, las cuales pese a las ilusiones de la izquierda cándida, está más que claro que está controlada por la ideología burguesa, por eso traen sin ningún tipo de pudor a este tipo de charlatanes.

Sea como sea, es otra prueba más de a dónde conduce el neohegelianismo conservador capitaneado por la influencia directa de Lukács.

Podríamos seguir con la ronda de autores a los que ha influenciado este elemento, pero la lista sería interminable.

Como vemos el señor Lukács no se ha inspirado ni ha sido fuente de inspiración precisamente para los marxistas sino para los más acérrimos antimarxistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Las sandeces de Kohan y Lukács sobre la figura Hegel y su evaluación en la filosofía de la URSS, 15 de septiembre de 2018)

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