domingo, 8 de marzo de 2020

Frente único proletario y frente popular antifascista; Georgi Dimitrov, 1935

En el presente capítulo Dimitrov resume las condiciones en las que se puede establecer el frente único del proletariado –es decir las alianzas del proletariado comunista con proletarios de otras organizaciones o incluso sin partido  y el frente popular –la alianza del proletariado comunista con los pequeños campesinos, jornaleros, intelectuales, funcionarios, pequeño burgueses de la ciudad. Esto es de suma importancia viendo las distorsiones que luego se ha hecho de estas dos cuestiones. Como resolución a este discurso se dispuso:

«Los comunistas deben incrementar su vigilancia y guardarse del peligro de del oportunismo de derecha, y deben continuar una determinada lucha contra todas estas concretas manifestaciones, teniendo en cuenta el peligro del oportunismo de derecha crecerá donde las tácticas del frente único sean aplicadas. La lucha por el establecimiento del frente único, de la acción conjunta de la clase obrera, alza como necesario que los obreros socialdemócratas se convenzan a través de las lecciones objetivas de la correcta política de los comunistas y la incorrecta política reformista, y que cada partido comunista prosiga  una lucha irreconciliable contra cualquier tendencia que rebaje las diferencias de principio entre el comunismo y el reformismo, contra rebajar la crítica de la socialdemocracia como ideología y práctica de colaboración de clases con la burguesía, contra la ilusión de que es posible transitar al socialismo pacíficamente, por métodos legales, contra cualquier realización basada en el automatismo y la espontaneidad, en la organización de la liquidación del fascismo o en la realización del frente único, contra cualquier menosprecio del rol del partido y contra la vacilación en los momentos de decisiva acción». (Internacional Comunista; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Internacional Comunista respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de agosto de 1935)

El documento:


«Algunos camaradas se quiebran en vano la cabeza, dándole vueltas a esta pregunta: ¿por dónde empezar, por el frente único del proletariado o por el frente popular antifascista?

Unos dicen: no se puede proceder a crear el frente popular antifascista antes de organizar un sólido frente único del proletariado.

Pero como  en una serie de países el establecimiento del frente único proletario tropieza con la resistencia de los sectores reaccionarios de la socialdemocracia, es mejor –razonan otros– empezar de una vez por el frente popular y sobre esa base desarrollar luego el frente único de la clase obrera.

Pero en una serie de países la formación del frente único del proletariado y el frente popular antifascista se hallan enlazados por la dialéctica viva de la lucha de clases, se entretejen, se convierten el uno en el otro, en el proceso de la lucha práctica contra el fascismo, y no se hallan separados, ni mucho menos, por una muralla china.


No puede pensarse con seriedad que sea posible llevar a cabo de un modo efectivo el frente popular antifascista, sin establecer la unidad de acción de la propia clase obrera, que es la fuerza-guía de aquel frente popular. Pero al mismo tiempo, el desarrollo posterior del frente único proletariado depende en gran medida de su transformación en frente popular contra el fascismo.

Figúrense, camaradas, a un esquemático tal, que, situándose ante nuestra resolución, con todo el fuego del verdadero pedante,  construyese así su esquema: Primero, frente único del proletariado por abajo, sobre un plano local; luego, frente único por abajo, en escala regional; luego, frente único por arriba, pasando las mismas fases; después, unidad del movimiento sindical; más tarde, incorporación de los otros partidos antifascistas; a continuación; frente popular desplegado por arriba y por abajo; después de esto, elevar el movimiento a un nivel más alto, enriquecer su contenido político, revolucionario y  así sucesivamente. (Risas)

Ustedes dirán, camaradas, que es esto es un puro absurdo. Estoy de acuerdo. Pero el mal está en que semejante absurdo sectario se da todavía, con harta frecuencia, por desgracia, en una u otra forma, dentro de nuestras filas.

¿Y cómo se plantea la cosa, en realidad? Es claro que en todas partes debemos esforzarnos por conseguir un amplio frente popular de lucha contra el fascismo. Pero en toda una serie de países no lograremos pasar de conversaciones generales sobre el frente popular, si no sabemos, mediante la movilización de las masas obreras, quebrantar la resistencia de los sectores reaccionarios de la socialdemocracia contra el frente único de lucha del proletariado. Así se plantea el problema sobre todo en Inglaterra, donde la clase obrera constituye la mayoría de la población, donde las tradeuniones y el Partido Laborista dirigen a la masa fundamental de la clase obrera. Así se plantea el problema en Bélgica y en los países escandinavos, donde los partidos comunistas, numéricamente pequeños, tienen que enfrentarse con fuerte sindicatos de masas y con partidos socialdemócratas numéricamente grandes.

En esos países los comunistas cometerían un error político grandísimo si renunciasen a luchar por establecer el frente único proletario escudándose detrás de conversaciones generales sobre el frente popular, que no podrá establecerse si no participan en él las organizaciones de masas de la clase obrera. Para lograr, en dichos países un frente popular, los comunistas deberán llevar a cabo entre las masas una enorme labor política y de organización. Tendrán que vencer los prejuicios de esas masas, que consideran ya a sus organizaciones reformistas de masas como la encarnación de la unidad proletaria; convencerlas de que establecer el frente único con los comunistas significa para ellas pasar a la posición de la lucha de clases, de que sólo ese paso garantiza el éxito de la lucha contra la ofensiva del capital y el fascismo. No venceremos las dificultades que se nos presentan si nos planteamos aquí tareas más amplias. Por el contrario, al luchar por eliminar estas dificultades, prepararemos, y no de palabra, sino en los hechos, la creación de un auténtico frente popular de lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital, contra la amenaza de la guerra imperialista.

El problema se plantea de modo muy distinto en países como Polonia, donde junto al movimiento obrero se despliega un fuerte movimiento campesino, donde las masas campesinas poseen sus organizaciones, que se van radicalizando bajo la influencia de la crisis agraria, donde la opresión nacional provoca la indignación de las minorías nacionales. Allí el desarrollo del frente popular de la lucha será paralelo al del frente único proletario, y a veces, en los países de ese tipo, el movimiento del frente popular puede inclusive adelantarse al movimiento del frente obrero.

Tomemos un país como España, que atraviesa el proceso de la revolución democrático-burguesa. ¿Acaso se puede decir que la dispersión orgánica del proletariado exige que se establezca la unidad completa de lucha de la clase obrera, antes de crear un frente obrero-campesino contra Lerroux y Gil Robles? 

Con este modo de plantear el problema aislaríamos al proletariado del campesinado, negaríamos en la práctica la consigna de la revolución agraria y facilitaríamos a los enemigo del pueblo la posibilidad de divorciar al proletariado del campesinado y de contraponer a éste a la clase obrera. Y esta fue, como es sabido, una de las causas fundamentales de la derrota sufrida por la clase obrera en los combates de octubre del 1934, en Asturias.

Sin embargo no hay que olvidar una cosa: en todos los países en que el proletariado es relativamente  poco numeroso, donde predominan los campesinos y los sectores pequeño burgueses de la ciudad, es tanto más necesario desplegar todos los esfuerzos por establecer un sólido frente único de la clase obrera, para que ésta pueda ocupar su puesto de factor dirigente respecto de todos los trabajadores.

Por eso, camaradas, al solucionar el problema del frente proletario y el frente popular no se pueden dar recetas universales para todos los pueblos. En estas cuestiones, el universalismo, la aplicación de una misma receta para todos los países equivaldría –permítanme que lo diga– a ignorancia. Y la ignorancia debe combatirse, incluso y sobre todo cuando se presenta bajo la envoltura de esquemas universales. (Aplausos)». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Komintern, 13 de agosto de 1935)

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