martes, 17 de diciembre de 2019

¿Rescate de las figuras progresistas o la rehabilitación de traidores?; Equipo de Bitácora (M-L), 2019


«Un comunista debe evaluar a las figuras políticas dentro de su contexto histórico. Debe evaluar todos sus méritos y fallos, y ver si cualitativamente pesan más los primeros o los segundos. Abundan entre los pseudomarxistas el reivindicar a famosos revisionistas porque en algún momento de su vida fueron marxistas o al menos se reivindicaron como tal. Sobra decir que esto solo lo hacen elementos sin nula capacidad analítica, perdonando u olvidando incluso los peores actos de traición en favor del enemigo de clase.

Elena Ódena, líder indiscutible del Partido Comunista de España (marxista-leninista), reivindicaba el legado de los comunistas consecuentes como Miguel Hernández o José Díaz. Al mismo tiempo, arremetía sin compasión contra el revisionismo local condensado en la traición de figuras como las de Carrillo o Ibárruri, que habían llevado al Partido Comunista de España (PCE) hacia el desfiladero del eurocomunismo:

«La historia de los diez años de existencia de nuestro partido está íntimamente ligada a la lucha contra el revisionismo. El partido ha surgido, se ha desarrollado y se ha fortalecido en tenaz lucha contra el revisionismo moderno y en primer término contra sus manifestaciones en el plano nacional, cuya corriente principal encabeza el grupo Carrillo-Ibárruri». (Elena Ódena; X años de lucha contra el revisionismo y el oportunismo, 1974)

De dichos desastrosos resultados y cismas del revisionismo... nacería el brézhnevista Partido Comunista Obrero Español (PCOE), fundado en 1970 por Enrique Líster. El PCE (m-l) criticaba su falso antirevisionismo:

«El libro de Líster «Basta», junto con otros documentos, dan suficiente material para poder analizar y ver qué es y qué busca, así como a quién sirve Enrique Líster, hasta hoy cómplice del renegado, agente de la oligarquía y antipatriota, Santiago Carrillo. (...) Es simplemente un fiel y sumiso servidor del revisionismo soviético. (...) Saca trapos sucios de Carrillo al público, trapos que han sido ensuciados con su colaboración, y hace algunas críticas superficiales, más de palabra y de forma que de fondo, a la línea política carrillista, de la cual Líster es coautor, ha participado en la elaboración y explicación, y la defendía contra los marxista-leninistas hasta hace unos meses. (…) Para todos los marxista-leninistas que en los años 1963 y 1964 comenzamos a luchar en las filas del partido, contra la corrupción y el revisionismo de la dirección está bien claro que Líster, etc. emplearon con nosotros los mismos métodos fascistas por los que hoy derraman lágrimas de cocodrilo y se desgarran las vestiduras. Entonces ellos como uña y carne de Carrillo utilizaron el corrompido aparato revisionista para aplastar la crítica, e incluso llegaron a las amenazas de asesinato contra los que nos levantamos por la pureza del partido y sus principios». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

Por tanto, se explicaba que el PCOE no era más que otro grupúsculo revisionista nacido de las riñas interrevisionistas:

«Cuando se produjo la estrepitosa ruptura entre los dos cabecillas revisionistas, Líster y Carrillo, nuestro partido comprende rápidamente que se trata de una contienda entre dos variantes del revisionismo que se enfrentaban por razones de orden oportunista y con el fin de esclarecer la cuestión, publica un folleto con el título: «Líster y Carrillo, dos caras de la misma moneda». (Elena Ódena; X años de lucha contra el revisionismo y el oportunismo, 1974)

Los motivos de estas riñas, más allá de factores específicos, se basan en tendencias comunes inherentes a lo que supone el revisionismo en cualquiera de sus variantes:

«En el interior de un partido comunista, al perder éste su esencia bolchevique, surgen diferentes camarillas que defienden diversos intereses, así también en el conjunto del revisionismo mundial. (...) El revisionismo tiende a la descentralización, al policentrismo, a la dispersión». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

Enver Hoxha resumiría la degeneración y descomposición del PCE, como sigue:

«Cuando era el momento de defender el marxismo-leninismo, los dirigentes del Partido Comunista de España atacaron ferozmente al Partido del Trabajo de Albania y salieron en defensa de Jruschov y su grupo traidor al marxismo-leninismo. El tiempo confirmó que nuestro Partido del Trabajo estaba en el justo camino, en el camino, marxista-leninista, mientras que el Partido Comunista de España, con Ibárruri al frente, se había alineado enteramente en el campo de los renegados y los enemigos del comunismo. A partir de 1960, en el Partido Comunista de España comenzaron a surgir grandes disputas y divergencias que conducirían a la escisión del partido. Fue así como se crearon dos fracciones revisionistas, antimarxistas: una, prosoviética, encabezada por Enrique Líster; y otra, que buscaba independizarse de Moscú, para poder aplicar su propia línea, que posteriormente tomaría el nombre de eurocomunismo. A la cabeza de esta segunda fracción estaban Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo. (...) Han tenido el «honor» de haber arrojado por la borda la bandera roja de la revolución y han pisoteado sin la menor vergüenza la sangre derramada por decenas y cientos de miles de héroes en la guerra civil española. (...) Los auténticos partidos comunistas son partidos de la revolución y la edificación del socialismo, mientras que los llamados partidos comunistas italiano, francés, español y otros de la misma especie son partidos de las reformas burguesas. Los primeros son partidos que tienen la misión de destruir el régimen burgués y construir el socialismo, los segundos son partidos de la defensa del régimen capitalista y de la conservación del viejo mundo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

Sin embargo pese a ser esto una verdad histórica obvia… Raúl Marco, en su declaración refundacional de 2006, donde creó un nuevo y artificial partido que recogía las siglas del PCE (m-l), cometiendo un ultraje contra la historia de esas propias siglas, diría sin vergüenza alguna:

«El actual PCE (m-l) es heredero de las contribuciones de José Díaz, Cristino García, Checa, Uribe, La Pasionaria [Dolores Ibárruri], Líster, Modesto y otros, quienes lograron grandes éxitos pero también cometieron algunos grandes errores. También reivindica la herencia de un líder de partido injustamente desterrado, el camarada Joan Comorera, que se enfrentó al revisionismo y la traición de Carrillo y que pagó con su vida por no vender la causa revolucionaria mientras que otros se sentaron cómodamente en el exilio». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Cronología del Comité Estatal de Organizaciones Comunistas, 22 de octubre de 2006)

Por si quedan dudas de quien escribió esto, el propio Raúl Marco anotaría en una introducción a la reedición a una obra del PCE (m-l) de 1974:

«Al releer ahora aquel análisis, me parece que habría que matizar algunos aspectos, profundizar en otros, desarrollar más. Por ejemplo, pienso que no es justo calificar de renegado a Enrique Líster. Cierto es que, quizá por seguidismo hacia Carrillo, durante tiempo defendió posturas revisionistas y oportunistas, que después de muchas vacilaciones y de luchas intestinas –Semprún, Claudín, Gallego y otros miembros de la dirección del PCE–, rompió con Carrillo, al que denunció en un libro que aclaraba bastantes puntos oscuros. Pero sus posiciones oportunistas, no dan pie, en mi opinión, para calificarlo de renegado y olvidar el importante papel que desempeñó durante la guerra. Igualmente, «meter en el mismo saco» a Dolores Ibárruri con Santiago Carrillo, tampoco es correcto». (Raúl Marco; Introducción a la obra: «La guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo» de 1974, 2006)

El actual PCE (m-l) de Raúl Marco se junta con engendros como el PCE, el PCOE, y sus respectivos jefes. Se atreve a reivindicar a figuras como Ibárruri o Líster, intentando engañar a la gente con que todo el revisionismo en España ha residido solamente en la figura de Carrillo. Para los metafísicos y torpes analíticos, es bien fácil reducir la historia a este tipo de guiones donde se utiliza una cabeza de turco para explicar todo un proceso:

«Como cualquier pseudomarxista, Roberto Vaquero líder de Reconstrucción Comunista (RC) [a la hora de analizar la historia] esquematiza los acontecimientos históricos entre «buenos» y «malos». A ejemplo de ello, en base a que si una figura es enemiga del villano mayor debe de tratarse de un héroe, y viceversa, no estudia nada más, todo se reduce a ese simplismo: «el enemigo de mi enemigo es mi amigo». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 25 de septiembre de 2017)

Roberto Vaquero y otros revisionistas han aprendido estos trucos analíticos de su maestro, el «veterano» líder revisionista Raúl Marco.

Repaso al largo historial antimarxista de Ibárruri en el PCE

Y es que, ¡por supuesto! Para el renegado Raúl Marco solo parece contar los aportes de la «Pasionaria» a la causa del PCE en los años 30, e intenta disimular la responsabilidad de Ibárruri en el atolladero revisionista en que metió al PCE. Normalmente quienes apelan a esto lo hacen a base de fe, ya que los seguidores de esta línea argumentativa ignoran que el desviacionismo de Ibárruri ya era manifiesto mucho antes de su abierta adhesión al revisionismo en años posteriores. Otra cosa es que, como acostumbran los defensores de los mitos del revisionismo, no conozcan los hechos o los disimulen apropósito.

Entre aquellos errores tempranos, podemos anotar su fiel participación en los errores sectarios de la dirección del PCE en la época de Bullejos, quienes no estén al tanto de a qué tipo de defectos nos referimos. Véase nuestra obra: «Las invenciones del thälmanniano Wolfgang Eggers sobre el VIIº Congreso de la Internacional Comunista» de 2015.

Para aquel entonces, Ibárruri había colaborado estrechamente con la dirección de Bullejos, y tiempo después de que fuese derrocada, siguió negando los efectos negativos que había causado para el correcto funcionamiento del partido, por lo que la nueva dirección encabezada por José Díaz puso entre la espada y la pared a Ibárruri. Terminando optando por realizar una autocrítica, reconociendo que debía desligarse del sentimentalismo y el compadreo que le ligaba a las figuras de dicho grupo, los cuales le habían impedido ver tales efectos nocivos:

«El nuevo comité pidió a Dolores Ibárruri una exposición pública de sus posiciones políticas. Se trataba de una exigencia de autocrítica oficial que Pasionaria realizó por medio de una carta publicada en Mundo Obrero el 5 de diciembre de 1932:

Yo, vieja comunista, no quiero ni puedo rehuir, (...), el hacer una autocrítica severa de pasadas actuaciones. (...) No personalmente, sino en interés del Partido, recabando para mí el tanto de culpa que me haya podido corresponder. Unida al grupo de renegados, no como tal, sino por ostentar este la dirección del Partido, por una convivencia de muchos años de lucha que crearon entre nosotros lazos de sincero afecto, para mí ha resultado muy doloroso tener que abandonar a estos camaradas en una revuelta del camino; si dijese otra cosa no sería sincera. Pero cuando de luchar por el engrandecimiento del Partido se trata (...), para mí no existen amistades, afectos y familia ni amigos; no existe más que el Partido y la revolución y en aras de esto sacrifico todo lo demás». (Mundo Obrero, el 5 de diciembre de 1932)

Rafael Cruz destaca que en el término «vieja comunista» Ibárruri trata de rescatar, frente a la juventud de la nueva dirección, la autoridad que la edad, la experiencia y los sacrificios realizados otorgan. Era necesario hacerlo así porque, en el hecho de abjurar de su anterior trayectoria y de sus compañeros, era preciso rescatarse a sí misma como un valor para la nueva dirección. Pero eso no era suficiente, había que romper con sus camaradas y alinearse con la nueva dirección». (Miren Lona; La imagen viril de Pasionaria. Los significados simbólicos de Dolores Ibárruri en la II República y la Guerra Civil, 2015)

En tal autocrítica podemos asistir a un ejercicio de dramatismo, «rasgándose las vestiduras» por sus errores para tratar de convencer a sus compañeros de su arrepentimiento, en un tono cínico que siempre le sería característico durante toda su carrera, siendo dicha  autocrítica un ejemplo de exageración y falta de sobriedad en una pretendida comunista, la cual debe demostrar ante tal tesitura, menos palabrería, menos discursos de autoflagelación, y más análisis de las fuentes de los errores, más actos comprometidos que demuestren lo que se dice haber comprendido. 

Otro de sus sonados y repetidos defectos fue su tendencia a realizar análisis escuetos y poco preparados, que tendían claramente hacia la grandilocuencia y la autosatisfacción en los resultados. Uno de los delegados de la Internacional Comunista (IC) comentaría que:

«En las primeras redacciones del informe de Dolores [del Pleno del Comité Central del PCE en 1937] se tendía a ahogar la autocrítica en la exaltación del gran papel jugado por el partido en la creación del ejército, respecto al heroísmo de los combatientes, etc.; el informe tomaba demasiado el carácter de un discurso de agitación. Ese defecto quedó en gran parte corregido en la redacción definitiva. (…) El partido no está acostumbrado en absoluto a la autocrítica». (Palmiro Togliatti; Sobre los problemas del Comité Central del PCE, 25 de noviembre de 1937)

Razón por la que al final de la guerra reportaría sobre el partido, en lo que parece ser una clara alusión a Ibárruri, que:

«La dirección del partido, en particular, fue siempre más fuerte en el trabajo de la propaganda que en la organización». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de mayo de 1939)

Razón por la que al final de la guerra reportaría sobre el partido, en lo que parece en una clara alusión a Ibárruri, que:

«Contra el compromiso. La cuestión de la posibilidad de que se ponga fin a la guerra a través de un compromiso con el enemigo no sólo debe considerarse presente en la opinión pública, sino que con bastante rapidez puede convertirse en la cuestión central. (…) Todos hablan contra el compromiso y a favor de la continuación de la guerra hasta la victoria. (…) Es necesaria, no obstante, una vigilancia. ¡Muy estricta! El enemigo maniobra con la idea del compromiso con la finalidad de lograr desmoralizar y quebrantar el frente de resistencia popular». (Palmiro Togliatti; Sobre los problemas del Comité Central del PCE, 25 de noviembre de 1937)

Esto no fue una advertencia al azar, ya que si repasamos las memorias de Ibárruri, reconoce que encabezó la postura derrotista dentro del PCE durante la guerra:

«Pero por documentos de entonces, podemos ver ciertas manifestaciones de esa lucha de tendencias. Es muy revelador comparar lo que dice José Díaz a lo que expresa Ibarruri:

«No puede haber paz mientras quede un sólo soldado de los ejércitos invasores pisando el suelo de nuestra patria. No puede haber paz hasta que sean definitivamente aplastados todos los enemigos y todos los que tratan de implantar en España un régimen fascista. No puede haber compromiso de ninguna suerte con los generales traidores a su patria, ni con el invasor extranjero». (José Díaz; Informe al Pleno del Comité Central, celebrado en Valencia los días 13 al 16 de noviembre de 1937) (…)

 Si el Programa de los «13 Puntos» [de Negrín] fue recibido con abierta hostilidad por los que en el campo republicano hacía tiempo que cerebralmente estaban junto a los que luchaban contra la República, en cambio en los frentes, donde a cada momento se jugaba con la muerte, y entre las masas populares, fue aprobado con entusiasmo. El pueblo y los combatientes sabían ya que no se luchaba a la desesperada y que el Gobierno estaba dispuesto a encontrar una salida honrosa a la guerra que no se cerraba el camino al compromiso que salvase vidas y garantizase el derecho del pueblo a expresar democráticamente su voluntad». (Dolores Ibárruri; El único camino, 1963)

Se puede apreciar claramente la diferencia entre este párrafo de Dolores Ibárruri y los anteriores de José Díaz. Ibárruri habla un lenguaje de compromiso, de derrota; José Díaz, uno de lucha, de victoria. (…) Los «13 Puntos»  –30 de abril de 1938–, por ejemplo, si bien tienen aspectos positivos y revolucionarios, también tienen aspectos negativos y de claudicación, pues son el reconocimiento en sí de la igualdad entre lo justo y lo injusto, y niega en parte las conquistas revo1ucionarias del pueblo, ya que olvidan la naturaleza del enemigo. Pero si estos «13 Puntos» tienen un lado positivo, los posteriores «3 Puntos» –de Figueras, febrero 1939–, son la total entrega y el reconocimiento de la derrota. Ambos fueron aprobados por el Partido. Por este camino de las concesiones se llegó a hacer declaraciones, como las que cita Dolores Ibárruri en «El único camino»:

«Nos recibió Negrín, ante el cual expusimos la opinión de los comunistas sobre la situación. «Si el Gobierno estaba dispuesto a continuar la resistencia, el Partido Comunista le apoyaría. Si estaba dispuesto a entablar negociaciones de paz, el Partido Comunista no sería un obstáculo». 

Esta declaración hecha por Ibárruri a Negrin muestra hasta dónde se rodó por la pendiente de la claudicación y el compromiso con el fascismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); La guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo, 1974)

Togliatti señalaría, pareciese que una vez más en conexión con Ibárruri y otros, que uno de los fallos del PCE en aquellos momentos finales fue:

«El sentido de la responsabilidad de los camaradas dirigentes del partido no era siempre muy elevado. Una parte de ellos había perdido el contacto con las masas. (...) Políticamente, el temor a romper el Frente Popular, en un momento en que la unidad se veía puesta en peligro seriamente y en el que todos los demás partidos tendían a la ruptura, frenó y en ciertos momentos paralizó la acción del partido en la dirección y en la base. En este periodo el partido hizo depender demasiado su acción de la del Presidente Negrín y cometió errores en las relaciones con las masas, cosa que contribuyó a su aislamiento». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de mayo de 1939)

Como denunció oportunamente años después Líster, Ibárruri y altos cargos afines en la cúpula del PCE mantuvieron un tren de vida totalmente condenable para un dirigente comunista, y más en contraposición con las penurias que estaban sufriendo su militancia:

«Es de un liberalismo «enternecedor» el llamar a los crímenes «polacadas» y el calificar de «vivir a cubierto de las necesidades» al lujo en que ella, Carrillo y otros cuantos vivían y continuaron viviendo. En 1946 el Buró Político se había trasladado a París. Toulouse resultaba demasiado provinciano y demasiado indiscreto para el género de vida de grandeza que diferentes miembros del Buró Político querían seguir llevando. En unos casos se compran y en otros se alquilan espléndidas villas en los lugares elegantes de los alrededores de París. Las guerrillas, el trabajo clandestino, las cárceles franquistas, geográficamente sólo estaban al otro lado de los Pirineos, pero mentalmente estaban muy lejos de las preocupaciones de los Dolores, Carrillo, Mije, Antón y compañía. (...) A mí se me ofreció una de esas residencias. La rechacé. (...) Lo que resultaba injusto y hasta inmoral era vivir como grandes señores con el dinero que los militantes y simpatizantes daban para la actividad revolucionaria al Partido». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el Partido Comunista de España, 1983)

Esto también había sido advertido años antes por los delegados de la IC, denunciándose una:

«Falta de sobriedad en la vida personal de casi la totalidad de los dirigentes del partido, de los sindicatos, del ejército y del Estado, cosa que, además de ser una fuente de derroche, alejaba a las masas de esos dirigentes. Nuestro partido no estuvo a salvo de esos defectos». (Palmiro Togliatti; Informe, 21 de mayo de 1939)

Más de una vez Ibárruri se hizo notar por soltar discursos irresponsables, que lejos de refutar las mentiras de los enemigos del partido, le daban un precioso arsenal de argumentaciones para atacarle. En un discurso de agosto de 1937, decía:

«Si en época normal hay un adagio que dice que es preferible absolver a cien culpables a castigar a un inocente, cuando está en peligro la vida de un pueblo, es preferible condenar a cien inocentes antes que el culpable pueda ser absuelto». (Verdad; Órgano del Partido Comunista de España, 10 de agosto de 1937)

En algunas ocasiones el resto de compañeros intervinieron para que corrigiese sus informes a tiempo, en los cuales se deslizaba con facilidad hacia un izquierdismo que pretendía quemar etapas sin tener en cuenta la correlación de fuerzas ni otros muchos factores a tener en cuenta, planteando en otros puntos cuestiones necesarias de abordar, pero desde posiciones mal enfocadas:

«El partido en general bien, pero con una tendencia muy acentuada, en la primera fase de los acontecimientos a que hacen referencia estas notas, a deslizarse de nuevo hacia actitudes sectarias. Esto vale sobre todo parece Dolores.  [En] Uno de sus discursos en Cataluña (…) A pesar de la línea establecida con anterioridad, tuvo que ser corregido profundamente porque, en el fondo, iba dirigido contra el frente popular –consideración de la pequeña burguesía en bloque como una masa de cobardes, desprecio con la constitución–». Durante un discurso en Madrid cayó de lleno en la provocación de quienes quisieran presentar al partido como patrocinador del desorden –invitación a los soldados a dirigir sus armas contra el enemigo interior–. La tendencia contra la que en diversas ocasiones he tenido que tomar posición ha sido la de creer que la solución de todos los problemas será posible si el partido toma en sus manos todos los resortes del poder, y en cuanto lo haga». (Palmiro Togliatti; Informe, 21-22 de abril de 1938)

Del mismo modo, los testigos señalaron a Ibárruri como una de las principales responsables de que el PCE se viese superado tras el golpe de Casado de 1939:

«La dirección del partido Checa, Uribe, Dolores, Diéguez, y Mo. En Madrid, en vez de hacer frente a la situación se encontraba en tal estado de desmoralización y desorientación que le era posible pensar más allá. Una semana después de la llegada de Negrín a la Zona Centro, todavía el Buró Político (BP) no había podido hablar con él. (…) Los defectos de siempre de la dirección del partido –falta de iniciativa, palabrería en vez de acción, excesivo nerviosismo– llegaron al extremo. Por ejemplo: conscientes de la debilidad y del aislamiento político en Madrid, y de la dificultad de mejorar la situación mediante mítines –prohibidos–, se le había encargado a Dolores que contribuyera a modificar la situación a base de establecer contactos con las fábricas, a través de encuentros y conversaciones con delegaciones de obreros de las fábricas en las que hacía repartir víveres. Ni una sola vez fue seguida esa indicación. (…) El camarada Checa fue el primero en comprender la necesidad de cambiar las cosas, corrigiendo para empezar la línea del partido, y aceptó de inmediato consejos e indicaciones en ese sentido». (Palmiro Togliatti; Informe, 21-22 de abril de 1938)

En aquellos momentos, la dirección liderada por Ibárruri se destacó por la incapacidad de reorganización el partido, y manifestar de nuevo posturas claramente derrotistas:

«Sostuve que si los miembros del BP –Carrillo, Mije, Giorla y Antónse– habían quedado en Francia después de la pérdida de Cataluña, se debía a que ellos daban la guerra por terminada al perderse esa región. Dije que esto mismo de dar la guerra por terminada después de la pérdida de Cataluña también les había pasado a Dolores y Delicado, y que sólo así se podía explicar el que se encerraran en Elda –cerca de Alicante– y que nos dieran la orden al grupo de militares que habíamos llegado de Francia de que nos encerráramos también allí, lejos de los frentes donde estaban las fuerzas militares y de los grandes centros industriales donde estaban las masas obreras y, sobre todo, lejos de Madrid, que había sido la gran fortaleza del Partido y que en esos momentos era el centro de la conspiración contra el Gobierno, contra el Frente Popular y la República. Dije que jamás podría olvidar la penosa impresión que recibí la mañana del 6 de marzo cuando al llegar a Elda, procedente de Cartagena donde la sublevación fascista había sido aplastada, y unas horas después de haberse sublevado ya Casado, me encontré con Dolores, Delicado y otros dirigentes del. Partido, no estudiando la respuesta que se podía dar a los traidores de la junta casadista, sino preparando la toma del avión para el extranjero». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el Partido Comunista de España, 1983)

Un delegado búlgaro de la IC reportó lo mismo en esas fechas, subrayando lo incoherente que era quedarse en una zona hostil y bajo la inoperancia:

«Es evidente que la repentina partida de parte de los miembros de la dirección del partido y trabajadores militares responsables del partido no podría haber dejado de producir en un primer momento una impresión muy molesta y de generar una gran confusión en las filas del partido, además de que los enemigos intentaron inmediatamente después especular con esta partida. (...) Si los camaradas no se hubieran ido el 6, probablemente hubieran sido asesinados –por lo menos Dolores, Modesto, Líster y Uribe–. (...) El error fue que permitió que la dirección del partido y un notable grupo de los trabajadores militares del partido más destacados se encontrasen encerrados en Elda, donde el partido no tenía ni una persona fiel entre la población y donde no se tenía ninguna clase de posibilidades materiales de mantener comunicación y contacto. (...) El error más serio fue el hecho de la negligencia a elaborar y publicar inmediatamente un manifiesto con el que hubiese sido necesario aclarar al proletariado, a las masas populares y al ejército y a las organizaciones del partido el sentido de los acontecimientos que transcurrían, destacar la posición del partido y decir lo que había que hacer». (Stoyán Mínev; Informe elaborado por Stoyán Mínev [alias Stepánov y Moreno], delegado en España de la Komintern durante los años 1937-1939, para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Moscú, [abril] de 1939)

En Europa a mediados de los años 30 los imperialismos occidentales como Francia y Gran Bretaña dieron varias pruebas palpables con su política exterior de que deseaban empujar a Alemania a una guerra contra la URSS, esta línea se materializó en la famosa Política de Apaciguamiento de concesiones al fascismo italiano y alemán, siendo los Acuerdos de Munich de 1938 su más alta expresión. Como se ve en el artículo de Andréi Zhdánov en «Pravda» del 29 de junio de 1939, en el liderazgo soviético se desataron intensos debates. Por un lado estaban los que pensaban como él: que esta era la dinámica internacional, y que por tanto, la URSS no podía confiar en nadie y debía actuar en consecuencia, y por otro lado, estaban los que pensaban como Maksim Litvínov: que había que dar más tiempo a Francia y Gran Bretaña porque sus intenciones de frenar al fascismo alemán eran sinceras. Años después se ha desclasificado los cables y conversaciones entre diplomáticos británicos y alemanes, donde los primeros llegaron a aceptar teóricamente la posibilidad de una alianza germano-británica con el claro fin de atacar conjuntamente a la URSS. Para finales de la década, todo intento de la URSS de negociar pactos defensivos de asistencia mutua para repeler conjuntamente en caso de un ataque alemán fue rechazado por Francia, Polonia y Gran Bretaña. Mientras tanto la URSS se había enfrentado en varios rifirrafes con Japón en las conocidas como guerras fronterizas soviético-japonesas de 1932-1939, derivado del expansionismo nipón que ya había invadido Manchuria en 1931, y que había firmado el Pacto AntiKomintern en 1936 con Italia y Alemania y el Pacto Tripartito en 1940. Viéndose sola y bajo una política hostil de todos los países capitalistas, a la URSS no le quedaría más remedio que firmar el pacto de no agresión germano-soviético de 1939 para desviar el foco de la guerra e intentar ganar tiempo, de igual modo tras las victorias militares de los últimos años sobre Japón, le forzaría a firmar un pacto neutralidad en 1941. Poco después se iniciaría la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939, 16 días después, con el gobierno polaco exiliado y con el Estado polaco desintegrado, el Ejército Rojo de la URSS avanzó sobre su frontera oeste y se produjo la consiguiente reincorporación de los territorios arrebatados por Polonia a Rusia en el Tratado de Riga de 1921. Véase la abundante documentación aportada por Bill Bland en su: «Pacto de no agresión germano-soviético» de 1939 de 1990.

Para aquel entonces, nos encontramos con una Dolores Ibárruri que quería aparentar ser más «papista que el papa» justificando la política soviética con argumentos rebuscados, aunque su política se justificase simplemente por la lógica de los acontecimientos ante un escenario tan complicado y la política de los imperialistas. Queriendo defender a la URSS llegaría a declarar sobre Polonia lo siguiente en su artículo «La socialdemocracia en la guerra actual»:

«¡La Polonia de ayer, cárcel de pueblos, república de campos de concentración, de gobernantes traidores a su pueblo, que estaba constituida a la imagen de la democracia de los Blum y Citrine! La socialdemocracia llora sobre la pérdida de Polonia, porque el imperialismo ha perdido un punto de apoyo contra la Unión Soviética, contra la patria del proletariado. Llora la pérdida de Polonia, porque los ucranianos, bielorrusos, trece millones de seres humanos han conquistado su libertad. (...) Polonia, estado creado artificialmente y que era un conglomerado heterogéneo, creado por el Tratado de Versalles». (España Popular; Nº1, 1940)


Proclamar que la etnia polaca ocupaba solo el 60% eran unos cálculos del todo falsos e innecesarios para realizar una crítica al régimen polaco. Ya que por ejemplo estas cifras estaban en torno a un 68% según el censo de 1931. Claro que el Estado polaco era un país con varias minorías nacionales anexionadas por la fuerza y con falta de derechos evidentes bajo el legado dejado por Jósef Pilsudski. Véase el artículo de Vientos del Este: «Bielorrusia bajo el dominio polaco (1920-39)» de 2009.

Pero Ibárruri podría haber optado mejor por señalar que habían sido previamente los polacos quienes habían firmado un pacto de no agresión con la Alemania de Hitler en 1934, estableciendo grandes relaciones como se puede ver en la asistencia de Hitler al funeral de Pilsudski al año siguiente, y habiendo participado conjuntamente en la descuartización de Checoslovaquia ese mismo año 1939. 

Pese a las excelentes relaciones polaco-germanas, esto no había evitado que Alemania exigiese entre sus reclamaciones territoriales la devolución del «Corredor Polaco» –la antigua Prusia Oriental– 1938. El fascismo como todo régimen político necesita de aliados internacionales, pero debido a su chovinismo nacional es altamente pragmático, por lo que en materia de relaciones internacionales sacrifica todo lo que no le ayude a engrandecer su imperio, aunque le implique romper con sus aliados naturales. En esos meses había sido Polonia la que había rechazado varias ofertas de pactos militares defensivos con la URSS y otros países europeos en caso de ataque por parte de Alemania, país en clara deriva expansionista que ya había intervenido en España y se había anexionado Austria y Checoslovaquia. Declarar, como hacia Ibárruri, que el Estado polaco era en sí artificial era una falacia, digna de la mayor ignorante en historia, que nada aportaba al debate. La nación polaca había sido reconocida por Marx, Engels, Lenin y Stalin. Habría que haber visto la cara de los delegados polacos de la Internacional Comunista (IC) cuando llegasen a leer este artículo, ¡sin duda su cara sería todo un poema! ¿Cómo podían los comunistas polacos atraer la simpatía de su población si elementos de la IC como Ibárruri soltaban estas barbaridades?

Como concluiría Gregorio Morán, uno de los expertos en la historia del PCE, muy acertadamente sobre los rasgos fuertes y débiles de su personalidad:

«Pasionaria, políticamente, poseía escasa entidad, pero en ella existía la capacidad de explicar las cosas mejor que muchos y de darles una versión popular que conectaba felizmente con el público. Su handicap tenía un rasgo objetivo, que se reducía a su escaso bagaje intelectual y otro subjetivo, personal e intransferible, que consistía en una tendencia a la tranquilidad, al inmovilismo, a ser ama de casa, lo que contrastó siempre con su figura de mujer volcánica que daba la escena, pero no la vida. Podía charlar, recibir, dar pésames y plácemes, pronunciar frases felices; pero estudiar, preparar las reuniones, leer, darle vueltas a las cosas, no era lo suyo. (...) Si en todo político hay algo de actor, Dolores se convirtió en una actriz que se creyó su papel hasta el punto de que siguió manteniéndolo y representándolo después de que la obra hubiera terminado, cuando el telón estaba sobre el suelo y, salvo los tramoyistas, nadie quedaba en el teatro». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

En aquellos momentos la IC exigió una nueva reorientación para «afrontar los cambios en el panorama internacional» –como dejó Dimitrov anotado en su diario–. En España Ibárruri fue la abanderada de presentar esa nueva política frentista y de alianzas del PCE en 1942. Y bien, ¿qué párrafos contenía el famoso manifiesto de septiembre? Mezclaba todo tipo de arengas en clave nacionalista que sin ver el nombre uno no sabría exactamente qué organización podría haberlo firmado:

«Cualquiera que sea la clase social a que pertenezca y la ideología que sustente, desde los comunistas, socialistas, sindicalistas y republicanos, hasta las más diversas fuerzas conservadoras, deben unirse para impedir que Franco y Falange lancen a España a la matanza de la guerra hitleriana. (...) El PCE llama a los patriotas españoles a unirse en una amplio frente nacional. (...) Tal Gobierno de Unión Nacional que gobierne para servicio de España. (...) El PCE tiene la seguridad de que la adopción de un tal programa, salvará al país, y conducirá al restablecimiento de la normalidad y hará que España ocupe, al lado de las grandes potencias el rango a que tiene derecho por su Historia
». (Nuestra Bandera; revista mensual de orientación política, económica y cultural, Nº5, 30 de septiembre de 1942)

¿Y qué consecuencias inmediatas tuvo este manifiesto patriotero que armó tanto escándalo en su día?:

«La política del PCE en el camino de la reconversión a la democracia por la vía rápida forzaba las cosas y le obligaba a ser más papista que el papa. Le llevaba a un oportunismo político; abría tanto su abanico de futuras alianzas que perdía a sus aliados más cercanos, sin siquiera llegar a tentar a esos otros, hipotéticos y lejanos. Esto va a ocurrir palmariamente con un documento que redactará íntegramente Dolores Ibárruri y que pasará a la historia como el Manifiesto de la Unión Nacional por antonomasia, publicado el 16 de septiembre de 1942 y firmado por el Comité Central. Años más tarde, Santiago Carrillo llegará a afirmar públicamente –Pleno del CC de diciembre de 1945– que la política de Unión Nacional comienza en el manifiesto de Dolores de septiembre del 42. (...) Dolores Ibárruri plantea en esta declaración de septiembre la Unión de todos los antifranquistas, o anti-Eje, sin necesidad de definirse por la república, ni por la monarquía, es decir, sin signo institucional definido. (...) Antes de que Indalecio Prieto plantee esto en 1947, con gran escándalo del PCE, ya Dolores Ibárruri, con la firma del Comité Central, lo avanzaba en septiembre de 1942. (...) En México, donde las fuerzas políticas españolas actuaban a pecho descubierto, la declaración de marras causó conmoción. Se había constituido en febrero de aquel año 42 la UDE (Unión Democrática Española), donde junto a los comunistas, estaban republicanos como Fernández Clérigo, ex ministros Antonio Velao, Vieitez y Elfidio Alonso e incluso la facción federal de los republicanos, representada por el ex diputado por Huelva, Luis Cordero. Estos mínimos puentes tendidos al PCE para salir del guetto se vinieron abajo tras la declaración de septiembre que abría las puertas a los monárquicos y carlistas y las cerraba a todos los demás del exilio. Negrín desde Londres se apresuró a romper todo contacto con el PCE y la UDE entró en vía de extinción sin apenas haber terminado de nacer. (...) Lo poco que había se desmoronó y el PCE no sólo no consiguió ganar un solo aliado por la derecha sino que se deterioró a ojos vistas entre los ya muy sensibilizados socialistas y republicanos, dándoles razones para acusarles de oportunismo». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

La propuesta final de Ibáruri rompía con los análisis y eslóganes del partido en el  final de la guerra española y de principios de la Segunda Guerra Mundial: 

«Por un frente sin traidores, capituladores, sin oportunistas, sin cobardes». (España Popular; Nº1, 1940)

Realmente debemos preguntarnos ahora, viendo estos desastrosos resultados, ¿la agresión de Alemania contra la URSS en 1941 y las conversaciones de Franco con Hitler en 1942 ante la posible entrada de España en la guerra de parte del bando fascista, alteraban esta posición del PCE? Sí, por supuesto, los comunistas debían adecuar su táctica al nuevo contexto, pero la forma de enfocarlo importaba mucho para no desorientar a la militancia, creando falsas ilusiones −sobre los países imperialistas del bando Aliado como Francia, EE.UU. o Gran Bretaña− o sus simpatizantes −los grupos de la burguesía favorable al bando Aliado−. No era lo mismo invitar formalmente a los «conservadores» españoles a formar un frente contra Franco y en contra del bloque del nazismo, que exigir que todo el que se considere patriota −esté más a la izquierda o a la derecha− buscase sin excusas y demostrase con acciones el derrocamiento de Franco y el fin de la alianza de España con la Alemania nazi, entendiendo que sin ellos no había liberación nacional posible, ni tampoco liberación social. Ahora, tampoco se podía borrar de golpe y plumazo la propia experiencia, pues solo hacía falta observar la actuación timorata o traidora de la mayoría de clases explotadoras durante la Guerra Civil Española como para esperar algo de ellas, y es que por aquel entonces no hacía ni tres años de la finalización del conflicto, pero aun así el PCE parecía olvidar todo esto.

Plantear de otra forma la cuestión, sobre todo en la forma poco clara y confusa en que lo plantearía el PCE, dió, y con razón, material para ser utilizado por los anarquistas de la CNT/FAI, trotskistas, incluso UGT/PSOE, para acusar al PCE de llevar a cabo llamamientos e intentos de acuerdos por arriba con la reacción española; actos que por otro lado no llevaban a ninguna parte, como se comprobaría rápidamente. ¿Y es que acaso los carlistas con cuotas de poder bajo el gobierno de Franco iban a sumarse a derrocar a Franco por un llamamiento del PCE? ¿Acaso las figuras de la CEDA que habían conspirado contra la II República financiando y apoyando el golpe de julio de 1936, ahora reintegradas en el movimiento franquista, iban a abandonar a Franco y oponerse a Hitler? Y en el exilio, ¿acaso las fracciones de monárquicos y católicos abiertamente antifranquistas como Javier de Borbón-Parma o Gil Robles, influenciaban a grandes capas populares como para contar con ellos? Algunas de estas figuras eran meros políticos oportunistas: véase el pretendiente al trono Don Juan de Borbón y sus seguidores, quién tras su oposición a Franco en el Manifiesto de Lausana de 1945 volvería a reconciliarse con el franquismo en el Manifiesto de Estoril de 1947, lo que daría pie a poner a su hijo, Juan Carlos I, en la línea sucesoria de Franco.

Todo esto es lo que no se tuvo en cuenta. La dirección del PCE debía centrar sus esfuerzos en continuar trabajando ideológicamente con las bases de los partidos que precisamente habían traicionado el Frente Popular en 1939, y en menor medida con las militancias de aquellas fuerzas que habían desatado la guerra, pero desde luego jamás con sus dirigencias, que ni estaban ni se les esperaba para el combate contra el fascismo. Este debía ser el objetivo para así poder atraer a los elementos válidos a su seno, atraerlos hacia un frente antifascista «sin traidores, capituladores, sin oportunistas, sin cobardes» o al menos neutralizarlos. Esa y no otra era la mejor garantía para que España no entrase en guerra a favor de Alemania, y para que en el momento oportuno hubiese un PCE fuerte que pudiera prontamente forzar el fin de Franco.

La política frentista amplia de la «Unión Nacional Española» finalizaría en 1945, y poco después el PCE se incorporaría a otro frente creado por el PSOE que anteriormente había criticado, en un alarde de desorientación evidente:

«La política del partido había entrado, como señalamos en su momento, en una etapa de abandono de la llamada Junta Suprema de Unión Nacional desde la invasión del Valle de Arán, en octubre de 1944, por más que en los documentos y declaraciones se gritara con la boca chica a favor de la Junta. (...) El giro se manifestará públicamente a comienzos de 1946, al solicitar el PC su ingreso en la ayer denostada Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, organización unitaria creada en 1944 a la contra de la Unión Nacional. Mientras la Unión estaba dominada por el PCE, en la Alianza ocurría otro tanto con el Partido Socialista, al que se añadían los variados grupos republicanos y los anarquistas; la multiplicidad del exterior se correspondía con la ausencia casi total de peso en el interior. En 1946 los vientos que soplaban eran unitarios y favorables a una entente con los aliados. La Junta Suprema se autodisolvió oficialmente en julio de 1945 y la solicitud del PCE para ingresar en la Alianza se concretó en enero del año siguiente. Nadie en el partido se hacía ilusiones sobre el genuino carácter de la tal Alianza, que sólo se diferenciaba de la Unión Nacional de Monzón en que ahora se trataba de un conglomerado de siglas, y escasos activistas en el interior; exactamente al revés de la Junta Suprema que se jactaba con razón de haber montado una indiscutible red clandestina identificada con el propio partido comunista». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017) 

Esta nueva política de operar dentro de la Alianza Democrática duró un año, y el PCE, en otro giro esperpéntico, acusaba ahora al frente del que acababa de salir de ser un frente dirigido por el imperialismo:

«El artículo de Carrillo, «Desenmascaremos a los falsos resistentes» [1948]. (...) Vincula a la Alianza Democrática de mayoría socialista y en la que el PCE había ingresado en enero del 46, como una fórmula política lanzada y sostenida por el espionaje inglés, el cual había creado una mafia de falsos resistentes, socialistas y cenetistas, conectados con los Servicios de Información de Franco e incluso con la Gestapo nazi y capitaneado por la Embajada inglesa en Madrid y los consulados de Su Majestad británica en ciertas provincias». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017) 

No deja de ser paradójico que poco después fuese acusado de «liquidacionismo» uno de los líderes que reorganizó el PCE en Francia y España en años previos, Jesús Monzón, el cual había logrado tejer toda una serie de alianzas con grupos de izquierda y grupos descontentos al régimen franquista, combinándolo todo ello con un movimiento guerrillero. Ibárruri-Carrillo criticaría esa visión de alianzas, sumándose toda una ristra de calumnias hacia su persona, siendo expulsado del PCE en 1948 mientras se encontraba en las cárceles franquistas, lo que tampoco haría cesar la campaña contra él llegando a calificarle de agente del imperialismo. Ciertamente el «monzonismo», pese a su toque personal, estaba siguiendo la línea de «frente amplio» que la propia cúpula del partido había lanzado en 1942, y cuando dicha política frentista finalizó en 1945, las acciones de Monzón fueron utilizadas como prueba de «oportunismo» para eliminar a una persona de prestigio con la cual Ibárruri-Carrillo mantenían tiranteces y disputas en el liderazgo. En el documental: «Jesús Monzón, el líder olvidado por la historia» de 2012, Fransecs Vicens, relataría que Ibárruri le mandó una carta a Monzón pidiéndole disculpas por las campañas que se habían dirigido hacia él desde el partido, calificándolas de «malentendidos», y ofreciéndole reingresar, pero éste en palabras de Vicens, les «mandó a freír espárragos», porque «no quería saber nada de los que dirigían» el PCE, lo que nos da una idea de lo dolido que estaba al haber sufrido en sus carnes los métodos de dirección de Ibárruri. 

La posición hacia la socialdemocracia y sus líderes, también fue fruto de vaivenes que vistos ahora, parecen inexplicables salvo por una razón: puro practicismo. Al término de la guerra, se criticaba y con razón, a caballeristas, prietistas, besteiristas y otros sectores del PSOE que no solo habían sido hostiles al PCE durante años, sino que habían participado en el Golpe de Casado de 1939. Los nuevos documentos probaban esta postura. En una carta al ex Secretario General del PCE, Bullejos, Largo Caballero confesaba que todos los intentos previos de acercamiento hacia los comunistas habían sido con el fin de absorberlos, de destruir la ideología comunista y obligar a que los comunistas acatasen la disciplina socialdemócrata, valiéndose del Ministerio de Guerra para combatir a los comunistas con contundencia:

«En cuanto a que alenté al comunismo, es una majadería, pues si se refiere a la campaña que hice de unificación antes de la guerra, sin duda su sabiduría no le dejó comprender que tendía, no a alentar el comunismo, sino a destruir el partido comunista, sometiendo a sus elementos, ya disueltos, a la disciplina del PSOE. (...) Usted recordará que los comunistas querían echarme del Ministerio de Guerra. (...) Entonces manifesté que, como socialista y como español, estaba obligado a continuar en guerra, y que si no era así, yo no aceptaría la Presidencia; pero esto no lo dije porque me considerarse insustituible, ni mucho menos, sino porque tenía el propósito decidido de dar batalla al partido comunista y a todos sus auxiliares, y eso no lo podía realizar más que desde Guerra; ellos lo sabían y por eso me echaban». (Carta de Largo Caballero a José Bullejos, marzo de 1940)

En el artículo: «El traidor Caballero. Lo que él mismo confiesa en una carta», el PCE concluyó que: 

«Hombres de éstos deben ser barridos implacablemente de nuestro mapa político. Libre de traidores, el pueblo español marchará con paso firme hacia la victoria». (España Popular; Nº8, 1940)

A partir del giro de 1942, el PCE trató de ganarse a la socialdemocracia con la suavidad  y halagos característicos del oportunismo, en donde no existía una crítica seria en materia ideológica, un debate en cuanto a diferencias doctrinales de peso.

La entrada del PCE en la Alianza Democrática, liderada por el PSOE, solo ahondó esta  tendencia. Véase el artículo: «¿A dónde vais por ese camino, compañeros socialistas?». Donde en un tono defensivo que caracterizaría esta época, todo se reducía a lamentos de que los «compañeros socialistas» cayeran en ciertos errores, no comulgaran sobre esta u otra cuestión, reportando en su propia prensa la hostilidad de varios de los círculos del PSOE-UGT al PCE y a la URSS. En estas publicaciones aún se denunciaba el papel que jefes anticomunistas como Caballero realizaban:

«Denunciamos en el número anterior de España Popular, el artero y canallesco ataque que en la «nota preliminar» del folleto que contiene la correspondencia de Largo Caballero, recién publicado, se dirige a la URSS. Hoy queremos ocuparnos de un Boletín que con las iniciales de la «UGT de España», publica Belarmino Tomás y el grupo que le sigue en México. (...) Queremos creer que es la inconsciencia de alguna de esta gente, la que les lleva a coincidir en determinadas orientaciones con los fundamentos que le sirven de programa al pacto AntiKomintern de Hitler y sus secuaces». (España Popular; Nº87, 1942)

Poco después se acabó acoyundando a los socialdemócratas a la idealización de Caballero tras su reciente fallecimiento. Luis Cabo Giorla, en su artículo «Largo Caballero ha muerto», llegaría a declara que:

«De su obra y gestión en los medios obreros y democráticos, debemos resaltar hoy la que tiene un inconfundible sello unitario». (Mundo Obrero; Nº7, 1946)

Luis Cabo Giorla calificaba una «obra con sello unitario» a quien confesaba haber combatido a los comunistas. Totalmente demencial. 

Como se ve en «España Popular» Nº288 de 1946, ¡se aprobó mandar telegrama de pésame por el fallecimiento de Largo Caballero. ¡El que confesaba haber querido ser el verdugo del PCE!

Por entonces:

«La propuesta de unidad desarrollada por Claudín en el artículo citado consistía en recuperar aquel objetivo del partido único del proletariado que estuvo tan en boga a comienzos de la guerra en torno a la figura de Largo Caballero. Terrible coincidencia, pues el veterano don Francisco morirá en marzo de aquel año de 1946». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

Claudín en estos años estaba contradiciendo todo lo que previamente había advertido sobre el hacerse ilusiones frente a la socialdemocracia, y más concretamente sobre el caballerismo. Véase su artículo: «Algunas enseñanzas de la lucha de la J.S.U, de España», publicado en «Nuestra Bandera», Nº2 de 1940. 

En lo sucesivo, todas las propuestas de la dirección del PCE sobre la «unificación» entre comunistas y socialistas, curiosamente evitaban plantear detalladamente la cuestión de los principios ideológicos que regirían el nuevo partido, cosa que si se había puesto por delante en otras ocasiones –véase el discurso de la propia Ibárruri «Ha llegado la hora de crear el partido único del proletariado en España» de 1937–. 

El eludir dicha cuestión planteaba un escenario idóneo para que los jefes socialdemócratas más anticomunistas y recalcitrantes intentasen imponer su ideología reaccionaria en el seno de ese futuro partido. Esto se ve en declaraciones vergonzosas como la siguiente firmada a iniciativa de Mije y Antón, que bajo la excusa populista de que «los intereses del pueblo lo deman», se instaba a la unidad sin hacer balance del pasado y las causas de la división de la clase obrera:

«No pretendemos entrar aquí en el análisis de las causas de esa división ni hurgar en las heridas propias o ajenas. El PCE considera que por encima de todas las diferencias y antagonismos que podamos tener unos y otros, están los intereses supremos de nuestro pueblo». (Partido Comunista de España; Carta dirigida al IIº Congreso del Partido Socialista Obrero Español en Francia, 1946)


Esto era un gesto oportunista evidente, contrario a lo que demandaban los comunistas:

«Otto Bauer habla de la catástrofe en Austria. Sí, realmente, ha sido una catástrofe. Pero una catástrofe de toda la II Internacional, de su teoría, de su política y táctica, una derrota de la teoría socialdemócrata, de la transformación pacífica, incruenta, del capitalismo en socialismo por el camino de la democracia burguesa parlamentaria, derrota de la política reformista, con la que intenta poner remiendos al capitalismo en descomposición, derrota de una táctica orientada a impedir la revolución proletaria. (...) Para los obreros austriacos, lo más importante ahora es no desesperar, no perder la fe en la fuerza de su clase, sino al contrario, ser capaces de extraer de las lecciones de febrero todas las conclusiones políticas y organizativas necesarias y, sobre todo, en lo que concierne a la socialdemocracia». (Georgi Dimitrov; Carta a los obreros austriacos, 1934)

Este adormecimiento sobre cómo combatir al socialdemocratismo fue algo relativamente general dentro de los partidos comunistas, como se refleja en el hecho de que tendencias como el browderismo, el maoísmo o el titoismo habían hecho su aparición o se estaban fraguando, así como otras teóricas y prácticas como las desarrolladas y criticadas hacia líderes como Togliatti y Thorez. Véase nuestro documento: «La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

A partir de 1947 y la salida del PCE del frente con los socialistas, se volvería a los artículos más violentos, con un lenguaje despechado ultraizquierdista que tampoco servía para demostrar a los obreros las debilidades de la socialdemocracia como ideología en las cuestiones diarias, demostrando que la dirección del PCE, encabezada por Ibárruri, siempre planteaba el problema del reformismo de forma banal, desde desviaciones a izquierda o derecha. 

Pero en muchos casos no fue un mero adormecimiento, sino una traición larvada y preparada con mucha antelación. Mucho antes del famoso XXº Congreso del PCUS de 1956, el PCE incluso había propuesto el acercamiento a Prieto, una figura del PSOE que a diferencia de otros como Caballero, jamás había tratado de disimular su anticomunismo, y que para aquel entonces incluso había renunciado a la lucha por la república y había establecido contactos con los monárquicos. Pero pese a esto, Ibárruri en su artículo «Aproximaciones» comentaba para tal cambio de parecer que se apoyaban en que ahora Prieto simpatizaba con el titoísmo, rama del revisionismo con la que ahora el PCE también casaba bien: 

«El discurso de Indalecio Prieto muestra cómo van cambiando las opiniones de los dirigentes socialistas en orden a las demoracias populares. (...) Puesto que se sienten solidarios de Yugoslavia. Los comunistas, reconsiderando opiniones que han sido constatadas, como erróneas, vemos de nuevo en Yugoslavia una república popular, un país que lucha por la paz y por la amistad entre los pueblos». (Mundo Obrero; Nº15, 1955)

Esto muestra que los líderes del PSOE no habían cambiado, sino que eran los líderes del PCE los que, desde hacía ya largo tiempo, se habían vuelto favorables al socialdemocratismo y a ese engendro del imperialismo que fue en su día el titoísmo, al cual los dirigentes del PCE habían dedicado ríos de tinta en las columnas de sus periódico intentando aparentar ser los más antitoistas del movimiento para camuflar sus propia naturaleza. Era curioso que el PCE considerase en 1955 al tiotísmo como un gobierno que «luchaba por la paz» cuando su gobierno acababa de firmar el Pacto de los Balcanes de 1953, que certificaba meter a su nación en un pacto militar con dos de los países más anticomunistas de la época: Turquía o Grecia, miembros de la OTAN desde 1952. Con el permiso del maoísmo, el titoísmo pronto sería el modelo político-económico de «socialismo» a seguir para el PCE como se verá en los artículos de Carrillo e Ibárruri.

¿Cuál había sido la postura histórica correcta del comunismo frente al socialdemocratismo?:

«No hay que poner en la picota a la socialdemocracia sobre la base de los problemas del cosmos, sino sobre la base de la lucha cotidiana de la clase obrera por mejorar su situación material y política; por cierto, las cuestiones del salario, de la jornada de trabajo, de las condiciones de vivienda, de los seguros, de los impuestos, del paro obrero, de la carestía de la vida, etc. deben desempeñar un papel muy importante, si no decisivo. Golpear a los socialdemócratas cada día sobre la base de estas cuestiones, poniendo al desnudo su traición: tal es la tarea». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin;  Sobre la perspectiva del Partido Comunista de Alemania y sobre la bolchevización, 1925)

Esto significa pues que:


«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo». (Internacional Comunista; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Internacional Comunista respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)

Líster también relata el egoísmo de la dirigente española Dolores Ibárruri, estrictamente preocupada por la suerte de su amante y no de sus militantes encarcelados:

«La historia de esa salida, que sólo algunos conocíamos, es la siguiente: Dolores, que no se preocupaba en absoluto por la situación de los centenares de miles de españoles metidos en los campos de concentración en Francia y menos aún por los de España, pedía insistentemente que Antón fuese llevado a Moscú. Dimitrov y el Secretariado de la IC, de acuerdo con José Díaz, se hacían los sordos, pues consideraban que ésa era una buena ocasión para terminar con el arribismo de Antón. En esta situación, Antón es detenido en Francia, y entonces las peticiones de Dolores adquieren un verdadero tono de histerismo. Ante ello, hay la famosa frase de Stalin: «Bueno, si Julieta no puede vivir sin su Romeo se lo traeremos, pues siempre tendremos por aquí un espía alemán para canjearlo por Antón». Y así fue como salió en 1940 de una cárcel francesa y llegó a Moscú». (Enrique Líster; Así destruyó Carrillo el Partido Comunista de España, 1983)

Ciertamente, muchos datos interesantes, ¡pero que tardaron un poco en hacerse públicos al pueblo español!

En España, tras la el triunfo del fascismo en 1939, la Internacional Comunista (IC) en reunión con los representantes del Partido Comunista de España (PCE) decidieron lo siguiente:

«Ingres[asen] en las organizaciones de masas creadas por el fascismo, con el fin de utilizar las posibilidades legales que ellas ofre[cían] para mantener el contacto con las masas y organizar grupos y corrientes de oposición y movimientos de obreros y campesinos contra la opresión y la explotación a que son sometidos y contra el régimen de Franco en general». (Partido Comunista de España; La situación de España y las tareas actuales del partido. Resolución del Buró Político del PCE, 8 de julio de 1939)

Pero esta directriz en lo sucesivo no siempre fue seguida. Al igual que hasta hace no mucho hacía la dirección del PCE/GRAPO, Carrillo e Ibárruri tendieron a condenar a aquellos comunistas que trabajaban en las condiciones del fascismo en los frentes de masas –o como hoy de la actual democracia burguesa –mientras se vendía la falsa realidad de que lo principal es la incorporación a un poderoso brazo militar –la guerrilla–, cuando sus números y medios eran escasos cuando no raquíticos:

«Aunque los logros cosechados por el PCE en la lucha de masas dentro del país, durante la guerra mundial, fueron prácticamente nulos, el Pleno de Dirigentes, celebrado en Toulouse en diciembre de 1945 –acto ritual que abrió un largo periodo, que se extendió hasta el otoño de 1948, durante el cual Carrillo afianzó su control sobre la organización del interior–, se decantó por la acción guerrillera y por la reorganización de los sindicatos históricos en lugar de utilizar las posibilidades legales (14). Y, a pesar de que ya era evidente que los Aliados habían decidido mantener la dictadura franquista y que estas dos tácticas centrales eran inviables por razones propias, en el subsiguiente III Pleno de Dirigentes, celebrado entre el 19 y el 22 de marzo de 1947 en Montreuil –París–, se ratificaron ambas. En efecto, Dolores Ibárruri no dudó en calificar la guerrilla como plenamente vigorosa y vinculada a las masas –campesinos– si cabe más que nunca y al franquismo como agonizante15; y Santiago Carrillo, lector de la ponencia sobre el frente obrero, tampoco vaciló a la hora de sostener que la UGT había comenzado a reorganizarse y que los trabajadores la necesitaban ya que «los llamados sindicatos verticales de Falange han probado hasta la saciedad que no son más que instrumentos policíacos del régimen y de los patronos» (16). El joven dirigente comunista, dando continuidad a varios artículos publicados por Mundo Obrero (17), llevó su ataque contra la OSE hasta el extremo de clamar, incluso, que, aunque los trabajadores habían empezado a enfrentarse con ella, era necesario «conmina[r] a los delegados en las fábricas para que dimitan, y en el caso de que se resistan, hay que hacerles la vida imposible, advirtiéndoles que el día de mañana no podrán trabajar en ninguna fábrica o taller, porque ningún trabajador tolerará a su lado traidores inmundos que renegando de su clase se prestan a servir a sus peores enemigos, los falangistas». (Miguel Muñoz Rubio: La construcción táctica del «infiltracionismo» del PCE, 2019)

Durante los primeros años del franquismo fueron criticados por la cúpula soviética y por Stalin personalmente por no entender la necesidad de desplegar una lucha sindical en este sentido:

«Stalin se limitó a ensalzar la lucha del pueblo español y sugirió que entre los admirables logros del PC de España en todos los campos de la actividad política había uno que no aparecía y al que la tradición leninista y bolchevique siempre habían dado mucha importancia: el trabajo en los sindicatos fascistas. Ni Stalin sugirió parar el movimiento guerrillero, ni entrar en los Sindicatos Verticales falangistas. Stalin sólo se refirió a la tradición bolchevique de trabajar también, es decir, sin abandonar los sindicatos clandestinos y de clase, en los fascistas. (...) Frente a lo que suele citarse, ninguna de las grandes figuras del partido recogió la «experiencia bolchevique» en el trabajo sindical y esto ya de por sí llama la atención, pues es de rigor que si hay algún giro significativo sea la más alta personalidad quien marque la pauta. (...) Sin un ápice de ironía debemos admitir que fue Vladimir Illich Lenin el único que planteó en Nuestra Bandera el problema sin tapujos, pues a él le cedieron la palabra y reprodujeron un texto de 1920 titulado: ¿Deben actuar los revolucionarios en los sindicatos reaccionarios? Con este capítulo del libro de Lenin La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, creyeron los dirigentes del PCE, diez años más tarde, haber dado un giro espectacular a su política sindical. (...) La idea es diáfana: hay que utilizar los Sindicatos Verticales al tiempo que se desenmascara a los nombrados a dedo. Para la secretario general del partido esto le parecía en 1949 una falsa interpretación de nuestra política. Había que seguir en las mismas posiciones anteriores a la entrevista con Stalin aunque contemplando ahora la eventualidad de trabajar de tapadillo en los sindicatos falangistas. La carta de Dolores a la redacción de Mundo Obrero congelará la política sindical, reincidiendo de nuevo en la creación de sindicatos de UGT, clandestinos, aunque no se vuelquen precisamente nuevos recursos para esa tarea». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

Estas incomprensiones recordaban a las viejas posturas sectarias del PCE de Bullejos previo a 1932. Ibárruri como tantos otros fingiría entender y acatar los consejos directos que Stalin daría a los comunistas españoles sobre sus debilidades en la cuestión sindical en la España de Franco. Pero en la práctica fue la figura que más se obcecó en mantener una postura sectaria frente a los sindicatos, como se ve en ese escrito de 1949, una postura tal que recordaba al viejo izquierdismo del incipiente PCE de Bullejos previo a 1932. Como bien sabemos, años más Carrillo y ella tarde pasaron a defender la infame teoría de que sería la «huelga general pacífica» la que derrocaría al franquismo, y apartir de los 70 bajo el «eurocomunismo» reconocerían renunciar al leninismo, preferir el «pactismo» a la «ruptura» con el franquismo.

Existen varios documentos de los años 40 donde Stalin, al observar ciertas actitudes de ciertos dirigentes, dejó de manifiesto la confianza o desconfianza que le producía algunos líderes del movimiento comunista. Comentarios negativos sobre figuras que años después se destaparían abiertamente como revisionistas, como en el caso de Togliatti o la propia Ibárruri:

«Stalin: Con respecto a Togliatti: teórico, periodista, puede escribir un buen artículo, un buen camarada, pero reunir gente y «guiarlos», esto no puede hacerlo; tiene circunstancias dificultades ahí. José [Díaz] era bueno, inteligente. Pasionaria no es lo mismo, no puede reunirse y liderar; en este momento difícil no está en condiciones de gobernar. (...) En Alemania F. es un buen líder, Pieck «el padre», está reuniendo personas y resolviendo varias cuestiones». (Registro de una conversación de Stalin y la delegación del Gobierno de Yugoslavia dirigido por J. Broz Tito, 27-28 de mayo de 1946)

Cuando repasemos la cuestión nacional en los próximos capítulos, también podremos apreciar la actitud poco amistosa de Dolores Ibárruri con los comunistas catalanes, criticando Erno Gerö que: «Dolores, que ha tomado la palabra en los rincones más alejados del país», no se dignara a hablar «en Barcelona en los últimos dieciocho meses de guerra, salvo una vez –la última fue hace un año–», todo, «a pesar de la insistencia por parte de los camaradas del PSUC».  Concluyendo que «Estos hechos, como muchos otros, no son fruto del azar, sino que lo queramos o no tienen una significación política». Véase la Carta de «Pedro» [Erno Gerö] a «Queridos amigos» de 1938.

Ibárruri fue la principal cabecilla del PCE durante 1942-1960 y la principal responsable de asesinar, calumniar o delatar ante la policía franquista a los comunistas que se oponían a a la esencia claudicadora, seguidista, formalista, aventurera, oportunista y caciquil de la dirección, defectos a izquierda y derecha que acabamos de contemplar. Véase nuestra obra: «Unas reflexiones sobre unos comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros días» de 2015. 

Pero pese a esto, a algunos les parece motivo de poco peso.

Que Ibárruri fuese una de las cabezas visible en la desestalinización en el Pleno del Buró Político de abril de 1956 del PCE, cuando había ejercido una constante adulación hacia Stalin era de un cinismo de proporciones gigantescas. Esta hipocresia solo era comparable a la del líder rumano Gheorghe Gheorghiu-Dej, el confesaría que pese haber realizado durante un culto a la personalidad extremo hacia Stalin, él ya había eliminado a los stalinistas de la dirección del partido rumano en 1952, y que el antitioismo que había manifestado solo había sido una táctica para no salirse de los cánones de la época. Véase nuestra obra: «La crítica al revisionismo en la Iº Conferencia de la Kominform de 1947» de 2015.

Como sabemos Ibárruri aceptó de buena gana el viraje del movimiento comunista hacia el revisionismo jruschovista. En su «Saludos de Dolores Ibárruri al XXº Congreso del PCUS», se congratulaba de:

«La celebración del XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, y la nueva aportación teórica al tesoro del marxismo-leninismo que se hace en el informe del Comité Central expuesto por el camarada Jruschov, sobre la coexistencia pacífica, sobre la posibilidad de impedir la guerra en la y época actual, sobre las relaciones con los partidos socialistas, así como sobre las diferentes formas del paso hacia el socialismo, son ya una gran ayuda para los partidos comunistas. (...) Estos nuevos planteamientos teóricos, concretos y sencillos, asequibles aun a los trabajadores más alejados de nosotros, planteamientos que eran exigidos por la vida y la realidad, nos ayudarán a terminar, y yo hablo concretamente de los comunistas españoles, con concepciones estrechas y sectarias que estaban en nuestra actividad. Esto hará menos difícil encontrar un terreno favorable al entendimiento con los trabajadores socialistas, anarco-sindicalistas y católicos, y también con fuerzas de la burguesía nacional. (...) Además de las fuerzas obreras y campesinos pobres que odian al régimen, hay en toda España grandes núcleos burgueses, importantes sectores de la clase media y de los intelectuales que se separan del franquismo, que desean un cambio de régimen. (...) Los nuevos planteamientos en orden a la existencia y a las formas de paso hacia el socialismo servirán sin duda para dar más confianza a estas fuerzas y haciéndoles comprender que todavía existe para ellas un gran campo de acción y de posibilidades de un desarrollo democrático». (Mundo Obrero; Órgano del Comité Central del Partido Comunista de España, Nº4, 1956)

Como sabemos ahora con el paso de los años, la «coexistencia pacífica» jruschovista terminó en una condescendencia hacia el imperialismo estadounidense que fue en perjuicio de los pueblos, ni siquiera todo tipo de concesiones pudieron evitar las intervenciones y las guerras del imperialismo a lo largo del globo. Jruschov, lejos de establecer relaciones sanas e iguales entre los partidos comunistas, recurrió al chantaje y la intimidación para que acatasen sus teorías revisionistas, fomentando la deserción de los revolucionarios honestos. Lejos de suceder ese acceso al socialismo mediante el «camino pacífico» y «parlamentario», todos los intentos  llevados hasta las últimas consecuencias de esta teoría acabaron en un baño de sangre. La aplicación de estos «aportes al marxismo-leninismo» llevó, en definitiva, a la total bancarrota de los antiguos partidos comunistas, a la desilusión de la militancia, a su fraccionalismo interno, división y consecuente marginación entre las masas. El único pronóstico cumplido de todo este discurso fue, que estos líderes «comunistas» cosecharon cierta influencia entre las clases medias y la burguesía nacional, así como en los círculos de poder católicos, mientras se mimetizaban cada vez más con la socialdemocracia, todo a costa de perder toda la influencia entre la clase obrera y sus capas avanzadas. 

A diferencia de Stalin, de Ibárruri no tenemos constancia de que rechazase el culto a la personalidad que se creó a su alrededor, lejos de esto siempre la observamos muy complacida con tal estado en el partido. Además había sido responsable directa de los defectos en el partido que luego los revisionistas soviéticos se encargaron de achacar injustamente al «stalinismo». Pero todo esto no parece motivo suficiente para defenestrarla como una traidora según algunos. Véase la obra de Gregorio Morán: «Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985» de 2017.

Por ello:

«Ha quedado demostrado conforme pasaban los años y su actividad oportunista y renegada se amplificaba, que él es el principal culpable junto a Dolores Ibárruri de la degeneración ideológica tan atroz sufrida por el Partido Comunista de España, ha quedado demostrado que los cuadros condenados bajo su mando cuanto menos eran inocentes de las viles calumnias que se inventaba y que lejos de demostrarse se irían desmontando por la labor de viejos o exmilitantes –como Vicente Uribe y Enrique Líster– implicados en su día, aunque en realidad ya con su sola actuación en toda su carrera política, destapa sus propios crímenes, ya que al haber acusado a cuadros de lo que él mismo cometía o iba a cometer, sin necesidad de nada más, sólo con su hipocresía estaba retratando la fragilidad de sus viejas acusaciones hacia otros camaradas en el pasado. Todo intento de defender a Carrillo-Ibárruri son monsergas sentimentalistas que intentan salvar el honor de un partido que precisamente se perdió en su deriva revisionista a causa de la actividad de este binomio de víboras revisionistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Unas reflexiones sobre unos comentarios emitidos en «Nuestra Bandera» en 1950 vistos a la luz de nuestros días, 2015)

Este camino del camaleonismo político era justamente el camino que hacía tiempo había elegido Ibárruri.

El reconocer a estos renegados como referentes sin criticismo como hace Raúl Marco es romper con toda la herencia del PCE (m-l) de 1964-1985, el cual criticaba a todos y cada uno de estos nombres. Véase el «Esbozo de la Historia del PCE (m-l)» de 1985. Allí se ve como muchos de estos nombres fueron partícipes en la política revisionista del PCE para arrastrarlo a su degeneración. Estos nombres: los Gallego o Líster, son los que denunció en su momento el propio Raúl Marco junto al de Carrillo-Ibárruri, como los gánsteres que en 1964 amenazaron e intentaron amedrentar a los jóvenes y veteranos comunistas que discrepaban con la política del PCE y formarían posteriormente el PCE (m-l), ¡por tanto Raúl Marco no solo es un traidor a las ideas del comunismo, sino que es un traidor a la historia y a las siglas de su propia organización y más triste aún, es un traidor así mismo! 

Repaso al falso antirevisionismo de Líster en el PCE y PCOE

Del mismo modo ocurre con Líster, al cual se nos intenta defender ante la acusación de ser renegado porque tuvo «méritos de importancia en el pasado». Esta idea quizás es un reflejo de lo que pretende creer por miedo el propio Raúl Marco cuando la historia le juzgue a él, pero los comunistas no juzgamos a los «viejos bolcheviques» por lo bueno que hicieron, sino también por lo negativo y también por lo que hacen en el presente, y Marco no se libra de una balanza que ha sobrepasado lo soportable como para respetarle. Para el señor Marco toda la militancia en el PCE de Líster junto a Ibárruri-Carrillo desde 1942 hasta 1970 le parece poca coparticipación en los crímenes del carrillismo. Intenta justificar a Líster pese a todo su periodo posterior como brézhnevista convencido desde 1970 a 1994 con su propio partido prosoviético, el PCOE. Se ve que todas estas cosas parecen minucias. Recordemos algunas de las cosas que soltó en su momento Líster y que muy correctamente denunciaba el antiguo PCE (m-l):

«En el núm. 35 de «Nuestra Bandera» IV Trimestre de 1962, aparece un artículo titulado «Enrique Líster visita Marruecos». En ese artículo unas declaraciones del revisionista Líster, quien se refiere a la monarquía feudal proimperialista de Rabat como si se tratase de un régimen democrático. Además, en vez de preconizar el aislamiento político del régimen fascista de Franco, Líster afirma: «Ellos y nosotros deseamos que se resuelvan pacíficamente las cuestiones pendientes entre los dos Estados y que se establezcan relaciones fructíferas basadas en el respeto y el beneficio mutuos». (...) Escamoteando el problema de la lucha armada revolucionaria para derrocarlo, infunde un optimismo carente de base, oculta así el fracaso de la «reconciliación nacional» como política supuestamente encaminada a la liberación del pueblo y, en suma, es un mero estupefaciente desmovilizador». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

Enrique Líster llegaba hasta el punto de recomendar a los comunistas buscar el entendimiento con los franquistas pacifistas:

«Hay quienes les parece bien que el actual régimen continué, pero están por el desarme y la paz: con ellos hay que entenderse. Hay quienes aún les parece bien que los estadounidenses tengan sus bases atómicas en España y aún así cierran los ojos ante la conducta de los militares yanquis en nuestro país. (...) Pero al mismo tiempo, esos españoles quieren el desarme y la paz: hay que buscar el acuerdo con ellos». (Mundo Obrero, 2ª quincena de enero de 1965)

Preconizando la unión con los franquistas aperturistas:

«Eso [dice Líster] da la medida de las posibilidades y límites de acción concentrada con dichas fuerzas para el logro de objetivos de importancia capital». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

La visión de la «revolución» era una visión reformista:

«En el punto f) dice «transformación democrática-revolucionaria del aparato del Estado y del Derecho». Hay que señalar que dice «transformación» y no «destrucción», y hay que recordar que ya Lenin catalogó a estos «transformadores» como antimarxistas y revisionistas, pues en sí, ese «transformar» lleva el concepto oportunista de utilizar el Estado burgués en vez de destruirlo como dicen Marx y Lenin». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

Sobre la cuestión agraria y de género, se criticaba que:

«En sus enunciados programáticos» dice Líster: «Elaboración de un plan de urgencia integral de reforma del medio rural para la readaptación de la agricultura, a las demandas sociales, dando preeminencia a las demandas socio-económicas y culturales de los trabajadores asalariados, sin tierra y pequeños propietarios que pongan término a la propiedad latifundista mediante la nacionalización de sus tierras ociosas y mal cultivadas». (...) Es decir, que las que, como dice Carrillo, sean cultivadas «racionalmente», no serán nacionalizadas. (...) No extraña tampoco la superficialidad con que trata el problema de la mujer, dándole un sentido feminista pequeño burgués». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

Sobre la cuestión militar, se destacaba que:

«En el punto h) y final se dice «democratización de las fuerzas armadas». Es decir, que Líster tiene la misma idea del ejército fascista español que Carrillo, de que es posible democratizarlo. (...) No puede haber democratización del ejército fascista, y los revolucionarios marxista-leninistas, al igual que en el problema del aparato estatal, sólo pueden pensar en la destrucción. (...) La única forma de destruir un ejército es derrotarlo, y para derrotar a un ejército reaccionario, antipopular, no hay más medio que una guerra popular. Por eso, Líster tiene que hablar de «democratización» y no destrucción, ya que de otro modo se opondrían a las tesis de transición pacífica de sus amos, los socialimperialistas rusos y tendrían que abogar por la geurra popular y la creación de un ejército del pueblo, que destruyera el franquista». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

Con todo esto, creemos que queda de sobra demostrado el oportunismo del creador del PCOE. Lamentablemente, el PCOE actual no ha cesado de recorrer el mismo camino: dando bandazos a izquierda –como últimamente considerando a España «fascista»–, y sobre todo a derecha –ilusiones sobre el revisionismo jruschovista y el castrismo, antistalinismo solapado, etc.–, con tesis ajenas al marxismo.

Juan Modesto: otro personaje de la misma calaña

Otro de los actores que sale a escena y es reivindicado por el actual PCE (m-l) es Juan Modesto, el cual si bien su papel positivo durante la guerra fue indiscutible en el tema militar, sus actividades posteriores dejaron bastante que desear. Como por ejemplo, en las publicaciones de orden militar bajo su mando, en vez de hablar de cosas realmente importantes para la lucha de los antifascistas del interior, se dedicaba a exaltar la figura de Dolores Ibárruri:

«Las cifras oficiales referidas al movimiento guerrillero, que Líster y Modesto debían conocer, ni siquiera les hubiera permitido hacer sus digresiones sobre la ola insurreccional que anegaba España, y eso que cabría, por pequeña que fuera, una cierta hinchazón en los datos. En el verano de 1946, momento álgido de la lucha guerrillera, el Buró Político hace el cómputo de guerrilleros: 582. Tal cantidad pronto irá en regresión y quizá uno de los aspectos que preludia esa regresión y el aislamiento de las partidas está contenida en los innumerables documentos propagandísticos de la guerrilla. En ellos se dedica mucho más esfuerzo en ensalzar a Dolores Ibárruri que en denunciar datos cercanos a los lugares donde opera la guerrilla. Irene Falcón en un artículo de Nuestra Bandera nos ilustra sobre la importancia de masas del órgano guerrillero de Málaga Unidad, que califica a Pasionaria de cerebro privilegiado, o las Juventudes Socialistas Unificadas de Madrid que la reconocen como heroína y mejor representante de nuestro pueblo o los de Valencia que en plan fallero le hacen una letanía religiosa donde se sustituye Virgen María por Pasionaria». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

Entre sus defectos también figuraba una enfermiza idealización y falsificación de la realidad, un defecto muy común entre los dirigentes, así fue el caso respecto al movimiento guerrillero en la posguerra:

«Langullo exige que le expliquen por qué a él, que lleva operando en la provincia de Orense desde el dificilísimo año 1941, ahora casi diez años después, le es imposible seguir. Había no obstante quien no tenía ninguna duda sobre la capacidad del movimiento guerrillero y su espléndido futuro. Líster y Modesto, los generales de tres ejércitos, seguían haciendo sus juegos de la guerra sobre una mesa camilla. Modesto seguía refiriéndose a 1948 como el año de mayor combatividad y mayor número de operaciones guerrilleras... ¡en Andalucía!, donde prácticamente sólo quedaban partidas no superiores a tres personas, aisladas y dedicadas a la áspera supervivencia. No sorprende el análisis de Modesto pues según su peculiar manera de entender las bases operativas guerrilleras todo se debía a que en la campiña andaluza es donde la influencia ideológica y orgánica del marxismo alcanzó mayor auge, donde existe más rancia solera. Esta castiza definición del andaluz guasón que era Modesto, iba a la par con el tono de piedra berroqueña que daba el ex cantero Líster a sus rotundos análisis. Mundo Obrero por su parte sigue a lo largo de 1950 jaleando la lucha guerrillera, narrando en primeras páginas el «ajusticiamiento» de un comandante y un teniente de la Guardia Civil, totalmente inventadas o la ofensiva guerrillera en Granada durante el verano del 50. Carrillo, con razón, no soportaba a Líster ni a Modesto, aquellas dos figuras de cartón piedra creadas en los revueltos tiempos bélicos, abocados al alcoholismo y a las sórdidas aventuras amorosas, que no hacían más que decir cuáles debían ser las grandes líneas operativas del movimiento guerrillero, mientras los demás debían mantener los engorrosos problemas del aparato técnico, claves, emisiones, dinero, armamento, buzones». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017)

Como sabemos Modesto, fue de esas figuras que cayó peso de las acusaciones infundadas, pero que tampoco hizo nada especial por exponer a la dirección de Ibárruri-Antón-Carrillo.

Vicente Uribe: un hombre pusilánime usado como cabeza de turco para los jruschovistas

Otra figura que se reivindica en el comunicado de 2006 del actual PCE (m-l) es Vicente Uribe. En otro artículo más actual se dice en concreto:

«El PCE tardó 15 años en reorganizarse tras la derrota republicana alrededor de un Congreso reunido en el exilio. No obstante el PCE seguía entonces enarbolando la bandera de la autodeterminación nacional para los pueblos de España [se cita el informe de Vicente Uribe al Vº Congreso de 1954]». (J.P Galindo y Clemen A.; Analfabetismo teórico del socialchovinismo, 2019)

Uribe, claro que fue una figura clave en el desarrollo del PCE durante los primeros años, pero también fue vital en la transformación paulatina de la organización en un partido revisionista. Desconocer esto certifica que estos dos señores, seguramente añejos revisionistas que se esconden bajo estos pseudónimos, son verdaderos zotes en cuanto a comprender la política real del PCE de aquellos años. Pero repasemos en extensión dicho informe de Uribe:

«El Partido Comunista de España es un defensor consecuente de los derechos nacionales de los pueblos. A tenor con esto, defendemos los derechos nacionales de Cataluña, Euskadi y Galicia, que deberán ser establecidos en la Constitución Republicana de acuerdo con los intereses de los pueblos catalán, vasco y gallego, en el espíritu de la amplia solidaridad y fraterna amistad de todos los pueblos hispánicos». (Vicente Uribe; Informe sobre el 2º punto del día: el programa del partido, 1954)

En la cuestión nacional se plantea defender «los derechos nacionales» de Cataluña, Euskadi y Galicia, pero que debían ser fijados por esa «Constitución Republicana» nacida del parlamentarismo liberal. Esto era como si el PCE no hubiera aprendido nada de las limitaciones de la república burguesa de 1931-1936 sobre la cuestión nacional y otras cuestiones de enjundia; como si olvidase el comportamiento de republicanos y socialistas durante la guerra 1936-1939: es como si se ignorase todas las lecciones que tanto José Díaz como Joan Comorera advirtieron desde el término de la contienda.

¿Hace falta en serio que los derechos inherentes a todas las naciones sean fijados por una llamada comisión? Y peor aún: ¡por una comisión donde la burguesía, sus partidos, su capital, etc. tiene cabida! La respuesta es clara: ¡no! Los derechos de las mismas, condensados en el derecho a la autodeterminación de sus destinos, no quedan otorgados por ningún compendio de politicastros desde arriba, sino que existen desde el momento en que lo hacen de manifiesto las propias entidades, el parlamentarismo burgués no resuelve los problemas, ni los sociales ni nacionales.

La línea reaccionaria sobre la cuestión nacional solo era, por tanto, uno de los varios campos donde el revisionismo había hecho mella en el PCE, pero no el único:

«¿Dónde está la fuerza que derrocará al fascismo? En primer término, la clase obrera, los obreros de la ciudad y del campo, los campesinos, los pequeños comerciantes e industriales, los grupos de la burguesía liberal y patriótica, los empleados y funcionarios del Estado, los intelectuales y estudiantes, los militares que sienten la vergüenza de verse obligados a servir a un régimen maldito y desean, como la inmensa mayoría del país, vivir en una patria libre y servir a una España democrática e independiente. (...) Somos republicanos por principio, porque fieles y consecuentes partidarios y defensores de la democracia, el régimen republicano-democrático asegura el poder soberano al pueblo y al servicio del pueblo. Por eso propugnamos y defenderemos el establecimiento en España de la República democrática parlamentaria. Y la Constitución que defenderemos será la más democrática posible. (…) Un ejemplo brillante de esto lo tenemos en Italia. El Partido Comunista y él Partido Socialista tienen establecido un pacto de unidad de acción que ha reportado grandes beneficios al pueblo italiano». (Vicente Uribe; Informe sobre el 2º punto del día: el programa del partido, 1954)


Aquí el PCE se presenta como «republicano» y defensor de la democracia en abstracto, queriendo establecer una «democracia parlamentaria» en alianza con la burguesía liberal, y tomando como modelo de trato condescendiente a los socialdemócratas que Togliatti, el líder revisionista, les daba en Italia. 

Como se ve en la obra de Gregorio Morán que ya hemos citado, lo cierto es que Uribe fue un hombre fiel al partido pero débil de carácter como para oponerse a nada, de hecho había sido íntimo colaborador o testigo de todas las fechorías de Ibárruri-Carrillo hasta la fecha. Esto también lo corrobora un ex militante de la cúpula, el ya citado Enrique Líster, relatando como un Uribe derrumbado le confesaría varios crímenes antes de fallecer como se ve en la obra también ya citada: «Así destruyó Carrillo el Partido Comunista de España» de 1983, con  casos como el de Monzón, Trilla, Comorera, y muchos otros. 

Durante la ola de desestalinización, la nueva dirección revisionista Ibárruri-Carrillo más Semprún-Claudín cargaron en el Pleno de julio de 1956 sobre él absolutamente todas las responsabilidades de pecados de los últimos años: como el culto a la personalidad, el personalismo, la falta de libertad de crítica, la inoperancia, la cooptación, la rudeza en el trato hacia los subordinados, el tráfico de influencias, la falta de formación ideológica... todo con el fin de cubrirse las espaldas sobre sus propias actuaciones en los últimos años:

«Los presentes ya tenían su XXº Congreso del PCUS, su período de ruptura con el «culto a la personalidad». Carrillo les daba un mito de juguete llamado Vicente Uribe para que, como en la feria, todos le lanzaran sus pelotas de cuero. El partido, sus cuadros, descubrían que el culto sólo estaba ligado a Uribe; ya se podía respirar tranquilo. Dolores seguía siendo tan pura y virginal como siempre, Santiago y los jruschovistas del Buró la habían exonerado de toda culpa». (Gregorio Morán; Miserias y grandezas del Partido Comunista de España 1939-1985, 2017) 

Eran acusaciones que, repasando la vida de Uribe, algunas eran ciertas pero con ciertos matices. Por ejemplo, si es cierto que Uribe promovió un culto exacerbado, pero no para sí mismo, sino hacia la propia Ibárruri, pero esto fue común a toda la cúpula y no solo a él. En otros casos, ciertamente Uribe reconocería no tener suficiente formación, pero no era el único de aquella cúpula en esa condición. En otras ocasiones, los cargos parece ser que eran del todo falsos y fueron exclusivamente cometidos por la principal pareja acusadora: Ibárruri-Carrillo. Pese a este ataque por la espalda acometido por sus antiguos compañeros, Uribe no reaccionó con vitalidad, a diferencia del valiente y honesto Comorera, no se vio capaz de enfrentarse a ellos delante de la militancia, no se atrevió a dar guerra para restablecer la verdad aunque fuese fuera del PCE. Actuó como un pusilánime, simplemente aceptó algunos de los cargos, negó con tibieza otros, y se retiró de la política hasta fallecer en 1961.

Todo esto es importante de rescatarlo, ya que muchos antirevisionistas históricos como el propio PCE (m-l) databan en sus documentos la fecha de degeneración del PCE en años mucho más tardíos, en los 60, ya que ellos se formaron en 1964 como escisión suya. Esto todavía ocurre, lo cual tiene mucha menos justificación con el devenir de los años y la información sobre el PCE. Algunos, mecánicamente, solo ven una traición en la línea política del PCE a partir de la adhesión al jruschovismo en 1956 y la presentación de la línea de reconciliación nacional, otros datan, como hacía el PCE (m-l), la fecha límite en el VIº Congreso del PCE de 1960, incluso los más obtusos solo ven algo de revisionismo ya en los 70 con la oficialización del eurocomunismo. Lo cierto es que a partir de los años 40, bajo la dirección de Ibárruri-Carrillo, los bandazos y cambios de postura aparentemente inexplicables del PCE –sobre la socialdemocracia, sobre el anarquismo, sobre la cuestión republicana, sobre la cuestión nacional, sobre la cuestión sindical, sobre las fuerzas motrices de la revolución, sobre la cuestión armada, sobre las alianzas a contraer– se vuelven constantes. Esto únicamente puede obedecer a que los pilares sobre los que se asientan semejantes afirmaciones se encuentran en estado de derrumbe. Y no hay carcoma más letal para los principios que el revisionismo: el hecho de hacer pasar por adaptación del marxismo la violación de sus principios confirmados y elevarlo a sistema.

La defensa puntual que el actual PCE (m-l) de Raúl Marco llega a realizar de la figura de Joan Comorera es ultraoportunista, vergonzosa, y un atentado contra la verdad histórica. Véase la obra de Joan Comorera: «Declaración del Secretario General del PSUC» de 1949 y las anotaciones al respecto con documentación de la época. Ahí demostramos que, precisamente, el marxista-leninista catalán fue sometido a una campaña de persecución en la cual participaron en su momento de buen grado no solo Carrillo, sino también Ibárruri y Líster, que tenían posiciones de mayor rango en el partido. Éste último, el único triste mérito que tuvo a posteriori fue contar ante el público los crímenes de la cúpula del PCE que Vicente Uribe le confesó sobre el Caso Comorera y otros, entre los cuales se encontraba la ejecución de planes para calumniar y liquidar a los revolucionarios opositores a la línea revisionista de entonces, confesión oportunamente realizada para defenestrar a Carrillo en momentos en que Líster había lanzado su nuevo partido, pero que había callado durante años:

«Comorera en cambio no congeniaba con las tesis sobre la revolución que tenía la entonces actual dirigencia del PCE liderada por Dolores Ibárruri, Santiago Carrillo, Enrique Líster, Francisco Antón, Antonio Mije, Vicente Uribe, y otros. (...) Pese a los ríos de tinta que gastaron sus enemigos para defenestrarle, la obra de Joan Comorera fue tan honesta y por ello conocida durante los años treinta, cuarenta y cincuenta por su apego a los principios marxista-leninistas, y su legado se amplificó de forma tan vasta tras su muerte que a partir de los años 70 gran parte de los revisionistas de distinto pelaje, ante esta disyuntiva del crecimiento de si figura, intentaron recuperar su figura para sus fines. Los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses lo reivindicaban como un «verdadero nacionalista» y lo usaban como arma arrojadiza contra todo lo español, los eurocomunistas como una especie de «socialdemócrata» y lo usaban contra el «stalinismo», los revisionistas soviéticos y chinos se valían de su anticarrillismo para aparentar ser revolucionarios y que las divergencias de ellos con Carrillo también eran antagónicas, y otros simplemente lo rehabilitaron como una figura del comunismo catalán a recuperar siendo tan hipócritas como para olvidar su polémica con el revisionismo y jugando a reivindicar tanto a Comorera como a sus verdugos [como hace ahora Raúl Marco]. Es decir: según las circunstancias los oportunistas nacionales se inventan rasgos de Comorera, o se valen de unos para sus intereses, mientras se olvidaban de otros. (...) ¡Comorera y su legado solo puede ser reivindicado por los marxista-leninistas, nunca por los sepultureros de sus principios!». (Introducción de Bitácora (M-L) al documento de Joan Comorera: «Declaración de Joan Comorera: Secretario General del Partido Socialista Unificado de Cataluña» de 1949, 5 de septiembre de 2015)

Por esto también criticamos a las nuevas camadas del revisionismo como Reconstrucción Comunista (RC), que diciendo reivindicar el legado del PCE (m-l) y de Elena Ódena, también tienen asimismo ese tipo de relaciones cordiales con los partidos de herencia brézhnevista como el PCOE y el PCPE, ¡los cuales incluso les envían mensajes públicos de agradecimiento por el tratado recibido! Véase el capítulo: «Dime con quién te juntas y te diré quién eres»del documento que citamos a continuación:

«Pocos días después, vimos como el Partido Comunista Obrero Español (PCOE) agradeció a Reconstrucción Comunista (RC) el haberles invitado y el trato recibido en su feria del libro pseudomarxista, ¡es decir que le daba las gracias porque no le atacasen ideológicamente en ninguno de los discursos! (...) RC puede estar de enhorabuena, parece que el revisionista PCOE se ha quedado muy satisfecho de que le traten caballerosamente.  Los verdaderos marxista-leninistas cuando por falta de medios financieros se ven abocados a tener que compartir diversas plataformas para exponer sus ideas junto a otros colectivos, o cuando acuden a realizar directamente un trabajo de masas como pueden ser sindicatos sabiendo que van a encontrarse con los cabecillas revisionistas; acuden allí para precisamente denunciar delante de las masas el carácter reaccionario de estos partidos encabezados por líderes oportunistas. Pero en cambio RC aprovecha estas ocasiones para estrechar lazos y crear nuevas alianzas. ¡Repugnante! La unión de siglas en este tipo de eventos no contribuye a crear un frente progresista porque la lucha ideológica se deja de lado, por tanto no presupone un avance para el proletariado y sus luchas porque ahí cada organización cubre los defectos de la otra, estas reuniones en cambio, suponen un ritual de felicitaciones y autosatisfacción para estas bandas revisionistas. Cuando terminan esos actos la mente de los asistentes se queda impregnada del mismo cenagal de ideas revisionistas porque no hay un factor subjetivo que aclare esos temas desde un punto de vista marxista-leninista y se predica la conciliación ideológica como sinónimo de alianzas revolucionarias. (…) Con esto se prueba una vez más que RC y su apego a Enver Hoxha y Elena Ódena es simbólico y oportunista. Ser fiel al legado de Hoxha-Ódena no es imprimir banderas con su rosto ni tatuarse una cita suya, es aplicar su doctrina con fidelidad y combatir a quién combatía: a la burguesía y sus agencias revisionistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 25 de septiembre de 2017)

Si la clase obrera quiere tener alguna posibilidad de triunfar, tiene que aprender a identificar a sus enemigos, incluso aunque aparenten ser sus amigos y reivindiquen sus símbolos y consignas, debe desmitificar a todo sujeto y analizar críticamente el balance total de sus acciones y planteamientos hasta el último instante; y sólo así, con una vigilancia revolucionaria en las figuras políticas, podrá el proletariado asegurarse de no caer en las garras del enemigo camuflado». (Equipo de Bitácora (M-L)Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)


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