lunes, 17 de julio de 2017

Seguidismo a las políticas económicas del maoísmo; Equipo de Bitácora (M-L), 2017


«Mao estaba perdido de miedo ante la idea de reunirse con Stalin. Porque Mao era literalmente, en el sentido completo de la palabra, ignorante en el campo de la economía. No conocía la teoría. (...) Y tenía miedo de encontrarse y hablar sobre estos temas. Se preparó para reuniones y conversaciones, contando con mi ayuda en todos los asuntos, y no quería que los camaradas chinos lo vieran humillado». (I.V. Kovalev; Con una misión en China, 1997)

En la actualidad existe todo tipo de documentación que confirma que Mao, efectivamente, tenía una gran ignorancia en cuanto a economía política. Pese a ser testigo de a dónde condujeron sus políticas económicas, el PCE (r) proclamaba orgulloso:

«Al Gran Salto Adelante, iniciado en 1957, le siguió la Revolución Cultural, todo ello como medio de desarrollar la economía y la revolución desechando la tutela que pretendían imponer desde fuera. De esa manera se reafirmaba la llamada «vía china» de construcción del socialismo». (Partido Comunista de España (reconstituido); Temas de formación marxista-leninista, 1989)

Esta cita denota un apoyo claro a las políticas históricas del maoísmo en la economía, tanto en la etapa del Gran Salto Adelante (1958-1961) como de la Revolución Cultural (1966-1976). Analicemos la economía del maoísmo lo más resumido posible.

Aquí explicaremos la médula fundamental del maoísmo, pero recomendamos al lector que acceda a las obras que aquí se citan y que en su mayoría están disponibles en nuestro medio para comprender en profundidad los debates que se presentan.

1) ¿El maoísmo toma como eje de la economía la industria pesada o la agricultura?

Tras la toma de poder del Partido Comunista de China (PCCh) en 1949, los informes de Kovalev notificaban a Stalin su preocupación:

«Los ministerios industriales de nueva creación aún no han tomado en sus manos la administración de las empresas estatales, no conocen las capacidades de las plantas, el carácter y el volumen de los productos que fabrican, no han averiguado [el paradero de los] equipos no utilizados, ubicados en los puertos y almacenes y la numeración de varios miles de máquinas –ciudades de Shanghai, Canton, Hankou, etc.–, y no han tomado ninguna medida para establecer el control estatal sobre el trabajo de las empresas capitalistas privadas». (Informe de Iván Kovalev a Stalin, 24 de diciembre de 1949)

Dejemos hablar a uno de los maoístas más famosos de Europa sobre la cuestión del papel de la industria en el ideario de esta corriente:

«Dentro del Partido Comunista se luchaba con respecto al camino a seguir. Uno de los temas más candentes era cómo desarrollar y modernizar la economía. Un grupo de dirigentes del partido proponía un programa de industrialización rápida, que concentraba los recursos nacionales en las fábricas grandes y modernas y en la tecnología avanzada. Querían desarrollar los centros urbanos, con la idea de que el desarrollo poco a poco llegaría al campo. Decían que se necesitaba todo un aparatazo de planificación centralizada para manejar la economía y recomendaban preparar un vasto ejército de expertos y especialistas para administrar la nueva economía y el gobierno. Proponían motivar a los trabajadores y al personal de las empresas por medio de incentivos monetarios y diferencias salariales. Ese programa seguía los pasos de la Unión Soviética, que ejercía mucha influencia en China en ese tiempo. Pero Mao reconocía las fallas del modelo que se ponía en la práctica en la Unión Soviética y también en China en los años 50. El modelo soviético colocaba la técnica y la pericia por encima de la iniciativa y la actividad consciente de las masas. Mao rechazó la subordinación de la agricultura a la industrialización urbana. También decía que China tenía que descentralizar la industria y evitar la concentración del desarrollo en las ciudades y las costas, que eran más vulnerables a un ataque e invasión imperialista. Mao buscaba forjar un camino distinto de desarrollo económico y social. Para decirlo de otro modo, tras la victoria nacional en 1949, Mao luchaba contra dos legados. En primer lugar, luchaba contra el legado y la influencia y presión aún importante del capitalismo y del imperialismo occidental. Segundo, rompía con el legado del modelo soviético de desarrollo». (Raymond Lotta, El avance de Mao: Romper con el modelo soviético, 2006)

Asimismo, tiremos de datos y documentos oficiales de los propios revisionistas chinos:

«En su discurso: «Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo» de 1957, el Presidente Mao Zedong afirmó: «La industria pesada es el núcleo de la construcción económica de China. Al mismo tiempo, se debe prestar plena atención al desarrollo de la agricultura y la industria ligera». (...) Más tarde, explicando la teoría que la agricultura es la base de la economía nacional, el Presidente Mao Zedong lo resumió en estas palabras: «Tomar la agricultura como la base de la economía y la industria como el factor principal». Esto pues, constituye el principio general para el desarrollo de la economía nacional. Él indicó que se debe dar el primer lugar al desarrollo de agricultura. Estas instrucciones del Presidente Mao Zedong son en profundidad dialécticas; ellas revelan las leyes objetivas que gobiernan el crecimiento de economía socialista en China y son un desarrollo de la economía política del marxismo. (...) Aunque la industria pesada más tarde se desarrolló en cierta medida, la velocidad de su crecimiento todavía se queda atrás de las de algunas otras provincias, y sus productos se redujeron en base a las necesidades de las del desarrollo de la agricultura y la industria ligera de la provincia. (...) La práctica en las localidades ha permitido a los cuadros que toman parte en la discusión para llegar a un entendimiento profundo de que deben en primer lugar firmemente tener en cuenta el principio de tomar la agricultura como base de la economía nacional». (Pekín Informa; Vol. 15, No. 34, 25 de agosto de 1972)

¿Acaso durante la Revolución Cultural cambió algo la situación de la industria?

«Durante 1967-1968 se suspendieron los planes económicos nacionales. El impacto de esta situación se dejó ver en las tasas de crecimiento negativas que se obtuvieron en la producción industrial –de -13,8% en 1957 a -5% para 1968–, y la contracción en las tasas de crecimiento en la producción del sector de la industria pesada». (José Salvador Meza Lora; El rol de las instituciones en las grandes transformaciones del sector industrial durante la gran reforma económica, 2006)

Este caos económico es normal, ya que durante esta época Mao recuperó el poder completamente, por lo que directamente en los planes económicos se reforzó:

«La doctrina de «revolución en el mando» que pretende romper esquemas «anticuados». El idealismo y el enfoque metafísico en el lugar que ocupa la economía política, juega un papel fundamental para los autores sobre esta subordinación ilusoria. (...) Dichos postulados están relacionados y representan, la doctrina bien conocida de «revolución en el mando», que pretende vencer como decía Engels acciones económicas objetivas, ósea «leyes naturales de acción ciega, contenida en las cosas y en las relaciones, independiente del querer y el hacer de los productores mismos», ¿cómo?; mediante grandes dosis de voluntarismo, algo que no tiene nada que ver con la economía política marxista-leninista». (Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006)

Como se demuestra en esta obra, desde 1953 el objetivo abierto tanto de Mao como de Liu, fue el de apartarse del «modelo stalinista» como recomendaban Jruschov y Tito.

¿Qué se decía en el famoso Manual de Shanghái que tanto reproducen actualmente los abiertos maoístas y también los camuflados?:

«Dado que la agricultura es la base de la economía nacional, es necesario tratar el desarrollo de la agricultura como una prioridad de la economía nacional. Sólo cuando la agricultura se desarrolla como la base de la economía nacional puede iluminar la industria, la industria pesada, y otras empresas económicas, culturales y educativas se podrán desarrollar así mismo. (...) Bajo la dirección de la línea general de la construcción del socialismo y la política general de desarrollo de la economía nacional, el plan económico nacional de China está dispuesto en un orden que va con la agricultura, la industria ligera y la industria pesada como el presidente Mao sugirió. Es decir, en la organización del plan de la economía nacional, hay que partir de la agricultura y dar a la agricultura la posición primaria en esta escala. También en la asignación de fondos de capital o el suministro de bienes materiales, las necesidades de la agricultura no se pueden descuidar en ningún momento». (Partido Comunista de China; Fundamentos de Economía Política, 1974)

¿Tenían todas estas ideas económicas algo que ver con el marxismo-leninismo? En absoluto:

«La base material del socialismo no puede ser sino la gran industria mecanizada capaz de reorganizar también la agricultura. Pero no debemos limitarnos a este principio general. Hay que concretarlo. Una gran industria, a la altura de la técnica moderna y capaz de reorganizar la agricultura, supone la electrificación de todo el país». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe al IIIº Congreso de la Komintern, 1921)

Siempre hemos insistido en nuestros documentos, e introducciones a terceros documentos que: el revisionismo chino, soviético, yugoslavo, cubano, coreano, etc., que ahora pretende rescatar el «socialismo del siglo XXI», comparten un paralelismo atroz con el anarquismo pequeño burgués:

«El socialismo es inconcebible sin la gran técnica capitalista basada en la última palabra de la ciencia moderna, sin una organización estatal armónica que someta a decenas de millones de personas a la más rigurosa observancia de una norma única en la producción y distribución de los productos. Los marxistas hemos hablado siempre de eso, y no merece la pena gastar dos segundos en conversar con gentes que no han comprendido ni siquiera eso –los anarquistas y buena mitad de los eseristas de izquierda–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1921)

Una de las razones de la inversión de capital extranjero en China a partir de los 70 fue que los líderes revisionistas chinos no habían logrado la industrialización debido a los resultados de sus tesis económicas de las décadas anteriores.

2) El papel de la inversión extranjera

Generalmente se desconoce que en el maoísmo la visión de industrialización pasaba necesariamente por la inversión de capitales extranjeros:

«Se necesitan grandes cantidades de capital para el desarrollo de nuestras industrias. Ellos vendrán principalmente de la riqueza acumulada por el pueblo chino, y al mismo tiempo de la asistencia extranjera. Damos la bienvenida a las inversiones extranjeras si tales son beneficiosos para la economía de China y se realizan de acuerdo con las leyes de China. Se pueden expandir rápidamente y a gran escala empresas rentables tanto para el pueblo chino como para los extranjeros, siendo la industria pesada y la modernización de la agricultura, una realidad cuando lo que hay es una firme e intensa paz internacional, y cuando dichas reformas políticas y agrarias se realizan a fondo. Sobre esta base, hemos de ser capaces de absorber grandes cantidades de inversiones extranjeras. Una política regresiva y económicamente empobrecida para China no será rentable ni para el pueblo chino ni para los extranjeros». (Mao Zedong; La lucha por la nueva china; informe al VIIº Congreso del Partido Comunista de China, 1945)

Esta tendencia se hizo notable en cuanto se llegó al poder:

«El gobierno chino no ha introducido ninguna limitación al comercio internacional, así como tampoco para con el comercio extranjero dentro del país. Además, hay una política de flirteo para con las empresas capitalistas y el comercio del extranjero. No hay ningún régimen de tasas ni ninguna otra medida limitadora que estén siendo implementadas. Las empresas extranjeras, en todo ámbito, están bajo las mismas condiciones que las empresas nacionales y el comercio nacional. Los extranjeros se comportan de forma diferente en China. Las firmas americanas de Shangái, en cuyas manos están las empresas eléctricas, justo cuando se transfirió el poder al gobierno popular, doblaron los precios de la energía eléctrica de la que se proveían las empresas nacionales chinas, habiendo dejado sin cambiar los precios de la energía de la que se proveían las empresas comerciales e industriales del capital extranjero. (...) Con respecto al trabajo de los bancos, no se están tomando medidas serias para limitar las actividades de los bancos privados, incluidos los extranjeros». (Informe de Iván Kovalev a Stalin, 24 de diciembre de 1949)

Este tipo de cuestiones, se explican en nuestra obra: Desmontando mitos: «Mao Zedong ese liberal pro estadounidense e ídolo de Earl Browder» de 2014.

Esta tendencia fue algo que el propio Rockefeller reconoció tras su visita a China en los 70:

«¿Conocerán los muy «marxistas», «revolucionarios» y «antiimperialistas» seguidores del «Pensamiento Mao Zedong» las loas que Rockefeller lanzó a favor de la «altamente descentralizada» economía china basada en su «énfasis en la agricultura», ¿predispuesta a recibir la «ayuda» estadounidense tras su viaje a China en 1973?». (Equipo de Bitácora (M-L); El fallecimiento de Rockefeller y la «desmemoria» de los jruschovistas y maoístas, 15 de abril de 2017)

Para los desconfiados, citemos al propio Rockefeller dando sus impresiones tras su visita a China:

«¿La altamente descentralizada economía china será capaz de adaptarse con éxito a la expansión del comercio exterior y las mejoras tecnológicas? Para el período 1971-1975, este crecimiento debe oscilar entre 5,5 y 7,5 por ciento al año. Estos resultados han dependido en gran medida de un sabio énfasis en la agricultura y una política nacional de desarrollo industrial descentralizado, equilibrado. (...) Sospecho que los chinos están muy intrigados por algunas de nuestras más nuevas formas capitalistas. (...) Sea cual sea el precio de la Revolución China, es obvio que ésta ha triunfado no sólo al producir una administración más eficiente y dedicada, sino también al promover una elevada moral y una comunidad de propósitos. El experimento social en China, bajo el liderazgo del presidente Mao, es uno de los más importantes y exitosos en la historia humana». (David Rockefeller; De un viaje a China, publicado en el The New York Times, el 10 de agosto de 1973)

Si normalmente nos encontramos con economistas burgueses que califican de «rígido centralismo» a la economía de pseudoplanificación, descentralizada y basada en la ley del valor que desarrollaron los revisionistas en cualquier época, ¿que tuvo que ver Rockefeller para denominar sin complejos de «descentralizada» a la economía china? ¿Se imaginan a los banqueros de los años 20 hablando de las «oportunidades» que ofrecían la economía soviética y su modelo para el comercio exterior y la inversión de Estados Unidos? ¿Se imaginan a algún magnate hablando de los intereses de los líderes bolcheviques en formas de gestión capitalistas? Imposible, porque en la época de Lenin y Stalin, la Unión Soviética confiscó las empresas estadounidenses, entre ellas las empresas petroleras en Azerbaiyán de la familia Rockefeller, y esto no podía ser de otro modo, porque su planificación socialista confrontaba con los principios capitalistas. 

Históricamente, solamente el revisionista Earl Browder se había expresado de un modo tan descarado y oportunista al respecto de China y la política proestadounidense del grupo de Mao Zedong:

«Es un hecho demostrado que las políticas económicas propias del Kuomintang en la China de hoy en día están operando para derrotar a los intereses de Estados Unidos en un mercado chino en expansión, mientras que las políticas económicas de los comunistas en China son las más favorables y propicias para un mercado en expansión. (...) El que se denomina campo «comunista» en China, porque está dirigido por miembros destacados del Partido Comunista de China está más próximo a la noción estadounidense de la democracia, que el denominado campo del Kuomintang. Está más próximo desde cualquier punto de vista, incluso en el de dar mayor campo de acción a la «libre iniciativa» en la vida económica». (Earl Browder; Teherán: nuestro camino en la guerra y la paz, 1944)

3) ¿El maoísmo adoptaba una economía centralizada o descentralizada?

El maoísta Charles Bettelheim, el gurú antistalinista de los maoístas contemporáneos, comentó en uno de sus libros en apoyo al revisionismo chino después de un viaje a China en 1971:

«La orientación general desde 1957, y sobre todo desde la Revolución Cultural, consistió en descentralizar la gestión de las empresas del Estado confiando a las autoridades locales la gestión de un número creciente de unidades de producción con el fin de dar libre curso a la iniciativa local. El valor global producido según este tipo de gestión evolucionó según los siguientes datos, en Shanghái: en 1957, cerca de la mitad, o sea el 46% del valor de la producción industrial provenía de las empresas dependientes directamente por el gobierno central. En 1970 sólo el 6,8% del valor de la producción industrial proviene de empresas dependientes del gobierno central, mientras que el 93,2% del valor de la producción industrial proviene de las empresas administradas localmente. Este esfuerzo de descentralización es el resultado de eso que los chinos denominan «lucha contra la dictadura de la gestión centralizada». El propósito de esta lucha es promover la «doble iniciativa», o sea la del gobierno central y la de las autoridades locales. En lo concerniente a la dimensión de las empresas, ellas son grandes, medianas y pequeñas; las dos últimas categorías suministran lo esencia de la producción. En Shanghái, entre las 3.2000 empresas estatales, sólo 90 son de gran envergadura –la mayor parte de esas 90 empresas tienen más de 3.000 obreros–, 300 son empresas medianas y 2.800 son pequeñas. (...) El porcentaje del valor producido según las dimensiones de las empresas es: las grandes, el 27,5%; las medianas, el 24,5%, las pequeñas, el 47% de la producción total». (Charles Bettelheim; Revolución Cultural y Organización Industrial en China, 1973)

De ahí que Hoxha, criticando el modelo maoísta de economía, expresase:

«¿Cómo es posible que la gran China socialista pudiera pasar sin una industria pesada? Seguramente, Mao Zedong pensaba que se beneficiaría de la ayuda de la Unión Soviética para construirla, o de lo contrario se volvería hacia los créditos estadounidenses. Cuando vio que la Unión Soviética no le «obedeció» y que no le daba la ayuda solicitada, Mao Zedong comenzó a colar el acero en las estufas que se levantaban en las aceras de los paseos o en minihornos de hierro colado. China se quedó atrás, China se quedó sin la tecnología moderna. (...) Para camuflar esta desviación, no se olvida de decir que «también se debe desarrollar la industria pesada, pero dedicando más atención a la agricultura y la industria ligera». Esta concepción que fue aplicada de manera pragmática y que dejó a China en el atraso, ha hecho que ésta tenga necesidad de varias décadas, justo hasta el año 2000, para lograr superar bien que mal dicho atraso con la ayuda y los créditos del capital estadounidense que le asegura su nueva estrategia. No existe la menor duda de que China puede apoyarse en sus propias fuerzas, ella dispone de un gran potencial humano, posee asimismo un potencial económico considerable, pero su atraso es debido a su línea errónea». (Enver Hoxha; Algunos juicios en torno al «decálogo» ballista de Mao Zedong; Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de diciembre de 1976)

4) ¿Qué papel ocupaba la ley del valor en la economía china?

Un ejemplo claro de Mao y su visión sobre la actuación de la ley del valor en la economía puede verse en sus escritos económicos inéditos. Los años 50 fueron una época en la que los líderes del revisionismo mundial criticaban las políticas agrarias de Stalin, más exactamente el paso de la propiedad colectiva a la de todo el pueblo o la restricción de la ley del valor. Entre tanto, se presentaba el paso al comunismo en China como algo a la vuelta de la esquina. Así hablaba Mao de la actuación de la ley del valor en este proceso:

«Hemos recurrido al intercambio de mercancías y a la ley del valor para facilitar el desarrollo de la producción y el paso al comunismo». (Mao Zedong; Acerca de los Problemas Económicos del socialismo en la URSS de Stalin, 1958)

Esto no era fortuito. Tiempo después sería lanzado el denominado «Manual de economía política de Shanghái», que precisamente recogía esta tesis:

«En las relaciones de cooperación entre las empresas estatales y las empresas colectivas, en todo, entre las empresas del Estado, entre las empresas colectivas, entre sectores y entre regiones, debe observarse el principio del intercambio equivalente y precios justos». (Partido Comunista de China; Fundamentos de Economía Política, 1974)

Pero esto no tiene nada que ver con la economía socialista desde el punto de vista que propone el marxismo:

«Dicha sentencia hace hincapié en algo que no representa nada más que la conocida «ley del valor», o también llamada «ley del intercambio equivalente». La declaración es explícita: la ley del valor regula el intercambio de trabajo entre los objetos de producción en la sociedad de transición, ya sea entre empresas estatales y propiedad colectiva, o entre las empresas de propiedad estatal. Esta expresión de defensa del «socialismo de mercado» no es una expresión aislada en el manual, sino que sigue su matriz más pura y elemental, y dicho «socialismo de mercado» no es nuevo, el cual ya fue defendido por Dühring y todas las desviaciones revisionistas de derecha después de él. Esta declaración es fundamentalmente premarxista y constituye uno de los pilares más importantes de la interpretación pequeñoburguesa de la economía política de la sociedad de transición». (Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006)

En otro lado del famoso manual de los revisionistas chinos se dice:

«El intercambio de mano de obra, recursos materiales y los fondos entre las empresas por lo que debe estar inspirada en el estilo cooperativo del comunismo y debe seguir el principio del intercambio equivalente». (Partido Comunista de China; Fundamentos de Economía Política, 1974)

¿Pero esto debería funcionar así en una presunta sociedad socialista?:

«La historia económica de la construcción del socialismo y la generalización de la gran cantidad de datos económicos indican que la ley de intercambio equivalente –ley del valor– no es el principal criterio regulador de las porciones de trabajo entre las unidades de producción, esto es algo que los revisionistas chinos afirmaban de vez en cuando y otras veces –como acabamos de ver– negaban directamente con este tipo de declaraciones. Como cuestión de hecho, la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor– puede ser violada de forma sistemática en sectores enteros de la economía si las tareas de la construcción de la nueva economía así lo exigen. La ley del intercambio equivalente –ley del valor– puede observarse en función de las condiciones concretas e históricas en las políticas del Estado proletario en un momento dado y sus tareas de construcción socialista, pero no constituye una ley general, un principio general de cualquiera de las economías en transición; socialista o comunista. Por ejemplo, la cooperación entre el Estado y el sector colectivo está obligada a violar la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor– en algún momento, de lo contrario la mecanización del campo, no sería posible. Si bien el Estado conserva la propiedad de los principales medios de producción –tractores, por ejemplo–, las granjas colectivas disfrutan de su uso. En cambio, una cierta fracción de producción agrícola es asignada por la granja colectiva al Estado en un camino que no necesariamente cumple con la ley de equivalente cambia y se conforma a un cambio de un tipo diferente. Lo mismo ocurre con el desarrollo de la industria pesada o de otros sectores de la economía, que pueden llevar un desarrollo que no necesariamente es rentable o incluso es totalmente improductivo –la industria pesada comparándola con la industria ligera es mucho menos rentable pero ese necesaria por lo explicado anteriormente–, y sin embargo son indispensables para asegurar la reproducción ampliada socialista. Que la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor–no es la reguladora de la proporción de mano de obra en las economías de transición socialista es un hecho muy bien establecido en las diferentes obras clásicas, y no está dentro del alcance de la presente discusión el cubrir los diferentes aspectos de esta fascinante cuestión que ha sido cubierta en su totalidad en gran parte por la literatura marxista-leninista». (Rafael Martínez; Sobre el manual de economía política de Shanghái, 2006)

Proclamar que la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor– es un principio general de la economía de transición y que regula las relaciones entre sus unidades es algo antimarxista:

«El «intercambio de trabajo por trabajo según el principio de la estimación igual», en la medida en que tiene algún sentido, y este sentido estriba en la intercambiabilidad de productos del mismo trabajo social, o sea en la ley del valor, es la ley fundamental precisamente de la producción mercantil, y, naturalmente, también de la forma suprema de la misma, que es la producción capitalista. Esa ley se impone hoy en día en la actual sociedad del mismo y único modo en que pueden imponerse leyes económicas en una sociedad de productores privados: como ley natural de acción ciega, contenida en las cosas y en las relaciones, independiente del querer y el hacer de los productores mismos». (Friedrich Engels; Anti-Dühring, 1878)

5) ¿Propugnaba el maoísmo una economía planificada en el sentido marxista-leninista o no?

«La necesidad de la división socialista del trabajo. (…) La empresa no recibe ya cifras de control moralmente imperativas. (…) Gran libertad en la puesta en ejecución de los medios de producción. (…) Ausencia de publicación de estadísticas globales de producción e inversión. (…) En las condiciones actuales, la ausencia de un plan quinquenal». (Charles Bettelheim, Jacques Charrière, Hélène Marchisio; La construcción del socialismo en China, 1965)

Es decir, que las cifras son estimativas y no obligatorias, hay descentralización, ocultamiento de las cifras reales, no hay control en lo que se produce y su distribución, se apoya la división internacional del trabajo, por lo tanto, no había una planificación marxista como tal. 

Solo un necio no vería que hay una diferencia fundamental entre la economía socialista planificada y la «planificación» que se pretender realizar en los países capitalistas. Ya en los años 20 Iósif Stalin denunció la pseudoplanificación en los países burgueses:

«A veces se alude a los organismos económicos estadounidenses y alemanes, que según dicen, también dirigen la economía nacional planificadamente. No, camaradas, eso no lo han conseguido aún allí, y no lo conseguirán mientras exista el régimen capitalista. Para dirigir planificadamente, hace falta tener otro sistema de industria, el sistema socialista, y no el capitalista; se precisa, por lo menos una industria nacionalizada, un sistema de crédito nacionalizado, se precisa que la tierra esté nacionalizada, que exista una ligazón socialista con el campo, que exista el poder de la clase obrera, etc. Cierto, ellos tienen también algo parecido a planes. Pero los suyos son planes-pronósticos, planes conjetura, que no son obligatorios para nadie y sobre cuya base no puede dirigirse la economía del país». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)

¿Puede haber así una industrialización socialista o una economía planificada centralizada con estas características? No. Ningún marxista-leninista puede negar que la economía china de los años 60 fuera una estructura capitalista de tipo revisionista, además atrasada y no industrializada. Esto se intentaba disimular bajo un discurso marxista y revolucionario, aludiendo que era una economía socialista «especial» o en «transición», pero desde la propia teórica era evidente que la economía maoísta por sus propios planteamientos era una distorsión de los axiomas económicos básicos del marxista-leninismo, por lo que era normal que en la práctica, su base económica reflejase las consecuencias de tales lineamientos y leyes capitalistas. 

No por casualidad, el maoísmo sintió una atracción por la autogestión anarco-sindicalista:

«Es comprensible que los camaradas yugoslavos tengan un resentimiento particular contra los errores de Stalin. En el pasado, hicieron esfuerzos meritorios para pegarse al socialismo en condiciones difíciles. Sus experimentos en la gestión democrática de las empresas económicas y otras organizaciones sociales también nos han llamado la atención. El pueblo chino da la bienvenida a la reconciliación entre la Unión Soviética y otros países socialistas, por una parte, y Yugoslavia, por otra, así como el establecimiento y desarrollo de relaciones amistosas entre China y Yugoslavia». (Renmin Ribao; Una vez más sobre la experiencia histórica de la dictadura del proletariado, 29 de diciembre, 1956)

Es más, viendo todo esto, se entiende todavía más que ridículo es el eslogan maoísta de imponer «revolución en el mando», la ideológía política sobre el ámbito de la producción, ¿qué «revolución ideológica», las ideas revisionistas que recuperaba Mao de autores premarxistas y furibundos pseudomarxistas como Tito o Bujarin? 

6) ¿En qué momento las políticas económicas de Mao Zedong fueron recetas económicas revisionistas?

«Un lugar importante en el «pensamiento Mao Zedong» está ocupado por las distorsiones revisionistas de una serie de problemas fundamentales del marxismo-leninismo relacionados con la economía. Partiendo de la idea de Mao Zedong de que el desarrollo del capitalismo va supuestamente en interés de la gente, que las contradicciones entre la clase obrera y la gran burguesía en las condiciones chinas son supuestamente contradicciones «entre el seno del pueblo» y alegando que por tanto dichas contradicciones deben de ser resueltas a través de los métodos democráticos, se han promulgado, y continúa la promulgación de numerosos decretos y leyes que no afectan a los intereses de la gran burguesía, los kulaks y los monopolios extranjeros, lo que hace y seguirá haciendo muchas concesiones a estas fuerzas en detrimento de los intereses de las masas trabajadoras». (Tomor Cerova; Los procesos de desarrollo capitalista de la economía china, 1980)

Desde el primer momento, el revisionismo económico en Mao no solo abarca la época del Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural, sino que precede a estos períodos. Echemos un ojo a algunas formulaciones político-económicas del revisionista Mao Zedong antes de llegar al poder:

«Nuestra política actual es una doble política que combina la alianza y la lucha. En el terreno laboral, esta política consiste en mejorar adecuadamente las condiciones de vida de los obreros y, al mismo tiempo, no obstaculizar el desarrollo apropiado de la economía capitalista. En el problema agrario, consiste en exigir a los terratenientes la reducción de los arriendos y los intereses y, al mismo tiempo, estipular el pago por los campesinos de esos arriendos e intereses reducidos». (Mao Zedong, Prefacio y epílogo a las investigaciones rurales, 1941)

Y planteando esta cuestión, se hizo hincapié en que:

«La legislación del trabajo de la república popular protegerá los intereses de los obreros, pero no se opondrá a que los capitalistas nacionales obtengan beneficios ni a que desarrollen sus empresas industriales y comerciales, porque ese desarrollo será desfavorable al imperialismo y provechoso para el pueblo chino. Queda así claro que la república popular representará los intereses de todas las capas del pueblo, que se oponen al imperialismo y a las fuerzas feudales. El gobierno de la república popular estará integrado principalmente por la clase obrera y el campesinado y también incluirá a las demás clases que se opongan al imperialismo y a las fuerzas feudales». (Mao Zedong, Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés, 1937)

Demos un último ejemplo de la visión económico-política maoísta:

«Reconocer que el modo capitalista de producción es el método más progresista en la China actual, y que la burguesía, sobre todo la pequeña burguesía, representa los elementos sociales y la fuerza política comparativamente más progresistas en la China actual. (...) Así, la política del partido no es el debilitamiento del capitalismo y la burguesía, o el debilitamiento del campesino rico y sus fuerzas productivas, sino el fortalecimiento de la producción capitalista». (Partido Comunista de China; Decisión del Comité Central sobre las políticas de las tierras en las bases de apoyo antijaponesas, 28 de enero de 1942)

El revisionista estadounidense Earl Browder, admirador de Mao Zedong, comentaba así los «beneficios del revisionismo maoísta» para el capitalismo mundial:

«El Partido Comunista de China acepta la perspectiva de un desarrollo capitalista de China, no solo ahora, sino también para un futuro indefinido». (Earl Browder; Victoria y después, 1942)

Otro ejemplo de cómo este renegado captó rápido las tesis de su hermano ideológico:

«Mao Zedong repudió expresamente la idea de que los comunistas chinos tienen la intención, ni ahora ni en el futuro, de copiar a la Unión Soviética». (Earl Browder; Lecciones chinas para los marxistas americanos, 1949)

El estadounidense admiraba el hecho de que Mao Zedong comprendía el carácter «progresista» de las formas económicas capitalistas «como preparación para el socialismo» –inclusive manteniendo la propiedad privada en el supuesto «socialismo»–. Para él, Mao Zedong supo crear el concepto de un «nuevo capitalismo» en China, en el cual:

«No dudó en hablar de la necesidad de la «armonía» en la lucha entre los trabajadores y los empresarios capitalistas chinos privados». (Earl Browder; Lecciones chinas para los marxistas americanos, 1949)

Las ideas y los métodos de alianza y transición pacífica de la burguesía nacional de Mao que se empezaron a hacer cada vez más públicas tras la muerte de Stalin fueron denunciados por Kao Kang a mediados de 1953:

«En la reunión del 15 de junio, donde Mao formuló la línea general, Li Weihan propuso una serie de medidas concretas destinadas a la transformación la propiedad capitalista de la mediante métodos pacíficos. (...) Mao dio un rotundo respaldo a la transición pacífica como hizo saber a los líderes del resto de partidos democráticos y a toda la clase capitalista nacional, él enfatizó que la transformación debe ser voluntaria, advirtió en contra de antelación impaciente –jizao maoji–, y señaló que la industria privada y comercio «deben servir la economía de la nación y la vida del pueblo». (...) Mao probó a enviar a Li Weihan, que había trabajado con Kao durante los años 30, para persuadirle de las virtudes de tal política heterodoxa. Kao muy a diferencia de lo que esperaba obtener Mao de esa conversación, no atendió a los argumentos presentados pese hacer un esfuerzo en escuchar a Li, e irónicamente reveló la ignorancia teórica del grupo que apoyaba tal política, comentó a Li; «¿has oído hablar algo de la oposición derechista en la Unión Soviética? ¿No estás al tanto que Bujarin fue el que abogaba por el tránsito pacífico al socialismo?» (...) Todas las fuentes pintan a Kao Kang como la de un hombre que favoreció la línea de una relativamente, rápida eliminación de la burguesía nacional como clase y una rápida transición al socialismo, en una estrecha adhesión al modelo soviético. (...) Kao pensaba que la línea general de tratar como iguales a los sectores estatales y privados para el bienestar y desarrollo de la economía, era un signo inequívoco de una tendencia derechista en el partido, de rendición a la burguesía. En su discurso, como ya había señalado otras veces, apuntó con textos de Marx, Engels, Lenin y Stalin la equivocación en la que se estaba metiendo el partido». (Frederick C. Teiwes; Políticas en la corte de Mao; Kao Kang y el fraccionalismo del partido en los años 50, 1990)

Tiempo más tarde, en el VIIIº Congreso del PCCh de 1956 se aprobó la línea revisionista y se llevaron a cabo las reformas económicas oficializadas con la consiguiente reforma descentralizadora, la reforma en cuanto a flexibilizar los despidos, el uso de la rentabilidad como factor rector de la economía y una reforma salarial:

«Un economista burgués consideró que las reformas económicas en China en 1956 fueron igual de dramáticas como las llevadas a cabo en la Unión Soviética bajo Jruschov en la misma época, y que si bien algunas industrias importantes siguieron operando de acuerdo a un plan central, la gran mayoría –el 80%– de las empresas chinas industriales eran incluso más independientes que las de la Unión Soviética. Véase la obra de Hughes y Luard: «El desarrollo de la economía en la China comunista: 1949-1960» de 1975. Después de las reformas económicas de 1956 la economía china pasó por una brusca depresión en 1957. Las empresas como ya habíamos comentado, no estaban tan comprometidas en un plan central, la gestión de las empresas perseguía varios métodos para lograr en una mayor tasa de ganancia que no necesariamente se ajustaba a las necesidades de la sociedad. (...) Otro autodenominado «experto» burgués en China, comparaba la «planificación» económica de China a la de Yugoslavia durante la década de 1960, ya que comentaba el similar grado de autonomía de gestión de las empresas. Véase la obra de R. MacFarquhar: «China bajo Mao» de 1963. En 1956 se llevó a cabo otra importante reforma salarial, la normalización del sistema de salarios de toda la nación con una escala salarial de ocho categorías que reforzó aún más la diferencia entre el trabajo manual y mental. Además, la reforma salarial 1956 amplió en gran medida el uso de trabajo a destajo y bonificaciones en la producción con incentivos. Véase la obra de Hughes y Luard: «El desarrollo de la economía en la China comunista: 1949-1960», de 1975». (Jim Washington; El socialismo no puede construirse en alianza con la burguesía, 1980)

Si los maoístas se hubieran molestado en rastrear este tipo de políticas, entenderían lo que ocurre hoy en China. Véase nuestra obra: «Hua Kuo-feng y Deng Xiaoping; adalides del legado del revisionismo chino» de 2014.

Si muchos militantes honestos hubieran hecho su trabajo, seguramente, no hubieran tenido que pasar por el vergonzoso papel de defender a un régimen capitalista y nacionalista como el maoísta.

¿Qué tipo de sistema económico iba a implantar el PCE (r) en el milagroso caso de tomar el poder? Pues como estamos viendo, un régimen capitalista de tipo revisionista por sus influencias maoístas, un «socialismo de mercado de características españolas». ¡¡¡El agente chino José Antonio Egido estaría más dichoso que ninguno con un socialismo de tal tipo!!!». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)

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