«En el programa de Bandera
roja de 1994, ya se recogía una terminología y medidas cargadas de un
indisimulado socialdemocratismo:
a) En el término de alianzas
se dice:
«Hemos venido sosteniendo, como planteamiento central de nuestra
campaña, que en Venezuela hace falta un nuevo poder. (...) El nuevo poder se
fundamenta en una alianza de clases y sectores sociales opuestos a la política
entreguista, a la ineficacia y a las prácticas corruptas que han caracterizado
al viejo poder; en una alianza que integra a trabajadores del campo y la
ciudad, a pequeños y medianos propietarios y comerciantes, a sectores burgueses
no monopólicos, y a sectores patrióticos y democráticos de la Iglesia y el
Ejército». (Bandera Roja; Un nuevo poder para salvar al país: Programa de
gobierno, 1994)
Esto demuestra que en Bandera
Roja el concepto de alianza con la burguesía nacional, el ejército burgués y la
iglesia viene ya de estos años. Del mismo modo se ve como se usan fenómenos
como la corrupción o el «entreguismo» sin explicar que es consecuencia del
carácter innato de la burguesía, de su sistema político y su espectro cultural
para continuar con su dominación político-económica; es decir que estos
fenómenos no pueden solucionarse sin derrocar a la burguesía y eliminar la
propiedad privada de los medios de producción. Entonces al mismo tiempo que Bandera
Roja se queja de ello teje alianzas con parte de la burguesía nacional y promueve
un capitalismo nacional con la ayuda eclesiástica y las castas militares
«progresistas».
b) En cuanto a los cuerpos represivos del Estado:
«Intervención y reorganización de todos los cuerpos policiales y
de seguridad, y disolución y castigo de las mafias que operan en el seno de
dichos cuerpos. (...) Es difícil concebir un proyecto de cambio democrático sin
contar con unas Fuerzas Armadas comprometidas con dicho proyecto. Queremos
unas FFAA democráticas, con un alto espíritu patriótico y unificadas en torno
al proyecto de salvación del país. Es necesario redefinir su rol». (Bandera
Roja; Un nuevo poder para salvar al país; Programa de gobierno, 1994)
Se plantea aquí pues, como en
su día intentó Salvador Allende y otros socialdemócratas, reformistas y
revisionistas, intentar purgar del ejército burgués a los elementos
«sospechosos». Pero olvidan que bajo las leyes político-económicas de la
democracia burguesa, con la fuerza e injerencia de los capitalistas, y bajo el
marco del «apoliticismo y apartidismo» en el ejército, es imposible que el
ejército y otros cuerpos del Estado cumplan un rol progresista y defensa de los
interés nacionales, y del pueblo trabajador:
«Por supuesto, en un Estado democrático-burgués, donde el gobierno
reconoce la existencia de los tipos de propiedad económica que sustentan la
explotación, y reconoce a las clases explotadoras como parte del sistema, y por
tanto a sus partidos; no puede existir partidismo en el ejército. Pero en un
Estado socialista, regido por un único partido del proletariado, el ejército
nunca sería apolítico, ya que los marxista-leninistas reconocen que el
ejército, la cultura, la educación, la economía, y todo lo demás, están dentro
de los planes de los restos de las clases explotadoras para restablecer su
control sobre las diferentes instituciones de Estado, en tanto, el proletariado
tampoco puede dejar de primar sobre ellos debido a la lucha de clases en
desarrollo; y no sólo eso, sino que el hecho de dejar un sólo de estos campos
sin llevar allí las transformaciones revolucionarias significa poner en peligro
el resto de campos a causa de que este será una base desde donde los
contrarrevolucionarios intentarán extenderse hacia los otros campos. (...) Toda
ilusión sobre la neutralidad de estas instituciones conduce a la ilusión
reformista que por desgracia sufrían los revisionistas nicaragüenses de los 80
y actualmente sufren los revisionistas nicaragüenses «socialistas del siglo
XXI». El ejército en un Estado socialista debe ser partidista, debe ser
partidario del partido de la clase obrera, es decir, del partido comunista, y
debe de estar pertrechado con su misma ideología, el marxismo-leninismo».
(Equipo de Bitácora (M-L); ¿Qué fue de la «Revolución Popular
Sandinista»?; Un análisis de la historia del FSLN y sus procesos, 19 de julio de 2015)
c) También, siguiendo la moda de las
organizaciones oportunistas latinoamericanas de la «izquierda» domesticada,
tenían como pilar del programa la llamada a la convocatoria de una Asamblea
Constituyente como panacea para la resolución de los males de la nación y la
«democracia», en un sentido «supraclasista» como gusta a la burguesía:
«Convocatoria urgente de una Asamblea Nacional Constituyente, de
carácter soberano y plenipotenciario, donde el pueblo, en forma libre y
soberana, redacte un nuevo texto constitucional: donde, entre otras cosas, se
le dé rango constitucional a nuevos derechos adquiridos por el pueblo, como el
de ser consultado para la adopción de políticas fundamentales por parte del
Estado, o el derecho a recibir apoyo del Estado para la promoción y el
desarrollo de empresas de tipo cooperativo o de iniciativa familiar
(microempresas)». (Bandera Roja; Un nuevo poder para salvar al país; Programa
de gobierno, 1994)
Esta es una de las
reivindicaciones más estúpidas y dañinas que últimamente han tenido que ver los
pueblos en Latinoamérica. Veamos el ejemplo del caso colombiano:
«En 1990 la mayoría del brazo armado del PC de C-ML: el EPL,
empezaron a hablar de nuevo sobre buscar «una solución política global al
conflicto armado», de «interés y voluntad de buscar vías diferentes a la
confrontación militar, cuyo propósito en último término sirviera de base a una
gran movilización por la democracia contra la dictadura de Estado y por el
reconocimiento al pueblo como constituyente primario, expresado a través de una
Asamblea Nacional Constituyente» como venía indicándose desde los 80 con toda
la buena fe. Es decir se decía que dejando las armas, reintegrándose en el
movimiento político legal y convocando una Asamblea Constituyente, los
problemas en Colombia podrían ser resueltos «democráticamente» y
«pacíficamente» siempre confiando a ciegas que el gobierno garantizase mantener
su promesa. Con ese objetivo el 90% de los miembros del EPL crearon el
movimiento Esperanza, Paz y Libertad, mientras que por otro lado el PC de C-ML
se quedó sin su brazo armado, que en realidad debido a sus conocidas acciones
de autodefensa en el campo, era el único motivo de cierto prestigio entre la
población. Una parte ínfima del ELP se quedó en activo como guerrilla, ocupando
algunas zonas en el Norte de Santander. En 1991 en Colombia se convocó una
Asamblea Nacional Constituyente que vio nacer una nueva constitución. Pero más
allá de las promesas en dicho país siguieron existiendo uno de los mayores
niveles de latifundio de la región, un nivel de asesinatos políticos superior
al de muchas abiertas dictaduras fascistas, y otros problemas que todos
conocemos. La línea de una convocatoria para la Asamblea Nacional Constituyente
promovida por muchos grupos de izquierda no sirvió para solucionar nada de
peso, porque una nueva Constitución no sirve cuando la burguesía está en el
poder, a lo sumo que sirve es para desgajar migajas, migajas que pueden ser
suprimidas cuando la burguesía vea que es el momento preciso para lanzar los
cuerpos y fuerzas represivas del Estado. (...) Se ve que no aprendieron nada de
la misma estrategia de la «búsqueda de una convocatoria de la Asamblea Nacional
Constituyente» de los 80 que acabó con la represión y asesinato de su propio
Secretario General!». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las
FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)
A modo
de aclaración para el lector novel, nos referimos al que se está iniciando en
el estudio y formación del marxismo-leninismo, una «constituyente» no debe de
ser una aspiración para una organización marxista-leninista, pues toda
legalidad que surja de ella estará impregnada de los intereses de la burguesía,
y de hecho servirán para apuntalar los intereses de esta, de exactamente el
mismo modo que hace la Constitución vigente, con el agravante además que esta
servirá de propaganda para la burguesía en el poder o en la oposición para
defender que ese Estado está «democratizándose»; a esto debe de añadirse que
los derechos reflejados en el orden constitucional tienen un sentido
«abstracto», siempre quedan sin efectos debido a que están subordinados a la
«superlegalidad» determinada por los intereses de la burguesía, esta:
«Es un principio de legitimidad superior a la
ley y a la propia constitución empleado por la clase dominante, para aplicarlo
invocan el bien del Estado, la nación, o la patria, o lo que es lo mismo, es
una intensificación de la validez de determinadas normas o principios respecto
de las normas «simples» u «ordinarias». Podemos determinar que se trata de la
garantía última de que no se cuestionarán las relaciones y condiciones sociales
existentes y con ello al sistema imperante. Por ejemplo: en tiempos de crisis
económicas las políticas implementadas se destinan a salvaguardar al sector
financiero —lo macroeconómico— en detrimento de las economías familiares —lo
microeconómico— invocando la estabilidad económica del país, contraviniendo así
las leyes fundamentales de la Carta Magna». (Bitácora (M-L); Terminológico, 2013)
En este
sentido, el propósito de una organización marxista-leninista es la formación
ideológica y organización de la «vanguardia proletaria», el partido comunista,
para que esta traslade la ciencia marxista a la militancia y a la masa, para
así estar preparados para la realización de la «revolución proletaria» en el
momento en que converjan las condiciones revolucionarias, una vez en el poder
ya se preocupará de la redacción de una Constitución hechor por y para el
proletariado. Claro es que se pueden y deben realizar tácticas y estrategias de
lucha encaminadas a mejorar la condiciones de vida de las masas trabajadoras en
general mediante la conducción de luchas generales o gremiales, esto implica
que la organización marxista-leninista pero no deben de salir propuestas
encaminadas a envilecer o confundir a las masas respecto al sistema burgués, de
falsas esperanzas en una constituyente, algo que solo serviría para dar
legitimidad a la democracia burguesa en tiempos de crisis.
d) En lo económico Bandera Roja
recomendaba la gran receta de la «economía mixta» sumado a métodos de
descentralización y autogestión:
«Debe ser un modelo de economía mixta que garantice un crecimiento
armónico de las distintas ramas de la economía y donde, junto a las formas
tradicionales de propiedad –privada, estatal y mixta–, se desarrolle un fuerte
sector de propiedad cooperativista y autogestionaria con apoyo del Estado.
(...) La pequeña y mediana propiedad y el sector capitalista no monopólico
recibirán todo el apoyo técnico y financiero por parte del Estado». (Bandera
Roja; Un nuevo poder para salvar al país; Programa de gobierno, 1994)
Primero, ya sabemos que la
«economía mixta» fue el programa de los revisionistas chinos o coreanos en los
años 50, de los socialdemócratas en los 60, de los partidos eurocomunistas a lo
largo de los 70 o la desastrosa receta económica del gobierno del FSLN en la
Nicaragua de los 80. Es más si vemos el marco teórico-práctico de los partidos
y gobiernos del «socialismo del siglo XXI como el PSUV en Venezuela o SYRIZA en
Grecia encontramos lo mismo:
«Estas teorías no son idénticas en sus orígenes de clase y
objetivos. Algunas de ellas provienen del estrato pequeño burgués, son el
resultado de la confusión ideológica de estos estratos y apuntan a la
construcción de un «orden social socialista», según el concepto del pequeño
propietario privado. Otras son propagadas por la burguesía local con miras a
crear ilusiones sobre unir lo que no se puede unir, sobre unir la superioridad
económica y social del socialismo con la iniciativa privada capitalista y el
libre juego de las fuerzas del mercado». (Hekuran Mara; Posibilidades de
construir el socialismo sin pasar por la etapa del capitalismo desarrollado,
1973)
Segundo, dentro de la
«economía mixta» el sector estatal no tiene nada que ver con el socialismo:
«Estatizaciones de este tipo se han hecho y siguen realizándose
por una u otra razón en otros países, pero no han modificado ni jamás podrán
modificar la naturaleza capitalista del sistema vigente, no podrán eliminar la
explotación capitalista, el desempleo, la pobreza, la falta de libertades y de
derechos democráticos. El capitalismo de Estado, tal como ya lo ha probado una
larguísima experiencia, es mantenido e impulsado por la burguesía, no para
crear las bases de la sociedad socialista, contrariamente a lo que sostienen
los revisionistas, sino para reforzar las bases de la sociedad capitalista, de
su Estado burgués, para explotar y oprimir aún más a los trabajadores. Quienes
dirigen el «sector público» no son los representantes de los obreros, sino
gente del gran capital, son los que manejan los hilos de toda la economía y del
Estado. La posición social del obrero en las empresas del «sector público» no
se diferencia en nada de la que tiene en el sector privado; su posición
respecto a los medios de producción, a la gestión económica de la empresa, a la
política inversionista, salarial, etc., es la misma. En estas empresas es el
Estado burgués, es decir, la burguesía, quien se apropia de las ganancias.
Únicamente los revisionistas pueden encontrar diferencias entre el carácter
«socialista» de las empresas del IRI y el carácter «burgués» de la FIAT, entre
los obreros «libres de la Renault y los «oprimidos» de la Citroën». (Enver
Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Tercero: ya sabemos que
significa la autogestión, una tesis extraída del anarquismo y reivindicado en
Venezuela por el chavismo, por ejemplo, cuyo fundamento es la defensa del
capitalismo en un estado pre-monopólico:
«También se recurre a tesis del revisionismo yugoslavo, quien a su
vez copió en su día las tesis del anarco-sindicalismo para convencer a las
masas que la propiedad estatal es una forma «indirecta de la propiedad
colectiva», ergo dicen que la forma directa sería la autogestión empresarial,
la cual reniega abiertamente de cualquier plan centralizado a escala nacional y
no hace distinción entre los trabajadores, negando una vez más el papel
protagónico a la clase obrera. (...) La dichosa «autogestión» que tanto hablan,
es una teoría pequeño burguesa que va en contra de lo teorizado por los
creadores del marxismo. Lenin también expresó su rechazo a estas concepciones
de la autogestión, que no eran sino la teoría pequeño burguesa de entregar los
medios de producción a particulares y que estos rigieran como gustasen la
producción. Tanto en los primeros días de la revolución de octubre de 1917,
como después en los años 20 con las desviaciones anarco-sindicalistas de su
partido, Lenin combatió estas desviaciones antimarxistas». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del
siglo XXI», 2013)
e) Y en cuanto al carácter de
la nueva cultura: se manifiesta un más que sospechoso patriotismo sin carácter
de clase ligado a una solidaridad hacia los pueblos de terceros países sin
hacer diferencia entre explotadores y explotados:
«El Estado proveerá la formación de una nueva cultura que tenga
como basamento la defensa de nuestra identidad, el sentido de patria, de
preservar lo nuestro, y de solidaridad con todos los pueblos». (Bandera Roja;
Un nuevo poder para salvar al país; Programa de gobierno, 1994)
Decir basarse en lo «nuestro»
es de una ambigüedad notable para un supuesto marxista-leninista, en ello no se
distingue la cultura patria progresista de la reaccionaria, igual que el hablar
de «solidaridad» con los pueblos tampoco explica nada reseñable pues sabemos
que bajo este concepto los revisionistas trafican y apoyan a diferentes
camarillas nacionalistas, tercermundistas e incluso fascistas e imperialistas,
acorde a sus intereses de clase. He aquí las tareas nacionales en cuanto a
cultura tanto en la cultura nacional como en la extranjera:
«Exponiendo la peligrosidad de la desviación derechista y nacionalista
en el partido, el Pleno del Comité Central del partido de abril también se
refirió a su efecto nocivo sobre el frente cultural: una actitud liberal y
ecléctica entorno a las cuestiones del desarrollo cultural y la influencia de
la ideología burguesa hostil sobre la literatura y el arte y la falta de
resistencia sobre estas tendencias nocivas y peligrosas. (...) La lucha por una
cultura nacional en su forma y contenido socialista, hay que llevar a cabo un
profundo cambio en la perspectiva política e ideológica de nuestros
intelectuales, ayudándolos a liberarse de la herencia ideológica perniciosa.
Debemos exponer la naturaleza reaccionaria y decadente de la degeneración de la
cultura en el mundo imperialista y descubrir una nueva forma de expresar
en el arte, el comienzo de una vida nueva y socialista. (...) El partido se
enfrenta a la tarea de luchar por una nueva cultura estrechamente unida a la
vida y la lucha de la clase obrera, infundida con el espíritu del internacionalismo
proletario, del genuino patriotismo y el amor por la patria y, en contraste con
el cosmopolitismo y el nihilismo un profundo amor por el patrimonio cultural
progresista de nuestro pueblo». (Jerzy Albrecht; Sobre el frente cultural
polaco, 1949)
Engels dijo sobre la significancia de un programa:
«En general, importa menos el programa oficial de un partido que sus actos. Pero un nuevo programa es siempre, a pesar de todo, una bandera que se levanta públicamente y por la cual los de fuera juzgan al partido». (Friedrich Engels; Carta a August Bebel; Sobre el Programa de Gotha, Londres, 18-28 de marzo de 1875)
Con este programa Bandera Roja confirmaba una evidencia: que se había convertido definitivamente en un partido pseudocomunista, de fraseología comunista, pero de probada práctica programática revisionista-reformista:
«La vida también demostró, que los partidos pseudocomunistas de Europa Occidental, Latinoamérica y Asia, que abrazaron el revisionismo, no tienen nada de comunistas. No se guían más por la teoría científica del marxismo-leninismo, sino sobre las teorías antimarxistas, de contenido y formas bastardas, aunque algunos de ellos, para camuflarse, se esfuerzan por acogerse más o menos en la fraseología marxista. Todo su programa, si se puede llamar a esto un programa, se reduce a algunas reivindicaciones puramente reformistas, que, lejos de amenazar el orden burgués, pretenden salvarlo de las profundas conmociones que lo amenazan y hacer este programa más aplicable en las nuevas situaciones que se crean». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976) (Equipo de Bitácora (M-L); Bandera Roja y MVTC: Un repaso histórico a las posiciones ultraoportunistas de Bandera Roja, y una exégesis sobre la deserción del MVTC y su disolución en Bandera Roja, 1 de enero de 2017)
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