«Y qué hay de la burguesía nacional y el trato dado por el Partido del Trabajo de Corea? Por supuesto aquí tampoco se podía distanciar de las enseñanzas revisionistas del Partido Comunista de China. Mao Zedong declaró que la burguesía nacional era una compañera de viaje no solo en la etapa democrático-burguesa sino en la pretendida etapa de construcción del socialismo:
«Tratamos la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional como una contradicción en el seno del pueblo. (...) La burguesía y la pequeña burguesía exteriorizarán indefectiblemente su ideología. Se expresarán, obstinadamente y por todos los medios posibles, sobre las cuestiones políticas e ideológicas. No se puede esperar que actúen de otra manera. No debemos, recurrir a la coacción, impedirles que se manifiesten; por el contrario, debemos permitirles que lo hagan y, al mismo tiempo, debatir con ellos y someterlos a una crítica adecuada (...) Abogamos por una libertad bajo dirección y una democracia guiada por el centralismo, pero con esto no queremos decir en ningún sentido que, en el seno del pueblo, deban emplearse métodos coercitivos para resolver los problemas ideológicos y los problemas relativos a la distinción entre lo correcto y lo erróneo. Pretender solucionar estos problemas utilizando órdenes administrativas y métodos coercitivos no sólo sería inútil, sino perjudicial». (Mao Zedong; Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, 27 de febrero, 1957)
El revisionista español Carrillo fue de las figuras que se inspiró en este esquema de explotados y explotadores de la «construcción del socialismo» en China para aplicarlo también a su país:
«Quizás el rasgo más original de la Revolución Socialista China lo constituye el hecho de que como aliado del proletariado, al lado de las masas campesinas y la pequeña burguesía urbana, se encuentre también la burguesía nacional. Esta constituye una de las aportaciones de los camaradas chinos a la experiencia revolucionaria mundial, digna de ser estudiada. (…) Lo que ha ocurrido en China, es decir, que una parte de la burguesía participe en determinadas condiciones en la edificación del socialismo, puede repetirse en otros países». (Santiago Carrillo; Sobre una singularidad de la revolución china: la alianza de los capitalistas nacionales con el proletariado, 1957)
En Corea del Norte el esquema inicial, como vimos fue similar, se dijo que la alianza con la burguesía nacional era temporal, con ello pudo engañar a la gente con que esta alianza era temporal por el carácter de las tareas iniciales, pero tiempo después, a la muerte de Iósif Stalin, e igual que su homólogo Mao Zedong, se declaró oficialmente que la burguesía nacional no era una compañera de viaje ocasional de la anterior etapa, sino que en la etapa de construcción socialista también lo era –esto lo vemos repetido una y otra vez en la propaganda del revisionismo coreano–:
«Bajo el sistema democrático-popular en nuestro país, los empresarios individuales, los comerciantes y otras secciones sociales participan en el gobierno junto a obreros y campesinos, formando parte integrante del frente unificado». (Kim Il Sung; Sobre las tareas inmediatas del poder popular en la construcción socialista, 20 de septiembre de 1957)
Este discurso de proponer un Estado en el que exista la unión de las masas trabajadoras con la burguesía nacional, no representa ninguna doctrina política nueva, es el nuevo reformismo adaptado a su «nueva doctrina». Ellos creen que pueden permitir que en su sociedad convivan todas las clases sociales y llamarla socialista, aunque siga existiendo explotadores y explotados y sus contradicciones, aunque siga existiendo las relaciones de producción capitalistas, y continúe la alianza de estos partidos revisionistas con las clases explotadoras y sus partidos. Resulta obvio que este esquema de sociedad no es el socialismo que teorizaron Marx y Engels y pusieron en práctica Lenin y Stalin. Como venimos insistiendo, esto supone una evidencia clara de negación de la lucha de clases, entre explotadores y explotados intentando conciliar a los dos bandos antagónicos, y evidencia el tipo de «lucha de clases» que aplicaban y aún aplican los revisionistas en Corea del Norte:
«Entre otras cuestiones, en las posiciones sobre el significado y la aplicación de la teoría de la lucha de clases se distinguen los marxistas-leninistas de los revisionistas. Los marxistas-leninistas consideran la lucha de clases como la principal fuerza motriz en la sociedad de clases y libran a través de métodos radicalmente revolucionarios bajo la base del carácter irreconciliable de esta lucha, una pugna contra los enemigos de clase, su política e ideología. Los revisionistas a diferencia de ellos, siguen la política de conciliación con los enemigos de clase internos y externos, una política de extinción de lucha de clases, no sólo en los casos en los que la niegan abiertamente, sino también en los casos en que aceptan esta lucha con palabras, formalmente». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria el Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases, 27 de junio de 1977)
He aquí que surge la necesidad de preguntar. ¿Cuál es el socialismo que Kim Il Sung y sus lacayos se suponían iban a construir bajo esas características? ¿Podía brotar el verdadero socialismo de una condicionalidad teórico-práctica tan errática? Evidentemente que no: esto nos queda más claro además cuando vemos además que bajo esta condicionalidad de unidad entre clases antagónicas y paz social entre clases antagónicas, se pide a los militantes que hagan siempre su crítica al partido, con la condición de que esta «crítica» no rompa con esa «unidad» que el partido «comunista» establece entre clases explotadoras y clases explotadas, en tanto que dicha crítica no ponga en tela de juicio su sistema política burgués y su legalidad que se ampara en la constitución burguesa, en este caso «Juche», de dicho país. Kim Il Sung también proclamaría:
«Los empresarios y comerciantes de nuestro país son compañeros de viaje, no sólo para realizar la revolución democrática, sino también en la construcción socialista». (Kim Il Sung; Sobre las tareas inmediatas del poder popular en la construcción socialista, 20 de septiembre de 1957)
¡Craso error! Esto nos indica la poca preparación teórica o el cinismo oportunista de Kim Il Sung, siendo en cualquiera de los casos un vulgar nacionalista-burgués más, de aquellos los muchos que defendían el entendimiento, la actividad y el desarrollo con las clases explotadoras nacionales.
Terminar con las clases explotadoras extranjeras y las clases feudales en Corea del Norte, fue un gran paso para las masas de ese país, pero el error de los revisionistas coreanos fue creer como otros tantos que era posible transitar al socialismo o hablar directamente ya de socialismo en su país, con la asistencia y siempre según ellos en alianza de las clases explotadoras nacionales, de ese modo Corea del Norte se estancó en la etapa democrático-burguesa y jamás pasó a la etapa socialista, derivando en que la burguesía nacional se asimiló como algo normal y transformándose en un país neocolonial dependiente:
«La transformación de revolución anticolonial en verdadera revolución antiimperialista y revolución socialista, por tanto, requiere de varios factores: 1) en primer lugar la existencia de un partido comunista marxista-leninista capaz de movilizar a los trabajadores de la ciudad y el campo contra el poder imperialista comprador sin transferir la dirección de la lucha a la burguesía nacional interesada en el derrocamiento de los capitalistas y terratenientes compradores; 2) después, que el partido llegue a demostrar que las aspiraciones democráticas de las capas populares y de los trabajadores sólo pueden alcanzarse la política de liberación del yugo del imperialismo extranjero está ligada a la liberación del yugo social, ejercido no sólo por el capital extranjero, sino también por el desarrollo del capitalismo, incluso circunscrito dentro del mercado interior. De hecho Marx destacó que la explotación del trabajo asalariado condujo necesariamente a nivel nacional –a causa de la brecha entre la producción y el consumo en el mercado interno– a forzar grandes vínculos comerciales con otros países burgueses, y sobre la base de la teoría del valor-trabajo y la existencia de diferentes grados en la productividad del trabajo social, estas relaciones hasta estrictamente comerciales tornan en una relación de dependencia y sujeción económica de los países burgueses más débiles en provecho de los más poderosos, capaces de echar sobre el mercado cantidades importantes de mercancías a un precio de coste menor. Por lo tanto, si la revolución «antiimperialista» se detiene a mitad de camino y permanece entre las manos de los capitalistas «nacionales», la liberación política y económica conquistada gracias a la revolución anticolonial necesariamente se convertirá en algo meramente formal y dará nacimiento a una nueva dependencia, primero económica, que crea así misma una dependencia política, incluso cuando la independencia política formal es reconocida». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialista, 2007) (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo coreano: desde sus raíces maoístas hasta la institucionalización del «Pensamiento Juche», 2015)
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