jueves, 19 de mayo de 2016

El idealismo como eje de las variantes estéticas de la burguesía y el revisionismo


«Las diferentes variantes de la estética burguesa-revisionista, independientemente de su carácter pluralista, se reconocen no solo por la identidad de sus objetivos de clase, sino también por su sola base filosófica, teórica y metodológica. Esta es el idealismo [1] que viene a ser el fundamento de todas las teorías estéticas burguesa-revisionistas, de la concepción del mundo y de los ideales estéticos de los artistas modernos:

«Todas ellas tienen una base filosófica común que es el idealismo con sus infinitas sutilezas. Esta es la esencia también de las corrientes que, a primera vista, aparecen como protestas de izquierda, radicales, contra la sociedad oficial burguesa, contra su cultura y su moral». (Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas, 1973)

Los esteticistas burguesas sacaron sus argumentos teóricos, estéticos y filosóficos de los diversos campos de la filosofía idealista. Recurren al idealismo subjetivo y buscan argumentos filosóficos en apoyo del modernismo. Se apoyan en la idea que el «flujo», el «torrente» de las sensaciones y la experiencia subjetiva humana es el único objetivo del arte. El idealismo subjetivo pretende que el hombre está en contacto sólo con su propia experiencia, que es consciente sólo de esta experiencia, de sus elementos, su experiencia y su percepción, que se deben rechazar todo lo que es ajeno a ellos, de lo contrario tendría que admitir que, más allá de su experiencia, algo que no se puede saber. Para la filosofía del idealismo subjetivo, existe el yo y nada más. Sobre esta base idealista que niega la existencia objetiva del mundo material, muchos esteticistas modernistas consideran el arte como un medio de «autoexpresión» del artista, ignorando por completo el mundo exterior.

Los esteticistas burgueses declaran que todos los fenómenos estéticos son el producto de la conciencia subjetiva del hombre. Partiendo del hecho de que los procesos de aprehensión estética de la realidad depende del hombre, del sujeto, que lo condiciona, que sin el hombre este proceso sería irrealizable, los esteticistas idealistas burgueses niegan el carácter objetivo de todo fenómeno estético, niega la existencia de la belleza en la realidad objetiva y consideran todos los fenómenos estéticos como meras invenciones subjetivas de la imaginación humana. Este es un razonamiento idealista erróneo. «¿Puede haber fenómenos estéticos diferentes?»; «¿Quién conoce, prueba y aprehende sobre el plan estético estos fenómenos?». Estos son dos problemas diferentes que los esteticistas modernos confunden intencionalmente. De este modo, los esteticistas idealistas rechazan la idea de que existen fenómenos estéticos fuera de la experiencia del hombre, de su contemplación estética y de la apreciación que hace. Pero esto es una conclusión anticientífica e idealista que pretende negar que el arte depende de la realidad de la vida, con ello se pretende justificar las monstruosas creaciones de los artistas modernistas. Daremos otro ejemplo que destruyen todas las piezas de los argumentos teóricos en favor de la estética idealista. Muchos esteticistas idealistas se basan en el hecho de que el arte no es una simple imitación, una reproducción mecánica de la realidad, que cualquier obra artística propiamente tiene un carácter creativo; pero a partir de ahí, acaban en la conclusión de que es arte es siempre la creación de algo. Por consiguiente, dicen que hay que considerar como meras obras de arte con el mismo valor las obras maestras de la pintura clásica o realista que todas las pinturas abstractas ya que todas comportan este atributo es decir que también son creaciones. Pero de hecho, este razonamiento es engañoso, es un subterfugio de los esteticistas idealistas, porque si bien aceptamos que en el arte hay un principio creativo, esto no quiere decir de ninguna manera que este principio y solo este, sea el punto desde el cual deba enfocarse el arte. El arte es de una naturaleza más compleja, no solamente es creación, sino que también es un reflejo, un conocimiento, una apreciación y una vivencia emocional de la realidad estética. Si se reduce el arte al solo acto creativo, no deberíamos distinguirlo de toda cosa creada, y deberíamos dar la denominación de arte a muchas creaciones horribles de los artistas modernistas, que no tienen que ver nada con arte.

La concepción filosófica agnóstica y positivista según el cual el conocimiento es sólo una constatación de un hecho que se reduce a la experiencia empírica de nuestros sentidos, estimuló directamente al arte burgués de los siglos XIX y XX, a las tendencias naturalistas, que renuncian a la síntesis artística, que reducen el papel del arte a un simple registrador destinado a hacer inventario de los datos de la «experiencia» y de sus «elementos». El modo de pensamiento positivista influyó e influye considerablemente sobre la actitud unilateral de un gran número de modernistas, que demandan al arte que fije las impresiones subjetivas de la conciencia, de forma individual e independiente de la realidad.

Bajo la influencia de diversas variante de la filosofía burguesa del idealismo subjetivo, la literatura y el arte decadente burgués y revisionista están dominados por el psicologismo unilateral, mórbido, que orientan el conocimiento artístico sobre los análisis microscópicos de la conciencia, vagando en un sinfín de excavaciones por los recovecos más oscuros de la conciencia del hombre desequilibrado, enfermo, entrando en el laberinto de los los detalles vagos, fluidos, inconstantes del estado individual del alma, que difumina los caracteres de su conjunto.

La estética freudiana vino para apoyar todas las experiencias psicoanalíticas del arte decadente burgués, embotó las diferencias entre los valores positivos y los valores negativos, entre el biológico y el social. Esta estética empuja el arte decadente a considerar lo feo como una ley natural y eterna de la vida y a llevar su atención en la descripción de las perversidades más odiosas, las pasiones y instintos más bestiales, de las deformaciones psíquicas y las patologías sociales.

El neotomismo estético, es una de las formas corriente de un idealismo objetivo en nuestra época, no cesa de inventar todo tipo de argumentos para justificar las variantes espiritualistas del modernismo. Une las interpretaciones místicas del arte modernista a las antiguas teorías estéticas de tiempos del platonismo y de la Edad Media.

El subjetivismo, el escepticismo, el relativismo son las características esenciales de la estética burguesa contemporánea. Negar todo contenido objetivo del conocimiento y de las representaciones en el hombre, afirmar que los conocimientos son unos símbolos y signos convencionales desprovistos de significado, negar la verdad objetiva y el lazo que relaciona la conciencia con la realidad objetiva, llevar a lo absoluto la dificultades que surgen en el proceso del conocimiento, admitir que existen en el mundo un fondo espiritual misterioso y otros cuentos de este género, he aquí como se presentan las teorías estéticas burguesas.

El idealismo devino en la principal base teórica y metodológica de las doctrinas de la estética revisionista actual. El caso fue volver al sujeto a la «escuela del obchestvo» la cual predomina hoy en la Unión Soviética. Sus representantes, en sus obras, atacan a la interpretación materialista de los fenómenos estéticos y las relaciones estéticas entre el hombre y la realidad. Piden que la estética rechace la visión materialista, que niegue el carácter objetivo de la realidad y se deje de considerar como la primera fuente de contenido de la conciencia estética.

La «nueva escuela» de la estética soviética trata de justificar su desviación de las posiciones materialistas en la estética y su paso a posiciones confusas subjetivistas e idealistas confundiendo, de manera sofistica el problema de la existencia objetiva de fenómenos estéticos con el problema del carácter activo de la aprensión espiritual de la realidad por el sujeto, y el papel decisivo de la práctica social de los hombres en el curso de este proceso. «El objeto estético –escribe Vanslov, uno de los adeptos a esta escuela– es un objeto cuya especificidad sensorial necesariamente exprime un contenido social creado por la sociedad». Este tipo de razonamiento que llena las obras de los esteticistas soviéticos obchestvéniks es el testimonio de una evocación a que con el «papel activo del sujeto estético» tiende a negar la existencia de los fenómenos estéticos fuera de la conciencia humana e independientemente de ella, el carácter secundario de la conciencia estética y el arte en una realidad objetiva estética, natural y social.

No es difícil darse cuenta de que el idealismo es uno de los factores que agravan la crisis y refuerzan el espíritu decadente de la estética burguesa y revisionista contemporánea al mismo tiempo que se ve que constituye su base teórica y metodológica.

Las diversas variantes de la estética burguesa y revisionista actual oscilan entre ambos extremos. La estética burguesa y revisionista aporta a toda cuestión, por muy importante que sea, una solución extrema, da una explicación unilateral.

En esta estética, un amplio lugar vuelve a darse a las doctrinas empíricas contrarias a toda interpretación teórica y metodológica del arte, que negando la existencia de la estética como ciencia teórica, se orienta en la vía de su transformación es una disciplina puramente descriptiva, que sólo comprueba los «hechos artísticos» y sólo estudia los fenómenos estéticos concretos y particulares. El empirismo impide a la estética descubrir las leyes de las aprensión artística, apreciar justamente las principales tendencias de desarrollo de la cultura artística, proceder a una síntesis teórica y metodológica de los problemas del arte y los fenómenos estéticos. Abre vía así al agnosticismo estético. Sea lo que sea, frente a la decadencia del empirismo y consciente de no ser capaz de mejorar su imagen, muchos esteticistas burgueses se vieron obligados a inventar una doctrina con pretensiones teóricas. Pero, lejos de tener un carácter científico, estas tesis idealistas y metafísicas, enuncian principios contrarios a los hechos y a las tendencias de desarrollo de la cultura artística, permanecen esquemáticas, formales y arbitrarias». (Alfred Uçi; La crisis de la estética burguesa-revisionista, 1984)

Anotación de Bitácora (M-L):

Por si el lector nobel no está familiarizado con la corriente filosófica del idealismo, he aquí una comparativa entre el idealismo, y el materialismo que es la corriente antagónica:


«En oposición al idealismo, que considera el mundo como la encarnación de la «idea absoluta», del «espíritu universal», de la «conciencia», el materialismo filosófico de Marx parte del criterio de que el mundo es, por su naturaleza, algo material; de que los múltiples y variados fenómenos del mundo constituyen diversas formas y modalidades de la materia en movimiento; de que los vínculos mutuos y las relaciones de interdependencia entre los fenómenos, que el método dialéctico pone de relieve, son las leyes con arreglo a las cuales se desarrolla la materia en movimiento; de que el mundo se desarrolla con arreglo a las leyes que rigen el movimiento de la materia, sin necesidad de ningún «espíritu universal». (...) En oposición al idealismo, el cual afirma que sólo nuestra conciencia tiene una existencia real y que el mundo material, el ser, la naturaleza, sólo existe en nuestra conciencia, en nuestras sensaciones, en nuestras percepciones, en nuestros conceptos, el materialismo filosófico marxista parte del criterio de que la materia, la naturaleza, el ser, es una realidad objetiva, que existe fuera de nuestra conciencia e independientemente de ella; de que la materia es lo primario, ya que constituye la fuente de la que se derivan las sensaciones, las percepciones y la conciencia, y la conciencia lo secundario, lo derivado, ya que es la imagen refleja de la materia, la imagen refleja del ser; de que el pensamiento es un producto de la materia que ha llegado a un alto grado de perfección en su desarrollo, y más concretamente, un producto del cerebro, y éste el órgano del pensamiento, y de que, por tanto, no cabe, a menos de caer en un craso error, separar el pensamiento de la materia. (...) En oposición al idealismo, que discute la posibilidad de conocer el mundo y las leyes por que se rige, que no cree en la veracidad de nuestros conocimientos, que no reconoce la verdad objetiva y entiende que el mundo está lleno de «cosas en sí», que jamás podrán ser conocidas por la ciencia, el materialismo filosófico marxista parte del principio de que el mundo y las leyes por que se rige son perfectamente cognoscibles, de que nuestros conocimientos acerca de las leyes de la naturaleza, comprobados por la experiencia, por la práctica, son conocimientos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas, de que en el mundo no hay cosas incognoscibles, sino simplemente aún no conocidas, pero que la ciencia y la experiencia se encargarán de revelar y de dar a conocer». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili; Stalin; Materialismo dialéctico y materialismo histórico, 1938)

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